Ficha de Cátedra - Contexto Del Siglo XX y Algunas Líneas en Torno A Los Principales Ejes de Debate Epistemológico

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Contexto del Siglo XX y algunas líneas en torno a los principales ejes de


debate epistemológico1

Julieta Mascheroni

Introducción:
Esta ficha tiene como objetivo generar una breve contextualización de los
debates epistemológicos del Siglo XX que nos permita trazar el escenario en el que
se mueven las continuidades y las rupturas de las corrientes epistemológicas que
presentamos en la Unidad II.
Para ello, en primer lugar, bosquejaremos una caracterización descriptiva de
ese Siglo. Como veremos, el Siglo XX se encuentra atravesado por múltiples
procesos que traspasaron profundamente a la humanidad y, con ello, a las
discusiones en torno a la ciencia y el conocimiento. Por ello, lo que presentamos aquí
son líneas más que esquemáticas y simplificadas.
En un segundo momento, nos centramos en algunos nudos importantes para
caracterizar las discusiones epistemológicas que atraviesan el Siglo XX, produciendo
grandes rupturas y tensiones al interior de la comunidad científica y que nos
servirán para luego ordenar el abordaje de las corrientes de la Unidad III.

1. Breve historia del Siglo XX


Comenzamos esta ficha realizando un recorrido por los principales
acontecimientos que marcaron el Siglo XX ya que, tal como hemos señalado en
reiteradas ocasiones, no podemos analizar las diferentes matrices de pensamiento
sin ponerlas en diálogo con el contexto en el cual son producidas.
Hobsbawm planteará al Siglo XX como un “siglo corto” (1914– 1991) porque
considera su comienzo ligado a la Primera Guerra Mundial (1914) y su culminación

1
Para la realización de esta ficha han servido como base los materiales de cátedra realizados en los años
2020 y 2021 en conjunto con Evangelina Benassi cuyos aportes agradecemos enormemente y quedan
aquí plasmados en el texto.
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con el derrumbe y desmembramiento de la Unión Soviética, en 1991, donde se inicia


una nueva etapa.
Ese recorrido “corto” lo estructura con la lógica de un tríptico:
A. Época de catástrofes (las dos guerras mundiales) que se extiende
desde 1914 hasta 1945.
B. Estado de bienestar o “edad de oro”, 25 o 30 años de extraordinario
crecimiento económico y transformación social, “que probablemente transformó a
la sociedad humana más profundamente que cualquier otro período de duración
similar” (1999: 15).
C. La última parte del siglo fue, según el autor, una nueva era de
descomposición, incertidumbre y crisis, y para vastas zonas del mundo como
África, la ex Unión Soviética y los antiguos países socialistas de Europa, de
catástrofes. Tan desconocido y problemático aparecía el futuro luego de esa crisis
y descomposición del mundo, que algunos autores hablaron del “fin de la historia” 2.
Sin embargo, Hobsbwan nos advierte que existe el futuro y que este existirá
mientras exista la raza humana.
Caracterizaremos ahora cada uno de los momentos que componen este
“tríptico”:
1,1 Época de catástrofes:
La Primera Guerra Mundial (1914) marca, según el autor, el derrumbe de la
civilización occidental del Siglo XIX. Hobsbwan plantea, y lo hemos podido ver
reflejado a lo largo del desarrollo de la asignatura, que esta civilización –occidental-
era capitalista en lo económico, liberal en lo jurídico y político, burguesa por la
imagen de su clase hegemónica característica y “brillante” por los adelantos
alcanzados en el ámbito de la ciencia, el conocimiento y la educación, así como del
progreso material y moral. Recordemos aquello que hemos trabajado en las
unidades anteriores, respecto del modo en que la racionalización y el progreso por
medio de los avances tecnológico científicos, se colocaban en el centro de la filosofía
iluminista moderna3. También era una sociedad con un profundo convencimiento

