Historia General de Panamá. Vol. III Pp. 297-324

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Alfredo

DIRECTOR
DIRECTOR

Castillero
Calvo

Nueva historia
general de Panamá
VOLUMEN,,,‡7
   OMO 1
Nueva historia general de Panamá X 297

distinción de clase social. Esta segunda lectura está marcada por los movimien-
tos sociales que periódicamente sacudían al país exigiendo la descolonización
del país y la evacuación de las bases militares norteamericanas (objetivo final-
mente cumplido el 31 de diciembre de 1999).
una tercera lectura de los movimientos sociales parte del desarrollo de un
mercado interno, la incipiente industrialización, la transformación del agro y el
surgimiento de la clase obrera panameña. A lo largo de la primera mitad del
siglo XX el desarrollo del mercado nacional transforma, lenta pero sistemática-
mente, el arrabal urbano y la población rural que migra hacia las ciudades en
una clase asalariada de trabajadores. Esta tercera lectura está marcada por las
confrontaciones entre una clase obrera cada vez más numerosa y mejor organi-
zada frente a una clase empresarial que cuenta con el apoyo gubernamental.

Los movimientos sociales en la


primera mitad del siglo XX

Tres grandes acontecimientos marcaron el inicio del siglo XX en Panamá.


Cada uno de ellos dejaría su huella sobre los movimientos sociales que irrumpi-
rían sobre el país a lo largo del siglo, especialmente durante la primera mitad.
En primer lugar, a la vuelta del siglo, Panamá estaba sumergida en una de las
interminables guerras civiles colombianas que desangró el Istmo y definió los
lineamientos ideológicos del futuro Estado. En segundo lugar, Panamá se separó
de Bogotá en 1903 poniendo sobre la agenda la cuestión nacional, aún por resol-
verse. Por último, en 1904 se inició la construcción del canal de Panamá, creando
una entidad política (la Zona del Canal) bajo jurisdicción extranjera y transfor-
mando la estructura económica del país.
La última mitad del siglo XIX en Panamá había sido agitado, con los mo-
vimientos campesinos que defendían sus tierras24 así como por las movilizacio-
nes del «arrabal» de la ciudad de Panamá y las aspiraciones populares de
Colón25. La expansión capitalista mundial de mediados del siglo XIX26 y, espe-
cialmente, el crecimiento económico de EE. uu.27, que había alcanzado una di-
mensión continental, convirtió al Istmo panameño en un paso obligado de
mercancías y comerciantes.
Mientras que los sectores populares movilizaban sus fuerzas para insertarse
en los rápidos cambios que experimentaba el Istmo a fines del siglo XIX, las cla-
ses dominantes maniobraban para lograr un acuerdo con los centros hegemóni-
cos mundiales que les beneficiara. Así un grupo de empresarios norteamericano
construyó el Ferrocarril que uniera el Pacífico y el Atlántico en la década de
185028. Apenas 30 años más tarde, en la década de 1880, el proyecto del empre-
sario francés, Ferdinand de Lesseps, de un canal interoceánico trazó los linea-
mientos de lo que sería posteriormente la obra militar norteamericana29.
298 X Los movimientos sociales en Panamá: primera mitad del siglo

Si el ferrocarril y el Canal Francés impactaron, durante la segunda mitad


del siglo XIX, la estructura social del Istmo, la culminación de la construcción
del Canal por parte de EE. uu. en 1914 redefinió, en gran parte, las relaciones
entre los diferentes grupos sociales en Panamá. Por un lado, los intereses agrarios
lograron organizarse y constituirse en una fracción importante de la clase do-
minante. En este aspecto es importante destacar que fueron los pequeños pro-
pietarios de Azuero que lograron constituirse como sector social con intereses y
objetivos definidos y con una organización política30. Por el otro, el «arrabal» ur-
bano se fue transformando. Los sectores de la pequeña burguesía (capas medias
profesionales y comerciales), reprimidos por las clases propietarias durante el
siglo XIX lograron organizarse políticamente y finalmente ser incorporados a
las clases dominantes. El papel de las capas medias, que habían encabezado los
movimientos populares a fines del siglo XIX, tendió a bifurcarse. Por un lado,
como aliados de las clases dominantes buscaron formas de controlar a los mo-
vimientos sociales. Por el otro, levantaron discursos contestatarios que en algu-
nos casos respondían a coyunturas transformadoras planteadas por los movi-
mientos sociales.
La dicotomía liberal conservadora que definía los enfrentamientos polí-
ticos colombianos –así como los panameños– del siglo XIX se resquebrajó du-
rante la primera mitad del siglo XX. Aun cuando los conservadores salieron
victoriosos de la guerra de los Mil Días, poco después el istmo de Panamá se
desgajó de Bogotá.
El enfrentamiento liberal conservador en política tenía también una expre-
sión clasista. En política la dicotomía liberal conservadora le permitía a los dife-
rentes sectores de la clase dominante fijar sus posiciones frente a los ejes políticos
más importantes del momento. Estas posiciones eran ajustadas de una u otra
manera a las doctrinas ideológicas de los partidos. (Para los conservadores la
unidad nacional en torno a la Iglesia católica. Para los liberales el comercio libre
con las potencias extranjeras sin sometimientos a la Iglesia).
Desde la perspectiva clasista, el Partido Conservador le ofrecía a las masas
dominadas la seguridad de un Estado protector y de una Iglesia comprensiva.
En cambio, el Partido Liberal le ofrecía a las masas su liberación de la opresión
del terrateniente para convertir a cada uno de ellos en hombres libres. En Pa-
namá el discurso liberal fue acogido por los productores agrarios que querían
aprovechar el mercado generado por las obras transístmicas (ferrocarril y cana-
les). Igualmente, el arrabal se identificó con la bandera roja del liberalismo que
prometía la liberación del yugo conservador y su Iglesia.
Con la separación de Colombia en 1903, el Partido Conservador se mar-
chitó rápidamente. Perdió el apoyo de los poderosos terratenientes que ali-
mentaban los cofres del partido y de la Iglesia que predicaba la unidad en
dios. En cambio, el Partido Liberal se fortaleció y amplió para darle cabida
Nueva historia general de Panamá X 299

importante a los intereses agrarios de los pequeños productores y de las capas


medias del arrabal. Entre 1908 y 1968 el liberalismo dominó el Estado impo-
niendo su hegemonía sobre las diferentes facciones políticas y clases sociales.
Habría que matizar las afirmaciones del párrafo anterior. El liberalismo se
amplió a principios del siglo XX para darle cabida a los intereses de los pequeños
productores agrarios, pero excluyó a una masa campesina que no logró inser-
tarse en la lógica del mercado que había aparecido en la región transístmico. Este
sector social haría su aparición política en la década de 1940 y provocaría una
crisis social a partir de las décadas de 1950 y 1960. Sus primeras movilizaciones
las haría bajo la bandera del Partido Socialista que bregaba por la alianza obrero-
campesina y el rompimiento con la ideología liberal31.
En el caso de las capas medias surgidas del arrabal urbano a principios del
siglo XX, su ideología liberal fue rápidamente tomando un cariz nacionalista,
proteccionista y sectario. El movimiento de Acción Comunal32 surgido en la dé-
cada de 1920 entre los jóvenes profesionales y pequeños comerciantes cuestionó
las nociones liberales de libre comercio. Cuando llegó al poder de manera fugaz
en 1940 incluso decretó el monopolio nacional en el ejercicio de las profesiones
y del comercio.
Donde el liberalismo fracasó fue en su intento por hegemonizar el movi-
miento obrero. En 1918, el presidente Belisario Porras creó el Frente obrero para
organizar una poderosa corriente proletaria que había surgido de las obras rela-
cionadas con la construcción del Canal. El liberalismo, sin embargo, no logró ge-
nerar un espacio dentro de sus filas para acomodar las demandas laborales. Aun
cuando existían las condiciones para hacerlo, su temor ideológico le impidió dar
los pasos necesarios. Según Roque Javier Laurenza, «el panameño típico de las
clases dirigentes –y estas clases dirigentes, como ya ha quedado claro, van del
industrial, al periodista pasando por el técnico y el negociante– no han llegado
a la concepción nacional... Es conocida la coartada de la limitación geográfica,
la pobreza de medios y la pequeñez demográfica»33.
El liberalismo panameño que encabezó las luchas populares a fines del
siglo XIX, que defendió los intereses populares durante la guerra de los Mil
Días (1899-1903) y que levantó las primeras banderas reivindicativas frente a
la ocupación colonial norteamericana en las primeras dos décadas del siglo XX,
se fue alejando de los movimientos sociales. Para mediados del siglo XX, el
Partido Liberal se había constituido en la contraparte de los movimientos so-
ciales encabezados por los trabajadores, los precaristas y los estudiantes. El
último intento liberal infructuoso por encabezar las luchas populares la dio
el Partido Renovador encabezado por Francisco Arias. El Partido Renovador
reconoció que el liberalismo perdería su hegemonía si no lograba ampliar su
ideología para enfrentar la cuestión social e incluir a la clase obrera y sus des-
tacamentos juveniles34.
300 X Los movimientos sociales en Panamá: primera mitad del siglo

Los tres ejes de los movimientos sociales


de la primera mitad del siglo XX
La introducción de los conceptos que permiten entender los movimientos
sociales panameños de la primera mitad del siglo XX, destaca tres ejes funda-
mentales. En primer lugar, las organizaciones laborales relacionadas con la cons-
trucción del canal de Panamá y su operación. En segundo lugar, las expresiones
del «arrabal» urbano que luchaba por consolidar su posición dentro de la cam-
biante estructura social panameña. Por último, un campesinado heterogéneo
cuyo estilo de vida era siempre amenazado por los cambios en las demandas
provenientes de la ruta de tránsito.
Cada uno de estos ejes conservó durante el siglo XX cierto grado de auto-
nomía en su relación con los otros. A principios del siglo XX los trabajadores del
Canal, las organizaciones del arrabal y los movimientos sociales del campo se
mantenían muy independientes. A lo largo de las primeras décadas del siglo XX,
sin embargo, los movimientos sociales tenderían a articularse y formar alianzas
frente a coyunturas específicas. Al cierre de la primera mitad del siglo XX, los
tres ejes se encontraban muy próximos uno a los otros.
Hay que mantener claro que cada eje existe en cuanto a su relación con el
modelo de desarrollo dominante. Los trabajadores del Canal formaban parte de
un «enclave» económico cuya existencia se explicaba sobre la base de su inser-
ción en la economía mundial en permanente proceso de expansión. En cambio,
el «arrabal» estaba formado por sectores sociales con aspiraciones de ascenso
social, cultivados en las costumbres urbanas y conocedoras de las negociaciones
políticas. Los campesinos, a su vez, se encontraban divididos entre aquellos que
aspiraban a integrar su producción al mercado de tránsito y una masa que se
encontraba ajena a los procesos mercantiles.
A continuación haremos un recuento de los tres ejes que caracterizaron los
movimientos sociales de la primera mitad del siglo XX. Por un lado, las reivin-
dicaciones laborales. Por el otro, las aspiraciones de las capas medias surgidas
del «arrabal». En tercer lugar, las movilizaciones campesinas. Veremos como a
pesar de su diversidad, los tres ejes lograron encontrar terrenos comunes, antes
de 1950, que anunciaban las grandes luchas nacionales que dejarían su impronta
sobre la segunda mitad del siglo XX.

