Las Mentiras Sobre La Lectura

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Las mentiras sobre la lectura

Article · May 2003

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Gregorio Hernández-Zamora
Metropolitan Autonomous University
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La jornada 280 ° DOMINGO 4 DE MAYO DE 2003

“La vida no es color de rosa”


Las mentiras
sobre la lectura
GREGORIO HERNANDEZ ZAMORA*

Decir que en México “no se lee” porque la gente no puede o no quiere


leer lo que algunos quisieran, sostiene el autor, “no es sino un acto de
profundo clasismo y etnocentrismo”. En vísperas de una millonaria
inversión federal para evaluar “los hábitos de lectura de 54 millones de
mexicanos que no tienen el hábito de comer”, el autor examina las
“mentiras” sobre la lectura que nos tienen
inundados

EN EL ARTICULO "¿Quién define lo que es leer?:


Un debate inexistente en México" (Masiosare,
01/09/02) he cuestionado la visión que sobre la
lectura y los lectores predomina en el medio
educativo e intelectual en México, incluso entre
los grupos e instituciones que promueven la
lectura. Esta visión se basa en una reducción
tosca de la lectura como actividad lingüística,
intelectual y sociocultural, así como en una
ignorancia o abierto desprecio de las prácticas
de lectura de los sectores marginados en
México.

Sintetizo esta visión con tres lugares comunes:


1) Los mexicanos no leen; 2) No leen porque no
tienen el "hábito" de leer; 3) Los auténticos
lectores son aquellos que leen obras literarias "de calidad" y lo hacen por gusto
y placer.

Ninguna de estas tres afirmaciones tiene fundamento en investigaciones


empíricas, pero se asumen como verdades al ser reiteradas una y otra vez en
los medios de comunicación. Si recordamos que "una mentira repetida mil
veces se convierte en verdad" tendremos que aceptar que en México estamos
inundados de mentiras sobre la lectura, pues éstas, al ser pronunciadas por un
locutor de televisión o por un secretario de Estado, se multiplican por mil e
incluso por millones.

A partir de este diagnóstico sobre la no-lectura, el gobierno federal ha


implementado el Programa Nacional de Lectura, cuya finalidad es convertir a
México en "un país de lectores". El presupuesto implícito es obvio: México es
un país de "no-lectores".

Un componente importante de este programa es la realización de una


encuesta nacional sobre los "hábitos de lectura", que resultará bastante
onerosa porque se gastarán varios millones de pesos en una evaluación sobre
los hábitos de lectura de 54 millones de mexicanos que no tienen el hábito de
comer (según cifras de Sedeso), de 24 millones de exiliados que no tuvieron el
hábito de quedarse a morir de hambre en su tierra y prefirieron emigrar a
Estados Unidos, de un millón de damnificados económicos que cada año
migran hacia ese país, de unos 35 millones de adultos que no tuvieron el
hábito de iniciar o terminar la educación básica, y de millones de mexicanos
que no tienen el hábito de tener empleo o salario digno.

¿Qué hábitos se van a medir en realidad? ¿Los hábitos y las habilidades de


lectura? Hablar de hábitos y habilidades de lectura de una población excluida
de la educación, el trabajo y el desarrollo económico es simplemente absurdo,
tan absurdo como evaluar los hábitos alimenticios de millones de pobres que
no tienen acceso a la canasta básica o los hábitos de higiene de quienes
carecen de agua potable.

Prácticas vs. hábitos


de la lectura
La visión predominante u oficial sobre la lectura en nuestro país se basa en
ideas implícitas, según las cuales leer es un proceso individual y asocial (el
lector aislado de relaciones e identidades sociales), conductista (lectura como
"hábito"), lingüísticamente incompleto (formar lectores, es decir, consumidores
y no productores de textos), restringido a un género y tipo de material (texto
literario/libro) y prescriptivo en cuanto a su significado y función (sólo es lector
quien lee "por gusto y placer").

