Introducción La Liturgia Fuente y Cumbre

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LA LITURGIA:

FUENTE Y CUMBRE
DE LA VIDA ECLESIAL
Formación litúrgica
LA LITURGIA REALIZACIÓN
DEL MISTERIO DE LA
SALVACIÓN
Etimológicamente significa “obra del pueblo”,
permite que el pueblo de Dios, celebrando el
misterio de Cristo, participe en la obra de Dios
LA LITURGIA y, en él, Cristo continúe la obra de la salvación.
Así llegamos a la esencia de la liturgia, como la
presenta la constitución conciliar:
“Con razón, pues, se considera la Liturgia como
Sacrosanctum el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En
Concilium ella los signos sensibles significan y, cada uno
a su manera, realizan la santificación del
hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo,
es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el
culto público íntegro. En consecuencia, toda
celebración litúrgica, por ser obra de Cristo
sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es
acción sagrada por excelencia, cuya eficacia,
con el mismo título y en el mismo grado, no la
iguala ninguna otra acción de la Iglesia” (SC,7).
La liturgia cristiana no es principalmente un
esfuerzo humano, sino la salvación realizada por
Dios en Cristo mediante el Espíritu Santo, que
sigue actuando hoy. En la liturgia la iniciativa parte
de Dios y el actor principal es Cristo. En ella la
historia de la salvación continúa en línea directa y,
por esto, es ante todo un acontecimiento de
gracia cuyo fin es la santificación de cada persona
y de toda la comunidad humana.
LA LITURGIA

Pero esto no significa que el hombre


se pueda comportar en la liturgia de
un modo pasivo. A él se le pide la Pero la respuesta no es individual,
disposición de escuchar y creer, de de un hombre, sino de un miembro
acoger y obedecer, de celebrar y vivir. de la comunidad, que San Pablo
La palabra de Dios lo mueve a la llama el Cuerpo místico, cuya
respuesta, el amor de Dios lo llama a cabeza es Cristo mismo.
corresponder al amor, la acción
misericordiosa de Dios lo invita a la
alabanza agradecida.
LA LITURGIA: FUENTE
Y CULMEN DE LA VIDA
ECLESIAL
Como fuente y cumbre de la vida eclesial,
la liturgia tiene una relación profunda y
particular con la evangelización y con el
servicio de la caridad. Toda liturgia si es
auténtica imprime un impulso irresistible a la
misión, apremia a compartir con los demás
el amor salvador que se ha experimentado
en la celebración de los santos misterios.
La liturgia es también
fuente y culmen de
toda obra de caridad.

Varios textos del Nuevo Testamento


no reducen la liturgia a la
celebración del culto divino sino que
la extienden a la actuación de la
caridad (Cf. Rm 15, 27; 2 Cor 9,12;
Fil 2,25).
Tuvieron el gusto y Entretanto, me
2 Co 9,12 considero obligado a
además estaban
obligados a ello; enviarles de nuevo a
pues si los gentiles Porque la realización Epafrodito, mi
han compartido los de este servicio no hermano,
bienes espirituales solo remedia las colaborador y
de los santos, ellos necesidades de los compañero de
por su parte deben santos, sino que armas, a quien
prestarles ayuda en además redunda en ustedes enviaron
lo material. abundante acción de para que atendiera a
gracias a Dios. mi necesidad.
Rm 15,27 Fil 2,25
RASGOS DE UNA LITURGIA
FUENTE Y CULMEN DE LA
VIDA ECLESIAL
Para experimentar que la liturgia es, en
verdad, fuente y culmen de la vida
eclesial, debe tener una fisonomía
especial que, entre otras, se expresa en
las siguientes características:
Una celebración viva

La liturgia no es un concepto, sino


una realidad viva: Dios nos salva.
Nuestro Dios es un Dios que salva,
que actúa en la historia, que está
cercano a cada uno de nosotros y
que la obra que ha realizado en
Cristo la continúa en la Iglesia por la
liturgia.
La celebración litúrgica es un conjunto de gestos, palabras
y objetos que tienen la función de evocar y actualizar el
Una celebración acontecimiento salvífico que congrega a la asamblea. La
palabra que se anuncia se realiza sacramentalmente.
ritual Gracias a la celebración litúrgica, la comunidad no sólo
participa en un evento de salvación sino que recibe un
programa de vida, que debe poner por obra con un serio
compromiso. Por esto la celebración litúrgica no tiene fin,
sino que continúa en la vida ordinaria de todos los días.
Una celebración con signos sensibles

