Diplomado Antiguo Testamento

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08/05/2021.

DIPLOMADO
INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DEL ANTIGUO TESTAMENTO.

MÓDULO I:
SECCIÓN 1:
1. SIGNIFICADO DE LA PALABRA DE DIOS. CENTRALIDAD.

Así comenzamos esta reflexión que introduce todo el estudio del Antiguo
Testamento, vamos a partir de la Palabra de Dios, por eso vamos a ver en esta
primera parte, el significado de Palabra de Dios, su centralidad, la Palabra
revelada, las diversas maneras de revelación; como la Palabra de Dios ha sido
escrita en los libros llamados la Biblia, el tema de la inspiración y vamos a repasar
rápidamente como se divide la Biblia.
Este momento es importante, implica dos cosas: una invitación a abrir nuestra
mente y nuestro corazón y en segundo lugar reconocer que la Palabra de Dios
está en el centro de la vida de todo creyente y por tanto de toda la Iglesia.
¿Cuál es el significado de este término la Palabra de Dios? Y con ello vamos a
introducirnos en la centralidad de la misma. Lo primero que tenemos que recordar,
si leemos toda la historia de la humanidad, y la historia de las religiones, es que en
un altísimo porcentaje de experiencias y de manifestaciones, siempre Dios ha
dirigido un mensaje a la humanidad. Este mensaje puede ser como en el caso de
la Biblia, revelado directamente o escrito a través de oráculos o sencillamente a
través de reflexiones hechas por tantas personas a lo largo de la historia, incluso
en las religiones de carácter politeísta, siempre vemos como hay autores de la
literatura, que reflexionan y hacen sentir lo que Dios quiere dirigir como mensaje a
la humanidad, muchas veces, sobre todo en el caso de las divinidades greco-
romanas o de otro tipo, vemos incluso expresiones negativas, para nosotros en la
actualidad, por qué son como mensajes de odio o mensajes de revancha, o
también, porque hay, sobre todo en algunas culturas, divinidades que se
identifican con lo que para nosotros seria el demonio. Lo que quiero con esto
indicar es que Dios siempre habla a la humanidad y la humanidad se dirige a Dios
a través de la oración, del culto y de otras diversas manifestaciones.
Entonces cuando empezamos a estudiar el término Palabra de Dios, lo primero
que debemos recordar es precisamente, que ya desde los principios de la
humanidad, Dios habla al ser humano. ¿Por qué y para qué habla Dios a la
humanidad? ¿Por qué? Porque es un ser personal, sea porque así se ha
manifestado, como es el caso del Antiguo y del Nuevo Testamento, o porque lo
reconocen aquellos que hacen ídolos; sin embargo, ese por qué tiene una
explicación en el término religión, religión viene de religare qué significa la forma
como la humanidad se une con Dios.
La expresión Palabra, habla de Dios hacia la humanidad es precisamente por esa
relación de unión, de intimidad, de culto, de alabanza, o de petición, o de
búsqueda de la seguridad; por eso podemos decir que Dios habla a la humanidad.
¿Para que Dios le habla a la humanidad? y todavía no hemos entrado en el campo
del Antiguo Testamento, es porque quiere dirigirle un mensaje. Un mensaje que en
muchos casos es positivo, para crecimiento, para alcanzar plenitud, o lo que
nosotros llamamos comúnmente la Salvación.
¿Para qué habla Dios a la humanidad? También para regañarle, corregirle,
hacerle alguna reconversión, es decir, para manifestar algo que el ser humano
debe cambiar o debe corregir; pero también Dios le habla para castigar, para
amenazar, sobre todo en los casos que ya hemos mencionado el politeísmo, hay
divinidades que amenazan a la humanidad o a sus seguidores, según los escritos
que se suelen tener o las tradiciones que se van teniendo o se van dando a lo
largo y ancho de la historia de las religiones.
Dios pues, sea quien sea la forma en que se acceda a él, sea en el politeísmo o
en el monoteísmo, tiene esa característica de relación personal con la humanidad
y por tanto, esa relación personal implica el hablar, implica el que hay una
comunicación, y esto se entiende como ya lo señalamos, con el término religare,
de religión, religare que significa reafirmar, reunir, hacer realidad la unión entre
Dios y el hombre, a través después también de diversas manifestaciones.
Ya entrando más en materia, ¿Qué significa para nosotros el vocablo o el término
palabra? Y la primera cosa que quisiera recomendarles es que no la confundamos
con algunos términos, que muchas veces son muy propios de nuestra cultura, o
que han sido las maneras como se traduce el término original, no hay que
confundir el concepto o el término palabra, con el concepto o término vocablo;
para nosotros sobre todo en castellano, pero también en las lenguas romances,
como se suele decir, originarias del latín y del griego; muchas veces utilizamos
ese término palabra, para referirnos en la cotidianidad a vocablo, al conjunto de
sílabas, que tienen un sentido y que nos permiten la comunicación. Pero la
primera cosa que debemos evitar es no confundirlo con el término o con el
concepto vocablo.
También —como ya lo indiqué— hay que tener cuidado a las traducciones; en el
griego, por ejemplo, en el capítulo primero de San Juan, que nosotros traducimos
como la palabra,
“en el principio existía la palabra, la palabra se hizo carne”;
el griego utiliza la palabra logos y esto ha generado también algunas dificultades
posteriores, porque algunos piensan que el evangelio de San Juan fue escrito por
grupos gnósticos o grupos filosóficos, porque ellos utilizaban mucho la
palabra logos, que es un término que también se emplea con mucha frecuencia
en la filosofía griega y también en la filosofía latina, cuando se traduce
por verbum; la palabra logos traduce el hebreo dabar, que vamos a conocer
dentro de un momento.
Entonces no hay que reducir el concepto de palabra, que nosotros utilizamos,
como un término de origen o de connotación filosófica. Así mismo en latín, el
término dabar, que vamos a ver ahora, es traducido como verbum, y esa
palabra encierra ciertamente una connotación muy positiva, como es el
dinamismo, el verbo es aquello que se conjuga, aquello que manifiesta vida,
aquello que manifiesta intercomunicación; pero no hay que reducir la
palabra “palabra”, el vocablo “palabra” a un elemento gramatical, partiendo de
la idea latina de verbo; de hecho, algunas Biblias católicas, que suelen traducir
quizás muy fielmente al latín, sobre todo cuando la traducción la hacen a partir de
la vulgata, como verbum, como el verbo o también como logos y esto se nota
también en algunas expresiones de tipo filosófico y teológico.
El concepto “palabra” originalmente, viene del hebreo dabar, d a b a r;
dabar, este término dabar, ha sido traducido en griego por logos, y en latín por
verbum, y nosotros en nuestros lenguajes modernos o coloquiales actuales,
también lo traducimos como “palabra”. ¿Qué significa dabar? Esto nos va a
permitir entender entonces el significado de este vocablo, darse a conocer,
comunicarse, revelarse. Así pues, ya desde el hebreo y el arameo, nosotros
tenemos esta expresión, que significa revelación en el fondo; Dios que se da a
conocer, Dios que se comunica desde lo más íntimo de su ser y Dios que se
revela, se da a conocer, ciertamente con la mediación de humanas, y una de esas
mediaciones será el lenguaje, una de esas mediaciones será también la creación,
o su presencia en la historia. Por eso es importante, yo les invito a que no
solamente lo tengan presente, sino que lo hagan que muy presente, tanto en sus
meditaciones como en sus reflexiones, como en sus escritos. El concepto
“palabra” traduce el hebreo dabar, entonces significa: revelarse, darse a conocer.
De allí podemos pasar entonces al significado del concepto Palabra de Dios.
¿Qué es esa idea Palabra de Dios? ¿Qué significa Palabra de Dios? Esa
expresión, significa —siguiendo lo que ya hemos indicado— que Dios se da a
conocer, que muestra su persona, que se muestra en su ser, Dios que se revela,
Dios que se revela incluso con su designio y con su intencionalidad y el designio
de Dios es la plenitud de su obra, la creación y de su obra más específica y más
querida, el ser humano el hombre y la mujer, hechos a su imagen y semejanza;
tan así que les dio la capacidad, no solamente de escuchar, descubrir, sino de
convertirse también para Dios, en dabar, en revelación, como sucedió cuando que
Adán y Eva se sintieron desnudos a causa del pecado, tuvieron que decirle a Dios,
“estamos desnudos”, es decir, estamos como estamos por el pecado; refleja la
intencionalidad del designio de Dios, que después de la falta de los primeros
padres, es sencillamente la Salvación y la Salvación que implica, como bien lo
encierra el concepto de Palabra de Dios, el estar en comunión con Él.
La Palabra de Dios, significa darse a conocer, comunicarse y comunicarse
significa abrir las posibilidades de entrar en comunión, esto implicará como bien lo
sabemos, ustedes lo saben muy bien, y lo podemos ver a lo largo de la teología a
lo largo también de este estudio, para poder comunicarse y entrar en comunión, se
implica el reconocimiento de ese dabar, de esa Palabra de Dios, con la fe y con
una actitud muy concreta, que nace del mismo Dios que es amor.
Entonces resumiendo esta primera parte, el significado de la Palabra de Dios,
es la revelación, el darse a conocer como Dios, como Salvador, como Padre,
como Creador; para poder permitir que su designio de plenitud de la creación y
de la creación concreta del ser humano llegué a su cenit y a la vez se alcance la
salvación, que es la restauración de la comunión plena que se rompió en el
paraíso terrenal, con el pecado de Adán y Eva. Palabra de Dios significa
revelación de Dios.
Siguiendo adelante, sobre todo haciendo referencia a la centralidad de la Palabra
de Dios para nosotros, quisiera indicar dos cosas: una la Palabra de Dios ocupa
entonces — por lo que hemos visto anteriormente— un lugar central en la vida de
todo creyente, y a la vez junto con la Liturgia y sobre todo con la Eucaristía,
constituyen uno de los ejes de la vida de la Iglesia de los creyentes; la Eucaristía
y la Liturgia que van muy vinculadas también a ella, y la Palabra de Dios son los
dos ejes, sobre los cuales se mueve la vida de la Iglesia y de los creyentes,
porque permite que ese relacionamiento, el religare de la religión, en este caso
para nosotros, con otras connotaciones mucho más precisas, se traduzca en
comunión, en camino, en crecimiento y en vida de plenitud.
En el Concilio Vaticano II, hubo una Constitución, quizás una de las más bonitas,
pero quizás menos conocida, “Dei Verbum” que trata sobre la Palabra de Dios, y
en el número 6, vamos a leerlo dice lo siguiente:
“La novedad de la revelación bíblica consiste en que Dios se da a conocer el
diálogo que desea tener con nosotros. La Constitución dogmática Dei Verbum
había expresado esta realidad reconociendo que Dios invisible, movido de amor,
habla a los hombres como amigos, trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su
compañía”
Fíjense bien esto es una cita de la Carta del Papa Benedicto XVI, Verbum Domini,
que hace referencia a la Dei Verbum, que es la Constitución a la cual hacíamos
mención ahora.
Quisiera insistir leyendo este texto, en que se trata de algo nuevo, insólito en la
historia de la humanidad, “la revelación bíblica consiste en que Dios se da a
conocer” y abre un diálogo, un diálogo que implica comunión y es un diálogo con
los creyentes, pero también con los no creyentes, por qué Dios quiere revelarse,
darse a conocer incluso aquellos que no han conocido su misterio a través de
Jesucristo, y por eso en la de Dei Verbum, en la Constitución dice lo siguiente “es
una realidad concreta que reconocemos” ¿Cuál es la realidad? Que Dios invisible,
movido de amor, habla a los seres humanos, a los hombres y les habla como
amigos, como imagen y semejanza que son; pero a la vez aplicando aquello del
capítulo primero versículo 12 de San Juan, como hijos de Dios, que han podido
llegar a serlo, gracias a la acción de Jesucristo, el Dios revelador por excelencia,
que se hizo hombre, para hablarnos de Dios mismo, siendo él Dios y de su
misterio de salvación. Y por eso, en la Palabra de Dios como nos dice la Dei
Verbum “permite que la Palabra de Dios trate con los seres humanos, ¿para qué?
para invitarlos, convocarlos y recibirlos en su compañía y entrar en comunión”.
Volvemos a leer este texto bonito, el número 6 de la Verbum Domini de Benedicto
XVI, que cita un trocito de la Constitución dogmática Dei Verbum, citó
“La novedad de la revelación bíblica, consiste en que Dios se da a conocer en el
diálogo que desea tener con nosotros. La constitución dogmática Dei Verbum,
había expresado esta realidad, reconociendo que Dios invisible, movido de amor,
habla a los hombres como amigos, trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su
compañía”
Ahora bien, la Palabra de Dios no es simplemente una especie de comunicación
lanzada al vacío, no, la Palabra de Dios, la revelación de Dios, la mostración de
Dios, Dios que se da a conocer a través de sus diversas expresiones —como lo
veremos— pero de manera particular a través de Jesucristo, la Palabra hecha
carne, es para ser escuchada, atendida y puesta en práctica; estas tres ideas son
fundamentales: la Palabra de Dios no se lanza al vacío, sino es para ser
escuchada. No resulta igual que cuando uno de pronto pasa por algún sitio y están
hablando y uno no les presta atención.
La Palabra de Dios, la revelación de Dios, es para ser escuchada. Luego atendida,
atendida significa que se le presta atención, pero que se asimila y se pone en
práctica, posibilita el encuentro y el diálogo entre Dios y los hombres, estos
imagen y semejanza de Dios e hijos de Dios —como ya lo indicáramos hace un
momento— posibilita el encuentro y el diálogo entre Dios y los hombres, es decir
favorece la comunión y la comunión implica entonces dejarse llevar por la fuerza
de la Palabra de Dios que transforma, como lo dice muy bien en el evangelio de
San Juan, en el capítulo primero, si la Palabra es la que crea todas las cosas y la
Palabra es la que nos da a nosotros la posibilidad de ser hijos de Dios, es porque
es una Palabra que no es neutra o neutral, sino una palabra que tiene —como ya
lo indicamos— una intencionalidad, llevarnos a la plenitud y la plenitud está en el
encuentro definitivo con Dios, que ya podemos adelantar en la tierra, con la
comunión de vida, con el encuentro permanente con el Señor.
La Palabra de Dios es revelación del misterio de Dios.
¿Qué significa la palabra misterio? La palabra misterio significa no algo oculto,
tenebroso sino una realidad ciertamente oculta, que se va dando a conocer, se va
descubriendo y en la medida que se va dando a conocer y es descubierta, pues
produce un cambio, una transformación. Esta palabra misterio, era utilizada sobre
todo en los primeros siglos de la Iglesia para hacer referencia al sacramento; la
palabra misterio se traduce como sacramento; porque es manifestación de un
misterio oculto, de una realidad oculta, que transforma y la revelación es eso, es
dar a conocer el misterio de Dios, ¿para qué? para que al ser escuchada la
palabra, atendida y puesta en práctica —como lo indicáramos— nos dé una
transformación, una transformación de tal modo que podamos llegar a
compararnos con Jesucristo, como hombres nuevos, mujeres nuevas; lo cual se
hace de muchas maneras, esta Palabra de Dios llega a su culmen con la
Encarnación del Hijo de Dios, “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”
nos dice el capítulo primero versículo 14 de San Juan; pero en los primeros
versículos de la Carta a los Hebreos, se nos recuerda “de muchas maneras Dios
habló antes de llegar Jesucristo y con Jesucristo ha llegado a su culmen la
revelación, la Palabra de Dios que se da a conocer”.
Toda la revelación tiene a Cristo como centro y culmen, incluyendo la del Antiguo
Testamento, incluyendo las revelaciones que a lo mejor no están escritas, pero sí
vividas en la creación, porque todas las cosas fueron creadas por Cristo, por la
Palabra hecha carne. Toda la revelación tiene a Cristo como centro y culmen y el
culmen en la medida en que vamos caminando al encuentro con el Señor y
entramos en comunión con él, entramos en comunión con lo que él revela, el amor
del Padre y la fuerza del Espíritu Santo; y así es como hay que entenderla, incluso
en sus manifestaciones más sencillas, a veces nos cuesta esas manifestaciones
sencillas porque a veces no entendemos algún libro de la Biblia, o porque hay
términos que son difíciles, oscuros, o quizás necesitamos estudiar mucho más;
pero todo, todo, todo, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, como la
creación y las diversas manifestaciones históricas de Dios, tienen a Cristo como
centro y como culmen. Diría San Agustín “Cristo es todo y todo Cristo se
manifiesta para nosotros dando a conocer el misterio de Dios Padre”.
Hay diversas manifestaciones de esa Palabra, la creación es la más patente que
tenemos todos nosotros, incluso mirar la obra creadora nos lleva a reconocer que
Dios está allí presente, primero porque es el que la ha creado y segundo por qué
nos habla de su grandeza, de su belleza; pero también de cómo nosotros que
somos imagen y semejanza del Creador a su imagen y semejanza, participamos
de la creación para nuestro enriquecimiento y para entrar en comunión con él, una
de las finalidades de la Palabra de Dios.
También la historia, donde se hace presente Dios, de una manera especial en
Jesucristo, pero también en el Antiguo Testamento, vemos como Dios se hizo
presente, a través de Abraham, de Moisés, de los profetas, de algunos hechos
concretos: como la creación o la intervención de Dios con Noé, para prometerle
que no iba a haber otro diluvio, y sobre todo la alianza, de la cual hablaremos a su
debido momento. La historia, pues, habla de Dios, en la misma vida de los seres
humanos, creados a imagen y semejanza de Dios, por eso una de las cosas que
nosotros insistimos mucho en la Iglesia, es que precisamente, al contemplar al ser
humano, no solamente deducimos los derechos o la dignidad que tienen, sino que
lo deducimos porque son imagen y semejanza de Dios, imagen significa ícono, es
decir, representación de Dios, retrato de Dios, y al hablar de semejanza significa
de que el hombre tiene la capacidad de entrar en comunión con Dios, esa imagen
y esa semejanza se rompió con el pecado, se rompió la imagen y por eso el
hombre tuvo que ser restaurado, gracias a Jesucristo, se convirtió en algo más
que una imagen, en hijo de Dios y cómo nos enseña San Pablo, así como Cristo
es imagen del Dios invisible, nosotros a través del testimonio somos imagen del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y la semejanza que no es otra cosa sino la
comunión y la capacidad de entrar en diálogo, de entrar en comunión, es lo que
nos permite entonces poder dialogar, escuchar y ser escuchados por Dios.
También, junto a la historia, a la creación, la vida y creación de los seres
humanos, sobre todo en la persona de Cristo, que es el culmen de la revelación, y
¿por qué es el culmen?, porque Dios, como dice San Pablo en la Carta a los
Filipenses, “no dudo de rebajarse de su condición divina, para hacerse hombre y
darnos a conocer el misterio de la Redención, es decir la voluntad del designio
salvífico de Dios, pero dándonos a conocer la esencia de Dios” y como lo dice en
el evangelio de San Juan, allá en los discursos del adiós, San Juan recuerda
aquellas palabras de Jesús a Felipe que le dice “oye, muéstranos al Padre y Jesús
le dice «tanto tiempo estás conmigo y no has visto que yo soy el reflejo, el que me
ve a mí ve al Padre»” y por supuesto, sobre todo en los escritos bíblicos, podemos
encontrar gran parte de la Palabra de Dios, no toda la Palabra de Dios, no toda la
revelación de Dios, está consignada en los escritos, imposible ya San Juan lo
decía, que faltarían muchos y muchos libros o se llenarían muchas y muchas
bibliotecas, si se pusieran por escrito sólo las obras de Jesucristo, imagínense de
escribir todas las obras de Dios, desde el inicio, desde antes de la creación hasta
el encuentro definitivo con él, de lo cual nos habla también el Apocalipsis.
Y también en la Tradición de la Iglesia —que ya hablaremos— Tradición significa
todas aquellas enseñanzas, sobre todo en los tiempos de post-apostólicos, en los
primeros siglos de la Iglesia y que generalmente, están consignados en los libros
escritos de los Padres de la Iglesia, en los escritos de la teología, de la liturgia, y
que trasmiten o pusieron por escrito tradiciones orales, es decir expresiones que
no se conocían, porque no estaban escritas en la Biblia, pero que sí se iban
transmitiendo de generación en generación.
Por eso podemos nosotros perfectamente hablar de la importancia central de la
Palabra de Dios, que es para ser escuchada, atendida y puesta en práctica; y que
nos permite entonces no solamente entrar en diálogo, sino en comunión con él,
para conocer y ser conocidos también por Dios, aunque Dios todo lo sabe,
nosotros no tenemos que estar pensando qué le vamos a dar una noticia nueva,
pero Dios quiere que también nosotros, nos demos a conocer y todo eso se hace
a través del encuentro que nace de la Palabra de Dios.
Vamos a leer el número 2 de la Dei Verbum, que es la Constitución Apostólica del
Concilio Vaticano II, sobre la Revelación, sobre la Palabra de Dios, vamos a leerlo
y vamos a detenernos (en la diapositiva ustedes encuentran unas líneas que están
subrayadas, las he subrayado yo, sencillamente para enfatizar en algunos de los
elementos más resaltantes de este número 2 de la Dei Verbum) dice lo siguiente
“Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de
su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado,
tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza
divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres
como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la
comunicación consigo y recibirlos en su compañía. Este plan de la revelación se
realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las
obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la
doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte,
proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad
íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la
revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la
revelación”.
El número 2 de la Dei Verbum, vamos a reflexionar sobre ella.
Este número 2 de la Dei Verbum, tiene algunos elementos resaltantes que quisiera
compartir. Dispuso Dios en su sabiduría, es decir, Dios toma la iniciativa, no está
obligado, sino que en su sabiduría y la sabiduría no es otra cosa sino todo su ser,
todo su pensamiento —ciertamente— pero es toda esa capacidad inmensa,
creativa que tiene Dios. Dispuso él, voluntariamente y con su propia iniciativa,
revelarse, asimismo, es decir, darse a conocer y dar a conocer el misterio de su
voluntad, revelarse, ser Palabra, a través de hechos, de la creación, de la historia
—como ya lo mencionamos— de manera particular, como lo veremos, a través de
Jesucristo. Es decir, darse a conocer asimismo y el misterio de su voluntad, es
decir su designio de salvación, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo,
Cristo es el centro y el culmen de la Revelación, la Palabra Encarnada, tienen
acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina.
Aquí hay dos elementos importantísimos, a través de Jesucristo, mediador —
como lo veremos al final de esta cita del Dei Verbum número 2— Mediador entre
Dios y los hombres, todos nosotros, la humanidad de todos los tiempos, puede
llegar al Padre con la acción y la fuerza del Espíritu Santo, y se hacen consortes
de la naturaleza divina, es decir, participan de la naturaleza divina y por eso como
lo dice San Juan en el capítulo primero, versículo 12; nos ha dado la capacidad
de ser hijos de Dios, entonces la Palabra de Dios nos transforma de tal manera,
que podemos participar en comunión con él, ya dentro de su mismo ámbito, dentro
de la naturaleza divina, no somos dioses, como dirá el salmo 8, Dios no hizo casi
como Dios, pero no somos dioses, pero si nos ha introducido en su naturaleza,
en consecuencia, dice “por esta revelación el Dios invisible, hace posible el
hablar a los hombres como amigos” a través de diversas expresiones de la
historia, la creación —como ya lo vimos— movido por su gran amor y también
habita con ellos para invitarles a la comunicación consigo, la comunicación no es
solamente dar a conocer; comunicar implica abrir, abrirse; abrir la comunión y
abrirse a la comunión, de parte de él, pero también de parte del ser humano,
abrirse a la comunión consigo y recibirlo en su compañía, Dios abre su corazón,
abre su sabiduría, abre su ser para entrar en comunión, de tal manera de que
recibe al ser humano en su compañía, lo introduce en su ser divino, es decir, nos
hace consortes de la naturaleza divina.
Este plan de la revelación se realiza con hechos: la creación, la historia, con
palabras, a través de los mensajes que se dictan, a través de tantos mensajeros o
de aquello que se ponen por escrito en la Biblia y que están conexos entre sí, de
forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación, manifiestan
y confirman la doctrina y los hechos significados por esas palabras, por esos
hechos; las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio
contenido en ellas, por eso la importancia que la Iglesia le da ciertamente, a todo
aquello que se refiere a la investigación bíblica, investigar significa meterse dentro
de la palabra; la exégesis significa introducirse para que desde dentro de la
palabra, es decir dentro del Dios mismo que se revela, nosotros podamos no
solamente conocer mejor a Dios, sino conocer lo que él nos quiere decir.
Y al final del número 2 de la Dei Verbum, se nos dice algo que es muy importante
“pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana, se nos
manifiesta de una manera muy especial y definitiva a través de Cristo” se nos
manifiesta por la revelación en Cristo, Palabra de Dios hecha hombre, que es a un
tiempo mediador, por ser sacerdote, por ser puente entre Dios y la humanidad y lo
puede ser porque se hizo hombre, sin dejar de ser Dios, se hizo hombre para
llevar los hombres a Dios y no dejó de ser Dios, para llevar la divinidad a la
humanidad, qué es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación. ¿Por
qué es plenitud de toda la revelación? Porque él mismo con su persona, con su
historia, con su obra, sencillamente, nos da a conocer el misterio de Dios, primero
porque él es Dios y segundo porque está manifestando lo que Dios Padre quiere
que no es otra cosa, sino la Salvación, la plenitud de todo ser humano. Volvemos
a leer para terminar esta parte, este texto bonito de la Dei Verbum, y les invito a
que lo vayamos subrayando, interiorizando, o poniendo énfasis en lo que más nos
llama la atención, dice el número 2 de la Dei Verbum
“Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de
su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado,
tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza
divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres
como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la
comunicación consigo y recibirlos en su compañía. Este plan de la revelación se
realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las
obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la
doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte,
proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad
íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la
revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la
revelación”.

2. LA PALABRA REVELADA. DIVERSAS FORMAS DE REVELACIÓN.

Podemos ver ahora algunas dimensiones particulares de la revelación, de la


palabra revelada, diversas maneras de revelación. Vamos a basarnos en el
documento bonito Exhortación Apostólica Verbum Domini del Papa Benedicto XVI,
en el número 20 “La economía de la revelación (la palabra economía significa
sobre todo aquello que implique todo lo relativo a la salvación, es decir todo lo que
implique la acción de Dios en la humanidad para la salvación, y también la
revelación) La economía de la salvación tiene su comienzo y origen en Dios
Padre. Su Palabra «hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos» (Sal 33,6).
Es Él quien da «a conocer la gloria de Dios, reflejada en Cristo» (2 Co 4,6;
cf. Mt 16,17; Lc9,29).
Dios, fuente de la revelación, se manifiesta como Padre en el Hijo «Logos hecho
carne» (cf. Jn 1,14), que vino a cumplir la voluntad del que lo había enviado
(cf. Jn 4,34), y lleva a término la educación divina del hombre, animada ya
anteriormente por las palabras de los profetas y las maravillas realizadas tanto en
la creación como en la historia de su pueblo y de todos los hombres. La revelación
de Dios Padre culmina con la entrega por parte del Hijo del don del Paráclito
(cf. Jn 14,16), Espíritu del Padre y del Hijo, que nos guía «hasta la verdad plena»
(Jn16,13). Y así, todas las promesas de Dios se han convertido en Jesucristo en
un «sí» (cf. 2 Co 1,20). De este modo se abre para el hombre la posibilidad de
recorrer el camino que lo lleva hasta el Padre (cf. Jn 14,6), para que al final Dios
sea «todo para todos» (1 Co 15,28). Número 20 de la Verbum Domini, que es la
Exhortación Apostólica sobre la Palabra de Dios, que escribió el Papa Benedicto
XVI.
Fíjense que aquí el Papa nos está diciendo que son diversas las maneras de la
revelación, la creación de la cual ya hablamos, la creación del hombre, pero
también la historia, la historia de este pueblo de Dios, con las diversas
intervenciones divinas, la historia también de la humanidad, con diversas
expresiones de la intervención divina y también todos aquellos mensajes que
fueron, sobre todo en el Antiguo Testamento, preparando la venida, la llegada de
la Palabra que se hizo carne y por supuesto —como ya lo vimos anteriormente
— la plenitud, el centro de la de la revelación está en Jesucristo, que por otra
parte es la Palabra que se hizo carne, y se hizo de tal manera de que él, siendo
hombre, aun cuando eso es un misterio muy grande, a través de su persona, de
su naturaleza humana y de su persona divina, unida con su naturaleza también
divina, pues nos dio a conocer a Dios Padre, a Dios Espíritu Santo, nos dio a
conocer su obra a través de su entrega, de su palabra que revelaba o revela
todavía, por supuesto, el misterio del amor de Dios que todo lo puede.
Pero a la vez hay un dato bien interesante, que nos refiere el Papa Benedicto XVI,
la revelación de Dios Padre culmina con la entrega por parte del Hijo de Dios, es
decir de Jesucristo del don del Espíritu Santo. Cristo subió al cielo, pero nos dejó,
nos dio la fuerza del Espíritu Santo y se lo dio a la Iglesia, para que la Iglesia
entonces sea también testimonio vivo, página viva de esa Palabra de Dios y nos
concedió a nosotros con el bautismo, con la confirmación, con nuestra pertenencia
a la Iglesia, la capacidad como hijo de Dios que somos, de ser testigos, es decir
con la fuerza del Espíritu Santo, de transmitir la Palabra de Dios.
Fíjense lo interesante que es esto para tener en cuenta todo lo que vamos a ir
estudiando a lo largo de las próximas secciones sobre el Antiguo Testamento, el
Antiguo Testamento solamente lo podremos entender desde la perspectiva doble
de la revelación como Palabra de Dios, pero como Palabra de Dios que se cumple
en Jesucristo; incluso a veces uno puede pensar o porque le hacen esa pregunta,
caramba ¿Cómo es que ciertas cosas de la historia del pueblo de Israel, que a
veces no entendemos, que se revelaban contra Dios, que se peleaban, que
buscaban la venganza se cumplen en Jesucristo? Porque forma parte de la
historia de salvación que nunca prescindió de la forma humana, como ese pueblo
de Dios se iba acercando al mismo Dios creador, al mismo Dios que le había
prometido la salvación y le prometió que vendría el Salvador, el Mesías Redentor,
en la persona de Jesucristo y cómo después de que Jesús sube al cielo, no deja
solos a sus discípulos, sino que envía la fuerza de su Espíritu, del Espíritu del
Consolador, del Paráclito, del Espíritu Santo, para que tengan valentía,
entusiasmo de anunciar el evangelio, de edificar el Reino de Dios, proclamando la
palabra a tiempo y a destiempo, como la enseñara Pablo o le pedirá Pablo a
Timoteo, y que a ese tiempo y a destiempo se haga en todo lugar, hasta los
confines de la tierra, cómo nos pide el libro de los Hechos de los Apóstoles.
Es una revelación continua a través de la evangelización y a través del testimonio
de vida, la palabra revelada es una palabra de vida, que ha sido depositada en
nuestras manos, para seguir adelante en la construcción del Reino de Dios, en el
adelanto del Reino de Dios definitivo y sobre todo para que las generaciones —de
generación en generación— como dice el Magníficat, sientan la misericordia de
Dios y la sientan precisamente porque conocen a través del ministerio, del
servicio de la Iglesia y de los creyentes, la palabra revelada, es decir conocen a
Jesucristo, que es la Palabra de Dios hecha carne, que nos da a conocer el
designio amoroso y salvífico de Dios Padre, que nos ha dado la fuerza del Espíritu
Santo, el Espíritu del Padre y del Hijo qué nos guía hasta la verdad plena, pero
también ayudándonos a ser testigos, para que otros alcancen a través de nuestra
mediación pobre y pequeña, la verdad plena de Jesucristo, el Señor.
Continuamos nuestra exposición sobre la introducción a los estudios del Antiguo
Testamento y vamos a recordar lo que nos dice la Dei Verbum sobre la Tradición,
la tradición viene de entrega, aquello que se trasmite, transmisión y que puede ser
desde el punto de vista cultural o del punto de vista humano, una cosa que nos
enseña cómo vamos recibiendo de generación en generación, algunas ideas,
algunas costumbres, algunas acciones; podemos poner por ejemplo aquí en
Venezuela, como de generación en generación vamos transmitiendo algunas
cosas, como la receta por ejemplo de las hallacas, o de la forma de hacer la
arepa, o también manifestaciones religiosas, que son muy nuestras como el
Nazareno, o aquí en el Táchira la Virgen de la Consolación, el Santo Cristo;
pero la palabra Tradición con T mayúscula, forma parte del legado de la
Palabra de Dios, por qué es el conjunto de escritos, de ritos también en la
liturgia, y de acciones que se fueron transmitiendo sobre todo en la época
inmediata, sobre todo en el primero y segundo siglo, de la era cristiana, que
contenían ideas que no habían sido puestas en escritos bíblicos, pero que si
constituyen lo que se llama el contenido de la Palabra de Dios; el número 8 de la
Dei Verbum nos dice lo siguiente:
“Así, pues, la predicación apostólica, que está expuesta de un modo especial en
los libros inspirados, debía conservarse hasta el fin de los tiempos por una
sucesión continua. De ahí que los Apóstoles, comunicando lo que de ellos mismos
han recibido, amonestan a los fieles que conserven las tradiciones que han
aprendido o de palabra o por escrito, y que sigan combatiendo por la fe que se les
ha dado una vez para siempre. Ahora bien, lo que enseñaron los Apóstoles
encierra todo lo necesario para que el Pueblo de Dios viva santamente y aumente
su fe, y de esta forma la Iglesia, en su doctrina, en su vida y en su culto perpetúa y
transmite a todas las generaciones todo lo que ella es, todo lo que cree”.
Todo lo que ha recibido de los demás, antes del siglo II, y todo lo que nos enseñan
muchos de los Apóstoles, fíjense que incluso en la primera Carta a los Corintios,
en el capítulo 10, capítulo 12, San Pablo nos habla de la Tradición que él ha
recibido, no es una Tradición que tiene solamente algunos elementos escritos
como son las palabras de la Consagración, sino el hecho de la celebración de la
fracción del pan que genera comunión, por tanto no es solamente enseñanzas
sino también culto o acciones que reflejan la fuerza de esta palabra, que desde el
día de la Ascensión, se ha trasmitido por la evangelización.
Seguimos leyendo el número 8 de Dei Verbum
“Esta Tradición, que deriva de los Apóstoles, progresa en la Iglesia con la
asistencia del Espíritu Santo: puesto que va creciendo en la comprensión de las
cosas y de las palabras transmitidas, ya por la contemplación y el estudio de los
creyentes, que las meditan en su corazón y, ya por la percepción íntima que
experimentan de las cosas espirituales, ya por el anuncio de aquellos que con la
sucesión del episcopado recibieron el carisma cierto de la verdad. Es decir, la
Iglesia, en el decurso de los siglos, tiende constantemente a la plenitud de la
verdad divina, hasta que en ella se cumplan las palabras de Dios”.
Tradición que deriva de los apóstoles y que se va trasmitiendo, por eso
cuando nosotros estudiamos la Teología, decimos que tenemos que acudir a las
fuentes de esa teología como es la Palabra de Dios, ciertamente escrita, pero la
Palabra de Dios transmitida en la Tradición y en la Liturgia y que la conseguimos
sobre todo en los Padres de la Iglesia que luego, ambas la Tradición que incluye
los escritos, las reflexiones y también todo lo referente a la liturgia, junto con la
Palabra de Dios, provocan dos cosas importantes: el Magisterio de la Iglesia, es
decir, la enseñanza de la Iglesia a través de los obispos, a través de del Papa, a
través de los Concilios, a través de diversas manifestaciones, que todos
conocemos y allí entonces surge la Teología, la Teología que estudia y profundiza
la Palabra de Dios.
“Las enseñanzas de los Santos Padres —nos dice la número 8 de la Dei Verbum
— testifican la presencia viva de esta tradición, cuyos tesoros se comunican a la
práctica y a la vida de la Iglesia creyente y orante. Por esta Tradición conoce la
Iglesia el Canon íntegro de los libros sagrados, y la misma Sagrada Escritura se
va conociendo en ella más a fondo y se hace incesantemente operativa, y de esta
forma, Dios, que habló en otro tiempo, habla sin intermisión con la Esposa de su
amado Hijo; y el Espíritu Santo, por quien la voz del Evangelio resuena viva en la
Iglesia, y por ella en el mundo, va induciendo a los creyentes en la verdad entera,
y hace que la palabra de Cristo habite en ellos abundantemente (cf. Col., 3,16).”
Esto nos lo recuerda San Pablo en la Carta a los Colosenses, capítulo 3 versículo
16. Entonces de este número 8 de la Dei Verbum, deducimos que la Tradición es
el conjunto de tradiciones, celebraciones, de cultos y de algunos otros hechos que
han sido transmitidos, para profundizar en el contenido de la Palabra de Dios y
que nos permiten luego tomar una serie de decisiones, como el caso de algunos
Concilios, o también orientar al pueblo de Dios, como es el caso del Magisterio del
Papa y de los Obispos o sencillamente profundizarla en la Teología; por eso la
Teología tiene como fuentes la Palabra de Dios, la tradición viva y la Liturgia, no
entendida como rito solamente sino con ritos que tienen un contenido que muchas
veces aparecen en lo que solemos llamar los sacramentarios.
Si nosotros tenemos en cuenta esto vamos a descubrir qué aquí hay un elemento
que nos diferencia de algunas denominaciones religiosas que se consideran
también cristianas, que no aceptan la Tradición, ellos piensan que sólo la Escritura
basta y sólo la Escritura es la que contiene la Palabra de Dios, ciertamente que la
Palabra de Dios está completamente presente en la Escritura, pero también —
como ya lo hemos indicado— del número 8 de la Dei Verbum, también la Iglesia
acepta, proclama y recibe como legado de la revelación, todo aquello que tiene
que ver con la Tradición, —que como ya lo indicamos hace un momento—
significa transmisión, entrega de generación en generación.

