50 Capitulo Botero Representantes Neogranadinos Cortes Cadiz UNAM 2015

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La Constitución de Cádiz de 1812 Y SU impacto

en el Occidente novohispano
INSITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS
Serie Doctrina Jurídica, núm. 719
____________________________________________________________

COORDINACIÓN EDITORIAL

Lic. Raúl Márquez Romero


Secretario Técnico

Lic. Wendy Vanesa Rocha Cacho


Jefa del Departamento de Publicaciones

Dr. Isidro Saucedo


Cuidado de la edición y formación en computadora

Arturo de Jesús Flores Ávalos


Elaboración de portada
La Constitución de Cádiz
de 1812 Y SU impacto en el
Occidente novohispano

Eduardo Alejandro López Sánchez


José Luis Soberanes Fernández
Coordinadores

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO


INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS
México, 2015
Primera edición: 15 de junio de 2015

DR © 2015. Universidad Nacional Autónoma de México

INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS

Circuito Maestro Mario de la Cueva s/n


Ciudad de la Investigación en Humanidades
Ciudad Universitaria, 04510 México D. F.

Impreso y hecho en México

ISBN 978-607-02-6587-7
CONTENIDO

Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XI

Subdelegados y ayuntamientos constitucionales. Momentos gaditanos


en Valladolid, 1812-1814, 1820-1822 . . . . . . . . . . . . . . . 1
José Luis Alcauter Guzmán

Cádiz: intolerancia religiosa y Constitución. México, siglo XIX . . . 37


Rosa María Álvarez González
Margarita Moreno-Bonett
Eugenia Revueltas

La conformación del Ayuntamiento constitucional de la Piedad . . . 59


Francisco Miguel Ayala Arias

Los diputados americanos en las Cortes de Cádiz, especialmente novo-


hispanos, y las reformas militares . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
Juan Francisco Baltar Rodríguez

Los representantes neogranadinos en las Cortes de Cádiz: ¿un esfuerzo


perdido? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101
Andrés Botero Bernal

Apuntes sobre las Cortes Gaditanas, la participación de los diputados


novohispanos en la Constitución de Cádiz de 1812 y el problema de
la negritud . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133
Eber Betanzos

VII
VIII CONTENIDO

La justicia alternativa en la Constitución de Cádiz de 1812 y su influen-


cia en el constitucionalismo mexicano . . . . . . . . . . . . . . . 153
Irina Cervantes Bravo

Paradigmas rectores de las contribuciones en las Cortes de Cádiz y su


recepción en el constitucionalismo local mexicano . . . . . . . . 175
Armando Enrique Cruz Covarrubias

Refrendo, matiz parlamentario y herencia de la Constitución de Cádiz


de 1812. Análisis comparativo de esta figura en los sistemas español
y mexicano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 191
Magdalena Díaz Beltrán
José Encarnación Aguilar Moya

El régimen subdelegacional a la luz del orden constitucional gaditano 209


Rafael Diego-Fernández Sotelo
María Pilar Gutiérrez Lorenzo

La cuestión del comercio novohispano llevado a las Cortes por la últi-


ma legislatura novohispana en las exposiciones del diputado Tomás
Murphy (1821-1822) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 233
Gabriela Sofía González Mireles

Sobre la Constitución de 1812: las Cortes gaditanas y su impacto en el


Perú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 249
Teodoro Hampe Martínez

Elecciones municipales en Zacatecas de 1820 a 1824. ¿Monárquicas,


imperiales o republicanas? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 261
José Eduardo Jacob Bernal

Impacto de la Constitución de Cádiz de 1812 en la configuración muni-


cipal del estado de Veracruz. Algunas consideraciones . . . . . . . 281
Marisol Luna Leal
CONTENIDO IX

La Independencia de la América Hispana, la Constitución de Cádiz sus


orígenes y vigencia como inspiración en las Constituciones de Mé-
xico después de dos siglos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 301
Susana Iveth Negrete Valdés

Construyendo una historia de las elecciones en Nuevo León: del Anti-


guo Régimen a la elección del diputado Garza 1801-1810 . . . . . 317
Gustavo Herón Pérez Daniel

El control constitucional en la carta gaditana de 1812 y su influencia en


Michoacán en el siglo XIX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 331
Francisco Ramos Quiroz

Reordenamiento del gobierno local e implantación de un nuevo sistema


de representación política durante la vigencia de la Constitución de
Cádiz en San Luis Potosí, 1812-1826 . . . . . . . . . . . . . . . . 355
Juan Carlos Sánchez Montiel

La Constitución gaditana y su impacto en Yucatán hasta la Declaración


de Independencia en 1821 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 371
José Isidro Saucedo González

La esclavitud en el discurso de José Miguel Guridi y Alcocer . . . . 401


Antonio Tenorio Adame

El pensamiento liberal gaditano y el primer constitucionalismo mexicano 423


Rosa María De la Torre Torres

Los sanjuanistas: precursores de la independencia de Yucatán . . . . 447


José Luis Vargas Aguilar

Percepción e influencia de la Constitución de Cádiz en la historia cons-


titucional chilena . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 455
Felipe Westermeyer Hernández
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PRESENTACIÓN

El Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autóno-


ma de México, la Unidad Académica de Estudios Regionales (Jiquilpan)
de la Coordinación de Humanidades de la propia Universidad y el Colegio de
Michoacán, decidieron, en 2010, crear un Seminario Permanente sobre Inde-
pendencia y Constitución que permitiera analizar y dar cuenta del desarrollo
del constitucionalismo en México desde una perspectiva histórica y jurídica,
particularmente dentro del movimiento de Independencia de nuestro país;
como resultado del mismo se han llevado a cabo cuatro reuniones académi-
cas, en las cuales han participado distinguidos especialistas tanto de México
como del mundo hispanoamericano, ocupándose sobre los siguientes temas:
los Elementos Constitucionales de López Rayón, la Constitución de Cádiz, los
Sentimientos de la Nación y la Constitución de Apatzingán.
En el presente volumen se recogen todas las ponencias presentadas en
el Congreso Internacional “La Constitución de Cádiz de 1812 a doscientos
años: perspectivas e impacto en el occidente novohispano”, el cual tuvo una
notable concurrencia de especialistas nacionales y de otros países, como
Colombia, Chile, España y Perú; llevado a cabo en la Unidad Académica de
Estudios Regionales de la UNAM, en la ciudad de Jiquilpan, Michoacán,
durante los días 26, 27 y 28 de septiembre de 2012.
La Constitución de Cádiz de 1812 es un documento fundamental para
entender el tránsito del Estado absolutista al Estado liberal y democrático
de derecho en los países de habla castellana, que integraron la monarquía
española de los siglos XVI a XIX. Con motivo del bicentenario de dicha
carta fundamental gaditana (1812-2012), se llevaron a cabo muchísimos
eventos académicos, publicaciones, estudios, etcétera, en ambos lados del
Atlántico, que nos permiten en la actualidad tener una visión muy clara de
lo que representó dicha ley fundamental; para reflexionar en torno a lo mis-
mo, al ser la primera del mundo hispanoparlante.
En esta oportunidad con este libro, los organizadores del Seminario
Permanente han pretendido —y creo conseguido— proporcionar un ele-

XI

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XII PRESENTACIÓN

mento más para entender mejor lo que fue y representó la Constitución de


Cádiz en el desarrollo político de los países de habla castellana.
Agradecemos al Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universi-
dad Nacional Autónoma de México que haya decidido publicar esta me-
moria.

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LOS REPRESENTANTES NEOGRANADINOS EN LAS CORTES


DE CÁDIZ: ¿UN ESFUERZO PERDIDO?*

Andrés Botero-Bernal**

Sumario: I. Introducción. II. Neogranadinos en Cádiz. III. Con-


clusiones. IV. Bibliografía.

I. Introducción

Ante la invitación de amigos (más que colegas), en momentos de bicentena-


rio, retomo, luego de algún tiempo de suspenso de mis estudios del consti-
tucionalismo de independencia,1 el ya trajinado tema del constitucionalismo
soñado y pensado en Cádiz y sus efectos en la América española. ¿Pero qué
puede decirse de nuevo al respecto cuando parece que todo ya se ha dicho?
Deberé trasladar esta pregunta al lector, quien juzgará —a posteriori— si
estas páginas logran aportar algo claro o no a las ya enturbiadas aguas que
cruzan por tantas “celebraciones patrióticas”.
Por el momento, sólo deseo expresar mi reconocimiento a la atención
brindada por los amigos que creyeron, tal vez ingenuamente, que yo puedo
contribuir en algo al asunto que ahora nos convoca: Cádiz en América.
Pero como no puedo poner aquí, en papel, toda mi investigación sobre
las complejas relaciones entre el constitucionalismo gaditano con la prime-
ra república neogranadina, para lo cual espero tener otro espacio destinado a

* Este texto recoge frutos del proyecto de investigación “La cultura jurídica en la
Antioquia del XIX”, financiado por la Universidad de Medellín. Además, está construida a
partir de un apartado de la tesis doctoral en derecho del autor, que se espera presentar próxi-
mamente en la Universidad de Huelva (España).
** Profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Medellín. Correo electró-
nico: [email protected].
1 Que se concretó, especialmente, en el texto siguiente: Botero, Andrés, Modelo de

lectura del constitucionalismo provincial hispanoamericano: origen del constitucionalismo


antioqueño, Medellín, Universidad de Medellín, 2010.

101

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102 ANDRÉS BOTERO-BERNAL

presentar un texto mayor, he decidido trabajar en esta ponencia un solo


aspecto de las muchos posibles al momento de pensarse los lazos que unen
esos dos espacios-tiempos-vitales. Me referiré aquí, entonces, a los dipu-
tados neogranadinos que estuvieron en Cádiz para juzgar, finalmente si
dicha Constitución elaborada con la ayuda de manos americanas podía cal-
mar los ánimos revolucionarios, o si, por el contrario, la suerte ya estaba
echada para el año 12 del siglo XIX. Quedarán fuera, por motivos de es-
pacio, otras reflexiones que espero dar más adelante sobre los intercam-
bios conceptuales, institucionales y textuales entre las Constituciones de
independencia neogranadinas y la de Cádiz, así como un análisis de los
lugares en la Nueva Granada donde rigió, en forma esporádica y débil,
la Constitución española. Ofrezco disculpas por dar esta mirada parcial
al lector. Reclamo su benevolencia, pues el dictador “espacio” no admite
“revolución” alguna.
Sin embargo, permítaseme, antes de entrar en el tema, hacer públicos
reconocimientos a las personas que, de un modo u otro, ayudaron a la con-
fección de las presentes paginitas; no obstante, no se crea que ellos respon-
den por lo aquí dicho, pues, como suele suceder, no siempre acaté todas sus
sugerencias. Por demás, es por ello que escribo en primera persona, para no
dejar lugar a dudas del rol, del papel que me implica como autor en lo que se
va a decir. Esas personas, a las que les estoy agradecido, son el profesor de
la Universidad Industrial de Santander, Armando Martínez Garnica, quien
leyó un borrador del trabajo y dio pertinentes sugerencias, así como a los
estudiantes de derecho de la Universidad de Medellín, auxiliares de inves-
tigación, Quevin Zapata y Sebastián Blandón.

II. Neogranadinos en Cádiz2

Hagamos un recuento: a pesar de la disidencia de la junta criolla de


Santa Fe de Bogotá (que era, según algunas interpretaciones del reglamento
para convocatoria a Cortes, la única que podía nombrar diputado propieta-
rio3 —reglamento que generó un abierto rechazo por parte de las juntas de

2 Para este acápite repetiremos algunos textos, con múltiples cambios y actualizacio-

nes, publicados en ibidem, pp. 58-69.


