Jmosqueramurillo, 16-23

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Un libro abierto

Héctor Abad Faciolince

El mejor cuarto de la casa, según el recuerdo labras siempre se me abren, se me despliegan


que tengo de mi niñez, era la biblioteca. Toda- como un mundo, crean una red de imágenes y
vía me parece verla; había un escritorio con ca- de asociaciones que son la primera maravilla
jones llenos de papel blanco y encima del escri- de la lectura. Cuando algo o alguien son cla-
torio había un pisapapeles de vidrio, un tinte- ros, se dice que son como un libro abierto; para
ro que ya nadie usaba, y también una máquina mí, un libro abierto, por oscuro que sea, es la
de escribir mecánica en la que yo escribía con claridad, la claridad de un mundo luminoso
un solo dedo listas de palabras separadas por que se abre ante mí.
comas (perro, caballo, cama, casa, mesa, vaso,
agua, viento, hoja); a un lado del cuarto había Pero quizá lo mejor y lo más curioso del sitio,
un tocadiscos tan viejo que ya en ese tiempo de ese sitio que en mi casa siempre se llamó “la
era viejo, y debajo del tocadiscos una hilera de biblioteca”, era que mi papá entraba ahí con
discos de acetato, casi todos de música clásica cara de furia o de cansancio, con aspecto abu-
y casi todos rayados, pero que seguían sonan- rrido o paso deprimido, y al cabo de algunas
do si uno le daba un empujoncito a la aguja horas de misteriosa alquimia (la puerta esta-
16 ba cerrada casi siempre) salía transformado
con los dedos. El resto del mobiliario consis-
en algo maravilloso, en la persona radiante y
tía en dos sillas, un gran sillón reclinable con
alegre que yo más quería. La biblioteca era el
una lámpara detrás, y tres paredes forradas de
cuarto de las transfiguraciones.
libros apilados en estanterías de madera que
subían desde el piso hasta el techo. El sillón
¿Qué transfiguración, qué íntima metamorfo-
era el sitio donde mi papá se estiraba a leer,
sis podían producir esos pequeños objetos de
y mi primera foto, a los ocho días de nacido,
papel y letras y esos ruidos armónicos que sa-
es acostado precisamente en ese sillón, en el
lían de los parlantes? Ese era el mayor secreto,
sillón de lectura. No voy a decir ahora que yo, ese era el gran misterio de mi padre: la mú-
en una magia precoz, ya estaba leyendo; es- sica, pero sobre todo la música callada (como
taba dormido, es decir, estaba soñando, pero llama William Ospina a la lectura, tomando la
no hay ningún otro oficio humano que se pa- expresión de san Juan de la Cruz), la música
rezca más a la lectura. Ahora quiero pensar, callada de los libros producía en él una trans-
supersticiosamente, que yo estaba destinado formación. Durante la lectura (y esto lo pude
al sillón de lectura, que ese era mi sitio en el ver en la biblioteca cuando me dejaba ser testi-
mundo. En un costado de la biblioteca estaban go de su oscuro rito, pero también en la cama,
las enciclopedias y los diccionarios; esos fue- cada noche, y todos los fines de semana en el
ron los primeros libros que miré, con la ayuda campo, bajo los árboles), durante la lectura,
de mi papá, los primeros que leí, ya solo, bus- repito, mi padre se podía conmover como en
cando al escondido palabras vulgares, y creo un entierro y se reía como en una fiesta; tam-
que serán también los últimos libros que lea: bién se concentraba como en una partida de
mis amados diccionarios y libros de consulta. ajedrez, con un fervor de ceremonia, y se des-
Cuando no sé qué pensar ni qué escribir, abro pedía del mundo, se ensimismaba igual que si
una página del diccionario al azar, y las pa- tuviera las peores preocupaciones o estuviera

