Cautiva Del Dragon
Cautiva Del Dragon
Cautiva Del Dragon
es ser sexy.
En su mundo, me arroja a sus compinches. Dice que uno de estos rudos bárbaros será
mi pareja y, además, que debo dar a luz a su hijo.
Casi no puedo creerlo, pero mi palabra no cuenta para nada aquí.
De repente, sin quererlo, empiezo a arder de pasión hacia mi captor, con sus
músculos duros como el acero y él parece sentir lo mismo. Sin embargo, insiste en
que debo cumplir las órdenes de otra persona y servir de máquina reproductora.
Lo juro ¡Conmigo no!
Los acontecimientos se descontrolan cuando mi nuevo hogar se ve sacudido por una
guerra y a la vez, amenazado por desastres naturales.
Cuando la situación llega a un punto crítico, este guerrero, el único al que daría mi
alma en todo el universo, abre un camino completamente nuevo.
Sé con certeza que podría ir con él. Pero ¿cambiará de opinión?
Siempre mantiene su mano protectora sobre mí, pero no está dispuesto a hacer más
que eso. ¿Cuándo se dará cuenta finalmente de que juntos podemos conseguir mucho
más?
Este planeta ajeno pronto dejará de ser el mismo y con el compañero adecuado a mi
lado, podría desafiar todos los rigores de este duro mundo.
Tengo que encontrar una nueva fuerza, porque mis antiguos valores ya no se aplican
aquí.
Y lo admita o no, pertenezco a este salvaje. Y sus acciones demuestran que, ha
reconocido este hecho en lo más profundo de su ser.
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Annett Fürst
ePub r1.0
Titivillus 03-03-2024
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Título original: Die Gefangene des Drachen
Annett Fürst, 2021
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Para todos,
que desean ver un dragón.
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Prólogo
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hombre. Si realmente estuviese interesado en Nadine, debería tomarla y besarla
apasionadamente en medio de la calle.
Nadine sonrió para sí misma. Susanne seguía suspirando por su marido con total
devoción, incluso, después de tanto tiempo, una idea que ella misma había calificado
de bastante extraña. Ningún hombre conseguiría provocar una reacción semejante en
ella.
Decidió irse a casa a pasar el día. Sin su asistente, se había sentido extrañamente
frustrada. Un baño caliente y un buen vaso de vino, en este momento, le vendrían
bien.
Nadine tomó su cartera y se había dirigido al estacionamiento subterráneo, donde
la esperaba su BMW gris plateado.
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Capítulo 1
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Él había podido esconderse fácilmente detrás de los enormes pilares y cuando
todo ya estaba silencioso. Aburrido, se había sentado en la parte delantera de un
coche gris plateado ya que, era casi del mismo color que su larga trenza. Se había
balanceado un poco hacia arriba y hacia abajo. No le había importado que el metal
cayera al suelo con un chirrido y que algunas partes crujieran.
Él sonrió, ya que la gente no parecía ser especialmente fuerte, si sus medios de
transporte estaban tan mal construidos.
—Dime ¿has perdido la cabeza o qué?
A su lado había una mujer que parecía estar a punto de sacarle los ojos.
—¡Qué le has hecho a mi coche, demonio! —Se paseó a su alrededor, sacudiendo
la cabeza mientras examinaba los fragmentos que había a su alrededor.
Levantando el dedo índice, se acercó a él amenazadoramente.
—Me compensarás por los daños. No te muevas ¡Llamaré a seguridad
inmediatamente!
Mientras ella rebuscaba en su cartera, él había aprovechado para mirarla más de
cerca.
La mujer era alta, tanto que él la superaba por apenas dos cabezas.
Él era más alto que la mayoría de sus compañeros de Clan y, debido a eso, las
mujeres solo le llegaban como mucho por debajo del pecho. Esta era una de las
razones por lo que no quería una pareja. Todas parecían tan frágiles y la idea de
aplastarlas, tal vez, en una unión sexual amortiguaba su deseo.
Sus ojos brillaban con el mismo gris que se posaba sobre las montañas de su tierra
natal cuando se anunciaba una tormenta de nieve. Bajo la blusa sobresalían unos
pechos perfectos, que él podría rodear con una de sus enormes manos. Su cintura, en
cambio, era estrecha formando una clara transición hacia sus caderas bien
redondeadas. La ajustada falda se ceñía a sus largas y torneadas piernas, en cuyas
pantorrillas pudo ver cómo se contraían los músculos.
¡Qué buen espécimen! Los guerreros se pelearían por ella, ya que esta mujer
garantizaba una descendencia fuerte que desafiaría los rigores de las montañas con
facilidad. Por alguna razón, su virilidad se agitó ante este pensamiento. Se apretó con
fuerza contra su pantalón y había sentido una necesidad urgente de montar en ese
mismo momento a la mujer.
Enérgicamente, apartó el impulso de agarrarla. Ella no estaba destinada a él, y si
la tomaba ahora, estaría traicionando a su futuro compañero. O bien, después de todo,
cedería a su lujuria, pero entonces tendría que quedarse con ella, cosa que no se sentía
atraído a hacer en absoluto.
Mientras tanto, la mujer parloteaba en una caja negra que sostenía junto a su oído.
Mientras lo hacía, golpeaba impacientemente el suelo con su asombrosamente
pequeño pie que, al igual que el otro, estaba metido en unos zapatos negros y planos
que se estrechaban en punta en la parte delantera.
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—Sí, en el estacionamiento subterráneo, sección C justo al lado del ascensor. —
Luego lo miró con detenimiento de la cabeza a los pies.
—Traigan cuatro o mejor aún, cinco hombres fuertes. —Volvió a deslizar el
dispositivo en su bolsillo con sus largos dedos, con las uñas pintadas de un llamativo
rojo.
—Bueno, ahora tú, amigo. —Ella se encabritó frente a él, pero Jaryk sonrió y
siguió apoyándose despreocupadamente en el coche.
—¿Identificación? —Exigente, le había tendido la mano.
No sabía qué se suponía que era eso, así que ladeó la cabeza en señal de
interrogación.
—Tu identificación, la pequeña tarjeta cuadrada con tu nombre. —No le gustó
nada su tono cínico. La mujer aún no había aprendido su lugar.
Él se puso de pie y, aunque ahora tuvo que estirar el cuello para mirarlo a los ojos,
no retrocedió ni un centímetro.
—Me llamo Jaryk —le espetó bruscamente, a propósito.
Sin embargo, no consiguió el efecto deseado, ya que ella seguía sin apartarse de
él.
—¿Jaryk qué? —Ante eso, ella enarcó una ceja y lo miró como si estuviera
hablando con un tonto.
Alargó un dedo, lo colocó bajo su barbilla y lo elevó un poco más.
—Primero dime cómo te llamas.
Ella le apartó la mano de un manotazo y le abroncó.
—Bueno, si quieres saberlo, me llamo Nadine Stiehmann. —Luego añadió—:
Soy abogada.
Echó la cabeza hacia atrás triunfalmente, haciendo que su cabello rubio hasta los
hombros, que antes había recogido cuidadosamente detrás de las orejas una y otra
vez, rebotara alrededor de su cabeza.
—Tus palabras no tienen sentido para mí, mujer. —Estaba claro que ella había
querido provocar una reacción en él, como lo demostraba ahora su expresión confusa.
Sin embargo, inmediatamente después, se sonrojó y empujó la barbilla hacia delante
con beligerancia.
—¡Mujer! No soy una mujer… ¿De qué pueblo de mala muerte te has escapado?
—Ante esto, dejó que sus ojos se deslizaran con desdén por su camisa de cuero hasta
sus piernas, que llegaban hasta las rodillas con suaves pieles y envueltas fuertemente
con correas de cuero. Levantando la cabeza, su mirada se detuvo en el bulto
claramente visible entre sus piernas.
De repente, Jaryk se dio cuenta, de que estaba disfrutando de esta riña y de que su
cuerpo le estaba jugando una mala pasada, ya que su erección no cedía.
—¡Increíble! —la oyó quejarse.
—¡No solo eres un gamberro, sino un libertino! —De hecho, en ese momento,
estaba caminando hacia atrás unos cuantos pasos.
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—Ts, ts, ts. —Él la amenazó con su dedo índice—. ¡Bastante atrevida!
Desplegó sus alas y le sonrió diabólicamente.
Por primera vez, ella se había quedado sin palabras ante esta visión y él la sujetó
del brazo.
—Un libertino, tal vez, pero seguro soy un Guerrero Dragón de Lykon.
La atrajo hacia él, envolviéndola con sus alas y se concentró en sacar la energía
que corría por su cuerpo hacia el exterior. Cuando estaban completamente envueltos
en él, abandonó la Tierra. Si alguien se hubiera dado cuenta, solo habría visto el breve
destello generado por el campo de fuerza que los catapultó entre el espacio y el
tiempo.
Apenas un segundo después, bajó flotando suavemente en su tierra natal. Cuando
sus pies tocaron el suelo helado y unos cuantos copos de nieve tardíos, se deslizaron
silenciosamente sobre sus hombros, la liberó de sus alas.
La miró a la cara y al momento siguiente, recibió una sonora bofetada.
—¡Quítame estas… estas… estas cosas de encima! —le gritó a todo pulmón.
Jaryk estaba inevitablemente impresionado. Esta mujer no le gritaba de miedo,
sino que estaba enfurecida. Estaba tan fuera de sí, que ni siquiera se había dado
cuenta de que ya no estaba en el sótano.
No había forma de evitarlo, él tenía que darle una lección de inmediato, por
haberse comportado de forma tan inapropiada. La tomó y le dio unos buenos azotes
en su adorable trasero, a lo que ella protestó con fuerza, pataleando salvajemente.
Cuando la puso de nuevo en pie, ella empezó a darle puñetazos en el pecho.
Mientras lo hacía, gritó.
—¡Te voy a dar una paliza, tú…!
Sus golpes no le hacían daño, pero las intrincadas líneas de su pecho, innatas en
todos los Guerreros Dragón, se convirtieron instintivamente en una capa protectora
de metal. Cuando se dio cuenta de que ya no estaba machacando la piel y los
músculos bajo la camisa de él, la calma finalmente volvió.
Le sujetó las muñecas, que seguían crispadas como si no quisieran comprender la
inutilidad de lo que estaba haciendo.
—¡Ya basta, mujer!
Parpadeó brevemente y por el momento, pareció admitir su derrota.
La hizo girar por los hombros para que pudiera echar un primer vistazo a su
futuro hogar. Quería permitirle eso, antes de llevarla a la gran casa de reuniones,
donde los otros guerreros ya esperaban su regreso.
Por alguna razón desconocida, esperaba que a Nadine le gustara lo que viera.
Jaryk amaba su hogar, aunque la mayoría de los demás Guerreros Dragón no sentían
predilección por las gélidas alturas de las montañas de Lykon.
Aunque la primavera estaba a la vuelta de la esquina, la nieve seguía cubriendo
todas las cumbres y podías hundirte en ella hasta los muslos. En la roca más cercana,
que se elevaba casi hasta las nubes, se precipitaba una cascada en verano, sobre la
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que brillaba entonces un arco iris. Ahora, sin embargo, seguía congelado y brillaba
tanto al sol, que dolían los ojos al mirarlo por demasiado tiempo.
Sus casas en la meseta rocosa fueron construidas por los obreros contratados de
sus vecinos, como ocurría con todos los clanes. Sin embargo, había una diferencia.
Los sillares marmoleados de color marrón estaban huecos en el centro, a diferencia
del método de construcción habitual, y cada vez que se añadía otro a la pared, el
espacio hueco se llenaba con las energéticas Piedras de Pyron, que luego irradiaban
calor constantemente, calentando el interior durante décadas.
Jaryk no podía imaginar nada más acogedor que sentarse en su cálida casa,
cómodamente, en una tormentosa noche de invierno, observando la salvaje nevada
por la ventana con una jarra de cerveza.
Miró a la mujer, que obviamente no compartía su entusiasmo por el escarpado
paisaje montañoso. Su boca estaba abierta, y sus ojos grandes reflejaban horror,
mientras parecía procesar lo que acababa de ver.
—Que fri… fri… frío.
Jaryk se reprendió por ser un tonto. La mujer se moriría de frío aquí afuera. Sus
finas ropas no le ofrecían ninguna protección y sus dientes castañeaban tan
violentamente que apenas podía hablarle. Además, sus labios, que debían ser tan
rojos, empezaban a volverse azulados. La levantó en brazos y la llevó
apresuradamente a la cálida casa de reuniones. Solo necesito un momento, para que el
color volviera a su pálido rostro e inmediatamente su resistencia se agitó nuevamente.
Justo cuando estaba pensando en lo dura que era esta mujer, saltó de sus brazos y
le siseó.
—¿Qué es esta tontería? Exijo que me lleves a mi coche inmediatamente.
De decenas de gargantas surgieron estruendosas carcajadas cuando su gente se
percató del espectáculo.
—¡No tienes nada que exigir aquí, mujer de la Tierra! —Payx, el líder de su Clan,
se acercó a ellos y Jaryk le rindió pleitesía golpeando su pecho con el puño derecho.
—Como se me ha ordenado, he capturado a esta mujer para el Clan. Encárgate de
ella. —Dio un paso atrás, poniendo la responsabilidad de la mujer en manos de su
líder.
Él no dudó y le arrancó la ropa a Nadine para que se quedara desnuda delante de
todos. Jaryk sonrió, porque ella hizo exactamente lo que él esperaba que hiciera, pero
el líder del Clan no.
Le dio una patada a Payx en la canilla y le gritó.
—¡Te voy a matar, hijo de puta!
El líder del Clan la sujetó bruscamente del cabello, la arrastró detrás de él y la
abofeteó con fuerza en la cara. Luego la arrojó a los pies de los guerreros reunidos.
A Jaryk le disgustó este trato. Esta mujer era muy valiosa para el Clan y él no
había emprendido este viaje para que Payx la arrojara como un pedazo de tierra.
Además, no se debía violentar a las mujeres, cuando él la había castigado antes, había
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sido más bien un castigo simbólico y no uno realmente doloroso. Más allá de eso,
esta mujer le gustaba y le agradaba que no cediera tan fácilmente. Simplemente se
merecía algo mejor.
Por otro lado, le debía obediencia a su jefe de Clan. Por lo tanto, solo esperaba
que no volviera a ponerle la mano encima. Apretó los puños a los lados, pero por lo
demás se contuvo.
Los otros guerreros habían empezado a hacer sus apreciaciones, mientras Nadine
se esforzaba por cubrir su desnudez con las manos. Como una yegua salvaje que
acaba de ser atrapada, se retorcía y giraba excitada en círculos, mientras intentaba
evitar las codiciosas manos de los miembros del Clan.
Estos de forma experta, palpaban sus caderas, evaluaban el tamaño de sus pechos
e intercambiaban comentarios en voz alta sobre cómo ella sería un recipiente
adecuado para una descendencia. Payx sonrió con suficiencia ante esto, ya que quería
que pareciese que el Clan le debía a esta mujer solo a él.
Al final no le había importado. Él había cumplido con su deber y si volvía a
ocurrir que uno de ellos fuera enviado a la Tierra, simplemente se mantendría al
margen.
En la casa de reuniones había estallado una acalorada discusión sobre a quién
debía adjudicarse la mujer. Los puños y las alas se agitaron para sacarse fuera de la
carrera.
Jaryk pensó que había llegado el momento de abandonar a Nadine a su suerte.
Pero cuando la miró por última vez, sus ojos cordiales ardieron en su piel como las
gotas afiladas de la lluvia helada de finales de otoño. Simplemente no podía entender
lo que le estaba pasando. La mujer tenía una fuerte fuerza de voluntad, pero por el
modo en que la estaban tratando ahora, acabaría rompiéndose y con ella, todo lo que
la hacía tan única.
—Eso sería realmente un desperdicio —murmuró, marchando entre los hombres
que se peleaban.
Agitó las alas un par de veces y luego rugió.
—¡Es suficiente! Tenemos mejores formas de resolver estas disputas ¿no es así,
Payx?
El líder del Clan que, hasta ese momento, había observado muy divertido,
obviamente no apreció su interferencia. Sin embargo, los guerreros del Clan se
separaron y asintieron.
—Claro que sí, pero un poco de diversión no hace daño, Jaryk. —Payx lo miró
como si no quisiera poner fin a todo aquello, demostrando al mismo tiempo su
superioridad.
La diversión era a costa de la mujer, y para el gusto de Jaryk eso era indigno para
un Guerrero Dragón, y además cruel, solo que sus manos estaban atadas.
Para su alivio, el líder del Clan cedió.
—De acuerdo. Por ahora, ponla en algún lugar. Mañana decidiré qué hacer.
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Jaryk volvió a tomar en brazos a la mujer, que temblaba de indignación, y la sacó
de la casa de reuniones para ponerla a salvo.
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Capítulo 2
Era extraño sentirse tan ligera. El tal Jaryk la había cargado en brazos como si fuera
una niña que no pesa mucho. Ningún hombre la había levantado antes, simplemente
por su tamaño. Al contrario, solo unos pocos hombres se habían animado a acercarse
a ella. Nadine siempre lo había atribuido al hecho de que parecía intimidar a los que
podían estar interesados, porque a menudo tenían que mirar hacia arriba.
De adolescente, eso la había molestado, pero ahora utilizaba su altura en su
beneficio. Muchos de sus colegas de profesión evitaban una disputa con ella, ya que
odiaban ser tratados de manera despectiva.
En cualquier caso, no había sido capaz de intimidar a este salvaje, y otro hecho la
había sorprendido, se sentía segura en sus brazos.
Nadine parpadeó un par de veces al darse cuenta nuevamente de que ya no estaba
en el estacionamiento subterráneo. ¿Cómo había llegado hasta aquí? Quizá era un mal
sueño y estaba dormida en su bañera caliente después de haber bebido demasiado
vino. Pero no recordaba haber abierto una botella del caro merlot del que siempre
tenía dos o tres botellas en casa.
Oyó que una puerta se abría y volvía a cerrarse. La acostaron sobre una piel suave
y, mientras se preguntaba por qué los finos pelos le hacían cosquillas en la piel,
recordó lo que había pasado.
Un tipo rudo le había arrancado la ropa y otros de su clase la habían manoseado.
Habían intercambiado comentarios obscenos, tocándola en sus lugares más íntimos.
De repente, volvió a estar muy despierta. No estaba soñando ¡Todo esto era real!
Nadine lo pensó por un momento. Los hechos eran claros. El gigante que había
destruido su hermoso coche nuevo debió drogarla. Luego la había arrastrado a este
horrible lugar, donde evidentemente la ley y el orden aún no se habían impuesto.
Rápidamente se miró los brazos, buscando una marca de pinchazo. ¡No se veía nada!
Tal vez había utilizado algún tipo de gas, pero no importaba. Ahora buscaría su
salvación en una rápida huida.
De un salto, se bajó de las pieles y corrió hacia el hombre, que la miraba con
escepticismo desde la puerta. Estaba a punto de pasar por delante de él cuando dos
enormes alas aparecieron en su espalda, bloqueando su ruta de escape.
Conmocionada, ella se lanzó y se estrelló contra su amplio pecho. Rodeó sus caderas
con los brazos y la arrastró de nuevo sobre las pieles.
Nadine se frotó los ojos confundida. Ella tampoco se había imaginado las alas.
Frente a su coche, él la había rodeado con las alas negras e iridiscentes y, por un
breve momento, se había sentido ingrávida.
Lo siguiente que recordó fue que él le había dado varias bofetadas, aunque no de
forma realmente dolorosa, en el trasero y el terrible frío que había sentido.
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—¡No te resistas, mujer! No hay escapatoria para ti. —La oscura voz del
desconocido provocó un agradable cosquilleo en su nuca. Esa sensación estaba
totalmente fuera de lugar en ese momento, por lo que se tapó los oídos.
Mientras lo hacía, miró más de cerca a su captor. Por todos los santos ¡Era
realmente enorme! Tenía la cabeza afeitada a ambos lados y una gruesa trenza gris
plateada que se extendía desde el frente hasta la nuca y caía hasta las caderas.
Mientras se acariciaba su larga barba que, para asombro de ella, también tenía
pequeñas trenzas, la miró con desconfianza.
—¿Escapar de qué? ¿Me vas a decir qué es todo esto? —Nadine sintió que su voz
estaba lleno de miedo y eso no le gustaba nada. El miedo era un mal consejero y ella
necesitaba tener la cabeza despejada.
Sus ojos casi negros se clavaron en los de ella, mientras cruzaba los brazos
delante del pecho.
—Ahora estás en Lykon, lejos de tu antiguo hogar. Olvida todo eso, porque
pronto te convertirás en la compañera de un guerrero del Clan y le darás una
descendencia.
Nadine no pudo contenerse. Una risa histérica salió de su garganta mientras
escuchaba las palabras de este hombre evidentemente loco.
—No puedes retenerme aquí. Me buscarán y entonces, te llevarás una sorpresa —
le espetó enfadada.
Él sonrió, lo que la enfureció aún más.
—La gente puede buscarte, pero nadie te encontrará. La Tierra está muy lejos.
Por un momento se quedó sin palabras. Que la Tierra estaba muy lejos ¿qué se
suponía que significaba eso?
Jaryk le entregó un manto de pieles, que ella ciñó con fuerza.
Luego extendió su mano a manera de invitación.
—¡Ven conmigo, te mostraré!
Se dejó llevar hasta la parte delantera de la casa y, ahora que era claramente
consciente de su entorno, sus palabras cobraron de repente sentido.
En lo alto había un sol brillante rodeado de un anillo azulado del que parecían
salir llamas de vez en cuando. Las casas estaban rodeadas de coníferas que le
recordaban a las secoyas, pero que las superaban enormemente en altura. Las agujas
individuales eran tan largas como su antebrazo, y en el suelo observó conos rojos y
alargados del tamaño de una de esas sandías galardonadas. Las entradas de las casas
estaban enmarcadas con alas de Dragón y la cabeza de arriba, con la boca abierta,
parecía rugir una bienvenida.
Corrió unos pasos hasta llegar a un profundo barranco rocoso en el borde del
asentamiento. Nadine se acercó a la orilla y su mirada recorrió los vastos bosques que
se extendían aparentemente sin fin sobre las montañas de pendiente gradual. Con
dificultad, distinguió a lo lejos cómo el paisaje se transformaba en una llanura rojiza
y brillante.
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El aire olía a nieve fresca. En ninguna parte había rastros de cambios provocados
por el hombre, ni plantas industriales, ni calles atestadas de coches, ni ruido de
aviones en el cielo.
Todo parecía totalmente diferente, extraño y a la vez tan familiar.
Nadine negó con la cabeza. Nunca había visto algo así y, sin embargo, no se
sentía fuera de lugar.
Jaryk se puso a su lado, agitando ligeramente las alas y extendiendo los brazos.
Por un breve momento, ella reconoció en sus ojos el amor sincero por este lugar.
—Este es Lykon, mi hogar. —La miró a los ojos—. Y a partir de hoy, el tuyo
también.
Nadine sintió que su mente se rebelaba. Su trabajo, el bufete de abogados, su
moderno apartamento, Simon… ¿En serio esperaba que ella cambiara todo eso, por
montañas nevadas y un manto de pieles? Ella se rio cínicamente, aunque su corazón
bombeaba una pregunta por sus venas con cada latido. ¿Por qué no?
Se envolvió más en el manto. La respuesta era obvia, pues no había olvidado
cómo Jaryk había descrito antes, sus posibilidades. Debía vivir con uno de estos
feroces guerreros y darle un hijo.
Eso lo decía todo. No había forma que se rebajara a eso. ¿Qué les hizo pensar a
esos lunáticos que se lanzaría voluntariamente sobre uno de ellos y permitiría que la
redujeran voluntariamente a una máquina reproductora?
Sonrió y volteó hacia Jaryk.
—Muy bonita esta zona. Pero ahora que ya te has divertido lo suficiente
¡Llévame de vuelta! —Puso las manos en las caderas para enfatizar su demanda.
Al instante, se dio cuenta de que estaba cayendo en saco roto. Torció sus
hermosos labios curvados en una sonrisa de lástima y se encogió de hombros.
—No.
—¿No? ¡Oh, maldición, tú…! —Dio un pisotón y volvió a entrar en la casa,
mientras el frío volvía poco a poco a todos sus miembros.
Enfadada, cerró la puerta de entrada detrás de ella y se lanzó sobre la amplia
cama. Sus manos acariciaron las gruesas pieles y se preguntó si el cabello de Jaryk se
sentiría igual de suave si enterrara sus dedos en él.
Nadine se detuvo. ¿Qué le pasaba a ella? Su cabello estaría erizado e inflexible,
por supuesto, como todo este hombre.
Volvió a dejarse caer sobre las pieles y se quedó mirando el techo. Hacía tiempo
que quería algo que sacudiera su vida. Pero el destino realmente reaccionó de manera
excesiva cuando la envió directamente al otro extremo del universo.
La puerta se abrió y una fría brisa sopló sobre su piel desnuda. Justo cuando
estaba a punto de subirse el manto de pieles bajo la barbilla, un viejo guerrero entró
en la habitación.
Se parecía a Jaryk de forma sorprendente, aunque los años habían dejado su
huella.
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—Jaryk, he oído que…
Nuevamente se abrió la puerta y su captor se unió al viejo guerrero.
Pero para entonces ella ya había arrugado el manto de pieles y lo había arrojado
en su dirección.
—¡Fuera!
Sonaron unas sonoras carcajadas y el anciano dio una palmada en el hombro de
Jaryk.
—Me gusta esta, hijo. Deberías conservarla.
¡¿Mi hijo?! El padre de Jaryk no pareció sorprenderse en lo más mínimo de la
hazaña de su hijo. Por el contrario, aparentemente parecía aprobar el secuestro de
mujeres terrestres por parte de su hijo. Y ahora, para empeorar las cosas, sugirió que
Jaryk la declarara de su propiedad.
—Padre ¿cuántas veces tengo que explicártelo? No estoy de humor para una
compañera.
El padre refunfuñó algo ininteligible y los dos se retiraron a otra habitación.
Completamente sin aviso, Nadine sintió una amarga decepción, que las palabras
de Jaryk habían evocado en ella. Al fin y al cabo, la había secuestrado, la había
arrastrado hasta esta zona remota y la había arrojado a sus compinches. Pero para él,
aparentemente ella no era lo suficientemente buena. ¡Oh, ese miserable bastardo! Ella
le demostraría lo que se estaba perdiendo.
Con los colores más deslumbrantes, se imaginó al tosco gigante de nariz recta y
poderosa, suspirando por ella y maldiciendo el día en que lo había dejado por otro. Él
se golpeaba la frente, toda ensangrentada, a causa del dolor contra la pared, y
susurraba su nombre lánguidamente en la oscuridad de la noche.
Después de un rato, se dio cuenta, de que nada de eso iba a suceder.
Estúpidamente, también había sucedido exactamente lo que no debería haber
sucedido. Jaryk había tocado una fibra sensible en ella que siempre había pensado
que no poseía. A ella le gustaba.
Sus imperiosos modales la habían subyugado y su aspecto le resultaba
seductoramente atractivo. No tenía el carisma clásico perfectamente sintonizado de
Simon, pero eran esos bordes ásperos, lo que le daba una originalidad salvaje de la
que a ella le gustaría conocer cada faceta.
No se había apartado de ella, y su título de trabajo era solo una palabra sin sentido
para él. Todo aquello de lo que se había rodeado en su antiguo mundo eran para él,
meros elementos externos sin ningún significado. En sus musculosos brazos, era
simplemente Nadine en su forma más pura, e inexplicablemente, eso la hacía sentir
libre.
Hizo girar más su hilo, imaginando su cuerpo claramente masculino sin ropa. La
tomaría, con fuerza, con sangre caliente. No podría resistirse, y no querría hacerlo.
Sus fantasías eróticas hacían que su lujuria palpitara entre sus piernas y justo, en ese
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momento, deseó que él se uniera a ella en la cama y satisficiera su deseo penetrándola
profundamente.
Sus dedos se aferraron a las pieles y, temblando de deseo insatisfecho, volvió a la
realidad. Ella sabía que ese monstruo codicioso, hambriento de placer sexual,
habitaba en su interior.
Una vez, cuando lo había soltado y le tendió su trasero a Simón. Ella había
querido que la montara y había gemido para que empujara más fuerte. Esperando
despertar también el monstruo que había en él. Entonces, por sus movimientos
contenidos, ella se había dado cuenta de que él no entendía lo que ella necesitaba. Al
final, solo había cosechado una rancia bofetada de placer y una mirada irónica de
Simon.
Luego ella había encerrado al monstruo y había tirado la llave. La reacción de
Simón le había demostrado que se estaba desviando de sus necesidades. Jaryk debió
de hacer sonar los barrotes de la mazmorra con su desenfreno, y brevemente, el deseo
de lujuria desenfrenada había vuelto a asomar la cabeza en ella.
Cerró los ojos y obligó a su mente a descansar. Finalmente, cuando su respiración
se estabilizó, consideró su situación.
Varada en este planeta sin esperanza de retorno, no tenía muchas opciones. Tuvo
que pensar en su padre, que una vez le había dado el consejo de sacar siempre lo
mejor de cada situación, aunque pareciera irremediable. Y con eso ya estaba al final
de su historia. No permitiría lo que se esperaba de ella. Hasta aquí todo estaba claro,
pero ¿entonces qué? No había tenido necesariamente la impresión de que ninguno de
esos guerreros valorara su opinión.
Podría ganar tiempo rechazando a todos los candidatos uno por uno. De alguna
manera, sin embargo, había sonado como si no fuera ella la que elegiría.
Huir sería otra opción. Pero ¿a dónde? No era precisamente alguien que supiera
de estrategias de supervivencia en el bosque. Probablemente quedaría atrapada en el
primer ventisquero y solo en primavera saldría su cadáver congelado.
Solo le quedaba una opción. Tenía que aprender rápidamente y todo lo que fuera
posible. Tal vez la mejor manera de hacerlo era como ella lo había hecho con sus
casos. Tenía que reunir todos los pequeños detalles hasta que surgiera una imagen
global coherente. Solo entonces podría idear una estrategia adecuada para
escabullirse de esta desagradable historia. Inmediatamente puso en marcha su idea.
Lo primero que debía hacer era explorar la casa donde Jaryk la había alojado.
Él y su padre parecían estar hablando animadamente, lo que ella pudo darse
cuenta por las voces apagadas de la habitación contigua. Se dirigió de puntillas a un
mueble de su dormitorio y abrió los cajones en silencio. No había mucho que ver.
Sacó de un fardo, una fina correa de cuero, que podría utilizar más tarde para atar el
manto de pieles a su cintura. En una bolsa tintineó lo que parecía ser una joya, que
dejó caer con curiosidad sobre la palma de su mano.
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La miríada de cadenas diminutas, de plata brillante y adornadas con piedras
preciosas, provocó su admiración por el joyero que había creado esta obra de arte.
Ella no sabía para qué servía. Con cuidado, dejó que se deslizara nuevamente en la
bolsa, que volvió a guardar en el cajón.
Encontró más trozos de pieles similares a las que llevaba Jaryk en la parte inferior
de las piernas. Además, había más camisas de cuero fino y suave, y pantalones de
diferentes tipos de cuero, uno de los cuales estaba incluso forrado de pieles. Por
encima de todo, había un vigorizante olor a nieve y agujas de pino, como el que ya
había captado en sus fosas nasales en el exterior.
