Diplomado Antiguo Testamento
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Diplomado Antiguo Testamento
DIPLOMADO
INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DEL ANTIGUO TESTAMENTO.
MÓDULO I:
SECCIÓN 1:
1. SIGNIFICADO DE LA PALABRA DE DIOS. CENTRALIDAD.
Así comenzamos esta reflexión que introduce todo el estudio del Antiguo
Testamento, vamos a partir de la Palabra de Dios, por eso vamos a ver en esta
primera parte, el significado de Palabra de Dios, su centralidad, la Palabra
revelada, las diversas maneras de revelación; como la Palabra de Dios ha sido
escrita en los libros llamados la Biblia, el tema de la inspiración y vamos a repasar
rápidamente como se divide la Biblia.
Este momento es importante, implica dos cosas: una invitación a abrir nuestra
mente y nuestro corazón y en segundo lugar reconocer que la Palabra de Dios
está en el centro de la vida de todo creyente y por tanto de toda la Iglesia.
¿Cuál es el significado de este término la Palabra de Dios? Y con ello vamos a
introducirnos en la centralidad de la misma. Lo primero que tenemos que recordar,
si leemos toda la historia de la humanidad, y la historia de las religiones, es que en
un altísimo porcentaje de experiencias y de manifestaciones, siempre Dios ha
dirigido un mensaje a la humanidad. Este mensaje puede ser como en el caso de
la Biblia, revelado directamente o escrito a través de oráculos o sencillamente a
través de reflexiones hechas por tantas personas a lo largo de la historia, incluso
en las religiones de carácter politeísta, siempre vemos como hay autores de la
literatura, que reflexionan y hacen sentir lo que Dios quiere dirigir como mensaje a
la humanidad, muchas veces, sobre todo en el caso de las divinidades greco-
romanas o de otro tipo, vemos incluso expresiones negativas, para nosotros en la
actualidad, por qué son como mensajes de odio o mensajes de revancha, o
también, porque hay, sobre todo en algunas culturas, divinidades que se
identifican con lo que para nosotros seria el demonio. Lo que quiero con esto
indicar es que Dios siempre habla a la humanidad y la humanidad se dirige a Dios
a través de la oración, del culto y de otras diversas manifestaciones.
Entonces cuando empezamos a estudiar el término Palabra de Dios, lo primero
que debemos recordar es precisamente, que ya desde los principios de la
humanidad, Dios habla al ser humano. ¿Por qué y para qué habla Dios a la
humanidad? ¿Por qué? Porque es un ser personal, sea porque así se ha
manifestado, como es el caso del Antiguo y del Nuevo Testamento, o porque lo
reconocen aquellos que hacen ídolos; sin embargo, ese por qué tiene una
explicación en el término religión, religión viene de religare qué significa la forma
como la humanidad se une con Dios.
La expresión Palabra, habla de Dios hacia la humanidad es precisamente por esa
relación de unión, de intimidad, de culto, de alabanza, o de petición, o de
búsqueda de la seguridad; por eso podemos decir que Dios habla a la humanidad.
¿Para que Dios le habla a la humanidad? y todavía no hemos entrado en el campo
del Antiguo Testamento, es porque quiere dirigirle un mensaje. Un mensaje que en
muchos casos es positivo, para crecimiento, para alcanzar plenitud, o lo que
nosotros llamamos comúnmente la Salvación.
¿Para qué habla Dios a la humanidad? También para regañarle, corregirle,
hacerle alguna reconversión, es decir, para manifestar algo que el ser humano
debe cambiar o debe corregir; pero también Dios le habla para castigar, para
amenazar, sobre todo en los casos que ya hemos mencionado el politeísmo, hay
divinidades que amenazan a la humanidad o a sus seguidores, según los escritos
que se suelen tener o las tradiciones que se van teniendo o se van dando a lo
largo y ancho de la historia de las religiones.
Dios pues, sea quien sea la forma en que se acceda a él, sea en el politeísmo o
en el monoteísmo, tiene esa característica de relación personal con la humanidad
y por tanto, esa relación personal implica el hablar, implica el que hay una
comunicación, y esto se entiende como ya lo señalamos, con el término religare,
de religión, religare que significa reafirmar, reunir, hacer realidad la unión entre
Dios y el hombre, a través después también de diversas manifestaciones.
Ya entrando más en materia, ¿Qué significa para nosotros el vocablo o el término
palabra? Y la primera cosa que quisiera recomendarles es que no la confundamos
con algunos términos, que muchas veces son muy propios de nuestra cultura, o
que han sido las maneras como se traduce el término original, no hay que
confundir el concepto o el término palabra, con el concepto o término vocablo;
para nosotros sobre todo en castellano, pero también en las lenguas romances,
como se suele decir, originarias del latín y del griego; muchas veces utilizamos
ese término palabra, para referirnos en la cotidianidad a vocablo, al conjunto de
sílabas, que tienen un sentido y que nos permiten la comunicación. Pero la
primera cosa que debemos evitar es no confundirlo con el término o con el
concepto vocablo.
También —como ya lo indiqué— hay que tener cuidado a las traducciones; en el
griego, por ejemplo, en el capítulo primero de San Juan, que nosotros traducimos
como la palabra,
“en el principio existía la palabra, la palabra se hizo carne”;
el griego utiliza la palabra logos y esto ha generado también algunas dificultades
posteriores, porque algunos piensan que el evangelio de San Juan fue escrito por
grupos gnósticos o grupos filosóficos, porque ellos utilizaban mucho la
palabra logos, que es un término que también se emplea con mucha frecuencia
en la filosofía griega y también en la filosofía latina, cuando se traduce
por verbum; la palabra logos traduce el hebreo dabar, que vamos a conocer
dentro de un momento.
Entonces no hay que reducir el concepto de palabra, que nosotros utilizamos,
como un término de origen o de connotación filosófica. Así mismo en latín, el
término dabar, que vamos a ver ahora, es traducido como verbum, y esa
palabra encierra ciertamente una connotación muy positiva, como es el
dinamismo, el verbo es aquello que se conjuga, aquello que manifiesta vida,
aquello que manifiesta intercomunicación; pero no hay que reducir la
palabra “palabra”, el vocablo “palabra” a un elemento gramatical, partiendo de
la idea latina de verbo; de hecho, algunas Biblias católicas, que suelen traducir
quizás muy fielmente al latín, sobre todo cuando la traducción la hacen a partir de
la vulgata, como verbum, como el verbo o también como logos y esto se nota
también en algunas expresiones de tipo filosófico y teológico.
El concepto “palabra” originalmente, viene del hebreo dabar, d a b a r;
dabar, este término dabar, ha sido traducido en griego por logos, y en latín por
verbum, y nosotros en nuestros lenguajes modernos o coloquiales actuales,
también lo traducimos como “palabra”. ¿Qué significa dabar? Esto nos va a
permitir entender entonces el significado de este vocablo, darse a conocer,
comunicarse, revelarse. Así pues, ya desde el hebreo y el arameo, nosotros
tenemos esta expresión, que significa revelación en el fondo; Dios que se da a
conocer, Dios que se comunica desde lo más íntimo de su ser y Dios que se
revela, se da a conocer, ciertamente con la mediación de humanas, y una de esas
mediaciones será el lenguaje, una de esas mediaciones será también la creación,
o su presencia en la historia. Por eso es importante, yo les invito a que no
solamente lo tengan presente, sino que lo hagan que muy presente, tanto en sus
meditaciones como en sus reflexiones, como en sus escritos. El concepto
“palabra” traduce el hebreo dabar, entonces significa: revelarse, darse a conocer.
De allí podemos pasar entonces al significado del concepto Palabra de Dios.
¿Qué es esa idea Palabra de Dios? ¿Qué significa Palabra de Dios? Esa
expresión, significa —siguiendo lo que ya hemos indicado— que Dios se da a
conocer, que muestra su persona, que se muestra en su ser, Dios que se revela,
Dios que se revela incluso con su designio y con su intencionalidad y el designio
de Dios es la plenitud de su obra, la creación y de su obra más específica y más
querida, el ser humano el hombre y la mujer, hechos a su imagen y semejanza;
tan así que les dio la capacidad, no solamente de escuchar, descubrir, sino de
convertirse también para Dios, en dabar, en revelación, como sucedió cuando que
Adán y Eva se sintieron desnudos a causa del pecado, tuvieron que decirle a Dios,
“estamos desnudos”, es decir, estamos como estamos por el pecado; refleja la
intencionalidad del designio de Dios, que después de la falta de los primeros
padres, es sencillamente la Salvación y la Salvación que implica, como bien lo
encierra el concepto de Palabra de Dios, el estar en comunión con Él.
La Palabra de Dios, significa darse a conocer, comunicarse y comunicarse
significa abrir las posibilidades de entrar en comunión, esto implicará como bien lo
sabemos, ustedes lo saben muy bien, y lo podemos ver a lo largo de la teología a
lo largo también de este estudio, para poder comunicarse y entrar en comunión, se
implica el reconocimiento de ese dabar, de esa Palabra de Dios, con la fe y con
una actitud muy concreta, que nace del mismo Dios que es amor.
Entonces resumiendo esta primera parte, el significado de la Palabra de Dios,
es la revelación, el darse a conocer como Dios, como Salvador, como Padre,
como Creador; para poder permitir que su designio de plenitud de la creación y
de la creación concreta del ser humano llegué a su cenit y a la vez se alcance la
salvación, que es la restauración de la comunión plena que se rompió en el
paraíso terrenal, con el pecado de Adán y Eva. Palabra de Dios significa
revelación de Dios.
Siguiendo adelante, sobre todo haciendo referencia a la centralidad de la Palabra
de Dios para nosotros, quisiera indicar dos cosas: una la Palabra de Dios ocupa
entonces — por lo que hemos visto anteriormente— un lugar central en la vida de
todo creyente, y a la vez junto con la Liturgia y sobre todo con la Eucaristía,
constituyen uno de los ejes de la vida de la Iglesia de los creyentes; la Eucaristía
y la Liturgia que van muy vinculadas también a ella, y la Palabra de Dios son los
dos ejes, sobre los cuales se mueve la vida de la Iglesia y de los creyentes,
porque permite que ese relacionamiento, el religare de la religión, en este caso
para nosotros, con otras connotaciones mucho más precisas, se traduzca en
comunión, en camino, en crecimiento y en vida de plenitud.
En el Concilio Vaticano II, hubo una Constitución, quizás una de las más bonitas,
pero quizás menos conocida, “Dei Verbum” que trata sobre la Palabra de Dios, y
en el número 6, vamos a leerlo dice lo siguiente:
“La novedad de la revelación bíblica consiste en que Dios se da a conocer el
diálogo que desea tener con nosotros. La Constitución dogmática Dei Verbum
había expresado esta realidad reconociendo que Dios invisible, movido de amor,
habla a los hombres como amigos, trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su
compañía”
Fíjense bien esto es una cita de la Carta del Papa Benedicto XVI, Verbum Domini,
que hace referencia a la Dei Verbum, que es la Constitución a la cual hacíamos
mención ahora.
Quisiera insistir leyendo este texto, en que se trata de algo nuevo, insólito en la
historia de la humanidad, “la revelación bíblica consiste en que Dios se da a
conocer” y abre un diálogo, un diálogo que implica comunión y es un diálogo con
los creyentes, pero también con los no creyentes, por qué Dios quiere revelarse,
darse a conocer incluso aquellos que no han conocido su misterio a través de
Jesucristo, y por eso en la de Dei Verbum, en la Constitución dice lo siguiente “es
una realidad concreta que reconocemos” ¿Cuál es la realidad? Que Dios invisible,
movido de amor, habla a los seres humanos, a los hombres y les habla como
amigos, como imagen y semejanza que son; pero a la vez aplicando aquello del
capítulo primero versículo 12 de San Juan, como hijos de Dios, que han podido
llegar a serlo, gracias a la acción de Jesucristo, el Dios revelador por excelencia,
que se hizo hombre, para hablarnos de Dios mismo, siendo él Dios y de su
misterio de salvación. Y por eso, en la Palabra de Dios como nos dice la Dei
Verbum “permite que la Palabra de Dios trate con los seres humanos, ¿para qué?
para invitarlos, convocarlos y recibirlos en su compañía y entrar en comunión”.
Volvemos a leer este texto bonito, el número 6 de la Verbum Domini de Benedicto
XVI, que cita un trocito de la Constitución dogmática Dei Verbum, citó
“La novedad de la revelación bíblica, consiste en que Dios se da a conocer en el
diálogo que desea tener con nosotros. La constitución dogmática Dei Verbum,
había expresado esta realidad, reconociendo que Dios invisible, movido de amor,
habla a los hombres como amigos, trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su
compañía”
Ahora bien, la Palabra de Dios no es simplemente una especie de comunicación
lanzada al vacío, no, la Palabra de Dios, la revelación de Dios, la mostración de
Dios, Dios que se da a conocer a través de sus diversas expresiones —como lo
veremos— pero de manera particular a través de Jesucristo, la Palabra hecha
carne, es para ser escuchada, atendida y puesta en práctica; estas tres ideas son
fundamentales: la Palabra de Dios no se lanza al vacío, sino es para ser
escuchada. No resulta igual que cuando uno de pronto pasa por algún sitio y están
hablando y uno no les presta atención.
La Palabra de Dios, la revelación de Dios, es para ser escuchada. Luego atendida,
atendida significa que se le presta atención, pero que se asimila y se pone en
práctica, posibilita el encuentro y el diálogo entre Dios y los hombres, estos
imagen y semejanza de Dios e hijos de Dios —como ya lo indicáramos hace un
momento— posibilita el encuentro y el diálogo entre Dios y los hombres, es decir
favorece la comunión y la comunión implica entonces dejarse llevar por la fuerza
de la Palabra de Dios que transforma, como lo dice muy bien en el evangelio de
San Juan, en el capítulo primero, si la Palabra es la que crea todas las cosas y la
Palabra es la que nos da a nosotros la posibilidad de ser hijos de Dios, es porque
es una Palabra que no es neutra o neutral, sino una palabra que tiene —como ya
lo indicamos— una intencionalidad, llevarnos a la plenitud y la plenitud está en el
encuentro definitivo con Dios, que ya podemos adelantar en la tierra, con la
comunión de vida, con el encuentro permanente con el Señor.
La Palabra de Dios es revelación del misterio de Dios.
¿Qué significa la palabra misterio? La palabra misterio significa no algo oculto,
tenebroso sino una realidad ciertamente oculta, que se va dando a conocer, se va
descubriendo y en la medida que se va dando a conocer y es descubierta, pues
produce un cambio, una transformación. Esta palabra misterio, era utilizada sobre
todo en los primeros siglos de la Iglesia para hacer referencia al sacramento; la
palabra misterio se traduce como sacramento; porque es manifestación de un
misterio oculto, de una realidad oculta, que transforma y la revelación es eso, es
dar a conocer el misterio de Dios, ¿para qué? para que al ser escuchada la
palabra, atendida y puesta en práctica —como lo indicáramos— nos dé una
transformación, una transformación de tal modo que podamos llegar a
compararnos con Jesucristo, como hombres nuevos, mujeres nuevas; lo cual se
hace de muchas maneras, esta Palabra de Dios llega a su culmen con la
Encarnación del Hijo de Dios, “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”
nos dice el capítulo primero versículo 14 de San Juan; pero en los primeros
versículos de la Carta a los Hebreos, se nos recuerda “de muchas maneras Dios
habló antes de llegar Jesucristo y con Jesucristo ha llegado a su culmen la
revelación, la Palabra de Dios que se da a conocer”.
