Hernandez, Pablo - Organizacion Social de Las Doctrinas Guaranies de La Compañia de Jesus
Hernandez, Pablo - Organizacion Social de Las Doctrinas Guaranies de La Compañia de Jesus
Hernandez, Pablo - Organizacion Social de Las Doctrinas Guaranies de La Compañia de Jesus
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ORGANIZACIÓN
SOCIAL
DÉLAS
DOCTRINAS GUARANÍES
DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS
OBRA ESCRITA POR EL
P. PABLO HERNÁNDEZ
RELIGIOSO DE LA MISMA COMPAÑÍA
BARCELONA
GUSTAVO gilí, Editor
Calle de la Universidad, 45
MCMXIir
IMPRIMATUR
JosEPHUs Barrachina, S. J.
NIHIL OBSTAT
El Censor
Jaime Pons, S. J.
IMPRÍMASE
EL VICARIO GENERAL
ABREVIATURAS USADAS
AL CITAR LOS ARCHIVOS Y ALGUNOS
MANUSCRITOS ESPECIALES
(Buenos Aires: Arch. gen: leg. Misiones I Varios años I 1.) — Buenos
Aires: Archivo general de la nación: legajo rotulado Misiones / Varios años
I Nüm. 1
(Buenos Aires: Bibl. nac. Col. Seguróla.)— Buenos Aires: Biblioteca
nacional: Colección del canónigo D. Saturnino Seguróla.
(Cardiel, Carta Calatayud.)— Cardiel, P. José: Ca>-ía y Rela-
al P.
ción de las Misiones del —
Paraguay. Empieza.: Mi amantísimo Padre y maes-
tro mío P. Pedro de Calatayud. Acaba: San Javier mi patrono. Fecha en
Buenos Aires, á 20 de Diciembre de 1747. Comprende 209 números. (Halló-
se en el archivo del colegio S. I. de San Estanislao en Málaga.) Él P. Car-
diel fué casi 40 años misionero; y de ellos cerca de 38 entre los indios
Guaraníes.
(Calatayud. Tratado Paraguay)--CALATAYUD, P. Pedro de, S.I.,
del
Tratado sobre la Compañía de Jesús en el Paraguay. (M. S.
provincia de la
autógrafo, 200 fojas en 4.°) Escrito hacia 1772, teniendo á la vista las me-
morias de doce ó más Misioneros del Paraguay, que estando con él deste-
rrados en Italia, se las enviaron á petición suya para suministrarle datos.
(Chile: Bibl. nac. MSS. Jesuítas / 237,)— Santiago de Chile: Biblio-
teca nacional: Sección de Manuscritos: Colección titulada «Archivo de Jesuítas':
volumen 237.
(Escandón, Transmigración § 19.)— Escandón P. Juan de, Carta en
forma de tratado sobre la transmigración de los siete pueblos orientales
del Uruguay con motivo del tratado de límites de 1750. Va dirigida al Pa-
dre José Pagés, Procurador de la Compañía de Jesús de la provincia de
Nueva Granada. Fecha en Barcelona, á 15 de Febrero de 1760.— Empieza:
En la ocasión presente. Acaba: tne mande otra cosa y me encomiende á nuestro
Señor: y firma al fin del § 25. Luego se añade otro § numerado 26, con tí-
tulo de Apcjidix. (Madrid, Bibl. nac. Ms. P— 453.)
(Frutos, Peregrinaciones.)— Frutos, H. Felipe, S. I. Relación sucin-
ta de las propiedades de los indios mejicanos, que en el discurso de catorce años
ha observado el h." Felipe Frutos de la Compañía de Jesús, administrándolos
en las labores del campo. 4.° 48 pp. (1)
— XI —
(LoRENZANA, Carta y Relación.) Lorenzana, P. Marciel dh, S. I.
Cartay Relación acerca de lo que S. M. manda se le avise y dé cuenta. Res-
ponde á las preguntas sobre el estado de las misiones del Paraguay en
1621, y posibilidad de sustituir clérigos seculares en vez de religiosos.
Fecha en la Asunción, á 6 de Enero de 1621. (Papeles de D. José Manuel
Estrada: Buenos Aires.)
(Relación de las Misiones Guaraníes.) M
S. Latino sin fecha ni
nombre de autor, de la colección particular de D. Pascual Gayangos, sig-
nado Paraguay / Misiones / n. 41 Empieza: Commodum a me requiris, For-
.
títulos completos
de las obras utilizadas en este trabajo
(No se ponen aquí los títulos de obras que se citan incidentalmente,
ni el de las que se analizan de propósito al fin del segundo libro, y allí se
especifican.)
(Lo incluso entre paréntesis muestra la forma con que suele hacerse
la cita abreviadamente.)
(Almeida Coelho, Memoria.)— Almeida Coelho, Manuel Joachim
DE, Memoria histórica do extiticto regimentó de linha da provincia de Santa Ca-
tarina. Tipografía catarinense, 1853. Folleto.
(Alvar Núñez, Comentarios.)— Los Cotnentarios de Alvar Nüñe^ Cabe-
Gobernador del Río de la Plata. \'alladolid, 1555.
ra de Vaca, Adelantado y
(Alvear, Relación.)— Alvear, D. Diego de, Relación geográfica é
histórica de la provincia de Misiones. Buenos Aires, 1836. (Colección Án-
gelis).
(Alvear, Memorias.) Informe sóbrela libertad deindios Guaraníes. -In-
forme sobre los indios tupís. — Informe sobre la población del Chaco. [Nuevo]
' — —
— XII —
Informe sobre la libertad de los iridios Guaraníes. (Publicados en los Apéndi-
ces de la Historia de D. Diego de Alvear Ponce de León por D.''^ Sabina de
Alvear y Ward. Madrid, 1891.)
(Ambrosetti, l.er viaje.)— Ambrosetti, Juan B. Viaje á las Misiones
argentinas y brasileras por el alto Uruguay. La Plata, 1894. Folleto.
(Ambrosetti, 3.er viaje). Ambrosetti Juan B. Tercer viaje á Misio-
nes. Buenos Aires, 1896. Folleto.
(Ángelis, Col.) — Ángelis, Pedro de. Colección de Obras y documen-
tos relativos á la historia antigua y tJtoderna de las provincias del Rio de la Pia-
la. Buenos Aires, 1836-37. 6 vol. en fol.
(Barz.ana, S. Carta.)— Barzana, P. Alonso de, Cartasobre las cos-
i.
— XIII —
Latinae et Hispanicae cum earum declakationibus. matriti, M DCCC
XCII. Fol. mayor.
(Córdoba, Crónica del Perú.) -Córdoba Salinas, Fray Dihgo, Cró-
nica de la religiosísima provincia de los doce Apóstoles del Perú, de la Orden
de N. P. San Francisco. Lima, 1651. Fol.
(Doblas, Memoria.)— Doblas, D. Gonzalo de, Memoria histórica, geo-
gráfica, política y económica sobre la provincia de Misiones de indios Guaranís.
(En ÁNGEL1S, Col. tom. III.)
Cristianesimo Jelice nelle Missioni de' Padri della Compagnia di Gcsñ nel Para-
guai. 2 partes, 1743-1749. Venecia. —
Este autor, que á algunos pudiera pa-
recer demasiado lejano de las Misiones para tener autoridad, se lia apro-
vechado no obstante como fuente principal cuando faltan las inmediatas,
no sólo por su rectitud crítica, sino por haber tenido presentes materiales
preciosos de los misioneros para componer su obra, como consta de los que
en ella misma copia, y de sus cartas publicadas en 1901. (TacchiA'enturi
Corrispondenza inédita di Lodovico Antonio Muratori con Padri Con- i
94. 3 tomos.
(Pacheco, Col.)— Pacheco, D. Joaquín F.; Cárdenas, D. Francisco;
Torres de Mendoza, D. L. y otros: Colección general de documentos inédi-
tos relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las posesiones espa-
ñolas en América y Oceanía. Madrid, 1866-84.
4'2 tomos.
BOSQUEJO HISTÓRICO
DE LAS DOCTRINAS GUARANÍES
REGIDAS POR LOS JESUÍTAS
1. —
La Provincia del Paraguay. 2. Principios de las Misiones. 3. Funda- —
— —
ciones en el Paraná y Uruguay. 4. En el Guayrá. 5. En el Itatín.— 6. En el
— —
Tape. 7. Situación definitiva de las 30 Doctrinas. 8. Enemigos descubiertos.
9. — —
Disturbios del Iltmo. Sr. Cárdenas. 10. Los encomenderos. IL Antequera.
— 12. —
Tratado de 1750. 13. Expulsión de los Jesuítas.
tual deRío Grande do Sul del Brasil, y sólo las ocho restantes en el
actual Paraguay. Por lo cual estas tres naciones tienen ho}' territo-
que denominan Misiones^ á saber: elParagua}', el distrito
rios propios
de Misiones {\2° álsirito)] el Brasil, la Comarca de Missóes, ó Sete
povos (1) y la Argentina, el Territorio Nacional de Misiones.
Es evidente, pues, que la palabra Paraguay expresa territorios
muy diversos cuando se dice República del Paraguay, y cuando se
dice Provincia jesuítica del Paraguay: y la razón de la diversidad
es que en el momento de entrar los Jesuítas en el Río de la Plata y
aun mucho tiempo después, toda la región tenía el nombre de Pro-
vincia civil del Paraguay^ siendo su capital la Asunción: y ese nom-
bre de Paraguay tomó la provincia religiosa de la Compañía al orga-
nizarse en 1607. Y como las divisiones eclesiásticas rara vez se alte-
ran, conservaron los Jesuítas la misma demarcación: mientras que
los cambios políticos acaecidos en trescientos años, han reducido el
II
que los portugueses llamaron lingoa geral, lengua general de los in-
poco, partieron los dos Padres Filds y Ortega para el Guaira, región
de muchos indios Guaranís, sumamente abandonada en lo espiritual.
al lado del Salto Grande, y transportada tres años más tarde por su
insalubridad algo más arriba á la boca del Piquiíí. La otra era Villa-
rica del Espíritu Santo fundada en 1576 de orden de Garay por Ru}'
Díaz de Melgarejo sobre el Curumbatay, afluente del Ivahy. Pobla-
ciones tan pequeñas, que Ciudad Real no tenia arriba de cincuenta
vecinos, y Villa-rica ciento cincuenta. Tan desamparadas en lo espi-
(1) Lozano, Hist. de la Prov, del Paraguay, lib. I. cap. XI. núm. 3.
contagio.
Pasada la peste, los vecinos de Villarrica primero, y muy luego
to» (3).
año 1610, se mudó la reducción del primer paraje á otro más cómodo
llamado Yag-MarrtCrtm/g-ííí^ donde definitivamente quedó, pasando por
las alternativas y graves peligros que en el mismo libro narra V
el P. Lozano. En 1611 fué de nuevo llamado al Rectorado de la
Asunción el P. Lorenzana; y le .sustitU3^ó el P. Roque González de
Santa Cruz como misionero de San Ignacio Guazú.
Este apostólico varón, no sólo llevó adelante la reducción comen-
zada, sino que extendió el campo de acción de los misioneros, obe-
deciendo á las vivas ansias que tenía de convertir á los indomables
indios del Paraná, y penetrar luego hasta los infieles del Uruguay,
Jíej'uiíarw a'e Jíu
ReFereiiciu s
^iiuuu-io/i ciería.
SituacwfL probable
fl^j^utílcu-wn en que tnhsrvmo el
nuirfirPRcqiije (wmrálfx de S.'f ij-uz
'
I
^ Paraje cnque Hié máü'itriMi^ eLP.
Juan del útstüh SJ
\ FoTtye en que fiíetvn mitrbnxaáoshiPl
f íiotjUFOíntálezd^SVthurJhitscJiodnfUi^^ S¿>
^^ñuxyc en que fu£ maeriepcrUn
luces el P.Viíyo de Jlftiro S.J
Meruháxrw de Sujbtws Aires
FUNDACIONES
— erv —
ELCUAYRÁ
^ 1610-1630 í
adonde nuncíi habían llegado los españoles. Impulsado por este ardo-
roso celo, no cesó de trabajar en diez y siete años más que corrieron
hasta su martirio. Fundó en 1615 la nueva reducción de Santa Ana
en Appupóti ó laguna Ibera: y el mismo año otra en Itapúa. Contri-
buj'ó con su predicación á ablandar los ánimos de los indios del alto
Paraná que algo más tarde se redujeron en Corpus, cuando ya el
currió como una centella por aquellas regiones infieles, ganando con
su caridad y afabilidad y con sus fervorosas persuasiones los ánimos
de los indios, sin darse tregua en sus correrías: y pasando de funda-
ción en fundación, estableció en 1620 la de Concepción, en 1626 las de
San Nicolás, San Javier y Yapeyú, en 1628, la de Candelaria del Ibi-
cuití,haciendo además una excursión en que reconoció la sieri^a del
Tape y señaló puestos para nuevas reducciones. Vuelto al Uruguay
entabló la misión de Candelaria del Caazapaminí y la de Asunción
del lyuí: y la última de todas en 1.° de Noviembre de 1628, la de To-
dos Santos del Caro, donde quince días después padecía la muerte en
odio de la fe de Jesucristo Nuestro Señor. — A ejemplo suvo y gober-
nados por él, trabajaban otros Jesuítas en establecer pueblos en aque-
lla comarca, como puede verse en la historia del P. Techo. A su tiem-
po diremos cuáles fueron las reducciones, así de las entabladas por
elvenerable P. González como de las otras, que lograron resistir al
ímpetu de adversidades con que reciamente fueron combatidas.
IV
FUNDACIONES EN EL GUAIRA
sil, sin contar con otra crecida multitud, que había perecido en los
asaltos y en los malos tratamientos de los caminos. De nada había
servido que los reyes de Portugal prohibiesen esclavizar á los indios:
ni á los paulistas les hacía mella el que aquellos indios estuviesen en
dominio extraño como era la corona de Castilla: todo lo atropellaban
por su interés.