2
El más reconocido es Francis Fukuyama de 1992, con su libro “El fin de la historia y el último hombre”.
3
Asimismo, no debemos olvidar aquellos matices, aquellos puntos oscuros que este discurso “obtura”,
tales como el genocidio de América y la “cuestión social” (Murillo, 2012)
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de la posición central de Europa respecto del resto del mundo ya que allí se habían
producido las revoluciones científica, artística, política e industrial y su economía se
había extendido con su influencia al resto del mundo.
Frente a este escenario, podemos pensar a este período como una época de
catástrofes en la medida en que asistimos a:
 Nada más y nada menos que dos Guerras mundiales que amenazaron
con poner en jaque la propia supervivencia de la humanidad. El desarrollo
armamentístico desplegado tales como la experimentación con gases tóxicos, el
desarrollo de tanques y armas de destrucción cada vez más sofisticados que,
culminarían, con la explosión de bombas atómicas, elementos con capacidades de
destrucción nunca antes vistas, nos pone ante el escenario de la efectiva y probable
aniquilación de la humanidad.
 Una profunda crisis económica mundial, sin precedentes en la
historia, que sacudió los cimientos de la economía capitalista liberal y que pareció
poner fin a la economía global. Incluso Estados Unidos que no había sido afectado
por la guerra parecía al borde del colapso, cuando asistimos al famoso crack de
Wall Street. Se manifiesta como producto de los destrozos de las guerras en el área
económica en todos los sentidos –capacidades productivas, provisión de materias
primas y capacidad económica de consumo- y como producto del agotamiento de
un modelo liberal del capitalismo.
1.2 Era de oro o Estado de Bienestar
Hobsbawn plantea el interrogante (aún no resuelto) respecto de ¿por qué el
capitalismo inicia luego de la segunda guerra mundial ésta “edad de oro”?
Responder este interrogante conllevaría verter fuertes y largas reflexiones ya que,
como plantea el mismo autor fue un período de extraordinarias transformaciones
económicas, sociales y culturales: “la mayor, la más rápida y decisiva desde que
existe el registro histórico” (Hobsbawm, 1998, pág. 18). Lo que sí podemos hacer es
relacionarlo con dos grandes puntos.
Por un lado, la crisis económica que mostramos en el punto anterior. Y por, el
otro, leerlo en consonancia con un hecho trascendental de la historia del Siglo XX:
La Revolución Rusa o Revolución de Octubre, acontecida en el año 1917. En ese año,
la revolución bolchevique tomó el poder poniendo bajo control estatal los grandes

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capitales y paulatinamente asistimos a una mayor intervención del Estado en la


planificación e intervención sobre la esfera económica, tomando fuertes medidas
como la eliminación de la propiedad privada rural; el desarrollo de la industria
pesada, múltiples obras de infraestructura y la conexión del vasto territorio
soviético por medio del desarrollo del transporte. De este modo, vemos emerger una
nueva potencia, bajo un régimen de organización política, económica, social y
cultural divergente del capitalismo.
Con esto, el telón de fondo de este período de “oro” estará dado por el
enfrentamiento permanente entre “capitalismo” y “socialismo” dos modelos
cristalizados en Estados Unidos y la Unión Soviética. Este enfrentamiento es
denominado como “guerra fría” ya que no se produce de manera armada
directamente entre las potencias involucradas sino más bien que es una disputa
político-ideológica y cuyas reyertas armamentísticas se desarrollaron en otros
territorios en la búsqueda de consolidar el dominio de los mismos bajos las égidas
que marcaban dichas disputas. En gran parte, el temor frente al enfrentamiento
directo de las potencias se anclaba en el pasado reciente dado por la explosión de la
bomba atómica. El escenario posible de enfrentamiento directo nos ponía frente a la
posibilidad de la destrucción efectiva de la humanidad, tal como enunciamos más
arriba.
Además de los enfrentamientos en estos otros territorios, las potencias se
abocaron a la competencia por otros innumerables medios, uno de ellos, por
ejemplo, la carrera espacial, que vino de la mano con un increíble desarrollo de las
bases científicas y tecnológicas existentes.
Es en esta línea que Hobsbwan (1998) plantea que la experiencia de la Unión
Soviética, nos pone frente a una de las grandes paradojas que marcan a este período
histórico, ya que uno de los objetivos de esta revolución era el de acabar con el
capitalismo a escala planetaria, pero terminó, por el contrario “salvándolo” al
proporcionarle un incentivo para reformarse – por temor- y dar difusión al concepto
de planificación económica, eje de su reforma.
Justamente, bajo la extensión de las formas de intervención del estado frente
a la economía, en pos de la necesidad de re apuntalar el sistema capitalista frente a
la destrucción post guerra y a la vez como refreno de la expansión del comunismo,

