Pourtois JP Desmet H 1992 Epistemologia e Instrume

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secuenciar la información; luego, el conocimiento no puede transmitirse con


plena independencia de intereses, normas y valores humanos.
Los estudiantes se convierten en sujetos activos en el acto del aprendizaje,
ya que el conocimiento es contemplado como una mediación entre el indivi-
duo y la realidad social. Además, el valor del conocimiento depende del poder
que tiene como planteamiento crítico y de transformación social; y así, la cul-
tura escolar debe estar al servicio de las necesidades de los alumnos.
En el aula se deben conseguir relaciones sociales progresistas. Para esto es
fundamental abrir canales de comunicación, donde los alumnos utilicen su
capital cultural y linguistico. Si los alumnos se ven sometidos a un lenguaje de
valores o creencias cuyo mensaje les convierte en analfabetos, lo que aprende-
rán será la cultura del silencio. Se deben tener en cuenta sus particularidades,
que dan sentido a la vida de los alumnos.
El autor afirma que a esta hegemonía cultural que se nos impone, hay que
responder con una contrahegemonía, que implica la comprensión más política,
teórica y crítica, tanto de la naturaleza de la dominación, como del tipo de opo-
síción activa que debiera engendrar. Lo que afirma la lógica de la crítica, invita
a nuevas relacíones sociales y espacios públicos que den paso a formas alter-
nativas de experiencia y de lucha.
La crítica que se puede hacer a la obra de Giroux se refiere a su carácter
teórico: la obra se centra en el para qué, y deja sin contestar el cómo y el qué.
Estamos, por lo tanto, ante una obra cuyo objetivo es plantear los problema, y
que nos ofrece una línea teórica de solución. Tiene cierto carácter utópico,
haciendo caer todo el peso del cambio sobre el profesor: que sea éste el que
rompa el círculo vicioso en el que la escuela reproduce y legitima el orden
social, función para la cual está constituida en la sociedad. ¿No será necesario
un cambio previo en las relaciones de los grupos sociales, que propicie entre
otras cosas un cambio en la función de la escuela? ¿Cómo reaccionaria la
sociedad (grnpo doíninante) ante el hecho de que la escuela no sirviera a sus
intereses, sin un previo cambio en las relaciones sociales?

Pablo Ortega Miravalles

Pourtois, iP., Desmet, H. (1992). Epistemología e instrumentación en ciencias


humanas. Barcelona: Herder.

La ciencia se propone conocer con toda la adecuación posible el mundo, o


sea, lo que está de una manera u otra al alcance de nuestros sentidos. Lo intenta
desde la propia unidad científica abierta y autorreguladora; no sólo desarrollan-
do procesos, sino también, y dc modo primordial, dándoles a través de la refle-
xión crítica novedad que enmiende errores advertidos. El libro de Pourtois y
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Desmet centra la atención en lo inextricable de la unidad científica, referida no