En la liturgia no entran solo las


palabras, las acciones o las cosas,
sino que toda la persona es sujeto y
objeto del culto que agrada a Dios.
Mediante signos sensibles se involucra
toda la persona que a través de los
sentidos oye, ve, palpa, canta, admira
la belleza y vive el misterio.
Una celebración consciente

Todo el pueblo cristiano, en cuanto consagrado


por el Bautismo y la Confirmación, participa del
sacerdocio de Cristo para su propia salvación y la
de todo el mundo. En la vida y en el culto litúrgico
se ejercita el sacerdocio de Cristo, al cual están
asociados los cristianos como un deber y un
derecho, para que todo sea una ofrenda agradable
a Dios. Para llegar a la participación activa y
consciente, que exige la misma naturaleza de la
liturgia, es indispensable una adecuada catequesis
y una celebración bien preparada, inteligible y
digna.
Una celebración participada
Debe ser una participación
plena, es decir, de todos y en
todos los momentos litúrgicos;
una participación activa, no hay
acciones litúrgicas individuales
y privadas, por tanto toda la
asamblea según sus funciones
y posibilidades debe
involucrarse y actuar.
Una celebración bella y
atractiva

Las formas, los colores, las vestiduras,


los cantos, las luces, los silencios
constituyen una riqueza formidable de
nuestra liturgia. En una auténtica liturgia,
se puede hablar de la belleza de la
asamblea, del espacio litúrgico, de la
forma celebrativa, de la música, de Cristo
glorioso y presente.
ALGUNOS ASPECTOS
PARA PROFUNDIZAR Y
MEJORAR
Cómo lograr que la liturgia refleje ante todo
el primado de Dios. Cuando en la liturgia
Dios no es determinante todo lo demás
pierde su significado y su valor. Por eso,
debe dar amplio espacio al silencio que
permita escuchar, contemplar y adorar a
Dios, que facilite experimentar el paso
salvador de Dios y la acción benéfica de su
amor.
Cómo mejorar la expresión
comunitaria de la liturgia. La liturgia
no es obra de un celebrante aislado,
no es manejable según el antojo de
un grupo; no le pertenece a ninguno
en particular. La liturgia es como el
depósito de la fe que lo hemos
recibido, lo debemos vivir y cuidar en
comunión y lo debemos entregar a
las generaciones que vienen. Nada
más odioso y abusivo que el
clericalismo litúrgico o el dominio
absoluto de la liturgia por parte de un
pequeño grupo.
Cómo vivir mejor el Día del Señor y el Año Litúrgico. La
espiritualidad y la pastoral litúrgicas no deben ahorrar
esfuerzos para ayudar a descubrir y vivir la importancia y
capitalidad de la “fiesta primordial de los cristianos”, la
Pascua, haciendo realmente del domingo el día de la
resurrección, el día del encuentro de la Iglesia, el día de la
alegría y el descanso. Así mismo, urge fomentar la
catequesis sobre el valor, el sentido y el modo de celebrar
el Año Litúrgico, el cual, a través de los diversos tiempos y
con admirable pedagogía, nos permite entrar en el misterio
de Cristo.
Cómo llegar a tener verdadera música litúrgica. La
música litúrgica debe distinguirse de las demás formas
de música por su espiritualidad, su bondad y su
universalidad; debe favorecer la oración, la
participación de la asamblea y el clima festivo de la
celebración. La constitución conciliar y otros
documentos posteriores han dado instrucciones sobre
la materia, pero en realidad poco se ha cumplido. Si
bien se valora la buena voluntad que entrañan ciertas
iniciativas en cuanto al canto litúrgico, es preciso
constatar que estamos lejos de la calidad y la unción
que se necesitan en este campo.
Cómo llegar a la vinculación liturgia y compromiso social. Muchas
personas viven la liturgia casi como una evasión; buscan un
encuentro sensible con la trascendencia y lo sobrenatural, sin
ninguna referencia a la humanidad y a la realidad del mundo. Ante
esta religiosidad vaga y a veces desencarnada, es preciso aprender
que la vida litúrgica remite inmediatamente a la persona y a la
enseñanza de Jesús, que es siempre una llamada a la conversión, a
la fraternidad y a la solidaridad con los más necesitados. Una
genuina celebración de los misterios de Cristo conecta la fe y la vida.

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