Habían despoblado de este modo muchas comarcas de indios in-
fieles, como que consta de instrumentos jurídicos no haher sido menos
Fué necesario que al acabar el año de 1631, los dos últimos pue-
blos que quedaban, después de destruidos once por aquella furia de
exterminio^ se resignasen á huir de su suelo nativo, y retirarse á leja-
nas tierras donde no les pudiese alcanzar la ferocidad de los paulis-
tas, ya que contra ellos no habían podido encontrar defensa ni en los
vecinos de la Villa Rica, ni en los de Ciudad-Real, ni en los gober-
nadores del Paraguay. Los infortunios de esta lastimosa transmi-
gración, que al cabo de un año había dejado reducidos á 4.000 los
FUNDACIONES EN EL ITATÍN
(1) Montoya. Conquista espiritual: Xarque, Vida del P. Montoya, Vida del
P. Taño. Infornnes jurídicos en Madrid y en Roma.
Meridiarw de Bueiws ^4¿rcs
FUNDACIONES
EN
EL ITATÍN
lfí31 -1669
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NOTAS
sobre las vicisitudes expresadas en el mapa del Itatín
VI 6
FUNDACIONES EN EL TAPE
(1) «Santo Tomk. Este puesto es muy celebrado. Pusiéronle los moradores
de toda la comarca por antonomasia Tape, que quiere decir la ciudad, por su
grandeza. De este pueblo toma su denominación toda la provincia, que común-
mente se dice provincia del Tape.» Montoya, Conq. esp. § LXII.
— LO —
dillera los seis restantes pueblos, colocados sobre ramas del Yacuí
y Río Grande.
Acababa de establecerse la última' reducción de Jesús María
cuando mismo torbellino que cinco años antes había disipado las
el
reducciones del Guayrá é Itatín, vino á atajar los pasos á esta nueva
cristiandad que tan extraordinariamente adelantaba en el Tape. Un
ejército de mamelucos acometió en 1636 á las poblaciones más cer-
canas de Jesús María y San Cristóbal, y á pesar de su resistencia, las
redujo á escombros, y arrastró á los recién convertidos indios á sufrir
una horrorosa esclavitud en el Biasil, mientras que otros, conforme
VII
(1) En el mapa están señaladas también las que años más adelante se funda-
ron hasta llegar al número de treinta, recobradas ya sus antiguas tierras del
Uruguay.
2 Organización social de las doctrinas guaraníes.
— 18-
toles, Concepción, Santo Tomé, La Cruz, Yapeyú en la ribera dere-
cha;San Nicolás y San Miguel en la izquierda: en todo, doce reduc-
ciones. Estos dosgrupos forman las veintidós Doctrinas que única-
mente había hasta el último tercio del siglo xvii.
No es posible entrar aquí en los detalles del origen y vicisitudes
de cada uno de estos pueblos, como ni tampoco en la relación del para-
dero que tuvieron tantas otras reducciones comenzadas. Objeto es
esto de algún estudio histórico especial, en el cual se deberán rectifi-
car muchísimos errores en que ha incurrido Gay (1), quien mezcla lo
cierto con lo incierto y á veces con lo absurdo; y copia sin discerni-
miento de Azara, cuya autoridad en esta materia es muy sospechosa.
Pero bien será decir algo acerca de las dos reducciones que fueron
denominadas de los itatineSj destruidos en 1632 por los mamelucos,
como antes se ha explicado (2), los cuatro pueblos fundados en el
Itatín, los misioneros, con el P. Ranzonier á la cabeza, se esforzaron
8 VIII
ENEMIGOS DESCUBIERTOS
con ellos.
defensas en los años 1714 (3) y siguientes (4). En 1701 no sólo proce-
dieron los infieles por su propio motivo, sino que además fueron ins-
tigados y ayudados con armas de fuego por los portugueses de la
Colonia, quienes tenían gran interés en quebrar las fuerzas de los
indios Guaraníes, por lo mismo que sabían bien cuan resueltos y po-
derosos defensores de sus posesiones de América tenía en ellos la
Corona española.
9 IX
ver las incomodidades que tenían que sufrir, y experimentar tanta po-
breza, que nada podían sacar de sus feligreses, quienes antes bien les
pedían á abandonaron aquellos curatos y se volvieron á la
ellos;
10 X
PERSECUCIÓN DE LOS ENCOMENDEROS
por provisión real de 1633 y Cédulas reales de 1647 y 1661. Los Pa-
dres de la Compañía lucharon siempre, primero para conseguir, y
después para mantener incólume }' efectiva esta exención, de la cual
veían con evidencia que dependía la conservación de la vida tempo-
ral 3^^ espiritual de aquellos indios; y aunque á costa de inauditos tra-
pleito.
Ya para entonces iban juntas dos cosas como si fueran una mis-
ma: entrar en las Doctrinas los encomenderos á repartirse los indios
(1) Documentos en Trellrs, Revista del Archivo, tom. III, pág. 100.
— 26-
para que les sirvieran; y entrar en las mismas los clérigos seculares
como curas para aprovecharse de los emolumentos de aquellas que es-
timaban pingües parroquias. Y por eso la queja perpetua y más so-
corrida fué siempre que los Jesuítas estorbaban en los indios el vasa-
llaje que debían á los españoles y lo usurpaban para sí; y que privaban
á los clérigos de su mantenimiento y de las mejores parroquias de la
diócesis, que también tenían usurpadas en su provecho. Por lo cual
el Gobernador no iba sólo coligado con la ciudad, sino también con
el Obispo; y el procurador Gómez, en Charcas, defendía ante la Au-
diencia entrambas pretensiones. — No querían advertir los unos que
los indios debían vasallaje al Rey, no á cada vecino; y eso que debían,
lo cumplían; y que aquellos indios precisamente estaban relevados
por el Rey de todo otro servicio y mita; ni atendían los otros á que
los Jesuítas no habían usurpado parroquias de nadie; sino que con in-
11 XI
DISTURBIOS DE ANTEQUERA
pidiendo aún más los Gobernadores; siendo así que nadie les" auxilia-
ba, sino que ellos se habían de proveer hasta de sustento, sin tener
sueldo alguno;3^ que llevaban 3'a diez y nueve meses en esta situación
y hubieron de durar algunos más, con lo que sobrevino el hambre
con todos sus desastres, sin faltar tampoco la peste. Y mientras tanto,
sus sementeras estaban abandonadas, 3^ ellos sin poder volver á sus
pueblos y cuidar de sus familias, con el daño que se deja entender. Y
como faltando lo temporal, andaba también desatendido lo espiritual
entre ellos, la guerra trajo consigo también no leves daños en lo mo-
ral y religioso de las Doctrinas. Quiso Dios que terminase finalmente
aquella tormenta, y les fuese dado algún respiro para restaurar los
daños sufridos y prepararse á otra prueba ma3'or.
12 XII
Quince años más habían pasado en que los Guaraníes habían gozado
con algún sosiego premio de su fidelidad debajo del paternal go-
el
pulados hay uno que dice que el tratado debía estar enteramente
ejecutado por todo año 1750; siendo así que
el .los comisarios ejecu-
tores sólo en 1752 pudieron llegar á América.
Esto es lo que se sabe de las personas que intervinieron en el Tra-
tado. Pero los móviles secretos que lo produjeron y sus ocultos insti-
gadores son más difíciles de rastrear. Además del enorme provecho
que en Tratado reportaba Portugal, se pretendió resarcir á Ingla-
el
(1) Relación ms. del P. \'icente Olcina, copiada en Nonell, El V. P. José Pig-
natelli y la Compañía de Jesús en su extinción y restablecimiento, lib. I, cap. I.
(2) Carta de 23 de Septiembre de 1761, ibid.
(3) Louis XVI détróné avant d'étre Roi, Paris, 1819, pág. 161.
(4) Carta de 20 de Enero de 1756, Simancas: Estado, 7381, fol. 65.
-31-
miserables á que en número de treinta mil abandonasen sus pueblos,
sus casas, sus iglesias, á los más odiados enemigos que tenían, cuales
eran los portugueses, y pasando el ríoUruguay,se fuesen á buscar ha-
cia el Norte, parajes que no se encontraban, que sin pertenecer á nin-
gún emprender en ellos de
propietario, fueran fértiles y aptos para
nuevo la construcción de sus pueblos. Habían de dejar igualmente
A los portugueses, sus bosques de hierba mate, que para ellos eran
fuente de donde sacaban parte de su ordinario sustento y el caudal
necesario para pagar tributo al Re}-; y juntamente las estancias ó
el
montes, y muchos también les robasen los que iban á quedar por due-
ños y poseedores del terreno. —Y
en recompensa de lo que perdían,
se les ofrecía la irrisoria cantidad de veintiocho mil pesos para todos
los pueblos; siendo verdad que equivalía á más de seis ó siete millones
de pesos lo que abandonaban.
Los Padres de la Compañía representaron á la Audiencia de Char-
ca, alVirrey de Lima y luego al Rej^ todas estas enormidades, con
los demás daños que se seguían á la Monarquía; pero en vano. La
Corte de Madrid cerró los oídos y dio orden de que á todo trance se
ejecutase lo escrito, y si los indios no quisiesen obedecer de grado,
fuesen obligados por la fuerza de las armas. Hubo un momento en
que, merced á extraordinarios esfuerzos de los Padres misioneros,
estuvieron los indios decididos á transmigrar, aun con las aflictivas
condiciones á que se veían sujetos. Mas, exasperados luego por la
prisa que les daban los Comisarios reales, que no quisieron permitir-
les ni aun el plazo que les había concedido el Rey; rompieron todo
XIII
13
EXPULSIÓN DE LOS JESUÍTAS
tencia que estaba en la naturaleza de las cosas, á mala voluntad }' su-
hicieron.
Agregóse á los motivos de odio que tenían los sectarios contra
la Compañía otro nuevo y vehemente, y fué el haber mostrado el Je-
suíta P. Francisco de Rábago, confesor de Fernando VI, la seriedad
del peligro que corría la religión y también el poder temporal de Es-
paña si no se extirpaba la dañina secta masónica que muj'' aprisa se
»el duque de Alba, dice D. Vicente Lafuente (2), siguiendo las inspi-
» raciones de Keene, falsificaron la correspondencia que suponían di-
»los Jesuítas querían sublevar las Misiones del Uruguay y del Para-
»guay, á fin de formar allí una monarquía independiente.» Ni á estas
maquinaciones contra el Jesuíta confesor fueron extraños Carvallo y
Aranda (3).
(1) Memorias de los reyes de España de la casa de Borbón, vol. III, cap. 53,
y nota 266.
(2) Historia de las sociedades secretas t. I, cap. I^ § XXVIII.
(3) NoNEi.L, El V. P. Pignatelli, lib. I, cap. IV, pág. 75.
-35-
suítas y Gobernador de Buenos Aires Andonaegui (1); y unidas
del
á los demás papeles que habían juntado Keene y Pombal, produjeron
por efecto, en el ánimo sorprendido del rey, no sólo el de despedir á
su confesor el P. Rábago, sino el de moverse á declarar traidores y
reos de lesa majestad á los Jesuítas del Paraguay; y comunicar al Ge-
neral D. Pedro Antonio Cevallos, que con mil soldados era enviado
desde España á continuar la guerra, una orden en virtud de la cual
debía remitir á España bajo partida de registro once Jesuítas que se
lenombraban. Si Cevallos hubiese tenido los sentimientos y compro-
misos del Marqués de Valdelirios y de su adherente D. Joaquín de
Viana Gobernador de Montevideo, no hubiera sido extraño que la lle-
gada á la península de los once Jesuítas deportados como traidores y
el envío de nuevos informes calumniosos, junto con las maquinacio-
nes de los enemigos que manejaban la trama en Madrid, hubieran de-
cidido en el reinado de Fernando VI la expulsión de la Compañía de
todos los reinos de España que diez años después tuvo lugar. Pero la
integridad de Cevallos hizo que ésta fuese una de las minas que «se
les evaporarony> á los conjurados. Cevallos quiso saber la verdad y
seguir la justicia; y hallando todos los hechos tan contrarios á los in-
formes con que Valdelirios los había desfigurado, no se atrevió á eje-
cutar la orden de deportación fundada sobre inicuas noticias, mien-
tras no se repitiese después de los informes que debía él enviar. Y fué
en presencia de Valdelirios y de Viana y de los demás jefes del ejér-
(1) Adiciones por lo tocante á Indias y Filipinas, núm. XIII, Brabo, Colec-
ción, pág. 12.
los indígenas, que no han podido borrarla ciento cuarenta años pasa-
dos desde entonces: y hoy mismo, los pocos Guaraníes que van que-
dando, descendientes de aquéllos, recuerdan con ternura, enseñados
por la tradición de sus abuelos, á los Jesuítas violentamente arranca-
dos de sus pueblos.
La suerte ulterior de las Doctrinas después de la separación de los
Jesuítas, hasta quedar enteramente destruidas las Reducciones, se
expondrá en su propio lugar.
LA
OBRA DE LOS JESUÍTAS
—
CAPITULO PRIMERO
CONCEPTO DEL INDIO
2. Segundo y tercer error, y origen común de los errores por defecto. — 3. Error
por exceso: el indio capaz de equipararse en breve con el europeo. — 4. Las leyes
— —
de Indias: condición legal del indio. 5. La Iglesia. 6. Dotes del cuerpo y del
— —
ánimo en los Guaraníes. 7. Antropofagia. 8. Borracheras y otros vicios. 9. —
—
Una teoría sobre la condición moral de los Guaraníes. 10. Religión de los Guara-
níes.— 11. Resumen y conclusión.
Hase afirmado que los españoles llegaron á dudar si los indios eran
hombres racionales ó más bien bestias privadas de razón: y hasta se
ha dicho que hubo quienes pasaron más allá de la duda, y los tuvie-
ron en efecto por animales irracionales.
Mas no parece que se justifique bastante ninguno de estos dos
asertos, á lo menos hablando de los españoles antiguos. De los nu-
especie humana.
En quien se advierte una extraña opinión que viene á ser igual á
este primer error, es en Don Félix de Azara, que escribía á fines del
siglo xviii. Afirma este autor que hubo una duda sobre los america-
nos casi tan antigua como el descubrimiento. Y al explicar en qué
consiste, dice que los primeros españoles tuvieron á los indios ó ame-
el hombre 3^ los animales (2), y
ricanos por especie intermedia entre
no por hombres. Semejante aserto es nuevo é invención de Azara.
No hubo entre los primeros españoles quién hablase de tal especie
intermedia, siendo evidente que entre tener razón ó no tenerla no
hay término medio posible: y en el primer caso se había de decir que
eran los indios hombres, 3' en el segundo que pertenecían al reino de
los animales irracionales.
Lo más curioso es que el viajeio naturalista, mientras protesta
que no pretende decidir sino indicar algunas de las razones en pro 3'
fl) Los textos que enuncian los asertos precedentes han sido publicados en
hebreo íntegramente con su traducción latina, año de 1892, en la obra de I. B.
Peanaitis, Christianus in Thalmude iudaeorum, edit. Petropoli.
(2) Azara, \'oyages, chap. XI, tom. II, pág. 86.
-46-
nera en todos Semejantes á ésta son otras razones que
los países.»
