SEM PensNacional UNIDAD4 20

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SEMINARIO

Pensamiento Nacional
y Latinoamericano

UNIDAD 4
Coordinadores del equipo docente
Francisco Pestanha y Mario Oporto

Marzo 2020

RECTORADO
CAMPUS VIRTUAL UNLA. / UNIVERSIDAD NACIONAL DE LANÚS
ÍNDICE

Índice de íconos III


UNIDAD 4 1
Pensamiento Nacional, Autoconciencia o Conciencia nacional.
La recuperación de la conciencia nacional. El primer Nacionalismo.
Aportes y descubrimientos de la Izquierda Nacional. La herencia
indoamericana. La herencia afroamericana. La herencia hispánica.
Los aportes de la inmigración aluvional. La revolución cultural.
La Fuerza de Orientación Nacional Para la Joven Argentina. El Peronismo.
El movimiento de los trabajadores. El movimiento nacional. 1

II
ÍNDICE DE ÍCONOS

Tarea

Foro


Lectura obligatoria

Lectura recomendada

Para ampliar

Importante

Para pensar

Multimedia

III
PENSAMIENTO NACIONAL,
AUTOCONCIENCIA O CONCIENCIA
NACIONAL. LA RECUPERACIÓN DE LA
CONCIENCIA NACIONAL. EL PRIMER
NACIONALISMO. APORTES Y
DESCUBRIMIENTOS DE LA
IZQUIERDA NACIONAL.
LA HERENCIA INDOAMERICANA.
LA HERENCIA AFROAMERICANA.
LA HERENCIA HISPÁNICA.
LOS APORTES DE LA INMIGRACIÓN
ALUVIONAL. LA REVOLUCIÓN
CULTURAL. LA FUERZA DE
ORIENTACIÓN NACIONAL PARA LA
JOVEN ARGENTINA. EL PERONISMO.
EL MOVIMIENTO DE LOS
TRABAJADORES.
EL MOVIMIENTO NACIONAL.

Proponemos ahora el tratamiento del tema de la autoconciencia o conciencia nacio-


nal a la par de revisar algunos de los contenidos abordados durante el recorrido por
este seminario, esta vez ampliados con datos y nuevas referencias. Esta propuesta
permitirá adoptar una perspectiva de análisis más globalizadora e integral de la
corriente del Pensamiento Nacional, siempre abierta al debate y la reflexión sobre
el pasado, el presente y sobre nuestro futuro como nación.

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Pensamiento nacional: autoconciencia o conciencia


nacional. La recuperación de la conciencia nacional

El proceso de autoconocimiento como ejercicio cognitivo e intelectual permitió que


los hombres y las mujeres de esta corriente comenzaran a impugnar, durante las
primeras décadas del siglo XX, los supuestos conceptuales e ideológicos sobre los
que se había asentado el régimen oligárquico y centralista, como ideología hege-
mónica consolidada luego de las batallas de Caseros y Pavón. A partir de este pro-
ceso, paulatinamente, fueron puestos al descubierto algunos de los principios que
nutrían el “ilusorio ambiente” de la Argentina del Centenario.

Scalabrini Ortiz describirá aquel clima epocal con descarnada crudeza en el pró-
logo al libro Política británica en el Río de la Plata:

› “Todo lo que nos rodea es falso o irreal. Es falsa la historia que nos ense-
ñaron. Falsas las creencias económicas con que nos imbuyeron. Falsas
las perspectivas mundiales que nos presentan y las disyuntivas políticas
que nos ofrecen. Irreales las libertades que los textos aseguran.”1

Pero dos cuestiones capitales obsesionarán a aquellos precursores. La primera,


evidenciar nuestra situación de dependencia respecto del Imperio Británico. La
segunda, denunciar una superestructura cultural que se constituía en el reasegu-
ro de tal dependencia. Esta relación dialéctica entre la dependencia económica y
una superestructura cultural funcional a ella constituye la matriz que recorre la labor
teórica de aquellos pensadores.

A través del autoconocimiento fue posible dar cuenta de las limitaciones de una
estructura pedagógica enciclopedista, sustentada en ideas y presupuestos
importados acríticamente, principalmente de Europa, y en especial, poner en
evidencia la distorsión y el ocultamiento de aspectos esenciales de nuestro deve-
nir histórico.

El proceso de autorreflexión, por otra parte, permitió a estos pensadores avanzar


sobre nuevas modalidades de interpretación de nuestra realidad, construyendo
algunas categorías a partir de otras ya existentes y otras de singular originalidad
para abordarla desde nuestra situación periférica. La autorreflexión batallará con-
tra el iluminismo, una doctrina que durante largos períodos nutrió los contenidos
pedagógicos de escuelas, academias y universidades, y que, por no haber estado
sujeta al tamiz crítico, según los principales exponentes de esta corriente, presu-
ponía un tajante rechazo de la cultura indo-hispano-americana y de la concepción
historicista que rescataba nuestro pasado mestizo.

Teniendo muy presentes ambas nociones, haremos el recorrido por algunas de las
modalidades a partir de las cuales va manifestándose nuestra autoconciencia, así

1. SCALABRINI ORTIZ, R.: Política británica en el Río de la Plata, Plus Ultra, mayo de 1986.

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como las formas que adopta el proceso de avance hacia la comprensión de lo que
realmente éramos, de nuestras metas, de nuestros objetivos.