3. LA PALABRA DE DIOS ESCRITA: LA BIBLIA, LA INSPIRACIÓN.

En el número 11 de la Dei Verbum, se nos habla ya más detenidamente, de la


Sagrada Escritura. Sagrada Escritura es el conjunto —valga la redundancia—
escritos sea en forma de libros de historia, de profecías, de poesías, de oraciones
como los Salmos, de evangelios, de cartas y de apocalipsis que encontramos en
la Biblia. Entonces, parte de esa revelación fue puesta por escrito, —como ya lo
indicamos también— con lenguaje humano, que encierra la Palabra de Dios, la
palabra inmensa, eterna de Dios, se encierra en palabras humanas. Del número
11 de la Dei Verbum escuchamos lo siguiente:
“Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sagrada
Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo”
El autor sagrado fue guiado por el Espíritu Santo, no veamos esta guiatura del
Espíritu Santo con un sentido fundamentalista, literal, el Espíritu Santo no fue que
agarró la mano de los autores sagrados, sino que les orientó, les dio el ambiente,
les dio la información, les dio la gracia para poner por escrito, lo que había que
consignar, con su cultura, con su estilo y por eso es importante destacar que el
Espíritu Santo respeta la libertad de aquellos que escribieron la Sagrada Escritura.
Según el número 11, de la Dei Verbum
“La santa Madre Iglesia, según la fe apostólica, tiene por santos y canónicos los
libros enteros del Antiguo y Nuevo Testamento con todas sus partes, porque,
escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y como
tales se le han entregado a la misma Iglesia”.
Fíjense tiene por santos y canónicos, santos significa que reconocen que son
Palabra de Dios y canónicos, significan que están en el Canon, en el
reconocimiento oficial de la Iglesia, ya desde los primeros siglos, como los
conocemos muy bien. Tienen a Dios como autor y como tales se le han entregado
a la misma Iglesia. “Pero en la redacción de los libros sagrados, —sigue la Dei
Verbum, Número 11— Dios eligió a hombres, que utilizó usando de sus propias
facultades y medios, de forma que obrando Él en ellos y por ellos, escribieron,
como verdaderos autores, todo y sólo lo que Él quería”. Por eso vemos las
dificultades que deben sortear también los exégetas, los estudiosos, y que nos
permiten ver como un libro puede tener elementos históricos, que algunos pueden
cuestionar, porque no tienen la precisión de estos tiempos modernos, pero no se
olviden que, en aquella época, todo se trasmitía de forma oral, no había los
recursos que hoy hay, pero se trasmitía, lo importante era que esa historia estaba
dentro del marco de la historia de la salvación.
También vemos como hay estilos poéticos, diversos, los Salmos, los libros de la
sabiduría, Proverbios, el Eclesiástico, el Eclesiastés, el libro de la Sabiduría,
también los profetas que tiene cada uno su estilo, también responden —como lo
vamos a ver a su debido momento— a las circunstancias propias que estaba
viviendo el pueblo. Y luego en el Nuevo Testamento, los evangelios, los Hechos
de los Apóstoles, las cartas y el Apocalipsis. Seguimos en el número 11 de la Dei
Verbum
“Pues, como todo lo que los autores inspirados o hagiógrafos (hagiógrafo significa
autor sagrado) afirman, debe tenerse como afirmado por el Espíritu Santo, hay
que confesar que los libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin
error, la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra
salvación”
Esto es importante tenerlo en cuenta, porque muchas veces en programas de
radio, de televisión, sobre todo en algunos programas de televisión que dicen ser
científicos, y terminan siendo seudocientíficos, hablan de errores de la Biblia, y no
son errores, sino son interpretaciones, sobre todo en el campo histórico, en el
campo geográfico, en el campo dijéramos en la trasmisión de una época a otra,
pues puede haber alguna cierta debilidad, porque no se tenían en aquella época
los recursos que hoy tenemos; pero lo que quiere trasmitirse, aún en medio de
esos posibles “más que errores e imperfecciones” es la verdad, la verdad
revelada, la verdad que Dios quiso consignar en las Sagradas Escrituras, en
las sagradas letras para nuestra salvación. Allí está la finalidad de la
revelación, la salvación, la salvación de la humanidad.
En esto, cuando los estudiosos de la Escritura, sobre todo del Antiguo
Testamento, hacen sus interpretaciones, muchas veces se valen de algunas
ciencias que apoyan la investigación, como es la arqueología, la geografía, los
estudios de otros libros también sagrados o santos de otras denominaciones, o lo
que llamamos libros apócrifos, porque aportan datos interesantes para entender,
por ejemplo la situación histórica, localizaciones de sitios que han desaparecido,
etc., pero lo que importa es lo que hemos leído y lo vamos a volver a leer del
número 11 de la Dei Verbum “La verdad que Dios quiso consignar en las
sagradas letras para nuestra salvación” Así pues —dice el número 11—
“toda la Escritura es divinamente inspirada y útil para enseñar, para argüir, para
corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y
equipado para toda obra buena” (2 Tim., 3,16-17).
Hemos visto con esto, que la parte de esa revelación, a través de la inspiración del
Espíritu Santo, fue puesta por escrito, ciertamente con lenguaje humano, y ahí
está el trabajo de los estudiosos, de los exégetas, de los comentaristas y también
el nuestro, al final de este curso vamos a tener unos ejercicios, Dios mediante
para ver cómo podemos descubrir en el lenguaje humano, lo que quieren encerrar
la Palabra de Dios. Les recomiendo que, en cualquier momento, revisen este
número 11 de la Dei Verbum, para recordar que la Sagrada Escritura, contiene
todo lo que Dios ha querido decirnos y a esto se une lo que veíamos
anteriormente, con lo que se llama la Tradición. La Sagrada Escritura, la Tradición
con las enseñanzas que se recogen con los padres de la Iglesia y con toda la
teología litúrgica, que se ve en los sacramentarios, nos permiten entonces tener
una visión amplia de lo que Dios quiere de todos nosotros, que conociendo la
verdad alcancemos la salvación.
LA INSPIRACIÓN
Seguimos hablando de la Sagrada Escritura, ya hemos mencionado en varios
momentos el tema de la inspiración. La inspiración es la acción del Espíritu Santo
en los autores sagrados, el Espíritu es el que guía, el que ilumina. La primera cosa
que hay que tener en cuenta es que la inspiración no es una cosa mecánica, no es
que el Espíritu Santo haya agarrado de la mano, “usted tiene que escribir esto
porque es lo que hay que escribir”, no, el Espíritu Santo se vale de muchas
maneras, de muchos modos, para inspirar, puede ser por una inspiración de
contemplación, cómo puedes ser como es el caso por ejemplo de los evangelios,
que el autor sagrado va reuniendo, las diversas tradiciones, algunas de ellas
incluso puesta por escrito, que lo que se suele llamar las logias o el de trasmitidas
en las predicaciones de los Apóstoles, para luego con su estilo propio cada uno de
los evangelistas, como también de los profetas, transmitir lo que el Espíritu Santo
quiere que se transmita, la inspiración es pues acción del Espíritu Santo,
respetando la libertad del autor y por eso respeta su estilo, si fuera el Espíritu
Santo el que hubiera agarrado la mano de todos y cada uno de los escritores
sagrados, pues sencillamente tendría el mismo estilo, los mismos vocabularios, las
mismas organizaciones de todos los textos; por eso se respeta la libertad del
autor, su estilo, sus condiciones, su cultura y muchas veces, —como bien lo
veremos también a su debido momento en el correr de este curso— muchas
veces, más que un autor, es un conjunto de autores, propios, unidos en una
escuela, como es el caso por ejemplo de la carta a los Hebreos, que posiblemente
haya sido de varios discípulos, o de un discípulo que recogió también la
enseñanza de otros condiscípulos y de Pablo; como es el caso también de las tres
cartas y el evangelio de San Juan, que bajo inspiración del Espíritu Santo y desde
el Espíritu Santo con San Juan, se hizo conocer a través de las expresiones
propias de la comunidad eclesial joanica, o de San Juan.
También el Espíritu Santo, en esta acción de inspiración, respeta los aspectos
culturales e históricos.
No es lo mismo escribir en la época de Amós, que es el primer libro de la
Escritura, hacia el siglo VII antes de Cristo, que en el siglo primero después de
Cristo; no es lo mismo escribir los libros sapienciales en un momento determinado,
que los libros históricos, que responden también a circunstancias culturales e
históricas; esto no le quita para nada la importancia, la centralidad y la fuerza de la
paz de la Sagrada Escritura como Palabra de Dios. La Palabra de Dios, se
expresa con palabras humanas; ese es el trabajo que tenemos nosotros como
exégetas, como investigadores, como contemplativos también de la Palabra,
descubrir lo que esas palabras humanas, nos van trasmitiendo.
Veíamos al inicio de este curso, como por ejemplo el concepto dabar Palabra, es
traducido en griego por logos, en latín por Verbum, porque no había formas quizás
en aquella época de traducirlo para transparentar el sentido de lo que conlleva el
término dabar, eso es el trabajo de un exégeta, y esto nos vuelve a indicar que la
Palabra de Dios se expresa con palabras humanas, gracias —ciertamente— a la
obra del Espíritu Santo, no es que la Sagrada Escritura haya llegado del cielo,
búsquela en determinado sitio o haya llegado como algunos pretenden traída por
extraterrestre; algunas denominaciones religiosas no cristianas, incluso dicen que
en su libro sagrado (que incluso consideran más sagrado que en la Biblia) pues lo
encontró el autor o el iniciador de su corriente religiosa, en determinado sitio en
unos papiros de cobre, eso no funciona, ni es así como se realiza la inspiración de
la Palabra de Dios, en palabras humanas en nuestra Biblia.
La misión del Hijo y del Espíritu Santo son inseparables y constituyen una única
economía de la salvación, es decir un mismo misterio de salvación, el mismo
Espíritu que actúa en la Encarnación del Verbo, de la Palabra, del Logos —según
las traducciones que tengamos— en el seno de la Virgen Maria, es el mismo que
guía a Jesús, a lo largo de toda su misión, y que será prometido a los discípulos,
el mismo Espíritu que habló por los profetas, sostiene e inspira a la Iglesia en la
tarea de anunciar la Palabra de Dios y en la predicación de los Apóstoles, es el
mismo Espíritu finalmente, quien inspira a los autores de las Sagradas Escrituras,
esto lo vemos en el Verbum Domini número 15 escrito por el Papa Benedicto XVI,
fíjense que con palabras sencillas nos está indicando el sentido de esa inspiración.
Es una inspiración guiada por el Espíritu Santo, que incluso a la Palabra que se
hizo carne, lo acompañó para poner en práctica lo que el profeta había anunciado
y que el Hijo de Dios en la sinagoga de Nazaret, como lo recuerda el capítulo 4 de
San Lucas, se auto arrogó “El Espíritu del Señor está sobre mí, me ha enviado
para anunciar el evangelio y dar la salvación, etcétera,… y todo esto se cumple
hoy”. Bueno es el Espíritu Santo el que guía también, en compañía de comunión,
lo que el Padre quiere del Hijo qué es el anuncio vivo como Palabra Encarnada de
la Salvación.
El Espíritu Santo, por otra parte, inspira a la Iglesia y a los creyentes para
aceptar y escuchar la Palabra, no podemos pensar que la inspiración se acabó,
no; se acabó en cuanto que ya se cerró el canon de las Escrituras, pero la
inspiración sigue, ya desde otra perspectiva porque el Espíritu Santo le da a la
Iglesia y a todos los creyentes y a los hombres de buena voluntad que
también interpretan rectamente la Sagrada Escritura, la capacidad para
aceptar y escuchar esa palabra de salvación.
En el número 16 de Verbum Domini leemos lo siguiente, para hacer referencia a la
acción del Espíritu Santo,
“Conscientes de este horizonte pneumatológico, (explico la penumatológico
significa todo aquello que tiene que ver con el Espíritu Santo, viene de pneuma =
espíritu) los Padres sinodales han querido señalar la importancia de la acción del
Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y en el corazón de los creyentes en su
relación con la Sagrada Escritura”
Fíjense bien, la Iglesia quiere señalar la importancia también del Espíritu Santo
que a lo largo de la vida de la Iglesia y en el corazón de los creyentes permite no
solamente aceptar que la Biblia, la Sagrada Escritura, es Palabra de Dios, también
la Tradición, sino que le da la capacidad para entender como fue escrita la Palabra
de Dios, cuento con la ayuda de comentaristas, de investigadores, de científicos,
etc.,.
Seguimos en el número 16 de la Verbum Domini “Sin la acción eficaz del
«Espíritu de la Verdad» (Jn14,16) no se pueden comprender las palabras del
Señor”. Ese es el Espíritu de la Verdad, recordemos que verdad significa
bíblicamente la Revelación, lo que se trasmite de parte de Dios.
No se pueden comprender las palabras del Señor si no se tiene en cuenta la
acción eficaz del Espíritu de la Verdad.
“Como recuerda san Ireneo: «Los que no participan del Espíritu no obtienen del
pecho de su madre (la Iglesia) el nutrimento de la vida, no reciben nada de la
fuente más pura que brota del cuerpo de Cristo». Puesto que la Palabra de Dios
llega a nosotros en el cuerpo de Cristo, en el cuerpo eucarístico y en el cuerpo de
las Escrituras, mediante la acción del Espíritu Santo, sólo puede ser acogida y
comprendida verdaderamente gracias al mismo Espíritu”.
Así lo dice el Papa Benedicto XVI.
Quisiera subrayar una idea muy bonita que él manejó a lo largo de su vida de
profesor y también como de Santo Padre, el Papa, fíjense que él habla que la
Palabra de Dios llega a nosotros en el cuerpo de Cristo, que se encarnó y luego
permanece para nosotros en el Cuerpo Eucarístico y en el Cuerpo de las
Escrituras, esto va a llevar a hablar de la sacramentalidad también de la Palabra
de Dios. Todo esto nos permite entonces reforzar esa idea que ya vimos
anteriormente, que es que el Espíritu Santo sigue guiando a la Iglesia para que
conozca la Palabra de Dios, no solamente la conozca, sino que la interprete, y no
solamente que la conozca y la interprete y la ponga a funcionar en sus obras, en
su acción en su evangelización, sino que sea capaz de nutrirse como alimento de
vida eterna.
Hace un momento hacíamos referencia de la sacramentalidad de la Palabra de
Dios, Sacramento es aquel signo sensible de la gracia, que nos permite no
solamente disfrutar de la palabra, de sus efectos, de la gracia de Dios, sino que
nos conduce a la Salvación, esto es fundamental y por eso la Palabra de Dios
tiene esa dimensión de Sacramento, no al estilo de los siete sacramentos,
ciertamente, pero sí con la fuerza de la sacramentalidad propia de la Iglesia, Cristo
es el Sacramento del Padre porque nos da a conocer el misterio de Dios con su
revelación, como palabra encarnada y este conocimiento muy bien sabemos, por
la Escritura es sencillamente, fuente de salvación.
“Un concepto clave para comprender el texto sagrado, como Palabra de
Dios, en palabras humanas, es ciertamente el de inspiración”. Nos vamos a
referir con esto al número 19 de Verbum Domini que es la Carta, la Exhortación
Apostólica post-sinodal de Benedicto XVI, sobre la Palabra de Dios.
Volvemos a decir, un concepto clave para comprender la Escritura el texto
sagrado, es reconocer que en esas palabras humanas ha habido inspiración.
“También aquí podemos sugerir —nos dice el Papa— una analogía: así como el
Verbo de Dios se hizo carne por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen
Maria, así también la Sagrada Escritura nace del seno de la Iglesia por obra del
Espíritu Santo. La Sagrada Escritura es la Palabra de Dios, en cuanto escrita por
inspiración del Espíritu Santo”—nos lo recuerda el Papa— “De este modo, se
reconoce toda la importancia del autor humano, ——llamado autor sagrado o
hagiógrafo— que ha escrito los textos inspirados y al mismo tiempo a Dios como
el verdadero autor”.
Trabajan en comunión, trabajan mancomunadamente y aunque la palabra humana
del autor sagrado sea débil, sea limitada, sea escrita incluso a veces con posibles
imprecisiones, contiene lo más grande, que es la Palabra de Dios; cuando digo
que con ciertas imprecisiones, en porque tenemos que recordar que la Palabra de
Dios fue escrita en un tiempo donde no había los recursos que hoy tenemos y
para nosotros pueden ser imprecisiones y sin embargo, para ellos no es
imprecisión y por otra parte hay que ver también un elemento, vamos a poner un
ejemplo para que ustedes lo vean claramente, muchas veces nosotros queremos
hacer una interpretación fundamentalista de textos, que tienen un contenido
teológico mucho mayor.
Voy a poner el primer ejemplo, un ejemplo que a lo largo de nuestro curso pues
irán surgiendo, fíjense ¿Qué fue lo primero que creo Dios en el libro del Génesis?
La luz, y cuatro o cinco días después, habla de que creó en el cielo las estrellas, el
sol, las luminarias para iluminar a la humanidad; entonces ¿ahí hay un elemento
contradictorio? No, porque la luz de la cual habla que el autor sagrado, es la luz de
la vida; del caos, de la oscuridad plena, de la nada, surge la creación y surge
como luz, un concepto que luego en la Sagrada Escritura, se va a desarrollar,
porque implicará la verdad de Dios y la salvación. Si nosotros acudimos, como
muchas veces se acude, pensando que éste es un libro científico, vamos a decir
que no es un libro científico, aunque contenga algunos elementos que puedan ser
de carácter científico, pero en este caso fíjense que la palabra humana va por un
lado de lo que puede ser la interpretación fundamentalista, rigorista, literal del
texto de la Escritura.
El Espíritu Santo nos ha dado sus dones, con los cuales podemos escuchar lo que
él inspiró a los autores sagrados, dones para interpretar, como es el caso de los
tres dones del entendimiento, de la sabiduría y de la ciencia; dones para ponerlos
en práctica a través de nuestra conducta, como es el caso del consejo y de la
fortaleza y dones que nos permiten orientar no solamente nuestra vida, sino hacer
que entonces que esta vida esté centrada en Dios que se revela de manera
especial en la Palabra de Dios, que son el don de la piedad y el don del temor de
Dios. Así pues, por el Espíritu Santo, nosotros reconocemos la importancia del
autor humano que ha escrito, sus diversos escritos —valga la redundancia— que
ha escrito sus expresiones de libros, de poesías, etcétera, con la inspiración del
Espíritu Santo.
¿Cómo llega esa inspiración? Bueno, es un don, una gracia, que no es medible,
que no es cuantificable, pero que ciertamente existe. El Espíritu Santo nos ha
dado pues sus dones, —ya lo hemos dicho— con los cuales podemos escuchar lo
que él inspiró a los autores sagrados. Fíjense bien, el Espíritu Santo que inspira a
los escritores, a los autores sagrados, también nos da a nosotros la capacidad
para entender. Para comprender o para dejarnos guiar por la fuerza, por el
dinamismo interno, que él mismo ha creado en y con los autores sagrados; por
analogía entonces podríamos decir, que si leemos, cómo debemos hacerlo con fe
y atención a la inspiración del Espíritu Santo, lo que fue escrito, eso que fue
escrito, nos permite convertirnos en lectores sagrados. Esto hay que tenerlo en
cuenta, somos lectores sagrados, de libros escritos por autores
sagrados, lectores sagrados significa que nos dejamos llevar por la fuerza del
Espíritu Santo, que nos dejamos llevar por la fuerza de la revelación, que nos
dejamos llevar por esa Palabra de Vida Eterna.
La Sagrada Escritura, libros escritos con términos humanos, con la fuerza
del lenguaje humano, pero con la fuerza mayor del Espíritu Santo que inspira
para que se puedan conocer en esos escritos, la verdad que Dios quiere
transmitirnos y que en el fondo, por esa dimensión sacramental de la
Palabra de Dios nos produce un efecto concreto, la Salvación, como lo diría
también Jesús en el evangelio, es Palabra de Vida Eterna.
4. LOS LIBROS DE LA BIBLIA.

La Sagrada Escritura se encuentra en la Biblia, esa escritura la Biblia, es el


conjunto de libros inspirados, que nos transmiten la palabra revelada y
reveladora de Dios; hay que unir estos dos términos, es palabra revelada por qué
ha sido consignada, pero es reveladora porque revela —valga la redundancia— es
por eso que hablamos palabra revelada y reveladora de Dios. Y como bien lo
sabemos, está dividida en dos partes, el Antiguo y Nuevo
Testamento. Testamento aquí es concebido como en dos sentidos, como la
herencia que se nos da, pero como una herencia que tiene que ver con la alianza.
En el Antiguo Testamento se nos presenta todo lo referente a la primera
alianza, que luego vamos a estudiar a su debido momento, con el que el sentido
de alianza, que es pacto, que es alianza, que es unión, que es comunión entre
Dios y su pueblo y por eso todo lo que transmite antes de la llegada de Jesucristo,
se considera el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento que es todo lo que
se escribe después de la Encarnación de Jesús, para transmitir su mensaje,
su persona, su verdad reveladora. El centro y culmen de la Sagrada Escritura
es Cristo. En él se cumplen todas las Escrituras, las del Antiguo y del Nuevo
Testamento, Él es el que le da sentido a todo, aun aquellas cosas que
aparentemente pueden ser sencillas e informaciones de carácter histórico o
geográfico, todo apunta a Cristo, que luego se hizo hombre y como hombre,
Palabra Encarnada, nos dio a conocer todo lo referente a la voluntad de Dios y
cómo nos enseña el evangelio de San Juan, en los discursos del adiós, el que ve
a Jesús, ve al Padre; el que ve su persona, sus dichos, los comparte, los acepta,
los asume, los contempla; pues está contemplando el misterio de Dios, que no es
otra cosa sino aquello para lo cual vino Jesús, pero el misterio de Dios, también
presentado como voluntad, como designio de salvación. Por eso, Cristo es el
centro y culmen de toda la Escritura, porque es el que viene a cumplir todas
las promesas, toda la historia de la salvación iniciada en el Antiguo
Testamento, todo lo que se prometió con la llegada de un Mesías, que iba a
derrotar al demonio y a la vez iba a recuperar la imagen y semejanza que se había
roto con el pecado original.
Esta Sagrada Escritura, con los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, decimos
que está encerrada en lo que se llama el Canon de la Iglesia. El Canon de la
Iglesia, ya es una decisión posterior —ciertamente— motivada, dirigida, guiada por
el Espíritu Santo, para determinar cuáles son los libros que verdaderamente se
componen o que componen la Sagrada Escritura. Algunas denominaciones
protestantes no aceptan todos los libros, por qué consideran que algunos no son
completamente de la Palabra de Dios y por eso en las biblias, muchas veces,
sobre todo las biblias que han sido traducidas por equipos ecuménicos, se hablan
de los libros canónicos y deuterocanónicos, deuteros que significa en un
segundo momento, deuterocanónicos, es decir, reconocidos posteriormente
como canónicos.
La actitud con la que hay que acudir a la Biblia, la Palabra de Dios, pues es una
actitud dijéramos triple: De fe, porque vamos a encontrar Palabra viva de Dios, no
podemos acudir a la Biblia como si se tratara de un libro histórico, un libro religioso
más, como algunos pretenden y por eso muchas veces cuando hay algunas
interpretaciones, vamos a llamarlas así “haladas de los cabellos” como décimo en
el lenguaje popular, es porque no hay fe o porque no se ve la Biblia como Palabra
de Dios, que la fe que me lleva también a poner en práctica pues esa palabra,
palabra de vida eterna.
Por otra parte, hay que leerla con la actitud de Dios y la actitud de Dios está
definida en el capítulo 4 versículo 8 de la primera Carta de San Juan DIOS ES
AMOR. La Sagrada Escritura transmite el amor de Dios a la humanidad, tan
grande y tan extremo, que envió a su Hijo, como nos lo dice el capítulo 3 de
San Juan, para dar la salvación a la humanidad, el amor, es decir hay que
verla con amor.
Una tercera actitud, que tiene mucho que ver con la esperanza, es ver el porqué
y el para qué de la Palabra de Dios. ¿El por qué? Dios que quiere revelarnos
¿Para qué? Para dar la salvación; por tanto con una actitud de esperanza, pero
una actitud de esperanza no demasiado inmanente, “vamos a aguardar a ver si
llega otra vez alguien que nos dé la salvación”, no ya la salvación se realizó y
Jesús vendrá al final de los tiempos, como nos dice la Palabra de Dios, pero
vendrá al final de los tiempos sencillamente para cumplir, para darle plenitud a
esto que ha sido anunciado en la Palabra de Dios y por eso la mejor actitud, para
leer la Palabra de Dios, cuando la estudiamos, cuando preparamos alguna
charla, o una catequesis, cuando preparamos una homilía, o cuando la
utilizamos para la lectio divina, es la actitud de la contemplación, para
descubrir en esas palabras humanas, que a lo mejor en un texto determinado que
estamos estudiando, que estamos orando, que estamos reflexionando nos pueda
introducir en el ámbito de la vida eterna, de la inspiración que Dios nos da; por eso
contemplar en el fondo es convertirse en lector sagrado, como veíamos hace un
momento.
Con esto terminamos esta parte introductoria de este curso, que implica tener
bien en cuenta todo esto, para descubrir en todos los escritos del Antiguo
Testamento, el anuncio de la llegada de la Salvación, en quien desde luego
se hizo Palabra Encarnada, que es Jesucristo. Por eso les invito, que de ahora
en adelante, teniendo en cuenta estas y otras ideas que podamos profundizar en
nuestros estudios personales, y que con el enriquecimiento de lo que cada uno de
los facilitadores va a dar, veamos el Antiguo Testamento, no como un libro de
historia antigua, sino un libro que contiene elementos de historia antigua,
pero en el marco de la historia de la salvación, es decir, que apuntan a la
salvación de todos los seres humanos.
Por otra parte, que lo veamos con actitud de contemplación para
enriquecernos y así también fortalecer nuestra tarea evangelizadora, nuestra
actitud de testimonio, para que otros a través de nosotros también puedan
llegar al conocimiento de Dios, con la palabra de Salvación.

INTRODUCCIÓN AL MÓDULO II
Un saludo a todos aquellos que participan de este gran curso de formación, sobre
el Antiguo Testamento. Quien les habla es el Padre Robert Hernández, de la
Diócesis de San Cristóbal, pero hace ya bastantes años, trabajando en Roma, en
la Congregación para la Educación Católica.
A mí me corresponde iniciar con ustedes en sí, el tema del Antiguo Testamento,
ya Monseñor Moronta y otros, hicieron las introducciones respectivas, de modo
que lo que iniciamos de aquí en este momento ya tendrán ciertamente como base,
todos esos conceptos que Monseñor Moronta y otros les han dado; es importante
que los mantengan estos conceptos y los recuerden, porque nos va a ayudar a
avanzar más rápidamente, en primer lugar y segundo avanzar con seguridad;
recuerden que el estudio de la Biblia, el estudio de la Teología, el estudio de todo
aquello que tiene que ver con la doctrina católica, tiene necesariamente que pasar
también por la razón, es decir, tratar yo de tener conceptos claros, antes de
enfrentar un tema, trata de recordar aquello que se me ha dicho, de modo que la
misma razón me ayuda y comprendiendo cada vez más; así se amplía la razón, si
yo pretendo entender un tema sin ninguna base de ningún concepto, puedo caer
en muchísimas tentaciones, tentaciones que sabemos por ejemplo, tienen
nuestros hermanos separados, de leer muchas veces o interpretar la Biblia o la
misma Teología, muy mal, porque no tienen bases teóricas, así que les aconsejo
sí que tengan en cuenta aquello que ha dicho nuestro Obispo, y aquello que han
dicho los demás, para iniciar el tema del Antiguo Testamento. Un tema muy
interesante, de verdad que estoy muy contento, porque es un libro que amo
muchísimo, y ya poco a poco les iré haciendo saber el por qué. Creo que es
necesario rescatarlo, que necesario que lo volvamos a vivir, que es necesario que
lo veamos en su contexto, para entender la Palabra de Dios, cada vez más, así
que, con este primer saludo, primera diapositiva, les saludo de nuevo a todos y
espero que tengan la disposición máxima, para caminar conmigo, en este estudio
inicial del Antiguo Testamento.

¿QUÉ SIGNIFICA EL ANTIGUO TESTAMENTO?


Comencemos entonces con la gran pregunta ¿Qué es el Antiguo Testamento?
Fácilmente podríamos decir es un libro, o es una parte de la Biblia, sin embargo,
como dijimos vamos a profundizar, quiero que hagamos tres consideraciones
preliminares, es decir, vamos a ver de dónde viene el nombre, un poco el uso del
Antiguo Testamento y yo he titulado “el abuso” quiere decir, aquello que va en
contra de lo que es el Antiguo Testamento, entonces poco a poco en las láminas
siguientes, iré explicando más o menos estos tres conceptos, para entender que
es el Antiguo Testamento.
En primer lugar, el nombre, así de una vez iniciamos tratando de entender quién
inventó este nombre, por qué no fue qué sé yo, hace doscientos años, algún
Padre de la Iglesia o algún Papa se le ocurrió decir “llamemos a esta parte de la
Biblia Antiguo Testamento” no, eso tiene una base, inclusive bíblica, ciertamente
que de ahí, tanto los Padres de la Iglesia, como la Tradición, como el Magisterio,
de ahí comenzaron y se hizo muy común el nombre de esta parte que se llama
Antiguo Testamento.
¿Quién fue el primero entonces? Fue San Pablo y eso lo conseguimos en la
Segunda Carta a los Corintios, (2 Cor 3,14) les leo la cita solamente y después
más adelante la vamos a explicar, aquí solamente leemos la cita, dice el texto:
“Ese mismo velo permanece hasta el día de hoy en la lectura del Antiguo
Testamento, porque es Cristo el que lo hace desaparecer” Repito aquí solamente
leo la cita, en la diapositiva siguiente explicaré mejor esta cita, pero sepan que ahí
nace. Cuando nos pregunten ¿De dónde viene el nombre Antiguo Testamento?
viene de la Segunda Carta a los Corintios de Pablo.
El uso ¿A qué le llamamos Antiguo Testamento nosotros? Le llamamos lo que
significa, la Ley, los profetas y los escritos. Así lo llamaban los judíos. Lo que
nosotros llamamos Antiguo Testamento, ellos le llamaban así: “La Ley, los
profetas y los escritos”; más adelante también profundizaré más sobre esto, es
importante que tengamos un cuadro general.
Como tercero el abuso. Desgraciadamente mucha gente desprecia esta parte de
la Biblia, por qué dicen “si es antiguo ya no vale la pena, si es viejo hay que
botarlo”, entonces hay una incomprensión de su significado, es como el Papa
Francisco —ustedes han escuchado muchas veces— que habla de la famosa
cultura del descarte, entonces la sociedad de hoy, todo aquello que le suene viejo,
que le suene pasado de moda, que le suene que ya está entrando en años,
tenemos que descartarlo, no vale la pena, desgraciadamente ese concepto se
mueve muchísimo hoy, y lo mismo ocurre también con el Antiguo Testamento, la
gente dice “no lo importante es el Nuevo Testamento, el antiguo fue superado, ya
eso para qué, dejémoslo a un lado” no, más adelante —repito— también
profundizaré sobre esto, tengamos entonces claro que vamos hablar del nombre,
del uso y del abuso.
Hablemos entonces del nombre, ya dijimos que fue San Pablo el primero en usar
la expresión para referirse a la disposición de Dios, recuerden la cita, ojalá que
cuando tengan más tiempo, en sus casas, anoten la cita y no solamente lean ese
versículo, lean inclusive los versículos anteriores y los posteriores, al menos unos
cinco versículos antes y unos cinco versículos después, para que entiendan bien
el contexto. Pablo está hablando, nada menos y nada más de Moisés, está
diciendo una cosa que encontramos en el Antiguo Testamento, recuerdan que
cuando Moisés iba a hablar con Dios, que subía a la montaña, decía el libro del
Antiguo Testamento, que bajando Moisés de hablar con Dios, era tanto el
resplandor que tenía en su cara, por encontrarse con Dios que lo miraba cara a
cara, que tenía que colocarse un velo, para taparse la cara, porque la gente casi
que se asustaba, con todo ese brillo blanco resplandeciente del rostro; de eso está
hablando San Pablo, entonces San Pablo, hablando de eso, dice “aun ahora se
conserva ese velo para aquéllos que leen el Antiguo Testamento”, para aquéllos
que leen ¿qué cosa que dijimos?: La Ley, los profetas y los escritos. En cambio
—dice— “Cristo ha superado este velo, un poco corrido el velo” —como se dice no
— pero Pablo no lo hace para despreciar el Antiguo Testamento, no partamos
nunca de esto, está hablando es de nuestra incapacidad muchas veces de abrir el
horizonte, lo que dije al inicio, de ampliar el horizonte de nuestra mente y
comenzar a ver las cosas no solamente desde un punto de vista, sino crecer en el
conocimiento de Dios; cosa que estamos haciendo gracias a Dios con este curso,
creciendo con el conocimiento que tenemos hacia Dios.
En segundo lugar, hablando del nombre, en Jesús esta disposición que habla
Pablo, que dice que “Jesús establece una nueva alianza”, Jesús lo explica a través
del Antiguo Testamento, porque si hay cosa que tenemos que tener muy claro,
es que el Antiguo Testamento hace como de un pedagogo ¿Qué cosa es un
pedagogo? Cuando decimos la palabra pedagogía, pedagogo es aquel —si
tomamos la palabra griega— es aquel que me ayuda, en palabras sencillas, me
ayuda a caminar. Un pedagogo es aquel que me ayuda a caminar, que me ayuda
a adelantar, que me ayuda ir hacia adelante, eso es un pedagogo y entonces dice
el Antiguo Testamento, ¿A qué cosas sirvió en su momento? Sirvió para que el
pueblo de Israel caminara con el Señor y creciera con el Señor; y Jesús tiene claro
este concepto, y por eso cuando él va a citar —lo vamos a ver— el Antiguo
Testamento, muchas veces lo defiende increíblemente, lo dice “hasta la mínima
tilde” por decirlo en palabras en castellano, hasta la mínima tilde se tendrá que
cumplir de esas Escrituras, tienen un respeto porque sabe que se fue la forma
como Dios eligió para caminar con el pueblo. En la carta a los Hebreos, en tercer
lugar, se le llama al Antiguo Testamento, como el primer testamento, que va a
llevar al último y definitivo que es Jesús, la preparación para lo que es Jesús, eso
significa más o menos el nombre.
En cuanto al uso, dijimos entonces que, en la tradición judía, el Antiguo
Testamento — que ya les explique— que eran la Ley, los Profetas y los Escritos.
Si quieren aprender un poquito de hebreo, el Antiguo Testamento se domina Micrá
o Tanak; que viene del acrónimo Torá, Nevi’im , Ketúbim . ¿Qué cosa es la Torá?
La Ley, lo que nosotros llamamos el Pentateuco, eso es la Ley, el Pentateuco.
Nevi’im son los profetas anteriores y posteriores, nosotros llamamos profetas
menores y mayores: Jeremías, Isaías, Oseas, todos estos profetas. Y Ketúbim
son los escritos mayores y son cinco rollos, escritos menores, nosotros incluimos
otros, pero ya poco a poco los voy a ir explicando, así dice la Escritura en el
Nuevo Testamento , dice “comenzando por Moisés” es muy lindo esto, recuerdan
el episodio de Emaús, cuando estos dos discípulos van perdidos diciendo
prácticamente que Jesús murió en vano, dice que se le apareció el mismo Jesús y
dice “comenzando por Moisés —fíjense Moisés escribió la Torá, la ley— y
continuando con todas las Escrituras, es decir los profetas y los escritos, les citó lo
que se refería de él. Jesús lee el Antiguo Testamento y se lo explica, diciéndoles
prácticamente: “Se ha cumplido en mí el Antiguo Testamento”.
Veamos ahora el abuso — repito la palabra abuso es muy mía— es un poco
para explicar la parte negativa, aquellas visiones negativas que existen ante el
Antiguo Testamento, y parto de la primera visión negativa que ocurre sobre todo
en algunos católicos, que dicen que “el Antiguo Testamento ha sido superado,
vale solo el Nuevo Testamento” ¡qué terrible! Hay gente que ni siquiera lo lee, no
lo conocen, no lo mira ni por curiosidad, y si lee algo, lee algo muy parcial, algún
texto bonito, la vocación de Moisés, o de repente los relatos de la creación. Pero
tantas hermosas cosas que dice el Antiguo Testamento, las ignora
completamente, alguno que otro salmo, sobre todo el salmo 23 “el señor es mi
pastor”, eso sí como que en eso es importante el Antiguo Testamento, pero
tantísimas historias, formas como Dios ha hablado, repito, cómo lo ha guiado, lo
ha hecho caminar; lo ignoramos o decimos “no, a mí me interesa solamente el
Nuevo Testamento, porque ahí se narra la vida de Jesús”, que ciertamente es
nuestro Salvador, que ciertamente es la Palabra Encarnada, pero la Palabra
Encarnada tuvo un camino anterior en la Palabra de Dios, que se reflejó en todo lo
que ocurrió en el Antiguo Testamento, así que Dios quiera que se aleje de
nosotros esta grandísima tentación de considerar el Antiguo Testamento como
libro de segunda, o un libro que no vale la pena leer, ¡lejos de nosotros esta
afirmación!
En segundo lugar para algunos cristianos y aquí abro más el horizonte, no sólo los
católicos, sino los cristianos; ustedes saben que cristianos hoy en el mundo hay
muchos, cristianos separados, cristianos de sectas, cristianos de otros ritos
cristianos; ¿Qué sucede? Que para algunos cristianos el Antiguo Testamento
debe ser leído textualmente, más sencillo, literalmente, entonces si el Antiguo
Testamento dice que no puedes hacer esto, así debe ser. Y lo dice y si no lo hace,
no cabe ninguna interpretación. Por ejemplo citó algunas cosas, en el libro del
Levítico, si ustedes lo leen, en el libro del Levítico que se encuentra en el
Pentateuco, en la Ley, los primeros cinco, hay unas disposiciones increíbles contra
por ejemplo los enfermos, contra las mujeres cuando tienen la menstruación,
contra los extranjeros, que eran las normas más o menos como para que el pueblo
aprendiera a respetarse a respetar y entonces, hay cristianos en el siglo XXI, que
leen estas normas textualmente y así se deben hacer, y ¡hay de nosotros si no lo
hacemos! Por ejemplo, cito algunas que no aceptan la transfusión de sangre por
qué dicen que en el Antiguo Testamento eso está prohibido, y se agarran de ahí y
no, la Biblia, para los cristianos verdaderos, va leída en todo su contexto, todo su
contexto, por eso es importante tener presente esto.
Por último, aquí amplío todavía más, ya son algunas personas, fíjense que ya no
son solamente los católicos, los cristianos, son personas, aquí entramos en un
mundo general, grandísimo ¿Qué dice este mundo? Mucha gente dice que “el
Antiguo Testamento es historia interpretada, está llena de géneros literarios,
quiere decir de cuenticos bonitos, fábulas, cuentos hermosos” entonces, por
ejemplo, la vocación de Moisés que aparece la zarza ardiendo, en la que la zarza
le habla, le dice se revela y le dice el nombre de Dios, lo más sagrado que tiene el
pueblo de Israel, cuando le dice “Yo Soy el que Soy” para algunas personas que
dicen “eso es una bonita fábula, eso es un bonito cuento nada más y era una
forma de decirlo” No, como decimos nosotros ya popularmente hablando —
discúlpenme qué le haga el refrán— “ni tan calvo ni con dos pelucas”. Hay que
tener siempre el justo equilibrio, la Palabra de Dios va leída, va interpretada y
sobre todo va amada, eso es.
SIGNIFICADO DEL ANTIGUO TESTAMENTO PARA EL PUEBLO DE ISRAEL Y
PARA LA IGLESIA (PARTE I)
Sigamos avanzando y veamos el significado del Antiguo Testamento para el
pueblo de Israel; recuerdan que les di aquellos tres nombres hebreos, (Torá,
Nevi’im , Ketúbim) aquí se los coloco en español, para que nos quede más
práctico, y para el pueblo de Israel, el Antiguo Testamento eran la Ley, los
Profetas y los Escritos.
¿Cuál era la Ley? ¿Qué era la Ley para el pueblo de Israel? Veamos solamente la
Ley, decía la Ley es ante todo un don, un regalo y dice “Moisés fue a comunicar al
pueblo todas las palabras y prescripciones del Señor” ellos —el pueblo de Israel—
cuando Moisés baja de la famosa montaña con los mandamientos, cuando Moisés
baja de la montaña, va contando todo lo que ocurre en esos diálogos con Dios y
eso se va escribiendo, y va quedando en la tradición, primero oral y después la
tradición escrita, eso para el pueblo de Israel, es un don; lo consideraron como el
más grande regalo, “Dios me está hablando” eso es la ley.