15 II
-48-
observada en esta iglesia de las Indias occidentales, de que á los in-
dios adultos ya bautizados, y que han confesado debidamente sus pe-
cados, no se les administre la comunión cada año: y lo que más es, ni
costumbre, que en algún tiempo y lugar pudo ser una medida de pru-
dencia en cuanto á la comunión de cada año, pero que como cosa ge-
neral reprobó la Iglesia, parece que procedió de la opinión de algu-
nos que decían que los indios tío tienen capacidad para esto, y que
mera opinión (que fué de pocos y por poco tiempo) si es que en reali-
dad los estimaron por irracionales, como con sus palabras lo decían,
era porque los trataban como bestias de carga, y pretendían legitimar
su proceder y perseverar en él. Y de los que tuvieron la segunda,
de que fuesen racionales, pero en quienes el uso de la razón estaba
tan trabado, que no eran capaces de entender ni aun lo preciso
para recibir cualquier sacramento al modo de los adultos, dice el
lUmo. Garcés ya citado: «Esta es aserción que brota de los labios de
cristianos avarísimos, cuya codicia es tan grande, que por hartar su
sed, seempeñan en que son bestias y animales de carga unas criatu-
ras racionales hechas á imagen de Dios: y todo no por otro fin, sino
para que aquellos á cuyo cuidado están encomendadas no trabajen
por librarlas de las rabiosísimas manos de la codicia de ellos, y más
bien les permitan usar de ellas á su arbitrio... Y si alguna vez, San-
(1) Agosta, De prociiranda indor. salute, lib. VI, cap. VIII.
(2) Refiérelo el sínodo de la Paz de 1638, lib. I. tit. V, cap, II.
(3) Tercer Concil. prov. Lim. Act. 2, cap. 19.
(4) Enkicii, Historia de la Compañía de Jesús en Chile, lib. I, cap. VIII,, n.° 21.
—
-49-
tísimo Padre, oyere vuestra Santidad que algún varón piadoso se in-
clina á semejante sentencia, por masque parezca el tal resplandecer
por su singular integridad de vida, ó por su dignidad, no sirva ésta
para darle autoridad alguna en este asunto, sino crea certísimamente
vuestra Santidad que ése poco ó nada ha afanado en convertirlos: y
examine y hallará cuan poco ha trabajado para aprender su lengua,
ó averiguar sus costumbres. Pues los que en estas cosas han traba-
jado con caridad cristiana, no afirmarán que en vano se echan entre
ellos las redes de la caridad. Mas los que ó solitarios, ó retenidos por
desidia, á nadie han reducido al servicio de Cristo con su industrioso
celo, para que no los puedan culpar de que fueron inútiles, atribu3^en
á defecto de los infieles lo que es vicio de su propio descuido, y de-
fienden su verdadera desidia con imputar una falsa incapacidad, no
cometiendo al excusarse menor culpa de la que querían apartar
de sí.»
en esto, so color de decir que no tienen capacidad para esto, y que vi-
ven licenciosamente en sus costumbres, y que lo más del tiempo lo
ocupan en borracheras y otras cosas indecentes, y este daño se puede
juzgar que procede de la falta de enseñanza, y de no doctrinarles
sus Curas con la puntualidad que deben para que se aparten de las
ocasiones, etc.» (1)
III 16
ción, lo cual es una verdad; sino que ha consignado esta otra aseve-
ración: «Lrt rasa Guaraní era tan buena como todas las rasas-» (1),
Esta opinión que asienta ser fácil en brev^e espacio de tiempo ele-
veinte y aun cien años, sino de más de trescientos, desde que se des-
cubrió la América; sin que se pueda echar la culpa á este ó aquel
sistema, á esta ó aquella corporación, ni á este ó al otro gobierno.
No se puede decir que el no haberse elevado los indios al grado á que
tan fácilmente creen los autores de esa opinión que habían de llegar,
sea debido á los Jesuítas, porque más de cincuenta años, y en algunas
partes más de ciento, estuvieron los Guaraníes sin ser doctrinados por
17 IV
intereses: las viudas, que faltas de marido que las defienda, fácil-
mente padecen en sus bienes exteriores fraudes y violencias; las don-
cellas huérfanas, que privadas de la protección de sus padres, sufren
igual desamparo: los enfermos continuos, que no pueden atender á su
defensa: los viejos decrépitos, ya destituidos de la debida discreción.
—Para semejantes personas hay leyes y privilegios especiales de
protección y defensa.
Y
verdaderamente los indios han tenido que estimarse, y aun
hoy mismo deben ser tenidos los que quedan, como más miserables
que cualesquiera otras personas, pues ha sido tanta su cortedad de al-
cances y de ánimo, quede todos se veían molestados y vejados. Es muy
ordinario, dice el Illmo. Montenegro (1) tratar mal con agravios
y molestias d estos miserables indios, los cuales, siendo libres, pa-
rece que son esclavos de todos, y mucho más de los esclavos etiopes
y de la gente ?nds vil, que son negros y mulatos, y estos son los
que los llevan arrastrando al trabajo: y sobre robarles ó quitarles
lo que llevan por los caminos ó en las calles y plazas públicas, les
ciese con los indios sin intervención del Protector general de natura-
les, ó del protector particular que les señalase la Audiencia, ó á falta
de éstos, de la justicia ordinaria: y si en alguno de estos actos fal-
-56-
por otra parte no se les conocía amor á la verdad, sino por el contra-
rio mucha facilidad en mentir: y así atestiguaban lo que creían que
agradaría más lo que les había sugerido cualquiera que tu-
al juez, ó
viese influjo sobre Por loque, prohibiendo el derecho natural y
ellos.
«os mando que de aquí en adelante castiguéis con ma3'or rigor á los
españoles que injuriaren, ofendieren ó maltrataren á los indios, que
si los mismos delitos se cometiesen contra los españoles: y esto mis-
mo ordenaréis á todas las justicias del distrito de esa Audiencia».
no den lugar que en los pleitos entre indios ó con ellos se hagan pro-
cesos ordinarios, ni haya dilaciones; sino que sumariamente sean de-
terminados, guardando sus usos 3' costumbres.»
Los testamentos de los indios eran válidos por legítima costum-
bre, aunque no interviniesen en ellos los siete testigos de ley:
bastando sólo dos, los que cómodamente pudiesen hallarse, hombres
ó mujeres, y supliendo al escribano un indio de los que suelen desig-
nar los Gobernadores ó Corregidores indios.
Esta misma razón de ser personas miserables, hacía que muchas
de sus causas pertenecieran al fuero mixto, pudiendo por consiguiente
tramitarse no sólo ante el tribunal civil, sino también ante el ecle-
V
18 LA IGLESIA
(2) Hf.knahz, Colección de Bulas de América, tom. I, trat. 2." secc. 1." pág. 57.
-5Q-
» Evangelio á toda criatura: el que creyere, etc. De los hombres ha-
» biaba... sin exceptuar á ningún pueblo, sin excluir á ninguna na-
»ción... Resta, pues, que á nadie cerremos aquella puerta que vio
» San Juan en el Apocalipsis... y por tanto, A ningún hombre
abierta
»que con movimiento espontáneo de fe pide el bautismo se ha de ce-
»rrar la puerta de la Iglesia, conforme á la doctrina de San Agustín,
» sermón 15... Y ¿quién es el que sin mesura en el ánimo ni vergüenza
»atento que los dichos indios, como verdaderos hombres que son, no
»sólo son capaces de la fe cristiana, sino que, según sabemos de
«cierto, corren con suma prontitud á esta fe, y queriendo aplicar á
»tales daños los oportunos remedios: decidimos y declaramos por las
«presentes letras, con la autoridad Apostólica, que los precitados
«indios y todas demás naciones que en adelante descubriesen los
las
«cristianos, por más que carezcan del beneficio de la fe, no están ni
«pueden ser privados de su libertad y del dominio de sus bienes; sino
«que por el contrario, libre y lícitamente pueden usar, disfrutar y
«gozar de esta libertad }' dominio; ni pueden ser reducidos á esclavi-
«tud, Y que cuanto contra esto se hiciese, será írrito y vano, }' que
«los dichos indios, y demás gentes han de ser convidados á abrazar la
»fe de Cristo por la predicación de la palabra de Dios 3^ el ejemplo de
»la buena vida. Sin que obsten las aserciones prcdichas ni cualesquie-
»ra otras cosas contrarias.»
Vese aquí que el error predominante, y cuya falsedad tuvo que
declarar el Sumo Pontífice, no era, como algunos han dicho, el de
que los indios fuesen irracionales; que ése, por demasiado grosero,
no pudo tener crédito sino acaso por breve tiempo y entre pocas per-
sonas más bastas de ingenio; sino el de que había derecho para escla-
vizarlos y apoderarse de sus bienes, con otros dos que se alegaban
(1) HeiíXAKz, Colección, lom. I. trat. 2° secc. 5.'' pAg. 103.
-61-
por pretexto; uno el decir que era tanta su rudeza, grosería y prác-
ticas contra la ley natural, que eran incapaces de recibir la fe de
Cristo; otro, 3'a que concediesen que eran capaces de la fe, pero que
al fin, por no tenerla abrazada, no tenían derecho A su libertad y ha-
cienda, sino que era lícito usurparles lo uno 3^ lo otro. Con razón
condena el Papa estos artificios y efugios de la avaricia como obras
propias de satélites del demonio, porque como del demonio es estor-
bar la salvación de las almas, así era empresa de estos tales el estor-
»con devoción recibir este Sacramento divino, sino que lo piden, 3' con
«importunidad solicitan que se les franquee; ha parecido á esta santa
(1)V'éanse las Bulas de San Pío V, Gregorio XI V^, Clemente VIII y muy en es-
pecial la de Urbano VIII en 1639 con ocasión de los paulistas y la de Benedicto XIV
en 1741: Hernaez, tom. 1.° trat. 2.° seco. 5.^ pág. 104, sqq.
(2) C. 58.
.
-62-
»Sínodo amonestar, como seriamente amonesta, á todos los párrocos
»de indios, que pues sin causa no podemos privar á nadie del manjar
»divino, administren este sustento celestial á aquellos que han oído en
«confesión y advierten que distinguen el pan del cielo del otro corpo-
»ral y lo piden y desean con devoción.» Y el concilio III de Lima ce-
lebrado en 1583, urgió todavía más la obligación que tenían los párro-
cos así en cuanto al Viático, como en cuanto á la comunión pas-
cual (1).
capaces del cristianismo, ni por ineptos para recibir los más altos
misterios, expresan en sus mismos decretos lo que no podían menos
de observar cuantos se hallaban en contacto inmediato con los indios.
Califícanlos siempre como á las que el Derecho WamsL personas mise-
rables. Así el citado concilio Límense III, sesión 2.''^
cap. 19: Indis ac
Aethiopíbus, ceterisque personis rniserabilibus; inibecilles animae
Y en la sesión 3.^ cap. 3 dice: «A la verdad, la mansedumbre de estas
«gentes, su perpetua fatiga en el servicio, su natural inclinación á
«obedecer y sujetarse, debiera mover á cualesquiera personas... Pur
»lo cual, queriendo este santo Concilio librar de tanto fraude y vio-
»lencia á estos míseros y débiles indios... » — Dan testimonio de su
corta capacidad como de niños y rudos, á quienes falta constancia y
penetración: in has tam fáciles^ et mininie perspicaces indorimi
gentes (2). Llámanlos bárbaros y poco accesibles á la razón, y que
por eso necesitan más que otros la corrección corporal: profecto bar-
bara, et rationi non usque adeo obseqiiois Indoruui natio... qiii-
bus... niJiil vel pretiosHtn vel vile est, nisi quod ocidis cernitur (3),
porque no estima ni desprecia sino lo que aprehende por los sentidos.
Observan que, como era de temer en gente más ruda y menos arre-
glada, — predominan en ella y le son familiares los vicios de desho-
nestidad y embriaguez (4): ebriositatis qnoqiie et concnbinatiis satis
istis fainiliaria vitia. Y por sus cortos alcances, se abstiene la Igle-
suris esse abstinendiu)i (5). Por lo mismo ordenan los Concilios, que
á los indios no se les haga jurar, excepto un caso tal, que no se pueda
VI
sos, con dos bocas. La ma3'or la tenía cerrada con un poco de algo-
dón, y por la menor purgaba materia y sangre. Parecía bala de fusil
que había traspasado aquella parte. Los pechos los tenía muy hincha-
dos: y él sonriéndose como si fuera algún rasguño de juego de niños:
y sin medicina alguna sanó del todo en breve. En otra ocasión atra-
vesaron á uno de parte á parte con una lanza por las tripas, aguje-
reándoselas, como lo manifestaba el que al beber salía parte de la be-
bida por la herida: y con ser que semejantes heridas las tiene la
cirugía por incurables, sanó del todo y sin aplicar medicinas».
Eran los Guaraníes grandes caminadores.
La vista y el oído tenían muy finos: los demás sentidos, embota-
dos. «La vista, dice el mismo P. Cardiel (3), muy perspicaz, y tam-
bién el oído: el olfato, casi ninguno. Cuando los demás no podemos
sufrir el mal olor sin taparnos las narices, ellos están con mucha se-
renidad sin muestras de sentirlo: y por eso 3" por el estragado gusto,
no sienten asco de cosa alguna. Este es tal, que la carne la comen
cruda casi, sin condimento alguno, ni aun sal: las legumbres, cebada
y trigo, duras, á medio cocer y sin sal: y lo mismo en todo lo de-
más... El tacto es poco sensible. Las inclemencias de los tiempos, que
dio Guaraní anda una vez un camino, dice el P. Cardiel (2), de cien
aunque sea escabroso y sin senda alguna, lo
leguas, y de trescientas,
sabe ya más bien que nosotros después de cursarlo cien veces y nunca
se perderá. Las cosas que consisten en memoria, como el aprender
á leer y escribir y oficios mecánicos, y el tomar de memoria cual-
quier papel en lengua extraña, lo hacen con más facilidad }' presteza
que nosotros.»
«Su entendimiento, su capacidad, era y es muy corto, como de ni-
- bo-
los españoles, porque éstos son constantes en su entendimiento; pero
nosotros sólo lo tenemos á tiempos» (1).
dad con que aprenden cuando niños á la mú- leer, escribir, danzas, y
sica, y después los oficios mecánicos, dice el P. Cardiel (2), ha pensado
tal ó cual que la corta racionalidad que muestran sólo consiste en
falta de crianza, como el rústico europeo, que sacado desde niño de
su granja, y criado con cultura, puede ser hombre entendido, capaz
3" político. Pero no es así.» Y luego enuncia la experiencia 3' algunas
conjeturas de las causas que tal singularidad puede tener
A las dotes del entendimiento tenían que corresponder en su modo
las de la voluntad. Por lo mismo que su capacidad era tan limitada,
predominaba en ellos notablemente la fantasía; 3' con cualquiera
sugestión de otros ó aprensión propia, se dejaban llevar 3' cambiaban
de resolución, siendo noveleros é inconstantes. «La voluntad del in-
dio, dice el P. Cardiel (3), es tan voluble como el viento: 3'a quiere
una cosa, 3'a no la quiere: 3'a se muestra amigo, 3' luego al punto por
una nonada se muestra enemigo: 3^ así es mu3" fácil de volverse á
cualquier lado en el bien 3' en el mal.»
