30 - Doctrina - Falta de Reconocimiento Voluntario
30 - Doctrina - Falta de Reconocimiento Voluntario
30 - Doctrina - Falta de Reconocimiento Voluntario
I.- Introducción.
En este sentido, respecto a la prevención del daño el art. 1710 del Código Civil y Comercial
de la Nación (en adelante CCCN), establece: Deber de prevención del daño. Toda persona
tiene el deber, en cuanto de ella dependa, de: a) evitar causar un daño no justificado; b)
adoptar, de buena fe y conforme a las circunstancias, las medidas razonables para evitar que
se produzca un daño, o disminuir su magnitud; si tales medidas evitan o disminuyen la
magnitud de un daño del cual un tercero sería responsable, tiene derecho a que este le
reembolse el valor de los gastos en que incurrió, conforme a las reglas del enriquecimiento
sin causa; c) no agravar el daño, si ya se produjo.
A su vez, el art. 1716 del mismo cuerpo normativo regula la función resarcitoria de la
responsabilidad civil: “Deber de reparar. La violación del deber de no dañar a otro, o el
incumplimiento de una obligación, da lugar a la reparación del daño causado, conforme con
las disposiciones de este Código”.
Dado que los derechos en juego son derechos fundamentales, conforme lo establecido por
el art. 2 y 3 del CCCN en donde queda claro que al momento de aplicar e interpretar las
normas a la situación fáctica debe tenerse especial consideración a los principios y normas
integrantes del denominado Bloque de Constitucionalidad (Tratados Internacionales de
Derechos Humanos) que como sabemos tienen una aplicación transversal en todas las
relaciones reguladas por el derecho civil, con mayor razón en las relaciones familiares.
En este sentido, y tal como se mencionó, el derecho a tener una familia y el derecho a
conocer los orígenes que hacen a la identidad de un ser humano, son derechos humanos por
excelencia, ya que los mismos en cierta medida definen y dignifican a la persona, su
conocimiento le da un sentido de pertenencia con lo que esto significa en el desarrollo de su
personalidad. Por lo tanto, el CCCN con muy buen tino incorpora el art. 587 admitiendo la
reparación de los daños ocasionados por la falta de reconocimiento voluntario del hijo
extramatrimonial. Ya que en el caso del hijo matrimonial existe la presunción legal de
paternidad del marido de la madre, por lo tanto, no se aplica esta norma.
Así reza el art. 587 del CCCN: “Reparación del daño causado. El daño causado al hijo por
la falta de reconocimiento es reparable, reunidos los requisitos previstos en el Capítulo 1
del Título V de Libro Tercero de este Código” (en donde regula la responsabilidad civil)”.
Las denominadas acciones de estado son aquellas que tienen por fin lograr el
emplazamiento en el estado de hijo a través del dictado de un pronunciamiento judicial; es
aquella vía que el legislador pone a disposición de la persona que no fue reconocida
voluntariamente por su progenitor para poder obtenerlo forzadamente luego de un proceso
judicial de filiación. Inclusive el art. 583 al regular la reclamación en los supuestos de
filiación en los que está determinada solo la maternidad. “En todos los casos en que un niño
o niña aparezca inscripto solo con filiación materna, el Registro Civil debe comunicar al
Ministerio Público, el cual debe procurar la determinación de la paternidad y el
reconocimiento del hijo por el presunto padre. A estos fines, se debe instar a la madre a
suministrar el nombre del presunto padre y toda información que contribuya a su
individualización y paradero. La declaración sobre la identidad del presunto padre debe
hacerse bajo juramento; previamente se hace saber a la madre las consecuencias jurídicas
que se derivan de una manifestación falsa. Antes de remitir la comunicación al Ministerio
Público, el jefe u oficial del Registro Civil debe citar a la madre e informarle sobre los
derechos del niño y los correlativos deberes maternos, de conformidad con lo dispuesto en
la ley especial. Cumplida esta etapa, las actuaciones se remiten al Ministerio Público para
promover acción judicial”.
Con esto queda de manifiesto la importancia que tiene para el Estado como garante último
de los derechos de los niños, niñas y adolescentes cuando sus derechos se ven vulnerados
por la acción u omisión de los responsables parentales. El papel fundamental que cumple el
Ministerio Público, a través de sus asesores/as como representantes de los intereses de los
niños, niñas y adolescentes en todos aquellos procesos judiciales y administrativos en que
ellos sean partes a fin de garantizar que aquello que se resuelva sea lo más beneficioso en
resguardo del interés superior de la persona menor de edad involucrada.