En segundo lugar, es sagrada, ¡Ay de aquel israelita que colocaba la ley en


entredicho, o que la criticaba, o la negaba! dice “En el arca —aquí cito el Éxodo—
en el arca pondrás las tablas del testimonio que yo te daré” ¿Dónde va a parar
todo aquello que ha sido escrito? En la famosa arca de la alianza, se acuerdan
que ellos hacen un arca, ¿Que había dentro del arca de la alianza? Estaba la ley
escrita. Estos primeros episodios, Palabra de Dios iban ahí, porque eran
consideradas sagradas, deben ser protegidas, tenían un amor tan grande por esta
palabra, que por nada del mundo permitían que eso fuera a parar quien sabe en
donde, ocurre desgraciadamente a veces con nosotros, que la Biblia la colocamos
a veces de cojín para el gato, desgraciadamente; para el pueblo de Israel, era
sagrada y es sagrada todavía, la Ley.
En tercer lugar, la ley es una norma, y eso también lo tenían ellos muy claro, qué
era lo que Dios mandaba, y a lo que Dios mandaba había que obedecer, ¿Por
qué? Porque significaba la salvación, porque significaba el crecimiento como
persona, no es que tengo que obedecer porque él es Dios y yo soy un inferior, soy
un infeliz, no, no, no; el pueblo de Israel tenía algo muy claro, “Dios me ama y lo
que me dice es para que yo crezca, para que yo madure, para que yo continúe a
crecer en comunidad, continúe a construir” en palabras del evangelio, construir el
Reino; entonces es una norma —pero repito— no es un yugo, es una norma de
salvación, de liberación, entonces la cita dice “observar y poner en práctica todos
estos mandamientos delante del Señor nuestro Dios, como él nos lo ordenó”
Y en el último lugar, la Ley es vida, como decía quien cumple la Ley, quien la
observa, “Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy” (Dt 5,6) no la
saques o sea, la Ley que eran las palabras de Dios, debían entrar, era la invitación
que le hacía siempre el Señor, que no se queden solamente en el pensamiento,
aquí en la razón, “sí qué bonito cómo habla Dios, qué lindo cómo habla Dios” no,
llévalas a tu corazón, es decir, hazlas vida, vívelas y conseguirás la salvación.
Luego tenemos los Profetas, ¿Qué son los Profetas para el pueblo de Israel? Ante
todo, es la voz de Dios, pero la voz de Dios —fíjense todo lo que les coloco aquí—
que consuela, que aprueba, que alienta, que condena también las acciones. Un
profeta era aquel que daba la Palabra de Dios en el momento justo, según la
necesidad del pueblo, a veces el pueblo estaba triste, el profeta consolaba; a
veces el pueblo necesitaba ser corregido, el profeta condenaba las acciones, no a
las personas, ¡ojo!, condenaba las acciones, no las personas; esto es muy
importante, por eso es que Jesús siempre nos va a insistir en no juzgar, no juzgar,
no juzgar a las personas, las acciones sí, porque nos podemos equivocar y sobre
eso podemos madurar, y les cito el libro de Jeremías, fíjense una palabra donde
Jeremías le habla fuerte el pueblo, que el pueblo se había perdido un poco, ya se
había alejado de Dios, dice “Mi pueblo ha cometido dos maldades: me
abandonaron a mí, la fuente de agua viva, para cavarse cisternas, cisternas
agrietadas, que no retienen el agua” (Jr 2,13) ¡qué terrible! Es como hacer un
tanque de agua, pero un tanque de agua con grietas; eso hizo el pueblo, el agua
se salía y por eso no crecía, por eso estaba siempre seco.
Luego tenemos en los mismos Profetas, que un profeta es considerado como el
aliento para el presente y orientación para el futuro, es una palabra escrita para
ayudar al pueblo, eso es lo que hacía un profeta, le hablaba ahora, pero también
tenía perspectivas del futuro y por eso muchas profecías, que Jesús va a citar y
que los evangelios van a citar, ¿Por qué? Porque eran profecías que se habían
dicho en su momento y que se iban a cumplir con Jesús; por ejemplo, ahora me
viene a la mente esa profecía donde dice “y tú Belén que la más pequeña de todas
las ciudades, de ti saldrá el Salvador” eso es una profecía, y esa se cumple en
Jesús, en un futuro.
Y por último los Profetas, acción simbólica, dice que hacían para despertar
conciencia, hay muchísimas acciones simbólicas que hacen los profetas. Por
ejemplo, en el libro de Oseas, que estoy citando, Dios le dice a Oseas. “Ve, toma
por esposa a una mujer entregada a la prostitución” (Os 1,2). Una mujer entregada
a la prostitución, una prostituta, tómala como esposa, y luego el Señor le va a
decir “así es el pueblo de Israel, se ha prostituido” es increíble, es una acción, es
hermoso leer ese libro, viendo cómo hacen esta alegoría de la mujer prostituta,
cómo el pueblo que se ha prostituido a otros dioses.
Y los Escritos, sobre todos los escritos es sabiduría de Dios, que instruye con
palabras sencillas, aquí conseguimos por ejemplo en el libro de la Sabiduría: “La
sabiduría es un espíritu amigo de los hombres” (Sab 1,6). Normalmente, los
escritos son textos que nos ayudan a crecer en la enseñanza a través de
pequeñas máximas o de pequeñas frases, entonces tenemos los Proverbios, por
ejemplo, tenemos el libro la Sabiduría, tenemos todos estos libros que son más
claros. Los Escritos es un canto de Dios, que expresa el sentir de la comunidad.
“¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!” (Sal 118,29);
por ejemplo, los Salmos, entran en los Escritos, ¿Qué eran los Salmos? Una
forma de cantarle a Dios, nosotros muchas veces los leemos y a veces
apresurados, pero un Salmo siempre era cantado, porque iba con el alma, iba
rezado con el alma. Los Escritos son luz que advierten y que preparan
“Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud” (Sir 1,1). Estas citas ustedes
las buscan con calma, las leen y van meditando sobre ellas.
Con esta lámina: Les resumo prácticamente lo que significaba y lo que significa
todavía el Antiguo Testamento para el pueblo de Israel, en el centro estaba la Ley
¿Por qué? Porque era el gran encuentro de Moisés con Dios, entonces ese es el
centro y los Profetas y los Escritos giraban en torno a la Ley y todo eso
conformaba lo que nosotros llamamos Antiguo Testamento, pero todo giraba en
torno a la ley y por eso cuando vamos a leer después en el Nuevo Testamento,
Pablo que habla de la L, Jesús que habla de la Ley, ¿Por qué? Porque el centro
de todo en el pueblo de Israel era la Ley y todo lo demás, los Profetas lo que
habían dicho y los Escritos, todo debía girar en torno a la Ley, con esta lámina o
diapositiva, creo que podemos entender claramente que significaba el Antiguo
Testamento para el pueblo de Israel.
SIGNIFICADO DEL ANTIGUO TESTAMENTO PARA EL PUEBLO DE ISRAEL Y
PARA LA IGLESIA (PARTE II)
EL SIGNIFICADO DEL ANTIGUO TESTAMENTO PARA LA IGLESIA
Pasamos a ver el significado del Antiguo Testamento para la Iglesia, que también
nos han pedido que reflexionemos, que estudiamos sobre esto. En primer lugar,
compartimos con el judaísmo, todo lo que hemos dicho hasta el momento, lo que
dijimos hasta el momento del judaísmo, sobre la Ley, de los Profetas y los
Escritos, nosotros los católicos también compartimos eso, por eso para nosotros la
Ley es también un don, es sagrada, es norma y es vida; para nosotros al igual que
para los judíos los Profetas son la voz de Dios, el aliento y la acción simbólica que
también ya les expliqué. Para nosotros los Escritos son sabiduría, son canto, son
luz —que les acabo de explicar—. Para nosotros el Antiguo Testamento es
también un libro inspirado por Dios, eso no lo ponemos en duda, nosotros
compartimos eso con los judíos, ambas religiones actualmente la religión los
hebreos, nosotros compartimos que muchos de nuestros libros, la gran mayoría de
los libros, de lo que llamamos el Antiguo Testamento, están también en comunión
con la de los hebreos, entonces ¿por qué? Porque decimos que esos son libros
inspirados por Dios y eso los aceptamos y para nosotros esa es la Palabra de
Dios, repito que respetamos y que amamos.
El Antiguo Testamento menciona nuestros padres en la fe, y en esto estamos
unidos, cuando nosotros decimos ¿Quién es nuestro padre en la fe? Nosotros
respondemos Abraham, igual que los judíos; hay una canción que dice “Muchos
hijos tiene el padre Abraham…” bueno esto viene desde ahí, lo que nosotros
compartimos, y ¿Abraham dónde aparece? En el Antiguo Testamento o por
ejemplo, cuando nosotros citamos a Moisés, nosotros también creemos que
Moisés fue un profeta, igual que lo consideran los hebreos, o por ejemplo, los
reyes como Salomón, para nosotros es una persona muy importante, porque
gracias a Salomón, después de ahí va a venir la generación donde va a nacer
Jesús, la genealogía de Jesús y entonces para nosotros Salomón también
representa una persona importante y por ello, para nosotros ellos son nuestros
padres en la fe, ellos aprendieron lo que es la fe, nosotros aprendimos y crecimos
ya después con Cristo, muerto y resucitado en Jesús; pero hay respeto y
veneración hacia estas personas.
Por último, compartimos también con los judíos, con los hebreos, que
consideramos que el Antiguo Testamento es pedagogía de Dios, ese concepto
que le dije de caminar, eso es también para nosotros, el Antiguo Testamento nos
ayuda a caminar en la fe, a llegar hacia Dios. ¿Qué más le hemos añadido a esto?
Porque también para nosotros, el hecho de que Cristo, la Palabra se haya hecho
carne, entonces para nosotros el Antiguo Testamento ha tomado un rumbo
todavía más rico, que los hebreos; no por esto podemos considerar a los hebreos,
nunca pensemos esto, pero nosotros que nuestra fe es Cristo-céntrica y gira
alrededor de Cristo, nosotros añadimos además de todo esto que hemos
compartido con los judíos, algunas otras cosas. ¿Qué cosas añadimos? Primero
más libros, son los famosos llamados libros deuterocanónicos, algunos libros del
Antiguo Testamento no están en lo que podríamos llamar la Biblia Hebrea, no
aparecen. Nosotros sí los hemos aceptado, ¿y por qué los hemos aceptado?
Porque los hemos considerado inspirados por Dios, un concepto que ya explicó
anteriormente Monseñor Moronta, o alguna otra persona. Entonces los añadimos,
y son libros que nosotros consideramos, repito, inspirados por Dios y que
respetamos y que en la Biblia Hebrea no están, pero nosotros si añadimos estos
libros.
En segundo lugar, el orden de los libros. Fíjense que hasta el momento les he
hablado, en la Biblia Hebrea aparecen primero la Ley, después los Profetas y por
último los Escritos. Nosotros hemos hecho un cambio, le hemos dado, no le
llamamos igual, nosotros le hablamos libros históricos, entonces además del
Pentateuco, por ejemplo, los cinco primeros libros, añadimos los dos libros de
Samuel, añadimos los libros de las Crónicas, estos los consideramos libros
históricos, nosotros. Luego tenemos los libros sapienciales, entonces nosotros
metemos ahí todo lo que son los Salmos, el libro de la Sabiduría, los Proverbios,
las Lamentaciones; todos estos libros; y luego tenemos los Proféticos, que si
compartimos casi todos de los mismos, con los hebreos; sólo que nosotros hemos
añadido algunos versículos repito, que en su momento histórico, no estoy
hablando de hace 200 años, estoy hablando del inicio del cristianismo, fueron
considerados como inspirados por Dios.
¿Qué otra cosa hemos añadido nosotros al Antiguo Testamento? La centralidad
de Jesús; porque como dijimos, con Jesús se cumple el Antiguo Testamento y
entonces el Antiguo Testamento para nosotros es muy importante, porque nos
ayuda a comprender el bellísimo plan de Dios de salvarnos, hasta llegar a Jesús.
El Antiguo testamento es preparación del evangelio, todo, todo. Por eso es que les
insisto en leerlo, porque si queremos entender el evangelio, la cultura, e inclusive
la misma cultura del Nuevo Testamento, necesitamos necesariamente que leer el
Antiguo Testamento, si queremos entender los ritos que hacían los judíos en el
momento que Jesús estaba vivo, si queremos entender la sociedad, tenemos que
mirar al Antiguo Testamento; si queremos entender por qué Jesús habla de la Ley,
tenemos que mirar el Antiguo Testamento, si queremos entender sobre todo
cuando la Virgen María hace su Magníficat, bellísimo, que dice “Mi alma proclama
al Señor”, ese bellísimo texto, todo ese texto, si nosotros lo leemos con calma,
encontramos cada frase en el Antiguo Testamento, ¿Qué significa esto? Que la
Virgen María meditaba el Antiguo Testamento, y cada frase de ese bellísimo
himno a Dios, proclamado por la Virgen, es una frase que viene del Antiguo
Testamento. Fíjense el amor, y si la Virgen amaba el Antiguo Testamento, ¿por
qué no yo?, si soy un hijo de la Virgen.
Luego el Antiguo Testamento es revelación efectiva del Padre, porque ahí vamos
a descubrir qué en los judíos o los hebreos, llamaban Dios, con Jesús nosotros lo
vamos a llamar ahora Padre. ¿Quién habla en el Antiguo Testamento? Sobre todo,
nosotros decimos Dios Padre, no era que Jesús estaba no se dónde, y el Espíritu
Santo estaba no se dónde, no me vayan ahora a separar a las personas, así como
cada quien hace su trabajo y el otro descansa, no, sabemos muy bien nuestro
Dios Uno y Trino, pero reconocemos en el Antiguo Testamento, sobre todo, la voz
del Padre.
Luego por último, el Antiguo Testamento es la esperanza cumplida en Jesús.
¿Qué esperaban los judíos? El famoso Mesías. Pues bien, el Antiguo Testamento
lo prepara hasta que llegamos a Jesús.
Con esta lámina: Les explico que significa el Antiguo Testamento para la Iglesia.
Fíjense un poco la diferencia, si comparamos la que vimos antes, ahora en el
Nuevo Testamento el centro es Cristo, ya no es la Ley. El Antiguo Testamento va
leído teniendo presente que el centro es Cristo, todo gira alrededor de Cristo,
entonces los libros Históricos son leídos a partir de la persona de Jesús, los libros
Proféticos igual, los libros Sapienciales igual, eso le da la riqueza, lo que he dicho
anteriormente, ¿Qué cosa añadimos nosotros al Antiguo Testamento? Añadimos
que la lectura la hacemos siempre partiendo de la persona de Jesús, y ahí
encontramos respuesta, a tantísimas cosas; por ejemplo, el salmo primero, no sé
sí ustedes lo han leído, seguramente, pero cuando tengan tiempo lo leen, y habla
de ese hombre que tiene al frente de sí dos caminos, y uno lo lleva al bien y otro lo
lleva el mal, y describe más o menos como es el camino del mal y como es el
camino del bien. Pues bien ¿Quién es el camino para nosotros? Jesús. El mismo
Jesús lo dijo “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida” El salmo primero, entonces
prepara y explica que significa caminar en el Camino, valga la redundancia de
Jesús, por el bien y qué significa cuando yo no acepto a Jesús como camino y elijo
otros caminos, con c minúscula, no el gran Camino que es Jesús.
TEMA VIII | CUMPLIMIENTO DEL ANTIGUO TESTAMENTO EN EL NUEVO
TESTAMENTO
Veamos ahora el cumplimiento, como tomando un poco lo que hablamos
anteriormente, cómo se cumple el Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento,
ya tenemos muy claro que es gracias a Cristo, eso lo tenemos muy claro; pues
bien en primer lugar el Antiguo Testamento se cumple, todo lo que se ha escrito, lo
que se dijo en el Antiguo Testamento se cumple en la persona de Jesús.
Aquí podría hacerles millones de citas, de verdad que si me pongo a leerles
algunas citas del Antiguo Testamento, seguramente podría encontrar alguna
afinidad con Jesús, seguramente; por ejemplo, hagamos un ejemplo aquí, se
acuerdan el episodio cuando en el pueblo de Israel, estaba Moisés y habían
muchos que eran picados por serpientes y morían por el veneno de las serpientes,
y Dios enseguida le dice “coloca una especie de bastón, una gran vara, un gran
bastón, en el que todo aquel que mire la vara será sanando, eso es prácticamente
considerado como el árbol, una especie de árbol de la vida, bueno ¿Cuál es
nuestro gran bastón? ¿Cuál es el signo que nos dio Jesús para obtener de Él la
gracia, la consolación, sobre todo el abrazo de Jesús, en el momento del dolor?
LA CRUZ. Cuando una persona experimenta algún momento de soledad, de
prueba, ya sólo el hecho de mirar la Cruz de Jesús y dejarse abandonar por esa
Cruz, obtiene la gracia al menos de la serenidad. La persona de Jesús.
Después la voz del Padre, que vamos a encontrar también en el Nuevo
Testamento. ¿Quién habla en el momento del bautismo de Jesús? Se dice que
“se abrieron los grandes cielos y se escuchó una voz”, o por ejemplo, en el
momento de la Transfiguración, que se escuchó una gran voz, pues esa voz,
como les decía, se identificó en el Antiguo Testamento, también sigue en el Nuevo
Testamento, la voz del Padre, se cumple.
Luego la inspiración del Espíritu Santo, esto que estamos diciendo en este
momento como introducción, después les explicaré brevemente, o un poquito
mejor, pero lo leo y lo explico con palabras sencillas, la inspiración del Espíritu
Santo. ¿Quién guio a los profetas? El Espíritu Santo ¿Quién suscitó la Palabra de
Dios escrita en el Antiguo Testamento? El Espíritu Santo ¿quién iluminó a aquellos
que hicieron los escritos? El Espíritu Santo ¿Quién nos dijo o quién hizo que se
encarnara el Verbo? Se hizo por obra y gracia del Espíritu Santo y ¿Quién guía a
nuestra Iglesia? El Espíritu Santo.
Luego tenemos la concepción de historia. Para un cristiano la historia es lineal,
quiere decir, tiene un comienzo y tendrá un final; no es como piensan algunos, que
dicen que la historia y los hechos se repiten, eso no es cristiano. Decir que lo que
ocurrió en 1921, va a ocurrir en el 2021 y luego en el 3021; esas son
afirmaciones, a veces hay coincidencias, pero eso no es la verdadera concepción
histórica de un cristiano, la historia es lineal, así como inició con la creación, algún
día terminará con la venida de Cristo y mientras tanto el cristiano y la Iglesia
caminan; entonces el Antiguo Testamento inicia con la creación y sigue luego con
la persona de Jesús, iba hacia delante con la Iglesia, después pasaremos a lo que
es el que la Tradición y el Magisterio.
¿Dónde más se cumple según el Antiguo Testamento? En la Tradición, porque los
Padres de la Iglesia cuando hablan de Jesús, Padres de la Iglesia como por
ejemplo: San Justino, San Agustín, Tertuliano; ellos que son posteriores a Jesús,
estamos hablando de los primeros siglos, hasta el siglo IV, ellos citan al Antiguo
Testamento y ven que se ha cumplido, que aquello que estaba ahí se ha cumplido
y no tienen ningún miedo de reconocer que el Antiguo Testamento es la base de
todo, y luego el Magisterio que quiere decir, la proclamación solemne de la Iglesia,
donde se dice que el Antiguo Testamento, se ha cumplido en el Nuevo
Testamento, repito esto es una breve introducción de lo que veremos más
adelante.
La persona de Jesús. Dijimos entonces, en el cumplimiento del Antiguo
Testamento en el Nuevo Testamento, la persona de Jesús. Aquí me limito a leer
estas dos hermosas citas que conseguí, ojalá, Dios quiera que ustedes luego
tengan tiempo y las lean con más calma, para que entendamos un poco lo que
significa el cumplimento del Antiguo en el Nuevo Testamento, dice: “Dios, pues,
inspirador y autor de ambos Testamentos, dispuso las cosas tan sabiamente que
el Nuevo Testamento está latente en el Antiguo y el Antiguo está patente en el
Nuevo. Porque, aunque Cristo fundó el Nuevo Testamento en su sangre, no
obstante, los libros del Antiguo Testamento recibidos íntegramente en la
proclamación evangélica, adquieren y manifiestan su plena significación en el
Nuevo Testamento, ilustrándolo y explicándolo al mismo tiempo. Dei Verbum, 16.
(Una Constitución del Concilio Vaticano II)
Tenemos otra cita que dice: “La condescendencia de Dios se cumple de manera
insuperable con la encarnación del Verbo. La Palabra eterna, que se expresa en la
creación y se comunica en la historia de la salvación, en Cristo se ha convertido
en un hombre «nacido de una mujer» (Ga 4,4). La Palabra aquí no se expresa
principalmente mediante un discurso, con conceptos o normas. Aquí nos
encontramos ante la persona misma de Jesús. Su historia única y singular es la
palabra definitiva que Dios dice a la humanidad”. Verbum Domini, 11. (Exhortación
Apostólica del Papa Benedicto XVI).
La voz del Padre, aquí tenemos una sola cita, pero ya acuérdense lo que les dije,
la voz del Padre que escuchamos en el Antiguo Testamento, también la
escuchamos en el Nuevo Testamento, dice “En la Sagrada Escritura, pues, se
manifiesta, salva siempre la verdad y la santidad de Dios, la admirable
“condescendencia” de la sabiduría eterna, “para que conozcamos la inefable
benignidad de Dios, y de cuánta comprensión ha usado al hablar, teniendo
providencia y cuidado de nuestra naturaleza”. Porque las palabras de Dios
expresadas con lenguas humanas se han hecho semejantes al habla humana,
como en otro tiempo el Verbo del Padre Eterno, tomando la carne de la debilidad
humana, se hizo semejante a los hombres”. Dei Verbum, 13. Fíjense que
hermoso, Dios para hablar al hombre se hizo hombre, reconoció o repitió su
mismo lenguaje para que lo entendieran, y por eso el Antiguo Testamento se
entiende, por eso lo que decían los profetas se entiende, porque no era que usaba
quién sabe qué discurso rebuscado, con palabras extrañas y para que el pueblo
se quedará boquiabierto, diciendo “cómo habla bonito Dios, pero no entendemos
nada” no. La Palabra de Dios, la voz del Padre buscaba las palabras sencillas, los
ejemplos; para que el pueblo lo entendiera, para como decimos al inicio, para que
caminara en su pedagogía hacia la salvación.

La inspiración del Espíritu Santo. Aquí citó algunos Padres de la Iglesia o algunos
teólogos, por ejemplo, tenemos a San Juan Crisóstomo, que dice algo muy
hermoso que afirma que la Escritura “necesita de la revelación del Espíritu, para
que descubriendo el verdadero sentido de las cosas que allí se encuentran
encerradas, obtengamos un provecho abundante” Fíjense en esto, necesita de la
revelación del Espíritu. ¿Qué necesita un cristiano para entender, para
comprender, para interpretar, para vivir el Antiguo Testamento? La revelación del
Espíritu, porque ahí vamos a entender las cosas que están —él dice—encerradas,
tal vez escondidas, que no las entiendo; con el Espíritu Santo, puedo llegar a
entender el mensaje de Dios. Luego tenemos a San Jerónimo, que dice está
firmemente convencido de que “no podemos llegar a comprender la Escritura sin
la ayuda del Espíritu Santo que la ha inspirado”. ¿Quién ha inspirado el Antiguo
Testamento? El Espíritu Santo ¿Cómo podemos comprender entonces, eso que
ha sido inspirado por el Espíritu Santo? A través del mismo Espíritu Santo. Luego
tenemos a San Gregorio Magno qué dice “Subraya de modo sugestivo la obra del
mismo Espíritu en la formación e interpretación de la Biblia (una cosa que
posiblemente ya les explicaron, cómo se fue formando la Biblia), entonces dice «Él
mismo ha creado las palabras de los santos testamentos, él mismo las devela”
(Está hablando del Espíritu Santo), es decir el que ha inspirado, el que ha hecho
que se formen los libros, ha sido el Espíritu Santo y el mismo las explica, las
muestra. Y por último tenemos a Ricardo de San Víctor que recuerda que se
necesitan «ojos de paloma» iluminados e ilustrados por el Espíritu para
comprender el texto sagrado. Usa esa bellísima metáfora «ojos de paloma»
quiere decir los ojos del Espíritu Santo, leer el Antiguo Testamento con los ojos del
Espíritu Santo; no con mis ojos llenos de escrúpulos, llenos de prejuicios, que lo
que estoy leyendo tal vez no vale la pena, no, leer el Antiguo Testamento con los
ojos del Espíritu Santo «ojos de paloma».
Pasamos a otra cosa donde se cumple el Antiguo Testamento, en la concepción
de historia, recuerden que les expliqué que la historia es lineal, tiene un inicio y
tendrá un final, y entonces también tomó aquí una cita de Verbum Domini, que es
la Exhortación que le dije del Papa Benedicto XVI: “Es muy hermoso ver cómo
todo el Antiguo Testamento se nos presenta ya como historia en la que Dios
comunica su Palabra. En efecto, hizo primero una alianza con Abrahán (cf. Gn
15,18); después, por medio de Moisés (cf. Ex 24,8), la hizo con el pueblo de Israel,
y así se fue revelando a su pueblo, con obras y palabras, como Dios vivo y
verdadero. De este modo, Israel fue experimentando la manera de obrar de Dios
con los hombres, la fue comprendiendo cada vez mejor al hablar Dios por medio
de los profetas, y fue difundiendo este conocimiento entre las naciones” (cf. Sal
21,28-29; 95,1-3; Is 2,1-4; Jr 3,17). Verbum Domini, 11. Fíjense que inteligente
Dios, por eso es que es Dios. ¿Cómo hizo él para que su pueblo consiguiera la
salvación y para que creciera en la fe? Poco a poco, poco a poco, no lo hizo todo
de una sola sentada —como decimos— no, fue poco a poco, fue haciendo la
alianza con uno, con otro, el pueblo iba creciendo, iba escuchando las palabras de
Dios y así poco a poco iba amando cada vez más a Dios.
Lo mismo nosotros, ojalá cuando comencemos a leer el Antiguo Testamento,
leámoslo con los ojos del saber que vamos a iniciar un camino, un camino de
historia, a través de personas que nos lleven a crecer nosotros como hombres,
mujeres, como cristianos.
Tenemos ahora el testimonio de la Tradición, y la Tradición que seguramente ya
se les explicó, la Tradición abarca desde que se cierra el Nuevo Testamento, y
comienza entonces con los primeros Padres de la Iglesia y se extiende por
bastantes siglos, abarca todo lo que es prácticamente los primeros siete siglos de
la historia nuestra, casi toda la Tradición. En este caso vamos a hablar de la
Tradición Patrística y Medieval, fíjense que también la Tradición se extiende, en
cuanto a que algunos Doctores de la Iglesia, como Santo Tomás de Aquino y
como otros, que han meditado también sobre esto, pero han dejado el testimonio
también de la Tradición. La Tradición que sigue siendo la forma de vivir el
evangelio, la forma de vivir la Palabra de Dios, la forma de verla, de interpretarla,
de actualizarla, eso es la Tradición. (Seguramente ya les explicaron el concepto, y
si no se lo han explicado, pídele a alguno de los Sacerdotes allá, que son tantos
el Táchira, y les pregunten: Padre ¿Qué significa eso de Tradición)
Leamos la siguiente cita: “La tradición patrística y medieval, al contemplar esta
«Cristología de la Palabra», (Cristo es el centro para entender el Antiguo y el
Nuevo Testamento y para leerlos, por ese se llama Cristología de la Palabra) ha
utilizado una expresión sugestiva: el Verbo se ha abreviado: «Los Padres de la
Iglesia, en su traducción griega del Antiguo Testamento, usaron unas palabras del
profeta Isaías que también cita Pablo para mostrar cómo los nuevos caminos de
Dios fueron preanunciados ya en el Antiguo Testamento. Allí se leía: “Dios ha
cumplido su palabra y la ha abreviado” (Is 10,23; Rm 9,28)… El Hijo mismo es la
Palabra, el Logos; la Palabra eterna se ha hecho pequeña, tan pequeña como
para estar en un pesebre. Se ha hecho niño para que la Palabra esté a nuestro
alcance». Ahora, la Palabra no sólo se puede oír, no sólo tiene una voz, sino que
tiene un rostro que podemos ver: Jesús de Nazaret”. Verbum Domini, 12. ¡Qué
hermosos!
Termino este punto del cumplimiento del Antiguo Testamento en el Nuevo
Testamento, hablando del Magisterio ¿Qué es el Magisterio? Es todo lo que ha
sido proclamado solemnemente por los Obispos en comunión con el Papa, que es
sobre todo esto y entonces conseguimos algunos documentos importantes,
últimamente por ejemplo el Concilio Vaticano II, ahí vemos el Magisterio, pero
también otras formas en las que han hablado los Papas recientes, a través de
Constituciones Apostólicas, a través de lecturas; eso todo eso es el Magisterio, y
entonces del Magisterio tomo la cita para leerlo, la tomo de la Constitución
Apostólica Dei Verbum, que se encuentra en el Concilio Vaticano II, dice: “La
economía del Antiguo Testamento estaba ordenada, sobre todo, para preparar,
anunciar proféticamente y significar con diversas figuras la venida de Cristo
redentor universal y la del Reino Mesiánico. más los libros del Antiguo Testamento
manifiestan a todos el conocimiento de Dios y del hombre, y las formas de obrar
de Dios justo y misericordioso con los hombres, según la condición del género
humano en los tiempos que precedieron a la salvación establecida por Cristo.
Estos libros, aunque contengan también algunas cosas imperfectas y adaptadas a
sus tiempos, demuestran, sin embargo, la verdadera pedagogía divina”. Dei
Verbum, 15. Se repite la palabra pedagogía, por algo será, el Señor nos está
llevando en este curso para que hagamos una pedagogía del Antiguo Testamento,
pero sobre todo para que caminemos con él en su conocimiento y en su amor.
6. TEMA IX | LAS IDEAS Y TEMAS CENTRALES DEL ANTIGUO TESTAMENTO
Ya casi terminando, veamos cuáles son los temas centrales del Antiguo
Testamento, espero que hayan perseverando conmigo, en estas láminas de
estudio del Antiguo Testamento, y estamos casi llegando al final.
Veamos cuáles son los temas centrales del Antiguo Testamento que
posteriormente estudiarán con más detalle (vi la programación del diplomado,
algunos otros sacerdotes se encargarán de profundizarán más sobre estos temas,
así es de que yo solamente trato de nombrarlos, explicarlos muy brevemente, pero
después —he visto repito— que serán bastante profundizados y analizados por
otros sacerdotes que participan y laicos que participa nen este curso que está
haciendo el Antiguo Testamento)
Primero veamos los temas de Fe y Razón, quiere decir que son, temas que no
solamente tratan de la fe. sino que tienen que ser unidos por la razón; miren si hay
algo que estamos fallando todos los católicos cristianos, es que separamos la fe y
la razón, una cosa es lo que yo creo y otra cosa la que yo pienso; una cosa es lo
que yo rezo y otra cosa es lo que yo hago; una cosa es lo que yo hago en la
Iglesia, busco en la Iglesia y otra cosa es lo que yo busco en la sociedad. Hay
como un divorcio entre nosotros mismos, en nuestro interior, entre fe y razón; y el
Antiguo Testamento trata estos temas unidos, no es que la fe va por una parte y la
razón va por otra parte, lo que yo hago y lo que yo creo van separados, no, van
unidos y ¿De qué temas de fe y razón trata el Antiguo Testamento?
En primer lugar, El Conocimiento de Dios. Si queremos aprender ¿Quién es Dios?
Podemos encontrarlo en el Antiguo Testamento y veremos que Dios es Uno, que
Dios es Eterno, que Dios es Palabra, que Dios es Amor. Esto se consigue en el
Antiguo Testamento, repito muy unido a la razón.
Luego en el Antiguo Testamento vamos a ver La Acción de Dios. Dios no es un
Dios que se queda sentado y mira, no! Dios está siempre actuando, entonces
vamos a ver esa acción de Dios a través de la Creación, a través de la Salvación;
en muchísimos textos de salvación del pueblo de Israel, tantísimos, ya si citamos
los más recientes, por ejemplo, en el libro de Macabeos, cuando el pueblo tiene
que enfrentarse a la ocupación romana, en la que le colocan otros dioses y les
imponen otros ritos y se suscitan ese que se llama las famosas “guerras santas”
de los Macabeos. Pues de una y otra manera, Dios nos muestra cómo fue
salvando su pueblo para que fuera fiel a la fe, que le había dado. La Pascua que
no es solamente la pascua que hizo Jesús, sino que también la pascua la
conseguimos en el Antiguo Testamento, sobre todo la pascua cuando el Señor
pasa sanando y salvando al pueblo.
Otro tema importante es el tema de la Elección y de la Alianza. A Israel siempre se
ha considerado el pueblo elegido, pues bien, nosotros cada uno de nosotros
somos también elegidos, ese tema lo conseguimos en el Antiguo Testamento.
¿Cómo elige Dios? ¿Por qué elige Dios? ¿Para qué elige Dios? Eso lo
conseguimos ahí en el Antiguo Testamento. (No lo explico porque sé que alguien
más adelante lo va a explicar) o también el tema de la Alianza. Dios que establece
un pacto conmigo, Dios que establece un pacto con el pueblo de Israel, Dios
continuamente —mis queridos hermanos— hace alianzas con nosotros; si
queremos entender ¿cómo las hace?¿por qué las hace? ¿para que las hace? en
el Antiguo Testamento nos van explicando poco a poco, el motivo, el porqué de la
Alianza de Dios.
En el Antiguo Testamento también conseguimos temas como el Crecimiento en la
Fe , si yo por ejemplo, me pongo a leer algunos libros tratando solamente de ver
cómo vivió la fe Moisés; por ejemplo, es hermoso ¿por qué? por qué veo cómo va
evolucionando y va creciendo en la fe, tanto que Moisés quién logra liberar al
pueblo de Israel, del yugo de Egipto, llega un momento en su vida, que Moisés ya
anciano, no llega hasta la tierra prometida, la ve desde lejos, y eso es hermoso
por qué uno entiende como Moisés, poco a poco de libertador llegó inclusive a
liberarse de sí mismo y liberarse de sí mismo significó servir. ¿Cuál era su misión?
Llevar al pueblo hasta la tierra prometida, que ÉL no entrara por qué no podía
entrar, lo leerán en el Antiguo Testamento, a él le bastó ver y ver que su pueblo
pasaba, que el pueblo de Dios se liberaba y entraba a esa tierra, donde manaba
leche y miel, pero eso es un crecimiento de fe. Así por ejemplo con David, el rey
David, esa es otra vida interesantísima de leer, o el mismo profeta Daniel, que
conseguimos también algunos de sus libros.
Otro tema central del Antiguo Testamento, es La Parte Escatológica, quiere decir
con la venida de Dios, el más allá, temas como la muerte, como el cielo, todos
esos temas los conseguimos también en el Antiguo Testamento, repito temas que
van relacionados con la fe y la razón, si yo por ejemplo, me siento elegido por
Dios, mi fe me lo dice, pero mi actuar me hace comportarme como un elegido de
Dios.

Luego tenemos los temas de Vida y Compromiso, (después les explico qué
significa esa flecha amarilla que va de parte y parte) Temas de vida y compromiso.
Otros temas que aparecen también en el Antiguo Testamento, por ejemplo, la
ecología, pero estamos hablando de la ecología integral y ¿Qué es la ecología
integral? Es el respeto hacia lo creado, es el respeto hacia la naturaleza, es el
respeto hacia el ser humano, eso lo aprendemos en el Antiguo Testamento, a
respetar; porque cuando Dios creó el mundo, no fue que dijo destrúyanlo, no; dice
la Escritura —muy hermosamente— “vio Dios lo que había creado y lo consideró
bueno”. Con el hombre lo consideró “muy bueno”
Entonces ¿Quién nos enseña a entrar en comunión con lo creado? El Antiguo
Testamento, y de ahí respetar, un compromiso de vida de un católico seria sobre
todo defender, respetar y cuidar todo lo que sea el tema de la ecología, los
animales, etc., etc.,
La Fraternidad Universal ¿quién nos preparó para ser hermanos? El Antiguo
Testamento inicia a tratar que los israelitas comenzaran poco a poco —repito— no
fue en un solo día, poco a poco es que los israelitas comenzaran a entender que
eran hermanos, con Cristo entendemos de dónde viene esa fraternidad.
El Antiguo Testamento también tiene temas de Ética personal, familiar y
comunitaria, por ejemplo, cómo comportarse ante la familia, el respecto, honrar a
los padres, o temas en comunidad como respetar a las otras personas, esos son
temas que aparecen en el Antiguo Testamento.
También tenemos por ejemplo, el tema la Superación personal y grupal eso
también lo podemos encontrar leyendo la vida de alguno de los personajes del
Antiguo Testamento, cómo se superan personalmente y llegan a superar inclusive
a la comunidad.
Otro tema importante del Antiguo Testamento, es la Respuesta a la llamada como
a la Santidad; ese tema ya aparece “Ser santos como Yo Soy Santo” eso aparece
también ya en el Antiguo Testamento, la invitación a la santidad.
¿Qué significa esa flecha amarilla en la diapositiva 16? Esa flecha significa que
tanto los temas de la fe con la razón, como los temas de vida y compromiso, van
unidos, no los separemos, sí yo tengo fe, yo tengo compromiso de vida, si yo
tengo razón mi vida está hecha según el querer de Dios. Todo va unido. El
cristiano, el católico tiene que tratar de ser cada día más unido, esto lo enseña el
Antiguo Testamento, es decir, yo tengo que ser siempre el mismo, no se trata de
repetir las mismas cosas, sino que tengo que ser coherente, con lo que creo, con
lo que rezo, con lo que busco, que sea un motivo de fe, de compromiso con la
misma vida.
Así que repito ya más adelante, todos estos temas, serán tratados por otros
facilitadores, con mayor profundidad, esta es una presentación muy general.