Sigilosamente, se acercó a la puerta de la habitación contigua y apretó el oído
contra ella.
—Temo por todos nosotros, hijo. Payx es un ignorante y está tan cerrado en las
viejas creencias que nos llevará a todos con él, si la guerra vuelve a estallar.
El padre de Jaryk parecía muy preocupado, pero su hijo intentó tranquilizarlo.
—No dejaremos que se llegue a eso. Payx ha recibido la misericordia de nuestro
gobernante, y espero que ahora se calle.
No tuvo mucho éxito, pues su padre suspiró con fuerza y continuó.
—Otros comparten su opinión. ¿Cuánto tiempo crees que pasará antes de que se
unan? Ya no hay unidad dentro de los clanes, y Hakon, nuestro gobernante, está
perdiendo las riendas.
Entonces escuchó una risa del anciano.
—Deberías convertir a esta mujer en tu compañera antes de que sea demasiado
tarde. Puedo ver la forma en que la miras.
Nadine apartó la oreja de la puerta y se sonrojó. Para el anciano guerrero, el deseo
era ciertamente el padre del pensamiento.
Se apresuró a entrar en el dormitorio, cuando oyó que Jaryk echaba la silla hacia
atrás y anunciaba.
—Ahora le diré cómo se elegirá a su futuro compañero. Y, padre, por favor, no
me presiones más al respecto.
Después de meterse apresuradamente bajo las mantas de pieles, esperaba
fervientemente que Jaryk no se diera cuenta de que había estado husmeando entre sus
cosas y que los había estado escuchando. En retrospectiva, se sintió bastante mal por
ello. Si quisiera saber algo, se lo preguntaría la próxima vez.
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Capítulo 3
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—En los próximos días, los Guerreros Dragón sin ataduras lucharán por ti. A
continuación, serás concedida al vencedor —dijo con estrépito.
Quería acabar con esto lo antes posible, porque de alguna manera, se mostraba
reacio a que le pudieran privar de su verdadera pareja.
Por lo general, los Guerreros Dragón podían sentir cuando encontraban a la única
mujer con la que quisieran compartir su vida. Al principio, la mujer secuestrada
seguía mostrando resistencia, pero al cabo de cierto tiempo también lo había sentido.
Aquella unión tan cerrada los uniría fuertemente y les daría a ambos una vida plena.
Jaryk sabía que su padre y su madre habían sentido una profunda conexión entre
ellos. Cuando la muerte se llevó a su madre, una parte de su padre se fue con ella.
Pero siempre había asegurado a Jaryk que los años felices que pasaron, superaba
cualquier pena. Quizá por eso, deseaba tanto que su hijo pudiera afrontar el futuro
con una compañera.
Volvió a centrar su atención en Nadine, que le miraba con el ceño fruncido.
—Lucharán por mí ¿verdad? Me siento tan halagada, que apenas puedo creer en
mi suerte. —Ella soltó una breve carcajada, pero Jaryk vio que su cuerpo se crispaba
bajo el manto.
Intentó no prestarle atención y continuó hablando sin inmutarse, intentando en
realidad convencerla de su buena suerte.
—Claro que sí. Tenemos muchos guerreros capaces en nuestro Clan, hombres
fuertes que te garantizarán una vida cómoda.
Ahora se sentó, tirando recatadamente del manto de pieles sobre sus tentadores
pechos con ambas manos y manteniéndolo allí, como si eso pudiera evitar que él
tomara lo que deseaba.
Jaryk sintió que se le secaba la garganta. Hasta ese momento, había reprimido
exitosamente este pensamiento, pero ahora la deseaba tanto, que le costaba todas sus
energías apartar los ojos de su cuerpo.
—¿Qué significa una vida cómoda? ¿Qué haría entonces? —Parpadeó un par de
veces y lo miró con interés.
Miró más allá de su cabeza y se acomodó en un taburete. ¡Qué pregunta tan
extraña! Ella… de repente, se dio cuenta de que no tenía ni idea de lo que hacían las
mujeres del Clan para pasar el tiempo.
Pasaban innumerables horas charlando en la casa de baños y criando a la prole.
Más allá de eso, no tenían ningún deber, excepto, por supuesto, de ser una compañera
de cama dispuesta y lujuriosa para sus compañeros.
—Tendrás una descendencia y deberás estar siempre a disposición de tu pareja.
Pensó que eso era suficiente como respuesta, pero Nadine se rio divertida.
—¡Dios mío, estaré muy ocupada todo el día, por así decirlo!
No importaba lo que le dijera, ella parecía encontrar una razón para burlarse de él
cada vez. Era realmente frustrante y Jaryk apretó los puños.
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—No me corresponde a mí decirte lo que tu compañero espera de ti. Te aconsejo,
sin embargo, que no lo rechaces.
Su amenaza hizo que ella tuviera los ojos brillantes, lo que él había podido
comprobar por su nerviosismo.
—¡Y qué! ¿Qué es lo peor que puede pasar? —Ella levantó la barbilla y lo miró
desafiante.
En su euforia, se olvidó de seguir sujetando el manto, haciendo que este se
deslizara hasta su cintura y dejara al descubierto sus pechos redondeados.
La mirada de Jaryk se detuvo en los dos torneados orbes que parecían mirarle con
tanta audacia y contundencia como los ojos de la mujer. Un gruñido depredador
escapó de su garganta. Saltó bruscamente de su taburete y estuvo al borde de la cama
en dos largas zancadas.
El chillido de ella no llegó a su cerebro cuando él le agarraba los pechos con
ambas manos y le pasaba los pulgares por los pezones. Inmediatamente después la
sujetó del cuello, acercando su boca a los labios de ella y deslizando una mano entre
sus piernas. Aunque ella se resistió ferozmente, él sintió la reveladora humedad allí,
mientras la acariciaba sobre su punto más placentero.
La piel de ella ardía bajo las yemas de sus dedos, desencadenando en él un deseo
que nunca antes había sentido. Corrió por sus venas e hizo que su miembro se
abultara, de tal manera, que pensó que la muerte le sobrevendría si no se daba una
gratificación instantánea.
Un gemido ahogado llegó a sus oídos y le devolvió el sentido. Podía tomarla aquí
y ahora, no había duda de ello. Por lo que parecía, tal vez también ella se entregaría.
Pero eso no podía ser.
Se apartó del borde de la cama e inmediatamente retrocedió un poco. Jaryk estaba
convencido de que debía alejarse de la mujer antes de cometer una imprudencia.
Respiró hondo y fingió que solo había querido darle una lección.
—Esto es lo que pasaría. Serías una presa fácil para cualquiera que te deseara. Así
que será mejor que cuides cómo te comportas. —Con eso, señaló la parte superior de
su cuerpo desnudo.
Nadine volvió a subirse el manto. De alguna manera, parecía decepcionada, pero
le gritó en el mismo instante.
—¡Eres un bárbaro, todos ustedes son unos bárbaros!
Jaryk se encogió de hombros. No debería importarle lo que ella pensara, pero no
pudo evitar dar una pequeña mirada de reojo.
—Tal vez tengas razón, pero me pareció que no estabas del todo renuente a eso.
Con un guiño pícaro, salió de la habitación y cerró la puerta.
Se oyó un grito de rabia y algo pesado se estrelló contra la puerta.
Jaryk sonrió. Nadine tenía fuego en la sangre. Ella encajaba de maravilla en su
pueblo, solo que aún no lo sabía. Sin embargo, sus objeciones no serían bien
recibidas, pero eso no tenía por qué preocuparle. Pronto se reuniría con su pareja y
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entonces tendría que frenar sus arrebatos. Ya era bastante malo que Nadine estuviera
en su propia cama, pero cuando la había sacado de la casa de reuniones, no había
pensado en nada mejor.
En ese momento, solo había tenido en mente llevarla lo más lejos posible y en
donde estuviera segura. ¿Dónde podría estar mejor, que entre sus cuatro paredes? Sin
embargo, solo en ese momento, se percató de que se había metido una pulga en el
pelaje. Por un lado, le atormentaba el deseo, cuya realización le esperaba justo detrás
de la puerta. Y por otro lado, se sentía incapaz de imaginarla al lado de otro guerrero.
Golpeó un puño contra la pared.
—¡Maldito seas, Payx!
El líder del Clan, con su terquedad, lo había metido en este lío. De lo contrario,
nunca se le habría ocurrido prestar a ninguna mujer más atención de la que era
estrictamente necesaria. Al igual que los demás guerreros sin pareja, se limitaba a
acudir de vez en cuando junto a una de las trabajadoras del continente vecino para
satisfacer sus necesidades sexuales.
Como compañeras, según el tratado que habían hecho, solo podían quedarse si
también estaban de acuerdo. Pero, de todas formas, muchas de ellas no querían pasar
toda su vida en la dura región montañosa. Por otra parte, a menudo no eran reacias a
un encuentro lujurioso.
Así que se dirigió con decisión al alojamiento de las mujeres, pero para su
disgusto solo se encontró con la pequeña Zahyra. Era tan pequeña y de constitución
tan delicada que, sin duda, la lastimaría si diera rienda suelta a su lujuria. Además, de
todos modos, el fuego se estaba apagando en su interior, solo de imaginarse estar con
alguien más que no fuera Nadine. Ojalá consiga liberarme de este patético estado tan
pronto como ella consiga su pareja.
Estaba a punto de dar la vuelta, pero entonces se dirigió hacia Zahyra en una
repentina inspiración.
—¿Conoces mi casa, mujer?
La pequeña mujer se puso a temblar inmediatamente, como si temiera que
realmente fuera a hacer lo suyo sin su permiso.
—Ve allí y cuida de la mujer. Necesita ropa y compañía. A partir de mañana, los
guerreros lucharán por ella.
Él no esperó en absoluto la respuesta de Zahyra. La pequeña mujer cumpliría sus
órdenes inmediatamente. Por muy asustada que estuviera, no se había atrevido a
intentar ir en contra de sus órdenes.
Un viento helado agitó su trenza y le invadió la inconfundible sensación de que se
avecinaban problemas. Con grandes zancadas entró en la casa de reuniones, de la que
salían rugidos y conversaciones estridentes. La atmósfera cargada, le golpeó la cara
como un mazo, mientras abría las puertas. Los guerreros presentes, se lanzaban
acalorados comentarios, y a Jaryk le pareció que incluso las enormes hogueras del
centro de la rotonda ardían aún más.
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Se puso al lado de su padre, que estaba observando desde lejos.
Inclinó la cabeza y le murmuró.
—Te lo dije, Payx no dejará pasar el asunto.
Jaryk estaba ahora apoyado en la pared exterior con los brazos cruzados,
escuchando atentamente las declaraciones que iban y venían.
—Una mujer en seis meses. ¿Es así como el gobernante pretende ponernos de
rodillas? —Payx agitó los puños con furia, y el fuego parpadeante, le dio a su rostro
una expresión sombría mientras lo hacía.
—No volveremos a rebelarnos —gritó otro.
—Deja que el polvo se asiente, y Hakon cederá.
El líder del Clan señaló con su dedo índice al guerrero que le había aconsejado
paciencia.
—¿Debemos doblegarnos ante él y dejar que nos convenza de nuestra
superioridad innata?
Jaryk miró a su padre, que asintió con la cabeza. Era lo mismo una y otra vez.
Payx simplemente no aceptaba que el gobernante actuara en interés de todos los
lykonianos. Él y muchos otros, se consideraban algo tan importante, que no toleraban
ninguna contradicción, por muy razonable que fuera.
Payx siguió hablando, y ante sus palabras, un frío escalofrío recorrió
involuntariamente la espalda de Jaryk.
—¿Qué clase de gobernante es este? Se adorna con las marcas del Dragón y, sin
embargo ¡se encoge ante nuestros vecinos como una anciana!
Solo unos pocos se indignaron ante este insulto, mientras que la mayoría
abucheaba con entusiasmo.
Jaryk salió a la luz.
—No debemos aventurarnos demasiado lejos. Todos hemos elegido a Hakon y le
hemos prometido nuestra lealtad.
Uno de los guerreros gritó a través de la habitación, batiendo sus alas para
enfatizar su punto.
—¿Y cómo nos pagó? ¡Metiéndonos en el mismo saco que esos campesinos
insignificantes!
Miró a su alrededor en busca de reconocimiento y varios guerreros le aplaudieron.
Jaryk intentó nuevamente tranquilizar a los hombres.
—Nadie espera que compartamos su punto de vista. Pero le debemos obediencia.
Los pocos que estaban de acuerdo con él, asintieron con cautela.
El padre de Jaryk ahora también intervino.
—Mi hijo tiene razón. ¿Qué quieres hacer exactamente? ¿Realmente quieres
arriesgarte a que Aaryon venga aquí con sus Guerreros Guardián y el Dragón?
Un buen punto, pensó Jaryk. Los Guerreros Guardián estaban firmemente
vinculados al gobernante por su juramento. Él mismo, se había enfrentado una vez a
Aaryon, su líder de Clan, en una competición amistosa. El entrenamiento
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inusualmente duro de los Guerreros Guardián y la indomable voluntad de victoria de
Aaryon, convirtieron a esta tropa en temibles oponentes.
El líder del Clan se rio cínicamente e insufló el pecho.
—Pah. Son solamente veinte guerreros, y además ¡el gusano apenas podía
mantenerse en pie cuando había terminado con él!
Jaryk resopló. Payx había golpeado sin piedad al Guerrero Guardián durante días,
después de haber sido capturado en su asentamiento. Sin embargo, solo habían tenido
éxito gracias a que Jaryk no se había unido a la borrachera que se había producido en
ese momento. Aaryon tenía la intención de arrestar a Payx para castigarlo por su
deslealtad al gobernante. Para ello había querido utilizar la protección de la noche y,
por supuesto, el hecho de que todos los guerreros apenas podían balbucear sus
palabras.
Como miembro de su Clan, Jaryk no tenía más remedio que proteger a su líder.
Aaryon fue encarcelado y el gobernante que lo había acompañado, fue liberado.
Una mañana llegó la compañera del Guerrero Guardián y exigió su liberación. Al
principio, sus palabras habían provocado diversión, pero la aparición del Dragón
junto a ella, lo había cambiado todo. Nadie había visto un Dragón en siglos.
Probablemente, este era el último de su especie y había elegido a Aaryon como su
amo.
Jaryk lo había considerado entonces como un hecho extraordinario, y lo seguía
considerando de esa forma. Todo el mundo sabía, después de todo, que los dragones
enlazaban sus almas solo a los mejores guerreros.
Payx se golpeó el pecho y se levantó de nuevo.
—Somos Guerreros Dragón de las montañas. Un solo Dragón y veinte Guerreros
Guardián no nos asustarán.
En ese momento, Jaryk se preguntó si no habría sido mejor para todos, dejar que
Aaryon terminara su trabajo. De todos modos, fue una suerte que pudiera detenerlo a
tiempo.
La discusión continuó y un joven guerrero tomó la palabra.
—Está muy bien pero, aquí arriba, en nuestra montaña, no se nos escucha.
Al parecer, él también estaba dispuesto a ir en contra de la ley establecida y
enfrentarse al gobernante.
Payx miró con severidad a sus seguidores y frunció el ceño en dirección a Jaryk.
—Iremos a las llanuras y buscaremos aliados. ¡Ya basta de palabras! Llevaremos
la guerra directamente a la casa del gobernante.
Triunfante, batió las alas, levantó el puño en el aire y dejó que sus seguidores le
aclamaran.
¿En qué estaba pensando Payx? ¿Realmente iba a provocar una guerra entre los
clanes que afectaría a todo el continente? Jaryk tragó con fuerza, pues tenía que
seguirle. Pero tal vez eso podría darle la oportunidad de enviar una advertencia a
Hakon.
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Su padre se inclinó hacia él y le susurró.
—Y así el desastre sigue su curso.
Jaryk se sobresaltó, pues de repente, su padre pareció haber envejecido.
Todos podrían perder la vida, repentinamente se le ocurrió. Y entonces ¿qué sería
de Nadine? Su corazón se estrujó al pensar que sería su culpa, si ella se enfrentara a
un futuro sombrío.
Con una última mirada a los guerreros que ya estaban celebrando su victoria,
salió a duras penas de la casa de reuniones.
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Capítulo 4
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Zahyra asintió con entusiasmo.
—Sí, decenas de cadenitas colgando sobre tus pechos y bajando sobre tus nalgas
y tu… bueno, sobre tu pubis. —Sus mejillas volvieron a arder y siguió hablando con
rapidez—. Cada Guerrero Dragón tiene un Shiro especial para su pareja, y lo lleva
hasta que la descendencia es engendrada.
Nadine recordó la pieza de joyería que había descubierto en el cajón. Al parecer,
se había topado con el Shiro que Jaryk regalaría a su futura compañera.
Zahyra entrecerró los ojos y añadió.
—Jaryk quiere que te haga compañía.
Ahora Nadine tuvo que reírse. Jaryk esperaba que la delicada Zahyra la vigilara.
Una brisa podría derribar a la mujer, y difícilmente podría evitar que Nadine se
escapara, en caso de que estuviera planeando eso.
A su vez, Zahyra sonrió. Al parecer, ella había leído sus pensamientos.
—Normalmente se trae a un Guerrero Guardián para custodiar a las nuevas
mujeres. Ya que, a ellos no se les puede engatusar, ya que tienen el control absoluto.
Pero aquí con nosotros, eso ni siquiera es necesario. Las montañas y el clima son
suficientes.
Parecía saber muchas cosas, así que Nadine decidió hacerle más preguntas.
—¿Eres la compañera de uno de los guerreros?
Ahora Zahyra se rio a carcajadas.
—No, no sirvo para eso ¡Mírame! Pero no pasa nada, me gusta vivir aquí.
Un poco más triste, continuó.
—Soy del continente vecino y mi padre estaba empeñado en casarme con un
hombre que no me gustaba. Así que me uní en secreto a la siguiente tropa de
trabajadores y acabé aquí.
Ahora, Zahyra se sentó en el borde de la cama.
—Los guerreros nos tratan bien y a menudo, me toca cuidar de sus vástagos.
Sus ojos se iluminaron ante sus palabras. Obviamente, ella amaba a los niños.
Pero que la trataran bien, Nadine no podía imaginarlo, teniendo en cuenta sus propias
experiencias.
Dio una risa entrecortada.
—Sin embargo, no fueron muy considerados conmigo.
Zahyra puso una mano sobre la suya.
—Sí, me he enterado de eso y lo siento. Pero ahora mismo, todo el mundo está al
límite.
Sí, es cierto, ella había escuchado a Jaryk hablar con su padre sobre los conflictos
entre los clanes. Al parecer, Jaryk la secuestró en un momento de grandes cambios
potenciales para el pueblo de Lykon. Solo esperaba escaparse al menos de eso. Sus
propios problemas eran suficientes.
Para distraerse, Nadine señaló la ropa.
—¿Nos probamos eso?
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Zahyra sonrió y se golpeó la cabeza.
—Claro que sí, por supuesto. Yo estoy charlando aquí y tú sigues sentada
desnuda.
Ayudó a Nadine a ponerse un vestido largo de cuero gris maravillosamente suave,
que se ceñía a sus curvas como si fuera de terciopelo elástico. Le entregó un par de
botas hasta la rodilla para que acompañara su atuendo. Se ajustan perfectamente y
cuando Nadine dio unos pasos con ellos, tuvo la sensación de que caminaba sobre
suaves nubes de algodón.
Estaba a punto de buscar un espejo para contemplar su nuevo aspecto, cuando
Jaryk se plantó inesperadamente en la puerta. Brevemente, pareció desnudarla
nuevamente con la mirada, pero luego asumió una expresión vacua.
Zahyra se escondió detrás de ella, ligeramente asustada, lo que hizo sonreír a
Nadine. Puede que a la pequeña mujer le gustara vivir aquí, pero los Guerreros
Dragón, que casi la doblaban en tamaño, parecían asustarla todo el tiempo.
—Todos los hombres dejarán el asentamiento mañana. Me temo que tendrás que
prescindir de un compañero durante un tiempo más.
Lo que Jaryk acababa de intentar venderle como una mala noticia, en cambio, ella
lo tomó con alivio. Le vendría bien este respiro para pensar en sus próximos pasos.
Jaryk trató de mirar a su alrededor.
Luego señaló con el dedo a Zahyra.
—Cuida bien de ella.
Zahyra se agarró el brazo y empezó a tartamudear.
—Se… seguro.
Nadine resopló.
—No necesito un guardia. Será mejor que te asegures de que no te pase nada.
Mientras los ojos de Jaryk se abrían de par en par, se llevó una mano a la frente
para sus adentros. ¿Qué estaba balbuceando ella? Desde allí, podría sumergirse en la
grieta más cercana, para no ser visto nunca más ¡Y sus groseros compinches con él!
Jaryk asintió con la cabeza, un poco confundido.
—Nos volveremos a encontrar. —Luego giró y se alejó a toda prisa.
Nadine lo amenazó por la espalda con el puño y le sacó la lengua de forma
insensata, lo que desencadenó un ataque en Zahyra, alternando toses ahogadas con
risas alegres. Después de un rato, Zahyra se limpió las lágrimas de los ojos.
—¡Eso fue gracioso, pero también muy osado! —Se apartó el cabello negro de la
cara y la miró con un poco de reproche.
Nadine le tomó las manos.
—Escucha. Puede que no seamos tan grandes como ellos ni tan fuertes. Pero las
mujeres no tenemos que contenernos por eso ¡No lo olvides nunca!
Zahyra parecía reacia a creerle. Frunció el ceño con preocupación.
—Bueno, esta es su casa y estás a punto de descansar en su cama. Yo, por mi
parte, nunca podría defenderme.
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Nadine suspiró, se quitó la ropa y se metió entre las pieles. Zahyra también se
daría cuenta en algún momento. Un día encontraría la fuerza para mantenerse firme.
A la mañana siguiente, Nadine se despertó renovada. No importaba lo turbulento
que había sido el día, siempre se las arreglaba para dormir lo suficiente.
Café, ahora mismo, se moriría por una taza de esa infusión negra. En cambio,
Zahyra ya le había traído un zumo caliente de color verde cardenillo y pequeños
pasteles rellenos de carne. Con cautela, olió la taza humeante y abrió los ojos con
asombro. Tenía un aspecto asqueroso pero, en realidad, olía de algún modo a su
bebida favorita. Un sorbo confirmó sus sospechas y comió con gusto las sabrosas
albóndigas.
Ahora que podía tachar el hambre y la sed de su lista de posibles peligros, se
dispuso a explorar el asentamiento. El sol brillaba en el cielo, pero no conseguía
descongelar el suelo bajo sus pies.
A los pocos pasos, resbaló y se golpeó la espalda contra el hielo. Intentando
ponerse de nuevo en pie, sus piernas volvieron a resbalar y remó con los brazos
frenéticamente para mantener el equilibrio.
Multitudes de voces de niños sonaron riendo. Mientras sus pies se deslizaban en
distintas direcciones y Nadine aterrizaba dolorosamente sobre su trasero, varios
descendientes se precipitaron hacia ella. Dos de ellos, la sujetaron por debajo de los
brazos y trataron de levantarla. Pero, mientras se encorvaban de risa, agitando
violentamente sus pequeñas alas aún translúcidas, sus esfuerzos fueron en vano. La
capa de hielo también fue su perdición, y uno de ellos cayó directamente en los
brazos de Nadine. Atemorizado, le rodeó el cuello con los brazos. Él le guiñó un ojo
con entusiasmo y ella no pudo evitar abrazar al pequeño de mejillas rojas.
Al principio, se sintió profundamente avergonzada por haberse burlado de los
pequeños dragones. Pero ahora ella también se había unido a las risas, mientras los
niños se dirigían con las manos y las rodillas a un lugar seguro. Ella se arrastró tras
ellos y se levantó. Zahyra, en ese momento, se apresuró a acercarse con entusiasmo y
espantó a los pequeños.
—Dios mío ¿te has hecho daño? Ven, las otras mujeres te esperan en la casa de
baños.
Los guerreros se han ido, así que no hay mucho que hacer.
Nadine la siguió y entró en la casa de baños para las mujeres, donde olía
agradablemente y mujeres de todas las edades se bañaban en las humeantes piscinas.
Una de ellas, le hizo señas y, tras quitarse la ropa, se dejó deslizar con ella en una de
las cálidas piscinas, respirando agradablemente.
—Eres la chica nueva ¿verdad? —La mujer la miró con curiosidad.
—A mí también me han secuestrado de la Tierra, y déjame decirte que no podría
haberme sucedido nada mejor.
Nadine puso los ojos en blanco. ¿Por qué todos querían convencerla de la suerte
que había tenido?
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La mujer se rio.
—Sí, está bien. Al principio, tampoco quería quedarme, pero después de un
tiempo me di cuenta de que aquí puedo ser realmente yo. Y mi compañero vio
inmediatamente quién era yo. Por cierto, me llamo Annika.
Nadine sabía exactamente lo que Annika quería expresar. Muy poca gente se
molestaba en mirar detrás de bastidores. Asociaban la ropa limpia, un coche caro y un
despacho, con el poder y la riqueza. No veían a la persona real que había detrás.
Sin embargo, si fuera sincera, ella misma había utilizado esos mismos atributos
para alejar a la gente de ella. En Lykon, esos medios no estaban a su disposición. Sin
embargo, le pareció que Jaryk ya había reconocido en su primer encuentro, que ella
era una mujer con necesidades totalmente naturales.
A su lado, Annika acarició su vientre redondeado y se puso seria.
—Estoy esperando a su descendencia. Pero ahora temo por nuestro futuro.
Luego se inclinó hacia Nadine y le susurró al oído.
—Mi compañero no quería ir en absoluto, pero Payx exigía la obediencia de
todos. Odio a ese hombre.
Nadine asintió, el duro trato del líder del Clan se había quedado grabado en su
memoria. Para él y para muchos otros, ella solo era una especie de incubadora y, por
lo tanto, su propio futuro tampoco parecía alentador.
Justo cuando estaba a punto de preguntarle a Annika por su nuevo hogar y por la
descendencia para aliviarla un poco, y aliviarse ella misma de la penumbra, un golpe
ensordecedor proveniente del exterior hizo temblar todo el edificio. Las mujeres
gritaron asustadas y Nadine también se estremeció. El agua seguía chapoteando en
los bordes de las piscinas a causa de la conmoción cuando se apresuró a salir,
ayudando también a Annika. Ya corriendo, se puso apresuradamente las botas
mientras todos corrían hacia el centro del asentamiento.
Nadine se tapó la boca con las manos porque el espectáculo que se le presentó fue
como si el infierno hubiera abierto sus puertas.
Un enorme trozo se había desprendido de una pared de roca, como si un gigante
hubiera sacado un enorme corcho. El fragmento había volado sobre el asentamiento,
haciendo saltar más escombros de rocas que ahora bloqueaban la salida del
asentamiento. En línea recta había descendido por las montañas, donde había
arrancado árboles altísimos a su paso como cerillas.
La lava brotaba del agujero resultante, que ahora se derramaba por la roca en un
flujo lento pero constante. Tarde o temprano llegaría a la meseta en la que se
encontraba el asentamiento y quemaría todo lo que entrara en contacto con él.
Junto a Nadine, una anciana se apretó las manos contra el pecho.
—El Gran Dragón, ha despertado.
Ella pensó que no era el momento de supersticiones, pero muchas mujeres
hicieron lo mismo que la anciana y miraban con asombro esas fauces, que escupían
lava sin cesar. Otras gritaban y chillaban, corriendo desaforadamente y llamando a
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sus hijos. Ni siquiera el pánico podía evitar la inminente perdición y Nadine no estaba
dispuesta a tirar la toalla, ni a caer sin luchar.
Como no podían huir, siguió la corriente con la mirada. El asentamiento se
inclinaba ligeramente en el borde hacia el acantilado y formaba allí una depresión.
Cuando la corriente llegara a la meseta, llegaría primero a ese lugar y entonces,
tendría que subir antes de poder fluir hacia el asentamiento.
Todo lo que necesitaban era un pequeño canal de drenaje. La lava cambiaría de
dirección y se precipitaría en el desfiladero. Tiró del brazo de la anciana para
explicarle su plan, pero ella no respondió en absoluto, permaneciendo paralizada y
asombrada como si su destino estuviera ya sellado.
—¡Qué les pasa! —ella gritó, pero ninguna de las mujeres la escuchó.
Tenía que hacer algo, y tenía que hacerlo ahora. Rápidamente, corrió hacia la
puerta principal más cercana, agarró una gran piedra y golpeó con todas sus fuerzas
las alas metálicas del Dragón que rodeaban la entrada. Las arqueadas alas producían
un sonido audible desde lejos que, a Nadine le recordaba lejanamente a las campanas
de una iglesia. Resonó varias veces en las rocas circundantes y, finalmente, las
mujeres voltearon los ojos hacia ella.
—¡Tenemos que cavar, desviar la lava! —les espetó a las mujeres, que la miraban
con la boca abierta.
Ninguna parecía haber entendido lo que ella tenía en mente, y ninguna se movió
ni un centímetro. Nadine hizo un gesto de enfado.
—¡Entonces quédense aquí, ciertamente yo no tengo intención de morir hoy!
Le arrebató su espada de práctica de las manos a uno de los descendientes más
grandes y corrió hacia el otro extremo del asentamiento. Con determinación, se puso
a cortar el suelo helado, pero solo consiguió arrancar pequeños trozos. Probablemente
se tardaría demasiado en cavar la zanja, pero rendirse no era una opción.
Al cabo de poco tiempo, le dolían las manos y le entraba sudor en los ojos. Dejó
la espada a un lado e intentó hacer rodar una gran piedra sobre la ladera. Pero pesaba
demasiado y, por mucho que lo intentara, no podía moverlo del sitio. Las lágrimas de
desesperación brotaron de sus ojos cuando sintió una pequeña mano en su hombro.
—Yo tampoco quiero morir hoy, y las demás tampoco.
Zahyra le sonrió con determinación, mientras otras cuatro mujeres ya se apoyaban
en la piedra, empujándola por el borde del acantilado con todas sus fuerzas unidas.
Nadine parpadeó para evitar las lágrimas.
—¿Cómo las convenciste?
—No lo hice. Pero cuando tomé también una espada, probablemente ellas
pensaron que no podían dejar que, una chica nueva y una del pueblo vecino, salvaran
sus casas.
Nadine sonrió, agarró nuevamente su espada y siguió adelante con tenacidad.
Al cabo de varias horas, cuando la lava llegó finalmente a la depresión, la zanja
era lo suficientemente profunda y larga, que llovió en el desfiladero hirviendo y
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silbando.
Desde una distancia prudencial, las mujeres vitoreaban con sus caras manchadas
de tierra y las manos llenas de ampollas.
Nadine se dio cuenta de que sus rostros brillaban de orgullo y ella misma sintió
que la euforia brotaba de su interior. No había salvado a ninguna empresa de la
quiebra, ni había negociado meticulosamente las cláusulas de un contrato. Había
ayudado a salvar a las madres, a los pequeños descendientes y a sus hogares. No se
trataba de un éxito que pudiera recompensarse con dinero, sino que probablemente
era lo más significativo que había logrado en su vida.
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Capítulo 5
Habían dejado atrás la línea de nieve, y mañana llegarían al primer Clan al pie de
las montañas.
Jaryk estiró los pies para acercarse a la hoguera que habían encendido
apresuradamente y reflexionó. Normalmente disfrutaba de las subidas y bajadas, pero
esta no le llevaba a visitar a sus amigos o a un rico coto de caza, sino a participar en
una misión que le disgustaba. Al fin y al cabo, todas estas tonterías no se basaban en
ningún hecho que supusiera un peligro para su pueblo. Simplemente surgía de la
percepción subjetiva del líder de su Clan y, tontamente, más de un guerrero compartía
su opinión.