ya al mundo que con objetividad, y por tanto de forma segura, nos revela su
orden progresivamente; sino más bien referida a lo que de suyo tiene caracterís-
ticas —es realidad, y como tal se nos descubre—, pero sólo puede captarse por
medio de interpretaciones dentro de las cuales el hombre pone complejidad,
incoherencias, reducción a aspectos parciales, y así, inevitablemente, errores.
No se trata aquí de sustituir al hombre por fórmulas abstractas y realidades tan
sólo objetivas. Al contrario, se trata de comprenderle en el interior de la reali-
dad, gracias a recursos de conocimiento que le constituyen y le definen, asumI-
dos ahora cada vez más por la ciencia, pero discutibles en la manera como sue-
len aplicarse; y desde luego, superiores al uso que de ellos hacen los científicos.
Sobre la manera de explicitar las posibilidades de conocimiento y hacerlas
efectivas, en el libro los autores muestran cierta persuasión capital, suscitada a
partir de las raíces donde la ciencia brota y se configura: “Una técnica de ins-
trumentación no es jamás neutra epistemológicamente” (p. 78). “Seleccionar o
elaborar un instrumento es optar por una concepción teórica que constituirá el
fundamento del estudio emprendido” (p. 236; cfn Pp. 9, 83). Podría formularse
una razonable hipótesis: “Los valores de una época se concretan a través de la
elección de los instrumentos que los investigadores utilizan” (p. 114). Este
libro une la reflexión sobre las exigencias cíentíficas de la pregunta por el
hombre y el examen de cómo la ciencia actual intenta cumplirlas. Mas el estu-
dio no se limita a presentar por una parte hechos y por otra aspectos normati-
vos idealizados, y someterlos a confrontación; sino que examina los hechos
—como se entiende y practica la ciencia actual acerca del hombre— y analiza la
normatividad, situando las cuestiones en el interior de contextos donde el
poder de condiciones culturales y decisiones concretas influye en los plantea-
mientos de forma notable y esencial.
No revelan los autores pretensión de centrarse en la Sociología de la Cien-
cia, ni hacer principalmente Historia; mas tienen sin duda bien asumidas las
implicaciones de índole histórica y social en las bases y el desarrollo del cono-
cimiento científico que describen y someten a reflexión. Tampoco deja de ser
significativa según la perspectiva histórica la pregunta que ellos explicitan: “El
estudio de la instrumentación utilizada por los investigadores actuales ¿puede
damos una visión interesante y válida sobre las nuevas orientaciones en cien-
cias humanas?” (p. 77). Nótese que para responder han examinado “575 artícu-
los extraídos de tres revistas diferentes (dos francesas y una norteamericana),
revistas especializadas en ciencias de la educación, de los años 1973-1974-
1975, por una parte, y de los años 1982-1983-1984, por otra” (p. 77).
Ha prevalecido una manera de entender la investigación científica según la
cual “la experiencia repetida y la cuantificación de los datos llevarán al inves-
tigador a establecer leyes de alcance general” (p. 24). El intento de exactitud
en la afirmación de tales leyes (p. 50) -como regularidades advertidas en el
mundo- se considera inmune de todo factor subjetivo que pudiera traducirse en
visión sesgada: los puntos de vista se sustituyen por la progresiva manifesta-
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ción del mundo tal cual es. “Así, en la ciencia clásica, el investigador —obser-
vador, ideador, experimentador— está siempre fuera del campo” (p. 42). Las
estrategias de investigación pretender ser así fiables por “independencia de los
análisis con relación a la ideología del investigador” (p. 134). “Estas estrate-
gias se relacionan con la búsqueda del orden y de la coherencia. Ciertamente,
tendrán la ventaja de suprimir la incertidumbre y la angustia del investigador,
pero su gran laguna será la pérdida de significado” (pp. 42 s.). Hoy “la pers-
pectiva que consiste en reducir la complejidad a un pequeño número de leyes
se abandona cada vez más” (p. 18).
El hombre necesita ver significados para pervivir orientándose en el mun-
do, y para realizarse en sentido humanizador. Verlos, darse cuenta de la signifi-
cación es proceso que le corresponde y le incluye: él mismo debe desarrollar-
lo, con interpretaciones que capten cada vez mejor la dependencia recíproca de
los datos, la vinculación y apertura que los proyectan hacia preguntas ulterio-
res, y la relación, recíproca también, entre tales datos y preguntas y la propia
realidad humana. “Los ‘hechos’ dependen de las concepciones que fundamen-
tan su observación, así como de las teorías a hipótesis que subyacen a la inves-
tigación” (pp. II s.). Hablar sobre los hechos supone implicarse: “La realidad
no es simple ni unívoca. Traduce el compromiso del narrador” (p. 159). Se
requiere esfuerzo ininterrumpido para comprender al hombre en el mundo, sin
sustítuir la complejidad por pretendidas leyes que, bajo la apariencia de rigor
objetivo, imponen alguna visión parcial. En el estudio de las ciencias humanas
y en fundamentación, “los especialistas han impuesto a los ciudadanos una
cierta ‘visión del mundo’, es decir, una forma de ver simplificada y truncada.
Al hacer inteligible un fenómeno complejo, ciertamente lo han empobrecido,
pero, además, lo han convertido en un instrumento de dominio” (p. 113). Se
debieran buscar respuestas exigidas por la índole esencial, histórica y conereta
del hombre, en realidad se le encauza de forma cuando menos discutible, impi-
