0% encontró este documento útil (0 votos)
47 vistas7 páginas

Fe Ayahuasca Libro

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1/ 7

Memorias del Congreso. Sección 4, pp.

359-365

Fe y ayahuasca. (Cómo hablar de mi fe en


Dios desde mi experiencia con las plantas)

Padre Cristian Alejandría Agreda

Palabras clave: chamanismo, servicio espiritual, fe, humildad, paciencia, confianza,


Dios.

Un poco de temor
Tengo un poco de temor al qué dirán puesto que la Iglesia siempre ha sido un ente re-
servado y un poco receloso con el tema del chamanismo, de la brujería y de los manejos
que se dan en el campo del trabajo con las plantas. Entonces, al estar con curanderos o
vincularme con personas que trabajan con las plantas, mi interrogante fue “¿Qué dirá
el obispo? ¿Cuál será la reacción de mis demás hermanos sacerdotes cuando se enteren
de que he aceptado este proceso de experiencia?”. Bien, pues recibí muchas respuestas
interiores a estas interrogantes a las cuales esperaba contestación. En primer lugar, fue
el señor obispo, Santos Iztueta Mendizábal, que en paz descanse, el que me pidió que
viniera, en su nombre, a dar el servicio espiritual en el Centro Takiwasi. Pedido que yo
acepté con mucho gusto, pues se trataba de hacer mi trabajo de labor sacerdotal como
pastor dentro de este sistema de curaciones.
Para poder entender y comprender la vivencia de los pacientes, vi que era nece-
sario experimentar lo que ellos hacían; es decir, tomar purgas y entrar al proceso para
llegar a la planta maestra que es la ayahuasca. Así, tuve que aceptar para, a partir de esa
experiencia, obtener respuestas a las tantas interrogantes de los pacientes y todo lo que
querían aclarar en sus vidas.

Tomar decisiones contando con mi libertad


Una vez ingresado a la toma de plantas, hablé con el obispo sobre lo que había hecho y
me dio su apoyo. Su respuesta fue muy clara “Si lo que tú haces y buscas por medio de

Padre Cristian Alejandría Agreda, sacerdote católico, asistente pastoral del centro Takiwasi, Tarapoto,
Perú.
360 Fe y ayahuasca. (cómo hablar de mi fe en Dios desde mi experiencia con las plantas) / Sección 4

las plantas en Takiwasi, es para conseguir el objetivo de salvar almas, y si eso también te
ayuda a aclarar tus cosas, cuenta con mi autorización: has procedido bien”. Esa fue su
respuesta. Este primer contacto fue en el año 2003.
Luego tuve que abordar mis asuntos personales. La presión de mis problemas me
había hecho pasar por momentos muy oscuros, donde quizás hasta pensé haber perdido
el sentido de las cosas, incluso el sentido de la vocación sacerdotal. Escuché la invitación
del Dr. Jacques Mabit para adentrarme en un proceso de toma de plantas medicinales y
entrar en sintonía con los pacientes. No solamente aceptaba el trabajo para atender a los
pacientes, sino también para ver mis problemas y enfrentar mis cosas. Esto fue el primer
paso para abordar mi fe en Dios a través de la madre naturaleza. Fue esencial tomar
decisiones contando con mi libertad. Dado que el obispo había aprobado y aceptado el
trabajo que hacía, la conciencia se me abrió y me decía “Bienvenido, buena elección”,
entonces yo dije “Soy libre”. La libertad está en hacer lo que me inclina hacia el bien; el
bien para los demás y, de paso, también para mi beneficio.