Los escenarios sociales de la


primera mitad del siglo XX
El primer movimiento social que apareció en el siglo XX es el encabezado
por los trabajadores del canal de Panamá quienes luchaban por sus reivindica-
ciones económicas (1905-1920). En torno a esta última fecha aparecen el Frente
obrero y el Grupo Comunista. Es seguido, en la década de 1920, por la creación
Nueva historia general de Panamá X 301

del Sindicato General de Trabajadores (SGT). El SGT se involucra directamente en


las luchas populares de la población urbana y en las protestas del «arrabal» por
las condiciones de vida a las cuales son sometidas por las clases dominantes
(1925-1935). En 1945 se fundó la Federación Sindical de Trabajadores de la Re-
pública de Panamá (FSTRP)35.
En 1923 fue fundado Acción Comunal y a principios de la década de 1930 los
partidos Comunista y Socialista. En la década de 1940 irrumpen los estudiantes,
los educadores y las capas medias que se convirtieron en la «avanzada» naciona-
lista y aliados coyunturales de la clase trabajadora. En tercer lugar, veremos las
expresiones sociales de los primeros campesinos que comienzan a ser desalojados
de sus tierras como resultado de las políticas que promueven la creación del mer-
cado nacional (1940). Por último, trataremos de captar la forma en que estos mo-
vimientos sociales coincidieron en 1947 para evitar la aprobación, por parte de la
Asamblea Nacional, del pacto militar Filós-Hines entre Panamá y EE. uu.
Hay que situar los movimientos sociales en los modelos de desarrollo que
las clases dominantes diseñaban y ejecutaban a través de sus gobiernos de turno.
Estos, a su vez, estaban insertos en los procesos internacionales que, como afirma
Arrighi, recomponían en forma constante las redes de producción e intercambio
mundiales. Entre 1903 y 1912 predominó el protectorado bajo la orientación nor-
teamericana, preocupada por la construcción del canal de Panamá y por la con-
solidación de la Zona del Canal (bajo su jurisdicción exclusiva)36. Entre 1912 y
1924 apareció el modelo de desarrollo del populismo liberal que intentó resolver
algunas de las contradicciones más agudas del modelo anterior procurando in-
tegrar al «arrabal» y a los agricultores de Azuero al pacto gobernante37.
El fracaso relativo del proyecto populista trajo como consecuencia una re-
acción y la instauración de un régimen liberal que dominó entre 1924 y 1932.
Fue reemplazado por el primer régimen con expresiones nacionalistas que llegó
al poder mediante un golpe civil en 1931 y es interrumpido en 1941, cuando
EE. uu. ingresa a la Segunda Guerra Mundial. En 1941, con motivo del ingreso
de EE. uu. a la Segunda Guerra Mundial se impuso un régimen de colaboración
militar que se extendió hasta fines de esa década.

Acumulación e integración

Los movimientos sociales de la primera mitad del siglo XX en Panamá re-


presentaban procesos de acumulación y de integración. La construcción del canal
de Panamá (1904-1914) remeció los cimientos de la estructura económica y puso
en tensión el tejido social de una formación que salía de una guerra fratricida.
La obra de ingeniería interoceánica, igualmente, introdujo en el país nuevas ex-
presiones culturales y nuevas formas de organización que exigieron enormes es-
fuerzos internos por contener su impulso arrollador. En un principio EE. uu. se
concentró en resolver los problemas técnicos que representaba concluir la obra
302 X Los movimientos sociales en Panamá: primera mitad del siglo

acuática. Sin embargo, al mismo tiempo que avanzaba la construcción, EE. uu.
segregó un área de casi tres mil kilómetros cuadrados donde actuaba «como si
fuera soberano». A su vez, durante la excavación del Canal, EE. uu. contrató a
100 mil trabajadores extranjeros. Igualmente, el circulante norteamericano se
convirtió de hecho como moneda de aceptación forzosa.
Mientras que la economía fue dolarizada totalmente y el mercado crecía ace-
leradamente como consecuencia de la inyección de la moneda norteamericana,
la estructura social del país se remecía, enfrentada a una incursión de institucio-
nes foráneas. A su vez, la «zona de tránsito», que rodeaba la construcción del
Canal y su posterior operación, tendía a diferenciarse del interior del Istmo que
mantenía valores más autóctonos y una economía menos mercantilizada.
Los movimientos sociales reflejaban las múltiples contradicciones que gene-
raban la obra del Canal, sus constructores, los trabajadores que llegaban a playas
panameñas y, a su vez, a los sectores sociales afectados por las inversiones millo-
narias. El objetivo de EE. uu. fue siempre convertir los gobiernos panameños de
turno en gendarmes, dedicados a controlar y neutralizar los movimientos sociales.
En algunos casos tuvieron más éxito, en otros fracasaron en su cometido.
Los gobiernos panameños de diferentes signos ideológicos también inten-
taron aprovecharse de las energías que emanaban de los movimientos sociales.
El populismo de los gobiernos presididos por Belisario Porras (1912-1924) buscó
apoyo en los estratos sociales que se agitaban en el «arrabal» cuyas protestas ca-
racterizaron la primera mitad del siglo XX. En otra dimensión, el nacionalismo
de Arnulfo Arias (1940-1941) encontraba apoyo en las capas medias.
En todo caso, las protestas populares y las reivindicaciones de las capas me-
dias rebasaban las políticas de los gobernantes de turno. En la primera década
del siglo XX, los trabajadores del Canal se organizaron para exigir mejores sala-
rios y condiciones de trabajo. Durante la segunda década, las políticas discrimi-
natorias, basadas en etnia y nacionalidad, aplicadas por EE. uu. y apoyadas por
los gobiernos panameños, no evitó que se recrudecieran las demandas y las exi-
gencias laborales.

La ideología laboral

A principios de siglo convergieron sobre Panamá decenas de miles de tra-


bajadores de diversos países, incluyendo Europa, Norte América, el Caribe, Asia
y el resto de América. Según la Comisión del Canal bajo control de EE. uu., en
el período de la construcción del Canal (1904-1914), esa entidad contrató un total
de 100 mil trabajadores. Esta suma no incluye los hombres y mujeres que llega-
ron al Istmo por cuenta propia sin contrato de trabajo con la Comisión.
La masa de trabajadores vinculados a la construcción del Canal comenzó a
organizarse a principios del siglo. EE. uu. dividió la fuerza laboral en la Zona
del Canal en tres estamentos distintos, dependiendo de su origen nacional y
Nueva historia general de Panamá X 303

étnico. La discriminación laboral tenía dos objetivos: Por un lado, se les asignaba
laborales diferentes y se les pagaba en planillas especiales. Por el otro, se man-
tenían a los trabajadores separados para poder controlarlos mejor.
Rápidamente se organizaron tres movimientos sindicales en torno a los tres
estamentos laborales en la Zona del Canal. En primer lugar, los trabajadores nor-
teamericanos fueron organizados por la Federación Laboral Americana (AFL).
Asimismo, los trabajadores europeos –especialmente los españoles– fueron re-
clutados por el sindicalismo anarquista. A su vez, los trabajadores de las islas
antillanas –la gran mayoría de la fuerza laboral– fueron incorporados a las logias
sindicales de tradición anglo-caribeña de los «trade unions».
En 1905 se produjeron las primeras protestas de los trabajadores antillanos
de la Comisión del Canal que fueron reprimidos por la Policía Nacional pana-
meña. Según Velma Newton, «cerca de 150 antillanos se declararon en huelga
para protestar por la escasez de alimentos». Gerstle Mack dice que las protestas
fueron causadas por «el injustificado retraso en el pago de los salarios». Como
resultado del movimiento, «21 antillanos fueron heridos por las cachiporras y
bayonetas de la Policía de Panamá (quienes perseguían) al líder de la huelga,
Charles Schuar»38.
Según el historiador Luis Navas, los trabajadores norteamericanos encarga-
dos del manejo de las grúas de vapor del Canal se declararon en huelga en 1907
exigiendo un aumento salarial. Ese mismo año, en el Corte Culebra estalló una
huelga de los obreros españoles que exigían mejores condiciones de trabajo y
aumentos de salario39.
Según Gerardo Maloney el movimiento obrero internacional encabezado por
el dirigente de la unión de Trabajadores Negros, Marcus Garvey, tuvo importan-
tes seguidores en Panamá. Entre estos se destacó William Preston Stoute, quien
encabezó la gran huelga de trabajadores del «rol de plata» en 1920. Maloney se-
ñala que «es la época de las logias, las iglesias, las brigadas, las reuniones conti-
nuadas de la Asociación universal pro Desarrollo del Negro»40. Velma Newton
destaca también la importancia de las logias y las iglesias en el movimiento rei-
vindicativo de los trabajadores antillanos en Panamá a principios de siglo XX41.

Organizaciones que pretenden unificar el movimiento obrero panameño


durante la primera mitad del siglo XX

Organización laboral Fecha de fundación

Federación Obrera de la República de Panamá 3 de julio de 1921


Sindicato General de Trabajadores 28 de diciembre de 1925
Federación Sindical Obrera Campesina* Mayo de 1930
Federación Sindical de Trabajadores de la República de Panamá 14 de agosto de 1945

Fuente: Marco A. Gandásegui y otros, Las luchas obreras en Panamá (1850-1978), CELA, Panamá, 1990.
Nota: (*)=No existe una fecha precisa sobre la fundación de esta federación.
304 X Los movimientos sociales en Panamá: primera mitad del siglo

Para fines de la segunda década del siglo XX, en el marco de los movimien-
tos sociales combinados con las demandas de los trabajadores del Canal, de los
empleados de las ciudades terminales y otros sectores organizados, apareció la
Federación obrera de la República de Panamá y un poco más tarde el Grupo
Comunista42. La gran huelga de los trabajadores del Canal en 1920 reforzó a los
sectores populares que también sentían las influencias externas provenientes de
la Revolución rusa y de la Revolución mexicana.