Toda la revelación tiene a Cristo como centro y culmen, incluyendo la del Antiguo
Testamento, incluyendo las revelaciones que a lo mejor no están escritas, pero sí
vividas en la creación, porque todas las cosas fueron creadas por Cristo, por la
Palabra hecha carne. Toda la revelación tiene a Cristo como centro y culmen y el
culmen en la medida en que vamos caminando al encuentro con el Señor y
entramos en comunión con él, entramos en comunión con lo que él revela, el amor
del Padre y la fuerza del Espíritu Santo; y así es como hay que entenderla, incluso
en sus manifestaciones más sencillas, a veces nos cuesta esas manifestaciones
sencillas porque a veces no entendemos algún libro de la Biblia, o porque hay
términos que son difíciles, oscuros, o quizás necesitamos estudiar mucho más;
pero todo, todo, todo, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, como la
creación y las diversas manifestaciones históricas de Dios, tienen a Cristo como
centro y como culmen. Diría San Agustín “Cristo es todo y todo Cristo se
manifiesta para nosotros dando a conocer el misterio de Dios Padre”.
Hay diversas manifestaciones de esa Palabra, la creación es la más patente que
tenemos todos nosotros, incluso mirar la obra creadora nos lleva a reconocer que
Dios está allí presente, primero porque es el que la ha creado y segundo por qué
nos habla de su grandeza, de su belleza; pero también de cómo nosotros que
somos imagen y semejanza del Creador a su imagen y semejanza, participamos
de la creación para nuestro enriquecimiento y para entrar en comunión con él, una
de las finalidades de la Palabra de Dios.
También la historia, donde se hace presente Dios, de una manera especial en
Jesucristo, pero también en el Antiguo Testamento, vemos como Dios se hizo
presente, a través de Abraham, de Moisés, de los profetas, de algunos hechos
concretos: como la creación o la intervención de Dios con Noé, para prometerle
que no iba a haber otro diluvio, y sobre todo la alianza, de la cual hablaremos a su
debido momento. La historia, pues, habla de Dios, en la misma vida de los seres
humanos, creados a imagen y semejanza de Dios, por eso una de las cosas que
nosotros insistimos mucho en la Iglesia, es que precisamente, al contemplar al ser
humano, no solamente deducimos los derechos o la dignidad que tienen, sino que
lo deducimos porque son imagen y semejanza de Dios, imagen significa ícono, es
decir, representación de Dios, retrato de Dios, y al hablar de semejanza significa
de que el hombre tiene la capacidad de entrar en comunión con Dios, esa imagen
y esa semejanza se rompió con el pecado, se rompió la imagen y por eso el
hombre tuvo que ser restaurado, gracias a Jesucristo, se convirtió en algo más
que una imagen, en hijo de Dios y cómo nos enseña San Pablo, así como Cristo
es imagen del Dios invisible, nosotros a través del testimonio somos imagen del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y la semejanza que no es otra cosa sino la
comunión y la capacidad de entrar en diálogo, de entrar en comunión, es lo que
nos permite entonces poder dialogar, escuchar y ser escuchados por Dios.
También, junto a la historia, a la creación, la vida y creación de los seres
humanos, sobre todo en la persona de Cristo, que es el culmen de la revelación, y
¿por qué es el culmen?, porque Dios, como dice San Pablo en la Carta a los
Filipenses, “no dudo de rebajarse de su condición divina, para hacerse hombre y
darnos a conocer el misterio de la Redención, es decir la voluntad del designio
salvífico de Dios, pero dándonos a conocer la esencia de Dios” y como lo dice en
el evangelio de San Juan, allá en los discursos del adiós, San Juan recuerda
aquellas palabras de Jesús a Felipe que le dice “oye, muéstranos al Padre y Jesús
le dice «tanto tiempo estás conmigo y no has visto que yo soy el reflejo, el que me
ve a mí ve al Padre»” y por supuesto, sobre todo en los escritos bíblicos, podemos
encontrar gran parte de la Palabra de Dios, no toda la Palabra de Dios, no toda la
revelación de Dios, está consignada en los escritos, imposible ya San Juan lo
decía, que faltarían muchos y muchos libros o se llenarían muchas y muchas
bibliotecas, si se pusieran por escrito sólo las obras de Jesucristo, imagínense de
escribir todas las obras de Dios, desde el inicio, desde antes de la creación hasta
el encuentro definitivo con él, de lo cual nos habla también el Apocalipsis.
Y también en la Tradición de la Iglesia —que ya hablaremos— Tradición significa
todas aquellas enseñanzas, sobre todo en los tiempos de post-apostólicos, en los
primeros siglos de la Iglesia y que generalmente, están consignados en los libros
escritos de los Padres de la Iglesia, en los escritos de la teología, de la liturgia, y
que trasmiten o pusieron por escrito tradiciones orales, es decir expresiones que
no se conocían, porque no estaban escritas en la Biblia, pero que sí se iban
transmitiendo de generación en generación.
Por eso podemos nosotros perfectamente hablar de la importancia central de la
Palabra de Dios, que es para ser escuchada, atendida y puesta en práctica; y que
nos permite entonces no solamente entrar en diálogo, sino en comunión con él,
para conocer y ser conocidos también por Dios, aunque Dios todo lo sabe,
nosotros no tenemos que estar pensando qué le vamos a dar una noticia nueva,
pero Dios quiere que también nosotros, nos demos a conocer y todo eso se hace
a través del encuentro que nace de la Palabra de Dios.
Vamos a leer el número 2 de la Dei Verbum, que es la Constitución Apostólica del
Concilio Vaticano II, sobre la Revelación, sobre la Palabra de Dios, vamos a leerlo
y vamos a detenernos (en la diapositiva ustedes encuentran unas líneas que están
subrayadas, las he subrayado yo, sencillamente para enfatizar en algunos de los
elementos más resaltantes de este número 2 de la Dei Verbum) dice lo siguiente
“Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de
su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado,
tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza
divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres
como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la
comunicación consigo y recibirlos en su compañía. Este plan de la revelación se
realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las
obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la
doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte,
proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad
íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la
revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la
revelación”.
El número 2 de la Dei Verbum, vamos a reflexionar sobre ella.
Este número 2 de la Dei Verbum, tiene algunos elementos resaltantes que quisiera
compartir. Dispuso Dios en su sabiduría, es decir, Dios toma la iniciativa, no está
obligado, sino que en su sabiduría y la sabiduría no es otra cosa sino todo su ser,
todo su pensamiento —ciertamente— pero es toda esa capacidad inmensa,
creativa que tiene Dios. Dispuso él, voluntariamente y con su propia iniciativa,
revelarse, asimismo, es decir, darse a conocer y dar a conocer el misterio de su
voluntad, revelarse, ser Palabra, a través de hechos, de la creación, de la historia
—como ya lo mencionamos— de manera particular, como lo veremos, a través de
Jesucristo. Es decir, darse a conocer asimismo y el misterio de su voluntad, es
decir su designio de salvación, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo,
Cristo es el centro y el culmen de la Revelación, la Palabra Encarnada, tienen
acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina.
Aquí hay dos elementos importantísimos, a través de Jesucristo, mediador —
como lo veremos al final de esta cita del Dei Verbum número 2— Mediador entre
Dios y los hombres, todos nosotros, la humanidad de todos los tiempos, puede
llegar al Padre con la acción y la fuerza del Espíritu Santo, y se hacen consortes
de la naturaleza divina, es decir, participan de la naturaleza divina y por eso como
lo dice San Juan en el capítulo primero, versículo 12; nos ha dado la capacidad
de ser hijos de Dios, entonces la Palabra de Dios nos transforma de tal manera,
que podemos participar en comunión con él, ya dentro de su mismo ámbito, dentro
de la naturaleza divina, no somos dioses, como dirá el salmo 8, Dios no hizo casi
como Dios, pero no somos dioses, pero si nos ha introducido en su naturaleza,
en consecuencia, dice “por esta revelación el Dios invisible, hace posible el
hablar a los hombres como amigos” a través de diversas expresiones de la
historia, la creación —como ya lo vimos— movido por su gran amor y también
habita con ellos para invitarles a la comunicación consigo, la comunicación no es
solamente dar a conocer; comunicar implica abrir, abrirse; abrir la comunión y
abrirse a la comunión, de parte de él, pero también de parte del ser humano,
abrirse a la comunión consigo y recibirlo en su compañía, Dios abre su corazón,
abre su sabiduría, abre su ser para entrar en comunión, de tal manera de que
recibe al ser humano en su compañía, lo introduce en su ser divino, es decir, nos
hace consortes de la naturaleza divina.
Este plan de la revelación se realiza con hechos: la creación, la historia, con
palabras, a través de los mensajes que se dictan, a través de tantos mensajeros o
de aquello que se ponen por escrito en la Biblia y que están conexos entre sí, de
forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación, manifiestan
y confirman la doctrina y los hechos significados por esas palabras, por esos
hechos; las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio
contenido en ellas, por eso la importancia que la Iglesia le da ciertamente, a todo
aquello que se refiere a la investigación bíblica, investigar significa meterse dentro
de la palabra; la exégesis significa introducirse para que desde dentro de la
palabra, es decir dentro del Dios mismo que se revela, nosotros podamos no
solamente conocer mejor a Dios, sino conocer lo que él nos quiere decir.
Y al final del número 2 de la Dei Verbum, se nos dice algo que es muy importante
“pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana, se nos
manifiesta de una manera muy especial y definitiva a través de Cristo” se nos
manifiesta por la revelación en Cristo, Palabra de Dios hecha hombre, que es a un
tiempo mediador, por ser sacerdote, por ser puente entre Dios y la humanidad y lo
puede ser porque se hizo hombre, sin dejar de ser Dios, se hizo hombre para
llevar los hombres a Dios y no dejó de ser Dios, para llevar la divinidad a la
humanidad, qué es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación. ¿Por
qué es plenitud de toda la revelación? Porque él mismo con su persona, con su
historia, con su obra, sencillamente, nos da a conocer el misterio de Dios, primero
porque él es Dios y segundo porque está manifestando lo que Dios Padre quiere
que no es otra cosa, sino la Salvación, la plenitud de todo ser humano. Volvemos
a leer para terminar esta parte, este texto bonito de la Dei Verbum, y les invito a
que lo vayamos subrayando, interiorizando, o poniendo énfasis en lo que más nos
llama la atención, dice el número 2 de la Dei Verbum
“Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de
su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado,
tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza
divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres
como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la
comunicación consigo y recibirlos en su compañía. Este plan de la revelación se
realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las
obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la
doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte,
proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad
íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la
revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la
revelación”.
INTRODUCCIÓN AL MÓDULO II
Un saludo a todos aquellos que participan de este gran curso de formación, sobre
el Antiguo Testamento. Quien les habla es el Padre Robert Hernández, de la
Diócesis de San Cristóbal, pero hace ya bastantes años, trabajando en Roma, en
la Congregación para la Educación Católica.
A mí me corresponde iniciar con ustedes en sí, el tema del Antiguo Testamento,
ya Monseñor Moronta y otros, hicieron las introducciones respectivas, de modo
que lo que iniciamos de aquí en este momento ya tendrán ciertamente como base,
todos esos conceptos que Monseñor Moronta y otros les han dado; es importante
que los mantengan estos conceptos y los recuerden, porque nos va a ayudar a
avanzar más rápidamente, en primer lugar y segundo avanzar con seguridad;
recuerden que el estudio de la Biblia, el estudio de la Teología, el estudio de todo
aquello que tiene que ver con la doctrina católica, tiene necesariamente que pasar
también por la razón, es decir, tratar yo de tener conceptos claros, antes de
enfrentar un tema, trata de recordar aquello que se me ha dicho, de modo que la
misma razón me ayuda y comprendiendo cada vez más; así se amplía la razón, si
yo pretendo entender un tema sin ninguna base de ningún concepto, puedo caer
en muchísimas tentaciones, tentaciones que sabemos por ejemplo, tienen
nuestros hermanos separados, de leer muchas veces o interpretar la Biblia o la
misma Teología, muy mal, porque no tienen bases teóricas, así que les aconsejo
sí que tengan en cuenta aquello que ha dicho nuestro Obispo, y aquello que han
dicho los demás, para iniciar el tema del Antiguo Testamento. Un tema muy
interesante, de verdad que estoy muy contento, porque es un libro que amo
muchísimo, y ya poco a poco les iré haciendo saber el por qué. Creo que es
necesario rescatarlo, que necesario que lo volvamos a vivir, que es necesario que
lo veamos en su contexto, para entender la Palabra de Dios, cada vez más, así
que, con este primer saludo, primera diapositiva, les saludo de nuevo a todos y
espero que tengan la disposición máxima, para caminar conmigo, en este estudio
inicial del Antiguo Testamento.
La inspiración del Espíritu Santo. Aquí citó algunos Padres de la Iglesia o algunos
teólogos, por ejemplo, tenemos a San Juan Crisóstomo, que dice algo muy
hermoso que afirma que la Escritura “necesita de la revelación del Espíritu, para
que descubriendo el verdadero sentido de las cosas que allí se encuentran
encerradas, obtengamos un provecho abundante” Fíjense en esto, necesita de la
revelación del Espíritu. ¿Qué necesita un cristiano para entender, para
comprender, para interpretar, para vivir el Antiguo Testamento? La revelación del
Espíritu, porque ahí vamos a entender las cosas que están —él dice—encerradas,
tal vez escondidas, que no las entiendo; con el Espíritu Santo, puedo llegar a
entender el mensaje de Dios. Luego tenemos a San Jerónimo, que dice está
firmemente convencido de que “no podemos llegar a comprender la Escritura sin
la ayuda del Espíritu Santo que la ha inspirado”. ¿Quién ha inspirado el Antiguo
Testamento? El Espíritu Santo ¿Cómo podemos comprender entonces, eso que
ha sido inspirado por el Espíritu Santo? A través del mismo Espíritu Santo. Luego
tenemos a San Gregorio Magno qué dice “Subraya de modo sugestivo la obra del
mismo Espíritu en la formación e interpretación de la Biblia (una cosa que
posiblemente ya les explicaron, cómo se fue formando la Biblia), entonces dice «Él
mismo ha creado las palabras de los santos testamentos, él mismo las devela”
(Está hablando del Espíritu Santo), es decir el que ha inspirado, el que ha hecho
que se formen los libros, ha sido el Espíritu Santo y el mismo las explica, las
muestra. Y por último tenemos a Ricardo de San Víctor que recuerda que se
necesitan «ojos de paloma» iluminados e ilustrados por el Espíritu para
comprender el texto sagrado. Usa esa bellísima metáfora «ojos de paloma»
quiere decir los ojos del Espíritu Santo, leer el Antiguo Testamento con los ojos del
Espíritu Santo; no con mis ojos llenos de escrúpulos, llenos de prejuicios, que lo
que estoy leyendo tal vez no vale la pena, no, leer el Antiguo Testamento con los
ojos del Espíritu Santo «ojos de paloma».