Esto se suma, que el progenitor renuente, además estar sancionado con la indignidad para
suceder al hijo y pierde el derecho hereditario por el reconocimiento tardío post mortem,
excepto que haya habido posesión de estado de hijo conforme lo establece el CCCN.
Para que se configure la responsabilidad del progenitor en el supuesto bajo estudio, deben
reunirse los requisitos establecidos en el art. 1717 y siguientes del CCCN y los mismos
deben ser probados por el accionante.
a.- Antijuridicidad:
La responsabilidad parental implica una serie de deberes en cabeza de los progenitores, por
lo tanto la falta de reconocimiento intencional por parte del padre constituye una conducta
antijurídica desde que el hijo tiene el derecho a ser reconocido existe un deber correlativo
del padre a reconocerlo, como ya dijo el hijo tiene un derecho supranacional y fundamental
a tener una familia, a tener una filiación materna y paterna, circunscribiéndonos a los casos
de filiación por naturaleza extramatrimonial, por ende ante la conducta reticente del
progenitor al no reconocer al hijo/a, surge la obligación de reparar el perjuicio ocasionado.
Acertadamente Ferrer afirma que se trata de un daño antijurídico porque viola el deber de
no dañar a otro (art. 19, CN), y no está justificado, desde que el progenitor no podría alegar
que al omitir el reconocimiento está ejerciendo regularmente un derecho (arts. 1716, 1717 y
1718 CCCN)[5].
b.- Imputabilidad:
El factor de atribución es la culpa o dolo (art 1724 CCCN), pues se trata de un supuesto de
responsabilidad subjetiva extracontractual derivado de la violación de un deber legal. Puede
ser una omisión intencional, con explícita negativa, y obstrucción injustificada del proceso;
o negligente, por falta de colaboración, por reticencia a disipar las dudas que hubiese sobre
la paternidad, que obliga al hijo a promover la demanda. La viabilidad del resarcimiento
requiere la prueba de que el supuesto padre haya sabido o debido saber de la paternidad que
le atribuye, y omite reconocerlo[6], prueba que está a cargo del reclamante tal como ya se
dijo.
Por la negativa al resarcimiento por no darse todos los presupuestos se resolvió que”resulta
improcedente la indemnización reclamada con sustento en la falta de reconocimiento del
hijo si el demandado recién había tomado conocimiento de su posible paternidad a través de
una carta documento cursada poco tiempo antes de la promoción de la acción de filiación y
además se había sometido voluntariamente a las pruebas genéticas pertinentes”[8].
Primero tenemos que preguntarnos ¿cuál es el bien jurídico protegido que sería objeto de
lesión?, en este caso, sin duda alguna es el derecho humano fundamental a la identidad
personal, ya que al no haber sido reconocido voluntariamente por su progenitor biológico la
persona se ve privada de su identidad, de su sentido de pertenencia a la familia paterna, de
identificarse no solo con el apellido de su familia biológica sino también privado de su
historia vital con aquel grupo humano con el cual hubiera compartido herencia genética,
afectiva y patrimonial. Aclarado esto, y en el entendimiento de que la persona tiene el
derecho a ser reconocido, en sentido opuesto, el progenitor tiene el deber jurídico de
reconocer, ante el incumplimiento por la falta de reconocimiento se configura el hecho
ilícito y se produce la lesión al bien jurídico protegido de la víctima del mismo, causando el
daño resarcible.
Ahora bien, ¿qué daños puede reclamar el hijo? Dependiendo de las circunstancias del
caso, puede reclamarse tanto daño moral como daño material.
En este sentido entendemos por daño material aquel que consiste en el menoscabo del
patrimonio en sí mismo y puede dividirse en daño emergente y lucro cesante. El primero es
la pérdida o disminución de valores económicos ya existentes; esto es, un empobrecimiento
del patrimonio. El segundo implica la frustración de ventajas económicas esperadas, es
decir, la pérdida de un enriquecimiento patrimonial previsto. Toda indemnización debe
comprender ambos aspectos del daño.[9]
A su vez el daño moral se puede definir como el menoscabo o lesión a los intereses no
patrimoniales provocado por un hecho ilícito, es la lesión de índole espiritual que sufre una
persona herida en sus afecciones legítimas. Sería el reclamo judicial de un interés de orden
afectivo, es la incidencia del acto ilícito en la psiquis del damnificado. En definitiva, se
puede decir que se comprometen valores espirituales, de índole moral, sufrimientos graves
que afecten cuestiones morales, el estado anímico, que generen dolor y angustia grave[10].