La gran huelga de 1920

Finalizada la Primera Guerra Mundial en 1918, los obreros de los muelles


del puerto de Cristóbal (la entrada norte del canal de Panamá) declararon una
huelga reivindicando mejores condiciones de trabajo. Era la antesala de la gran
huelga de 1920 que movilizó a un total de 15 mil trabajadores del Canal quienes
pararon sus actividades durante un total de diez días. Según Gerardo Maloney,
la «gran huelga» se declaró el martes, 24 de febrero de 1920. La dirigencia del
movimiento justificó el paro de labores «por haberse negado las autoridades de
la Zona del Canal a negociar con el sindicato las demandas de aumento salarial».
Los trabajadores demandaban un aumento salarial de $0.07 la hora.
El gobernador de la Zona del Canal, Chester Harding, respondió a las de-
mandas señalando que «no realizaré acuerdo alguno, escrito o de otro tipo, con
un comité de empleados en lo que a escala salarial se refiere o a condiciones de
empleo». El gobernador agregaría que todo «empleado que no se reintegra a sus
labores será dado de baja de la Compañía del Canal y será evacuado de sus vi-
viendas en la Zona del Canal»43.
Por su lado, el presidente de la república encargado, Ernesto Lefevre, lanzó
un comunicado advirtiendo a los huelguistas, «sobre la necesidad de respetar
las leyes, de mantener el orden y no incitar o intentar interferir con el comercio».
A pesar de su anuencia a colaborar con las autoridades norteamericanas de la
Zona del Canal, el Gobierno panameño manifestó su desacuerdo «con la entrada
de los huelguistas expulsados de la zona con sus familias. Según el Gobierno,
Panamá no puede ofrecer trabajo a 15 mil hombres»44.
Según Maloney, el presidente Lefevre le manifestó al gobernador Harding
que «la huelga le creaba dificultades a Panamá al colocar en las ciudades de Pa-
namá y Colón 15 mil obreros expulsados de la Zona, desocupados y con escasos
recursos. Hombres que no habían sido importados por Panamá, sino por las au-
toridades de la Zona del Canal, para trabajar en este territorio»45.
Las organizaciones laborales panameñas como la unión obrera apoyaron
a los trabajadores en huelga. El presidente de la unión obrera, Andrés Mojica,
afirmó que se «prohibiría a sus miembros a constituirse un rompe huelgas». otro
dirigente, E. Vergel, de una organización llamada los Gremios unidos46, declaró
que les desean éxito a los trabajadores en huelga «en sus justas reclamaciones
Nueva historia general de Panamá X 305

prometiéndoles que no serán los obreros que integran este sindicato quienes
darán sus brazos para romper el actual movimiento de la Zona del Canal». Ma-
loney sugiere que la huelga comenzó a debilitarse «cuando la Federación Nor-
teamericana del Trabajo (AFL) resuelve restarle apoyo a la central obrera que
apoyaba a los trabajadores en huelga... Los huelguistas panameños se ven pri-
vados de un importante apoyo»47. Al cumplirse una semana de la huelga (mar-
tes, 2 de marzo de 1920), el movimiento había perdido su apoyo económico y
las autoridades del Canal anunciaron que los «obreros que han entrado a susti-
tuir a los huelguistas conservarán sus puestos...». En la medianoche de 3 de
marzo, Stoute declaró terminada la huelga, aclarando que el Gobierno pana-
meño no les permitía a los jefes del movimiento reunirse con los miembros del
sindicato e, igualmente, reconociendo que el gobernador de la Zona del Canal
había rechazado de plano la petición de los huelguistas48.
Según George Priestley, «las autoridades norteamericanas y panameñas
aplastaron al movimiento sindical antillano y deportaron a varios de sus líderes,
entre los que se encontraba W. Preston Stoute»49.

Las reivindicaciones de los


trabajadores de origen antillano

Según Catalina Grannum, después de la huelga de 1920 «los empleados del


rol (planilla) de plata decidieron (darse) una nueva organización para poder me-
jorar su situación». En 1924, bajo la dirección de Samuel H. Whyte, crearon The
Panama Canal West Indian Employee Association. La Asociación integrada por
trabajadores de origen antillano tuvo que enfrentarse con las autoridades nor-
teamericanas y panameñas. Además, tuvo que lidiar con la política racista del
sindicato de trabajadores norteamericano llamado Panama Canal Trade Council,
afiliado a la AFL. «Este sindicato fue el peor enemigo del grupo antillano desde
que finalizó la obra del Canal. El gremio norteamericano pensó que el grupo an-
tillano no debería ocupar posición superior de mensajero o portero»50.
Solo en 1937 los antillanos del rol de plata lograron obtener una pensión
para los empleados que finalizaban sus servicios con el canal. En 1945 la asocia-
ción fundada por Whyte se desintegró y fue reemplazada un año más tarde por
el Local 713 afiliado al united Public Workers of America. La lucha del Local
713 se concentró en la eliminación de la discriminación racial y en mejorar las
condiciones de trabajo.
La organización sindical en torno al Local 713 logró importantes conquis-
tas. Según Grannum, se eliminaron los letreros humillantes que separaba a los
trabajadores del «Rol de oro» y a los del «Rol de Plata». Se aumentó el salario
de $0.12 a $0.26 la hora. Se creó la semana de 40 horas de trabajo. Se reconoció
la tarifa de tiempo y medio para sobre tiempo. Se logró el pago de diez días
feriados en el año. Se acordó licencia de maternidad para las futuras madres.
306 X Los movimientos sociales en Panamá: primera mitad del siglo

Se instauró un sistema de quejas para resolver las demandas y las disputas.


Finalmente, se lograron mejoras en el sistema de pensiones.
El Local 713 surgió al calor de la Segunda Guerra Mundial y las alianzas
surgidas a raíz de esa conflagración que afectó en forma directa a Panamá. Con-
cluida la guerra contra el eje fascista, EE. uu. dirige su atención a contener el
bloque socialista encabezada por la uRSS. Los sindicatos en EE. uu. son objeto
de persecución por sus posiciones ideológicas. La realineación mundial cobro,
entre sus primeras bajas, al local 713 por sus lazos con la united Public Workers
of America (uPWA), catalogada en EE. uu. como comunista y peligrosa. Según
Priestley, EE. uu. disolvió el Local 713, sus dirigentes locales fueron destituidos
y sus representantes internacionales expulsados de Panamá. El supuesto crimen
del Local 713 fue su insistencia por unificar a todos los trabajadores no blancos
de la Zona del Canal y por vincular al sindicato con el movimiento popular pa-
nameño, en medio de la movilización de 1947 para expulsar las bases militares
norteamericanas de Panamá51.
Según Grannum, «la organización (Local 713) fue catalogada como grupo
comunista que intentaba disolver la Zona del Canal. Nuevamente intervinieron
los del Metal Trade Council, quienes fueron a Washington a testificar ante un
comité del Senado advirtiendo que los empleados de la planilla de plata eran
ladrones, que vendían secretos y que no debían competir para empleos de la
planilla de plata porque representaban una amenaza para el bienestar y seguri-
dad del canal de Panamá. El Local 713 se disolvió en 1949»52.
En junio de 1950 se fundó el Local 900 con el respaldo de la Federación Nor-
teamericana de Empleados de EE. uu. En 1954, el Local 900 se dividió y se creó
el Local 907 que representaba a los trabajadores empleados por la Fuerzas Ar-
madas norteamericanas.

El Sindicato General de Trabajadores

Las luchas reivindicativas de los trabajadores de la Zona del Canal fueron


complementadas por esfuerzos similares entre los trabajadores de las ciudades
terminales de la vía acuática. Según Iván Quintero, a principios de la década de
1920 había 14 organizaciones mutualistas en las ciudades de Panamá y Colón.
El 3 de julio de 1921 se constituyó la Federación obrera de la República de Pa-
namá. Es el primer esfuerzo que se efectúa para agrupar a los gremios y socie-
dades mutualistas. Solo dos semanas después, el 17 de julio de 1921, se creó el
Grupo Comunista. Entre los principales integrantes estaban Manuel V. Garrido,
José A. Brower, José M. Blásquez de Pedro y José González Rodríguez.
En el programa de la Federación obrera se destacaban 5 objetivos: 1) crear
una oficina de trabajo en el Gobierno; 2) mejorar las condiciones salariares y labo-
rales; 3) lograr medidas de seguridad en los centros de trabajo; 4) conseguir tarifas
favorables en los centros de trabajo; y 5) llevar a la práctica el sufragio femenino53.
Nueva historia general de Panamá X 307

La Federación obrera no logró superar las contradicciones propias de las or-


ganizaciones mutualistas que la formaban y como consecuencia sucumbió a las
manipulaciones de los gobiernos de turno. Como consecuencia, el 29 de diciembre
de 1924 se creó el Sindicato General de los Trabajadores (SGT). Quintero agrega que
«el SGT volcó toda su actividad a darle una expresión mucho más orgánica y mili-
tante a las aspiraciones de los núcleos obreros, en particular, y sectores populares
en general. La tarea era inmensa si tenemos en cuenta los bajos niveles de con-
ciencia y organización que para la época tenían los obreros locales»54.
La primera directiva del SGT fue formada por Rogelio Cortez (presidente),
T. Rugglianici (vicepresidente), S. Casís (segundo vicepresidente), José A. Brower
(tesorero), D. H. Céspedes (vocal), Carlos o. Biererach (secretario de correspon-
dencia interior) y A. Cabrera Filós (secretario de correspondencia exterior).
Según Quintero, «el mayor peso de su actividad los dirigió a organizar a
los sectores populares frente al problema inmediato de los cuartuchos antihi-
giénicos y que, sobre todo, cobraban altos alquileres. Con el propósito de darles
mayor cobertura y apoyo a este tipo de trabajo, el SGT creó la Liga de Inquili-
nos»55. Según Alexander Cuevas, la Liga de Inquilinos era un «departamento»
del SGT56.

El movimiento inquilinario de 1925

En la década de 1920 la prosperidad relativa producida por la construcción


y operación del canal de Panamá, distribuida en forma muy desigual e inserta
en una estructura social diferente a la existente cuando se independizó el país,
provocó la aparición de una clase de profesionales y de propietarios medianos,
especialmente en las áreas urbanas pero con raíces, en muchos casos, de origen
rural. Al mismo tiempo, apareció una nueva clase obrera vinculada al comercio
marítimo mundial y una masa de trabajadores que se concentraba en las ciuda-
des terminales del canal de Panamá.
En 1925 con motivo de la protesta de la población urbana contra las leyes
de inquilinato, se produjo un movimiento social a cuyo frente se ubicaron diri-
gentes obreros y también de las clases medias emergentes. El movimiento in-
quilinario enfrentó al Gobierno que decretó el alza de los arriendos. Cuando el
Gobierno sintió que había perdido el control de la situación pidió la intervención
militar norteamericana57.
El Sindicato General de Trabajadores (SGT), una alianza de trabajadores, asu-
mió la dirección del movimiento junto con la Asociación de Inquilinos. Según Iván
Quintero, «en septiembre de 1925 la SGT le envió una carta al alcalde de la ciudad
de Panamá, Mario Galindo, protestando por la creación de una comisión de arren-
dadores y arrendatarios de casas sin una representación de la Liga de Inquilinos
o del Sindicato». El 10 de octubre del mismo año se efectúa una manifestación en
el parque de Santa Ana. Las autoridades reprimieron la concentración cobrando
308 X Los movimientos sociales en Panamá: primera mitad del siglo