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se producen en este período una serie de cambios irreversibles en la vida humana


de todo el planeta. Marcaremos algunos que consideramos centrales:
 El trabajo como soporte social o como “propiedad social” (Castel,
1997): durante el período del Estado de Bienestar el trabajo adquiere el estatuto
de “salariado” y a través del empleo les trabajadores acceden a una gran cantidad
de derechos que se institucionalizan, permitiendo el acceso a la “ciudadanía social”
 El estado se erige como el actor principal de este proceso,
construyéndose así una matriz estado-céntrica desde una lógica de coordinación
política y económica.
 El consumo se universaliza, de manera estandarizada. Les
trabajadores acceden al consumo de bienes y servicios que antes les resultaban
inaccesibles.
Este período de “oro” del capitalismo, por supuesto, no estuvo exento de
conflictos. Con el hecho ineludible de la Guerra Fría como telón de fondo, debemos
recordar que, si bien la misma no implicó un enfrentamiento directo entre las
potencias involucradas, sí estuvo plagado de violencias bélicas disputadas en otros
territorios, tales como la emblemática Guerra de Vietnam. En ese marco, asistimos a
la difusión de ideas ligadas al pensamiento crítico y la existencia de una alternativa
real de organización económica, política y cultural de la vida humana generaba
tensiones en el corazón mismo de la cultura occidental. Una muestra de ello y que
nos interesa rescatar, es la que se manifiesta en el Mayo Francés de 1968. Consistió
en una manifestación y revuelta estudiantil en contra del “autoritarismo académico”
de la época. En gran medida las expresiones del mayo francés dan cuenta del
agotamiento -en términos culturales- de un modelo que proponía la
homogeneización y la estandarización de la vida de los individuos: hombres
trabajadores, que consumían lo mismo, que viajaban a los mismos lugares. La
expresión de “El Hombre Unidimensional” del libro de Marcuse (representante de
la teoría crítica en la Escuela de Frankfurt) metaforiza esta idea: un hombre
alienado, con un futuro demasiado previsible que le quita capacidad crítica y de
decisión. El mayo francés es considerado como una revolución política e ideológica
y, como veremos posteriormente, en relación con las perspectivas epistemológicas
del Siglo XX tiene una gran influencia.

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1.3 Era de descomposición


Nos marca aquí el historiador (Hobsbawm, 1998), el quiebre respecto de esa
“Edad de Oro”. La era de la descomposición está caracterizada por un mundo en
crisis con una perspectiva a futuro de incertidumbre: el desempleo masivo, grandes
depresiones cíclicas y un enfrentamiento cada vez más encarnizado entre los
mendigos sin hogar y las clases acomodadas.
Un gran punto de quiebre económico estuvo dado por la crisis del petróleo de
1973, crisis económica por la caída del precio del petróleo en los países productores
que impacta a nivel global, reconfigurando las relaciones de producción. La misma,
junto con otros numerosos factores que no podemos volcar aquí, marcan el inicio de
la hegemonía capitalista bajo la forma “neoliberal”; una corriente ideológica,
económica y política logra erigirse como propuesta hegemónica en esta nueva crisis
del capitalismo, re instalando la libre regulación mercantil y la “libertad individual”
como valor supremo. De este modo, se ve herido de muerte lo que Habermas llama
“el paradigma de la producción”, que traía consigo la centralidad del proletariado
industrial como sujeto de la historia y del cambio social revolucionario entendido
como “solución final” factible de ser alcanzada (Perez & Armelino, 2022).
Hobsbawm (1998) planteará que “Los países socialistas, con unas economías
débiles y vulnerables, se vieron abocados a una ruptura tan radical, o más, con el
pasado y, ahora lo sabemos, al hundimiento. Ese hundimiento puede marcar el fin
del siglo XX corto, de igual forma que la primera guerra mundial señala su comienzo”
(Hobsbawm, 1998, pág. 20). El derrumbamiento de una parte del mundo (el bloque
socialista) reveló el malestar existente en el otro. Cuando los años 80 dejaron paso
a los noventa se hizo patente que la crisis mundial no solo era general en la esfera
económica sino en la política. El autor sintetiza este momento (cierre del Siglo XX)
de la siguiente manera:
“El colapso de los regímenes comunistas entre Istria y Vladivostok
no sólo dejó tras de sí una ingente zona dominada por la incertidumbre
política, la inestabilidad, el caos y la guerra civil, sino que destruyó el
sistema internacional que había estabilizado las relaciones
internacionales durante cuarenta años y reveló, al mismo tiempo, la

