Popol Vuh
Popol Vuh
Popol Vuh
Popol Vuh (del quiché: Popol Wuj ‘Libro del Consejo’) es el nombre de una recopilación bilingüe de
narraciones míticas, legendarias e históricas del pueblo maya k'iche' o quiché, el pueblo indígena
de la actual Guatemala con mayor cantidad de población. Este libro, de gran valor histórico y
espiritual, ha sido llamado el Libro Sagrado de los mayas. En la ortografía kꞌicheꞌ contemporánea el
libro se llama Popol Wuj, conforme a las normas de la Academia de Lenguas Mayas de Guatemala.
El Popol Vuh, también conocido como Libro del Consejo, es un libro que atesora gran parte de la
sabiduría y muchas de las tradiciones de la cultura maya, establecida principalmente en lo que hoy
en día es Guatemala. Es un completo compendio de aspectos de gran importancia como religión,
astrología, mitología, costumbres, historia y leyendas que relatan el origen del mundo y de la
civilización, así como de los muchos fenómenos que suceden en la naturaleza.
Historia
El texto del Popol Vuh se conserva en un manuscrito bilingüe redactado por fray Francisco
Ximénez, quien se identifica como el transcriptor (de la versión en maya quiché) y traductor de un
«libro» antiguo. Con base en esto se ha postulado la existencia de una obra escrita alrededor del
año 1550 por un indígena que, luego de aprender a escribir con caracteres latinos, capturó y
escribió la recitación oral de un anciano. Sin embargo, este hipotético autor «nunca revela la
fuente de su obra escrita y en su lugar invita al lector a creer lo que quiera del primer folio
recto»,2 donde afirma que el libro original "ya no se ve más" y utiliza la expresión "pintado" para
describirlo. Si existiera tal documento, habría permanecido oculto hasta el período 1701-1703,
cuando Ximénez llegó a ser cura doctrinero de Santo Tomás Chichicastenango (Chuilá).
El manuscrito del padre Ximénez contiene el texto más antiguo conocido del Popol Vuh. Está
escrito de forma paralela en k'iche' y español, como se ve en el recto y verso del primer folio.
Fray Francisco Ximénez transcribió y tradujo el texto en columnas paralelas de k'iche' y español.
Más tarde elaboró una versión en prosa que ocupa los primeros cuarenta capítulos del primer
tomo de su Historia de la provincia de Santo Vicente de Chiapa y Guatemala, que empezó a
escribir en 1715.
Los trabajos de Ximénez permanecieron archivados en el Convento de Santo Domingo hasta 1830,
cuando fueron trasladados a la Academia de Ciencias de Guatemala. Nota 1 En 1854 fueron
encontrados por el austríaco Karl Scherzer, quien en 1857 publicó el primer tallado de Ximénez en
Viena bajo el título primitivo Las historias del origen de los indios de esta provincia de Guatemala.
Brasseur murió en 1874 y dejó su colección a Alphonse Pinar. Este no mostró mayor interés en el
área de Centroamérica y vendió la colección en 1883 a fin de reunir fondos para otros estudios. El
manuscrito original de Ximénez fue comprado por el coleccionista y hombre de negocios Edward
E. Ayer, quien residía en Chicago, Estados Unidos. Como miembro del consejo de administración
de una biblioteca privada de Chicago, tomó la decisión de donar su colección de diecisiete mil
piezas a la biblioteca Newberry, un proceso que duró de 1897 a 1911. Tres décadas más tarde, el
embajador guatemalteco Adrián Recinos localizó el manuscrito en la biblioteca y publicó la
primera edición moderna en 1947. Hoy, un facsimilar del manuscrito está disponible en línea
gracias a una colaboración de la Newberry y la Biblioteca de la Universidad Estatal de Ohio, bajo la
dirección del profesor Carlos M. López.