De las mismas raíces parece que procedía el ser mu3- embuste-
ros y fáciles en admitir 3^ sostener embustes inventados por otros.
Ejemplos abundantes ha3' en los absurdos que de sí mismos fingían
los hechiceros, 3' en los indios que sirvieron de instrumento contra
los Jesuítas á los malévolos en la falsa delación de las minas 3' en
otros asuntos. «Y así, dice el P. Cardiel ^4), los que tratamos mucho
con ellos, no creemos cosa hasta verla. Si en la averiguación de al-
table una pregunta núm. 13 del Infoime ju'ídico hecho el año de 1735
por el P. Provincial Jaime de Aguilar en las Misiones de Guaraníes,
que dice así (1): <il3. Si saben que dichos indios, no sólo son de poco
cuidado é inteligencia para aumentar y conservar los ganados y
animales, de que carecieron sus antepasados: pero de tan poca con-
sideración y amor á ellos, generalmente hablando, que en brevísi-
mo tiempo pierden y destruyen estancias llenas y bien aviadas: los
bueyes que les dan para arar los matan, y las muías ó caballos los
maltratan ó dejan perder. Las respuestas de los once testigos jura-
y>
dos, que todos eran Curas 3' Misioneros antiguos de largos años de
•
tiato con los Guaraníes, confirman la pobre idea que hace formar la-
N^o se encontrará indio que sepa guardar veinte pesos, que los gana
en menos de tres meses. Y hablando yo sobre esto con los espa-
ñoles del ejército, que loshan tratado mucho en Buefios Aires, y
las han tenido por jonuilcros, me dicen que ni aun se encuentra
(¡iiien sepa guardar diez. Nunca se adelanta en este punto.^
lencia. Hecho es éste común á todos los indios, que deja pasmados A
cuantos escriben sobre la materia, y les arranca un grito de admira-
•ción (1). Ni sólo es propio de los Guaraníes, Peruanos, Mejicanos é in-
(1) PkSa Montenegro, Itinerario para párrocos de indios, lib. 2, trat. 1 ses. 8;
Parras, Diario y derrotero, cap. V. § 3, cap. VII. § 2; Gumilla, Orinoco ilustrado
tora. I. cap. 6; Fkutos, Relación sucinta de las propiedades de los indios meji-
canos.
(2) Azara, Descr. cap. X. núm. 61; Voj^ages, cap. X. circa med.
(3) Alvar Núñez, Comentarios, cap. XXX.
(4) P. Sánchez Labrador, Vinje á los Chiquitos, á\».% áe¥.nero y en la ad-
vertencia.
(5) ScHMÍDEr,, Viaje, cap. XX.
(6) Publicada en las Relaciones geográficas de Indias.
(7) ScHMÍuEL, Viaje, cap. XXII.
(8) tíoKOA, Carta anua de 1636, pág. 52.
-70-
N¡ es extraña su crueldad, que además de las continuas guerras, se
había aumentado con la antropofagia. Pero tsta circunstancia me-
rece ser tratada aparte.
VII
Los Guaraníes, aun al tiempo que los Jesuítas fundaron entre ellos
sus reducciones, eran antropófagos. Lo eran los del Paraná: y justa-
mente por eso se negó el lUmo. vSr. Lizarraga á enviarles clérigos,
respondiendo constantemente á las instancias del Gobernador Her-
nandarias, que ninguno de sus clérigos había de querer vivir entre
bárbaros tan señalados por su enemistad contra los españoles, y por
añadidura, antropófagos. Y poco después, en efecto, habiendo ellos
aprisionado á unos indios mahomas, amigos del español, comieron á
varios de los prisioneros, 3'' se jactaron de que bien pronto devorarían
losdemás, y que en ninguna copa beberían su chicha con más gusto
que en el cráneo del P. Lorenzana, á quien amenazaban que habían
de hacer manjar de sus banquetes.— Lo eran los del Guayrá, como se
ve por innumerables testimonios del P. Montoya, entre los cuales
es digno de reparo el que se cita en la nota (1).— Lo eran los del Igua-
zú (2), y lo eran también los del Tape (3).
Así, pues, todos los indios á los que se extendió la acción conver-
sora de los Jesuítas eran antropófagos.
Ante los testimonios históricos aducidos, sin contar con otros que
se les pudieran agregar, es preciso ser escéptico ó haber perdido todo
sentimiento de la verdad para negar el canibalismo de los Guara-
níes. No importa que lo haya negado el Dr. Luis Domínguez (4), y
algunas personas, sin publicarlo por escrito, sean de su opinión: como
en su tiempo lo negó Azara. Tal juicio es un error voluntario que pre-
tende forjar la historia conforme á un ideal subjetivo, aunque los
datos le muestren que es contrario á la realidad.
más antiguamente Alvar Núñez (3), Schmídel (4) y Hans Staden, que
estuvo á punto de ser comido de los tupinambás (de idioma y costum-
bres semejantes á las de los Guaraníes), y ha conservado la respuesta
de ellos cuando les preguntó la causa de la extraña costumbre que
tenían de comer los piojos, á que dijeron que siendo enemigos suyos,
loscomian para vengarse de ellos, dándoles el mismo tratamiento que
daban á sus demás enemigos (5): y consignó también la especie de
diálogo que se entablaba entre el prisionero y los caníbales que iban
á devorarle, protestando aquél que en venganza de su muerte y de la
(1) Montoya, Conq. esp., §§ XXXI, LXXIII y cartas suyas en las Anuas de
1627, pp. 118, 132.
(2) Techo, Hist. VII. 5.
(3) Comentarios, cap. XVI.
(4) Cap. XX.
(5) Hans .Staden, Usos y costumbres de los tupinambás, cap. XVI.
(6) Ibid.,cap. XKVIII.
(7) Carta del P. Montoya en Jarque, Vida del P. Antonio Ruiz, II, 189, ed. Ma-
drid, 1900.
(8) Carta en Anuas de 1627, pág. 147.
(9) Montoya, Conq. esp., § LXXIII.
-72-
tiibu (1), manifiestamente son actos de antropofagia ejercida por
gula.
No ha faltado tampoco quien haya atribuido á religión la antropo-
fagia de los Guaraníes. Hase explicado esto diciendo que los Guara-
níes creían que el enemigo pasaba á ellos mismos si comían
alma del
el cuerpo; y que con semejante transfusión quedaban más fuertes y
valientes por incorporárseles el valor del difunto: explicación tan fácil
de atribuir á los indios por un hombre dotado de imaginación é inven-
tiva, como difícil de probar, y de la que, en efecto, no se aduce más
prueba que el decirlo. Otro modo de explicarlo es el que propone
el Sr. D. Samuel Lafone Quevedo. Afirma que las matanzas en los
casos en que intervenía antropofagia entre los Guaraníes eran un acto
religioso, pues siempre que las menciona las designa con el nombre
de rito Añade que eran un sacrificio (3), y que se hacía á algún
(2).
haya argumento sólido alguno que convenza que los Guaraníes ado-
rasen á divinidad determinada, ó que tuvieran por dioses á las almas
de los difuntos. El llamar rito ó acto religioso á matanza y comida
la
segunda raza. Mas esto dista mucho de ser exacto: pues no por haber
adquirido ideas más difíciles de entender se dirá que se halla una na-
ción más civilizada, si las tales ideas son falsas y además la inclinan
VIH
cuerpo con colores y rayas que los hacían aparecer horribles y fieros,^
añadiendo mayor deformidad á su práctica la estupenda gritería, con-
fusión y estruendo de bocinas, flautas y atambores que resonaban sin
cesar mientras duraba la borrachera (2).
el mal hábito que tienen desde muchachos, y por ser vicio univer-
(1) Ibid.
(2) Ibid., n. 4 y cap. XV. n. 10.
— /o —
entnendando notablemente . Y lo que ayudó mucho, fué que, como
fuese uno de nosotros visitando las casas, y hallase gran cantidad,
de vino para una borrachera famosa, hizo buscar muchas botijas
vacias y ponerlas en casa, y luego mandó traer todo el vino para
dárselo después poco á poco: con que quedaron escarmentados y
temerosos no les suceda otra ves otro tanto...-» (1)
«.El demonio se hace fuerte con ellos, por ser éste (de la embria-
guez) SIL roquero y la red barredera en que los coge: por-
castillo
que fuera del mal que de suyo tiene, está hermanado con la desho-
nestidad, como dice San Pablo.-» Y el sínodo primero de la Asunción,
celebrado por el Illmo. Fr. Martín Ignacio de Loyola, de la Orden de
San Francisco, año de 1603, se expresa en los siguientes términos (3):
(1)Carta del P. Diego de Boroa al P. Prov. Pedro de Oñate, desde San Igna-
cio Guazú, á 10 de Nov. de 1616, inserta en las Anuas de 1616.
(2) Ibid.
Traslado de las Constituciones sinodales... de
(3) la Asunción en el año de
1603 (Sevilla, Arch. de Ind. 74. 6. 47>.
(4) .ScHMÍDEL, Viaje, c. 20.
S. Gregorio
(5) Magno, lib. 31 de los Morales, cap. XVII: Santo Tomás, 2-2,
qq. 148.152.
-76-
prudencia, que la trastornan y consumen: no hay que preguntar de
dónde procedían estos desastrosos efectos que, como entrañados ya
en su naturaleza se han visto al examinar las dotes intelectuales y
morales de los Guaraníes.
22 IX
ños pequeños, con esta diferencia, que los niños obran así por no
tener todavía desarrollada la razón por la educación: y los bárbaros
por tener la razón deformada y ofuscada por la costumbre de
sus antepasados y la suya, que llegan á convertirse en natura-
leza.»
Esta misma doctrina con todas sus pruebas y consecuencias des-
arrolló ampliamente en un tratado destinado á la imprenta con este
título: De iiire naturae apud indos meridioíiales attenuato: del cual
no queda otra cosa que la mención que de él hace su biógrafo el Pa-
dre Francisco Javier Miranda.
Una consecuencia inmediata de la doctrina es que los indios eran
en varios casos incapaces de cometer pecado mortal, por falta de su-
ficiente conocimiento: porque, promulgándose, como es sabido, la le}^
natural por medio de la razón, que en ellos faltaba por su corta ca-
pacidad y ofuscado entendimiento; no estaba en ellos promulgada á
causa de esta falta, y así en varias materias no les obligaba á pecado
grave: aunque alcanzándoseles algo de la deformidad del acto, hu-
biera otra culpa menor. — Ni obsta que
ofuscación de la mente y la
bre, edifican y forman una casa para sus juegos con mucho orden, lo
cual hacen con discurso: y con tenerlo para estas cosas, no tienen ca-
pacidad para pecar, porque bien se compadece este discurso con in-
capacidad de pecar»: propone esta cuestión (2): «Si los indios que
hoy están conquistados, y tienen doctrineros que los enseñen, pue-
den tener ignorancia invencible de algunos preceptos divinos, po-
sitivos y naturales.» Y la resuelve diciendo: «Las razones puestas en
la cuestión pasada para probar que los indios gentiles, más que otras
(1) Peña Montenegko, Itinerario para párrocos de indios, lib. I, trat. I\',
ses. VI. p. 85. ed. 1737.
(2) Montenegro, Itinerario, lib. II, trat. VIII. ses. ÍX. p. 282.
-79-
los cuales les enseñarían de nuevo el camino del cielo: pronóstico que
los indios reconocían como cumplido en los Jesuítas, viéndoles en-
trar á las conversiones con unos báculos terminados en lo alto por
una cruz (1). La misma tradición habían hallado antes los PP. de
la Orden de San Francisco en lo que hoy es estado de Santa Cata-
lina del Brasil (2), hacia 1537. Y aun parece que )'a en 1508 andaba
impresa la tradición de los brasiles de haber pasado al continente
sud-americano aquel varón prodigioso en quien se creyó ver al Santo
Apóstol (3).
piedra alta que tiene figura de persona, á quien ellos llaman aña-
VAY^k, frente del diablo. Esta piedra se dice que en su infidelidad
de Mayo de 1538, en VVadincío, Annales, tom. X\'I. ann. IflBS, núm. III
(3) Galanti, Compendio de historia do Brasil, I. 117 Nota.
(4) Montoya, Conq. esp., s XXVIII; s XLV.
(5) BuROA, Anua de Ido'), p{\S- 78
-81 -
ciendo toda clase de supersticiones: la idolátrica, la de agorerías }- la
devotos: de los rayos para enviarlos sobre quienes les ofendiesen: que
les obedecían las fieras del bosque, y si los indios no les querían hacer
caso, mandarían á los tigres que los vengaran: y otras cosas á este
jaez (2). Los indios, por su extraordinaria cortedad y su inclinación á
lo maravilloso, se dejaban persuadir tales patrañas, obedecían y cum-
plían todas sus órdenes miraban con extraño temor y venera-
y los
ción. Tomaban, en mago por un dios, vez hubo que le
efecto, al }-
tigre.»
De esta manera, las mismas acciones que tenían algún viso de
religión, venían á ser únicamente detestables supersticiones, fomen-
tadas por elde los hechiceros, y que constituían otras tantas
influjo
XI
24 RESUMEN Y CONCLUSIÓN
LA FAMILIA
1. La familia Guaraní en el gentilismo.— 2. La familia Guaraní en las Doctri-
—
nas. 3. Los hijos. — 4. — —
Celebración del matrimonio. 5. Los trajes, 6. Habita-
ciones.
-85-
graves teólogos que no eran matrimonios, sino meros concubinatos,
pues se contraían sólo temporalmente, con ánimo de repudiar á la
(1) Techo, Hist. Paraguay, lib. X, cap. XV: Muriel, Fasti Novi Orbis,
Ord. CCCV, pág. 409: Hernaez, Colección de Bulas, tom. I. trat. 2.", secc. 2.=^
-86-
bien aduares 6 galpones. La inclinación natural de los Guaraníes era
de reunirse cierto número de familias, cuatro ó cinco ó pocas más^
construir su rancho común, y vivir en sus chacras, que así llaman
las sementeras. Cuando se concluían las tasadas provisiones que
cosechaban de la chacra, emprendían la caza en el bosque ó la pesca
en el río para sustentarse el resto del año.