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Anibal Vallejo. Sin Título #505. Acrílico y óleo sobre lienzo. 200 x 300 cm (díptico). 2017

metido en los pensamientos más complejos. cosas obvias, que insista en asuntos que no ne-
El momento de la lectura, las horas de lectura, cesitan estímulo ni demostración? Nunca, por
eran como una repetición, como un repaso de supuesto, me invitan a dar conferencias para
las horas más intensas de la vida. Ese fue el se- estimular en los jóvenes o en los no tan jóve-
creto que yo fui descubriendo a lo largo de los nes el placentero hábito del sexo solitario o en
años (antes de saber leer, solo viéndolo a él): pareja, ni para explicarles las delicias del baile,
la lectura era, sobre todo, una inagotable fuen- ni para recalcarles que es conveniente comer
te de felicidad, de serenidad, de plenitud. Yo todos los días o dormir siquiera unas horitas
fui testigo, en mi propia casa, de la felicidad cada noche o tomar agua de vez en cuando y
que produce la lectura; mucho después encon- bastante trago todos los viernes por la tarde.
tré en Montesquieu una frase que explicaba lo No; el sermón está reservado para el hábito de
que yo había visto: “El estudio ha sido para mí la lectura y entonces así uno queda, de entra-
el remedio soberano contra las angustias de la da, como esas tías cantaletosas que nos repi-
vida, pues no he tenido nunca un dolor que ten sin cesar lo importante que es no faltar a la
una hora de lectura no haya disipado”. misa en los días de fiestas de guardar. “Mijito,
no se le olvide que mañana es primer viernes
Tal vez por esta experiencia primordial, cada y hay que ir a la iglesia. Mijito, pórtese bien
vez que me invitan a hablar ante un público juicioso y lea siquiera un párrafo esta tarde”.
con el propósito de inducir a los jóvenes o a los La lectura queda entonces asimilada a un acto
no tan jóvenes a la lectura, tengo una sensación piadoso, benéfico y aburrido (si mucho salu-
paradójica: ¿por qué me propondrán que haga dable, como una dieta rica en fibras) cuando

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yo lo que creo, en cambio, es que es un acto
pecaminoso, clandestino y divertido como el
sexo, y además tan intenso y placentero como
la vida misma. La lectura no puede ser una
obligación; tiene que ser una necesidad, algo
como comer o tomar agua. Como decía el
doctor Johnson: “Un hombre debería dejarse
guiar sólo por sus inclinaciones en sus lectu-
ras; los que leen por una especie de deber no le
sacarán mucho partido a la lectura”.

En realidad, yo tengo una sospecha: estoy casi


seguro de que todas las personas leen muchí-
simo, casi a toda hora, sin sosiego, pero fingen
que no leen. Para mí que lo ocultan y que tie-
nen guardado ese vicio de la lectura como un
inmenso secreto del que solo se habla con los
íntimos, a solas, o cuando ya están medio bo-
rrachos en una velada de sinceridad. “¿Saben
qué? Les tengo que confesar algo, yo también
lo hago, al escondido, sí, no se lo cuenten a na-
die, pero yo también leo cuando nadie me ve”.
Anibal Vallejo. Sin Título #530. Acrílico sobre lienzo. 200 x 150 cm. 2017
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Cuando alguien me dice: “yo nunca leo nada”
o, bien, “mis hijos nunca leen”, siento el mis-
mo escepticismo que frente a esos gordos que así como hay gente que no come, los anoréxi-
afirman que nunca prueban bocado. Eso no cos, y gente que es incapaz de disfrutar con el
puede ser cierto, me digo, nadie se va a negar sexo (los frígidos, los castos, los impotentes),
semejante placer, seguramente lee al escondi- también hay seres humanos que no gozan con
do y por algún motivo prefiere ocultarlo. Pero la lectura. Entonces, se me ocurre que lo mejor,
tal vez en este caso soy un ladrón que juzga en vez de echarles un sermón, será hablarles
por su condición. Yo, como los bebedores com- sobre esa trágica condición que es la incapaci-
pulsivos que intentan dejar el vicio, cuando dad de leer, y aquí no me refiero al analfabetis-
por algún motivo tengo que dejar de leer, me mo (que es una especie de castración y no una
enfermo. Cuando no leo me va entrando un frigidez psicológica), sino a la situación de la
mal genio, un síndrome de abstinencia como gente que sabiendo leer es incapaz de sacarle
de drogadicto sin heroína; y pienso que a todo placer a la lectura.
el mundo le debe pasar lo mismo. No entiendo
cómo alguien se puede pasar un solo día sin La frigidez, la anorexia y la impotencia son
leer siquiera un par de páginas. enfermedades muy difíciles de curar. Y son
enfermedades de esas dolorosas cuando le
Siempre he creído, pues, que todos los que suceden a algún pariente o a cualquier perso-
saben leer, leen, así sea al escondido. Sin em- na cercana, porque uno se da cuenta de que
bargo, me he informado mejor y parece que es se están privando de algunos de los grandes
cierto lo contrario: hay gente que no lee, per- placeres de la existencia: disfrutar la comida
sonas a las que no les gusta leer. Parece que sí; o disfrutar con otro cuerpo. Es como si estu-

