Geometrías No Euclidiandas - Fundamentos
Geometrías No Euclidiandas - Fundamentos
Geometrías No Euclidiandas - Fundamentos
En la geometría de Euclides, así como en la hiperbólica de Bolyai y Lobachevski, se supone tácitamente que
la recta es infinita (la extensión infinita de la recta está esencialmente vinculada con el concepto y los axiomas de
“estar entre”). Pero después que la geometría hiperbólica hubo abierto el camino hacia la libre construcción de
geometrías, era natural preguntar si podía construirse una geometría no euclídea en la cual una línea recta no fuera
infinita, sino finita y cerrada. Por supuesto, en tales geometrías no sólo debería abandonarse el postulado de las
paralelas, sino también los axiomas referentes a “estar entre”. Los desarrollos modernos han probado la importancia
física de estas geometrías. Fueron consideradas por primera vez en el discurso inaugural pronunciado en 1851 por
Riemann con motivo de su admisión como profesor adjunto (“Privat - Docent”) en la Universidad de Gotinga. Pueden
construirse geometrías con rectas finitas y cerradas en una forma carente por completo de contradicción.
Es curioso observar cómo los creadores de la geometría no euclidiana de la primera mitad del siglo XIX, a
pesar de su obra capital, parece que se hubieran alejado del concepto platónico que preside los Elementos de
Euclides y hubiesen retrocedido, volviendo a considerar la geometría como una ciencia destinada a medir las cosas
de la Tierra. En efecto, al vislumbrar la posibilidad de geometrías distintas de la euclidiana, en lugar de adquirir el
convencimiento de que el postulado V era indemostrable y que, en consecuencia, existían otras geometrías
igualmente verdaderas, mostraron una constante preocupación por averiguar, por vía experimental, cuál era la
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“verdadera” geometría, es decir, cuál era la geometría válida en la naturaleza.
El mejor método que a uno se le ocurre pensar, para ello, consiste en medir la suma de los ángulos de un
triángulo y comprobar si ella es igual, mayor o menor que dos rectos, El primer ensayo lo hizo Gauss, midiendo los
ángulos del triángulo formado por las cimas de los montes Brocken, Hohenhagen e Inselberg, triángulo cuyos lados
miden varias decenas de kilómetros. El resultado fue que la suma difería de 180º en cantidades muy pequeñas,
atribuibles a errores de observación.
Esos errores, inevitables por precisas que sean las mediciones, hacen que mediante este tipo de experiencias
no sea posible decidir cuál es la geometría real de la naturaleza; a lo sumo sirven para llegar a la conclusión de que,
para los usos corrientes de las ciencias experimentales, la geometría euclidiana es perfectamente válida. Las no
euclidianas tienen interés puramente teórico cuando se considera que conocer es el único fin de la geometría, pero
tienen valor escaso como geometrías para medir u observar los fenómenos naturales. Para ello la euclidiana es
suficiente, y es también la más práctica, por se la más simple y la más adaptada a la intuición.
Es explicable que así lo sea. Los postulados en que se basa una geometría se eligen lo más evidentes posible
para la intuición. Pero ésta es producto de la observación de la naturaleza por los sentidos. Por lo tanto, al menos
nos mantengamos en el orden de magnitud apreciable por los sentidos, la geometría euclidiana será la más acorde
con la naturaleza, por ser el postulado de Euclides el más evidente por la intuición. Orta cosa puede ocurrir al tratar
fenómenos cuyo orden de magnitud sea muy diferente del que aprecian directamente los sentidos, como distancias
estelares o diámetros de partículas elementales. En esos casos podría ser que la intuición fallara y que otras
geometrías fueran más apropiadas, de la misma manera como para grandes velocidades, superiores a las
observadas directamente por los sentidos, deja de ser exacta la mecánica newtoniana (la más evidente por la
intuición) y debe ser sustituida por la einsteiniana.
Desde el punto de vista de la matemática pura, en cambio, todas las geometrías tiene igual valor. Sus
estructuras matemáticas distintas pero igualmente valederas, cuyo interés puede variar según la aplicación que se
les encuentre. Para los usos de la práctica, la geometría euclidiana es la que mejor se adapta. En cambio, para
ciertos capítulos de la matemática pura (teoría de funciones automorfas) o de la física teórica (teoría de la relatividad)
los esquemas de las geometrías no euclidianas son los más apropiados.
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Henri Poincaré ha rechazado la posibilidad de decidir, por medio de la experiencia, cuál es la “verdadera” geometría. Más aún,
sostiene que el problema en sí carece de sentido, ya que una geometría no es más o menos verdadera sino más o menos
cómoda para ser aplicada a un cierto “mundo”. Para el nuestro, este carácter es poseído por la geometría euclidiana.
TRIÁNGULO EN LA GEOMETRÍA ESFÉRICA:
“LA SUMA DE LOS ÁNGULOS INTERIORES DE UN TRIÁNGULO ES PUEDE SER MAYOR A 180°”