4 vidas. El Gobierno nacional pidió la intervención militar norteamericana cuyas


tropas acantonadas en la Zona del Canal irrumpieron en la ciudad de Panamá el
12 de octubre destruyendo los locales del SGT y de la Liga. Al mismo tiempo, las
tropas extranjeras «arremetieron contra las masas populares que venían del entie-
rro de los mártires caídos el sábado, 10 de octubre. otras dos personas fueron
muertas por EE. uu.»58.
Según Alexander Cuevas, el desenlace trágico se remonta a la aprobación
de «la Ley 29 de 1925 que dispuso grabar la propiedad urbana en una 5 por mil
sobre su valor catastral en vez del impuesto de 2 por ciento sobre la renta bruta
probable anual. Los arrendadores alzan de inmediato su voz de protesta, ale-
gando que se les estaba imponiendo una carga onerosa e injusta»59.
Para organizar a los arrendadores, la Liga decidió celebrar sesiones públicas
en los vecindarios en las cuales se exponían los objetivos de la nueva organiza-
ción. La Liga también editaba El Inquilino que, según César del Vasto, dirigía y
escribía casi totalmente Diógenes de la Rosa con una circulación de 10 mil ejem-
plares60. El Gobierno y los arrendadores montaron todos los obstáculos a su al-
cance para evitar que la Liga realizara sus reuniones. Entre las primeras medidas
tomadas por el Gobierno, se destacó la extradición del dirigente obrero de origen
español, José María Blázquez de Pedro61.
Cuevas relata que a pesar de contar con el permiso gubernamental para rea-
lizar una reunión el 6 de octubre de 1925, el alcalde del distrito de Panamá pro-
hibió la realización de la concentración. La noche de 6, la lluvia impidió que la
reunión se efectuara. Como consecuencia, la Liga solicitó otro permiso para rea-
lizar la actividad el 8 de octubre en el parque de Santa Ana. Finalmente, los or-
ganizadores convocaron a una reunión el 10 de octubre.
El alcalde del distrito volvió a prohibir la concentración. Mientras se ne-
gociaba la fecha para realizar la reunión definitiva, los manifestantes hacían
su llegada al parque de Santa Ana. Los acontecimientos se precipitaron. Según
Cuevas, la manifestación creció rápidamente y a las 8pm envolvió al destaca-
mento de la policía en el lugar.
El destacamento pidió refuerzos que llegaron al parque de Santa Ana poco
después. La Policía le disparó a Ferdín Díaz, quien estaba en el «kiosco» del
parque y a Marcial Mirones, quien se encontraba en la acera. Ambos murieron
como consecuencia de los disparos de bala. Según un testigo ocular, Samuel Ta-
cher, «el coronel Ricardo Arango cuando perseguía al grupo de manifestantes
no disparó sino simplemente los impresionaba con voces e insultos diciéndoles:
¡Negros miserables, váyanse! Habiendo quedado despejado la calle, solo se en-
contraba allí Mirones quien continuaba excitando al pueblo para que no se aco-
bardara... Fue cuando hizo uno o dos disparos rápidos que tumbaron a Mirones,
gravemente herido». Murieron también como resultado de disparos de armas
de fuego Lorenzo Brown y Emilio olivardía.
Nueva historia general de Panamá X 309

La intervención norteamericana de 1925

El Gobierno nacional invocó el artículo el artículo 136 de la Constitución


política vigente y solicitó la intervención militar norteamericana. Según Cuevas,
«después de los hechos del sábado, 10 de octubre, el Gobierno estaba débil, sin
fuerzas para enfrentarse a un pueblo estaba dispuesto a luchar». El 12 de octubre,
«unos minutos después de la una de la tarde, penetraron en territorio nacional
las fuerzas norteamericanas... ocuparon el parque de Santa Ana y el parque de
Lesseps. Levantaron en dichos lugares sus tiendas de campaña, tendieron hilos
telefónicos y sus cocinas...».
En forma dramática, Cuevas describe el desigual enfrentamiento que siguió.
«En las últimas horas de la tarde, el pueblo se enfrentó a los vencedores de las
potencias centrales. Después del entierro de Ferdín Jaén, un grupo de inquilinos
se dirigió a la oficina de la Liga [y] se encontró con que algunos soldados habían
allanado el lugar. unánime fue la protesta y a esta siguió, inmediatamente, la
acción. uno de los primeros en caer fue Julián Camarena, con una lanzada en la
ingle...». La multitud buscó refugio mientras que los soldados les pisaban los ta-
lones. «un joven de 22 años de edad, Damián Cabrera, fue acorralado y cayó
atravesado por las bayonetas»62.
El 23 de octubre cesó la ocupación militar de la ciudad de Panamá. Según
Cuevas, «el Gobierno panameño fue el único responsable que los soldados nor-
teamericanos irrumpieran en nuestro territorio». Según el abogado Galileo Solís,
citado por Cuevas, el Gobierno era responsable porque careció «de coraje y ner-
vio suficiente para mantener sin auxilio extraño y sin oprimir al pueblo, el poder
que la ley y el voto depositaron en sus manos»63.
Es probable que Solís no tuviera en sus manos todas las evidencias necesa-
rias para que su aseveración fuera más contundente. La carta del canciller pa-
nameño dirigida a las autoridades norteamericanas solicitando la intervención
es prueba elocuente de lo correcto que era el planteamiento de Solís. «Mi Go-
bierno –decía la carta del canciller– en los actuales momentos, cuenta con la
fuerza necesaria para dominar la situación, pero ha pensado que si las autori-
dades militares de EE. uu. prestasen su ayuda... se le pondría fin con rapidez al
movimiento subversivo que nos amenaza... Por consiguiente, me permito a nom-
bre de mi Gobierno, solicitar la ayuda de las fuerzas militares americanas acan-
tonadas en la Zona del Canal...»64.
La respuesta de la Embajada de EE. uu. fue muy esclarecedora. El encar-
gado de negocios interino respondió señalando que de acuerdo a reunión soste-
nida entre el presidente de la república, el gobernador de la Zona del Canal, el
jefe militar norteamericano y su persona, él ya había tomado las medidas para
movilizar las tropas. Según el encargado de negocios, antes de recibir la nota
formal de la Cancillería panameña, «inmediatamente transmití la solicitud de
310 X Los movimientos sociales en Panamá: primera mitad del siglo

V.E.al gobernador interino del canal de Panamá, quien como usted lo sabe ya,
dio instrucciones al general comandante del Departamento del Canal de Panamá
para que enviara a la ciudad de Panamá la policía militar y las tropas que fueran
necesarias para mantener el orden y hacer el servicio de policía de la ciudad».
La carta tenía fecha de 13 de octubre de 1925.
Dos semanas más tarde, el 30 de octubre, con dos muertos a cuenta de la in-
tervención norteamericana y en medio de un Estado de sitio, el canciller pana-
meño le escribió otra vez al encargado de negocios señalando «que ha sido
particularmente grato para el Poder Ejecutivo apreciar la buena voluntad con
que ustedes atendieron la solicitud... En especial deseo dejar constancia de la
manera atinada y correcta con que cumplieron la delicada misión... así como la
excelente armonía que reinó entre (los militares norteamericanos) y las autori-
dades locales»65.

El movimiento inquilinario de 1932

La persecución desatada contra las organizaciones populares fue inmediata.


La Liga Inquilinaria así como el SGT tuvieron que pasar a la clandestinidad. Los
gobiernos de turno, incluso, prohibieron las concentraciones que organizaban
los sindicatos para conmemorar el 1 de mayo, Día del Trabajo. Solo fue en 1931
que se logró reiniciar la fiesta anual que recuerda la fecha internacional de los
trabajadores.
La lucha de los trabajadores urbanos por mejores condiciones de vida no
desapareció. A pesar de los sangrientos enfrentamientos de 1925, los caseros y
el Gobierno panameños no tomaron medidas para enfrentar las injusticias que
se cometían en torno a la cuestión de la vivienda popular. «Dentro de esta situa-
ción concreta, un grupo de patriotas y revolucionarios fundaron, el 4 de abril de
1930, el Partido Comunista. Pocos meses después en septiembre, se fundó el Par-
tido Socialista como expresión del descontento popular...»66. Según los líderes
comunistas que analizan este período posteriormente, «ambos partidos –Comu-
nista y Socialista– se ligaron a las masas trabajadoras de la zona metropolitana
y tuvieron contactos aislados en algunos puntos del interior del país»67.
Según el historiador Armando Muñoz Pinzón, a mediados de 1932 los tra-
bajadores lograron revivir el movimiento inquilinario. La recesión económica
que caracterizó la primera mitad de la década de 1930 contribuyó en forma dra-
mática a agudizar la crisis de la vivienda68. Según Muñoz P., «la agrupación or-
ganizada en los primeros días de julio de 1932 constituye el resurgimientos de
la Liga Inquilinaria... Algunas figuras militantes del veinticinco aportaron sus
conocimientos y experiencias como Diógenes de la Rosa, Jorge E. Brower, Eliseo
Echevers, Samuel Casís y otros»69.
La memoria de los casatenientes también estaba fresca de los acontecimien-
tos de 1925. La formación de un comité por la defensa de los asalariados inquietó
Nueva historia general de Panamá X 311

a los arrendatarios, quienes se manifestaron dispuestos a conceder una rebaja


con el propósito de lograr una solución rápida y eficaz. «Los caseros presentaron
su solución en el sentido de reducir el valor del alquiler en un balboa por cada
dos cuartos... La asociación obrera no aceptó la rebaja»70.
La respuesta de los arrendadores fue crear una segunda versión de Liga de
Inquilinos que el 20 de julio de 1932 le dirigió un manifiesto a los caseros exi-
giendo una rebaja de 50 por ciento de los arriendos. En caso de no aceptar la
propuesta, la Liga planteó una huelga de no pago.
En la ciudad de Colón, el 8 de agosto de la 1932, la Liga presentó un pliego
similar planteando una rebaja de 40 por ciento sobre los alquileres.
El 31 de julio se declaró la huelga de no pago, que fue seguida el 5 de agosto
por negociaciones entre las partes. Los propietarios modificaron su propuesta
aumentando la rebaja a $1.50 para cada cuarto. La Liga rechazó la oferta de los
caseros. El 11 de agosto se volvieron a reunir las partes que llegaron a acuerdos
parciales sin poder definir una posición común en torno al punto central: el
canon de arrendamiento. El 13 de agosto se reanudaron las negociaciones «y
luego de un acalorado intercambio de opiniones, los voceros de los propietarios
rompieron el diálogo»71.
El 11 de agosto La Estrella de Panamá ya había anunciado que el Gobierno
estaba tomando «medidas extraordinarias contra los desmanes de los huelguis-
tas». El 15 de agosto el Gobierno decretó la suspensión de las garantías indivi-
duales, impuso la propuesta de los propietarios de rebajar el arrendamiento en
$1.50 por cuarto y procedió a perseguir a los militantes de la Liga. Entre las de-
cenas de detenidos se destacaban el secretario general de la Liga, Martín Niño,
el abogado de la Liga, Cristóbal Segundo y Samuel Casís.
A pesar de las medidas represivas, la Liga aplicó una táctica pasiva de no
pago. Según Demetrio Porras, «se abrió la segunda etapa de la lucha». Esta fase
se inició el 3 de septiembre con el mensaje del Ejecutivo entrante, encabezado
por el nuevo presidente Harmodio Arias, quien hizo formal traslado del pro-
blema a la Asamblea. Esta última instancia creó una Comisión que presentó su
informe el 14 de septiembre proponiendo una Junta de Inquilinato pero sin abor-
dar el problema de los alquileres.
Según Muñoz P., «la clandestina Liga de Inquilinos efectuó su segunda
asamblea general» insistiendo en «reducir el tipo de alquiler vigente en un 50
por ciento»72. Mientras que la Liga continuaba trabajando en las casas de
arriendo y fortaleciendo su organización, «la lucha parlamentaria se inició
cuando se abrió a segundo debate el proyecto de ley inquilinaria presentada por
la Comisión». El 25 de octubre se aprobó un artículo que reducía los alquileres
entre un 10 hasta un 35 por ciento. La aprobación del artículo provocó un «en-
tusiasmo desbordante en la masa inquilinaria».
Sin embargo, al día siguiente una moción de reconsideración modificó lo
aprobado. El 27 de octubre «la masa trabajadora de la ciudad capital... al enterarse
312 X Los movimientos sociales en Panamá: primera mitad del siglo