Pasamos a otra cosa donde se cumple el Antiguo Testamento, en la concepción
de historia, recuerden que les expliqué que la historia es lineal, tiene un inicio y
tendrá un final, y entonces también tomó aquí una cita de Verbum Domini, que es
la Exhortación que le dije del Papa Benedicto XVI: “Es muy hermoso ver cómo
todo el Antiguo Testamento se nos presenta ya como historia en la que Dios
comunica su Palabra. En efecto, hizo primero una alianza con Abrahán (cf. Gn
15,18); después, por medio de Moisés (cf. Ex 24,8), la hizo con el pueblo de Israel,
y así se fue revelando a su pueblo, con obras y palabras, como Dios vivo y
verdadero. De este modo, Israel fue experimentando la manera de obrar de Dios
con los hombres, la fue comprendiendo cada vez mejor al hablar Dios por medio
de los profetas, y fue difundiendo este conocimiento entre las naciones” (cf. Sal
21,28-29; 95,1-3; Is 2,1-4; Jr 3,17). Verbum Domini, 11. Fíjense que inteligente
Dios, por eso es que es Dios. ¿Cómo hizo él para que su pueblo consiguiera la
salvación y para que creciera en la fe? Poco a poco, poco a poco, no lo hizo todo
de una sola sentada —como decimos— no, fue poco a poco, fue haciendo la
alianza con uno, con otro, el pueblo iba creciendo, iba escuchando las palabras de
Dios y así poco a poco iba amando cada vez más a Dios.
Lo mismo nosotros, ojalá cuando comencemos a leer el Antiguo Testamento,
leámoslo con los ojos del saber que vamos a iniciar un camino, un camino de
historia, a través de personas que nos lleven a crecer nosotros como hombres,
mujeres, como cristianos.
Tenemos ahora el testimonio de la Tradición, y la Tradición que seguramente ya
se les explicó, la Tradición abarca desde que se cierra el Nuevo Testamento, y
comienza entonces con los primeros Padres de la Iglesia y se extiende por
bastantes siglos, abarca todo lo que es prácticamente los primeros siete siglos de
la historia nuestra, casi toda la Tradición. En este caso vamos a hablar de la
Tradición Patrística y Medieval, fíjense que también la Tradición se extiende, en
cuanto a que algunos Doctores de la Iglesia, como Santo Tomás de Aquino y
como otros, que han meditado también sobre esto, pero han dejado el testimonio
también de la Tradición. La Tradición que sigue siendo la forma de vivir el
evangelio, la forma de vivir la Palabra de Dios, la forma de verla, de interpretarla,
de actualizarla, eso es la Tradición. (Seguramente ya les explicaron el concepto, y
si no se lo han explicado, pídele a alguno de los Sacerdotes allá, que son tantos
el Táchira, y les pregunten: Padre ¿Qué significa eso de Tradición)
Leamos la siguiente cita: “La tradición patrística y medieval, al contemplar esta
«Cristología de la Palabra», (Cristo es el centro para entender el Antiguo y el
Nuevo Testamento y para leerlos, por ese se llama Cristología de la Palabra) ha
utilizado una expresión sugestiva: el Verbo se ha abreviado: «Los Padres de la
Iglesia, en su traducción griega del Antiguo Testamento, usaron unas palabras del
profeta Isaías que también cita Pablo para mostrar cómo los nuevos caminos de
Dios fueron preanunciados ya en el Antiguo Testamento. Allí se leía: “Dios ha
cumplido su palabra y la ha abreviado” (Is 10,23; Rm 9,28)… El Hijo mismo es la
Palabra, el Logos; la Palabra eterna se ha hecho pequeña, tan pequeña como
para estar en un pesebre. Se ha hecho niño para que la Palabra esté a nuestro
alcance». Ahora, la Palabra no sólo se puede oír, no sólo tiene una voz, sino que
tiene un rostro que podemos ver: Jesús de Nazaret”. Verbum Domini, 12. ¡Qué
hermosos!
Termino este punto del cumplimiento del Antiguo Testamento en el Nuevo
Testamento, hablando del Magisterio ¿Qué es el Magisterio? Es todo lo que ha
sido proclamado solemnemente por los Obispos en comunión con el Papa, que es
sobre todo esto y entonces conseguimos algunos documentos importantes,
últimamente por ejemplo el Concilio Vaticano II, ahí vemos el Magisterio, pero
también otras formas en las que han hablado los Papas recientes, a través de
Constituciones Apostólicas, a través de lecturas; eso todo eso es el Magisterio, y
entonces del Magisterio tomo la cita para leerlo, la tomo de la Constitución
Apostólica Dei Verbum, que se encuentra en el Concilio Vaticano II, dice: “La
economía del Antiguo Testamento estaba ordenada, sobre todo, para preparar,
anunciar proféticamente y significar con diversas figuras la venida de Cristo
redentor universal y la del Reino Mesiánico. más los libros del Antiguo Testamento
manifiestan a todos el conocimiento de Dios y del hombre, y las formas de obrar
de Dios justo y misericordioso con los hombres, según la condición del género
humano en los tiempos que precedieron a la salvación establecida por Cristo.
Estos libros, aunque contengan también algunas cosas imperfectas y adaptadas a
sus tiempos, demuestran, sin embargo, la verdadera pedagogía divina”. Dei
Verbum, 15. Se repite la palabra pedagogía, por algo será, el Señor nos está
llevando en este curso para que hagamos una pedagogía del Antiguo Testamento,
pero sobre todo para que caminemos con él en su conocimiento y en su amor.
6. TEMA IX | LAS IDEAS Y TEMAS CENTRALES DEL ANTIGUO TESTAMENTO
Ya casi terminando, veamos cuáles son los temas centrales del Antiguo
Testamento, espero que hayan perseverando conmigo, en estas láminas de
estudio del Antiguo Testamento, y estamos casi llegando al final.
Veamos cuáles son los temas centrales del Antiguo Testamento que
posteriormente estudiarán con más detalle (vi la programación del diplomado,
algunos otros sacerdotes se encargarán de profundizarán más sobre estos temas,
así es de que yo solamente trato de nombrarlos, explicarlos muy brevemente, pero
después —he visto repito— que serán bastante profundizados y analizados por
otros sacerdotes que participan y laicos que participa nen este curso que está
haciendo el Antiguo Testamento)
Primero veamos los temas de Fe y Razón, quiere decir que son, temas que no
solamente tratan de la fe. sino que tienen que ser unidos por la razón; miren si hay
algo que estamos fallando todos los católicos cristianos, es que separamos la fe y
la razón, una cosa es lo que yo creo y otra cosa la que yo pienso; una cosa es lo
que yo rezo y otra cosa es lo que yo hago; una cosa es lo que yo hago en la
Iglesia, busco en la Iglesia y otra cosa es lo que yo busco en la sociedad. Hay
como un divorcio entre nosotros mismos, en nuestro interior, entre fe y razón; y el
Antiguo Testamento trata estos temas unidos, no es que la fe va por una parte y la
razón va por otra parte, lo que yo hago y lo que yo creo van separados, no, van
unidos y ¿De qué temas de fe y razón trata el Antiguo Testamento?
En primer lugar, El Conocimiento de Dios. Si queremos aprender ¿Quién es Dios?
Podemos encontrarlo en el Antiguo Testamento y veremos que Dios es Uno, que
Dios es Eterno, que Dios es Palabra, que Dios es Amor. Esto se consigue en el
Antiguo Testamento, repito muy unido a la razón.
Luego en el Antiguo Testamento vamos a ver La Acción de Dios. Dios no es un
Dios que se queda sentado y mira, no! Dios está siempre actuando, entonces
vamos a ver esa acción de Dios a través de la Creación, a través de la Salvación;
en muchísimos textos de salvación del pueblo de Israel, tantísimos, ya si citamos
los más recientes, por ejemplo, en el libro de Macabeos, cuando el pueblo tiene
que enfrentarse a la ocupación romana, en la que le colocan otros dioses y les
imponen otros ritos y se suscitan ese que se llama las famosas “guerras santas”
de los Macabeos. Pues de una y otra manera, Dios nos muestra cómo fue
salvando su pueblo para que fuera fiel a la fe, que le había dado. La Pascua que
no es solamente la pascua que hizo Jesús, sino que también la pascua la
conseguimos en el Antiguo Testamento, sobre todo la pascua cuando el Señor
pasa sanando y salvando al pueblo.
Otro tema importante es el tema de la Elección y de la Alianza. A Israel siempre se
ha considerado el pueblo elegido, pues bien, nosotros cada uno de nosotros
somos también elegidos, ese tema lo conseguimos en el Antiguo Testamento.
¿Cómo elige Dios? ¿Por qué elige Dios? ¿Para qué elige Dios? Eso lo
conseguimos ahí en el Antiguo Testamento. (No lo explico porque sé que alguien
más adelante lo va a explicar) o también el tema de la Alianza. Dios que establece
un pacto conmigo, Dios que establece un pacto con el pueblo de Israel, Dios
continuamente —mis queridos hermanos— hace alianzas con nosotros; si
queremos entender ¿cómo las hace?¿por qué las hace? ¿para que las hace? en
el Antiguo Testamento nos van explicando poco a poco, el motivo, el porqué de la
Alianza de Dios.
En el Antiguo Testamento también conseguimos temas como el Crecimiento en la
Fe , si yo por ejemplo, me pongo a leer algunos libros tratando solamente de ver
cómo vivió la fe Moisés; por ejemplo, es hermoso ¿por qué? por qué veo cómo va
evolucionando y va creciendo en la fe, tanto que Moisés quién logra liberar al
pueblo de Israel, del yugo de Egipto, llega un momento en su vida, que Moisés ya
anciano, no llega hasta la tierra prometida, la ve desde lejos, y eso es hermoso
por qué uno entiende como Moisés, poco a poco de libertador llegó inclusive a
liberarse de sí mismo y liberarse de sí mismo significó servir. ¿Cuál era su misión?
Llevar al pueblo hasta la tierra prometida, que ÉL no entrara por qué no podía
entrar, lo leerán en el Antiguo Testamento, a él le bastó ver y ver que su pueblo
pasaba, que el pueblo de Dios se liberaba y entraba a esa tierra, donde manaba
leche y miel, pero eso es un crecimiento de fe. Así por ejemplo con David, el rey
David, esa es otra vida interesantísima de leer, o el mismo profeta Daniel, que
conseguimos también algunos de sus libros.
Otro tema central del Antiguo Testamento, es La Parte Escatológica, quiere decir
con la venida de Dios, el más allá, temas como la muerte, como el cielo, todos
esos temas los conseguimos también en el Antiguo Testamento, repito temas que
van relacionados con la fe y la razón, si yo por ejemplo, me siento elegido por
Dios, mi fe me lo dice, pero mi actuar me hace comportarme como un elegido de
Dios.
Luego tenemos los temas de Vida y Compromiso, (después les explico qué
significa esa flecha amarilla que va de parte y parte) Temas de vida y compromiso.
Otros temas que aparecen también en el Antiguo Testamento, por ejemplo, la
ecología, pero estamos hablando de la ecología integral y ¿Qué es la ecología
integral? Es el respeto hacia lo creado, es el respeto hacia la naturaleza, es el
respeto hacia el ser humano, eso lo aprendemos en el Antiguo Testamento, a
respetar; porque cuando Dios creó el mundo, no fue que dijo destrúyanlo, no; dice
la Escritura —muy hermosamente— “vio Dios lo que había creado y lo consideró
bueno”. Con el hombre lo consideró “muy bueno”
Entonces ¿Quién nos enseña a entrar en comunión con lo creado? El Antiguo
Testamento, y de ahí respetar, un compromiso de vida de un católico seria sobre
todo defender, respetar y cuidar todo lo que sea el tema de la ecología, los
animales, etc., etc.,
La Fraternidad Universal ¿quién nos preparó para ser hermanos? El Antiguo
Testamento inicia a tratar que los israelitas comenzaran poco a poco —repito— no
fue en un solo día, poco a poco es que los israelitas comenzaran a entender que
eran hermanos, con Cristo entendemos de dónde viene esa fraternidad.
El Antiguo Testamento también tiene temas de Ética personal, familiar y
comunitaria, por ejemplo, cómo comportarse ante la familia, el respecto, honrar a
los padres, o temas en comunidad como respetar a las otras personas, esos son
temas que aparecen en el Antiguo Testamento.
También tenemos por ejemplo, el tema la Superación personal y grupal eso
también lo podemos encontrar leyendo la vida de alguno de los personajes del
Antiguo Testamento, cómo se superan personalmente y llegan a superar inclusive
a la comunidad.
Otro tema importante del Antiguo Testamento, es la Respuesta a la llamada como
a la Santidad; ese tema ya aparece “Ser santos como Yo Soy Santo” eso aparece
también ya en el Antiguo Testamento, la invitación a la santidad.
¿Qué significa esa flecha amarilla en la diapositiva 16? Esa flecha significa que
tanto los temas de la fe con la razón, como los temas de vida y compromiso, van
unidos, no los separemos, sí yo tengo fe, yo tengo compromiso de vida, si yo
tengo razón mi vida está hecha según el querer de Dios. Todo va unido. El
cristiano, el católico tiene que tratar de ser cada día más unido, esto lo enseña el
Antiguo Testamento, es decir, yo tengo que ser siempre el mismo, no se trata de
repetir las mismas cosas, sino que tengo que ser coherente, con lo que creo, con
lo que rezo, con lo que busco, que sea un motivo de fe, de compromiso con la
misma vida.
Así que repito ya más adelante, todos estos temas, serán tratados por otros
facilitadores, con mayor profundidad, esta es una presentación muy general.
7. CONCLUSIONES
Concluyo entonces este primer encuentro que hemos hecho sobre el Antiguo
Testamento, leyéndoles algunas frases hermosas que conseguí sobre el Antiguo y
el Nuevo Testamento. Quiero compartirlas con ustedes, porque de verdad que un
poco resumen todo lo que hemos dicho hasta el momento y cierra también este
primer módulo de estudio, este encuentro de estudio. Dice:
El mismo Nuevo Testamento reconoce el Antiguo Testamento como Palabra de
Dios y acepta, por tanto, la autoridad de las Sagradas Escrituras del pueblo judío,
a través de citaciones, usando el mismo lenguaje.
Si usted lee el Nuevo Testamento, se va a dar cuenta que muchísimas veces tanto
los evangelistas, como San Pablo, y todas las otras cartas citan al Antiguo
Testamento, lo recuerdan y lo escriben. ¿Qué quiere decir? Que el mismo Nuevo
Testamento reconoce la autoridad del Antiguo Testamento.
En el Antiguo y Nuevo Testamento se encuentra la raíz del cristianismo y el
cristianismo se nutre siempre de ella. Por tanto, la sana doctrina cristiana ha
rechazado siempre cualquier ideología que tiende de diversos modos a
contraponer el Antiguo con el Nuevo Testamento.
Un pensamiento sano es considerar siempre la unión entre el Antiguo y el Nuevo
Testamento, el respeto y la unión, considerar —como lo decíamos al inicio— que
el Antiguo ya está pasado de moda, superado; no es una sana doctrina cristiana.
El mismo Nuevo Testamento se declara conforme al Antiguo Testamento, y
proclama que en el misterio de la vida, muerte y resurrección de Cristo las
Sagradas Escrituras del pueblo judío han encontrado su perfecto cumplimiento.
Cuando lean los profetas, Isaías, por ejemplo, ese hermoso canto del Siervo de
Dios, van a ver, si lo leen con los “ojos de paloma”, es decir inspirados por el
Espíritu Santo, pero mirando la figura, la persona de Jesús, van a entender cada
hermosa palabra, de ese canto de Isaías, pronunciado muchísimos siglos antes
del mismo nacimiento de Jesús, pero en Él se cumplió cada cosa, dice: “Mirad a
mi Siervo humilde” y así cada una de las palabras, ojalá tengan la oportunidad de
leerlo y verán cómo se va cumpliendo en la persona de Cristo, todo el Antiguo
Testamento.