Primeros pasos con las plantas


Entonces había decidido tomar las plantas, aunque no fue tan fácil porque siempre por
ahí aparece el miedo, el miedo malévolo. Hay un miedo que es natural, que es normal,
el que te avisa para que te cuides. El miedo malévolo es cualquier tipo de amenaza que
genera una actitud de sometimiento, una fuerza de impedimento para que no hagamos
las cosas que debemos hacer. En esos primeros encuentros con la planta fui entendiendo
que el miedo me amenazaba para que no entrase a un mundo que no conocía. Pedí ayu-
da a Dios, a la Virgen María, hice uso de todo lo que aprendí de mi Santa Madre Iglesia
como sacerdote y entré a la primera sesión.
Esta primera sesión fue excelente. En primer lugar, me sentí acogido; como si
alguien me hubiera dado la bienvenida. Una voz femenina me decía “Bienvenido, esta
es tu casa, este es tu lugar, tu morada”. Aunque inicialmente no lo entendía, fui com-
prendiendo que soy parte de la naturaleza, que estoy llegando a mi origen, donde nace
mi presencia física, donde está el soplo de Dios. Entonces me fue despertando más la
confianza, confianza en esa voz y confianza en mí, confianza en mi fe. Tenía la sensación
de que Dios iba aprobando todo, como si me felicitara; y así vi el lado bueno, todo lo
bello y hermoso. Al terminar la sesión me quedé muy impresionado. Decisión correcta
y lección aprendida.
Pero ya en la segunda sesión fui entrando al “lado oscuro” de mi ser, y me dio
a entender que la primera sesión había sido un reforzamiento de bases, que son la fe y
la confianza, para poder entrar en el lado que yo nunca había conocido. Fue una ex-
periencia emocionante verme trasladado al lado oscuro y decir aquello que hoy puedo
decir con toda firmeza: “Vi el rostro del diablo (del demonio, Satanás)”, porque eso es el
demonio, es la oscuridad, la oscuridad de nuestra ignorancia, de lo poco que conocemos
Cristian Alejandría Agreda 361

de nuestro pasado, de nuestra historia, de todo lo que hemos aprendido mal, incluida
la fe misma. Aparecen los desordenes, toda la incoherencia de nuestras mezclas internas
entre lo espiritual y lo mundano; lo que hemos entendido mal y aprendido mal. ¡Así era
la forma como yo había entendido la vida! En este primer nivel, era un desorden total;
como un rompecabezas desarmado, donde cada cosa aparecía con su rostro propio, y
cada parte mala tenía su rostro diabólico. Lo más horrible que pude conocer fue el rostro
de Satanás en vivo. Incluso sentí que vino y me tocó, olía a azufre y estuvo a mi lado.
Me acompañó luego en varias sesiones, aproximadamente diez sesiones, mientras yo era
curado y encontraba mi camino de formación, no solamente como persona, sino tam-
bién como sacerdote. Fue cuando me di cuenta de que Dios encargó a esta misteriosa
planta que se encargara de mostrarme todo Su poder y capacidad, y que ello pasaba por
mí como sacerdote. Pues soy una persona que desde niño he soñado en ser sacerdote,
y hubo un tiempo en el cual sufrí mucho por lograr esta vocación. Dios quiso que me
encontrara en el lugar en el que siempre había soñado.
Las demás experiencias eran batalla tras batalla, en las cuales la planta siempre
me mostraba el panorama y esperaba mi aceptación. Fui entendiendo así que mi en-
trega, mi participación, dependían totalmente de mí, y ello no solo en sesiones con
ayahuasca sino en la vida normal y cotidiana. Fui entendiendo lo que en el Evangelio
Jesús le dice al paralítico: “Levántate, toma tu camilla y anda”. Dios indica la solución,
da el empujón inicial y a cada uno le toca poner de su parte, levantarse y caminar, hacer
lo que tiene que hacer. Entonces comprendí paulatinamente que esa era mi participa-
ción; que a cada batalla que yo aceptaba el mal perdía, y poco a poco fui viendo que el
bien siempre vence.
También pude ver dentro de esas batallas a Jesucristo crucificado. En un mo-
mento la cruz tocó mi hombro y en un veloz segundo pude ver el panorama de lo que
simbolizaba esa cruz, todo el peso de la historia humana, todas las guerras, una visión
fugaz que no podía soportar. No era una impresión maligna sino que venía de Dios, pero
era algo intolerable: en un instante se sumaban en una atmósfera de muerte las imáge-
nes crudas de toda la historia del mundo y sus conflictos. Una voz salía, no sé si de mi
conciencia, de la fe o de la planta, y me dijo: “Tú eres sacerdote y este es el camino que
te espera”. Luego de esta experiencia pude decir: “Para eso he nacido, ese fue mi sueño y
ahora lo veo con más claridad y con gusto acepto”. Cuando dije eso pude ver a Lucifer
detrás de la cruz, encadenado junto al infierno. Eso me hizo recordar el Apocalipsis, que
señala cómo el demonio ya está sometido junto a sus huestes, solo esperando el tiempo
en que Dios hará justicia.
Me di cuenta de que las demás sesiones, después de haber superado los problemas
más personales, eran un camino de formación. Entonces fui aprendiendo y también
comprendiendo cómo es la virtud del bien sobre el mal, lo que pueden hacer la fe y la
confianza, lo que realmente puede hacer Dios. En nuestra mente ignorante, el demonio
362 Fe y ayahuasca. (cómo hablar de mi fe en Dios desde mi experiencia con las plantas) / Sección 4