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vieran privados de un sentido: lo más triste de las cosas, disminuye la impresión de la saliva,
un sordo es que no puede gozar con la música, de la carne y de la piel ajenas. Por eso pienso
lo triste de ser ciego es no poder gozar con un que la mejor iniciación literaria empieza antes
paisaje o con un rostro. También con alguien de la lectura, con los relatos de familia, con
aquejado de incapacidad de leer, lo que se los cuentos que cuentan (oralmente) la histo-
siente es lástima. Sin embargo, creo que hay ria de los padres y de los abuelos. A todos los
tratamiento para esta desgracia, y que se pue- niños les fascina saber de dónde vienen, quié-
de tratar con cuidado y con buen pronóstico a nes eran sus bisabuelos, cómo era el pueblo,
mediano plazo. el país o el barrio donde crecieron sus padres,
cómo era el empedrado de las calles, la letrina
Tal vez lo primero que hay que decir es que o el baño, qué comían, dónde se acostaban.
no es necesario aprender a comer y que tam-
bién para el sexo nacemos más o menos apren- Los cuentos son anteriores a la escritura y los
didos. En esto la lectura, aunque la conside- cuentos durarán hasta después que la escritu-
ro una necesidad primordial, es algo menos ra se acabe, pues el último hombre que haya
natural, menos genético, que reproducirse sobre la Tierra no hará otra cosa que contarse a
o alimentarse. Congénito es tal vez, eso sí, el sí mismo el cuento de su desaparición sobre la
placer que sentimos de que nos cuenten cuen- Tierra, si es consciente de ello, o de la desapa-
tos; todos, los cultos y los incultos, los niños rición de la Tierra misma. Pensar, muchas ve-
y los viejos, queremos que nos cuenten cuen- ces, no es otra cosa que contarnos el cuento de
tos. No hay niño que no quiera oír la historia lo que está pasando. Por eso la lectura es algo
de sus padres, por ejemplo, y todos los seres tan cercano, tan cotidiano y tan sencillo como
humanos no hacemos otra cosa que contarnos comer: es la prolongación de los cuentos que 19
cuentos, ya sea unos a otros, o interiormente, todos nos vivimos contando. Es lo más senci-
para nosotros mismos. Planear y recordar es llo, pero es también la sofisticación de lo más
contarse el cuento del futuro o el cuento del sencillo. Nos gusta apresar el mundo median-
pasado. te la narración. Yo puedo decirle a mi hija: “el
año que tú naciste, a los dos meses de engen-
Entonces, ¿cómo iniciar a los más jóvenes en drada, ocurrió el desastre de Chernobyl (una
la lectura? A mí no me parece conveniente que central nuclear soviética) y sobre toda Euro-
las jovencitas pierdan la virginidad con un ex- pa se cernían nubes radiactivas. Las mujeres
pertísimo como Casanova, ni creo que la pri- embarazadas, y tu mamá estaba embarazada
mera experiencia de un hombre deba ser con de ti, no podían tomar leche fresca porque te-
la mejor discípula de Celestina. Ni la una ni el nía isótopos de uranio en cantidad superior a
otro están preparados para semejante manjar. la recomendable, y podía ser peligroso para
En el amor y en la lectura hay que empezar el feto, para ti que eras un feto, tomar leche
despacio, con lo que más se parece a uno mis- fresca”. Uno quiere conocer su propia historia
mo, hay que empezar con un vicio solitario y como todos somos más o menos egocéntri-
o especular. No sé si ustedes se habrán dado cos, no nos cansan los detalles sobre nosotros
cuenta de que casi siempre los adolescentes, mismos. También la vida de los padres, de los
cuando tienen un primer noviecito o novieci- abuelos, como les decía, o la vida de la novia
ta, eligen una pareja que físicamente parece antes de conocerla. El placer de la lectura nace
un mellizo de ellos mismos. Cuando uno es jo- desde antes de aprender a leer, por el placer de
ven e inexperto, busca lo que no le resulta de- oír historias, por el placer de conocer el cuento
masiado extraño. Darle un beso a un sosia es de nuestra vida y el cuento de la vida de los
como dárselo a sí mismo, a un espejo. Facilita demás.

