La violencia en las relaciones de pareja es un problema grave que a menudo comienza durante el noviazgo. Los pequeños actos de violencia como empujones o insultos no deben tomarse a la ligera y deben enseñarse a chicos y chicas que no se debe permitir el maltrato. Las relaciones violentas tienden a empeorar con el tiempo a pesar de los períodos de calma y reconciliación.
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La violencia en las relaciones de pareja es un problema grave que a menudo comienza durante el noviazgo. Los pequeños actos de violencia como empujones o insultos no deben tomarse a la ligera y deben enseñarse a chicos y chicas que no se debe permitir el maltrato. Las relaciones violentas tienden a empeorar con el tiempo a pesar de los períodos de calma y reconciliación.
La violencia en las relaciones de pareja es un problema grave que a menudo comienza durante el noviazgo. Los pequeños actos de violencia como empujones o insultos no deben tomarse a la ligera y deben enseñarse a chicos y chicas que no se debe permitir el maltrato. Las relaciones violentas tienden a empeorar con el tiempo a pesar de los períodos de calma y reconciliación.
La violencia en las relaciones de pareja es un problema grave que a menudo comienza durante el noviazgo. Los pequeños actos de violencia como empujones o insultos no deben tomarse a la ligera y deben enseñarse a chicos y chicas que no se debe permitir el maltrato. Las relaciones violentas tienden a empeorar con el tiempo a pesar de los períodos de calma y reconciliación.
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Violencia en el noviazgo
Cuando no se respeta la igualdad de derechos entre varones y
mujeres, muchas veces se pueden dar situaciones de violencia en las relaciones de pareja. Y esto no sólo ocurre en parejas adultas. Las situaciones de violencia en las parejas muchas veces empiezan durante el noviazgo. Un día un empujón, otro día un insulto, después una cachetada, burlas... No hay que quitarle importancia a estas cosas cuando pasan. Es preciso enseñar a chicos y chicas que no deben permitir malos tratos. No hace falta esperar a que estén viviendo una relación afectiva para empezar a conversar sobre las relaciones de pareja y las formas de estar atentos a posibles manifestaciones de violencia y malos tratos: No sé por qué Juanjo se enoja y me grita cuando no está de acuerdo con lo que digo... Me asusta. Es importante enseñar a reconocer cuándo hay situaciones de violencia para poder alejarse de este tipo de vínculos. Él me cela mucho, no quiere que salga en grupo si van amigos varones ni que hable por teléfono con ellos. Mi amiga Valeria me dice que no me preocupe, que los celos son una muestra de amor. Las conductas violentas muchas veces se justifi can diciendo que son “juegos” o “muestras de cariño” o que “ahora los noviazgos son así”. Esto puede confundirnos, desorientarnos y no permitirnos ver la gravedad del problema. Debemos transmitir precisamente lo contrario: el amor es confi anza y buen trato. Los celos excesivos en una pareja dañan y provocan violencia, porque buscan controlar parte de la vida de la otra persona. Y esto no tiene nada que ver con demostrar amor. Cuando se enoja, no puede parar: se pone cada vez más violento. Pero también es bueno a veces, mami; cuando se le pasa me pide disculpas. Las relaciones violentas empiezan de a poco y suelen empeorar y crecer en sus manifestaciones, aunque por momentos se atraviesen etapas más tranquilas, de perdón y reconciliación. Debemos transmitir que no deben permitir nunca el maltrato y que el pedido de disculpas no sirve si no se cambia la actitud Vivir sin violencia Todas las personas tienen derecho a vivir sin violencia, cada ser humano vale por lo que es y nadie tiene derecho a maltratar, a agredir, a faltar el respeto ni a discriminar a otra persona. A partir de los datos ofrecidos por el Observatorio de Femicidios en Argentina “Adriana Marisel Zambrano”, coordinado por la Asociación Civil La Casa del Encuentro, se estima que en nuestro país, cada 30 horas una mujer es asesinada en manos de un familiar, pareja o ex pareja. En el período 2008- 2014 se ha registrado un total de 1.808 femicidios. Año Cantidad de femicidios 2008 208 femicidios y 11 femicidios vinculados 2009 231 femicidios y 16 femicidios vinculados 2010 260 femicidios y 15 femicidios vinculados 2011 282 femicidios y 29 femicidios vinculados 2012 255 femicidios y 24 femicidios vinculados 2013 295 femicidios y 39 femicidios vinculados 2014 277 femicidios y 29 femicidios vinculados Se entiende por femicidio el asesinato cometido por un hombre hacia una mujer a quien considera “de su propiedad”; “femicidio vinculado” refiere