Apuntes Realismo y Naturalismo
Apuntes Realismo y Naturalismo
Apuntes Realismo y Naturalismo
1.- Introducción.
2.- Origen del Realismo y Naturalismo.
3.- La novela realista y naturalista.
3.1.- Evolución de la novela realista y naturalista en España.
3.1.1.- La novela realista española.
3.1.2.- La novela naturalista española.
3.2.- Puntos en común y peculiaridades distintivas.
3.3.- Temática.
3.4.- Autores.
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1.- Introducción
El movimiento romántico fue relativamente breve, pudiendo situar su finalización en
torno a 1850, en Europa; aunque algunos autores posteriores tradicionalmente fueran
incluidos dentro del espíritu romántico. A la brevedad del Romanticismo contribuyeron
una serie de factores (consolidación de la burguesía, movimientos proletarios en
defensa de los derechos de los asalariados, la industrialización…) que actuaron
poderosamente a partir de 1850 y que sirvieron para sustituir el sistema de valores
romántico por otro nuevo concepto del mundo y, por tanto, del arte.
Resumiendo, podemos señalar como rasgos propios del nuevo movimiento los que
siguen a continuación:
Ciencia
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2.- Origen del Realismo y Naturalismo
Podemos decir que el movimiento realista surge en Francia con la aparición del
novelista Stendhal (1783-1842), que escribió sus novelas basándose en el análisis
psicológico de los personajes y en la práctica de la observación. Según Stendhal, la
novela debe ser "como un espejo colocado a lo largo del camino". Stendhal es un
novelista que todavía está a caballo entre Romanticismo y Realismo: muchos de sus
personajes y ambientes son románticos, pero su técnica es ya puramente realista: la
descripción fiel de la realidad circundante. Algunas de sus obras serán: Rojo y negro,
1830 y La cartuja de Parma, 1839. Aunque podamos considerar a Stendhal ya como
un autor realista, los verdaderos iniciadores del género fueron los novelistas Balzac
(1799-1850) y Flaubert (1821-1880). Balzac reunió todas sus novelas bajo el nombre
genérico de La Comedia Humana, 1842, obra con la que pretende hacer el retrato de
la sociedad francesa de su época. Gustave Flaubert, con su obra Madame Bovary,
1857, consigue establecer el modelo de estudio de la psicología femenina.
En el último tercio del s. XIX, otro francés, Èmile Zola (1840-1902), da un paso
adelante en la evolución del movimiento realista, incluyendo la novela europea en lo
que se habría de llamar Naturalismo. Zola se preocupará de establecer claramente las
bases teóricas sobre las que apoyará su creación literaria mediante la publicación de
un gran número de artículos y ensayos. El más importante de esos ensayos es La
novela experimental (1880). En novela destacan Naná, 1879 y Germinal en 1885.
Cabe citar autores como Charles Dickens (Inglaterra) (1812-1870), con obras como
Oliver Twist, 1837-1839. En Rusia, destacaron Fiodor Dostoievski (1821-1881), Crimen
y castigo, 1866; y León Tolstoi (1828-1910), Guerra y paz, 1865-1869; y Ana Karenina,
1875-1877.
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Este grupo de autores al que nos hemos referido ha recibido el nombre genérico de
Generación del 68 por estar vinculado su comienzo en la literatura con el advenimiento
de la Revolución. Pero, aunque la crítica tradicionalmente los considerara en conjunto,
entre ellos pueden encontrarse grandes diferencias, tanto ideológicas (unos son
liberales y, por tanto, partidarios de la Revolución, mientras que otros se definen como
conservadores), como literarias (cada uno entenderá el Realismo y el Naturalismo de
forma muy personal). Teniendo en cuenta las peculiaridades individuales, vamos a
intentar hacer un repaso rápido por lo que fue el Realismo- Naturalismo en España.
Para ello, puede ser útil (aunque no del todo cierto) que distingamos entre un período
realista y otro naturalista.