Su mente divagaba mientras pensaba en su casa y en la mujer que estaba en su
cama. Debería cuidarse, le había aconsejado ella. Aquellas palabras lo habían sumido
en la confusión, pues no tenía claro qué interés debía tener ella en su bienestar. A
esto, se sumaba este sentimiento de apego a Nadine.
Era agradable saber que alguien se preocupaba por él y que tal vez, podía estar
esperándole en casa. Por primera vez, se había dado cuenta de la importancia de una
compañera. No se trataba simplemente de producir un vástago y asegurarse una
compañera de cama lujuriosa. Ella siempre estaría a su lado y le cubriría la espalda,
incluso cuando el mundo entero se volviera contra él.
Sin embargo, Nadine no sería la elegida, ella estaba destinado a otro. Había
dejado muy claro con su Clan que no participaría en la competencia, a cuyo ganador
ella le sería asignada.
En un pequeño rincón de su corazón, ahora lamentaba su negativa. Sin embargo,
por culpa de una mujer, no estaba dispuesto a aguantar los agudos comentarios de
Payx, si ahora subía al ring. Seguramente Nadine no era tan única como en ese
momento le parecía. Habrá otras mujeres y entonces siempre podría tomar una
compañera.
Un pequeño demonio en su cabeza se rio de él por ello, regañándolo como un
tonto, si Jaryk pensaba que por segunda vez iba a sentir lo mismo por una mujer.
Jaryk hizo una mueca y ahuyentó a la inoportuna molestia con un movimiento
inconsciente de la mano.
Su padre ya roncaba a su lado. El arduo viaje por las montañas ya no le resultaba
tan fácil como en sus años de juventud pero, por supuesto, estaba cumpliendo con su
deber hacia el líder del Clan.
Jaryk se había tumbado también en el suelo. Esperaría a ver cómo reaccionaban
los clanes ante la petición de Payx. Con un poco de suerte, no se unirían a él, y si lo
hicieran, Jaryk tendría que encontrar la manera de informar a los Guerreros Guardián.
Ya que era más probable que ellos pudieran avisar al gobernante.
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El Clan del valle los recibió al principio con escepticismo. Los guerreros locales
los miraron con recelo, pues no todos los días llegaba un jefe de Clan extranjero con
toda su tropa. Sin embargo, todos se agolparon en la casa de reuniones y se le dio
permiso a Payx para presentar su petición.
Mientras que Jaryk prefirió permanecer en un segundo plano, su líder no perdió el
tiempo con un largo prefacio.
—Estamos marchando contra el gobernante Hakon y llamamos a todos a unirse a
nuestra causa. Basta de esta loca suposición de que debemos ponernos en igualdad de
condiciones que nuestros vecinos.
Extendió las alas y levantó el puño hacia arriba, como si llamara a un
levantamiento contra un cruel dictador. Aunque a Jaryk le pareció muy teatral la
postura de Payx, no dejó de tener su efecto.
Los gritos de aprobación sonaron de todas partes y el líder del Clan local se puso
al lado de Payx.
—Aquí tenemos a un guerrero que no tiene miedo de decir la verdad. Nosotros
tampoco toleraremos más esta humillación.
Se dieron una palmadita en la espalda. Y los aplausos estallaron en la casa de
reuniones y el sonido de decenas de alas agitándose con entusiasmo, creó un eco
ominoso en la sala, para el gusto de Jaryk.
Payx volvió a tomar la palabra.
—Nos dirigimos hacia la costa, justo frente a las puertas de Hakon. En el camino,
ganaremos más aliados. La victoria es nuestra.
A Jaryk se le fue el color de la cara. Hasta ahora, no había creído realmente que la
búsqueda de Payx de personas afines, pudiera convertirse en una campaña real. Pero
estaba planeando abiertamente atacar a Hakon específicamente y, lo que era aún peor,
aquí los miembros del Clan solo habían estado esperando que alguien lo iniciara.
Un guerrero del Clan local se acercó a su lado y se cruzó de brazos.
—¿No parece que te guste lo que está pasando aquí?
Al oír esto, Jaryk estrechó la mirada, como si tratara de comprender sus
pensamientos.
Jaryk se limitó a resoplar, sin querer confesar su desaprobación delante de un
desconocido.
El guerrero, sin embargo, se aventuró un poco más.
—Al menos, eso es lo siento. Pero no somos suficientes. ¿Y ustedes?
A Jaryk le sorprendió esta franqueza, pero quizás debía buscar aliados por su
parte.
Por lo tanto, le murmuró al guerrero.
—Cinco, tal vez seis.
Este asintió con la cabeza, pero miró al frente, despreocupado, mientras seguía
hablando.
—Tenemos que hacer algo. ¿Eres un buen jinete?
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Jaryk sonrió. Entre todos los clanes prevalecía la creencia de que ningún guerrero
de las montañas sabía manejar un caballo. Al menos, eso no era cierto en su caso. Él
visitaba a menudo los clanes ecuestres de las llanuras rojas y no había mejores
maestros en todo Lykon. Probablemente su interlocutor no había querido ofenderle,
por lo que había formulado su pregunta con cuidado.
—No te preocupes —le susurró, por tanto—. No soy peor que otros.
El guerrero hizo un gesto con la cabeza hacia la salida y Jaryk lo siguió fuera de
las puertas de la casa de reuniones. Afuera, su nuevo camarada le explicó su plan.
—Toma mi caballo y cabalga hacia los Guerreros Guardián. Su asentamiento está
a solo dos horas de distancia. Informa a su líder de lo sucedido. Si alguien te echa de
menos, solo diré que insististe en probar mi caballo y que se te ha escapado. Todo el
mundo piensa que no sabes montar. —Le guiñó un ojo a Jaryk—. Espero que tu
orgullo pueda soportar esa mentira.
—Mi orgullo estaría intacto. —Jaryk agradeció al guerrero.
Con su ayuda, ahora podía poner en marcha el plan que tenía en mente. Nadie
sospecharía que estaba traicionando al líder de su Clan, aunque de forma justificada.
Se subió al caballo y salió al galope del asentamiento. Como le había dicho
anteriormente, llegó al Clan de los Guerreros Guardián después de dos horas. El
caballo echaba espuma por la boca, pero había hecho bien su trabajo, pues Jaryk era
considerablemente más grande y pesado que su verdadero dueño.
Jaryk se había sorprendido del asentamiento que encontró. Aaryon había logrado
mucho con su Clan desde que se hizo evidente que, en contra de las suposiciones
tradicionales, los Guerreros Guardián no estaban condenados a vivir sin pareja, ni a
dedicarse exclusivamente al servicio.
Sin embargo, todo eso pasó a un segundo plano cuando una enorme sombra se
había posado sobre él. El Dragón de Aaryon daba tranquilamente sus vueltas sobre
las casas, antes de ascender elegantemente en espiral y desaparecer entre las nubes.
Jaryk se apresuró, pues no podía permanecer alejado demasiado tiempo. Corrió
hacia la plaza central, desde donde se oía el tintineo de las espadas. Seguramente los
guardianes estaban haciendo su entrenamiento diario y en ese caso, encontraría al
líder allí mismo.
Reconoció inmediatamente al alto guerrero de cabello corto y negro, y se
precipitó hacia él. Frente a él, se detuvo brevemente para tomar aire, pero el líder del
Clan también ya lo había reconocido.
—¡Jaryk! ¿Qué te trae a nosotros? Desgraciadamente, los potros alados ya están
todos prometidos.
Jaryk había oído hablar de la inusual cría de caballos de Aaryon. El Guerrero
Guardián tenía un semental con alas, y este había transmitido su inusual aspecto a su
descendencia. Los guerreros de los clanes ecuestres habían expresado ciertamente su
interés por los inusuales caballos, aunque nadie sabía a causa de qué fenómeno de la
naturaleza había debido el semental sus alas.
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—No, no estoy aquí por negocios —explicó.
Aaryon dio a sus guerreros unas breves instrucciones y luego lo condujo bajo un
toldo donde podían hablar tranquilamente lejos del ruido del entrenamiento.
—Aaryon, sé que tal vez no confíes en mí, pero necesito pedirte ayuda.
El Guerrero Guardián se acarició la barba.
—¿Por qué no iba a confiar en ti? Te comportaste con honor y protegiste al líder
de tu Clan, desgraciadamente para mí, claro.
—Hmm, quizás debería haberte dejado.
Las cejas de Aaryon se alzaron desconcertadas y Jaryk continuó hablando
rápidamente.
—Payx está reuniendo adeptos. Tiene la intención de atacar directamente a
Hakon. Debes advertir a nuestro gobernante, porque el líder de mi Clan será
imparable si se siguen uniendo más clanes.
Aaryon asintió pensativo.
—Le transmitiré tus palabras y prepararé a mis hombres para la batalla, pues
como sabes, somos leales a Hakon. Hace tiempo esperaba que llegara este día. Pero
no había ninguna sospecha concreta hasta hoy.
Luego apoyó los antebrazos en las rodillas y miró a Jaryk firmemente a los ojos.
—Pero ¿qué pretendes hacer? ¿Continuarás siguiéndolo?
Jaryk le devolvió la mirada y se frotó la nuca.
—Honestamente, había pensado solo hasta este momento. Pero le debo mi
lealtad.
Su homólogo resopló divertido.
—Lo único que importa es tu conciencia.
Puso una mano en el hombro de Jaryk.
—¿Tienes una compañera?
—No. He secuestrado a una mujer, pero no para mí.
Jaryk no podía entenderse a sí mismo. ¿Por qué hablaba de Nadine con una voz
melancólica, como si deseara que fuera su compañera?
Aaryon le sonrió con complicidad.
—Sabes, al final, lo único que importa es una compañera. Solo sería medio
guerrero sin la mía. Demostraste valor cuando viniste a mí. Una compañera te haría
un gran hombre. Piénsalo.
El afecto que Aaryon mostraba abiertamente por su compañera le sorprendió. No
era común entre los otros guerreros admitir su íntima relación con sus parejas.
Además, las sensaciones más contradictorias recorrieron su cuerpo ante esas
palabras. Hasta ahora, había evitado con éxito siquiera considerar la idea de una
pareja. Solo había querido ser un guerrero, un buen seguidor de su líder. Disfrutaba
de la paz y la tranquilidad de su hogar, y nunca le había invadido el sentimiento de
soledad. No consideraba que las compañeras y la prole fueran una molestia, pero
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había que cuidarlas y necesitaban atención. Todo eso alteraría su vida tranquila y, sin
embargo, los guerreros que se habían unido no parecían descontentos.
Además, otro pensamiento le taladró el cerebro. Una y otra vez, insistió en que
había secuestrado a Nadine para el Clan. Eso era cierto, su encuentro se basaba
únicamente en la coincidencia. Pero otras mujeres habían aparecido solas en el sótano
antes que ella, él podría haber tomado a cualquiera de ellas. Pero solo por ella, había
sentido la verdadera necesidad de llevarla con él.
También se había mentido a sí mismo cuando había pensado que ella encajaría
bien en su pueblo. Era una excusa para el hecho de que, en realidad, ella encajaba
bien con él. Con toda su palabrería, finalmente se había puesto en una posición
precaria. Le había dicho a Nadine claramente que tendría que obedecer a otro
guerrero. Abstenerse ahora de hacerlo, estaba fuera de lugar. En ningún caso le
mostraría, cómo estaban las cosas con él, eso posiblemente le proporcionaría un
nuevo alimento para su afilada lengua. Además, en este momento, tenía otras
decisiones que tomar. Su estado de ánimo era absolutamente secundario.
Volvió a mirar a Aaryon, que obviamente lo había estado observando de cerca
todo el tiempo y ahora lo miraba expectante.
—Tengo que volver antes de que me echen de menos. El asunto de la
compañera… ese futuro aún está muy lejos.
Jaryk se levantó. Ya estaba a punto de marcharse, cuando sonó nuevamente la voz
de Aaryon.
—Se trata del futuro, Jaryk. El tuyo y el de ella.
Jaryk no volteó, pero asintió con la cabeza. Tenía claro lo que Aaryon intentaba
expresar y que solo había tenido buenas intenciones. Sin embargo, el Guardián no
conocía todos los detalles para juzgar la situación real.
Sin muchas palabras de despedida, montó en el caballo y regresó al asentamiento
del valle, donde los guerreros locales ya se estaban preparando para partir. El líder de
este Clan y Payx parecían ansiosos por comenzar su loca cruzada.
Jaryk llevó el caballo al prado sin que nadie se diera cuenta, y se mezcló
discretamente con los guerreros. Divisó al hombre que lo había ayudado e inclinó
ligeramente la cabeza en señal de que había completado con éxito su tarea.
—¿Y ahora qué? —se preguntó en silencio.
¿Debería realmente seguir a los otros guerreros? Si se encontraran con los
hombres de Hakon, a los que el gobernante seguro también reunirá, Payx le exigiría
que luchara contra su propia gente. Puede que incluso tuviera que llevar a la muerte a
algunos de ellos. Ningún líder podría pedir eso a sus hombres, al menos, no uno
bueno.
Lo que importa es tu conciencia, las palabras de Aaryon le retumbaban en la
cabeza. Había llegado el momento que Jaryk siempre había querido evitar. Ya no
podía ser solamente el leal guerrero y seguidor. Tenía que defender lo que creía.
Respiró profundamente y se dirigió al líder de su Clan.
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Este le gruñó:
—¿Qué quieres? Recoge tus cosas, nos vamos.
—No voy a ir contigo. No participaré en tu locura. —Jaryk se enderezó con toda
la intención y se cruzó de brazos.
Payx apretó los dientes de forma casi audible.
—¡¿Me estás llamando loco?!
—No, estoy diciendo que tu plan es una locura. Quieres ir contra nuestro
gobernante y nuestro propio pueblo. No deberías pedirnos eso.
Su líder se puso rojo mientras uno de sus ojos se movía furiosamente.
—¡Eres un miserable cobarde, siempre lo he sabido!
Jaryk pudo ver claramente que Payx quería agarrarlo por el cuello ahí mismo. Su
resistencia hacía parecer de alguna forma que el líder del Clan no tenía el control
sobre sus guerreros.
Por otro lado, Payx no podía saber cómo reaccionaría Jaryk ante eso. Podría
desafiarle a un combate aquí y ahora, y sus posibilidades de derrotar a Payx no eran
malas. Eso no le sentaría bien a Payx y quizás algunos guerreros entonces no estarían
dispuestos a seguirlo. Jaryk no tenía la idea de enfrentarse a su líder de esa forma. Por
lo tanto, esperaba que Payx simplemente lo dejara ir.
A continuación, respondió como Jaryk esperaba.
Escupió a sus pies y gritó audiblemente desde lejos.
—¡Entonces corre a casa con las mujeres y la prole! Escóndete bajo sus faldas, si
quieres. Con mucho gusto puedo prescindir de ti.
Sin embargo, Payx no había contado con que algunos de sus guerreros respirarían
aliviados y anunciarían su unión a Jaryk y no a él.
El líder del Clan se colgó la espada en la espalda con una mueca.
—Todos ustedes son unos cobardes. Cuando el gobernante sea derrocado,
pagarán por ello.
Jaryk solo pudo encogerse de hombros. Tal vez, tendría que pagar el precio de su
desobediencia más adelante pero, al menos, lo haría con la conciencia tranquila. Junto
con otros siete hombres de su Clan, se dirigió inmediatamente a su casa.
Era como había dicho Payx. Efectivamente, tenían que volver a las mujeres y a la
prole. Había muchos peligros acechando en las montañas y había sido una tontería
dejarlos completamente desprotegidos.
Sus preocupaciones se habían confirmado, cuando dieron con el camino de la
montaña que conducía a su asentamiento enterrado. Una pila de escombros bloqueaba
el paso, él y los guerreros tardaron varias horas en quitar las pesadas rocas del
camino.
Cuando finalmente llegaron a casa, Jaryk no podía creer lo que veían sus ojos,
cuando vio el agujero en la roca del que fluía lava de forma lenta y constante. La roca
fundida se abría paso hasta el borde del asentamiento y Jaryk se preguntó por qué no
había ingresado aún entre las casas.
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Ahora solamente había una cosa por hacer, tenía que salvar a Nadine y, sin decir
nada más, salió corriendo.
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Capítulo 6
Nadine se miraba las manos magulladas cuando la puerta se había abierto de golpe.
Se sobresaltó y se puso en marcha, temiendo que la lava después de todo había
llegado hasta las casas.
Sin embargo, en lugar de un portador de malas noticias, vio a Jaryk gritando su
nombre como si el destino de todo el universo dependiera de que ella le respondiera.
—Has vuelto —dijo alegremente—. Ya veo que ileso.
—Cómo puedes estar tan tranquila. ¿No has visto lo que está pasando afuera? —
Jaryk se acercó a ella, la sujetó por la parte superior del brazo y tiró de ella.
Nadine se zafó de su agarre.
—Claro que sí, y nos hemos asegurado de que el asentamiento estuviera seguro.
No pudo evitar reírse cuando Jaryk ladeó la cabeza, desconcertado. Al parecer, no
se le había ocurrido que las mujeres podrían sobrevivir unos días sin los guerreros
aunque, en este caso concreto, les hubiera venido bien tener unos brazos más fuertes.
—Cavamos un canal de drenaje y desviamos la lava. Todo está bien.
Recién, en ese momento, su mirada se posó en sus manos heridas y luego en su
rostro aun ligeramente sonrojado.
—Yo… lo siento, no debería haberte dejado sola.
Ella sabía que él solo la consideraba como un valioso botín, pero mientras él
pasaba de un pie a otro, atormentado por el remordimiento, ella sentía una
inexplicable necesidad de reconfortarlo.
Nadine se colocó cerca de él, se puso de puntillas en los pies y le rodeó el cuello
con los brazos.
Ella acarició su mejilla contra la de él.
—No pasó nada. No te culpes.
Al principio se quedó quieto, pero al cabo de un rato la tomó de la cintura y la
levantó un poco. Sus labios colgaban justo delante de los de él, y cuando lo miró
profundamente a los ojos, creyó ver allí un oscuro deseo, que era igual al que también
ardía secretamente en ella.
Se sintió como si una fuerza sobrenatural se apoderara de ella, y apretó los labios
contra su boca. Por un momento, ella percibió su sorpresa, pero luego un gruñido
bajo escapó de su garganta. La apretó contra él, haciéndole difícil recuperar el aliento,
mientras se apoderaba de sus labios.
No fue un beso tierno, sino la prueba rabiosa de lo que él deseaba de ella. Nadine
quería dárselo, aunque fuera solo por esta vez. Cuando él la puso nuevamente en pie,
ella dio un paso atrás sin quitarle los ojos de encima.
Se quitó las botas y se puso el vestido por encima de la cabeza. Él tenía que
mirarla desnuda y temblando de lujuria. Si él también se sintiera incómodo, entonces
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ella sabría finalmente que nadie podría darle una verdadera satisfacción.
Jaryk la miró. Lentamente, sus ojos bajaron por su cuello hasta sus duros pezones
y el triángulo entre sus piernas. Se burló de su cuerpo con la mirada, y su respiración
se aceleró. Por último, se echó la camisa por encima de la cabeza y se quitó el
pantalón.
Le dio tiempo a que contemplara también su cuerpo desnudo. Nadine dejó que
sus ojos se deslizaran por la enorme parte superior de sus brazos, trazando las líneas
de los intrincados tatuajes de su pecho, que se extendían hasta sus prominentes
abdominales.
Su hombría se extendía rígida hacia ella y, de repente, se dio cuenta de que no
tenía el control de este juego. Tenía que escapar de esto ¡Ahora! Pero ya era
demasiado tarde, demasiado tarde.
La propia Nadine había despertado a la bestia de la lujuria en Jaryk y, antes de
que se diera cuenta, él la había tomado y arrojado sobre las pieles de su cama. Se
cernía sobre ella como una tentadora promesa acerca de todos los placeres
imaginables. Pero ¿caería su alma en la perdición si él le diera la espalda después?
Ella no podría soportar eso, así que trató de arrastrarse lejos de él. Fue un duelo
desigual. Simplemente la agarró del tobillo y la arrastró hacia atrás. Pateó y pateó
contra él, pero su sonrisa diabólica le demostró la inutilidad de sus esfuerzos.
En un momento dado, le rodeó los brazos con un agarre de acero y los mantuvo
por encima de su cabeza.
—Basta de juegos —susurró, metiéndole bruscamente el dedo en su vagina
traicioneramente húmeda.
Una lágrima rodó por el rabillo de su ojo, cuando sintió que su cuerpo se rendía
voluntariamente, y su resistencia se convirtió en un gemido codicioso cuando Jaryk
chupó sus pezones rígidamente erectos.
El dedo de él se movió más rápido dentro de ella y, repentinamente, deseó que
fuera su pene duro como el acero, el que le proporcionara ese placer.
Jaryk no se acercó a ella de forma interrogativa o torpe, como siempre lo había
hecho Simon. Era tan liberador no tener que instarle a aumentar su placer dándole
instrucciones embarazosas.
Ella gimió suavemente cuando él se detuvo, rodeando ahora su clítoris con el
pulgar. Sus piernas se abrieron por su propia cuenta y levantó su abdomen con deseo.
Jaryk le acarició el trasero con las manos, mientras se arrodillaba entre sus
piernas. Exploró los labios de su vagina con la lengua, saboreando las gotas de placer
que mojaban sus muslos.
Parecía que él podía leer sus deseos más íntimos y su cuerpo se erizó cuando él le
acarició suavemente el ano. Las sensibles terminaciones nerviosas de la zona
provocaron pequeñas explosiones en su cuerpo y pensó que nunca se había sentido
tan débil y a la vez, tan electrizada.
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Necesitaba saber si era la única que se sentía así. Jaryk la había llevado más allá
de los límites de sus sentimientos conocidos, pero ¿ella sería capaz de hacer lo mismo
con él?
Con cuidado, retiró sus manos de él y comenzó a acariciar la punta de su
miembro. Jaryk se quedó paralizado y cerró los ojos, cuando ella cerró la mano con
firmeza alrededor de su pene y lo masajeó. Los músculos de su mandíbula se
tensaron, como si estuviera evitando gritar de placer.
Se inclinó hacia delante y se metió el pene en la boca. Sintió que él le ponía las
manos en la cabeza y frenaba ligeramente sus movimientos. Nadine lo sintió muy
claramente, su contención estaba a punto de llegar a su fin y saboreó los presagios de
su deseo que brotaban de su miembro.
Nadine quería sentirlo dentro de ella, y que la llenara completamente. En ese
momento, ese enorme hombre le pertenecía solo a ella, como ella debía pertenecerle
solo a él.
Ella frotó sus pechos contra su torso, mientras se sentaba encima de él,
rodeándolo con sus muslos. Lentamente, trató de deslizarse sobre él, pero Jaryk la
agarró y con un grito de lujuria empujó su miembro hasta el fondo de su abdomen.
La sensación de entregarse completamente a él, le resultaba desconocida, pero
embriagadora. Él la sostuvo por la espalda y cada empuje iba acompañado de un
gemido que alimentaba aún más su lujuria.
Ella giró su pelvis salvajemente y lo cabalgó con la misma pasión desenfrenada.
Su abdomen se contrajo al sentir que se acercaba la liberación. En ese mismo
momento, las marcas del pecho de Jaryk empezaron a brillar y Nadine sintió que el
brillo se disparaba por sus venas como una última chispa encendida.
Gritó su orgasmo mientras caía hacia atrás sacudiéndose, y el miembro de Jaryk
palpitaba dentro de ella. Su grito rendido la hizo sentir como si fueran dos cuerpos
celestes que se habían atraído durante miles de años y que finalmente se habían
encontrado. Y en ese momento, habían chocado y la luz de su unión iluminaba la
galaxia.
Jaryk la acercó y apoyó su frente en la de ella. Su respiración se entrecortaba,
mientras le acariciaba la espalda.
—No debería haber hecho eso. No eres para mí.
Nadine sintió la puñalada en su corazón. Esa era la frase que había estado
temiendo.
¿Pero a quién iba a culpar? Ella lo había provocado porque quería saber cómo se
sentía el verdadero deseo. Ahora tenía que asumir las consecuencias, porque
básicamente ella sabía que Jaryk no quería una pareja y también lo que él tenía
pensado para ella.
No había dudas. Él nunca le había ocultado sus intenciones, mientras que ella
había sido tan arrogante como para pensar que tenía algún poder sobre él. Se había
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dejado llevar por su curiosidad y había seguido sus impulsos en lugar de escuchar a
su mente.
Ella se apartó de él y dejó la cama, apartando deliberadamente la cara de él.
—Puedo vivir con ello, no te preocupes.
Tomó su ropa y se vistió. De momento, lo único que la movía era la idea de salir
lo antes posible de esta casa. Como no quería demostrarle a Jaryk que estaba
literalmente huyendo de él, se dirigió tranquilamente a la puerta principal.
Solo cuando la puerta se cerró detrás de ella, corrió hacia la casa de baños,
esperando no encontrar a ninguna de las mujeres allí a esta hora del día. Ahora
necesitaba estar sola y poner en orden sus pensamientos. La suerte estaba con ella, al
menos, en ese momento, porque las piscinas estaban todas desiertas.
Se quitó la ropa y se sumergió en el agua caliente. Su piel todavía desprendía
ligeramente el olor a invierno y a bosque de Jaryk, así que se deslizó en la piscina
hasta el cuello.
—Entonces, abogada ¿cómo quiere proceder? —susurró sobre la superficie
humeante del agua.
Se dio un golpe en la frente, eso fue todo. Todo lo que tenía que hacer era
averiguar los puntos débiles de la contraparte, en su caso Jaryk, y el asunto estaría
resuelto.
Y ella ya no sentiría ninguna necesidad de permanecer cerca de él.
—Primero, él es, él es… —Se quedó mirando los azulejos de la pared opuesta de
la piscina, pero tampoco logró terminar la frase.
—Muy bien, empecemos por los aspectos positivos y las debilidades se revelarán
rápidamente.
Era fuerte, atractivo y podía darle un placer inimaginable. Él la había rescatado de
la casa de reuniones, pero solo por su culpa había tenido que presentarse ante los
guerreros.
Se felicitó interiormente, pues ya había encontrado un punto negativo. Sin
embargo, tuvo que admitir que eso solo contaba a medias. Entretanto, ya no se
quejaba de su secuestro, sino que lo veía más bien como una aventura extraordinaria
que se le negaba a la mayoría de la gente.
Era evidente que Jaryk estaba preocupado por ella, debido a la forma en que había
irrumpido antes en la casa, parecía como si hubiera querido echársela al hombro y
sacarla de la zona de peligro a toda prisa.
Los guerreros del Clan no habían regresado en su totalidad, por lo que pudo
comprobar en el camino. Eso significaba que Jaryk había desafiado a su líder y eso
debió haberle afectado mucho. Nadine ya se había dado cuenta de que, por lo demás,
era leal a su pueblo. Debido a su profesión, podía juzgar bastante bien a las personas
y, aunque no podía precisarlo, sabía que Jaryk era mucho más de lo que parecía.
Prefería quedarse en un segundo plano y ella conocía bien esa sensación desde su
juventud. Había dudado de sus capacidades hasta que la muerte de su padre la llevó a
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hacerse cargo de su despacho. Su padre le había dejado la convicción de que se
mantuviera firme y que se impusiera ante todos sus colegas masculinos, lo que
finalmente había conseguido. Tal vez, todo lo que Jaryk necesitaba era un empujón y,
estaba segura, que entonces mostraría su verdadera fuerza.
De repente, se dio cuenta de que su lista mental contenía unos cuantos aspectos
positivos y solo la mitad de los aspectos negativos. Por mucho que se devanara los
sesos, no se le ocurría nada que pudiera utilizar para convencerse de que Jaryk sería
una muy mala elección para ella.
Le gustaba, mucho. Tal vez estaba un poco enamorada de él. Nadine soltó una
risita, después de todo, ya no tenía doce años. Mucha gente se enamoraba de la
persona equivocada y conseguía librarse de esa incomodidad. No se acababa el
mundo por eso. En cambio, esas personas no tenían que prepararse para ser
entregadas a un Guerrero Dragón como trofeo y tener que darle un hijo sin quererlo.
Hasta ahora, era una prisionera del Clan, pero posiblemente los guerreros no
volverían a casa. Entonces sería libre y podría volver a controlar su propio destino.
No consiguió deshacer el nudo en su cabeza. Si los guerreros no volvían, muchas
mujeres tendrían que vivir sin su pareja y los vástagos crecerían sin padre. Nadine no
pudo imaginar entonces como su libertad podría darle placer. Siempre se reducía al
hecho de que, ella acabaría siendo presa fácil de todos los Guerreros Dragón o a que
compartiría la cama con alguien que no quisiera.
Suspiró y se sumergió completamente bajo la superficie del agua. Las burbujas de
aire que surgían de su cabello le producían un agradable cosquilleo y solo volvió a
subir cuando se había quedado sin aire.
Simplemente no había otra solución, desafiaría a todo el planeta si fuese
necesario. Pero, de ninguna manera, iba a convertirse en una incubadora y abrir
voluntariamente sus piernas para un guerrero cualquiera.
Solamente a uno se ataría sin dudarlo, pero él no la quería. Pero le concedió ese
derecho, al igual que ella tenía derecho a elegir a su propia pareja. Por otro lado,
podrían luchar y después exigir que se aparee con el vencedor. ¡Se arrepentiría de
levantarse de su cama esa mañana!
Nadine salió del agua caliente y se secó apresuradamente. Cuando llegara el
momento, no podría defenderse con sus propias manos. Necesitaría una de esas
espadas de práctica que había usado para cavar. El chico al que se lo había arrebatado
se acercó a ella y le exigió que se lo devolviera. Pero sabía dónde estaba la fragua, y
también que las pequeñas espadas estaban guardadas en una caja detrás de ella. La
espada de un guerrero no le serviría de nada, ya que apenas podría levantarla. Zahyra
también le había mostrado que las llamas parpadeaban si se golpeaba con una piedra.
Se apresuró a lo largo de la pared exterior de la casa de baños y luego corrió de
un rincón a otro, sin perder de vista su entorno. Detrás de la fragua, abrió la tapa de la
caja con dedos temblorosos. No dejaba de mirar por encima de sus hombros mientras
lo hacía, ya que no podría pensar en una excusa plausible si la pillaban robando.
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Con cuidado, para no hacer ruido, sacó una espadas corta y volvió a cerrar la caja.
Puso la espada, con la punta por delante, en su bota y se puso por encima el vestido.
De momento, tenía que esconderlo en algún sitio, porque en la casa Zahyra, Dios
no lo quiera, Jaryk lo descubriría. Difícilmente podría alegar entonces que quería
practicar esgrima, por no mencionar que el herrero no le había entregado la espada.
Intentó caminar con la mayor naturalidad posible mientras se acercaba al borde de
la meseta rocosa. Allí ya había descubierto algunas grietas y hendiduras donde la
espada corta podía pasar desapercibida a la espera de su destino.
Tras asegurarse una vez más de que nadie la observaba, sacó la espada de su bota
y la introdujo en una grieta de la que no podría salir fácilmente.
