Guía de Organización Unidad Iii
Guía de Organización Unidad Iii
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UNIDAD III
I.- INTRODUCCIÓN
El objetivo del Capítulo es claro, la idea es indagar como las ideas de “universalización” y de
“internacionalización”, confluyen en la noción de “derecho natural”; otro de los objetivos es
mostrar el permanente esfuerzo de positivización de ese derecho “natural” mediante las
diversas fuentes de que disponen los ordenamientos jurídicos y, por último, se señala como
esa positivización no resuelve, per se, todos los problemas jurídicos, sino que estos
requieren, especialmente respecto de casos “difíciles”, de un intenso esfuerzo de
develamiento –principalmente jurisprudencial– del sentido último del derecho.
• GRECIA Y ROMA
El autor traza un recorrido histórico intelectual de dónde se nutren sus ideas centrales, y así,
en primer término, se remite a lo acontecido en Grecia y Roma; la idea, ya se dijo, es que
es posible asumir que la “internacionalización” del derecho supone su
“universalización” y, con ello, se está, explícita o implícitamente, en el tópico del
derecho “natural”.
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escritas” pero cognoscibles por todos y desde siempre (Sófocles); tiempo después,
ARISTÓTELES escribirá que la “común” es la ley “conforme a la naturaleza”, “pues existe algo
que todos en cierto modo adivinamos, lo cual por naturaleza es justo e injusto”.
Debe remarcarse que la “universalización” del derecho (o derecho “natural”) no es
independiente del derecho positivo, ámbito en el que coexiste por medio del sistema de
fuentes y al que en todo caso, ajusta o corrige.
• Ver en particular el desarrollo que hace ARISTÓTELES de la ley “particular”.
En la línea trazada por CICERÓN el derecho de gentes (es decir, el derecho “natural” y, por
tanto, justo per se), no es un derecho abstracto o ideal, sino concreto y tangible y, por tanto,
institucionalizado en el cuerpo del derecho civil romano en el que promiscuamente habita.
Sin embargo, ello no impide que puedan receptarse en el derecho positivo soluciones
contrarias a la razón natural de los hombres, las que, como es obvio, no pueden reputarse
como ius gentium ni, en última instancia, como derecho, según enseñó el propio CICERÓN.
• FRANCISCO DE VITORIA
Aporte fundamental es el de FRANCISCO DE VITORIA, que acometió la difícil tarea hacia 1532,
de reflexionar sobre la existencia (o no) de “justos títulos” por parte de España para
inmiscuirse en América.
Este autor ya no divide el mundo entre “griegos (o romanos) y bárbaros”, “fieles e infieles” o,
como posteriormente ocurrió, entre naciones “civilizadas” y “no civilizadas”, sino que parte
del reconocimiento de que el orbe todo constituye “en cierta medida una república”, es
decir, una sociedad universal guiada por ciertos principios comunes que se derivan del
derecho natural. Por ello, el título fundamentador de las relaciones hispano-indianas es la
existencia de una “sociedad natural”, fundada sobre las notas de “sociabilidad” y “amistad”,
de las que surge el derecho natural de “comunicación” entre los pueblos.
Para DE VITORIA, “el orbe todo tiene poder de dar leyes justas a todos convenientes, como
son las del derecho de gentes [...] Y ninguna nación puede creerse menos obligada al
derecho de gentes, porque está dado por la autoridad de todo el orbe”.
Ahora bien, en cuanto al derecho de gentes, si bien DE VITORIA toma como punto de partida
la citada definición de GAYO, le introduce una modificación genial, que ilustra con claridad
su diferente perspectiva. A su juicio, el derecho de gentes no es el establecido por la
razón natural entre todos los hombres (inter omnes homines), sino que “se llama
derecho de gentes lo que la razón natural estableció entre todas las gentes” (inter
omnes gentes). Ese “giro”, apunta a la intención del autor a la internacionalización,
creando, nada menos, que el moderno derecho internacional público.
Para el profesor salmantino existe, una auténtica “internacionalización” del derecho, la cual,
al basarse en el ius gentium –que él concibe como “derecho natural o derivación del derecho
natural”–, es conceptualmente intercambiable por la nota de “universalización”. De nuevo,
pues, “internacionalización” y “universalización” reconducen a la idea de derecho
“natural”.
Ahora bien, la positivización tampoco se descuida conceptualmente. El ius gentium se
conoce en tanto es consecuencia de una práctica internacional inveterada y obligatoria
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(costumbre jurídica) que, a través de una ulterior configuración de la doctrina y de la
legislación contribuye a dotar a las relaciones internacionales de un cierto patrón normativo.
De ahí que, en un rasgo ya típicamente moderno, DE VITORIA precisa de modo embrionario
(aunque no exento de indudables contradicciones) el primer catálogo de los derechos-
deberes fundamentales del hombre que deben regir las relaciones intercomunitarias.
