Mercantilidad de Los Títulos Valores en La LTV Vigente

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2) el párr. 2° del art. 50 LTV ant.

disponía que, si el título no contenía


indicación de domicilio para el pago, o era falsa la que contenía, “el protesto se
hará en la sede de la Cámara de Comercio del lugar o, a falta de ésta, en
cualquier establecimiento mercante (los énfasis son añadidos, y hablan por sí
solos);

3) el art. 132 LTV ant. relegaba a la "ley común” (designación tradicional de


la civil) al vale sin cláusula “a la orden”, precisamente porque a causa de esa
omisión no podía ser considerado un título valor (ergo, el hecho de ser título
valor somete al documento a un régimen distinto del común, que no podía ser
sino mercantil); y

4) el art. 219 LTV ant. disponía precisamente que no eran aplicables “ías
disposiciones sobre títulos-valores a los boletos, contraseñas, fichas u otros
documentos análogos no destinados a la circulación mercantiT (énfasis
añadido, que, completando lo expuesto en el numeral anterior, habla también
por sí solo).

Pero, sin que la fuerza de estos argumentos textuales sea despreciable, mucho
más explícito resulta el propio proceso legislativo de la LTV ant. Y es que, en
virtud del mandato legislativo que permitió su promulgación, el 15 de junio de
1967, la LTV ant. tenía explícitamente la condición de Libro de los Títulos-
Valores del Código de Comercio80. Imposible pensar en un modo más claro y
definitivo de determinar el carácter mercantil de la materia regulada en ella.

15. Mercantilidad de los títulos valores en la LTV vigente.

Ahora bien, lo que acabo de mencionar gozaba de toda su fuerza bajo la


vigencia de la LTV ant., pero ésta ha sido derogada por la nueva LTV, que no
tiene tales antecedentes. Ello no obstante, tampoco carece de significado el
hecho de que la LTV actual viene a sustituir precisamente a ese “Libro de los
Títulos-Valores del Código de Comercio”, sin que tampoco pueda advertirse, ni
de su texto, ni de su proceso legislativo, ningún elemento que tienda a variar su
carácter mercantil, y su inserción en el sector del ordenamiento presidido por el
CdC. Por el contrario, en el “Dictamen recaído en el Proyecto de Ley n° 4195-
98-CR presentado por el Poder Ejecutivo, mediante el cual propone nueva Ley
de Títulos Valores”, presentado por la Subcomisión Revisora a la Comisión

1
Permanente del Congreso de la República, y que dio lugar a la LTV, son
prácticamente ubicuas referencias que apuntan a la inserción de la Ley y de su
contenido en el ámbito mercantil, tales como:

1) hablar de los títulos valores como uno de “los mecanismos del


comercio", o referirse a “la práctica de hoy que importa un comercio
enriquecido con los aportes de la electrónica”, y a la necesidad de “agilizar las
transacciones comerciales a través de títulos valores”81;

2) enfatizar que la “Ley [propuesta] (...) concuerda sus preceptos con otras
disposiciones legales especiales y modernas como son la Ley General de
Sociedades, la Ley General del Sistema Financiero, del Sistema de Seguros y
Orgánica de la Superintendencia de Banca y Seguros y la Ley del Mercado de
Valores", todas ellas leyes mercantiles (sólo después se menciona la
concordancia del Proyecto con otras normas de alcance más general del
ordenamiento, como los Códigos Civil y Procesal Civil y la Ley del
Notariado)82;

3) resaltar también la facultad de determinadas instituciones supervisoras y


reguladoras para autorizar la creación de nuevos títulos valores “por parte de
personas y empresas sujetas a su control”, lo que implica reconocer el carácter
preferentemente empresarial del tráfico de valores83;

4) insistir en que “el título valor incompleto se ha constituido en un


instrumento idóneo para la realización de transacciones comerciales”84;

5) y también en que “los títulos valores son instrumentos que facilitan el


comercio"85;

6) situar las reformas de la “renovación” (ahora “prórroga”) cambiaría en el


contexto del tráfico bancario de títulos (“títulos valores en poder de las
empresas del sistema financiero")86;

7) situar la cláusula de pago en moneda extranjera en el contexto de los


“mercados", a veces “dolarizados”, en los que se utilizan los títulos87;

8) justificar la cláusula “sin protesto” porque contribuirá a “agilizar la


transferencia de los títulos valores y, por ende, el comercio”88;

2
9) vincular la cláusula de pago con cargo en cuenta bancaria a la
mediación empresarial (y específicamente bancaria) en el mercado de
pagos89; y,

10) por fin, referirse a la cláusula de venta extrajudicial, como un medio de


evitar circunstancias que “dilatan y obstruyen las transacciones comerciales” y
de dar “protección a un comercio agir.

Ya apuntaban en esa línea, y con mayor claridad, algunas expresiones de la

“Exposición de Presentación del Anteproyecto de Nueva Ley de Títulos


Valores”90 presentada junto con el resultado de sus labores por la Comisión
encargada de preparar el Anteproyecto, y que es lo más próximo que tenemos
a una Exposición de Motivos de la LTV actualmente vigente:

1) Usa dos veces casi seguidas la expresión “esta categoría de documentos


comerciales” (énfasis añadido) para los títulos valores en general, y en trance
de discutir la pertinencia de llamarlos siempre “títulos”, ante la generalizada
aceptación de los “valores anotados en cuenta” o “desmaterializados"

2) Aún más elocuente se me antoja, quizás por el mismo hecho de dar por
sentada con una naturalidad nada afectada, y hasta diría que inconsciente, la
mercantilidad de todos los títulos valores, el siguiente pasaje: “Una de las
razones para no eliminar el protesto, supresión que cuenta con muchos
simpatizantes (pues el mero hecho de tener en posesión el título valor en fecha
posterior al de su vencimiento, constituye prueba suficiente de la mora y en
derecho mercantil la mora es automática), es otorgar seguridad plena de que
se trata de un título auténtico...” (énfasis añadido)82.

De mayor trascendencia jurídica resultan, sin duda, las numerosas


disposiciones de su propio texto (más incluso que en la LTV ant.) que vienen a
decir lo mismo. Así:

1) El art. 73.3 LTV sigue previendo que cuando el domicilio señalado para
el pago no pueda hallarse, “el protesto se hará mediante notificación cursada a
la Cámara de Comercio provincial correspondiente al lugar de pago o, de no
poder determinarse éste, del lugar de su emisión” (énfasis añadido), aunque a
falta de Cámara de Comercio ya no es necesario completar el trámite en un

3
establecimiento mercantil del lugar (cfr. también los arts. 78.4, 85, 87, 88, 89,
91.1 y 147.2 LTV).