Satisfecha con su actuación, se levantó y se quitó de los dedos la nieve restante
que había amontonado sobre el pomo de la espada. Cuando se dio la vuelta para
marcharse, el padre de Jaryk se puso, de repente, delante de ella con una sonrisa
socarrona.
Señaló la grieta.
—No sé qué vas a hacer con ella, muchacha, pero la nieve se derretirá pronto.
Nadine sintió que le ardían las mejillas. Sin duda, el padre de Jaryk no quería
hacerle daño, o de lo contrario, no estaría ahora delante de ella con una expresión tan
divertida.
—Yo… bueno… ¡por favor, no me delates! —suplicó finalmente.
—No lo haré, siempre y cuando no uses ese cuchillo contra mi hijo. —El padre de
Jaryk arqueó una ceja, y probablemente era mejor que ella le diera una respuesta.
—Oh, a él, ni siquiera le importa lo que me pase.
Las palabras salieron de su boca sin más, revelando toda la frustración que sentía
por Jaryk en ese momento.
El padre asintió, y Nadine descubrió que había en sus ojos la misma mirada de
complicidad, que siempre él ponía cuando sabía exactamente lo que la molestaba, sin
que ella siquiera lo mencionara.
—Paciencia, pequeña. Ya se dará cuenta.
El guerrero se alejó y ella dejó salir el aire de sus pulmones. Debió olvidarse
momentáneamente de respirar por la conmoción, pero afortunadamente su arma
secreta por ahora estaba a salvo.
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Capítulo 7
Había pasado una semana desde que llegó a casa. Tal vez habían sido dos, Jaryk no
lo sabía con certeza.
Se había dedicado a todo tipo de actividades para distraerse de los sentimientos
que lo amenazaban obstinadamente con abrumarle cada segundo libre. Junto con los
demás guerreros, Jaryk había creado otro canal de drenaje para la lava y había
reparado el camino de la montaña que había sido destruido. Entrenaba con los
descendientes las diversas técnicas de esgrima y controlaba diariamente a las mujeres
cuyos compañeros habían viajado con Payx.
Se alojaba en la casa de su padre, ya que no podía entrar en la suya. Nadine
dormía allí, y él no podría soportar verla en su cama, después de su desenfrenada
entrega a la lujuria allí. Después de eso, se quedó allí solo durante un rato, e incluso
empezó a contar los sillares con los que estaban construidas las paredes. Por primera
vez, le molestaba que hubiera tanto silencio en su casa. Era aburrido, solitario y nada
acogedor.
Además, él no pudo entender cómo ella permaneció tan fría y se marchó sin más,
como si no hubiera sentido lo mismo que él. Sin duda, ella debió darse cuenta que su
unión había sido un error.
Pero el hecho de que ella actuara como si hubiera sido un incidente insignificante
no le había gustado nada. Además, no había tenido ningún sentimiento de culpa hacia
los futuros compañeros de Nadine. Y lo más paradójico fue, que precisamente por eso
había surgido su remordimiento de conciencia.
Estaba aquí, sentado en la casa donde había nacido y no sabía qué hacer consigo
mismo. La comida sabía a corteza de árbol seca y, por muy fría que estuviera la
cerveza que se había servido, no le refrescaba, sino que corría insípida y rancia por su
garganta. Ni en sus mejores sueños esperaba que una mujer se metiera de esa manera
en su piel.
Podría seguir el consejo de su padre y hacerla su compañera. Pero probablemente
Nadine no estaría muy entusiasmada, por la forma en que se había comportado, y por
alguna inexplicable razón, de repente, era importante para él que ella también lo
eligiera.
Más allá de eso, albergaba una esperanza inquebrantable de que los guerreros del
Clan acabaran volviendo a casa, aunque quizá, no todos. Él se había enfrentado a
Payx. Sin embargo, eso no significaba que pudiera decepcionar a los demás,
robándoles su pareja prometida. Frustrado, apretó la jarra de cerveza hasta que crujió
y se rompió en sus manos. Siempre había puesto al Clan por encima de todo, pero
nunca antes había puesto sus necesidades personales en un segundo plano.
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Era lo que tenía que ser. Haría este sacrificio, aunque pareciera demasiado grande.
Pensó brevemente en Hakon, el gobernante de todos los clanes. No se le permitía
tomar una pareja en toda su vida, para descartar desde el principio las disputas sobre
una posible sucesión.
Él se había librado de este destino, en algún momento, encontraría otra mujer con
la que pudiera llevarse más o menos bien. En su mente, aparecía una mujer sin rostro
que siempre estaba a su disposición, que se preocupaba constantemente por él y que
no tenía ningún interés más que en su descendencia. Jaryk hizo una mueca. Tendrían
que pasar muchos inviernos más para que estuviera listo.
El rostro de la mujer fue adquiriendo rasgos familiares. Sus ojos grises brillaban y
sus labios rojos se torcieron en una sonrisa burlona. Con Nadine se pelearía, y ella no
cedería tan fácilmente. Entonces, la reconciliación sería más apasionada por ello y su
vida nunca sería monótona.
Jaryk rechazó la idea ¡Ya es suficiente!
Desde el exterior oyó, de repente, un murmullo de voces, y agradecido por esta
distracción se dirigió a la puerta.
Payx estaba entrando en el asentamiento. Algunos guerreros cojeaban, uno tenía
su ala colgando en un ángulo extraño en su espalda, y dos incluso habían tenido que
ser cargados. Muchos de ellos no habían regresado y Jaryk asumió que habían dado
sus vidas. Sin mirarlo, el líder del Clan pasó junto a él. Jaryk esperó un momento y
luego se acercó a uno de los que había regresado.
—¿Qué ha pasado? ¿Dónde están los hombres faltantes?
El guerrero con el ala dislocada resopló.
—Todos muertos. Deberíamos haberte escuchado.
Miró en dirección a Payx y luego inclinó la cabeza hacia Jaryk.
—Está obsesionado. Ni siquiera buscó otros guerreros, sino que se dirigió
directamente a la costa. Hakon estaba preparado y, por supuesto, nos encontramos
con Aaryon. Ni siquiera tuvo que poner en juego su maldito Dragón. Fue un gran
desastre.
Jaryk reprimió cualquier comentario. El Guerrero Guardián debió partir
inmediatamente después de su visita, para tomar posición con sus tropas antes de la
llegada de Payx. A su vez, el líder de su Clan había subestimado poderosamente la
capacidad bélica de los Guerreros Guardián cuando envió a su gente a la batalla
contra ellos.
Sin embargo, el gobernante probablemente se había apiadado por segunda vez,
pues de lo contrario Payx no podría engreírse en medio de la plaza del asentamiento
como lo estaba haciendo ahora.
—¡Hombres, escúchenme! Nuestra causa no está perdida. Todo lo que tenemos
que hacer es reagruparnos y la victoria será nuestra.
Uno de los guerreros se adelantó.
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—¿Reagruparnos? ¿Has perdido la cabeza? Casi la mitad de nuestros guerreros
han muerto.
Otro interfirió, aunque apeló más a la conciencia de Payx.
—Mira a tu alrededor. La lava se está filtrando de las rocas y amenaza nuestro
asentamiento. Muchas mujeres se han quedado sin sus compañeros. Usa la razón.
Payx empujó al guerrero por el pecho, haciéndole caer, ya que este había sufrido
una herida muy sangrante y abierta en la pierna.
—¡Me importa una mierda la promesa de Hakon! ¿Ustedes se tragaron eso de que
no hay que estar de acuerdo con su opinión?
El guerrero que tenía delante se puso lentamente en pie.
—Estamos aquí ¿no es así? —le espetó al gruñón líder del Clan.
Jaryk se dio cuenta, de repente, de que Payx no iba a dar marcha atrás. La derrota
solo le había animado a seguir adelante, y no se detendría hasta sacrificar al último de
ellos por su convicción.
Había que proteger al Clan. Mientras dejaba que sus ojos recorrieran entre los
hombres heridos y a las mujeres asustadas con sus hijos, estaba tan claro como el
agua. Tenía que actuar, las palabras obviamente no ayudarían al líder de su Clan.
Sus ojos vislumbraron a Nadine, que parecía estar observándole atentamente todo
el tiempo. Como si supiera lo que pasaba por su cabeza, le asintió con determinación.
Jaryk enderezó los hombros y se puso de pie con las piernas abiertas frente al
líder de su Clan. Sus labios formaron las palabras que nunca había pensado que
asumirían.
—¡Te reto! A una batalla por el liderazgo del Clan.
A Payx se le trabó momentáneamente la lengua, antes de que le diera un ataque
de risa.
—¿Tú?
Jaryk no se dejó llevar y miró beligerantemente al líder del Clan.
De entre los reunidos, uno gritó.
—Está en su derecho. No puedes negarte, Payx.
Con ello, la persona que gritó, solo había confirmado lo que ya era sabido por
todos. Cualquier guerrero podía desafiar al líder de su Clan, en cualquier momento, si
no estaba de acuerdo con sus planteamientos o si la mayoría lo animaba a hacerlo.
Una negativa se interpretaba como una debilidad por parte del líder del Clan y
entonces, de todos modos, nadie lo seguiría. Por lo tanto, Payx estaba en apuros. Si
quería salvar su honor y mantener el liderazgo del Clan, no tenía más remedio que
enfrentarse a Jaryk.
—¡Como quieras, fanfarrón! —se mofó—. En una hora.
Jaryk asintió.
—En una hora.
Así que le quedaba una hora. Entonces estaría muerto o sería el nuevo líder del
Clan. Sin duda, Payx le quitaría la cabeza si tuviera la oportunidad.
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Sus pies le llevaron automáticamente a su casa y a ella. No tenía intención de
revelar nada de sus sentimientos a Nadine. Solo quería despedirse. No importaba
cómo terminara la pelea, tendría que sacarla de su mente, pero deseaba un pequeño
momento más a solas con ella.
Como si ella estuviera esperando que apareciera, Nadine ya estaba parada en la
puerta. Parpadeó excitada y sus manos se movían en su dirección, mientras abría y
cerraba la boca. Después de respirar hondo otra vez, se acercó a él y le puso la mano
firmemente en la mejilla.
—¡Enséñale!
Eso fue todo lo que dijo, pero en esas palabras estaba todo lo que Jaryk necesitaba
oír. Así que esto es lo que se siente, cuando la mujer a la que quieres te anima en tus
acciones, incluso fuera de la cama.
No había ningún temblor en su voz, ni ningún miedo oculto que brillara en sus
ojos. Todo lo que sentía, era exactamente lo que necesitaba ahora, la confirmación de
que había tomado la decisión correcta y su convicción de que saldría victorioso.
Jaryk le quitó los dedos de la cara y le dio un beso en la palma de la mano.
—Lo haré.
No había nada más que decir y estaba a punto de irse, pero Nadine lo empujó a
una silla. Ella se arrodilló frente a él, comprobó las correas de cuero que rodeaban la
parte inferior de sus piernas y las ató cuidadosamente. Luego le deshizo la trenza, y la
volvió a trenzar, de manera que, no se le cayera sobre los hombros en la pelea que
tenía por delante. Desde atrás, ella puso sus manos sobre los hombros de él y
presionó sus dedos en ellos.
—No sé qué más puedo hacer…
Jaryk no pudo evitar sonreír. Evidentemente, Nadine se sentía impotente y eso
tenía que ser duro para ella, ya que normalmente, le gustaba creer que era la dueña de
todas las situaciones.
Se levantó, pues había llegado el momento de enfrentarse a Payx.
—¿Vendrás al duelo? —le preguntó.
Normalmente, las mujeres evitaban ver esas peleas, ya que no se trataba de una
competición amistosa. Se trataba del liderazgo del Clan y ni Payx, ni él ejercerían
ningún tipo de moderación.
Ella asintió.
—Por supuesto, allí estaré.
Jaryk sacó su espada de su soporte en la pared y se dirigió a la plaza del
asentamiento, donde los guerreros ya se habían reunido.
Al pasar, su padre le dio una palmada en el hombro.
—Estoy orgulloso de ti, hijo.
Jaryk se colocó en el centro de la plaza y apoyó las manos en el pomo de la
espada que había colocado en el suelo frente a él. No tuvo que esperar mucho tiempo.
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Payx llegó poco después, como si solo hubieran quedado para tomar una jarra de
cerveza.
El líder del Clan se puso de pie frente a él, con una sonrisa de aburrimiento.
—Acabemos rápido con esto, tengo cosas más importantes que hacer hoy.
En ese momento, uno de sus párpados se movió, lo que hizo que Jaryk sonriera
internamente. Aparentemente, no estaba tan seguro de la victoria como el líder del
Clan quería dejar ver.
—¿Por qué no dejas esta tontería, Jaryk? —continuó Payx con sorna—. No eres
un líder, ambos lo sabemos.
Jaryk levantó su espada y adoptó una posición de combate.
—¿Vas a derrotarme con tu palabrería, o vamos a empezar ahora? —replicó,
provocando risas entre los guerreros presentes.
Las fosas nasales de Payx se estremecieron ante este insulto y ahora también
levantó su arma. Resoplando, pasó la espada de una mano a otra, mientras rodeaba a
Jaryk con una expresión perturbada.
Jaryk no le quitó los ojos de encima, pues conocía la táctica de su líder. Solo
esperaba un pequeño momento de desatención para atacar. Además, no dejaría que
Jaryk se acercara demasiado, ya que era inferior a él en cuanto a resistencia muscular.
De repente, se abalanzó y dirigió la punta de su espada al costado desprotegido de
Jaryk. Sin embargo, Jaryk se apartó a tiempo y golpeó con todas sus fuerzas contra la
espalda de Payx, con la parte ancha de la espada. Payx se tambaleó hacia adelante,
pero logró recuperarse. Se dio la vuelta y ahora la lucha de espadas se desató con toda
su fuerza. Cruzaron sus espadas, pero Payx blandía su espada con gran habilidad y
Jaryk no lograba obtener ventaja.
Tenía que utilizar una estrategia diferente o seguiría golpeando a su oponente
todo el día sin resultados.
En un momento dado, giró cerca de Payx, lanzando su propia espada en un
ángulo elevado y tomó el brazo de Payx. Estuvo a punto de romperse la muñeca, pero
finalmente Payx abrió el puño, haciendo que el pomo rodara fuera de sus dedos.
Jaryk lanzó la espada con una patada a una distancia segura, liberando a su
adversario.
Quería una victoria justa y ahora que ni él ni Payx tenían una espada, seguirían
luchando con los puños y las alas.
El líder del Clan lo miró con atención. El odio estaba escrito en su cara y Jaryk
sabía que había tirado de la cola de la bestia. Así que tenía que mantenerse en
guardia. ¿Quién iba a saber a qué medios recurriría Payx?
Hizo que sus puños volaran y recibió un golpe de ala en la parte superior del
brazo izquierdo, que hizo que su puño se aflojara. Ahora el líder del Clan le estaba
golpeando la mandíbula. Jaryk saboreó la sangre en su boca y por el rabillo del ojo,
vio que Nadine se llevaba las manos a la boca asustada.
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Con un poderoso golpe de su puño derecho, finalmente desequilibró a Payx. Le
sujetó de las alas en un instante y lo arrojó al suelo. Se lanzó contra su oponente, pero
este ya se había sujetado. Payx le dio una patada con ambos pies contra las rodillas,
de modo que él, a su vez, cayó.
Jaryk tuvo que cobrar fuerzas, solo que el líder del Clan, en ese breve momento,
había conseguido ponerse en pie. Golpeó su bota contra la cabeza de Jaryk varias
veces y rugió con furia.
—¡Muere, maldito!
Jaryk ya no podía ver con claridad. En un momento, sintió que Payx saltaba sobre
su pecho, tratando de expulsar el aire de sus pulmones. Tensó la parte superior del
cuerpo y rodeó el cuello de Payx con las manos. Sus dedos apretaron con tanta fuerza
que los ojos de su oponente se desorbitaron mientras jadeaba desesperadamente en
busca de aire.
De repente, Payx tenía un cuchillo en sus manos y estaba a punto de clavárselo en
la garganta. En el último segundo, consiguió agarrar las manos de Payx y detener la
punta del cuchillo, justo antes de su objetivo. Los guerreros que le rodeaban rugieron
y gritaron su disgusto ante este ruin ataque.
Sintió que sus fuerzas le abandonaban poco a poco, sobre todo porque su
adversario era capaz de utilizar también todo el peso de su cuerpo. Girando la cabeza
hacia un lado, pudo ver a Nadine colgada del brazo de su padre. Ella lo miraba
insistentemente, y su boca formaba palabras que él no podía oír, pero cuyo mensaje
brillaba en sus ojos.
—¡No te rindas!
Aferró sus manos sobre los antebrazos de Payx y estrechó las piernas. Sus
músculos se tensaron casi hasta el punto de ruptura, mientras enderezaba el torso y
seguía sujetando a su oponente. Los Guerreros Dragón que lo rodeaban murmuraron
y luego expresaron su admiración por esta hazaña de fuerza sin precedentes.
Payx se quedó completamente perplejo cuando, para su asombro, fue
simplemente levantado por los aires. Tardó unos preciados segundos, en darse cuenta,
de lo que acababa de ocurrirle. Solo entonces intentó defenderse nuevamente, pero
Jaryk le apartó las manos y le golpeó la cabeza con su frente.
Jaryk aflojó su agarre y Payx se le escapó de las manos como si fuera un muñeco
de trapo. Derrotado, cayó de rodillas y agarrándose la cabeza, se balanceaba de un
lado a otro, gritando.
—¡No eres un líder, no eres un líder!
—Ahora sí —respondió Jaryk con calma, aunque la cabeza le palpitaba por las
patadas.
—Payx, tienes dos opciones. Quédate aquí y júrame lealtad. O bien, márchate y
busca un nuevo Clan. Cualquiera de los dos, estaría bien para mí.
Era una oferta generosa, Jaryk lo sabía. Sin embargo, Payx seguía siendo un
guerrero del Clan de las montañas y se merecía la oportunidad de entrar en razón. No
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obstante, si no quisiera aceptar la oferta de quedarse en las condiciones de Jaryk,
tendría que abandonar el asentamiento. No toleraría albergar a rebeldes contra la ley
vigente entre sus tropas, pues ahora el liderazgo del Clan era solamente suyo.
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Capítulo 8
—¡Ah! ¡Sabía que podías hacerlo! —Nadine saltó, cuando de repente se dio
cuenta de que seguía presionando con sus dedos la parte superior del brazo del padre
de Jaryk.
Se sonrojó y bajó las manos.
El padre la miró con las cejas levantadas.
—Tu entusiasmo me asombra. ¿No habías mencionado algo así de que podía irse
a la mierda?
Él no hizo ninguna mueca, y Nadine se vio en la necesidad de dar una
explicación.
—Yo… um… bueno… me alegro por nuestro Clan. Sí, eso es.
—Ya veo. —Los labios del guerrero más viejo se movieron de forma burlona
mientras se unía a los simpatizantes que celebraban la victoria de Jaryk.
Sin embargo, en este momento, no le importaba lo que el padre de Jaryk pudiera
haber descubierto. En los últimos minutos del combate, casi se había mordido la
lengua por los nervios, cuando Payx había puesto el cuchillo en la garganta de Jaryk.
Ella lo había mirado, tratando de enviarle toda su fuerza, si es que eso era posible a
través de una mirada. Luego, cuando Jaryk se puso en pie, no había podido sentirse
más orgullosa.
Las personas presentes prácticamente se habían dado por vencidos con él, según
lo que pudo oír por los comentarios que se intercambiaban. Le hubiese encantado
gritar a los guerreros por su poca fe, pero sin duda eso no habría sido bien recibido.
Además, su admiración por Jaryk se habría hecho pública y tenía que mantenerlo en
secreto forzosamente.
De todos modos, el hecho de que ahora él liderara el Clan no cambiaba nada para
ella. Permanecería prisionera hasta que fuera entregada a uno de los Guerreros
Dragón. Entonces, solo había cambiado de varios propietarios a uno, pero hoy
todavía no era el día para aquello.
Su pequeña espada estaba a salvo en la grieta y eso la reconfortaba. Mientras
tanto, todas las demás mujeres y sus descendientes habían aparecido. Nadine se
mezcló con ellos y se acercó a la ronda de guerreros, entre los que se desarrollaba una
acalorada discusión.
Evidentemente, Payx había recuperado su antigua forma, pues había intentado
engatusar verbalmente a los guerreros para que no aceptaran la victoria de Jaryk. La
mayor parte del público se había apartado negando con la cabeza, y se habían
colocado de forma demostrativa detrás de Jaryk, que escuchaba las peroratas de Payx
con una forma inexpresiva en su rostro.
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Algunos, sin embargo, seguían aferrados al plan de imponer su superioridad por
la fuerza de las armas, y se agruparon en torno a su antiguo líder de Clan.
Las dos partes se lanzaban gritos e insultos hasta que Jaryk los acallo con un
gesto de la mano y un violento batir de alas.
—¡Ya basta! —tronó.
Nadine no pudo evitarlo, encontrando el aura imperiosa que lo rodeaba,
inmensamente apropiado para ese momento y, para su disgusto, increíblemente
atractivo.
—¡Tú! —Señaló con su dedo índice a Payx—. Como ya te había dicho, puedes
dejarnos en cualquier momento.
Luego miró con el ceño fruncido a los seguidores de Payx.
—Lo mismo para ustedes. Si no se someten a mis reglas, ya no son bienvenidos
aquí.
Los guerreros en cuestión jadearon indignados. Obviamente, no se habían dado
cuenta de que su decisión de ponerse del lado de Payx tendría consecuencias.
Nadine ya había aprendido lo suficiente sobre los clanes y conocía la situación.
Ningún líder de Clan en todo Lykon, toleraría una oposición tan abierta a sus órdenes.
Jaryk les había dado una opción y ellos habían tomado la suya. Realmente no podían
esperar más concesiones que esa.
Había movimiento en la pequeña tropa. Maldiciendo, corrieron a sus casas y se
cargaron con sus pertenencias. Nadine pensó que se comportaban como niños
desafiantes que no querían escuchar.
Un gran número de los que tenían la intención de ir con Payx, regresaron al poco
tiempo con sus compañeras y su descendencia. Las mujeres gemían suavemente, pues
les esperaba un futuro incierto. Sintió un fuerte impulso de rogar a Jaryk que les
convenciera de quedarse, pero se contuvo. Había conocido a muchas de las mujeres y
eran leales a sus compañeros, aunque no compartieran sus creencias.
El mundo, al que ahora llamaba hogar, tenía reglas diferentes a las que ella
conocía en la Tierra. El pacto entre un Guerrero Dragón y su compañera se hacía para
toda la vida, y de momento, se alegró de no haber sido ya adjudicada a uno de los
renegados.
Estaba a punto de darse la vuelta cuando alguien tiró dolorosamente de su brazo.
—Todavía necesitamos mujeres. Tú vienes conmigo.
Payx estuvo a punto de arrancarle el brazo del hombro, mientras ella plantaba los
pies en el suelo para zafarse de su agarre.
Era simplemente increíble. Probablemente este rufián aún no se había dado
cuenta de que los días en los que tenía voz y voto habían terminado.
—¡Quítame tus zarpas de encima! —gritó ella mientras él empezaba a arrastrarla
detrás de él.
De repente, se sintió liberada y cuando levantó la vista, vio que Jaryk tenía su
brazo alrededor del cuello de Payx desde atrás, tirando de él.
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—Secuestré a esta mujer para el Clan y tú ya no cuentas como tal —siseó.
Entonces soltó a su antiguo líder y le dirigió una rápida mirada.
—¡Ella me pertenece!
Finalmente, Payx trotó tras sus gente. Agarrarla fue probablemente un último y
desesperado intento de socavar la autoridad de Jaryk delante de todos.
Nadine pensó que había escuchado mal. ¿Acaba de afirmar Jaryk que ella le
pertenecía?
—¡Oh, ese maldito hombre! —susurró ella.
Justo cuando se había hecho a la idea de que él no estaba interesado en ella, él la
empujó de nuevo a un profundo agujero con unas pocas palabras. ¿Cómo pudo ser
tan estúpida como para sopesar cada una de sus palabras? Poco a poco, empezaba a
sentirse como una adolescente, que interpretaba un significado más profundo en cada
pequeña declaración de su adorado amado.
Se levantó y se quitó la última nieve de la ropa que el sol primaveral, cada vez
más cálido, aún no había derretido. Regresó a la casa, se dejó caer en una silla y
comenzó a cavilar.
Con todo lo que había sucedido hasta ahora, los guerreros probablemente no
recordarían que ella aún seguía disponible. Pero tarde o temprano, Jaryk tenía que
programar la competencia en la que ella sería el premio para el ganador.
De alguna forma, ella tenía que sacarle con tiempo cuándo sería. Su profesión se
basaba en hacer preguntas inteligentes. No podía ser tan difícil sacarle una respuesta.
Nadine sonrió. Si ella supiera el día exacto, podría ir a buscar su espada robada.
Pero ¿y si ella no se enterara? Eso sería fatal. Tal vez una mañana ella se
levantaría de la cama y el vencedor ya la estaría esperando en la puerta de su casa.
Ella, por supuesto, no se uniría a ese guerrero. Pero entonces ¿la considerarían a ella
un juguete de cama que cualquiera podía tomar? ¿Se abalanzarían todos sobre ella al
mismo tiempo?
No lo había pensado, si luego tenía que pasar completamente indefensa. El poco
tiempo transcurrido desde el regreso de los guerreros, había sido suficiente para ella.
Todos parecían estar desnudándola constantemente con sus miradas y también había
escuchado algunos de los comentarios bastante explícitos que los gigantes se habían
susurrado entre sí. Eso no ayudaba. Por su seguridad, tenía que esconder su arma en
algún lugar de la casa.
Al caer la noche, se arrastró hacia el desfiladero rocoso. En la casa de reuniones,
los guerreros celebraban una reunión, por lo que estaba fuera de peligro de ser
descubierta. Zahyra se había marchado antes de tiempo. Toda la agitación, la había
dejado bastante alterada y solo quería dormir.
Nadine buscó a tientas su espada en la grieta y se apresuró en regresar. Ahora lo
único que tenía que hacer era encontrar un escondite adecuado, pero que fuera
fácilmente accesible en caso de necesidad.
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La cama no era adecuada. Zahyra consideraba absolutamente esencial sacudir
meticulosamente todas las pieles cada día, y el colchón era demasiado pesado. La
cómoda también sería una mala elección. Jaryk no pasaba la noche aquí, pero de vez
en cuando pasaba en busca de ropa limpia.
Registró toda la casa. Mientras paseaba de una habitación a otra, tropezó
accidentalmente con la estatua de metal del Dragón de la entrada. Comenzó a
balancearse peligrosamente y acabó cayendo estrepitosamente. La cabeza del Dragón
rodó. Al principio, Nadine se quedó paralizada, pues cualquiera que pasara por fuera,
debía haber oído el ruido. Aguzó las orejas un momento, pero no pasó nada. Poco
después, se alegró, pues la figura estaba hueca.
La estatua le había gustado desde el principio. El Dragón estaba parado sobre sus
patas traseras con las alas desplegadas, lo que le daba una expresión de arrogancia. Y
ahora le serviría aún más, guardando su pequeña espada dentro de él.
Enderezó su cuerpo, hizo que la espada desapareciera en su interior y volvió a
colocar la cabeza en su sitio. ¡Perfecto!
Con un suspiro de satisfacción, se dirigió a su dormitorio. Mañana comenzaría la
segunda parte de sus preparativos y atormentaría a Jaryk con preguntas hasta que le
dijera el día de la competición.
Durante los días siguientes, Nadine consideró que su misión más importante sería
preguntar a Jaryk por la fecha de la competencia en cada oportunidad que se
presentara. Él no la evitaba directamente, pero siempre parecía estar ocupado. Muy
comprensible, pensó, ya que ahora estaba a cargo del asentamiento y de todos sus
habitantes.
En un momento dado, cuando ella lo había presionado nuevamente, había
obtenido una respuesta brusca de forma inesperada, después de que él le hubiera
asegurado una y otra vez que pronto se comprometería.
—Tu anhelo de tener una pareja, últimamente parece haber crecido
inconmensurablemente —le espetó.
—Bueno, ya sabes —contestó ella con ligereza— solo intento cumplir los deseos
de mi líder de Clan.
Él lo rechazó con resentimiento.
—No tengo tiempo para eso ahora.
Al día siguiente, pasó lo mismo cuando ella le preguntó.
Frunciendo el ceño, respondió.
—No hay tiempo. Tenemos que volver a corroborar el camino de la montaña.
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Simplemente no pudo cumplir con su objetivo. No importaba cuantas veces se
dirigiera a él, cada vez tenía preparada otra razón diferente por la que no se podía
realizar la competencia.
En un momento dado, habían tenido que construir un puente sobre el barranco
porque necesitaban otra salida del asentamiento.
Luego habían tenido que reparar los daños que una pared de nieve había causado
al desprenderse de la roca y caer sobre el almacén.
Más tarde, el suelo estaba demasiado embarrado porque el deshielo se había
instalado.
Pasaban los días y poco a poco, tuvo la impresión de que Jaryk quería volverla
loca con sus excusas.
Por otro lado, se preguntaba por qué estaba tan molesta. Mientras los Guerreros
Dragón no lucharan por ella, no tenía que preocuparse. Podría seguir viviendo en la
acogedora casa de Jaryk, charlar con Zahyra todo el día y hacer prácticamente todo lo
que le apeteciera. El aburrimiento no era lo que la molestaba. Era más bien ese estado
de limbo, de no saber hacia dónde iba el viaje.
Pero lo que más la inquietaba, era observar con creciente malestar lo mucho que
le gustaba vivir en la casa de Jaryk y como anhelaba su presencia. La sensación se
hacía más intensa cuando aparecía de vez en cuando. No importaba el estado de
ánimo que tuviera, ella se estremecía alegremente cada vez que él aparecía en la
puerta. Siempre tenía que recomponerse para no apretar un beso en su mejilla y decir
algo como.
—¡Hola, cariño! ¿Has tenido un buen día?
Mientras regresaba a la casa, después de su visita diaria a la casa de baños, se
reprendió por este sentimiento tan tonto. Jaryk no era ni su marido ni su compañero.
Después de esa historia de su único encuentro amoroso, ni siquiera merecía ser
llamado amante.
¡Oh, maldición! No debería haber pensado en eso ahora. Sus oídos se agitaron al
verse abrumada por los sentimientos de éxtasis que Jaryk había evocado en ella
durante su acto de amor. Una dulce pesadez se extendió por su abdomen y corrió más
rápido.
Solo faltaba que todo el asentamiento se diera cuenta de lo mucho que ansiaba su
tacto. Tenía que alimentarse de este recuerdo durante el resto de su vida, porque nadie
más sería capaz de satisfacer su lujuria así. Con la cabeza gacha y casi a paso de
carrera, recorrió los últimos metros hasta la puerta principal cuando, de repente, se
dio cuenta de que los guerreros y las mujeres corrían excitados hacia el otro extremo
del asentamiento.
Curiosa, se dio la vuelta y se unió a ellos. Un pequeño sendero, que apenas se
utilizaba, subía en pendiente hasta una de las rocas que rodeaba la meseta. Solo
podían subir con cuidado y en fila, pero todos parecían ansiosos por ver qué pasaba
allí arriba.
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Cuando llegó a la cima, Nadine lamentó no haber descubierto este lugar antes. La
parte superior de la roca parecía haber sido cortada con un cuchillo gigantesco. Esto
había creado un mirador natural desde donde se ofrecía a todos los visitantes una
fenomenal vista panorámica.