El Nuevo Testamento exige ser leído también a la luz del Antiguo. La catequesis
cristiana primitiva recurría constantemente a él.
Nunca hubo un rechazo, jamás hacia el Antiguo Testamento y cuando hacían una
catequesis, los primeros cristianos, citaban y estudiaban lo que llamamos nosotros
el Antiguo Testamento, La Ley, Los Profetas y Los Escritos, porque esa fue la
Pedagogía de Dios.
San Gregorio Magno decía que todo lo que «el Antiguo Testamento ha prometido,
el Nuevo Testamento lo ha cumplido; lo que aquél anunciaba de manera oculta,
éste lo proclama abiertamente como presente. Por eso, el Antiguo Testamento es
profecía del Nuevo Testamento; y el mejor comentario al Antiguo Testamento es el
Nuevo Testamento.
Estas conclusiones ojalá las lean después con calma y las reflexionen para que
crezca su amor y su interés por el Antiguo Testamento. Terminó entonces
saludándolos a todos, espero que les haya aprovechado, espero que sigan
perseverando en este curso, para que tengamos una buena preparación en este
hermoso gran libro del Antiguo Testamento, leído siempre con los ojos de paloma,
inspirados por el Espíritu Santo. Que el Espíritu Santo los ilumine y desde aquí
desde Roma los bendigo y los encomiendo a todos ustedes. Muchas gracias por
haberme escuchado.
1. TEMA X | ¿QUÉ ES LA ALIANZA?
Vamos a comenzar ahora el Tema Décimo, que tiene que ver con una realidad
central un tema central, en el Antiguo Testamento, como es La Alianza, eje de la
vida del pueblo de Dios.
¿QUÉ ES LA ALIANZA?
En primer lugar, vamos a ver lo que significa la Alianza, ¿Qué es Alianza? Es que
una institución muy antigua, ya desde los pueblos antiguos, antes incluso de la
formación de Israel, se hablaba y se tenía la Alianza. La Alianza en hebreo berit,
antes de referirse a las relaciones de los hombres con Dios, pertenece a la
experiencia social de los seres humanos. Estos se ligan entre sí, con pactos y
contratos, acuerdos entre grupos o individuos iguales, que quieren prestarse
ayuda; son las alianzas de paz, mencionadas en el libro del Génesis, (Gen 14,13;
21,22ss; 26,28; 31,43ss); las alianzas de hermanos, los pactos de amistad e
incluso el matrimonio. No es un contrato, porque el contrato se puede romper,
puede caducar, puede cambiarse. También se le denomina Pacto.
El Pacto o la Alianza es algo indisoluble, es decir, no se puede romper —o no se
debe romper— Para que se pueda dar se necesiten al menos dos personas, sean
reyes, sean pueblos, o sean reinos, siempre representados generalmente por sus
reyes o por sus dirigentes. Generalmente, la historia de las religiones habla de
alianzas entre dos reyes, en nombre de sus pueblos y muchas veces cuentan con
la bendición de sus dioses, por lo que se incorporan al culto. La Alianza es más
que un acuerdo, es un compromiso indisoluble, que no se puede o no se debe
romper, porque al hacerlo, se pone en peligro la existencia de los dos pactantes,
uno de los dos tiene que desaparecer.
La Alianza implica un compromiso de mutua ayuda, de defensa, de desarrollo y de
compartir todo, desde lo económico hasta lo religioso. Generalmente eran
solicitados por pueblos más débiles e indefensos, a cambio de protección, que
terminaba en lo que se llama vasallaje, una especie —no dijéramos de esclavitud
— pero sí de dependencia política y hasta económica. En la antigüedad no se
conocen sino con la palabra, no se hacía sino con la palabra dada por los
pactantes, no se daba por escrito, no se daba en forma escrita, en la antigüedad
era la palabra, lo que contaba para realizar los pactos.
2. TEMA X | ¿CÓMO SE SELLABA LA ALIANZA?
Vamos a recordar la forma en que se hacía en los pueblos antiguos, Se acordaba
entre dos reyes, pueblos o naciones, —generalmente como ya lo indicamos—
una nación débil buscaba la protección de una nación fuerte, y esto producía el
vasallaje. Cuando se acordaba, se dividía un animal, generalmente un cordero, se
partía por la mitad, aun estando vivo y con las entrañas palpitantes, los dos reyes
pasaban en medio de ellas, subrayando y diciendo «que nos suceda igual a
nosotros si alguno rompe la alianza» es decir, que seamos sacrificados, que
seamos partidos por la mitad; por supuesto era un símbolo, esto para indicar la
indisolubilidad de la Alianza. Seguidamente, luego se hacía un sacrificio cultual,
generalmente con parte del animal que había sido descuartizado y ese sacrificio,
era un sacrificio, en el que se les ofrecía a los dioses, alguna de las partes del
animal y la otra se comía, como símbolo de expresión de ese pacto, de esa
comunión. También se rociaban a los reyes o representantes de ambos pueblos,
con la sangre del animal sacrificado, lo cual constituía el sello de la Alianza.
Se establecía a la vez otra institución vinculada a la Alianza, que se denominaba
el RIB, del cual va hablar mucho el profeta Jeremías, el derecho a restablecer la
Alianza, y también como un deber, era un deber del que se sentía ofendido, al cual
se le dio —dijéramos— la Alianza, el pacto; pero a la vez se rompió y esto sirvió
de modelo para el tema y doctrina de la Alianza, no solamente en el Antiguo
Testamento, sino también en la literatura profana de la época.
Entonces la Alianza se sellaba con la sangre y se tipificaba de esta manera,
pasando los dos reyes por medio de un animal —generalmente un cordero— que
todavía, incluso tenía alguna de las entrañas palpitantes, para decir que si sucedía
la ruptura, iba a pasarle igual que él, sería asesinado, no asesinado, porque no es
la idea propiamente, pero sí que sería destruido como pueblo.
3. TEMA X | LA ALIANZA, ESTILO DE ISRAEL
La Alianza forma parte del estilo de Israel, más aún, la vida de Israel. Desde los
orígenes, se tiene el estilo de la Alianza —no necesariamente con las mismas
condiciones de los pueblos antiguos— pero sí con su significación. La significación
es una Alianza, un Pacto, que se hacía entre las personas y luego será con Dios,
para reforzar la idea de comunión. El pueblo de Israel, comienza a reflexionar
sobre la Alianza, mucho después de haberla sellado con Dios, con su pueblo, en
el Sinaí. La reflexión y los libros y todos los escritos sobre la Alianza, se realizan
después, mucho después; y es un tema central pero también transversal en el
mensaje de los profetas. Central, porque es la base de toda la predicación
profética, pero transversal, porque en todas las diversas manifestaciones
doctrinales de los profetas, siempre aparece el tema de la Alianza; y los profetas
son los grandes defensores de la Alianza; lo cual no significa que no haya sido —
dijéramos— estudiada, propuesta, en la literatura sapiencial y también en los
escritos de tipo histórico. La literatura sapiencial ilumina precisamente de la
vivencia sapiencial, el tema de la Alianza que lo va a hacer de diversas maneras.
Los autores sagrados de los otros escritos, cimientan sus escritos en la Alianza.
Y hay ejemplos concretos de la Alianza de Dios con su pueblo, incluyendo los
anuncios de la misma. Cuando nosotros leemos algunos textos bíblicos del
Antiguo Testamento, nos vamos a dar cuenta de que, en el fondo, prevalece todo
lo referente a ese estilo de la Alianza. Por ejemplo, la creación del hombre y la
mujer está hecha, redactada, relatad en forma de Alianza; que implica la comunión
entre el hombre y la mujer, que nunca debían haber roto contigo Dios, pero que
después lamentablemente, se dio.
Luego las primeras manifestaciones de culto como es el caso también de la
historia de Abel, que ofrecía ya sus sacrificios a Dios, de manera digna y Caín,
que no lo hacía de manera digna y por eso llevó a asesinar a su hermano. Noé y
la nueva situación y promesa a la humanidad después del diluvio.
Abraham el padre de un pueblo numeroso, hay una alianza entre Dios y el
hombre, Abraham para constituirlo como padre de un pueblo numeroso y le pide el
sacrificio de Isaac, para demostrar y ver si había verdaderamente una capacidad
de comunión entre Dios y Abraham. Abraham sobre todo en respuesta Dios y
luego cuando él va directamente a llevar a su hijo al sacrificio, Dios lo premia, y le
impide que lo sacrifique, luego buscan un cordero y éste es símbolo precisamente
de todas las alianzas que se van a dar posteriormente.
4. TEMA X | “YO SOY TU DIOS, TÚ ERES MI PUEBLO”
Sin embargo, lo que nos interesa a nosotros, es la Alianza —propiamente dicha,
que es la que como ya lo indicamos— cantarán los libros sapienciales, que será la
base de todos los relatos bíblicos, que es la Alianza en el designio de Dios.
Dios desde la creación, quiso hacer una Alianza con la humanidad, y esto se va a
expresar de una manera especial en la Alianza del Sinaí, cuando Dios le dice “YO
SOY TU DIOS, Y TÚ ERES MI PUEBLO”. Hay una unión indisoluble, “si tú dejas
de ser mi pueblo, yo pongo en peligro mi existencia” —en el fondo es lo que quiere
decir— y por eso la institución del RIB, siempre lo irá a buscar, a restaurar, a
fortalecer esa unión entre Dios y el pueblo.
Desde la creación del hombre y la mujer, al hacerlos a imagen y semejanza, Dios
instituyó la comunión como Alianza. Adán y Eva la rompieron con la desobediencia
y entonces hubo la promesa, el RIB, que llamamos en la terminología de la
Alianza, de la berit hebrea, le hace la promesa de que eso se va a restaurar con la
llegada de un Salvador, en la plenitud de los tiempos.
Dios quiere llevar a los hombres a una vida de comunión con él, esta idea
fundamental para la doctrina de la Salvación, es la que expresa el tema de la
Alianza. En el Antiguo Testamento dirige todo el pensamiento religioso, pero se ve
cómo con el tiempo. Se va profundizando y en el Nuevo Testamento, va a adquirir
una plenitud sin igual, con la Nueva Alianza en Cristo.
Ya en la visión de la zarza ardiente, allá en el desierto, Yavé reveló a un mismo
tiempo a Moisés su nombre “YO SOY”, su designio para con Israel, quiere liberar a
Israel de Egipto, para asentarlo en la tierra de Canaán, para llevarlo hacia la tierra
prometida. ¿Por qué? Porque Israel es su pueblo, que ya había puesto su semilla
en el caso de la Alianza con Abraham, al que quiere darle la tierra prometida a sus
padres, en el Génesis capítulos 12 y 13 aparece esta mención, y esto supone ya,
que por parte de Dios es Israel el objeto de elección y depositario de una promesa.
Elección significa ante todo consagración; no es solamente que lo escoge, sino
que hay una consagración; consagración que se hace a través de la Alianza, es
decir, a través del pacto que convierte al pueblo de Israel, en el pueblo de Dios. El
éxodo viene luego a confirmar la revelación monte Horeb. Al libertar Dios,
efectivamente a su pueblo, muestra que es el Señor y que es capaz de imponer su
voluntad. ¿Cuál voluntad? La voluntad es “Tú eres mi pueblo y Yo Soy tu Dios” así
el pueblo liberado, responde al acontecimiento de su fe. (Ex 14,31). Ahora, una
vez adquirido este punto, puede Dios ya revelar su designio de la Alianza, está
expresada en el capítulo 19 versículo 5 del libro del Éxodo. “Si ustedes escuchan
mi voz y observan mi alianza (en el fondo también mi mandamiento) serán mi
propiedad de entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra, pero ustedes
serán para mí, un reino de sacerdotes y una nación consagrada” (Ex 19,5 s).
Aquí en este texto del libro del Éxodo, no solamente está marcado el tema de la
elección, de cuotas era mi propiedad y propiedad de elección, implica
consagración porque eres pueblo de Dios, pueblo mío y lo puede hacer porque
sencillamente es Todopoderoso, toda la tierra es de Dios y le da un destino a ese
pueblo, una misión, reino de sacerdotes, es decir capaces de ofrecer por toda la
humanidad el sacrificio para manifestar la comunión y sobre todo la consagración,
que vamos a ver ahora, a través de la comunión. Una nación consagrada, es
decir, dedicada; la consagración significa dedicación, comunión plena, la elección
por eso es comunión, es consagración, es dedicación plena al misterio y al
designio de Dios.
5. TEMA X | LAS CLÁUSULAS DE LA ALIANZA
Todas las alianzas tienen unas cláusulas, —vamos a llamarlos así— una especie
de reglamentos, pero también son prescripciones que se deben cumplir. Dios al
otorgar su Alianza a Israel y hacerle promesas, le impone también condiciones
que Israel deberá observar, los relatos que se entrelazan en el Pentateuco,
ofrecen varias formulaciones de estas cláusulas, que reglamentan el pacto y
constituyen La Ley, de la cual vamos a ir escuchando, a lo largo del Antiguo y
también del Nuevo Testamento. La Ley es sencillamente los Diez Mandamientos y
todo lo que se desprende de allí.
EL PEREGRINAJE DE ABRAHAM
Esto supone un peregrinaje, un salir de su tierra, el “arameo errante” del cual nos
habla muchas veces la Palabra de Dios, el peregrino es el que está siempre en
camino, y esto va a marcar, como lo veremos a su debido momento, la
característica, la forma de ser del pueblo; el pueblo siempre es una institución, un
grupo de personas, que aunque están asentados en un lugar, está siempre en
actitud de peregrinar, esa es la actitud de Abraham y máxime en aquella época, en
que casi todos los pueblos eran nómadas, estaban acostumbrados a mudarse, a
caminar, a peregrinar, y a acampar por tiempos especiales en determinados
sitios.
SENTIDO DE LA PROMESA DE DIOS A ABRAHAM
El pueblo de Dios encuentra su inicio en una llamada, en una iniciativa de Dios, en
una consagración de alguien que es llamado a caminar y que recibe una promesa.
Recibe una promesa: “Tú vas a ser el padre de un pueblo numeroso, de dónde va
salir el Salvador” así comienza a desarrollarse la promesa hecha a los primeros
padres Adán y Eva. Para que esa promesa se cumpla, para que ese pueblo pueda
ser pueblo, y para qué Abraham sea verdaderamente el hombre de Dios, se exige
la fidelidad, la fe profunda.
EL SACRIFICIO DE ISAAC
Entonces viene la prueba, la prueba que Dios le pone a Abraham, que no debió
ser tan fácil, pero que ciertamente realizó porque era un hombre de gran fe,
cuando le pide que sacrifique a su hijo Isaac. Ya todos nosotros conocemos, que
lo llevó y cuando lo iba a sacrificar, el ángel le dice que se detenga, porque el Dios
ha visto la fidelidad de Abraham. Es curioso, lo constituye como padre de un
pueblo numeroso, y a su único hijo legítimo, le pide que lo sacrifique. Ese
sacrificio, esa petición que encuentra una respuesta positiva en Dios, en el fondo
es la respuesta de fe, que ha de tener siempre, siempre, siempre el pueblo de
Israel.