2) Algunos títulos valores siguen estando esencialmente vinculados a


“mercaderías”, como la factura conformada (art. 163.1 LTV, especialmente su
inc. b, que especifica que deben ser bienes “objeto de comercio”), el certificado
de depósito y el warrant (art. 224.1 LTV), el conocimiento de embarque (art.
246 LTV), las cartas de porte (art. 251 LTV)

3) La LTV llama expresamente “comerciales” a ciertos títulos valores: los


“papeles comerciales” (art. 264 LTV).

4) Y la LTV tampoco deja de marcar un contraste entre sus disposiciones y


“el derecho común”, como puede comprobarse en los arts. 93, 118 y 144.1
LTV.

Es más, la vinculación al tráfico mercantil de todos los títulos valores que hacen
los dos primeros grupos de textos recién citados se deja entrever también en el
art. 1248 CC, cuando refiere el procedimiento para determinar el valor de los
intereses debidos sobre los títulos valores a la “cotización” bursátil o al “valor
de mercado en la plaza” de los títulos valores en cuestión. Y la referencia al
Derecho de los títulos valores como ajeno al ámbito estrictamente civil, que se
trasluce en los dos últimos grupos de textos, aparecía también en el ant. art.
1087 CC, que defería a "la ley de la materia” (o sea, la LTV) las formalidades
que debían acompañar la entrega de los títulos valores a la orden y
nominativos que fueran objeto de prenda, referencias que siguen presentes en
el n. 23 del art. 2, y en los arts. 18, 29 y 30 LGM, para los casos de garantías
mobiliarias constituidas sobre títulos valores.

Por último, y aunque la distribución de las competencias procesales no tiene


por qué coincidir plenamente con los linderos de las correspondientes
disciplinas jurídicas, no deja de resultar sugestivo que, según la Res.
administrativa 006-2004-SP-CS, de 30 de setiembre (tras algunos años ya, por
tanto, de haber entrado en vigencia la LTV), la primera competencia reconocida
a los nuevos “Juzgados de lo Comercial” sea precisamente la de conocer de
“las pretensiones referidas a la Ley de Títulos Valores y en general las

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acciones cambiarías, causales y de enriquecimiento sin causa derivadas de
títulos valores” (art. 1, inc. a).

En definitiva, la LTV es una de esas “leyes especiales” de que hablan, por


ejemplo, los arts. 17, 33, inc. 5, 50 y 52 inc. 1 CdC, y que quedan
implícitamente referidas por el art. 2 CdC, cuando establece el sistema de
fuentes del ordenamiento mercantil, como “disposiciones contenidas en él” (el
propio CdC)93. De hecho, los arts. 21, inc. 10, 23, 182 ins. 9 y 10, 382 y 961
CdC, aún vigentes todos ellos, se refieren con distintas denominaciones a los
títulos valores en general, en contextos que dan a entender claramente que los
considera a ellos mismos y a las relaciones jurídicas a que dan lugar
comprendidas en el ámbito de Derecho privado especial presidido y regido por
sus disposiciones. Especialmente elocuente es, a este respecto, la última de
las normas citadas —que aunque ahora, a la vista de los arts. 96 a 99 LTV,
tenga sólo un valor residual, no ha sido derogada nunca—, la cual da por
supuesto que los títulos que menciona, lo mismo que todos los demás
“documentos comerciales”, tienen carácter mercantil:

“Las acciones procedentes de letras, vales, pagarés, cheques, talones y demás


documentos comerciales, respecto de las que no se ha establecido
especialmente en este Código el término de prescripción, se extinguirán a los
tres años de vencido el documento, háyase o no formalizado el protesto.

Igual regla se aplicará a los dividendos, cupones e importe de amortización de


obligaciones emitidas conforme a este Código”.

En conclusión, en nuestro ordenamiento jurídico todos los títulos valores son


actos de comercio, íntegramente sometidos al Derecho Mercantil, sobre la
única base de su calificación como tales títulos, la cual a su vez depende sólo
de datos formales. Los títulos valores representan así el único conjunto de
actos en los que, en el caso concreto (no es así si se considera la institución en
abstracto), es realmente posible desvincular su carácter de “acto de comercio”
tanto de la condición de los sujetos que intervienen en él como de cualesquiera
otros actos que lo precedan o sigan, esto es, de su inserción o no en la
sucesión de actos que constituyen la actividad empresarial. Y con todo lo

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expuesto, especialmente en el apartado anterior, queda sobradamente
justificado por qué opino que debe seguir siendo así.

16. Títulos valores y Derecho Mercantil de obligaciones.

Sobre la “inserción sistemática" del Derecho de los títulos valores en el


conjunto del Derecho privado94 queda por dilucidar si forma parte del Derecho
(Mercantil) de obligaciones o si hay motivos para pensar que conforma más
bien —quizás junto con otras instituciones mercantiles de trascendencia
jurídico-real— un “Derecho de cosas”, igualmente mercantil95. Y es que el
contenido ideológico de los títulos valores, en tanto que “documentos”,
constituye precisa y exclusivamente una declaración o una serie de
declaraciones de voluntad jurídico-negociales96. Por eso, en los títulos valores,
concurren dos dimensiones:

1) su condición material —y también jurídica— de “cosas”; y

2) su condición de forma escrita de declaraciones de voluntad negocíales.

Ello los convierte, al mismo tiempo, en objetos de derecho y en soporte de


actos y negocios jurídicos, a los que se califica como de comercio, según
acabo de explicar. Según esto, los títulos valores podrían legítimamente ser
estudiados tanto en el Derecho de cosas como el Derecho de obligaciones, lo
que suscita la cuestión de cuál de esas dos áreas constituye su inserción
sistemática más adecuada.

Según la sistemática de los Tratados de Derecho Mercantil más antiguos, que


imitaban el sistema romanofrancés de las “instituciones” del Derecho Civil, los
títulos valores se hallarían situados entre las cosas mercantiles. Esta visión
postulaba incluso un hipotético Derecho Mercantil de cosas
(Handelssachenrecht), que versaría fundamentalmente sobre:

1) las mercancías y los títulos valores, por un lado97; y

2) los llamados bienes inmateriales (la propiedad industrial y la llamada


“propiedad comercial”, expresión vinculada a los baux commerciaux,
correspondiente en el derecho francés a un especial régimen de protección del
fondo empresarial en los arrendamientos98), por otro.