nos hace creer con su fuerza indomable que él es Dios; pero como dice San Pablo, “Don-
de abundó el pecado sobreabundó la gracia”; o sea que sí es cierto que el demonio tiene
gran poder, pero este es limitado; el poder de Dios, más bien, es infinito. ¿Quién contra
Dios? “Y no olvides –me dijo– que eres criatura”. Pude ver al demonio a mi lado espe-
rando un momento de debilidad, y le dije: “Tienes poder sobre mí, pero no sobre Dios;
de ahora en adelante tendrás que pelear contra mi fe. Yo no te voy a hacer la guerra. Y
no solo tendrás que pelear con mi fe sino con la de todas las personas que pasarán por
mi oficina y por mis manos. Anótalo”.
De allí, a través del camino del bien, fue hablándome una vocecita que salía de
mi interior, una voz relajante que me decía muy suavemente “Necesitas conocer a tres
formadores, que son la humildad, la paciencia y la confianza,1 para aprender mejor y
defenderte de todo este mal”.
El ser humano necesita:
▪▪ ser humilde frente a la soberbia, el orgullo y el egoísmo;
▪▪ tener paciencia frente a la prepotencia y la actitud autoritaria; y
▪▪ llenarse de confianza frente al miedo.
Y dije en mí mismo: “Yo soy el que necesita todo ello, porque yo necesito estar
bien. ¿De qué me sirve atender a las necesidades de los demás si yo soy el primero que
lo necesita? Por eso soy yo quien tiene que estar bien, para hacerle bien a los demás”. La
voz me respondió: “Correcto, ya estás entendiendo mejor”. Y agregó: “Ellos serán tus
maestros; el tiempo te irá confirmando poco a poco, y Dios también”. El demonio hace
lo que quiere porque le creemos, creemos al Mentiroso, pero dejando de creer en él y
creyendo en Dios, no podrá hacer nada contra nosotros.

Comprendiendo el nivel de mi vocación


Para ser sacerdote primero hay que ser cristiano, porque el sacerdocio es simplemente
una función ministerial en nombre de Cristo para el mundo, pero a nivel de persona soy
ante todo un cristiano. La experiencia viva con las plantas me impresionó, porque una
cosa es escuchar argumentos desde la teología o desde una demostración de filosofía, y
otra cosa es ir viendo, sintiendo y viviendo. A través de la ayahuasca se me dijo una vez
en una sesión: “Como regla número uno, no te esfuerces por entender sino espera que
lo sientas, porque lo que se siente se vive, lo que se vive se enseña”. Eso es lo que quise
siempre comprender: ¿por qué se habla tanto de Dios, del amor, del perdón, para olvi-
darlo tan rápido y luego hacer todo al revés? Ahora sí lo entiendo: el asunto no está en
“hablar” sino en “sentir” y luego concretizarlo, vivirlo, que es lo más importante.