Pero como todo el mundo estaba apiñado en el borde, decidió ver primero por qué
la gente tenía los ojos abiertos y miraba en una sola dirección, con la boca abierta.
Por el momento, no había nada que admirar, salvo los hombros tan anchos como
armarios y el batir de las alas, así que tuvo que abrirse paso hacia el frente. Nadine se
quedó inmediatamente sin palabras cuando sus ojos se posaron en el infierno
humeante que se veía a lo lejos.
Allí, se elevaban gigantescas columnas de humo, cuyo humo negro llegaba hasta
las nubes. En el cielo se extendía un velo gris profundo, dentro del cual destellaban
descargas eléctricas. Nadine no podía ni siquiera empezar a imaginar los incendios
que debían de estar arrasando el terreno, que los efectos aún podían verse a miles de
kilómetros de distancia.
Entrecerró los párpados. Entre todo el humo, volaban proyectiles de un lado a
otro que, de alguna manera, le recordaban el impacto de los meteoritos. Pero tendría
que ser una densa lluvia de estas rocas desde el espacio exterior. Sin embargo, parecía
más bien que los proyectiles venían de abajo, porque se elevaban por encima del
humo que había en el suelo, subían en una parábola invertida y luego volvían a caer.
—¿Qué es eso? ¿Volcanes? —preguntó a la mujer a su lado.
—Imposible —respondió esta última con convicción—. Eso es, en nuestros
vecinos lykonianos. Y allí no hay volcanes.
Nadie parecía tener una explicación razonable para lo que estaba sucediendo.
Todo lo que Nadine pudo recoger fueron especulaciones sobre incendios forestales
fuera de control. Ella, en cambio, había descartado tal cosa. La extensión de la
destrucción era simplemente demasiado grande para eso.
Al cabo de un rato, la multitud se separó y los guerreros abrieron una franja para
dejar paso a Jaryk.
Su expresión profunda de preocupación no dejaba lugar a dudas de que había
subido a la roca con noticias funestas.
—¡Nuestros vecinos están en guerra! —anunció sin mucho ruido.
—¡¿Guerra?! —gritó uno—. ¡¿Con armas así?! —Señaló las columnas de humo.
Nadine tragó saliva. No podía imaginar que el pueblo del que procedía la dulce
Zahyra tuviera armas tan poderosas, y mucho menos, que las utilizaran.
Jaryk esperó hasta que los guerreros volvieron a prestarle atención.
—Es cierto. Han desarrollado balas de cañón a partir de nuestras Piedras de
Pyron. Conocen la energía de esas piedras. Si un proyectil así impacta a gran
velocidad, la explosión destruiría todo y a todos en un amplio radio.
—Pero ¿por qué están en guerra entre ellos? —quiso saber otro guerrero.
—Ya sabes, por qué. Considera lo que el odio ha hecho en Payx.
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Jaryk apretó las mandíbulas y Nadine percibió su horror mientras seguía
hablando.
—Nosotros mismos les dimos las piedras y nadie hubiera pensado que harían eso
con ellas.
Se dio la vuelta para irse, pero se detuvo en seco una vez más.
—Ahora mismo no puedo decirles mucho más. Vayan a casa.
Nadie escuchó sus consejos y todos empezaron a intercambiar conjeturas.
Cuando Nadine vio a Jaryk volver solo, de alguna manera, quiso estar a su lado.
Seguramente no esperaba tener que dar tan malas noticias en sus primeros días como
líder del Clan. Porque una cosa era segura para ella. Nadie podía saber si los vecinos
decidirían volver sus armas también contra los clanes de los Guerreros Dragón.
Se apresuró a seguirlo y cuando Jaryk se dio cuenta de su presencia, se detuvo.
—Todavía no he fijado una fecha para realizar las competiciones, si es eso lo que
quieres saber —refunfuñó.
—¡No seas tonto! —resopló—. ¿Crees que por eso te he seguido?
—Entonces ¿por qué? —Jaryk pareció aliviado y la miró interrogativamente.
—No lo sé. Pensé que podrías necesitar ayuda.
Se rio brevemente, le miró la cara con insistencia y luego se alejó.
Por encima de su hombro le gritó.
—¡Nadie puede ayudarme, y especialmente tú!
—¡Pues no! —le maulló Nadine. Dio un pisotón con el pie indignada y añadió—.
¡Maldito, imbécil!
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Capítulo 9
Jaryk cerró la puerta de su casa tras él, de forma que resonó en todo el asentamiento.
La escasa información que había podido dar a su gente provenía de un par de
trabajadores que habían regresado ese día de su hogar en el continente opuesto.
Estaban muy preocupados y habían acortado sus vacaciones antes de tiempo, para
escapar lo antes posible de las condiciones caóticas de su pueblo. Además,
informaron de que se habían enemistado con amigos y conocidos, por no haber
querido dar la espalda a los Guerreros Dragón.
—Qué mundo tan loco —murmuró. ¿Entonces, realmente era necesario, que los
guerreros y los pueblos del continente vecino se volvieran contra los suyos,
simplemente por el hecho de cuestionar algo que había tenido lugar en épocas
pasadas?
Pero lo que era aún más importante. ¿No veían que finalmente solo se
perjudicaban a sí mismos? Se pellizcó el puente de la nariz.
Para colmo de males, Nadine lo molestaba a diario con sus preguntas. Poco a
poco, se estaba metiendo en aprietos, porque no podía posponer la competición
mucho más tiempo. También algunos de sus guerreros, ahora mostraban un mayor
interés por la mujer, pero hasta ahora había conseguido apartarlos señalando asuntos
más importantes.
Una cosa a la vez se amonestó. Primero enviaría un mensajero. Seguro que en la
casa del gobernante tendrían un conocimiento más detallado de lo que estaba
ocurriendo al otro lado del mar.
Mientras miraba por la ventana, también se preguntaba si Payx y los suyos
seguirían con la idea de buscar personas afines. De ser así, tendría que asumir que su
tierra natal se enfrentaría a algo similar que lo que sucedía en sus vecinos.
Tal vez debería tomar algunas precauciones. La meseta era de difícil acceso, pero
el camino de la montaña hacia su asentamiento no era un secreto bien guardado. Sin
embargo, era fácil de defender, ya que como máximo dos guerreros podrían caminar
uno al lado del otro. Mañana pondría un puesto de guardia por seguridad.
También ordenaría el regreso de los guerreros responsables de la mina de Pyron
más abajo. De todos modos, en este momento, los negocios con los vecinos estaban
en suspenso, así que no necesitaban excavar en busca del preciado mineral.
No se preocupaba por el nuevo puente. Ya que sería fácil de destruir si un
enemigo se acercara por esa vía.
No le gustaba el hecho de tener que planificar la defensa del asentamiento. Nunca
había imaginado que esto fuera necesario. Pero Jaryk tenía que pensar ahora en lo
práctico. Los Guerreros Dragón luchaban sin importarles su propia vida, eso estaba
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en su naturaleza. Sin embargo, había que proteger a las mujeres y a los descendientes
con todos los medios disponibles.
No pudo evitar pensar en Nadine y eso lo hizo sonreír. Probablemente le diría con
un tono de convicción, subrayado con un tono de burla, por supuesto, que no
necesitaba protección. Jaryk incluso confiaba que ella arremetería con sus propias
manos contra el primer guerrero que intentara hacerle daño.
Era una persona luchadora y, cuando se proponía algo, no aceptaba un no por
respuesta. A veces, le recordaba a los brillantes gatos salvajes dorados de los bosques
al pie de las montañas. Se arrastraban por la maleza sobre sus patas silenciosas y,
aunque apenas eran más grandes que dos puños llenos, clavaban sus garras,
gruñendo, en todo lo que les parecía amenazante. Algunos guerreros ya habían
conocido a los pequeños salvajes y habían regresado de la cacería rasguñados de
arriba abajo.
La osadía de Nadine le daba algo de indomable y eso le gustaba enormemente.
Deseó no haberse dejado llevar, y haber probado la dulce fruta. La pasión que había
compartido con ella le perseguía hasta en sus sueños. Muchas veces se despertaba
con un fuego en sus entrañas que no podía apagar. Entonces se levantaba y golpeaba
los puños contra la pared con desesperación, para que el dolor entonces lo distrajera.
¡Si nunca hubiera dicho que no quería una pareja! Al fin y al cabo, ahora era el
líder del Clan, menos aún podía cambiar su opinión por algo diferente. Era algo
complicado, y su padre tampoco le ayudaba a desterrarla finalmente de sus
pensamientos. En cada oportunidad que se le presentaba, hablaba de su maravilloso
cuerpo y de la fuerte descendencia que daría a luz. Siempre sonreía como si le diera
un placer celestial burlarse de su hijo al respecto.
Por esa razón había venido ahora aquí, en lugar de ir a la casa de su padre.
Seguramente Nadine se quedaría en la roca por un tiempo y así podría escapar de
ambos.
La puerta principal se abría en silencio y se cerraba con el mismo silencio. Él
siguió mirando por la ventana. Nadine se asomaba brevemente, lo veía sentado y le
preguntaba por enésima vez, cuándo iba a tener a su pareja. Jaryk decidió no ceder.
Tal vez si él se hacía el meditabundo, ella tendría piedad. Al darle la espalda, podría
evitar responder a una pregunta que preferiría retrasar para siempre.
Se percató demasiado tarde que los pasos que se detuvieron detrás de él no
parecían los pies ligeros de una mujer.
—Padre, pensé…
En lugar de la voz de su padre, escuchó las palabras siseadas y despreciativas de
su antiguo líder de Clan que, al mismo tiempo, le puso un puñal en la garganta.
—Sí, estás asombrado ¿verdad? ¿Realmente pensaste que te dejaría arrebatarme
el Clan de las manos?
Jaryk mantuvo la calma. No tenía sentido hacer movimientos apresurados. Payx
le cortaría la garganta sin dudarlo.
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—¿Cuántas veces más? —replicó en cambio—. ¿Cuántas veces tengo que hacerte
ver que aquí ya nadie te seguirá?
Payx se rio y pasó el cuchillo ligeramente por la garganta de Jaryk, haciéndole
sentir unas gotas de sangre que corrían por su cuello.
—No lo entiendes —respondió Payx con desprecio—. Ya tengo un ejército, y
simplemente cualquiera que no se incline ante mí, está condenado.
¿Un ejército? Inconscientemente, había confirmado los temores de Jaryk.
—Aquí nadie se arrodillará ante ti. —Tragó saliva, y solo podía esperar que la
altanería de Payx le hiciera aflojar su vigilancia.
—Se arrodillarán y estarán agradecidos. En cuanto haya empujado a las primeras
mujeres con sus descendientes fuera de las rocas, cederán. —Payx se rio—. Lo
siento, pero tú ya no podrás disfrutar de ese espectáculo.
En cuestión de segundos, el antiguo líder del Clan le agarró por el cabello, le echó
la cabeza hacia atrás y se dispuso a completar su trabajo. Le tomó por sorpresa a
Jaryk, pero cuando intentaba agarrar las manos de su adversario, sonó un grito de ira.
—¡Quítale las manos de encima!
Nadine apareció de repente a espaldas de su atacante y, como si estuviera fuera de
sí, cortó las alas de Payx con una espada de práctica, que previamente había
extendido en señal de su superioridad.
De hecho, logró cortar las alas en algunos lugares, pero Payx aún le asestó un
fuerte golpe con ella, lanzándola hacia atrás contra la pared. Se desplomó y no se
movió más.
—¿Qué has hecho? —aulló Payx, examinando las heridas en su espalda.
La imagen de Nadine desencadenó un odio desenfrenado en Jaryk. Ya no podía
pensar con claridad. La adrenalina le hizo olvidar toda precaución y simplemente
arrancó el puñal de la mano de Payx, haciendo un profundo corte en sus manos. Con
un solo movimiento hacia arriba, clavó la espada con un gruñido desde abajo en la
cabeza del guerrero, que lo miró completamente asombrado mientras seguía
derrumbándose.
Jaryk no prestó más atención al cuerpo sin vida y se arrodilló frente a Nadine.
Sus párpados temblaron y abrió lentamente los ojos.
—Ouch. —Su expresión reflejaba el dolor mientras se frotaba la nuca.
Parpadeó rápidamente varias veces.
—¡¿Has visto eso?! Pensé que mi cabeza iba a explotar y… uff.
Jaryk la atrajo a sus brazos y la abrazó. Todo giraba ante sus ojos, mientras el
alivio le inundaba. Por un momento, había creído realmente que ella ya no estaba
entre los vivos, y si esa sospecha se hubiera confirmado, estaba seguro de que se
habría cortado el cuello voluntariamente.
—¡Nunca, nunca vuelvas a hacer eso! ¡Nunca! ¡¿Me oíste?!
La tomó de los hombros y la miró severamente a los ojos.
Los labios de Nadine temblaban como si estuviera a punto de llorar.
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—Pero…
—¡Nada de peros! Podrías haber muerto. ¿Y de dónde demonios has sacado esa
espada?
Toda su cara empezó a sonrojarse mientras susurraba tímidamente.
—Robado.
Jaryk tuvo que reprimir una sonrisa cuando ella le explicó cómo había conseguido
la espada y la había escondido, primero en una grieta, y después en el Dragón de la
puerta.
—¿De verdad creíste que podrías detener a un lascivo Guerrero Dragón con ese
palillo?
Nunca antes había visto a Nadine tan mansa cuando le hizo ver lo ridículo de su
plan. Mientras ella resoplaba y se secaba la nariz con el dorso de la mano, un
pensamiento brotó en él. De un solo golpe, podría solucionar su problema y
conseguirse otro indulto. Además, ahora sabía que su interrogatorio había sido solo
una artimaña.
—Has sido muy valiente, tontamente, pero has demostrado valor. Te concederé
un poco más de tiempo hasta que estés lista para una pareja.
—Gracias —gimió ella.
No sonaba convincente, pero no podía hacer más concesiones.
Nadine miró el cuerpo inmóvil de Payx.
—¿Está muerto?
—Sí. Es mejor que duermas con Zahyra esta noche. Yo me ocuparé de él.
La ayudó a levantarse. Al principio, se tambaleó un poco, pero luego se sostuvo y
siguió su consejo de pasar la noche en la casa de las trabajadoras.
La puerta se cerró de golpe tras ella. Jaryk suspiró y se permitió un momento en
el que dejó temblar sus músculos. Delante de Nadine, no había querido mostrar el
miedo que había sufrido. Solo ahora comprendía realmente lo que había hecho. Sin
pensar en ella misma, se había abalanzado sobre un Guerrero Dragón asesino para
proteger la vida de Jaryk. En el proceso, también había sacado su espada secreta que,
en realidad, había querido utilizar para protegerse de cualquier daño.
Ni siquiera sabía qué hacer con ello. Para él, ella había actuado de forma
despectiva y lo había colmado de su sarcasmo. ¿Y ahora estaba arriesgando su propia
vida para salvar la de él? Ella era un misterio para él, aunque uno que estaría
encantado de desentrañar si las circunstancias no estuvieran tan estancadas.
Su mirada se posó en el guerrero muerto. Tendría que explicar a su gente lo que
había sucedido. Arrastró el cuerpo fuera de la casa por los brazos y justo, en ese
momento, los guerreros habían vuelto de la roca. Payx había escogido el momento de
su ataque con astucia y Jaryk no pudo evitar preguntarse si el mencionado ejército ya
estaba merodeando por las cercanías.
Los guerreros, que acababan de discutir animadamente los sucesos del continente
vecino, guardaron un abrupto silencio al ver el cadáver.
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—Me atacó en mi propia casa, y no tuve otra opción. —Jaryk se mantuvo firme,
pues no tenía necesidad de avergonzarse o arrepentirse de lo que había hecho.
Se oyeron gritos de aprobación. Payx no había aceptado la derrota, no había
aceptado el destierro y, encima, había atacado por la espalda a un jefe de Clan.
Realmente, un Guerrero Dragón no podía caer más bajo. Los guerreros insistieron en
enterrar el cuerpo en el bosque. Un entierro honorable en las Cuevas de las Llamas
fue visto por todos como un insulto a los Guerreros Dragón que ya habían ido al Gran
Dragón y a sus antepasados.
Jaryk estaba de acuerdo con ellos desde el fondo de su corazón, pero eso no le
aliviaba de sus preocupaciones mucho más atormentadoras. Informó a los guerreros
sobre el ejército y su sospecha de que podrían estar acampados no muy lejos.
Ciertamente, Payx no había salido por su cuenta a buscar venganza.
Un Guerrero Dragón, todavía bastante joven, se adelantó con una sugerencia.
—Podría bajar a hurtadillas por la montaña sin ser visto y explorar la situación.
Todos sabían que era un talentoso cazador y rastreador. Además, se las arreglaba
para moverse por el bosque de forma tan silenciosa, que ni siquiera los pájaros más
atentos daban su voz de alarma.
Jaryk no se sentía cómodo exponiendo al joven guerrero a tal peligro. Sin
embargo, era sin duda el más adecuado para esa tarea. Cualquier otro podría ser
atrapado mucho antes, y nadie podía calcular qué castigos draconianos impondrían
los guerreros enemigos a un espía, si ya estaban dispuestos a hacer daño a las mujeres
y a la descendencia.
—Bueno. —Asintió al joven guerrero—. Averigua cuántos son y qué es lo que
hacen.
El recién nombrado como explorador se golpeó el pecho con el puño derecho y al
instante salió al trote para completar su misión.
Jaryk se abstuvo de enviar a otro guerrero a la casa del gobernante, como había
planeado en un principio, para que les informara con más detalle de lo que estaba
ocurriendo con los vecinos. El mensajero podría ser fácilmente emboscado, y
necesitaba a todos los guerreros del asentamiento en caso de que efectivamente
fueran a ser atacados.
—Tú y tú. —Señaló a dos guerreros mayores que habían sido amigos desde que
eran jóvenes y compartían todo, excepto sus parejas. Los dos se cuidaban
mutuamente sin pausa, lo que no dejaba de ser significativo en su tarea.
Ocupen puestos a lo largo del camino de la montaña y traigan a los guerreros de
vuelta de las minas. Informen de cualquier movimiento.
Envió a los demás guerreros a sus casas y les ordenó que tuvieran sus espadas a
mano.
Eso fue todo lo que pudo hacer por ese día. La gente de Payx no tenía forma de
saber que su líder había fracasado, así que seguramente esperarían otra noche su
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regreso. En ese tiempo, el explorador designado podría aprender cualquier cosa
importante, y eso les daría ventaja.
Nadine estaba durmiendo en casa de Zahyra, así que iba a pasar la noche en su
propia casa. Jaryk esperó a que todos los guerreros se dispersaran antes de volver a su
casa.
Sonriendo, miró al Dragón en su entrada, cuya cabeza Nadine había colocado
cuidadosamente junto a su cuerpo hueco. Admiró la acción deliberada que ella, en ese
momento, había realizado. Seguramente sus nervios se habían agitado, pero aun así se
las había arreglado para sacar su espada sin hacer ruido de la figura y acercarse sin
ser notada.
Le estaba agradecido, aunque no hubiera sido capaz de expresarlo. La vida le era
muy preciada. Se habría defendido a pesar de todo, pero tal vez eso no habría sido
suficiente. Ahora podría haber estado tumbado en el suelo, frío y rígido, y los
habitantes del asentamiento que él se encargaba de proteger, tendrían que soportar las
represalias de su antiguo líder de Clan.
Jaryk sintió que el agotamiento le pasaba factura. No se molestó en quitarse la
ropa y se tendió en la cama. En un momento dado, ya estaba muy oscuro afuera, y
sintió que Nadine se acurrucaba en su pecho.
—No puedo dormir y tengo miedo —susurró ella.
Sintió que ella temblaba. Probablemente solo ahora se había percatado del peligro
que había corrido. Mientras la estrechaba contra él, sintió que el deseo brotaba en su
interior. Ella presionó todo su cuerpo contra él y sus nalgas redondas se restregaron
contra su miembro, de manera que él ya no pudo controlar la lujuria.
Ella ni siquiera parecía darse cuenta de lo que estaba haciendo. Jaryk apretó un
puño y presionó con los dedos, los cortes que se había hecho al arrebatarle el cuchillo
a Payx. El dolor no era tan fuerte como el que necesitaba desesperadamente en ese
momento, pero sí lo suficiente como para concentrarse en él.
Poco a poco, el cuerpo de Nadine se relajó entre sus brazos y su respiración se
estabilizó.
Le dio un beso a su cabello rubio.
—Cuando estás conmigo, no debes tener miedo de nada. Siempre cuidaré de ti —
susurró.
—Lo sé —murmuró ella con sueño—. Y siempre estaré pendiente de ti.
La subida y bajada constante de su pecho le indicó que finalmente se estaba
durmiendo.
Una cosa era irremediablemente cierta. En la vida real, ella nunca hubiera sido su
pareja. Sin embargo, en espíritu, estaba más cerca de él de lo que nadie había estado o
estaría jamás.
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Capítulo 10
Zahyra le había preparado una cama en su habitación, pero Nadine no había podido
conciliar el sueño. Involuntariamente, había empezado a rememorar las horas
anteriores.
Después de que Jaryk desapareciera de la roca, ella se había quedado un
momento, molesta por su desplante. Pero entonces, se dio cuenta, de lo estresante que
debió haber sido ese momento para él.
Aunque nunca había estado a cargo de tanta gente, sabía exactamente la presión
que pesa sobre los hombros de uno cuando se está en la cima. Las decisiones que
tome él no solamente te afectarán a ti personalmente, sino también a todos los demás.
Por mucho que uno se preparara y sopesara todas las posibilidades, siempre quedaba
una pequeña dosis de incertidumbre. Así que había decidido ofrecerle su ayuda una
vez más. Quizá le beneficie desahogar sus frustraciones.
Deliberadamente ella había caminado lentamente por la roca y luego había abierto
la puerta principal lo suficiente como para colarse por la rendija. Después de volver a
cerrar el pestillo en silencio, se puso de puntillas por el pasillo. Ella había pensado
que, si simplemente entraba en la casa, todas las alarmas de Jaryk volverían a sonar y
él se cerraría a ella.
Cuando se asomó en la esquina de la sala de estar con los acogedores asientos,
sintió calor y frío al mismo tiempo. Ese bastardo de Payx estaba allí, amenazando con
apuñalar a Jaryk.
¡El tipo había elegido la casa equivocada para hacer estragos! Había olvidado
todos sus planes en un segundo, al sacar la espada de su escondite. En retrospectiva,
no tenía ni idea de por qué la cabeza del Dragón, con los nervios, no se le había
escapado de las manos y rodado estrepitosamente por el suelo.
En ese momento, solo tenía un objetivo, Jaryk no podía dejarla. No lo permitiría,
aunque tuviera que hacer picadillo a Payx para conseguirlo. Nadine se había
abalanzado sobre él, pero entonces todo se volvió negro a su alrededor tras golpearse
la cabeza contra la pared. Cuando finalmente despertó y vio a Jaryk arrodillado frente
a ella, decidió que el dolor punzante en su cabeza, era un precio mínimo a pagar por
la vida de Jaryk. Él la había regañado por sus acciones y luego también la había
echado, pero a ella no le importaba. Payx estaba muerto y Jaryk estaba vivo, nada
más importaba.
Cuanto más pensaba en ello, más a menudo, se le metía en la cabeza la mordaz
idea de, a qué se habría enfrentado si las cosas hubieran sido de otro modo. Solo
entonces, una especie de shock se apoderó de ella y el miedo agarró su corazón con
un puño de acero. Por mucho que se advirtiera a sí misma, que no tenía nada más que
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temer, sus músculos no dejaban de temblar. Estaba helada, aunque el sudor le caía por
la frente.
Ahora solamente había un lugar y un par de brazos fuertes que podían aliviarla.
Así que finalmente, había acabado de nuevo en su cama y contra el pecho de Jaryk.
Él había hecho exactamente lo correcto y se limitó a abrazarla. Se sintió segura
porque nadie podía hacerle daño cuando él estaba con ella.
Debió de dormirse finalmente, pues la nueva mañana, ya estaba apareciendo. El
dolor de cabeza punzante se había reducido a una pulsación sorda y seguramente
pronto desaparecería por completo. El brazo de Jaryk se apoyaba fuertemente en su
costado y, jadeando, se dio cuenta de que él le estaba acariciando sus ya duros
pezones. Ella no se movió y cerró los ojos, mientras la mano de él se deslizaba hacia
abajo y ahora, rodeaba el punto sensible entre sus piernas. Ella estaba más que
preparada para él y frotó su trasero seductoramente contra su miembro, que
presionaba con fuerza contra sus nalgas.
Nadine quería sentirlo dentro de ella por última vez, pues aún no pertenecía a
nadie más. Jaryk le había prometido que ella misma podría elegir, el momento en que
aceptaría una pareja a su lado. Ahora que sabía que ninguna espada le serviría para
defenderse contra un guerrero, tendría que hacer de tripas corazón y comprometerse.
En un abrir y cerrar de ojos, se había bajado el pantalón y la estaba penetrando.
Su aliento quejumbroso le rozó el cuello, empujó su pene con fuerza y
profundamente en su abdomen.
Sintió que se venía dentro de ella y el orgasmo salvador la golpeó con la misma
fuerza. Un escalofrío recorrió su cuerpo, cuando él la apretujó contra sí mismo una
vez más, mientras ella cerraba sus entrañas con fuerza alrededor de su aún palpitante
hombría.
Era una unión silenciosa, casi desesperada, con la que se habían dado paz
mutuamente por poco tiempo. Nadine no veía nada malo en ello. El hombre y la
mujer formaban una unidad, aunque lastimosamente no esta mujer y este hombre,
tenía que admitir.
Las palabras solo profanarían este momento, así que permaneció obstinadamente
en silencio hasta que, de repente, alguien golpeó la puerta obsesivamente. Jaryk se
apartó de ella con un jadeo poco entusiasta. Rápidamente se arregló la ropa y se alejó.
Lo oyó intercambiar frases apresuradas con el visitante y maldecir violentamente un
par de veces, pero no pudo entender el contenido.
La puerta se cerró con un clic y, de repente, se sintió diminuta y abandonada. Se
puso una de las pieles sobre la cabeza y se preguntó a qué clase de problemas se
enfrentaba de nuevo ahora el asentamiento. ¿Qué poder superior se atrevía a poner
constantemente piedras, incluso rocas enteras, en el camino del Clan?
Nadine suspiró. Los poderes superiores ciertamente no tenían sus manos en esto,
y no habían arrastrado a Jaryk lejos de su lado. Ciertamente eran los renegados los
que estaban detrás de esto. Por lo tanto, era poco probable que, una piel sobre su
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cabeza le impidiera que se viera involucrada en futuros acontecimientos, así que
frunció el ceño y la arrojó a un lado. No estaba en su naturaleza evitar los problemas.
Era mejor enfrentarse al perro que ladraba, a que este le mordiera traicioneramente
los talones.
Dejó la supuesta protección de la casa. Había bastante gente en la plaza del
asentamiento, mientras un joven guerrero se subía a un tocón de árbol para que se le
oyera mejor.
—He encontrado las tropas de Payx —anunció.
Nadine no estaba especialmente sorprendida. Ella no sabía que Jaryk había
enviado un explorador, pero le pareció lógico. El antiguo líder del Clan había
aparecido aquí de forma abrupta, entonces, seguramente sus hombres no podían estar
muy lejos.
—Hay más de mil hombres, y están acampados en la montaña. Ni siquiera se
molestan en disimular su presencia.
El explorador agitó las alas con nerviosismo, pues su siguiente afirmación
causaría gran consternación.
—Van a atacarnos. No sé cuándo planean exactamente su ataque, pero los he oído
hablar. O nos unimos a ellos o nos masacrarán a todos.
Los Guerreros Dragón apretaron los puños y gritaron comentarios salvajes. Las
mujeres, sin embargo, se quedaron paralizadas de miedo y algunas gritaron asustadas.
Jaryk asintió al joven guerrero y ahora, él se subió al tocón. Su expresión delataba
su determinación, aunque Nadine también creyó ver en ella un rastro de tristeza.
Sus siguientes palabras revelaban que no se había equivocado.
—¡Escúchenme! —exigió—. Más de mil Guerreros Dragón, saben que no
podemos vencerlos. Si fuera solo por ustedes, mis valientes guerreros, sería el
primero en levantar mi espada.
Los miembros del Clan aprovecharon los elogios para abuchear con entusiasmo
durante un momento y golpearse el pecho.
—Pero tenemos que pensar en las mujeres, en los descendientes y, sobre todo, en
los trabajadores del continente vecino que nos son fieles.
Nadine buscó la desaprobación en los rostros de los guerreros que la rodeaban,
pero aparentemente eran muy conscientes de este hecho. A los hombres les gustaba
pelearse por cualquier cosa, pero después se reconciliaban igual de rápido. La muerte
no les asustaba, pero la pérdida de su pareja o de su descendencia era un riesgo
inaceptable.
Jaryk fue bombardeado con preguntas sobre lo que estaba queriendo hacer.
Les hizo callar con un gesto de la mano y continuó.
—Dejaremos el asentamiento. Usaremos el nuevo puente para eso. Supongo que
el enemigo no conoce esa ruta.
Esta sugerencia debió haber sido increíblemente difícil para él. Buscar su
salvación a través de la huida era realmente lo último que haría un Guerrero Dragón.
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Solo que esta vez, no tenían otra opción. No había ningún lugar donde esconder a las
mujeres y a los descendientes en la meseta, y la victoria contra una fuerza tan
superior era imposible.
Nadine estimó que el número de guerreros en el asentamiento era tal vez de cien.
Dada la fuerza de las tropas enemigas, eso significaba una proporción de uno a diez o
más. No, no podían ganar esta lucha, y Jaryk tenía toda la razón al alejar a su gente.
Ahora también las mujeres gritaron sus preguntas a Jaryk.
—¿Cuándo podremos volver?
—¿Qué será de nuestros hogares?
—¿A dónde vamos?
—¿Qué tenemos que llevar?
Nadine compartía sus preocupaciones. Le encantaba la meseta, la casa, la vista
sobre los valles. Inmediatamente, se había dado cuenta, que nunca se había sentido
más a gusto en ningún sitio.
Jaryk miró avergonzado a las mujeres que le miraban suplicantes. Por supuesto,
no pudo responder a la mayoría de sus preguntas.
Nadine se abrió paso entre los guerreros, pues tenía la vaga sensación de que
debía decir algo. Posiblemente conseguiría tranquilizar a las mujeres si las animaba
uno de los suyos.
Frente al tocón del árbol, miró a Jaryk.
—Por favor ¿puedo…? —Señaló a las compañeras que lloraban y abrazaban a sus
hijos como si no hubiera un mañana.
Jaryk asintió con la cabeza y ella gritó.
—Sé que no he vivido aquí tanto tiempo, pero soy una mujer como ustedes.
Ahora díganme esto. ¿Nos hemos dejado abatir cuando el flujo de lava amenazaba
nuestro asentamiento? No, no lo hicimos. Ahora estamos amenazados por otro flujo,
una inundación de guerreros esta vez. E incluso ahora ¡no nos hundiremos
fácilmente!
Las mujeres la miraron con los ojos muy abiertos pues que, a una de ellas, se le
diera el uso de la palabra era raro o, mejor dicho, nunca había sucedido. Pero los
tiempos inusuales exigían medidas inusuales, y por eso siguió hablando, aunque sus
manos temblaban como nunca lo habían hecho en la corte.