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Pues bien, y pese a que es casi universal en nuestro medio ponderar como un
progreso decisivo de la teoría general de los títulos valores el hecho de
considerarlos más como “cosas” que como “negocios jurídicos obligatorios”99,
a mi modo de ver este criterio sistemático resulta inadecuado por una serie de
razones:

1) En primer lugar, porque los títulos valores no pueden ser comprendidos en


todo su significado cuando se les considera simplemente como “cosas”,
aunque ciertamente lo son. La verdad es que, dogmática y positivamente,
prevalece su condición de documentos sobre la de “cosas objeto de comercio”
(o sea, a grandes rasgos, mercancías en sentido amplio). El documento “título
valor”, como tal documento, carece de valor económico intrínseco; mejor dicho:
el que pueda tener es irrelevante. En este aspecto los títulos valores se
diferencian radicalmente de las mercancías, que llevan ínsito su propio valor
económico, por razón del uso al que van destinadas, e incluso por su valor de
cambio. En cambio, un título valor obtiene su valor del compromiso que
adquiere su emisor. Constituye sobre todo, por lo tanto, un instrumento
necesario para el ejercicio y la transmisión de un derecho de crédito u otro
derecho patrimonial incorporal, función económica que no hay que olvidar
nunca.

2) Precisamente, la principal razón que justifica la visión “obligacionista” o


“personalista” de los títulos valores es que en la transmisión y en la propia
creación de los títulos valores existe siempre un elemento negocia!. Emitir un
título valor supone realizar un negocio jurídico que requiere reunir los requisitos
del art. 140 CC. Dicho de otro modo: las cosas son objetos del mundo exterior
y, salvo en contadas ocasiones, no nacen de la voluntad negocial. En cambio,
los títulos valores siempre, sin excepción, surgen de actos o negocios jurídicos,
y su contenido es, sobretodo, obligacional.

3) Por otra parte, el Derecho Mercantil100 ha sido siempre un Derecho de


obligaciones y contratos, donde apenas hay presencia del Derecho de cosas.
Los conceptos centrales de la disciplina, la empresa y el empresario, se definen
en función de la producción y suministro de bienes y servicios para el mercado.
Ello comporta una referencia implícita a los mecanismos de relación del sujeto
con dicho mercado: básica, aunque no exclusivamente, obligaciones y
7
negocios jurídicos, en la medida en que éstos últimos califiquen como actos de
comercio.

4) Por el contrario, no existe una teoría genuinamente mercantil del objeto


de derechos patrimoniales: las cosas o bienes, en sí mismos, no son civiles ni
mercantiles101; en consecuencia, los derechos reales tampoco podrán ser
específicamente mercantiles. Dos fenómenos de distinto signo contribuyen a
explicar este hecho, al concurrir en el mismo punto:

a) por una parte, la estructura de atribución propia del derecho real,


caracterizado por la nota de inmediatividad (mientras que el derecho “personal”
se atribuye en un contexto de alteridad perfecta); y

b) por otra parte, la eficacia general, erga omnes, del derecho real, en el
sentido de que el lado "pasivo” de la relación jurídica ni puede obligar
exclusivamente a los empresarios, ni puede carecer de eficacia frente a los que
no lo son.

Por las mismas razones, el derecho real tampoco puede poseer un contenido
diferente, según vengan a ser objeto de tráfico específicamente empresarial o
no. Así pues, los derechos reales, serán siempre en principio materia de
Derecho común, porque esa misma generalidad y homogeneidad de efectos
jurídicos excluye la especialidad subjetiva y funcional, típica de las relaciones
jurídico-mercantiles. Sólo por excepción, puede decirse que ciertas cosas sean
“mercantiles”; es el caso, precisamente, de los títulos valores, en la medida en
que en nuestro ordenamiento no existen títulos valores “civiles”. Pero lo que
ocurre es que, como queda dicho, su “mercantilidad” deriva fundamentalmente
de que sirven a la actividad empresarial, o son objeto o consecuencia de éíla.

De hecho, del tenor de los más importantes preceptos del CdC originalmente
referidos a las “mercancías” y demás “cosas mercantiles” (ant. arts. 297 inc. 2,
305 inc. 2, 320 y 344 inc. 1 CdC, entre otros), no parece que tales cosas
posean ninguna característica jurídica propia, intrínseca, endógena o esencial
que las haga “mercantiles”. Su relevancia para el Derecho Mercantil les
sobreviene por la circunstancia exógena y contingente de que, en un momento
dado, llegan a ser objeto de comercio. Por lo tanto, ni siquiera el dinero o las
mercancías son cosas propiamente mercantiles por sí mismas, ni determinan

8
por sí solas la mercantilidad de las relaciones jurídico-rea/es de que son objeto.
Es cierto, por ejemplo, que la adquisición de la propiedad de un buque se rige
por el CdC y no por el CC, pero sólo su armamento o su explotación económica
lo sujeta de Heno al Derecho Mercantil; es más, el derecho real de dominio
adquirido sobre el buque (según las reglas del CdC) no presenta especialidad
jurídico-real alguna respecto del derecho real de dominio sobre otros objetos:
su inherencia y su eficacia erga omnes son las mismas. De hecho, no existe un
régimen jurídico general aplicable a todos los derechos reales que pudiesen
merecer el calificativo de mercantiles, como sí lo hay (por muy elemental que
sea) para las obligaciones y sus fuentes.

Sea como fuere, incluso muchos autores que siguen la antigua sistemática que
considera los títulos valores preponderantemente como “bienes” terminan por
reconocer que esta.categoría de documentos supera hasta tal punto los
parámetros del Derecho de cosas, que el eje de su construcción dogmática
queda fuera de él102.

En conclusión, parece que la incardinación sistemática más lógica y natural de


la teoría general de los títulos valores se ubica en el Derecho Mercantil de
obligaciones, aunque lógicamente formando un capítulo o subsector especial,
dotado de cierta unidad y lógica propias.