a personas asesinadas por el femicida mientras intentaban impedir el femicidio, o que quedaron atrapadas “en la línea de fuego”; y también personas con vínculo familiar o afectivo con la mujer y que fueron asesinadas por el femicida con el objeto de castigar y destruir psíquicamente a la mujer víctima. Las hijas e hijos que quedaron sin la madre asesinada por violencia sexista son considerados “víctimas colaterales”: en el período 2008- 2014 se registraron un total de 2.196 víctimas colaterales, de las cuales 1.403 son menores de edad. La violencia de género que se manifiesta en las relaciones de pareja se define también como un problema de salud pública. Es frecuente que las mujeres que han sido víctimas de violencia en la pareja presenten tasas más altas de embarazos no deseados, abortos, infecciones de transmisión sexual y problemas de salud mental, que las mujeres que no han sido víctimas. Entre los trastornos mentales relacionados se encuentran: angustia emocional (llanto recurrente); incapacidad de disfrutar de la vida; baja autoestima; depresión; pérdida de confianza en sí misma y en los demás; perturbaciones en el sueño y en el apetito; estrés postraumáticos; ideas suicidas; impacto en el bienestar de los hijos y transmisión de patrones de relación violentos hacia ellos. Los hijos que han sido testigos de violencia en las parejas suelen tener dificultades en las esferas social, psíquica, conductual, cognitiva y de la salud en general. La violencia contra las mujeres en las relaciones de pareja pone al descubierto una relación de desigualdad donde la violencia ejercida por el hombre constituye una expresión de poder y dominación. Algunas conductas que pueden tomarse como indicios de posibles vínculos violentos. Algunas de ellas se dan con mayor frecuencia en las formas de violencia ejercida sobre la mujer y otras tanto sobre la mujer como sobre el varón. Expresar celos por las amistades o la familia y hacer de eso un conflicto. Limitar y tratar de menoscabar la relación con los familiares, amigos, vecinos bajo la idea de que “no pueden ser una buena influencia”. Este proceso de aislamiento se va dando paulatinamente: al principio se puede expresar como la necesidad de estar siempre con la pareja y pasar mucho tiempo junto a ella. Pero luego las exigencias van en aumento. Prohibir con amenazas la realización de actividades como estudiar, trabajar, pasear, salir con amigas y amigos... Puede suceder que en esos casos el control se realice mediante llamadas frecuentes al celular. Controlar todo lo que hace la otra persona y exigirle explicaciones. Querer saber con lujo de detalles a quién va a ver, con quién se encontrará, los horarios y el tiempo que permanecerá en cada lugar, a qué hora estará de regreso… Controlar los mensajes de texto del celular, los emails o las llamadas telefónicas; revisar las pertenencias personales. Vigilar y criticar la forma de ser, de vestir, de maquillarse, de peinarse; pretender que las cambie. Obligar a hacer cosas que no se quieren hacer. Pretender cambiar las decisiones tomadas por la otra persona. Amenazar con dejar al otro si no cambia o si no hace lo que se le pide. Amenazar con suicidarse ante una situación de posible ruptura. Presionar para tener relaciones sexuales sin respetar tiempos, decisiones y deseos de la pareja. Besar, acariciar, abrazar y tocar sin el consentimiento de la pareja. Ignorar, desvalorizar o descalificar a la pareja en público o en privado. Hacer comparaciones con otras personas para humillar y menoscabar. Presionar para que la pareja haga dietas y ejercicios por estar disconforme con su imagen corporal. Hacer escándalos en público o en privado por cualquier motivo. Negarse a conversar acerca de los conflictos o desacuerdos. Culpar al resto de las personas por sus enojos o responsabilizar y culpabilizar a la pareja por haber provocado el enojo y la ira propios. Aparentar ser una persona agradable y simpática con los demás, pero ser diferente con la pareja. Realizar agresiones físicas como tirar del pelo, empujar, dar cachetadas, pegar con objetos, arrojar objetos, amenazar con armas, etcétera. La psicóloga norteamericana Leonor Walker elaboró en 1974 una conceptualización sobre el “ciclo de la violencia” que permite comprender la dinámica que puede manifestarse en los vínculos violentos en la pareja. Como parte de este ciclo plantea tres fases, que en muchos casos pueden servir como modelo explicativo. Fase uno: acumulación de tensiones Durante esta fase ocurren incidentes menores de agresión que van generando en la mujer una situación de inseguridad a partir de que su pareja se irrita con facilidad por cualquier motivo, le grita o la amenaza.
