La Rebeldía Primitiva de Los Hambrientos

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NUEVA SOCIEDAD NRO.

82 MARZO-ABRIL 1986

La rebeldía primitiva de los


hambrientos
Alberto Bastías
Leopoldo Benavides

Alberto Bastías: Profesor universitario y economista chileno. Colaborador del Cen­


tro de Estudios Sociales (CES) e investigador del Centro de Asistencia Profesional
y Técnica para Pobladores "Tijeral".
Leopoldo Benavides: Historiador y profesor universitario chileno. Profesor-inves­
tigador de la Facultad Latinoamericana de Ciecias Sociales (FLACSO).

Una rebeldía inédita permea las sociedades que el capitalismo retrasado latinoa­
mericano ha modelado durante las últimas décadas. Es la expresión de un conflicto
social de nuevo tipo, donde los protagonistas ya no son sólo los trabajadores fabri­
les sino los marginados, y su escenario ya no es sólo la industria sino la calle y la
población.

Ese conflicto social que los analistas han comparado con la "rebeldía primitiva" son
los brotes espontáneos de cólera de quienes sufren una pobreza de nuevo tipo, una
pobreza que las sociedades latinoamericanas que supieron de la industrialización
sustitutiva, del llamado "Estado benefactor" y de la reforma agraria, no alcanzaron
a conocer. Una pobreza donde quienes la sufren, viven la utopía cotidiana de co­
mer al menos una vez al día.

El cinturón de pobreza que cubre la periferia de las grandes urbes de la región se


erige hoy como una de las precondiciones que requiere el capitalismo en esta parte
del mundo para expandirse y modernizarse. Es un "capitalismo suicida" como lo
han llamado los profetas de catástrofes sociales, sorprendidos por esta explosión
de rebeldía irreverente que provoca en los pobres urbanos su exclusión social de la
economía y la cultura.

Desde fines de la década del 60, el capitalismo subdesarrollado en América Latina


viene adoptando una nueva forma de funcionamiento1 , uno de cuyos rasgos esen­
ciales es el predominio de la tendencia rupturista entre el progreso económico y el
progreso social.

1
Briones, A. y Caputo, C.: "Hacia una nueva modalidad de acumulación dependiente en América
Latina (Reflexiones en torno al caso chileno)", en Revista de Investigación Económica , UNAM, N°
14, México 1977, pp. 17-47.
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El apelativo de "capitalismo suicida" trae a referencia el hecho que se trata de una


expansión capitalista que para recrear sus fuentes de acumulación requiere expan­
dir una pobreza desconocida en la cual la satisfacción de necesidades esenciales se
transforma en utopía para una franja cada vez más extensa de la población.

La compatibilización de una expansión capitalista enmarcada en tales parámetros


con su viabilización política explica por qué su implementación conlleva en su
seno los gérmenes de un proceso de fascistización del Estado.

La institucionalidad política recreada por los regímenes militares remodela un nue­


vo perfil de relaciones de dominación y dirección entre los estratos que conforman
la estructura social de clase, tanto en la sociedad civil como en la sociedad política.
Este nuevo perfil muestra como una de sus características definitorias, la cancela­
ción de las tradicionales modalidades de integración social de los pobres urbanos y
su reemplazo por mecanismos alternativos cuya eficacia resulta estéril.

La decisión del capital en orden a desatenderse de la reproducción de una sustanti­


va franja de la mano de obra, y el desvío del gasto público desde la acción social re­
distributiva hacia las acciones represivas, ha provocado una situación de desespe­
ranza entre los afectados, los cuales al no ver ninguna "forma civilizada" de inte­
grarse al consumo, recurren a mecanismos de expropiación social como la única
manera de asegurar su subsistencia.