III. EL ORDENAMIENTO PERUANO DE LOS TÍTULOS VALORES

17. Los títulos valores en el Código de Comercio.

Como la mayoría de las legislaciones mercantiles de la época, y al igual que su


predecesor de 1853, el CdC de 1902 no establecía originalmente un régimen
general para los títulos valores. De hecho su texto desconoce enteramente esta
denominación, que es de introducción posterior en el idioma castellano103.

El CdC da, en cambio, muchas denominaciones a los títulos valores, y no


siempre de una manera rigurosa y coherente. Su texto original utilizaba, por
ejemplo:

1) la expresión “título” (a secas) en sus arts. 21 inc. 10, 348, 382, 538-540, etc.;
2) “documentos”, ya sola, o calificada como “de cambio”, “mercantiles”,
“comerciales" o “de crédito”, en sus arts. 23, 182 inc. 10, 382, 537 y 961;

9
3) asimismo, en numerosos lugares se hace mención de “valores” como
concepto que comprende a los títulos valores y al dinero (en el inc. 9 del art.
182 se los distingue como "valores en papel” y “en metálico”, respectivamente);

4) “efectos”, expresión muy utilizada como comprensiva de las mercaderías


y los títulos valores, ya referida a una de ambas cosas (por ejemplo, en los arts.
31, 37, 121 inc. 1, 133, 165, 179, 182 inc. 7, 199, 200, 202, 205 inc. 2, 218,
241,259 y ss., 280, 302, 306, 316 y ss., 321 y ss., 344 y ss., 385 y ss., 423, 424
inc. 2, 534 y ss., 567, etc.);

5) la expresión que en el CdC más se aproximaba a la idea de título valor


en sentido técnico era “documento de crédito”, en los arts. 69 y 70, en el
epígrafe del Título II, de la Sección XII del Libro II, y en el art. 537, primero del
mencionado Título.

La mayor parte de las normas sobre títulos valores del CdC estaban dispersas,
o parcialmente organizadas en pequeños grupos referidos a los ciertos títulos
específicos. Así, entre otras normas de carácter menos orgánico, estaban (en
orden de aparición):

1) las acciones (ant. arts. 167 a 176 CdC)104;

2) los “resguardos de depósito” en almacenes generales (arts. 198 a 201


CdC)105;

3) la carta de porte (ant. arts. 345 a 349 CdC)106;

4) la letra de cambio (ant. arts. 434 a 513 CdC)107;

5) la orden para la entrega de frutos (ant. arts. 514 a 519 CdC)108;

6) los vales y pagarés a la orden (ant. arts. 520 a 522 CdC)109;

7) los “mandatos de pago llamados cheques” (ant. arts. 523 a 533


CdC)110; y

8) los conocimientos de embarque (ant. arts. 719 a 731 CdC)111.

Lo más parecido a un conjunto de normas medianamente organizadas y


aplicables a parte significativa de los títulos valores (los títulos al portador)
estaba en la Sección XII del Libro II, con un Título (“De los efectos al portador”)

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sobre la emisión al portador de distintos documentos previstos en otros lugares
(aní. arts. 534 a 536 CdC), y otro sobre el “robo, hurto o extravío” de ellos (ant.
arts. 537 a 556 CdC). En 1936, como ya dije, los arts. 1802 a 1815 CC ant.
completaron el régimen del CdC sobre los títulos al portador.

Sin duda, las normas más importantes por su desarrollo, y por el significado
económico de los títulos a que se referían, eran las relativas a la letra de
cambio, el cheque y los vales y pagarés a la orden. Con buen criterio, el CdC
se apartó de su modelo español en esta materia, para seguir básicamente el
Código de Comercio italiano de 1882. Esta legislación era mucho más
desarrollada y se adecuaba mejor a la función que el tráfico otorgaba a los
títulos valores. Seguía claramente el sistema cambiado germánico.

18. Antecedente inmediato: la Ley de Títulos Valores de 1967.

El antecedente positivo inmediato de la LTV es la LTV ant., L. 16587, de 15 de


junio de 1967, que sustituyó la mayoría de disposiciones que en esta materia
contenía el CdC.

Tras largo y tortuoso proceso de reforma, iniciado en 1929, en junio de 1961 la


Comisión Reformadora, en la última de sus cuatro diferentes composiciones,
presentó el Proyecto de LTV que había elaborado. Este proyecto duerme hasta
que en mayo de 1965, y nuevamente en febrero de 1967, el Congreso autoriza
al Gobierno para que promulgue por Decreto la ley “Libro de los Títulos-Valores
del Código de Comercio”, previa revisión por la Comisión nombrada al efecto.
El 15 de junio de 1967 se dicta la LTV ant., a la que iuego se asignaría el
número 16587. Constaba de seis Secciones:

1) La Primera de ellas (“De los Títulos-Valores en General”) introdujo


legislativamente en nuestro país la teoría general de los títulos valores por vez
primera.

2) Las Secciones Segunda a Cuarta regulaban la Letra de Cambio, el


Pagaré (y el Vale a la Orden) y el Cheque, respectivamente.

3) La Sección Quinta, la destrucción, deterioro, extravío y sustracción de


los títulos valores en general.

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4) Y la Sexta traía dos grupos de disposiciones bastante heterogéneas
entre sí: por un lado, lo relativo a la prescripción y caducidad de los derechos
documentados y, por otro, las disposiciones finales y transitorias sobre la
aplicación de la ley.

Aparte de la modificación del art. 208, en 1970, para salvar un error garrafal
cometido en la promulgación original de la Ley112, la LTV ant. fue modificada
en detalles menores en 1974, 1981, 1992 y 1997. Respectivamente:

1) D.L. 20712, que dispuso se incluya en el acta de protesto la alegada


falsedad del título como motivo para oponerse el deudor al pago;

2) L. 23327, permitiendo que el monto cambiario fuese determinable según


cláusulas de reajuste automático autorizadas por ley;

3) D.L. 26131, permitiendo una serie de pactos en la letra de cambio y el


pagaré; y

4) L. 26852, que modificó el inc. 1 del art. 61 LTV ant., para que se
incluyera inequívocamente su denominación en el texto de la letra de cambio, y
derogando los arts. 101 al 106 LTV ant. sobre la pluralidad de ejemplares de la
letra

19. Dación de la Ley de Títulos Valores vigente.

La reforma de la LTV ant. se puede decir que comienza seriamente con la RM


068- 97-JUS, que designa una Comisión Redactora del Proyecto de Nueva Ley
de Títulos Valores.