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Estas son las historias en bruto, las imágenes o
imaginaciones que todos nos creamos y conta-
mos. Lo que se lee no es muy distinto a eso; es
eso, pero con un mayor grado de complejidad,
de sofisticación, porque se supone que quienes
escriben, cuando son buenos escritores, logran
decir lo mismo que todos pensamos oscura-
mente, pero de mejor manera, de una manera
tan distinta, tan hermosa o tan clara que pare-
ce otra cosa. Así como la culinaria no es más
que la sofisticación de una necesidad prima-
ria, la necesidad de alimentarse, y así como el
erotismo es la sofisticación del instinto natural
de reproducirse, así también la literatura no es
más que el arte decantado de un gusto natural,
el gusto de contar y oír historias.

Pero decía hace un momento que no me pa-


rece necesario empezar con lo más sofisticado
(Casanova o Celestina) sino con lo más cerca-
no. Por eso concuerdo con quienes dicen que Anibal Vallejo. Chubby boy planking. Acrílico y óleo sobre lienzo.
150 x 120 cm. 2011
la enseñanza de la literatura no debe partir
20 de lo más lejano, en el tiempo y en el espacio,
para llegar a lo más próximo, sino al contrario.
Habría que empezar con lo más nuestro, diga- cil. En general pienso que lo más fácil es lo
mos con los muertos, el barrio y los atracos. Si más cercano, pero esto tampoco tiene que ser
a uno lo criaron con chicharrón, no es conve- una receta rigurosa. Fácil es, en últimas, lo
niente que se dé un brinco culinario repentino que a uno le parece fácil. A mí —y supongo
y le pongan al frente, de buenas a primeras, que a todos— lo que me parecía más fácil no
una coca repleta de caviar. Y no porque el ca- era ni siquiera leer, sino que me leyeran. Des-
viar sea superior al chicharrón (lo cual es dis- pués lo que más me gustaba eran las revistas
cutible). Pasa lo mismo, en el caso contrario: de muñequitos, los cómics; después salté a Las
si a uno lo criaron con caviar a orillas del mar mil y una noches, y de ahí en adelante ya sí me
Báltico, no conviene que de un día para otro envicié a cualquier lectura, a las lecturas más
le presenten una bandeja llena de chicharro- disímiles, raras y promiscuas. Porque esta es
nes, porque lo más probable es que no le gus- otra de las grandes ventajas que tiene la lec-
ten, y si le gustan, le produzcan un desastre tura frente al sexo: en las lecturas uno puede
digestivo. ser promiscuo, infiel, polígamo... En la lectura
nadie condena la infidelidad; uno traiciona a
Con esto quiero decir que, si uno nació en Cervantes con Shakespeare o con Montaigne,
Medellín, no debe empezar leyendo a Robbe- cambia a Safo por Marguerite Yourcenar y na-
Grillet, y que si uno nació en Borgoña sus pri- die se mosquea, ninguno de ellos se revuelve
meras lecturas no han de ser “San Antoñito” en su tumba.
y La Marquesa de Yolombó. Lo más fácil, casi
siempre, es también lo más familiar, lo más Elías Canetti, que es un autor con el que mu-
próximo. Y conviene empezar por lo más fá- cho me identifico (en el sentido de que me gus-

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taría ser como él) cuenta cómo empezó a leer
en el primer tomo de sus memorias:

Mi padre me llevó un libro. Me acompañó a mí


solo hasta el cuarto de atrás donde dormíamos
los niños y me lo explicó. Era Las mil y una no-
ches en una edición infantil. Papá me habló en
un tono muy serio y estimulante y me dijo lo
agradable que iba a ser leer todos esos cuentos.
Yo debía intentar leerlos solo y después, por la
noche, contárselos. Cuando acabara el libro, me
traería otro. Me sumergí de inmediato en ese
libro maravilloso y todas las noches tenía algo
para contarle. Él mantuvo su promesa: cada vez
había un libro nuevo, y es así como desde en-
tonces nunca he tenido que interrumpir, ni si-
quiera por un día, mis lecturas.