La localidad de Santa Cruz del Quiché fue fundada por los españoles para sustituir Q’umar Ka’aj, la
antigua capital del reino k’iche’. Juan de Rojas y Juan Cortés aparecen citados en el libro como los
últimos integrantes de la generación de los reyes k'iche'
Los primeros investigadores supusieron que el Popol Vuh había sido escrito en lengua maya con
caracteres latinos, recogiendo de este modo la tradición oral existente en los siglos XVI y XVII. La
mención en las genealogías de personajes del periodo posterior a la conquista indican sin duda
que la obra tal como existe actualmente es también posterior a la presencia hispánica en el área.
René Acuña, al igual que otros estudiosos, puso en duda que el contenido reflejado en el Popol
Vuh fuera realmente maya, pues señala que «el Popol Vuh es un libro diseñado y ejecutado con
conceptos occidentales. Su unidad de composición es tal que da pie para postular un solo
recolector de las narraciones, no parece que este haya sido un autodidacta espontáneo nativo que
redactó las memorias de su nación».5 Esta teoría se basa en ciertos errores de transcripción que
comete Ximénez al trasladar el texto, lo cual revela su desconocimiento de la lengua k’iche’. Por
ejemplo, las analogías con el libro bíblico del Génesis, si bien mezcladas con conceptos puramente
mesoamericanos, han hecho sospechar tanto de una intervención clerical en su composición como
en el resultado de un proceso de aculturación.
Al respecto, señala Acuña: «Si la fidelidad con que Ximénez copió y tradujo el texto k'iche' fuera el
criterio para establecer la autenticidad del Popol Vuh, habría, de inmediato, que declararlo falso
[...] Enumerar en detalle todas las inexactitudes que Ximénez introdujo podría justificar un trabajo
de páginas cuyo número no se puede cuantificar [...] Ante la imposibilidad de efectuar aquí un
examen pormenorizado de las traducciones que hizo Ximénez del Popol Vuh, tendré que limitarme
a decir que son desiguales y muy infieles y que el fraile omitió traducir un elevado porcentaje del
texto. Mi apreciación se basa en el minucioso análisis comparativo que he realizado de las
primeras 1,180 líneas del Popol Vuh con las dos versiones españolas de fray Francisco. Pero mi
intención no está dirigida a desacreditar la competencia lingüística de este religioso, sino a poner
de manifiesto que, con el escaso conocimiento de la lengua k'iche' que poseía, resulta natural que
haya desfigurado la obra al copiarla».6
Al poner en duda la capacidad de Ximénez de manejar la lengua maya surge la duda lógica de si el
Popol Vuh es un texto original maya, puesto que en la actualidad solo se cuenta con la versión de
dicho religioso. En este mismo orden de ideas, John Woodruff, otro crítico, ha llegado a la
conclusión de que «no está suficientemente establecida la medida de la interacción que Ximénez
tiene con el texto [...] y sin discutir lo que pudiera constituir un discurso indígena auténtico, por lo
menos se pueden identificar algunas de las ideas contenidas en el primer folio recto como no
totalmente indígenas».2 Por su parte, Canto López, comenta que es posible cuestionar la
existencia de un libro original de procedencia prehispánica,7 lo que llevaría a la conclusión lógica
de que fue escrito con apoyo de la tradición oral.
Algunos arqueólogos, no obstante, se han esforzado en encontrar indicios de las narraciones del
Popol Vuh en los jeroglíficos mayas del período prehispánico.
Memorial de Sololá
El Memorial de Sololá es un libro que también es llamado como Anales de los Kaqchikeles. En este
texto se relatan distintos sucesos de la cultura maya kaqchikel. Así mismo, también se cuentan
diversas historias de los antepasados mayas.
El Memorial de Sololá o Anales de los Kaqchikeles es una crónica del origen de los mayas
kaqchikeles. Estos relatos fueron escritos alrededor de 1560 por Francisco Hernández Arana. El
objetivo de Hernández era escribir la historia de su pueblo para preservarla, ya que él vivió los
momentos de la Conquista.
Las narraciones que plasmó este guatemalteco originalmente fueron escritas en idioma kaqchikel.