El primer Proyecto fue publicado en “El Peruano” el 8 de febrero de 1999, con


la finalidad de recibir aportes y sugerencias del público, parte de las cuales
serían incorporadas en los sucesivos proyectos. El 17 de junio se hizo una
segunda publicación, y el tercer y definitivo Proyecto se publicó el 3 de
noviembre de 1999, que fue el que se remitió al Congreso.

El Pleno parlamentario delegó en la Comisión Permanente la facultad de


revisar y promulgar ei texto definitivo, para lo cual la Comisión Permanente
designó una Subcomisión Revisora, asesorada por los miembros de la que
había redactado el Proyecto. Según cuenta el Prof. BEAUMONT, Presidente de

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la Comisión Redactora, la aprobación definitiva de la Ley por la Comisión
Permanente se hizo mediante el expeditivo procedimiento de aprobar a mano
alzada el Proyecto como un todo, lo que se hizo prácticamente por unanimidad,
con la única abstención del Congresista Javier Diez Canseco113.

La LTV fue publicada en “El Peruano” el 19 de junio de 2000, como L. 27287, y


entró en vigor a los 120 días (art. 278 LTV), el 17 de octubre del mismo año.

Respecto de su antecedente inmediato, ¡a LTV se limita, básicamente, a reunir


en un solo cuerpo todas las normas vigentes sobre los distintos títulos valores
privados existentes (con la única excepción, que me conste, del “Documento de
Transporte Multimodal”, en su modalidad “negociable”, regulado en los arts. 7 a
15 de las Normas sobre el Transporte Multimodal Internacional de Mercancías
aprobadas por D. Leg. 714). De todos modos, ya ha sufrido algunas
modificaciones de relativa importancia:

1) mediante la L. 27640 se incorporaron los nn. 4 y 5 al art. 245 LTV, sobre


el título de crédito hipotecario negociable;

2) la L. 28203 da una nueva redacción a todas las disposiciones sobre la


factura conformada (arts. 163-171 LTV); y

3) la L. 29349 ha modificado el art. 10.2 LTV, sobre la emisión de títulos


valores incompletos.

Además, las LL. 27809 (DF 6a), 28055 y 29623 han creado ya tres nuevos
títulos,respectivamente:

1) el “Valor de Empresas en Concurso”;

2) el “Valor de Producto Agrario", que es en realidad casi una reedición de


la antigua “orden para la entrega de frutos” del CdC114, y

3) la “Factura Negociable", prácticamente indistinguible de la “Factura


Conformada” regulada en la propia LTV.

Quizás las novedades más importantes de la LTV sean:

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1) la regulación de los valores desmaterializados, específicamente de los
anotados en cuenta (aunque la LMV actualmente vigente ya se había
adelantado en esto);

2) la recepción de la “factura conformada" como título valor;

3) algunas novedades en el régimen del protesto;

4) la explicitación de la libertad para incluir en los títulos valores


cualesquiera “cláusulas” que no los desnaturalicen (art. 48.3 LTV), así como la
regulación específica de algunas de ellas; y

5) la aceptación del endoso fiduciario (limitado a los casos en que la LMV y


la LBS permiten constituir patrimonios fideicometidos).

20. Estructura de la Ley actual.

La división principal de la LTV es la que separa sus Libros Primero (“Parte


General”)

y Segundo (“Parte Especial - De los títulos valores específicos”). La Parte


General

se divide a su vez en diez Secciones, dedicadas respectivamente a:

1) las reglas generales aplicables a todos los títulos valores (arts. 1 a 21


LTV), con el grueso del régimen general;

2) la circulación de los títulos valores (arts. 22 a 47 LTV), con sendos


Títulos dedicados a los títulos al portador, los títulos a la orden, los títulos
nominativos y el endoso de los títulos a la orden;

3) las cláusulas especiales de los títulos valores (arts. 48 a 55 LTV);

4) las garantías de los títulos valores (arts. 56 a 63 LTV);

5) el pago de los títulos valores (arts. 64 a 69 LTV);

6) el protesto, sus formalidades sustitutorias y la publicidad del


incumplimiento (arts. 70 a 89 LTV);

7) las acciones o pretensiones derivadas de los títulos valores (arts. 90 a


94 LTV);

14
8) prescripción y caducidad (arts. 95 a 100 LTV);

9) deterioro, destrucción, extravío y sustracción de los títulos valores, y los


procedimientos a seguir en esos casos (arts. 101 a 112 LTV); y

10) las normas de conflicto de leyes (Derecho Internacional Privado) e materia


de títulos valores (arts. 113 a 118 LTV).

La Parte Especial, a su vez, se divide en otras once Secciones, diez de las


cuales responden al epígrafe general del Libro II (“De los títulos valores
específicos”):

1) la letra de cambio, el pagaré, la factura conformada y el cheque, en cada


una de las cuatro primeras Secciones (arts. 119 a 216 LTV);

2) los certificados bancarios de moneda nacional y extranjera, en la


Sección Quinta (arts. 217 a 223 LTV);

3) el certificado de depósito y el warrant, en la Sexta (arts. 224 a 239 LTV);

4) el título de crédito hipotecario negociable, en la Sétima (arts. 240 a 245


LTV);

5) el conocimiento de embarque y las cartas de porte terrestre y aérea, en


la Octava (arts. 246 a 254 LTV);

6) los valores mobiliarios, incluyendo unas disposiciones generales, las


acciones, sus certificados provisionales, los certificados de suscripción
preferente, los certificados de participación en fondos mutuos, los valores
emitidos en procesos de titulización, los bonos de obligación y papeles
comerciales, las cédulas hipotecarias, los pagarés bancarios y el certificado de
depósito negociable, en la Sección Novena (arts. 255 a 275 LTV); y

7) en el art. 276 LTV, único de la Sección Décima, los “títulos valores


especiales”, expresión con la que se alude, en realidad, a la autorización
general para que las entidades supervisoras de ciertos mercados regulados (la
SBS y la Conasev), y también las empresas bancadas en ciertos casos,
puedan crear nuevos títulos valores.

15
La Sección Undécima del Libro II (arts. 277 a 279 LTV), que trata del ámbito de
aplicación de la LTV, debería quedar, en realidad, fuera de ambos Libros, en un
Título Final (o Preliminar), Título que quizás debería incluir otras disposiciones
de la misma naturaleza, como los arts. 1 a 3 LTV, y toda la Sección Décima del
Libro I (pues define el ámbito territorial de la Ley).