7. CONCLUSIONES
Concluyo entonces este primer encuentro que hemos hecho sobre el Antiguo
Testamento, leyéndoles algunas frases hermosas que conseguí sobre el Antiguo y
el Nuevo Testamento. Quiero compartirlas con ustedes, porque de verdad que un
poco resumen todo lo que hemos dicho hasta el momento y cierra también este
primer módulo de estudio, este encuentro de estudio. Dice:
El mismo Nuevo Testamento reconoce el Antiguo Testamento como Palabra de
Dios y acepta, por tanto, la autoridad de las Sagradas Escrituras del pueblo judío,
a través de citaciones, usando el mismo lenguaje.
Si usted lee el Nuevo Testamento, se va a dar cuenta que muchísimas veces tanto
los evangelistas, como San Pablo, y todas las otras cartas citan al Antiguo
Testamento, lo recuerdan y lo escriben. ¿Qué quiere decir? Que el mismo Nuevo
Testamento reconoce la autoridad del Antiguo Testamento.
En el Antiguo y Nuevo Testamento se encuentra la raíz del cristianismo y el
cristianismo se nutre siempre de ella. Por tanto, la sana doctrina cristiana ha
rechazado siempre cualquier ideología que tiende de diversos modos a
contraponer el Antiguo con el Nuevo Testamento.
Un pensamiento sano es considerar siempre la unión entre el Antiguo y el Nuevo
Testamento, el respeto y la unión, considerar —como lo decíamos al inicio— que
el Antiguo ya está pasado de moda, superado; no es una sana doctrina cristiana.
El mismo Nuevo Testamento se declara conforme al Antiguo Testamento, y
proclama que en el misterio de la vida, muerte y resurrección de Cristo las
Sagradas Escrituras del pueblo judío han encontrado su perfecto cumplimiento.
Cuando lean los profetas, Isaías, por ejemplo, ese hermoso canto del Siervo de
Dios, van a ver, si lo leen con los “ojos de paloma”, es decir inspirados por el
Espíritu Santo, pero mirando la figura, la persona de Jesús, van a entender cada
hermosa palabra, de ese canto de Isaías, pronunciado muchísimos siglos antes
del mismo nacimiento de Jesús, pero en Él se cumplió cada cosa, dice: “Mirad a
mi Siervo humilde” y así cada una de las palabras, ojalá tengan la oportunidad de
leerlo y verán cómo se va cumpliendo en la persona de Cristo, todo el Antiguo
Testamento.
El Nuevo Testamento exige ser leído también a la luz del Antiguo. La catequesis
cristiana primitiva recurría constantemente a él.
Nunca hubo un rechazo, jamás hacia el Antiguo Testamento y cuando hacían una
catequesis, los primeros cristianos, citaban y estudiaban lo que llamamos nosotros
el Antiguo Testamento, La Ley, Los Profetas y Los Escritos, porque esa fue la
Pedagogía de Dios.
San Gregorio Magno decía que todo lo que «el Antiguo Testamento ha prometido,
el Nuevo Testamento lo ha cumplido; lo que aquél anunciaba de manera oculta,
éste lo proclama abiertamente como presente. Por eso, el Antiguo Testamento es
profecía del Nuevo Testamento; y el mejor comentario al Antiguo Testamento es el
Nuevo Testamento.
Estas conclusiones ojalá las lean después con calma y las reflexionen para que
crezca su amor y su interés por el Antiguo Testamento. Terminó entonces
saludándolos a todos, espero que les haya aprovechado, espero que sigan
perseverando en este curso, para que tengamos una buena preparación en este
hermoso gran libro del Antiguo Testamento, leído siempre con los ojos de paloma,
inspirados por el Espíritu Santo. Que el Espíritu Santo los ilumine y desde aquí
desde Roma los bendigo y los encomiendo a todos ustedes. Muchas gracias por
haberme escuchado.
1. TEMA X | ¿QUÉ ES LA ALIANZA?
Vamos a comenzar ahora el Tema Décimo, que tiene que ver con una realidad
central un tema central, en el Antiguo Testamento, como es La Alianza, eje de la
vida del pueblo de Dios.
¿QUÉ ES LA ALIANZA?
En primer lugar, vamos a ver lo que significa la Alianza, ¿Qué es Alianza? Es que
una institución muy antigua, ya desde los pueblos antiguos, antes incluso de la
formación de Israel, se hablaba y se tenía la Alianza. La Alianza en hebreo berit,
antes de referirse a las relaciones de los hombres con Dios, pertenece a la
experiencia social de los seres humanos. Estos se ligan entre sí, con pactos y
contratos, acuerdos entre grupos o individuos iguales, que quieren prestarse
ayuda; son las alianzas de paz, mencionadas en el libro del Génesis, (Gen 14,13;
21,22ss; 26,28; 31,43ss); las alianzas de hermanos, los pactos de amistad e
incluso el matrimonio. No es un contrato, porque el contrato se puede romper,
puede caducar, puede cambiarse. También se le denomina Pacto.
El Pacto o la Alianza es algo indisoluble, es decir, no se puede romper —o no se
debe romper— Para que se pueda dar se necesiten al menos dos personas, sean
reyes, sean pueblos, o sean reinos, siempre representados generalmente por sus
reyes o por sus dirigentes. Generalmente, la historia de las religiones habla de
alianzas entre dos reyes, en nombre de sus pueblos y muchas veces cuentan con
la bendición de sus dioses, por lo que se incorporan al culto. La Alianza es más
que un acuerdo, es un compromiso indisoluble, que no se puede o no se debe
romper, porque al hacerlo, se pone en peligro la existencia de los dos pactantes,
uno de los dos tiene que desaparecer.
La Alianza implica un compromiso de mutua ayuda, de defensa, de desarrollo y de
compartir todo, desde lo económico hasta lo religioso. Generalmente eran
solicitados por pueblos más débiles e indefensos, a cambio de protección, que
terminaba en lo que se llama vasallaje, una especie —no dijéramos de esclavitud
— pero sí de dependencia política y hasta económica. En la antigüedad no se
conocen sino con la palabra, no se hacía sino con la palabra dada por los
pactantes, no se daba por escrito, no se daba en forma escrita, en la antigüedad
era la palabra, lo que contaba para realizar los pactos.
2. TEMA X | ¿CÓMO SE SELLABA LA ALIANZA?
Vamos a recordar la forma en que se hacía en los pueblos antiguos, Se acordaba
entre dos reyes, pueblos o naciones, —generalmente como ya lo indicamos—
una nación débil buscaba la protección de una nación fuerte, y esto producía el
vasallaje. Cuando se acordaba, se dividía un animal, generalmente un cordero, se
partía por la mitad, aun estando vivo y con las entrañas palpitantes, los dos reyes
pasaban en medio de ellas, subrayando y diciendo «que nos suceda igual a
nosotros si alguno rompe la alianza» es decir, que seamos sacrificados, que
seamos partidos por la mitad; por supuesto era un símbolo, esto para indicar la
indisolubilidad de la Alianza. Seguidamente, luego se hacía un sacrificio cultual,
generalmente con parte del animal que había sido descuartizado y ese sacrificio,
era un sacrificio, en el que se les ofrecía a los dioses, alguna de las partes del
animal y la otra se comía, como símbolo de expresión de ese pacto, de esa
comunión. También se rociaban a los reyes o representantes de ambos pueblos,
con la sangre del animal sacrificado, lo cual constituía el sello de la Alianza.
Se establecía a la vez otra institución vinculada a la Alianza, que se denominaba
el RIB, del cual va hablar mucho el profeta Jeremías, el derecho a restablecer la
Alianza, y también como un deber, era un deber del que se sentía ofendido, al cual
se le dio —dijéramos— la Alianza, el pacto; pero a la vez se rompió y esto sirvió
de modelo para el tema y doctrina de la Alianza, no solamente en el Antiguo
Testamento, sino también en la literatura profana de la época.
Entonces la Alianza se sellaba con la sangre y se tipificaba de esta manera,
pasando los dos reyes por medio de un animal —generalmente un cordero— que
todavía, incluso tenía alguna de las entrañas palpitantes, para decir que si sucedía
la ruptura, iba a pasarle igual que él, sería asesinado, no asesinado, porque no es
la idea propiamente, pero sí que sería destruido como pueblo.
3. TEMA X | LA ALIANZA, ESTILO DE ISRAEL
La Alianza forma parte del estilo de Israel, más aún, la vida de Israel. Desde los
orígenes, se tiene el estilo de la Alianza —no necesariamente con las mismas
condiciones de los pueblos antiguos— pero sí con su significación. La significación
es una Alianza, un Pacto, que se hacía entre las personas y luego será con Dios,
para reforzar la idea de comunión. El pueblo de Israel, comienza a reflexionar
sobre la Alianza, mucho después de haberla sellado con Dios, con su pueblo, en
el Sinaí. La reflexión y los libros y todos los escritos sobre la Alianza, se realizan
después, mucho después; y es un tema central pero también transversal en el
mensaje de los profetas. Central, porque es la base de toda la predicación
profética, pero transversal, porque en todas las diversas manifestaciones
doctrinales de los profetas, siempre aparece el tema de la Alianza; y los profetas
son los grandes defensores de la Alianza; lo cual no significa que no haya sido —
dijéramos— estudiada, propuesta, en la literatura sapiencial y también en los
escritos de tipo histórico. La literatura sapiencial ilumina precisamente de la
vivencia sapiencial, el tema de la Alianza que lo va a hacer de diversas maneras.
Los autores sagrados de los otros escritos, cimientan sus escritos en la Alianza.
Y hay ejemplos concretos de la Alianza de Dios con su pueblo, incluyendo los
anuncios de la misma. Cuando nosotros leemos algunos textos bíblicos del
Antiguo Testamento, nos vamos a dar cuenta de que, en el fondo, prevalece todo
lo referente a ese estilo de la Alianza. Por ejemplo, la creación del hombre y la
mujer está hecha, redactada, relatad en forma de Alianza; que implica la comunión
entre el hombre y la mujer, que nunca debían haber roto contigo Dios, pero que
después lamentablemente, se dio.
Luego las primeras manifestaciones de culto como es el caso también de la
historia de Abel, que ofrecía ya sus sacrificios a Dios, de manera digna y Caín,
que no lo hacía de manera digna y por eso llevó a asesinar a su hermano. Noé y
la nueva situación y promesa a la humanidad después del diluvio.
Abraham el padre de un pueblo numeroso, hay una alianza entre Dios y el
hombre, Abraham para constituirlo como padre de un pueblo numeroso y le pide el
sacrificio de Isaac, para demostrar y ver si había verdaderamente una capacidad
de comunión entre Dios y Abraham. Abraham sobre todo en respuesta Dios y
luego cuando él va directamente a llevar a su hijo al sacrificio, Dios lo premia, y le
impide que lo sacrifique, luego buscan un cordero y éste es símbolo precisamente
de todas las alianzas que se van a dar posteriormente.
4. TEMA X | “YO SOY TU DIOS, TÚ ERES MI PUEBLO”
Sin embargo, lo que nos interesa a nosotros, es la Alianza —propiamente dicha,
que es la que como ya lo indicamos— cantarán los libros sapienciales, que será la
base de todos los relatos bíblicos, que es la Alianza en el designio de Dios.
Dios desde la creación, quiso hacer una Alianza con la humanidad, y esto se va a
expresar de una manera especial en la Alianza del Sinaí, cuando Dios le dice “YO
SOY TU DIOS, Y TÚ ERES MI PUEBLO”. Hay una unión indisoluble, “si tú dejas
de ser mi pueblo, yo pongo en peligro mi existencia” —en el fondo es lo que quiere
decir— y por eso la institución del RIB, siempre lo irá a buscar, a restaurar, a
fortalecer esa unión entre Dios y el pueblo.
Desde la creación del hombre y la mujer, al hacerlos a imagen y semejanza, Dios
instituyó la comunión como Alianza. Adán y Eva la rompieron con la desobediencia
y entonces hubo la promesa, el RIB, que llamamos en la terminología de la
Alianza, de la berit hebrea, le hace la promesa de que eso se va a restaurar con la
llegada de un Salvador, en la plenitud de los tiempos.
Dios quiere llevar a los hombres a una vida de comunión con él, esta idea
fundamental para la doctrina de la Salvación, es la que expresa el tema de la
Alianza. En el Antiguo Testamento dirige todo el pensamiento religioso, pero se ve
cómo con el tiempo. Se va profundizando y en el Nuevo Testamento, va a adquirir
una plenitud sin igual, con la Nueva Alianza en Cristo.
Ya en la visión de la zarza ardiente, allá en el desierto, Yavé reveló a un mismo
tiempo a Moisés su nombre “YO SOY”, su designio para con Israel, quiere liberar a
Israel de Egipto, para asentarlo en la tierra de Canaán, para llevarlo hacia la tierra
prometida. ¿Por qué? Porque Israel es su pueblo, que ya había puesto su semilla
en el caso de la Alianza con Abraham, al que quiere darle la tierra prometida a sus
padres, en el Génesis capítulos 12 y 13 aparece esta mención, y esto supone ya,
que por parte de Dios es Israel el objeto de elección y depositario de una promesa.
Elección significa ante todo consagración; no es solamente que lo escoge, sino
que hay una consagración; consagración que se hace a través de la Alianza, es
decir, a través del pacto que convierte al pueblo de Israel, en el pueblo de Dios. El
éxodo viene luego a confirmar la revelación monte Horeb. Al libertar Dios,
efectivamente a su pueblo, muestra que es el Señor y que es capaz de imponer su
voluntad. ¿Cuál voluntad? La voluntad es “Tú eres mi pueblo y Yo Soy tu Dios” así
el pueblo liberado, responde al acontecimiento de su fe. (Ex 14,31). Ahora, una
vez adquirido este punto, puede Dios ya revelar su designio de la Alianza, está
expresada en el capítulo 19 versículo 5 del libro del Éxodo. “Si ustedes escuchan
mi voz y observan mi alianza (en el fondo también mi mandamiento) serán mi
propiedad de entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra, pero ustedes
serán para mí, un reino de sacerdotes y una nación consagrada” (Ex 19,5 s).
Aquí en este texto del libro del Éxodo, no solamente está marcado el tema de la
elección, de cuotas era mi propiedad y propiedad de elección, implica
consagración porque eres pueblo de Dios, pueblo mío y lo puede hacer porque
sencillamente es Todopoderoso, toda la tierra es de Dios y le da un destino a ese
pueblo, una misión, reino de sacerdotes, es decir capaces de ofrecer por toda la
humanidad el sacrificio para manifestar la comunión y sobre todo la consagración,
que vamos a ver ahora, a través de la comunión. Una nación consagrada, es
decir, dedicada; la consagración significa dedicación, comunión plena, la elección
por eso es comunión, es consagración, es dedicación plena al misterio y al
designio de Dios.
5. TEMA X | LAS CLÁUSULAS DE LA ALIANZA
Todas las alianzas tienen unas cláusulas, —vamos a llamarlos así— una especie
de reglamentos, pero también son prescripciones que se deben cumplir. Dios al
otorgar su Alianza a Israel y hacerle promesas, le impone también condiciones
que Israel deberá observar, los relatos que se entrelazan en el Pentateuco,
ofrecen varias formulaciones de estas cláusulas, que reglamentan el pacto y
constituyen La Ley, de la cual vamos a ir escuchando, a lo largo del Antiguo y
también del Nuevo Testamento. La Ley es sencillamente los Diez Mandamientos y
todo lo que se desprende de allí.

La primera de esas cláusulas, concierne al culto del único Yavé y la proscripción


de idolatría (Éx 20,3ss; Dt 5,7ss) De aquí se desprende inmediatamente la
repulsa de toda alianza, con las naciones paganas (cf. Éx 23,24; 34,12-16);
porqué cuando se hacía una alianza con un pueblo, se imponían mutuamente las
divinidades y el pueblo de Israel, no podía asumir otras divinidades, porque Uno,
solamente Uno es Yavé. Pero también se sigue que Israel deberá aceptar todas
las voluntades divinas, que envolverán su existencia entera en una red tupida de
prescripciones.
“Moisés —dice el capítulo 19 versículo 7 y siguientes del libro del Éxodo— expuso
todo lo que le había prescrito Yavé entonces todo el pueblo respondió: “todo lo
que ha dicho Yavé lo observaremos””. Es un compromiso solemne cuyo respeto
condicionará para siempre el destino histórico de Israel; por eso, la Ley, los
Mandamientos van a ser las cláusulas de la Alianza que va a tener ese pueblo
que ha sido consagrado, dedicado, al único y verdadero Dios.
6. TEMA X | LA CONCLUSIÓN DE LA ALIANZA
La conclusión de la Alianza ¿Qué significa? ¿Cómo se realiza? El relato complejo
del Éxodo, conserva dos rituales diferentes de la conclusión de la conclusión de la
Alianza.
En el primero de ellos: Moisés, Aarón y los ancianos de Israel, toman una comida
sagrada en presencia de Yavé, al que contemplan —tal como dice el capítulo 24
del Éxodo e Isaías 9 y siguientes.
El segundo, parece reproducir una tradición litúrgica conservada en los Santuarios
del Norte de Israel, Moisés erige doce estelas, cada una representando una de las
tribus o cada una de las tribus, y un altar para el sacrificio. Ofrece sacrificios,
derrama parte de la sangre sobre el altar y rocía con ella al pueblo, para indicar la
unión que se establece entre Yavé e Israel, entonces el pueblo se compromete
solemnemente a observar la cláusula de la Alianza; capítulo 24,3-8 del libro del
Éxodo.
La sangre de la Alianza desempeña un papel esencial en este ritual, una vez
concluido el pacto diversos objetos perpetuarán su recuerdo, atestiguando a
través de los siglos, el compromiso inicial de Israel; la sangre —como ya lo
indicamos a su debido momento— viene a ser como el sello, el sello de garantía
de la Alianza.
Entre los objetos que se recuerdan está el Arca de la Alianza, qué es un escriño,
es decir una especie de arca, de cajón grande, en el que se depositan las tablas
del testimonio, es decir las Tablas de La Ley; ella es el memorial de la Alianza y el
signo de la presencia de Dios en Israel, como lo dice el capítulo 25 del libro del
Éxodo, y el libro de los Números capítulo 10. Y se coloca cada vez que se
acampa, en una tienda, que se coloca en el centro del campamento y que es
esbozo del futuro templo, que es el lugar del encuentro de Yavé y su pueblo,
capítulo 33, 7-11 del libro del Éxodo.
El arca de la Alianza y la tienda de la cita, marcan el lugar de culto central, como lo
será después el templo, en el que la confederación de las tribus, aporta a Yavé el
homenaje oficial del pueblo que Él se ha escogido, sin perjuicio de los otros
lugares de culto. Con esto se indica el enlace perpetuo del culto israelita con el
acto inicial que fundó la nación. Es decir, la Alianza del Sinaí.
7. TEMA X | SENTIDO Y LÍMITES DE LA ALIANZA
La Alianza Sinaítica, es decir, la que se determina en el Sinaí, la que se realiza en
el Sinaí, es la que marca la vida ya definitiva del pueblo, con aquello de “YO SOY
TU DIOS Y TÚ ERES MI PUEBLO” reveló en forma definitiva, un aspecto esencial
del designio de salvación. Dios quiere asociarse a los hombres, haciendo de ellos
una comunidad cultual, entregada a su servicio, regida por su ley, depositaria de
sus promesas; es lo que hace el pueblo de Israel y lo que convierte al pueblo de
Israel en pueblo de Dios. El Nuevo Testamento realizará en su plenitud este
proyecto divino, con el nuevo pueblo de Dios.
En el Sinaí, comienza la realización, pero en diversos aspectos, queda todavía
ambigua e imperfecta; aun cuando la Alianza es un libre don de Dios a Israel, su
forma contractual rece ligar el designio de salvación, con el destino histórico de
Israel y se expone a presentar la salvación como el salario de una fidelidad
humana, además su limitación a una sola nación, se compagina mal con el
universalismo del designio de Dios, aunque por lo demás está claramente
afirmado. Sin embargo, esto último, es sencillamente una manera de decir que es
el germen, de lo que será la Nueva Alianza, con el pueblo nuevo de Dios, abierto a
la universalidad, que será uno de los temas de que tendrá que resolver los
primeros cristianos, como nos lo narra muy bien, el libro de los Hechos de los
Apóstoles, sobre todo en el capítulo 15, cuando se nos da a entender, que
tuvieron que ponerse de acuerdo, para poder hacer los nuevos límites de la
Alianza, eliminando pues, la compleja situación de la exigencia de la Antigua
Alianza.
Finalmente, la garantía material temporal y el de las promesas divinas, como es la
felicidad terrestre de Israel, podría también disimular el objetivo religioso de la
Alianza, el establecimiento del reinado de Dios en Israel y por Israel en el mundo
entero. A pesar de estos límites, la Alianza sinaítica dominará la vida de Israel en
lo sucesivo, y el desarrollo ulterior de la revelación.
8. TEMA X | LOS PROFETAS Y LA ALIANZA
Según sugerimos hace algunos momentos atrás, los Profetas juegan un papel
fundamental en lo que es la defensa, la promoción y la custodia de la Alianza. Si
denuncian los Profetas unánimemente la infidelidad de Israel a Dios, si anuncian
las catástrofes que amenazan al pueblo pecador, lo hacen en función del pacto del
Sinaí, de sus exigencias y de las maldiciones que formaban parte de su tenor. Es
decir, los Profetas muchas veces tienen que denunciar estas terribles cosas que
les van a suceder al pueblo de Israel, por aquello de que no se podía romper la
Alianza y una manera de romper la Alianza, era yéndose hacia la idolatría, es decir
yéndose hacia el vasallaje de otros pueblos que le imponían la idolatría, o porque
buscaban en los ídolos, la posibilidad de una fe concreta, una fe que se
concretaba en imágenes y no una fe que exigía el compromiso personal de
aceptar a Yavé que no permitía que se le representara en ninguna figura.
Pero para conservar viva la doctrina de la Alianza, en el espíritu de sus
contemporáneos, también los profetas hacen aparecer en ella aspectos nuevos,
que la tradición antigua confería solo en estado virtual, los profetas la cargan con
notas afectivas, buscando en las experiencias humanas, otras analogías para
explicar las relaciones mutuas entre Dios y su pueblo; por ejemplo, Israel es el
rebaño y Yavé es el pastor; esta es una figura, que luego aparecerá de manera
especial en el capítulo 10 de San Juan, y lo van a desarrollar mucho los Padres
de la Iglesia, pero esta preocupación del Pastor Yavé con su rebaño, que implica
la comunión y el designio de una finalidad que es la de llegar, como dice el Salmo
23, a pastos seguros.
Otra es la figura de la viña, Israel es la viña y Yavé el viñador, eso es una imagen,
un símbolo muy presente en las culturas, sobre todo en cultura mediterránea como
el caso de Israel, el viñador siempre está pendiente de sus cepas, sobre todo
después de la primavera, para buscar sus primeros brotes, cuidarlos, luego
proteger los brotes de la vid que van surgiendo y van a producir las uvas que van
a servir para su alimentación y también para el vino y luego en el invierno cuidar
para que no se sequen o se queman con el frío o con las nevadas, las cepas.
Israel es la viña y Yavé el viñador.
También la figura de hijo, Israel como pueblo, es el hijo de Yavé, y Yavé el padre
de Israel, el padre del pueblo nuevo. También la idea de que Israel es la esposa y
Yavé el esposo, es decir, la figura esponsalicia, la figura de Dios que se casa con
su pueblo, la figura de Yavé como padre e hijo, no es tan querida o aceptada en el
pueblo de Israel, sobre todo en lo que se llaman los tiempos de la ortodoxia y
sobre todo con los fariseos y la literatura rabínica, por miedo precisamente, ha
hablar de la participación en la divinidad. Sin embargo, es también una figura,
Yavé es el padre, el pueblo es el hijo, Israel es la esposa y Yavé es el esposo.
Estas imágenes —sobre todo la última— la esponsalicia, hacen aparecer la
Alianza Sinaítica, como un asunto de amor indisoluble, (capítulo 16,6-14 del libro
de Ezequiel); el amor que proviene y es gratuito de Dios, ese amor gratuito de
Dios, que reclama por su parte un amor que se traducirá en obediencia.
La espiritualidad Deuteronómica, recoge el fruto de esta profundización. Si
recuerda sin cesar las exigencias, las promesas y las amenazas de la Alianza, es
para subrayar mejor el amor de Dios ((Dt 4,37; 7,8; 10,15) que aguarda el amor de
Israel como respuesta; como aparece en (Dt 6,5; 10,12 s; 11,1) del libro del
Deuteronomio. Los Profetas pues, son aquellos que defienden, promueven,
protegen, y van interpretando también la Alianza en sus diversas expresiones e
incluso con símbolos como hemos determinado.
9. TEMA X | HACIA LA NUEVA ALIANZA
Ante los peligros de ruptura, o los hechos de ruptura de la Antigua Alianza, los
Profetas van, sobre todo de Jeremías en adelante: Jeremías, Ezequiel, etc., y
luego eso se hace eco en la literatura rabínica; se va hablando de una Nueva
Alianza, futura, los Profetas no solo profundizarán la doctrina de la Alianza,
subrayando las implicaciones del pacto sinaítico, volviendo los ojos hacia el
porvenir, presentarán en su conjunto el drama del pueblo de Dios que se cierra en
torno a él, porque caen las tentaciones de la idolatría o de alejarse de Dios, o de
no cumplir los mandamientos, incluso tienen la dura experiencia del exilio, en el
que por un tiempo largo, sobre todos los dirigentes del pueblo de Israel, han sido
llevados a Babilonia, exiliados y esto implica que no se cumplió la Alianza y por
eso en esa época previa, pero también durante el exilio, y algo que se mantendrá
en los Salmos, en la literatura sapiencial, empieza a vislumbrarse la Nueva
Alianza.
A consecuencia de la infidelidad de Israel, como lo dice Jeremías en el capítulo
22,9 el antiguo pacto queda roto, como un matrimonio que se deshace a causa de
los adulterios de la esposa, es el drama de Oseas, (Os 2,4) el profeta Oseas y
también narrado por Ezequiel en el capítulo 16, 15-43. Entonces Dios toma la
iniciativa de la ruptura, en el sentido de que permite el exilio, pero saca
consecuencias de ello: no es Dios quien rompe la Alianza, pero saca las
consecuencias de ello, Israel sufriría en su historia, el justo castigo de su
infidelidad y tal será el sentido de sus pruebas nacionales en las ruinas de
Jerusalén, en la cautividad de la dispersión y por eso los Profetas van a anunciar
una Nueva Alianza, que ya no será escrita en piedra, sino en el corazón de los
hombres, precisamente para que no se termine de borrar y se pueda cumplir a
cabalidad.
Habrá pues al final de los tiempos, una Alianza Nueva. Oseas —el Profeta Oseas
— la evoca bajo los rasgos de los nuevos esponsales que comportarán a la
esposa: amor, justicia, fidelidad, conocimiento de Dios y que restablecerán la paz
entre el hombre y la creación entera, (Os 2,20-24)
Jeremías, es quien más precisa el anuncio de esa Nueva Alianza, que entonces
serán cambiados los corazones humanos, puesto que se escribirán —como ya lo
indicamos— en ellos la Ley de Dios (Jer 31,33 s; 32,37-41).
Ezequiel, por su parte, anuncia la conclusión de una alianza eterna de paz, (Ez
6,26) que renovara la del Sinaí, lo dice en el capítulo 16 (Ez 16,60) y renovará
también la de David (Ez 34,23 s) y que comportará el cambio de los corazones y el
don del Espíritu Santo, el Espíritu Divino (Ez 36,26ss). Así se realizará el
programa esbozado en otro tiempo: “Ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios”
(Ez 36,28; 37,27). Es decir, el presente de la Alianza se lanza también al futuro de
esa alianza como lo dice muy bien Jer 31,33. El mensaje de consolación, sobre
todo el profeta Isaías, adopta esta alianza de nuevo, los rasgos de las nupcias de
Yavé, y de la nueva Jerusalén (Is 54). Una alianza que será inquebrantable, como
la que se había jurado a Noé (Is 54,9 s). Y la alianza hecha de las gracias
prometidas a David (Is 55,3); tiene por artífice el misterioso Siervo de Yavé, al que
Dios constituye “como alianza del pueblo y los de las naciones” (Is 42,6; 49,6ss)
El designio de Alianza que domina toda la historia humana, hallará a su punto
culminante al final de los tiempos, revelado en forma imperfecta, en la alianza
patriarcal, mosaica, davídica que se realizará finalmente en una forma perfecta, a
la vez interior y universal, por la mediación del Siervo de Yavé, y así se le da
también una proyección mesiánica a esta Nueva Alianza, que será sellada en un
futuro, por el Siervo de Yavé.
Cierto, la historia de Israel proseguirá su curso, en consideración del Pacto, de la
Alianza del Sinaí, las instituciones judías llevarán el nombre de Alianza Santa
como lo recuerda el profeta Daniel en el capítulo 11,28ss; pero esta historia
estará, de hecho, dirigida hacia el porvenir, hacia la Nueva Alianza que se va a
realizar en Jesucristo, con la sangre del Cordero, con la cual se sellará esta Nueva
Alianza y que será el tema central también del Nuevo Testamento.
Hemos visto hasta ahora las ideas principales de la Alianza, que marca la vida del
pueblo de Israel, marca la historia, el estilo, el mensaje de los Profetas, la reflexión
de los libros sapienciales y también la manera cómo se dirige, o se narra, o se
comparte la historia del pueblo de Israel. La Alianza, Pacto, Alianza unión
indisoluble entre Dios y su pueblo, la alianza que no es un simple contrato, sino
algo que involucra de tal manera la existencia de los dos, que por eso cuando
alguien la rompe —en este caso el pueblo de Israel— Dios permitiendo los
castigos o permitiendo las tragedias que van a vivir a ese pueblo, siempre sale a
su encuentro, para restaurar la Alianza y en un momento dado, a través de los
Profetas, permite el anuncio de la Nueva Alianza.
La Alianza forma parte de la reflexión de los Profetas, de la reflexión de la
literatura sapiencial y de todos los escritos del Antiguo Testamento, que van a
encontrar —cómo lo dijimos al principio de este curso— su realización plena en
Jesucristo, quien, con su Muerte, con su Resurrección, con su sangre derramada,
va a sellar la Nueva Alianza, que rompe toda expectativa, sobre todo con la
Resurrección del mismo Jesucristo.
1. TEMA XI | LOS INICIOS DE LA FE EN ISRAEL
Vamos a comenzar a ver el tema de la fe, la profesión de fe en el pueblo de Israel
y vamos a comenzar haciendo un repaso de los inicios de la fe en Israel, con una
referencia también a la fe y la religión de los pueblos antiguos.
Para la Biblia, es la fe la fuente de toda la vida religiosa. Al designio que realiza
Dios en el tiempo, el hombre debe responder con la fe, siguiendo las huellas de
Abraham, Padre de todos los creyentes, como nos lo recordará San Pablo en la
Carta a los Romanos capítulo 4 versículo 11. Los personajes ejemplares del
Antiguo Testamento, vivieron y murieron en la fe, que Jesús en el Nuevo
Testamento lleva a su perfección, los discípulos de Jesús son aquellos que han
creído, como lo dice el libro de los Hechos de los Apóstoles, en el capítulo 2 y que
siguen creyendo, como nos lo recuerda el capítulo 1, 7 de la Primera Carta a los
Tesalonicenses, la fe es esencial en la vida religiosa del pueblo de Dios, del
pueblo de Israel, como lo será también para la Iglesia.
¿En qué consiste la fe?
El estudio del vocabulario revela ya, que la fe, según la Biblia tiene dos polos: la
confianza que se dirige a una persona «fiel», es decir creíble y reclama al hombre
entero y por otra parte un proceso de la inteligencia, a la que una palabra o signo
sirven para acercarse a la realidades que no se ven La fe, en este sentido, ,tiene
una dimensión trascendental, trascendente, religiosa, porque se dirige a alguien
plenamente fiel cómo es Dios; cualquiera que sea la experiencia religiosa que se
tengan y que reclama, lo exige esa fe al hombre entero. Es un proceso, el hombre
va descubriendo, el ser humano descubriendo que, a través de su inteligencia, a
través de los diversos signos, a través de las diversas manifestaciones religiosas,
para acercarse a realidades que no se ven, y así como nos lo enseña el Nuevo
Testamento, la fe es la seguridad de lo que no se ve.
1.2 LOS INICIOS DE LA FE Y LA RELIGIÓN EN LOS PUEBLOS ANTIGUOS