Es importante señalar que haber llegado a tales niveles reflexivos implicó para los
pensadores nacionales, una posibilidad concreta de transitar hacia el fortalecimien-
to de una conciencia nacional sin ataduras y de desarrollar, en consecuencia, una
praxis que contemplara los desafíos de “vivir en la periferia”.

La autoconciencia está íntimamente ligada a la situación de periferia en la que pro-


ducen su obra los pensadores de esta corriente. Tal situación determinará su pro-
ducción, obligándolos a reflexionar desde una realidad semicolonial que es omiti-
da o negada por la intelligentzia acrítica. La noción de periferia les permitió dar
cuenta a los pensadores nacionales de nuestros condicionamientos económicos,
políticos e ideológicos, del lugar que efectivamente ocupábamos dentro de la divi-
sión social del trabajo y de cómo operaban las tentativas de sometimiento cultural,
que desde una cierta mirada positivista anulaban cualquier aspiración a observar
claramente los antagonismos entre naciones dependientes e imperialistas.

Las consecuencias del colonialismo fueron abordadas también por otros autores
de diversas latitudes. Así, Franz Fanón denunció los efectos de la ocupación fran-
cesa en Argelia, como José Martí y Roberto Fernández Retamar lo hicieron con el
imperialismo norteamericano en América. Las obras de estos pensadores desarro-
llan los modos de resistencia de los pueblos dominados y ponen de relieve las
expresiones culturales como modo de enfrentar la dominación. Al decir de Fermín
Chávez:

› “En la periferia del mundo, la inteligencia descolonizadora tendrá


muchos comenzantes. Están los Vasconcelos, Fanón, Memmi, Fernández
Retamar, Ribeiro, Ortiz Pereyra, Doll, Scalabrini Ortiz, Carlos Montenegro,
Jauretche, Hernández Arregui y muchos más, con una carga preciosa de
ingredientes; con mucho de oro y otro tanto de hierro. No estamos,
entonces, tan en cuero.”2

La conciencia plena o autoconciencia de la situación periférica permite dar un giro


epistemológico, esto es, comenzar a interpretar la realidad a partir de nuestra situa-
ción y también comprender la cuestión cultural. Nuestros pensadores, al adquirir
conciencia plena de esta situación, se enfrentan de una manera diferente con la
cuestión del conocimiento.

Este cambio de posicionamiento intelectual –que a la larga constituye el caldo de


cultivo para un cambio político– rompe con la antigua relación sujeto-objeto de
conocimiento que brindaba cierta mirada positivista.

2. CHÁVEZ, F. (2000): Es necesario creer en lo que somos (opúsculo).

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Para algunos autores, la cultura popular ocupará un lugar central en las produccio-
nes autoconscientes, en tanto genuino producto de la creatividad humana. La cul-
tura asumirá un carácter verdaderamente revolucionario, ya que no admite límite
alguno. Por su carencia de limitaciones, la cultura popular es para autores como
Fermín Chávez, la fase inicial que permite desentrañar la maraña de la alienación.
Sostendrá el autor:

› “Desentrañar las ideologías de los sistemas centrales, en cuanto ellas


representan fuerzas e instrumentos de dominación, es una de las tareas
primordiales de los trabajadores de la cultura en las regiones de la peri-
feria. Pero la realización cabal de esta tarea presupone, a su vez, la
construcción y el uso de un instrumento adecuado, necesitamos, pues,
de una ciencia del pensar, esto es, una epistemología propia.”3

El primer nacionalismo y la herencia hispánica e


indoamericana

En nuestro país, las primeras manifestaciones autoconscientes, según Fermín


Chávez, las encontraremos en la Gauchipolítica, esto es, en las letras de Bartolomé
Hidalgo en los albores de las Invasiones Inglesas, como así también en los traba-
jos de Baltasar Maciel luego de que Pedro Cevallos consiguiera expulsar a los por-
tugueses del Río de la Plata.

A lo largo de toda nuestra historia, el Pensamiento Nacional da cuenta de una ten-


sión, expresada en las ideas de Chávez cuando sostiene:

› “A partir de dos núcleos ideológicos iniciales se fueron desarrollando


dos fuerzas históricas en contradicción permanente, y cuya confronta-
ción no ha terminado. La cultura argentina es como un árbol con dos
raíces de carne y savia diferentes, de crecimiento paralelo. Oficialmente,
una sola de las dos raíces, con sus tallos y ramas, ha podido dar flores
de buena ley reconocidas por el sistema. La otra raíz, de procedencia
“bárbara”, sólo ha dado productos bastardos, diríamos, una suerte de
escoria para arrojar como desperdicio.”4

3. CHÁVEZ, F. (1983): Proemio de La recuperación de la conciencia nacional. Gráfica Logos.

4. CHÁVEZ, F.: La conciencia nacional. ob.cit., p. 22.

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El cielito (1829). Acuarela de Carlos Enrique Pellegrini. En las letras, el Cielito Oriental
(1816) es una composición poética patriótica cuya autoría suele ser atribuida a Bartolomé
Hidalgo (1788-1822). Fuente: http://uruguayeduca.edu.uy

Detrás de estas manifestaciones que surgen desde la cultura como fenómenos


autoconscientes y que derivarán en hechos de autoafirmación, como lo fue la
expulsión de los portugueses en el Río de la Plata, se encuentra la herencia indoa-
mericana e hispánica.