• HUGO GROCIO
Es el turno ahora de examinar las ideas de Hugo Grocio y de algunos juristas de la época
moderna, ya que el salto de gigante acometido por DE VITORIA es reforzado por el jurista
holandés GROCIO a partir de un suceso histórico bien conocido: la ruptura religiosa
europea, la que hizo insostenible la existencia de otro derecho que el originario en la razón,
esto es, inexorablemente, el derecho “natural”.
Por un lado, la idea de derecho natural sobre la que trabaja GROCIO enlaza con la tradición
precedente; pese a lo anterior, y debe remarcarse, desde la óptica metodológica se
advierten diferencias de importancia respecto de la tradición anterior, las que tienen directas
consecuencias sobre la teoría de las fuentes del derecho.
En efecto, en la perspectiva greco-romana que se prolonga con el ius commune, aquellas
constituían un conjunto disperso y asistemático de elementos que confluían armónicamente
en la determinación del derecho (leyes positivas, principios generales del derecho,
costumbres, jurisprudencia, recurso a la justicia material –o derecho natural– y criterios de
interpretación –como la epikeia– y, ya en la Cristiandad, normas del derecho religioso y del
derecho de la Iglesia –derecho canónico–).
En la encrucijada de la época moderna, es que parece abrirse paso la más tarde famosa (y
todavía persistente) polémica entre “derecho natural” y “positivismo”. En efecto, es en el
momento de la positivización de los derechos naturales con la Codificación, cuando la
dogmática jurídica creyó ver concluido el proceso que el racionalismo había elaborado
durante los siglos precedentes en defensa de los derechos de las personas. Si estos
últimos, en efecto, se habían asegurado en códigos que emergían como completos y
perfectos, entonces, nada más quedaba por señalar.
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Sin embargo, en el siglo XIX, se advirtió la insuficiencia de la legislación positiva de los
Estados nacionales en orden a alcanzar dicho objetivo, echándose de menos la idea de una
“justicia material”, la que regresó a los ordenamientos jurídicos y a la reflexión teórica
mediante fuentes y nombres diversos (equidad, epikeia, principios generales del derecho,
usos y costumbres; idea de “fin”, “derecho libre”, “libre investigación científica”, etc.). De
alguna manera, pues, la tabla de salvación del derecho natural “volvía” al ámbito del
derecho positivo invocando sus propios fueros.
Las cosas no fueron muy distintas durante el siglo XX, como lo prueban, entre otros, los
muchos genocidios padecidos (v.gr., el armenio; el judío; el de la ex Yugoslavia y el de
Ruanda), ni lo son en el presente (como se advierte del originado por el grupo
fundamentalista Estado Islámico –EI– principal pero no exclusivamente en Siria e Irak). Si
se pondera lo sucedido en Alemania en la década de 1930 y, más tarde, durante la
dictadura comunista, surgieron fórmulas, como la famosa de RADBRUCH, de la que
HASSEMER dice que “ha aflojado las cadenas del positivismo legal” y “ha hecho posible un
lenguaje en el que [...] cabe preguntarse si no hay parámetros conforme a los cuales puede
hablarse –con bendición científica– de leyes injustas”. Nuevamente, entonces, ante la
tragedia, “vuelve” el derecho natural a procurar echar alguna luz en los sistemas
jurídicos.
Se hizo necesario un nuevo esfuerzo de positivización del derecho a fin de evitar los
extravíos humanos, manteniendo así el criterio metodológico inaugurado por el
iusnaturalismo moderno.
Debe repararse en la semántica iusnaturalista de los textos internacionales de protección
de los derechos humanos. Una vez más, pues, se advierte la relación entre la
internacionalización del derecho, lo que supone su universalización y, por esa vía, la
presencia (implícita o explícita) del derecho natural. Pero, contrariamente a lo que sucedía
desde la Antigüedad y hasta la temprana Edad Moderna, al igual que lo visto en los siglos
XVIII y XIX, el conocimiento de ese derecho se realiza exclusivamente por el sistema de
fuentes de tipo legislativa, aunque, a diferencia de dichos siglos, esta última es tanto
nacional como internacional.
No cabe preanunciar una rotunda victoria del iusnaturalismo, lo que además sería precipitado
y, en todo caso, no contemplaría la riqueza de esta perspectiva teórica.
Es que, si se observa con atención, el iusnaturalismo racionalista quedó inerme ante, para
decirlo con DWORKIN, la resolución de “casos difíciles” o, como puntualiza ATIENZA, “casos
trágicos”, esto es, asuntos en los que se invocan, competitivamente, derechos de primer
orden y respecto de los cuales los textos positivizados de ordinario no suministran
alternativa alguna.
Las cosas, por supuesto, no fueron distintas para el positivismo legalista ante, la “oscuridad”,
“insuficiencia” u “omisión” legislativa. De ahí que, como fue reconocido por HART, el
discrecionalismo es la inexorable salida ante esos casos “difíciles” o, se añade aquí,
“trágicos”.