La cronología sobre los efectos sociales que provoca el hambre en la región llenaría
centenares de páginas. Un día cualquiera es Sao Paulo (ciudad con 900.000 desem­
pleados), donde en sólo 48 horas se producen 16 saqueos a supermercados2. Otro
día nos informamos que en Haití, masas enardecidas protagonizan "motines de
hambre" saqueando almacenes que operan con capitales trasnacionales. También
en sectores campesinos sucede lo mismo, como los 3.000 que saquean un depósito
de comestibles en Cabole do Rocha, o 500 que invaden Belo Cruz en busca de ali­
mentos3. Cualquier día, en cualquier ciudad, hechos como los que testimonia esta
muestra tomada al azar hacen su aparición y sólo una represión que concibe a
quienes la sufren como "enemigos de una guerra interna" puede contener.

En Chile, el fenómeno también se ha manifestado durante los últimos años, tenien­


do como escenario las comunas periféricas de Santiago, los cerros de Valparaíso,
las barriadas de Concepción, Antofagasta o Arica.
2
El Mercurio , Santiago Chile. 3/8/83, p. A8.
3
Ibid.
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Estas notas son el resultado de un esfuerzo preliminar orientado a explorar, en el


marco de las nuevas relaciones de dominación y dirección, la rebeldía primitiva
que contamina el conflicto social en la región, que tiene en los pobres urbanos a sus
protagonistas, y se manifiesta de preferencia allí, donde esta nueva modalidad de
acumulación capitalista denuncia su presencia. Aunque las reflexiones que aquí se
exponen tienen como marco de referencia las nuevas características que adopta el
conflicto social en Chile, con pocos ajustes podrían extenderse a otros países de la
región, que como éste, experimentan procesos políticos, sociales y económicos si­
milares.

Los pobladores: ¿productores o ciudadanos?

Para explorar los antecedentes históricos que explican la emergencia y reproduc­


ción al interior de la sociedad chilena de los "pobres urbanos", hay que hacer refe­
rencia necesaria a dos hechos que marcan la reciente historia de Chile. Las caracte­
rísticas específicas que adopta el proceso de industrialización con posterioridad a
la crisis de 1930 y el llamado "Estado de compromiso" que lo viabilizó políticamen­
te 4.

Los descubrimientos científicos de la demografía económica ubican los orígenes


históricos de esta capa social en la migración rural-urbana.

El modelo de industrialización capitalista, de la década del 40, se transformó en un


foco de atracción para esa mano de obra campesina, produciendo el desarraigo que
cambió sus vidas.

El financiamiento de la industrialización se hace a expensas de la agricultura, lo


cual provoca el estancamiento de un ya retrasado desarrollo agrícola5. Ante ello los
terratenientes se protegieron dejando inalterada la estructura de tenencia y la tasa
de explotación, el costo de la industrialización fue traspasado entonces a los traba­
jadores agrícolas.

4
Compromiso que, como dice Cardoso, tendía a sustituir el conflicto abierto ocultando las formas de
explotación y de participación restringida. Cardoso, F.: "La ciudad y la política". Estudios Sociales
Latinoamericanos , N° 4.
5
La agricultura que durante los primeros 4 años de la década del 40 cubría 15% del PCB y el año
1940 otorgaba empleo al 37% de los ocupados, el año 1967 cubrirá sólo el 10% del producto y será
fuente de empleo de sólo el 25% de los ocupados. Aranda, S. y Martínez, A.: "Estructura económica
- Algunas características fundamentales" en Chile Hoy, Siglo XX, Santiago 1971. pp. 55-170.
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La expansión del capitalismo agrario se agota y la mano de obra rural es expulsada


a la ciudad, trayendo junto a sus maletas la esperanza de encontrar horizontes más
promisorios.

Esta dinámica migratoria provee al proceso de industrialización de una masa po­


blacional para nutrirse de la fuerza de trabajo que demandaba su expansión6. La
fuente de generación de mano de obra para la industria que conformaban los flujos
migratorios, garantizan la existencia de una sobreexplotación relativa en la ciudad,
y con ello, una condición necesaria para materializar el desarrollo industrial: la
presencia activa de un ejército industrial de reserva.