Los pueblos antiguos, antes de Israel, e incluso en la época coterráneos de Israel


y en otras partes, siempre tuvieron una referencia a la divinidad. Ellos buscaron
siempre la explicación de todo, del bien, del mal, de las catástrofes, de la bonanza,
en Dios, en la divinidad; que muchas veces reflejaba, en forma para nosotros
quizá despectiva, pero para ellos era la manera como se relacionaban con Dios, a
través de ídolos y su fe era la confianza que ellos depositaban en la adoración de
sus ídolos y ahí nace también el término de religión, religión —como ya hemos
mencionado en alguna oportunidad— viene de religare, es decir de unir, de
buscar la unión entre el hombre que busca la trascendencia y la trascendencia que
le debería responder al ser humano y esto ya se da, desde los pueblos antiguos,
antes de Israel.
1.3 LA RELACIÓN CON DIOS EN LA “PREHISTORIA” DE ISRAEL (GÉN. 1-11)
Por supuesto, que antes de que se diera la experiencia narrada a partir del
capítulo 12 del Génesis, con Abraham —el padre en la fe— todo lo que
generalmente llamamos la prehistoria de la salvación de Israel, los capítulos 1 al
11 del Génesis, hacen una referencia a esa fe en Yavé, aun cuando todavía no
había el conocimiento exacto de ese Yavé, como lo va a tener Abraham y
posteriormente, sobre todo con la experiencia de la guía y de la enseñanza de
Moisés. Pero ya se empieza a ver en la prehistoria de Israel, en la prehistoria de
la salvación, toda esa relación que tiene que ver con Dios, el Dios Creador, el Dios
que salva, el Dios que castiga cuando cometen pecados, el Dios que está
buscando darle una respuesta a la humanidad, en el pueblo de Israel, y que luego
va a convertirse en el dueño, en el Creador y dueño del pueblo de Israel, sobre
todo con la experiencia primero de Abraham y los Patriarcas y luego del éxodo,
con Moisés y toda la historia de la Pascua, de la Alianza, etc.
1.4 LOS INICIOS DE LA FE EN YAHVÉ: ABRAHAM Y LOS PATRIARCAS.
Veamos ahora, cómo la fe de Abraham y de los Patriarcas, son como el inicio de
esa experiencia de fe en el pueblo de Israel; aun cuando el pueblo de Israel va a
consolidarse después del éxodo, con Abraham y los Patriarcas; pero sobre todo
con Abraham, comienza la historia de la salvación del pueblo de Israel, porque
Abraham es elegido por Dios, para crear el pueblo de la salvación, el pueblo de la
promesa.
Abraham es el padre de los creyentes, porque es el primero que cree en Yavé.
Yavé llama a Abraham, cuyo padre servía a otros dioses en Caldea y le promete
una tierra y una descendencia numerosa (Gen 12,ls). Contra toda verosimilitud
(Rom 4,19), contra toda esperanza, él espero y Abraham «cree en Dios» (Gen
15,6) y en su palabra, era un desconocido para él, porque tenía otras experiencias
religiosas y se le revela Dios y obedece a esta “‘vocación y pone toda su
existencia en función de esta ‘promesa’. La promesa de ser un Padre de un pueblo
numeroso. El día de la ‘prueba su fe’ será capaz de sacrificar al hijo, en el que se
está realizando ya la promesa (Gen 22); en efecto, para ella la ‘palabra de Dios’ es
todavía más verdadera que sus frutos: Dios es fiel (cf. Heb 11,11) y todopoderoso
(Rom 4,21).
Abraham es desde ahora el tipo, el modelo, el ejemplo mismo de todo creyente,
cómo nos lo recuerda el libro del Eclesiástico en el capítulo 44 versículo 20; es el
precursor de los que descubrirán al verdadero Dios y así nos lo dice el salmo 47, o
que descubrían a su Hijo Jesús, en el capítulo 8 versículo 31 y siguientes del
evangelio de San Juan; a los que para su salud se remitirán únicamente a Dios y a
su palabra. Un día se cumplirá la promesa en la resurrección de Jesús, en la
plenitud de los tiempos, que es el gran descendiente de Abraham; de acuerdo a lo
que nos habla la genealogía según San Mateo y según San Lucas. Abraham,
entonces será el padre de una multitud de pueblos, todos los que en la fe se
unirán con Jesús, una multitud de pueblos, primero con un pueblo y luego que se
abre a la universalidad, porque es lo que Dios quiere, que toda la humanidad
alcance la plenitud.
1.5 LA PERENNE TENTACIÓN: LA IDOLATRÍA.
Sin embargo, siempre va a tener en el pueblo una perenne tentación. La tentación
que ya fue anunciada en la prehistoria, cuando el demonio se le aparece a Adán y
a Eva y le dice «lo que pasa es que ustedes no deben comer de este árbol porque
así van a llegar a ser dioses, van a ser igual que Dios» y entonces caen en la
tentación y la tentación de la idolatría siempre va a estar presente en el pueblo de
Israel; porque los pueblos que están a su alrededor —incluso aquellos que
parecen ser más poderosos e incluso en algún momento lo llevan al exilio— pues
tienen unos dioses y los ven y los pueden palpar, pero no se dan cuenta —como
recordará el salmo— que tienen ojos y no ven, oídos y no escuchan; pero siempre
van a tener la tentación de la idolatría, porque la fe en Yavé es una fe personal, de
confianza en el nombre de Yavé.
1.6 LA “NOCHE OSCURA” DE LA ESCLAVITUD EN EGIPTO.
Y por eso después de que Jacob se establece en Egipto, con un tiempo de
bonanza y llega la noche oscura de la esclavitud en Egipto, también es una noche
oscura para la fe del pueblo de Israel, porque apenas conservaban la memoria del
Dios de Abraham, de Dios de Isaac y el Dios de Jacob, pero con una gran
confusión y una especie de sincretismo, también con lo que habían aprendido de
otros pueblos y también del pueblo de Egipto.
1.7 LA REVELACIÓN DEL “NOMBRE DE YAHVÉ”: LA “ZARZA ARDIENTE”.
Sin embargo, en el episodio de la “zarza ardiente” cuando Yavé elige a Moisés
para destinarlo a ser el liberador, se da entonces la primera gran revelación del
nombre de Yavé, Yavé —como bien lo sabemos— significa “YO SOY”; es el
nombre por excelencia de Dios, y el nombre de Yavé implica todo lo que es su
persona, con todas sus consecuencias de Creador, de amoroso, de dueño de un
pueblo, de una promesa que dio. Por eso, la revelación del nombre de Yavé en la
zarza ardiente, quiere hacer un segundo momento en la historia de salvación del
pueblo de Israel, porque va a darse a conocer también a los miembros del pueblo
de Israel.
1.8 EL ANUNCIO DEL NOMBRE DE YAHVÉ A LOS ISRAELITAS.
Cuándo qué moisés regresa a buscar la liberación de pueblo de Israel, la primera
cosa que se va a encontrar y va que tener que enfrentar, es un poco con la duda y
con las costumbres religiosas que tenían que no hacían referencia a Yavé y por
eso el anuncio del nombre de Yavé, lo da Moisés en primer lugar a los israelitas,
que no terminan de conocer, que no terminan de saber lo que significa Yavé, que
no terminan de entender que Yavé es el Dios que lo ha elegido como pueblo de
salvación, incluso allá mientras Moisés en el Sinaí que estaba recibiendo las
tablas de la Ley, los israelitas vuelven otra vez a caer en la tentación de la idolatría
y se construyen el famoso ‘becerro de oro’; porque todavía no terminaban de
entender, es todo un proceso, es todo un camino, no terminaba de entender lo que
significaba Yavé, además un Yavé que no tenía imágenes, un Yavé que
solamente se expresaba a través de símbolos: el fuego, la nube, la montaña y
también la palabra, sobre todo esto se va a desarrollar mucho con los Profetas.
1.9 LA ACTUACIÓN EN “NOMBRE DE YAHVÉ” ANTE EL FARAÓN.
En el nombre de Yavé que está siendo dado a conocer a los israelitas, se
enfrenta Moisés con el faraón. La fe en Israel tiene que ver primero como un
acontecimiento fundacional, la liberación de Egipto y se expresa en una serie de
fórmulas. Con ocasión de las grandes fiestas del año, el israelita recuerda su
credo (Dt 26,5- 10) y lo transmite a sus hijos (Éx 12, 26; 13,8; Dt 6,20). Israel no
cree más que en su Dios, su historia va a ser la historia de las vicisitudes y del
desarrollo de su fe, desde el momento en que es anunciado allá en Egipto, con
tantas interrogantes. del momento en que va viendo ese pueblo las maravillas del
Dios salvador, del Dios liberador, con las plagas y sobre todo en grandes
manifestaciones como va a ser el paso del mar Rojo y la llegada de Moisés con
las tablas de la Ley. La actuación en nombre de Yavé es clave para entender
también la fe y la profesión de fe del pueblo de Israel.
2. TEMA XI | LA FE Y LA ALIANZA
2.1 LA FE, EXIGENCIA DE LA ALIANZA
Como ya lo mencionamos en el Sinaí, se realiza la gran Alianza, Yavé termina de
decirle a su pueblo que es su propiedad “Yo Soy tu Dios y tú eres mi pueblo”. El
Dios de Abraham visita en Egipto a su infortunado pueblo (Éx 3, 16), llama a
Moisés, se le revela y le promete estar con él para llevar a Israel a su tierra.
Moisés —como si viera lo invisible— responde a este gesto divino, con una fe que
se mantendrá firme (Heb 11, 23-29), pese a sus eventuales flaquezas (Núm 20,1-
12; Sal 106,32s). Como mediador comunica al pueblo el designio de Dios,
mientras que sus milagros indican el origen de su misión. Israel es así llamado a
creer en Dios y en Moisés, su servidor (Éx 14,31; Heb 11,29), con absoluta
confianza (Núm 14,11; Éx 19,9), la alianza va consagrar esta implicación de Dios
en la historia de Israel. En cambio, pide a Israel que obedezca la palabra de Dios
(Éx 19,3-9)., como lo dice muy bien el capítulo 19 del Éxodo. Ahora bien, escuchar
a Yavé, es ante todo creer en Él, por eso la profesión de fe es “Shema Israel”
“Escucha Israel, pon en práctica todo lo que tú sabes de mí”.
La alianza exigirá pues la fe. La vida y la muerte de Israel dependerá en adelante
de su libre fidelidad a Dios (Dt 30,15-20; 28; Heb 11,33), en mantener el “amén de
la fe” (cf. Dt 27,9-26) qué ha hecho de él el pueblo de Dios. A pesar de las
innumerables infidelidades de que está entretejida la historia de la travesía del
desierto, de la conquista de la tierra prometida, del establecimiento en Canaán,
esta epopeya pudo resumirse así: “por la fe cayeron las murallas de Jericó y me
falta tiempo para hablar de Gedeón, Baraq, Sansón, Jefté, David” (Heb 11,30ss).
Según las promesas de la alianza “la omnipotente fidelidad de Yavé, se había
manifestado siempre al servicio de Israel, cuando Israel mismo había tenido fe en
ella, así pues proclamar estas maravillas del pasado como la gesta del Dios
invisible era pareja de confesar su fe (Dt 26,5-9; cf. Sal 78; 105), conservando la
memoria del amor de Yavé (Salmo 136).
2.2 LOS PROFETAS DE LA FE DE ISRAEL EN PELIGRO
Los profetas siempre van a estar cuidando, protegiendo, aupando, animando la fe
de Israel, que siempre va estar en peligro; las dificultades de la existencia de Israel
hasta su ruina, fueron una dura tentación para su fe. Los profetas denunciaron la
idolatría (Os 2,7-15; Jer 2,5-13) que suprimía la fe en Yavé, denunciaron también
el formalismo cultual (Am 5,21; Jer 7,22s) que limitaba mortalmente sus
exigencias, así como la prosecución de la salvación, por la fuerza de las armas
(Os 1,7; Is 31,1ss). Isaías fue el más señalado de estos heraldos de la fe (Is
30,15). Llama a Ajaz del temor a la confianza tranquila en Yavé, que mantendrá
sus promesas a la casa de David (2Sa 7; Sal 89,21-38). Inspira a Ezequías la fe
que permitirá a Yavé salvar a Jerusalén (2Re 18-20). Por la fe, descubre él la
paradójica sabiduría de Dios (Is 19,11-15; 29,13-30,6; cf. ICor l,19s).
La fe de Israel estuvo especialmente amenazada en la ocasión de la toma de
Jerusalén y del exilio llamado ‘el exilio de Babilonia’. Israel miserable y pobre (Is
41, 17) corría peligro de atribuir su suerte a la impotencia de Yavé y de volverse
hacia los dioses de la Babilonia victoriosa. Los profetas, van a proclamar
entonces, la omnipotencia del Dios de Israel (Is 41, 17), creador del mundo (Is
40,28s; cf. Gen 1), Señor de la historia (Is 41, 1-7; 44,24s), roca de su pueblo. Los
ídolos no son nada, no hay Dios fuera de Yavé (Is 44,6ss; 43,8-12; cf. Sal 115,7-
11), insistirá el profeta, pese a todas las apariencias, siempre merece una
confianza total (Is 40,31; 49,23).
2.3 LOS PROFETAS Y LA FE DEL ISRAEL FUTURO
A la vez, los Profetas tienen que ver con el futuro, no son adivinos, sino son
anunciadores de un futuro de plenitud. En conjunto, Israel no escuchó el
llamamiento lanzado por los profetas, (Jer 29,19) para oírlo hubiera debido primero
creer en los Profetas (Tob 14,4), como en otro tiempo en Moisés (Éx 14,31); pero
también le hablaban falsos profetas (Jer 28,15; 29,31) —de los cuales
hablaremos después— ¿Cómo discernir los verdaderos de los falsos profetas?
(Dt 13,2-6; 18,9-22) Sin embargo, la verdadera dificultad se encontraba en la fe
misma; por razón de su contenido, de su objeto y de sus exigencias.
2.3.1 LA FE PERSONAL DE LOS PROFETAS.
En primer lugar, en los profetas mismos se trasmite la autenticidad de la fe. El
fracaso de su predicación lo forzaba a renovar su fe en la vocación y en la misión
que habían recibido de parte de Dios (cf. Heb 11,33-40). A veces, se mantenía
inquebrantable desde los orígenes (Is 6; 8.17; 12,2; 30,18), a veces vacilaba
antes de afirmarse frente a un llamamiento exigente, como el caso de Jeremías o
era probada por una aparente ausencia de Dios (IRe 19; Jer 15,10-21; 20,7-18) y
antes de llegar a una tranquila firmeza, esta fe irradiaba en un grupo más o menos
amplio de discípulos (Is 8,16; Jer 45), la confianza, la seguridad que constituía,
también por adelantado, a ese pueblo que iba a tener la custodia de la promesa,
como resto del pueblo de Dios. Es una fe de un pueblo que va a tener una
dimensión futura.

2.3.2. LA FE DEL PUEBLO VENIDERO.


El fracaso del llamamiento arrastrar a Israel entero por el camino de la fe, induce a
los profetas a profundizar en las promesas del Dios fiel y aguardar en el futuro, la
fe perfecta. El Israel futuro será reunido por la fe, en la piedra misteriosa de Sion.
El resto de Israel será un pueblo de pobres a los que reúne su confianza en Dios.
En efecto sólo el justo vivirá por su fidelidad La salvación es para los que superan
la prueba. En estas visiones del futuro, la fe se llama conocimiento de Dios y
supone que Dios ha renovado definitivamente los corazones (Ez 36, 26),
haciéndolos perfectamente obedientes.
Supone finalmente el sacrificio del Siervo de Yavé, en una prueba que va hasta la
muerte (Is 50,6; 53), la fe endurece su rostro, en una confianza absoluta en Dios,
que el porvenir justificará plenamente (Is 53,10ss; cf. Sal 22). Ahora bien, el
pueblo verdadero no comprende solamente al Israel histórico, sino que se va a
extender incluso a las naciones, es la apertura a la universalidad, al universalismo
de la salvación —como ya lo mencionáramos hace un momento— la misión del
Siervo de Yavé las alcanza efectivamente (Is 42, 4; 49,6), el Israel futuro del
pueblo de la fe, se abre a todos los que reconocen al Dios único, lo confiesan y
cuentan con su poder para llegar a tener la salvación (Is 51,5s).
2.4 HACIA LA REUNIÓN DE LOS CREYENTES
En los siglos que siguen al exilio, la comunidad judía tiende a configurarse al Israel
futuro, anunciado por los profetas, aunque sin llegar a vivir en una verdadera
asamblea de creyentes (IMac 3,13)
Ya desde el principio Dios creó al ser humano y lo hizo su imagen y semejanza,
sin distinción, pero luego del pecado de Adán y Eva, tuvo que hacer una promesa
y para ello eligió el pueblo de Israel, para que fuera el depositario de la promesa
que se realizaría, no solamente para el pueblo, sino para toda la humanidad.
2.4.1LA FE DE LOS SABIOS, DE LOS POBRES Y DE LOS MÁRTIRES.
En este sentido tenemos que ver un poco también, una perspectiva de esa
relación entre la fe y la Alianza. La fe de los sabios, de los pobres y de los
mártires, como los profetas también lo sabios de Israel, sabían hacía tiempo, que
para ser salvados —salvos— sólo podía contar con Yavé (Prov 20,22); cuando
toda salvación resulta inaccesible, en el plano visible, la sabiduría requiere una
confianza total en Dios (Job 19,25s), con una fe que sabe que Dios está siempre
omnipotente como dice el libro de Job en el capítulo 42. En esto están los sabios
muy cerca de los pobres, que cantaron su confianza en los salmos, el salterio
entero proclama la fe de Israel en Yavé, el Dios único (Sal 18,32; 115), creador(8;
104), todopoderoso (29) Señor fiel (89) y misericordioso (136), para con su pueblo
(105), Rey universal del futuro. No pocos salmos expresan la confianza de Israel
en Yavé, pero los más altos testimonios de fe son oraciones en las que la fe de
Israel se expansionan en una confianza individual, de rara calidad, fe del justo
perseguido en Dios que lo salvara tarde o temprano, confianza del pecador en la
misericordia de Dios, seguridad apacible en Dios, más fuerte que la muerte, tal es
la oración de los pobres, como lo vemos en los salmos; reunidos por la certeza de
que por encima de toda prueba , le reserva Dios la buena noticia como lo
denunciará el profeta Isaías en el capítulo 61 y la posesión de la tierra, que es la
primera de las grandes promesas, que el Señor da a su pueblo, una tierra
prometida donde se consolidará como pueblo y de dónde saldrá el Salvador.
Por primera vez sin duda en su historia, se enfrenta Israel después del exilio, con
una sangrienta persecución religiosa, también los mártires mueren no sólo a pesar
de su fe, sino por causa de la misma; sin embargo, la fe de los mártires no flaquea
al afrontar esta suprema ausencia de Dios; incluso, se profundiza a esperar por la
fidelidad de Dios, la resurrección y la inmortalidad. Así la fe personal, afirmándose
cada vez más, reúne poco a poco el resto beneficiario de las promesas, el resto de
Israel (Rom 11,5).
2.4.2 LA FE DE LOS PAGANOS CONVERTIDOS.
También nos encontramos con la fe de los paganos que se van convirtiendo. Por
la misma época pasa por Israel una corriente misionera, como en otro tiempo
Naamán en el segundo libro de los Reyes capítulo 5, no pocos paganos creen en
el Dios de Abraham (cf. Sal 47,10), entonces se escribe la historia de los ninivitas,
a los que la predicación de un solo profeta para vergüenza de Israel induce a creer
en el Dios, es el libro del profeta Jonás. La fe de la conversión de Nabucodonosor
capítulos 3 y 4 de Daniel o de Ajior que cree y entra en la casa de Israel, según el
libro de Judit (Jdt 14,10; cf. 5,5-21), Dios deja a las naciones el tiempo de creer en
Él. Las imperfecciones de la fe de Israel, también son motivo de estudio por parte
de los profetas, por parte de la Escritura; la persecución suscita mártires, pero
también combatientes que se niegan a morir sin luchar para liberar a Israel.
Contaban con Dios para que les procurarse la victoria, en una lucha desigual, fe
admirable en sí misma (cf. Heb 11,34.39), pero que coexistían con una cierta
confianza en la fuerza humana. Otra imperfección amenazaba a la fe de Israel,
mártires y combatientes habían muerto por fidelidad a Dios y a la Ley(IMac 1,52-
64), Israel en efecto había acabado por comprender que la fe implicaba la
obediencia o las exigencias de la Alianza, en esta línea estaba amenazada por el
peligro al que sucumbirán no pocos fariseos, el formalismo que se interesaba más
por las exigencias rituales,, que por los llamamientos religiosos y morales de la
Escritura (Mt 23,13-30); soberbia que se fijaba más del hombre y de sus obras
para su justificación que de Dios sólo (Le 18,9-14).
La confianza de Israel en Dios no era pura, en parte porque seguía subsistiendo
un velo entre su fe y el designio de Dios anunciado por la Escritura (2Cor 3,14),
por lo demás la verdadera fe, solo se había prometido a Israel futuro, por su parte
los paganos podrían compartir difícilmente una fe, que por lo pronto desembocaba
en una esperanza nacional o exigencias rituales demasiado pesadas, además
¿qué hubieran ganado con ello? Finalmente, adherirse a la fe de los pobres, no
podía hacer a los paganos participar en una salvación, que no era todavía más
que una esperanza; así pues Israel y las naciones no tenían otra salida sino
esperar a aquel que llevaría la fe a su perfección (Heb 12,2; cf. 11, 39s)y recibiría
el espíritu objeto de la promesa es decir el Mesías (Act 2,33).
3. TEMA XI | YAHVÉ
La fe de Israel es una fe en un Dios único, que conocemos como Yavé. La Biblia
como tal, no contiene un tratado alguno sobre Dios. No vamos a encontrar como
en los libros de Teología o en los manuales de Teología, una exposición doctrinal;
sino que vamos deduciendo de las diversas enseñanzas, anuncios, profecías, etc.,
el concepto de Yavé.
No se retira ni se distancia como para describir un objeto, no nos invita a hablar de
Dios sino a escucharle cuando habla y a responderle confesando su gloria y
sirviéndole; a condición de permanecer en la obediencia y en la acción de gracias,
es posible formular lo que de sí mismo dice Dios en la Biblia. Dios no habla de sí,
de la misma manera en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento. Cuando
se dirige a nosotros por sus Profetas y cuando nos habla por su Hijo, en esté más
que en ningún otro asunto, se impone de forma rigurosa, la distinción entre el
Antiguo y el Nuevo Testamento; ya que nadie ha visto jamás a Dios, sólo le ha
dado a conocer el Hijo único que está en el seno del Padre, como nos lo recuerda
el prólogo de San Juan.
Así como hay que desechar la oposición herética entre el Dios indicativo del
Antiguo Testamento y el Dios de bondad del Nuevo Testamento, así también hay
que mantener que solo Jesús nos descubre el secreto del único Dios de los dos
testamentos.
YAVÉ DIOS ES PRIMERO
Desde el principio (Gen 1,1; Jn 1,1), existe Dios y su existencia se impone como
un hecho inicial, que no tienen necesidad de ninguna explicación. Dios no tiene
origen ni devenir. El Dios del Antiguo Testamento ignora las teogonías, que, en las
religiones del antiguo Oriente, explican la construcción del mundo por la génesis
de los dioses. (Teogonía significa el nacimiento, el desarrollo de todo el
ordenamiento religioso de los pueblos paganos, que incluso dicen cómo se crean
los dioses). Dado que sólo Él es el primero y el último, el mundo entero es obra
suya, es creación suya, siendo Dios el primero, no tiene que presentarse, se
impone al espíritu del hombre, por el mero hecho de ser Dios. En ninguna parte se
supone un descubrimiento de Dios, un proceder progresivo del hombre, que le
conduzca a establecer su existencia. Conocerlo es ser conocido y descubrirle en
la raíz de la propia existencia. Huir de Él es todavía sentirse perseguido por su
mirada, así lo vemos en el caso de Adán y Eva, como Dios es primero, tan luego
se da a conocer, se acusa francamente su personalidad, sus reacciones, sus
designios. Por poco que todavía se sepa de Él, desde el instante en que se le
descubre, se sabe que Dios quiere algo preciso y que sabe exactamente adónde
va y lo que hace.
Esta anterioridad absoluta de Dios, está expresada en las tradiciones del
Pentateuco, en dos formas complementarias. La tradición llamada Yahvista, pone
en escena a Yavé desde el comienzo del mundo, y va mucho antes del episodio
de la zarza ardiente, que lo muestra persiguiendo su único designio. Y las
tradiciones Elohístas, subrayan, por el contrario, la novedad que aporta la
revelación del nombre divino a Moisés, pero marcan al mismo tiempo, con
vocablos diversos, que son casi siempre epítetos del nombre divino Él, que
significa Dios, la novedad que aporta la revelación del nombre divino a Moisés, se
había dado ya Dios a conocer. En efecto, Moisés no puede reconocer a Yavé,
como el verdadero Dios, si no tenía ya en forma oscura, pero neta, conocimiento
de Dios —ya eso lo mencionábamos— con esa noche oscura que vivieron los
israelitas.
Esta identidad del Dios de la razón y del Dios de la revelación, esta prioridad de
Dios presente al espíritu del hombre, desde su primer despertar, está indicada a
todo lo largo de la Biblia, por la identificación inmediata y constante como Yavé y
Él/ Elhoím ; entre el Dios que se revela a Israel y el Dios que puede nombrar las
naciones; por eso todas las veces que Yavé se revela presentándose, se nombra
y se define pronunciando el nombre de Él/ Elhoím, con todo lo que evoca: el Dios
de tu padre, el Dios de nuestros padres, el Dios de ustedes, Dios de ternura y de
piedad, tu Dios; o sencillamente, Dios. Entre el nombre de Dios y el de Yavé se
establece una relación viva, una dialéctica; el Dios de Israel, para poder revelarse
como Yavé, se afirma como Dios, pero revelándose como Yavé, que significa “YO
SOY”; dice en una forma absolutamente nueva ¿quién es Dios y qué es? Cómo
ya lo indicamos, Yavé es el primero, es el increado, creador y que va siendo
conocido, precisamente, en la medida en que se va revelando.
ÉL, ELOHÍM, YAHVEH
Uno de los nombres con los cuales se conoce a Yavé, a Dios, en el Antiguo
Testamento, es el Él, (E L) y Él es el equivalente arcaico y poético de Elohím,
como nuestra palabra Dios. Él es a la vez el nombre común que designa a la
divinidad en general y nombre propio que designa a la persona única y definitiva
que es Dios.
Elhoím es plural, no un plural mayestático, ignorado por el hebreo, sino más bien
“el Dios de los dioses”, es decir para indicar que es el único, el verdadero y en el
que verdaderamente en el cual hay que creer.
EL
La palabra EL, es conocido en Israel, y Él es conocido y adorado fuera también de
Israel. El nombre EL, lo utilizan incluso algunas denominaciones, Rafael significa
“medicina de Dios”; Miguel significa “quién como Dios”. Él es conocido y adorado
fuera de Israel, como nombre común, designa la divinidad en casi todo el mundo
semítico, como nombre propio es el de un gran Dios, que parece haber sido Dios
supremo en el sector oeste de este mundo, en particular en Fenicia y en Canaán.
¿Fue EL, desde los orígenes semíticos un Dios común un Dios Supremo, y Único,
cuya religión pura, pero frágil, habría sido más tarde eclipsada por un politeísmo
más seductor y corrompido? ¿Fue más bien el Dios jefe y guía de los diferentes
clanes semitas Dios único para cada clan, pero incapaz de hacer prevalecer su
unicidad cuando tropezaba con otros grupos y luego degradado como una de las
figuras del panteón pagano? Esta historia es oscura, pero lo cierto es que los
Patriarcas nombran a su Dios llamándolo Él, con diferentes epítetos: El «Elyón
(Gen 14,22), El Roí (16,13), El Sadday (17,1; 35,11; 48,3), El Betel (35,7), El
‘Olam (21,33), y que, en particular en el caso de El ‘Elyón, el dios de Melquisedec,
rey de Salem, este Él es presentado como idéntico con el Dios de Abraham
(14,20ss).
Estos hechos muestran no sólo que el Dios de Israel es el juez de toda la tierra,
sino también que es susceptible de ser reconocido y adorado efectivamente como
el verdadero Dios, aun fuera del pueblo elegido. Sin embargo, este reconocimiento
es excepcional, en la mayoría de los casos los dioses de las naciones, no son
dioses (Jer 2,11; 2Re 19,18), Él/ Elhoím no es prácticamente reconocido como el
verdadero Dios, sino revelándose hacia su pueblo con el nombre de Yavé, Dios de
Israel, para Israel es Yavé. Él es el nombre común de Dios, la personalidad única
de Yavé, da al rostro divino siempre más o menos pálido y constantemente
desfigurado, por los diversos paganismos, una consistencia y una vida que se
impone.
YAHVEH
Detengamos un momentico en el concepto de Yavé. En Yavé, el nombre que
significa “YO SOY”, revela Dios lo que hace y lo que es, su nombre y su acción.
Su acción es maravillosa, inaudita y su nombre misterioso, al paso que las
manifestaciones de Él- Dios a los Patriarcas, sobrevienen en un país familiar, en
formas sencillas y próximas. Yavé se revela a Moisés en el marco salvaje del
desierto, y en el desamparo del exilio, en la figura temerosa del fuego “la zarza
ardiente”. La revelación complementaria del capítulo 33 y 34 del Éxodo, no es
menos terrorífica, sin embargo, este Dios de santidad devorada, es un Dios de
fidelidad y de salvación; se acuerda de Abraham y de sus descendientes, está
atento a la miseria de los hebreos en Egipto, resuelto a liberarlo y hacer su
felicidad.
El nombre de Yavé con el que se manifiesta, responde a la obra que tiene entre
manos, sin duda alguna este nombre comporta un misterio, por sí mismo dice algo
inaccesible: “YO SOY QUIEN SOY” (Ex 3,14). Nadie puede forzarlo y ni siquiera
penetrarlo, pero dice también algo positivo, una presencia extraordinariamente
activa y atenta, un poder invulnerable y liberador, una promesa inviolable: “YO
SOY”. El verbo ser, al que ciertamente, hace alusión el nombre de Yavé, sí ya no
expresa inmediatamente el concepto metafísico de la existencia absoluta, designa
en todo caso una existencia siempre presente y eficaz, un estar presente más
bien, que un ser, —como dirían los latinos— un adesse más bien que un es. Pero
esta presencia abarca el universo desde su primero hasta su último día, y unifica
el pasado, el presente y el futuro; el que desde el principio llamó a las
generaciones “YO YAVE” “Que era el principio y soy el mismo siempre y seré en
los últimos tiempos” nos lo recuerda el capítulo 41,4 de Isaías. Así a condición de
no olvidar el acento de presencia salvífica y personal, la traducción griega de los
LXX, “EL QUE ES” y la traducción francesa, adoptadas por las versiones judías
l’Éternel (el Eterno), son equivalentes sugestivos. Los nombres de Él/ Elohím
muestran al nexo que puede relacionar con el verdadero Dios, las religiones
naturales; el nombre de Yavé, por el contrario, no se reveló sino a Isaías, al Dios
de Israel, a través de Moisés; cómo nos lo recordará Isaías y solo tienen sentido
para el pueblo que hizo la experiencia de su conducta, por eso sí es legítimo tratar
de precisar lo que fue la religión de los Patriarcas y la fisonomía del Dios al que
adoraban, es vano preguntarse si ¿el Dios Yavé era conocido antes de Moisés?
Si su mismo nombre se hallara en otras religiones, sólo podría tratarse de una
continuidad material y Yavé no se revela, sino en su iniciativa única y sobrenatural,
el gesto por el que rescata a Israel y crea a su pueblo. — ya esto lo vimos hace
algún momento— cuando hablábamos de esa noche oscura después de los
patriarcas y en él en el caso de su esclavitud conocían a Dios, pero no conocían el
verdadero nombre que fue revelado por primera vez a Moisés y Moisés se lo fue
dando a conocer a sus hermanos los judíos.
Los nombres de Él/ Elohím muestran el nexo que puede relacionar con el
verdadero Dios las religiones naturales, el nombre de Yavé, por el contrario, no se
reveló —como ya lo indicamos— sino posteriormente, por eso si es legítimo tratar
de precisar lo que fue la religión de los Patriarcas y la fisonomía del Dios al que
adoraban, es vano preguntarse si ha conocido antes de Moisés como ya lo
indicarnos.
III. DIOS HABLA DE SÍ MISMO
Yavé es un Dios personal, habla de sí mismo, habla para los demás, Yavé es el
eco repetido de los hombres en tercera persona, de la revelación hecha por Dios
en primera persona; ehyeh, «Yo Soy». Ese nombre que lo dice todo, Dios mismo
lo comenta constantemente con las diversas fórmulas que da de sí mismo. Es un
Dios viviente, es un Dios Santo.
DIOS VIVIENTE
La fórmula “Vivo Yo” en la boca de Dios es quizás una creación tardía de
Ezequiel, en todo caso es el eco de una fórmula muy antigua y muy popular de la
fe de Israel “Vive Yavé”; expresa seguramente la impresión que tiene el hombre
frente a Yavé, impresión de una presencia extraordinariamente activa, de una
espontaneidad inmediata y total que no se fatiga ni se cansa, que no duerme ni
dormita. Su lenguaje en el Horeb, en el momento en que se revela su nombre,
traduce sin duda esta intensidad de vida, esta atención a su obra “He visto… he
prestado oídos… conozco esto… estoy resuelto… te envío… he escuchado el
clamor de mi pueblo…” (Éx 3,7-10) el “Yo Soy” preparado por estas expresiones,
no puede ser menos dinámico que ellas, Dios viviente, Dios de la vida.
DIOS SANTO.
Lo dice el profeta Amós «Lo juro por mi santidad» (Am 4,2), «Yo soy el Santo» (Os
11,9)., Esa vitalidad irresistible y sin embargo totalmente interior, ese ardor que
devora y hace vivir a la vez, es la santidad de Dios, «Dios es Santo» nos recuerda
Isaías (Is 6,3). “Su nombre es santo” lo dice Amós, también el Levítico, el profeta
Isaías y la irradiación de su santidad santifica a su pueblo, el pueblo tiene que ser
santo como Dios es santo, nos lo recuerda el libro del Levítico, Su Santidad abre
ante Dios un abismo infranqueable a toda criatura, ninguna puede afrontar su
proximidad, el firmamento vacila, las montañas se derriten y toda carne tiembla, no
sólo el hombre pecador, que se ve perdido, sino hasta los serafines inflamados
indigno de aparecer, de mostrarse, de estar ante Dios (Is 6,2). Dios vivo, Dios
santo.
«YO SOY UN DIOS CELOSO»
Como ya hemos dicho, Yavé es un Dios que se presenta ante el pueblo
preocupado por él, porque es un Dios celoso, tal como lo dice el capítulo 20,5 del
Éxodo “Yo soy un Dios celoso”. El celo intransigente de Dios, es otro aspecto de
su intensidad interior, es la pasión que ponen en todo lo que hace y en todo lo que
toca. No puede soportar que una mano extraña venga a profanar las cosas que le
importan, las cosas que su atención santifican y hace sagradas, no puede soportar
que decaiga ninguna de sus empresas, no puede ceder a nadie su gloria (Is 48,11)
y por eso no puede permitir que su pueblo siga en la esclavitud.
«NO TENDRÁS OTROS DIOSES FUERA DE MÍ»
El celo de Yavé lo lleva a mantenerse firme en una exigencia, su intransigencia,
porque es el único Dios «No tendrás otros dioses fuera de mí» dice el capítulo
20,3 del Éxodo. La intransigencia de Dios tiene por objeto esencial a los otros
dioses, el monoteísmo israelita no es fruto de una reflexión metafísica, de una
integración política, ni de una evolución religiosa, es una afirmación de la fe y es
tan antigua en Israel como la fe, es decir como la certeza de su elección, de haber
sido escogido entre todos los pueblos por Dios, de quién son todos los pueblos.
Este monoteísmo de la fe, pudo durante largo tiempo, conciliarse con
representaciones que implicaban la existencia de otros dioses; por ejemplo de
Kamós en Moab (Jue 11,23) o la imposibilidad de adorar a Yavé fuera de las
fronteras de su heredad (ISa 26,19). Pero desde los orígenes, no puede Yavé
soportar una presencia concurrente y toda la historia de Israel es un despliegue de
su Dios, de sus victorias sobre sus rivalidades: los dioses de Egipto, los Baales de
Canaán, las divinidades imperiales de Asur y de Babilonia, hasta el triunfo
definitivo que pone en evidencia la nada de los falsos dioses. Triunfo que se
alcanza a veces con milagros, pero que es constantemente el triunfo de la fe.
Jeremías que anuncia la ruina total de Judá y de Jerusalén, nota con el tono de
una mera observación que los dioses de las naciones “no son siquiera dioses” (Jer
2,11), sino “seres inexistentes”. En pleno exilio, frente a los prestigios de la
idolatría, del seno de un pueblo vencido y deshonrado, irrumpen las afirmaciones
definitivas. “Antes de mí, no hubo Dios alguno, y ninguno habrá después de mí.
Yo, Yo soy Yavé, y fuera de mí no hay Salvador” (Is 43,10s…).
El recuerdo del Horeb parece evidente, parece evidente, y es significativa la
continuidad espiritual entre textos tan profundamente diferentes: Yavé es el único
Dios, porque es el único capaz de salvar, “el primero y el último”, siempre
presente, siempre atento, siempre santo, siempre vivo. Si la idolatría le hiere
mortalmente, es que pone en tela de juicio su capacidad y su voluntad de
salvación, es que niega que esté siempre presente y activo, que sea realmente
Yavé. Por eso no va a permitir nunca que sea sustituido o comparado con un dios
de otros pueblos. Yavé celoso, Yavé el único Dios.
«YO SOY DIOS Y NO HOMBRE»
Es Yavé, ese Dios único y verdadero es Dios no hombre “Yo Soy Dios y no
hombre” nos recuerda Oseas en el capítulo 11, 9. Dios es absolutamente diferente
del hombre, es espíritu y el hombre es carne, frágil y perecedero como la hierba;
esta diferencia es tan radical que el hombre la interpreta siempre falsamente. En el
poder de Dios ve la fuerza eficaz, pero no la fidelidad del corazón, en su santidad
sólo ve distancia infranqueable sin sospechar que es a la vez proximidad y
ternura. “Yo Soy el Santo en medio de ti y no me complazco en destruir” nos lo
recuerda el mismo Profeta Oseas.
La trascendencia incomprensible de Dios, hace que sea al mismo tiempo el
Altísimo en su morada elevada y santa y el que habita con el hombre contrito y
humillado. Es el Todopoderoso y el Dios de los pobres, hace resonar su voz en el
estruendo de la tormenta y el murmullo de la brisa, como en el caso de Elías (IRe
19,12), es invisible y ni siquiera Moisés vio su rostro (Éx 33,23), pero al recurrir
para revelarse a los reflejos del corazón humano, descubre su propio corazón.
Prohíbe toda representación de Él, toda imagen de la que el hombre pudiera ser
un ídolo, adorando la obra de sus manos, pero se ofrece a nuestra imaginación
con los rasgos más concretos; es el “completamente otro” que desborda toda su
comparación.
Pero en todas partes está en su casa y en modo alguno es para nosotros un
extraño, sus reacciones y su comportamiento, se traducen por nuestros gestos
más familiares. Modela con sus manos la arcilla de la cual saldrá el hombre,
acerroja tras Noé la puerta del arca (Gen 7,16) quiere estar seguro de que no se
ha de perder ninguno de sus moradores, tiene el ímpetu triunfal del jefe de guerra
y la solicitud del pastor por sus animales. Tiene el universo en su mano y tiene
para el minúsculo Israel el apego de un viñador a su viña, la ternura del padre y de
la madre, la pasión del hombre que ama. Los antropomorfismos, es decir las
figuras humanas de Dios, pueden ser ingenuos, pero siempre expresan en forma
profunda, un rasgo esencial del verdadero Dios. Él creó al hombre a su imagen, es
capaz de rebelarse a través de las reacciones del hombre, sin genealogía, sin
esposa, sin sexo, si es diferente de nosotros, no es que sea menos hombre que
nosotros, sino que, por el contrario, es en perfección el ideal del hombre, que
nosotros soñamos. “Dios no es un hombre para mentir, ni un hijo de hombre para
retractarse” (Núm 23,19). Dios nos supera siempre y siempre en la dirección en
que menos lo esperábamos. Dios Yavé, siempre es Dios siempre Yavé.
LOS NOMBRES DADOS A DIOS POR EL HOMBRE
El Dios del Antiguo Testamento se revela finalmente en el comportamiento de los
que lo conocen y los nombres que le dan. A primera vista se cree poder distinguir
los títulos oficiales empleados en el culto comunitario y los epítetos creados por la
piedad personal, en realidad se descubren los mismos epítetos, con las mismas
resonancias: en la oración colectiva y en la oración individual. Dios es tanto “la
roca de Israel”(Gen 49,24; 2Sa 23,3…) como “mi roca” (Sal 18,3s; 144,1) o
sencillamente “roca” (Sal 18,32) mi escudo y nuestro escudo, el pastor de su
pueblo y mi pastor; signo de que el encuentro con Dios es personal y vivo. Estos
epítetos o calificativos son de una sencillez sorprendente, y están tomados de las
realidades familiares de la vida cotidiana. La Biblia ignora las interminables
letanías de Egipto y de Babilonia, los títulos que se multiplican en torno a las
divinidades paganas. El Dios de Israel es infinitamente grande, pero está siempre
al alcance de la mano y de la voz, es el Altísimo, (‘elyón), el Eterno (‘olam), el
Santo; pero al mismo tiempo el Dios que me ve.
Casi todos los nombres lo definen por su relación con los suyos, “el terror de
Isaac”, “el fuerte de Jacob”, “el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”, “el Dios
de Israel”, “nuestro Dios”, “mi Dios”, “mi Señor”; incluso el epíteto “el Santo” que lo
aparta rigurosamente de toda carne, se convierte en sus labios, en el Santo de
Israel, haciendo de esta santidad, algo que pertenece al pueblo de Dios. En esta
posesión recíproca, aparece el misterio de la Alianza, y el anuncio de la relación
que une con su Hijo único al Dios de Nuestro Señor Jesucristo; sobre nuestros
rostros, conocimiento de Dios, el fondo de la experiencia cristiana es idéntico,
Dios está a nuestro alcance, sobre todo con la Encarnación del Hijo de Dios, con
una demostración inaudita de poder y de amor; se ofrece en la persona de Cristo a
quien quiera acogerle, así es una misma cosa adherirse a Jesucristo en la fe y
conocer el verdadero Dios. “La vida eterna es conocer al único Dios verdadero y a
su enviado Jesucristo”, nos dice el capítulo 17 de San Juan. Ante el hecho de
Jesucristo, el hombre que llega a la fe, ya venga del judaísmo o del paganismo, ya
haya sido formado por la razón o por la tradición de Israel, descubre el verdadero
semblante y la presencia viva de Dios. Un Dios cercano, un Dios Padre, un Dios
hermano, un Dios que conduce y se preocupa por su pueblo.
4. TEMA XI | ESCUCHA ISRAEL. “SHEMÁ ISRAEL”
Terminamos esta sesión, este bloque, qué tiene que ver con la fe de que Israel
con la invitación que hace el capítulo 6,4 del Deuteronomio y que se repite en
varios momentos de la Palabra de Dios, en el Antiguo Testamento; la profesión de
fe del pueblo de Israel: “Escucha, Israel: (dicho en hebreo: Shemá Israel)”. Es
interesante este tipo de profesión de fe, porque se le está diciendo al pueblo que
debe escuchar a Yavé, Dios que se revela, Dios que se revela como el Santo,
como el Verdadero, como el Único, le invita al pueblo de Israel a que conozca, a
que escuche, a que abra sus oídos, su mente, su corazón; para que se una con el
Único y Verdadero Dios.
Dice el texto del capítulo 6,4-9 del Deuteronomio: “Escucha Israel, Yavé nuestro
Dios es el único Yavé. Amarás a Yavé tu Dios con todo tu corazón, con toda tu
alma y con toda tu fuerza. Queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto
hoy. Se la repetirás a tus hijos, les hablarás de ella tanto si estás en casa como si
vas de viaje, así acostado como levantado; las atarás a tu mano como una señal y
serán como una insignia entre tus ojos; las escribirás en las jambas de tu casa y
en tus puertas”
Es interesante, en el capítulo 6,4 “Escucha Israel, Yavé nuestro Dios, es el único
Yavé”. No dice Yavé nuestro Dios es el único Dios, dice es el único Yavé, es el
único Yo Soy, es decir, tú no puedes tener otros dioses. Es la invitación a que
asuma la Profesión de fe con decisión. Amarás a Yavé con todo tu corazón, creer
en Yavé, aceptarlo es amarlo y todos estos mandamientos que el Señor les da,
todas estas palabras que el Señor dicta, deben estar presentes en todo tiempo, en
todo lugar y serán repetidas a los hijos, a los viajeros, a los conocidos, a los
desconocidos.
La profesión del pueblo de Israel entonces tiene estos elementos que quisiéramos
destacar: Es una invitación a escuchar, muy diferente de la forma en que nosotros
hacemos el Credo, que es una manera también personal, donde dice: “yo creo, yo
afirmo, yo profeso”; en Israel es una invitación de parte de Yavé: “Escucha Israel,
Shema Israel”, es decir, abre tu mente, soy yo el que te estoy hablando para que
tu creas.
Nuestro Dios, es decir, el Dios de la Alianza es Único y Uno, Yavé nuestro Dios es
el Único Yavé. Para poder creer en Él, para poder asumirlo a Él, y escuchándolo
hay que amarlo con todo el corazón y con toda la fuerza personal.
Por eso, estas palabras, la fe, este Credo, es decir, la profesión de fe en el Dios de
Israel, debe estar escrita en el corazón, no debe estar solamente fuera; afuera
debe estar en las jambas, debe estar en diversos sitios, incluso escribirlos en
forma simbólica, ciertamente, en el cuerpo, en los brazos, en la mente; es para
indicar que debe estar siempre presente, está escrita en el corazón para vivirla.
En todos los lugares debe estar presente para manifestar que no es solamente un
hecho cultual o que se refiere a determinados instantes o circunstancias de la
vida, es en todo tiempo, en todo lugar, como debe escucharse y poner en práctica
la fe en el verdadero Dios, Yavé el verdadero Yavé. Amén.
PROFESION DE FE DEL PUEBLO DE ISRAEL:
* Escucha
* Nuestro Dios (alianza): único y uno.
* Amarlo con todo el corazón y fuerza
* Escrita en el corazón
* en todos los lugares debe estar presente.
1. TEMA XII | LOS PRELUDIOS DEL PUEBLO DE DIOS
EL PUEBLO DE DIOS