LOS PATRIARCAS
Luego vienen los Patriarcas: Isaac, Jacob, los hijos de Jacob, que se constituyen
las doce tribus. Conocemos la historia de los hijos de Jacob, que luego venden a
su hermano José, que después es favorecido por saber interpretar los sueños del
faraón, es favorecido y es colocado como un superintendente, le toca ayudar a sus
hermanos, a su padre, y a todo el pueblo de Israel, qué está pasando necesidad,
por la hambruna de aquella época. Se lleva el pueblo de su padre a Egipto, donde
comienza a tener una gran bonanza, hasta que llega el momento en que pone en
peligro, según el faraón y sus asesores, la estabilidad del pueblo y entonces lo
convierten, no en un pueblo colaborador sino en un pueblo de esclavitud, de
donde va a surgir el clamor que escuchará Dios Yavé.
3. TEMA XII | DIOS ESCUCHA EL CLAMOR DE SU PUEBLO
EN LA ESCLAVITUD, EL GENOCIDIO DEL FARAÓN. SIGNIFICADO
El pueblo es esclavizado y en la esclavitud comienza el genocidio incluso, es
decir, el faraón previendo de que aun estando en esclavitud, sigue siendo un
pueblo numeroso y que sigue creciendo, manda a asesinar a los hijos varones, de
todos los israelitas. Esto significa también un poco la expresión del pecado, la
expresión de todo aquello que vaya en contra del plan de Dios.
Habiéndolo distinguido de este modo, entre los otros; Dios lo rescató y lo liberó en
el tiempo del éxodo (Dt 6,12; 7,8; 8,14…; 9,26) —como ya hemos visto—
constituyéndolo en nación independiente, en cierto modo, lo creó (cf. Is 48,15), lo
formó como un niño en el seno materno (Is 44,2.24); la conciencia viva de una
dependencia total respecto a Dios acompaña por tanto en Israel, a la toma de
conciencia de la nación como tal, luego viene la Alianza, y este acto de fundación
subraya que ahora ya todo se situará para Israel, en un plano doble. El de la
historia —vista de la salvación— la historia de la salvación y el de la fe, “un pacto
sagrado” en el que las doce tribus, son partes contratantes, se sella con la sangre
de un sacrificio (Éx 24,8), con esto Yavé viene a ser el Dios de Israel, e Israel el
Pueblo de Yavé. De este modo se establece un vínculo único, entre Dios y una
comunidad humana. Todo el que por la circuncisión sea agregado a esta
comunidad, participará también de este vínculo. Es el pueblo de la Alianza: “Yo
Soy tu Dios, tú eres mi pueblo” de donde saldrá la Salvación, es decir, el Mesías
Salvador.
Así la escatología profética, anuncia para los “últimos tiempos” la venida de una
nueva economía, de un nuevo designio de salvación, una nueva ley, en la que
Dios hallará al pueblo perfecto, cuyo esbozo y germen era el antiguo, es el pueblo
de donde saldría el Mesías, que realizará la liberación plena y definitiva, tanto del
pueblo como de la humanidad.
LAS TENTACIONES DEL PUEBLO DE DIOS
Este pueblo, por ser un pueblo de hombres, de seres humanos concretos y metido
también dentro de la dinámica de relación de otros pueblos, que no creían en
Yavé tiene algunas tentaciones:
Creerse el único y por tanto prescindir de Dios, ya Dios nos eligió, ya somos el
pueblo y entonces así querer parecerse a los demás pueblos.
Segunda tentación muy presente desde el primer momento: la idolatría; porque
Yavé no era visto, no era palpado, no era conocido con los sentidos; era conocido,
sentido y palpado sí con la fe, pero eso implicaba toda una decisión de carácter
más personal. Y por eso la idolatría va a ser siempre una tentación, sea porque la
hicieron los mismos israelitas como el caso del becerro de oro, o porque se
dejaran seducir por aquellos pueblos que se les acercaban.
También el instalarse y encerrarse, qué tiene que ver con la primera de las
tentaciones ya mencionadas, el creerse el único, ‘nos instalamos y no crecemos’
‘nos encerramos y no crecemos’ cuando el pueblo de Dios está llamado —
precisamente— a ir generando, poco a poco la posibilidad de la universalidad,
para que todos los pueblos de las naciones, se congregan en Sion, en el monte
Sion, como nos lo recuerdan los profetas.
Las prerrogativas del pueblo de Dios
Ese pueblo tiene unas prerrogativas, así como tiene tentaciones, también tiene
unas prerrogativas que le permiten vivir y le permiten salir adelante y vencer las
dificultades. Israel es el pueblo santo, porque ha sido elegido por Dios,
consagrado, en eso consiste la elección y consagrado a Yavé, no a otros. Puesto
aparte para Él, es decir, elegido, segregado —en el buen sentido de la palabra—
para Dios: “Yo Soy tu Dios, tú eres mi pueblo”. Tiene su bien propio, su herencia.
¿Cuál es el bien propio y la herencia? El fruto de la salvación, el fruto de la
Alianza, el fruto del amor de Dios.
Por otra parte, se utilizan otras expresiones para manifestar las características y
prerrogativas del pueblo de Dios. “Es su rebaño, Dios es su Pastor”; “su viña”, por
eso se preocupa, “su hijo”, es una expresión poco usada por temor a caer en
blasfemia, pero es también su hijo, Dios lo ha engendrado, es “su esposa”, como
es el caso de Oseas, que en su drama familiar identifica al pueblo como la esposa
de Yavé.
Por otra parte, como lo recordará el Éxodo en el capítulo 19, hay una expresión
que luego será retomada en el Nuevo Testamento “es un reino de sacerdotes”, en
el que Dios reina sobre súbditos consagrados a su servicio. Esta finalidad cultual
de la alianza, muestra al mismo tiempo, la función que desempeña Israel para con
las otras naciones, es testigo del único Dios, cerca de ellas, es el testigo del único
Yavé, es el pueblo mediador por el que se realizará el vínculo entre Dios y el
conjunto de la humanidad en el futuro, pero ya desde ahora se va abriendo desde
esa perspectiva escatológica, de modo que se eleve a Dios la alabanza de la tierra
entera, y todas las naciones tengan participación en la bendición de Dios. Es un
pueblo con una misión. Es un pueblo con una dedicación. Es un pueblo con una
consagración. Manifestar la grandeza de Yavé. De Yavé que es el único Yavé —
como ya lo indicáramos en algunas de las sesiones—.
Una condición peculiar del pueblo de Dios: actitud de peregrino, de salida, por
tanto de pascua
Por último, hay una condición peculiar del pueblo de Dios, que tiene que ver, con
esas tentaciones de instalarse y de creerse el único, es la actitud siempre de
peregrino, aunque esté en la tierra prometida, aunque esté con sus instituciones
que van profundizándose, que van consolidándose, debe tener la actitud de la
pascua, del peregrinar, del salir siempre al encuentro de Yavé. Es la actitud de
salida, para no instalarse y es la actitud de la pascua, es la actitud en la que debe
manifestar la gran humildad que se abre hacia la fe, es decir, Dios elige a un
pueblo que está llamado a una gran tarea, que es la de hacer realidad la promesa
de salvación y por tanto, engendrar en el tiempo oportuno al Mesías, pero eso
implica que no debe instalarse, sino que debe tener siempre la actitud de la
pascua. Como nos lo recuerda también el rito de la pascua, cuando se come, la
pascua se debe comer de pie, con el cayado en la mano, el jefe de familia y con
las sandalias amarradas en el cinto, dispuestos a salir y por eso se come comida
que no se fermenta, para estar siempre en una actitud de crecimiento, de camino,
de peregrinaje hacia el encuentro de Dios.
El pueblo de Dios es un pueblo de peregrinos, es un pueblo que va caminando a
lo largo de la historia y que va a encontrar su mejor pastor en el Dios Encarnado,
que convertirá a este pueblo de Dios en un nuevo pueblo de Sacerdotes, en una
nación santa, en un pueblo de reyes. El pueblo de Dios es el pueblo de la
peregrinación de la pascua de la Salvación.
1. TEMA XIII | LA PASCUA
LA PASCUA
a. La Pascua, raíz etimológica:
La etimología de la raíz hebrea “psh” no permite sacar conclusiones precisas
sobre su significado. En los textos bíblicos la raíz es usada en dos sentidos
distintos: unas veces se significa la celebración de la fiesta como tal, “celebrar la
pascua” (Ex 12,48; Dt 16,1; 2Re 23,21-22), es decir, el conjunto del rito. Otras,
designa la víctima del rito: “comer la pascua” o “inmolar la pascua” (Ex 12,21; Dt
16,2; 2Cr 30,18).
El rito pascual es pre-israelita. Los datos bíblicos no son suficientes para
determinarlo, pero la etnología es, en este punto, concluyente. Algunos textos del
Éxodo dan a entender, sin embargo, que los clanes hebreos la celebraban antes
de la huida de Egipto y que su celebración habría sido el motivo o la ocasión de
aquella fuga (Ex 3,18; 4,23; 5,1.3; 7,10; 10,9), donde las distintas fórmulas
presentan diversas facetas del rito).
b. La Pascua, raíz etnológica:
Se trata de un rito familiar de pastores seminómadas en el que se inmola una
víctima del rebaño al comienzo de la trashumancia de primavera. No se necesita
sacerdote, ni lugar de culto. El inmolador es el padre de familia. El rito de la sangre
tiene carácter protector contra el destructor, el espíritu maléfico, enemigo del
rebaño y de su fecundidad. El rito de untar el dintel y las jambas de la puerta (es
decir de la tienda) con la sangre sirve para alejar al mal espíritu[1].
Ya sea porque la fiesta de la Pascua coincidiera históricamente con la salida de
Egipto o porque el significado del rito se prestaba a ello, la tradición bíblica
relacionó la fiesta con este episodio haciendo del rito de Pascua el memorial de la
salida de Egipto. La liberación que el rito pretendía garantizar y la experimentada
por los israelitas se fundieron en el memorial del hecho histórico.
c. La Pascua celebrada en los pueblos sedentarios:
Con la sedentarización el rito de la Pascua entra en concurrencia con otro rito de
la primavera, propio de los cultivadores sedentarios: el de los panes ácimos. Con
el tiempo, ambos se funden en uno solo. Dt 16 consagra la asimilación de los dos
ritos festivos, aunque en Dt 16,7 queda todavía huella del antiguo rito pascual al
decir: “por la mañana volverás a tus tiendas”. Con el Deuteronomio, la pascua se
nacionaliza y pierde el carácter familiar, ya que debe celebrarse en el santuario
central y único. Con el exilio, la fiesta de la Pascual adquiere una importancia
particular. De hecho, a pesar del Deuteronomio, cuyas prescripciones no parecen
haber sido puestas en práctica antes del exilio, la fiesta pascual era la única que
no necesitaba templo ni sacerdocio según la antigua tradición. Ex 12,1-14
representaría la restauración de un antiguo rito familiar que se presentaba
perfectamente a la situación del exilio. El texto es sacerdotal y muestra una vez
más la labor ejercida por los sacerdotes en el exilio, que recuperan viejas
tradiciones para adaptarlas histórica y teológicamente a la nueva situación.
A la vuelta del exilio, la Pascua será objeto de nuevas adaptaciones debido a las
circunstancias del momento. Ez 45,17ss muestra claramente hasta que punto la
fiesta fue sacralizada, entrando totalmente en el ámbito de la actividad sacerdotal.
Además, adquiere un carácter expiatorio, de sacrificio por los pecados. Esd 6,19-
22 es una muestra clara de la evolución registrada hasta el momento: los
sacerdotes y los levitas, purificados, inmolan la Pascua “por los deportados, por
sus hermanos los sacerdotes y por ellos mismos”. Los levitas serán los
encargados de la inmolación como se ve el 2Cr 30,17-19; 35,11. [2]
d. La Pascua para el judaísmo rabínico[3]:
Originalmente la pascua (pésaj) en el antiguo Israel era una fiesta agrícola (o
pastoril) que ya existía en época cananea, celebrada el día 14 del primer mes del
año (‘Abib antes del destierro babilónico y Nisán después del destierro) y que pone
fin al tiempo del desierto al comer los frutos de la tierra y ya no el maná bajado del
cielo. Así lo narra el libro de Josué (Jos 5,10-11). Posteriormente, se vincula esta
fiesta con la cena del cordero y con la comida de los panes ázimos,
estableciéndose -estas dos fiestas juntas- como conmemoración del
acontecimiento salvífico del paso por el mar rojo, cuando Dios libera al pueblo de
Israel de la esclavitud egipcia y lo conduce al desierto del Sinaí. En los libros del
Éxodo, Números y Deuteronomio tenemos las primeras alusiones a la fiesta (Ex
12; Nm 9; Dt 16,1-8). En la época de la monarquía hay registros de la celebración
de la fiesta realizada por Salomón (1R 9,25; 2Cr 8,13) y en tiempo de la reforma
de Josías se comienza a transformar en fiesta de peregrinación en Jerusalén (2R
23,21-23).
El judaísmo rabínico llegó a establecer normas muy precisas para la celebración
de la pascua en el templo de Jerusalén, enfatizando el sacrificio. Así lo expresa un
texto llamado la Misná:
“El cordero pascual era sacrificado por tres grupos, como está escrito: lo inmolará
toda asamblea de la congregación de Israel: asamblea, congregación, Israel.
Cuando entraba el primer grupo, se llenaba el atrio. Cuando se cerraban las
puertas del atrio, tocaban el sofar, luego la trompeta clamorosamente y luego de
nuevo el sofar. Los sacerdotes estaban en pie formando dos filas y teniendo en
sus manos vasos de plata y de oro. Una fila tenía todos los vasos de plata y la otra
todos de oro. No estaban mezclados. Los vasos no disponían de base a fin de que
no los pudieran posar y se coagulara la sangre. Un israelita lo inmolaba, el
sacerdote recibía (la sangre) y la entregaba a su compañero y éste al suyo, recibía
el (vaso) lleno y devolvía el vacío. El sacerdote que estaba más cercano al altar la
vertía de una vez sobre las brasas (del altar)” (Misná Pesahim 5,5-6).
Todo este rito de sangre era parte del sacrificio del cordero realizado por la familia
en el templo junto a los sacerdotes. La segunda parte de la celebración se
realizaba en las casas mediante una cena íntima, en la que se comía el cordero
sacrificado, los panes ázimos, las hierbas amargas y cuatro copas de vino. Cada
elemento de la cena tenía un significado específico que hacía memoria del gran
acontecimiento liberador del éxodo. Este significado salvífico de la pascua estará
siempre presente en el judaísmo, como bien lo indica otro texto rabínico llamado el
Tárgum: “Esta es la noche de la pascua para el nombre de YHWH, noche
reservada y fijada para la liberación de todo Israel a lo largo de sus generaciones”
(Targum de Éxodo 12, 41-42).
e. La pascua cristiana[4]:
La fiesta principal de los cristianos es la pascua en la que se celebra el gran
acontecimiento de la resurrección de Jesús, el Señor. [Ciertamente, este es un
Diplomado de Introducción del Antiguo Testamento, no podemos perder que el
Antiguo Testamento queda iluminado completamente por la comprensión que de
él se hace en el Nuevo Testamento, por eso, al abordar este tema de la pascua,
no podemos dejar de contemplar la interpretación de la pascua cristiana, o cómo
el cristianismo asumió esta fiesta de la pascua que ya tenía todo un recorrido
histórico y teológico que luego va a influir positivamente en la comprensión que el
cristianismo hace de la irrupción de Dios en su historia] Los evangelios de Mateo,
Marcos y Lucas (Mt 26,26-29; Mc 14,22-25; Lc 22,19-20) nos relatan la “última
cena” celebrada por Jesús junto a sus discípulos como una cena de pascua. Está
presente el pan ázimo, dos copas de vino (en Lc) y unas bendiciones, pero el
significado nuevo dado por Jesús a la comida es el anuncio de su propia muerte,
ya no se conmemorará la salida de Egipto, sino la muerte del Señor como
sacrificio pascual.