Fase dos: explosión/incidente agudo
Se produce una descarga de las tensiones de manera explosiva, a través de golpes, empujones o maltrato psicológico. Esta acción explosiva provoca una pérdida de control. Fase tres: arrepentimiento/reconciliación/luna de miel Luego de la situación de explosión de la violencia, llega un período de relativa calma y arrepentimiento por parte del varón. Se muestra amable, cariñoso y promete no volver a golpearla. Frente a este nuevo escenario, la mujer suele creer que esa violencia no se repetirá. Es en esta fase cuando se corre el riesgo de que la mujer abandone la posibilidad de poner un límite a la situación de violencia vivida (separación, denuncia…), y el ciclo vuelve a comenzar.
Si bien el ciclo de la violencia ha permitido y permite identificar
pautas de conducta en algunas relaciones violentas de pareja, es preciso considerar que no es un esquema único para comprender dichas relaciones: Es importante considerar su ampliación y revisión, porque puede entenderse que una mujer que no cumple con el ciclo clásico (tensión, explosión, luna de miel) no sufre patrones de violencia o que se trata de situaciones aisladas que pueden no ser relevantes. En cambio cada manifestación de violencia es en si mismo un indicador a considerar; el relato de la mujer es la materia prima para comprender cómo opera la violencia en su vida, y es una realidad única y siempre importante.” Se idealiza el enamoramiento, con la idea de que es suficiente para alcanzar la completa felicidad de la pareja; se habla de “el uno para el otro”, “el alma gemela” y el “amor a primera vista” diferenciado del “amor pasional”, que es considerado menos duradero. Estas creencias suelen estar representadas por la expresión popular de “encontrar la media naranja” (la pareja ideal). En la idealización del amor se suele considerar valioso sacrificarse por el otro y satisfacer demandas, midiendo el amor por los sacrificios que se realizan para alcanzarlo o mantenerlo. Sobrevienen pedidos que invocan: “Si realmente me amaras, me darías lo que pido…”. Estas presiones solo muestran una falta de respeto por la libertad de decidir de cada persona, puesto que las presiones son actos de violencia y no de amor. El amor, según el psicólogo, sociólogo y filósofo Erich Fromm, requiere el respeto por la libertad y el desarrollo personal en la forma que le sea propia a cada uno. Se necesita del otro porque se lo ama; no se lo ama porque se lo necesita. Para Fromm, amar es fundamentalmente dar, no recibir. Pero no es renunciar, privarse de algo, sacrificarse o empobrecerse, como podría considerarse en el estereotipo del amor romántico. Por el contrario, dar es la máxima expresión de potencia; expresa fuerza, poder y vitalidad, ya que se entrega algo de sí. Se refiere al dar de uno mismo parte de su alegría, su interés, su comprensión, su empatía, su conocimiento, su apoyo, su respeto, su cuidado, su humor, su tristeza, en reciprocidad con el otro, enriqueciéndose ambos. El amor exige, en cualquiera de sus formas: cuidado de sí y del otro, preocupación por el crecimiento personal; responsabilidad como respuesta a las necesidades propias y del otro; respeto por la persona amada; conocimiento del otro tal cual es y también de uno mismo, para ver la realidad.