3 Según el reglamento de convocatoria a Cortes, cada capital cabeza de partido de

las provincias americanas elegiría un diputado propietario. Pero ante el desconocimiento


desde España de cuáles eran efectivamente las provincias americanas, y ante la duda sobre
qué entender por “cabeza de partido”, se generaron diversas posturas, una de las cuales que
consideraba a Santa Fe como la única que podría nombrar diputado propietario por la Nueva
Granada (excluyendo a Quito y Panamá, a las que nadie les negaba su derecho a diputado).

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LOS REPRESENTANTES NEOGRANADINOS EN LAS CORTES de cádiz 103

gobierno neogranadinas—),4 Cádiz no dejó de contar entre sus miembros


con diputados en representación del Nuevo Reino de Granada5, que a saber
fueron José Domingo Caicedo, diputado suplente representante por Santa
Fe de Bogotá; el Conde de Puñonrostro y Mejía Lequerica, representantes
suplentes por Quito y Santa Fe,6 y como propietarios por Panamá, José Joa-
quín Ortiz, abogado, y Juan José Cabarcas, bachiller en filosofía y doctor en

Otra apuesta hicieron ciudades como Cartagena, Riohacha, Santa Marta y Popayán, quienes
se consideraron a sí mismas como “cabezas de partido” y eligieron diputados que nunca lle-
garon a España (asunto que veremos más adelante). Sobre tal debate jurídico, véase ibidem,
pp. 50-57 y la bibliografía allí reseñada, en especial: Chavarri Sidera, Pilar, Las elecciones
de diputados a las Cortes Generales y Extraordinarias (1810-1813), Madrid, Centro de
Estudios Constitucionales, 1988.
4 Véase, por ejemplo, el “Acta de Independencia Absoluta de la Provincia de Cartagena,

11 de noviembre de 1811”, Economía & Región: Revista de la Facultad de Economía y


Negocios de la Universidad Tecnológica de Bolívar, vol. 5, núm. 1, 2011, pp. 205 y 206,
donde se rechaza a las Cortes por la disparidad de criterios en la elección de diputados, de-
pendiendo de si se trata de una provincia americana o de una peninsular, a lo que se agrega
el reclamo ante una nueva convocatoria de diputados donde se reducía a 28 el número de
diputados americanos, quedando en la práctica toda la Nueva Granada (salvo Venezuela,
Quito y Panamá) reducida a la elección que hiciese Santa Fe de Bogotá.
5 Stoetzer, Carlos O., “La Constitución de Cádiz en la América española”, Revista de

Estudios Políticos, núm. 126, 1962, p. 654, menciona, sin clarificar la fuente, que ya en 1809
Santa Fe propuso como diputado a Luis Anzola, Cartagena al Mariscal Narváez y Quito al
marqués de Puñonrostro, terminándose por designar a Antonio Narváez como el represen-
tante del virreinato ante las Cortes, viaje que nunca realizó.
6 Aunque se presentaron como representantes del virreinato de Santa Fe en la sesión

del 24 de septiembre de 1810. Cfr. Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Extraordi-
narias, núm. 1, pp. 1 y 2. Incluso, en el epitafio de muerte de Mejía, escrito por el también
diputado José Joaquín de Olmedo, se señala a aquél como diputado de Santa Fe. Esto se pue-
de deber a dos motivos: a) la flexibilidad en lo que respecta a la ubicación geográfica de las
colonias americanas. Esto era común y atendía al desconocimiento de la geografía del reino,
asunto que volvió irrealizable el proyecto constitucional gaditano. Por ejemplo, en el pro-
pio poder para testar hecho por Mejía Lequerica el 25 de octubre de 1813, éste se presenta
como oriundo del “Nuevo Reino de Granada en el Perú”, al parecer por error del escribano.
También Mirow (Mirow, Matthew C., “Pre-Constitutional Law and Constitutions: Spanish
Colonial Law and the Constitution of Cádiz”, Washington University Global Studies Law
Review, vol. 12, 2012, Forthcoming (Florida International University Legal Studies Re-
search Paper, ním. 12-06), p. 7; available at SSRN: http://ssrn.com/abstract=2056384) deja
en claro el contexto de desconocimiento de la realidad americana en las propias Cortes, para
lo cual fue fundamental la voz ordenadora de los americanos en Cádiz. Además, puede ex-
plicarse por una inclinación de aquel entonces de confundir el reino (de la Nueva Granada)
con la ciudad-capital (Santa Fe). b) La necesidad de contar, aunque fuese simbólicamente,
con representantes de Santa Fe en particular y de otras provincias de la Nueva Granada en
general (lo que explicaría por qué las Cortes recibieron con alegría comunicados de cabildos
neogranadinos nombrando diputados, aunque no tuviesen derecho a ello según el último
reglamento de elección).

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104 ANDRÉS BOTERO-BERNAL

teología; quienes en nada contrarían la tendencia general de los diputados


en Cádiz (al igual que los integrantes de las juntas americanas): blancos,
varones, criollos, padres de familia de casa habitada y católicos.7
Claro está que, si queremos ser precisos, hay que señalar que hubo
diputados elegidos que nunca tomaron posesión en Cádiz.8 Cartagena
nombró como diputado ante las Cortes al abogado José María García de
Toledo, el 8 de junio de 1810, el cual nunca llegó a su destino por la su-
premacía francesa en la Península9 y “porque fue puesto a la cabeza de la
junta suprema provincial de Cartagena, donde lo encontró el motín popular
que forzó la declaración de independencia el 11 de noviembre de 1811”. 10
Igualmente, otras ciudades neogranadinas quisieron tener diputados pro-
pios en las Cortes, desatendiendo cierta interpretación jurídica que quería
restringir dicha facultad a la capital del reino. Fue así como Santa Marta
eligió, el 19 de junio de 1810, a José Francisco de Munive y Mozo, “pero
decidió no concurrir a ellas [las Cortes] porque tenía más interés en con-
currir al congreso de las provincias del Nuevo Reino de Granada, aunque
ello nunca ocurrió”.11 Popayán hizo lo mismo en cabeza del abogado Ca-
milo Torres Tenorio, quien nunca viajó por la “ruptura de la junta suprema

7 Berruezo, María Teresa, La participación americana en las Cortes de Cádiz: 1810-


1814, prólogo de José Luis Abellán, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1986, p.
157. Rieu-Millan, Marie Laure, Los diputados americanos en las Cortes de Cádiz: igualdad
o independencia, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1990, pp. XXIII,
43 y 58. Valga señalar que para elegir los diputados suplentes fue necesario unir en un solo
cuerpo los electores de Venezuela y Nueva Granada pues eran muy pocos los presentes en
Cádiz (sumando un total de 22), lo que dio aún más pie para las críticas que desde Santa Fe
se hiciera al sistema de representación establecido (ibidem, p. 5).
8 Incluso, hay noticias de dichas intenciones (sin ser rechazadas por las Cortes, aunque

de ellas se notifica a la “comisión de poderes”) en el Diario de Sesiones (ejemplo, núm. 373,


10 de octubre de 1811, p. 2033; núm. 458, 4 de enero de 1812, p. 2545), tal como lo pone
en evidencia Martínez Garnica, Armando, “Los caminos hacia la nación en las provincias
neogranadinas durante la vigencia de la Constitución de Cádiz”, 1812: Antioquia, Cádiz y
los procesos políticos colombianos, Medellín, Universidad EAFIT, 2013 (en prensa).
9 Según lo informa el “Acta de Independencia de la provincia de Cartagena de Indias en

la Nueva Granada”, Economía & Región: Revista de la Facultad de Economía y Negocios de


la Universidad Tecnológica de Bolívar, vol. 5, núm. 1, 2011, p. 203.
10 Martínez Garnica, Armando, “Los diputados del virreinato de Santafé en las Cortes

Extraordinarias de Cádiz”, texto inédito (próximo a publicarse en la Universidad Católica de


Lima), pp. 8 y 9. Sobre este personaje y su rol en la independencia de Cartagena, véase Sou-
rdis Nájera, Adelaida, “Independencia absoluta de Cartagena: aspectos políticos”, Economía
& Región: Revista de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Tecnológica
de Bolívar, cit., pp. 242 y 243.
11 El texto entre corchetes es nuestro. Martínez, “Los diputados…”, cit., p. 8.

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LOS REPRESENTANTES NEOGRANADINOS EN LAS CORTES de cádiz 105

de Santafé con la Regencia”.12 Y Riohacha designó al bachiller Antonio


José de Torres y Díaz Granados, quien “nunca emprendió viaje hacia [la]
península para asistir a las Cortes”13. Pero como ninguno de ellos partici-
pó efectivamente del constitucionalismo gaditano, no volveremos a hacer
mención de ellos.
Ya en papeles, habría un sexto representante posesionado, del que Mar-
tínez Garnica nos advierte: José Domingo Rus y Ortega de Azarraullía, na-
tural de Maracaibo (1768), quien “estudió filosofía en la Universidad de
Caracas, donde se hizo bachiller y licenciado; y se doctoró en cánones en la
Real y Pontificia Universidad de Santo Domingo”.14 Este hombre fue esco-
gido como diputado propietario por Maracaibo y, a su vez, como suplente
por Santa Marta el 16 de mayo de 1811, señalando esta misma ciudad que
procedería posteriormente a realizar la elección del diputado propietario
“con el procedimiento prescrito por la instrucción del 7 de enero de 1810,
algo que nunca ocurrió”,15 seguramente porque, para aquel entonces, Santa
Marta se encontraba ocupada en plenas hostilidades contra las juntas insur-
gentes. Rus tomó posesión de su encargo el 5 de marzo de 1812 —después
de debatirse el articulado constitucional gaditano— haciendo alarde tanto de
su condición de propietario por Venezuela como de suplente por una pro-
vincia neogranadina, pero “en la práctica éste sólo representó los intereses
de su provincia nativa”,16 aunque con participaciones en Cortes interesantes
y nutridas.
Ahora bien, estos seis diputados neogranadinos, unidos a las voces de
los demás americanos, no dejaron de ser relevantes al ser un bloque signi-
ficativo en las votaciones,17 en especial porque allí puede rastrearse cierto
nacionalismo americano (anclado en una mirada mítica del criollo) que de-
vino del nacionalismo provincial-español.18

12 Ibidem, p. 9.
13 Ibidem, p. 10.
14 Ibidem, p. 8.
15 Ibidem, p. 7.
16 Ibidem, p. 4.
17 Asunto que bien nos recuerda Mirow, Matthew C., “Visions of Cádiz: the Constitution

of 1812 in Historical and Constitutional Thought”, Studies of Law, Politics, and Society, vol.
53, 2010, p. 71.
18 Aspecto que analiza: Almario G., Óscar, “Del nacionalismo americano en las Cortes

de Cádiz al independentismo y nacionalismo de Estado en la Nueva Granada, 1808-1821”,


en Chust, Manuel y Frasquet, Ivana (eds.), Los colores de las independencias iberoameri-
canas: liberalismo, etnia y raza, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
2009, pp. 197-219.