21. Ámbito objetivo de aplicación.

Los arts. 1, 2 y 277 LTV definen su ámbito objetivo de aplicación, en marcado


contraste con los arts. 1 y 208 a 210 LTV ant.

El legislador fue restrictivo al regular en 1967 el ámbito de aplicación de la LTV


ant., reconociendo sólo las letras de cambio, pagarés, vales a la orden y
cheques como títulos valores sujetos a ella, más los que por ley posterior se le
sometieran expresamente (art. 208 LTV ant.). Para muchos, la intención del
legislador habría sido introducir una especie de “principio de legalidad”: una
“reserva de Ley” como única fuente de autorizar y tipificar nuevos títulos
valores. Considero que la LTV ant. nunca logró realmente ese propósito (en
realidad, fue una suerte que fracasara)115, pero está claro que dejaba fuera de
su ámbito de aplicación documentos que, por su naturaleza, la función que
cumplían y el modo en que eran usados, eran verdaderos títulos valores115.
Por ejemplo, los conocimientos de embarque, cartas de porte, certificados de
depósito y warrants, entre otros muchos documentos, estaban en esa situación.
El único paliativo que se introdujo explícitamente fue que la LMV (la
actualmente vigente, D. Leg. 861; aún no su antecedente inmediato, aprobado
por D. Leg. 755 en 1991) sometió a la LTV ant., como legislación supletoria,
todos los valores negociables. Otro paliativo que podía usarse era aplicar las
disposiciones de la LTV ant. por analogía, al menos, a cuantos títulos no
estuvieran expresamente sometidos a ella, ya que el tenor de ésta impedía
aplicárselas directamente.

La actitud del legislador de la nueva LTV, en cuanto a su ámbito de aplicación,


ha sido muy distinta, cosa digna de aplauso. Así, el art. 277.1 LTV dispone:

“La, presente Ley es de aplicación a los valores que se regulan en ésta,


cualquiera que fuere el soporte en el que consten, ya sea en títulos o mediante
representación por anotación en cuenta; así como a los que por norma legal

16
posterior puedan crearse, salvo disposición legal expresa distinta o se haga
reserva, limitación o exclusión”.

Y el art. 277.2 LTV completa la misma idea:

“Los títulos valores cuya emisión esté autorizada por leyes especiales,
igualmente se regirán por la presente Ley, en todo aquello que no resulte
incompatible con ellos".

Como es lógico, pues, todo título valor se somete a la LTV, salvo en lo que
expresamente se excluya o limite117, sin perjuicio de la lógica preferencia que,
para la regulación de cada tipo específico de título valor, corresponde a sus
propias normas especiales. El único prerrequisito es que se trate de un
verdadero título valor, a tenor de los arts. 1 y 2 LTV, que son por eso los que
delimitan propiamente el ámbito de aplicación de la Ley. El punto de partida
principal es el art. 1.1 LTV:

“Los valores materializados que representen o incorporen derechos


patrimoniales, tendrán la calidad y los efectos de Título Valor, cuando estén
destinados a la circulación, siempre que reúnan los requisitos formales
esenciales que, por imperio de la ley, les corresponda según su naturaleza. Las
cláusulas que restrinjan o limiten su circulación o el hecho de no haber
circulado, no afectan su calidad de título valor”.

Nótese que no se trata propiamente de una definición de los títulos valores,


sino más bien de una descripción o enumeración de características que los
documentos en cuestión deben reunir para que la Ley les reconozca “la calidad
y los efectos de Título Valor”. Dichas características se resumen en cinco:

1) documentalidad, manifestada ya en los tradicionales “valores


materializados” que menciona el art. 1.1 LTV, pero ahora también —y es todo
el sentido del art. 2.1 LTV— en los “desmateríalizados” representados por
anotaciones en cuenta, lo que deja claro que lo decisivo es su calidad de
documento (cfr, 1.2 LTV);

2) patrimonialidad, esto es, que documenten “derechos patrimoniales”;

3) incorporación, puesto que es necesario que los documentos


“representen o incorporen" dichos derechos patrimoniales;
17
4) circulatoriedad, pues, a diferencia de otros documentos, la
“incorporación” aquí aludida los hace títulos valores “cuando estén destinados a
la circulación"; y

5) esencial formalidad, pues la calidad y efectos de título valor se supedita


a "que reúnan los requisitos esenciales que, por imperio de la ley, les
corresponda”.

No es difícil de apreciar que el “título valor" así delineado coincide punto por
punto con la definición provisional que propuse ai inicio118, con una adicional
exigencia de formalidad. Con cargo de volver más tarde sobre ello119, se
advierte que los elementos jurídico-normativos que añade la LTV para construir
esta noción legal de título valor resulta lógica en toda norma positiva: no sólo
hay que delimitar el fenómeno, sino regularlo. De hecho, aunque el único
aludido aquí es el formal, la LTV también regula los títulos valores, con alcance
general, en muchos otros aspectos.

22. Las exclusiones de la LTV.

Con cargo de estudiar todos los caracteres presentes en la delimitación legal


que hace del título valor el art. 1.1 LTV más adelante120, sí considero
necesario adelantar aquí algunas cosas, en especial en la medida en que
contribuyen a trazar los límites del ámbito de aplicación de la Ley, explicando
algunas de sus exclusiones.

En primer lugar, la incorporación121 es la que explica realmente la exclusión


de la moneda y el dinero del ámbito de aplicación de la LTV, según el art. 277.3
de ésta:

“Los billetes que emite el Banco Central de Reserva del Perú quedan sujetos
exclusivamente a su Ley Orgánica y demás disposiciones especiales".

Una razón que se ha propuesto para esta exclusión podría ser que el
monopolio de los billetes lo tiene el BCR, ente público, autónomo, no
perteneciente al Derecho Mercantil, sino al Constitucional o al Financiero122.
Pero la razón principal es, en mi opinión, que el dinero (todo él, no sólo el papel
moneda) no puede ser comprendido dentro del concepto legal de título valor,
puesto que no cumple con el criterio de la incorporación. Éste comporta, como

18
veremos123, una precisa vinculación entre el derecho patrimonial
documentado y el documento mismo, cuya descripción exacta corresponde a la
“necesidad de poseer el título para ejercer el derecho”. Ahora bien, para
tratarse propiamente de la incorporación que corresponde a la noción de título
valor, y diga lo que diga el n. 15 del art. 279 LTV, esa vinculación no debe
llegar a convertirse en una identidad entre el derecho y el documento. Pese a
toda la íntima relación entre uno y otro que implica la ¡ncoporación de un título
valor, siempre sigue siendo posible distinguiréI derecho del documento y, en
casos extremos, también es posible disociados en la práctica, como prevé el 2o
párr. del art. 1230 CC, y regulan con detalle los arts. 101 a 112 LTV.