Ya dijimos anteriormente que surge en Francia con Zola. Al igual que el Realismo
pretende dar un testimonio científico y riguroso de la realidad. Sin embargo, a
diferencia de éste, el Naturalismo considera que la vida y la conducta de los
individuos están condicionadas por su herencia genética y su entorno social.
En España se aceptan las técnicas literarias naturalistas pero se rechazan sus bases
teóricas, puesto que se oponen a la doctrina de la religión católica. La más ferviente
defensora de esta postura, será la escritora Emilia Pardo Bazán, que argumenta que
una persona es libre para obrar correcta o incorrectamente, que su herencia biológica
y su ambiente social no determinan su comportamiento.
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3.2.- Aspectos en común y peculiaridades distintivas
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tratamiento que se efectúa es diferente, ya que la novela naturalista retrata a los
sectores más pobres de la sociedad y los aspectos más desagradables de la vida.
-El mundo regional. La vida, el paisaje y los personajes (aristócratas, jornaleros,
clérigos...) de los pequeños pueblos aparecen descritos en su sentido más amplio: las
clases populares y las clases privilegiadas, el trabajo en el campo y en el mar, las
costumbres, la mentalidad, las creencias, el folclore...
- La ciudad. El medio urbano, su forma de vida y sus protagonistas (comerciantes,
burócratas, mendigos...) adquieren forma en las novelas de fin de siglo: el ambiente de
las fondas estudiantiles, las tiendas, los teatros, las calles, las condiciones laborales, el
trabajo en las fábricas...
- La historia y la política. La narración de los acontecimientos histórico-políticos
ocurridos en España a lo largo del siglo XIX constituyen una importante fuente de
inspiración para nuestros autores: las ideas revolucionarias, el reinado de Carlos IV, la
monarquía democrática de Amadeo I, la Primera República…
- Los conflictos existenciales. La lucha de los personajes por conseguir la felicidad
es una constante en las novelas realistas y naturalistas: enfrentamientos entre pasión
amorosa y vocación religiosa, amoríos al margen de las normas sociales, soledad…
Junto a los asuntos específicos que individualizarán las diferentes novelas, la narrativa
de la segunda mitad del siglo XIX presenta algunos núcleos temáticos reiterados, entre
los que destacan los que siguen.
- Matrimonio y adulterio.-
Si las dificultades amorosas surgen dentro del matrimonio nos vamos a encontrar con
un argumento privilegiado en la novela de la segunda mitad del s. XIX: el adulterio. El
desenlace fatal de la situación adúltera es el más frecuente (La Regenta, por ejemplo),
pero en alguna novela puede llegar a un estado cercano a la caricatura, como sucede
en Lo prohibido, de Galdós, donde José María Bueno se enamora sucesivamente de
sus tres primas, movido exclusivamente por el estímulo de que estén casadas.
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Desde luego, este núcleo temático viene respaldado por la condena social que en el
momento tiene la relación extramarital de uno de los cónyuges, sobre todo si se trata
de la mujer.
No debemos olvidar que ésta, cuando abandona el hogar, puede ser conducida de
nuevo a él por la fuerza pública. Si la mujer es la sorprendida en adulterio, el castigo
que algunos códigos penales (por ejemplo el francés) llegan a prever es la pena de
muerte. Por el contrario, el hombre no corre estos riesgos.
Ante esta situación "real" no debe sorprendernos que el protagonista literario de estos
hechos sea, en las cuatro esquinas de Europa, siempre la mujer (Madame Bovary, del
francés Flaubert; Ana Karenina, del ruso Tolstoi; Effi Briest, del alemán Theodor
Fontane; La Regenta, del español Leopoldo Alas Clarín).