En pleno período de mestización, pensadores nacionales desde Ricardo Rojas hasta


Gustavo Cirigliano coinciden en la influencia indoamericana. El primero sostenía:

› “Los españoles hispanizaron al nativo; pero las indias y los indios


indianizaron al español”

Cirigliano agrega:

› “Toda la historia es nuestra historia. Todo el pasado es nuestro pasado.


Aunque a veces preferimos quedarnos con solo una parte de ese pasado,
seleccionando ingenuamente o engañosamente una época, una línea,
unos personajes, y queriendo eludir tiempos, ignorar hechos y omitir
actuaciones.”

Con estas palabras se manifiesta que los pensadores nacionales acuden al fenó-
meno del mestizaje para explicar nuestros primeros recorridos autoconscientes. De
ahí que en los primeros versos de la Gauchipolítica se encuentre la influencia del
mestizaje, formada por el influjo de las culturas guaraníticas, quechuas y pampas,
entre otras. Así, se sostendrá que desde que comenzó el período de colonización
en la región sur de nuestro continente, el vínculo entre españoles y guaraníes fue
fluido e intercaló períodos amistosos con otros belicosos, en parte, por convenien-
cia, dado que los guaraníes vieron un potencial aliado en el hispano para derrotar

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a las tribus vecinas, pero también se potenció una institución guaranítica preexis-
tente: el cuñadazgo. Esto da cuenta de la relación cuasi familiar que establecieron
ambos sectores. Lo que se buscaba por parte de los guaraníes era "introducir a los
españoles en su sistema de reciprocidad, basado en una alianza de parentesco
que convertía a los parientes políticos en aliados"5. Sin embargo, esta relación osci-
ló entre etapas consensuales y otras conflictivas: por momentos, los españoles
viraron en actitudes autoritarias que generaron rupturas en el vínculo.

Más allá de los vaivenes de la relación, el aporte de la cultura guaraní es innega-


ble en el proceso de autoconocimiento, se heredaron de aquella los aportes en
cuestiones medicinales como la etnobotánica, es decir, a partir de la riqueza del
ambiente en que se desarrollaron, proveyeron al español de una cultura medicinal
que este carecía y que hoy sigue vigente. El buen sentido o el sentido común
comenzaba a dar sus frutos en el continente americano.

Apartado particular merece el tratamiento de las misiones jesuíticas, ins-


titución que logró fusionar como ninguna el aporte de ambas culturas y
que permite explicar la herencia indo-hispano-criolla.
Para algunos autores, en ellas se "conformaron un núcleo científico e
intelectuales de avanzada que estudiaron las diversas culturas precolom-
binas, rescatando sus lenguas y sus conocimientos. Desarrollaron un sis-
tema educativo integral, implementaron un régimen laboral basado en
la solidaridad y lograron elevar sustancialmente las condiciones de vida
de los indígenas. Supieron imprimir a sus acciones una disciplina y una
dinámica que, poco a poco, fue superando las condiciones económicas,
sociales y culturales impuestas por los españoles En cada pueblo, estan-
cia, vía, calera o huerta las poblaciones autóctonas fueron capacitadas
y, bajo la mirada protectora de los sacerdotes se crearon innumerables
oficios" 6. No obstante ello no debe soslayarse que con sus particulari-
dades se trató de un sistema de conquista.
El ingreso al continente de los jesuitas fomentó el proceso de mestiza-
ción, fundamentalmente de índole cultural, a través de las letras y del
arte. Un fenómeno singular se da con la música, ya que era un elemen-
to que facilitaba la evangelización, pero que no se realizaba de manera
lineal. Los jesuitas también adquirieron elementos musicales de las cul-
turas indoamericanas. Este tipo de contacto permite advertir un proceso
de mixturación cultural que se extenderá al ámbito de las instituciones,
a diferencia de lo que sucedía con la colonización que se daba en el
virreinato del Perú, donde si bien asistimos a un proceso de mestización,
las instituciones son básicamente de carácter europeo. En las misiones
conviven elementos institucionales de las dos culturas, se respetan los

5. Ampliar referencias en Proyecto Umbral. p. 95

6. Íbidem p. 211

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liderazgos autóctonos que conviven con la institución del Cabildo. Estos


fenómenos evidencian la herencia de las dos culturas que van a permear
el desarrollo del pensamiento nacional.

La imprenta de las Misiones Jesuíticas - gouache de Leonie Matthis (1883-1952)


De la (colección del Museo Histórico Cornelio Saavedra)

La recuperación de la herencia hispánica radica en la impugnación que realizaron los


pensadores nacionales sobre la construcción de la leyenda negra de España por parte
del iluminismo. A través de la divulgación de la leyenda negra se mostraba a una Espa-
ña reaccionaria con inclinaciones oscurantistas “alejada del progreso y de la razón”.

La leyenda se construyó a partir de la extraordinaria labor del Padre Bartolomé de


las Casas, el cual condenaba el proceso de colonización española. A través de este
trabajo, los competidores coloniales –Francia Inglaterra, Holanda- se montaron
para vilipendiar a España. La divulgación de esta leyenda se extendió durante todo
el período de la independencia, a efectos de potenciar los factores independentis-
tas y el correspondiente desmoronamiento del Imperio.

Desmontar la leyenda negra significó, para una de las orientaciones de esta corrien-
te de pensamiento, reconocer el aporte y la herencia hispánica en nuestra cultura
y a los fenómenos
autoconscientes y de
autoafirmación, como
también reconocer la
contribución de la cul-
tura indoamericana a
nuestra formación.