de la negativa del artículo relativo a la rebaja del canon de arrendamiento de-


mostró su repudio y protesta contra la Asamblea...». Tanto la sesión matutina
como la vespertina de la Asamblea fue objeto de manifestaciones que interrum-
pieron las sesiones. Según Muñoz P., «como a las 4:20 p. m. el capitán Ardito
Barletta desenvainó su revolver e hizo 8 o 10 disparos al aire... [Poco después]
entró en la platea, al recinto mismo de la cámara [que sesionaba en las instala-
ciones del Teatro Nacional] y en medio de los diputados hizo disparos al aire»73.
La reacción de las autoridades fue redoblar las medidas de seguridad. El al-
calde de la ciudad de Panamá, Héctor Valdés, prohibió las reuniones y desplegó
la policía que procedió a efectuar arrestos. A pesar de la represión, la Liga seguía
actuando y dirigiendo la «huelga de no pago». Entre el 28 y el 29 de octubre los
miembros de la Liga continuaban reuniéndose. Por otro lado, los diputados que
representaban los intereses de los caseros formaron un «bloque patriótico».
Según Muñoz P., «fueron notorias las visitas a la Presidencia de la República de
personas adineradas, altas figuras políticas, empleados públicos y partidarios
del nuevo Gobierno [de Harmodio Arias], ofreciendo sus servicios para combatir
a los inquilinos revoltosos».
El 31 de octubre la Asamblea se declaró en sesión permanente y permitió la
reincorporación del artículo que hacía mención de la reducción de los alquileres.
Según Muñoz P., «la protesta de las masas populares influyó en el ánimo de los
diputados». El 1 de noviembre se aprobó el proyecto de ley con el artículo reba-
jando los alquileres. Después de cuatro meses de resistencia y lucha, la Liga pa-
recía tener en sus manos la victoria.
Sin embargo, el presidente Harmodio Arias sorprendió a todos devolviendo
el proyecto de ley aprobado por la Asamblea rechazando precisamente el artí-
culo que rebajaba los cánones de arrendamiento. La Asamblea acogió los cam-
bios introducidos por el Ejecutivo que incluía declarar una moratoria parcial de
los alquileres. Muñoz P. saca dos conclusiones importantes de la experiencia de
la segunda versión de las luchas inquilinarias en Panamá. Por un lado, Muñoz
señala que «los grupos oligárquicos consideraron (el movimiento popular) como
atentados a su hegemonía social y política». Por el otro, Muñoz P. agrega que
«si bien la ley inquilinaria de 15 de noviembre de 1932 fue la solución impuesta
por la oligarquía, en cierto modo significó un triunfo simbólico de la clase des-
poseída sobre los propietarios... El Gobierno fue obligado, por primera vez, a
dictar una legislación de tipo intervensionista con respecto a los arrendamientos
urbanos»74.

Acción Comunal

Los enfrentamientos sociales desiguales que caracterizaron el primer


cuarto del siglo XX trajeron a la escena un movimiento de jóvenes profesiona-
les autodenominado Acción Comunal. Mientras que los trabajadores centraron
Nueva historia general de Panamá X 313

sus reivindicaciones en la necesidad de cambiar las condiciones de explotación


que caracterizaban las relaciones de trabajo, la juventud profesional levantó la
bandera nacionalista y reivindicó los espacios ocupados por la presencia nor-
teamericana en la Zona del Canal, la economía nacional e, incluso, en la buro-
cracia gubernamental75.
A lo largo de la primera mitad del siglo XX, las protestas del arrabal se fue-
ron convirtiendo lentamente en un movimiento popular con destacamentos or-
ganizados de una creciente clase obrera así como de las capas medias
ascendentes. En la década de 1920 apareció Acción Comunal que reclutó su di-
rigencia entre los intelectuales que regresaban de otros países después de termi-
nar sus estudios y, además, de una amplia gama de jóvenes profesionales que
competían por ingresar a los círculos de poder sin tener los antecedentes fami-
liares necesarios. Los jóvenes agrupados en Acción Comunal y, especialmente,
sus dirigentes tenían, además, otro elemento que los identificaba. Eran los here-
deros intelectuales de la clase terrateniente derrotada y arruinada en la última
guerra civil colombiana en que participó Panamá: la guerra de los Mil Días
(1899-1902). Entre los objetivos de su lucha, y lo que legitimaba históricamente
sus reivindicaciones, era recuperar el espacio que había perdido en el seno de la
clase dominante de la cual había sido desplazada a principios del siglo XX.
Según Isidro Beluche, autor de una historia sobre Acción Comunal, esta or-
ganización surgió producto de «una pléyade juvenil, educada conforme a planes
didácticos destinados a fortalecer el patriotismo, único recurso para conservar
su identidad...». Beluche agregaría que esta juventud era consciente de la posi-
ción geográfica privilegiada de Panamá «pero en poder y usufructuado por una
gran potencia amiga, pero extranjera».
El movimiento juvenil que lanzó Acción Comunal tenía características con-
tradictorias muy particulares como resultado de la relación especial que tenía
Panamá con EE. uu. Era nacionalista en la medida en que consideraba que los
gobiernos de turno no creaban los espacios necesarios para que los nuevos pro-
fesionales se insertaran en el proceso productivo. Por un lado, EE. uu. adminis-
traba el canal de Panamá «como si fuera soberano» sin incorporar panameños a
las labores de la operación. Por otro lado, en su afán por modernizar las estruc-
turas administrativas, los gobiernos panameños cedieron, durante el primer
cuarto de siglo XX, las posiciones de mando técnicas (salud, educación, obras
públicas, policía) a funcionarios norteamericanos (casi siempre miembros de las
fuerzas armadas de aquel país). Según Beluche, «los cargos directivos (del Go-
bierno) estaban reservados para elementos de la oligarquía, que alardeaba de su
entreguismo extranjerizante... Pero lo más hiriente es que en la cúspide de esta
pirámide burocrática, ciudadanos de EE. uu. eran los encargados...». Beluche
agregaría que «la desconcertante situación política a que se debió enfrentarse la
juventud panameña de la ‘Generación de 23’, fue consecuencia de un continuado
y metódico proceso de penetración foránea...»76.
314 X Los movimientos sociales en Panamá: primera mitad del siglo

Según Demetrio Porras, «Acción Comunal estaba integrada por elementos he-
terogéneos, en donde si había unidades distinguidas y notables, también había mu-
chos que me inspiraban terror por su espíritu reaccionario. Eran conservadores de
tuerca y tornillo, amargados por las derrotas que les habían infligido los liberales»77.
Los miembros de Acción Comunal no se consideraban liberales, aun cuando
conspiraban con las diferentes fracciones del liberalismo panameño. Según Be-
luche, confesaban un nacionalismo contrario al «libre cambio», se sometían a
ritos clandestinos y no se declaraban demócratas. Cuando se constituyó formal-
mente en 1923 no convocó a las juventudes obreras concentradas en las urbes ni
tampoco a los trabajadores del agro. El movimiento, igualmente, participó mar-
ginalmente de las experiencias electorales de 1924 y 1928. La juventud que en-
cabezaba a las capas medias no se comprometió con las corrientes liberales y
condenaba las prácticas corruptas de los partidos políticos.
La nueva correlación de fuerzas producto de la aparición de capas medias
organizadas en las urbes principales del país arrojó resultados transformadores.
En 1931 Acción Comunal encabezó el primer golpe palaciego de la historia re-
publicana. Sin embargo, el nuevo Gobierno, una vez legitimado por un proceso
electoral (1932), desconoció las reivindicaciones populares provocando una re-
edición del movimiento inquilinario.
El movimiento popular fue reprimido por quienes habían sido sus aliados en
la década anterior. Según Muñoz Pinzón, Acción Comunal no se identificó plena-
mente con la causa popular inquilinaria78. El semanario de Acción Comunal, en
medio del conflicto entre propietarios y arrendadores, se identificó «al servicio del
capitalismo y del proletariado en común para ayudarlos en la solución de las di-
vergencias que puedan ocurrir entre ellos, sin más finalidad que la de hacer el bien
por el bien mismo, con ecuanimidad de mediadora imparcial». La Junta directiva
de Acción Comunal, además, dio la orden de «abstenerse de participar en la lucha
entre inquilinos y propietarios por medio directos o indirectos»79.
En 1932 Acción Comunal participó en la formación del Partido Liberal Doc-
trinario con representantes de varias fracciones liberales y una fracción del Par-
tido Conservador para llevar a la presidencia de la república a Harmodio Arias
M. «Durante la presidencia de Harmodio Arias se fundó la Concentración Na-
cional Revolucionaria con el objetivo de unificar y definir ideológicamente a los
que habían participado en la acción de 2 de enero. Al desatarse la campaña elec-
toral de 1936, parte de ese grupo... se colocó bajo la jefatura de Arnulfo Arias
para organizar el Partido Nacional Revolucionario, que conjugado con el Partido
Liberal Nacional [dirigido por Rodolfo Chiari] y la mayoría del Partido Conser-
vador proclamó la candidatura de Juan Demóstenes Arosemena»80.
La decisión de Acción Comunal la aleja de cualquier papel de liderazgo a
nivel popular y convierte a los partidos Socialista y Comunista en las organiza-
ciones que definirían las estrategias políticas de los sectores populares durante
las siguientes tres décadas.
Nueva historia general de Panamá X 315