El hombre involucrado en los argumentos de adulterio presenta una situación muy
diferente a la de la mujer: si es soltero, se caracterizará con los tintes del tradicional
don Juan, aunque privado ya de la aureola gloriosa que tuvo en la literatura anterior; si
se trata del marido infiel, su comportamiento aparece como el de un libertino
moralmente condenable, pero digno de disculpa en cuanto es esclavo de sus
tendencias naturales.
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GALDÓS
VIDA
Benito Pérez Galdós nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1843. en su
tierra natal, vive y estudia hasta los 19 años. En 1862 fue a estudiar Derecho a Madrid,
ciudad en la que transcurriría el resto de su vida y de la que había de ser el más ávido
y profundo observador. Ya en sus años de estudiante se interesa especialmente por
los problemas sociales, políticos e ideológicos de su época; colabora en diversos
periódicos, y se define como progresista y anticlerical.
En 1867 y 1868 hace sendos viajes a París. Allí descubre a los grandes novelistas
franceses; Balzac le deslumbra. Su primera novela, La Fontana de Oro, aparece en
1870. Con ella se inaugura el renacimiento de nuestra novelística. Años más tarde, en
efecto, Menéndez Pelayo afirmaría: “Entre ñoñeces y monstruosidades, dormitaba la
novela española por los años 1870, fecha del primer libro del señor Pérez Galdós.”
Emprenderá enseguida la redacción de los Episodios nacionales, que alterna
con otras novelas. Su dedicación a la literatura es titánica: escribe sin descanso. Su
producción, ingente, alcanza mayores cimas en los años 80. por entonces, Galdós
entra en la liza política: de 1886 a 1890 es diputado por el partido de Sagasta.
A partir de 1890, se advierte en su producción cierto giro hacia el idealismo, o
mejor, un interés por los problemas espirituales. Por otro lado, a pesar de su fama,
pasa notables apuros económicos; esa es, en parte, la razón de que pruebe fortuna en
el teatro.
A partir del 98, sus ideas políticas se radicalizan: en varias ocasiones es diputado
republicano y llega a establecer contacto con los socialistas. Pero esta radicalización
de sus ideas va acompañada de un espíritu cada vez más tolerante.
Los últimos años de su vida fueron tristes: pierde la vista, aumentan sus
dificultades económicas, sus enemigos impiden que se le otorgue el Premio Nobel…
Murió en Madrid en 1920, cuando resultaba “de buen tono” menospreciar su obra.
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infrecuente capacidad de comprensión, que alterna con una lucidez exigente. Su
pintura de caracteres se basa, unas veces, en una admirable técnica del retrato, a
base de pinceladas sueltas sobre los rasgos físicos o morales, la indumentaria, los
gestos; pero, sobre todo, Galdós domina el arte de caracterizar a sus personales por
su lenguaje, poniendo en cada uno rasgos diferenciadores de habla. Esto nos lleva a
hablar de su estilo.
El estilo de Galdós no ha sido siempre bien comprendido: no ha faltado quien
le acusara de descuido y hasta de ramplonería (Valle-Inclán le llamaba “Don Benito el
garbancero”). Pero hay que insistir en cómo adapta Galdós el lenguaje a la índole de
los personajes: ramplón, cuando el personaje lo es (cosa que sucede con frecuencia);
ridículamente engolado, cuando se trata de un pedante; coloquial, tierno, etc., según lo
exija la ocasión. Cuando habla el novelista, su estilo es espontáneo, antirretórico,
diametralmente opuesto a la hinchazón romántica. En conjunto, es una prosa de una
gran expresividad, ágil, plagada de rasgos geniales por su poder de sugerir.
En algunos puntos, la técnica y el estilo de Galdós es de una sorprendente
modernidad. En este sentido, hay que destacar su frecuente utilización del
“monólogo interior”, que consiste en la reproducción de los pensamientos de un
personaje, imitando su fluir natural y hasta desordenado, sin aparente intervención del
narrador. Tal procedimiento (del que se podrán ver ejemplos eminentes en Miau) es
uno de los más característicos de la novela contemporánea.