Construían sus moradas cercanas á las del cacique debajo de
cuya dirección querían vivir y militar: y de esta manera se for-
maban pueblos ya grandes, 3^a reducidos: aumentándose también á
veces la magnitud de la vivienda, como que en ocasiones contenía
cuarenta ó cincuenta familias juntas, sin más distinción de tabiques
ni aposentos, y podía más bien tomarse por un pueblo que por una
Jesuítas.
II
indios; porque entonces, como las obras del Espíritu Santo son per-
fectas y eficaces, el impulso de su inspiración no les permitía vacilar:
(1) Lozano, Historia, lib. V, cap. XX, n. 2: Anua de 1613 por el P. Roque
González.
(2) MoNTOYA, Conquista § 12.
-88-
nacía y se arraigaba en los ánimos de los nuevos cristianos un odio
de abominación contra todo ultraje de este santo vínculo, un justo
desprecio de todos los contagiados conel inmundo vicio de la lujuria,
»su le3' por medio de sus ministros. La ley inmaculada de Dios prohi-
»be toda inmundicia de alma 3' cuerpo... — Sobresalía entre estos
«predicadores de la palabra divina cierto Cacique principal, bautiza-
« do con el nombre del Príncipe de los Apóstoles, el cual era tenido
«de todos por el más elocuente en el idioma Guaraní, lengua elegan-
«que, á las altas horas de la noche, tronaba con estentórea voz, di-
«ciendo: «Ay de los que revolcándose en sus lujurias 3- en el lodazal
» de sus pecados, se prometen con seguridad el día de mañana. Ea,
«hermanos, dejad las tinieblas de los vicios: abrid los ojos á la divina
comenzado á brillar para nosotros.
«luz que ha No queráis precipita-
«rosenlas eternas llamas del infierno, como lo hicieron vuestros
«antepasados». Tales voces, proferidas con singular energía, y ayu-
» dadas del espíritu de Dios, y tantas veces repetidas, labraron de tal
«sino que con piadosas obras procuran también hacer cierta su voca-
»ción. Los niños todos, para honrar en los viernes la memoria de los
» tormentos de Cristo, acuden á la iglesia y oyen el ejemplo que les
dad, la indolencia del indio le hacía echar gran parte de la fatiga del
in
27 LOS HIJOS
(1) Lozano, Historia, tom. 2, lib. VIII, cap. XVI, ni'im. 11. Ruvek, Anua de
-Santa María de Iguazú de 1627: Azaha, Descr. cap. X, núrn. 51.
(2) Cakdikl, Declar. ni'itn. 101.
(3j Doblas, Memoria, pág. 29.
-91-
Difícil parecerá de explicar cómo pudieran conciliarse tanto
cariño con tanta flojedad y descuido: pero no se hará el hecho tan
extraño á quien haya visto cuál es el proceder de los padres con sus
hijos en los países de Sud- América, aun en las mismas familias des-
cendientes de europeos, acostumbradas ciertamente á otra educación
más'ordenada y severa: que parece como si el clima cálido ó variable
hubiese tenido por efecto debilitar toda la actividad y energía, y hacer
echar en olvido las obligaciones de la autoridad paterna, cifrando el
amor en satisfacer todos los antojos del hijo: como si esto fuera verda-
dero amor, y no más bien crueldad que infiere gravísimo daño al niño,
escuela salían los que más tarde habían de registrar por escrito lo per-
teneciente á los bienes del pueblo, y no sólo los administradores ó
mayordomos que llevasen los libros de entradas y salidas de las hacien-
das del pueblo, sino también los corregidores, alcaldes, secretarios,
miembros del cabildo, médicos, maestros, cantores y sacristanes (1).
Fuera de esta escuela de primeras letras, había otra como escuela
superior, en la cual se enseñaba la música vocal é instrumental, 3'
—
^hombres...» Y de las reducciones ya fundadas en el Paraná dice en
1627 el P. Duran Mastrilli (2j: «Cuando los padres ven á sus hijos leer,
«escribir, cantar y tocar sus instrumentos, danzar siguiendo el compás,
»no pueden contener su alegría. Vense en unos correr las lágrimas de
»puro gozo; otros dan gracias á Dios y á los Misioneros; otros se dan á
»símismos el parabién por la dicha que ha cabido á sus hijos; otros
^dicen que 3^a no les importa vivir, porque en esta vida mortal ningún
»otro gozo mayor desean ni esperan. V ciertamente que estos niños
»son un gran consuelo para sus padres... son en extremo dóciles...»
bado de antemano.
IV
separación entre los dos sexos, para evitar con esta prudente vigi-
lancia el riesgo de la corrupción, A que impele la viciada naturaleza
humana, mucho más en climas cálidos como los de la América del
29 EL TRAJE
Hemos dicho arriba (3) ser el traje de los Guaraníes gentiles una
redecilla ó unas pocas plumas con que se cubrían las partes vergonzo-
sas. Agregúese á esto que había tribus que ni aun á tanto se exten-
dían, y andaban enteramente desnudas (4).
Acostumbráronles los Misioneros á vestirse, pero no fueron ellos
los inventores del traje, sino que, como era natural, adoptaron para
ellos el traje ya común entre los indios no salvajes del país, sin más
que introducir alguna modificación juzgada por conveniente.
«El vestido del indio es, dice el P. Cardiel (5), camisa, jubón, cal-
»zoncillos, calzones y su camiseta ó poncho, y alguna montera ó birrete;
Andaban descalzos de pie y pierna, cosa que hoy mismo dura allí
de colores; pero «más», dice el P. Cardiel (3), «por ceremonia que por
«abrigo.» «Zapatos y medias,» añade, «usan solamente los monacillos
»en su oficio, los danzantes en su ejercicio, y los cabildantes y todos
»los oficiales de milicias en la fiesta del patrón del pueblo y otras prin-
»cipales, y en sus alardes; y entonces usan también casacas... todo á
»la moda española, y con vestidos de algún precio...»
Las indias vestían el Tipoy, traje proverbial de las mujeres en las
familias menos acomodadas del Paraguay. Pero es de advertir que,
había tipos de diferentes hechuras, de modo que algunos eran como
hoy lo define la Academia (4), una «especie de camisa larga de lienzo
»ó algodón, sin cuello ni mangas», que era talar (5); otros consistían en
«una camisa con mangas hasta el codo, siendo largos hasta la rodi-
lla» (6); y éstos se usaban sin ceñir y sin ninguna otra vestidura (7). El
»hasta los pies, y encima otra como ropón, que llaman tipoy, m.is
«cumplida y larga, de algodón las dos.» Este tipoy «tenía mangas (11)
^v se extendía hasta los pies, á manera de sotana, pero sin ceñir».
Este traje doble usaban para asistir á la iglesia ó comparecer en
(1) Diario y derrotero de los viajes, en Trelles, Rev. de la bib!., t. 4.^, pág". 286
(2) Núm. 120.
(3) Ibid.
<4) Ed. de 1899, verbo Tipoy.
(b) Parras, Diario y derrotero, en Trelles, Rev. de la bibl,, t. 4.", pág. 287.
(6) MuRATORi, Cristíanesimo felice, cap. IV.
(7) Parras Y MuRATOKi, loe. cit.
(8) De adinin. g-uaran., § CCII.
(9) Ibid.
(10) Núm. 120.
(11) MuRATORi, cap. XVIIÍ.
-100-
público. Y entonces «llevaban también los cabellos tendidos sobre la
espalda sin cinta alguna. Mas en casa y en el trabajo del campo
recogían el una redecilla alargada, y usaban de vestido
cabello en
más sencillo, y más acomodado al trabajo» (1), que era «la camisa de
algodón.... que llega hasta los pies y se ata hasta la cintura» (2). Y
esto último confirma también el P. Domingo Muriel testigo ocular,
quien corrige al P. Charlevoix, afirmando expresamente que ese
traje para las faenas ordinarias tenía también mangas (3).
VI
HABITACIONES
30
«Aduares de alárabes montaraces» llamó con mucha razón el
P. Lozano (4) á las moradas de los indios Guaraníes en su estado
salvaje; pues en realidad no eran más que unos miserables ranchos
construidos con los materiales y en la forma que menos trabajo
exigiera, y por lo mismo no consultaban ni á las necesidades higiéni-
cas, ni á las exigencias de la moral. Eran unas chozas grandes
construidas de palos y barro 3' techadas de paja, en las cuales, sin
separación de tabique alguno intermedio se congregaban multitud
de familias, hallándose á veces en una sola doscientas personas,
y alargando el aduar á proporción que crecían los habitantes;
de suerte que había rancho ó galpón que alcanzaba las dimen-
siones de un pueblo {5). Su forma era ordinariamente alar-
gada rectangular, pero alguna vez también las hacían de figura
redonda (6).
Semejantes habitaciones no eran exclusivas de los Guaraníes,
pues las vemos usadas en otros pueblos de esta parte de América
meridional. De los indios de Marañón dice el P. Américo de
Novaes (7) que tenían por moradas las «ocas, ó grandes casero-
común las puertas sin asegurar, sea toda la casa una sola habitación
común.
Esforzáronse los misioneros Jesuítas por hacer desaparecer tan
pronto como les fué posible, esa forma de habitaciones, no menos
pestilencial para las buenas costumbres,como dañosa al buen orden,
á la limpieza y á la higiene. Y
aunque no siempre pudiesen
así,
lluvia: (4) de suerte que se podía en todo tiempo dar la vuelta entera
á la manzana de casas.
He aquí los datos que sobre materiales de construcción en Misio-
nes suministra el agrimensor argentino D. Juan Queirel, como
resultado del examen de las ruinas de San Ignacio mirí (5): «No he
CAPITULO III
EL MUNICIPIO: CABILDO
1. Traza del pueblo de Misiones. — 2. Composición del Cabildo. — 3. Las
elecciones. — 4. Atribuciones del Cabildo. —
— 5. Los caciques. 6. Policía.
7. Corregidores españoles. — 8. Los pleitos. — 9. Los castigos. — 10. Puntos de
derecho.
I
31
TRAZA DEL PUEBLO DE MISIONES
país cuadras, de modo que diesen fácilmente acceso á las calles cen-
trales, y de todas partes se pudiese con brevedad }' expedición acu-
dir á la iglesia.
Existía también casa del Cabildo ó Ayuntamiento, pues expresa-
mente lo dicen las Visitas de Gobernador; y sin duda se hallaba
situada en la plaza, pero no es fácil precisar su colocación. Lo que
en pueblo de Apóstoles y en el de San Nicolás llama la gente casas
el
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-]07 —
II
Por las Ordenanzas del Licenciado y Oidor Alfaro (1), que des-
pués se insertaron en el tít. 3.° lib. 6° de la Recopilación de Indias,
debía formarse en cada pueblo de indios un Cabildo ó Ayuntamiento
análogo al que existía en las poblaciones de españoles, aunque consti-
tuido de cabildantes que todos fuesen indios.
No se crea, sin embargo, que ya desde el principio de las reduc-
ciones en 1610 se pudiese entablar esta institución. En primer lugar,
lasOrdenanzas se publicaron á fines de 1611 y no fueron confirmadas
hasta Octubre de 1618. Además, á una organización de este género
se oponía el carácter y estilo de los indios. Acostumbrados los caci-
ques á gobernar con absoluto imperio su parcialidad, no se sabían
avenir fácilmente á estar sujetos á otro en el pueblo, donde sin
embargo habían de muchos caciques; y
vivir reunidos forzosamente
bien sabida es la dificultad que costó al P. Lorenzana el decidir á sus
neófitos de San Ignacio guazú á nombrar un capitán que á todos man-
dase en la batalla inminente, protestando cada cacique que no quería
reconocer á ningún otro cacique por superior (2). — Previo esta difi-
-108-
Corregiíior. Del Teniente dice el P. Cardiel (1) que en todo rigor no
pertenecía al Cabildo, aunque no explica por qué razón. El Corregi-
dor no está nombrado en las Ordenanzas (2); pero es cierto que ya
III
33 LAS ELECCIONES
Según las prescripciones de la le}^ (7), debían verificarse las
elecciones de Cabildo anualmente, estando fijados para el desempeño
- 109 -
de esta función los primeros días del año. El Cabildo nuevo era ele-
gido por mayoría de votos del saliente. Sólo el oficio de Corregidor
noera electivo, estando su provisión reservada al Gobernador, quien
lo nombraba á propuesta del Misionero. Y este cargo parece que era
vitalicio, á no haber razón extraordinaria para cambiarlo. Alguna
vez se trató de que sólo durase por cinco años; pero no consta si esto
se llegó á poner en práctica.
Noeran en manera alguna agitadas las elecciones de que se
trata, por no ser en gran número los electores, y por hallarse dotados
de mayor reposo á causa del cargo y de la dignidad de caciques que
muchos tenían: á lo cual en las Doctrinas, como en todos los pueblos
de indios, se agregaba la circunstancia requerida por la ley, de que
hubieran de hacerse en presencia del Cura, es decir, como expresa-
mente lo declara la Cédula grande de 1743 (1), con consulta del
Cura
Juntábanse, pues, los concejales el día señalado, y deliberaban
sobre los candidatos capaces de ejercitar los oficios de Cabildo para
elaño entrante: y habido su acuerdo, consultaban al párroco presen-
tándolela lista que habían adoptado. El Misionero daba su parecer,
IV
35 LOS CACIQUES
-113-
sistían en que sus v^asallos cuidaban de hacerle sementeras para su
sustento, se dejaban guiar por él y le mantenían subordinación, aca-
tando su resolución como sentencia decisiva en sus pleitos. Y era
tanto el atropello de la le}' natural entre estas gentes, que su misma
deshonra é ignominia no les parecía tal; antes se tenían por honra-
dos cuando los caciques les tomaban sus hijas para concubinas, según
la ley de su desenfrenada lujuria. El cacique, por su parte, se com-
prometía á protegerlos 3' defenderlos y era su caudillo nato en las
ocasiones de guerra (1).
Sólo unas pocas familias eran las que solían ponerse bajo déla
conducta de cada cacique: y de aquí procedía la cortedad de los
pueblos Guaraníes; pues un cacique era muy celoso de que en su
distrito ningún otro ejerciese autoridad suprema. Y aun estas cor-
tas agregaciones no eran estables: pues sucedía que si el cacique
reprendía á alguno, y éste quedaba disgustado, con facilidad se
separaba el subdito de la sujeción primera, y se ponía debajo de la
obediencia de otro.
La ley 18, título 5, libro 6 de la Recopilación de Indias, excep-
tuaba á los caciques y sus hijos primogénitos de pagar tributo: más
aún, Carlos V había decretado (2) que si en algún país había cos-
tumbre de que los indios contribu3'esen con tributo á sus caciques,
no se alterase la costumbre. Conservábaseles asimismo la jurisdic-
(1) Pueden verse las noticias precedentes con otras sobre los caciques en
MoNTOYA. Conquista § 10 y Techo, v. 7.