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precariedad de los sistemas políticos nacionales que se sustentaban en


esa estabilidad. Las tensiones generadas por los problemas económicos
socavaron los sistemas políticos de la democracia liberal, parlamentarios
o presidencialistas, que tan bien habían funcionado en los países
capitalistas desarrollados desde la segunda guerra mundial. Pero
socavaron también los sistemas políticos existentes en el tercer mundo.
Las mismas unidades políticas fundamentales, los ‘estados-nación’
territoriales, soberanos e independientes, incluso los más antiguos y
estables, resultaron desgarrados por las fuerzas de la economía
supranacional o transnacional y por las fuerzas infranacionales de las
regiones y grupos étnicos secesionistas (...) El futuro de la política era
oscuro, pero su crisis al finalizar el siglo XX era patente. Más evidente aún
que las incertidumbres de la economía y la política mundial era la crisis
social y moral, que reflejaba las convulsiones del período posterior a
1950, que encontraron también amplia y confusa expresión en esos
decenios de crisis. Era la crisis delas creencias y principios en los que se
había basado la sociedad desde que a comienzos del Siglo XX las mentes
modernas vencieran la célebre batalla que libraron con los antiguos, una
crisis de los principios racionalistas y humanistas” (Hobsbawm, 1998,
pág. 20).
Una última cuestión del Siglo XX a recuperar es lo relativo a la “revolución
tecnológica” (en algunos casos denominada como “tercera revolución industrial”)
que generó la transformación dela vida cotidiana de un modo sin precedentes en la
historia. Esa transformación se fue profundizando a medida que el Siglo avanzaba,
haciendo posible que personas separadas por océanos y continentes puedan
conversar con sólo pulsar botones; la carrera espacial llevó al hombre a la Luna, los
avances técnicos permitían el consumo y la modificación de la vida cotidiana a pasos
nunca antes vistos.
Cabe preguntarnos entonces ¿cómo es posible que el siglo entonces no
concluya con un clima de triunfo por ese progreso extraordinario e inigualable?
Como nos plantea Hobsbawm ese progreso entra en tensión con que, además, el
Siglo XX ha sido el más mortífero de la historia a causa de la envergadura, frecuencia

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y duración de los conflictos bélicos, por las catástrofes humanas, sin parangón, que
ha causado desde las mayores hambrunas hasta el genocidio sistemático llevado a
cabo por las experiencias totalitarias
Estas características que intentamos describir brevemente señalan los “hitos”
más importantes del Siglo XX. Un siglo marcado por contradicciones; de índole
político ideológico entre capitalismo y socialismo; de índole cultural entre el avance
desmesurado de la ciencia y la tecnología y la “uniformización” de la vida; de índole
económico entre épocas de apogeo y el aumento desmedido de la desigualdad. Todo
ello nos servirá para rastrear, cuáles fueron las discusiones epistemológicas que
caracterizaron a este período.

2. Las discusiones epistemológicas del Siglo XX

Para trazar, muy esquemáticamente, el campo de debates epistemológicos


acontecidos en el Siglo XX, debemos marcar dos momentos diferenciados. El
primero, podemos situarlo aproximadamente en el período entre guerras y el
segundo post Segunda Guerra Mundial.
En el primero, situamos a la “concepción heredada o estándar”, dentro de la
cual, a su vez, podemos distinguir subcorrientes: Empirismo/positivismo lógico y
Racionalismo crítico/falsacionismo. Luego de la Segunda Guerra Mundial, nos
moveremos dentro del escenario post empirista.
A continuación, resaltaremos los puntos centrales de cada uno de estos
núcleos de debate.