La clase obrera, que había surgido a fines del siglo, se ganó en la década del 30 un
espacio político que significaba su integración al sistema como estrato subordina­
do. La industrialización generó para ellos empleo y salario (con las restricciones
propias del capitalismo). Se garantizaba con ello la viabilidad política del desarro­
llo industrial (basado en la sustitución de importaciones) y de paso se garantizaba
también el mercado interno para la industria emergente.

El consenso político se afianza entonces articulando los intereses de diversos gru­


pos sociales, y se modela en torno a los dos grandes objetivos principales: la incen­
tivación de la industrialización y la profundización de la democracia, entendida
como democracia social. El elemento articulador del consenso que asume la con­
ducción del desarrollo industrial y la democracia social es el Estado dándole al
proceso un carácter de proyecto nacional.

La ampliación democrática, vía la "democracia social", provoca una expansión de


los servicios básicos en educación, transporte, salud, vivienda, etc. Ello tiene como
fin aumentar el nivel de vida de los sectores populares, y también abrir una fuente
alternativa a la industria para la inserción laboral ampliada de los sectores popula­
res urbanos, sobre todo en actividades vinculadas a la prestación de servicios y la
construcción. Se manipulaba, de esta forma, la permanencia de una sobrepoblación
relativa a un nivel de salarios que no afectara la producción industrial, ni por el
lado de los costos ni por el lado de la demanda (entre 1957 y 1973, la tasa de cesan­
tía raramente sobrepasó el límite inferior del 4% y superior del 8%).

6
Hacia la Región Metropolitana (donde se concentra sobre el 50% de la producción fabril) ingresa el
50,3% de los migrantes del país entre 1952 y 1970. Ellos provienen principalmente de la V, VI, VIL
VIII, IX y X regiones, de las cuales sólo la V y la VIII no tienen en la agricultura la actividad econó ­
mica preponderante y su principal fuente generadora de empleo. Ver al respecto Bastías, A. y Gá­
vez, R.: "Chile 1973-1979. Estrategia políticoeconómica, empleo y migraciones" VECTOR-PISPAL,
Santiago, 1983.
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El asentamiento espontáneo provocado por la migración campo-ciudad, genera de­


mandas específicas que tienden fundamentalmente a mejorar las condiciones de
vida material en las poblaciones o campamentos. Este proceso reivindicativo, que
parte con la demanda básica por vivienda, constituye el elemento más importante
en la conformación de este sector en movimiento social.

El marco político que se ha bosquejado determinó que la relación de los pobres ur­
banos con el Estado fuera contradictoria y compleja. Por una parte observamos un
tipo de relación que podemos denominar como "conflictivo" sobre todo con el go­
bierno interior del Estado que asume la represión de las luchas reivindicativas,
acompañadas de acciones de fuerza que ejecutan estos sectores. Por otro lado, ob­
servamos un tipo de acción que podemos denominar "técnico-burocrático", con mi­
nisterios o instituciones de la administración pública, encargada de implementar
políticas sociales. La instancia mediadora, en ambas perspectivas, pero sobre todo
de la del conflicto, fueron tradicionalmente los partidos políticos.

En síntesis, lo que queremos resaltar en esta mirada histórica es, por una parte, que
el conflicto urbano que tuvo a los pobladores como sus protagonistas, tiene tanto al
interior del llamado "Estado de compromiso" como fuera de él, canales de institu­
cionalización. Por otro lado, hay que destacar también el rol que juega el propio Es­
tado en la generación de este sector social, lo que determina que la relaciones de
dominación, y por lo tanto las de dirección, se expresen mucho mas por la sociedad
política. Esto implica que su constitución como movimiento, aún cuando no tiene
la perspectiva de poder, esté determinada fundamentalmente por el Estado, en su
papel de "encargado" de la reproducción de mano de obra urbana.