diéndole encontrar dichas respuestas: “¡únicamente cuentan los criterios de
objetividad que encubren toda la riqueza de las situaciones examinadas y cuyo
sentido, finalmente, hacen perder” (p. 56).
En términos de investigación empírica tal como sigue concibiéndose, cabe
decir que “la neutralización de las variables indeseables implica la mayoría de
las veces problemas de muestreo muy complicados, porque un factor nunca
interviene sólo en ciencias humanas, por lo cual es casi imposible dominarlo
completamente” (p. 55). Es preciso buscar exactitud, pero llevándola al terreno
de lo complejo y no simplificado; si bien las etapas del camino obligan a pasar
por la simplificación de los datos y preguntas. Así, “según Sil. Bataille, la
explicación, que constituye la manifestación de la coherencia en la descompo-
sicion (en el esPacio) del sentidw es un naso necesario (no se nuede eludiifl
pero no suficiente del conocimiento” (p. 47).
Dando cabida a riesgos obligados, hoy los investigadores tienden a recono-
cer en lo ordinario y cotidiano del comportamiento interpretaciones según las
cuales actúan los individuos. Es necesario comprenderlas en su complejidad,
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relacionando sus múltiples aspectos, de manera progresiva, con lo característi-
co y peculiar de las situaciones donde van produciéndose. “Para comprender el
mundo, hay que captar lo ordinario y los significados atribuidos por los sujetos
a sus actos” (p. 12). Así, al preguntar por el hombre, “según Mead, la conducta
humana sólo puede comprenderse en relación con los significados que las per-
sonas dan a las cosas y a sus acciones” (p. 28). Pero incluso cuando la pregun-
ta versa sobre la realidad objetiva, parece imprescindible examinar “la relación
entre los acontecimientos observados y la significación de éstos a través del
juicio del observador” (p. 44; cfr. Pp. 110-112).
Pueden resumirse los rasgos que en la actualidad va adquiriendo la investiga-
ción a nivel de ciencias humanas: “Favorece el análisis de las interrelaciones
entre los individuos, el examen de la subjetividad del observado y del observa-
dor, la investigación de lo particular y del sentido” (p. 107); lo cual exige y supo-
ne tener en cuenta la dinámica de los acontecimientos, la historia de los indivi-
duos y la complejidad de los fenómenos” (p. 101). En este enfoque prevalece el
carácter cualitativo: funda y permite delimitar la validez de las mediciones y de
las fórmulas generales. Las estrategias al respecto no sólo son múltiples y varia-
das, sino que logran completarse mutuamente, bajo ciertas condiciones, dentro
de la misma perspectiva metódica: al orientarse todas por idéntica finalidad, en
el proceso de conocer al hombre con rigor que supere los aspectos parciales y los
refiera a una comprensión cada vez más completa, integradora y adecuada.
Si hablamos aquí de estrategias, debe mencionarse como una de sus funda-
mentaciones actuales más asumidas la Teoría General de los Sistemas. El
aspecto que el libro señala, apenas la define; pero sí la vincula a cuestiones de
suma importancia, donde la visión sistemática permite planteamientos válidos
y esclarecedores acerca del orden a través de la complejidad, los procesos en el
origen del orden, la información en la raíz de los procesos, la apertura y bús-
queda informativas como factor primordial en la regulación del sistema desde
la unidad que lo constituye; y en fin, la interdependencia y comunicación entre
núcleos de unidad compleja, de características comunes, diferenciales y tal vez
antagónicas. Según advierten los autores del libro, la Teoría General de los
Sistemas, “negándose a considerar al individuo separado de su ambiente, niega
la práctica fragmentada que hasta ahora ha ocupado el escenario en ciencias
humanas (teorías psicológicas clásicas) para abrirse a una visión ecológica” (p.
109). Investigar así es “tener en cuenta características del contexto social y
cultural de donde provienen los participantes (validez de contexto)” (p. 69);
mas en esta metodología se trata incluso de “prever la definición de la situa-
ción hecha por cada uno de los participantes, es decir, la manera como el suje-
to percibe el ambiente y sus elementos (validez fenomenológica)” (p. 69).
Dentro de la complejidad informativa que la investigación procura mostrar
en forma coherente, el individuo humano de ningún modo puede considerarse
unidad yuxtapuesta a otras, o inerte y sólo receptiva. Conocer la complejidad
supone ver la participación del hombre en ella, y captar entre uno y otra su
dependencia recíproca. Aún más, supone implicarse en la búsqueda y determi-
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nación progresiva de respuestas que desde la complejidad permitan al hombre
pervivir y realizarse humanamente. Quien investiga de este modo, “también es
actor, en el sentido de que participa de los acontecimientos y procesos obser-
vados” (p. 43). Subyace en tal investigación algún propósito de cambio, por el
que el grupo y sus miembros intentan mejorar la situación: “La investigación
participativa se define partiendo de un malestar, de un disfuncionamiento
social” (p. 45). Lo que el investigador aporta a través del conocimiento y el
esfuerzo compartidos, es “ayuda para cambiar las condiciones experimentadas
como insatisfactorias por algunos individuos o grupos, respetando al mismo
tiempo los valores e intenciones de éstos” (p. 45).
Hay aquí, sin duda, riesgo de confusión subjetiva por parte del investiga-