2. 1 Concepción heredada o estándar


Más allá de muchas diferencias entre las mismas, las cuales son abordadas con
claridad y profundidad en Palma y Pardo (2012), podemos establecer, siguiendo a
Shuster (2002), un núcleo duro de afirmaciones sobre la ciencia y el conocimiento
que ambas comparten. Algunos de los principales son:
 La ciencia es la forma más legítima de conocimiento. Esto, en muchos
casos, deriva en concepciones reduccionistas el conocimiento científico es la única
forma legítima de conocimiento humano.

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 Las teorías científicas son conjunto de enunciados de distinto nivel y


testeables empíricamente. Este rasgo prioriza el análisis lógico de las teorías,
desestimando su carácter estructural y contextual, es decir, desanclándola de las
condiciones históricas de producción.
 Carácter empirista. La observación es, independientemente del modo
en que se la conciba, la instancia última de fundamentación del conocimiento
científico. Lo empírico es presentado como la base objetiva del conocimiento
científico.
 En mayor o en menor medida, la ciencia, centrada en el método, es un
saber valorativamente neutral. La teoría de la neutralidad supone que la
responsabilidad por las posibles consecuencias negativas del desarrollo científico
queda del lado de su aplicación tecnológica, producto de decisiones políticas, no
científicas.
 Existe " la verdad ", en sentido fuerte, aun cuando nunca podamos
estar seguros de haberla hallado y, mucho menos, fundamentado. Si la ciencia es el
único conocimiento legítimo, esta legitimidad se funda en la "verdad" resguardada,
de algún modo, por el método científico. Seguir los pasos del método científico nos
garantizaría el acceso a la verdad.
 Existe el progreso científico. La ciencia, si bien no puede nunca "
verificar " sus afirmaciones, sin dudas representa cada vez con mayor exactitud la
realidad.
 Cuando hay dos teorías que se oponen, sólo una puede sostenerse
científicamente.

2.2 Escenario post empirista o postnaturalista

Sobre la segunda mitad del Siglo XX asistimos a una gran discusión dentro de
los debates epistemológicos que plantea una revisión de las ciencias en general, que
representa una “crisis de la concepción estándar de la filosofía de la ciencia en sus
diferentes vertientes: naturalista (positivista), empirista lógica y popperiana”
(Palma & Pardo, 2012, pág. 115) Ese escenario de discusión se denomina
“posnaturalismo” o “postempirismo”.

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¿Qué rupturas plantea el postempirismo?


A mediados de la década de 1960 se produjo un importante cambio en la
manera de pensar lo científico. Habitualmente se ubica como “hito” que ha cambiado
la filosofía de la ciencia un libro: La estructura de las revoluciones científicas de
Thomas Kuhn en 1962, el cual introduce en la arena del debate, las cuestiones
relativas a la historicidad de la ciencia y su carácter estructural y contextual.
El escenario postempirista engloba una serie de corrientes que se diferencian
entre sí. Sin embargo, siguiendo a Palma y Pardo (2012) podemos traer algunos
puntos centrales para caracterizar este escenario que polemiza con la visión
estándar de la ciencia:
 El " giro lingüístico" como punto de partida. Con esto, los autores se
refieren a la consideración del lenguaje ya no como un medio de comunicación,
como un instrumento que media la relación del hombre con las cosas sino como la
materia prima del mundo social. Eso lleva a un desplazamiento desde el hecho
social de los positivistas y de la primacía de lo visible al lenguaje. Tanto el
reduccionismo naturalista como el comprensivismo serán superados por este giro
lingüístico que declara el carácter esencialmente lingüístico de las acciones
humanas.
 La reivindicación de otras formas de racionalidad más allá de la
implícita en el método experimental de las ciencias naturales: la crítica a la
identificación de la verdad con el método (como realiza Gadamer), la idea de la
colonización de la vida por parte de los procesos técnicos, (como nos muerta la
Teoría Critica a través de Habermas), ponen de manifiesto la necesidad de ampliar
la idea de razón que regía en la modernidad en su versión técnico instrumental
dominante para sostener que la praxis humana supera la relación medios-fines
 La comprensión-interpretación como modo de ser del hombre: esto
implica superar la discrepancia entre monismo y dualismo metodológico.
Comprender no es sólo ámbito de las ciencias sociales, sino parte inherente de la
razón humana en la medida en que interpretamos el mundo desde horizontes de
sentido que nos vienen dado por nuestra pertenencia a él, a una tradición, a un
mundo de sentidos desde los que interpretamos el mundo del que ya somos parte.