Vamos a ponernos en consideración de un aspecto importante, el tema XI: EL


PUEBLO DE DIOS. ¿Qué significa Pueblo de Dios? Y, sobre todo, desde la
perspectiva de la historia de la salvación. Es el depositario de la promesa de
Salvación.
LOS PRELUDIOS DEL PUEBLO DE DIOS
Antes de poder hablar de lo que es el Pueblo de Dios, vamos a ver un poco los
preludios, desde la Creación del ser humano. Los relatos de la Creación, si bien
fueron escritos hacia el siglo V, nos reflejan un poco, junto con los otros capítulos
del 1 al 11 del Génesis, lo que se llama la Prehistoria de la Salvación; es decir,
como desde Adán y Eva, pasando por Noé, y llegando hasta Abraham, se va
formando la idea de un pueblo, que luego con Abraham, con Isaac, con Jacob y
también con Moisés, luego con David y los demás reyes, se consolida como
Pueblo de Dios.
1.1 DESDE LA CREACIÓN DEL SER HUMANO.
El ser humano es creado como imagen y semejanza de Dios, y por tanto en ese
acto creador, en esa interpretación del hecho creador del ser humano, Dios ya
está anunciando en el fondo, que va a constituir un pueblo, que contará con una
promesa: la promesa de salvación.
La prehistoria del pueblo de Dios: la humanidad como obra y querencia de Dios
La prehistoria del Pueblo de Dios, abarca desde la Creación, como obra, la
humanidad como obra, la humanidad y creación como querencia de Dios. Dios
que quiere salir de sí mismo, que crea el universo, y crea al hombre y a la mujer, a
su imagen y semejanza, los hace capaces de estar en comunión con Él, en
sintonía con Él, y ya anuncia cuál es el destino de ese ser humano, lo que aquí se
vive en la tierra como el Edén, como el paraíso terrenal, es el preludio de lo que
será al final, en la plenitud.
EL EVENTO RECREACIONAL: EL DILUVIO Y LA PROMESA DE DIOS.
Y Dios ama su obra, Dios se preocupa por su obra, por eso cuando el hombre
dominado por el pecado, como herencia de Adán y Eva, se va separando y se va
creyendo que es más que Dios, viene la experiencia del diluvio, y el diluvio al
terminar, estáticamente hay una reflexión que todos nosotros bien podemos intuir
y es que el diluvio en hacer un poquito cómo aquella comparación con el caos
inerme, la oscuridad sin sentido de antes, la nada, de antes de la creación, es una
manera de recrear, de volver a crear, la humanidad con el pacto que va hacer con
Noé. No va a haber ningún otro diluvio.
EL DESAFÍO DE BABEL.
Aunque después, como bien lo sabemos, el pueblo, la gente, la humanidad, se
revela también con Dios y por eso construyen la torre de Babel, desconociendo la
promesa de Dios de que no iba a haber otro diluvio; pero en el fondo es el desafió
de querer ser como Dios y con Noé se produce una promesa, una promesa que no
es aceptada del todo por la gente y por eso viene la construcción de la torre de
Babel.
LAS CARACTERÍSTICAS DE “PUEBLO”
¿CUÁLES SON LAS CARACTERÍSTICAS QUE NECESITAMOS TENER EN
CUENTA ACERCA DE “PUEBLO”?
Primeramente, la palabra “pueblo” no es una categoría meramente sociológica,
cultural, es mucho más que eso.
El pueblo no significa algo negativo, como de segunda categoría, sino que es
después de la familia, prácticamente, la institución básica de todas las relaciones
sociales.
Dentro del pueblo puede haber ciudades, puede haber regiones, puede haber
instituciones, pero el pueblo es el conjunto de familias que tienen una unidad, en
una cultura, en una religión, en una serie de expresiones que le dan un sentido
unitario y también un sentido de pertenencia; por eso, el pueblo tiene mucho que
ver con esa expresión del “nosotros”.
El pueblo es eminentemente, una expresión del conjunto de familias que, reunidas
en torno a intereses comunes, se han marcados por una cultura, por una época,
incluso por datos religiosos, para aquellos pueblos que no son Israel, y que tienen
una dinámica propia con un sentido de pertenencia, creo que esto es importante
que lo destaquemos, el sentido de pertenencia del pueblo, cualquiera que sea el
pueblo.
En el caso del pueblo de Israel, es una de las cosas que se va a marcar con
mucha fuerza es el sentido de pertenencia, con un vínculo que los une a todos que
es Yavé, el Dios de Israel, el Dios de los padres, el Dios de su pueblo. Que ha
hecho una alianza —como ya lo vimos— con su gente, y en esa alianza se
constituye Israel como pueblo: “Yo Soy tu Dios, tú eres mi pueblo”.
Por eso esa palabra “pueblo” hay que verla en ese significado no tanto
sociológico, no digo que no lo podamos ver, sino eminentemente desde la
perspectiva de la historia de la Salvación.
2. TEMA XII | LOS INICIOS DEL PUEBLO DE DIOS
LA LLAMADA Y ELECCIÓN DE ABRAHAM
Repasemos rápidamente los inicios del pueblo de Dios, del pueblo de Israel como
pueblo de Dios, en primer lugar, en Ur de Caldea, Dios elige a Abraham, para que,
dejando su parentela, dejando también sus costumbres, dejando también sus
manifestaciones religiosas, salga con su parentela, con los suyos, con Sara su
esposa, hacia la tierra que le va a mostrar, para convertirse en el padre de un
nuevo pueblo. La primera cosa que vemos en el inicio del pueblo de Dios, es una
llamada, iniciativa de Dios, que elige y al elegirlo, como bien sabemos, toda la
elección implica eso, es consagrado para ser el padre de un pueblo.

EL PEREGRINAJE DE ABRAHAM
Esto supone un peregrinaje, un salir de su tierra, el “arameo errante” del cual nos
habla muchas veces la Palabra de Dios, el peregrino es el que está siempre en
camino, y esto va a marcar, como lo veremos a su debido momento, la
característica, la forma de ser del pueblo; el pueblo siempre es una institución, un
grupo de personas, que aunque están asentados en un lugar, está siempre en
actitud de peregrinar, esa es la actitud de Abraham y máxime en aquella época, en
que casi todos los pueblos eran nómadas, estaban acostumbrados a mudarse, a
caminar, a peregrinar, y a acampar por tiempos especiales en determinados
sitios.
SENTIDO DE LA PROMESA DE DIOS A ABRAHAM
El pueblo de Dios encuentra su inicio en una llamada, en una iniciativa de Dios, en
una consagración de alguien que es llamado a caminar y que recibe una promesa.
Recibe una promesa: “Tú vas a ser el padre de un pueblo numeroso, de dónde va
salir el Salvador” así comienza a desarrollarse la promesa hecha a los primeros
padres Adán y Eva. Para que esa promesa se cumpla, para que ese pueblo pueda
ser pueblo, y para qué Abraham sea verdaderamente el hombre de Dios, se exige
la fidelidad, la fe profunda.
EL SACRIFICIO DE ISAAC
Entonces viene la prueba, la prueba que Dios le pone a Abraham, que no debió
ser tan fácil, pero que ciertamente realizó porque era un hombre de gran fe,
cuando le pide que sacrifique a su hijo Isaac. Ya todos nosotros conocemos, que
lo llevó y cuando lo iba a sacrificar, el ángel le dice que se detenga, porque el Dios
ha visto la fidelidad de Abraham. Es curioso, lo constituye como padre de un
pueblo numeroso, y a su único hijo legítimo, le pide que lo sacrifique. Ese
sacrificio, esa petición que encuentra una respuesta positiva en Dios, en el fondo
es la respuesta de fe, que ha de tener siempre, siempre, siempre el pueblo de
Israel.
LOS PATRIARCAS
Luego vienen los Patriarcas: Isaac, Jacob, los hijos de Jacob, que se constituyen
las doce tribus. Conocemos la historia de los hijos de Jacob, que luego venden a
su hermano José, que después es favorecido por saber interpretar los sueños del
faraón, es favorecido y es colocado como un superintendente, le toca ayudar a sus
hermanos, a su padre, y a todo el pueblo de Israel, qué está pasando necesidad,
por la hambruna de aquella época. Se lleva el pueblo de su padre a Egipto, donde
comienza a tener una gran bonanza, hasta que llega el momento en que pone en
peligro, según el faraón y sus asesores, la estabilidad del pueblo y entonces lo
convierten, no en un pueblo colaborador sino en un pueblo de esclavitud, de
donde va a surgir el clamor que escuchará Dios Yavé.
3. TEMA XII | DIOS ESCUCHA EL CLAMOR DE SU PUEBLO
EN LA ESCLAVITUD, EL GENOCIDIO DEL FARAÓN. SIGNIFICADO
El pueblo es esclavizado y en la esclavitud comienza el genocidio incluso, es
decir, el faraón previendo de que aun estando en esclavitud, sigue siendo un
pueblo numeroso y que sigue creciendo, manda a asesinar a los hijos varones, de
todos los israelitas. Esto significa también un poco la expresión del pecado, la
expresión de todo aquello que vaya en contra del plan de Dios.

MOISÉS: SALVADO DE LAS AGUAS. PARA UNA MISIÓN


Tenemos la historia de Moisés, Moisés que significa salvado de las aguas, y es
salvado para una misión. Todos conocemos muy bien la historia de Moisés, es
salvado y es llevado, atendido y prácticamente adoptado por la hija del faraón y
eso lo hace convertirse en hermano adoptivo del futuro faraón, que va a ser el que
va a explotar mucho más a los israelitas.
MOISÉS EN EL DESIERTO. “ELECCIÓN Y LLAMADA DE MOISÉS”
Luego cuando ya Moisés ha crecido y quiere defender a su pueblo, al asesinar a
un egipcio que estaba maltratando a algunos hebreos, estos prácticamente lo
obligan a irse al desierto, entonces en el desierto, allá al mismo estilo de Abraham,
el Señor Yavé lo llama, lo elige, Él toma la iniciativa y se le revela como Yavé,
como el Dios de la liberación. Dios escucha el clamor de su pueblo, Dios llama,
iniciativa propia de Él, llama a Moisés, lo consagra, le dice que va a ser el
liberador y que va a tener que superar diversas dificultades concretas; sobre todo
por la dura cerviz del faraón.
MOISÉS REGRESA COMO LIBERADOR. LAS DIFICULTADES CONCRETAS
Moisés regresa presentándose como liberador, no fue fácil, porque incluso los
mismos israelitas desconfiaban o no entendían lo que estaba pasando y menos
que no conocían a Yavé, y él tuvo que empezar a revelarles ese nombre de Yavé.
Y Moisés regresa como liberador, ya sabemos bien las dificultades que tuvo que
superar, sobre todo ante el faraón y toda la historia de las diez plagas.
LA INTERVENCIÓN DE YAHVÉ
Dios interviene a través de Moisés, Dios se va manifestando poco a poco, con las
plagas hasta cuando llega el momento de que toca a los primogénitos de Egipto, y
muere el hijo del faraón; y entonces el faraón decide, —al menos
momentáneamente— dar libertad al pueblo de Israel que sale hacia el desierto;
luego lo perseguirá y tenemos todo el evento del paso del mar Rojo.
MOISÉS LIBERADOR, LA PASCUA. EL CAMINO AL DESIERTO HACIA LA
TIERRA PROMETIDA.
Pero hay cuatro características que tenemos que ver, en la historia del pueblo que
ha sido escuchado, en su clamor por Yavé, Yavé toma la iniciativa de que Moisés
sea el liberador. Moisés liberador, es decir Moisés que saca de la esclavitud y
lleva camino del desierto, hacia la tierra prometida, al pueblo; es decir, la
experiencia de la pascua, del paso. Y el paso no es solamente de Dios que libera,
sino del pueblo que pasa desde la esclavitud hacia la libertad, en un esfuerzo
grande, que implica toda la experiencia del mar Rojo.
MOISÉS LIBERADOR, LA ALIANZA EN EL SINAÍ.
Por otra parte, Moisés liberador y también es el que representa al pueblo para
sellar la alianza en el Sinaí, con los diez mandamientos, donde Dios se termina de
revelar a su pueblo, como el Dios de Israel “YO SOY TU DIOS, TÚ ERES MI
PUEBLO”.
MOISÉS LIBERADOR, GUÍA HACIA LA TIERRA PROMETIDA: LOS
OBSTÁCULOS.
Moisés es un líder, un guía que sabe vencer los obstáculos, ya había vencido los
primeros obstáculos con la dureza del faraón, los temores ante el mar Rojo, los
temores ante las primeras dificultades, los temores o incluso la dificultad de que
mientras estuvo en el Sinaí, los israelitas se construyeron aquel becerro de oro.
Entonces vence los obstáculos, los obstáculos que implica que ya ve intervenga
con agua, con el maná y con otra serie de intervenciones favorables, pero todo
llevándolo hacia la tierra prometida.
MOISÉS LIBERADOR, FRENTE A LA TIERRA PROMETIDA. JOSUÉ,
SUCESOR
Lamentablemente, Moisés no entra a la tierra prometida, por un momento de duda
con Yavé; pero es el que, frente a la tierra prometida, dice que el pueblo sigue
siendo el pueblo de Israel, el pueblo de Yavé y para eso tiene un sucesor que es
Josué. Moisés el liberador, le pasa el testigo a Josué, para que ahora será él, el
que introduzca al pueblo de Israel y lo establezca en la tierra prometida, la tierra
de la liberación.
4. TEMA XII | PUEBLO DE DIOS
Significado de la expresión pueblo de Dios
Pueblo de Dios. Significado de la expresión Pueblo de Dios. El tema del Pueblo de
Dios en el que se organizan, en síntesis, todos los aspectos de la vida de Israel,
es tan central en el Antiguo Testamento como lo será en el Nuevo Testamento,
cómo es el tema de la Iglesia, nuevo Pueblo de Dios; pero también Cuerpo de
Cristo y entre los dos sirve de enlace la escatología profética. En el marco de la
Antigua Alianza, anuncia y describe anticipadamente al pueblo de la Nueva
Alianza, el pueblo de la salvación, aguardando para el “fin de los tiempos”. Israel
como todos los demás pueblos, pertenece a la historia humana, pero desde su
origen, la revelación lo presenta como desbordando el orden de la historia, mejor
aún introduciéndolo en el dinamismo de la historia de la Salvación. El pueblo de
Dios significa el pueblo que se ha elegido Dios Yavé, para crear la Alianza, para
vivir la Alianza y para anticipar al nuevo pueblo, que va a ser fundado por
Jesucristo, el Pueblo de la Nueva Alianza.

El pueblo de una alianza que encierra una promesa


El pueblo de una alianza que encierra una promesa; ese es el pueblo de Dios en
Israel, y el pueblo nuevo en el Nuevo Testamento, va a ser el pueblo que cumple y
que realiza las consecuencias de esa promesa.

Habiéndolo distinguido de este modo, entre los otros; Dios lo rescató y lo liberó en
el tiempo del éxodo (Dt 6,12; 7,8; 8,14…; 9,26) —como ya hemos visto—
constituyéndolo en nación independiente, en cierto modo, lo creó (cf. Is 48,15), lo
formó como un niño en el seno materno (Is 44,2.24); la conciencia viva de una
dependencia total respecto a Dios acompaña por tanto en Israel, a la toma de
conciencia de la nación como tal, luego viene la Alianza, y este acto de fundación
subraya que ahora ya todo se situará para Israel, en un plano doble. El de la
historia —vista de la salvación— la historia de la salvación y el de la fe, “un pacto
sagrado” en el que las doce tribus, son partes contratantes, se sella con la sangre
de un sacrificio (Éx 24,8), con esto Yavé viene a ser el Dios de Israel, e Israel el
Pueblo de Yavé. De este modo se establece un vínculo único, entre Dios y una
comunidad humana. Todo el que por la circuncisión sea agregado a esta
comunidad, participará también de este vínculo. Es el pueblo de la Alianza: “Yo
Soy tu Dios, tú eres mi pueblo” de donde saldrá la Salvación, es decir, el Mesías
Salvador.

El pueblo del Mesías futuro


Ya lo indicamos, el pueblo de Dios es el pueblo del Mesías futuro. La economía,
es decir, todo lo referente a la salvación, fundada en la Antigua Alianza, no tenía
sólo los límites que acabamos de decir, era incapaz de hacer nada perfecto (Heb
7,19; 9,9; 10,1) sin Dios; incapaz de realizar acá en la tierra el pueblo santo que
estaba llamado a formar Israel. Los hechos mismos lo muestran, puesto que los
pecados de Israel, atrajeron muchas veces sobre él el castigo radical del exilio o
de la dispersión, pero no por esto vino a caducar el designio de Dios, era una
prueba para purificar.

Así la escatología profética, anuncia para los “últimos tiempos” la venida de una
nueva economía, de un nuevo designio de salvación, una nueva ley, en la que
Dios hallará al pueblo perfecto, cuyo esbozo y germen era el antiguo, es el pueblo
de donde saldría el Mesías, que realizará la liberación plena y definitiva, tanto del
pueblo como de la humanidad.
LAS TENTACIONES DEL PUEBLO DE DIOS
Este pueblo, por ser un pueblo de hombres, de seres humanos concretos y metido
también dentro de la dinámica de relación de otros pueblos, que no creían en
Yavé tiene algunas tentaciones:
Creerse el único y por tanto prescindir de Dios, ya Dios nos eligió, ya somos el
pueblo y entonces así querer parecerse a los demás pueblos.
Segunda tentación muy presente desde el primer momento: la idolatría; porque
Yavé no era visto, no era palpado, no era conocido con los sentidos; era conocido,
sentido y palpado sí con la fe, pero eso implicaba toda una decisión de carácter
más personal. Y por eso la idolatría va a ser siempre una tentación, sea porque la
hicieron los mismos israelitas como el caso del becerro de oro, o porque se
dejaran seducir por aquellos pueblos que se les acercaban.
También el instalarse y encerrarse, qué tiene que ver con la primera de las
tentaciones ya mencionadas, el creerse el único, ‘nos instalamos y no crecemos’
‘nos encerramos y no crecemos’ cuando el pueblo de Dios está llamado —
precisamente— a ir generando, poco a poco la posibilidad de la universalidad,
para que todos los pueblos de las naciones, se congregan en Sion, en el monte
Sion, como nos lo recuerdan los profetas.
Las prerrogativas del pueblo de Dios
Ese pueblo tiene unas prerrogativas, así como tiene tentaciones, también tiene
unas prerrogativas que le permiten vivir y le permiten salir adelante y vencer las
dificultades. Israel es el pueblo santo, porque ha sido elegido por Dios,
consagrado, en eso consiste la elección y consagrado a Yavé, no a otros. Puesto
aparte para Él, es decir, elegido, segregado —en el buen sentido de la palabra—
para Dios: “Yo Soy tu Dios, tú eres mi pueblo”. Tiene su bien propio, su herencia.
¿Cuál es el bien propio y la herencia? El fruto de la salvación, el fruto de la
Alianza, el fruto del amor de Dios.

Por otra parte, se utilizan otras expresiones para manifestar las características y
prerrogativas del pueblo de Dios. “Es su rebaño, Dios es su Pastor”; “su viña”, por
eso se preocupa, “su hijo”, es una expresión poco usada por temor a caer en
blasfemia, pero es también su hijo, Dios lo ha engendrado, es “su esposa”, como
es el caso de Oseas, que en su drama familiar identifica al pueblo como la esposa
de Yavé.
Por otra parte, como lo recordará el Éxodo en el capítulo 19, hay una expresión
que luego será retomada en el Nuevo Testamento “es un reino de sacerdotes”, en
el que Dios reina sobre súbditos consagrados a su servicio. Esta finalidad cultual
de la alianza, muestra al mismo tiempo, la función que desempeña Israel para con
las otras naciones, es testigo del único Dios, cerca de ellas, es el testigo del único
Yavé, es el pueblo mediador por el que se realizará el vínculo entre Dios y el
conjunto de la humanidad en el futuro, pero ya desde ahora se va abriendo desde
esa perspectiva escatológica, de modo que se eleve a Dios la alabanza de la tierra
entera, y todas las naciones tengan participación en la bendición de Dios. Es un
pueblo con una misión. Es un pueblo con una dedicación. Es un pueblo con una
consagración. Manifestar la grandeza de Yavé. De Yavé que es el único Yavé —
como ya lo indicáramos en algunas de las sesiones—.
Una condición peculiar del pueblo de Dios: actitud de peregrino, de salida, por
tanto de pascua
Por último, hay una condición peculiar del pueblo de Dios, que tiene que ver, con
esas tentaciones de instalarse y de creerse el único, es la actitud siempre de
peregrino, aunque esté en la tierra prometida, aunque esté con sus instituciones
que van profundizándose, que van consolidándose, debe tener la actitud de la
pascua, del peregrinar, del salir siempre al encuentro de Yavé. Es la actitud de
salida, para no instalarse y es la actitud de la pascua, es la actitud en la que debe
manifestar la gran humildad que se abre hacia la fe, es decir, Dios elige a un
pueblo que está llamado a una gran tarea, que es la de hacer realidad la promesa
de salvación y por tanto, engendrar en el tiempo oportuno al Mesías, pero eso
implica que no debe instalarse, sino que debe tener siempre la actitud de la
pascua. Como nos lo recuerda también el rito de la pascua, cuando se come, la
pascua se debe comer de pie, con el cayado en la mano, el jefe de familia y con
las sandalias amarradas en el cinto, dispuestos a salir y por eso se come comida
que no se fermenta, para estar siempre en una actitud de crecimiento, de camino,
de peregrinaje hacia el encuentro de Dios.
El pueblo de Dios es un pueblo de peregrinos, es un pueblo que va caminando a
lo largo de la historia y que va a encontrar su mejor pastor en el Dios Encarnado,
que convertirá a este pueblo de Dios en un nuevo pueblo de Sacerdotes, en una
nación santa, en un pueblo de reyes. El pueblo de Dios es el pueblo de la
peregrinación de la pascua de la Salvación.
1. TEMA XIII | LA PASCUA
LA PASCUA
a. La Pascua, raíz etimológica:
La etimología de la raíz hebrea “psh” no permite sacar conclusiones precisas
sobre su significado. En los textos bíblicos la raíz es usada en dos sentidos
distintos: unas veces se significa la celebración de la fiesta como tal, “celebrar la
pascua” (Ex 12,48; Dt 16,1; 2Re 23,21-22), es decir, el conjunto del rito. Otras,
designa la víctima del rito: “comer la pascua” o “inmolar la pascua” (Ex 12,21; Dt
16,2; 2Cr 30,18).
El rito pascual es pre-israelita. Los datos bíblicos no son suficientes para
determinarlo, pero la etnología es, en este punto, concluyente. Algunos textos del
Éxodo dan a entender, sin embargo, que los clanes hebreos la celebraban antes
de la huida de Egipto y que su celebración habría sido el motivo o la ocasión de
aquella fuga (Ex 3,18; 4,23; 5,1.3; 7,10; 10,9), donde las distintas fórmulas
presentan diversas facetas del rito).
b. La Pascua, raíz etnológica:
Se trata de un rito familiar de pastores seminómadas en el que se inmola una
víctima del rebaño al comienzo de la trashumancia de primavera. No se necesita
sacerdote, ni lugar de culto. El inmolador es el padre de familia. El rito de la sangre
tiene carácter protector contra el destructor, el espíritu maléfico, enemigo del
rebaño y de su fecundidad. El rito de untar el dintel y las jambas de la puerta (es
decir de la tienda) con la sangre sirve para alejar al mal espíritu[1].
Ya sea porque la fiesta de la Pascua coincidiera históricamente con la salida de
Egipto o porque el significado del rito se prestaba a ello, la tradición bíblica
relacionó la fiesta con este episodio haciendo del rito de Pascua el memorial de la
salida de Egipto. La liberación que el rito pretendía garantizar y la experimentada
por los israelitas se fundieron en el memorial del hecho histórico.
c. La Pascua celebrada en los pueblos sedentarios:
Con la sedentarización el rito de la Pascua entra en concurrencia con otro rito de
la primavera, propio de los cultivadores sedentarios: el de los panes ácimos. Con
el tiempo, ambos se funden en uno solo. Dt 16 consagra la asimilación de los dos
ritos festivos, aunque en Dt 16,7 queda todavía huella del antiguo rito pascual al
decir: “por la mañana volverás a tus tiendas”. Con el Deuteronomio, la pascua se
nacionaliza y pierde el carácter familiar, ya que debe celebrarse en el santuario
central y único. Con el exilio, la fiesta de la Pascual adquiere una importancia
particular. De hecho, a pesar del Deuteronomio, cuyas prescripciones no parecen
haber sido puestas en práctica antes del exilio, la fiesta pascual era la única que
no necesitaba templo ni sacerdocio según la antigua tradición. Ex 12,1-14
representaría la restauración de un antiguo rito familiar que se presentaba
perfectamente a la situación del exilio. El texto es sacerdotal y muestra una vez
más la labor ejercida por los sacerdotes en el exilio, que recuperan viejas
tradiciones para adaptarlas histórica y teológicamente a la nueva situación.

