Violencia en Los Vinculos de Pareja Adolescentes

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Violencia en el noviazgo

Cuando no se respeta la igualdad de derechos entre varones y


mujeres, muchas veces se
pueden dar situaciones de violencia en las relaciones de pareja.
Y esto no sólo ocurre en
parejas adultas. Las situaciones de violencia en las parejas muchas
veces empiezan durante el noviazgo.
Un día un empujón, otro día un insulto, después una cachetada,
burlas...
No hay que quitarle importancia a estas cosas cuando pasan. Es
preciso enseñar a chicos y chicas que no deben permitir malos
tratos.
No hace falta esperar a que estén viviendo una relación afectiva
para empezar a conversar sobre las relaciones de pareja y las
formas de estar atentos a posibles manifestaciones de violencia y
malos tratos:
No sé por qué Juanjo se enoja y me grita cuando no está de
acuerdo con lo que
digo... Me asusta.
Es importante enseñar a reconocer cuándo hay situaciones de
violencia para poder
alejarse de este tipo de vínculos.
Él me cela mucho, no quiere que salga en grupo si van amigos
varones ni que hable
por teléfono con ellos. Mi amiga Valeria me dice que no me
preocupe, que los celos
son una muestra de amor.
Las conductas violentas muchas veces se justifi can diciendo que
son “juegos” o “muestras
de cariño” o que “ahora los noviazgos son así”. Esto puede
confundirnos, desorientarnos
y no permitirnos ver la gravedad del problema. Debemos
transmitir precisamente
lo contrario: el amor es confi anza y buen trato. Los celos
excesivos en una pareja dañan
y provocan violencia, porque buscan controlar parte de la vida de
la otra persona. Y esto no tiene nada que ver con demostrar amor.
Cuando se enoja, no puede parar: se pone cada vez más violento.
Pero también es bueno a veces, mami; cuando se le pasa me pide
disculpas.
Las relaciones violentas empiezan de a poco y suelen empeorar
y crecer en sus manifestaciones, aunque por momentos se
atraviesen etapas más tranquilas, de perdón y reconciliación.
Debemos transmitir que no deben permitir nunca el maltrato y
que el pedido de disculpas no sirve si no se cambia la actitud
Vivir sin violencia
Todas las personas tienen derecho a vivir sin violencia, cada
ser humano
vale por lo que es y nadie tiene derecho a maltratar, a agredir, a
faltar el respeto ni a discriminar a otra persona.
A partir de los datos ofrecidos por el Observatorio de Femicidios en
Argentina “Adriana Marisel Zambrano”, coordinado por la Asociación
Civil La Casa del Encuentro, se estima que en nuestro país, cada 30 horas
una mujer es asesinada en manos de un familiar, pareja o ex pareja. En el
período 2008- 2014 se ha registrado un total de 1.808 femicidios.
Año Cantidad de femicidios
2008 208 femicidios y 11 femicidios vinculados
2009 231 femicidios y 16 femicidios vinculados
2010 260 femicidios y 15 femicidios vinculados
2011 282 femicidios y 29 femicidios vinculados
2012 255 femicidios y 24 femicidios vinculados
2013 295 femicidios y 39 femicidios vinculados
2014 277 femicidios y 29 femicidios vinculados
Se entiende por femicidio el asesinato cometido por un hombre hacia una
mujer a quien considera “de su propiedad”; “femicidio vinculado” refiere a
personas asesinadas por el femicida mientras intentaban impedir el
femicidio, o que quedaron atrapadas “en la línea de fuego”; y también
personas con vínculo familiar o afectivo con la mujer y que fueron
asesinadas por el femicida con el objeto de castigar y destruir
psíquicamente a la mujer víctima. Las hijas e hijos que quedaron sin la
madre asesinada por violencia sexista son considerados “víctimas
colaterales”: en el período 2008- 2014 se registraron un total de 2.196
víctimas colaterales, de las cuales 1.403 son menores de edad.
La violencia de género que se manifiesta en las relaciones de pareja se
define también como un problema de salud pública. Es frecuente que las
mujeres que han sido víctimas de violencia en la pareja presenten tasas
más altas de embarazos no deseados, abortos, infecciones de transmisión
sexual y problemas de salud mental, que las mujeres que no han sido
víctimas. Entre los trastornos mentales relacionados se encuentran:
 angustia emocional (llanto recurrente);
 incapacidad de disfrutar de la vida;
 baja autoestima;
 depresión;
 pérdida de confianza en sí misma y en los demás;
 perturbaciones en el sueño y en el apetito;
 estrés postraumáticos;
 ideas suicidas;
 impacto en el bienestar de los hijos y transmisión de patrones de
relación violentos hacia ellos.
Los hijos que han sido testigos de violencia en las parejas suelen
tener dificultades en las esferas social, psíquica, conductual, cognitiva
y de la salud en general.
La violencia contra las mujeres en las relaciones de pareja pone al
descubierto una relación de desigualdad donde la violencia ejercida
por el hombre constituye una expresión de poder y dominación.
Algunas conductas que pueden tomarse como indicios de posibles
vínculos violentos. Algunas de ellas se dan con mayor frecuencia en las
formas de violencia ejercida sobre la mujer y otras tanto sobre la mujer
como sobre el varón.
 Expresar celos por las amistades o la familia y hacer de eso un
conflicto.
 Limitar y tratar de menoscabar la relación con los familiares,
amigos, vecinos bajo la idea de que “no pueden ser una buena
influencia”. Este proceso de aislamiento se va dando paulatinamente:
al principio se puede expresar como la necesidad de estar siempre con
la pareja y pasar mucho tiempo junto a ella. Pero luego las exigencias
van en aumento.
 Prohibir con amenazas la realización de actividades como estudiar,
trabajar, pasear, salir con amigas y amigos... Puede suceder que en
esos casos el control se realice mediante llamadas frecuentes al celular.
 Controlar todo lo que hace la otra persona y exigirle explicaciones.
Querer saber con lujo de detalles a quién va a ver, con quién se
encontrará, los horarios y el tiempo que permanecerá en cada lugar, a
qué hora estará de regreso…
 Controlar los mensajes de texto del celular, los emails o las llamadas
telefónicas; revisar las pertenencias personales.
 Vigilar y criticar la forma de ser, de vestir, de maquillarse, de
peinarse; pretender que las cambie.
 Obligar a hacer cosas que no se quieren hacer.
 Pretender cambiar las decisiones tomadas por la otra persona.
 Amenazar con dejar al otro si no cambia o si no hace lo que se le
pide.
 Amenazar con suicidarse ante una situación de posible ruptura.
 Presionar para tener relaciones sexuales sin respetar tiempos,
decisiones y deseos de la pareja.
 Besar, acariciar, abrazar y tocar sin el consentimiento de la pareja.
 Ignorar, desvalorizar o descalificar a la pareja en público o en
privado.
 Hacer comparaciones con otras personas para humillar y
menoscabar.
 Presionar para que la pareja haga dietas y ejercicios por estar
disconforme con su imagen corporal.
 Hacer escándalos en público o en privado por cualquier motivo.
 Negarse a conversar acerca de los conflictos o desacuerdos.
 Culpar al resto de las personas por sus enojos o responsabilizar y
culpabilizar a la pareja por haber provocado el enojo y la ira propios.
 Aparentar ser una persona agradable y simpática con los demás,
pero ser diferente con la pareja.
 Realizar agresiones físicas como tirar del pelo, empujar, dar
cachetadas, pegar con objetos, arrojar objetos, amenazar con armas,
etcétera.
La psicóloga norteamericana Leonor Walker elaboró en 1974 una
conceptualización sobre el “ciclo de la violencia” que permite
comprender la dinámica que puede manifestarse en los vínculos
violentos en la pareja. Como parte de este ciclo plantea tres fases,
que en muchos casos pueden servir como modelo explicativo.
Fase uno: acumulación de tensiones
Durante esta fase ocurren incidentes menores de agresión que van
generando en la mujer una situación de inseguridad a partir de que su
pareja se irrita con facilidad por cualquier motivo, le grita o la
amenaza.