La intención crítica, en fin, redondea estos rasgos del realismo galdosiano.
Pero, salvo en algunas obras primerizas, no adopta la forma de “tesis”. Su gran arma
es la ironía, de la que Galdós es maestro. En esto, como en otras características de
su arte, su gran modelo fue Cervantes.
LA OBRA
El mismo Galdós dividió su producción en Episodios nacionales, Novelas
españolas de la primera época y Novelas españolas contemporáneas. A ello se
añaden sus obras teatrales, sin contar sus numerosos artículos y su interesante
correspondencia.
LOS EPISODIOS NACIONALES
Constituyen un ambicioso proyecto narrativo: ofrecer una visión novelada del
siglo XIX. Se componen de 46 novelas de mediana extensión, distribuidas en cinco
series de diez títulos cada una, salvo la última –interrumpida-, que sólo consta de seis.
Las dos primeras series, compuestas entre 1873 y 1879, recogen la guerra de
la Independencia y el reinado de Fernando VII. Dos protagonistas (Gabriel Araceli, en
la primera; Salvador Monsalud, en la segunda) les confieren cierta unidad. En este
ciclo se hallan las novelas más elogiadas por la crítica, como Trafalgar, Bailén,
Zaragoza, etc.
Muchos años después, Galdós emprendió las series restantes, escritas entre
1898 y 1912. Abarca en ellas desde las guerras carlistas hasta la Restauración. Su
rasgo principal es la postura crítica de Galdós ante la intransigencia española, fuente
de enfrentamientos fratricidas durante aquel período.
Con los Episodios, Galdós logró un acierto fundamental: crear un nuevo tipo
de novela histórica, lejos de lo que este género había sido en el Romanticismo. Ello
se debe a su riguroso esfuerzo de documentación y a su propósito de objetividad. El
aliento colectivo integra las anécdotas individuales: de ahí su fuerza épica y la
equilibrada fusión de lo histórico con lo novelesco.
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LAS PRIMERA NOVELAS
Son las que compuso hasta 1880, a la vez que escribía las dos primeras series
de los Episodios. Se inician, precisamente, con dos novelas históricas, que se sitúan
también en la España del primer cuarto de siglo: La Fontana de Oro y El audaz.
A estas les siguen otras que abordan ya la vida contemporánea: Doña Perfecta
(1876), Gloria (1877), La familia de León Roch (1878), etc. Las tres responden a la
característica postura de Galdós ante los enfrentamientos ideológicos entre los
españoles. En ellas, frente a protagonistas de espíritu abierto y moderno, coloca a
personajes de estrecha mentalidad tradicionalista. Su propósito es atacar la
intransigencia y el fanatismo; tal propósito, demasiado visible, convierte a estas obras
en novelas de “tesis”, con un maniqueísmo algo primario, a diferencia de las novelas
posteriores.
Muy distinta, aunque de la misma época es Marianela (1878), idilio trágico
entre una muchacha fea y pobre, y su amo rico y ciego, a quien aquella sirve de guía.
LAS NOVELAS ESPAÑOLAS CONTEMPORÁNEAS
Así llamó Galdós a las 24 novelas que publicó a partir de 1881. el conjunto es
impresionante; por estos miles de páginas desfila todo el Madrid de su tiempo:
burgueses adinerados, nobles arruinado, burócratas influyentes o cesantes, gentes
humildes y míseras; el ideal se codea con la bajeza, la caridad con la avaricia, la
ostentación con la mugre, la inocencia con la perversidad…
La unidad de ese complejo mundo es sorprendente. La refuerza el hecho de
que no pocos personajes aparezcan en varias novelas (unas veces como principales,
otras como secundarios). Pero, sobre todo, es la unidad de una época, de un ambiente
de una sociedad: los personajes de ficción aparecen en un contexto histórico preciso,
con exactas referencias al acontecer político.