A la vuelta del exilio, la Pascua será objeto de nuevas adaptaciones debido a las
circunstancias del momento. Ez 45,17ss muestra claramente hasta que punto la
fiesta fue sacralizada, entrando totalmente en el ámbito de la actividad sacerdotal.
Además, adquiere un carácter expiatorio, de sacrificio por los pecados. Esd 6,19-
22 es una muestra clara de la evolución registrada hasta el momento: los
sacerdotes y los levitas, purificados, inmolan la Pascua “por los deportados, por
sus hermanos los sacerdotes y por ellos mismos”. Los levitas serán los
encargados de la inmolación como se ve el 2Cr 30,17-19; 35,11. [2]
d. La Pascua para el judaísmo rabínico[3]:
Originalmente la pascua (pésaj) en el antiguo Israel era una fiesta agrícola (o
pastoril) que ya existía en época cananea, celebrada el día 14 del primer mes del
año (‘Abib antes del destierro babilónico y Nisán después del destierro) y que pone
fin al tiempo del desierto al comer los frutos de la tierra y ya no el maná bajado del
cielo. Así lo narra el libro de Josué (Jos 5,10-11). Posteriormente, se vincula esta
fiesta con la cena del cordero y con la comida de los panes ázimos,
estableciéndose -estas dos fiestas juntas- como conmemoración del
acontecimiento salvífico del paso por el mar rojo, cuando Dios libera al pueblo de
Israel de la esclavitud egipcia y lo conduce al desierto del Sinaí. En los libros del
Éxodo, Números y Deuteronomio tenemos las primeras alusiones a la fiesta (Ex
12; Nm 9; Dt 16,1-8). En la época de la monarquía hay registros de la celebración
de la fiesta realizada por Salomón (1R 9,25; 2Cr 8,13) y en tiempo de la reforma
de Josías se comienza a transformar en fiesta de peregrinación en Jerusalén (2R
23,21-23).
El judaísmo rabínico llegó a establecer normas muy precisas para la celebración
de la pascua en el templo de Jerusalén, enfatizando el sacrificio. Así lo expresa un
texto llamado la Misná:
“El cordero pascual era sacrificado por tres grupos, como está escrito: lo inmolará
toda asamblea de la congregación de Israel: asamblea, congregación, Israel.
Cuando entraba el primer grupo, se llenaba el atrio. Cuando se cerraban las
puertas del atrio, tocaban el sofar, luego la trompeta clamorosamente y luego de
nuevo el sofar. Los sacerdotes estaban en pie formando dos filas y teniendo en
sus manos vasos de plata y de oro. Una fila tenía todos los vasos de plata y la otra
todos de oro. No estaban mezclados. Los vasos no disponían de base a fin de que
no los pudieran posar y se coagulara la sangre. Un israelita lo inmolaba, el
sacerdote recibía (la sangre) y la entregaba a su compañero y éste al suyo, recibía
el (vaso) lleno y devolvía el vacío. El sacerdote que estaba más cercano al altar la
vertía de una vez sobre las brasas (del altar)” (Misná Pesahim 5,5-6).
Todo este rito de sangre era parte del sacrificio del cordero realizado por la familia
en el templo junto a los sacerdotes. La segunda parte de la celebración se
realizaba en las casas mediante una cena íntima, en la que se comía el cordero
sacrificado, los panes ázimos, las hierbas amargas y cuatro copas de vino. Cada
elemento de la cena tenía un significado específico que hacía memoria del gran
acontecimiento liberador del éxodo. Este significado salvífico de la pascua estará
siempre presente en el judaísmo, como bien lo indica otro texto rabínico llamado el
Tárgum: “Esta es la noche de la pascua para el nombre de YHWH, noche
reservada y fijada para la liberación de todo Israel a lo largo de sus generaciones”
(Targum de Éxodo 12, 41-42).
e. La pascua cristiana[4]:
La fiesta principal de los cristianos es la pascua en la que se celebra el gran
acontecimiento de la resurrección de Jesús, el Señor. [Ciertamente, este es un
Diplomado de Introducción del Antiguo Testamento, no podemos perder que el
Antiguo Testamento queda iluminado completamente por la comprensión que de
él se hace en el Nuevo Testamento, por eso, al abordar este tema de la pascua,
no podemos dejar de contemplar la interpretación de la pascua cristiana, o cómo
el cristianismo asumió esta fiesta de la pascua que ya tenía todo un recorrido
histórico y teológico que luego va a influir positivamente en la comprensión que el
cristianismo hace de la irrupción de Dios en su historia] Los evangelios de Mateo,
Marcos y Lucas (Mt 26,26-29; Mc 14,22-25; Lc 22,19-20) nos relatan la “última
cena” celebrada por Jesús junto a sus discípulos como una cena de pascua. Está
presente el pan ázimo, dos copas de vino (en Lc) y unas bendiciones, pero el
significado nuevo dado por Jesús a la comida es el anuncio de su propia muerte,
ya no se conmemorará la salida de Egipto, sino la muerte del Señor como
sacrificio pascual.
La idea del sacrificio pascual la desarrollará más el evangelio de Juan, al mostrar
a Jesús como “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29). El
cuarto evangelio hace coincidir la muerte de Jesús con el sacrificio de los corderos
pascuales. Así en Jn 19,14 al momento de su sentencia a muerte y luego en Jn
19,36 aplicando a Jesús lo prescrito sobre los corderos en las leyes de Ex 12,46 y
Nm 9,12. Es decir, Jesús muere al mismo tiempo en que las familias judías
acudían al templo a sacrificar a los corderos para celebrar la pascua. Esta teología
del cordero pascual del cuarto evangelio, marcará profundamente el cristianismo
primitivo y san Pablo en su primera carta a los Corintios la desarrollará diciendo:
“eliminad la levadura vieja, para que seáis masa nueva ya que sois ázimos,
porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido sacrificado. De manera que
celebramos la Pascua no con levadura vieja, ni con levadura de perversidad y
maldad, sino con ázimos de pureza y verdad” (1Co 5,7-8). Así mismo la primera
carta de Pedro exhorta diciendo: “Sabiendo que habéis sido liberados de la
conducta estéril heredada por tradición, no con cosas corruptibles -oro o plata-
sino con la sangre preciosa de Cristo, como cordero sin defecto ni mancha” (1P
1,18-19). Tanto la carta primera a los Corintios como la primera carta de Pedro
insisten en la importancia del sacrificio redentor de Jesús. Su muerte dada
gratuitamente para todo el mundo tiene un valor expiatorio superior a todos los
sacrificios y leyes del antiguo Israel.
“En la Última Cena, con sus amigos, comparte el pan y distribuye el cáliz «para
nosotros». El Hijo de Dios se ofrece a nosotros, ofrece en nuestras manos su
Cuerpo y su Sangre para estar siempre con nosotros, para habitar entre nosotros”.
(S.S. Francisco, Audiencia general del 27 de marzo de 2013)
“Lo que era un simple gesto, algo hecho ciertamente por amor – el ir al sepulcro -,
ahora se transforma en acontecimiento, en un evento que cambia verdaderamente
la vida. Ya nada es como antes, no sólo en la vida de aquellas mujeres, sino
también en nuestra vida y en nuestra historia de la humanidad. Jesús no está
muerto, ha resucitado, es el Viviente.” (S.S. Francisco, Homilía vigilia pascual 30
de marzo de 2013).
Así concluimos este tema número 13 de la Pascua, la comprensión que tiene el
pueblo de Israel sobre la misma, es lo que le permite encontrar en esta
celebración, en esta fiesta, la acción protectora de Dios que pasa por las vidas de
aquellos que forman parte del pueblo elegido. En el Antiguo Testamento, en aquel
pueblo de Israel, que Dios escogió como pueblo de su propiedad y en el Nuevo
Testamento, en ese nuevo Israel que sufre de la mano con el Mesías que se ha
encarnado, y que se ha convertido en el verdadero Cordero, que es capaz de
reconciliar a la humanidad con Dios y pactar de esa manera de forma definitiva
esa Alianza de amor que redime y salva a la humanidad garantizándole la vida
eterna.
[1] F. Abajo y otros; Dios actúa en la Historia (I), Casa de la Biblia 2010, 83-85.
[2] J. González Echegaray y otros, La Biblia en su entorno, Verbo Divino, 1999,
215-216.
[3] P. Uribe Ulloa, Pascua Judía-Pascua Cristiana, UCSS, 2018, 135-137.
[4] P. Uribe Ulloa, Pascua Judía-Pascua Cristiana, UCSS, 2018, 138-139.
2. TEMA XIV | EL MESÍAS. ESPERANZA DE SALVACIÓN.
El nombre Mesías es una transformación griega del hebreo masiah, que significa
“ungido”. Su traducción usual al griego es Christos, palabra que aparece unas 350
veces en el Nuevo Testamento. En el texto griego de Jn 1,41 se usan ambas
formas: “Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)” (cf. Jn 4,25).
Debido a que un elemento central del cristianismo es precisamente la convicción
de que Jesús era el Cristo (el Mesías esperado por Israel), se ha prestado mucha
atención al estudio de las raíces de las esperanzas mesiánicas judías. La
centralización cristiana en la persona de Jesús, ha llevado incorrectamente a
considerar que el pensamiento judío veterotestamentario se centra también en la
persona del Mesías. Debe tenerse en cuenta que en Antiguo Testamento el
termino “ungido” no se usa nunca para referirse a un salvador o redentor futuro, y
que, en los escritos judíos posteriores, del período comprendido entre e1200 a.C.
y el 100 d.C., solo esporádicamente aparece este termino en relación con agentes
de salvación divina futura.
El uso del termino “Mesías” para referirse a cualquier persona de la que se espera
que introduzca una era de bendición eterna, independientemente de la
terminología usada en las fuentes, puede provocar confusión. Las palabras
“mesiánico” y “mesianismo” tienen un conjunto de significados aún mayor, pues se
usan también para referirse a diversas expectativas de un cambio definitivo en la
historia, sin que sea necesariamente provocado por algún liberador futuro en
particular (incluso se ha llegado a acuñar la expresión “mesianismo sin mesías”).
EL MESÍAS:
En el Antiguo Testamento la denominación de “ungido” se aplica sobre todo a los
reyes; también al sumo sacerdote (y más tarde a todos los sacerdotes). En un
caso aparece aplicado al profeta Eliseo.
1) Reyes Ungidos
Las narraciones sobre la unción de los reyes que presentan los libros de Samuel y
Reyes ponen gran énfasis en la iniciativa divina, en la elección por parte de
Yahveh, lo cual se refleja en la popular expresión “ungido de Yahveh” y las
correspondientes “mi/tu/su ungido”. En 1Sam 24,6-7: “Le remordió a David la
conciencia por haber cortado la orla del manto de Saúl, y dijo a sus hombres:
Líbreme Yahveh de hacer yo tal cosa a mi señor, el Ungido de Yahveh, poniendo
mi mano en él, pues es el Ungido de Yahveh”.
En 2Sam 23,1 David se presenta a sí mismo como “el ungido del Dios de Jacob“, y
el siguiente versículo continua: “El Espíritu del Señor habla por mí, su palabra está
en mi lengua”.
La unción del rey por parte de Yahveh denota la íntima y exclusiva relación entre
el Dios de Israel y el rey al que ha elegido y otorgado el poder de reinar en su
nombre. El rey es, el representante de Dios en la tierra y participa del gobierno
soberano de Dios.
Muy ilustrativa, es también la aplicación que el Deutero-Isaías hace del termino
“Mesías” al rey persa Ciro (que no pertenecía al pueblo de Israel) (Is 45,1), que
recibe de Yahveh la misión y el poder de asegurar la paz y la libertad del pueblo
elegido de Dios (Is 45,1-7); es el pastor de Dios (Is 44,28) donde los reyes
davídicos han fracasado.
2) Sacerdotes ungidos
Además de los reyes, también los sumos sacerdotes reciben la denominación de
“ungido”, como vemos, por ejemplo, en Lev 4,3: “Si fuere el sacerdote ungido
quien ha pecado en detrimento del pueblo, ofrecería a Yahveh por el pecado que
ha cometido un novillo sin defecto en sacrificio expiatorio”.
La unción es un rito de consagración que garantiza un sacerdocio eterno para
Aarón y sus sucesores (Ex 40,15; cf. Ex 29,29; Lev 6,15; 16,32; Num 35,25). La
asamblea de Israel que ungió a Salomón como rey, también ungió a Zadok como
sumo sacerdote (1Cr 29,22), explicitándose así la dualidad de ungidos (rey y sumo
sacerdote), dualidad que repetidamente veremos a lo largo de la historia de la
salvación.
Más tarde, como atestigua en tiempos de los Macabeos. la carta a los judíos de
Egipto y a Aristóbulo, eran ungidos todos los sacerdotes: “Los que están en
Jerusalén y en Judea, el consejo de ancianos y Judas saludan y desean bienestar
a Aristóbulo, preceptor del rey Ptolomeo, del linaje de los sacerdotes ungidos, y a
los judíos que están en Egipto”. (2Mac 1,10)
3) Profeta ungido
Por último, también encontramos al profeta Elías como ungido y a su sucesor
Eliseo. En 1Re 19,16 se dice que Elías ungió a Eliseo como profeta que le
sucediera. La historia de la vocación de Eliseo, sin embargo, no menciona ninguna
unción, sino solamente que Elías impuso su manto sobre él (1Re 19,19-21);
cuando Elías subió al cielo, Eliseo recibió el espíritu de Elías (2Re 2,1-14).
Compárese con Is 61,1, donde el autor profético declara que el Espíritu de Dios
está sobre él, porque Yahveh lo ha ungido. El énfasis en este caso del profeta que
es un ungido, recae no en el rito de la unción, sino en el don del Espíritu de Dios
que recibe.
MESIANISMO Y ESPERANZA MESIÁNICA
Comprender el Mesianismo dentro del Antiguo Testamento, lleva a descubrir cuál
era la esperanza que guardaba el pueblo de Israel. Este es, por tanto, el concepto
de mesianismo en sentido estricto, con la utilización del término técnico “Mesías”,
que vemos aplicado a personajes históricos. Ahora bien, ya hemos dicho que se
entiende por mesianismo en sentido lato la expectación de una era escatológica
de salud, que culmina en el establecimiento de un reino de Dios.
En contraste con el pensamiento cíclico de la antigüedad, la concepción bíblica de
la historia es un proceso único y lógico, con principio y fin, que tiende al objetivo
señalado por Dios. La historia de Israel es una historia de salud, dominada por la
idea de la alianza. Este pensamiento lineal se acentuó en la apocalíptica, cuyo
determinismo histórico es una de las características mas relevantes.
Así, en un constante proceso de reinterpretación bíblica (que no hemos de
considerar exclusivamente como la obra de los autores post-bíblicos, sino muchas
veces también como la de los redactores finales del propio texto bíblico), se buscó
en tradiciones que en su origen estaban vinculadas a hechos históricos para
encontrar en ellas nuevos matices de promesas escatológicas. Este proceso tuvo
su culmen en el Nuevo Testamento, que para sus autores supone el cumplimiento
del Antiguo Testamento. Por ello se ocuparon en rastrear las promesas contenidas
en este e interpretarlas en sentido mesiánico.
La esperanza mesiánica aparece ya en las primeras páginas de la Biblia. En Gen
3 ,14ss se promete a la humanidad caída que, en la lucha entre la mujer y la
serpiente y las descendencias de ambas, la descendencia de la mujer alcanzará la
victoria. A partir de Ireneo, la tradición cristiana ha visto aquí un primer anuncio de
salud, el llamado “proto-evangelio”: de la mujer (María) nacerá la descendencia
(Jesús).
La bendición de Noé sobre Sem (Gen 9,24) anuncia que la salud del mundo ha de
venir de Sem y la familia de pueblos semitas que de el descienden. De ella es
elegido Abraham como representante de la promesa, y en la descendencia de
Abraham serán bendecidos todos los pueblos de la tierra (Gen 12,1-3; 18,18;
22,18).
Tres textos son particularmente importantes como germen de futuros desarrollos
mesiánicos:
a) La bendición de Jacob (Gen 49,8-12) concreta en la tribu de Judá, el origen del
autor de la salud; del cuarto hijo del patriarca surgirá aquel a quien conviene el
cetro y han de rendir obediencia las naciones. En este pasaje se nos presenta al
Mesías como figura regia, cuyo reino será de paz:
“A ti, Judá, te alabarán tus hermanos; pondrás la mano sobre la cerviz de tus
enemigos. Se postrarán ante ti los hijos de tu padre. Judá es un cachorro de león:
has vuelto de hacer presa, hijo mío. Se agacha y se tumba, como león o como
leona. ¿Quién se atreve a desafiarlo? No se apartará el cetro de Judá, ni el bastón
de mando de entre sus rodillas, hasta que venga Shiloh y te rindan homenaje los
pueblos. Ata su asno a la vid y el pollino de su asna a la cepa, lava su ropa en vino
y su túnica en sangre de uvas. Sus ojos están chispeantes por el vino y sus
dientes blancos por la leche”.
El misterioso personaje “Shiloh” ha sido diversamente interpretado, predominando
la idea de entenderlo como “aquel a quien corresponde” la realeza. Que dicho
personaje encierra un germen de interpretación mesiánica lo demuestran las
diferentes versiones del Tárgum, es decir, las traducciones arameas del texto
hebreo que se recitaban en la sinagoga tras la lectura de los pasajes bíblicos en
una época en que el común de la gente no entendía hebreo, y que tanto nos
ayudan a comprender cómo se interpretaba la Biblia en el judaísmo post-bíblico
contemporáneo de Jesús. Estas versiones arameas traducen el controvertido
término directamente por “Mesías”. Así, por ejemplo, el Targum Neofiti, en la
misma línea que Onqelos y pseudo-Jonatan, traducen Gen 49,10 de la siguiente
manera:
“No cesaran los reyes de entre los de la casa de Judá, ni los escribas que
enseñan la ley entre los hijos de sus hijos, hasta que venga el Rey Mesías, del
cual es la realeza, y a él se someterán todos los reinos”.
El Nuevo Testamento (Mt 21,1-9; Mc 11,1-10; Lc 19,28-40; Jn 12,12-19), en el
episodio de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén montado sobre un asno,
hace use de este oráculo de Judá, uniendo las tradiciones de Gen 49,10-11 y Zac
9,9, como acto simbólico de Jesús en calidad de auténtico Mesías.
b) El cuarto oráculo de Balaam (Num 24,15-19) nos lo anuncia como estrella de
Jacob y príncipe guerrero que someterá a todas las hordas enemigas:
“Y profirió su poema y dijo: Oráculo de Balaam, hijo de Beor, oráculo del hombre
de mirada penetrante. Oráculo del que escucha las palabras de Dios y conoce la
ciencia del Altísimo, contempla visiones del Todopoderoso, cae y sus ojos se
abren. Yo lo veo, más no ahora; lo diviso, mas no de cerca. Una estrella ha salido
de Jacob y un cetro ha surgido de Israel. Machacara las sienes de Moab y el
cráneo de todos los hijos de Set” (Num 24,15-17).
La interpretación de las versiones antiguas es mesiánica. “Estrella” (kojab) es
traducida unánimemente al arameo como “rey”, probablemente debido al
simbolismo regio que desde antiguo tienen los astros en el mundo oriental, y
aplicada aquí más concretamente al Mesías de Israel. Lo mismo sucede en el
pasaje neotestamentario de Mt 2,1-12 (cf. Lc 1,78-79), relativo a la estrella que
siguen los magos de Oriente. “Cetro” (shebet) se traduce al arameo por “mesías”
(o también, según otras tradiciones, por “dominador”). Esta interpretación
mesiánica de shebet se basa en la significación del cetro como símbolo del poder
regio, al igual que en el caso de Gen 49,10.
c) La profecía de Natán (2Sam 7,12-16) traslada la esperanza mesiánica a la casa
de David. Yahveh dirige unas palabras al rey, que presentan notables semejanzas
con la ceremonia egipcia de coronación real:
“Y cuando se cumplan tus días y reposes con tus padres, suscitare detrás de ti un
vástago tuyo, salido de tus entrañas, y consolidaré su realeza. El construirá una
casa a mi Nombre y consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para
el un padre y el será para mí un hijo; que, si el se pervierte, le castigaré con vara
de hombre y con golpes de humanos. No apartaré de él mi benignidad, como la
aparte de Saúl, al cual aparté de tu presencia. Y tu casa y tu realeza
permanecerán firmes para siempre ante mi; tu trono será estable por siempre”.
Esta profecía de Natán ha estado siempre subyacente en las múltiples
especulaciones mesiánicas posteriores.
LOS SALMOS REALES: REYES UNGIDOS
En el conjunto de “salmos reales” juega un significativo papel el tema del “rey y su
Dios”, como podemos ver en Sal 2,2:
“Se aliaron los reyes de la tierra y los gobernantes conspiran a una contra Yahveh
y contra su Ungido”.
La imagen mesiánica de los salmos reales se orienta sobre la idea directriz de la
promesa de Natán, a la que probablemente se refiere Sal 2,7:
“Promulgare el decreto de Yahveh: Me Dijo: Mi hijo eres tu, Yo mismo hoy te he
engendrado”.
Algunos autores proponen entender la última frase como: “Yo lo acojo en mi seno
(en señal de adopción)”, fórmula protocolaria de entronización frecuente en el
Antiguo Oriente. Ciertamente Israel toma elementos del estilo de corte y de la
realeza sagrada. Por ser la monarquía en Israel relativamente reciente, el
yahvismo no tenía expresiones apropiadas para ella e irrumpe el estilo de corte de
los pueblos vecinos, para cantar al regente como representante de Yahveh.
Los salmos reales fueran interpretados como referidos al futuro “ungido del Señor”
davídico, cuya venida esperaba el pueblo de Israel. Habrían sido reelaborados y
recibido así un carácter exclusivamente mesiánico y escatológico.
EL REINO DE DIOS
Entender la concepción que dentro del Antiguo Testamento se percibe del Mesías,
implica también entablar una estrecha relación con la concepción de Reino de
Dios. En intima relación con el concepto de Mesías está el de “Reino de Dios”, que
también dista de ser homogéneo. A diferencia de lo que sucede en el Nuevo
Testamento, en el que, sobre todo en Mateo, se menciona repetidamente el “reino
de Dios” o “reino de los cielos”, la expresión “reino de Dios” no figura en el Antiguo
Testamento hebreo y es muy rara en los deuterocanónicos y apócrifos del Antiguo
Testamento, como es rara también en los targúmes y en Filón de Alejandría. Solo
se hace relativamente frecuente en frases estereotipadas de la literatura rabínica.
Su contenido, sin embargo, es un tema bíblico e insistentemente tratado en los
apócrifos judíos.
Aunque el objetivo último del Reino de Dios, es la victoria de Dios sobre los
contravalores encarnados por los ángeles caídos y los hombres perversos, el
objetivo recurrente en la literatura intertestamentaria, es el triunfo de Israel y su
salvación, que comporta la reintegración de todas las doce tribus a la tierra de
Israel. Aunque esta literatura suele otorgar a Israel una salvación colectiva, ello no
sucede siempre así. Para los gentiles, por el contrario, las puertas del reino de
Dios estarán cerradas o, a lo sumo, entreabiertas. La literatura apócrifa mas
antigua, suele contemplar la posibilidad de salvación para los gentiles: 1 Enoc
10,21.
Este Reino de Dios tiene unas características:
a) Reino de Dios enraizado en este mundo. Siempre que se trata de un reino
ligado a los “los días del Mesías”, el reino es intramundano. Los apócrifos más
antiguos suelen contentarse con este reino, por una razón: los profetas y salmistas
no tienen más horizonte que la salvación en este mundo, pues la primera
proclamación de la resurrección aparece en
Daniel, en la primera mitad del s. II a.C. Es lógico que los apócrifos mas antiguos,
contemporáneos del libro de Daniel, aun no tuvieran desarrollado un panorama de
salvación o condenación ultramundanas. El reino de Dios en este mundo se
concibe con una duración ilimitada.
b) Reino mesiánico en este mundo y reino de Dios en el mundo futuro. Algunos
apócrifos hablan de dos reinos de Dios, uno temporal, en este mundo, y otro
definitivo, trascendente, en el otro. El reino temporal es exigido por fidelidad a los
profetas y por compromiso con la tradición del Mesías. La esperanza del judaísmo
popular, y así aparece en varios escritos, se centraba en un reino terreno en el
que el Mesías, hijo de David, tenía un papel preponderante. Y aunque los círculos
apocalípticos negaban en su pesimismo toda posibilidad de salvación en este
mundo, la esperanza mesiánica pesaba tanto que no podían prescindir de ella, por
lo que se vieron forzados a asignar en “este mundo” un lugar al reino terreno del
Mesías. Tanto la teología rabínica como la cristiana aceptan la concepción de dos
reinos seguidos, uno terrestre y otro más allá, pero con diferencias de acento.
c) Un único reino de Dios en el futuro. Hay cierta literatura apócrifa judía que no
contempla más reino de Dios que el trascendente, el del mas allá. En la línea mas
típica de la apocalíptica, se considera que este mundo, es historia dominada por
los poderes del mal y no puede ser ámbito del reino de Dios. Siguiendo esta
lógica, estos autores sacrifican el reino interino del Mesías, que otros admitirán
solo por compromiso con una tradición.
3. TEMA XV | LA CREACIÓN- EL SER HUMANO
La fe veterotestamentaria en la creación cuenta con un texto antológico, que es
también la única cosmogonía presente en la Biblia: Gn 1,1-2,4a. Aunque
aparentemente es sencillo, este texto plantea difíciles problemas interpretativos.
Ante todo ¿En qué clave ha de ser leído? ¿Se trata de una especie de reportaje
retrospectivo de los orígenes que referiría como fueron creados el cielo, la tierra,
los seres? Así fue comprendido durante siglos; la revolución copernicana primero,
las teorías darwinistas de la evolución y las ciencias cosmológicas después,
hicieron inviable este género de lectura. El contraste entre el relato bíblico y los
datos científicos era demasiado espectacular para que pudiera ser absorbido por
armonizaciones concordistas.
Desechada, una interpretación literal del texto, cabe entender el relato no ya como
una página de ciencias naturales que nos informa sobre el cómo de la creación,
sino como una reflexión religiosa, que es de suyo independiente del revestimiento
literario concretamente adoptado, por debajo del cual late algo digno de ser oído y
creído.
Ahora bien, para no ser tildada de oportunista, esta óptica interpretativa ha de
acreditarse desde el mismo contexto bíblico. Es decir, si no se quiere dar la
impresión de un repliegue estratégico ante la ofensiva de circunstancias adversas,
hay que descubrir en la propia Biblia cual fue la intención genuina del autor de Gn
1, qué tipo de mensaje ha querido transmitir y cual es, por tanto, la doctrina que
pretende enseñar. En suma, la primera tarea de una teología bíblica de la creación
ha de ser detectar la perspectiva bajo la que los autores sagrados contemplan la
cuestión.
En realidad, la doctrina cristiana de la creación no podía responder a las
objeciones provenientes de las ciencias de la naturaleza mientras no estuviese en
grado de ofrecer una lectura críticamente solvente del relato bíblico de los
orígenes. Todo ello no fue posible hasta la renovación de la exegesis bíblica y el
empleo de los nuevos métodos hermenéuticos, que liberaron a la teología del
pesado fardo del biblicismo fundamentalista.
Así, mientras no se descubrió que Gn 1,1-2, 4a y Gn 2,4b-3 pertenecían a dos
fuentes literarias diversas, o que la literatura extrabíblica contemporánea de esos
textos narraba sucesos parecidos (creación, caída, diluvio, dispersión de los
pueblos, etc) con parecidas claves simbólicas, su comprensión cabal estaba
bloqueada por obstáculos insuperables. El conocimiento de las cosmogonías de
los pueblos circunvecinos, por ejemplo, ayudo a los exegetas a percatarse de que
los autores de Gn 1-11 no pretendían ser originales en lo tocante a los materiales
empleados en sus relatos; tanto ellos como sus oyentes sabían muy bien que los
materiales no eran nuevos. La originalidad se emplazaba en otro nivel: con sus
versiones, los hagiógrafos se afanaban por tender un puente entre todas aquellas
viejas creencias populares, que se dan cita en sus escritos, y la fe en Yahveh.
1. Antecedentes de la fe bíblica en la creación
Como ocurre en el credo cristiano «(creo en Dios… creador»), también en la Biblia
el contexto propio de la fe en la creación, es la fe en Dios. La pregunta por el
origen de la fe creacionista esta, pues, inseparablemente unida al modo como
Israel concibió a Dios. De aquí hay que partir, por tanto, cuando se indaga en las
premisas de la doctrina bíblica de la creación.
1.1. Un Dios de la historia con poder sobre la naturaleza
Desde hace años, es ya tópica la afirmación de que la fe bíblica en Dios no esta
ligada, como en otras culturas, a la naturaleza sino a la historia. Una muy antigua
profesión de fe israelita, Dt 26,5-10, confirma eficazmente esta singularidad del
discurso bíblico sobre Dios; en ella se recogen una serie de acontecimientos (el
nomadismo miserable, la esclavitud en Egipto, la liberación, la fatigosa conquista y
el final asentamiento en Canaán) que hacen captar a Israel la existencia de un ser,
Yahveh, que cuida de él, lo guía y lo salva.
Pero Dt 26,5 ss. Nos interesa, además, por otra razón; el texto destaca
nítidamente, la inmensa distancia que separa a esta profesión de fe, particularista,
concreta, referida al dios de un pequeño clan, de la proclamación de Yahveh,
como creador del mundo. En el texto, Yahveh es poco mas que un dios doméstico
que cuida de los suyos, un dios junto a los dioses de otros pueblos (Jue 11,24; 1 S
26,19; 2 Re 3,27). ¿Por qué caminos se ha desarrollado este credo primitivo? ¿De
qué modo se logra conectar la historia de Israel con el origen del mundo? ¿Cómo
el dios de un puñado de nómadas pasa a ser Señor del universo? El análisis de
tres pasajes, que se remontan a estratos muy antiguos de la tradición, nos ofrece
un comienzo de respuesta.
En Jos 10,5-13 se recoge un episodio de la conquista de Palestina, del que se dan
dos versiones, una en prosa (vv. 5-10) y otra en verso (vv. 12-13). En ambas se
habla de un acontecimiento extraordinario (un pedrisco, la detención del sol), del
que se deduce un rasgo común: Yahveh interviene en ayuda de su pueblo (vv.
8,14). El modo de concretarse esa ayuda parece accidental; el relato poético, que
hace que el sol interrumpa su trayectoria, es mas hiperbólico. Lo esencial, tanto en
una como en otra versión, es que Yahveh puede influir en el curso de la naturaleza
para salvar a su pueblo. El Dios de Israel se muestra suficientemente poderoso
para manejar a su arbitrio los fenómenos naturales; la naturaleza es puesta por el
al servicio de un designio histórico: la conquista. Así pues, Israel ve en la
naturaleza algo sometido por alguien a los fines de su historia. La cuestión de la
historicidad de la detención del sol es, en este contexto, obviamente
improcedente.
En Jue 4-5 encontramos otro ejemplo de un suceso notable visto en prosa (cap. 4)
y en verso (cap. 5: el cantico de Débora). La versión prosaica se limita a constatar
que la victoria se alcanzó no por los propios recursos de Israel, sino por la
intervención divina: vv. 15,23. El cántico, en cambio, idealiza esta intervención
echando mano de elementos maravillosos; diversas fuerzas naturales,
personalizadas, luchan al lado de Israel (la tierra, las nubes, las estrellas, las
aguas: 5,4-5,19-21). EI rasgo común a las dos versiones, y por tanto lo esencial,
es que Yahveh salva y nada se le resiste; si es preciso, puede causar temblores
de tierra, cataclismos siderales, etc. La naturaleza sirve a Yahveh.
En Ex 15,1-18 se pueden rastrear vestigios del canto triunfal con que los israelitas
celebraron el acontecimiento más importante de su historia: la salida de Egipto. Ha
sido esta gesta gloriosa la que persuadió a Israel de que su dios era un Dios
salvador. La inolvidable experiencia ha quedado impresa para siempre en la
memoria colectiva del pueblo; también aquí todos los elementos naturales se
pliegan dócilmente a la voluntad de Yahveh, que quiere liberar a los suyos (vv.
4.8.10.12). La conclusión se impone: “Yahveh reina» (v. 18; cf. Sal 114).
En estos tres textos se reconoce, sin duda, el poder de Yahveh. ¿No se tratará de
un poder circunstancial, como si él, de vez en cuando (en los momentos críticos),
interviniese sobre la naturaleza? ¿Tendrá también un poder absoluto, ilimitado?
Otra serie de pasajes, en gradación ascendente, nos permitirá responder a esta
pregunta.
1.2. Un poder ilimitado al servicio de la alianza
Yahveh es un dios celeste, idea muy primitiva y común a muchas religiones; el
cielo es a la vez el espacio sagrado y el punto de partida idóneo, para una acción
eficaz sobre la tierra: Gn 28,12-13; Sal 2,4; 20,7; 115,3. De allí desciende para
irrumpir en la historia: Gn 3,8; 11,5; Sal 18,10-11.14-15. Así pues, el poder de
Yahveh no se deja especializar por su localización espacial; él no es el dios del
trueno, o de la lluvia o de los astros; su carácter celeste le confiere una potestad
tan fundamental, incondicionada e inexpugnable que, en rigor, no precisa para
manifestarse de exhibiciones espectaculares; puede hacerse presente no ya en el
huracán o en el temblor de tierra, o en el fuego, sino en la suave brisa (1 Re
19,11-13).
Yahveh no se identifica pura y simplemente con ninguno de los poderes cósmicos.
Cuando se le pregunta quien es, da una respuesta enigmática: “Yo Soy el que
Soy”: Ex 3,14, que re- mite en última instancia a la historia de salvación, no a la
naturaleza. Pero precisamente por eso, su poder se ejerce sin restricciones de
lugar o de instrumentos naturales; Yahveh puede intervenir en cualquier parte y
usar como vehículo cualquier clase de fenómenos, desde los mas violentos e
insólitos a los más pacíficos y cotidianos.
Y así, la idea de este poder no especializado ni localizado conlleva la de un poder
que a la postre se revela como ilimitado y universal. EI que está en el cielo supera
absolutamente la tierra: “Álzate, oh Dios, sobre los cielos; sobre toda la tierra, tu
gloria” (Sal 57,6); “re- conoce, pues, hoy y medita en tu corazón que Yahveh es el
único Dios allá arriba en el cielo, y aca abajo en la tierra” (Dt 4,39).
¿Qué concluir de los textos examinados hasta aquí? Al menos, que la imagen de
Dios que en ellos se nos transmite contiene virtualmente la idea de creación. Si
Yahveh reina sobre todo y lo puede todo, ¿no será porque lo ha hecho todo? Los
pasajes que acabamos de recorrer, vistos en conjunto, parecen implicar una
primera fase de la fe en la creación.
EI atributo divino principal que late en estos textos no es tanto la omnipotencia
cuanto la bondad de Yahveh. En efecto, bajo los diversos episodios y
manifestaciones de su poder discurre una especie de idea que se repite: la
promesa a Abraham será cumplida. He ahí que la salida de Egipto, las vicisitudes
de la conquista, las plurales irrupciones de Yahveh en la historia, certifican. En el
fondo, pues, el concepto teológicamente primario es el de alianza, no el de
creación. Yahveh ha escogido a Abraham y le promete un pueblo y una tierra: Gn
12,1-4. La promesa será ratificada por un pacto (Gn 15,1-21; 17,1-8); en virtud de
esta alianza, Dios elige a Israel. Podría haber elegido a otros pueblos, pues todas
las naciones y la tierra entera le pertenecen, pero amo más a Israel: Dt 7,6-9.
Este sería un primer concepto teológico, explícitamente acuñado por la fe israelita:
la alianza. Antes de formular una doctrina creacionista expresa, Israel se apercibió
reflejamente de que su Dios se había creado un pueblo gratuitamente, de la nada.
En esta labor de creación del pueblo, Yahveh desplego un poder ilimitado: de un
conjunto de esclavos hizo una nación poderosa; a unas cuantas familias nómadas
dio una rica residencia estable. Y todo ello pasando por encima de enemigos
poderosos y dificultades sin cuento.
Esta preeminencia de la idea de alianza, sobre la de creación, tiene su correlato
lógico en la liturgia; la fiesta principal de Israel no es, como ocurría en otros
pueblos vecinos, la celebración del día de la creación, sino la Pascua,
conmemoración de la alianza: Ex 12,14. Ahora bien, la misma idea de alianza
tenía que provocar, tarde o temprano, la explicitación de la idea de la creación,
una creación comprendida en el horizonte teológico diseñado por la alianza.
2. De la fe implícita a la fe explicita: los profetas del exilio
Si, como se sostiene comúnmente, las tres doxologías de Amos (Am 4,13; 5,8-9;
9,5-6) en las que se menciona el hecho creador son adiciones posteriores,
introducidas para el uso litúrgico, Jeremías sería el primer profeta que habla
explícitamente de creación: Jer 32,17; 33, 25-26. Pero va a ser el Deuteroisaias
quien desarrolle sistemáticamente la idea como elemento conductor de su
mensaje profético: el “libro de la consolación” (Is 40 ss.). El destierro ha
desencadenado una profunda crisis de fe y confianza entre los israelitas: ¿acaso
Yahveh no puede salvar ahora a su pueblo como lo salvo una vez en Egipto?
¿Será que su poder es, después de todo, limitado? EI profeta responde a estos
interrogantes con una enfática proclamación de confianza: la fuerza de Yahveh no
conoce límites; lo mismo que liberó al pueblo de la esclavitud de los egipcios,
volverá a salvarlo ahora; lo mismo que se creó un pueblo de la nada, lo recreará
de nuevo. Esto es posible y cierto porque Yahveh es el todopoderoso, el creador
de cielo y tierra.
Como se ve, la explicación de la fe en la creación es tardía. Se produce en una
concreta circunstancia histórica y responde a motivos estrictamente religiosos: es
la fe tentada de incredulidad, desalentada por el desastre histórico del destierro,
desafiada por la cultura pagana de Babilonia y su liturgia cosmogónica, lo que va a
provocar la emergencia del hecho de la creación en la conciencia creyente del
pueblo. Aun así, el tema sigue siendo secundario; su utilización esta en función de
la idea fundamental, la alianza. La creación del cosmos es un contrapunto la
recreación de Israel; los motivos concomitantes continúan siendo los propios de la
teología de la alianza: la revelación histórica de un Dios amoroso y fiel.
Los rasgos más destacados de esta teología profética de la creación son:
a) Si Dios puede decidir el fin de todo, es porque todo tiene en él su principio.
b) Es a este poder omnímodo al que los profetas remiten para confortar la fe de
Israel en la alianza.
c) Además de servir para sostener la confianza decaída, la potestad creadora de
Yahveh se esgrime como argumento, para superar la tentación de idolatría;
mientras que los dioses de los gentiles son hechura de hombres, los hombres y el
resto de los seres son hechura de Yahveh.
d) Para denotar la acción creadora exclusiva de Dios, se emplea un termino
técnico: es el verbo “bara”.
e) En varios lugares se habla de la creación por medio de la palabra.
Durante muchos siglos, el hombre bíblico no necesito formular como artículo de fe
el “creemos en un Dios creador de todo”. Que Dios fuese el origen de la realidad
era algo tan obvio e indiscutible que no precisaba ser sancionado
dogmáticamente.
3. El ser humano: culmen de la acción creadora de Dios.
En Gn1, 26-30, encontramos como la acción creadora de Dios llega a su clímax
con la creación del hombre, “a imagen y semejanza de Dios”. De esta acción
creadora cabe destacar:
a) El encargo que se le confiere al hombre (representar al creador en cuanto
imagen suya; ejercer en su nombre un dominio señorial y unas tareas de gobierno
sobre el resto de la realidad creada) otorga a la doctrina creacionista bíblica, un
carácter de novedad revolucionaria; la creación se corona con el surgimiento de
un concreador; el mundo salido de las manos de Dios, no es una magnitud
cerrada y conclusa; mas bien pasa ahora a manos del hombre para que este la
perfeccione y dirija hacia su fin.
b) El verbo “bara”, que hasta el momento ha sido empleado con parquedad
extrema -solo dos veces- se usa masivamente en el v. 27; este triple “bara”
responde bien a la preocupación, casi obsesiva, de la Fuente Sacerdotal por la
ortodoxia. Es cierto que el hombre es “imagen de Dios”, “casi como un dios” (Sal
8,6); con todo, la soberana transcendencia divina ha de quedar fuera de toda
duda.
Entre Dios y su imagen continúa interponiéndose una distancia inconmensurable.
Por muy semejante que Dios haya hecho al hombre, este no es, en última
instancia, sino criatura suya.
BIBLIOGRAFÍA:
1. F. Abajo y otros; Dios actúa en la Historia (I), Casa de la Biblia, 2010.
2. J. González Echegaray y otros, La Biblia en su entorno, Verbo Divino, 1999.
3. P. Uribe Ulloa, Pascua Judía-Pascua Cristiana, UCSS, 2018.
4. L. Vegas Montaner, Mesianismo y Milenarismo en el comienzo de nuestra era,
Universidad Complutence de Madrid, 2017.
5. A. González y otros; Historia, Narrativa y Apocalíptica, Verbo Divino, 2000.
1. TEMA XVI | PROTAGONISTAS EN EL PUEBLO DE ISRAEL - PARTE 1
Al ir profundizando en el conocimiento del Antiguo Testamento, los invitamos a
realizar un viaje, que será como recorrer a grandes pasos la Historia de la
Salvación, de la mano de los Protagonistas importantes del Pueblo de Israel;
desde Adán hasta el Señor Jesús, el Mesías; y a través de todos estos
personajes, grandes amigos de Dios, de la contemplación de sus rostros y al
acercarnos a sus vidas y obras, podremos descubrir como Dios se hace presente
en cada acontecimiento y porque Él es el que va interviniendo, siguiendo un plan
desde la creación hasta el fin de los tiempos. Esta historia de la Salvación está
marcada por tres componentes muy importantes: Dios, el pueblo elegido y la
Alianza.
En esta historia de amor entre Dios y el hombre, se va narrando o haciendo
memoria, quien es Dios y cómo a pesar de la desobediencia de los hombres y las
infidelidades de su pueblo sigue firme su amor por la humanidad. De igual forma
se nos muestra como en determinados momentos Dios se valió de hombres para
que el pueblo se volviera a encaminar en la historia de la salvación

Si miramos a cada protagonista, tal vez no le veamos la debida importancia,


porque él solo no es nadie, pero en el contexto de la Historia de la Salvación, Dios
lo elige en un momento concreto, para cumplir una misión determinada, en
beneficio del pueblo.
En la Historia de Salvación, todavía hoy, Dios escoge a determinadas personas
para encaminarnos pues la seguimos construyendo. Cada uno de nosotros,
hemos encontrado personas concretas, que nos van guiando en nuestro diario
caminar, y nos inspiran a cumplir también la misión como sacerdotes, profetas y
reyes. Los invitamos a hacer memoria y preguntarnos ¿De dónde nos sacó el
Señor? Ver esa historia de amor tan bonita que Dios construye y como nosotros
somos protagonistas de esta historia y aunque bíblicamente se destacan estos
personajes que vamos a estudiar, sin embargo, hay muchos más.
Nunca podemos nosotros dejar de sorprendernos por todo lo que Dios hace en
cada uno de nosotros, Dios sigue hablándonos, lo mismo que les habló a los
profetas y sigue actuando entre nosotros, entonces toda nuestra vida se nos
presentará como una historia llena del amor y de las maravillas de Dios.
La alianza establece vínculos de naturaleza sagrada entre las dos partes: una de
las partes en una relación familiar. La alianza de Dios une a las personas en una
unión perpetua.
La historia de la salvación es la historia de como nosotros, que somos humanos y
pecadores, hemos sido introducidos en la alianza de la familia de Dios. Podemos
distinguir siete alianzas entre Dios y los hombres a lo largo de la historia de la
salvación.
Cada alianza se establece a través de un mediador y, aunque cada alianza que
se establece refleja una promesa que Dios hace a la humanidad, cada una de
ellas toma forma de una relación social más amplia.
La primera alianza que leemos en la Biblia es la alianza con Adán. En hebreo, el
nombre Adán hace referencia a la totalidad de la raza humana. Por ello, esta
primera alianza es en realidad única y de ella surgen todas las demás.
La segunda es la alianza con Noé y su familia, después del diluvio.
La tercera es la alianza con Abrahán y su tribu.
La cuarta es la alianza con el pueblo de Israel por medio de Moisés.
La quinta es la alianza con Todas las naciones por medio de David y Salomón.
La sexta es la Nueva Alianza con toda la humanidad con Jesucristo.
Por último, al final de los tiempos, se establecerá la séptima alianza para toda la
eternidad.
TEMA XVI | PROTAGONISTAS EN EL PUEBLO DE ISRAEL - PARTE 2
1. YAHVÉ
El nombre propio de Dios en el Antiguo testamento; de aquí que los judios lo
llamaran el nombre por excelencia, el gran nombre, el único nombre, el nombre
glorioso y terrible, el nombre oculto y misterioso, el nombre de la sustancia, el
nombre propio. YHWH implica que Dios es un Dios presente, atento a lo que
sucede.
“Entre todas las palabras de la Sagrada Escritura sobre la creación, los tres
primeros capítulos del Génesis ocupan un lugar único. Desde el punto de vista
literario, estos textos pueden tener diferentes fuentes. Los autores inspirados los
han colocado al comienzo de la Escritura de suerte que expresan, en su lenguaje
solemne, las verdades de la creación, de su origen y de su fin en Dios, de su
orden y de su bondad, de la vocación del hombre, finalmente, del drama el pecado
y de la esperanza de la salvación. Leídas a la luz de Cristo, en la unidad de la
Sagrada Escritura y en la Tradición viva de la Iglesia, estas palabras siguen siendo
la fuente principal para la catequesis de los Misterios del “comienzo”: creación,
caída, promesa de la salvación”. (CCE, n.289.)[1]
El primer capítulo del Génesis llama a Dios Eloim, el Dios Creador. Ahora el relato
empieza a llamar a Dios YHWH (Yahweh), el Dios Señor de la Alianza. En muchas
traducciones de la Biblia, el nombre sagrado de YHWH se traduce como “SEÑOR”
(con letras mayúsculas).
Génesis 1 describe como Eloim llamó al universo a la existencia. Ahora Genesis 2
nos habla de cómo YHWH actúa directa y personalmente, formando a Adán del
barro de la tierra y colocándolo en el jardín del Edén. La diferencia de los nombres
refleja una diferencia de como el autor sagrado se fija en lo que Dios está
haciendo. “Eloim” sugiere el infinito poder del Creador, mientras que “YHWH”
sugiere una alianza de amor de Padre, con nosotros sus hijos.[2]
Los nombres de Dios en el Antiguo Testamento: Muchos son los nombres con
los que se nombra a Dios en el Antiguo Testamento. Aquí solo se tratarán los más
importantes, reflexionando sobre su significado:
«YHWH» (se lee Yavé). Este es el nombre que Dios reveló a Moisés en el Sinaí
(Ex 3,14). Se traduce por «Yo soy el que soy, el que es, el que vive». Los israelitas
solo lo pronuncian en el estudio de los textos originales de la Sagrada Escritura,
pero para la lectura personal y para el culto, lo cambian por «Adonai». YHWH es
el nombre de Dios más usado en la Biblia (6.830 veces y otras 50 en su forma
abreviada «YaH», como en «hallelu-YaH», que significa «alabad a YaH»).
«Adonai» aparece 773 veces en la Biblia y se lee siempre en lugar de «YHWH»,
como acabamos de decir. Significa «mi Señor». En griego se traduce por
«Kyrios», que el Nuevo Testamento aplica tanto al Padre como a Jesús.
«YHWH Sebaot». La palabra «Sebaot» es el plural de «Sabá», que significa
«ejército», por lo que «YHWH Sebaot» significa «Dios todopoderoso» («Dios de
los ejércitos» en una traducción literal). Como los «ejércitos» de Dios son los
ángeles y los astros (cf. Sal 103,20-21), este nombre se usa para expresar el
señorío de Dios sobre toda la creación, por lo que también puede traducirse por
«Señor del universo», como en el «santo» de la misa. Este nombre de Dios se usa
484 veces en la Biblia.
«El» significa «Dios», sin especificar, cualquier dios. En la Biblia se usa 240 veces
solo y en muchas ocasiones para hablar de Dios con nombres compuestos, como
«El Elyon» (Dios altísimo), «El Saddai» (Dios omnipotente), «El-Olam» (Dios
eterno), etc. Muchas veces aparece en nombres compuestos de personas o de
lugares, como Ismael, Israel, Elías, Daniel, Ezequiel, Isabel, Betel, Penuel, etc.
«Elohim» es el plural de «El», pero en la Biblia no significa «los dioses», sino que
se usa para nombrar al Dios único expresando su grandeza. De hecho, va
acompañado por verbos en singular. Este nombre es usado 2.600 veces en la
Biblia, mientras que «El» al singular aparece 240 veces.
«El Saddai», se traduce en griego por «Pantocrator» y en español por «Dios
Omnipotente» o «el Todopoderoso». Se usa 51 veces en la Sagrada Escritura.