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 Supuesto hermenéutico que reemplaza al supuesto empirista. A la


confianza plena en la experiencia y en el conocimiento empírico, se contrapone la
gran carga teórica que tiene cada enunciado científico. No hay hechos puros, datos
puros, porque en la observación de los datos ya hay una construcción humana
mediada por la teoría. Más aún cuando se trata de ciencias sociales donde nos
proponemos interpretar una realidad que ya ha sido interpretada por otros. Por
eso los autores hablan de una doble hermenéutica.
 Dimensión interpretativa e intersubjetiva de la verdad. Aún con
distintas propuestas se plantean romper con esa relación tradicional en torno a la
verdad, entendida como la adecuación de los enunciados a la realidad observable.
A ello, se contraponen las interpretaciones de la verdad, la prevalencia de las
dimensiones históricas, la idea de la verdad como consenso: todas formas de poner
de relieve las dimensiones intersubjetivas, históricas, lingüísticas, prácticas y
consensuales (pasados y futuros) en torno a la verdad.
 Teoría científica como estructura enunciativa: que las teorías
científicas no están compuestas por enunciados autónomos, sino que el significado
de cada uno depende de su conexión con los otros.
 Pertenencia del intérprete a una tradición. En este sentido, opera
siempre una relación entre quien interpreta y el horizonte de sentidos en que se
inserta que es previo a la distancia objetivadora: “siempre comprendemos desde
nuestra pertenencia a un mundo en el cual estamos ya siendo y que pose siempre
ya un sentido” (Palma & Pardo, 2012, pág. 124).
Según plantea Schuster, con la inmersión en este escenario retornan, los
estudios sobre problemas de la comprensión, del sentido, de interpretaciones de
sentido común, como un área de la investigación social. Que todas las ciencias son
hermenéuticas en tanto implican una interpretación pero que las teorías sociales
soportan una doble hermenéutica porque interpretan una realidad que ya ha sido
interpretada por los propios sujetos que la producen y reproducen, es decir,
nosotros. Eso que llamamos “realidad” es el límite de la interpretación, la resistencia
al nominalismo del lenguaje.

2.2.1 Principales corrientes epistemológicas del escenario postempirista

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2.2.1.1 Hermenéutica
A la corriente naturalista se le opuso, tal como vimos en el Siglo XIX, una
mirada “comprensivista” respecto de lo social. Esa mirada planteó la especificidad
de lo social, el dualismo metodológico e instaló la idea de que el conocimiento de las
ciencias sociales se lleva adelante por la vía de la comprensión. Un interrogante que
acompañó a esta perspectiva tuvo que ver con pensar “¿cómo es posible establecer
–con ciertos criterios de cientificidad- lo que ocurre en la mente de otra persona?”
Si comprender es recrear en la subjetividad de quien investiga: las intenciones, los
sentimientos y los propósitos del otro, en tanto objeto de estudio, es inevitable la
objeción de psicologismo y de subjetividad antimetodológica, y por tanto acientífica.
Es por ello que la superación de ese debate supondrá el desarrollo de lo que se
denomina “giro lingüístico”, la aparición de otro elemento determinante –además
de la subjetividad- en la comprensión de las ciencias sociales: el lenguaje.
Es Gadamer quien recoge, resume y da nombre a la declaración respecto de las
condiciones históricas y lingüísticas a las que está sometida toda comprensión bajo
el régimen de la finitud: “hermenéutica filosófica”. Esa tarea crítica ya había sido
emprendida por Nietzche (1873) cuando planteaba que la pretensión de
conocimiento objetivo es irrealizable y que la interpretación atañe al hombre
mismo, a su propio ser. La clave está puesta en que la intencionalidad que el sujeto
pone en el momento de conocer, lo que da paso a la dimensión semántica, al
lenguaje, y entonces la comprensión ya no girará en torno de un milagroso proceso
de empatía entre autor e intérprete, sino que toda comprensión será –siempre-
lingüística. “Todo ser que puede ser comprendido es lenguaje” dirá Gadamer (1977).
Girará de lo psicológico a lo semántico, ya que el lenguaje pasa a ser concebido, por
un lado, como materia prima del mundo social y por otro, como rasgo ontológico
fundamental de la racionalidad humana. Así, la esencial subjetividad del
comprensivismo, la cual radicaba en la incontrolabilidad de la empatía psicológica
entre el intérprete y el autor, ahora es suprimida y superada por la centralidad del
lenguaje, sobre el que sí puede haber algún tipo de control.
Características de la hermenéutica:
 Carácter interpretativo de todo conocimiento. La tarea de la
hermenéutica será iluminar las condiciones bajo las cuales se comprende. De lo