dor, que no logra descubrir bien la coherencia —y menos aún, si cabe, cons-
truirla— dentro del grupo y en relación con los aspectos negativos de la reali-
dad y con su deseable superación. Así, “el postulado de la interpretación
subjetiva de M. Weber, que consiste en aprehender lo ordinario y comprender
la realidad social a través de los significados que las personas dan a sus actos,
también queda sometido a la crítica” (p. 58). ¿Cómo participar con sentido y
eficacia, según las exigencias científicas, en el planteamiento y solución de
cuestiones, si falta la comprensión entre quienes participan? “Los datos que
hay que analizar e interpretar, al no ser accesibles a la observación sensorial,
remitirían al sistema de valores particular del observador, lo que conduciría a
conclusiones incontrolables y subjetivas y no a una teoría científica” (p. 58).
Ahora bien, la ciencia no consiste en mera sistematización abstracta,
impuesta de manera parcial como representación común de lo que en realidad
es irrepetible: su índole esencial la proyecta hacia un conocimiento cada vez
más preciso, completo y también eficaz, de lo múltiple, según aspectos concre-
tos vistos en relación con aspectos comunes y abstractos. No basta con estable-
cer en fórmulas o proposiciones la coherencia reductiva y parcial de causas y
efectos. Se necesita, junto con la pregunta por explicaciones causales y por el
orden entre ellas, “una aproximación más hermenéutica, más interpretativa,
que utiliza también los acontecimientos paradójicos, los efectos perversos, así
como las perturbaciones inducidas por la presencia del investigador, en resu-
men, un proceso que analiza las contradicciones, el desorden y el movimiento”
(p. 116; cfr. Pp. 18, 20,31,46 s., 73. 119).
Dicho con otras palabras, hoy se discute sobre bases reconocidas lapretensión
de explicar al hombre según leyes que excluyan lo diferente y peculiar de los gru-
pos e individuos, como falto de significado y valor El orden causal —incluida
también la determinación a partir de las normas impuestas de manera general en
los grupos— ha de entenderse como recurso que potencie las mejores posibilidades
del hombre, en cada núcleo de unidad subjetiva y en su recíproca afirmación a
través de relaciones interhumanas. Significa progreso científico la tendencia a
buscar en las peculiaridades, de modo tan exacto como sea posible, los aspectos
valiosos y fecundos. Por parte de quienes entienden así la investigación, “el acen-
to se pone, pues, sobre la diferencia más que sobre el déficit” (p. 115).
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Es necesario intmducirse con las más adecuadas estrategias, y por de pronto
con actitud abierta a la búsqueda interhumana y personal de los valores, en el
mundo subjetivo peculiar de los individuos y grupos: “El universo mental se
estructura alrededor de significantes cargados de significaciones paniculares que
crean una realidad que se convierte en la realidad del sujeto” (p. 165). La comu-
nicación a través de la cual se trata de comprender al hombre concreto, debe dar
primordialmente cabida a esa dimensión interior, concreta, procesual y hasta
cieno punto imprevisible. Por ejemplo: “Contrariamente al análisis de contenido
clásico, que considera el material de estudio como un dato, el análisis del enun-
ciado descansa sobre el examen de un proceso, del acto de la palabra” (p. 221).
Mas no debemos confundirnos. Habría grave error en la presentación del
libro, si los autores aparecieran en ella como partidarios de una investigación
cualitativa incontrolada. Proponen y aplican, como uno de los principales cri-
terios metódicos, tener en cuenta “la singularidad, la contingencia y el sentido”
(p. 237); pero reconocen y afirman innumerables veces, bajo distintas formas,
la ineludible exigencia de rigor en la determinación de los datos, en su análisis
y en toda inferencia. “Si existe un verdadero peligro que acecha a las ciencias
humanas que intentan integrar los datos cualitativos, es realmente el de perder-
se en el dédalo de la complejidad” (p. 39; cfi-. pp. 58, 97). En ténninos muy
explícitos, he ahí la postura adoptada: “Incluso si intentamos aprehender las
significaciones subjetivas procedentes de los actores, procuraremos hacerlo
siempre mediante un sistema de conocimientos estrictamente científico, es
decir, objetivo y comprobable” (p. 127; cfn pp. 59s., 69, 74, 121, 123 s.).
Las estrategias descritas principalmente en la segunda parte (c. 50, desde la
p. 129) tratan de responder a la citada preocupación. Hasta tal punto se busca
una metodología rigurosa, que los autores consideran aconsejable unir, y unen
de hecho, no sólo distintas estrategias complementarias, sino también teorías
en buena medida contrapuestas. “Se puede afirmar que en ciencias humanas, el
conocimiento se construye gracias a la diversidad de las corrientes teóricas y a
la variedad de los procesos de investigación” (p. 20).

Jaime Castañé

Antúnez, 5., Carmo, LI. M. del, Imbernou, F., Parcerisa, A., Zabala, A. (1991).
Del proyecto educativo a la programación de aula. Barcelona: Graó.

Este libro, cuya perspectiva es esencialmente divulgativa, está elaborado


por un equipo de profesores de la Universidad de Barcelona que han trabajado
en el tema curricular y la Reforma desde hace algunos años, especialmente en
el ámbito de la formación permanente del Profesorado.
Con esta publicación los autores pretenden “aclarar y aportar pautas orien-

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