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106 ANDRÉS BOTERO-BERNAL

Valga aclarar que José Domingo Caicedo, doctor en derecho, catedrá-


tico y vicerrector de Nuestra Señora del Rosario, fue elegido diputado su-
plente en tanto se encontraba en aquellos momentos de convocatoria en
Cádiz, en comisión iniciada en 1809 para llevar a la península, ante las au-
toridades que combatían al invasor francés, una protesta de los criollos por
sus inconformidades ante la administración virreinal. Estando en España se
enroló en el ejército para enfrentarse al ejército napoleónico, y su partici-
pación en los debates de las Cortes (desde su instalación el 24 de septiem-
bre de 1810) fue limitada y centrada en asuntos localistas y americanistas.
Dada la situación política de la Nueva Granada, y en especial de Santa Fe
(cuya junta de gobierno desconoció el 26 de julio de 1810 la autoridad de la
Regencia y de las Cortes y el 4 de abril de 1811 promulgó su propia Cons-
titución), Caicedo, que ya poco podía hacer en Cádiz con tales noticias de
su tierra, pidió licencia en mayo de 1811 y antes de su aprobación partió a
Colombia para apoyar la insurrección independentista.19 Luego de la guerra
de independencia, ocupó cargos políticos importantes, como gobernador de
provincia, congresista, secretario del interior, presidente interino, vicepre-
sidente, ministro de hacienda, etcétera. De este personaje dice Berruezo:
“Domingo Caicedo superpuso su amor a la patria al de la fidelidad a una
metrópoli que ya no controlaba a sus colonias porque no tenía fuerzas ni
poder para ello. Por esto tuvo que marchar a aquella tierra que lo reclamaba
y minimizar su actuación en las Cortes”.20
Como diputados por Quito, pero en actas como del Nuevo Reino de
Granada, encontramos al conde de Puñonrostro y a Mejía Lequerica. El
primero, Juan José Matheu Arias Dávila y Herrera, duodécimo conde de
Puñonrostro y décimo marqués de Maenza, nació en Quito pero pertenecía
a la alcurnia española peninsular. Resultó elegido como representante de la
Audiencia para vocal en la Junta Central en 1809. Invitó a Mejía Lequerica
a que le acompañara en su viaje para conocer la cultura del viejo mundo y
ya en España se enlistaron para combatir a los franceses. Reunidas las Cor-
tes y ante la ausencia de propietarios, fue elegido como diputado suplente
en representación de Quito y posteriormente ratificado por las Cortes como
propietario. “Sus intervenciones en las Cortes son escasísimas y sin im-
portancia. Guardó cierta reserva respecto a la Constitución ante el estado
de su provincia. Permaneció en su escaño hasta las Cortes ordinarias, que

19 Tenemos noticia de su arribo a Cartagena de Indias, en La Bagatela, de Bogotá, núm.

27, 19 de diciembre de 1811.


20 Berruezo, La participación…, cit., p. 159.

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LOS REPRESENTANTES NEOGRANADINOS EN LAS CORTES de cádiz 107

finalizaron el 10 de mayo de 1814”.21 El segundo, José Mejía Lequerica,


fue abogado, teólogo, médico, literato, entre otros oficios; todo un libre-
pensador que no reconocía fronteras disciplinarias ante su curiosidad, la
cual quedó plasmada en su actividad frenética como diputado. Fue elegido
como suplente en Cádiz, en representación del Nuevo Reino de Granada
(específicamente Quito, aunque se presentase en varias ocasiones como re-
presentante de Santa Fe), intervino como el que más en todo tipo de temas,
tanto de interés a la monarquía como en asuntos americanos,22 logrando un
gran reconocimiento (así como miedo) sobre su persona que sólo se podría
comparar, en el caso de otros diputados de ultramar, con el de Coahuila,
Nueva España, Miguel Ramos Arizpe.23 “Veló igualmente por los intereses
de su tierra natal, desviando hábilmente los graves castigos que pensaban
llevarse a cabo por el movimiento revolucionario del 10 de agosto de 1809.
No era Mejía un enemigo acérrimo de estos levantamientos...”.24 Con todo,
“el americanismo de Mejía no se convirtió nunca en un localismo, porque
siempre trató de concebir las mejoras para América dentro del todo que era
la Monarquía española”.25
En calidad de diputado, éste sí propietario, de Panamá, territorio que
se negó a seguir en la senda revolucionaria a las juntas de gobierno neo-
granadinas continuando con su lealtad a Cádiz, se encontraba José Joaquín
Ortiz, quien era abogado. Las intervenciones de Ortiz no fueron muy nu-

21 Ibidem, pp. 159 y 160. Una exposición de las razones de la Real Cédula de 4 de mayo

de 1814, con la que Fernando se opuso a la Constitución de Cádiz, en Rodríguez, Mario, El


experimento de Cádiz en Centroamérica, 1808-1826, trad. de Marita Martínez del Río de
Redo, México, Fondo de Cultura Económica, 1984, pp. 169-171.
22 Rieu-Millan, Los diputados americanos…, cit., pp. 27 y 28. Labra, Rafael María de,

América y la Constitución española de 1812: las Cortes de Cádiz de 1810-1813, Madrid,


Tipografía del Sindicato de la Publicidad, 1914, p. 64. Por motivos de espacio, no podremos
quedarnos en el estudio de Mejía, uno de los diputados más brillantes de las Cortes, si no el
que más. Por el momento, véase, Chust, Manuel, “José Mejía Lequerica, un revolucionario
en las Cortes hispanas”, Procesos, Revista Ecuatoriana de Historia, núm. 14, pp. 53-68.
Martínez, “Los diputados…”, cit., pp. 5 y 6. Zarza, Gloria, “La última voluntad del diputado
quiteño José Mexía de Lequerica”, Estudios Humanísticos, Historia, núm. 10, 2011, pp.
151-176 (que aclara muchos aspectos y derrumba uno que otro mito sobre su muerte).
23 Rublúo, Luis, “La Constitución de Cádiz en el sentimiento hispanoamericano”, Cons-
titución de la Monarquía Española, promulgada en Cádiz a 19 de marzo, 1812, edición
facsimilar, México, Comisión de Derechos Humanos del Estado de Hidalgo y Miguel Ángel
Porrúa Librero-Editor, 2011, pp. xliv-liii. Más específico: Hernández Mora, Juan Ignacio,
Visiones del México independiente: dos clérigos mexicanos en las Cortes de Cádiz, México,
DGE, Equilibrista, 2012, pp. 157-213.
24 Berruezo, La participación…, cit., p. 167.
25 Ibidem, pp. 167 y 168. Muere con la epidemia de fiebre amarilla que él tanto negó.

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108 ANDRÉS BOTERO-BERNAL

merosas, pero sí concisas y claras, en especial sobre temas americanos y


judiciales.26 Al igual que la clase criolla panameña, intentó en varias opor-
tunidades conseguir la independencia del Istmo con respecto al virreinato
de Santa Fe, con lo que pedía la instalación de una diputación provincial en
Panamá dependiente directamente de la Metrópoli. “La de Santa Fe alegaba
que se encontraba a gran distancia, retrasando los asuntos referentes a su
provincia”,27 razón que no era nueva para las autoridades españolas, pues
ya desde la época de Fernando VI se oían tales reclamos.28 Ortiz desaparece
de la escena política, y sólo se tiene alguna noticia de él cuando aparece en
prisión en Venezuela en 1820, al dársele libertad.29
Sobre Juan José Cabarcas, diputado propietario por Panamá, admitido
el 18 de marzo de 1814 hasta el cierre de las Cortes ordinarias, el 10 de
mayo siguiente, dice Martínez:

Natural de San José de Puerto Alegre, diócesis de Cartagena de Indias (1774),


hijo de don Bernardino Cabarcas y doña Tomasa González. Obtuvo los grados
de Bachiller en Filosofía y de Doctor en Teología. Fue canónigo magistral de la
Catedral de Cartagena desde 1802. En 1798 el notario de Cartagena, Francisco
María Núñez, tuvo pleito de disenso con él por haber corrompido a su hija y
luego negarse a contraer matrimonio con ella. En 1810 era el maestrescuela de
la catedral de Panamá. Gracias a sus vínculos antiguos con la provincia de An-
tioquia, era considerado un fuerte candidato al empleo de primer obispo de esa
diócesis que por mucho tiempo se había pedido, pero los obispos de Panamá
y Popayán, y el deán de la catedral de Panamá, no ocultaban su antipatía y le
acusaban de “afecto a la revolución” o de “revolucionario de corazón” … Fue
elegido en Panamá entre el 11 y el 12 de julio de 1813, en unos comicios muy
reñidos y contra la voluntad del obispo González de Acuña, pero apoyado por
el gobernador y comandante general, Juan Antonio de la Mata, por el cabildo y
por la élite local que le encomendó la gestión de viejas aspiraciones locales. 30

En las pocas sesiones a las que pudo asistir (pues el cierre de las Cor-
tes sucedió al poco tiempo de posesionarse), Cabarcas, al igual que Ortiz,
26
Ibidem, pp. 157 y 169.
27 Ibidem,p. 170.
28 Asunto de fondo en una amonestación de la reina regente Isabel de Farnesio al virrey

Solís en 1759 por la demora en la resolución de un recurso interpuesto por un escribano


panameño. Trascrito en: Calle, Arturo (fray), Quién fue el virrey fraile, 2a. ed., Medellín,
Universidad de San Buenaventura, 2002, pp. 67 y 68. Este autor considera un abuso dicha
amonestación, y considera que su motivo no fue tanto la distancia entre Panamá y Santa Fe
sino la animadversión de la reina regente para con el virrey.
29 Berruezo, La participación…, cit., p. 170.
30 Martínez, “Los diputados…”, cit., pp. 29 y 30.

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LOS REPRESENTANTES NEOGRANADINOS EN LAS CORTES de cádiz 109

defendió la necesidad de una diputación provincial para Panamá, bien di-


ferenciada de los intereses santafereños. Y para cumplir con el encargo de
“promover los negocios de su provincia”, viaja a Madrid una vez cesado
en su función como diputado, dejando en claro el verdadero motivo de sus
instrucciones de representación.31
Sobre estos diputados, dice Berruezo: “Profesionalmente, los represen-
tantes de este virreinato ocuparon tres ámbitos: el de la enseñanza, el políti-
co-militar y el estrictamente político”.32 Continúa la investigadora:

Centrándonos en la actuación conjunta que realizaron en las Cortes, destaca


el caso de Caicedo y Puñonrostro, en quienes primó el interés por los asuntos
americanos, concretamente los de su provincia, en cuyos problemas y necesi-
dades tenían un mayor conocimiento. Mejía y Ortiz desplegaron, en cambio,
una preocupación temática mayor, referida a toda la Monarquía. Igualmente
llevados por este interés, debido a la tierra natural, Puñonrostro y Mejía su-
plicaban se les excusara de asistir al Congreso en la discusión del proyecto de
Constitución por ser diputados suplentes de países de América que se halla-
ban en plena insurrección y ellos no podrían sancionar aquello que no contara
con el consentimiento de sus representados. Las Cortes no accedieron a la
petición...33

¿Y cómo podría verse la actividad de estos neogranadinos en el amplio


espectro de los diputados americanos? Para empezar, remontémonos al
buen Varela,34 para quien las tendencias políticas de los diputados de Cádiz
podrían dividirse en tres grupos. Los realistas-conservadores, los liberales
y, por último, los americanos, cuyas expectativas por deshacer los entuertos
que consideraban como los culpables de los males americanos, los lleva-
31 De sus acciones a favor del Istmo, luego del cierre de Cortes, se da cuenta en el Ar-
chivo General de Indias (Panamá 295 y 316, en este último se puede leer su “Manifiesto del
estado actual del Istmo de Panamá y medios de socorrerlo de la escasez de su erario, que el
diputado de aquella provincia pone en consideración del Ministerio de Ultramar”). Agradez-
co al profesor Martínez Garnica por indicarme estas fuentes.
32 Berruezo, La participación…, cit., p. 172. Por su parte, Rieu indica que hubo un

clérigo (seguramente Cabarcas) entre los diputados por la Nueva Granada (Rieu-Millan, Los
diputados…, cit., p. 58). Señala pues que de los diputados por esa región uno era de la Igle-
sia, dos del ejército, dos de docencia o de vida universitaria, dos actuaron como abogados o
magistrados, uno como administrador de cargos públicos, un hacendado, uno con título de
alta nobleza. Pero tal clasificación es difícil, por los muchos cargos que desempeñaron los
diputados y por las tenues fronteras que hay entre las actividades que ella enlista.
33 Berruezo, La participación…, cit., pp. 173 y 174. Otros datos sobre los temas que

debatieron los diputados neogranadinos, en Martínez, “Los diputados…”, cit.


