Jmosqueramurillo, 16-23
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Jmosqueramurillo, 16-23
Julio | 2020
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Anibal Vallejo. Sin Título #505. Acrílico y óleo sobre lienzo. 200 x 300 cm (díptico). 2017
metido en los pensamientos más complejos. cosas obvias, que insista en asuntos que no ne-
El momento de la lectura, las horas de lectura, cesitan estímulo ni demostración? Nunca, por
eran como una repetición, como un repaso de supuesto, me invitan a dar conferencias para
las horas más intensas de la vida. Ese fue el se- estimular en los jóvenes o en los no tan jóve-
creto que yo fui descubriendo a lo largo de los nes el placentero hábito del sexo solitario o en
años (antes de saber leer, solo viéndolo a él): pareja, ni para explicarles las delicias del baile,
la lectura era, sobre todo, una inagotable fuen- ni para recalcarles que es conveniente comer
te de felicidad, de serenidad, de plenitud. Yo todos los días o dormir siquiera unas horitas
fui testigo, en mi propia casa, de la felicidad cada noche o tomar agua de vez en cuando y
que produce la lectura; mucho después encon- bastante trago todos los viernes por la tarde.
tré en Montesquieu una frase que explicaba lo No; el sermón está reservado para el hábito de
que yo había visto: “El estudio ha sido para mí la lectura y entonces así uno queda, de entra-
el remedio soberano contra las angustias de la da, como esas tías cantaletosas que nos repi-
vida, pues no he tenido nunca un dolor que ten sin cesar lo importante que es no faltar a la
una hora de lectura no haya disipado”. misa en los días de fiestas de guardar. “Mijito,
no se le olvide que mañana es primer viernes
Tal vez por esta experiencia primordial, cada y hay que ir a la iglesia. Mijito, pórtese bien
vez que me invitan a hablar ante un público juicioso y lea siquiera un párrafo esta tarde”.
con el propósito de inducir a los jóvenes o a los La lectura queda entonces asimilada a un acto
no tan jóvenes a la lectura, tengo una sensación piadoso, benéfico y aburrido (si mucho salu-
paradójica: ¿por qué me propondrán que haga dable, como una dieta rica en fibras) cuando
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yo lo que creo, en cambio, es que es un acto
pecaminoso, clandestino y divertido como el
sexo, y además tan intenso y placentero como
la vida misma. La lectura no puede ser una
obligación; tiene que ser una necesidad, algo
como comer o tomar agua. Como decía el
doctor Johnson: “Un hombre debería dejarse
guiar sólo por sus inclinaciones en sus lectu-
ras; los que leen por una especie de deber no le
sacarán mucho partido a la lectura”.
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vieran privados de un sentido: lo más triste de las cosas, disminuye la impresión de la saliva,
un sordo es que no puede gozar con la música, de la carne y de la piel ajenas. Por eso pienso
lo triste de ser ciego es no poder gozar con un que la mejor iniciación literaria empieza antes
paisaje o con un rostro. También con alguien de la lectura, con los relatos de familia, con
aquejado de incapacidad de leer, lo que se los cuentos que cuentan (oralmente) la histo-
siente es lástima. Sin embargo, creo que hay ria de los padres y de los abuelos. A todos los
tratamiento para esta desgracia, y que se pue- niños les fascina saber de dónde vienen, quié-
de tratar con cuidado y con buen pronóstico a nes eran sus bisabuelos, cómo era el pueblo,
mediano plazo. el país o el barrio donde crecieron sus padres,
cómo era el empedrado de las calles, la letrina
Tal vez lo primero que hay que decir es que o el baño, qué comían, dónde se acostaban.