—No importa lo que ocurra con las casas o a dónde vayamos. Lo principal es que
sobrevivamos. Solo entonces podremos volver.
El primer guerrero se echó a reír y le dio una palmada en el trasero a su
compañera.
—Ya escuchaste a la mujer, ahora ve a empacar algunas provisiones. —La mujer
chilló con una risita y salió corriendo a toda prisa.
El horror se convirtió en una actividad bulliciosa mientras los demás también
corrían en diferentes direcciones para recoger lo que necesitaban.
Jaryk bajó de un salto del tronco y se inclinó hacia ella.
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—Gracias.
Nadine sonrió. Aunque ahora no era el momento de alegrarse de verdad, pero ver
a Jaryk, ese enorme hombre de impresionantes masas musculares, tan indefenso ante
las mujeres, no dejaba de tener cierta ironía.
Ella también corrió a su casa, sin embargo, no tenía nada de valor. Tomó una
bolsa de cuero y metió en ella la comida que podía llevar y que se conservaría
durante algún tiempo. Jaryk apareció a un lado y echó un último vistazo a su
alrededor. Luego sacó del cajón la bolsa con el Shiro que ella había admirado
semanas atrás y la dejó caer en el bolsillo de su pantalón.
—¿Lista? —preguntó él.
—Vamos —respondió Nadine, permitiéndose una lágrima mientras volteaba una
vez más para despedirse del asentamiento.
Los guerreros armados se reunieron con sus consortes y sus descendientes en el
puente colgante sobre el desfiladero rocoso. Había bastante ruido, todos hablaban
animadamente y, sobre todo, los más pequeños lloraban a gritos, porque no entendían
todo el ajetreo. Sin embargo, lo que ocurrió a continuación dejó a Nadine muy
sorprendida.
Después de que Jaryk insistiera, en que sería necesario para la supervivencia
durante su marcha mantener un silencio absoluto y vigilar cada paso, los guerreros
tomaron a sus hijos pequeños en brazos o se pusieron en cuclillas frente a los que
eran un poco más grandes.
—Escucha, pequeño Dragón. A partir de ahora, no llorarás ni harás otro sonido
hasta que yo te permita hacerlo de nuevo.
Los descendientes miraron a sus padres con los ojos muy abiertos, incluso los
más pequeños. Se escucharon algunos sollozos aislados y, como si fuera una señal, de
repente, todos guardaron silencio. Nadine no entendía cómo los guerreros habían
logrado esta hazaña. Pero el vínculo entre el padre y su descendencia debía tejerse de
forma muy compleja, si ya un recién nacido obedecía inmediatamente.
Todos cruzaron el puente colgante, cuyas cuerdas de sujeción Jaryk había cortado
posteriormente en varios puntos. De este modo, los posibles perseguidores caerían así
al barranco, y aunque no fuera mucho, reducía el número de guerreros enemigos, al
menos, en dos o tres hombres.
A partir de ahora, el valle se hacía cuesta abajo. Nadine se movía en parte de
árbol en árbol, ya que aquí, no había ningún camino y el descenso era a veces
bastante empinado. Las mujeres se turnaban para llevar a los bebés, mientras los
descendientes más grandes se deslizaban silenciosamente por las laderas.
Probablemente les parecía una gran aventura, pero por qué privarles de la diversión,
se dijo a sí misma.
Ya empezaba a oscurecer cuando llegaron al fondo del valle. Jaryk consultó en
silencio con los guerreros y decidieron, de todos modos, seguir la marcha y evitar al
ejército enemigo esta noche. Distribuyó unas Piedras de Pyron que brillaban
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tenuemente en la oscuridad. La luz era suficiente para que no tropezaran sin rumbo,
aunque no tan brillante como para poder distinguirla desde lejos.
Nadine había tomado al bebé de una de las mujeres, que ahora dormía
plácidamente en sus brazos. Todos estaban agotados y cansados. Incluso ella misma,
solamente ponía automáticamente un pie delante del otro.
Ella había preguntado por qué los guerreros no usaban sus alas para transportarlos
simplemente. Jaryk había sonreído y le había explicado que eso provocaba un breve
destello de luz y que ciertamente no pasaría desapercibido. Entonces el adversario
podría darse la vuelta y atacar Dios sabe a quién. Por lo tanto, era más prudente salir
de la manera convencional. En el camino, podrían advertir a tiempo a otros
asentamientos del peligro.
Después de lo que pareció una eternidad, Jaryk finalmente les ordenó que
descansaran. Nadine entregó el bebé a su madre, luego se tumbó y se estiró
totalmente. Hasta ahora, todo iba según lo previsto. Las hogueras del enemigo
estaban muy lejos y podían descansar hasta el amanecer.
En ese momento, el ejército de Payx podría muy temprano iniciar el ascenso a la
meseta. Con suerte, antes de que se dieran cuenta, de que no había nadie, Jaryk y el
Clan habrían conseguido una ventaja suficiente como para que fuera imposible
atraparlos.
Nadine volvió a sentarse cuando su estómago gruñó con fuerza. Tenía que comer
un bocadillo, de lo contrario, el sueño estaba descartado y lo necesitaba con urgencia.
Nadie podía saber hasta dónde tenían que marchar, antes de que todos estuvieran a
salvo. Jaryk iba a intentar buscar refugio en otro Clan, pero era algo complicado. En
primer lugar, tenía que averiguar cuál era la mentalidad del líder del Clan, y para ello
necesitaba hablar primeramente a solas con él.
Al hacerlo, se ponía en gran peligro, ya que podría ser capturado de inmediato. En
tal caso, les había ordenado a sus guerreros que no intentaran liberarlo, sino que
siguieran adelante a toda prisa. A ella no le había gustado para nada. Nadine no
quería que corriera ese riesgo, pero no conocía una solución mejor. No podían vagar
por el bosque eternamente, siempre con el temor de que alguien con intenciones
hostiles los descubriera.
Una parte de ella le aconsejó, que le rogara que se quedara con ella. Pero, en
primer lugar, eso era increíblemente egoísta y, en segundo lugar, se vería obligada a
explicar sus razones.
—No te engañes —murmuró, rebuscando en su bolsa algo comestible.
Su corazón ya había tomado la decisión sobre quién debía ser su pareja. Ahora, su
mente necesitaba desesperadamente luchar contra ella. Sin importar el resultado de
esta batalla, ella sería definitivamente la perdedora.
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Capítulo 11
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Dios mío ¿qué significaba eso ahora? Jaryk no podía entender a esta mujer y
parecía que nunca podía complacerla. Además, había dejado que su deseo se
impusiera nuevamente, en su última mañana en el asentamiento. En ese momento, él
le había estado profundamente agradecido, ya que ella le había concedido lo que
tanto había anhelado.
Posiblemente ahora le estaba castigando por ello, lanzándole un comentario cuyo
significado solo ella entendía. Pero entonces ¿por qué había sentido, en ese momento,
que ella lo necesitaba tanto como él a ella?
Contrariado, frunció el ceño. Él era un Guerrero Dragón y llegar al fondo de
cualquier sentimiento no era precisamente una de sus cualidades más destacadas.
Jaryk se dejó deslizar por el tronco del árbol y cerró los ojos. Necesitaba
desesperadamente dormir un poco, ya que mañana comenzaría la búsqueda de lo que
esperaba que fuera un hogar temporal.
Con los músculos rígidos, se despertó de nuevo al cabo de unas horas. El sol aún
no estaba lo suficientemente alto como para calentar el suelo del bosque, pero era lo
suficientemente brillante para la salida.
Los guerreros se restregaron el sueño de los ojos y despertaron a sus compañeras.
Muchos descendientes refunfuñaron con cautela pues, echaban de menos, sus cálidas
camas. Los trabajadores del continente vecino también tuvieron dificultades para
ponerse en pie. Muchos de ellos no querían dejar atrás sus preciadas herramientas y
llevaban una pesada carga.
Era inútil, ya que tenían que seguir adelante.
Cuando el primer trabajador tropezó con una raíz y cayó con su bolsa llena, Jaryk
pensó que no podía creer lo que veía. Uno de los guerreros, que antes había tratado
con desprecio a los lykonianos, ayudó al hombre caído a ponerse en pie con una
sonrisa.
Con las palabras:
—Podrías haber dicho algo —tomó la bolsa del desconcertado hombre y siguió
adelante.
Para él solo era una carga insignificante, pero Jaryk no había querido instruir a
sus guerreros para que realizaran este servicio para los trabajadores. Por el momento,
no podía permitirse el hecho de provocar conflictos.
Se alegraba que sus guerreros se hubieran dado cuenta por sí mismos, de que
ahora estaban en el mismo barco. Las fuerzas enemigas los amenazaban a todos por
igual y el mérito de los lykonianos era que no se habían fugado secretamente, sino
que habían declarado su lealtad a un Clan que en realidad no era el suyo.
El grupo había avanzado a buen ritmo y, tras una hora de camino, llegaron al
primer asentamiento donde Jaryk quiso probar suerte. Les ordenó que lo esperaran
escondidos en el bosque y continuó solo.
Encontró el asentamiento vacío. Al parecer, este Clan también había decidido no
arriesgarse a una pelea. Encontró casas saqueadas y un incendio en la casa de
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reuniones. Debió de ocurrir hace unos días, porque los restos carbonizados de los
taburetes y las sillas ya se habían enfriado. La imagen le entristeció. Las paredes
estaban ennegrecidas por el hollín y, a causa del calor, las alas de Dragón que cubrían
el techo se habían deformado de forma extraña. ¿Qué había poseído a estos guerreros
para comportarse de forma tan malvada?
De repente, el suelo tembló bajo sus pies como si se lamentara de esta fechoría.
Las paredes de la casa de reuniones crujieron y se agrietaron. Jaryk salió corriendo al
exterior justo a tiempo antes de que el Dragón del tejado se inclinara peligrosamente
hacia un lado y luego se estrellara. El impacto provocó una densa nube de polvo que
se extendió por todos lados mientras el edificio se derrumbaba estruendosamente.
El breve temblor terminó tan rápido como había iniciado. No quedaba nada aquí y
Jaryk regresó junto a su gente lo más rápido posible.
Lo esperaban con impaciencia, pero solo pudo negar con la cabeza.
—Todos se han ido.
Nadine le puso ligeramente una mano en el brazo.
—¿Estás bien? Sentimos el terremoto y vimos la nube de polvo.
Él se desentendió mientras ella lo miraba con ansiedad.
—No fue nada.
Jaryk solo quería tranquilizarla, efectivamente, no le había pasado nada. Sin
embargo, no podía explicar este temblor. Primero, las fauces de fuego en su
asentamiento y ahora ¿esto? Durante años, el silencio había reinado en el interior del
planeta. Solo en las Cuevas de las Llamas, donde los difuntos hacían su último viaje,
la lava subía a la superficie. Era un ciclo interminable. La lava subía a la superficie,
fluía a través de las cuevas y se sumergía nuevamente en la tierra como una cascada.
Nadie había visto nada parecido en otros lugares.
Pero ya tendría ocasión de reflexionar más tarde, ahora instó a los suyos a seguir
adelante. Seguramente los guerreros enemigos ya se habían dado cuenta de su huida,
y les estaban pisando los talones.
A continuación, Jaryk llevó a su Clan al asentamiento de los Guerreros Guardián.
Su código les prohibía aceptar guerreros que no se sometieran a su entrenamiento.
Sin embargo, seguramente Aaryon sabría a qué otro líder del Clan podrían dirigirse.
En el centro del asentamiento se había abierto un agujero circular del que
rezumaba una papilla caliente y apestosa. Como una caldera en ebullición, el cráter
burbujeaba y expulsaba su contenido por el borde.
Todos los Guerreros Guardián habían desaparecido. Aaryon se había llevado
incluso sus caballos alados, y no había rastro del Dragón por ninguna parte. Al menos
había dejado una pista. En la pared de su casa estaba escrito en letras grandes
«HAKON».
Todos los Guerreros Dragón sabían que Aaryon y sus guardianes estaban
vinculados al gobernante por un juramento. Así que el mensaje solo podía significar
una cosa, se pedía a todos los fieles que pasaran por aquí que se unieran a la casa del
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gobernante. Jaryk no dudó mucho. Algo extraño estaba ocurriendo y tenía que sacar a
su Clan de aquí.
Durante los días siguientes pasaron por más asentamientos y en todas partes
vieron lo mismo. Casas destruidas y agujeros en el suelo que arrojaban lava o
líquidos corrosivos. Una vez, incluso se encontraron con varios guerreros muertos
que habían sido asesinados justo delante de sus puertas.
Al parecer, había otras hordas de merodeadores rondando por la zona, porque
estos crímenes no podían haber sido cometidos por las tropas de Payx. Ciertamente,
al principio, no se habían alejado mucho de las montañas y en este momento,
marchaban detrás de ellos.
Jaryk incluso encontró minas de Pyron que habían sido voladas dos veces. Sin
embargo, estos locos habían tenido éxito, al parecer, habían aprovechado los
conocimientos sobre armas de los herreros del continente vecino y habían utilizado la
energía liberada de unas pocas piedras para hacer explotar todo el yacimiento
mineral.
Cuanto más se acercaban a la costa y, por tanto, a la residencia del gobernante,
más lenta era la marcha. Las mujeres y los descendientes solo se arrastraban hacia
adelante, y a los lykonianos no les iba mejor. Los suministros de alimentos también
se estaban agotando. Los guerreros podrían haber matado fácilmente un jabalí, pero
no podían prepararlo sin un fuego.
Jaryk se consideraba afortunado de que Nadine, a pesar de su propio agotamiento,
siguiera preocupándose por él. Le proporcionaba comida lo mejor que podía,
rellenaba las botellas de agua en cada oportunidad y —quizás lo más importante—
siempre les estaba dando ánimos a las mujeres.
Su fe inquebrantable para un buen desenlace de su viaje involuntario atestiguaba
la confianza que depositaba en él. Sin su apoyo, era probable que muchas veces se
hubiera quedado en el suelo un poco más de tiempo al amanecer. Pero así empujó a
su gente sin descanso para que pudieran escapar de la zona de peligro. Ya era una
bendición que aún no hubieran sido atrapados por los renegados.
Cuando finalmente se pudo ver el mar, el alivio se extendió entre su gente. De
repente, más aligerados, recorrieron los últimos metros a toda prisa. También Jaryk
había sintido una nueva esperanza cuando vio el asentamiento del gobernante.
Cientos de guerreros estaban reunidos allí, las mujeres preparaban las comidas
alrededor de las hogueras, los hijos mayores se dedicaban a practicar con sus espadas
como de costumbre, mientras los más jóvenes retozaban.
Lo que más le sorprendió fueron los numerosos habitantes del continente vecino
que también estaban acampados ahí. Cada Clan de Guerreros Dragón tenía un
pequeño grupo de trabajadores, pero aquí se había reunido una multitud tan grande
que era imposible que todos fueran solamente de los asentamientos de los guerreros.
Dado que el asentamiento estaba poblado por mucha gente más allá de sus
fronteras, decenas de guardias se situaban en el límite del campamento, vigilando lo
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que ocurría en el exterior. Jaryk declaró brevemente a su llegada y fue admitido
rápidamente. Ordenó a sus hombres que buscaran un lugar disponible mientras él iba
a informar de su llegada al gobernante.
Dentro del gran edificio del consejo, sintió una sensación de asombro. Ahora
dirigía su Clan y tenía derecho a presentarse aquí. Sin embargo, se preguntaba qué
había logrado hasta ahora. ¿Qué lo ponía a la altura de Aaryon, el gran líder del Clan
de los guardianes, o de Ryak, el primer Guerrero Dragón que había explorado la
Tierra? Miró a su alrededor avergonzado cuando una voz de mando sonó detrás de él.
—Eres Jaryk ¿verdad?
Los ojos de Hakon se clavaron en él de forma interrogativa e involuntariamente
las marcas de su pecho brillaron. Su primer y único encuentro con el gobernante no
había sido tan bueno para él. En su momento, Hakon había sido capturado por su
Clan, y aunque había conseguido convencer a Payx para que lo liberara, el jefe de
todos los clanes no recordaba ciertamente el episodio con cariño.
—¿Ahora diriges a los guerreros de la montaña? —volvió a plantear Hakon y
Jaryk asintió como respuesta.
—Bien, bien. No he olvidado lo que hiciste por mí.
Ahora Hakon puso su mano en el hombro de Jaryk.
—Ven, tenemos mucho que discutir y no nos queda mucho tiempo.
Cuando se acercaron a las sillas dispuestas en un gran círculo para los líderes de
los clanes, solo la mitad de ellas estaban ocupadas. Cuando los presentes vieron a
Jaryk, se levantaron, se golpearon el pecho y le gritaron palabras de agradecimiento.
Hakon le murmuró.
—Te honran. Porque has llegado desde las lejanas montañas hasta aquí, sin perder
a nadie. No muchos lo han conseguido.
Jaryk dio las gracias a los líderes del Clan, aunque sabía que el éxito de la huida
no había sido obra suya. Definitivamente, se lo contaría a su gente para que pudieran
sentir el mismo orgullo que él estaba sintiendo en este momento.
Hakon se abstuvo de subir al trono, y sin más preámbulos inició la reunión del
consejo.
—Tenemos ante nosotros una decisión difícil. ¿Lucharemos y pereceremos con
nuestro continente, o nos aventuraremos hacia lo desconocido?
Rhys, uno de los líderes de los clanes ecuestres, tomó la palabra.
—Lucharemos si tú lo ordenas, pero ¿por qué asumes que vamos a perecer?
Con un gesto de la mano, Hakon les indicó que miraran brevemente las montañas
lejanas. Jaryk no había podido verlas hasta ahora, porque siempre habían estado en
los densos bosques. Los otros jefes de Clan también se mostraron sorprendidos.
—Empezó esta mañana. —Los ojos de Hakon delataron su horror al ver los picos
de las montañas, todos expulsando fuego y humo. Trozos de rocas brillantes salían
disparados hacia las nubes y la lava fluía por las laderas. Desde la distancia, parecía
que las montañas se habían cubierto repentinamente de una red al rojo vivo.
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Jaryk gimió. Allí estaba su tierra natal, y estaba siendo enterrada bajo toneladas
de roca líquida. Hasta ese momento, había podido albergar la esperanza de recuperar
los picos nevados, pero ahora la meseta con todas las casas y la cascada
resplandeciente estaba perdida.
—Lo siento, amigo mío. —Aaryon se acercó a él y le apretó los dedos en el
hombro.
—Está sucediendo en todas partes. —Las palabras se escaparon de la boca de
Jaryk completamente de improviso, al recordar los agujeros burbujeantes de la tierra
y los limitados temblores que habían encontrado.
Informó a los líderes y a Hakon de los inusuales sucesos de la naturaleza y luego
miró al gobernante a la cara.
—Por eso dijiste que pereceríamos.
Hakon gruñó.
—Sí. No hay quien lo pare. Lo que has observado son solo los presagios. —Se
sentó en una silla, se frotó la nuca y continuó—. Parece como si todo el planeta se
rebelara contra el hecho de que, vayamos unos contra otros, como si no tolerara esta
violación de nuestra comunidad. Por supuesto, eso es solo la visión religiosa. —
Hakon soltó una risa entrecortada—. Pero mis asesores lykonianos también tienen
otra explicación científica. El constante bombardeo del continente vecino con bombas
de Piedras de Pyron ha sacudido profundamente la corteza terrestre. Su mundo no
tiene salvación. Los que llegaron hasta nosotros zarparon justo a tiempo, y
destruyeron las naves que quedaron atrás para evitar que esas armas nos alcanzaran.
Cuando Hakon se detuvo un momento, Jaryk agradeció internamente a los
vecinos lykonianos por sus nobles sentimientos, aunque probablemente solo habían
retrasado lo inevitable.
El gobernante continuó hablando.
—Sé que algunos aún no lo creen, pero nuestros continentes eran uno solo en
tiempos primitivos. Lo que les ocurra a ellos, también nos ocurrirá a nosotros. Es solo
cuestión de tiempo, que aquí también entren en erupción tantos volcanes que no
habrá salida. Y no crean que la culpa es solamente de los demás. Los Guerreros
Dragón volaron las minas de Pyron, causando estragos similares. —De repente, se
levantó de un salto y se puso a caminar, resoplando de rabia—. Y estos mismos
guerreros siguen queriendo luchar por su supuesta superioridad. Su fanatismo les ha
cegado.
Ahora, Aaryon intervino.
—Si luchamos contra ellos, morimos en el proceso o después. Me niego a enviar
a mi gente a la muerte de esta manera. ¿Qué otra opción tenemos?
Jaryk comprendió el disgusto de Aaryon pero, al fin y al cabo, Hakon ya lo había
dicho.
—Aventurarse a lo desconocido —repitió las palabras del hombre, sonriendo
irónicamente a la multitud—. Soy un guerrero de las montañas y créanme, el último
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lugar donde quisiera estar; sería en un barco. Pero ahí está nuestra única oportunidad.
Carguemos los barcos y zarpemos.
Hakon le guiñó un ojo.
—Jaryk va directo al grano. Tenemos que afrontarlo. Muchos han zarpado en
busca de aventuras y han regresado con las manos vacías porque supuestamente no
hay nada ahí afuera. Pero prefiero saltar a esa batalla que sentarme aquí y esperar a
que mis alas se carbonicen.
Independientemente de lo que decidieran los otros líderes, Jaryk había decidido ir
un poco más allá con su gente. Su hogar había desaparecido y no había futuro aquí,
un simple cálculo, pensó él.
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Capítulo 12
No quedaba ningún lugar libre a la sombra, por lo que Nadine se limitó a dejarse
caer al suelo justo donde estaba parada. Sus músculos se crisparon y sus pies se
sintieron como si estuvieran fundidos en hormigón. Además, hacía un calor
insoportable en las tierras bajas. Todavía llevaba su ropa de abrigo y sus botas altas.
Nadine había sentido una capa pegajosa de sudor y suciedad de los últimos días en su
piel. Una rápida mirada a la larga cola frente a la casa de baños le había indicado que
no estaba sola.
Movió los dedos de los pies a modo de prueba cuando la sensación de
embotamiento en sus piernas finalmente había disminuido. Los guerreros del Clan ya
se habían puesto a recoger materiales para los refugios temporales, mientras las
mujeres se reunían gradualmente a su alrededor. Una de ellas se tapó la boca con la
mano y señaló las montañas.
A Nadine se le llenaron los ojos de lágrimas al ver cómo la cima de una montaña
se elevaba brevemente en el aire y luego estallaba en pedacitos, como una de esas
bombas de confeti para la Nochevieja, que brillaban mientras caían sobre las
montañas. Los descendientes más jóvenes gritaron con entusiasmo, encontrando este
espectáculo hermoso. Todos los demás guardaron silencio o se lamentaron
cautelosamente pues, en ese momento, la esperanza de regresar a su tierra natal se
había desvanecido en la nada, al igual que anteriormente el pico de la montaña.
—¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó una de las compañeras, con los ojos
muy abiertos con una mezcla de tristeza e impotencia.
Nadine entrecerró los ojos ante el sol brillante. La multitud de voces y el ajetreo
de los distintos miembros del Clan a su alrededor, atestiguaban que no solo los
guerreros de las montañas buscaban nuevas perspectivas. En ningún caso podían caer
ahora en una especie de parálisis que los incapacitara para actuar. Jaryk sabría qué
hacer, pero por ahora seguía reunido con el gobernante y los demás líderes del Clan.
Hasta que regrese con instrucciones más concretas, debían centrarse en los problemas
urgentes de ese momento.
—Ahora mismo necesitamos comida y agua —dijo en voz alta y audible.
—Zahyra, por favor, pregúntale a tu gente de qué pueden prescindir. Quizá tengan
provisiones en las bodegas de sus barcos.
La pequeña mujer asintió y salió corriendo.
—Y ahora vamos a nadar. —Se levantó y señaló la dirección desde la que se oía
el oleaje del mar.
Los vástagos se divertirían y a todos les vendría bien quitarse el polvo del viaje.
—Llévate las botellas de agua. Las llenaremos a la vuelta. Seguro que hay un
pozo o algo así.
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Se quitó las botas de los pies y salió corriendo. El suelo caliente bajo sus pies le
sentó bien a Nadine. Echó una rápida mirada por encima de su hombro y se sintió
aliviada al ver que los descendientes ya la seguían con entusiasmo. Seguramente
ninguno había visto aún el océano, y mucho menos, bañarse en él. Ahora las mujeres
también se habían unido. Nadine tuvo la impresión de que se alegraban de tener a
alguien a quien seguir. En ese momento, cualquier cosa era mejor que sentarse a
llorar un pasado que no podía ser restaurado.
Al llegar a la playa, hundió los dedos de los pies en la arena y buscó un lugar
apartado. Al fin y al cabo, lanzarse a las aguas vestida solo significaba la mitad de la
diversión. Ella rodeó una pequeña franja de tierra en la que crecían algunos árboles
nudosos y deformados. Detrás de estos, ella no sería observada.
Fue solo cuestión de segundos antes de que se echara el vestido por encima de la
cabeza y corriera hacia las aguas poco profundas. Al principio, las mujeres parecían
desconcertadas pero luego se rieron y siguieron su ejemplo. Nadine se alegró con
ellos. Durante mucho tiempo habían tenido que prescindir de la comodidad de poder
sumergir todo el cuerpo bajo el agua. Los descendientes se salpicaban con sus alas o
las extendían para dejarse llevar. El solo hecho de volver a sentirse limpios, les dio a
todos un poco de valor para volver a vivir.
Nadine no sabía cuánto tiempo llevaba tumbada al sol, dejando que sus cálidos
rayos la secaran, cuando el primer retoño dio un codazo en el brazo de su madre y le
anunció que tenía hambre. Ella suspiró. El pequeño tenía razón. No podían estar
siempre tumbados y bloqueando el futuro incierto. Seguramente los guerreros ya
echaban de menos a sus compañeras, y ella misma, también estaba ansiosa por ver
qué había planeado Jaryk para el Clan.
De regreso tomaron una ruta diferente, ya que un guerrero les había descrito el
lugar donde encontrarían agua fresca para beber, cuando ella le había preguntado. No
muy lejos de allí, Nadine divisó una zona vallada donde se alojaba una pequeña
manada de caballos.
Los caballos no eran nada extraño aquí, aunque los guerreros de la montaña no
los utilizaban. Cuando vio el primer caballo lykoniano, se le cayó la mandíbula de
asombro. Las enormes bestias de pelaje marrón claro con crines y colas negras hacían
que sus parientes terrestres parecieran ponis. Pero ahora, se frotó los ojos antes de
mirar por segunda vez. Un enorme semental negro trotaba alerta alrededor de las
yeguas con sus potros. ¡Tenía alas! A veces las abría de par en par, y sus crías lo
imitaban con sus pequeñas alas mientras saltaban y relinchaban juguetonamente.
Nadine sonrió involuntariamente. A pesar de todo, Lykon seguía estando lleno de
maravillas, y todavía, no había razón para enterrar la cabeza en la arena. Un mundo
que había creado seres tan mágicos debería tener algo más que caos y destrucción.
Tal vez, ahora, estaba pidiendo a sus habitantes que lo buscaran con más ahínco.
Apresuradamente, corrió tras las mujeres, que ya habían llenado sus recipientes
para beber y se dirigían al campamento. Los Guerreros Dragón y los lykonianos se
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agolparon frente a la casa de reuniones, donde los líderes de los clanes y algunos
lykonianos se habían posicionado en la escalinata delantera, y Nadine se coló entre la
multitud para ver mejor.
Por alguna razón inexplicable, el corazón casi se le había salido del pecho cuando
vio a Jaryk de pie. Se elevaba por encima de los líderes, y su cabello plateado
destacaba claramente sobre los demás. Con la mirada fija y sin moverse, se mantuvo
entre los demás, como si su destino siempre le hubiera estado esperando allí. Casi
había estallado de orgullo cuando él asintió ligeramente hacia ella. En su estómago,
sin embargo, un poco después se formó un nudo opresivo, pues necesitaba más que
nunca sacar ese sentimiento de su corazón. Podía estar orgullosa de su líder de Clan,
pero no del hombre que había detrás.
Volvió a mezclarse con los presentes cuando otro guerrero subió a la escalera.
A su lado, una mujer cruzó las manos frente a su pecho y susurró con reverencia.
—Ese es Hakon, nuestro gobernante.
Nadine miró de cerca al jefe de todos ellos. Era el señor de todos los clanes, y en
su interior debía roerle el dolor, debido a lo que la mitad de sus súbditos, habían
hecho a su pueblo por causa de los celos ciegos. Ella no podía ver cuánto sufría él por
este engaño, pero estaba segura de que se culpaba a sí mismo por ello. Hakon medía
quizás cinco centímetros menos que Jaryk. Sus ojos oscuros e inteligentes recorrieron
su pueblo mientras el viento jugaba ligeramente con su ondulado cabello castaño.
Nadine observó unos cuantos cabellos blancos en su larga barba que no
correspondían con su edad.
Cuando comenzó a hablar, los presentes guardaron silencio y absorbieron cada
una de sus palabras, pues no había ni vacilación, ni desesperación en su voz, sino
promesa de salvación.
—Veo a los Guerreros Dragón y a los lykonianos uno al lado del otro, como debe
ser. Ahora también debemos abandonar juntos estas costas, porque nuestros
continentes pronto dejarán de existir. Ninguno de nosotros puede decir hacia dónde
será el viaje, dónde terminará o cuánto durará. Pero combinando el conocimiento y la
fuerza de nuestros pueblos, no tengo la menor duda de que superaremos este reto.
Se detuvo un momento, pero nadie se movió ni se opuso a sus palabras. Nadine
también sintió en su interior la convicción de que el gobernante no estaba siguiendo
una idea atrevida, sino que presentaba la única solución posible. Además, tenía la
certeza de que Jaryk no habría cedido a una fantasía o a una especulación
descabellada. Salvar a su Clan era su máxima prioridad. Y no se habría quedado con
los otros líderes, si hubiera habido una propuesta mejor.
—Ya hemos discutido largamente, así que comenzamos inmediatamente a cargar
los barcos con todo lo que puedan llevar. Además, las fuerzas enemigas se están
acercando y debemos contenerlas hasta que el último barco haya partido. Los líderes
de los clanes y los miembros del Alto Consejo de nuestros vecinos se repartirán el
trabajo.
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Hakon volteó, pero luego volvió a darse la vuelta.
—Gracias por su confianza y lealtad —dijo simplemente, y ante el asombro de
todos, se golpeó su puño derecho en el pecho, antes de ascender las escaleras.
Al igual que los lykonianos, los clanes se reunieron en torno a sus líderes. Nadine
siguió en segundo plano, pero escuchó atentamente las palabras de Jaryk, que dio una
escueta explicación.
—Han visto lo que está sucediendo en las montañas. La tierra se abrirá hasta la
costa y destruirá todo a su paso.
Nadine llevaba unos minutos sintiendo una vibración bajo sus pies. Se sintió
como si estuviera sobre la lavadora de su casa en su antiguo apartamento, que
acababa de iniciar el ciclo de centrifugado y ahora, aumentaba la velocidad cada vez
más. Las constantes vibraciones eran como el primer ladrillo de una intrincada red de
más fichas de dominó. Una vez iniciado el derrumbe, ha desencadenado
inevitablemente una reacción en cadena, a consecuencia de la cual, las erupciones
volcánicas y los terremotos ahora, amenazaban sus vidas.
Jaryk ya había empezado a distribuir las tareas y ella volvió a prestarle atención.