34 Varela, Joaquín, Tres ensayos sobre historia constitucional, Lima, Universidad Inca

Garcilaso de la Vega, 2008, pp. 86 y 87.

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110 ANDRÉS BOTERO-BERNAL

ban a que girasen en uno u otro bando según el caso. Empero, siendo más
enfáticos en estos últimos, los americanos en Cádiz no eran un grupo in-
significante ni homogéneo políticamente, pues —siguiendo a Mirow— de
los 183 diputados que firmaron la Constitución, 47 representaban intereses
ultramarinos. Y de los 86 diputados que estuvieron en Cortes (no necesa-
riamente que hayan firmado la Constitución), 28 eran abogados u oficiales
judiciales.35
Además, como acabamos de decirlo, entre los diputados americanos
en Cádiz no existía unidad ideológica. Entre éstos existieron cuatro grupos
diferenciadores; no obstante, había un común denominador en todos ellos:
la exigencia de reformar el sistema virreinal o de ultramar, en una compleja
y a veces contradictoria posición frente al derecho indiano.36 Estos grupos
eran: el de los reaccionarios y los serviles, otro de oscilación entre los li-
berales y los serviles pero con postura más conservadora, los liberales mo-
derados y, por último, el de los progresistas37 que, generalizando, eran aún
más progresistas que la bancada liberal peninsular.38 Bien podría decirse
que en el tercero se ubica al panameño Ortiz, y a los demás diputados neo-
granadinos entre los progresistas,39 lo que llevó a que

toda la diputación neogranadina [tuviera] una actitud ideológica de ardiente


defensa de los principios liberales, y cuando éstos no fueron puestos en prác-
tica por las Cortes, protestaron y, en el caso de América, se inclinaron por la
independencia como solución a la inestabilidad que vivía el continente y la des-
confianza en pocos cambios prácticos para los americanos.40

Pues bien, la existencia de diputados neogranadinos es una forma de


poner en relación a Cádiz con estos territorios, pero no con el constitu-
cionalismo neogranadino de la primera república (1811-1815), puesto que

35 Mirow, “Pre-Constitutional Law…”, cit., p. 6. Mirow, “Visions of…”, cit., pp. 59-88.
36 Mirow, “Pre-Constitutional Law...”, cit. Este texto analiza los roles (retóricos, de
hecho —para ilustrar con base en él la situación americana— y míticos —como fundamento
simbólico o de apoyo—, según el caso) que jugó el derecho indiano en las discusiones de las
Cortes, especialmente por parte de los diputados americanos.
37 Berruezo, La participación…, cit., pp. 313-314.
38 Rublúo, “La Constitución…”, cit., pp. xlii-xliii.
39 Berruezo, La participación…, cit., pp. 313.
40 El texto entre paréntesis es agregado nuestro. Ibidem, pp. 174 y 314. Berruezo explica

que Caicedo tomó la decisión de apoyar la independencia al ver que las Cortes no serían la
solución prometida (ibidem, p. 175). Claro está que Rieu señala que no es tan fácil establecer
un apoyo directo a la independencia y el papel jugado por los diputados americanos. Rieu-
Millan, Los diputados…, cit., p. 391. Véase también Labra, América y…, cit., pp. 60-86.

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LOS REPRESENTANTES NEOGRANADINOS EN LAS CORTES de cádiz 111

incluso Caicedo, al regresar a estas tierras, no se ocupó de los congresos


constituyentes —donde pudo haber arrojado su experiencia como diputa-
do— sino de asuntos militares y ejecutivos.
¿Y la participación de dichos diputados en Cádiz fue relevante para
restablecer los lazos atlánticos entre ambos hemisferios? La respuesta es,
en algo, minúscula, pues la participación de Caicedo, el neogranadino por
excelencia de los cuatro ya mencionados, como ya se dijo, fue muy limitada
a los temas americanos y locales, abandonando rápidamente las Cortes para
adherirse a la campaña independentista. Entonces, la falta de participación
neogranadina en cuanto a diputados se refiere, implicó que el constituciona-
lismo gaditano no palió la beligerancia americana.41 Claro está que, mirada
como un conjunto general, la actividad de los diputados americanos, y den-
tro de ellos la de Mejía, fue importantísima —aspecto que tocaremos más
adelante— aunque, y ya hay buena literatura al respecto, el constituciona-
lismo gaditano como forma de conjurar la crisis americana llegó tarde,42 de
un lado, y mal,43 del otro. Frente a que llega tarde, para el americano que ya
estaba en caminos de revolución, Cádiz no decía lo novedoso que se espe-
raba, no derogaba (y seguramente no podía hacerlo) lo que era considerado
como odioso y no daba el poder al nivel deseado a quienes ya lo reclama-
ban —con Constituciones en mano— al otro lado del Atlántico. Ni siquiera
se habla de América en la Constitución prefiriendo el término de Ultramar,
“cuyo significado remitía… a lo diferente, aunque fuese por el argumento,
41 Sin embargo, Sánchez, generalizando y mirando de reojo los grandes virreinatos, con-

cluye que “la Constitución de 1812 palió la beligerancia americana”. Sánchez, Luis Alberto.
Historia general de América. 9a. ed. Santiago de Chile, Ercilla, 1944, t. I, pp. 583 y 584.
42 Verdo, Geneviève, “Constitutions, représentation et citoyenneté dans les révolutions

hispaniques (1808-1830)”, Historie et Sociétés de l’Amérique Latine, París, Université Paris


VII, 1, 1993, p. 52. Igualmente, Levaggi, Abelardo, “La Constitución española de 1812 e
Hispanoamérica”, Iushistoria, Buenos Aires, Universidad del Salvador, núm. 2, 2009, p. 15.
Stoetzer, “La Constitución…”, cit., pp. 655 y 662. Vanegas, Isidro, El constitucionalismo
fundacional, Bogotá, Plural, 2012, p. 146 (que señala que las Cortes no pudieron cumplir el
rol de integrar la Nueva Granada a la España europea, puesto que la separación ya se estaba
cuajando desde 1809).
43 Mal porque empezó así: recuérdese el rechazo de las juntas americanas por la inequi-
dad en la distribución del número de diputados, lo que generó que el tema se estudiara en
varias sesiones de Cortes, desde el 9 de enero hasta el 7 de febrero de 1811, donde se esta-
bleció, a instancia del diputado Creus, y con amplia aceptación por parte de sus colegas, la
igualdad de representación de americanos y europeos para las siguientes Cortes ordinarias,
pero (ya con un margen reducido: 69 votos positivos y 61 en contra) se negó la aplicación
de ese principio en las Cortes Extraordinarias que se encontraban reunidas (con lo cual el
veneno seguía en la sangre). Además, porque América no estaba bien comprendida en Cádiz,
ni en cuanto su población ni en cuanto su geografía, asunto sobre el que volveremos más
adelante.

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112 ANDRÉS BOTERO-BERNAL

en apariencia inocente, de la lejanía”.44 En este sentido, por más fructífera


que hubiese sido la actividad de los diputados americanos para el constitu-
cionalismo gaditano, lo más probable es que ninguna respuesta que se diese
desde Cádiz habría evitado ya la revolución neogranadina.
Otra cosa pudo haber sido si alguno de los proyectos previos, como el
de Aranda (1783),45 Villava (1797)46 o Godoy (1803),47 entre otros, que pro-
yectaba dar mayor autonomía de las colonias, proyectos elaborados apren-
diendo necesarias lecciones de la Independencia de los Estados Unidos,
hubiera sido aprobado. Pero como estaban las cosas y teniendo en cuen-
ta los debilitados hilos de poder que cruzaban el Atlántico, Cádiz incluyó
América por un “no dejar”.
Así Cádiz, su Constitución, poco podía hacer ya para retener las colo-
nias americanas, en especial las neogranadinas, en el seno español. Y no
sólo porque llegó tarde y mal, sino también por su condición de Consti-
tución imposible para la realidad hispana. Era imposible, en primer lugar,
porque cualquier actuación desleal y de mala fe de uno de sus componen-
tes básicos destruiría el débil equilibrio institucional planteado en aquella
carta,48 lo que dejaría sin piso cualquier mensaje conciliador que se espera-
ba se transmitiese con la Constitución española de 1812 a los territorios de
Ultramar. Además, en segundo lugar, porque era una Constitución que tenía
como centro de gravedad la ley, pero una ley desprovista de garantías de su-

44 Cfr. Petit, Carlos, “Una Constitución europea para América: Cádiz, 1812”, Accade-
mia Peloritana dei Pericolante, Classe di Scienze Giuridiche Economiche e Politiche, año
CCLXII, vol. LX, 1991, suplemento núm. 2, p. 62.
45 Varela Marcos, J., “Aranda y su sueño de la independencia suramericana”, Anuario
de Estudios Americanos, XXXVII, Escuela de Estudios Hispano-Americanos/Universidad
de Sevilla/CSIC, Sevilla, 1980, pp. 351-368. Petit, “Una Constitución…”, cit., p. 66.
46 Cuyas repercusiones en América son enunciadas por Portillo Valdés, José María, Re-
volución de nación: orígenes de la cultura constitucional en España, 1780-1812, Madrid,
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2000, pp. 142-145.
47 Los proyectos de Aranda y Godoy, en lo que respecta a América, son estudiados en:
Martiré, Eduardo. 1808: la clave de la emancipación hispanoamericana (ensayo histórico-
jurídico), 2a. ed., Buenos Aires, El Elefante Blanco, 2002, pp. 260-268.
48 La de Cádiz era una Constitución que partía de una trinidad: Dios (Iglesia), Nación
(histórica, representada en Cortes) y Rey. Esto explica por qué, según el texto constitucional,
las Cortes no puedan expedir por sí solas leyes, necesitando al rey, y por qué la división de
poderes es tan tímida. Entonces, bastaba que uno de los extremos de este triángulo actuase
sin mucho convencimiento o, incluso de mala fe, para que todo el edificio se cayese, tal
como sucedió en 1814 cuando el rey dio la espalda a la Constitución hecha sin él, aunque a
su nombre. Cfr. Martínez Martínez, Faustino, “Un poder nuevo en el escenario constitucio-
nal: notas sobre el ejecutivo gaditano”, Anuario de Historia del Derecho Español, t. LXXXI,
2011, pp. 275, 333 y 334.