Así mismo, son un testimonio de la historia y mitología kaqchikel que solo era trasmitida a través
de la tradición oral. Por otra parte, en dicho libro se pueden leer varios hechos muy parecidos a los
contados en el Popol vuh.
Por su lado, el autor esclareció cada uno de estos acontecimientos porque fue nieto de uno de los
reyes kaqchikeles, conocidos como la familia Xajilá o Xahila. Según estos datos, esta familia hizo un
recorrido desde su lugar de origen llamado Tulán hasta llegar al actual territorio guatemalteco.
Con el paso del tiempo, esta obra cobró gran importancia histórica. Esto debido a que es un
acercamiento con el pensamiento maya prehispánico. De igual modo, se puede conocer más
acerca de la lucha y el proceso de adaptación con la Conquista española.
Está dividido en dos partes, la primera hace referencia a lo mitológico o legendario. Toma en
cuenta toda la parte ancestral, la creación, así como los linajes y las familias. También contiene
una síntesis de las migraciones desde Tulán hasta su llegada a Atitlán y el encuentro con los
tz’utujiles.
La segunda parte es más de carácter histórico y cronológico. Entre los hechos que se resaltan
están los acontecimientos sucedidos entre los diversos señoríos indígenas. Igualmente, también se
habla de la Revolución de Iximché y la Conquista española.
Rabinal achí
El Rabinal Achí es una danza de los mayas de origen prehispánico que va acompañada
de diálogos escritos en siglo XIX y que representan una obra literaria representativa de
la cultura maya; ésta fue preservada en Guatemala. Fue declarada Obra Maestra de la
tradición Oral e Intangible de la Humanidad, en 2005 por la Unesco, siendo inscrita en
2008 en la Lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.1
El nombre original en maya Achí es: Xajoj Tun, que significa Danza del tun (tambor). Es
un drama dinástico de los maya kek’ que data del siglo XV, y un ejemplo raro de las
tradiciones prehispánicas. En él se mezclan mitos del origen del pueblo q'eqchi' y las
relaciones político-sociales del pueblo de Rabinal, Baja Verapaz, Guatemala, que son
expresados por medio de máscaras, danza, teatro y música. Este drama sobrevivió en la
clandestinidad desde 1625 hasta 1856, hasta que el sacerdote francés Charles Étienne
Brasseur de Bourbourg lo tradujo, según la narración en achí de Bartolo Sis.
Es una obra en la que se dramatiza el rompimiento de la alianza entre los K’ich’e y los
Rabinaleb; la obra se divide en cuatro actos, cuyo desenlace es la muerte de K’iche’e
Achí, es decir, el triunfo de los Rabinaleb, el primer acto suele ser el más largo.2
La tradición oral y escrita es representada por un grupo de personajes, quienes aparecen
en un escenario que representa aldeas mayas, particularmente Kajyub’, la capital regional
de los rabinaleb’ en el siglo XIV. La narrativa se divide en cuatro actos y trata el conflicto
entre dos entidades políticas importantes en la región, los rabinaleb’ y los k’iche’, según
explica Alain Breton, en su libro Un drama dinástico maya del siglo XV.
Los personajes principales son dos príncipes: el Rabinal Achí y el K’iche Achí. Otros
personajes son: el rey de Rabinaleb’, Job’Toj, y sus sirvientes Achij Mun e Ixoq Mun,
quienes representan al hombre y la mujer. La madre con plumas verdes es Uchuch Q’uq’,
y trece águilas y trece jaguares, que representa a los guerreros de la fortaleza de Kajyub’.
El K’iche’ Achí es capturado y llevado a juicio por haber intentado secuestrar a niños de
Rabinaleb’, un delito muy grave en la ley maya.
En el “Rabinal Achí” se narra cómo los Rabinaleb se rebelan y separan de la
confederación política de los K’iche’s, al intentar estos conquistar el valle de Rabinal. Los
K’iche’s mantenían, en la época, el dominio político sobre vastas regiones y pueblos.
