La Cena de Betania
La Cena de Betania
La Cena de Betania
Jn 12, 9-11
La noticia de la resurrección de Lázaro se expandió como la pólvora por aquellas
poblaciones al punto que los judíos se enteraron y no creyendo lo que había sucedido se
fueron para verlo con sus propios ojos.
Fue tal el alboroto por lo sucedido con Lázaro que muchos se apartaban de los
religiosos judíos para creer en Jesús, esto provocó la ira de los fariseos y sumos
sacerdotes, quienes ahora no solo buscaban a Jesús para matarlo, sino que también
querían matar a Lázaro para sepultar con él toda evidencia de la verdad.
Jn 12, 27-36
Jesús se vuelve al Padre y se pregunta si le pedirá al Padre que lo salve, a pesar de saber
que para ello había venido a la tierra. Su angustia nos muestra su humanidad frágil y
sincera, capaz de identificarse con el sufrimiento humano.
Dios ha glorificado su nombre al mostrarse a todos a través de Cristo, de su vida y de la
obediencia de Cristo hacia el Padre.
El Padre habla desde el cielo y responde al llamado del Hijo, aunque no lo hizo audible
solo para el Hijo quien siempre le escucha, sino para que todos escuchasen y dieran
testimonio de la verdad.
La voz de Dios a oídos de la multitud sonó como un trueno, pero para quienes estaban
atentos, aunque era fuerte sonó clara y potente para responder a Jesús y que todos los
que estuvieran allí pudieran ser testigos de la relación entre el Padre y el Hijo.
El tiempo del ministerio de Jesús se acerca a su cumbre, y el Padre está atento a
responder las inquietudes del Hijo, por eso Jesús responde que la voz del Padre no viene
por petición suya sino a consecuencia de la maldad del hombre.
Jesús sabe que tiene que ser crucificado para hacerse maldición y poder cargar con el
pecado de la humanidad, no había otra forma, por eso habla de ser levantado de la
tierra. Solo al ir a la cruz recibiría toda la autoridad para atraer a todos hacia sí.
Jesús nuevamente reconoce que su luz estará por un tiempo limitado disponible para los
hombres de Israel primeramente, a quienes llama para que no se dejen envolver por las
tinieblas, sino que permanezcan en la luz, crean en Cristo, porque quien tiene la luz de
Cristo no se extravía, pero el que no tiene la luz fácilmente se extraviara.