Mediante el reconoci-
miento de estas dos
Tupac Amaru II - Rebelión independentista herencias se trata de
1780 - Cusco-Perú mellar la teoría ilumi-
nista de que las revo-
luciones independen-

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tistas surgen desde Buenos Aires y contenían una fuerte impronta separatista. Los
antecedentes independentistas están signados por la participación de los indoa-
mericanos y mestiza -Vélez de Córdoba, Atahualpa, Tupac Amaru, Francisco Inca,
Jacinto Canek-. Pero se debe mencionar también, como chispa revolucionaria, el
levantamiento de Chuquisaca de 1809 en donde la huella mestiza está presente.

Lejos de presentarse como rupturistas del orden hispánico, los principales liberta-
dores americanos llevaban en sus genes la cultura hispánica: tanto en Bolívar como
en San Martín se encuentra la idea de mantener los límites territoriales del imperio
una vez conquistada la independencia y la forma de gobierno necesaria, que con-
sideraban los libertadores para mantener esa estructura, consistía en una monar-
quía “atemperada” que centralizara el poder. En la forma de gobierno propuesta
por algunos patriotas también puede observarse la herencia hispánica.

"La extensión inmensa, las débiles comunicaciones terrestres o marítimas, el bajo


nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, la carencia de un centro económico
y político capaz de arrastrar a todos los restantes hacia un foco centralizador cons-
piraron contra el proyecto. Parecía que la única solución era puramente miliar y
que sólo la espada podía asegurar la unidad nacional en el proceso de la indepen-
dencia. La forma política óptima, para muchos de ellos, como San Martín y Bel-
grano, destinada a mantener por un largo período la continuidad de la unión, era
el régimen monárquico. La obsesión de todos los jefes era la anarquía, el caos y la
servidumbre consiguientes"7.

San Martín y Bolívar se inspiraban en el liberalismo español, analizaban la nueva


realidad desde una perspectiva historicista, eran conscientes de la influencia hispá-
nica en las antiguas instituciones y de que una revolución también toma aspectos
del antiguo régimen para edificarse como tal. Dice Juan José Hernández Arregui:

› “Bolívar en sus decisiones denota la intención de no romper vínculos


con España, sobre el convencimiento de que los americanos son de la
misma raza fundadora, hijos de su una cultura liminal y destinados a
una fraternidad superior, auspiciada en la propia España, por los repu-
blicanos adversarios del absolutismo”.8

Otro de los aportes de la herencia hispánica es la figura del caudillo, quien en


América Latina está vinculado necesariamente a la democracia y a la representa-
ción popular.

Según Alberdi, el caudillo supone democracia, es decir, que no hay caudillo popu-
lar sino donde el pueblo es soberano. Detrás del caudillo lograron concentrarse
diferentes actores sociales de la vida colonial: mestizos, criollos, zambos, mulatos,
indios, españoles. La influencia del caudillo se extiende hasta el epílogo de nues-

7. RAMOS, J. A.: Historia de la Nación latinoamericana. Editorial Continente. p. 136.

8. HERNÁNDEZ ARREGUI, J. J.: ¿Que es el ser nacional? Ediciones Continente. p. 52.

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tras guerras civiles. Lejos de idealizar al caudillo, los iluministas asociaban su figu-
ra con la democracia semi-bárbara. En esta conceptualización observamos cómo
se trataba de vincular a lo bárbaro la herencia indoamericana e hispánica.

La influencia española se observa, también, en la primera generación que empe-


zaba a pensar sobre el Ser Nacional, esto es, la Generación del 37´. Tanto en Alber-
di como en Sarmiento es innegable la herencia hispánica, aunque se la denostara.

El primero, más allá de su heterodoxia y el cambio de posiciones a lo largo de su


vida, sostenía:

› “Si la Europa no hubiera ido a América, vosotros habríais nacido en


España en lugar de nacer en América, he aquí todo vuestro america-
nismo. Sois españoles nacidos en América”.9

Pero Alberdi, por momentos, no logra salir de su malestar contra España y su admi-
ración por la cultura sajona, sobre todo en lo referido a su juventud.

Todas las naciones juntas de América hispánica no le traerían al país los beneficios
de Inglaterra.10

El rechazo a la herencia hispánica es, en Sarmiento, mucho más notoria. Pero el


hecho de negarla culturalmente le permite darle entidad y lugar en el desarrollo de
nuestra historia. Sarmiento, al revalorizar el proceso de colonización inglés y el
desarrollo de los Estados Unidos como potencia, no estaría negando ni omitiendo
el aporte español sino degradarlo como instancia reflexiva, hecho que es sustan-
cialmente diferente.

El carácter de Sarmiento le juega una mala pasada cuando en el contexto de agre-


sión norteamericana a las naciones del sur, sostenía:

› “Glóriome de haber tenido veinte años antes la clara percepción de su


definitiva influencia sobre los destinos de la América toda”.11

Los antecedentes autoconscientes previos al centenario nos muestran cómo desde


la Generación del 80´ surgen voces que se levantan contra el positivismo a través
de posiciones que rescataban la matriz identitaria de un Ser Nacional. Entre ellos
podemos mencionar apellidos como el de Joaquín V. González, Rafael Hernández y
Osvaldo Magnasco.