La idea del sacrificio pascual la desarrollará más el evangelio de Juan, al mostrar
a Jesús como “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29). El
cuarto evangelio hace coincidir la muerte de Jesús con el sacrificio de los corderos
pascuales. Así en Jn 19,14 al momento de su sentencia a muerte y luego en Jn
19,36 aplicando a Jesús lo prescrito sobre los corderos en las leyes de Ex 12,46 y
Nm 9,12. Es decir, Jesús muere al mismo tiempo en que las familias judías
acudían al templo a sacrificar a los corderos para celebrar la pascua. Esta teología
del cordero pascual del cuarto evangelio, marcará profundamente el cristianismo
primitivo y san Pablo en su primera carta a los Corintios la desarrollará diciendo:
“eliminad la levadura vieja, para que seáis masa nueva ya que sois ázimos,
porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido sacrificado. De manera que
celebramos la Pascua no con levadura vieja, ni con levadura de perversidad y
maldad, sino con ázimos de pureza y verdad” (1Co 5,7-8). Así mismo la primera
carta de Pedro exhorta diciendo: “Sabiendo que habéis sido liberados de la
conducta estéril heredada por tradición, no con cosas corruptibles -oro o plata-
sino con la sangre preciosa de Cristo, como cordero sin defecto ni mancha” (1P
1,18-19). Tanto la carta primera a los Corintios como la primera carta de Pedro
insisten en la importancia del sacrificio redentor de Jesús. Su muerte dada
gratuitamente para todo el mundo tiene un valor expiatorio superior a todos los
sacrificios y leyes del antiguo Israel.
“En la Última Cena, con sus amigos, comparte el pan y distribuye el cáliz «para
nosotros». El Hijo de Dios se ofrece a nosotros, ofrece en nuestras manos su
Cuerpo y su Sangre para estar siempre con nosotros, para habitar entre nosotros”.
(S.S. Francisco, Audiencia general del 27 de marzo de 2013)
“Lo que era un simple gesto, algo hecho ciertamente por amor – el ir al sepulcro -,
ahora se transforma en acontecimiento, en un evento que cambia verdaderamente
la vida. Ya nada es como antes, no sólo en la vida de aquellas mujeres, sino
también en nuestra vida y en nuestra historia de la humanidad. Jesús no está
muerto, ha resucitado, es el Viviente.” (S.S. Francisco, Homilía vigilia pascual 30
de marzo de 2013).
Así concluimos este tema número 13 de la Pascua, la comprensión que tiene el
pueblo de Israel sobre la misma, es lo que le permite encontrar en esta
celebración, en esta fiesta, la acción protectora de Dios que pasa por las vidas de
aquellos que forman parte del pueblo elegido. En el Antiguo Testamento, en aquel
pueblo de Israel, que Dios escogió como pueblo de su propiedad y en el Nuevo
Testamento, en ese nuevo Israel que sufre de la mano con el Mesías que se ha
encarnado, y que se ha convertido en el verdadero Cordero, que es capaz de
reconciliar a la humanidad con Dios y pactar de esa manera de forma definitiva
esa Alianza de amor que redime y salva a la humanidad garantizándole la vida
eterna.
[1] F. Abajo y otros; Dios actúa en la Historia (I), Casa de la Biblia 2010, 83-85.
[2] J. González Echegaray y otros, La Biblia en su entorno, Verbo Divino, 1999,
215-216.
[3] P. Uribe Ulloa, Pascua Judía-Pascua Cristiana, UCSS, 2018, 135-137.
[4] P. Uribe Ulloa, Pascua Judía-Pascua Cristiana, UCSS, 2018, 138-139.
2. TEMA XIV | EL MESÍAS. ESPERANZA DE SALVACIÓN.
El nombre Mesías es una transformación griega del hebreo masiah, que significa
“ungido”. Su traducción usual al griego es Christos, palabra que aparece unas 350
veces en el Nuevo Testamento. En el texto griego de Jn 1,41 se usan ambas
formas: “Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)” (cf. Jn 4,25).
Debido a que un elemento central del cristianismo es precisamente la convicción
de que Jesús era el Cristo (el Mesías esperado por Israel), se ha prestado mucha
atención al estudio de las raíces de las esperanzas mesiánicas judías. La
centralización cristiana en la persona de Jesús, ha llevado incorrectamente a
considerar que el pensamiento judío veterotestamentario se centra también en la
persona del Mesías. Debe tenerse en cuenta que en Antiguo Testamento el
termino “ungido” no se usa nunca para referirse a un salvador o redentor futuro, y
que, en los escritos judíos posteriores, del período comprendido entre e1200 a.C.
y el 100 d.C., solo esporádicamente aparece este termino en relación con agentes
de salvación divina futura.
El uso del termino “Mesías” para referirse a cualquier persona de la que se espera
que introduzca una era de bendición eterna, independientemente de la
terminología usada en las fuentes, puede provocar confusión. Las palabras
“mesiánico” y “mesianismo” tienen un conjunto de significados aún mayor, pues se
usan también para referirse a diversas expectativas de un cambio definitivo en la
historia, sin que sea necesariamente provocado por algún liberador futuro en
particular (incluso se ha llegado a acuñar la expresión “mesianismo sin mesías”).
EL MESÍAS:
En el Antiguo Testamento la denominación de “ungido” se aplica sobre todo a los
reyes; también al sumo sacerdote (y más tarde a todos los sacerdotes). En un
caso aparece aplicado al profeta Eliseo.
1) Reyes Ungidos
Las narraciones sobre la unción de los reyes que presentan los libros de Samuel y
Reyes ponen gran énfasis en la iniciativa divina, en la elección por parte de
Yahveh, lo cual se refleja en la popular expresión “ungido de Yahveh” y las
correspondientes “mi/tu/su ungido”. En 1Sam 24,6-7: “Le remordió a David la
conciencia por haber cortado la orla del manto de Saúl, y dijo a sus hombres:
Líbreme Yahveh de hacer yo tal cosa a mi señor, el Ungido de Yahveh, poniendo
mi mano en él, pues es el Ungido de Yahveh”.
En 2Sam 23,1 David se presenta a sí mismo como “el ungido del Dios de Jacob“, y
el siguiente versículo continua: “El Espíritu del Señor habla por mí, su palabra está
en mi lengua”.
La unción del rey por parte de Yahveh denota la íntima y exclusiva relación entre
el Dios de Israel y el rey al que ha elegido y otorgado el poder de reinar en su
nombre. El rey es, el representante de Dios en la tierra y participa del gobierno
soberano de Dios.
Muy ilustrativa, es también la aplicación que el Deutero-Isaías hace del termino
“Mesías” al rey persa Ciro (que no pertenecía al pueblo de Israel) (Is 45,1), que
recibe de Yahveh la misión y el poder de asegurar la paz y la libertad del pueblo
elegido de Dios (Is 45,1-7); es el pastor de Dios (Is 44,28) donde los reyes
davídicos han fracasado.
2) Sacerdotes ungidos
Además de los reyes, también los sumos sacerdotes reciben la denominación de
“ungido”, como vemos, por ejemplo, en Lev 4,3: “Si fuere el sacerdote ungido
quien ha pecado en detrimento del pueblo, ofrecería a Yahveh por el pecado que
ha cometido un novillo sin defecto en sacrificio expiatorio”.
La unción es un rito de consagración que garantiza un sacerdocio eterno para
Aarón y sus sucesores (Ex 40,15; cf. Ex 29,29; Lev 6,15; 16,32; Num 35,25). La
asamblea de Israel que ungió a Salomón como rey, también ungió a Zadok como
sumo sacerdote (1Cr 29,22), explicitándose así la dualidad de ungidos (rey y sumo
sacerdote), dualidad que repetidamente veremos a lo largo de la historia de la
salvación.
Más tarde, como atestigua en tiempos de los Macabeos. la carta a los judíos de
Egipto y a Aristóbulo, eran ungidos todos los sacerdotes: “Los que están en
Jerusalén y en Judea, el consejo de ancianos y Judas saludan y desean bienestar
a Aristóbulo, preceptor del rey Ptolomeo, del linaje de los sacerdotes ungidos, y a
los judíos que están en Egipto”. (2Mac 1,10)
3) Profeta ungido
Por último, también encontramos al profeta Elías como ungido y a su sucesor
Eliseo. En 1Re 19,16 se dice que Elías ungió a Eliseo como profeta que le
sucediera. La historia de la vocación de Eliseo, sin embargo, no menciona ninguna
unción, sino solamente que Elías impuso su manto sobre él (1Re 19,19-21);
cuando Elías subió al cielo, Eliseo recibió el espíritu de Elías (2Re 2,1-14).
Compárese con Is 61,1, donde el autor profético declara que el Espíritu de Dios
está sobre él, porque Yahveh lo ha ungido. El énfasis en este caso del profeta que
es un ungido, recae no en el rito de la unción, sino en el don del Espíritu de Dios
que recibe.
MESIANISMO Y ESPERANZA MESIÁNICA
Comprender el Mesianismo dentro del Antiguo Testamento, lleva a descubrir cuál
era la esperanza que guardaba el pueblo de Israel. Este es, por tanto, el concepto
de mesianismo en sentido estricto, con la utilización del término técnico “Mesías”,
que vemos aplicado a personajes históricos. Ahora bien, ya hemos dicho que se
entiende por mesianismo en sentido lato la expectación de una era escatológica
de salud, que culmina en el establecimiento de un reino de Dios.
En contraste con el pensamiento cíclico de la antigüedad, la concepción bíblica de
la historia es un proceso único y lógico, con principio y fin, que tiende al objetivo
señalado por Dios. La historia de Israel es una historia de salud, dominada por la
idea de la alianza. Este pensamiento lineal se acentuó en la apocalíptica, cuyo
determinismo histórico es una de las características mas relevantes.
Así, en un constante proceso de reinterpretación bíblica (que no hemos de
considerar exclusivamente como la obra de los autores post-bíblicos, sino muchas
veces también como la de los redactores finales del propio texto bíblico), se buscó
en tradiciones que en su origen estaban vinculadas a hechos históricos para
encontrar en ellas nuevos matices de promesas escatológicas. Este proceso tuvo
su culmen en el Nuevo Testamento, que para sus autores supone el cumplimiento
del Antiguo Testamento. Por ello se ocuparon en rastrear las promesas contenidas
en este e interpretarlas en sentido mesiánico.
La esperanza mesiánica aparece ya en las primeras páginas de la Biblia. En Gen
3 ,14ss se promete a la humanidad caída que, en la lucha entre la mujer y la
serpiente y las descendencias de ambas, la descendencia de la mujer alcanzará la
victoria. A partir de Ireneo, la tradición cristiana ha visto aquí un primer anuncio de
salud, el llamado “proto-evangelio”: de la mujer (María) nacerá la descendencia
(Jesús).
La bendición de Noé sobre Sem (Gen 9,24) anuncia que la salud del mundo ha de
venir de Sem y la familia de pueblos semitas que de el descienden. De ella es
elegido Abraham como representante de la promesa, y en la descendencia de
Abraham serán bendecidos todos los pueblos de la tierra (Gen 12,1-3; 18,18;
22,18).
Tres textos son particularmente importantes como germen de futuros desarrollos
mesiánicos:
a) La bendición de Jacob (Gen 49,8-12) concreta en la tribu de Judá, el origen del
autor de la salud; del cuarto hijo del patriarca surgirá aquel a quien conviene el
cetro y han de rendir obediencia las naciones. En este pasaje se nos presenta al
Mesías como figura regia, cuyo reino será de paz:
“A ti, Judá, te alabarán tus hermanos; pondrás la mano sobre la cerviz de tus
enemigos. Se postrarán ante ti los hijos de tu padre. Judá es un cachorro de león:
has vuelto de hacer presa, hijo mío. Se agacha y se tumba, como león o como
leona. ¿Quién se atreve a desafiarlo? No se apartará el cetro de Judá, ni el bastón
de mando de entre sus rodillas, hasta que venga Shiloh y te rindan homenaje los
pueblos. Ata su asno a la vid y el pollino de su asna a la cepa, lava su ropa en vino
y su túnica en sangre de uvas. Sus ojos están chispeantes por el vino y sus
dientes blancos por la leche”.
El misterioso personaje “Shiloh” ha sido diversamente interpretado, predominando
la idea de entenderlo como “aquel a quien corresponde” la realeza. Que dicho
personaje encierra un germen de interpretación mesiánica lo demuestran las
diferentes versiones del Tárgum, es decir, las traducciones arameas del texto
hebreo que se recitaban en la sinagoga tras la lectura de los pasajes bíblicos en
una época en que el común de la gente no entendía hebreo, y que tanto nos
ayudan a comprender cómo se interpretaba la Biblia en el judaísmo post-bíblico
contemporáneo de Jesús. Estas versiones arameas traducen el controvertido
término directamente por “Mesías”. Así, por ejemplo, el Targum Neofiti, en la
misma línea que Onqelos y pseudo-Jonatan, traducen Gen 49,10 de la siguiente
manera:
“No cesaran los reyes de entre los de la casa de Judá, ni los escribas que
enseñan la ley entre los hijos de sus hijos, hasta que venga el Rey Mesías, del
cual es la realeza, y a él se someterán todos los reinos”.
El Nuevo Testamento (Mt 21,1-9; Mc 11,1-10; Lc 19,28-40; Jn 12,12-19), en el
episodio de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén montado sobre un asno,
hace use de este oráculo de Judá, uniendo las tradiciones de Gen 49,10-11 y Zac
9,9, como acto simbólico de Jesús en calidad de auténtico Mesías.
b) El cuarto oráculo de Balaam (Num 24,15-19) nos lo anuncia como estrella de
Jacob y príncipe guerrero que someterá a todas las hordas enemigas:
“Y profirió su poema y dijo: Oráculo de Balaam, hijo de Beor, oráculo del hombre
de mirada penetrante. Oráculo del que escucha las palabras de Dios y conoce la
ciencia del Altísimo, contempla visiones del Todopoderoso, cae y sus ojos se
abren. Yo lo veo, más no ahora; lo diviso, mas no de cerca. Una estrella ha salido
de Jacob y un cetro ha surgido de Israel. Machacara las sienes de Moab y el
cráneo de todos los hijos de Set” (Num 24,15-17).