En la obra, K’ich’e Achí, guerrero de los K’ich’es, es capturado por el guerrero de los
Rabinaleb, Rabinal Achí, en las afueras de Kajyub’, cuyo dignatario es Job’ Toj; el
guerrero K’ich’e es juzgado y condenado a muerte. Antes de ser sacrificado, K’ich’e Achí
pide tomar la bebida ceremonial embriagante de los Rabinaleb y bailar con la princesa de
Kajyub llamada Uchuch Q’uq’ Uchuch Raxon “La madre de las Plumas Verdes, la Madre
de las Plumas Azules”; así también pide que le concedan 260 días para ir a despedirse de
su tierra. Una vez concedidos todos estos deseos, K’ich’e Achí es sacrificado por los
guerreros águilas y los guerreros jaguares al mando de Rabinal Achí.3
Al cautivo se le permite ir a despedirse de su pueblo. Antes de su ejecución, se le
concede bailar al ritmo del tun con la princesa de Rabinal y disfrutar de bebidas reales.
Hoy, 500 años después, los rabinaleb' creen que los espíritus de los guerreros muertos en
esa batalla, que habitan en los montes circundantes, están presentes también en la
danza.
Chilam Balam
Chilam Balam (del maya yucateco: Chilam Báalam) es el nombre de varios libros que
relatan hechos y circunstancias históricas de la civilización maya. Escritos en lengua
maya, por personajes anónimos, durante los siglos XVI y XVII, en la península de
Yucatán. A ese nombre se le agrega el nombre de la población en donde fueron escritos,
por ejemplo, el Chilam Balam de Chumayel, etc. Son fuente importante para el
conocimiento de la religión, historia, folclor, medicina y astronomía maya precolombina.
Hubo libros del Chilam Balam que fueron redactados antes de la conquista española.
Durante la época colonial, la mayor parte de los escritos y vestigios de la religión maya
fueron destruidos por los misioneros católicos españoles, al considerar que tales vestigios
representaban influencias paganas y por tanto nocivas para la catequización de los
mayas.
Los libros actuales del Chilam Balam fueron escritos por los mayas después de la
conquista, presuntamente propiciados por los europeos, por lo que en su redacción se
nota ya la influencia de la cultura española, sobre todo en materia religiosa. También
existe la versión de que fueron escritos por ayudantes indígenas de frailes. Los libros en
su conjunto relatan acontecimientos de relevancia histórica consignados conforme a
los katunes (períodos de 20 años) del calendario maya.
Los relatos dejan constancia de las tradiciones religiosas del pueblo original, así como de
su devenir histórico. Algunos historiadores piensan que los libros podrían contener cierta
información que habría provenido, a través de la memoria colectiva, de los escritos
destruidos en el auto de fe de Maní del arzobispo Diego de Landa (1524-1579).
En el siglo XIX, el filólogo yucateco Juan Pío Pérez, realizó una recopilación fragmentaria de
los Chilam Balam de Maní, Kaua e Ixil, junto con otros documentos importantes, con el
propósito de estudiar la cronología de los mayas en Yucatán. A esta publicación que el autor
denominó Principales épocas de la historia antigua de Yucatán, más tarde se le dio el nombre
indebido de Códice Pérez con el que se le conoce en la península de Yucatán. A este
respecto, el historiador y también mayista Alfredo Barrera Vásquez señaló:
Códice Tro-Cortesiano
El Códice de París o Peresianus,1 es uno de los cuatro códices mayas precolombinos que se
conservan. Recibió ese nombre por encontrarse en la Biblioteca Nacional de París.2 Su estado
de conservación es deplorable y muchas páginas han perdido los textos e imágenes
superiores e inferiores.3
Se trata de un códice pequeño comparativamente, ya que cuenta solamente con 11 hojas
pintadas por ambos lados, midiendo cada una entre 20 a 25 cm de largo por 12,5 centímetros
de ancho.4
Dos de las páginas del documento han perdido completamente todos los detalles, y en las
otras ocho se preservan razonablemente intactos los glifos ubicados en la parte central, pero
todos los motivos cercanos a los cuatro márgenes se han borrado.5 La única discusión