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LOS REPRESENTANTES NEOGRANADINOS EN LAS CORTES de cádiz 113

premacía frente al actuar de los órganos públicos, garantías requeridas para


la existencia misma de la ley como soberana, dentro del complejo sistema
político que debía regular,49 en especial la comunión entre rey y Cortes,
donde bastaba que uno tuviera reticencia o desconfianza ante el otro para
que se cayera el cuadro institucional,50 de un lado, y la ley misma, del otro.
Justo por ello, por su imposibilidad para la propia península, aunque con
un criterio no exento de fines políticos, esta Constitución fue considerada
por los independentistas americanos como norma monárquica y absolutista,
convirtiéndose en símbolo del despotismo español, por lo cual, muy a pesar
de ciertos contenidos liberales, terminó por jugar en contra de los intereses de
España en América, en general, y en la Nueva Granada, en especial. 51
Y esta imposibilidad quedó patente cuando Fernando VII derogó el
constitucionalismo gaditano en Valencia (1814), acción que justificó, en-
tre otras razones, en que las Cortes se basaron en un sistema de elección
de diputados corrupto por no tener buena parte de sus diputados el con-
sentimiento de las provincias que decían representar, en especial las de
Ultramar,52 lo cual terminó por clausurar, por completo, cualquier posibili-
dad de lograr un acuerdo —bajo una Constitución común— con los insur-
gentes americanos,53 el cual sólo pareció abrirse, aunque con poco éxito, en
el trienio liberal (1820-1823).
En fin, bien afirma Lorente que “la nación bihemisférica gaditana no
sólo devino, sino que era desde un principio, una construcción imposible.
Por mucho que se empeñaran nuestros primeros constituyentes, América no

49 Por ejemplo, Lorente analiza la organización judicial gaditana para concluir que ésta

no ofrecía garantías para una supremacía de la ley, pues se carecía de tribunal de casación y
de la exigencia de la motivación de las sentencias. Lorente, Marta. “La nación y las Espa-
ñas”, en Clavero, Bartolomé et al., Pueblos, nación, Constitución (en torno a 1812), España,
Ikusager y Fundación para la libertad, 2004, pp. 129-132. De esta manera, la ley en Cádiz
se perfilaba más como símbolo de unidad nacional dentro de una realidad corporativa y
pluralista. Igualmente, Fernández Sarasola, Ignacio, “La Constitución española de 1812 y su
proyección europea e iberoamericana”, Fundamentos, núm. 2, Oviedo, 2000, II-6, pp. 359-
466.
50 Martínez, “Un poder…”, cit., pp. 343-348.
51 Stoetzer, “La Constitución…”, cit., p. 662.
52 Paradoja que bien menciona Mirow, “The Constitution…”, cit., p. 36.
53 Breña, Roberto. “El primer liberalismo español y la emancipación de América: tradi-
ción y reforma”, Revista de Estudios Políticos, núm. 121, 2003, p. 266. Igualmente, Martí-
nez Dalmau, Rubén, “El constitucionalismo fundacional en América Latina y su evolución:
entre el constitucionalismo criollo y el nuevo constitucionalismo”, en García Trobat, Pilar
y Sánchez Ferriz, Remedio (coords.), El legado de las Cortes de Cádiz, Valencia, Tirant Lo
Blanch, 2011, p. 836.

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114 ANDRÉS BOTERO-BERNAL

cabía en Cádiz”;54 pero no únicamente por la desigualdad implícita (que se


reflejó, por ejemplo, en las representaciones permitidas a las colonias) o la
imposibilidad de dar respuestas en un texto general para todo un imperio a
los particularismos americanos, sino también porque tal desigualdad y tal
ignorancia de la realidad americana estuvieron motivadas por el descono-
cimiento geográfico (censos y mapas, por decir algo) de los territorios de
Ultramar.55 Esto también es refrendado por Martiré cuando señala que “los
de Cádiz desalojaron a América de la Constitución española por cuanto do-
minaba en la asamblea un cerrado concepto de unidad de ambos mundos
que excluía toda posibilidad de que se reconociesen sus particularidades”. 56
Y bien dice Petit: “Ya con todas estas limitaciones el diseño constitucional
gaditano se encontraba llamado al fracaso en uno de los dos hemisferios por
los que se extendía la nación española”.57
Parecía, pues, al sentir de Estrada, que las Cortes (en especial los dipu-
tados peninsular-liberales) ya eran conscientes de su retraso y poco efecti-
vidad en unir lo que ya estaba desunido, por lo que se limitaron a dejar las
puertas abiertas a un posible reencuentro con América, que creían sólo sería
posible bajo una Monarquía constitucional dejando todo listo para culpar de
la desgracia de la secesión americana al “mal gobierno”, ganando tiempo
para construir una nación bihemisférica que, en verdad, ni siquiera logró
sus objetivos en la propia España.58
54 Lorente, Marta, La nación y las Españas. Representación y territorio en el constitu-
cionalismo gaditano, Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 2010, p. 17.
55 Sobre el desconocimiento geográfico de América como una de las principales causas
de la imposibilidad de que la Constitución de Cádiz triunfase en el Nuevo Mundo, véase Lo-
rente, Marta, “América en Cádiz”, en Cruz, Pedro et al., Los orígenes del constitucionalismo
liberal en España e Iberoamérica: un estudio comparado, Sevilla, Junta de Andalucía, 1993,
pp. 45-47. Petit, “Una Constitución…”, cit., p. 67. Petit, Carlos, “Del Anáhuac a la Repúbli-
ca Federal: México (1810-1836)”, en Cruz, Pedro et al. Los orígenes del constitucionalismo
liberal en España e Iberoamérica: un estudio comparado, cit., pp. 165 y 166. Mirow, “Pre-
Constitutional Law…”, cit., p. 7.
56 Martiré, Eduardo, “La Constitución de Cádiz y América”, en Salazar Andreu, Juan
Pablo y Nares Rodríguez, Guillermo (coords.), Memoria del XVII Congreso del Instituto
Internacional de Historia del Derecho Indiano, México, Editorial Porrúa y Benemérita Uni-
versidad Autónoma de Puebla, 2011, pp. 73, 90 y 91.
57 Petit, “Una Constitución…”, cit., p. 66.
58 Estrada Michel, Rafael, “Regnícolas contra provincialistas. Un nuevo acercamiento a
Cádiz con especial referencia al caso de la Nueva España”, Revista Historia Constitucional,
núm. 6, 2005, pp. 136 y 137. Dice este autor: “Y por españoles se comenzaba a entender
citramarinos únicamente: en América podía mantenerse cierta dicotomía pre-estatal y anti-
igualitaria, pues la revolución en ultramar era responsabilidad de otras gentes”, ibidem, nota
42, p. 137. Igualmente, en otro texto, Estrada se propone demostrar que “la Constitución de
1812 fue redactada mediando la suscripción de diversos compromisos de fórmula dilatoria

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LOS REPRESENTANTES NEOGRANADINOS EN LAS CORTES de cádiz 115

Ahora, volviendo sobre la actividad de los diputados americanos, diji-


mos alguna vez que el constitucionalismo gaditano, frente al proceso inde-
pendentista neogranadino (algo que va más allá del constitucionalismo de
la primera república en esta región),

produjo tres fenómenos que no dejaron de tener influencia notable en el desa-


rrollo político de los acontecimientos de la Nueva Granada. Uno de ellos, y que
poco ha merecido la atención de los historiadores de Cádiz, tiene que ver con
la contención que allí se hizo de varias medidas de pacificación militar de las
provincias disidentes por parte de los diputados americanos; otro, el atinente
a la crítica constante a las propuestas fuertemente centralistas, hijas del des-
potismo ilustrado, que prometían ahogar las pretensiones políticas criollas ya
expresadas en América por medio de sus juntas;59 y, por último, lo relativo a
la representatividad real que en las Cortes se jugó (asunto más estudiado que
los otros dos).60

Frente al primer aspecto, los diputados americanos, con cierta animosi-


dad en Mejía Lequerica, siempre se opusieron a medidas militares y a una
mano dura con los americanos disidentes (en especial con los de la Nueva
Granada y Venezuela), lo que les generó entre los diputados peninsulares no
pocas dudas de su real lealtad a España,61 de manera tal que una medida mi-

con los heterogéneos grupos de representación ultramarina, con lo que el texto gaditano
generaría distorsiones provocadoras de proyectos independentistas basados en el colapso de
la Monarquía católica y en la inserción de los antiguos reinos pluriprovinciales americanos
en el imaginario revolucionario de las naciones soberanas”, Estrada Michel, Rafael, “El
hexágono imposible y el factor regnícola en la independencia novohispana: las distorsiones
gaditanas”, Anuario de Historia del Derecho Español, núm. LXXXI, 2011, pp. 163-180
(resumen).
59 Los abogados, entre los diputados americanos, jugaron un especial rol en lo que res-
pecta a la descentralización política y administrativa como manera de afrontar las quejas
criollas ante el sistema español. Berruezo, La participación…, cit., p. 312. Sobre el rol de
los abogados en la independencia neogranadina, ya contamos con un buen trabajo de Uribe,
Víctor, Honorable Lives: Lawyers, Family and Politics in Colombia, 1780-1850, Pittsburgh,
University of Pittsburgh Press, 2000, pp. 45-70. Igualmente, Botero Bernal, Andrés, “Sabe-
res y poderes: los grupos intelectuales en Colombia”, Revista Pensamiento Jurídico, Uni-
versidad Nacional de Colombia, Bogotá, Facultad de Derecho, núm. 30, enero-abril de 2011,
pp. 164-169.
60 Rodríguez señala otras consecuencias para el caso centroamericano: “el impulso dado
a los derechos de los Estados, que había sido alentado por el experimento de Cádiz, resque-
brajó finalmente la unidad de Centroamérica. Pero la experiencia política adquirida durante
esa época tuvo un profundo efecto sobre la futura liberalización de la región”, Rodríguez, El
experimento…, cit., p. 11. Citado por Botero, Modelo de..., cit., p. 62.
61 Igualmente, los diputados americanos, que lograron frenar intentonas militares, su-
frieron de constantes señalamientos en lo que respecta a su compromiso para con las rebe-

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116 ANDRÉS BOTERO-BERNAL

litar de gran envergadura sólo vino a ser tomada con el regreso de Fernando
VII al poder en 1814, que se llevó a cabo primero en Venezuela y luego en
la Nueva Granada de la mano del “pacificador” Pablo Morillo, nombrado el
14 de agosto de 1814,62 el cual empezó su tarea militar en 1815.63
Y es que la propia Constitución de Cádiz impuso un aire moderado
frente a las voces bélicas que reclamaban medidas fuertes contra los di-
sidentes americanos, lo que explica, por demás, por qué con la segunda
vigencia de dicha Constitución (1820-1823) se intentó, infructuosamen-
te, el fin de la guerra con los rebeldes y, por tanto, de sus pretensiones de
independencia.64 Fue así como el propio Morillo, quien había combatido

liones americanas. Estos juicios recayeron fundamentalmente en uno de los que lideró la
bancada de diputados americanos, el quiteño Mejía Lequerica, lo que ha motivado varios
estudios al respecto, como el de Berruezo que señala a Mejía como alguien que consideró
que la independencia sería un hecho irremediable puesto que sus exigencias a las Cortes —
que podían dar freno a ese proceso— no fueron tenidas en cuenta debidamente. Agrega esta
investigadora: “Llama la atención, sin embargo, que figuras sobresalientes como Beye, Me-
jía (Lequerica), Arizpe no ocuparan ninguno de estos puestos (la presidencia de Cortes). La
razón debe atribuirse a su conducta, sospechosa de independentismo, y a su ideología liberal,
en su forma más extremista, que no ocultaron, como algunos otros americanos, granjeándose
la desconfianza de sus compañeros más moderados y de todos los peninsulares”, Berruezo,
La participación…, cit., p. 309. El texto entre paréntesis es propio.
62 Pues ya se consideraba que la fuerza era la única opción. Quintero Saravia, Gonzalo
M., Pablo Morillo: General de dos mundos, Bogotá, Planeta, 2005, pp. 240 y 241.
63 El plan consistía en retomar el virreinato de la Nueva Granada para luego pacificar