Fase dos: explosión/incidente agudo


Se produce una descarga de las tensiones de manera explosiva, a
través de golpes, empujones o maltrato psicológico. Esta acción
explosiva provoca una pérdida de control.
Fase tres: arrepentimiento/reconciliación/luna de miel
Luego de la situación de explosión de la violencia, llega un período
de relativa calma y arrepentimiento por parte del varón. Se
muestra amable, cariñoso y promete no volver a golpearla. Frente
a este nuevo escenario, la mujer suele creer que esa violencia no se
repetirá. Es en esta fase cuando se corre el riesgo de que la mujer
abandone la posibilidad de poner un límite a la situación de violencia
vivida (separación, denuncia…), y el ciclo vuelve a comenzar.

Si bien el ciclo de la violencia ha permitido y permite identificar


pautas de conducta en algunas relaciones violentas de pareja, es
preciso considerar que no es un esquema único para comprender
dichas relaciones:
Es importante considerar su ampliación y revisión, porque puede
entenderse que una mujer que no cumple con el ciclo clásico (tensión,
explosión, luna de miel) no sufre patrones de violencia o que
se trata de situaciones aisladas que pueden no ser relevantes. En
cambio cada manifestación de violencia es en si mismo un indicador
a considerar; el relato de la mujer es la materia prima para
comprender cómo opera la violencia en su vida, y es una realidad
única y siempre importante.”
Se idealiza el enamoramiento, con la idea de que es suficiente para
alcanzar la completa felicidad de la pareja; se habla de “el uno para
el otro”, “el alma gemela” y el “amor a primera vista” diferenciado
del “amor pasional”, que es considerado menos duradero. Estas
creencias suelen estar representadas por la expresión popular de
“encontrar la media naranja” (la pareja ideal).
En la idealización del amor se suele considerar valioso sacrificarse
por el otro y satisfacer demandas, midiendo el amor por los sacrificios
que se realizan para alcanzarlo o mantenerlo. Sobrevienen pedidos que
invocan: “Si realmente me amaras, me darías lo que pido…”. Estas
presiones solo muestran una falta de respeto por la libertad de decidir de
cada persona, puesto que las presiones son actos de violencia y no de
amor.
El amor, según el psicólogo, sociólogo y filósofo Erich Fromm, requiere el
respeto por la libertad y el desarrollo personal en la forma que le sea
propia a cada uno. Se necesita del otro porque se lo ama; no se lo ama
porque se lo necesita. Para Fromm, amar es fundamentalmente dar, no
recibir. Pero no es renunciar, privarse de algo, sacrificarse o
empobrecerse, como podría considerarse en el estereotipo del amor
romántico. Por el contrario, dar es la máxima expresión de potencia;
expresa fuerza, poder y vitalidad, ya que se entrega algo de sí. Se
refiere al dar de uno mismo parte de su alegría, su interés, su
comprensión, su empatía, su conocimiento, su apoyo, su respeto, su
cuidado, su humor, su tristeza, en reciprocidad con el otro,
enriqueciéndose ambos.
El amor exige, en cualquiera de sus formas:
 cuidado de sí y del otro,
 preocupación por el crecimiento personal;
 responsabilidad como respuesta a las necesidades propias y del otro;
 respeto por la persona amada;
 conocimiento del otro tal cual es y también de uno mismo, para
ver la realidad.

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