no es necesario aprender a comer y que tam-
bién para el sexo nacemos más o menos apren- Los cuentos son anteriores a la escritura y los
didos. En esto la lectura, aunque la conside- cuentos durarán hasta después que la escritu-
ro una necesidad primordial, es algo menos ra se acabe, pues el último hombre que haya
natural, menos genético, que reproducirse sobre la Tierra no hará otra cosa que contarse a
o alimentarse. Congénito es tal vez, eso sí, el sí mismo el cuento de su desaparición sobre la
placer que sentimos de que nos cuenten cuen- Tierra, si es consciente de ello, o de la desapa-
tos; todos, los cultos y los incultos, los niños rición de la Tierra misma. Pensar, muchas ve-
y los viejos, queremos que nos cuenten cuen- ces, no es otra cosa que contarnos el cuento de
tos. No hay niño que no quiera oír la historia lo que está pasando. Por eso la lectura es algo
de sus padres, por ejemplo, y todos los seres tan cercano, tan cotidiano y tan sencillo como
humanos no hacemos otra cosa que contarnos comer: es la prolongación de los cuentos que 19
cuentos, ya sea unos a otros, o interiormente, todos nos vivimos contando. Es lo más senci-
para nosotros mismos. Planear y recordar es llo, pero es también la sofisticación de lo más
contarse el cuento del futuro o el cuento del sencillo. Nos gusta apresar el mundo median-
pasado. te la narración. Yo puedo decirle a mi hija: “el
año que tú naciste, a los dos meses de engen-
Entonces, ¿cómo iniciar a los más jóvenes en drada, ocurrió el desastre de Chernobyl (una
la lectura? A mí no me parece conveniente que central nuclear soviética) y sobre toda Euro-
las jovencitas pierdan la virginidad con un ex- pa se cernían nubes radiactivas. Las mujeres
pertísimo como Casanova, ni creo que la pri- embarazadas, y tu mamá estaba embarazada
mera experiencia de un hombre deba ser con de ti, no podían tomar leche fresca porque te-
la mejor discípula de Celestina. Ni la una ni el nía isótopos de uranio en cantidad superior a
otro están preparados para semejante manjar. la recomendable, y podía ser peligroso para
En el amor y en la lectura hay que empezar el feto, para ti que eras un feto, tomar leche
despacio, con lo que más se parece a uno mis- fresca”. Uno quiere conocer su propia historia
mo, hay que empezar con un vicio solitario y como todos somos más o menos egocéntri-
o especular. No sé si ustedes se habrán dado cos, no nos cansan los detalles sobre nosotros
cuenta de que casi siempre los adolescentes, mismos. También la vida de los padres, de los
cuando tienen un primer noviecito o novieci- abuelos, como les decía, o la vida de la novia
ta, eligen una pareja que físicamente parece antes de conocerla. El placer de la lectura nace
un mellizo de ellos mismos. Cuando uno es jo- desde antes de aprender a leer, por el placer de
ven e inexperto, busca lo que no le resulta de- oír historias, por el placer de conocer el cuento
masiado extraño. Darle un beso a un sosia es de nuestra vida y el cuento de la vida de los
como dárselo a sí mismo, a un espejo. Facilita demás.
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Estas son las historias en bruto, las imágenes o
imaginaciones que todos nos creamos y conta-
mos. Lo que se lee no es muy distinto a eso; es
eso, pero con un mayor grado de complejidad,
de sofisticación, porque se supone que quienes
escriben, cuando son buenos escritores, logran
decir lo mismo que todos pensamos oscura-
mente, pero de mejor manera, de una manera
tan distinta, tan hermosa o tan clara que pare-
ce otra cosa. Así como la culinaria no es más
que la sofisticación de una necesidad prima-
ria, la necesidad de alimentarse, y así como el
erotismo es la sofisticación del instinto natural
de reproducirse, así también la literatura no es
más que el arte decantado de un gusto natural,
el gusto de contar y oír historias.
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taría ser como él) cuenta cómo empezó a leer
en el primer tomo de sus memorias:
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toso aprendizaje de leer cuentos
elementales conviene también
porque prepara a la persona (pre-
para sus ojos y su capacidad de
concentrarse) para otras lecturas
que serán de estudio y de descu-
brimiento del mundo. Cualquiera
que quiera aprender seriamente
cualquier cosa, desde medici-
na hasta economía, tiene que ser
capaz de leer y de concentrarse
por largos períodos de tiempo.
El mismo uso del computador
requiere lectura permanente, así
sea de los breves mensajes que
aparecen en la pantalla. Pero yo
creo que es la lectura literaria (la
lectura de lo que más natural-
mente nos gusta a todos) lo que
nos permite llegar, por ejemplo, a
la lectura de un libro de biología
o de mecánica cuántica. Nos pre-
22 para físicamente, en la capacidad
de concentrarnos y en la capaci-
dad de mantener la atención y la
vista hacia esos signos mudos que Anibal Vallejo. Sin Título. Acrílico, grafito y bordado manual sobre lienzo.
172 x 152 cm. 2007
transmiten conceptos. Entonces,
volviendo a la reflexión anterior,
si la televisión sacia por comple-
to la sed de relatos elementales, y esta tarea creer que hubiera gente que no lee y que me
pueden cumplirla tanto los dibujos animados parecía innecesario incitar a la lectura porque
como las telenovelas, es posible que en las esta actividad se defendía sola. Ahora tengo
nuevas generaciones haya una cierta priva- que decir que para que este placer sea más
ción de la capacidad de leer historias que van profundo y duradero, es necesario someterse a
más allá, o de leer libros que profundizan en el cierto grado de dificultad. Esta dificultad, para
conocimiento del mundo o en el conocimien- quien lee desde muy joven, prácticamente no
to de nosotros mismos como seres humanos. se experimenta, pero para quien no está acos-
Siempre y cuando uno no se quede ahí, leer tumbrado desde muy pronto al mero ejercicio
cómics (o leer cualquier cosa, incluso mala li- físico, visual y de concentración, de la lectura,
teratura) es bueno en sí mismo, pero es más me doy cuenta de que la dificultad puede ser
conveniente aún porque nos entrena para leer difícil de superar. Empecé hablando de la fa-
libros de psicología, de termodinámica, y no- cilidad y de la dicha; no puedo terminar sin
velas de James Joyce. insistir en la dificultad y en el esfuerzo.