(2) C. K. 18 Enero 1552: ley 8, tít. 7, lib. 6. R. I.
(3) Ley 13, tít. 7, lib. 6. R. I.
(4j Papeles coleccionados por Trelles.
8. Organización social de las doctrinas gu-\raníes.
-114-
constó que desde muy antiguo habían tenido y reconocido los Gua-
raníes esta dignidad. Agregóse el hecho de haber caciques y con-
(1) Constan las noticias precedentes sobre el asunto de los caciques por un
apunte autógrafo del P. Francisco Díaz Taño, que intervino en todas las diligen-
cias, y se conserva en Buenos Aires: Arch. gen. Misiones. Varios años.
-lis-
señalado como propia; y en ella tomaban sus 'vasallos campo para la
VI
POLICÍA 36
No hay que pensar que los Guaraníes tuviesen un cuerpo organi-
zado casi militarmente para ejercer las funciones de mantenimiento
(1) Buenos Aires. Arch. gen. leg. Compañía de Jesús (Paraguay) n. ÍO.,
y leg. Misiones (varios años) 2.
(2) Bravo, Inventarios, con las firmas de los Cabildantes.
(3) Circular del P. Provincial Antonio Machoni á 7 de Marzo de 1742.
(4) Ordenación breve del P. Provincial Diego de Torres [1612-1614],
-116-
del orden, cual lo vemos en los países modernos, sea en las ciudades,
sea en los campos; pero sí era preciso que hubiese vigilancia para
evitar los inconvenientes y desmanes que en pueblos numerosos son
inevitables, si no se atajan con tiempo y en su origen. Así se hacía
en las Doctrinas, teniendo presente que la medicina preventiva es
siempre preferible á la curativa.
Para este fin tenían los misioneros algunos de los más fieles indios
ya de edad y de razón, que estaban encargados de vigilar y advertir
al Padre si alguna cosa especial ocurriese digna de remedio; y más
que con atribuciones nuevas que les hiciesen respetar, se hacían lugar
con la autoridad que les daban sus años y sus oficios, pues como se
deja entender, solían ser ó caciques ó varistas en ejercicio. Agregá-
banse á éstos los sobrestantes ó superintendentes señalados para
cada uno de los oficios mecánicos principales, que á veces se llamaban
fiscales ó alcaldes de carpinteros, de tejedores, etc.; y los maestros j
celadores de niños, de niñas, ó de las mujeres, de que habla el Padre
Cardiel (1), los cuales no sólo daban cuenta del estado de sus minis-
una vez á la semana cuando se juntaban el
terios ú oficinas al Padre,
domingo después de Misa, sino que le avisaban siempre que ocurría
particular novedad.
Los mismos misioneros recorrían diariamente las casas de los
enfermos, así para llevarles los consuelos espirituales, como para ver si
-117-
Ajudaba también al buen orden general la distribución hecha de
cada pueblo en seis, ocho ó más cuarteles ó barrios, según el número
de sus habitantes, de modo que cada cuartel comprendiera tres ó, cua-
res puedan conocer en qué tercio y hora están de la noche, sin otro
reloj que lo publique; sirve también para asegurar de enemigos
Vil
CORREGIDORES ESPAÑOLES 37
Preciso es ahora reunir y eslabonar una porción de hechos que
aislados ofrece la historia.
VIII
3g LOS PLEITOS
que pudiera haber se terminasen cuanto antes. Para esto había seña-
IX
39 LOS CASTIGOS
(1) Carta del M. R. P. Gen. Francisco Retz fecha 13 Dic, de 1732. Madrid
Bibl. Nac. MS. 6976, pág. 267.
(2) Legajo «Misiones /Varios años/ 1; leg. Varios/ 1».
(3) Lozano, Hist. de la Comp. lib. VII, c. XXII, n. 17.
-123-
se adoptó el castigo que ya era usual en todas partes donde había
indios sujetos.Cosa semejante sucedió al P. Claudio Ruyer mientras
se estaba empezando la reducción de Santa María del Iguazú (1). Y
de esta manera quedó introducido para en adelante el más eficaz ins-
trumento que aseguraba la sanción de los preceptos, pues puede
decirse que casi no se usó otra pena en las Doctrinas, más que la de
azotes, en mayor ó menor número según la gravedad de la falta. «Casi
»no hay otro castigo» dice el P. Cardiel (2) «que el de azotes como á
»los niños, y de medio cuerpo abajo (como á ellos), que no son capa-
»ces los indios de más.»
Siempre, no obstante, resultaba asombroso el ver que chicos y
grandes, y aun hombres robustos, se sujetasen con tanta prontitud á
un castigo que hoy por el no uso nos parece tan extraordinario.
«Estoy viendo al presente en este pueblo», escribía Gomes Freiré á
la corte de Lisboa desde San Ángel á 26 de junio de 1756 «cómo el
»Padre Cura manda á los indios que se tiendan en el suelo, y sin m<is
que les dolieran, era una muestra cierta de cariño. Apenas se creerá
en la realidad de esta persuasión, y sin embargo, no hay cosa más
cierta.El P. Parras, en la relación de sus viajes á Corrientes y al
Paraguay, dice á este propósito: (3) «Han concebido con tanta tena-
»cidad esto de que el castigo es una señal de amor, que sucede cada
«instante llegar un indio al cura con grandes quejas porque no le
«mandaba castigar, y que era señal que no le quería, y verse preci-
»sado el cura á mandar que le diesen veinte y cinco azotes, los cuales
«siempre se dan en medio de la plaza.» Pudiéranse traer en compro-
bación de lomismo los casos semejantes que de los indios de Méjico
explica el hermano Felipe Frutos (4), y los azotes que entre ellos
daban los maridos á sus mujeres, sin los cuales no era durable la paz
del matrimonio, porque desde el punto que cesaban los azotes sema-
nales, clamaba la mujer que había cesado el amor que su marido la
profesaba.
plaza (3). Y fué preciso prescribir que no se diese en ningún caso sin
aprobación del Misionero, atenta la rusticidad de los indios, quienes
eran tan poco mirados en el castigo, que dejaban maltratado con el
número 3^ modo al delincuente, sin ningún sentimiento de compasión.
El mismo padrón del Gobernador Bazán de Pedraza muestra la
otra ciase de castigo, que fué la cárcel. «Tiene este pueblo rollo y
»cárcel.» La cárcel tomaba entre los Guaraníes nombre del cepo
llamado íbtraqiiá, {íbíra, palo, qíia, agujero); y la cárcel se llamaba
íbíraqiiaróg (ibíraqnd, cepo, ogáj casa), la casa del cepo. Custodiaba
los presos el alguacil de la cárcel, íbiraqnayá. El rollo era el íbira
yo poqiiahá (4), (ibíra, palo, qiiá ó quahá, atar, po, mano, palo ó
columna donde son los hombres atados por las manos).
Ignoramos en qué tiempo preciso se introdujo la cárcel; pero es
cierto que ya existía á fines del siglo xvii, pues de ella habla el Re-
glamento de Doctrinas aprobado por el P. Tirso González (5).
Algunas personas graves que habían visitado las Doctrinas dieron
á entender que no parecía bastante el tener azotes y cárcel, cosa que
era común en los pueblos de indios, sino que para crímenes más gra-
ves hacía falta añadir la pena de muerte. — Los Padres nunca vinieron
en y no habiendo intervenido mandato de quien podía imponerlo,
ello,
(1) Empadronamiento de S. Ignacio miri; B.' A." Arch. gen. leg. Cotiip.^ de
Jesús (Paraguay) n. 10.
(2) Declaración, núm. 269.
(3) Autos de visita de Láriz en Tkelles, Anexos, núm. 43.
que debía producir este castigo, no se había de hacer nada por quitar
á los indios su juicio de ser cárcel perpetua.
X
PUNTOS DE DERECHO 40
Ofrécese aquí una duda sobre cuál era la potestad en virtud de la
que reglamentaban los Superiores de la Compañía la decisión de los
pleitos 3^ la imposición de los castigos.
En cuanto á lo primero, está suficientemente resuelta la cuestión
por la misma de las relaciones que mediaban entre los
naturaleza
indios Guaraníes y sus Misioneros. Voluntaria y gustosamente acudían
los indios á los Padres para que los pusieran en paz, zanjando sus
diferencias, y se satisfacían con la resolución que ellos les daban; no
puede darse ejemplo más espontáneo y sencillo del juicio por medio
de arbitros. Que siendo estos arbitros personas subordinadas, puestas
allí por sus superiores, recibiesen de éstos normas fijas para que todo
se hiciese con la debida prudencia, certidumbre de los derechos de
cada parte y seguridad de evitar ulteriores pleitos, es lo más natural
y puesto en orden. No necesitaban, pues, ni recibían autoiidad jurí-
dica de soberano alguno, pues tenían autoridad arbitral plenísima en
el consentimiento de las partes; á la manera que en la administración
de bienes lo declaró Cédula magna de 1743, punto 4.°, diciendo «que
la
(1) Déjase esta duda, porque aunque es posible que el catálogfo de castigos
que llama el expulso Ibáñez aprobado por el P. Tirso (Reino Jesuítico, p. 1. a. 3.
§. 2.), lo fuese en efecto: no obstante, no aparece rastro de él por ninguna parte:
5' el autor ha sabido ser infiel, aun en casos en que se presenta como mero trans-
criptor.
(2) MoNTOYA, Conquista espiritual, §. 45,
— 128 -
suerte de castigos, excepto la pena de muerte (1). Y finalmente, hubo
sinos del Garó: 3^ otro tanto iban á ejecutar Láriz y el Oidor Blás-
quez con los falsos delatores, á no haber intercedido por ellos con
sus ruegos los Misioneros.
Yerran, pues, algunos autores que concluyen que los Jesuítas
formaban en Doctrinas un estado independiente (4), por decir que la
facultad de ejercer el fuero criminal es la señal más demostrativa de
autonomía. Pero no es extraño que hayan incurrido en tan grosero
error, habiéndose fiado de guía tan ciego como el expulso Ibáñez,
de quien copian el cargo y el argumento. A él y á los que le siguen
rebate con gracejo el P. Muriel en su aclaración sobre el Reino
jesuítico desencantado en los siguientes términos: «El destierro, las
cárceles, son penas sin duda alguna. Pero dime ¿cuánto dinero te
quien no sea juez? También el padre tiene poder para castigar á sus
hijos, y maestro para castigar á sus discípulos, sin salir por eso
el
seglares, era preciso que ellos aplicasen las más fuertes penas que
cabían en su potestad, para atajar un daño que podía arruinar aque-
llos pueblos tan bien formados, tan útiles á la nación y tan prove-
chosos para la salvación de las almas: y A su condición de tutores,
de padres y de sacerdotes, correspondían los azotes y la cárcel, mas
no la pena de muerte ni mutilación. Y
así, en vez de dirigirles vitu-
Plata (1).
(1) Por otros caminos podrá un jurista llegar á establecer la legítima po-
testad que hubo en Doctrinas para imponer castigos, y aun la misma pena de
muerte, fundándose en la ley natural y en la epiqueya del derecho positivo, que
una y otra prorrogaban en aquellas circunstancias la autoridad de las justicias
existentes; pero se ha preferido la explicación que acaba de darse, porque expresa
el hecho tal como históricamente fué y tal como se manifiesta en los documentos
citados.
vilegios de tal.
los dos ríos de Paraná y Uruguay. No debieron de ser tan claras las
(1) En 1617 existían San Ignacio giiazú, Loreto, San Ignacio miní, Itapúa,
Yasocá de los giiaycurúes y Yaguapoha. Las dos últimas hubieron de abando.
narse más adelante.
— 132 —
unos ni por otros, obedeciando á todos, y protestando que se hallaban
prontos á recibir y cumplir exactamente cualquier resolución que en
aquella materia tomase finalmente el Rey en su Consejo de las Indias.
Esta era la conducta que recomendaba en 1660 el Superior de las
Doctrinas P. Silverio Pastor, diciendo: <íporqne no imaginen somos
parciales, y que nos llegamos más á la jurisdición del Paraguay^
que d la de Buenos Aires, siendo verdad que estamos indiferentes,
y que el día que el Rey nuestro Señor declare adonde pertenecen
las reducciones, seguiremos el mandato sin dificultad ninguna» (1),
Dióse en 1700 una Real Cédula por la cual se declaraba que definiti-
vamente quedaban sujetos los cuatro pueblos á la jurisdicción del
Paraguay (2): y parece que se llevó á efecto el cambio de provincia,
excepto en el pueblo de San José, que siempre quedó por de Buenos
Aires.
La distinción de jurisdicciones en dos provincias y la misma
situación cerca de los ríos, hicieron que viniesen las Doctrinas á for-
mar como dos distritos diferentes, el del Paraná, que llegó á tener
trece pueblos, perteneciente á la provincia del Paraguay; y el del
Uruguay, de la provincia de Buenos Aires, que alcanzó á diez y siete
pueblos.
Finalmente, en 1726, de resultas de las muchas vejaciones que
habían hecho padecer los sublevados del Paraguay á las Doctrinas,
se pidióy obtuvo que todos los treinta pueblos que ya entonces había
quedasen sujetos al Gobernador de Buenos Aires: y así lo comunicó
el Rey en Cédula de 6 de Noviembre de este año (3), á que se dio
Gobernador.
II
(1) P. Silverio Pastor, 'Instrucción sobre los PP. del Uruguay que se han de
presentar para la canónica institución». B." A.' Arch. gen. legajo Varios, 1.
(2) Trellks, yí/zf-ros, núm. Sf).
(3) Lozano, Revoluciones del Paraguay, Hb. III, cap. 6, núm. 6.
-133-
moradores en encomienda á personas particulares, por cuanto esta-
ban encabezados en la Corona Real, debiendo pagar su tributo inme-
diatamente al Re3^ Pero por lo mismo que no habían de servir á
encomenderos, y, juntamente por la pronta y cumplida obediencia
que los Jesuítas les enseñaron á prestar al Rey y á las autoridades
que le representaban; fué su cooperación más provechosa á la causa
pública.
En varias cosas se mostraba su dependencia.
El Cabildo, aunque de elección de los indios, debía recibir la
aprobación del Gobernador, 3^ mientras no la recibía, eran sólo inte-
(1) Información jurídica de 1735: Río Janeiro, Col. Angelis, XIII. 28.
(2) Cédula real de 28 de Dic. de 1743, punto 5.°.
(3) Trelles, Anexos, pág. 160.
{4) Cardiel, núm. 66.