Doble ruptura

A partir de septiembre de 1973, la relación de los pobres urbanos con la sociedad


política sufre modificaciones profundas. El común denominador de este nuevo
tipo de relaciones es la profundización del conflicto. Las relaciones "técnico-buro­
cráticas" se transforman sustancialmente y desaparece el vínculo mediador que era
asumido por los partidos políticos.
El fundamento económico de este nuevo perfil que adopta la dominación política
hacia los estratos sociales subordinados, hay que buscarlo en el nuevo carácter que
asume la relación capital-trabajo con la profundización de las relaciones de explo­
tación. La creación de un ejército de reserva de nuevo tipo influye en ella de mane­
ra primordial por cuanto en el marco de la institucionalidad laboral reformada,
tanto al mercado de trabajo como a la organización sindical, se las permeabilizó a
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las presiones de una demanda por trabajo de dimensiones anormales. El capital en­
tonces no tuvo problemas para deteriorar las condiciones laborales y rebajar los sa­
larios (por debajo del límite de subsistencia en muchos casos), en tanto que los tra­
bajadores, con una organización sindical mutilada por una cesantía sobredimensio­
nada y el miedo al despido de los activos, se vieron impedidos de hacer uso de su
libertad como propietarios de la fuerza de trabajo.

Con el pretendido traslado del polo de desarrollo de la industria hacia las activida­
des que poseen ventajas comparativas para la exportación, la fábrica deja de ser la
principal fuente de creación de ocupación para convertirse en un espacio de des­
trucción de empleo urbano. El censo industrial levantado el año 1979 registra una
disminución de la ocupación en el sector de 17.104 personas en relación a los regis­
tros que acusa el censo de 1969.

Por su parte, las empresas capitalistas modernas que conforman los sectores de
punta del modelo, demuestran una limitada capacidad de absorción de mano de
obra, y cuando esta necesidad se manifiesta, la contratación adopta características
especiales, siendo las más importantes el predominio del trabajo temporal. Ello
hace que la relación del trabajador con la empresa capitalista en expansión sea
inestable de manera permanente, con sus secuelas de cesantía intermitente, sueldos
deprimidos, condiciones de trabajo deterioradas e inseguridad laboral.

La mano de obra, antes multitudinaria y permanente, de los grandes centros indus­


triales y mineros, aparece hoy dispersa y mal aprovechada en las poblaciones que
cubren los márgenes de la gran ciudad.

Diversos estudios que han examinado el mercado de trabajo que generan las em­
presas de punta de la economía, comprueban cómo, junto con liderar el proceso de
expansión capitalista, han sido capaces de incorporar características del empleo in­
formal en su relación con el factor trabajo 7.

A la ruptura económica y social que traerá consigo la marginación masiva de una


parte sustantiva de la población del trabajo, y con ello su marginación del consumo
por la vía del mercado, se agregará el efecto social de una ruptura política que dice

7
En Rivera, R. y Cruz, M. E.: "Pobladores rurales", GIA. 1984, se examina este fenómeno no en los
mercados de trabajo que generan las empresas frutícolas, agroindustriales y ganaderas, identificán­
dolo como una de las tendencias que caracterizan la evolución reciente del capitalismo agrario en
Chile. En Bastías, A. "Convenio colectivo y relación capital-trabajo en El Cobre", Mimeo, Rancagua
1985, se entregan antecedentes sobre la dimensión que ha alcanzado el fenómeno en el cobre, el cual
adopto la forma de entrega de faenas a contratistas.
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relación con el reemplazo del "Estado benefactor" por el "Estado subsidiario", lo


cual trastocará la calidad de servicios públicos de la salud, educación, vivienda y
seguridad social, transformándolos en mercancías. El acceso a ellas, al cual antes
tenían derecho todos los habitantes en condiciones de igualdad, ahora es definido
en el mercado y, por lo tanto, regulado por la capacidad de compra del demandan­
te, justamente cuando en forma paralela los sectores mayoritarios se empobrecen.
De esta forma, el Estado deja de "hacerse cargo" de este ejército de reserva remode­
lado cualitativa y cuantitativamente.

