Ciudades Wari

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Ciudades Wari:

Las ciudades Wari fueron una serie de asentamientos urbanos construidos por la
cultura Wari en el actual Perú, entre los siglos VII y XII d.C. Estas ciudades, como la
capital de la cultura Wari, ubicada en la región de Ayacucho, fueron centros políticos y
religiosos importantes, y se caracterizaban por su planificación urbana y arquitectura
monumental.

Algunos enlaces que pueden resultar útiles para obtener más información sobre las
ciudades Wari son:

 "Wari: Lords of the Ancient Andes", una exposición virtual del Museo de Arte
de Cleveland que incluye información sobre la cultura Wari y sus ciudades:
 "La ciudad Wari de Pikillaqta", un artículo de la revista Arqueología y Sociedad
sobre una de las ciudades Wari más importantes en la región de Cusco:
 "The Wari Empire", un artículo de la revista Archaeology que presenta un
resumen de la cultura Wari y sus ciudades: Código relacionado con las
ciudades Wari no existe, ya que se trata de un tema histórico y arqueológico.
Alejandro Magno:

Alejandro III de Macedonia (Pela, 20 o 21 de julio de 356 a. C.nb 11-Babilonia; 10 u 11 de


junio de 323 a. C.),nb 22 más conocido como Alejandro Magno o Alejandro el Grandenb 3
(griego antiguo: ὁ Ἀλέξανδρος ὁ Μέɣας, romanización: hŏ Aléxandrŏs hŏ Mégas ; griego
moderno: Αλέξανδρος ο Μέγας, o bien, Μέγας Αλέξανδρος; latín: Alexander Magnus), fue
rey de Macedonia (desde 336 a. C.), hegemón de Grecia, faraón de Egipto (332 a. C)
y Gran rey de Media y Persia (331 a. C), hasta la fecha de su muerte.
Hijo y sucesor de Olimpia de Epiro y Filipo II de Macedonia, su padre lo preparó para
reinar, proporcionándole experiencia militar y encomendando a Aristóteles su formación
intelectual. Su ascenso al trono no fue fácil; su padre lo exilió junto a su madre por
considerarlo un hijo adúltero. Su madre se exilió en Epiro y las amistades de Alejandro
también fueron exiliadas por una posible conspiración. Filipo muere asesinado, y Alejandro
se hace con el poder, eliminando adversarios que pudiesen reclamar el trono.
Alejandro Magno dedicó los primeros años de su reinado a imponer su autoridad sobre los
pueblos sometidos a Macedonia, que habían aprovechado la muerte de Filipo para
rebelarse. Como hegemón de toda Grecia en concepto de sucesor de su padre, continuó
el plan que habían aprobado las polis griegas: conquistar el vasto imperio de Persia, para
vengar todos los daños que les habían causado a los griegos por siglos, incluyendo la
recuperación de todas las ciudades costeras de Asia Menor e islas del mar Egeo. Preparó
un ejército de aliados griegos (principalmente macedonios), y en el año 334 a. C. se lanzó
con su pequeño ejército, de apenas 40 000 hombres, contra el poderoso Imperio persa:
una guerra de venganza de los griegos —bajo el liderazgo de Macedonia— contra los
persas.3
En su reinado de trece años, cambió por completo la estructura política y cultural de la
zona, al conquistar el Imperio aqueménida y dar inicio a una época de extraordinario
intercambio cultural, en la que los griegos se expandieron por los ámbitos mediterráneo y
próximoriental. Es el llamado Período helenístico (323 a. C.-30 a. C.). Tanto es así, que
sus hazañas lo convirtieron en un mito y, en algunos momentos, en casi una figura divina,
posiblemente por la profunda religiosidad que manifestó a lo largo de su vida.4
Mirón:

Mirón (en griego Μύρων; trabajó h. 480-440 a. C.) fue un escultor y broncista de
mediados del siglo V a. C.1 y uno de los más conocidos autores del arte griego, cuyas
aportaciones escultóricas supusieron la transición al periodo clásico. Nacido en Eléuteras,2
ciudad situada en la frontera de Beocia y el Ática. Según la Historia
Natural de Plinio, Agéladas de Argos fue su maestro.3
El viajero Pausanias destacó esculturas de Mirón que permanecían in situ en el siglo II.
Quionis, un vencedor olímpico del siglo VII de Esparta era conmemorado a través de un
bronce idealizado obra de Mirón.4
Trabajó fundamentalmente con el bronce:5 y aunque hizo algunas estatuas de dioses y
héroes, su fama descansa principalmente en sus representaciones de atletas, en los que
hizo una revolución, según los comentadores de la Antigüedad, al introducir una mayor
audacia en la pose y un ritmo más perfecto, subordinando las partes al todo. La
observación de Plinio de que las obras de Mirón eran numerosior que las de Policleto y
«más diligentes»6 parece sugerir que eran consideradas de proporciones (numeri) más
armoniosas y al mismo tiempo más convincentes en su realismo: diligentia denotaba «gran
atención a los puntos delicados», una cualidad que, con moderación, era característica de
las mejores obras de arte, según los críticos de la Antigüedad.7 Su gran mérito consistió en
saber captar como nadie el movimiento. Sus obras más famosas se caracterizan por la
representación fidedigna de las tensiones del cuerpo humano en movimiento, como se
aprecia en su conocido Discóbolo, y el realismo en sus esculturas de hombres y animales.
Sus obras más famosas, según Plinio (Historia Natural, 34.57-59) fueron una vaquilla, un
perro (canem, tal vez Cerbero), un Perseo, un sátiro (Marsias) admirando la flauta y
Minerva (Atenea), un Hércules, que se llevó al santuario que le dedicó Pompeyo el
Grande en el Circo Máximo, el Discóbolo (el lanzador de disco), y un Apolo para Éfeso,
«que Antonio el triunviro cogió a los efesios, pero el Augusto deificado lo restauró después
de haber sido advertido en un sueño».8 Los escritores del Alto Imperio Romano
consecuentemente consideraron a Mirón entre los más grandes de los escultores griegos,
un signo de que su reputación contemporánea había permanecido alta.
Guerras peleponesas:

La guerra del Peloponeso (en griego, Πελοποννησιακός Πόλεμος) (431 a. C.-


404 a. C.) fue un conflicto militar de la Antigua Grecia que enfrentó a
las ciudades formadas por la Liga de Delos (encabezada por Atenas) y la Liga del
Peloponeso (encabezada por Esparta).
Tradicionalmente, los historiadores han dividido la guerra en tres fases. Durante la
primera, llamada la guerra arquidámica, Esparta lanzó repetidas invasiones sobre
el Ática, mientras que Atenas aprovechaba su supremacía naval para atacar las costas
del Peloponeso y trataba de sofocar cualquier signo de malestar dentro de su Imperio.
Este período de la guerra concluyó en 421 a. C., con la firma de la Paz de Nicias. Sin
embargo, al poco tiempo el tratado fue roto por nuevos combates en el Peloponeso lo
que llevó a la segunda fase. En 415 a. C., Atenas envió una inmensa fuerza
expedicionaria para atacar a varios aliados de Esparta. La expedición ateniense, que
se prolongó del 415 al 413 a. C., terminó en desastre, con la destrucción de gran parte
del ejército y la reducción a la esclavitud de miles de soldados atenienses y aliados.
Esto precipitó la fase final de la guerra, que suele ser llamada la guerra de Decelia. En
esta etapa, Esparta, con la nueva ayuda de Persia y los sátrapas (gobernadores
regionales) de Asia Menor, apoyó rebeliones en estados bajo el dominio de Atenas en
el mar Egeo y en Jonia, con lo cual debilitó a la Liga de Delos y, finalmente, privó a
Atenas de su supremacía marítima. La destrucción de la flota ateniense
en Egospótamos puso fin a la guerra y Atenas se rindió al año siguiente.
La guerra del Peloponeso cambió el mapa de la Antigua Grecia. Desde un punto de
vista helénico, Atenas, la principal ciudad antes de la guerra, fue reducida
prácticamente a un estado de sometimiento, mientras Esparta se establecía como el
mayor poder de Grecia. El costo económico de la guerra se sintió en toda Grecia; un
estado de pobreza se extendió por el Peloponeso, mientras que Atenas se encontró a
sí misma completamente devastada y jamás pudo recuperar su antigua prosperidad.12
La guerra también acarreó cambios más sutiles dentro de la sociedad griega; el
conflicto entre la democracia ateniense y la oligarquía espartana, cada una de las
cuales apoyaba a facciones políticas amigas dentro de otras ciudades estado, hizo de
las guerras civiles algo común en el mundo griego.

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