A escala internacional, desde hace varias décadas se cuenta con razones


teóricas y evidencias empíricas que cuestionan esta visión de la lectura. A
partir de estas investigaciones se sabe que no existe un lector en abstracto,
sino lectores, y que éstos no son individuos aislados, sino que forman parte de
grupos socialmente diferenciados dentro de la división social de trabajo,
riqueza y conocimiento. Y en ese contexto social se observan demandas y
prácticas de lectura diversas en cuanto a propósitos, tipo de materiales y
maneras de interpretar y valorar lo que se lee.
El asunto crucial no es entonces saber si las personas, de manera individual,
tienen o no "el hábito" de la lectura, sino identificar a los grupos sociales –
trabajadores, empresarios, indígenas...– que tienen ciertas prácticas sociales,
que son las que demandan y crean las oportunidades para leer; aunque no
sólo para leer, sino para hablar, escribir, pensar y actuar.

No son los hábitos individuales, sino la pertenencia social la que facilita u


obstaculiza el acceso de los grupos sociales a la lectura, la educación, el
conocimiento y la participación económica y política.

En México, sin embargo, sabemos poco todavía sobre las prácticas sociales de
la lectura y la escritura. De las investigaciones pioneras en nuestro país
destaca el trabajo de Judith Kalman (2002), quien estudió las prácticas de
lectura y escritura de mujeres etiquetadas como analfabetas en el pueblo de
Mixquic.

Por mi parte, documento actualmente las prácticas de lectura entre personas


adultas de Iztapalapa, cuyas vidas están condicionadas por la supervivencia
económica. Muchas son constructoras de su propio desarrollo y el de sus
comunidades mediante su participación en actividades sociales, políticas y
espirituales, que las ponen en contacto con intelectuales y prácticas de lectura.
Pero hay otro segmento cuyas prácticas de lectura son limitadas y orientadas
por materiales "comerciales". Justamente el tipo de gente de quien se afirma
que "no lee".

Antes de que se hagan las encuestas millonarias sobre los hábitos de lectura
quiero contrastar aquí las experiencias de vida y, por tanto, de lectura de dos
mujeres mexicanas: una ama de casa de Iztapalapa y una escritora
reconocida. Mi intención es mostrar, con ejemplos concretos, que no es posible
separar las prácticas de lectura de las circunstancias de vida de las personas.

Paty
Paty (37 años) vive en Iztapalapa, la delegación más poblada de la capital. Sus
lecturas se centran en las "historias trágicas" –así les llama– que encuentra en
periódicos, revistas y novelas comerciales, y que reflejan su propia vida. Sus
circunstancias no son excepcionales porque ejemplifican la situación de
millones de mexicanos.

Paty está casada, y pese a ello, se mantiene a sí misma y a sus tres hijos
haciendo el aseo en tres casas distintas. Terminó la secundaria, lo cual no le
garantiza mejores condiciones sociales y económicas. En entrevista, explica
por qué le gusta leer esas "historias trágicas":

Gregorio: Además de las lecturas de la escuela, ¿qué libros, revistas o


periódicos has leído después?
Paty: Pus me he echado uno que otro, pero no libros "culturales". No me
acuerdo cómo se llama... es un libro de una muchacha que la violan, como
Carry, pero no es Carry.

G: ¿Revistas o periódicos?

P: ¡Ah! Contenido, pero eso namás los pedazos trágicos, y eso porque me
regalan un bonchesote...

G: ¿Quién te los regala y por qué?

P: Adonde trabajaba antes. [Paty explica que después de una faena doméstica
extenuante, también recibía la revista de espectáculos Ooorale!].

G: ¿Habías trabajado en otras ocupaciones?

P: Sí, vendí cuadros, ropa, estanjom [por Stanhome, productos domésticos y


de limpieza], cremas, jugos... O sea, te digo que le hago de todologa porque el
chiste era comer, no importaba cómo sacabas el dinero siempre y cuando
hubiera...