En este orden de ideas, también se ha dicho que la posesión de estado de hijo, que implica
el ostensible trato de padre e hijo entre las partes, que sea público y notorio, no habilitaría
el reclamo por daño moral, afirmar tal premisa considero que es equivocada, ya que el daño
se configura por la lesión a la identidad del sujeto, es decir por la falta de reconocimiento
espontáneo por parte del progenitor que vulnera a su hijo al no inscribirlo como tal, por lo
que el trato ostensible no lo exime del resarcimiento por el daño causado al mismo por su
conducta omisiva. Si debe considerarlo el juzgador al momento de resolver como una
atenuante en la cuantificación del daño.
Finalmente, y como uno de los aspectos más importantes a la hora de ponderar la magnitud
del daño es la actitud que asume el renuente durante el proceso de reclamación de filiación
extramatrimonial, cuando su actuar es obstructivo, dilatorio contrario a la buena fe y lealtad
procesal, máxime cuando injustificadamente se niega a la realización de la pericia genética
siendo que la misma es considerada la reina de las pruebas, “regina probatio” en materia de
filiación por ser la más exacta.
Así las cosas, si el presunto progenitor obstruye el desarrollo pacífico del proceso judicial y
no comparece a realizarse la prueba de ADN estando debidamente notificado del turno
otorgado, en la Provincia de Mendoza específicamente se encuentra regulada tal situación
en el Código Procesal de Familia en el art. 179, en los siguientes términos: “…Si alguna de
las partes no compareciere a la extracción de las muestras o se negare a someterse a la
prueba, el/la Juez/a la emplazará por cinco (5) días para que pruebe las razones que fundan
su conducta procesal. Cumplido el término, si la parte demandada por reconocimiento de
vínculo filial por naturaleza no hubiere justificado su negativa o incomparecencia, se
dictará sentencia de emplazamiento filial valorándose dicha incomparecencia como indicio
grave. La paternidad así declarada podrá ser impugnada por acción ordinaria posterior en la
que se invoque y acredite inexistencia de vínculo biológico. Esta acción se regirá, en lo que
fuere compatible, por la acción de impugnación del reconocimiento prevista en el Artículo
593 del Código Civil y Comercial de la Nación”.
Es decir, que el Juez dicta sentencia valorando la conducta omisiva del accionado como un
indicio grave y emplazando al actor en el estado de hijo del mismo. Así lo entendió la
Cámara de Apelaciones de Familia de Mendoza al resolver: “Corresponde hacer lugar a la
demanda de filiación de reclamación de la paternidad extramatrimonial, si el demandado
se negó, en reiteradas oportunidades, a someterse a la extracción de sangre para realizar
la prueba de ADN, a sabiendas de la presunción que emana del art. 4 de la ley 23.511
(indicio grave según el art. 579 del CCyC)”[13].
Por lo que se concluye, que incide de manera determinante sobre la valoración de la cuantía
del daño ocasionado al interesado la obstrucción maliciosa del proceso.
En resumen la cuantificación del daño moral queda librada al prudente criterio del Juez y a
su soberano arbitrio, quien debe valorar todas las circunstancias del caso concreto
debidamente acreditadas (condiciones subjetivas del hijo, su contexto familiar y social,
edad, personalidad, asistencia del niño a la escuela, daño psicológico producido, plazo
transcurrido de la negativa paterna, conducta procesal del demandado, demora materna en
promover la acción, patrimonio del demandado, situación social de las partes, etc.)[14]
En cuanto a la legitimación activa para reclamar por daño moral el artículo 1741 del
Código Civil y Comercial dispone: “Está legitimado para reclamar la indemnización de las
consecuencias no patrimoniales el damnificado directo. Si del hecho resulta su muerte o
sufre gran discapacidad también tienen legitimación a título personal, según las
circunstancias, los ascendientes, los descendientes, el cónyuge y quienes convivían con
aquel recibiendo trato familiar ostensible. La acción solo se transmite a los sucesores
universales del legitimado si es interpuesta por este. El monto de la indemnización debe
fijarse ponderando las satisfacciones sustitutivas y compensatorias que pueden procurar las
sumas reconocidas”. El quantum indemnizatorio se determina por la magnitud del
sufrimiento causado, ponderando las satisfacciones sustitutivas y compensatorias que
pueden procurar las sumas reconocidas (art. 1741)[15].
Claro está que, poniendo en palabras la idea que transmitió la Dra. Kemelmajer de Carlucci
en una disertación en el Colegio de Abogados de Mendoza al momento de presentar el
Código Civil y Comercial de la Nación por el año 2015, en materia de derecho de familia
las normas que lo regulan deben considerarse al caso concreto, manifestándolo con la
expresión “es un Código de Casos”. Así, tanto el operador jurídico como el Juzgador al
momento de abordar un caso que involucre intereses familiares debe analizar y ponderar
todas las circunstancias particulares de las personas involucradas en la problemática, para
así valorar la normativa aplicable al caso concreto teniendo como eje rector el denominado
“bloque de constitucionalidad” y los principios generales establecidos en el CCCN que
sobrevuela toda la regulación familiar y de derecho privado.