Los efectos de ambas rupturas en términos de profundización de la miseria, es lo


que los teóricos de la "economía social de mercado", made in Chicago, denomina­
ron el costo social del modelo. Una tasa de desocupación que - en promedio duran­
te el período triplica los registros normales, en tanto que, en las fases de crisis, los
quintuplica. Un sostenido deterioro de la participación de las remuneraciones al
trabajo en el ingreso nacional (63% en el año 1972; 53% en el año 1977; 48% en el
año 1980). Un nivel de consumo que desde la perspectiva nutricional coloca al 47%
de la población por debajo de los requerimientos mínimos de asimilación de calorí­
as requeridas para mantener un estado de salud aceptable8. Un déficit habitacional
que sobrepasa las 800 mil viviendas, lo cual provocará - según proyecciones del
Colegio de Arquitectos - que el año 1989 el 42% de las familias no dispondrán de
un lugar donde vivir.

Emplazados en la periferia de las grandes ciudades, verdaderos cinturones de po­


breza de nuevo tipo expresan la dimensión humana del costo social que implica la
expansión del capitalismo subdesarrollado.

Es la cruenta realidad social que las encuestas y censos han traducido al frío len­
guaje de las estadísticas. Una de estas encuestas, levantada en 1981 a los miembros
de los comités de pobladores de tres zonas de Santiago 9, certifica que el 59% de los
jefes de familia interrogados están desempleados; sólo el 39, 4% de las casas donde
habitan estos pobladores poseen agua potable dentro de la vivienda, en tanto que
el 51,9% no poseen deposición de escretas; el 22% de las familias encuestadas viven
en condiciones de promiscuidad. De las 3.265 familias encuestadas que habitaban
en el Campamento Monseñor Fresno en 1983, el 49,3% de sus jefes de hogar decla­
raban estar cesantes y del 50,7% restante que permanecen ocupados la mitad posee
sólo un trabajo inestable, el 73,2% de las personas que componen este grupo pobla­

8
Schkolnik, M.: "Informe sobre la situación económica de los trabajadores", AMC, Estudios Econó­
micos N° 5, Santiago 1981.
9
TIJERAL "Encuesta a Comités de Pobladores", Mimeo, Santiago 1983.
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cional no posee previsión social10. El 40,2% de las 4.720 familias que viven en el
Campamento Raúl Silva Henríquez el mismo año, perciben un ingreso familiar
mensual inferior a los 50 dólares11. De las 7.985 familias que protagonizan las "to­
mas de terreno" del Area Sur de Santiago, el 87,3% vivían en calidad de
"allegados", una tercera parte de ellas permanecía en tal condición por más de 3
años12.

Mecanismo y alternativas de integración

Hoy, a 12 años de la aplicación en Chile del modelo de expansión capitalista, inspi­


rado en el paradigma neoclásico, podemos explorar los dramáticos esfuerzos de los
marginados por resistir su exclusión de una economía que está incapacitada para
integrarlos.

Entre los nuevos mecanismos alternativos de integración social, hay que destacar
los esfuerzos hechos por ellos mismo para enfrentar el problema de la subsistencia
y acceder a la satisfacción de necesidades básicas a un nivel precario. Este fenóme­
no denominado "economía popular de subsistencia" busca, a través de la organiza­
ción familiar o de pequeños grupos asociados (Organizaciones Económicas Popu­
lares, OEP), producir bienes o servicios, insertarse en el mercado y participar en
esta forma en los flujos y donaciones solidarias. Es un esfuerzo por superar, a un
nivel muy precario, el aislamiento y la marginación mediante la fuerza de cada uno
potenciada por la acción organizada del grupo. Un documento elaborado por una
institución que ha promovido su constitución13 constataba la existencia, en noviem­
bre de 1982, de 494 OEP en operaciones en la ciudad de Santiago.