La sublevación campesina

En mayo de 1940 se produjeron las sublevaciones campesinas en los distritos


de San Carlos y Antón. Ambos pronunciamientos se realizaron bajo el liderazgo
del Partido Socialista que se había unido a mediados de la década de 1930 al
Frente Popular. El Partido Socialista se había declarado partidario de una política
revolucionaria sobre la base de una alianza «obrero campesina».
Según De la Rosa, «el partido de izquierda que logró estructurarse como
fuerza política significativa fue el Partido Socialista. Surgió del movimiento in-
quilinario de 1932. Le ayudó la actuación parlamentaria de su jefe, Demetrio Po-
rras... Esta fue la base inicial del Partido, que comenzó llamándose ‘socialista
marxista’. Reforzado por miles de campesinos de las provincias de Panamá,
Colón y Coclé, el socialismo alcanzó su mayor pujanza de 1936 a 1940»81.
Según relata Demetrio Porras, fundador del Partido Socialista, «el Frente
Popular era una alianza de partidos democráticos que se oponía a la reacción
panameña en su intento de establecer una sucesión dinástica en la Presidencia
de la Republica y se oponía también a la destrucción de las libertades democrá-
ticas»82. Porras se refería a la Concentración Nacional Revolucionaria y al Partido
Nacional Revolucionario cuyo líder era Arnulfo Arias.
Según Porras, el Partido Socialista se adhirió a la consigna del séptimo con-
greso de la III Internacional que proponía «la cohesión de los trabajadores en
torno a la clase obrera, en un extenso frente popular, contra la ofensiva del capi-
talismo y de la reacción, contra el fascismo y la amenaza de guerra». Porras ale-
gaba en sus escritos posteriores, que el Partido Socialista se adhirió al Frente
Popular panameño «bajo presión de los comunistas». Diría Porras que fue una
experiencia «desastrosa para el Partido, relajó su disciplina, pues (significaba)
aliarnos con terratenientes y caseros, se comenzó a dudar de nuestras intencio-
nes...». El Frente Popular fue constituido en 1936 por los partidos Liberal Doc-
trinario, Liberal Renovador, Liberal Demócrata y Acción Comunal. Se sumaron
a la organización los partidos Socialista y Comunista.
A partir de 1937 el Partido Socialista comenzó a conspirar en contra del
Gobierno panameño. En el marco del Frente Popular coordinaba acciones con
los partidos de la clase política para obtener armas. Además, firmaba acuerdos
con organizaciones populares de otros países para coordinar acciones revolu-
cionarias. Porras se lamentaba tener un movimiento popular tan extenso pero
que no contaba con los suficientes cuadros dirigentes. A finales de la década
de 1930, Porras aseguraba haber organizado «ocho batallones con un efectivo
de más de 2,500 hombres escogidos... todo preparados para pelear por los prin-
cipios democráticos y por el mejoramiento de la clase trabajadora panameña».
Según Porras, «hasta dentro de la misma Policía, habían pelotones de milicia-
nos. Solo nos faltaban las armas y ésas eran las que pedíamos a los adinerados
del Frente Popular».
316 X Los movimientos sociales en Panamá: primera mitad del siglo

El 1 de mayo de 1939, el Partido Socialista puso obreros y campesinos a mar-


char por la avenida Central de la ciudad de Panamá. Más de treinta mil personas
desfilaron y durante la concentración realizada en el parque Santa Ana fueron
reprimidos por los destacamentos de la Policía montada. Con motivo de estos
sucesos y otros parecidos, según Porras, «el Frente Popular dispuso ir a la revo-
lución. Se nombró a Francisco Arias P. como jefe de la misma». Arias era el pre-
sidente del Partido Liberal Renovador.
Se decidió convocar a un levantamiento popular en mayo de 1940. Según
Porras, «al Partido Socialista se le había dado la misión de organizar el elemento
humano». Los preparativos se habían realizado en la parte oriental de la pro-
vincia de Panamá (Chepo, donde habían 200 hombres y Chilibre, donde habían
500 hombres sin armas). La parte occidental de la provincia también estaba or-
ganizada (La Chorrera, San Carlos y Chame). Igualmente, las provincias de
Coclé, Chiriquí y Colón estaban preparadas para la sublevación. Se habían or-
ganizado compras de armas en Costa Rica, Colombia y en el propio país.
Se convino en que el «golpe» revolucionario se daría el sábado, 25 de mayo
de 1940. Sin embargo, el 21 de mayo, Porras tuvo que refugiarse en la Zona del
Canal y pocos días después Arias P. así como muchos de sus colaboradores fue-
ron detenidos. Las acciones programadas para la ciudad capital, Colón y otros
lugares se frustraron.
Solo en los distritos de San Carlos y Antón los campesinos organizados de-
cidieron levantar la bandera socialista y enfrentarse a los policías del gobierno.
En la madrugada de 25 de mayo, en la población de Las Anitas, cerca del Picacho
de la laguna de San Carlos, se distribuyeron las tareas. Los campesinos del área
se concentraron en «El Portalón» donde neutralizaron a los policías. Emulando
a los eventos de la guerra civil española, la Policía envió un avión contra los
campesinos atrincherados. Según el relato de Porras, como la Policía había fra-
casado y «no se atrevía a entrar a la montaña, enviaron al (piloto) Gelavert en
su avión trimotor, lleno de oficiales, y desde lo alto, disparaban contra cualquier
objeto animado».
En forma casi simultánea, en Marica, distrito de Antón, a una corta distancia
de La Laguna de San Carlos, se produjo un segundo levantamiento campesino.
Cerca de 700 hombres, de los cuales 35 tenían armas, se organizaron en el área
creando retenes en los caminos de acceso. También fueron atacados por el avión
de Gelavert sin consecuencias. Cuando se produjo el enfrentamiento entre cam-
pesinos y policías de Antón y Penonomé en los llanos de Marica, los 35 hombres
armados tuvieron oportunidad de hacer la primera descarga. Sin embargo, «solo
los fulminantes estallaron, los cartuchos estaban húmedos, inservibles y no die-
ron fuego».
Según el relato de Porras, si los hombres de Marica «hubieran tenido a sus
disposición no digamos las armas de Costa Rica, sino los cartuchos para sus es-
copetas, allí en Marica, se hubiera iniciado la revolución que le hubiera dado el
Nueva historia general de Panamá X 317

triunfo a la democracia panameña. ¿Por qué se le dieron (a los campesinos) mu-


niciones inútiles?».
Los campesinos aguerridos de San Carlos y Antón arriesgaron sus vidas en
una lucha que resultó infructuosa. A diferencia de la guerra de los Mil Días (1899-
1902) en que el Partido Liberal organizó mejor la guerra contra el centralismo
conservador, la experiencia del Frente Popular resultó ser un fiasco.
Evaluando la trayectoria de la organización política que dirigía la movili-
zación campesina, Demetrio Porras concluyó que «el Partido Socialista (PS) era
un partido de masas formidable... La debilidad del partido estaba en sus cuadros
dirigentes. El partido tenía grandes masas humanas, pero sus cuadros eran muy
reducidos»83. Gandásegui señala que «la derrota insurreccional del PS en 1940
se produce en medio de la reactivación de la economía con motivo de las accio-
nes bélicas de los países imperialistas. El campesino que era prácticamente un
proletario refugiado en el campo, inició nuevamente el flujo hacia la ciudad para
ocupar las posiciones que se abrían en industria y sus empresas de apoyo»84.
El Frente Popular continuó trabajando a favor del esfuerzo de los aliados
durante la Segunda Guerra Mundial. Después de la derrota de 1940, los liberales
regresaron al poder cuando EE. uu. derrocara a Arnulfo Arias en 1941, los co-
munistas se articularon a los diferentes movimientos populares hasta que co-
menzaron a ser perseguidos cuando se iniciara la «guerra fría» y el Partido
Socialista se dividió logrando tener una débil representación legislativa. En la
Asamblea Constituyente de 1946 fueron elegidos los socialistas Diógenes de la
Rosa y José Brower. Sin embargo, Demetrio Porras no logró alcanzar una curul
y aceptó una misión diplomática que lo alejó del país.
La movilización campesina se reinició bajo la orientación de los comunistas
panameños en la década de 1950 en la forma de las Ligas Campesinas.

El Frente Patriótico de la Juventud

A mediados del siglo XX –en 1947– se presentó la coyuntura para que las
capas medias representativas de diferentes sectores se combinaran para enfren-
tar el proyecto de militarización del Istmo propuesto por EE. uu. con el aval del
Gobierno de turno. Según Castillero Pimentel, «las manifestaciones populares
de repudio y condena del Convenio, (fueron) organizadas principalmente por
la Federación de Estudiantes de Panamá, entidad de intachable autoridad
moral»85. Este autor agregaría, «una extraordinaria manifestación compuesta ex-
clusivamente por miles de mujeres hizo llegar al parlamento el sentir de la mujer
panameña contraria también a la entrega del territorio nacional».
Según Ricaurte Soler, en la década de 1940 «un sector de la pequeña bur-
guesía, las capas medias y el sector asalariado no productivo, se empeñó, al mar-
gen del populismo y de los partidos oligárquicos, en crear organizaciones cívicas
y políticas autónomas, reivindicativas y nacionalistas». Entre estas entidades,
318 X Los movimientos sociales en Panamá: primera mitad del siglo

Soler destaca a la Federación de Estudiantes de Panamá, el Magisterio Panameño


unido y el Frente Patriótico de la Juventud. «El papel de estas organizaciones
fue decisivo en las manifestaciones multitudinarias de 1947, que obligaron a la
Asamblea Nacional a rechazar el Convenio que prorrogaba el asiento de bases
militares norteamericanas en el territorio de jurisdicción panameña». Soler coin-
cidiría con el Partido Comunista en reconocer el papel de »vanguardia revolu-
cionaria... a las capas medias radicalizadas»86.
El Frente de la Juventud tiene como propulsor inmediato las huelgas estu-
diantiles de 1942 y 1943. El 17 de octubre de 1943 los estudiantes de la univer-
sidad de Panamá se declararon en huelga protestando por la destitución del
profesor de Derecho Procesal, Felipe Juan Escobar87. Carlos Calzadilla y Dióge-
nes de la Rosa, coinciden al señalar que el movimiento tomó un giro sorpresivo
al plantear los estudiantes el reconocimiento por parte del Gobierno de la auto-
nomía universitaria. Mediante decreto ejecutivo se creó el régimen de autonomía
universitaria y la huelga estudiantil se levantó el 19 de noviembre de 194388.
Tres meses más tarde, en febrero de 1944, se celebró el primer Congreso Na-
cional de Estudiantes que resolvió constituir la Federación de Estudiantes de Pa-
namá (FEP). En el Congreso se aprobó la resolución mediante la cual se le
recomendaba a las sociedades juveniles la formación de un Frente Patriótico de
la Juventud. En diciembre de 1944 se reunió el primer Congreso Nacional de la
Juventud bajo la dirección intelectual de la FEP. En poco más de un año los estu-
diantes panameños habían conquistado la autonomía universitaria, habían cre-
ado su federación y contaban con un vehículo de expresión política.
El Congreso de la Juventud coincidió con la convocatoria de la Asamblea Na-
cional que designaría un nuevo presidente de la república. «En las últimas sesiones
del Congreso, entre el 7 y el 8 de enero de 1945, cuando se designó el Comité or-
ganizador del Frente Patriótico de la Juventud y se declaró constituido por las or-
ganizaciones presentes... En julio de 1945 se aprobó la Síntesis Doctrinal de 19
puntos». Según el autor del documento anónimo, la Síntesis no logró presentar
una posición coherente y, más bien, «encontramos proposiciones líricas y vagas»89.
Según el documento anónimo que analiza el papel del Frente Patriótico de
la Juventud durante la década de 1940, el grupo político se levantó «como la
vanguardia del pueblo panameño» que rechazó el Convenio Filós-Hines. «El
Frente Patriótico de la Juventud se empeñó en denunciar la entrega antinacional
que estaba consumando el gobierno». Sin embargo, el autor anónimo califica al
Frente como «un grupo de presión que solo reacciona, que carece de iniciativas
propias. Es solo una respuesta a yerros y desvíos de otras fuerzas actuantes»90.
El análisis continúa planteando que «de allí se derivan las grandes limita-
ciones de todas las luchas del grupo de presión, de su actitud de espera y surge
fatalmente el agotamiento colectivo». Según el autor anónimo, «la acción (de los
grupos de presión) no se despliega para erradicar las causas profundas de las
situaciones negativas, sino tan solo para combatirlas...».
Nueva historia general de Panamá X 319