Empezar leyendo lo más fácil y lo más próxi-


mo, entonces. Y próximo puede ser no sola-
mente la cercanía geográfica, sino ese esquema
probado y consolidado de los cuentos infanti-
Anibal Vallejo. Sin Título. Acrílico, grato y bordado manual sobre lienzo
les tradicionales. Un estudioso ruso, Vladimir 150 x 120 cm. 2007
Propp, descubrió a principios de siglo una 21
serie de constantes en los cuentos fantásticos
parte nuestra sed natural de oír cuentos ele-
para niños; en los cuentos rusos, pero también
en los cuentos orientales y en los de toda la mentales. Si es cierto, y así lo creo yo, que a
literatura occidental y probablemente univer- todos nos encanta que nos cuenten cuentos, y
sal. Hay situaciones que se repiten, por enci- que este gusto está programado genéticamen-
ma de los nombres de los personajes: retos, te (porque quien oye cuentos aprende y quien
pruebas, objetos mágicos, estrategias matri- aprende sobrevive mejor en cualquier cultura;
moniales, derrotas, victorias. Un libro como el hay una selección natural que favorece, que
de Las mil y una noches, aunque muchos de sus favoreció hace cientos de miles de años a los
cuentos sean para mayores de veintiuno, con- humanos que tuvieron el gusto de que les con-
serva casi siempre ese esquema elemental que taran cuentos), si esto es cierto, es posible que
a todos nos gusta, a los niños y a los adultos. esa sed natural esté siendo saciada por los me-
Cuando hablo de empezar por lo más próxi- dios masivos de comunicación. El problema
mo me refiero a esos esquemas más elementa- es que estos medios, tan nuevos, difícilmente
les, con menos ingredientes. Creo que esto es superan el nivel elemental del relato; esto de-
irresistible para cualquier persona. Irresistible sarrolla, entonces, cierto infantilismo literario
e infalible: no hay a quien no le gusten estos en los actuales pobladores del mundo. Porque
cuentos, como no hay casi a quien no le guste los libros, a veces, van mucho más allá de la
(salvo casos rarísimos) el agua o las caricias. simple necesidad de entretenimiento y de los
esquemas elementales de la narrativa.
Tal vez algo que explica la falta de afición ac-
tual a la lectura tenga que ver con el hecho No me ocupo aquí de las lecturas no litera-
de que el cine y la televisión sacian en buena rias, que son importantísimas. El lento y gus-

2020 | Julio
toso aprendizaje de leer cuentos
elementales conviene también
porque prepara a la persona (pre-
para sus ojos y su capacidad de
concentrarse) para otras lecturas
que serán de estudio y de descu-
brimiento del mundo. Cualquiera
que quiera aprender seriamente
cualquier cosa, desde medici-
na hasta economía, tiene que ser
capaz de leer y de concentrarse
por largos períodos de tiempo.
El mismo uso del computador
requiere lectura permanente, así
sea de los breves mensajes que
aparecen en la pantalla. Pero yo
creo que es la lectura literaria (la
lectura de lo que más natural-
mente nos gusta a todos) lo que
nos permite llegar, por ejemplo, a
la lectura de un libro de biología
o de mecánica cuántica. Nos pre-
22 para físicamente, en la capacidad
de concentrarnos y en la capaci-
dad de mantener la atención y la
vista hacia esos signos mudos que Anibal Vallejo. Sin Título. Acrílico, grafito y bordado manual sobre lienzo.
172 x 152 cm. 2007
transmiten conceptos. Entonces,
volviendo a la reflexión anterior,
si la televisión sacia por comple-
to la sed de relatos elementales, y esta tarea creer que hubiera gente que no lee y que me
pueden cumplirla tanto los dibujos animados parecía innecesario incitar a la lectura porque
como las telenovelas, es posible que en las esta actividad se defendía sola. Ahora tengo
nuevas generaciones haya una cierta priva- que decir que para que este placer sea más
ción de la capacidad de leer historias que van profundo y duradero, es necesario someterse a
más allá, o de leer libros que profundizan en el cierto grado de dificultad. Esta dificultad, para
conocimiento del mundo o en el conocimien- quien lee desde muy joven, prácticamente no
to de nosotros mismos como seres humanos. se experimenta, pero para quien no está acos-
Siempre y cuando uno no se quede ahí, leer tumbrado desde muy pronto al mero ejercicio
cómics (o leer cualquier cosa, incluso mala li- físico, visual y de concentración, de la lectura,
teratura) es bueno en sí mismo, pero es más me doy cuenta de que la dificultad puede ser
conveniente aún porque nos entrena para leer difícil de superar. Empecé hablando de la fa-
libros de psicología, de termodinámica, y no- cilidad y de la dicha; no puedo terminar sin
velas de James Joyce. insistir en la dificultad y en el esfuerzo.