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que se trata es de desocultar todos los condicionantes previos que determinan en


parte el conocimiento. La racionalidad humana, lejos de ponerse en marcha desde
una posición de “objetividad” no puede sustraerse al flujo de ciertos prejuicios que
son constitutivos del propio ser.
 Ligazón del que comprende con una comunidad de prejuicios
condicionantes. La razón, como dirá Nietzche (1873), interpreta: antes de
cualquier toma de distancia respecto del objeto siempre estamos ya ligados de
algún modo a él., siempre estamos ya en un “mundo” con sentido, en una
“comunidad de prejuicios” desde el cual comprendemos. A la relación sujeto-
objeto la antecede otra más originaria: la ligazón del hombre con un mundo, una
tradición. Esa relación previa a la objetivación, ese suelo de todo posible teorizar,
es lo que en hermenéutica se llama “pertenencia”. No solo las ciencias sociales
estarán determinadas por ese círculo entre interprete y objeto, sino el
conocimiento todo. Estamos en el polo opuesto de la visión estándar o naturalista,
que nos decía que lo primordial para hacer ciencia es eliminar el prejuicio. Aquí se
afirma que hay prejuicios legítimos que no pueden ser evitados ni tendría sentido
hacerlo ya que solo comprendemos “desde” ellos.
 Carácter finito y condicionado del conocimiento. La relación previa
nos liga con una tradición, la pertenencia señala la presencia ineludible de dos
elementos que se anteponen a toda pretensión objetivadora: la historia y el
lenguaje.
 Historicidad de la comprensión. Ligazón del pensamiento con el suelo
histórico y el carácter lingüístico de todo comportamiento humano. Conocer
resulta entonces un proceso de fusión de dos mundos, el de la tradición y el nuestro
en tanto intérpretes. El conocimiento es la recreación o mediación de una tradición
a través de las interpretaciones que, desde nuestra situación histórica particular,
hacemos de ella.
 El “saber de fondo” debe ser confirmado, revisado y corregido por un
“saber crítico”. La precomprensión que proyectamos desde nuestro lugar definido
históricamente, en tanto expectativa de sentido, será sometida a un arsenal critico
que lo avale o no como interpretación. Ida y vuelta entre un saber de base y una

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distanciación objetivadora que nos permite la corrección de dichas proyecciones.


En ese ida y vuelta consiste el conocimiento, la comprensión.