Perú y Mar del Plata. Morillo, Pablo, Memorias (1826), trad. de Arturo Gómez Jaramillo,
Bogotá, Editorial Incunables, 1991. Existe una biografía de Morillo que deja en claro su
extracción popular; su mediocre carrera militar como infante de marina (cuerpo al que se
enroló en 1791); sus rápidos ascensos, gracias a la guerra de independencia española, hasta
convertirse en héroe nacional, dios para sus tropas y hombre de confianza de los mandos
ingleses que combatían en la península; su nombramiento como pacificador de América en
1814; su campaña militar —con grandes errores políticos— en Venezuela y la Nueva Grana-
da a partir de 1815, y su regreso a España, Quintero, Pablo Morillo…, cit.
64 De lo que da cuenta, siempre bajo la sombra de la Constitución gaditana, Morillo,
Memorias..., cit., pp. 139-166. En 1820 se propone desde España que asistan a Cortes tres
diputados por la Nueva Granada, señalándose a Eusebio Canabal, Ignacio Sandino y Antonio
Nariño (quien fue puesto en libertad para ello) como diputados mientras el virreinato esco-
gía en propiedad a los suyos. Cfr. Sañudo, José Rafael, Estudios sobre la vida de Bolívar,
Medellín, Bedout, 1980, pp. 186 y 187. Con base en esto, Morillo envía un comunicado a
los insurrectos, el 17 de junio de 1820, invitándolos a la paz o por lo menos a una tregua,
atendiendo el renacer de la Constitución de 1812 en España. Propone Morillo que Colombia
(como ya se denominaba a las provincias neogranadinas independientes) jurase fidelidad a
Cádiz y enviase dos diputados a Cortes (siendo elegidos por los revolucionarios Revenga
y Echavarría, que nunca viajaron a Europa para tal fin, Morillo, Memorias..., cit., p. 186),
a lo que respondieron negativamente los comandantes insurrectos, aunque se pudo llevar a
efecto una tregua que no dejó de producir altercados en su cumplimiento. Por cierto, queda

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LOS REPRESENTANTES NEOGRANADINOS EN LAS CORTES de cádiz 117

contra los franceses en épocas de Cádiz y se dejó tentar por el liberalismo-


masón,65 atemperó en el trienio liberal sus discursos66 y acudió a Cara-
cas (que luego conforma una Audiencia Constitucional bajo el amparo de
Cádiz)67 para jurar allí fidelidad a la Constitución de Cádiz, cumpliendo
mandatos superiores, aunque con poca fe, de que “nuevas instituciones
traían nuevas esperanzas”.68 Y así es que podemos decir que el verdadero
aporte del trienio liberal a la independencia fue evitar reforzar las fuerzas
realistas en plena guerra contra los insurgentes. De esta forma, no sería del
todo arriesgado afirmar que Riego, con su rebeldía en Andalucía, fue tan
relevante como el propio Bolívar para la independencia neogranadina.
En relación con el segundo punto, los diputados americanos en general,
y los neogranadinos en especial,69 lograron hacer mucho —en el papel— en
lo que toca con una reforma sustancial del procedimiento ordinario de ad-
ministración de las colonias. Su influencia fue decisiva para que las Cortes
asumieran una actitud de distancia, o por lo menos de sospecha, frente a
varios elementos del derecho indiano, lo que se creía facilitaría un acerca-
miento con los rebeldes para reclamar su regreso a la senda hispana,70 acer-

pendiente el estudio del papel de Inglaterra sembrando cizaña entre los rebeldes, según la
propia opinión de Morillo (ibidem, pp. 184 y 185, Quintero, Pablo Morillo..., cit., p. 266).
65 Ibidem, pp. 242 y 243. Luego atempera sus comentarios, al señalar que no hay prueba
evidente de ello, pp. 450 y 451.
66 Por ejemplo, en comunicados con sus subalternos aludiendo a la benevolencia del rey

al someterse a la Constitución de Cádiz, lo que lo lleva a sugerir indultos a presos políticos


(comunicado del 4 de agosto de 1820 dirigido a Miguel Domínguez, Morillo, Memorias...,
cit., pp. 120 y 121).
67 La cual se queja de la partida de Morillo a España, creyendo que así ya quedarán so-

metidos a los rebeldes (comunicado del 7 de noviembre de 1820, que se consulta en ibidem,
p. 127).
68 Ibidem, p. 107.
69 Martínez (“Los diputados…”, cit.) registra la participación de estos diputados, en
especial Mejía y Rus, a favor de la igualdad entre ambos hemisferios y la necesidad de una
reforma al sistema de gobierno colonial.
70 Mirow analiza cómo en las Cortes se usó el derecho indiano en varios frentes, uno de

ellos era afirmar que con Cádiz se rompía el derecho indiano tan odiado, simbólicamente,
por los rebeldes americanos, lo que hacía factible una recomposición de los poderes en ul-
tramar dejando sin sentido las revueltas criollas. Mirow, “Pre-Constitutional...”, cit. Pero en
términos generales, el derecho indiano fue la fuente más usada por las Cortes al momento de
tratar los asuntos americanos, y cuando fue necesario justificar Cádiz en una Constitución
histórica (como lo dijo Argüelles), no se dudó en recurrir al derecho indiano. Ibidem, pp.
8-10, 16, 17, 28 y 29. Mirow, “Visions of…”, cit., pp. 59-88. Claro está que la idea de una
Constitución histórica como fundamento de una monarquía constitucional no nació en Cá-
diz, sino que es fruto de las lecturas hechas a Jovellanos y Martínez Marina. Cfr. Fernández,
“La Constitución...”, cit., II-2.

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118 ANDRÉS BOTERO-BERNAL

camiento que también se vería supuestamente favorecido con el recurrido


discurso gaditano de igualdad entre españoles y americanos, consagrado
en varios documentos, incluso desde la Junta Central mediante decreto del
15 de octubre de 1810, norma que, por demás, estatuyó un “general olvi-
do” entre los “países” ultramarinos donde haya habido “conmociones” si
reconociesen la autoridad de las Cortes (disposición que se repitió, para
evitar malentendidos y dejar en claro la intención ya manifiesta, mediante
decreto del 30 de noviembre del mismo año). Por esta vía, se fortaleció una
propuesta de cierta descentralización en la Constitución gaditana basada
en diputaciones provinciales y ayuntamientos constitucionales que se creía
serían del agrado americano, pero dentro de una fuerte tensión con el pro-
tagonismo y centralismo que quisieron imponerse a sí mismas las Cortes,71
quienes de Cortes pasaron a considerarse Corte (pues tramitaron y resolvie-
ron peticiones y solicitudes, varios de ellas en clave judicial, como si fuesen
una Corte real)72 y Asamblea (con “Majestad”), con lo cual, de considerar a
la soberanía de la nación como preexistente a las Cortes, termina ésta aco-
modándose, definitivamente, en aquéllas.73

71 Sobre el centralismo gaditano en las Cortes, a partir del análisis dogmático del texto
constitucional: Varela, Joaquín, Política y Constitución en España (1808-1978), Madrid,
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2007, pp. 45-108. Por ejemplo, al atribuirse
la competencia para conocer las infracciones constitucionales, véase Lorente, Marta, Las
infracciones a la constitución de 1812: un mecanismo de defensa de la constitución, Ma-
drid, Centro de Estudios Constitucionales, 1988. Igualmente, Martínez analiza este fuerte
centralismo de facto frente a la Regencia (Martínez, “Un poder…”, cit., pp. 257-376) y el
menor centralismo de iure ante el rey (si éste hubiese gobernado, de buena manera, según la
Constitución). Este último trabajo aclara el rol de la historia en el diseño constitucional (tan
importante como la centralidad de la ley) y cómo se configuró una idea de Ejecutivo a partir
de la práctica derivada de las mismas Cortes. De todas maneras, Lorente sugiere que dicho
centralismo —proyectado a futuro desde la letra constitucional— no tenía los instrumentos
requeridos para ser tal: Lorente, La nación…, 2010, cit., pp. 17-20.
72 Asunto registrado, para el caso americano, por: Lorente, Marta, “«De vuelta a casa»:
Fernando VII, Lardizábal y la Diputación americana (Madrid, 1814)”, en Guzmán Brito,
Alejandro (ed. académico), El derecho de las Indias Occidentales y su pervivencia en los
derechos patrios de América. Actas del decimosexto congreso del Instituto Internacional de
Historia del Derecho Indiano celebrado en Santiago de Chile, desde el 29 de septiembre al
2 de octubre de 2008, Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2010, t. I, pp. 239-
241.
73 “La preminencia de las Cortes aparecía sobrentendida desde el momento mismo en
que se fundían en ellas las ideas de soberanía y nación. En efecto, la nación era soberana,
pero esa nación solamente existía en y por medio de las Cortes, que son, por tanto, titulares
irrestrictas de ese poder en grado máximo... Por tal motivo, las Cortes recibirán de ellas
mismas el título de Majestad e inaugurarán una clara tendencia al asamblearismo, al po-
der asambleario, al gobierno parlamentario directo por sí, a un gobierno de Convención”,
Martínez, “Un poder…”, cit., pp. 268, 317 y 321. Tal vez esto quería decir que las Cortes

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LOS REPRESENTANTES NEOGRANADINOS EN LAS CORTES de cádiz 119

De igual manera, las Cortes, en su afán de tender lazos y mostrarse —a


destiempo— como buenos jueces de la inconformidad americana, emitieron
también disposiciones que tenían por objetivo ablandar las condiciones de
los indios y adherirlos así al camino constitucional ibérico, especialmente
en cuanto sus cargas patrimoniales,74 lo que no pasó desapercibido en los
discursos españoles en América, y tuvo algunas repercusiones en los juegos
de lealtades de los indígenas en la guerra de independencia.75 Pero a pesar de
esto, América, concluyendo, fue todo un misterio para Cádiz.
Pero tal discurso, de unas Cortes supuestamente bihemisféricas, pero
que actuaban en y para la Metrópoli, atendiendo prioritariamente proble-
mas de la Península, con una imagen muy pobre de los problemas y de la
geografía americana, con mayoría de integrantes de la España europea en
todas las instituciones públicas (actuantes o proyectadas) 76 y convencidas
de ser las depositarias ineluctables de la soberanía nacional de un impe-
rio tan vasto, no puede más que generar escozor en quien desea poderes
más próximos, entre otras cosas, para poder echarles mano, como fue el
caso neogranadino. Además, las Cortes no contaron con la credulidad de
los cabildos americanos (principales motores de la voluntad política del
Nuevo Mundo) en su origen representativo (que fundaba su legitimidad
mística).77
Por el contrario, las Cortes fueron objeto de denuncia al no sentirse el
americano identificado con el mito de la representación que las sustenta-
ba, ni con la supuesta historia que ellas garantizaban, ni mucho menos con

ejercerían el Poder Legislativo “en toda su extensión” (Decreto I de las Cortes del 24 de
septiembre de 1810, p. 2) en un ambiente donde no se sabía bien las competencias de cada
rama. Por último, valga señalar que Mejía Lequerica fue uno de los promotores de estas
fuertes atribuciones de las Cortes (Martínez, “Los diputados…”, cit., pp. 11-13).
74 Cfr. Decreto del 5 de enero de 1811 por el cual “se prohíben las vejaciones hechas

hasta aquí a los indios primitivos”, el decreto del 9 de febrero de 1811 de igualdad para los
americanos —incluyendo a los indios— y el decreto de 13 de marzo de 1811 de exención
del tributo a los indios, entre otras medidas. Igualmente: Mirow, “Pre-Constitutional...”, cit.,
p. 6 y ss.
75 Por ejemplo, Zuluaga, Francisco, “Clientelismo y guerrilla en el Valle del Patía, 1536-

1811”, en Colmenares, Germán (ed.), La Independencia. Ensayos de historia social, Bogotá,


Colcultura, 1986, p. 113. Gutiérrez, Jairo, “La Constitución de Cádiz en la provincia de Pas-
to, virreinato de la Nueva Granada, 1812-1822”, Revista de Indias, vol. LXVIII, núm. 242,
2008, pp. 207-224.
76 Verbigracia, mediante el Decreto CXXV de 21 de enero de 1812 se crea el Consejo

de Estado, desequilibrado en cuanto su representación —tal vez por la propia ignorancia en


Cortes de cuántos españoles había en América—, compuesto por 20 miembros, de los cuales
“seis a lo menos serán naturales de las provincias de ultramar”.
77 Cfr. Lorente, “América en…”, cit., pp. 46 y 47.