La oposición del Frente Patriótico al convenio de bases en 1947 fue su mejor


hora. En 1942 el Gobierno panameño le había concedido derechos a EE. uu. para
instalar 14 bases militares sobre 15 mil hectáreas distribuidas en todo el país.
Según Jorge Turner, «para (el Gobierno de Panamá) estaba claro que el término
del convenio era un año después de la fecha en que entrara en vigencia el
acuerdo de paz que pusiera fin a la Segunda Guerra Mundial»91. El acuerdo de
paz entre EE. uu. y Japón que puso final a la guerra se firmó el 1 de septiembre
de 1945.
Turner señala que «Panamá interpretó que el año debería computarse a par-
tir de la fecha anteriormente citada. Desde el principio, EE. uu. había manifes-
tado con una vaguedad maliciosa, su deseo que la ocupación de las tierras
panameñas pudiera durar hasta que los dos gobiernos convinieran que habían
cesado las causas que motivaron su ocupación»92. Faltando solo dos días para
que el plazo convenido se cumpliera, EE. uu. pidió que se iniciaran negociacio-
nes para alcanzar un nuevo acuerdo.
El 3 de mayo de 1947, el Gobierno nacional anunció que, por haberse «agra-
vado» la situación internacional, se hacía indispensable no interrumpir el fun-
cionamiento de las áreas cedidas. Se iniciaron las negociaciones en un ambiente
de agitación y de oposición generalizada. En palabras de Turner, «la Federación
de Estudiantes tuvo una destacada actuación en la lucha contra la prórroga del
convenio de bases, lo mismo que el Frente Patriótico de la Juventud, los gremios
obreros, las mujeres y el pueblo, en general».
El 10 de diciembre de 1947 el Gobierno anunció que el ministro de Relacio-
nes Exteriores de Panamá y el encargado de negocios de EE. uu. habían firmado
el convenio en la capital panameña. El pueblo panameño mantuvo sitiada la
Asamblea, que tenía la tarea de aprobar el pacto, durante casi dos semanas exi-
giendo el rechazo del convenio. «Como resultado de las movilizaciones (enca-
bezadas por la juventud panameña) la Asamblea Nacional rechazó por
unanimidad, el convenio sobre Sitios de Defensa»93.

Conclusión

Tal como se apuntara al principio, se puede concluir que durante la primera


mitad del siglo XX se afianzó una alianza entre los sectores populares –con una
clase obrera en expansión– y las capas medias que no logró, empero, traducirse
en una alternativa política. El liberalismo popular encabezado por Belisario Po-
rras y, más tarde, el nacionalismo bajo el liderazgo de Arnulfo Arias orientaron
a sectores importantes de la sociedad hacia otros objetivos políticos.
En el transcurso de las primeras cinco décadas del siglo XX, los movimientos
sociales crecieron cualitativa y cuantitativamente desde finales de la guerra de
los Mil Días. Las expresiones desarticuladas de un movimiento obrero inserto
en el enclave «transitista», el movimiento campesino disperso como consecuencia
320 X Los movimientos sociales en Panamá: primera mitad del siglo

de la guerra civil que inauguró el siglo y la falta de capas medias organizadas,


evolucionaron hacia un movimiento social policlasista con un enorme potencial.
Sin embargo, como anotara el autor anónimo de la «década del frente patriótico,
los movimientos aún no encontraban su unidad y, además, solo reaccionaban
ante las iniciativas de otras fuerzas actuantes»94.
La segunda mitad del siglo XX dejó atrás, en parte, esta debilidad. El levan-
tamiento de 9 de enero de 1964 es una prueba de ello. Sin embargo, a fines del
siglo XX los movimientos sociales retornan a desplegar sus fuerzas para com-
batir las situaciones negativas, pero siguen sin la capacidad para «erradicar sus
causas profundas».

Notas
1
Francisco Zapata, «Las organizaciones sindicales», en: R. Kaztman y J. L. Reyna, Fuerza de tra-
bajo y movimientos laborales en América latina, El Colegio de México, México, 1979, p. 209.
2
Sobre estas tensiones políticas que caracterizaron la conducción de los sectores populares
durante la primera mitad del siglo XX, se destacan los ensayos de Diógenes de la Rosa, las
interpretaciones incisivas de Ricaurte Soler y, en fechas más recientes, los escritos de Carlos
Alberto Mendoza.
3
Gino Germani, Sociología de la modernización, Piados, Buenos Aires, 1971, p. 21.
4
Marco A. Gandásegui, h., «La democracia: El caso de Panamá», Revista Panameña de Sociología,
número 11, 1999. En este artículo se hace un análisis de las propuestas de Huntington.
5
Luis Vitale, La formación social latinoamericana, 1930-1978, Editorial Fontamara, Barcelona,
1979. En el caso más reciente de Nicaragua, ver Orlando Núñez.
6
El término «clase peligrosa» surgió a fines del siglo XIX, cuando el liberalismo dominante se
percató del creciente poder que adquiría la clase obrera. Samir Amín, «La economía política
del siglo XX», Tareas, número 113, Panamá, 2003.
7
Los escritos de Antonio Gramsci sobre este tema que abarca las nociones de legitimidad y
hegemonía son clásicos. En el pasaje que citamos más abajo, el sentido que Gramsci le da
a la «sociedad civil» nosotros se lo extendemos a los «movimientos sociales». Según el so-
ciólogo italiano de la primera mitad del siglo XX, «la unidad histórica de las clases dirigentes
se produce en el Estado y la historia de esas clases es esencialmente la historia de los Estados
y de los grupos de Estados... Las clases subalternas, por definición, no se han unificado y no
pueden unificarse mientras no puedan convertirse en Estado... su historia está por lo tanto
entrelazada con la de la sociedad civil (movimientos sociales), es una función ‘disgregada’ y
discontinua de la historia de la sociedad civil y, a través de ella, de la historia de los Estados
o grupos de Estados». La cita es tomada de Juan Carlos Portantiero, Los usos de Gramsci, Edi-
ciones Pasado y Presente, México, 1977, p. 359.
8
F. H. Cardoso y E. Faletto, Desarrollo y dependencia en América latina, Siglo XXI Editores, Mé-
xico, 1969.
9
Son numerosas los estudios sobre estas experiencias. Vale la pena recordar la obra de Gérard
Pierre Charles, El Caribe contemporáneo, Siglo XXI Editores, México, 1981. Además, el trabajo
de Joan Garcés.
10
Samir Amín y otros autores como Arrighi y Wallerstein sitúan el inicio del cambio de modelo
de desarrollo a escala mundial entre 1968 y 1973. Según los estudios de la CEPAL, en América
Latina los efectos se sienten con más fuerza a partir de la década de 1980.
Nueva historia general de Panamá X 321

11
Giovanni Sartori, La sociedad multiétnica, Madrid, Taurus, 2001. «Una sociedad fragmentada
no por ello es una sociedad pluralista. Y si es verdad, como lo es, que el pluralismo postula
una sociedad de ‘asociaciones múltiples’, esta no es una determinación suficiente. En efecto,
estas asociaciones deben ser, en primer lugar, voluntarias (no obligatorias o dentro de las
cuales se nace) y, en segundo lugar, no exclusivas, abiertas a afiliaciones múltiples. Y este
último es el rasgo distintivo. Por tanto, una sociedad multigrupos es pluralista sí, y solo si,
los grupos en cuestión no son grupos tradicionales y, segundo, solo si se desarrollan ‘natu-
ralmente’ sin ser impuestos de alguna manera». Tomado de José A. Aguilar R., «Notas sobre
la izquierda antiliberal», Nexos, México, marzo de 2003.
12
Daniel Martínez, Impacto del crecimiento económico sobre el empleo en América Latina y el Ca-
ribe, SELA, Caracas, SP/CL/XXIII.O/DT número 8, 2002, Add. Según Martínez, «entonces, tenemos
dos primeras evidencias: aumenta el desempleo y aumenta la informalidad, obviamente, por
lo tanto, se reduce el peso relativo de los sectores modernos de alta productividad dentro
de la estructura ocupacional. Sí en 1980, 51 de cada 100 ocupados trabajaba en el sector mo-
derno, en estos momentos no llegan a 44... Por el lado de la productividad, tenemos un fe-
nómeno igualmente poco alentador. El hecho de que el producto de la región... aumentó a
una tasa promedio de 3 por ciento y el empleo a una tasa de 2.9 por ciento indica que la pro-
ductividad media de la región prácticamente se mantiene estancada».
13
Giovanni Arrighi, El largo siglo XX, Ediciones Akal, Madrid, 1999.
14
Ibidem, pp. 21-22.
15
Ver especialmente Joseph A. Shumpeter, Teoría del desenvolvimiento económico, FCE. México,
1967. También W. W. Rostow, The process of economic growth, The Free Press o Germani,
Nueva York, 1971; Sociología de la modernización, Piados, Buenos Aires, 1952.
16
Marco A. Gandásegui, h., «Wallerstein, el sistema mundo y la transición», en: Immanuel Wa-
llerstein, Sistema mundo y mundo sistémico, Universidad de Panamá, Panamá, 2002.
17
Emile Durkheim desarrolla este concepto en De la división del trabajo social, que puede con-
sultarse en la edición hecha en Buenos Aires por la Editorial Schapire en 1967.
18
Talcott Parsons desarrolla este concepto de modernidad y tradicionalismo en su obra The
structure of social action, The Free Press, Nueva York, 1967.
19
V. I. Lenin. «Informe sobre la situación internacional», Obras escogidas, 1961, pp. 454-476.
Discurso pronunciado en julio de 1920.
20
Hernán Porras, «Los grupos humanos de Panamá» y Georgina Jiménez de López, «La clase
media», en: M. A. Gandásegui, Las clases sociales en Panamá, CELA, Panamá, 2002.
21
Marco A. Gandásegui, h., «La democracia: El caso de Panamá», Revista Panameña de Sociología,
número 11, 1999. En este artículo se hace un análisis de las propuestas de Huntington.
22
Ver la versión de Juan C. Portantiero, Perspectivas de las ciencias sociales en América latina,
(Working Paper número 5), Barcelona, 1989, p. 3. Según Portantiero «esa modernización
prometida se asentaba sobre un trípode que combinaba industrialización, urbanización y
capacidad planificadora del Estado. El resultado fue, en efecto, una modernización global
de esas sociedades. Se estableció un nuevo modelo de estratificación con el surgimiento
de nuevos grupos sociales; varió la composición interna de los sectores populares y se ex-
pandieron nuevos sectores medios. Los empresarios industriales junto con la burocracia es-
tatal, intentaron conducir el proceso de desarrollo modificando el tradicional juego de poder
y la industria creció al amparo del modelo mundial de transnacionalización productiva. Cual-
quier análisis socioeconómico de la región en esa época –empezando por los pioneros de
CEPAL– acredita con precisión la vigencia de esos nuevos rasgos».
23
Marco A. Gandásegui, h., Acumulación y migraciones internas en Panamá, CELA, Panamá, 1980.
24
Armando Muñoz Pinzón, Un estudio sobre historia social panameña, Editorial Universitaria,
Panamá, 1980.
322 X Los movimientos sociales en Panamá: primera mitad del siglo