Retomando el concepto de daño material, la pérdida de chance, dispone el art. 1739 del
CCCN, es indemnizable en la medida en que su contingencia sea razonable y guarde una
adecuada relación de causalidad con el hecho generador”. La indemnización no consiste en
el pago de alimentos retroactivos, lo resarcible es la pérdida de una chance, ese es el daño
cuyo monto debe fijar el juez equitativamente de acuerdo a las circunstancias del caso, y
cuyo cálculo no puede superar el plazo de prescripción de la acción por alimentos.[16]
¿Corresponde indemnizar el daño material, aunque en su hogar el hijo tuvo satisfechas sus
necesidades mínimas vitales?
El daño debe ser cierto, actual o futuro, y debe ser probado concretamente, pues no puede
tratarse de una mera eventualidad o de un daño hipotético o abstracto.[18]
Tal como lo afirma el Dr. Solari, el hecho de que el otro progenitor que reconoció al niño se
haya hecho cargo de satisfacer las necesidades básicas del mismo y que este no haya
sufrido privaciones no libera al no reconociente del cumplimiento de sus obligaciones
respectivas, pues el daño consiste en que la criatura, de haber sido reconocida, pudo haber
tenido una mejor situación económica, una mejor vida y mayores posibilidades de
desarrollo de su personalidad.[19]
Por lo que la extensión y el quantum del daño material dependerá de las circunstancias del
caso y lo que se logre probar concretamente en juicio.
V.- Prescripción de la acción indemnizatoria.
Ahora bien, ¿Cuándo nace la acción y por lo tanto, cuando comienza a correr el plazo de
prescripción de la misma? La tendencia mayoritaria entiende que el plazo de prescripción
empieza a correr desde la fecha del acto que establece la filiación, ya sea por el
reconocimiento del progenitor ante la inscripción del hijo en el Registro del Estado Civil y
Capacidad de las Personas o bien a través de una sentencia judicial firme que declare el
emplazamiento filiatorio, no siendo jurídicamente procedente que la acción resarcitoria sea
admitida sin previa certeza de la filiación.[21]
Comparto tal criterio en el entendimiento que mal podría reclamar un daño en el carácter de
hijo quien aún no ha sido emplazado y declarado como tal. Por lo tanto, es condición previa
o concomitante al inicio de la acción por daños, interponer la acción de estado de
reclamación de filiación extramatrimonial. En la Provincia de Mendoza, no pueden
acumularse ambas pretensiones en una misma demanda, ya que no se canalizan por el
mismo tipo de proceso. La acción por daños tramita por proceso ordinario y la acción de
filiación por proceso abreviado, ambos independientes entre sí.
A su vez, también podrá iniciar reclamo por alimentos provisorios intertanto tramite la
acción por filiación conforme lo establecido por el art. 544 del CCCN. Pero ambas
pretensiones (reparación del daño y alimentos) son accesorias y dependerán de la sentencia
que lo emplace al actor en el estado de hijo extramatrimonial[23]. Esto no obsta a que
ambos reclamos por daños y por alimentos puedan iniciarse una vez que exista sentencia
firme de emplazamiento filial a fin de contar con la certeza de que el actor es hijo del
accionado.
Es dable aclarar, que el curso de la prescripción queda suspendido mientras dure la menor
edad del hijo y este se encuentre bajo el ejercicio de la responsabilidad parental, según
posición predominante de la doctrina[24], tal como lo prescribe el inciso c del art. 2543 del
CCCN. Dicha circunstancia, no es óbice para que el progenitor que ejerce la
responsabilidad parental pueda iniciar la acción en representación del niño, niña o
adolescente.
Así, el derecho que tiene todo hijo a ser reconocido, a formar parte de una familia, a
conocer sus orígenes, su identidad, a ser inscripto con el apellido paterno además del
materno lo cual lo define y lo identifica ante el resto de la sociedad, dicho derecho tiene
como contracara el deber que pesa sobre el progenitor de reconocer al hijo, de realizar
voluntariamente los actos pertinentes para su inscripción y registración, sumado a las tareas
de cuidado emergentes de titularizar y ejercer la responsabilidad parental.
Dicho esto, no cabe duda alguna que dados todos los presupuestos de la responsabilidad
civil y conforme las circunstancias concretas de cada caso particular, el hijo no reconocido
puede accionar por daños contra el progenitor renuente.