«Elyón» significa «Altísimo» y aparece 51 veces e la Biblia acompañando a «El»,


a «YHWH» y a «Elohim». Deriva del verbo «’alah», que significa «levantar» y
evoca las alturas celestiales en las que habita Dios (cf. Gén 14,18-20; Sal 97,9).
Suele ir unido a la idea de que Dios es rey: «El Señor es altísimo y temible, es el
rey de toda la tierra» (Sal 47,3).
Además de estos, que en cierto sentido podemos considerar «nombres propios»,
Dios recibe muchos otros nombres simbólicos, como Pastor, Esposo, Padre,
Roca, Escudo, Fortaleza, Justicia, Refugio, Salvador, Auxilio, etc. (Padre Eduardo
Sanz OCD)[3]
2. ADÁN-EVA
Adán:
Dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, que domine que
domine los peces del mar, las aves del cielo, los ganados, las fieras campestres y
los reptiles de la tierra”… Dios los bendijo y les dijo: “Sed fecundos y multiplicaos,
poblad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo y todos
los animales que se mueven sobre la tierra”… Vio Dios todo lo que había hecho, y
he aquí que todo estaba muy bien” (Gen 1,26-31)
Adán: El padre del género humano
Adán ha inspirado a pintores y escritores de todos los tiempos. La espléndida
representación de la Capilla Sixtina nos muestra a un hombre joven, de poderosa
musculatura, perezosamente tendido en el suelo, pero con la mirada y el brazo
extendido hacia el Creador, que le infunde vida tocándole con el dedo. También
son múltiples las representaciones de Adán desnudo con la seductora Eva a su
lado, inmersos en el espeso verdor del Edén, rodeados dichosamente por todas
las especies de animales. Pero Adán no es el nombre propio del primer hombre,
pues significa “un hombre” o “el hombre”, es decir, nombre colectivo, que equivale
en concreto a los hombres, a la humanidad. Por tanto, Adán es el nombre de la
especie humana.
El hombre es presentado, al final de la creación, como la última y más importante
obra de Dios. Pero su calificación más significativa le viene del hecho de que es
imagen y semejanza de Dios. El significado más evidente es que el hombre es
imagen, reproducción, fotocopia de Dios, porque lo visualiza en la creación. La
diferencia sexual sirve a la especie humana, pero también al diferente modo de
ser, el hombre y la mujer, protagonistas en el crecimiento del universo y del vivir y
actuar en él.
La simbología de los dos árboles, el de la vida y el del bien y del mal, presentes en
el antaño llamado “paraíso terrenal”, coloca al hombre entre el proyecto y el
fracaso, entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte, entre la posibilidad de
realizarse en Dios o sin él, en una autonomía que parece grandeza y que en
cambio es pobreza, miseria y pecado. Afortunadamente, Dios no se desanima e
invita siempre a realizar su proyecto. La contrafigura de Adán es Jesús, a quien
San Pablo llama el nuevo Adán, prototipo de todos aquellos que quieren realizar el
modelo de hombre proyectado por el evangelio. [4]
Historia de los descendientes de Adán: Adán, nombre propio, es cabeza de una
genealogía que sigue a la del cielo y la tierra (Gen 2,4 a) Con fórmulas fijas
construye un puente de diez generaciones que unen a Adán con Noé. [Adán, Set,
Enos, Cainán, Malael, Jared, Henoc, Matusalén, Lamec, Noé]

Eva:
“El Señor Dios dijo: “no es bueno que el hombre esté solo; le daré una ayuda
apropiada”… De la costilla tomada del hombre, el Señor Dios formó a la mujer y se
la presentó al hombre, el cual exclamó: “Esta si es hueso de mis huesos y carne
de mi carne. Su nombre será Hembra, porque ha sido tomada del hombre” Por
eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer… El hombre
llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los vivientes” (Gen 2,18, 3,20)
La madre del género humano
Eva aparece en la iconografía como una joven, junto a Adán en el paraíso terrenal,
con los atributos de la serpiente y de la manzana. Además del pecado y de la
tentación, es conocida también la escena de su creación de la costilla del hombre.
Eva significa mujer en cuanto madre y se llama así porque es vida y da la vida.
Todo ser viviente proviene de una Eva, de una madre. En el nombre de Eva se
expresa una de las vocaciones más altas de la mujer. Pero existe otra, la de
compañera del hombre y esposa. El relato del Génesis presenta un atractivo
cuadro. El primer hombre está solo y Dios quiere darle un tú con el cual pueda
hablar recibiendo respuesta, amar y ser amado, mirar a los ojos y ser
comprendido.
Adán Jesús, el nuevo Adán

Jesús es el Hijo único de Dios, engendrado d


Adán fue “el hijo de Dios”. (Mt 1,1)
toda la eternidad

Adán fu tentado por el diablo y cayó Jesús fue tentado por el diablo y venció

Jesús obedeció a Dios, incluso hasta la


Adán desobedeció a Dios
muerte

Jesús salvó del pecado y de la muerte a


Adán trajo el pecado y la muerte a toda la
humanidad toda la humanidad

Jesús nos devuelve nuestro lugar en el


Adán nos cerró la puerta del paraíso
Paraíso.

Eva permite a Adán ser pareja, constituir una comunidad de vida, de intereses y
de amor. En la unión con la mujer, como con sus semejantes, el hombre descubre
un aspecto de su vocación completa, su ser en sociedad, en comunión, en
amistad, en compañía. En la escena un tanto simple pero eficaz de Dios que
anestesia al hombre, el relato bíblico presenta a Dios extrayendo una costilla del
costado de Adán, quien, al verla, con los ojos bien abiertos y la voz temblorosa
entona el primer canto de amor del hombre a la mujer: esta es mía porque es
como yo, carne de mi carne y hueso de mis huesos.
Eva, seducida y seductora, es una metáfora. El texto quiere decirnos sobre todo
que los seducidos son el hombre y la mujer. La seducción, la capacidad de ser
inducido a abrazar lo que realmente está mal, pero que se presenta con la
maliciosa apariencia del bien, es el misterio del hombre. La expulsión del paraíso
indica precisamente esa situación de lejanía de Dios que cualquier pareja tiene
que afrontar. Pero Dios no los abandona. Ellos esconden su desnudez tras hojas
de parra y Dios les da unas túnicas de piel para vestirlos. Esta nueva metáfora
evoca el interés de Dios por sus criaturas, su perdón, el volver al camino.[5]
[1] Catecismo de la Iglesia Católica numeral 289
[2] Comprender las escrituras Didache Series. Pagina 52,54
[3] Curso de Biblia Padre Eduardo Sanz. OCD Lección 60 y 99
[4] Cien rostros de la Biblia para la contemplación. Juan Antonio Carrera
[5] Cien rostros de la Biblia Página 64
3. TEMA XVI | PROTAGONISTAS EN EL PUEBLO DE ISRAEL - PARTE 3
3. NOÉ
Esta es la historia de Noé: Noé era un hombre justo e íntegro y entre sus
compañeros seguía los caminos de Dios. Engendró tres hijos: Sem, Cam y Jafet.
La tierra estaba corrompida delante de Dios y llena de violencia. Dios miró a la
tierra y vio que estaba corrompida, porque todo mortal se había corrompido en su
conducta. Dios dijo a Noé: “He decidido acabar con todo ser viviente, porque la
tierra está llena de violencia por culpa de los hombres…” (Gen 6,9-13)
El arca de Noé y el diluvio
Noé fue un hombre bueno en una época de mucha maldad y violencia. La
iconografía de Noé y del arca es muy rica, por razones litúrgicas y simbólicas,
sobre todo en el arte funerario. La paloma que lleva una rama de olivo es un
atributo frecuente de este personaje.
Como Adán, Noé es también una figura simbólica, que se reencuentra con todos
aquellos individuos que se distinguen por su honradez y corrección moral en
medio del mundo o de una sociedad corrompida a gran escala. En el relato bíblico
Noé, un creyente y un observante, es el protagonista en la historia del diluvio. Dios
premia su santidad preservándole, a él y a su familia, del exterminio de la
humanidad.
Noé siguió las instrucciones que Dios le había dado y construyó un arca, una
enorme nave de 133 metros de larga, donde se salvarían de las aguas él y su
mujer, sus tres hijos con sus respectivas mujeres y una pareja de todos los
animales. Terminada la operación, Dios abre las cataratas de los cielos y deja
descender la lluvia sin interrupción. Además de la lluvia, también los océanos
inundan la tierra, de modo que el agua sumergió incluso las montañas más altas.
El arca flotó hasta que cesó el diluvio y se detuvo en una montaña.
Después del diluvio, los supervivientes se esfuerzan en reconstruir una nueva
vida: tanto los hombres como los animales salidos del arca constituirán una
humanidad nueva, como una segunda creación, con la cual Dios puede comenzar
una historia diferente. En efecto, la continuación es como el alba de un día
totalmente distinto. Noé se apresuró a construir un altar al Señor, sacrificó en él
animales puros y su sacrificio subió como perfume agradable hasta Dios, que se
comprometió a no exterminar al hombre de la faz de la tierra y a no turbar en
adelante el equilibrio estacional. Dios hizo una promesa a Noé para todos los
tiempos, Jamás volverá a enviar un diluvio para destruir a todos los seres vivos, El
arco iris quedó como signo de la promesa. Noé vivió muchos años y sus hijos
fueron los antecesores de todas las naciones.[1]
Hay diez generaciones desde Noé hasta Abraham [Noé, Sem, Arfaxad, Shela,
Eber, Peleg, Reu, Serug, Najor, Terá, Abraham]
4. ABRAHAM Y LOS PATRIARCAS
Abraham
“Yo estableceré un pacto contigo: te multiplicaré inmensamente”. Abran se postró
rostro en tierra y Dios continuó diciendo: “Este es mi pacto contigo: Tú llegarás a
ser padre de una multitud de pueblos. No te llamarás Abrán, sino Abraham,
porque yo te constituyo padre de una multitud de pueblos… Te daré a ti y a tu
descendencia después de ti en posesión perpetua la tierra en la que habitas ahora
como extranjero, toda la tierra de Canaán. Yo seré vuestro Dios” (Gen 17,2-8)
El Padre de los creyentes
Abraham ha sido representado en diferentes modelos iconográficos y plasmado
dentro de las más dispares páginas literarias y musicales. Es el prototipo de
creyente cuya fe en la Palabra de Dios es inquebrantable, cuya justicia es fiel,
cuya fe en el Dios exigente y trascendente es absoluta. La historia de la vocación
de Abraham comienza con el capítulo 12 del libro del Génesis, con un prólogo
construido sobre la reiterada repetición del verbo “bendecir” y sobre el esquema
de una vocación ritmada por la orden divina y su ejecución. Más adelante el Señor
le hace una promesa de descendencia, promesa que el patriarca acoge con
fuerza.
Sin embargo, la dialéctica luz-oscuridad, propia de la fe, pronto entrará en acción,
pues Abraham es viejo y Sara, su mujer, menopáusica. La tensión se resuelve
recurriendo a la praxis oriental del hijo tenido con la esclava de la mujer. Ismael,
nacido de Agar, es a todos los efectos hijo oficial de la pareja que domina el clan.
Pero Dios pone todo en discusión reproponiendo una vez más la promesa de un
hijo nacido directamente de Sara. La oscuridad vuelve, y de la incredulidad del
patriarca proviene Isaac, el hijo nacido de Sara.

La dialéctica de la fe, lejos de extinguirse, alcanza su punto culminante en el


recorrido de tres días que Abraham efectúa hacia el monte de Moriá entre el
silencio absoluto de Dios y la preparación de Isaac para el sacrificio. La promesa
divina había dado al hijo y ahora lo aniquilaba. Abraham está dispuesto a
renunciar a todo, confiando únicamente en Dios, por lo que el hijo, recibido de
nuevo al fin de la prueba, ya no es aquel que había nacido de su semilla, sino, en
sentido pleno, perfecto y exclusivo, el hijo de la promesa, don absoluto de Dios. El
patriarca Abraham entra en la tradición cristiana, de la mano de San Pablo y de la
carta a los Hebreos, con el distintivo de creyente, como raíz de un pueblo invitado
a la fe, como el santo de la fe.[2]
Abrahán aparece como el depositario de la bendición de Dios para todos los
pueblos. Se encuentra en – Gn 12, 10-20. – Gn 18, 16-33 (especialmente los v.
17-18). – Gn 22, 15-18.
De Abraham hasta David hay 14 generaciones [Abraham, Isaac. Jacob, Judá,
Fares, Esrón. Arán, Aminadab, Naasón, Salmon, Booz, Obed, Jesé, David]
Isaac:
“El Señor visitó a Sara, como había dicho, y cumplió con ella cuanto había
anunciado. Sra concibió y dio un hijo a Abraham ya en su vejez, en el tiempo
predicho por Dios. Y Abraham puso el nombre de Isaac al hijo que le había nacido,
que le había dado Sara. Abraham circuncidó a su hijo Isaac a los ocho días, como
Dios le había mandado. Abraham tenía cien años cuando le nació su hijo
Isaac” (Gen 21,1-8)
El hijo de la promesa y de la gratuidad
Isaac, hijo de Abraham y Sara, es un personaje a caballo entre el protagonismo de
su padre y las diferentes hazañas de su hijo menor. En la iconografía es
representado sobre todo en la escena del sacrificio, predominando generalmente
la figura de Abraham. También es conocido el episodio en el que Isaac, engañado
por su hijo Jacob, lo bendice haciéndolo primogénito. No irradia luz propia, pues
ningún relato bíblico lo describe como protagonista principal. Nadie lo esperaba.
Abraham se consideraba anciano y Sara se había resignado a no tener hijos por
su esterilidad y avanzada edad. Por eso, cuando el personaje divino le prometió
un hijo, el anciano se echó a reír y mucho más Sara.
Los padres le pusieron el nombre de Isaac en relación con su sonrisa y con la de
quien se entera de que dos padres ancianos tienen un hijo en la vejez. Isaac es el
hijo de la promesa, el hijo de un don absolutamente gratuito e impensable, porque
nada es imposible para Dios. En el juego que equilibra las relaciones, Sara verá
un peligro para la primogenitura del propio hijo, por lo que impone a Abraham que
aleje de su casa a Agar y a su hijo Ismael. Pero ni siquiera Isaac estaba a salvo,
pues Dios mismo lo acosó pidiendo a Abraham el sacrificio del único hijo que le
quedaba. El relato dedica una parte a Isaac. Se trata de una pregunta, como la
que hacen los muchachos a sus padres: ¿Dónde está la víctima para el sacrificio?
Isaac se casó con Rebeca, y como en toda familia, las simpatías de Isaac se
dirigían hacia el primogénito Esaú, porque era un hábil cazador y a él también le
gustaba la caza. Rebeca, por el contrario, era más partidaria de Jacob, porque era
un hombre tranquilo y amante de la tierra. Esta simple anotación hace suponer
una educación de los hijos demasiado blanda e interesada por parte del padre.
También en la vida de Isaac se repetirá un episodio como el que le ocurrió a su
padre cuando le arrebataron la mujer por su belleza. Isaac en esta ocasión se
muestra ingenuo una vez más.[3]
Jacob:
“Isaac rezó al Señor por su mujer, que era estéril. El Señor le escuchó, y Rebeca
quedó en cinta… A la hora del parto, se encontraron gemelos en su seno. Salió el
primero, rubio y todo él velludo como una pelliza, y lo llamaron Esaú. Salió
después su hermano, agarrando con la mano el talón de Esaú, y lo llamaron
Jacob… Los niños crecieron… Isaac prefería a Esaú, porque la caza era plan de
su gusto, mientras que Rebeca prefería a Jacob” (Gen 25,21-28)
En el camino de las promesas:
Jacob, hijo de Isaac y Rebeca, aparece en la iconografía con aspecto hierático y
barba larga. El relato de su vida se inicia con la descripción de las relaciones
antagónicas de los dos hermanos gemelos, Esaú y Jacob. Al contrario que su
hermano Esaú, Jacob es astuto, hábil y no deja nada al azar. Por eso, una vez
que ha conseguido el derecho de primogenitura de su hermano a cambio de un
plato de lentejas, prepara una estratagema para obtener también la bendición de
su padre. A pesar de sus temores, y animado por el carácter fuerte de Rebeca, se
decide a llevar a cabo el engaño, presentándose ante su padre con los brazos y el
rostro peludos para imitar a su hermano, asegurándose así la bendición paterna.
Jacob huye, perseguido por su hermano, y su tío Labán lo recibe como ayudante
en el cuidado de sus rebaños. De Raquel y Lía, hijas de su tío, y de las demás
esclavas, tendrá once hijos en Arán (Siria); el que hace el número doce nacerá en
Canaán. Jacob vuelve ahora con su familia y con grandes riquezas. La bendición
del padre ha servido: también Dios lo bendice, le cambia el nombre por el de Israel
y le confirma la promesa. Jacob podría ser feliz, pero no lo es, pues no le faltarán
disgustos con sus descendientes, que odian a José, su preferido, y lo venderán
como esclavo a Egipto. José hará fortuna y más tarde encontrará y perdonará a
sus hermanos. Jacob morirá anciano en Egipto, tras bendecir a los hijos de José, y
pidiendo ser sepultado en Canaán, cuando sus descendientes regresen a la tierra
de la promesa.
Los hijos y nietos de Abraham, entre ellos Jacob, recibieron la misma revelación,
que cristaliza en una vida en camino, y la esperanza de un futuro mejor ha pasado
de generación en generación. Dios corrió un riesgo con Jacob, que aceptó el
desafío y llevó adelante la historia de las promesas, historia que ha llegado hasta
nosotros y de la que todavía vivimos en esperanza. El cristiano vive también hoy
en una situación promisoria, en camino, en actitud de continua conversión al
evangelio de Jesús.[4]
[1] Cien rostros de la Biblia para la contemplación. Juan Antonio Carrera
[2] Cien rostros de la Biblia Página 12
[3] Cien rostros de la Biblia Página 80
[4] Cien rostros de la Biblia Página 88
4. TEMA XVI | PROTAGONISTAS EN EL PUEBLO DE ISRAEL - PARTE 4
5. MOISES
“Moisés era el pastor del ganado de Jetró, su suegro, sacerdote de Madián, llevó
el ganado más allá del desierto y llegó al Horeb, el monte de Dios, allí se le
apareció el ángel del Señor en una llama de fuego en medio de una zarza. Miró, y
vió que la zarza ardía sin consumirse. Moisés se dijo: “Voy a acercarme a ver esa
gran visión: por qué la zarza no se consume”. El Señor vió que se acercaba para
mirar y lo llamó desde la zarza: “¡Moisés!, ¡Moisés!” Él respondió: “Aquí estoy” (Ex
3,1-4)
El Éxodo, camino de la tierra prometida
Moisés es una figura muy humana y al mismo tiempo, fuertemente marcada por el
sello ardiente de lo divino. La tradición bíblica ha hecho de él una figura histórica y
simbólica semejante a la de Abraham, al proponerla como espejo y reflejo de su
fe, síntesis de su espiritualidad y perfil de santo, pese a sus debilidades y
desalientos. Moisés tiene una amplísima representación iconográfica y sus
características más comunes son los dos rayos en su cabeza, la barba larga
partida y las tablas de la ley. Los episodios representados más frecuentemente
son: Moisés salvado de las aguas, la visión de la zarza ardiendo, el paso del mar
Rojo y el agua que brota de la roca.
Moisés tiene nombre egipcio, y el texto bíblico lo vincula con el rescate del Nilo
gracias a la hija del faraón. Pero Dios no le deja en paz, y lo que hizo en Egipto
fue bien poco frente a lo que le tocó después. A cada dificultad, falta de agua o de
alimento en el camino del desierto hacia la tierra prometida, el pueblo desconfiaba
de sus dirigentes, de Moisés y de su Dios. Sin embargo, Moisés está siempre en
la brecha. El momento del crecimiento y de la asunción de sus grandes
responsabilidades lo realiza el pueblo en la montaña sagrada, el Sinaí, y a Moisés
le toca mediar en todos los casos: como profeta, guía y pastor, como legislador,
como liturgo y como arquitecto.
Moisés puede sentirse satisfecho: ha dado un Dios al pueblo y un pueblo a su
Dios. Pero cuando todo parecía al alcance de la mano, le tocará vivir los
momentos más tristes de su vida y de su misión: Israel traicionará la fidelidad
adorando al becerro de oro, Josué sentirá celos, Aarón se rebelará y otros
impugnarán su dirección. Moisés vuelve al Sinaí, donde había recibido las tablas
de la ley, para implorar perdón, y al bajar de la montaña su rostro dejará
trasparecer el esplendor del rostro de Dios. Moisés había comenzado el gran
camino histórico de Israel y verá la tierra de las promesas desde el monte de
Nebo. Pero Josué lo concluirá. Siempre es así. Todos son importantes para Dios,
pero nadie es insustituible, ni siquiera Moisés. [1]
En la base de estos relatos está la personalidad de Moisés. Nacido en el reinado
de Horemheb (1334-1306) o de Seti I (1309-1290), fue educado en una escuela de
escribas intérpretes, que Egipto necesitaba para sus relaciones con los pueblos
asiáticos. Quedó marcado por su estancia en el desierto, en Madián; allí estuvo en
contacto con un grupo -del que era sacerdote su suegro Jetró- que parece
profundamente religioso y adora al dios Yaho.
El encuentro con Dios
En ese acontecimiento, Israel empezó a descubrir quién era su Dios, cuál era su
nombre. Descubrió que Dios es liberador y salvador, antes de reconocerlo como
creador. Es una idea muy importante sobre la que hemos de volver. Dios es el que
nos sacó de la casa de la esclavitud: ése es su título principal, casi su nombre
propio, repetido continuamente por toda la Biblia. Durante la visión de la zarza
ardiendo, Dios le dice su nombre a Moisés: Yahvé, y lo explícita con una frase que
puede traducirse: Yo soy el que seré, es decir, tú descubrirás quién soy yo en lo
que he de ser y he de hacer contigo, con vosotros, en la historia (Ex 3, 14).
De este modo, Dios y su pueblo quedan unidos por un mismo vínculo de sangre
(véase el rito en Ex 24, 3-8), por una alianza. De la servidumbre al servicio: este
título que se le ha dado a un comentario del Éxodo resume magníficamente el
movimiento esencial. El pueblo tiene conciencia de que Dios lo ha liberado de la
servidumbre de Egipto; en adelante, puede ponerse libremente a su servicio,
servicio que consiste ante todo en la vida cotidiana vivida en alianza con Dios y
que se expresa en el culto.
Moisés sigue siendo el personaje clave del Antiguo Testamento. Pero el
verdadero jefe del pueblo, el único liberador, es Dios. Moisés no hace milagros, no
es caudillo de guerra, no funda ninguna religión; es más bien el pastor inspirado
por Dios para hacer conocer su voluntad a los hombres.
[1] Cien rostros de la Biblia Página 136
Cronología
Nació en el reinado de un despiadado faraón
Escapo cuando el Faraón ordenó la matanza de todos los niños varones de los
hebreos
Exiliado a Moriá antes de su ministerio
Atravesó las aguas del Mar Rojo
Fue probado en el desierto durante 40 años
Ayunó durante 40 días y 40 noches en el
Sinaí
Primer signo: transformo el agua en sangre
Trajo la ley desde lo alto del monte
Dio a Israel Maná y agua en el desierto
Liberó a Israel de la esclavitud de Egipto
6. DAVID
“David se presentó a Saúl y se puso a su servicio. Saúl le tomó mucho cariño y le
hizo su escudero. Saúl mandó decir a Jesé: “Te suplico que David se quede a mi
servicio…” Y así, cuando el espíritu maligno asaltaba a Saúl, David tocaba la
cítara y tocaba (1Sam 16,21-23) “He encontrado a mi siervo David y lo he
consagrado con el óleo sagrado… Mi amor y mi lealtad siempre estarán con él…
Le guardaré lealtad eterna y mi pacto con él será firme… Yo no dejaré de amarlo
ni faltará nunca a mi lealtad” (Sal 89,21-38).
El profeta, el cantor y el rey
David es una figura ambigua y compleja, como la de todos los grandes personajes
de la historia. Es representado como joven pastor, imberbe, vencedor de Goliat;
como profeta, cantor con barba, a imitación de Orfeo, y como rey coronado.
Predomina la tendencia a hacer del David joven el prototipo de la debilidad
humana que recibe de Dios una fuerza invencible y la majestad y autoridad que se
le conceden a aquel que sirve a su Dios con entrega total.
David es el octavo hijo de Jesé, nieto de aquel Booz que se casó con la moabita
Rut, elegido por mandato divino por Samuel como sucesor de Saúl. Una tradición
relata que el joven entró al servicio del rey como tocador de cítara para aliviar sus
crisis. Otro relato dice que David acudió donde sus hermanos, alistados en las
tropas del rey, y se dio a conocer derrotando al filisteo Goliat, por lo que Saúl lo
tomó como escudero. Entre David y Jonatán, hijo de Saúl, nació inmediatamente
una amistad. El rey que acabó dándole por esposa a su hija Mical, experimentó
por él encontrados sentimientos de amor y de odio, hasta intentar matarlo como
posible usurpador, tanto que David, ayudado en distintas ocasiones por Mical y
Jonatán, hubo de huir.
El cristianismo antiguo lo honra, sobre todo por razones objetivas, como
antepasado de Jesús, y lo admira como penitente, salmista y modelo de realeza.
Algunos episodios de su vida son interpretados como anticipaciones de la
salvación mesiánica: así, la victoria sobre Goliat se convierte en tipo de la victoria
de Cristo sobre el demonio, y Betsabé, en símbolo de la Iglesia; el joven que
arrebata el cordero de las fauces de un león alude a Cristo que libera las almas de
las garras del demonio. David es grande sobre todo por lo que Dios hizo de él y
por él, porque le perdonó su adulterio con Betsabé y le concedió una realeza
gloriosa y duradera.[1]
Hacia el año 1000 a. C, David se convierte en rey, toma Jerusalén y pone allí su
capital. Es un nuevo punto de partida para Israel. Conquista la ciudad de los
jebuseos, situada entre los dos grupos de tribus, y la convierte en la capital del
nuevo reino: Jerusalén. Esto crea en Israel una situación totalmente nueva.
En el plano político: Israel tiene entonces un rey como las demás naciones. Esto
plantea una cuestión a algunos creyentes: ¿no es Yahvé el único rey? El profeta
Natán desempeña entonces un papel capital. Para consagrar al rey en Babilonia o
en Egipto, el sacerdote proclamaba sobre él un oráculo del dios nacional, del
estilo: «Tú eres mi hijo; yo soy tu padre». Por medio de Natán, Dios declara que
asume también una fórmula semejante: el día de la consagración, él hijo de David
-cada uno de sus legítimos sucesores- se convierte en hijo de Dios. Se comprende
que el rey, lugarteniente de Dios, tenga una función esencial: se presenta como el
responsable de la salvación de la nación delante de Dios; alrededor de él se
construye la unidad política y religiosa.
En el plano religioso: David realiza un acto que tiene valor político: decide instalar
el arca de la alianza en su capital. Este arca era desde el éxodo el lugar de la
presencia de Dios para su pueblo. Al instalarla en Jerusalén, David vincula la
presencia de Dios a la realeza. No es extraño que algunos creyentes discutan este
gesto, ya que aparecen aquí dos formas de representar a Dios: o bien se trata de
un dios estático, instalado en un lugar concreto, en manos del hombre, donde el
rey y el pueblo pueden «ponerle la mano encima», o se trata de que Dios siga
siendo libre, ese Dios que guió a su pueblo, que va adonde quiere, cuya presencia
y acción son siempre imprevisibles (es lo que indica en un lenguaje imaginario el
itinerario del arca que narra 1 Sm 5-6). Y Dios, una vez más por medio de Natán,
se niega a que David le construya una casa (2 Sm 7). A través de toda la Biblia,
nos encontraremos con estas dos formas de concebir a Dios (cf. Hch 7,48), que
siguen siendo posibles también hoy…
En el plano administrativo: David empieza a organizar su reino. Aparecen diversas
funciones: jefes militares, sacerdotes, secretarios, ministro de información… (2 Sm
8, 16-18). Y el propio David ordena hacer un censo (2 Sm 24).
La política exterior de David tiene también consecuencias religiosas. Mediante
guerras victoriosas, David hace entrar en su reino a algunas tribus y somete a
otros reinos. Al hacerse vasallos del rey, esos pueblos pueden entonces gozar
también de la alianza con Dios. Los escribas que narren la historia del pueblo
intentarán mostrar cómo este universalismo estaba ya anunciado en la persona de
Abrahán.
De David hasta antes de la deportación a Babilonia, hay 14 generaciones [David,
Salomón, Roboan, Abiá, Asaf, Josafat, Jorán, Ozías, Joatán, Acaz, Ezequías,
Manasés, Amón, Josías, Jeconías].Después de la deportación a Babilonia, hay 14
generaciones [Jenoías, Salatiel, Zorobabel, Abiud, Eliaquín, Azor, Sadoc, Ajín,
Eliud, Eleazar, marán, Jacob, José, Cristo]
7. PROFETAS:
PROFETA: No se trata «de alguien que anuncia el futuro», sino más bien de
alguien que habla en nombre de Dios, alguien que ha sido introducido en el
proyecto de Dios (Am 3,7) y en adelante ve todo con sus ojos. ¿Hay que pensar
en revelaciones extraordinarias? No se excluye esta posibilidad, pero parece más
bien que descubren la palabra de Dios en dos momentos o lugares: su vocación y
la vida.
Su vocación es determinante: es el momento en que experimentan a Dios, en una
visita al templo como Isaías, en la oración continua como Jeremías, en un amor
desdichado como Oseas… Bajo esta luz, es como luego la vida, tanto en los
grandes acontecimientos políticos como en la existencia cotidiana, les descubrirá
esta palabra, y leerán los signos de los tiempos. A partir de ese momento, todo les
habla de Dios: una rama de almendro en flor o una olla mal asentada (Jr 1, lis), la
vida conyugal (Os 1-3; Ez 24, 15s) o la invasión enemiga. Y de esta forma nos
enseñan a leer en nuestra vida esta misma palabra que sigue interpelándonos.
Los profetas se expresan mediante: oráculos (o declaraciones hechas en nombre
de Dios), exhortaciones, relatos, oraciones…; pero también lo hacen mediante
actos.[2]
Los profetas son hombres enviados por Dios para hacer llegar su palabra a su
Pueblo. Con frecuencia, los profetas alertaban al pueblo de Israel sobre las
desgracias que ocurrirían si éste no se convertía al verdadero Dios. Pero cuando
llegaban las desgracias, Dios enviaba a profetas con mensajes de consolación,
prometiendo que salvaría a su pueblo. Muchos profetas anunciaron la llegada del
Mesías, el ungido de Dios, que liberaría a su pueblo de la esclavitud. Los
cristianos sabemos que sus profecías se cumplieron en Cristo Jesús.
“Porque una criatura os ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre
su hombro, y se llama su nombre “Maravilla de Consejero” “Dios fuerte”, “Padre
Sempiterno”, “Príncipe de la Paz” (Isaías 9,5).
Jeremías 18,18 “No nos faltará la ley de sacerdote, ni el consejo del sabio, ni la
palabra del profeta” Los profetas eran los pregoneros de la Palabra de Dios: los
profetas eran por vocación. Lo que define mejor al profeta es precisamente su
carácter carismático, es decir, su condición de elegido y llamada directamente por
Dios.
[1] Cien rostros de la Biblia Página 48
[2] Carpentier
5. TEMA XVI | PROTAGONISTAS EN EL PUEBLO DE ISRAEL - PARTE 5
MESÍAS
Mesías es una palabra tomada del hebreo Messias ( ‫)ָמ ִׁש יַח‬, y significa “ungido”. El
término equivalente en griego, es la palabra χριστός (khristós), o en nuestro
idioma “Cristo” y se traduce igualmente como “ungido”. De manera que, en nuestro
idioma, mesías y cristo son sinónimos. Aunque ambos términos tienen diferente
origen, se refieren al ungido o a la unción. El término mesías, en palabras
sencillas, podríamos decir que fue usado para dos funciones muy particulares; por
una parte, fue empleado para denotar una escogencia divina y, por otra parte, fue
reservado como el título que distinguirá al Libertador esperado por el pueblo de
Israel.
Intentemos ahora expresarlo con más claridad. En el antiguo testamento, el
término “mesías”, se emplea para señalar el acto de ungir con óleo a
determinadas personas, y así, estas, puedan ejercer los oficios que se consideran
sagrados o de mayor responsabilidad. En otras palabras, aquí el término mesías,
se emplea para identificar, según la antigua ley, a una persona que recibía de
parte de Dios cualquiera de las tres dignidades más importantes de aquella
tradición, ya fuese, el sacerdocio, el profetismo o la realeza.
Reseñemos a continuación y brevemente estas tres dignidades designadas con el
término mesías: En primer lugar, podría tratarse de una persona que recibía, de
parte de Dios, la dignidad del sacerdocio. Al respecto, Éxodo 29 nos presenta el
rito de la consagración sacerdotal y en él, se menciona la “unción” que ha recibido
tal servidor, concretamente, en el versículo 29. También el libro del Levítico 4, 3
hace referencia al sacerdote como un “ungido” (mesías), que al igual que, los
demás miembros del pueblo, debe pedir perdón por sus propios pecados.
En segundo lugar, encontramos a las personas que recibían la dignidad del
profetismo, o que eran “ungidas” para ejercer como profetas. Para ellos también
aplica el término mesías tal como está descrito en Isaías 61,1 “El espíritu del
Señor, Dios, está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para
dar la buena noticia a los pobres, para curar los corazones desgarrados,
proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad.”
Por último, tenemos a las personas que recibían la dignidad de rey; estas,
participaban de un rito consagratorio, donde la unción con óleo tiene una gran
relevancia. Esto se encuentra bien documentado en 1 Samuel 10,1 cuando Saúl
es ungido como rey, por el profeta Samuel: “Tomó entonces Samuel el frasco del
óleo, lo derramó sobre su cabeza y le besó, diciendo: el Señor te unge como jefe
de su heredad”. También se contempla en 1 Samuel 16, cuando Dios pide ungir a
su siervo David en los versículos 12 y 13: “Jesé mandó a por él y lo hizo venir. Era
rubio, de hermosos ojos y buena presencia. El Señor dijo a Samuel: «Levántate y
úngelo de parte del Señor, pues es este». Samuel cogió el cuerno de aceite y lo
ungió en medio de sus hermanos. Y el espíritu del Señor vino sobre David desde
aquel día en adelante.”
Podemos concluir en este apartado, cómo el uso de la palabra mesías-ungido-
siempre designa a una persona, escogida por Dios para una tarea que es
considerada sagrada y también, cómo esta unción, denota para toda la comunidad
de Israel, la presencia del Espíritu Santo, en la persona escogida. Al respecto,
podemos encontrar en el mismo primer libro de Samuel, en el capítulo 24,7 un
claro ejemplo de lo que representa la unción para la comunidad del antiguo
testamento, cuando, ante la presencia de dos ungidos, David como sucesor,
respeta profundamente la vida de su antecesor el rey Saúl, a quien reconoce
también como el ungido del Señor.
Por otra parte, está el aspecto, tal vez más interesante, que debemos tener en
cuenta, y es que, la tradición judía, también reservaba el término “Mesías”, con un
sentido más pleno, es decir, lo privilegia como un título apropiado para el
Libertador esperado (Dan 9,24-26; Sal 2,2: 20(19),7; 45(44),8). Este ungido,
habría de venir a cumplir todas las promesas dadas por Dios. Por tanto, un signo
muy importante para distinguir a este Libertador, yace en el hecho que, en él,
deberían encontrarse reunidas estas tres dignidades que venimos mencionando,
las dignidades de ser sacerdote, ser profeta y ser rey.
Hagamos un pequeño paréntesis, pues es aquí donde, a la luz del antiguo
testamento, encontramos claridad en cuanto al cumplimiento de las promesas
mesiánicas en Jesús. Su nacimiento fue anunciado por el ángel como el “Cristo
Señor” (Ungido y Dios, Lc 2, 11), y es en Jesús donde estas tres dignidades, la de
Sumo y eterno Sacerdote, Profeta y Rey de Reyes, se realizan a plenitud. El
catecismo nos ilustra con suma claridad en el 436 que “El Mesías debía ser ungido
por el Espíritu del Señor (cf. Is 11, 2) a la vez como rey y sacerdote (cf. Za 4, 14;
6, 13) pero también como profeta (cf. Is 61, 1; Lc 4, 16-21). Jesús cumplió la
esperanza mesiánica de Israel en su triple función de sacerdote, profeta y rey”.
Para cerrar este paréntesis, quisiera invitarles a leer con calma y atención, el
numeral 438 del catecismo que resume las palabras de San Ireneo de Lyon “… en
el nombre de Cristo está sobreentendido Él que ha ungido, Él que ha sido ungido y
la Unción misma con la que ha sido ungido: Él que ha ungido, es el Padre. Él que
ha sido ungido, es el Hijo, y lo ha sido en el Espíritu que es la Unción”. En esta
unción de Cristo-Mesías Señor, hemos de participar también nosotros. Por medio
del bautismo hemos de ser otros cristos, otros mesías, otros ungidos, que
compartimos la triple dignidad del Cristo Señor, la de ser sacerdotes, profetas y
reyes. ¡Cuánta luz arroja sobre nuestra vida, comprender y vivir este regalo que
estamos estudiando! Aquí cerramos el paréntesis.
Ya para finalizar este apartado, hemos de entender que, en un principio el término
mesías, en griego cristo, comienza a ser usado como un título que se le atribuye a
Jesús, sin embargo, durante el desarrollo de la enseñanza apostólica, el término,
deja de ser un título y progresivamente adopta la forma de “nombre propio” para
referirse a Jesús.
Jesús cumple las promesas del Antiguo Testamento
Las promesas de las cinco alianzas del Antiguo Testamento se cumplen en Cristo
a la perfección: La alianza con Adán, la alianza con Noé, la alianza con Abraham,
la alianza con Moisés, la alianza con David
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el numeral 652 “La Resurrección de
Jesucristo es cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento y del mismo
Jesús durante su vida terrenal”[1]
BIBLIOGRAFÍA
Catecismo de la Iglesia Católica. 1992
Biblia de Jerusalén.
Comprender las Escrituras. Curso completo para el estudio de la Biblia. The
Didache Series. Edición española publicada en los Estados Unidos de América por
MTF Midwest Theological Forum. Primera Edición. 2010
Carrera Juan Antonio. Cien Rostros de la Biblia para la contemplación. Centro
Iberoamericano de Editores Paulinos. MADRID 2001.
Charpentier Etienne. Para leer el Antiguo Testamento. Editorial Verbo Divino.
Navarra. 1993
Castel Francois, Historia de Israel y de Judá. Editorial Verbo Divino. Navarra. 1998
[1] Comprender las Escrituras. Curso completo para el estudio de la Biblia. The
Didache Series. Páginas 319 a 430

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