completa acerca del códice es el trabajo de Bruce Love en "El Códice de París: Manual para
un sacerdote maya" de 1994, que refiere su temática a cuestiones rituales, correspondiente a
los dioses y sus ceremonias, profecías, calendario de ceremonias y un zodiaco dividido en
364 días.6
Originalmente contaba con 24 páginas pero se perdieron dos y en otras dos el deterioro es
casi total, asimismo en todos los bordes. El mal estado podría deberse al ambiente y humedad
en el que se conservó, además de la falta de atención en la biblioteca de París, que lo adquirió
en 1832, pero cuyos bibliotecarios no lo cuidaron, al punto que estuvo extraviado por algún
tiempo. Actualmente se encuentra en un caja de madera con una tapa de vidrio que permite
ver dos hojas nada más; no hay indicios que los responsables del códice pretendan abrir la
caja, por temor a destruir lo que queda de este.3
Historia
Presuntamente descubierto en una esquina de una polvorienta chimenea de la Biblioteca
Imperial de París (ahora Biblioteca Nacional de Francia) tras ser adquirido en 1832, se dio a
conocer a partir de 1859 por parte de Léon de Rosny. Este códice, también conocido como
"Códice Peresianus", se encuentra en la actualidad en el Fondo Mexicano (Fonds Mexicain)
de la Biblioteca Nacional de Francia y guardado celosamente sin exhibirse al público.7
No obstante de este códice existen copias que han permitido su estudio. Estas copias, en su
mayoría, se derivan de la versión cromolitográfica de Léon de Rosny de 1887 (como la
publicación de Graz de 1968 y la de Chiapas de Thomas Lee Jr. de 1995) y la versión
fotográfica en blanco y negro de 1888.
Forma y procedencia
Se cree que se fabricó en papel de amate,4 pero también se cree que sus páginas están
hechas de fibra de hojas de coicabra, una higuera silvestre de la región, o bien de hojas de
maguey. En cualquiera de los casos, está cubierto por una capa no mineral de un material tipo
tiza.3
Con toda seguridad el códice fue creado antes de la conquista, debido a que no denota
ninguna clase de influencia occidental en los glifos ni en las imágenes.8 Data del período
prehispánico, pero en su etapa tardía, es decir para el Postclásico Medio o Tardío. Podría
provenir de Mayapan en Yucatán, o bien de Chiapas, pero debido a la falta de información no
puede asegurarse.
Está pintado en el anverso y el reverso, doblado en forma de biombo, se calcula que mide
1,40 metros. Los colores predominantes son el negro y el rojo, pero también incluye detalles
en marrón, verde, rosado y varios tipos de azul.
Códice Maya de México
El Códice Maya de México (también llamado Códice Grolier) es uno de los cuatro códices
mayas prehispánicos que aún se conservan y que se cree fue encontrado en una cueva
en Chiapas, México.1 Como en los casos en que no hay presencia de arqueólogos
profesionales, se puso en duda su autenticidad, ya que durante un largo periodo hicieron falta
pruebas sobre su edad y lugar de origen.
Un grupo de saqueadores llevaron por avión a Josué Sáenz, un conocido coleccionista
mexicano, a un lugar oculto de la selva de Chiapas, donde le vendieron en 1964 seis piezas
mayas, entre ellas una máscara de madera, un cuchillo de sacrificios con un mango en forma
de puño cerrado y un códice.34 Posteriormente, el coleccionista se llevó fuera del país este
códice, el cual fue recuperado por investigadores mexicanos en 1971, luego de haber sido
comprado en 1967 junto a otras piezas mayas, incluyendo una caja pequeña de madera.6
El nombre, Grolier, le fue atribuido porque fue expuesto por primera vez en el Club Grolier de
Nueva York.
El códice se encuentra en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, bajo la supervisión
del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), autoridad que no sólo ha validado su
autenticidad, sino que ha modificado la denominación oficial del códice a Códice maya de
México.
Tras su localización, se generaron dudas sobre la autenticidad del Códice Grolier, lo que en
parte se debió a la falta de información e investigación sobre su datación y origen.