La interpretación de las versiones antiguas es mesiánica. “Estrella” (kojab) es
traducida unánimemente al arameo como “rey”, probablemente debido al
simbolismo regio que desde antiguo tienen los astros en el mundo oriental, y
aplicada aquí más concretamente al Mesías de Israel. Lo mismo sucede en el
pasaje neotestamentario de Mt 2,1-12 (cf. Lc 1,78-79), relativo a la estrella que
siguen los magos de Oriente. “Cetro” (shebet) se traduce al arameo por “mesías”
(o también, según otras tradiciones, por “dominador”). Esta interpretación
mesiánica de shebet se basa en la significación del cetro como símbolo del poder
regio, al igual que en el caso de Gen 49,10.
c) La profecía de Natán (2Sam 7,12-16) traslada la esperanza mesiánica a la casa
de David. Yahveh dirige unas palabras al rey, que presentan notables semejanzas
con la ceremonia egipcia de coronación real:
“Y cuando se cumplan tus días y reposes con tus padres, suscitare detrás de ti un
vástago tuyo, salido de tus entrañas, y consolidaré su realeza. El construirá una
casa a mi Nombre y consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para
el un padre y el será para mí un hijo; que, si el se pervierte, le castigaré con vara
de hombre y con golpes de humanos. No apartaré de él mi benignidad, como la
aparte de Saúl, al cual aparté de tu presencia. Y tu casa y tu realeza
permanecerán firmes para siempre ante mi; tu trono será estable por siempre”.
Esta profecía de Natán ha estado siempre subyacente en las múltiples
especulaciones mesiánicas posteriores.
LOS SALMOS REALES: REYES UNGIDOS
En el conjunto de “salmos reales” juega un significativo papel el tema del “rey y su
Dios”, como podemos ver en Sal 2,2:
“Se aliaron los reyes de la tierra y los gobernantes conspiran a una contra Yahveh
y contra su Ungido”.
La imagen mesiánica de los salmos reales se orienta sobre la idea directriz de la
promesa de Natán, a la que probablemente se refiere Sal 2,7:
“Promulgare el decreto de Yahveh: Me Dijo: Mi hijo eres tu, Yo mismo hoy te he
engendrado”.
Algunos autores proponen entender la última frase como: “Yo lo acojo en mi seno
(en señal de adopción)”, fórmula protocolaria de entronización frecuente en el
Antiguo Oriente. Ciertamente Israel toma elementos del estilo de corte y de la
realeza sagrada. Por ser la monarquía en Israel relativamente reciente, el
yahvismo no tenía expresiones apropiadas para ella e irrumpe el estilo de corte de
los pueblos vecinos, para cantar al regente como representante de Yahveh.
Los salmos reales fueran interpretados como referidos al futuro “ungido del Señor”
davídico, cuya venida esperaba el pueblo de Israel. Habrían sido reelaborados y
recibido así un carácter exclusivamente mesiánico y escatológico.
EL REINO DE DIOS
Entender la concepción que dentro del Antiguo Testamento se percibe del Mesías,
implica también entablar una estrecha relación con la concepción de Reino de
Dios. En intima relación con el concepto de Mesías está el de “Reino de Dios”, que
también dista de ser homogéneo. A diferencia de lo que sucede en el Nuevo
Testamento, en el que, sobre todo en Mateo, se menciona repetidamente el “reino
de Dios” o “reino de los cielos”, la expresión “reino de Dios” no figura en el Antiguo
Testamento hebreo y es muy rara en los deuterocanónicos y apócrifos del Antiguo
Testamento, como es rara también en los targúmes y en Filón de Alejandría. Solo
se hace relativamente frecuente en frases estereotipadas de la literatura rabínica.
Su contenido, sin embargo, es un tema bíblico e insistentemente tratado en los
apócrifos judíos.
Aunque el objetivo último del Reino de Dios, es la victoria de Dios sobre los
contravalores encarnados por los ángeles caídos y los hombres perversos, el
objetivo recurrente en la literatura intertestamentaria, es el triunfo de Israel y su
salvación, que comporta la reintegración de todas las doce tribus a la tierra de
Israel. Aunque esta literatura suele otorgar a Israel una salvación colectiva, ello no
sucede siempre así. Para los gentiles, por el contrario, las puertas del reino de
Dios estarán cerradas o, a lo sumo, entreabiertas. La literatura apócrifa mas
antigua, suele contemplar la posibilidad de salvación para los gentiles: 1 Enoc
10,21.
Este Reino de Dios tiene unas características:
a) Reino de Dios enraizado en este mundo. Siempre que se trata de un reino
ligado a los “los días del Mesías”, el reino es intramundano. Los apócrifos más
antiguos suelen contentarse con este reino, por una razón: los profetas y salmistas
no tienen más horizonte que la salvación en este mundo, pues la primera
proclamación de la resurrección aparece en
Daniel, en la primera mitad del s. II a.C. Es lógico que los apócrifos mas antiguos,
contemporáneos del libro de Daniel, aun no tuvieran desarrollado un panorama de
salvación o condenación ultramundanas. El reino de Dios en este mundo se
concibe con una duración ilimitada.
b) Reino mesiánico en este mundo y reino de Dios en el mundo futuro. Algunos
apócrifos hablan de dos reinos de Dios, uno temporal, en este mundo, y otro
definitivo, trascendente, en el otro. El reino temporal es exigido por fidelidad a los
profetas y por compromiso con la tradición del Mesías. La esperanza del judaísmo
popular, y así aparece en varios escritos, se centraba en un reino terreno en el
que el Mesías, hijo de David, tenía un papel preponderante. Y aunque los círculos
apocalípticos negaban en su pesimismo toda posibilidad de salvación en este
mundo, la esperanza mesiánica pesaba tanto que no podían prescindir de ella, por
lo que se vieron forzados a asignar en “este mundo” un lugar al reino terreno del
Mesías. Tanto la teología rabínica como la cristiana aceptan la concepción de dos
reinos seguidos, uno terrestre y otro más allá, pero con diferencias de acento.
c) Un único reino de Dios en el futuro. Hay cierta literatura apócrifa judía que no
contempla más reino de Dios que el trascendente, el del mas allá. En la línea mas
típica de la apocalíptica, se considera que este mundo, es historia dominada por
los poderes del mal y no puede ser ámbito del reino de Dios. Siguiendo esta
lógica, estos autores sacrifican el reino interino del Mesías, que otros admitirán
solo por compromiso con una tradición.
3. TEMA XV | LA CREACIÓN- EL SER HUMANO
La fe veterotestamentaria en la creación cuenta con un texto antológico, que es
también la única cosmogonía presente en la Biblia: Gn 1,1-2,4a. Aunque
aparentemente es sencillo, este texto plantea difíciles problemas interpretativos.
Ante todo ¿En qué clave ha de ser leído? ¿Se trata de una especie de reportaje
retrospectivo de los orígenes que referiría como fueron creados el cielo, la tierra,
los seres? Así fue comprendido durante siglos; la revolución copernicana primero,
las teorías darwinistas de la evolución y las ciencias cosmológicas después,
hicieron inviable este género de lectura. El contraste entre el relato bíblico y los
datos científicos era demasiado espectacular para que pudiera ser absorbido por
armonizaciones concordistas.
Desechada, una interpretación literal del texto, cabe entender el relato no ya como
una página de ciencias naturales que nos informa sobre el cómo de la creación,
sino como una reflexión religiosa, que es de suyo independiente del revestimiento
literario concretamente adoptado, por debajo del cual late algo digno de ser oído y
creído.
Ahora bien, para no ser tildada de oportunista, esta óptica interpretativa ha de
acreditarse desde el mismo contexto bíblico. Es decir, si no se quiere dar la
impresión de un repliegue estratégico ante la ofensiva de circunstancias adversas,
hay que descubrir en la propia Biblia cual fue la intención genuina del autor de Gn
1, qué tipo de mensaje ha querido transmitir y cual es, por tanto, la doctrina que
pretende enseñar. En suma, la primera tarea de una teología bíblica de la creación
ha de ser detectar la perspectiva bajo la que los autores sagrados contemplan la
cuestión.
En realidad, la doctrina cristiana de la creación no podía responder a las
objeciones provenientes de las ciencias de la naturaleza mientras no estuviese en
grado de ofrecer una lectura críticamente solvente del relato bíblico de los
orígenes. Todo ello no fue posible hasta la renovación de la exegesis bíblica y el
empleo de los nuevos métodos hermenéuticos, que liberaron a la teología del
pesado fardo del biblicismo fundamentalista.
Así, mientras no se descubrió que Gn 1,1-2, 4a y Gn 2,4b-3 pertenecían a dos
fuentes literarias diversas, o que la literatura extrabíblica contemporánea de esos
textos narraba sucesos parecidos (creación, caída, diluvio, dispersión de los
pueblos, etc) con parecidas claves simbólicas, su comprensión cabal estaba
bloqueada por obstáculos insuperables. El conocimiento de las cosmogonías de
los pueblos circunvecinos, por ejemplo, ayudo a los exegetas a percatarse de que
los autores de Gn 1-11 no pretendían ser originales en lo tocante a los materiales
empleados en sus relatos; tanto ellos como sus oyentes sabían muy bien que los
materiales no eran nuevos. La originalidad se emplazaba en otro nivel: con sus
versiones, los hagiógrafos se afanaban por tender un puente entre todas aquellas
viejas creencias populares, que se dan cita en sus escritos, y la fe en Yahveh.
1. Antecedentes de la fe bíblica en la creación
Como ocurre en el credo cristiano «(creo en Dios… creador»), también en la Biblia
el contexto propio de la fe en la creación, es la fe en Dios. La pregunta por el
origen de la fe creacionista esta, pues, inseparablemente unida al modo como
Israel concibió a Dios. De aquí hay que partir, por tanto, cuando se indaga en las
premisas de la doctrina bíblica de la creación.
1.1. Un Dios de la historia con poder sobre la naturaleza
Desde hace años, es ya tópica la afirmación de que la fe bíblica en Dios no esta
ligada, como en otras culturas, a la naturaleza sino a la historia. Una muy antigua
profesión de fe israelita, Dt 26,5-10, confirma eficazmente esta singularidad del
discurso bíblico sobre Dios; en ella se recogen una serie de acontecimientos (el
nomadismo miserable, la esclavitud en Egipto, la liberación, la fatigosa conquista y
el final asentamiento en Canaán) que hacen captar a Israel la existencia de un ser,
Yahveh, que cuida de él, lo guía y lo salva.
Pero Dt 26,5 ss. Nos interesa, además, por otra razón; el texto destaca
nítidamente, la inmensa distancia que separa a esta profesión de fe, particularista,
concreta, referida al dios de un pequeño clan, de la proclamación de Yahveh,
como creador del mundo. En el texto, Yahveh es poco mas que un dios doméstico
que cuida de los suyos, un dios junto a los dioses de otros pueblos (Jue 11,24; 1 S
26,19; 2 Re 3,27). ¿Por qué caminos se ha desarrollado este credo primitivo? ¿De
qué modo se logra conectar la historia de Israel con el origen del mundo? ¿Cómo
el dios de un puñado de nómadas pasa a ser Señor del universo? El análisis de
tres pasajes, que se remontan a estratos muy antiguos de la tradición, nos ofrece
un comienzo de respuesta.
En Jos 10,5-13 se recoge un episodio de la conquista de Palestina, del que se dan
dos versiones, una en prosa (vv. 5-10) y otra en verso (vv. 12-13). En ambas se
habla de un acontecimiento extraordinario (un pedrisco, la detención del sol), del
que se deduce un rasgo común: Yahveh interviene en ayuda de su pueblo (vv.
8,14). El modo de concretarse esa ayuda parece accidental; el relato poético, que
hace que el sol interrumpa su trayectoria, es mas hiperbólico. Lo esencial, tanto en
una como en otra versión, es que Yahveh puede influir en el curso de la naturaleza
para salvar a su pueblo. El Dios de Israel se muestra suficientemente poderoso
para manejar a su arbitrio los fenómenos naturales; la naturaleza es puesta por el
al servicio de un designio histórico: la conquista. Así pues, Israel ve en la
naturaleza algo sometido por alguien a los fines de su historia. La cuestión de la
historicidad de la detención del sol es, en este contexto, obviamente
improcedente.
En Jue 4-5 encontramos otro ejemplo de un suceso notable visto en prosa (cap. 4)
y en verso (cap. 5: el cantico de Débora). La versión prosaica se limita a constatar
que la victoria se alcanzó no por los propios recursos de Israel, sino por la
intervención divina: vv. 15,23. El cántico, en cambio, idealiza esta intervención
echando mano de elementos maravillosos; diversas fuerzas naturales,
personalizadas, luchan al lado de Israel (la tierra, las nubes, las estrellas, las
aguas: 5,4-5,19-21). EI rasgo común a las dos versiones, y por tanto lo esencial,
es que Yahveh salva y nada se le resiste; si es preciso, puede causar temblores
de tierra, cataclismos siderales, etc. La naturaleza sirve a Yahveh.
En Ex 15,1-18 se pueden rastrear vestigios del canto triunfal con que los israelitas
celebraron el acontecimiento más importante de su historia: la salida de Egipto. Ha
sido esta gesta gloriosa la que persuadió a Israel de que su dios era un Dios
salvador. La inolvidable experiencia ha quedado impresa para siempre en la
memoria colectiva del pueblo; también aquí todos los elementos naturales se
pliegan dócilmente a la voluntad de Yahveh, que quiere liberar a los suyos (vv.
4.8.10.12). La conclusión se impone: “Yahveh reina» (v. 18; cf. Sal 114).
En estos tres textos se reconoce, sin duda, el poder de Yahveh. ¿No se tratará de
un poder circunstancial, como si él, de vez en cuando (en los momentos críticos),
interviniese sobre la naturaleza? ¿Tendrá también un poder absoluto, ilimitado?
Otra serie de pasajes, en gradación ascendente, nos permitirá responder a esta
pregunta.
1.2. Un poder ilimitado al servicio de la alianza
Yahveh es un dios celeste, idea muy primitiva y común a muchas religiones; el
cielo es a la vez el espacio sagrado y el punto de partida idóneo, para una acción
eficaz sobre la tierra: Gn 28,12-13; Sal 2,4; 20,7; 115,3. De allí desciende para
irrumpir en la historia: Gn 3,8; 11,5; Sal 18,10-11.14-15. Así pues, el poder de
Yahveh no se deja especializar por su localización espacial; él no es el dios del
trueno, o de la lluvia o de los astros; su carácter celeste le confiere una potestad
tan fundamental, incondicionada e inexpugnable que, en rigor, no precisa para
manifestarse de exhibiciones espectaculares; puede hacerse presente no ya en el
huracán o en el temblor de tierra, o en el fuego, sino en la suave brisa (1 Re
19,11-13).
Yahveh no se identifica pura y simplemente con ninguno de los poderes cósmicos.
Cuando se le pregunta quien es, da una respuesta enigmática: “Yo Soy el que
Soy”: Ex 3,14, que re- mite en última instancia a la historia de salvación, no a la
naturaleza. Pero precisamente por eso, su poder se ejerce sin restricciones de
lugar o de instrumentos naturales; Yahveh puede intervenir en cualquier parte y
usar como vehículo cualquier clase de fenómenos, desde los mas violentos e
insólitos a los más pacíficos y cotidianos.
Y así, la idea de este poder no especializado ni localizado conlleva la de un poder
que a la postre se revela como ilimitado y universal. EI que está en el cielo supera
absolutamente la tierra: “Álzate, oh Dios, sobre los cielos; sobre toda la tierra, tu
gloria” (Sal 57,6); “re- conoce, pues, hoy y medita en tu corazón que Yahveh es el
único Dios allá arriba en el cielo, y aca abajo en la tierra” (Dt 4,39).
¿Qué concluir de los textos examinados hasta aquí? Al menos, que la imagen de
Dios que en ellos se nos transmite contiene virtualmente la idea de creación. Si
Yahveh reina sobre todo y lo puede todo, ¿no será porque lo ha hecho todo? Los
pasajes que acabamos de recorrer, vistos en conjunto, parecen implicar una
primera fase de la fe en la creación.