A lo anterior puede añadirse que si bien es cierto el título valor debe ser (más o
menos) “autoexplicativo”124, nunca es “autorreferencial": como documento que
es, habla siempre de “algo” (el derecho patrimonial incorporado: una cantidad
de dinero, unas mercancías, un derecho a participar en una sociedad
anónima...) que no se agota en el documento mismo.

Todo esto es precisamente lo que no ocurre con el dinero: en éste, el derecho


es la cosa misma; y destruida la cosa o documento, nada ni nadie puede
recuperar el derecho perdido. El dinero, al menos el dinero fiduciario que
utilizamos en la actualidad, sí que es “autorreferencial”: no da derecho a
ninguna prestación concreta, distinta de sí mismo, sino en todo caso a aquélla
de la que constituye el precio, según el contrato pactado.

En la moneda no hay, pues, incorporación del derecho al documento; y tanto


da que no la haya por un defecto o insuficiencia del vínculo, como que no la
haya por un exceso, como en la moneda, donde el vínculo entre derecho y
documento es tan estrecho que llega a ser propiamente una identificación125.
En uno y otro caso, no hay título valor.

La circuíatoriedad de los títulos valores, por su parte, constituye una


característica abstracta de todo título valor, que es independiente de que el
título circule o no de hecho (art. 1.1 LTV, in fine). Ni siquiera las “cláusulas que
restrinjan o limiten su circulación" afectan su condición de título valor, si
conserva alguna aptitud circulatoria. Nótese que por eso no se habla de
cláusulas que excluyan la circulación, pues, si por algún motivo consiguiesen

19
ser eficaces, al contradecir directamente el carácter circulatorio, sin duda
excluirían la condición de título valor del documento en que apareciesen. Es
más, el art. 277.4 LTV expresamente excluye de la LTV los boletos,
contraseñas, fichas u otros documentos análogos, como decía el art. 209 LTV
ant., “no destinados a la circulación mercantil":

“Los boletos, contraseñas, fichas, tarjetas de crédito o débito u otros


documentos análogos que carezcan de aptitud o destino circulatorio y que
sirvan exclusivamente para identificar a quien tiene el derecho de exigir la
prestación respectiva, no están comprendidos dentro del ámbito de aplicación
de la presente Ley”.

La exclusión es tan clara, que no resultaba necesario hacerla expresamente,


pues a la luz del art. 1.1 LTV tales documentos sencillamente no son títulos
valores126

23. Vigencia temporal.

En primer lugar, el art. 278 LTV dispuso que la vigencia temporal de la Ley
comenzaría a los 120 días desde su publicación. La LTV fue publicada en el
Diario Oficial El Peruano e¡ 19 de junio de 2000. Teniendo en cuenta que tanto
julio como agosto son meses de 31 días, los 120 días se cumplieron el 17 de
octubre del año 2000, fecha en la cual la LTV comenzó a desplegar todos sus
efectos.

Ahora bien, en cuanto a la forma precisa de entender ese inicio de su


aplicación temporal, la DT 2a LTV parece acogerse, como ya ocurría con el
párr. 2o del art. 211 LTV ant., a la doctrina de los derechos adquiridos, al
disponer que se apliquen ultraactivamente en masse, a todos los títulos
creados, emitidos o girados antes de su propia vigencia, la LTV ant. y demás
normas que la nueva deroga127:

“Los títulos valores creados, emitidos o girados antes de la vigencia de la


presente Ley, aun aquéllos incompletos al momento de emitirse, que se
encuentren en circulación, pendientes de vencimiento o de pago, se seguirán
rigiendo por las disposiciones legales vigentes en la fecha de su creación,
emisión o giro; salvo lo dispuesto en la tercera y novena disposición transitoria”.

20
Las DDTT 1a y 6a LTV no son sino aplicación concreta de esos mismos
principios a:

1) los Vales a la Orden y valores negociables a corto plazo emitidos, por


autorización de la LMV, bajo la forma de Letras de Cambio y Pagarés, en el
primer caso; y

2) las Letras Hipotecarias a la orden autorizadas por la SBS sobre la base


del art. 236 LBS, en el segundo.

En cambio, parecen constituir una excepción en toda regía a esa aplicación


ultra activa de las normas anteriores la dispuesta en la DT 9a LTV:

“Las disposiciones que contienen los Artículos 85 y la Sección Novena del Libro
Primero serán de aplicación desde la vigencia de la presente Ley, inclusive
para los títulos valores emitidos o girados en fecha anterior”.

Analizado el contenido de tales disposiciones, sin embargo, se advierte que su


carácter preferentemente procedimental tiende a englobarlas más bien en la
regla complementaria que para este tipo de asuntos contiene la DT 3a LTV:

“Las disposiciones y referencias procesales que la presente Ley contiene serán


de aplicación a todas las pretensiones que se promuevan a partir de su
vigencia, inclusive a los títulos valores creados o emitidos antes de su vigencia.
Los procesos judiciales o arbitrales ya iniciados, continuarán su trámite
conforme a la legislación anterior”.

Así pues, tenemos una regla, la de la DT 2a LTV, aplicable a todos los asuntos
materiales o sustantivos en materia de títulos valores; y otra, la de la DT 3a
LTV, aplicable a todos los asuntos procesales y procedimentales suscitados
con ocasión.

de los mismos. En ambos casos se aplica, sin embargo, la misma doctrina de


derechos adquiridos128.

Las “Disposiciones Modificatorias” (1a a 6a) y las “Disposiciones Derogatorias”


(1a y 2a) modifican y derogan, respectivamente, las leyes y normas
anteriormente vigentes en las materias reguladas por la LTV.

21
24. Normas de conflicto.

Toda ley, así como tiene un ámbito temporal de aplicación, tiene también un
ámbito espacial. “El límite espacial está condicionado por el principio de
soberanía territorial"129, esto es, la ley se circunscribe a todo o parte del
territorio gobernado por quien la ha dictado. En el caso de la LTV, como las
demás leyes peruanas, su ámbito territorial es en principio todo el territorio de
la República, y sólo él.