G: ¿Y tu marido a qué se dedica?

P: Es... ¿Qué es? Sí trabaja... pero, ¿qué es?... es voluntario de limpias. O


sea, anda con su carrito de basura, pero no le pagan.

G: ¿Tienes hijos?

P: Sí, pero yo los mantengo y solvento sus carreras.

G: Me decías que de Contenido lees principalmente historias...

P: ...Trágicas. Pus sí, siempre cuentan una historia de esos casos dramáticos;
de ésos me gustan, porque cuando son de amor y viven felices y no tienen
broncas, no les creo, porque no es cierto. O sea, la vida no es color de rosa.

G: ¿Cómo de qué son?

P: Pus de que el marido engaña a la mujer, y cómo lo sorprende... Me


encantaban, bueno, me gustan porque todavía las leo. Me gusta leer eso, yo
digo ‘ay, a ver si me animo y le hago lo mismito a este cabrón’ [a su marido],
pero nooo...

Más adelante, Paty comenta que ha sido víctima de maltrato y violencia


familiar, primero de sus padres y luego de su marido.
Ethel Krauze
El siguiente es un fragmento del libro autobiográfico de
Ethel Krauze Cómo acercarse a la poesía (1994). La
autora comienza el libro con un relato de su infancia; es
una narración llena de imágenes sobre gente culta,
libros, maderas finas, aromas y todo ese intrincado
mundo que entra en la cabeza de un niño, cuya vida
familiar no transcurre entre basureros o baños sucios,
sino en residencias con bibliotecas, en donde todos leen, hablan lenguas
extranjeras y se tiene incluso una nana que cuenta cuentos por las noches.

Asombrosamente, Krauze inicia su relato describiendo su casa como


"minúscula". Tendría que conocer la de Paty...

"La casa era minúscula. Tres piezas, un baño y un jardín con fuente de
azulejos... Afuera hay sol y gorjeos de pájaros. Adentro hay libros. Libros y
más libros. Ese olor a libro viejo, esa mezcla gozosa de maderas nobles y
humo dulce como incienso que invade todos los rincones. Los libros pueblan
las paredes y crean un halo de penumbras azulosas en la casa. Sus lomos son
oscuros y sus pastas duras. Sé que son lo más importante de la casa. Mi
madre dice que un día los libros nos van a sacar a la calle, que ya no vamos a
caber.

"Yo no sé leer. No sé qué hace mi madre todas las noches frente a un reguero
de libros abiertos sobre su escritorio, fumando como chimenea y enrollando y
desenrollando su chino sobre la frente que tanto trabajo le cuesta arreglarse en
las mañanas. Mi padre dice que no la molestemos, que está haciendo su tesis
y que eso se llama filosofía...

"En las comidas mi madre nos cuenta el cuento de Platón... En las noches,
María nos cuenta el cuento de Lupito, que era un niño muy bueno al que la
Virgen le regaló su retrato para que lo llevara pintado en el ayate... En las
mañanas del Rabat, mi abuelo lee en voz alta su libro enorme [escrito en
hebreo N. de la R.], que siempre es el mismo, y seguirá leyéndolo todo el día...

"Los domingos vamos a visitar al otro abuelo, está invariablemente sentado en


su sillón con un libro en las manos. Sonríe todo el tiempo. Nos dice que el libro
es su mejor amigo... Tiene muchos libros en polaco y en yiddish, y son los más
viejos que he visto en mi vida...