Este quizás sea uno de los fenómenos sociales relativamente nuevos más interesan­
tes manifestado durante los últimos años en Chile, provocado precisamente por el
proceso de marginación social inducido por un subdesarrollo capitalista, suminis­
trado desde un Estado que desprecia las políticas redistributivas y de beneficio so­
cial.

A su vez, el gobierno ha estimulado a civiles a constituir Organizaciones de Volun­


tariado y Corporaciones de Desarrollo Social para que canalicen fondos públicos y

10
Colegio de Asistentes Sociales: "Censo campamentos Cardenal Raúl Silva Henríquez, Monseñor
Juan Francisco Fresno", Mimeo, Santiago 1983.
11
Idem.
12
Idem.
13
Razeto, L.: "Las Organizaciones Económicas Populares en la nueva coyuntura económica". PET,
Santiago 1984.
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especialmente privados para prestar servicios sociales a sectores populares selec­


cionados, pero con objetivos de control social a los beneficiarios. Son por ello re­
cepcionados con extrema desconfianza, aun cuando no se dispone de cifras para
cuantificar la cobertura de tales programas, es importante consignar su existencia,
por cuanto constituyen una muestra de la tendencia predominante en orden a re­
modelar la relación sociedad política-pobres urbanos y neutralizar algunos de sus
efectos vía sociedad civil.

A los mecanismos alternativos de integración social que operan teniendo como


fundamento la solidaridad social, hay que agregar mecanismos informales de in­
serción fundados en la solidaridad individual y familiar. La exacerbación de las re­
laciones de vecindad, amiguismo o compadrazgo, conforman vetas abiertas explo­
tadas en forma espontánea por quienes las practican, para traspasar el costo de la
desocupación y la miseria al interior de la propia unidad familiar o vecinal. Quizás
el fenómeno que ilustra con mayor nitidez la apertura de canales informales de in­
serción a la satisfacción de necesidades básicas basadas en la solidaridad familiar,
sea el de los "allegados". Según el Colegio de Arquitectos, el 36% de déficit habita­
cional corresponde a 290.000 familias que, no disponiendo de un lugar propio de
residencia, viven en condición de tales.

Desadaptación social, conductas delictuales y expropiación social para la subsistencia

No obstante la fecundidad del ingenio popular para diseñar las más inimaginables
estrategias de supervivencia basadas en la solidaridad social o familiar, no obstante
la institucionalización de la beneficencia pública y la eficacia de quienes la explotan
por traducirla en servicios esenciales; ambos mecanismos se manifiestan insuficien­
tes para reemplazar el efecto de las tradicionales políticas públicas de redistribu­
ción y beneficio social. Las conductas de desadaptación se manifiestan, por ello,
como un testimonio transparente de ruptura social.

El Mercurio , en diciembre de 1979, informa que durante ese año 25.943 menores
de 15 años eran detenidos por drogadictos. De ellos, 3.413 agregaban a esta causa
la vagancia y la prostitución. Citando cifras del Servicio de Investigaciones, el re­
portaje certifica que 23.134 niños entran ese año al mundo del delito, la mayoría
drogadictos, y 2.600 menores son detenidos por tráfico de drogas. Alarmado por
esta realidad, el sacerdote A. Soiza14 denunciaba cuales son las determinaciones so­
ciales presentes en el fenómeno de la drogadicción: desintegración familiar, ausen­
tismo escolar, abandono de hogar, vagancia, prostitución juvenil, alcoholismo.

14
Revista Mensaje , N° 307, mayo-abril 1982, Santiago-Chile.
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"Nuestros jóvenes drogadictos no tienen conciencia de su realidad de pobreza. El


neoprén, la marihuana, las drogas, no les dejan ver ni sentir".