La mitad de los guerreros debían ayudar a cavar una trinchera que acabaría aislando
el asentamiento de la parte interna del continente. Lo llenarían con cualquier cosa
inflamable para que el enemigo no pudiera avanzar hacia la costa. Nadine estaba
completamente de acuerdo con Jaryk, al igual que todos los demás. Las fuerzas
enemigas querrían apoderarse de los barcos para salvarse el pellejo. Y a juzgar por su
método anterior, serían despiadados al hacerlo, sin pensar en las mujeres, los
descendientes o los lykonianos.
Los guerreros restantes debían cargar los barcos y prepararlos para la partida.
Jaryk no parecía haber planeado nada para las mujeres y estaba a punto de intervenir,
cuando una de las compañeras se puso las manos en la cadera y miró
beligerantemente al líder de su Clan. Realmente le había quitado las palabras de la
boca a Nadine, cuando ella le reclamó.
—¿Y nosotroa? ¿Debemos quedarnos sentadas o qué?
Las demás mujeres murmuraron en forma de aplausos.
—Ciertamente no podemos cargar tanto como los guerreros, pero arrojar sillas y
mesas a la trinchera, no nos sería difícil ¿no es así? —Con eso, se cruzó de brazos y
dio un golpecito con el pie esperando.
Jaryk miró en su dirección y Nadine sintió que le ardían las mejillas. Estaba claro
que la culpaba de haber hecho rodar una piedra que no se había movido en siglos. Las
mujeres no contradecían a sus compañeros y el hecho de que esta incluso haya
criticado al jefe del Clan, no tardaría en circular.
Pero en lugar de un grosero rechazo, la mujer recibió un gesto de aprobación.
—Cualquier ayuda es bienvenida —dijo Jaryk, y su sonrisa traviesa provocó risas
liberadas entre las mujeres.
Nadine estaba a punto de salir corriendo cuando él la sujetó del brazo.
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—Asegúrate de que todas lleguen a las naves a tiempo.
Su tono serio la preocupó. Estaba ocultando algo.
—¿Y tú, y los otros guerreros? Tú también vienes ¿no es así? —Le aterraba la
idea de hacer el viaje sin él.
—Formaremos la última línea de defensa. Si, a pesar de todo, el enemigo
consigue cruzar la trinchera, lucharemos contra ellos hasta que el último barco esté
fuera de su alcance.
Nadine tragó saliva. ¿Por qué siempre tenía que ser él quien fuera al frente?
—No podré disuadirte de esto ¿verdad? —Jaryk apoyó brevemente su frente
contra la de ella—. Yo…
Le acarició la mejilla y le susurró.
—Lo sé.
Nadine se dio la vuelta apresuradamente y se alejó a toda prisa. Lo último que
necesitaba ahora era la incertidumbre y la duda. Su tembloroso labio inferior la
delataría, así que tenía que hacerse la convencida respecto a su plan.
Mientras tanto, las mujeres habían reunido a otras compañeras de otros clanes.
Mientras los guerreros cavaban la trinchera, ellas se rebuscaban en todas las casas y
en todos los rincones del asentamiento en busca de muebles de madera y ramas rotas.
Finalmente, saquearon las despensas en busca de aceite sobrante. Algunas
amontonaron fardos de hierba seca y hojas en sus brazos y los esparcieron por la
trinchera.
Cuando los guerreros terminaron su trabajo, todo lo que podía ser incendiado se
había apilado en la amplia depresión. Sin embargo, Nadine se preguntaba con qué
rapidez se encenderían estos, y serían lo suficientemente altos, como para impedirles
el paso. En primer lugar, había que encender los montones y luego, tardaría un
tiempo antes de que el fuego se abriera paso por toda la zanja. Pero cuando escuchó
los primeros gritos de batalla del otro lado, recordó la instrucción que le había dado
Jaryk.
—¡A los barcos! —gritó a las mujeres, asegurándose de que todas se pusieran en
marcha.
Finalmente, no tuvo más remedio que huir también a los amarres.
La tierra bajo sus pies ya no solo vibraba ligeramente, sino que en este momento
ya se sentían pequeñas ondas. Las piedras rodaban como empujadas por una mano
invisible y hasta las hojas aún frescas llovían de los árboles. En las naves se cargaban
los últimos caballos, que se encabritaron con los ojos muy abiertos por el miedo y
solo pudieron ser arrastrados por las pasarelas por los guerreros con el mayor
esfuerzo.
Siguió corriendo, aunque fue más bien un torpe tropiezo hacia adelante. Con
dificultad, pudo subir el tablón hasta el barco, desde donde las mujeres de su Clan le
gritaban y sacudían frenéticamente sus manos. Aunque los barcos también danzaban
salvajemente en el agua, los tablones bajo sus pies se sintieron más como tierra firme.
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Como todos los demás, ahora dirigió sus ojos a la trinchera. Los primeros barcos
ya estaban zarpando cuando Nadine oyó un rugido por encima de ella. Un verdadero
Dragón se cernía sobre la playa, azotando la arena con su cola de púas. Había oído
rumores de que el líder de los Guerreros Guardián tenía un Dragón, pero hasta hoy
había creído que era una historia ficticia.
Aplaudió con entusiasmo, como tantos otros, mientras la bestia de escamas rojas
se dirigía a la trinchera. Si sus brillantes alas y sus ojos de fuego fueran lo último que
viera en este mundo, moriría sabiendo que absolutamente nada era imposible y que
en otra vida podría haber encontrado la felicidad con Jaryk.
Ahora el Dragón cruzó la trinchera y siguió su curso, incendiando los montones
de madera con incesantes ráfagas de fuego que salían de su boca. Nadine no podía
siquiera imaginar el calor que generaba el Dragón, pues al instante la zanja ardió en
llamas.
Uno a uno, más guerreros se acercaron corriendo y saltaron sobre los barcos que
partían. Su barco y otros dos aún seguían aguantando, a la espera de los que
asegurarían su salida.
A lo lejos, Nadine vio cómo la tierra se abría y arrojaba rocas incandescentes
hacia el cielo. Un rodillo de fuego consumió todos los árboles al acercarse. Los
fuegos de la trinchera se fueron apagando uno a uno, ya que simplemente no habían
podido encontrar suficiente combustible. Al menos, la mayoría de los barcos estaban
ya lo suficientemente lejos de la costa como para que pudieran ser alcanzados a nado.
Desde la trinchera se oía el sonido de la batalla. Al parecer, los primeros
enemigos habían logrado superar la barrera de humo. Su corazón latía cada vez más
rápido ¿por qué no venía Jaryk? Con las manos sudorosas se había aferrado
desesperadamente a la barandilla hasta que sus nudillos se pusieron blancos.
Ahora su nave también estaba ganando velocidad lentamente, y en pocos minutos,
estaría fuera de su alcance. Los guerreros del barco rugieron el nombre de Jaryk
mientras la lucha se agitaba en la costa. Los pocos valientes habían logrado contener
a los enemigos que se acercaban, pero ahora el mar estaba detrás de ellos y una fuerza
superior ante ellos.
Jaryk, al igual que sus compañeros, ya estaba metido en el agua hasta las rodillas
cuando, de repente, se sumergió como un rayo bajo la siguiente ola que se acercaba.
El miedo recorrió el cuerpo de Nadine, pues ya no podía visualizarlo en ninguna
parte. Todos sus otros hermanos de armas también habían desaparecido, como si un
mago hubiera chasqueado los dedos.
Casi sufrió un colapso ¡Tan cerca de su objetivo y, sin embargo, no llegaron a
tiempo!
De repente, los guerreros del barco ulularon y lanzaron un fuerte aullido de
victoria. Nadine se levantó de un salto y divisó varias cuerdas de unos metros de
largo en la popa de los tres últimos barcos, a las que Jaryk y los demás guerreros se
aferraban riendo, mientras apenas podían mantener la cabeza por encima del agua en
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las mareas torrenciales. Las cuerdas debían de estar en el fondo marino poco
profundo y se habían sujetado a ellas al descender. Probablemente habían aguantado
la respiración todo lo posible para que los enemigos, después de todo, no vinieran por
ellos.
El cosquilleo de alegría al verlo, hizo vibrar todo su cuerpo pero, al mismo
tiempo, decidió matar a Jaryk en cuanto pusiera un pie en los tablones. Él no le había
contado acerca de su plan y debido a su preocupación, ella había estado a punto de
lanzarse al mar para buscarlo.
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Capítulo 13
El agua salada le ardía en los ojos y se le metía en la boca, pero Jaryk nunca antes
se había sentido tan exultante. Su plan había funcionado y, salvo algunas heridas
leves, todos sus guerreros habían llegado sanos y salvos a los barcos, o estaban ahora
a la deriva en las cuerdas detrás de ellos. Ahora todo lo que tenía que hacer era
esperar a que le suban a bordo.
Nada más al pasar por encima de la barandilla, los puños de Nadine empezaron a
golpearle en el pecho. Su discurso le había sonado como la más dulce expresión de
amor, pues era evidente que ella se había preocupado mucho por su bienestar.
—¡Cómo has podido hacerme esto, miserable bastardo! —espetó mientras no
podía decidir si reír o llorar.
—¿Por qué estás tan molesta? —preguntó con una sonrisa—. Todo salió bien ¿no
es así?
—¡No se trata de eso en absoluto! —continuó enfurecida.
Luego dio un pisotón y se dio la vuelta. Por encima de su hombro, le lanzó
todavía una mirada punzante.
—¡Simplemente no lo entiendes!
De hecho, Jaryk no entendía qué era exactamente lo que la molestaba tanto. El
Clan estaba a salvo, ella estaba a salvo… ¡después de todo, lo había hecho todo bien!
Desconcertado, la siguió, aunque no se dio cuenta de por qué le importaba tanto
arreglar las cosas entre ella y él.
—¿Qué es lo que no entiendo? —le susurró al oído mientras se acercaba a su
espalda.
Ella miró al mar, pero de todas maneras le respondió.
—Deberías haberme dicho lo que estabas planeando.
—¿Por qué? —Compartir cualquier plan o estrategia con las mujeres nunca se le
habría ocurrido.
No entendían nada sobre la guerra y en caso de emergencia tenían que obedecer
las órdenes de sus compañeros sin cuestionarlas. Sin embargo, en su interior se
golpeó la frente. Después de todo este tiempo, debería haber sabido que Nadine no
era la clase de mujer a la que se puede disuadir con unas pocas palabras lanzadas.
Sin embargo, tampoco entraría en largas explicaciones sobre lo que hubiese
cambiado, si ella estuviera al tanto.
Se dio la vuelta y refunfuñó.
—¡Porque sí!
Eso no aclaraba nada, pero antes de que pudiera seguir con esos pensamientos,
escuchó las exclamaciones horrorizadas de la gente en la popa del barco. Como todos
los demás, dirigió su mirada hacia su antiguo hogar, del que los barcos ya habían
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ganado una buena distancia gracias al viento favorable. Los bosques ardían y podían
oír el astillamiento y el crujido de los troncos de los árboles que se rompían incluso
desde allí. La lava brotaba del suelo por todas partes, amontonándose en respiraderos
humeantes alrededor de los cráteres mientras se enfriaba, pero subiendo
constantemente desde el interior del planeta. Las bandadas de pájaros volaban en
círculos, chirriando, por encima de sus nidos en llamas y luego se alejaron, ocultando
el sol junto con las columnas de humo.
El estruendo de las rocas voladoras se mezcló con los gritos de los guerreros
restantes de las tropas enemigas, que se lanzaban desesperadamente a las olas para
escapar del inminente infierno. Estaban condenados a morir cuando los flujos de lava
alcanzaran el agua y la hicieran hervir.
Jaryk cerró los ojos mientras un solitario caballo salvaje galopaba por la playa,
relinchando mientras la arena se derretía alrededor de sus cascos. ¿Cómo se había
llegado a esto? ¿Qué batalla merecía la pena para que dos continentes perecieran tan
cruelmente? La respuesta era obvia, y solo podía rezar para que el planeta les diera
una segunda oportunidad para hacerlo mejor esta vez.
Sintió que Nadine le rodeaba con sus brazos por detrás.
—Encontrarás un nuevo hogar para nosotros, lo sé —murmuró ella.
Su confianza en él era inquebrantable, y Jaryk estaba decidido a no defraudarla
tampoco. Todavía no tenía idea de cómo hacerlo, pero al igual que ella, no estaba
dispuesto a dejar que su pena se impusiera.
Navegaron hacia la nada y al cabo de unos días, se extendió una especie de
inactividad forzada entre toda la tripulación del barco. Todo el mundo permanecía
sentado para poder conservar su energía, ya que los suministros y el agua potable
eran limitados. Nadie podía saber si llegarían a alguna parte pero, aun así, todos se
esforzaban por aguantar el mayor tiempo posible. Jaryk se apoyaba en la borda del
barco junto a Nadine día tras día. Ellos no hablaban, pero su sola presencia le daba
paz y confianza. A veces, ella se limitaba a mirarlo y él no detectaba ni un rastro de
desánimo en los ojos de ella. Era como esperar el deshielo de la primavera. A veces
se producía antes, a veces después, pero todo el mundo sabía que era inevitable.
Una mañana, sin embargo, los barcos solo se mecían con las suaves olas. Ni un
soplo de aire se agitaba y las velas solo colgaban sin fuerza. De los otros barcos
llegaban los gritos de que había llegado la hora de remar, y que Hakon había
ordenado subir a los Guerreros Dragón incluso a los barcos en los que solo
navegaban lykonianos. Jaryk acogió con satisfacción esta decisión, ya que, de lo
contrario, esos barcos quedarían rezagados al carecer de fuerzas para seguir el ritmo
de los miembros del Clan. Muchos de sus guerreros accedieron a nadar hasta las
embarcaciones de los lykonianos, mientras que otros ya se dirigían al casco para
tomar los remos.
Nadine le dio un codazo.
—¿Esta vez, no pueden… ya sabes… utilizar sus alas para escaparnos?
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—Me temo que no —suspiró—. Necesitamos saber a dónde vamos.
La mujer se desplomó de hombros y Jaryk comprendió su abatimiento. Su idea
era clara, pero lastimosamente no era factible. Solo existía un lugar en Lykon donde
podía llevarlos, pero acabarían en un desierto abrasador donde no podrían sobrevivir.
Los guerreros hicieron un gran esfuerzo y su pequeña flota volvió a coger
velocidad. Remarían hasta que el último se desplomara exhausto en el banco de remo,
pero ahora Jaryk se preguntaba si eso los salvaría.
Echó la cabeza hacia atrás y se protegió los ojos del sol brillante con la mano. Y
como ya lo había hecho antes, sacó más fuerzas de la imagen del Dragón, que trazaba
majestuosamente sus círculos sobre ellos y no parecía cansarse nunca. De vez en
cuando desaparecía, pero siempre volvía.
Hoy, sin embargo, el Dragón se estaba comportando de forma extraña. Volaba en
una dirección determinada, pero al poco tiempo volvía a aparecer. Casi cada hora
repetía su maniobra y un pensamiento surgió en Jaryk. El Dragón quería que lo
siguieran, de eso estaba seguro. Pero ¿por qué Aaryon no podía oírlo?
Apresuradamente, se dirigió hacia el lado de la nave de los Guerreros Guardián y
realizó un gesto desesperado. Cuando finalmente tuvo la atención del líder, dio un
gran salto y comunicó sus sospechas.
Aaryon le dio una palmada en el hombro riendo.
—Muy buena observación, amigo mío.
Jaryk ladeó la cabeza.
No sabía exactamente cómo funcionaba la conexión entre un Dragón y su amo,
así que no pudo evitar preguntar.
—¿Él no te dijo lo que quería?
—¿Decirme? —Aaryon sonrió. Luego asintió pensativo—. Ah, tú crees que
estamos hablando. No, no es así. Él siente mis deseos, pero no sé si los cumpliría
todos. Debes entender que aún está libre. Su vínculo conmigo es por su propia
voluntad. Siento su poder dentro de mí, pero no lo comando.
Por supuesto, Jaryk entendió eso. Un Dragón no era una mascota domesticada,
que ronroneaba y se deslizaba alrededor de los tobillos de su dueño, pidiendo
golosinas. Tal vez este Dragón vio un alma afín en Aaryon y lo eligió como
compañero. Sin embargo, eso no significaba que él mostrara una obediencia esclava o
que ambos compartieran todos los pensamientos.
Aaryon ordenó que la nave se dirigiera en dirección al Dragón. Jaryk lo siguió y
avisó a los demás para que se unieran a ellos. Toda la flota fue así informada de su
idea, aunque Jaryk solo esperaba que su observación hubiera dado en el blanco. Por
otro lado, en algún momento tenían que seguir un impulso. No podían navegar
eternamente hacia el horizonte y aceptar que la monotonía les robara las energías.
Los guerreros tenían claro que por fin volvía a haber un objetivo concreto. Los
remos se sumergían uniformemente en el agua y tiraban con fuerza. Los barcos
surcaban la mansa superficie del mar como si estuvieran compitiendo entre sí.
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Nadine se había colocado nuevamente a su lado y miraba ansiosamente por
encima de la proa hacia la brumosa distancia.
Repentinamente, ella abrió los ojos de golpe y apretó los dedos en su brazo.
—¡Ha, sabía que nos llevarías allí! —La miró sin comprender mientras ella
señalaba con el dedo un punto que daba vueltas en el cielo—. ¡Mira, un pájaro! —Su
risa alegre resonó en los barcos, y ahora otros se fijaban en el pájaro.
Todos se acercaron a la proa de sus barcos y miraron fijamente hacia delante.
Y entonces lo vio, la neblina que cubría la superficie del agua se había despejado
y ante él, todavía nebulosa, se extendía una costa aparentemente interminable. La
gente aplaudía, se levantaba para ver mejor y animaba a los remeros para que fueran
aún más rápidos. Cuando las primeras embarcaciones rozaron la arena del fondo
marino, Jaryk no pudo aguantar más. Agarró a Nadine por la cintura y pasó por
encima de la barandilla con ella. Ignorando su risa, la llevó a través de las olas hasta
la playa y la hizo girar.
Le clavó un dedo en el pecho.
—Te dije que encontraríamos un nuevo hogar.
Él bajó las manos. Y con toda la fuerza de repente lo golpeó, pues en un futuro no
muy lejano no se le permitiría volver a tocarla. La alegría lo había abrumado y había
actuado como si ella le perteneciera. Ella le demostraría su lealtad luego a otro, lo que
provocó una ardiente envidia en él. Pero él ya le había hecho su promesa. Cuando ella
estuviera lista, tendría a su pareja. Los pretendientes habían sido abundantes, y no
podía dejarse guiar por sus sentimientos. Como líder del Clan, estaba obligado a
pensar primero en el bienestar de sus hombres.
Jaryk pudo ver cómo su repentino cambio de humor la confundía. Pero no
importaba, no estaba obligado a dar explicaciones, ni se sentía capaz de hacerlo. Más
le valía acostumbrarse al hecho de que él era su líder y nada más. El hecho de que
ella se hubiera encariñado tanto con él, lo atribuía a las inusuales circunstancias del
escape, y le debía su gratitud. Él mismo no la había relegado al lugar que le
correspondía; así que, no era extraño, que ahora se sintiera rechazada.
—Qué… —Ante su pregunta, casi impotente, cuadró los hombros y se dio la
vuelta.
Los líderes de los clanes se reunieron en torno al gobernante y ya era hora de que
recordara sus obligaciones.
Ya estaban descargando los escasos restos de sus provisiones cuando Hakon lo
saludó y le agradeció su idea de seguir al Dragón. Jaryk asintió distraído pues, en este
momento, simplemente se sentía vacío, aunque en realidad debería estar saltando de
alegría, ya que, tanto los Guerreros Dragón como los lykonianos podrían volver a
tener un futuro.
El gobernante dio toda clase de instrucciones, que ciertamente eran buenas y
correctas. El campamento por esta noche se instalaría en la playa, y mañana se
enviarían exploradores. Les esperaba un nuevo continente y debían encontrar lugares
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adecuados para los asentamientos, descubrir zonas de caza o averiguar posibles
amenazas. Los lykonianos también indicaron que debían buscar tierras fértiles,
porque no tendrían suficiente comida para todos solo con la caza. Había que poner en
marcha la agricultura para que los cultivos de las futuras cosechas volvieran a estar al
alcance de todos.
Jaryk escuchó solo con medio oído, pero descubrió dentro de él un nuevo respeto
por sus compañeros de viaje lykonianos. La gente había actuado con valentía durante
la travesía, reparando los barcos cuando fuese necesario, compartiendo sus
provisiones de alimentos sin refunfuñar y obedeciendo las órdenes del jefe de los
Guerreros Dragón. Sonrió, porque todavía eran pequeños y débiles, pero pensaban de
forma práctica e incluían a su gente en sus consideraciones. Probablemente Hakon
había tenido razón todo el tiempo. Todos eran uno, y qué mejor lugar que este nuevo
mundo para vivirlo finalmente.
Levantó la cabeza cuando el gobernante se dirigió a él personalmente. Los otros
líderes del Clan sonrieron, y él se sintió como un vástago sorprendido en las prácticas
de espada, soñando con los dulces de la cocina de su madre.
—Jaryk, eres un buen líder para tu Clan, sin embargo, necesitas consolidar tu
estatus. Necesitas una compañera, y necesitas engendrar una descendencia, te das
cuenta de eso ¿verdad? —Hakon arqueó una ceja, aunque las comisuras de su boca se
crisparon, lo que no tenía sentido para Jaryk.
Él mismo había suprimido ese hecho, por el momento, y no encontraba nada
gracioso en que todos le recordaran este hecho.
—De momento, nadie viajará a la Tierra, así que todos estamos de acuerdo en que
hay que elegir entre las mujeres disponibles. —Hakon parecía hablar muy serio al
respecto, y Jaryk reprimió la pregunta sobre a qué mujeres existentes se estaba
refiriendo.
Miró con cierta confusión a los lykonianos, uno de los cuales, de repente, resopló.
—No me mires a mí, nuestras mujeres aún no están disponibles.
Aaryon le dio una palmada en el hombro.
—Debes obedecer a Hakon, y estamos seguros de que encontrarás una solución.
Cada uno se fue por su lado y lo dejaron allí parado. Susurraban entre ellos y sus
hombros encogidos indicaban que a todos les costaba no estallar en carcajadas. Él
tenía la sensación de que se estaba haciendo una broma colosal a sus expensas.
¿Cómo se había podido imaginar Hakon esto? No se le permitía ir a la Tierra, y se le
negaban las mujeres lykonianas, pero aun así esperaba obediencia. En su Clan, solo
Nadine estaba disponible, pero la había destinado a otro guerrero. Maldición ¡Qué
aprieto! ¡Como si no hubiera nada más importante en este momento que una
compañera!
Refunfuñando, se dirigió a sus guerreros.
Uno de ellos pareció animarse finalmente.
—¿Qué te preocupa, Jaryk?
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Resopló y gruñó.
—El gobernante ordena que debo tomar una pareja.
—Sí, sí —gimió exageradamente uno de sus compañeros de Clan—. El
controvertido asunto de una pareja para el líder del Clan.
Jaryk quería garantizar a sus guerreros que quería actuar con justicia hacia el
Clan.
Por lo tanto, continuó hablando.
—No se me permite ir a la Tierra, y las mujeres lykonianas están fuera de los
límites. Pero les prometí una competencia por la mujer de la Tierra, y me ceñiré a
eso, sin importar lo que Hakon exija.
—Bueno, yo —el guerrero volvió a alzar de nuevo la voz, alargando la última
palabra— preferiría robar una mujer yo mismo, por la diversión que implica la caza,
entiendes.
Le guiñó un ojo mientras los demás asentían en voz alta.
—Pero no tenemos ni idea de cuándo se nos permitirá volver a hacer incursiones
—indicó Jaryk.
El guerrero se rio y se palmeó la rodilla en señal de júbilo.
—Entonces, hasta ese momento seguiré acudiendo a la bonita morena de la
vuelta… —Trazó en el aire con sus manos, las curvas de la mujer de clase trabajadora
en cuestión, lo que le valió las burlas salaces de sus compinches.
Jaryk no entendía por qué los guerreros parecían haber perdido repentinamente el
interés por Nadine, pero por el momento no le importaba. Al menos lo habían
liberado de su promesa y ahora solamente quedaba un obstáculo que superar para
cumplir con su deber. Tenía que averiguar de alguna manera si ella ya no era reacia a
un compañero.
Hakon, después de todo, no era consciente de que se había involucrado con
Nadine. Por eso esperaba que Jaryk se la presentara como su pareja, ya que era la
única disponible. Además, el jefe no era precisamente famoso por su paciencia
cuando daba una orden. Por lo tanto, lo mejor sería que se metiera directamente en la
boca del lobo antes de que el gobernante lo acusara de indecisión.
Se dirigió con las piernas rígidas hacia las mujeres, que charlaban y removían una
enorme olla sobre la hoguera. Como líder del Clan, se suponía que debía dar una
impresión de mando, así que frunció el ceño mientras señalaba a Nadine y gruñía con
brusquedad.
—Tú, mujer, tengo que hablar contigo.
Se había olvidado de lo irascible que podía ser ella cuando se sentía atacada, pero
afortunadamente esta vez no recibió una respuesta picante.
Ella asintió y lo siguió hasta un lugar en el que no los molestaran.
—Tengo órdenes. Así que dime ¿estás lista para un compañero?
Ladeó la cabeza y lo miró con desconfianza.
—¿Órdenes? ¿De quién? ¿De qué se trata?
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Puso los ojos en blanco. Por supuesto, no recibiría un simple sí o no ¿en qué
estaba pensando?
—Órdenes del gobernante. Me ordena que tome una compañera.
—Ah. —Se llevó las manos al pecho y fingió estar encantada—. Y tú pensaste en
mí primero, qué bien.
Debería haberlo sabido. Esta mujer nunca se rendiría y utilizaba su cinismo para
señalárselo cada vez. Si al menos no le hubiera prometido nada, podría echársela por
encima del hombro ahora y acabar con esto.
La miró y sus ojos brillaron con diversión. Extendió una mano y con una voz
inusualmente suave dijo.
—No seas tonto. Solo dámelo.
Jaryk se sintió realmente lento, aunque una pequeña chispa de esperanza se
encendió en su corazón.
—¿Darte? ¿Darte qué?
—El Shiro, por supuesto. ¿Necesitas una compañera o no? —Su sonrisa se
amplió cuando él sacó torpemente la bolsa de collares del bolsillo de su pantalón.
Antes de darle el Shiro, quería asegurarse.
—¿Estás segura de que podemos ser compañeros?
Se puso de puntillas y le besó los labios.
Cerca de su boca le susurró.
—¿Acaso ya no lo somos?
Probablemente Nadine era mucho más sabia que él, pues hacía tiempo que se
había dado cuenta, de lo que él ni siquiera había querido considerar. Llevaría el Shiro
de su familia y probablemente ningún guerrero de su linaje se había sentido más
orgulloso que él ahora mismo.
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Capítulo 14
A veces solo hace falta una buena amiga para llevar el mundo en la dirección
correcta, pensó Nadine mientras Jaryk le ponía con cierta torpeza el Shiro de su casa.
Él la había dejado en la playa, sin más. De un momento a otro, se había
convertido en el inflexible Guerrero Dragón, para el que ella no significaba nada. Por
primera vez en su vida, las lágrimas habían brotado de sus ojos por un hombre, y se
apresuró en buscar un escondite para entregarse a su dolor.
Sollozando y resoplando, había sido sorprendida por Zahyra tratando
desesperadamente de secar sus párpados hinchados. La pequeña mujer se había
limitado a sentarse a su lado, tomarle la mano y a esperar que amainara la tormenta.
—Ya no sé qué hacer —le dijo después con los labios temblorosos.
Zahyra no dijo nada en respuesta, pero sonrió, animándola. Como una cascada,
Nadine le había contado finalmente lo que la molestaba, le describió con detalle todo
su estado emocional y, al final, probablemente había puesto una cara tan lamentable
que Zahyra la había abrazado.
Al principio Nadine había pensado que su amiga no había entendido ni una sola
palabra de lo que le había contado, porque se había limitado a sonreír.
—No veo el problema —fueron las palabras que le hicieron dudar a Nadine.
Inmediatamente después se puso roja, ya que su secreto bien guardado
obviamente, no lo era, desde hacía mucho tiempo.
—Todo el mundo puede ver cómo están las cosas entre ustedes dos. Pero estos
guerreros y su sentido del honor. —Zahyra puso los ojos en blanco.
—Jaryk no puede remar hacia atrás ¿entiendes? Él te había prometido a otra
persona y siempre había afirmado que no necesitaba una compañera. Por supuesto,
ahora cree que debe cumplir su palabra, lo que sería absolutamente correcto en
cualquier otro caso. Pero —continuó imperturbable— tú siempre nos has apoyado a
las mujeres, y ahora es el momento de que hagamos algo por ti. Lo solucionaremos.
Zahyra se levantó de un salto, se quitó la arena de la ropa y se alejó a toda prisa.
Y así, este «lo solucionaremos» había seguido su curso.
El plan de las mujeres, sin embargo, no se basaba en un elaborado juego de
intriga, sino a la ley realmente existente de que cada jefe de Clan debía tomar una
pareja y producir una descendencia. Todo lo que tenían que hacer era arreglar las
circunstancias, de tal manera, que Jaryk no tuviera otra opción que elegir a Nadine.
Así que Zahyra había hablado con las mujeres. Pidieron a sus compañeros que
dijeran a los guerreros libres que transmitieran a su jefe de Clan que ya no estaba
obligado a cumplir con su palabra. Esto no había sido difícil para ellos, ya que todos
habían estado esperando, cuando Jaryk finalmente reclamaría sus derechos sobre
Nadine.
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Cora fue la siguiente en ser incluida. Como compañera de Aaryon, le
correspondió a ella convencerlo de que pusiera al gobernante al tanto del plan.
Hakon, por su parte, debía asegurarse de que Jaryk no pudiera secuestrar a una mujer
de la Tierra.
Al final, lo único que faltaba era una conversación con el Alto Consejo lykoniano
para que rechazaran una posible pareja de su pueblo, de acuerdo con el tratado.
Así pues, todo el mundo en la playa se había involucrado para que finalmente ella
y Jaryk fueran oficialmente pareja. Solo esperaba que él no se resintiera o que no se
sintiera sorprendido cuando ella se lo confesara más tarde.
Por supuesto, al principio ella se había hecho la tonta, no quería ponérselo
demasiado fácil. Pero no había mantenido esta reticencia artificial durante mucho
tiempo, después de todo, ella misma apenas podía esperar, para llamar a Jaryk su
compañero.
Ahora estaba aquí —la astuta abogada que nunca había querido comprometerse—
y de repente, era la mujer más feliz del universo. El tintineo de las cadenas del Shiro
cantaba la melodía de su amor por este orgulloso guerrero que ella adoraba. Ella
nunca más tendría que luchar sola o fingir. Ella pertenecía a Jaryk y él a ella. Ella
tendría a su hijo en brazos, compartirían un destino y algún día dejarían este mundo
juntos. Sin duda, su camino no siempre será recto y tal vez, estará plagado de
obstáculos, pero siempre ella podrá confiar en el hombre fuerte que tendría delante.
Este era su compañero, su gente, su hogar y tendría que ser cortada en pedazos antes
de dejar que se lo quitaran nuevamente.