-134-
las Doctrinas á los Gobernadores en servicios, que fueron de gran
utilidad al bien público, así como eran de no pequeño trabajo á Ios-
indios.
Una vez que los Guaraníes de las Doctrinas se hubieron librada
de los dos graves riesgos que corrieron, el de perecer por causa de
las feroces invasiones y vergonzoso tráfico de los portugueses deV
III
»de solas flechas, cuánta pólvora ha de llevar cada fusil, cuántos ca-
»ballos cada soldado, cuántas muías de carga, de yerba y tabaco, y
«cuántas vacas cada pueblo, y qué día ha de salir; adonde ha de ir
» para juntarse con los demás, y qué Padres van por capellanes de
» todos, con los cabos españoles, que siempre se procura vayan diri-
»giéndolos. Este papel va por todos los pueblos. Cada Cura traslada
» luego lo que pertenece al su3'0, 3' pasa adelante. Llama luego al Co-
IV
(1) Visita de la reducción de S." M. " (Skvili.a: Arch. de Ind. 74. 6. 29: Tre-
LLEs, Arch, II. 99).
(2) P. MoNfOYA, Memorial de 1613, ni'im. 12.
(3) Ihid.
(4) Ibid.
-139-
entró é hizo en ellas el censo (1). Don Pedro de Lugo lo volvió á
hacer (2). El Gobernador Don Sebastián de León en 1648 entró en
ellasy personalmente intimó los mandatos para que le acompañasen
mil Guaraníes (3). Don Andrés de León Garavito en 1652 fué rogado
con gran instancia con Memorial que le presentó el Provincial Padre
Juan Pastor para que en su calidad de Visitador y Gobernador
entrase á visitar por su persona las Doctrinas, y no lo quiso hacer, con
gran sentimiento de la Compañía (4). El Oidor Don Juan Blásquez
de Valverde, Gobernador también y Visitador, las visitó, no sólo las
de la jurisdicción del Paraguay, sino también las otras (5). Las visitó
el Gobernador Don y\lonso Sarmiento (6); las visitó el Oidor de la
Audiencia de Buenos Aires Don Pedro de Rojas y Luna (7); y otro
tanto hizo Don Juan Diez de Andino una vez por sí (8), y otra por su
comisionado el General Pedro Brizuela y Valdivia, que hizo padrón
de los Itatines hacia 1668 (9); igualmente las visitaron Don Felipe
Rege Gorbalán (10); el Fiscal Don Diego Ibáftez de Faria, que hizo en
ellas el padrón general de 1677 (11); y el Gobernador Don Francisco
de Monforte (12). Las visitó en 1707 el Gobernador García Ros (13) en
1715, el Gobernador Don Gregorio de Bazán, que hizo padrón de los
pueblos (14), y finalmente, en 1721, el Gobernador Don Diego de
ios Reyes que hizo nuevo padrón (]v5)habiendo entrado todavía en ellas
(7) Ibid.
(8) Ibid.
(9)Pedimento del P. Tomás de Baeza á la Audiencia de Buenos Aires en 1672
(BuHNOs Aires, Arch. gen, legajo Compañía de Jesús /Cédulas reales/ 1.
(10) Jarque, ubi sup.
(II) Carta del mismo fiscal Ibáñez á 22 de Octubre de 1677 (Trelles, yl»eA"os,
número 31).
(12) Memorial del P. Ignacio de Frías para el Presidente del Consejo de Indias,
1094.
(13) García Ros, Informe al Rey en 1." de Octubre de 1707 (Trelles, Anexos).
(14) Nusdorffer, Información de 1735 (Río Janeiro, Col. Angelis, XIV, 2),
(15) Ibid.
(16) Lozano, Revoluciones del Paraguay, lib. II, cap. Vlí.
-140-
comunicación. Otro, la necesidad de no abandonar la ciudad capital, la
Sometidos los indios á la autoridad del Rey de España, sea por las
El tributo que las Leyes de Indias imponían á los Indios era una
capitación, ó sea, un tanto por cabeza de cada uno de los vasallos.
Varió con los tiempos la cantidad del tributo, la calidad de los tri-
Corona que ya tenían hechos, y del oficio que se les daba de cuerpo
de guarniciófi de fronteras; y en obedecimiento del encargo del Rey,
quien en Cédula de 14 de Febrero de 1647 (1), ordenaba al Virrey que
les ha parecido cometeros y encargaros
diese alivio en los tributos:
pongáis todo cuidado en procurar el alivio de los indios de las
dichas reducciones (en los tributos que pagaran). Por estos motivos
les señaló el virrey conde de Salvatierra en Decisión de 21 de Junio
de 1649 (2) tributos á Su Majestad en reconocimiento de señorío y
vasallaje un peso de ocho reales por cada un indio, — La misma can-
tidad se confirmó por Cédula Real de 26 de Octubre de 1661 (3) diri-
(1)
de Faria, fué que la cantidad que tributaren todos los que no están
exemptos á razón de ocho reales cada uno al año, se entre en mis
Cajas reales.
Nuevamente se pretendió en 1705 aumentar el tributo de los Gua-
raníes, estribando en una Cédula real obtenida con siniestros infor-
mes; pero representadas las razones por las cuales habían sido privi-
legiados, y las que posteriormente se habían añadido, (1) resolvió el
Monarca que no se hiciese novedad, y confirmó sólo el mandato de
que se remitiesen informes (2); recibidos los cuales, decretó el Rey
Felipe V, en una Cédula de 1711 (3) que no debían pagar por tributo
sino el peso anual que tenían impuesto. Resolución que confirmó con
lasrazones y términos más eficaces, empeñando su palabra real en
Cédula de 28 de Junio de 1716 (4), de que «jamás vendré Yo en gravar-
los en nada más que aquello que según parece contribuyen para la ma-
nutención delas mismas Misiones y Reducciones»; y mandando que se
Personas
Los indios tributarios, hablando en general, fueron en un prin-
cipio todos aquellos que llevasen ya dos años de convertidos y esta-
(1) Provisión Real del Virrey del Perú conde de Salvatierra, á 21 de Junio
de 1649.
(2) Céd. de Madrid á 14 de Febrero de 1647.
(3) Céd. de 28 de dic. de 1743, poco antes del ]er. punto.
Misioneros, siendo así que por las armas no habían podido ser rendi-
dos; movieron á Felipe IV á que hiciese con ellos una excepción, con-
cediéndoles veinte años después de fundados sus pueblos antes de
que empezase á correr el tributo (3): gracia que fué confirmada y
les
entablar el tributo.
Materia
II
III
ya cumplido algunos los diez años, pidiéndole diese orden que pa-
gasen el debido tributo á V. Majestad: y el dicho Gobernador res-
pondió que no le pertenecía á él eso, sino al Visitador que V. Ma-
jestad enviase á la visita, y tasa de dichos indios... Consta de me-
moriales, y de qvinck veces que el suplicante [Padre MontoyaJ etr
espacio de cuatro años que asiste en esta Corte, entre otras cosas
ha pedido á Majestad que se nombre Visitador cristiano que los
V.
visitey y mostrándose V. Majestad tan Señor de aquellas In-
tase;
dias, cuanto desinteresado deltas, en tres años no ha querido res-
ponder d este punto, hasta que instando el suplicante se tasen y
tributen... V. Majestad se ha servido remitir la visita al Obispo y
Gobernador añadiendo con su real benignidad, que los indios, los
,
don Jacinto de Láriz las reducciones del Río de la Plata 3' juntamente
las del Paraguay, y dar testimonio en su visita de que aquellos pue-
IV
(1) Arch. gen. de B." A." legajo Misiones / \'arios años/ 1: Apunte autógra-
fo que empieza. «Respondo á los tres puntos».
(2) Ibid.
(3) Apénd. núm. 6.
-155-
resultas de sus pesquisas, y certificó en carta de 22 de Marzo de 165S
que los dichos Religiosos tiutica Juibian resistido que aquellos in-
dios fuesen encomendados eti la Corona Real, ni exentos del dere-
cho de la regalía y reconociniieuto del dominio que se debe á S. M.
y dejasen de pagar en las Cajas Reales^ sino que fuesen relevados
de ser encomendados en persojias particulares (1).
(1) Ibid.
(2) Vid. cap. XIII.
— 156 -
tierra: dispondréis que se cobre el tributo de cada año de los di-
chos indios un peso de ocho reales en especie de plata y que esto se
observe por tiempo de seis años, con declaración de que lo han de pa-
gar todos los indios que hubiere en las dichas Reducciones desde
la edad de catorce años hasta cincuenta. Escaso favor hacía la Cé-
dula á los Guaraníes, pues siendo ley general de Indias que los caci-
ques y sus primogénitos quedasen exentos de tributos (1), y hallándose
confirmada por Ordenanzas de estas provincias y por el uso (2), ne-
gaba la exención: con declaración de que lo han de pagar todos los
indios que hubiere en las dichas Reducciones: y estando prescrito
por todas las leyes, excepto la de 1649, que el tributo fuese en especies
y no en plata para no gravar ;l los indios, y cuando más se dejase á
los mismos indios la elección entre pagar en dinero ó en especies: la
Cédula decretaba que precisamente fuese en especie de plata; y fi-
nalmente, estando los indios en posesión de no tributar hasta los diez
te, incluía á todos los indios Guaraníes desde edad de catorce años.
(5) Ibid.
(6) 1572. Expediente sobre cierto informe del Gobernador Rege Gorbalán,
Buenos Aires, Arch. gen.: leg. Comp." de Jesús, Cédulas reales, 1.
- 157 -
1672 sin innovar en ello hasta que venga la resulta que se espera
en este caso de sn real voluntad !(1).
sitador expreso para ello. Este fué don Diego Ibáñez de Faria,
Fiscal en otro tiempo de la Audiencia de Buenos Aires, ya para
entonces extinguida, y á la sazón Fiscal de la Real Audiencia de
Guatemala. Encaminóse á las Reducciones, hizo su Visita y padrón,
y señaló como tributarios á catorce mil cuatrocientos treinta y siete
indios; pero con la desacertada resolución de incluir en este número
aun los caciques y sus primogénitos, quienes por todas las leyes de
Indias habían sido exentos. Reclamó contra esta providencia, y tam-
bién contra la de hacer tributar á los que tenían de catorce á diez y ocho
años el Protector de naturales, sosteniendo que la edad del tributo
debía contarse desde diez y ocho hasta cincuenta años, y no desde
catorce hasta cincuenta, á tenor de las mercedes que tenían conce-
didas los Reyes. Con esto el Visitador resolvió que por entonces
quedase el tributo como estaba, y envió todos los autos al Consejo,
pidiendo decisión definitiva. Esta se dio en la Cédula de Lerma á 2
de noviembre de 1679. En ella quedaban exentos los caciques, los
oficiales,y todos los que no hubiesen cumplido los diez y ocho años; y
se ejecutó desde el año 1680 en que fué recibida, quedando en virtud
de las declaraciones de esta Cédula fijado el número de tributarios
en 10.440.
Ni la Cédula de Lerma, ni ninguna otra, marcaba el tiempo en
(1) 1572. Expediente sobre cierto informe del Gobernador Rege Gorbalán,
Buenos Aires, Arch. gen.: leg. Comp.^ de Jesús, Cédulas reales, 1.
(2) Céd.[de Lerma á 2 de Nov. 1679. (Apénd. n.» 7).
-158-
pueblos personalmente, como lo habían hecho Blásquez de Valverde
é Ibáñez. En este estado sorprendió á los pueblos la guerra de 1754,
cuyas agitaciones ya no dieron lugar á más empadronamientos, y en
este se hallaban al tiempo de la expulsión de los Jesuítas; verificán-
dose siempre, según lo informó el Visitador Agüero, que los tributos
de los pueblos, desde que se impusieron, anualmente se han entre-
gado y los perciben las Reales Cafas por mano de los Padres Pro-
curadores de Misiones (1). Y así, á la calumnia de que no satisfacían
los indios el tributo, Procurador General de la Pro-
respondió 3'a el
V
LA FORMA DE RECAUDAR EL TRIBUTO
buto un peso de odio reales en cada un año á cada indio de los que
conforme á Ordenanzas deban pagar tributo, y no en especies de
así por distar centenares de leguas de los parajes de venta, que son
Santa Fe y Buenos Aires, como porque aun estando presentes, no son
capaces de semejante venta, y saldrán defraudados, engañados y sin
plata. No porque dirán, son palabras del P. Taño, que
los religiosos,
VI
que eran incapaces de hacer los indios. Pero aun así resultaron los
daños tanto antes previstos y especificados por el P. Díaz Taño. Vese
esto en una Consulta particular é informe del P. Cristóbal Gómez
Provmcial (1), en la cual expresa que siendo el todo del caudal de los
Guaraníes para su tributo la yerba del Paraguay, no hallan salida,
ni venta de dicha yerba, por cuanto los mercaderes, que bajan del
Perú á comprarla^ aunque al principio la pagaban en plata y á buen
precio, con que dichos indios podían con comodidad pagar su tributo,
hoy ya [1673] movidos de la ganancia grande que tienen en este
trato,no la quieren pagar en plata, sino que vie)ien cargados de
cabos de tiendas y cosas inútiles para los indios, que no les sirven,
como son buherias, trompos, cascabeles y cuentas, tafetanes de la
China, cintas, puntas de mantas, y cosas que no han tenido salida
de ellas, y con éstas quieren comprar la dicha yerba, y no de otra
suerte; y si acaso les dan alguna Plata, no quieren recibir la yerba
si no es á un precio tan bajo, que jamás se ha visto, y dichos cabos de
cial los procure aliviar de ella, y dicen que se van haciendo odiosos á
sus feligreses, obligándolos á subir por el Paraná y Uruguay arriba
más de cien leguas distantes de sus pueblos para beneficiar la yerba y
conducirla acuestas muchas leguas de grandes pantanos y espesuras
hasta ponerla en las balsas y canoas, con riesgo de Indios enemigos y
de tigres, á cuyas uñas han perecido estos años muchos de los Indios
llos Indios, } ésta no más se traerá á Santa Fe, y dése por perdida la
que excediere..; y que en Santa Fe los Ministros... reciban en especie
la yerba que los Indios trajeren para enterar su tributo..: y si esto no
se vendía hasta sacar de ella la plata del tributo, 3^ auxiliar á los pue-
(1) Buenos AiRKS, Arch. gen.: leg. Comp.' de Jesús / Cédulas reales/ 1.
(2) BuHNos AiKEs, Arch. gen.: leg. núm. 10/ Misiones/ Compañía de Jesús/ Pa-
raguay.