Un reciente estudio15 sobre la irregularidad del comercio sexual en menores de 15


años, constata la causalidad socioeconómica del fenómeno al certificar que de los
22 casos estudiados, los padres de 9 de ellos perciben un ingreso inferior al mínimo
legal en tanto que las padres de otros 7 casos manifiestan no percibir ningún tipo
de ingresos al ser consultados. La familia directa de 16 de los 22 casos examinados
habita en viviendas inadecuadas y en condiciones de hacinamiento y promiscui­
dad, traduciendo con ellos su condición de pobres extremos. De los 22 casos de ni­
ños practicantes del comercio sexual irregular estudiados, 17 tienen antecedentes
de vagancia y 16 de marginalidad, con lo cual se comprueba cómo las conductas de
desadaptación social se traduce en una combinación de prácticas delictuales con
estrategias de sobrevivencia, a tal punto de ser a veces difícil su discriminación.

Muchas veces la conducta delictual o semidelictual o semidelictual masificada con­


forma el germen que, al ser alimentada de conciencia política, se transforma en
conflicto social. Las formas de expropiación social para la subsistencia que comien­
zan siendo actos espontáneos y aislados, se traducen en prácticas socializadas
cuando las causas que las provocan forman parte de una realidad cotidiana que se
hace insostenible.

El año 1983, alrededor de 8.000 familias logran rebasar la represión y levantan 3


campamentos sobre "terrenos ocupados" en La Granja, comuna del Area Sur de
Santiago. A este episodio le siguen otros similares localizados en las comunas de
Conchalí y Renca (Area Norte), Pudahuel y Maipú (Area Occidente) y Puente Alto
(Area Sur), durante el último trimestre del año 1983 y el curso de 1984, los cuales
para impedir el propósito que los provoca, serán respondidos por las fuerzas poli­
ciales con métodos que contienen una carga cualitativa y cuantitativamente más re­
presiva, colocando el conflicto poblacional en un nuevo estadio.

El caso de "los colgados" masivos a las redes de energía eléctrica y agua potable,
constituye otra forma de expropiación social para la subsistencia masificada duran­
te los últimos años. Una encuesta hecha en la Comuna de San Miguel (donde pre­
dominan sectores de ingresos medios-bajos) revela que el 28% de las casa-habita­
ciones de la comuna durante el segundo semestre de 1983, tiene deudas con la em­

15
Terrazas, F.: "Irregularidad en el comercio sexual de menores de 15 años", TIJERAL, Mimeo, San­
tiago 1983.
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presa que otorga el servicio de luz eléctrica, un tercio de las cuales arrastran tal si­
tuación por más de 12 meses.

La empresa procede al corte del suministro, a lo cual el afectado reacciona "colgán­


dose" ilegalmente al tendido. En tal acción fueron sorprendidos 2.336 de los 2.500
deudores al momento de levantarse la referida encuesta 16. En "La Pintana", comuna
marginal del Area Sur de Santiago, donde predominan los sectores de extrema po­
breza, se constata la existencia de poblaciones donde el 100% de las casas obtienen
luz por esta vía. Como la familia obtiene energía en forma "gratuita" reemplaza los
combustibles por corriente eléctrica. Para evitar que la sobrecarga rebase la capaci­
dad del sistema, los pobladores se organizan y programan socialmente el consumo
expropiado. La autoridad comunal generalmente se desentiende del problema y
éste se toma conflictivo sólo si la fuerza policial interviene desarmando los empal­
mes clandestinos, para lo cual debe superar la resistencia masiva de los poblado­
res.

El conflicto social provocado por la expropiación social de bienes para la alimenta­


ción, aunque se enmarca en los parámetros arriba definidos, adopta características
propias. El robo a las plantaciones de parte de los paisanos que viven en las laderas
de los fundos, es una práctica generalizada y permitida siempre que lo que se robe
sea lo justo y necesario para comer él y su familia. Extraño mecanismo adoptado
por el capital para impedir la migración de sus potenciales trabajadores y asegurar
la reproducción de la mano de obra fuera del fundo y al margen de una relación
contractual. En la ciudad el fenómeno ha adoptado características más beligeran­
tes. Ni el capital ni el Estado se hacen cargo de este ejército de desocupados y tanto
la solidaridad como la beneficencia pública se muestran insuficientes para asegurar
la subsistencia de un conglomerado de marginados cada vez más extenso. La rebel­
día de los hambrientos se torna traumatizante y no hay casi organización social
que abra "canales civilizados" para orientarla y conducirla. Sólo la represión poli­
cial puede evitar que se masifiquen prácticas como los asaltos a almacenes y super­
mercados las cuales, sin embargo, se hacen cada vez más frecuentes.