EI atributo divino principal que late en estos textos no es tanto la omnipotencia
cuanto la bondad de Yahveh. En efecto, bajo los diversos episodios y
manifestaciones de su poder discurre una especie de idea que se repite: la
promesa a Abraham será cumplida. He ahí que la salida de Egipto, las vicisitudes
de la conquista, las plurales irrupciones de Yahveh en la historia, certifican. En el
fondo, pues, el concepto teológicamente primario es el de alianza, no el de
creación. Yahveh ha escogido a Abraham y le promete un pueblo y una tierra: Gn
12,1-4. La promesa será ratificada por un pacto (Gn 15,1-21; 17,1-8); en virtud de
esta alianza, Dios elige a Israel. Podría haber elegido a otros pueblos, pues todas
las naciones y la tierra entera le pertenecen, pero amo más a Israel: Dt 7,6-9.
Este sería un primer concepto teológico, explícitamente acuñado por la fe israelita:
la alianza. Antes de formular una doctrina creacionista expresa, Israel se apercibió
reflejamente de que su Dios se había creado un pueblo gratuitamente, de la nada.
En esta labor de creación del pueblo, Yahveh desplego un poder ilimitado: de un
conjunto de esclavos hizo una nación poderosa; a unas cuantas familias nómadas
dio una rica residencia estable. Y todo ello pasando por encima de enemigos
poderosos y dificultades sin cuento.
Esta preeminencia de la idea de alianza, sobre la de creación, tiene su correlato
lógico en la liturgia; la fiesta principal de Israel no es, como ocurría en otros
pueblos vecinos, la celebración del día de la creación, sino la Pascua,
conmemoración de la alianza: Ex 12,14. Ahora bien, la misma idea de alianza
tenía que provocar, tarde o temprano, la explicitación de la idea de la creación,
una creación comprendida en el horizonte teológico diseñado por la alianza.
2. De la fe implícita a la fe explicita: los profetas del exilio
Si, como se sostiene comúnmente, las tres doxologías de Amos (Am 4,13; 5,8-9;
9,5-6) en las que se menciona el hecho creador son adiciones posteriores,
introducidas para el uso litúrgico, Jeremías sería el primer profeta que habla
explícitamente de creación: Jer 32,17; 33, 25-26. Pero va a ser el Deuteroisaias
quien desarrolle sistemáticamente la idea como elemento conductor de su
mensaje profético: el “libro de la consolación” (Is 40 ss.). El destierro ha
desencadenado una profunda crisis de fe y confianza entre los israelitas: ¿acaso
Yahveh no puede salvar ahora a su pueblo como lo salvo una vez en Egipto?
¿Será que su poder es, después de todo, limitado? EI profeta responde a estos
interrogantes con una enfática proclamación de confianza: la fuerza de Yahveh no
conoce límites; lo mismo que liberó al pueblo de la esclavitud de los egipcios,
volverá a salvarlo ahora; lo mismo que se creó un pueblo de la nada, lo recreará
de nuevo. Esto es posible y cierto porque Yahveh es el todopoderoso, el creador
de cielo y tierra.
Como se ve, la explicación de la fe en la creación es tardía. Se produce en una
concreta circunstancia histórica y responde a motivos estrictamente religiosos: es
la fe tentada de incredulidad, desalentada por el desastre histórico del destierro,
desafiada por la cultura pagana de Babilonia y su liturgia cosmogónica, lo que va a
provocar la emergencia del hecho de la creación en la conciencia creyente del
pueblo. Aun así, el tema sigue siendo secundario; su utilización esta en función de
la idea fundamental, la alianza. La creación del cosmos es un contrapunto la
recreación de Israel; los motivos concomitantes continúan siendo los propios de la
teología de la alianza: la revelación histórica de un Dios amoroso y fiel.
Los rasgos más destacados de esta teología profética de la creación son:
a) Si Dios puede decidir el fin de todo, es porque todo tiene en él su principio.
b) Es a este poder omnímodo al que los profetas remiten para confortar la fe de
Israel en la alianza.
c) Además de servir para sostener la confianza decaída, la potestad creadora de
Yahveh se esgrime como argumento, para superar la tentación de idolatría;
mientras que los dioses de los gentiles son hechura de hombres, los hombres y el
resto de los seres son hechura de Yahveh.
d) Para denotar la acción creadora exclusiva de Dios, se emplea un termino
técnico: es el verbo “bara”.
e) En varios lugares se habla de la creación por medio de la palabra.
Durante muchos siglos, el hombre bíblico no necesito formular como artículo de fe
el “creemos en un Dios creador de todo”. Que Dios fuese el origen de la realidad
era algo tan obvio e indiscutible que no precisaba ser sancionado
dogmáticamente.
3. El ser humano: culmen de la acción creadora de Dios.
En Gn1, 26-30, encontramos como la acción creadora de Dios llega a su clímax
con la creación del hombre, “a imagen y semejanza de Dios”. De esta acción
creadora cabe destacar:
a) El encargo que se le confiere al hombre (representar al creador en cuanto
imagen suya; ejercer en su nombre un dominio señorial y unas tareas de gobierno
sobre el resto de la realidad creada) otorga a la doctrina creacionista bíblica, un
carácter de novedad revolucionaria; la creación se corona con el surgimiento de
un concreador; el mundo salido de las manos de Dios, no es una magnitud
cerrada y conclusa; mas bien pasa ahora a manos del hombre para que este la
perfeccione y dirija hacia su fin.
b) El verbo “bara”, que hasta el momento ha sido empleado con parquedad
extrema -solo dos veces- se usa masivamente en el v. 27; este triple “bara”
responde bien a la preocupación, casi obsesiva, de la Fuente Sacerdotal por la
ortodoxia. Es cierto que el hombre es “imagen de Dios”, “casi como un dios” (Sal
8,6); con todo, la soberana transcendencia divina ha de quedar fuera de toda
duda.
Entre Dios y su imagen continúa interponiéndose una distancia inconmensurable.
Por muy semejante que Dios haya hecho al hombre, este no es, en última
instancia, sino criatura suya.
BIBLIOGRAFÍA:
1. F. Abajo y otros; Dios actúa en la Historia (I), Casa de la Biblia, 2010.
2. J. González Echegaray y otros, La Biblia en su entorno, Verbo Divino, 1999.
3. P. Uribe Ulloa, Pascua Judía-Pascua Cristiana, UCSS, 2018.
4. L. Vegas Montaner, Mesianismo y Milenarismo en el comienzo de nuestra era,
Universidad Complutence de Madrid, 2017.
5. A. González y otros; Historia, Narrativa y Apocalíptica, Verbo Divino, 2000.
1. TEMA XVI | PROTAGONISTAS EN EL PUEBLO DE ISRAEL - PARTE 1
Al ir profundizando en el conocimiento del Antiguo Testamento, los invitamos a
realizar un viaje, que será como recorrer a grandes pasos la Historia de la
Salvación, de la mano de los Protagonistas importantes del Pueblo de Israel;
desde Adán hasta el Señor Jesús, el Mesías; y a través de todos estos
personajes, grandes amigos de Dios, de la contemplación de sus rostros y al
acercarnos a sus vidas y obras, podremos descubrir como Dios se hace presente
en cada acontecimiento y porque Él es el que va interviniendo, siguiendo un plan
desde la creación hasta el fin de los tiempos. Esta historia de la Salvación está
marcada por tres componentes muy importantes: Dios, el pueblo elegido y la
Alianza.
En esta historia de amor entre Dios y el hombre, se va narrando o haciendo
memoria, quien es Dios y cómo a pesar de la desobediencia de los hombres y las
infidelidades de su pueblo sigue firme su amor por la humanidad. De igual forma
se nos muestra como en determinados momentos Dios se valió de hombres para
que el pueblo se volviera a encaminar en la historia de la salvación
Eva:
“El Señor Dios dijo: “no es bueno que el hombre esté solo; le daré una ayuda
apropiada”… De la costilla tomada del hombre, el Señor Dios formó a la mujer y se
la presentó al hombre, el cual exclamó: “Esta si es hueso de mis huesos y carne
de mi carne. Su nombre será Hembra, porque ha sido tomada del hombre” Por
eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer… El hombre
llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los vivientes” (Gen 2,18, 3,20)
La madre del género humano
Eva aparece en la iconografía como una joven, junto a Adán en el paraíso terrenal,
con los atributos de la serpiente y de la manzana. Además del pecado y de la
tentación, es conocida también la escena de su creación de la costilla del hombre.
Eva significa mujer en cuanto madre y se llama así porque es vida y da la vida.
Todo ser viviente proviene de una Eva, de una madre. En el nombre de Eva se
expresa una de las vocaciones más altas de la mujer. Pero existe otra, la de
compañera del hombre y esposa. El relato del Génesis presenta un atractivo
cuadro. El primer hombre está solo y Dios quiere darle un tú con el cual pueda
hablar recibiendo respuesta, amar y ser amado, mirar a los ojos y ser
comprendido.
Adán Jesús, el nuevo Adán
Adán fu tentado por el diablo y cayó Jesús fue tentado por el diablo y venció
Eva permite a Adán ser pareja, constituir una comunidad de vida, de intereses y
de amor. En la unión con la mujer, como con sus semejantes, el hombre descubre
un aspecto de su vocación completa, su ser en sociedad, en comunión, en
amistad, en compañía. En la escena un tanto simple pero eficaz de Dios que
anestesia al hombre, el relato bíblico presenta a Dios extrayendo una costilla del
costado de Adán, quien, al verla, con los ojos bien abiertos y la voz temblorosa
entona el primer canto de amor del hombre a la mujer: esta es mía porque es
como yo, carne de mi carne y hueso de mis huesos.
Eva, seducida y seductora, es una metáfora. El texto quiere decirnos sobre todo
que los seducidos son el hombre y la mujer. La seducción, la capacidad de ser
inducido a abrazar lo que realmente está mal, pero que se presenta con la
maliciosa apariencia del bien, es el misterio del hombre. La expulsión del paraíso
indica precisamente esa situación de lejanía de Dios que cualquier pareja tiene
que afrontar. Pero Dios no los abandona. Ellos esconden su desnudez tras hojas
de parra y Dios les da unas túnicas de piel para vestirlos. Esta nueva metáfora
evoca el interés de Dios por sus criaturas, su perdón, el volver al camino.[5]
[1] Catecismo de la Iglesia Católica numeral 289
[2] Comprender las escrituras Didache Series. Pagina 52,54
[3] Curso de Biblia Padre Eduardo Sanz. OCD Lección 60 y 99
[4] Cien rostros de la Biblia para la contemplación. Juan Antonio Carrera
[5] Cien rostros de la Biblia Página 64
3. TEMA XVI | PROTAGONISTAS EN EL PUEBLO DE ISRAEL - PARTE 3
3. NOÉ
Esta es la historia de Noé: Noé era un hombre justo e íntegro y entre sus
compañeros seguía los caminos de Dios. Engendró tres hijos: Sem, Cam y Jafet.
La tierra estaba corrompida delante de Dios y llena de violencia. Dios miró a la
tierra y vio que estaba corrompida, porque todo mortal se había corrompido en su
conducta. Dios dijo a Noé: “He decidido acabar con todo ser viviente, porque la
tierra está llena de violencia por culpa de los hombres…” (Gen 6,9-13)
El arca de Noé y el diluvio
Noé fue un hombre bueno en una época de mucha maldad y violencia. La
iconografía de Noé y del arca es muy rica, por razones litúrgicas y simbólicas,
sobre todo en el arte funerario. La paloma que lleva una rama de olivo es un
atributo frecuente de este personaje.
Como Adán, Noé es también una figura simbólica, que se reencuentra con todos
aquellos individuos que se distinguen por su honradez y corrección moral en
medio del mundo o de una sociedad corrompida a gran escala. En el relato bíblico
Noé, un creyente y un observante, es el protagonista en la historia del diluvio. Dios
premia su santidad preservándole, a él y a su familia, del exterminio de la
humanidad.
Noé siguió las instrucciones que Dios le había dado y construyó un arca, una
enorme nave de 133 metros de larga, donde se salvarían de las aguas él y su
mujer, sus tres hijos con sus respectivas mujeres y una pareja de todos los
animales. Terminada la operación, Dios abre las cataratas de los cielos y deja
descender la lluvia sin interrupción. Además de la lluvia, también los océanos
inundan la tierra, de modo que el agua sumergió incluso las montañas más altas.
El arca flotó hasta que cesó el diluvio y se detuvo en una montaña.
Después del diluvio, los supervivientes se esfuerzan en reconstruir una nueva
vida: tanto los hombres como los animales salidos del arca constituirán una
humanidad nueva, como una segunda creación, con la cual Dios puede comenzar
una historia diferente. En efecto, la continuación es como el alba de un día
totalmente distinto. Noé se apresuró a construir un altar al Señor, sacrificó en él
animales puros y su sacrificio subió como perfume agradable hasta Dios, que se
comprometió a no exterminar al hombre de la faz de la tierra y a no turbar en
adelante el equilibrio estacional. Dios hizo una promesa a Noé para todos los
tiempos, Jamás volverá a enviar un diluvio para destruir a todos los seres vivos, El
arco iris quedó como signo de la promesa. Noé vivió muchos años y sus hijos
fueron los antecesores de todas las naciones.[1]
Hay diez generaciones desde Noé hasta Abraham [Noé, Sem, Arfaxad, Shela,
Eber, Peleg, Reu, Serug, Najor, Terá, Abraham]
4. ABRAHAM Y LOS PATRIARCAS
Abraham
“Yo estableceré un pacto contigo: te multiplicaré inmensamente”. Abran se postró
rostro en tierra y Dios continuó diciendo: “Este es mi pacto contigo: Tú llegarás a
ser padre de una multitud de pueblos. No te llamarás Abrán, sino Abraham,
porque yo te constituyo padre de una multitud de pueblos… Te daré a ti y a tu
descendencia después de ti en posesión perpetua la tierra en la que habitas ahora
como extranjero, toda la tierra de Canaán. Yo seré vuestro Dios” (Gen 17,2-8)
El Padre de los creyentes
Abraham ha sido representado en diferentes modelos iconográficos y plasmado
dentro de las más dispares páginas literarias y musicales. Es el prototipo de
creyente cuya fe en la Palabra de Dios es inquebrantable, cuya justicia es fiel,
cuya fe en el Dios exigente y trascendente es absoluta. La historia de la vocación
de Abraham comienza con el capítulo 12 del libro del Génesis, con un prólogo
construido sobre la reiterada repetición del verbo “bendecir” y sobre el esquema
de una vocación ritmada por la orden divina y su ejecución. Más adelante el Señor
le hace una promesa de descendencia, promesa que el patriarca acoge con
fuerza.
Sin embargo, la dialéctica luz-oscuridad, propia de la fe, pronto entrará en acción,
pues Abraham es viejo y Sara, su mujer, menopáusica. La tensión se resuelve
recurriendo a la praxis oriental del hijo tenido con la esclava de la mujer. Ismael,
nacido de Agar, es a todos los efectos hijo oficial de la pareja que domina el clan.
Pero Dios pone todo en discusión reproponiendo una vez más la promesa de un
hijo nacido directamente de Sara. La oscuridad vuelve, y de la incredulidad del
patriarca proviene Isaac, el hijo nacido de Sara.