Empecé diciendo que la lectura es obviamente Para seguir con mis metáforas erótica y culina-
deleitosa, placentera, y que por eso no podía ria, un buen lector (como un buen amante o un

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buen gastrónomo) no se hace de la noche a la mayor a la existencia. La vida no dura mu-
mañana. Un concierto de Shostakóvich no se cho, es angustiosa y dolorosa a la vez, pero
disfruta a la primera audición, así como un ca- el arte es un recurso casi siempre muy barato
pítulo de Proust puede resultar abstruso para y que además nos dura hasta el último respi-
un principiante. Los placeres más hondos y ro. Leer y mirar no cuesta casi nada; basta no
duraderos necesitan un período más o menos tener hambre para que leer, mirar y oír sean
largo de aprendizaje. Si nos quedamos en lo experiencias que llenen de sentido la existen-
más elemental, sin hacer el esfuerzo, a veces cia. Probablemente la existencia no tenga nin-
pesado, de ir más allá, no podremos probar gún sentido. Pero es casi seguro que al menos
aquello que podrá incluso cambiar el sentido tenga uno, así sea uno solamente: existir vale
de nuestra existencia. Pero ¿qué significa ir la pena porque se sienten cosas. Y eso es lo
más allá con un libro? Bueno, eso depende, que hace el arte, el arte nos hace sentir cosas,
ante todo, del libro: con un libro de Chopra el conocimiento nos hace sentir cosas, y nos
nunca podremos llegar muy lejos; de libros hace sentirlas más, con más intensidad, es de-
tontos y consolatorios no habrá nunca mucho cir, nos hace vivos doblemente. Hay dos ma-
qué sacar. En cambio, hay libros inagotables, neras de sentir con gran intensidad: viviendo
interminables que, leídos en distintos perío- y leyendo. Y esas dos experiencias, además,
dos de nuestra vida, nos dicen siempre algo se retroalimentan: cuanto más se ha vivido,
diferente sobre el mundo y sobre nosotros con más hondura se lee, cuanto más se lee,
mismos. Hay libros que nos cambian la vida, con más intensidad se vive.
libros que nos llevan a ser otras personas, li-
bros que nos sustraen del dolor o que nos lle- El delicioso (pero al principio difícil) arte de la
van a experimentar de manera más auténtica lectura, nos hace sentir y nos hace pensar, por- 23
y profunda el dolor; libros que nos ayudan a que es capaz de sacarnos de nosotros mismos.
penetrar las complejas sensaciones del amor, Un individuo, una persona sola es casi siempre
de los celos, de la envidia, de la ira, de la bene- muy poca cosa. Gracias a los libros ponemos a
volencia, libros que exploran todas las pasio- prueba nuestra escasa experiencia del mundo
nes humanas y que nos enseñan a entender y con la múltiple experiencia de grandes hom-
a dilucidar las vivencias nuestras de todos los bres y mujeres del pasado y del presente. De ahí
días. Pero a esa experiencia no se llega sin cier- esa gran capacidad transformadora que tiene la
ta dificultad. Y esta dificultad solo se supera lectura. De ahí también su gran fascinación. Lo
con lo mismo con que se superan casi todas las primero que yo vi que hacían los libros era que
cosas: con tiempo e insistencia. transformaban a mi padre, que me lo devolvían
mejor de lo que llegaba. Yo desde eso me fabri-
No voy a criticar a todos aquellos que se con- qué una de mis pocas certidumbres: los libros
forman con placeres menores, con curiosida- nos transforman, la lectura nos transforma. Y
des menos agudas o más frívolas. La condi- quiero creer que casi siempre nos transforman
ción humana es variada y muy difícil. Hay para bien, para más, para mejor.
muy malas personas que son muy buenos lec-
tores y personas buenísimas que jamás han Héctor Abad Faciolince es escritor y perio-
leído casi nada. O nada. Lo mismo se podría dista. El fragmento aquí publicado lo extrae-
mos del ensayo “Dulzuras y amarguras del
decir de cualquier experiencia artística (la
devorador de libros”, tomado de 21 ensayos.
música, la pintura, la arquitectura, el paisaje).
Una selección de Leer y Releer (Medellín, Sis-
Tal vez el arte no nos haga necesariamente tema de Bibliotecas Universidad de Antio-
mejores. Pero sí creo que el arte, y la literatu- quia, 2019, pp. 30-41).
ra es un arte, le da un espesor y una calidad

2020 | Julio

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