Al respecto, tal vez la única diferencia entre los “viejos” y los “nuevos” positivistas haya sido
–si se sigue la opinión del citado HART– que los primeros infravaloraron la “importancia” de
la discrecionalidad tal cuál la entiende este autor. Sea, pues, que se esté ante la
imposibilidad de adoptar una decisión (como en el caso del iusnaturalismo
racionalista); sea que se trate de una pluralidad indiferenciada de decisiones (como
en los supuestos del positivismo, “viejo” y “nuevo”), parece claro que la idea de
justicia material –que es la que está detrás de los referidos textos protectorios de los
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derechos humanos– queda a la deriva.
En este contexto, la tradición iusnaturalista que hunde sus raíces, entre otros, en los textos
greco-romanos y que se prolonga en la Europa del ius commune, parece estar mejor
preparada para resolver estos casos “difíciles” que las propuestas recién mencionadas.
Aquella, en efecto, tuvo como inexorable que los textos son solo un punto de partida y
que la positivización es siempre una labor inconclusa. Y ello no por un capricho o a
raíz de la renuncia al empleo de la razón, sino, simplemente, por reconocer las insuficiencias
de los textos positivos y, como escribió ARISTÓTELES con fina precisión, por la riqueza de la
naturaleza de las cosas, y la complejidad de la naturaleza humana, aspectos que no
siempre permiten una lineal o simple resolución de las diversas alternativas de la vida social,
y que exigen a fondo la tarea de la razón práctica, es decir, la sutil obra de discernimiento de
lo justo concreto especialmente por medio de la jurisprudencia.
Desde la perspectiva de las fuentes del derecho, lo expuesto genera un sistema
“abierto” porque aquellas son plurales. La positivización es, entonces, siempre
provisoria.
Tales afanes, si bien mostraron a partir de los trabajos del iusnaturalismo racionalista
(prolongados, más tarde, por el positivismo legalista –piénsese en los planteamientos de las
escuelas de la “exégesis” en Francia y de los “conceptos” en Alemania) un sofisticado
desarrollo de la razón teórica, paralelamente evidenciaron una inquietante ausencia de la
razón práctica.
Por el contrario, el empleo de la razón práctica por medio de las emblemáticas figuras
grecorromanas del phronibus y del jurisprudente no solo evitó quedar varado ante los
complejos asuntos de la vida entregándose a la discrecionalidad, sino que dotó a su
proceder de un inequívoco carácter científico, en tanto que sede de un obrar moral o
virtuoso –el agere de los romanos y no el facere del conocimiento técnico o poiético–,
defendible mediante argumentos dotados de intrínseca plausibilidad.
• APLICACIONES PRÁCTICAS
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delitos. Vale decir que desde antiguo se prohibieron y penaron conductas contrarias a
dicho derecho “de gentes”, lo cual, en la actualidad, se estructura en torno de la figura del ius
cogens.
• El lector deberá leer la glosa del caso sometido a consideración del Tribunal
Constitucional Federal alemán, que, por unanimidad –y luego, el Tribunal Europeo de
Derechos Humanos– confirmó la decisión de las anteriores instancias que habían
condenado tanto a soldados que dieron muerte a personas que procuraban huir de la
entonces República Democrática de Alemania con destino a Alemania Occidental,
como a funcionarios superiores del gobierno de aquel país.
El autor enfatiza las partes que se reputan esenciales a fin de resaltar la exigencia de
cumplimiento armónico, tanto del precepto de no retroactividad de la ley penal cuanto del
mandato de justicia material ante los graves crímenes cometidos.
• En este orden de “ejemplos”, refiere a la causa “Arancibia Clavel”, a cuya glosa cabe
remitir nuevamente al texto.
• Si bien la mayoría omite efectuar una referencia expresa al derecho natural, donde
no se tuvo mayor reparo en explicitarlo fue en los votos en disidencia de esa
sentencia, a cuyo análisis se remite al texto.
Así las cosas, si los casos examinados testimonian la “victoria” de las tesis iusnaturalistas
(en algunas de sus diversas manifestaciones), queda latente la pregunta acerca de cuál de
ellas es la que mejor refleja el planteamiento de fondo que desde siempre animó a esta
perspectiva.
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• CONCLUSIONES
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• ¿Por qué con Grocio desde la óptica metodológica se advierten diferencias de
importancia respecto de la tradición anterior, las que tienen directas consecuencias sobre
la teoría de las fuentes del derecho?
• ¿Cuál es la particularidad de la tríada “universalización-internacionalización-derecho
natural (o de gentes)” en el iusnaturalismo moderno?
• ¿Es la “positivización” del derecho natural garantía del derecho “justo”?
• ¿Cuál es la diferencia del esfuerzo de positivización del derecho a fin de evitar los
extravíos humanos, en el siglo XX a diferencia del siglo XVIII?