La mirada de Galdós sigue siendo la de un espíritu progresista, agudamente
crítico frente al panorama que pinta. Pero las tesis han cedido el puesto a un análisis
más objetivo y exacto. Galdós presenta: el lector tiene más margen para sus propios
juicios. Todo lo más, la citada ironía galdosiana envuelve a los personajes mediocres,
desnudándolos ante nosotros.
Citemos algunos de los títulos más destacados: La desheredada (1881) se
hace eco de ciertos elementos naturalistas (la herencia y los condicionamientos
sociales). Tormento y La de Bringas (ambas de 1864 y con personajes comunes)
denuncian la ambición, la envidia, la hipocresía y el afán de “aparentar” de ciertos
funcionarios y nobles arruinados en las postrimerías del reinado de Isabel II. Fortunata
y Jacinta (1886-87) es, sin duda, su obra maestra y una de las máximas novelas
españolas de todos los tiempos: son más de mil páginas de una riqueza inigualable,
en donde no se sabe qué admirar más, si las inolvidables figuras de las dos mujeres
que le dan título, o el amplio panorama social que las enmarca. En 1888 se publica
Miau. Siguen, entre otras, las cuatro novelas de sobre Torquemada, estudio
estremecedor de la avaricia y del mundo de los negocios (Torquemada en la hoguera,
Torquemada en la Cruz, Torquemada en el Purgatorio y Torquemada y San Pedro).
Las tres últimas novelas citadas son ya posteriores a 1890. A partir de
entonces, como hemos dicho, se percibe una inclinación de Galdós hacia los
problemas espirituales. Así, Ángel Guerra (1890) aborda el problema de la falsa
vocación y la verdadera fe, Nazarín (1895) presenta a un sacerdote que fracasa en un
mundo mezquino e incapaz de comprender sus exigencias de pureza evangélica;
Misericordia (1897), otras de sus obras maestras, es la novela de la caridad: presidida
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por la inolvidable Benina –criada de pobres que aún quieren “aparentar”-, nos
descubre diversos estratos de la miseria madrileña.
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Emilia Pardo Bazán (1851-1921) fue considerada como la abanderada del
Naturalismo en España. Y Blasco Ibáñez (1867-1928) llegó a ser llamado “el Zola
español”.
Pardo Bazán publicó en 1882-1883 una serie de artículos con el título general de La
cuestión palpitante. Con un gran conocimiento de causa, estudia los precedentes del
Naturalismo y expone las ideas de Zola. Por un lado, lo defiende contra quienes lo
acusan de inmoral, pero, por otro lado, rechaza enérgicamente el determinismo y las
demás bases ideológicas de la escuela, en nombre de una concepción cristiana (el
mismo Zola, al tener noticias de que la escritora española era tildada de “naturalista”,
manifestó su extrañeza de que pudiera ser, a la vez, naturalista y católica. Y, con
acierto, sentenció que “el naturalismo de esa señora es puramente formal, artístico y
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literario”). Las aclaraciones de Pardo Bazán y las palabras de Zola resuelven
adecuadamente el problema del llamado “Naturalismo español”. Si el Naturalismo es
un sistema al que son consustanciales el materialismo, el determinismo
(herencia genética, etc.), apenas puede certificarse su presencia en España. Todo
lo más, se encontrarán ejemplos ocasionales en alguna novela de Galdós (La
desheredada) y en algunas páginas de Clarín, aparte de Emilia Pardo Bazán.
Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928). Conocido como el Zola español, este escritor
valenciano destaca por sus novelas regionales, centradas en el análisis de las
relaciones y de los problemas sociales de la ciudad y de la huerta valenciana. Son
títulos importantes La barraca (1898) y Cañas y barro (1902). En estas novelas es
donde se percibe una mayor influencia del Naturalismo. Las preocupaciones sociales
dominan títulos posteriores como La catedral (1903). Fuera de España, le llegó el
reconocimiento con novelas como Sangre y arena (1908), cercana al folletín y
centrada en el mundo de los toros.
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