Empecé diciendo que la lectura es obviamente Para seguir con mis metáforas erótica y culina-
deleitosa, placentera, y que por eso no podía ria, un buen lector (como un buen amante o un
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buen gastrónomo) no se hace de la noche a la mayor a la existencia. La vida no dura mu-
mañana. Un concierto de Shostakóvich no se cho, es angustiosa y dolorosa a la vez, pero
disfruta a la primera audición, así como un ca- el arte es un recurso casi siempre muy barato
pítulo de Proust puede resultar abstruso para y que además nos dura hasta el último respi-
un principiante. Los placeres más hondos y ro. Leer y mirar no cuesta casi nada; basta no
duraderos necesitan un período más o menos tener hambre para que leer, mirar y oír sean
largo de aprendizaje. Si nos quedamos en lo experiencias que llenen de sentido la existen-
más elemental, sin hacer el esfuerzo, a veces cia. Probablemente la existencia no tenga nin-
pesado, de ir más allá, no podremos probar gún sentido. Pero es casi seguro que al menos
aquello que podrá incluso cambiar el sentido tenga uno, así sea uno solamente: existir vale
de nuestra existencia. Pero ¿qué significa ir la pena porque se sienten cosas. Y eso es lo
más allá con un libro? Bueno, eso depende, que hace el arte, el arte nos hace sentir cosas,
ante todo, del libro: con un libro de Chopra el conocimiento nos hace sentir cosas, y nos
nunca podremos llegar muy lejos; de libros hace sentirlas más, con más intensidad, es de-
tontos y consolatorios no habrá nunca mucho cir, nos hace vivos doblemente. Hay dos ma-
qué sacar. En cambio, hay libros inagotables, neras de sentir con gran intensidad: viviendo
interminables que, leídos en distintos perío- y leyendo. Y esas dos experiencias, además,
dos de nuestra vida, nos dicen siempre algo se retroalimentan: cuanto más se ha vivido,
diferente sobre el mundo y sobre nosotros con más hondura se lee, cuanto más se lee,
mismos. Hay libros que nos cambian la vida, con más intensidad se vive.
libros que nos llevan a ser otras personas, li-
bros que nos sustraen del dolor o que nos lle- El delicioso (pero al principio difícil) arte de la
van a experimentar de manera más auténtica lectura, nos hace sentir y nos hace pensar, por- 23
y profunda el dolor; libros que nos ayudan a que es capaz de sacarnos de nosotros mismos.
penetrar las complejas sensaciones del amor, Un individuo, una persona sola es casi siempre
de los celos, de la envidia, de la ira, de la bene- muy poca cosa. Gracias a los libros ponemos a
volencia, libros que exploran todas las pasio- prueba nuestra escasa experiencia del mundo
nes humanas y que nos enseñan a entender y con la múltiple experiencia de grandes hom-
a dilucidar las vivencias nuestras de todos los bres y mujeres del pasado y del presente. De ahí
días. Pero a esa experiencia no se llega sin cier- esa gran capacidad transformadora que tiene la
ta dificultad. Y esta dificultad solo se supera lectura. De ahí también su gran fascinación. Lo
con lo mismo con que se superan casi todas las primero que yo vi que hacían los libros era que
cosas: con tiempo e insistencia. transformaban a mi padre, que me lo devolvían
mejor de lo que llegaba. Yo desde eso me fabri-
No voy a criticar a todos aquellos que se con- qué una de mis pocas certidumbres: los libros
forman con placeres menores, con curiosida- nos transforman, la lectura nos transforma. Y
des menos agudas o más frívolas. La condi- quiero creer que casi siempre nos transforman
ción humana es variada y muy difícil. Hay para bien, para más, para mejor.
muy malas personas que son muy buenos lec-
tores y personas buenísimas que jamás han Héctor Abad Faciolince es escritor y perio-
leído casi nada. O nada. Lo mismo se podría dista. El fragmento aquí publicado lo extrae-
mos del ensayo “Dulzuras y amarguras del
decir de cualquier experiencia artística (la
devorador de libros”, tomado de 21 ensayos.
música, la pintura, la arquitectura, el paisaje).
Una selección de Leer y Releer (Medellín, Sis-
Tal vez el arte no nos haga necesariamente tema de Bibliotecas Universidad de Antio-
mejores. Pero sí creo que el arte, y la literatu- quia, 2019, pp. 30-41).
ra es un arte, le da un espesor y una calidad
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