1 En la oficina del padre Cristian están estas tres palabras escritas en un pequeño cuadro colgado de la pared. Según
dice, son para que todas las personas puedan leerlas y recordarlas siempre.
Cristian Alejandría Agreda 363

Para ser sacerdote se debe descubrir el sacerdocio. Porque sacerdote no soy yo;
solamente Jesucristo es el único y gran sacerdote. Yo tengo que aprender que al ser sa-
cerdote estoy invitado, de una manera muy especial, por el Padre a hacer su obra. Ahí vi
la eucaristía, el sacramento que no venía de mis manos sino de las manos de Jesucristo.
Luego me vi vestido de la túnica blanca y fui comprendiendo que Jesucristo utiliza mi
cuerpo como instrumento. Usa mi conocimiento, lo que he venido aprendiendo, y la
grandeza de esta vocación especial poco a poco se fue descubriendo.
Realmente ahí comenzó el lío para mí, después de esas aclaraciones. Me di cuenta
del problema en el que me había metido, cuando frente a esa función tan alta y noble
aparecieron todas mis malas costumbres del pasado. Yo dije: “¿Y cómo voy a cambiar
todo esto?”. Recién me di cuenta de las consecuencias de mi elección y de que, sin em-
bargo, debía mantenerme en lo que había elegido: mi elección hacia Dios, eso y nada
más. Aquí sentí que me hablaba la confianza. Se fue aclarando y superando un poco el
miedo. Aminoraron los escalofríos, pues se me había puesto la piel de gallina; hasta me
había sentido peludo y que yo era el diablo. Tomé conciencia de que tenía que formar-
me, emprender una formación personal. Entonces fui aceptando esto, y aprendiendo
a desprenderme de todo lo malo: los miedos, la ignorancia, el desconocimiento, las
dudas, las falsas creencias… Fui alejando toda la confusión, incluso la que tenía entre
“curanderos” y “brujos”. Había pensado: “¿Cómo voy a aceptar todo esto si es brujería?”.
Allí fui aclarando estas dudas y aprendí a saber diferenciar al “curandero” del “brujo”.
La planta maestra me despejó esas dudas porque la sociedad tiene que saber lo que cada
uno significa. Al final lo que la planta me transmitió fue que el camino del curandero
es el adecuado, el camino de la curación, la limpieza, la enseñanza. Las plantas curan,
pero necesitan ayuda de la persona que está a su servicio: ese es el curandero. El brujo
desvirtúa el poder de las plantas para hacer el mal, dañar, engañar, someter, confundir.
Alguna vez también en una sesión vi al Dr. Jacques, que se convirtió en una plan-
ta, en la ayahuasca, y vi a Jesucristo utilizar esa planta para realizar un preparado. Pensé
“El Dr. Jacques se transforma en planta y esa misma planta está en manos de Jesucristo;
es decir que es la medicina de Dios”. Y Dios me dijo: “Él es mi instrumento, como tú
eres mi instrumento, como curandero espiritual”. La verdadera medicina es de Jesucristo
Nuestro Señor, y a la hora de la sesión es Él quien hace su obra a través del curandero
y de la ayahuasca. Es por esa razón que los demonios están obligados a salir a la luz. La
voz durante la sesión me dijo “Sí, Dios quiere que el hombre se salve, solo depende de él
decidir y elegir libremente”. Le dije: “Pondré todo lo que está de mi parte para que me
ayudes a salir de este mal que siento en mi ser”.
Cada sesión de ayahuasca la veía como una clase de escuela, y en cada clase habla-
ba de mis cosas; y cuando había interferencia del Mal, tratando de confundirme, pedía
que el trabajo fuera sobre mi vida y situación. Es cuando sentía más claridad. Entonces,
de esta manera puedo decir que junto a la curación estaba la enseñanza, una formación
364 Fe y ayahuasca. (cómo hablar de mi fe en Dios desde mi experiencia con las plantas) / Sección 4

para responder a mis inquietudes o preguntas que tenía hasta entonces sin respuesta.
Ahora puedo escuchar esas enseñanzas porque ya sé cuál es la realidad de todo eso.