2.2.1.2 Teoría Crítica


La tradición crítica fue hilándose a partir de la filosofía moderna en occidente,
alcanzando su expresión más significativa en el proyecto de la Teoría Crítica de la
Escuela de Frankfurt, fundada en Alemania en 1923. En su origen, dos vertientes
alimentan la teoría crítica, una de corte hegeliano y otra marxista. “En ambas, se
reconoce como punto de partida la comprensión de la realidad de clave dialéctica,
donde sujeto y objeto son opuestos en contradicción, donde uno permite la
existencia del otro y viceversa” (Muñoz Arce, 2018, pág. 164).
La Escuela de Frankfurt fue creada inicialmente con el propósito de albergar y
difundir investigaciones de corte marxista. El objetivo primordial de la teoría crítica
fue liberar a los seres humanos de las circunstancias que los esclavizan, situando la
noción de emancipación como la piedra angular de su producción intelectual. A
través de la crítica y con la praxis como eje central, contribuir a transformar las vidas
de hombre y mujeres sumidos en condiciones económicas y sociales que distaban
mucho de las promesas de los ideales filosóficos de la modernidad.
Se cuentan tres generaciones en la Escuela de Frankfurt:
 Primera generación: fuertemente marcada por el trabajo de Adorno,
Horkheimer, Marcuse, Benjamin, Wellmer, Pollock. Esta generación se distingue
por diferenciar la teoría crítica de la teoría tradicional destacando
fundamentalmente el trabajo de los dos primeros. De hecho, la propia noción de
teoría crítica es acuñada por ellos. Desde esta generación cuestionan la “teoría
tradicional” que está guiada por la vertiente racionalista y supone a los seres
humanos como observadores pasivos, desvinculados de su objeto de estudio. La
teoría crítica rechaza esta pretensión de objetividad epistémica y neutralidad
ideológica (espejismo o falsa conciencia) denunciándola como reproductora del
sistema de relaciones capitalistas al no cuestionarlo. Desde esta óptica, la razón
científica es razón instrumental pues se orienta al logro de eficacia en una realidad
fraccionada. “Lo que desde este punto de vista son disfunciones, o a la inversa,

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fenómenos estructurales inamovibles, es precisamente lo que la teoría crítica


considera que debe ser denunciado” (Muñoz Arce, 2018, pág. 166)
 Segunda generación: está marcada por el trabajo de Habermas. Es
posible reconocer un giro pragmático en la teoría crítica, que se manifiesta en dos
dimensiones centrales: acción comunicativa y democracia deliberativa. La
propuesta habermasiana arranca desde una concepción de la modernidad como
un horizonte que se desplaza, un proyecto inconcluso que lleva consigo la promesa
de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Es gracias a la modernidad que los seres
humanos han podido usar su propia razón, en el decir de Kant, y a través de ello
ampliar sus posibilidades de pensamiento. Al mismo tiempo, en un movimiento
contradictorio, la racionalidad sustantiva, liberadora, ha traído consigo o ha sido
reducida a razón instrumental, que no es más que una forma de deshumanización,
donde es la racionalidad humana la vía por la cual se crea y se destruye la propia
idea de humanidad.
 Tercera generación: reconocida a partir de la incorporación de
Honneth como director de la Escuela de Frankfurt una vez retirado Habermas,
vuelve a la filosofía hegeliana y en particular a la noción que Hegel propuso sobre
el reconocimiento del otro. Nancy Fraser Agnes Heller lideran las críticas a la teoría
crítica desde el mundo occidental: su lógica racional, procedimental y formal para
la comprensión de la ética y la moral, junto a una inadecuada conceptualización del
poder y sus funciones en el mundo de la vida, son situadas como los principales
blancos de la crítica. En la producción teórica de esta tercera corriente se observan
los matices de las discusiones que el postestructuralismo y el feminismo incluyen
a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, es decir, un esfuerzo de discusión,
traducción y ensamblaje de repertorios discursivos “otros” que permiten que la
teoría crítica sea remirada desde la perspectiva de saberes tradicionalmente
silenciados, como los de los pueblos indígenas y otras locaciones periféricas en
términos geopolíticos o identitarios.
La heterogeneidad de estas propuestas, que son fruto de la crítica interna
a la teoría crítica, puede ser interpretada como una muestra del carácter
polisémico de la matriz que les da origen a todas ellas: la obra de Marx y las
diversas lecturas que de esta se han hecho (“marxismos”). Sin embargo, es

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posible identificar orientaciones transversales que son compartidas por todas


las generaciones de la teoría crítica.
 La matriz dialéctica como clave interpretativa es central, puesto que
esta noción opera como llave que abre las puertas del pensamiento crítico:
dialéctica como contradicción entre opuestos que se requieren mutuamente para
existir y como síntesis en la búsqueda de integración crítica. En ese sentido,
 El rechazo a la actitud científica “aséptica” del positivismo
contraponiendo una visión comprometida con el orden existente, se constituye en
uno de los aportes epistemológicos más valiosos que realizará la escuela de
Frankfurt (Laso, 2004)

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PECS

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