9. HERNÁNDEZ ARREGUI, J. J.: P 59.

10. ARREGUI P 59.

11. ARREGUI P 69.

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Joaquín V. González, hombre indudablemente


ligado al sector dominante, afirmaba, por
ejemplo, que “desgraciadamente la electrici-
dad y el vapor, aunque cómodos y útiles,
llevan en sí un cosmopolitismo irresistible”.
Joaquín V. González (1863-1923)
Político, historiador, filósofo, jurista, literato

Rafael Hernández, por su parte, incursionó, como su hermano José (autor del Mar-
tín Fierro), en la producción literaria, en el ensayo y en la actividad legislativa. Su
actividad periodística se confunde, en oportunidades, con su labor como publicis-
ta, actividad que en aquel momento era para él una suerte de trampolín para obte-
ner visibilidad política.

Adelantado a la sociología carcelaria europea,


Rafael Hernández utilizó este trabajo para denun-
ciar el abuso y las condiciones de aquellos hom-
bres, en su mayoría provenientes de los sectores
populares, que sufrían los vejámenes de la situa-
ción carcelaria propia de la semicolonia. Pero
Rafael Hernández debe considerarse como uno de
los pioneros del Pensamiento Nacional, ya que su
Rafael Hernández oratoria y su condena del mitrismo lo llevan a tomar
(1840-1903). Político y posiciones industrialistas disruptivas con la socie-
periodista, fundador de la dad semicolonial. Su actitud significa una toma de
Universidad de La Plata conciencia para aquellos tiempos.

La cuestion de la industria nacional

La necesidad de generar una industria nacional que permitiese el desarrollo de un


mercado interno se tornó una de las principales preocupaciones de este pensa-
miento nacional.

Así, por ejemplo, Osvaldo Magnasco, diputado del PAN (Partido Autonomista Nacio-
nal), discutió fervientemente el trazado del sistema de líneas férreas llevado a cabo
en pleno auge de la expansión británica, con la
condescendencia de la oligarquía. Decía: “No es
un negocio, esto no es un comercio, no es indus-
tria, es sencillamente una extralimitación insolen-
te”. Seguramente estas palabras calaron hondo en
el pensamiento de Scalabrini Ortiz, quien en un tra-
bajo posterior de carácter científico evidencia de
manera detallada de qué manera nuestra condición
O. Magnasco (1864-1920). semicolonial se demuestra palmariamente median-
Jurista y político. te el análisis del sistema ferroviario.

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Argentina del primer Centenario, avances en el camino


de la autoconciencia

El Centenario de la Revolución de Mayo generó un clima de reflexión. A los pen-


sadores mencionados fueron sumándose otras figuras del relieve: Ricardo Rojas,
Manuel Gálvez, Macedonio Fernández, Manuel Ugarte y Leopoldo Lugones.

Todos ellos abordaron lo nacional desde diferentes dimensiones, incluyendo la rela-


ción de la Argentina con América Latina. Sobre ellos también operaban contradic-
ciones engendradas por las generaciones anteriores, formadas en el enciclopedis-
mo iluminista y por diferentes posiciones vinculadas a la coyuntura. A pesar de
ello, estos autores lograron presentar una fuerte vocación nativista en sus trabajos,
situación que los diferencia de sus pares de la intelligentzia, quienes siguieron pro-
duciendo en pos de la preservación del sistema.

La enajenación que proponían las cosmovisiones importadas acríticamente, según


Fermín Chávez, intentaba bloquear los accesos de llegada al autoconocimiento,
minando cualquier posibilidad de desarrollar un pensamiento crítico. Es por ello
que resulta pertinente recordar a quienes lograron alzarse contra la situación impe-
rante, en medio del positivismo universalista.

Ricardo Rojas, de cierta tradición federal, emula en


sus posicionamientos a la figura de Osvaldo Mag-
nasco. Conocedor de una pedagogía que, según
su criterio, no respondía a los intereses del país,
incorpora un análisis filosófico sobre el ser nacio-
nal a sus planteos sobre la reestructuración del sis-
tema educativo. Comienza entonces a aparecer la
cuestión de la identidad, que durante años había
sido vedada por una filosofía universalista que
Ricardo Rojas 1882-1957 negaba los particularismos territoriales e históricos.
En su trabajo La Restauración Nacionalista, Rojas
pone de manifiesto su preocupación por la unidad nacional y la recuperación del
concepto de patriotismo. En su pensamiento se detecta un nacionalismo que él
vinculará al “patriotismo comunitario”. De esta manera, Rojas logra despegarse
del individualismo difundido por el positivismo dogmático. La nacionalidad, sos-
tiene Rojas:

› “debe ser la conciencia de una personalidad colectiva. La personali-


dad individual tiene por bases las cenestesia o conciencia de un
cuerpo individuo y la memoria y conciencia de un yo constante (…)
Así, la conciencia de la nacionalidad en los individuos debe formarse,
por la conciencia de su territorio y la solidaridad cívica, que son la
cenestesia colectiva, y por la conciencia de una tradición continua y

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de una lengua común, que la perpetua, lo cual es la memoria


colectiva”.12

En el texto La recuperación de la conciencia nacional, Fermín Chávez menciona


la importancia que tuvo en el período de ebullición de esta generación la lucha en
torno a la conquista del sufragio universal y obligatorio, pilar histórico para derribar
un régimen conservador que a esa altura de las circunstancias solo se sostenía
mediante prácticas elitistas y fraudulentas. Respecto del contenido autodetermina-
torio del sufragio universal, Chávez advierte:

› “Si el pueblo votaba realmente, terminaba políticamente el proyecto


colonial subsidiario. Una franja de la sociedad argentina iba a regresar
de lleno en la política del país.”13

Esto explica por qué los sectores más lúcidos del Pen-
samiento Nacional de aquella época cerraron filas con
el yrigoyenismo, movimiento que veían como heredero
de la tradición federal, expresada en Buenos Aires por
el rosismo y en el interior, por los caudillos provincia-
les. Entre los hombres de la cultura que compartían
este ideal se encontraba Manuel Gálvez, quien publicó
un trabajo en el que reivindicaba la figura de otro cau-
Manuel Gálvez dillo vilipendiado por la historia iluminista, el General
1882-1962 Ángel Vicente Peñaloza.14

No obstante, bien cabe señalar que algunos sectores inscriptos en esta corriente
centrarán sus reflexiones en una cerrada visión hispanista, fundarán su diatriba
afirmando que la Nación existió pero fue derogada después de la batalla de Case-
ros, y plantearán un inviable retorno hacia el pasado. Juan Domingo Perón en algu-
na oportunidad, les asignará irónicamente el mote de “piantavotos de Felipe II” en
referencia al monarca español durante cuyo reinado la hegemonía española llegó
a su apogeo.15

Otros experimentarán un nacionalismo de cierto corte hispanista, pero orientado


hacia la Doctrina Social Cristiana, corriente que resultó, de por sí, bastante fecun-
da y que influirá nítidamente en el primer peronismo.

12. BOTANA, N. y GALLO, E.: De la República posible a la República verdadera (1880-


1910). Biblioteca del Pensamiento Argentino III, Emecé, p. 514.

13. CHÁVEZ, F. (1996): La conciencia nacional. Buenos Aires, Pueblo Entero, p. 90.

14. Ibíd., p. 91.

15. Fuente FRANCISCO PESTANHA: Los años 30 y el Pensamiento Nacional en http://www.


nacionalypopular.com

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Por su parte, autores como Leopoldo Lugones, desde


una perspectiva nativista y persiguiendo una propues-
ta nutrida de tópicos originales, se transformará en uno
de los intelectuales emblemáticos del ideario naciona-
lista, aunque enrolado en un elitismo inconducente,
relativamente funcional a las elites dominantes y cier-
tamente ingenuo.

Leopoldo Lugones
1874-1938

Aportes de la Izquierda Nacional

Otros de los sectores que conforman el movimiento


autoconsciente lo constituirán aquellos ubicados en lo
que hoy se conoce como corriente de la izquierda
nacional. Reflexivos de la situación histórica y geopolí-
tica del país, dichos sectores, tal vez inspirados en el
ideario de Manuel Ugarte, se distancian en lo concep-
tual y en la práctica, de la izquierda tradicional –de per-
fil cosmopolita–, integrándose al denominado campo
Manuel Ugarte nacional.
1875-1951

Sus estudios giran en torno al método marxista de interpretación histórica -el mate-
rialismo histórico y dialéctico- y se destacan sus trabajos históricos con perfil revi-
sionista. Desde este lugar, sientan posición sobre determinados hitos historiográfi-
cos con una mirada que los ubica en las antípodas del liberalismo y del socialismo
vernáculo.

La llegada del Peronismo había partido aguas al interior de las izquierdas: por un
lado, se encontraban las tradicionales que continuaban con un perfil internacio-
nalista, influenciadas por la línea del PC ruso, a las que se le suman grupos como
el Partido Socialista Argentino –que si bien no se encontraban alineados con la
URSS, consideraban a Perón como una extensión del fascismo europeo. Por el
otro lado, emerge un grupo que observa al Peronismo como un fenómeno popular
y antiimperialista: este grupo pertenece a la izquierda nacional.

› “Sus representantes gravitan de manera efectiva, sobre todo a través


de su labor escrita en la formación política de la clase obrera y en el
cambio mental de vastos sectores sociales, particularmente en la
masa estudiantil y en los estratos inferiores de la clase media.”16

16. HERNÁNDEZ ARREGUI, J. J.: La formación de la conciencia nacional. Ediciones


Continente. P 389.

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Los aportes de la inmigración aluvional

Sin duda, uno de los períodos donde circuló mayor producción autoconsciente fue
durante la década del 30 del siglo XX: la misma fue denominada por el periodista
y ensayista José Luis Torres como "Década Infame". Su designación hará referen-
cia a uno de los momentos de mayor dependencia al capital extranjero través de
un pacto entre la elite gobernante y el imperio inglés: el llamado pacto Roca-Run-
cimann. Los pensadores nacionales, a través de la denuncia, desnudaron las prác-
ticas de entrega de nuestro patrimonio.

En este contexto, en paralelo se va generando un fenómeno de características


sociológicas y culturales sin precedentes que cambiará la realidad argentina y
generará y alimentará la producción teórica del Pensamiento Nacional.

A partir de la crisis ocurrida en la estructura productiva semicolonial –la cual se


explica, entre otros factores, por los problemas económicos a nivel mundial– aque-
llos sectores que pertenecían al mundo del trabajo rural se vieron despojados de
sus fuentes de trabajo. Una de las posibilidades de subsistencia de estos sectores
será desplazarse hacia la ciudad donde se encontraban las principales industrias
que empezaban a sustituir los productos que no podían importarse desde Europa.
En este contexto, miles de trabajadores rurales comienzan a llegar a la ciudad en
búsqueda de trabajo y mejores condiciones de vida. Este período es conocido como
la "argentinización" de la clase obrera, ya que anteriormente los trabajadores indus-
triales estaban vinculados al proletariado europeo. Con el tiempo, los hijos del país
comienzan a fusionarse con los europeos.