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120 ANDRÉS BOTERO-BERNAL

los actos que de ellas emanaban. Lo más grave es que en este contexto, las
Cortes, las siempre autoponderadas Cortes, no podían entender la causa del
desafecto insurreccional de aquellas tierras incrédulas ante las palabras de
amistad que se les proferían,78 lo que generó entre muchos peninsulares una
creencia de cierta inestabilidad emocional y proclividad natural al desorden
en los habitantes americanos —en especial de venezolanos y neogranadi-
nos— como la causa de sus desentendimientos.79
Sobre el tercer aspecto, ya se había indicado que la representación de
diputados neogranadinos en Cádiz cayó rápidamente en criollos (aunque
el caso del noble Puñonrostro merezca anotaciones especiales), pero que
no dejaron, excepto Panamá, de ser representantes suplentes sin mayor po-
der simbólico frente a las cabeceras de partido (capital de provincia) que
representaban;80 pero aparte de este dato, en lo que respecta a situaciones
geopolíticas, los canales que se abrieron de representación fueron funda-
mentalmente para criollos de las capitales de capitanías y virreinatos. La
Nueva Granada hizo parte de Cortes extraordinarias por medio de represen-
tantes provenientes de dos ayuntamientos (o tres, si aceptamos la suplencia
de Rus): Quito y Panamá, el primero desde el 24 de septiembre de 1810
hasta septiembre de 1813, y el segundo desde el 13 de mayo de 1811 hasta
septiembre de 1813. Santa Fe, como ya se había señalado, no participó en
tanto inicialmente (1810) se mostró inconforme con el escaso número de
diputados que podían elegir los americanos y, posteriormente, por suscribir

78 Acciones de amistad que llevaron a la formulación de varias normas jurídicas (reco-


gidas en su mayoría en Roca, Eduardo, América en el ordenamiento jurídico de las Cortes
de Cádiz, Bogotá, Universidad del Rosario, 1999), que aún así fueron interpretadas como
insuficientes (pues no daban el grado de participación a los americanos —en todos los nive-
les del Estado— exigido por los insurrectos) o ingenuas (ora porque se creía que disfrazaban
de oveja a la tiranía, ora porque se consideraba que serían ineficaces en el Nuevo Mundo).
79 Opinión expresada, por ejemplo, por Flórez Estrada, Álvaro, Examen imparcial de las
disensiones de América con España, de los medios de su reconciliación y de la prosperidad
de todas las naciones, Cádiz, Imprenta de D. Manuel Ximénez Carreño, 1812. Además:
Berruezo, La participación…, cit., p. 24. Rodríguez, El experimento…, cit., pp. 39 y 144.
Por su parte, el diputado de Aragón, José Aznárez, afirmó el 10 de abril de 1813: “El espíritu
de América está siempre por su independencia, y se halla profundamente arraigado en su
corazón. Cuantas más consideraciones le tenga V. M. (las Cortes), más crece su animosidad
y decidido empeño. La entereza propia de la dignidad nacional es el único remedio”, Rieu-
Millan, Los diputados…, cit., p. 104.
80 Esta falta de representatividad, por ejemplo, movió a los representantes de Quito,
Mejía y Puñonrostro, a pedir en 1811 dejar su escaño por la situación de su provincia (decla-
rada disidente en aquel entonces), renuncia que no fue aceptada por las Cortes. Berruezo, La
participación…, cit., p. 176.

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LOS REPRESENTANTES NEOGRANADINOS EN LAS CORTES de cádiz 121

su autonomía gubernativa y luego su independencia política de España. 81


Ya con respecto a las provincias interiores de la Nueva Granada, éstas es-
taban excluidas desde un inicio de toda posibilidad de representación si
nos atenemos a la norma de convocatoria de Cortes, aunque hubo intentos
infructuosos, en este sentido, de algunas ciudades (Cartagena, Santa Marta
y Riohacha, pero también Popayán, Quito y Panamá).82 Y, hay que decir-
lo, no considerar a las provincias interiores ya pone en evidencia el error
gaditano que ayudaría en la separación política, pues la Nueva Granada
no era más que un nombre dado a una región profundamente fragmentada
e incomunicada, con continuas y prologadas desavenencias entre regiones
y ciudades, pegadas por la lealtad del juramento a un liderazgo muy tibio
de Santa Fe —a pesar de lo mucho que nos haga creer lo contrario la his-
toriografía tradicional— todo lo cual hereda la revolución independentista
de la primera república donde no se partió de un discurso supraprovincial
liderado exclusivamente por una élite criolla nacional con sede en Bogotá,
sino de élites criollas regionales —o incluso locales—, aliadas en varios ca-
sos con castas inferiores, y con proyectos y narraciones diferenciados,83 que
hace de la Independencia algo complejo y asimétrico, que explica, a su vez,
ese extraño panorama de rivalidades entre provincias neogranadinas gadita-
nas (y entre estas algunas absolutistas y/o regentistas y otras más de Cortes)
y revolucionarias (algunas centralistas y otras defensoras de la federación).
Ahora, ¿podría pensarse otra forma de relación mirando desde las pro-
pias convocatorias a Cortes? La respuesta es algo compleja, aunque más
bien tímida, puesto que no puede confundirse el proceso de convocatorias a
Cortes con el surgimiento de los grupos constituyentes criollos neogranadi-
nos, aunque no negamos que en ciertas regiones del continente sí se dio una
fuerte relación entre ambos, como fue el caso de Nueva España donde la
experiencia de elección de representantes para Cortes fue una gran herencia

81 “Esta situación, claramente revolucionaria, no respaldaba la actuación de los dipu-

tados (americanos en Cádiz) por aquel virreinato (el de Nueva Granada), que, envuelto en
sus enfrenamientos (entre federalistas y centralistas), no pensaba en lo que podía resultar de
las Cortes ni se molestaba en nombrar diputados propietarios. Sólo Panamá, alejada de los
centros insurrectos, seguía controlada por el gobernador peninsular, desoyendo los llama-
mientos (de Santa Fe) para que se enviara un representante al Congreso independiente de
la autoridad metropolitana”, ibidem, p. 176. Los textos entre paréntesis no hacen parte de la
cita original.
82 Información similar, se observa en Gutiérrez, Daniel, Un nuevo reino: geografía polí-
tica, pactismo y diplomacia durante el interregno en Nueva Granada (1808-1816), Bogotá,
Universidad Externado de Colombia, 2010, pp. 147 y 148.
83 Múnera, Alfonso, El fracaso de la nación: región, clase y raza en el Caribe colombia-

no (1717-1810), Bogotá, Banco de la República y El Áncora Editores, 1998, pp. 18 y 19.

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122 ANDRÉS BOTERO-BERNAL

de Cádiz para América.84 Pero la cosa no fue así en la Nueva Granada, es-
pecialmente porque los movimientos insurreccionales ya estaban alentados
—o terminaron de alentarse— cuando se conoció la convocatoria para la
elección de representantes a la Junta Central y a las Cortes, con su corres-
pondiente forma diferenciada de asignación de curules. Entonces, el mo-
vimiento independentista neogranadino surgió con una dinámica propia,85
haciendo uso de ideas escolásticas, liberales e ilustradas en boga en aquel
entonces, envalentonado por el vacío de poder en la metrópoli, empuja-
do por la necesidad de satisfacer exigencias políticas locales y regionales 86
(que sería un peldaño más en el caudillismo del XIX que tanta influencia
tendrían en el segundo proceso constitucional neogranadino),87 creyendo
que así se adelantaba a los hechos para evitar una temida guerra de castas,88
e influido especialmente por el sistema provincial-federal, se lanzó a la re-
dacción de cartas constitucionales que, como la antioqueña de 1812 y 1815,
demuestran una fidelidad (a veces contradictoria) con los modelos federa-
les89 y con teorías modernas, aunque su práctica política y gubernativa fuese
bien diferente.

84
Mirow, “Visions of…”, cit., pp. 59-88. Por tanto Cádiz sirvió de modelo (ibidem, p.
76).
85 Asunto que no podemos perder de vista mirando dicho proceso ya como un todo y no
como un conjunto de elementos, y es el sabor propio que no puede igualarse al sabor gadita-
no. Vanegas, El constitucionalismo…, cit., pp. 131-164.
86 Lynch, John, Hispanoamérica 1750-1850: ensayos sobre la sociedad y el Estado,

trad. de Magdalena Holguín, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1987, pp. 71-84.
87 Así como en otras regiones latinoamericanas. Aljovín de Losada, Cristóbal, “La

Constitución de 1823”, en O’Phelan Godoy, Scarlett, La independencia del Perú: de los


borbones a Bolívar, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 2001, pp. 351-378. Al-
jovín de Losada, Cristóbal, Caudillos y Constituciones. Perú 1821-1845, Lima, IRA y FCE,
2000, capítulo sexto.
88 No puede olvidarse el pacto implícito entre criollos y peninsulares a principios del
siglo XIX: “El temor a las masas indígenas y mestizas constituyó un poderoso estímulo a la
lealtad entre los criollos, y una fuerte razón para aceptar el dominio de los blancos, incluso si
éstos eran peninsulares”, Lynch, Hispanoamérica…, cit., p. 17 (en igual sentido Rodríguez,
El experimento…, cit., p. 143). Más adelante señala Lynch: “Los criollos eran hombres asus-
tados: temían una guerra de castas, inflamadas por las doctrinas revolucionarias francesas
y por la contagiosa violencia de Santo Domingo” (Lynch, Hispanoamérica…, cit., p. 40),
por lo que ante el vacío de poder, se apresuraron a tomar las riendas por medio de juntas de
gobierno.
89 Gilmore explica la influencia estadounidense en la concepción federalista de la pri-
mera república neogranadina y, especialmente, la evolución de esta concepción de gobierno
hasta la reconquista española. Gilmore, Robert Louis, El federalismo en Colombia (1810-
1858), Bogotá, Sociedad Santanderista de Colombia y Universidad Externado de Colombia,
1995, pp. 3-23. Por su parte, Fernández explica los motivos (especialmente en el antifede-

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LOS REPRESENTANTES NEOGRANADINOS EN LAS CORTES de cádiz 123