Al revisar las interpretaciones de las transformaciones económicas llevadas a cabo


en Chile durante el gobierno militar y confrontarlas con lo que ahora sabemos en
materia de desigualdad social, constatamos que si hay algo que en ellas se soslaya
es el hecho de que la acumulación que alimenta la expansión capitalista se hace
"fuera de las leyes económicas".

16
P. 13.
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Esta expresión teratológica del capitalismo la encontramos en reiteradas ocasiones.


Un primer testimonio de ello es la información recopilada por Marx y presentada
en el capítulo vigésimocuarto de "El Capital": "La llamada acumulación originaria".
Pierre Vilar nos la muestra también cuando enfatiza el carácter destructivo de la
primera fase de la producción minera en América "Es exacto que en condiciones de
libre contratación, el precio de una mercancía depende esencialmente de su costo
de producción, y que la remuneración de la mano de obra tiende a asegurar, míni­
mamente, su subsistencia y su reproducción. En cambio, esto es justamente lo que
no ocurrió en la primera fase de la explotación aurífera americana; la mano de obra
india no dispuso de una subsistencia familiar capaz de permitir su renovación17.

Reminiscencias de este fenómeno vuelve a reproducir hoy el capitalismo en la re­


gión ante la necesidad de garantizar su necesario proceso de expansión. En lo refe­
rente a la compra-venta de la fuerza de trabajo, el capital está reeditando hoy for­
mas arcaicas de relaciones sociales. Se trata ni más ni menos que la negación a asu­
mir el costo de reproducción de una fracción importante de la mano de obra, la
cual al momento de necesitarla, quiere cogerla como el aire, o el agua, desenten­
diéndose de saber siquiera cómo logra mantenerse y estar siempre a su disposición
cuando requiere de sus servicios.

En los marcos de esta nueva modalidad de acumulación capitalista, la alternativa


que tiene el trabajo de evitar su desaparición, radica en la capacidad que muestre el
propio trabajo para asumir por su cuenta el costo de su reproducción. Las esperan­
zas de que ello se produzca parecen estar cifradas en la beneficencia pública y pri­
vada y en la solidaridad. Las potencialidades que ofrecen estas alternativas son, sin
embargo, en extremo limitadas. Al constatar aquello, los afectados, casi por instinto
de conservación, montan en cólera y asumen una tercera alternativa asociada al
mecanismo que denominamos expropiación social para la subsistencia, cuyo des­
linde entre la conducta delictual y el conflicto social es materia para antropólogos.

Los antecedentes que por ahora poseemos, parte de los cuales hemos expuestos en
estas notas, nos permiten concluir que este sector social que hemos caracterizado
aquí como pobladores (o pobres urbanos), durante los últimos años ha robustecido
su rol de actor político con "personalidad" propia, principalmente en lo que dice re­
lación con su particular forma de " hacer política". De ahí la necesidad de profundi­
zar en su estudio en orden a indagar las interrogantes que su presencia plantea en
relación a fenómenos como su inserción en la estructura de clases, perspectivas de
desarrollo como poder de organización y agente de cambio, y sobre todo, las alter­
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NUEVA SOCIEDAD NRO.82 MARZO-ABRIL 1986

nativas valederas para enfrentar correcta y responsablemente el problema de su in­


tegración social.

Referencias

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Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad Nº 82 Marzo-
Abril de 1986, ISSN: 0251-3552, <www.nuso.org>.

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