Cuarta Parte U VI
Cuarta Parte U VI
Cuarta Parte U VI
Entre los problemas que a mí me interesan respecto de las distintas corrientes historiográficas
que se fueron desarrollando en el Río de la Plata, estaba sobre todo la cuestión de cómo
consideran el peso que el pasado tiene en el presente. Sé que esto implica diversas cuestiones, si
uno quiere de filosofía de la historia (qué es el pasado), hasta inclusive de metafísica (qué es el
tiempo). No tengo la pretensión de abordar todo esto a pesar de que son cuestiones para mí muy
interesantes, pero para este seminario, lo que me resultaba algo para pensar, vinculado con el
título del trabajo, era, por un lado el público que tiene la historia, tanto en los textos específicos
de los historiadores, como en las publicaciones periodísticas. Basta constatar que la revista Todo
es historia de Félix Luna, creo que todavía sigue saliendo, y hay libros de historia, novelas
históricas, artículos periodísticos de historia escritos por periodistas; crónicas, fascículos, etc. Por
otra parte, también me interesaba ver cómo la transmisión de la historia tiene repercusión muy
amplia en la cultura. No sólo es la escolar, sino también es oral y se difunde de maneras muy
heterogéneas.
La historia
La historia, tal como la conocemos, como una disciplina, digamos, diferenciable de otras
humanidades, es un producto de la modernidad. El concepto de historia ‘secular’ es heredero de
la Ilustración en del siglo XVII: nace en el momento en que abordar el pasado más lejano
empieza a parecer más sencillo que referirse al presente, y entonces, se piensa, la ‘ciencia’
histórica requiere siempre que el tiempo haya ‘pasado’ para poder referirse a él, tenerlo
disponible como pasado, para poder hablar de él, como algo que ya está, de algún modo, fuera de
acción.
En este sentido, entonces, el pasado, como objeto de la historia, es algo que está sujeto al
acontecer de la historia, algo a lo que le van pasando cosas con el transcurrir del tiempo. El
pasado histórico es algo que nace cuando comienza la historia como tal. En el nacimiento de la
historia (moderna) ya está presente la intuición de que el pasado no es algo fijo, sino que es él
mismo ‘histórico’, sometido al cambio y por lo tanto, como decía Goethe ‘algo que tiene que
reescribirse de vez en cuando’. La historia y su objeto, entonces, son un producto moderno
porque lo que denominamos ‘conciencia histórica’ es un producto de la modernidad. La
conciencia histórica es el registro de que el momento en el que se vive es distinto del pasado, se
tiene la percatación de que el paso del tiempo produce modificaciones y que el presente no es
igual al pasado. Ya en el siglo XIX y más en el XX muchas veces, se sospecha que cada presente
incide en la consideración que se tiene del pasado, que éste es un producto de cada presente. Así,
por ejemplo, los griegos no podían tener conciencia histórica porque nunca dejaron de sentirse
parte de su pasado, de un pasado esencial, perfecto y eterno, en el que el más alto presente, lo
divino mismo, se determinaba como ‘lo que era ser’ (esa expresión to ti en einai). Esto lo explica
muy bien Hegel en la Fenomenología del espíritu, cuando presenta la figura de la ‘bella eticidad’
griega, es un momento en el que los griegos se identificaban espontáneamente con sus 2 leyes,
sin juzgarlas, no tenían, distancia para poder pensarlas. La figura que va a romper esta
identificación es Sócrates.
El pasado, como nosotros lo concebimos, como algo que ya no esta siendo, es algo reciente, no
tiene mucho tiempo, es producto de la secularización.
Las concepciones ilustrada y romántica
La modernidad ilustrada es el momento histórico que se piensa a sí mismo como una
‘ruptura’ con el pasado, en este quiebre lo distingue del presente, y en esa misma operación
inventa la historia. En la medida que la modernidad es una concepción del presente como la
irrupción y la bienvenida de ‘lo nuevo’, concibe lo actual no como una continuidad del pasado
eterno sino como la ruptura con ese pasado (la tradición) del que hay que ‘emanciparse’.
‘Emanciparse’ es una expresión ilustrada que considera al pasado como algo que debe ser
superado, para eso lo convierte en objeto de la historia, es algo de lo que hay que emanciparse
porque la humanidad, y cada hombre individual, dice Kant, es culpable de su ‘minoría de edad’,
debe ‘abandonar las tutelas’, fundamentalmente las religiosas.
Peirce, que es un simpático lector de Kant, dice: “Nuestra idea del pasado es precisamente la
idea de aquello que está absolutamente terminado, fijado, y muerto, frente al cual, el futuro está
vivo, es plástico y hay que hacerlo”. Sólo el impulso de la ruptura con el pasado acabado -o que
se da por terminado- permite la novedad y la proyección hacia un futuro vivo. La actitud
fundacional de la modernidad supone un gesto de despedida del pasado, no porque éste no
importe –no dice Peirce que haya que olvidarlo, tanto más cuanto lo nombra y le asigna el
adjetivo de ‘hecho’, de maked- sino porque en la medida que es pasado, ha quedado atrás, hay
que desprenderse de eso, por eso la palabra ‘pasado’ es morfológicamente un participio pasivo,
mientras que ‘presente’ es el participio activo del verbo. El objeto abierto de la historia, se
trasmuta en objeto terminado de una despedida.
Para la ilustración, ‘nuestro’ tiempo es algo diferenciado de la tradición, es otro tiempo que no es
el de nuestros antepasados, ni el presente estable de los mitos, sino el tiempo que nosotros
‘hacemos’.
El contrapunto de esta concepción, va a ser, a fines del siglo XVIII, la historiografía de
inspiración romántica. ¿Cómo concibe el pasado el romanticismo? Se busca restituir, al contrario
de la ilustración, un pasado remoto, que funciona como recordado, pero que tal vez nunca tuvo
lugar efectivamente, y sin embargo posee una verdad originaria, cuya pérdida padecemos
trágicamente los descendientes de ese pasado y cuya ausencia sentimos como nostalgia. La tarea
de la historia, una vez que se ha fijado ese momento del origen perdido, va a ser, como dije,
intentar como un deber de fidelidad, restituirlo. Este pasado es un paraíso perdido, frente al cual
el presente es una consecuencia desdichada de haberse ‘desviado’ de ese momento luminoso,
que no cesa de ‘caer’. La pregunta de esta retroversión romántica, es ¿qué ha pasado? Pero no
simplemente como una curiosidad para comprender el pasado, sino impulsada por la
constatación de un profundo malestar del presente ¿Cómo puede ser que estemos dónde estamos
si veníamos tan bien? ¿Por qué no se cumplieron esas promesas fundadoras? Lo que debe
hacerse es buscar a los culpables, lo que se ‘desviaron’, los ‘traidores’ etc.