Entonces, relación entre Cádiz y la Nueva Granada sí hubo desde una


mirada general —y algo ligera— en cuanto los diputados neogranadinos
(por ejemplo, por la participación de algunos de ellos para evitar reaccio-
nes fuertes por parte de Cádiz contra juntas insurgentes, lo que dio cierto
tiempo al movimiento independentista neogranadino) y en cuanto sus in-
fluencias comunes (la escolástica, el liberalismo católico, las ilustraciones
—en especial la napolitana—, etcétera).90 En lo que respecta al proceso de
convocatorias, se produjo alguna relación gracias a las elecciones a diputa-
dos que se dieron en algunas ciudades neogranadinas (dejando de lado los
territorios de Quito y Panamá) como Cartagena, Santa Marta, Riohacha y
Popayán, así como la obligatoria consulta que se hizo de los reglamentos de
convocatoria a Cortes al momento de establecerse el sistema de elección in-
directa y de representación territorial de colegios electorales que dieron lu-
gar a varias Constituciones provinciales neogranadinas. Igualmente, Cádiz
fue jurada en algunas provincias neogranadinas y se instauraron (con poco
éxito, ora por las idas y vueltas de la guerra de independencia, ora por el
poco tiempo en que rigió la Constitución de Cádiz) algunos ayuntamientos
constitucionales como sucedió, por dar casos, en Valledupar, Santa Marta,
Pasto y Popayán, a la par que algunas de sus disposiciones (como la exen-
ción del tributo al indio) se aplicaron medianamente en ciertos territorios
bajo poder español.
Pero si se trata de señalar la vía de relación más importante, ésta fue, a
nuestro modo de ver, por vía de la oposición: las Cortes influenciaron la In-
dependencia y, con ella, al constitucionalismo neogranadino, al convertirse
en un poderoso símbolo de la España a la que se combatía. El rechazo a las
Cortes (a la convocatoria, a la elección de diputados, a sus reglamentos, a
sus decretos y a su Constitución) fue el motor discursivo que fortaleció y
ayudó sobremanera al proceso de Independencia. Si no se hubiese gesta-
do aquella interpretación exagerada de un constitucionalismo excluyente,
déspota, conservador y chapado a la antigua, ingenuo ante el absolutismo
que se escondía detrás del rey, mercaderista (pues se adjudicaba la carta

ralismo de Argüelles, entre otros) por los cuales el modelo estadounidense no era atractivo
para los ilustrados españoles y los diputados gaditanos, primero pues era mirada como un
peligro ya que fue un discurso de legitimación de la independencia de las colonias ante Gran
Bretaña, segundo porque no se quería un sistema que pusiese en duda la reivindicación
nacional y central de privilegios, tercero porque no se quería renunciar a la monarquía. Cfr.
Fernández, “La Constitución…”, cit., especialmente el punto I. En fin, “les parecía tan lejano
ideológica como geográficamente”, Varela, Política y…, cit., p. 103.
90 Sobre estas influencias comunes, véase la bibliografía enlistada en Botero, Modelo
de…, cit., pp. 69-84.

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124 ANDRÉS BOTERO-BERNAL

de 1812 a las conspiraciones de los comerciantes gaditanos para volver a


usufructuar el monopolio de Indias) y engañoso91 (pues se creyó que era un
ardid para volver a la senda de la tiranía a las provincias americanas) 92 no se
habría consumado, o por lo menos no como lo conocemos, el movimiento
independentista.
Esto explica, incluso, la actitud arrogante de los constituyentes neo-
granadinos al comparar sus obras con las de Cádiz93, dejando siempre mal
parada a esta última. Pero, como era de esperarse en los discursos legitima-
dores hechos según la conveniencia, una vez derogada Cádiz en 1814, los
neogranadinos revoltosos, con el fin de minar la moral de los leales a la Co-
rona y como forma de auto-justificarse en su ruptura política, empezaron a
aplaudir la Constitución de Cádiz, ahora humillada por la arrogancia de “El
Deseado”, elogiándola como norma moderna pero que no pudo sobrevivir,
y no hubiera podido sobrevivir, a la tiranía. Por tanto, si los neogranadino
leales a la Corona se negaron a aceptar la Independencia por respeto a una
buena Carta,94 ahora una vez ésta deja de existir por la tiranía del Rey, ya no
hay motivo de discordia.95 En este sentido, por oposición, surgió una rela-
ción.

91 Opinaba un testigo de la época, José Manuel Restrepo, de las Cortes de Cádiz: “pue-
de afirmarse que era una red que se les tendía para conseguir su reunión a la Monarquía
española”. Citado por: Restrepo Piedrahita, Carlos, Primeras Constituciones de Colombia y
Venezuela: 1811-1830, 2a. ed., Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 1996, p. 157.
Sobre J. M. Restrepo, véase Mejía, Sergio, La revolución en letras: la historia de la revolu-
ción de Colombia de José Manuel Restrepo (1781-1863), Bogotá, Universidad de los Andes,
Medellín, Universidad EAFIT, 2007. También Botero, “Saberes y…”, cit., pp. 164-169. José
Manuel Restrepo dio lugar con su trabajo de “Historia de la revolución de la República de
Colombia” a la narración histórica que justificaba una nación-Estado. Esta narración es con-
siderada el inicio del “mito de la Independencia” por Múnera, El fracaso…, cit., pp. 13-28.
Este mito se caracteriza, entre otras cosas, por (a) la invisibilización del papel de las castas
(negros e indios) en la independencia haciéndola ver como un proceso liderado por las élites
blancas, y (b) la creencia que había una unidad política en el virreinato centrada en Santa Fe,
por lo cual la independencia se debe leer más en clave nacional que regional.
92 Baste ver los documentos al respecto, aportados por Vanegas, El constitucionalis-
mo..., cit., pp. 131-164.
93 Comentarios traídos por ibidem, pp. 142 y 143.
94 Era común, por ejemplo, arengar “vivan las Cortes” como forma de decir “muera

la Independencia”. Incluso, ambas arengas estaban una al lado de la otra, en la proclama


realista de Valencia, Venezuela, del 12 de julio de 1811. Véase Gazeta de Caracas, del 24
de septiembre de 1811, núm. 51, t. I, artículo denominado “Patriotismo recomendable de la
Villa de Cura”.
95 Véase los documentos citados al respecto presentes en Vanegas, El constitucionalis-
mo..., cit., pp. 143-144.

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LOS REPRESENTANTES NEOGRANADINOS EN LAS CORTES de cádiz 125

III. Conclusiones

Con este corto trabajo, escrito con base en páginas antiguas a las que
agregamos muchas correcciones, notas y reflexiones nuevas, se quiere se-
ñalar que una forma, clásica y bien tratada por demás, de relacionar Cádiz
con América es por medio del análisis de los diputados ultramarinos que
hicieron del puerto su casa durante la invasión napoleónica. En este sentido,
por parte de la Nueva Granada, entendido este territorio en un sentido am-
plio para abarcar así Panamá y Quito, formaron efectivamente de tal cuer-
po constituyente seis personas: Caicedo (Santa Fe), Puñonrostro (Quito),
Mejía (Quito), Rus (Santa Marta), Ortiz (Panamá) y Cabarcas (Panamá). Y
decimos efectivamente porque intentonas de enviar otros diputados existie-
ron, pero que quedaron en deseos de representación política en los avatares
de crisis monárquica.
De los seis diputados, cuatro iniciaron como suplentes (logrando uno
de ellos el carácter de propietario bien andado el camino de Cortes), po-
niendo de patente que los americanos (o mejor dicho, los cabildos de crio-
llos neogranadinos revolucionarios) no participaron ni querían participar
del mito de fundación que legitimaría las Cortes: una elección de sus dipu-
tados desde el seno mismo de la nación católica. Esto terminaría por minar,
junto a otras circunstancias bien conocidas, las Cortes mismas, en especial
en sus intentonas de amistarse con los insurrectos neogranadinos.
Igualmente, dejamos en claro que —a pesar de la imposibilidad de la
Constitución de Cádiz, no sólo para una América que le era completamente
desconocida, sino incluso para la propia España— la labor de los diputados
americanos en general, y de los neogranadinos en especial, fue importantí-
sima, en el frenético y curioso Mejía Lequerica quien, junto a otros diputa-
dos del Nuevo Mundo, como Ramos Arizpe por dar un caso, puso un alto
nivel en el liberalismo católico que circuló entre los asientos de las Cortes.
Se señaló también que el constitucionalismo gaditano, mucho más
rico que la propia Constitución de 1812, era imposible para socavar la
independencia neogranadina, en especial, y la americana, en general.
Y esto se debió a que América era desconocida para las Cortes, y no
únicamente en cuanto sus particularidades gubernativas (que no es poco)
sino también en cuanto su territorio y población. Esto implicó, entonces,
que la América (o Ultramar, para ser más textuales) de la que se hablaba
en Cádiz era más la América imaginada por mentalidades europeas; esto
es, Cádiz creía ver al Nuevo Mundo cuando en verdad veía a su propio
ombligo. Sumado esto, la no representación neogranadina (una real, no
por suplencias) en las Cortes terminó por evitar que la mayoría de los ca-

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126 ANDRÉS BOTERO-BERNAL

bildos criollos, actores fundamentales de la política del virreinato, no se


sintiesen parte de la nación bihemisférica en nombre de la cual las Cortes
gobernaban, en su sentido más amplio, en ausencia del rey. Así las cosas,
la revolución no sólo era posible sino que parecía ya el único camino para
quienes deseaban, desde otras lógicas, poderes más próximos a los cuales
fuese más fácil echar mano. Allí está la más importante y real relación de
Cádiz con (el constitucionalismo de) la independencia: fue uno (tal vez el
mayor) de sus motores.
No obstante, Cádiz no fue sólo silencio para la Nueva Granada, pues
tal como esperamos trabajarlo en otro texto mayor,96 no faltaron cabildos
y corporaciones que la juraron, algunas veces por juegos estratégicos de
poder, otras por estar bajo ocupación militar española, entre otras razones.
Igualmente encontremos algún ejercicio de ciertas instituciones gaditanas
en las provincias neogranadinas que permanecieron leales (como exención
del tributo indígena, instauración de algunos ayuntamientos constituciona-
les, etcétera). Pero hay que decirlo, Cádiz, a pesar de todo, no logró el nivel
de eficacia que sí tuvo en otras partes del territorio americano en tanto que
las urgencias de la guerra (civil) de independencia eran mayores que las an-
sias de “estar en Constitución”.97

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96 En el que sostendremos que Cádiz fue Constitución para parte del virreinato de la

Nueva Granada y motivo para la separación política de otra. Por tanto, bien podría decirse
que la Constitución bihemisférica de 1812 es parte de la historia constitucional de la Nueva
Granada, en general, pero no de la Colombia republicana, en especial.
97 Diferenciando, claro está, “tener una Constitución” de “estar en Constitución”. Ver-

dú, Pablo Lucas, “Tener y estar en Constitución”, Anales de la Real Academia de Ciencias
Morales y Políticas, núm. 85, 2008, pp. 322-334.

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Investigaciones Jurídicas de la UNAM, se terminó
de imprimir el 15 de junio de 2015 en Editorial Color,
S. A. de C. V. Naranjo 96 bis, colonia Santa María la
Ribera, delegación Cuauhtémoc, 06400 México, D. F.
Se utilizó tipo Times New Roman en 9, 10 y 11 pun-
tos. En la edición se empleó papel cultural 70 x 95 de
50 kilos para las páginas interiores y cartulina couché
de 250 gramos para los forros; consta de 500 ejempla-
res (impresión offset).

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