Scalabrini Ortiz señalará este momento como esencial para nuestra cultura multíge-
na. Dicho momento se consolida en la irrupción del 17 de octubre, fecha que el
autor la inmortalizará como “ese subsuelo de la patria sublevada” y se conforma-
rá, para él, mediante el proceso de mestizaje, es decir, gracias al encuentro del
inmigrante con el criollo.

Lo multígeno forma parte de este período de movimientos de población en donde


los sectores del interior se trasladan a Buenos Aires. Al compartir, ahora, un
proceso de socialización con inmigrantes, ambos intercambian diferentes expe-
riencias a partir de la biografía social de cada colectivo. De esta manera, los
recién llegados ofrecen testimonios de sus experiencias políticas en el viejo con-
tinente, atravesadas por el esquema de la lucha de clases, en tanto que los crio-
llos y los gauchos, a través de la tradición oral heredada, certifican el pasado
de las luchas federales, la épica de los caudillos y la resistencia contra el cen-
tralismo porteño.

De este proceso de experiencias compartidas emergen nuevos conceptos, hábitos


y prácticas que tendrán su correlato político, cultural y social. Scalabrini señala que
el proceso iniciado por la llegada del General Perón al poder contiene, en esencia,
lo multígeno, ya que su base social es amplia y esencialmente heterogénea.

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La revolución cultural. La Fuerza de Orientación


Nacional Para la Joven Argentina.

La década del 30´, dijimos, posibilitó una prolífera actividad de los hombres del
Pensamiento Nacional, entre los que se destacan los trabajos de la Fuerza de
Orientación Nacional Para la Joven Argentina, FORJA, formada por un grupo de
hombres y mujeres de la cultura que se dedicará a denunciar la situación econó-
mica y cultural en que se encontraba el país. Forman parte de este agrupamien-
to: Manuel Ortiz Pereyra, Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Homero Manzi
y Gabriel del Mazo.

FORJA realizará sugestivos avances sobre la revisión de la historia nacional a par-


tir de un reconocimiento de nuestra economía como dependiente, publicando una
serie de legendarios cuadernos (13) conteniendo investigaciones que fundamen-
tarán tales denuncias. Dichos cuadernos circularon, además, por la logia integrada
por el General Perón y otros oficiales del Ejército (GOU) e, incipientemente, por la
conducción del movimiento obrero.

A FORJA y a autores como Ernesto Palacio y José Luis Torres, que no pertenecie-
ron a FORJA, se les debe uno de los mayores aportes al proceso de autoconcien-
cia, paradójicamente, en el momento de mayor enajenación económica que atra-
vesó la historia del país.

Desencantados con la política impresa por Marcelo T. de Alvear al radicalismo res-


pecto al gobierno de facto, los forjistas, por ejemplo, deciden ratificar y profundizar
su procedencia yrigoyenista y popular y comenzar a proyectar una serie de artícu-
los, cuadernos y conferencias que marcarán toda una época.

Durante los 30´ encontramos una matriz de resistencia que se expresa desde lo
cultural y será fundamental para entender el fenómeno político que emerge en
1945. Será Juan Carlos Wally, en su lamentablemente poco difundido texto Gene-
ración de 1940, grandeza y frustración, la denomina “generación décima”17.

Así como algunos miembros de la generación del ‘90 intervendrán activamente en


el primer radicalismo, si se sigue la investigación realizada por Wally puede soste-
nerse que la emergencia de una generación nacida entre los años 1888 y 1902
influirá indudablemente en el desarrollo de los postulados del movimiento político
y cultural más importante del siglo XX: el Peronismo.

En las primeras décadas de ese siglo, un notable contingente de artistas e inte-


lectuales denuncian, mediante sus obras, nuestra dependencia económica y cul-
tural. Así, formularán diversas alternativas, cuestionando firmemente, entre otros
tantos factores, tanto el sistema de representación política consagrado por la Cons-
titución, como los parámetros sobre los que la superestructura cultural de la época

17. WALLY, J. W. (2007): Generación de 1940, grandeza y frustración. Buenos Aires,


Dunken.

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había construido el modelo de ciudadanía y la relación de dependencia fáctica


del país18.

De esta generación formaron parte, entre otros: desde la filosofía, Carlos Astrada
y Leonardo Castellani; desde la literatura, Borges, Marechal y Mallea; historiadores
como Irazusta y Palacios; ensayistas de la talla de Jauretche y Scalabrini Ortiz;
artistas plásticos como Lino Spilimbergo y Enrique Policastro; desde la música,
Juan José Castro, Luis Gianneo y poetas como Enrique Santos Discépolo19.

La obra de esta generación recorre un núcleo de tópicos, entre los que se desta-
can el estatismo, producto de un paradigma económico en descomposición como
lo era el librecambio. El auge del intervencionismo tiene como objetivo central poner
en funcionamiento los factores económicos y paliar los graves desacoples sociales,
fruto de años de liberalismo.