Las manos de Jaryk estaban en sus caderas y la atraía contra él con tanta fuerza
como si tuviera que asegurarse de que no la arrancaran de su lado. Sus duros
músculos se frotaban contra sus pechos y a ella le habría encantado tirar del Shiro
hacia abajo para dejar que la montara aquí y ahora. Durante demasiado tiempo había
tenido que prescindir de la lujuria desenfrenada que solamente él podía satisfacer.
Él parecía sentir lo mismo. Presionó su duro miembro contra su cuerpo y sus
manos rodearon su trasero, presionándola aún más. Su agitada respiración le decía lo
mucho que tenía que controlarse para no arrojarla inmediatamente a la arena y
reclamar su derecho de pareja.
Pero este no era el lugar para una unión desenfrenada. A menos de cien metros, la
gente esperaba su regreso, y no quería que ninguno de ellos fuera testigo de su deseo.
No era la vergüenza lo que la detuvo, sino el deseo de tener a Jaryk para ella sola.
Apoyó su frente contra la de él, mientras él también intentaba aparentemente
respirar con más calma.
—Te quiero, pero…
—… no así —terminó su frase.
—Habrá muchas más noches, y esperar un poco más no nos matará.
—Quién sabe, tal vez sí —ella soltó una risita y Jaryk rio con fuerza.
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—Y, sin embargo, moriría como un hombre feliz —respondió, pellizcando su
trasero burlonamente.
Entonces le tomó la mano.
—Ven, mujer. El Clan debe saber que he encontrado a mi compañera.
Ella lo siguió unos pasos y luego chilló asustada, cuando Jaryk la agarró y se la
echó al hombro. La llevó hasta la hoguera, donde aplaudieron con entusiasmo cuando
el líder había traído debidamente a su pareja.
Extrañamente, Nadine no se había sentido humillada. Así que, esto era de lo que
su asistente siempre había hablado. Un hombre de verdad la tomaría y no ocultaría su
pasión. Ahora se daba cuenta de que en el pasado no había tenido la menor idea de lo
que significaba eso.
En los días siguientes su unión ya había sido puesta a prueba. El mundo entero
parecía conspirar contra ellos, pues cada hora estaba llena de preparativos para
construir su nuevo hogar.
Los clanes ecuestres, con sus ágiles bestias habían explorado a lo largo y ancho
del nuevo continente, estableciendo una extensa cadena de puestos para poder
informar con la mayor frecuencia posible. Tal y como se veía ahora, la masa de tierra
contaba con una pared de roca infranqueable que la atravesaba de un extremo a otro.
No habían podido encontrar un paso o un cruce, y Nadine, al igual que a todo su
Clan, sintió que le invadía una ligera tristeza.
La alegría había sido enorme cuando descubrieron la cordillera. Pero los
guerreros de las montañas probablemente ahora tendrían que establecerse en las
tierras bajas, si no pudieran alcanzar las altas cumbres. Nadine echaba de menos la
nieve y la amplia vista sobre la tierra y los bosques. En efecto, Jaryk había partido
con un grupo para escalar la cordillera a pie, pero regresaron sin haber podido hacer
nada.
Ella lo había besado y él la rodeó con sus brazos.
—Estamos vivos —la había consolado— y eso es lo único que importa.
Después ella había resoplado un poco, pero por supuesto él tenía razón. Todos
habían sobrevivido milagrosamente al viaje hacia lo desconocido y ahora no había
necesidad de lamentarse.
El gobernante había decidido restablecer su asentamiento en la costa. Algunos de
los lykonianos también habían querido establecerse allí con él y sus guerreros. Los
más listos e ingeniosos pensaron que era una buena solución, porque así todo el
mundo tendría acceso a sus conocimientos, y su saber acumulado sería de libre
acceso para todos en un edificio con una gran biblioteca.
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Otros tres clanes habían unido sus fuerzas y ya se habían puesto en marcha con
los agricultores lykonianos. Nadine se había quedado sorprendida por el ímpetu con
el que procedía este grupo. Al parecer, habían acordado cómo organizarían
provechosamente su convivencia en el futuro. Los Guerreros Dragón entrenarían a
los caballos para trabajar en el campo, lo que facilitaría el trabajo de los agricultores.
También compartirían su botín de caza, el herrero podría reparar los arados y los
miembros del Clan también se encargarían de proteger los campos de los animales
salvajes. A cambio, los agricultores proporcionarían a todos los clanes los frutos de
sus cosechas.
Aunque el continente no era muy diferente de su antiguo hogar, los guerreros no
habían encontrado ningún yacimiento de Piedras de Pyron, a pesar de una intensa
búsqueda. Estaba completamente de acuerdo con Jaryk en que no había que lamentar
este hecho. De esta forma, ya nadie podría dar un mal uso del mineral energético con
fines bélicos. Por otro lado, también significaba que los Guerreros Dragón y los
lykonianos tenían que encontrar una nueva y justa forma de intercambio. Por lo que
parecía, había desacuerdos, al respecto, de vez en cuando.
Jaryk desaparecía a menudo a primeras horas de la mañana para asistir a las
negociaciones. Todos tenían claro que sus dos pueblos debían trabajar juntos. Sin
embargo, no había que aprovecharse de nadie, y correspondía a Hakon, a los líderes
de los clanes y al Alto Consejo crear la unidad entre los guerreros y los lykonianos.
Cuando su compañero regresaba a últimas horas de la tarde, su cabeza solía
palpitar. Entonces Nadine sonreía y le hablaba de su trabajo en la Tierra. A diferencia
de ella, Jaryk odiaba estas interminables negociaciones y una noche finalmente le
había dicho refunfuñando.
—Debería llevarte allí. Después de todo, como mi compañera, es tu deber
mimarme. Ya que parece que no podemos hacer nada más.
Él se había tirado en la arena bajo el techo improvisado y atizaba con furia el
fuego.
Esto es lo que les ocurría día tras día. Nadine se dedicaba a buscar frutas, bayas y
frutos secos con las demás mujeres, mientras su compañero cumplía con su deber con
el gobernante. Además, Jaryk y sus compañeros de Clan aún no habían podido tomar
una decisión sobre dónde establecerse. Un grupo de canteros lykonianos se habían
ofrecido a trasladarse con ellos al borde de las montañas, donde necesitarían ayuda
para desprender los codiciados sillares de las rocas para construir las casas.
Mientras recogía de nuevo las bayas y las ponía en su cesta, Nadine decidió el día
de hoy hablar con Jaryk. Todos necesitaban un hogar y no podían vivir en la playa
para siempre.
Cuando finalmente había llegado a su campamento improvisado al atardecer, él
había fruncido el ceño y parecía enfadado. Nadine estaba a punto de sondearle para
saber por qué estaba tan enfadado cuando, de repente, ella ya estaba sobre su hombro.
Él se fue trotando, gruñendo.
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—Es suficiente.
Parecía saber exactamente hacia dónde corría y en un momento dado, la bajó en
un pequeño claro en medio del bosque. No le había sacado ni una palabra, aunque
había seguido preguntando mientras se acomodaba como podía en su ancho hombro.
Miró a su alrededor con asombro. La luz de la luna brillaba suavemente sobre el
prado sembrado de flores, del que se desprendía una seductora fragancia. El silencio
reinaba a su alrededor, interrumpido de vez en cuando, solamente por los suaves
sonidos de los animales nocturnos. En un árbol, un pájaro daba una serenata a su
amada con un gorjeo nocturno, que ella acompañaba con un suave piar.
—¿Cómo encontraste este lugar?
Jaryk sonrió diabólicamente de oreja a oreja.
—Bueno, ustedes las mujeres tienen sus secretos, nosotros los guerreros tenemos
los nuestros.
Su corazón empezó a latir con fuerza. Sin duda, alguien le había contado lo que
habían hecho las mujeres y ahora, le pasaría la factura. Posiblemente pensaba que lo
habían engañado y quería separarse de ella. Por eso había elegido este lugar remoto,
para que ella tuviera que volver a la playa como castigo.
Mientras buscaba desesperadamente en su cerebro una excusa adecuada, de
repente, sintió los labios de él en sus pezones. Oh, Dios ¿estaba planeando castigarla,
encendiéndola como fuego y luego dejarla aquí insatisfecha?
—Por favor, no… no quise mentirte —gimió.
Jaryk se tumbó con ella en la suave hierba y le ordenó.
—¡Quítate el Shiro y acepta tu castigo, mujer!
Ella hizo lo que él le dijo, aunque sus dedos temblaban al hacerlo. Ella misma se
había buscado, que él quisiera vengarse de ella. Ella lo había colmado
constantemente con sus burlas y finalmente se había colado entre sus brazos.
—Y ahora —murmuró— haremos lo que los compañeros hacen con sus parejas.
¿Con sus parejas? ¿Acababa de escuchar bien?
—¿No quieres castigarme por la treta? —Ella parpadeó asombrada, ganándose
una sonrisa traviesa.
—No, quiero hacerte mía finalmente, como es mi derecho.
Apenas pudo abrir la boca para una réplica indignada, cuando él cortó de raíz su
molestia por este pequeño teatro.
Sus labios chuparon sus pezones y sus fuertes dedos exploraron cada curva de su
cuerpo.
Bastó una fracción de segundo para que todo su cuerpo ardiera de deseo. Ella
arqueó la espalda y apretó más sus pechos contra su boca. Mientras se aferraba a su
cuello, le pareció que las llamas se agitaban en su piel.
La soltó brevemente solo para quitarse la ropa. La luz de la luna parpadeaba sobre
su cabello plateado y Nadine pensó que ningún otro hombre podía ser más divino. Su
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miembro se enderezó poderosamente en el cálido aire nocturno, mientras se inclinaba
nuevamente sobre ella.
Con agilidad la hizo girar, para que ella estirara su trasero hacia él con lujuria.
Sus dedos se introdujeron en la húmeda hendidura entre sus piernas, mientras dejaba
que su lengua se deslizara por sus nalgas. Involuntariamente, ella empujó su pelvis
contra la mano de él, pues en su interior solo bullía el deseo, haciendo hervir su
sangre y queriendo ser liberada.
De repente, la sujetó por las caderas y le introdujo su miembro en el abdomen.
Con una mano le acariciaba su clítoris palpitante, haciéndole soltar pequeños y
agudos gemidos.
—Empuja —suplicó— ¡más fuerte, más fuerte!
La codicia corría por sus venas buscando más y más, pero Jaryk se apartó.
—Todavía no, mi amada, todavía no —ella lo oyó susurrar, aunque su voz
también la acariciaba oscuramente con el deseo.
Jaryk se puso frente a ella como el deseo hecho carne. Ella cerró la mano
alrededor de su duro miembro y se llevó la punta a la boca. Lo acarició con su lengua,
mientras movía su mano hacia arriba y hacia abajo. Ella sintió que él tensaba sus
musculosas nalgas convulsivamente para no derramarse al instante. Ella tenía el
mismo poder sobre él, que el poder que él tenía sobre ella, y sus impulsos no
disimulados la mojaron tanto, que podía sentir las gotas lujuriosas que caían por sus
muslos.
—Ya basta, mujer. —La puso de espaldas y ella abrió voluntariamente sus piernas
para él. Su lujuria aumentó hasta cotas insospechadas cuando él deslizó su cabeza
entre las piernas de ella y dejó que su lengua bailara en su vagina. Si el mundo entero
consistiera solo en este prado, él y ella, vivirían una vida plena por el resto de sus
días.
Sus labios se deslizaban ahora por el centro de su placer, más firmes y luego más
suaves. Estaba literalmente montada en esta ola de ardiente pasión que crecía con
cada golpe de su lengua y que pronto se desplomaría sobre ella.
—Ahora, Jaryk, ahora —gimió en voz alta, mientras sentía que el orgasmo se
preparaba de forma casi imparable para sacudir sus nervios y arrastrarla con él,
mientras estallaba como una furiosa tormenta.
No hubo más dudas para él. Con un profundo gemido, introdujo su pene con
fuerza en la vagina de ella. Nadine pensó que iba a estallar en mil fragmentos
brillantes, mientras él la penetraba, como solo el verdadero dueño de todo su ser
podía hacerlo. Todo su mundo se estrechó hasta convertirse en un punto brillante, que
explotó en un magnífico círculo de colores cuando su lujuria se descargó. Se corrió
gritando y al mismo tiempo, sintió que Jaryk vertía su semen pulsando dentro de ella.
Cerró con fuerza sus muslos alrededor de su cuerpo, mientras él lanzaba un
rugido de triunfo a la noche y extendía sus brillantes alas. Ahora finalmente habían
sellado su vínculo y todas las estrellas podían ser testigos de este momento mágico.
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Jaryk le sonrió y en sus ojos oscuros, leyó la promesa de fidelidad eterna.
Le besó el vientre.
—Bienvenido, hijo mío —murmuró con ternura.
Ella había dudado por un momento, pero luego la alegría brotó de cada uno de sus
poros. Zahyra no le había contado ningún cuento de hadas, cuando le había afirmado
que los Guerreros Dragón engendraban su descendencia deliberadamente. En una
unión, cuando combinaban su deseo con la lujuria de su pareja, sus alas extendidas al
final, atestiguaban que se había producido un apareamiento exitoso.
Ahora ella llevaba a su hijo y se sentía realmente bendecida.
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Capítulo 15
Las infructuosas conversaciones a las que Jaryk había asistido durante horas todos
los días, le habían puesto los pelos de punta. Después de que todas las partes
implicadas se retiraran de nuevo esa noche sin un compromiso razonable, Hakon se
había acercado a él y lo había felicitado por la unión hecha con Nadine. También se
había disculpado por la treta que había utilizado en el proceso junto con todos los
demás.
Jaryk solo tuvo que juntar uno y otro, y ahora sabía por qué todos habían estado
de tan buen humor cuando le habían ordenado tomar una compañera. No le
disgustaba en absoluto. Por el contrario, todos se había asegurado de que acabara
convirtiendo en madre de su descendencia a la única mujer con la que realmente
quería estar unido para siempre.
Aun así, no podía perder la oportunidad de vengarse un poco de ella y darle una
pequeña dosis de su propia medicina, debiendo el consejo sobre el prado a otro líder
del Clan que se escabullía con su compañera todas las noches. Gimiendo con
picardía, este le había dicho que renunciaría a una noche de placer en favor de Jaryk,
y él casi se había sonrojado, ya que su creciente frustración por no poder saciar su
lujuria, evidentemente todos ya lo habían notado.
Pero cuando vio a Nadine desnuda y en todo su esplendor frente a él, todo se le
había olvidado. Las palabras no podían describir cómo la felicidad y la pasión casi lo
habían dejado sin aliento. Finalmente comprendió por qué Aaryon siempre tenía una
expresión inusualmente suave en su rostro cuando hablaba de su compañera y por qué
su padre no había vuelto a desperdiciar una sola mirada en otra mujer después de la
muerte de su madre.
Ningún Guerrero Dragón había pronunciado la palabra amor en presencia de otro,
pero todos los que tenían a la mujer adecuada conocían este sentimiento. Estaba
absolutamente seguro de ello, teniendo en cuenta cómo los guerreros desafiaban
cualquier peligro por el bienestar de sus compañeras. Él también se arrojaría con
gusto al pozo más profundo del infierno, si pudiera evitarle a Nadine y a su
descendencia aún no nacida, la más mínima molestia.
En ese momento, ella suspiraba satisfecha en sus brazos y Jaryk tomó una
decisión. Ella, su hijo y todos los miembros del Clan necesitaban un hogar. Mañana, a
primera hora de la mañana, llegaría a un acuerdo con los canteros lykonianos y se
trasladarían al borde de las montañas. A pesar de la insistencia de Nadine, todavía
tenía dudas sobre eso. Había permanecido inactivo con la esperanza de que algún día
llegarían noticias de los clanes ecuestres, de que habían descubierto un camino hacia
las altas montañas. Pero el Clan no se beneficiaba en absoluto de sus sueños secretos,
y como su líder, debía pensar en el bien de todos.
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La noche había pasado y no había podido pegar un ojo. No quiso desperdiciar ni
un segundo durmiendo, en cambio, había preferido observar cómo su compañera
dormitaba cerca de él. El acto de la procreación era sagrado para él, como lo era para
todos los Guerreros Dragón, ya que solo se realizaba una vez en la vida de cada
guerrero. Saber que su vástago crecía dentro de ella solo parecía elevarlo realmente a
un hombre pleno. Cada paso de su vida lo había llevado a este momento. Sonrió. Tal
vez existía realmente, el Gran Dragón que guiaba todos sus destinos pues, de lo
contrario, no habría sacado el palo más corto a la hora de decidir quién debía robar
una mujer de la tierra.
Mientras el sol enviaba poco a poco sus rayos por el pequeño prado, Nadine se
despertó y murmuró.
—Quedémonos aquí para siempre. —Luego se frotó el sueño de los ojos y se rio
—. Aunque, pensándolo bien, preferiría una cama.
Jaryk la besó en la frente.
—Vamos a construir una casa. Te prometo la cama más amplia y cómoda de todo
Lykon.
Volvió con ella paseando por la playa, disfrutando de los últimos minutos
pensando exclusivamente en Nadine. En su estado de ausencia, casi no había visto a
un miembro del Alto Consejo lykoniano que se apresuraba hacia él, moviendo las
manos frenéticamente.
—Jaryk, ven. Los líderes de los clanes y el consejo están celebrando una reunión.
Debes estar ahí.
Puso los ojos en blanco, pero Nadine le apretó la mano.
—El deber llama —ella se rio.
Jaryk se dio cuenta de que era afortunado. Su compañera nunca le haría elegir
entre ella y su deber, ni lo presionaría a pasar más tiempo con ella. Sin estar
atormentado por los remordimientos, podría cumplir con su deber como líder del
Clan y regresar a los brazos de su comprensiva compañera cuando su trabajo
estuviese terminado. Siempre había pensado que una mujer lo debilitaría, pero ahora
se daba cuenta de que en realidad lo fortalecía.
Trotó tras el miembro del consejo, que extrañamente lo condujo a un lugar
apartado. Al gobernante no se lo veía por ninguna parte y él temió lo peor, cuando
incluso vio al líder del Clan de los Guerreros Guardián. ¿Qué planeaban los
presentes? Si estaban conspirando contra Hakon, ciertamente él no participaría.
Sin embargo, sus temores se disiparon cuando uno de los miembros más viejos
del consejo lykoniano tomó la palabra.
—Gracias por responder a nuestra llamada —comenzó su discurso—. Como
saben, llevamos mucho tiempo negociando el reparto equitativo de los bienes. Quién
recibe qué, quién hace qué trabajo, etc. Esto no puede seguir así, ahora vivimos todos
juntos y es hora de establecer estructuras claras. Hakon sigue liderando el pueblo de
los Guerreros Dragón y el Alto Consejo lidera a los lykonianos. Pero si vamos a ser
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uno, solamente necesitamos un líder. Uno en el que confiemos que solo querrá lo
mejor para nosotros. —Miró a su alrededor de forma interrogativa.
Jaryk solo conocía a uno que se ajustaba a esa descripción.
—Con el debido respeto —asintió a los miembros del consejo—. Lo que dices es
cierto. Pero en mi opinión, este hombre es un Guerrero Dragón y solo a él le daría mi
voto. Desgraciadamente, al hacerlo, albergo el temor de ofenderlos.
Frunció el ceño. Esta conversación podría terminar fácilmente en una masacre si
los miembros del consejo lykoniano reaccionan indignados ante su sugerencia y
consideraran a uno de los suyos más digno. Sin embargo, todos sus esfuerzos se irían
a la basura, ya que ningún Guerrero Dragón aceptaría órdenes de un lykoniano,
creyera o no en el hecho de los ancestros comunes.
Cautelosamente, observó la reacción de los líderes del Clan, pero aparentemente
ejercieron la misma moderación que él. Los lykonianos tampoco hicieron ningún
movimiento para contradecirle.
Otro miembro del consejo habló.
—No nos sentimos ofendidos en absoluto, pues al igual que tú, solo conocemos a
uno que representaría nuestros intereses en la misma medida que los suyos. Nuestro
pueblo nunca ha tenido un solo líder, pero creemos haber encontrado la manera de
combinar nuestra forma de gobierno con la suya.
Jaryk escuchó con emoción y asombro lo que tenían que decir los miembros del
consejo lykonianos. Su plan estaba bien pensado y era beneficioso para ambas partes.
El Alto Consejo quería ceder todo su poder a los Guerreros Dragón y, sin embargo,
querían poner a disposición todos sus conocimientos para ayudar a dirigir al nuevo
pueblo.
—No somos líderes —explicó un miembro del consejo—. Ustedes, sin embargo,
son fuertes y están preparados para tomar decisiones rápidas. Durante mucho tiempo
hemos sabido de la existencia de gabinetes de armas en nuestra antigua patria, pero
qué hemos hecho. ¡Nada! Sin embargo, ustedes lucharon por nosotros y cubrieron
nuestra partida. Deseamos tener un gobernante de su pueblo, y lo apoyamos como
miembros del consejo. Esperamos que puedan ver las ventajas. Le proporcionaremos
los conocimientos necesarios, pero con mucho gusto pondremos en sus manos la
responsabilidad de la decisión final.
Aaryon asintió a los comentarios y respondió.
—Me parece muy razonable. Un Guerrero Dragón al mando sería aceptable para
los clanes.
Sonrió y, ante sus siguientes palabras, los líderes del Clan abuchearon.
—Pero sigue siendo un Guerrero Dragón, y todos ustedes saben lo malhumorados
que podemos ser. Seguramente no estaría de más que un sabio lykoniano, de vez en
cuando, le hiciera entrar en razón con algún sabio consejo.
El líder de los Guerreros Guardián había resumido lo que el Alto Consejo
probablemente no se había atrevido a decir en voz alta. Con unas pocas palabras, los
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lykonianos habían convertido dos pueblos en uno. Jaryk se inclinó interiormente ante
la sabiduría de estas personas y su voluntad de pasar a un segundo plano en favor del
futuro.
Pronto anunciarían su decisión y declararían a Hakon como su gobernante único.
Nadie tenía dudas de que este Guerrero Dragón sería un líder al que todos podrían
admirar. Era un luchador pero anteponía la paz, antes que todo lo demás. Gobernaría
sobre ellos sin distinción y se aseguraría de que Lykon encontrara la verdadera
grandeza.
El jefe de todos los clanes parecía ligeramente desconcertado después de que le
pidieran que se uniera a ellos y le informaran de su decisión. Evidentemente, se había
preparado internamente para volver a participar en una negociación, en la que debía
tratarse nuevamente sobre los servicios compensatorios. Por supuesto, aún existía la
pequeña posibilidad de que Hakon se negara. Sin embargo, Jaryk no creía que eso
pudiera suceder. Por la forma en que había evaluado al gobernante, sin duda estaría a
la altura del desafío.
—Será un honor —anunció entonces Hakon con convicción.
—Sin embargo, me gustaría que comunicaran su decisión delante de todos, para
que nuestra gente no se sienta excluida.
Jaryk acogió con satisfacción la petición del gobernante. Nadie debería pensar
que estaban haciendo arreglos secretos o que simplemente habían pasado por alto a
los lykonianos. Si todos fueran testigos del nombramiento de Hakon, no habría lugar
para especulaciones descabelladas.
—¿Qué está pasando? —preguntó Nadine sorprendida, mientras la arrastraba tras
él poco después.
En la playa, los miembros del Clan y los lykonianos se habían amontonado.
Todos parloteaban con entusiasmo, preguntándose la razón por la que habían sido
convocados.
—¡Espera aquí, tengo que ir al frente! —Le esperaba un gran momento y estaría
encantado de tenerla a su lado.
Pero seguramente pondría a Nadine contra la pared si le explicara ahora,
precisamente ahora, que las mujeres no tenían nada que hacer en esto y que la
elección del gobernante siempre ha sido un asunto de hombres. También en este
aspecto, los Guerreros Dragón y los lykonianos no diferían en lo más mínimo.
—Hoy unimos a nuestro pueblo bajo una sola bandera —gritó un miembro del
consejo a toda la gente, que a estas alturas ya se habían percatado, de que habían
asistido a un acontecimiento histórico.
—Nunca más las diferencias nos dividirán, sino que las utilizaremos para
construir un futuro próspero para nuestros hijos.
El anciano se puso detrás de Hakon y le colocó una diadema, que los lykonianos
ya habían fabricado de antemano con las últimas Piedras de Pyron que habían
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quedado. Ella siempre deberá exhortar a su portador para que use su poder
sabiamente.
—Hakon, Rey.
Los líderes de los clanes se golpearon el pecho y doblaron las rodillas, mientras
que los miembros del consejo lykoniano se postraron e inclinaron la cabeza.
Hakon desplegó sus alas y Jaryk pudo ver la emoción y el orgullo que había en él,
mientras toda su gente se arrodillaba ante él.
Sin embargo, nada les había preparado para lo que estaba por acontecer en las
montañas. Todos se habían acostumbrado a la imagen del Dragón de Aaryon, pero
ahora aparecían decenas de ellos detrás de los picos. Veloces como flechas, se
acercaron, se cernieron sobre ellos y se posaron en semicírculo alrededor del nuevo
rey. Con las fosas nasales distendidas estiraron el cuello hacia Hakon. Entonces
levantaron sus cabezas, al mismo tiempo y enviaron poderosas ráfagas de fuego hacia
el cielo, que se unieron para formar una cúpula resplandeciente sobre el rey.
A Jaryk la idea le cayó como un rayo. Los dragones… no habían desaparecido, ni
se habían extinguido, excepto uno. Sino que se habían marchado cuando la ruptura
entre los habitantes de Lykon se había profundizado. Y solo ahora, cuando había
nuevamente unidad, volvieron y declararon su acuerdo con la elección del rey.
Se maravilló de la variedad de dragones, al igual que todos los que estaban en la
playa. Algunos tenían escamas rojas como el Dragón de Aaryon, otros verdes como
las hojas de los árboles. Todos llevaban cuernos retorcidos y púas en sus poderosas
colas. Sus alas se mantenían desplegadas, como si también quisieran honrar al nuevo
rey.
El Dragón más grande, sin embargo, brillaba dorado al sol y de sus fosas nasales
salían bocanadas de humo, mientras se acercaba a Hakon resoplando. Se oyeron
exclamaciones de entusiasmo, pues la enorme bestia no tardó en frotar su cabeza
contra el hombro del rey y enroscar su cola alrededor de sus pies. A Jaryk no le cabía
ninguna duda, el líder de los dragones estaba uniendo su alma con la del líder de
Lykon, para poder gobernar juntos.
Solo en ese momento, la gente de la playa estalló en vítores desenfrenados
mientras las dragones levantaban el vuelo y se alejaban.
Nadine llegó corriendo y se lanzó a sus brazos.
—No me lo creo, es… —Algo la dejó sin aliento y señaló su espalda, con los ojos
muy abiertos.
—¡Jaryk, mira!
Cuando se dio la vuelta, dos ojos azules como el acero, lo miraban fijamente a la
cara. Le devolvió la mirada, decidido a dejar que su interlocutor mirara en su
corazón. Ni en sus sueños más salvajes se habría atrevido a pensar, alguna vez, que
un Dragón lo consideraría digno. Y, sin embargo, ahora este estaba poniendo a prueba
su alma. Sus escamas eran tan blancas como las primeras nieves frescas, pero en los
bordes brillaban como la cascada helada de su lejana patria.
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Con mucho cuidado, llevó la mano a la mandíbula del Dragón, casi temiendo que
solo fuera un espejismo. El Dragón resopló suavemente y apoyó su cabeza en la
palma de Jaryk. Le había parecido un milagro, pero el aliento del Dragón olía a nieve,
a coníferas y al aire refrescante de las montañas.
Poco después, el Dragón se inclinó hacia Nadine, que sonreía sin miedo. Su
lengua bífida tocó su vientre todavía plano, mientras su cola se enroscaba de repente
con alegría.
—Lo sabe —susurró ella, y Jaryk la rodeó con su brazo.
Aaryon lo había profetizado, solo una compañera lo convertiría en un gran
hombre, y el Guerrero Guardián había tenido razón. Jaryk estaba absolutamente
seguro de que el Dragón nunca lo habría elegido sin ella.
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Epílogo
Nadine y Jaryk se habían situado en el borde de una meseta rocosa y miraban hacia
abajo las escarpadas paredes que nadie conquistaría. Caían cientos de metros en línea
recta y no tenían grietas ni salientes.
Los dragones hacían sus rondas sobre los valles en los que nunca ellos entrarían.
—Esta es su tierra —dijo Nadine, acurrucándose junto a él, mientras un viento
helado recorría las montañas.
Jaryk asintió.
—Y es nuestro deber, y después el de nuestros descendientes, proteger y
preservar su patria.
Su Dragón había conducido al Clan hasta aquí, cumpliendo así el deseo del
corazón de Jaryk. Los guerreros de las montañas y su modo de vida perdurarían.
En las canteras de más abajo, los canteros lykonianos se afanaban en extraer de
las rocas, suficiente material para construir nuevas casas. Su Clan les proporcionaría
alimentos, ayudaría a cargar las pesadas piedras y harían caminos adecuados para los
carros repletos. La experiencia del Clan en las regiones intransitables de las montañas
era muy valiosa aquí.
Él y Nadine se habían devanado los sesos durante mucho tiempo para saber si sus
contribuciones serían suficientes. Sin embargo, los trabajadores les habían asegurado
que estarían completamente satisfechos si no tuvieran que preocuparse de nada más
durante su extenuante actividad.
El hecho de que no hubiera más Piedras de Pyron, también les había preocupado.
La calefacción de las casas era una necesidad urgente. Pero Jaryk no permitiría que se
cortaran árboles para hacer leña en los bosques y dañar de nuevo el planeta. La ayuda
se había acercado entonces desde una dirección inesperada.
Una tarde, Nadine había estado parada frente a su casa a medio terminar,
castañeando los dientes, cuando el Dragón de Jaryk, que comprobaba casi a diario el
abultado vientre de su compañera había hecho arder una piedra con su fuego. Los
ingeniosos lykonianos sugirieron entonces, crear montones de piedras que los
dragones pudieran calentar mientras recorrían las tierras. Sorprendentemente, los
dragones que pasaban cumplían regularmente con su tarea, y Nadine afirmaba que
ellos también participaban en la construcción del nuevo continente. Las fuentes de
calor así obtenidas, no tenían la energía expansiva de las Piedras de Pyron, pero
mantenían los dormitorios cómodamente calientes durante largos periodos de tiempo.
Nadie lo lamentaba, pues nadie quería olvidar el pasado.
Nadine soltó una risita cuando el Dragón blanco volvió a estirar el cuello con
curiosidad mientras observaban desde el borde de la meseta. Ella le acarició la nariz.
—Todavía falta un rato, mi impaciente amigo —le informó ella.
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Jaryk había comprendido a su Dragón. Él también estaba impaciente por recibir a
su hijo y mostrarle las maravillas de este nuevo mundo. Ahora, mientras sus pueblos
se acercaban cada vez más, su hijo nacería en un futuro en el que podría forjar
caminos totalmente nuevos.
—¿Crees que Hakon será un buen rey para nosotros? —Nadine miró a su
compañero, que sería su rey para siempre.
—Sí, lo será, pero a diferencia mía, nunca sabrá lo que es entregar tu corazón y
recibir, a cambio, el de la mujer que amas.
Nadine se rio y la picardía brilló en sus ojos.
—¿Cómo sabes que eres dueño de mi corazón?
La atrajo hacia él y la besó apasionadamente.
—¡Vayamos a casa y averigüémoslo juntos!
FIN
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