En contra se hicieron afirmaciones como que “el texto glífico retoma los datos del calendario
venusiano del Códice de Dresde sin acompañarlos por predicciones, lo que no tiene sentido
en Mesoamérica: además las inverosimilitudes y contradicciones de la iconografía me han
convencido que este manuscrito es de fabricación moderna”.
Al realizarse los primeros estudios, se analizó por medio de isótopos un trozo de corteza
adherido a una página, dando como resultado una datación del año 1230 d. C., con lo cual los
expertos pusieron en duda no la autenticidad del material en que está pintado, que consideran
efectivamente prehispánico, sino la información pintada sobre este.
A favor de la autenticidad, otros creyeron que había sido pintado efectivamente hacia el
siglo XIII, aunque sorprendía el estado de conservación de las pinturas, afirmando algunos
arqueólogos que esto se debía a la cueva en la que se encontró, posiblemente ubicada en
Chiapas, pero sin certeza.
Stephen Houston, codirector del Programa de Culturas Antiguas de la Universidad de Brown;
junto con Michael Coe, profesor emérito de arqueología y antropología de la Universidad de
Yale (y líder del equipo de investigación del Códice Grolier); María Miller, también de la
Universidad de Yale, y Karl Taube, de la Universidad de California-Riverside, publicaron en la
revista Maya Archeology los resultados de una investigación, en colaboración de expertos de
las universidades de Harvard, que demostraron la autenticidad del Códice Grolier, fechándolo
como un texto maya elaborado en el siglo XIII, con lo cual es el códice existente más antiguo
de Mesoamérica. El estudio analizó la naturaleza de su estilo, la iconografía, el significado de
sus tablas, los datos científicos (incluidos la datación mediante carbono catorce) y la artesanía
con que se elaboró el códice. Asimismo, analizaron las críticas formuladas durante 45 años,
especialmente de cómo difiere de los otros tres códices mayas prehispánicos.
Para Stephen Houston, la idea de que fuese una falsificación es casi imposible porque el
códice tiene ilustraciones que un falsificador no podría haber imaginado, porque contiene
dioses que no fueron descubiertos antes de 1964; porque la técnica para crear el azul maya
solo se recreó de nuevo en un laboratorio en la década de 1980; y porque debió de ser un
experto en conocimientos mayas que se tienen solo desde años más recientes.
Fue en agosto de 2018 que investigadores del INAH, de la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM) y de la Universidad de Colorado en Boulder ratificaron la autenticidad del
códice, reafirmando su datación en el periodo de entre 1024 al 1154 d. C., es decir el
Posclásico Temprano. A partir de entonces (agosto de 2018) al Códice Grolier se le denominó
oficialmente Códice Maya de México.
Forma y procedencia
El Códice Grolier sigue el patrón de los otros tres códices conservados (Códice de
Madrid, Códice de Dresde y Códice de París). En cuanto a su presentación, también está
doblado en forma de biombo, aunque pintado solo en el anverso. Tiene una capa de estuco
sobre algún tipo de corteza vegetal.
El códice se encuentra incompleto, ya que se cree que originalmente tendría unas 20 hojas,
de las cuales solamente se conservan 11 trozos, aunque todo parece indicar que en realidad
son 10, ya que la página 11 es un fragmento perteneciente a la página 10.2 La mayoría de las
partes inferiores de las páginas están deterioradas, afectando la pigmentación, algunas
páginas muestran desteñimiento, pero esto no ha impedido notar que los colores principales
utilizados en el documento son el rojo y el rojo ocre, y en menor cantidad negro, marrón y
verde-azulado.
Aunque al igual que el Códice de Dresde muestra un almanaque relacionado con el
planeta Venus, la diferencia radica en que el Códice Grolier no muestra un estilo maya puro,
sino que tiene marcadas influencias del estilo Mixteca-Puebla.
En este códice son notorias las líneas guías que utilizó el escriba antes de realizar el trazo
final, haciendo uso de varios esquemas lineales para mantener la uniformidad en el dibujo y
en las columnas de los glifos.