Según Wally, esta generación profesa un nacionalismo cultural a través de su orien-


tación nativista. El Martín Fierro es revalorizado. Surgen artistas inspirados en
aspectos cotidianos de la realidad argentina, como los que emergen de la obra de
Benito Quinquela Martín, así como una recuperación de la gauchesca, tal como
se observa en las obras de Molina Campos. El nacionalismo cultural se asocia, en
cierto sentido, a un cambio en las orientaciones estéticas.

Desde el punto de vista ideológico, la época se caracterizó por la pertinaz crítica a


un liberalismo político que siempre había observado con desdén cualquier mani-
festación vernácula, rotulándola bajo la categoría de barbarie. Pero además, son
tiempos de vindicación de formas institucionales tradicionales, como la del caudi-
llo. La intelligentzia liberal nunca toleró la figura de los caudillos.

18. Fuente: PESTANHA, FRANCISCO: Arte, Cultura e Identidad Nacional, en http://sedici.


unlp.edu.ar

19. Leopoldo Marechal, Jorge Luis Borges, Raúl Scalabrini Ortiz, Roberto Arlt, Armando
Cascella, Leónidas Barletta, Álvaro Yunque son hombres que expresan por sí solos toda una
epopeya. Pero, a la vez, poetas como Enrique Santos Discépolo, Homero Manzi y Alfonsina
Storni, entre tantos otros, emergieron como reguero para contar las cosas nuestras a partir del
milenario arte de la rima. Nuevos pintores surgieron para pintar paisajes y sujetos comunes,
y entonces el estibador y el gaucho adquirirán definitivamente carácter de sujeto histórico de
la mano de Quinquela Martín y Molina Campos. Comenzará además la hora de esplendor del
tango con Celedonio Flores, Osvaldo Fresedo, Carlos Di Sarli, Juan D’Arienzo, Alfredo Le Pera,
Azucena Maizani, etc. Además, una reva¬lorización del folclore pondrá a nuestra música
nativa en el centro de la escena, y el teatro costum¬brista dará cuenta de una maravillosa
fusión americana a través de las piezas de Samuel Eichelbaum y Armando Discépolo.” En
PESTANHA, F., Scalabrini Ortiz Norte ideológico de FORJA.

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El Peronismo. El movimiento nacional.

Según alguno de los autores de esta corriente, el 17 de octubre quedará guardado


en las hojas de nuestro pasado como uno de los acontecimientos históricos de auto-
afirmación más importantes del siglo XX. En aquella fecha, un sector considerable
de la población ganará las calles reclamando la libertad de su conductor detenido.
Para algunos autores del Pensamiento Nacional, el Peronismo se expresa dentro
de un gran movimiento nacional.

Nuestra situación de dependencia semicolonial –desarrollada en el apartado del


autoconocimiento– obligaba, para algunos exponentes de esta corriente, a la con-
formación de un frente lo más amplio posible, ya que en él quedaban contenidas
todas las clases afectadas por el imperialismo inglés. De esta manera, la lucha no
estará sujeta según el antagonismo clásico europeo, es decir, por la supremacía
de una clase social sobre otra, si no a la consolidación de un movimiento cultural
y político que se planteaba como objetivo primario la ruptura de las cadenas de
dependencia y que contendrá a diferentes sectores sociales.

17 de octubre de 1945

En la práctica, el movimiento será integrado por la pequeña y mediana burguesía,


sectores obreros, campesinado, trabajadores organizados, partidarios desencan-
tados de la izquierda tradicional, empresariado local, el ejército, arrendatarios, peo-
nes, sectores de la Iglesia y empleados estatales. El surgimiento del Peronismo como
una nueva fase del Movimiento Nacional implicó necesariamente un movimiento de
liberación, ya que contuvo en su seno una impronta emergente de la contradicción
nación-imperio.

Con tales antecedentes y en un contexto de notoria desigualdad social, Perón asu-


mió el desafío de convocar a todos los sectores que compartían las grandes líneas
orientadoras de su futuro gobierno. Así, radicales, nacionalistas, socialistas y con-

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servadores, entre otros tantos, integraron la infraestructura de un primer peronis-


mo, si bien en un primer momento, se expresó formalmente a través del Partido
Laborista y la Unión Cívica Radical Junta Renovadora, luego a través del Partido
Único de la Revolución Nacional y finalmente, a través del Partido Peronista, pre-
supuso algo más que una simple estructura partidaria clásica. Ese algo más, que
implicaba para Perón una verdadera épica emancipadora determinará que el jus-
ticialismo no adoptase formas tradicionales de organización –pese a que debió
recurrir a las estructuras formales de los partidos para dar la batalla electoral–, sino
que adquiriese una dinámica movimientista más amplia, más significativa, más
inclusiva y más poderosa, que una simple organización partidaria. Su objetivo prin-
cipal se orientará fundamentalmente hacia la demolición de todos y cada uno de
los lazos de dependencia. Tales circunstancias ocasionaron además, que el Pero-
nismo como movimiento sea dificultosamente encuadrable dentro de los cánones
conceptuales de la teoría política del viejo mundo.

Como cierre: dijimos al inicio, que en esta clase se recuperaban algunos concep-
tos e ideas presentados en distintas etapas del seminario. Creemos que estas nue-
vas explicaciones sobre entornos sociopolíticos y la heterogeneidad de ideas de los
pensadores que emergen en esos contextos, lejos de reiterarse deben seguir ali-
mentando la curiosidad por conocer e investigar más sobre nuestra historia y por
qué no, el mismo apasionamiento que guiaba sus acciones.

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