Curación y bendición
En otra etapa se me dio la información de que los verdaderos curanderos dentro de la
sesión, como rezan en algunos de los cantos sagrados o ikaros,2 son Jesucristo y la Virgen
María. Allí se encuentran los dos, aunque a la Virgen no la vi, pero la sentí en las sesiones
en las que participé. Desde entonces, lo más hermoso que he comenzado a sentir y vivir
es mi realidad interior de una forma más clara y transparente, consciente de que debo
ser sincero conmigo mismo, transparente en sentimiento, pensamiento, en el obrar y en
el actuar. Consciente de que Jesucristo ha puesto en mis manos Su espíritu, lo que para
mí fue un hecho impresionante.
Comprendí también que entre curación y bendición existe una gran similitud,
por no decir identidad. No son idénticos en el sentido de que en la sesión se trata de
la curación mediante las plantas, mientras que fuera de la sesión se recibe la gracia de
Dios directamente, desde la bendición sacerdotal. En ambos actúa lo mismo, pero con
diferente “color”, y al final todo viene de Él. Pude comprender que Dios tiene todos los
medios para llegar al ser humano y tiene muchas fuentes. La principal es la Iglesia, con
los sacramentos, la palabra de Dios, e indudablemente eso no se toca porque está bien
puesto. Sin embargo, ello no significa que sean las únicas fuentes de gracia; hay muchos
más. No es la religión lo que hace a la persona buena, sino su entrega, su sinceridad, su
transparencia, su deseo de querer cambiar y de hacer el bien. Y por supuesto el bien no
se mezcla con el mal en lo más mínimo, porque si no, deja de serlo. Dios está al alcan-
ce de todos, de cualquier persona, y pude entender claramente lo que significa “Dios
quiere que todos se salven”; y me da pena saber que “Él quiere que todos se salven,
pero no todos quieren ser salvados”. Pero para eso está uno, para despertar conciencias,
para hablarles y hacerles entender con el ejemplo y la vida. Cuánto me gustaría saber y
poder confirmar que todos los que vienen en busca de ayuda se benefician finalmente
de esas enseñanzas y se les hace más fácil encontrar la luz que necesitan para sentirse
bien y hacer el bien.
La planta efectuó esta curación y bendición en mi persona de tres maneras: cu-
randera, doctora y formadora. A la planta me atreví a ponerle el nombre de “mi curan-
dera”. Cuando la tomo sé claramente que es una medicina que acojo en mi cuerpo; sé
con quién estoy: con mi curandera. Y es curandera porque cura, limpia el cuerpo y la
mente, anula las brujerías y todo mal oculto; limpia todo. Es también doctora porque

2 Los ikaros son cantos que ritman la sesión y acompañan el viaje interior del sujeto bajo efectos de la ayahuasca.
En Takiwasi existen varios ikaros que hacen alusión a Jesucristo y la Virgen María; entre ellos “La canoíta”, “Pájaro
cantor” y “Ayahuasca Yari”.
Cristian Alejandría Agreda 365

hace “intervención quirúrgica”, en el sentido de que opera el corazón enfermo, el cerebro


malformado, extirpando el mal que encuentre… Además, en la sesión hace las veces de
formadora, como ya comenté anteriormente. Esas son las tres funciones de la planta
maestra; y para que actúe como tal, es importante que el paciente ponga de su parte
la fe, la confianza y su concentración al entrar a una sesión, y la deje trabajar. Tuve la
sensación clara y precisa de reconocerla en sus tres funciones. Así como en la vida real
la gracia de Dios me ayuda a salir adelante, a conocer la luz y a defenderme de todos los
males, así también dentro de la sesión las plantas son medicinas sagradas que ayudan a
tomar conciencia de esta realidad profunda.
Finalmente, si pudiera definir en una frase lo que ha sido hasta el momento mi
trabajo dentro del Centro Takiwasi todos estos años, y ahora para todos aquellos que
necesitan de mi ayuda sacerdotal, lo resumiría de la manera siguiente: “Me siento curan-
dero espiritual por medio de la fe en Jesucristo”.

También podría gustarte