Pero la hipótesis de un título valor que rebase el ámbito del país y merezca el
calificativo de “internacional” no es nada inverosímil. En consecuencia, tanto su
régimen como la competencia para discernir las controversias sobre elfos
pueden suscitar cierto “conflicto” con las leyes y jurisdicciones de otros países,
así como la “duda” de si lo resuelto por tribunales extranjeros puede o no tener
eficacia en el país130. Para resolver dudas y conflictos de ese tipo todos los
países tienen las denominadas “leyes de conflicto" o de Derecho internacional
privado. Las cuestiones básicas por resolver respecto de títulos valoras
internacionales, entonces, son dos:

1) la de la competencia internacional para conocer las controversias que


susciten; y

2) la de la ley aplicable a ellos.

A diferencia de la LTV ant., que guardaba silencio sobre estas cuestiones, la


actual ha incorporado, principalmente en la Sección Décima de su Libro I,
normas de Derecho internacional privado aplicables a los títulos valores, que
intentan resolver esos problemas131. Pero su primera y más completa
respuesta, puesto que comprende ambos grupos de problemas, no se
encuentra en la Sección mencionada, sino en el art. 55 LTV:

“Salvo disposición legal en contrario, para el ejercicio de las acciones derivadas


del título valor podrá acordarse el sometimiento a la competencia de
determinado distrito judicial del país, así como a la jurisdicción arbitral; o a
leyes y/o tribunales de otro país”.

Esta disposición acoge, para el ámbito de los títulos valores, la llamada


autonomía conflictual en su más amplio alcance, de modo que es en función de

22
ella que primariamente se determina tanto la competencia internacional
(mediante el pacto de prorogatio fon) como la ley aplicable (mediante el pacto
de lege utenda). Por otra parte, no es sino aplicar a los títulos valores la
solución que ya daban al asunto los arts. 2058 inc. 3, 2060 y 2095 CC, en
materia de obligaciones y contratos132.

Ninguna otra norma de la LTV determina la competencia internacional en


materia de títulos valores133, por lo que en ausencia de pacto y de cualquier
otra norma de Derecho internacional privado de aplicación preferente (por
ejemplo, por derivar de un convenio internacional) será necesario acudir a lo
dispuesto en:

1) el art. 2057 CC (el foro de refugio es siempre el del domicilio del


demandado), o

2) el inc. 2 del art. 2058 CC (también es posible demandar en el foro del


lugar previsto para el cumplimiento, o donde se asumió la obligación).

En cambio, los arts. 113 a 118 LTV prevén una serie de disposiciones
especiales sobre la ley aplicable, para cuando el título valor no contenga
ningún pacto de sumisión a una ley determinada a tenor del art. 55 LTV.

El art. 113 LTV dispone que la capacidad para obligarse en un título valor se
rige por la ley del lugar donde la obligación fue contraída, pero quien es
incapaz para obligarse según esa ley quedará vinculado de todos modos si la
obligación contenida en el título valor en el que intervino debe cumplirse en un
país conforme a cuya ley esa misma persona sí fuese capaz. Se favorece así la
validez del título, aplicando (e incluso extendiendo) el principio que ya inspiraba
el art. 2070 CC.

Según el art. 114.1 LTV, las formalidades que debe cumplir el título valor en su
conjunto son las que señala la ley del lugar donde ha sido emitido, pero los
defectos de forma según esa ley no afectarán la validez del título valor que sea
formalmente válido conforme a la ley del país en el que alguna obligación
posterior hubiese sido contraída o del país señalado para su pago. También
aquí se sigue un criterio de favorecer la validez del título, yendo incluso más
allá de lo que dispone, en general, el art. 2094 CC. Cada declaración cartular

23
concreta, por su parte, debe seguir la forma prevista en la ley del lugar de
emisión de esa declaración (art. 114.2 LTV).

El precepto central de todo este conjunto de normas de Derecho internacional


privado relativas a los títulos valores viene a ser el art. 115 LTV, pues éste
dispone que la naturaleza, modalidades y efectos de las obligaciones
contenidas en un título valor se rigen:

1) por la ley del país en el que hayan sido contraídas;

2) si no se indica ese lugar (o sea, incluso aunque se conozca y se pueda


probar cuál fue, como una peculiar manifestación internacional del principio de
literalidad), por la del país donde deba cumplirse la obligación principal; y3) si
éste no consta, por la del país de su emisión (aunque éste, ahora sí, pueda “no
constar”, siempre que se pueda "probar”).

Naturalmente, toda esta “prelación” de leyes aplicables se ha de entender


supeditada a los efectos del pactum de lege utenda, conforme al art. 55 LTV in
fíne (plenamente concordante con el art. 2095 CC)134.

Si conforme a la ley así determinada (que será siempre la que rija la obligación
principal) no resultasen exigibles una o más obligaciones correspondientes a
personas distintas al obligado principal, éstas se rigen por la ley del país en el
que dichas personas hayan intervenido en el título valor.

Sobre los plazos y procedimientos para ejercer y conservar la acción cartular,


el art. 116.1 LTV dispone que rige la ley del lugar donde estas acciones se
ejerciten o deban ejercitarse. En el fondo, se trata de disposiciones procesales
que, por regla casi universal, sólo pueden sujetarse a la propia /ex fori. Esta
misma norma se hace extensiva a los “procedimientos y plazos para la
conservación de los derechos contenidos en el título valor” (art. 116.2 LTV),
con lo cual parece que se quiere hacer referencia sobre todo a la necesidad y
trámite del protesto o sus posibles sustitutos. De ser así, se presentaría cierta
contradicción con lo dispuesto en el art. 117 LTV, que somete expresamente
esos extremos (en sus dos formulaciones), entre otros temas, a la /ex loci
solutionis de la obligación principal. Los demás puntos a los que se aplica
también esta misma ley, según el art. 117 LTV son: la posibilidad de limitar o no

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la aceptación a una parte, la obligatoriedad de recibir un pago parcial y las
medidas que deben adoptarse en caso de pérdida, destrucción o sustracción
del título valor.

Por último, el art. 118 LTV remite la cuestión de la ley aplicable a las relaciones
causales vinculados al título valor al Derecho (internacional privado) común.

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