"Hoy me confieso vergonzosamente mala compradora de libros. Como que no


les creo a las nuevas y coloridas portadas, al olor recién salido de la imprenta,
no se han impregnado de penumbras, de maderas, de sándalos..." (pp. 9-10)

Otro mundo...
Revisando estas historias de lectura y aprendizaje tan diferentes me planteo
ciertas preguntas que difícilmente se escucharían en el medio educativo y
entre quienes aseguran que en México no se lee:

¿Debemos, como país, preocuparnos por formar "lectores" o queremos formar


gente que tenga una vida digna y oportunidades educativas? ¿Quién de estas
dos mujeres es una "verdadera lectora"? ¿Debemos calificar sólo como lectura
la de los libros impregnados de sándalo y descalificar la de revistas
impregnadas de cocina recién limpiada? ¿Debemos legitimar como verdadera
lectora a quien se acercó a la poesía y descalificar a quien se acercó a las
historias trágicas? ¿Debemos llamar lectora a quien escribió un libro sobre su
vida y no-lectora a quien ha escrito su vida con esfuerzo y carencias?

En mi opinión, es imposible separar el aprendizaje y las prácticas de lectura de


las circunstancias de vida de las personas: mientras para millones de
mexicanos la vida es una lucha cotidiana por la supervivencia, para otros la
vida llega suave, como poesía. Por ello mismo, leer tiene funciones y
características distintas entre los grupos privilegiados y los marginados.

Para Paty y Krauze leer y vivir significan cosas distintas. Sus historias
demuestran que la formación de un lector no es sólo asunto de hábitos
individuales y contacto con libros, sino de todo un mundo de relaciones y
condiciones sociales y culturales dentro de las cuales leer es sólo una pequeña
parte.

No cuestiono la calidad literaria ni la honestidad intelectual de Krauze. Por el


contrario, su libro demuestra que la formación de una lectora-escritora-
pensadora pasa por muchas cosas, además de la disponibilidad de libros y la
adquisición de "hábitos".

Y por ello mismo no pueden calificarse las prácticas populares de lectura de


"inferiores" ni adjetivar como "superiores" las que realizan los grupos
privilegiados. Quienes afirman que el "verdadero" lector es quien lee por hábito
y placer pierden de vista la naturaleza de clase de sus propias prácticas de
lectura, y al intentar prescribirlas al resto del país convierten a los demás en
"analfabetas" o "no-lectores".

Debemos entender primero por qué la gente lee lo que lee, con qué fines, bajo
qué circunstancias, y sólo entonces ofrecer oportunidades para ampliar sus
experiencias no sólo en la lectura, sino en el aprendizaje y en la vida.

Afirmar sin más que en México "no se lee", por el hecho de que la gente no
puede o no quiere leer lo que algunos quisieran, no es sino un acto de
profundo clasismo y etnocentrismo. Esto no significa una defensa de la lectura
de publicaciones comerciales, sino un llamado a entender –antes que juzgar y
descalificar– las circunstancias de vida de los sectores empobrecidos, de los
que se afirma que "no leen", y para los cuales se diseñan "soluciones" que
consisten en arrojarles libros y "fomentarles el hábito de la lectura" antes que
brindarles condiciones dignas de vida y verdaderas oportunidades de
educación.

Referencias bibliográficas

• Gee, J., Hull, G., Lankshear, C. (1996). The new work order: Behind the language of the new
capitalism. Boulder: Westview.

• Hernández Zamora, Gregorio (2002). Identity and literacy development: Life histories of
marginal adults in Mexico City. University of California, Berkeley.

• Kalman, Judith (1999). "Everyday paperwork: Literacy practices in the daily life of unschooled
and underschooled women in a semi urban community of Mexico city", in What unschooled
women know about literacy.

• Kalman, Judith (2002). Saber lo que es la letra. Vías de acceso a la cultura escrita para un
grupo de mujeres de Mixquic (en prensa).

• Krauze, Ethel (1994). Cómo acercarse a la poesía. México: Limusa: Conaculta.

* mailto:%[email protected]. La investigación en que se basa este artículo fue realizada


con el apoyo del Conacyt, la Universidad de California y las fundaciones Fulbright y McArthur-
Ford-Hewlett.

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