25
Alfredo Figueroa Navarro, Dominio y sociedad en el Panamá colombiano (1821-1903), Pa-
namá, 1978.
26
John Hobson, Imperialism, Ann Arbor, The University of Michigan Press, 1983.
27
Walter LaFeber, The Panama Canal, Oxford University Press, Nueva York, 1978.
28
Marco A. Gandásegui y otros, Las luchas obreras en Panamá (1850-1978), CELA, Panamá, 1990.
29
Luis Navas, El movimiento obrero en Panamá, (1880-1914), Editorial Universitaria, Universidad
de Panamá, Panamá, 1974.
30
Marco A. Gandásegui, «Las luchas políticas de los campesinos en Panamá», en: La fuerza de
trabajo en el agro, CELA, Panamá, 1990.
31
Demetrio Porras, Veinte años de luchas y experiencias..., op. cit.
32
Isidro Beluche Mora, Acción Comunal: Surgimiento y estructuración del nacionalismo pana-
meño, prólogo de Octavio Sisnett, Editorial Cóndor, Panamá, 1981.
33
Roque Javier Laurenza, «El panameño y la nación», Tareas, número 100, Panamá, 1998,
p. 45.
34
Ernesto de la Guardia, Jr., Pensamiento y acción, INAC, Panamá, 1977. Ver también a Demetrio
Porras, op. cit., quien ofrece un pasaje para describir la aparición del Partido Liberal Renova-
dor. «El Partido Liberal Doctrinario se escindió el 7 de junio de 1931... El grupo mayoritario,
encabezado por Domingo Díaz A... y el grupo minoritario que se denominó Partido Reno-
vador, apoyó a Francisco Arias Paredes», p. 27.
35
Jorge Turner, Sindicatos: Nuevos movimientos sociales y democracia, Universidad Obrera de
México, México, 1994. Según Turner, «la FSTRP pudo convocar en la capital, en junio de 1950,
a una grandiosa concentración de más de 50 mil trabajadores, para manifestarse... contra el
alza exorbitante de los precios de los artículos de primera necesidad...», p. 72.
36
La mejor recopilación de este período se encuentra en la obra de Oscar Terán, 1979, Del Tra-
tado Herrán-Hay al Tratado Hay-Bunau-Varilla...., Carlos Valencia Editor, Bogotá, 1979. Valiosa
correspondencia de la época se puede encontrar en Julio Yao, El Canal de Panamá, calvario
de un pueblo, Editorial Mediterránea, Madrid, 1972. También en Isidro Beluche, op. cit.
37
Ver M. Octavio Sisnett, Belisario Porras o la vocación de la nacionalidad, Editora de la Nación,
Panamá, 1959, (con prólogo de Rafael E. Moscote).
38
George Priestley, «Etnia, clase y cuestión nacional en Panamá: Análisis de estudios recientes»,
Tareas, número 67, 1987, pp. 35-62. Fue publicado nuevamente en Piel oscura Panamá, Edi-
torial Universitaria, Panamá, 2003. El autor cita a Velma Newton y Gerstle Mack.
39
Luis Navas, El movimiento obrero en Panamá..., op. cit., pp. 143-146.
40
Gerardo Maloney, El Canal de Panamá y los trabajadores antillanos, Formato Dieciséis, Pa-
namá, 1989, p. 25.
41
Velma Newton, Los hombres del «Silver-Roll»: Migración antillana a Panamá 1850-1914, SAMAAP,
Panamá, 1995, p. 230.
42
Marco A. Gandásegui, Las luchas obreras en Panamá..., op. cit. La FORP fue creada el 3 de julio
de 1921. Dos semanas más tarde se fundó el Grupo Comunista.
43
Gerardo Maloney, El Canal de Panamá y los trabajadores..., op. cit.
44
Ibidem.
45
Ibidem, p. 43.
46
En una historia de los tipógrafos, Lorenzo Mora se refiere al Gremio Unido de Braceros que
es probablemente la organización a la cual se refiere Maloney. En 1924 un miembro del Gre-
mio Unido de Braceros viajó en la delegación obrera que asistió al IV Congreso Obrero Pan-
americano. Ver Lorenzo Mora, Ensayos sobre la organización de los tipógrafos de Panamá,
FSTRP, Panamá, 1981, p32.
47
Gerardo Maloney, op. cit. «Los huelguistas son objeto de un duro golpe, cuando se anuncia
que suspenden a la Unión Obrera de EE. UU. (a la cual estaban afiliados los trabajadores del
Nueva historia general de Panamá X 323

rol de plata). La suspensión fue decidida por la Federación Obrera Norteamericana (AFL).
Como resultado los huelguistas panameños se ven privados de un importante apoyo»,
p. 49.
48
Ibidem. p. 52.
49
George Priestley, «Etnia, clase y cuestión nacional en Panamá: Análisis de estudios recientes»,
Tareas, número 67, 1987, pp. 35-62.
50
Catalina Grannum, Los trabajadores panameños de ascendencia antillana en la Zona del Canal
de Panamá, Cuadernos Populares número 2 de CELA., Panamá, 1979.
51
George Priestley, «Etnia, clase y cuestión nacional en Panamá...», op. cit.
52
Ibidem.
53
Iván Quintero, El Sindicato General de Trabajadores, Cuadernos Populares número 7, CELA,
Panamá, 1979.
54
Ibidem.
55
Ibidem.
56
Alexander Cuevas, El movimiento inquilinario de 1925, Cuadernos Populares número 15,
CELA, Panamá, 1980.
57
Alexander Cuevas, op. cit.
58
Iván Quintero, op. cit.
59
Alexander Cuevas, op. cit.
60
César del Vasto, Un hombre de ideas. Diógenes de la Rosa, Universal Books, Panamá, 2003,
p. 27.
61
Durante la ocupación militar, el Gobierno panameño deportó a muchos extranjeros y algu-
nos empleados fueron dejados cesantes. Según Carlos Cuestas, el dirigente obrero «Blázquez
de Pedro fue arrestado a las 3:30 p. m. del jueves, 24 de septiembre de 1925 en la puerta de
la Tipógrafa Moderna y llevado al Cuartel Central de la Policía Nacional. Fue llevado a la Po-
licía de la Zona del Canal de Balboa donde ingresó a las 8:00 p. m. y donde pasó la noche.
En la mañana de 25 de septiembre fue entregado a la Policía panameña que lo condujo a la
Estación de Policía de la Zona del Canal en Cristóbal. Pasó un corto tiempo en ese lugar
desde donde fue llevado a bordo del ‘Manuel Calvo’ que zarpó de ese puerto a las 11:34 a. m.
con destino a Cuba». Tomado de Carlos H. Cuestas, «Las últimas horas de Blázquez de Pedro
en Panamá», Tareas, número 98, 1998.
62
Alexander Cuevas, op. cit.
63
Ibidem.
64
Extracto de carta dirigida por Horacio F. Alfaro, canciller de la república, a la Embajada de
EE. UU., el 12 de octubre de 1925. Tomado de Luis Navas, Panamá: Nación, Estado y Canal,
Lotería Nacional de Beneficencia, Panamá, 1999, p. 182.
65
Luis Navas, op. cit., pp. 183-184.
66
R. D. Souza, C. de León, H. Víctor y C. Changmarín, Panamá 1903-1970, Sofía Press, s/f, p. 93.
67
Ibidem, p. 94.
68
R. D. Souza y otros, señalan que la gran depresión económica de 1929 contribuyó «a la agu-
dización de la lucha social en Panamá... Esta crisis tuvo hondas repercusiones en Panamá y
agravó las condiciones de vida de vastos sectores del pueblo panameño», ibidem, p. 93.
69
Armando Muñoz Pinzón, La huelga inquilinaria de 1932, op. cit.
70
Op. cit., p. 61.
71
Op. cit., p. 30.
72
Ibidem.
73
Op. cit., p. 59.
74
Op. cit., p. 72.
75
Rodrigo Velarde, «El Hospital Santo Tomás», Revista Lotería, número 441, Panamá, 2002.
324 X Los movimientos sociales en Panamá: primera mitad del siglo

76
Ver Olmedo Beluche, op. cit., pp. 16-17.
77
Demetrio Porras, Veinte años de lucha...., op. cit., p. 25.
78
Armando Muñoz Pinzón, La huelga inquilinaria de 1932..., op. cit., p. 66.
79
Ver el editorial del semanario Acción Comunal, «Nuestra actitud», año 9, número 178, 19 de
agosto de 1932. Citado por Muñoz Pinzón, ibidem.
80
Diógenes de la Rosa, Revista Lotería.
81
Ibidem.
82
Estas citas, así como las próximas que recogemos de Demetrio Porras, son de su libro Veinte
años de lucha, por la Editorial de Buenos Aires, Argentina, Américalee, 1947, especialmente
las páginas 73-167.
83
Cita en Marco A. Gandásegui, H., La fuerza de trabajo en el agro, CELA, Panamá, 1990, p. 274.
84
Ibidem.
85
Ernesto Castillero Pimentel, Panamá y los EE. UU., 1903-1953, Panamá, 1988, p. 306.
86
Ricaurte Soler, «Panamá, nación y oligarquía», en: M. A. Gandásegui, Las clases sociales en
CELA, Panamá, 2002, p. 97.
87
Según Carlos Calzadilla, cuando el presidente de la república se dirigía a su despacho eje-
cutivo se cruzó con el prestigioso abogado Felipe Juan Escobar quien no lo saludó. Enojado
el presidente dio la orden que se le destituyera de su cargo como profesor de Derecho en
la Universidad de Panamá. Este incidente fue la chispa que movilizó a los estudiantes quie-
nes transformaron su movimiento en una reivindicación por la autonomía universitaria. Ver
Calzadilla, Historia sincera de la república (siglo XX), Editorial Universitaria, Universidad de Pa-
namá, Panamá, 2001, pp. 80-86.
88
César del Vasto, ibidem, p. 66.
89
Anónimo, La década 1941-1951 y el Frente Patriótico, Editorial Virgilio Araúz, Panamá, 1981,
p. 29.
90
Ibidem, pp. 33-34.
91
Jorge Turner, «Intervenciones norteamericanas en Panamá», en: 75 años de relaciones entre
Panamá y EEUU, (prólogo de Rafael Mezquita), Frente de Profesionales del PRD, Panamá,
1989, p. 57.
92
Ibidem. Ver también La declaración de Panamá, de MLN-29-11, publicado por la editorial Dió-
genes de la ciudad de México, 1971, p. 34. «Su formidable intervención (del Frente Patriótico)
para que el pueblo presionara sobre la Asamblea Nacional provocó el rechazo del llamado
Convenio Filos-Hynes en 1947».
93
Ibidem, p. 59.
94
Anónimo, La década 1941-1951 y el Frente Patriótico, Panamá, 1981.

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