— 165 —
íjlos en sus necesidades. Que la cantidad nunca había pasado de S9is
mil A nueve mil arrobas, masa insignificante en comparación de la
hubiese de la exigua cantidad que traían los indios para pagar su tri-
buto, sino de otras causas extrínsecas, que con más ó menos acierto
cada uno conjeturaba.
Pocos años más habían pasado, y ya se juzgó necesario hacer
nueva información de testigos, porque las voces calumniadoras
nunca cesaban. Puede verse la información en el Archivo general de
Buenos Aires donde hoy se conserva (1). Por ella constó nuevamente
la integridad con que los misioneros Jesuítas ejercían aquel cargo
que no acarreó sino enemistades y sinsabores, como muy bien lo
les
ciales reales, constó no sólo que los indios Guaraníes no habían exce-
dido de la cantidad de las do^e mil arrobas que la Audiencia les tenía
señaladas; sino que nunca ó casi nunca habían llegado á esa cantidad.
No se hizo en adelante alteración ninguna en la materia del tri-
que conservó los limites que hoy tienen las Repúblicas sud-america-
nas, impidiendo grandes pérdidas de territorio. De este tributo de
sangre se ha de tratar ahora, examinando cuál era la forma en que
cumplían los Guaraníes con esta obligación contraída.'
clavos suyos. Y sea de este hecho lo que quiera, ya que pudo ser
abultado y aun inventado por la vanidad nacional, lo innegable es,
no sólo que raza Guaraní se multiplicó y dilató su habitación mu-
la
cho más que otro pueblo cualquiera salvaje, ocupando una tercera
parte del continente de la América meridional; sino que en todas par-
tes ocupaba los mejores parajes, junto á los ríos, los campos más fér-
tiles y las tierras más habitables; cosas que no hubieran podido obte-
nerse si hubieran sido de ánimo apocado; ni pudieran durar sin el
ánimo apocado.
Por otra parte, cuantos jefes los vieron tomar parte en las cam-
pañas y aun simplemente presentarse para alardes militares, dieron
aventajado testimonio de sus bríos, de los cuales alguno veremos
más adelante; y el general portugués Gomes Freiré, que los tuvo por
enemigos en 1754, aseguró que no sólo eran animosos, sino que peca-
ban de temerarios. Y para no hablar sino de cosas que tenemos entre
las manos, todos han admirado el arrojo que mostraron en la guerra
de 1866 los Paraguayos, entre los cuales había no pocos indios Gua-
raníes: y en la República Argentina es proverbial el valor de los co-
rrentinos, que son los que más participan de la raza Guaraní.
Que comparados con los españoles, quienes se presentaban arma-
dos de armas superiores, disciplinados y acostumbrados á la guerra
regular, fuesen los Guaraníes inferiores, no prueba que careciesen de
valor ni de dotes militares. Y aun en esta comparación, vemos que no
siempre quedaron inferiores. Que comparados con otras razas de in-
dioshayan sido menos feroces, tampoco sería prueba en contrario.
Finalmente, el que sometidos á los españoles, y acostumbrados á
verse en un estado perpetuo de inferioridad respecto de ellos, ha-
yan mostrado su docilidad á ellos, no es muestra de ánimo apocado
ni de índole blanda, sino del efecto que puede producir y produce la
educación cristiana, la cual ciertamente no extingue la naturaleza, ni
la extinguía en ellos, sino que la dejaba en su vigor, manifiesto en las
empresas militares.
Hase aducido como gran argumento, para probar la falta de áni-
mos bélicos en los Guaraníes, la conquista de parte de los españoles,
raníes fuesen una raza guerrera y apta, en cuanto puede serlo una
tribu bárbara, para las empresas militares.
II
LAS ARJUAS
III
(6) Ibid.
(7) Apénd. núm. 10, sqq.
-175-
sulta del mismo Pedro de Lugo y Navarra, muy de otro parecer
dotí
españolas de defensa, sino que eran declarados por sus custodios los
Guaraníes de Misiones (2).
No por haberse retirado las armas cesaron las causas que habían
motivado su concesión; y representadas nuevamente, se halló que
para obtener la Cédula prohibitiva de 1661 habían sido acusados los
(1) Memorial de fr. Juan de San Diego Villalón al Consejo de Indias, 1652.
(Colección anónima de documentos sobre los Jesuítas, publicada con diversos
títulos en cuatro tomos. Madrid, 1768. Se citará en estas notas con la abreviatura
N. Col).
(2) Pedraza, Memorial 1.° y 2," (Ibid).
(3) Carta al Key, del año 1655 (Asunción, Arch. Nac. vol. 61, pieza 17).
(4) Informe de Fr. Gabriel de Valencia, expulso de la Compañía (Simancas, Es-
tado, 7381).
(5) Carta del Oidor Bl/isquez de Valverde al Rey á 15 de Enero de 1658.
(6) Apénd. núm. 45.
-177-
Jesiiítas como que de propia autoridad se hubiesen entrometido en la
jurisdicción temporal, ocultando los acusadores mañosamente la fa-
sioneros, y que les sean devueltas las que les habían sido tomadas de
resultas de la Cédula de 1661.
Esta fué la última orden, que ya no sufrió alteración hasta ser ex-
pulsados los Misioneros, ni aun después, porque era lo que exigía la
necesidad de aquel país.
IV
mados por junto, alcanzarían á ser tantos como los indios armados.
Y en efecto, desde los primeros tiempos en que se les dio licencia, tu-
vieron los Guaraníes, parte de las que les dio el fisco, parte de las que
compraron con los fondos de los pueblos, hasta ochocientas bocas de
fuego. -Poner todo este armamento de mosquetes, arcabuces, pólvora,
balas y cañones, en poder de los indios y enseñarles á manejarlos, ha-
bía de ser una perpetua tentación para excitar á unos ánmios, ya de
suyo inconstantes é inclinados á novedades, á que usasen de todo aquel
poder contra los mismos gobernantes, á quienes no podían menos de
— 179-
reconocer inferiores en el número de las tropas.— Y el día en que tal
mismo
rebelión se verificase, la responsabilidad había de caer sobre el
gobierno español, que inconsultamente había armado aquellos brazos.
mente; porque si esta razón hubiese resultado verdad, una vez dado
el paso, ya no tenía remedio.
Las demás causales que á ésta se añadieron con el tiempo, eran tan
ilusorias, que sólo pudieron tener alguna apariencia mientras duró
la ignorancia, ó mientras maliciosamente se repitió la calumnia y se
ran resistir á sus agresores los mamelucos con las antiguas armas de
flechas, garrotes y piedras, era cosa excusada. Los españoles, aunque
quisieran, no les podían socorrer por la grande distancia; y ya se
habían visto casos de llegar sólo cuando habían desaparecido los ene-
migos después de hecho el daño, destruido el pueblo, cometido mu-
chas crueldades y Uevádose gran número de indios en estado mise-
rable para venderlos por esclavos. Por el contrario, la experiencia
estaba patente de que unas pocas armas de fuego en manos de los
indios habían bastado para animarlos tanto, que habían logrado la
tianos por hacerlos sus esclavos, y á ejercitar sus crueldades con las
personas, y dejar el rastro de su paso en las ruinas de pueblos y pro-
fanación de santuarios; sino que juntamente pretendían quedar por
dueños de aquellas comarcas que habían asaltado; sea que, como al-
(2) Ibid.
— 182-
exponerse á un peligro que, aunque real y serio, era sin duda menos
cierto y quizá se pudiera conjurar. —
Pero lo que demostraban los Mi-
sioneros era que semejante peligro no existía, y su aprehensión no pa-
saba de ser un vano temor. Los Guaraníes se habían mostrado fidelí-
simos á Dios: luego también lo serían al Key. Por el alto concepto
que la enseñanza de los Misioneros les había hecho formar del Key,
profesaban tal obediencia á los Gobernadores, «qite d sola esta vos
de un Gobernador: El Rey me envía, se humillan, rinden y suje-
-»tan de manera que cualquier agravio que este les haga, lo llevan
T^con paciencia, y ni aun d pensar mal contra los Gobernadores se
^atreven, aunque los desuellen, por veneración sola del que los en-
•s>vía^ (1). — Demás de que, si los indios fuesen inclinados á maquinar
rebelión contra el dominio español, en la ocasión presente lo harían
y lograrían su intento, sea con armas de fuego, sea sin ellas, con sólo
tonces había manifestado que los indios armados con armas de fuego
no sólo no se rebelaban, sino que defendían con valor los dominios de
la monarquía; como lo hacían las dos compañías de indios del Callao
nes victoriosos con las armas de fuego, fué por el orden y dirección
V.
mistades que alimentaban con los infieles de otras razas y aun con
los españoles; y mucho más desde que en ellos empezaron aecharse
los paulistas, asaltándolos con sus aliados los tupís; hubo cierta orga_
nización entre ellos ya desde su gentilidad. Los más valerosos 3' pru.
dentes llegaban á hacerse caciques; y el cacique ó tubichá, fuéselo
por suá méritos ó por haberlo heredado, era el capitán general de to-
dos sus indios en cualquier caso de guerra, de suerte que ningún otro
podía entrometerse en la dirección de sus subditos. Así resultaban
formados tantos cuerpos independientes como cacicazgos concurrían
á una guerra; y sólo por algún común acuerdo podía determinarse
-184-
algo fijo sobre el modo de operar. (1) Parece, no obstante, que cuando
la guerra era más seria y abarcaba territorio muy dilatado, dejaban
tal sistema, contrario al buen éxito de las operaciones, y reconocían
«Retrato del Rey. 23L El retrato del Rey nuestro Señor 3' sus
armas es debido 3^ justo que se tenga en la armería, para que á sus
tiempos se ponga en público, como se estila. P. Visitador». [Antonio
(1) Así en Brabo, Inventarios, pág. 10, aparece la enumeración de los trajes
de gala de la milicia infantil: un Comisario, un .Sargento mayor, un Maestre de
campo, cuatro capitanes de caballería con sus cuatro alféreces y tenientes, cua-
tro ayudantes, cuatro sargentos, cuatro capitanes de infantería con sus cuatro
alféreces.
— 187-
banda del Uruguay harán por su parte la espía de los pinares en los
tiempos acostumbrados: y se les señalará paraje adonde dejar sus
señas. P. Ignacio Frías. P. José de Aguirre* (1).
De los ejercicios y simulacros de los Guaraníes, sabemos por las
memorias que nos han trasmitido algunos autores (2), que los tomaban
con muchas veras y empeño; y que era necesario poner en la misma
plaza donde se verificaba la fingida batalla, algunos indios de juicio
armados de buenos garrotes, para que, al enardecerse los ánimos en lo
recio de la pelea, separasen los combatientes y evitasen alguna des-
gracia.
Cuando los Gobernadores querían valerse de la milicia Guaraní
para empresas de importancia, solían enviar unos meses antes algún
con sus necesarios auxiliares, y ellos por una tem-
oficial instructor
porada dirigían el ejercicio militar, dándoles los PP. todos los me-
dios, hasta que los escuadrones indios estaban adiestrados á su satis-
ellas puedan llevar del Reino de Chile algunos hermanos que haj'an
sido soldados (4)».
Para formar idea de los simulacros guerreros de los Guaraníes;
bastará leer viva y animada descripción de uno de ellos, que tras-
la
cribimos textualmente del Dr. Xarque (5). Refiere este autor como,
habiendo salido en 1679 dos destacamentos de Guaraníes á explorar
la banda oriental del Uruguay, por haberse recibido noticias de que
el Gobernador don Manuel de Lobo enviaba tropas á fundar un esta-
blecimiento portugués en tierras españolas; capturaron á cierto Ca-
(1) El capitán, á quien no nombra el Dr. Xarque, era Jorge Suárez Macedo,
lugarteniente de Lobo, quien con una pequeña partida de portugueses se había
internado en país español á explorar el terreno.
— 189-
animaban en las escaramuzas trabadas para celebrar la fiesta, sino
también en los asaltos de verdad; pues las milicias Guaraníes fueron
las que decidieron la toma de la fortaleza construida por los portu-
VI
OFICIALES DE MILICIA 56
Junto con la elección y proclamación anual del Cabildo de que se
ha hablado (1), se verificaba en Doctrinas la de los oficiales que habían
de ejercer los cargos de milicia: y cuando los cabildantes tomaban
sus varas, tomaban también los militares sus insignias (2). La enume-
ración de los cargos se ha visto en el capítulo anterior: y aunque
igualmente existía esta clase de oficios en los pueblos de indios go-
bernados por clérigos ó por religiosos de San Francisco; no obstante,
la costumbre había introducido que ni unos ni otros se presentasen
cada año para recabar la aprobación del Gobernador de la provincia,
sino que únicamente los confirmaba ó ponía otros de nuevo cuando
pasaba al pueblo para hacer la visita.
duda que el P. General debió quedar sin recelo alguno, pues en la co-
rrespondencia no se descubre en adelante rastro de reprensión ó ex-
trañeza.
—
beneficiaba la yerba. 5. Ganadería.— 6. El Abambaé.—l. El Tupambaé. 8. La —
—
propiedad en las Doctrinas. 9. Una dificultad, y resolución del P. Muriel.
PLANTAS CULTIVADAS
Las dos plantas que constituyeron el sustento de las Reducciones
eran el maíz, Zea mais, y la mandioca, latropha manihot, Linn.; á
clase de pan usado ya sea tierno, ya sea duro, en cuyo caso le llaman
mbuyapé ata, pan fuerte ó bizcocho. También usan de varios modos
de las raíces secadas al fuego ó al humo (2).
II
III
59 LA YERBA
(1) Relación de las Misiones de Guaraníes, § Reliqua etiam civilis, prop. med.
-199-
lidades que en ella señaló elhermano Montenegro, antiguo enfermero
Jesuíta de las Misiones, de servir de remedio contra las cámaras ó
diarrea tomada con sal, contra la relajación general de los miembros
ocasionada del calor y sudor, ó contra insolaciones, si se toma la
infusión en agua fría; no sólo tienen la confirmación que él ya alega
de la experiencia de los indios; sino también un fundamento presun-
tivo de mucho valor en los análisis químicos que se han practicado
de esta planta. Pues, aunque todavía se pueda desear mayor preci-
sión que la que ofrecen los análisis cuantitativos hechos hasta
ahora (1), los análisis cualitativos, desde el primero que publicó el
(1) Parodí, Notas sobre algunas plantas usuales del Paraguay, de Corrientes
y de Misiones, art. Caa-mí, pág. 33.
(2) En la Revista farmacéutica de Buenos Aires.
- 200 -
desearen cuanto á limpieza. Cuando se ha querido emplear en tazas
á la manera de las otras infusiones, el líquido, en vez de ser entera-
mente trasparente, ofrece el mismo color verde de la yerba, que á
algunos produce repugnancia: dicen además los peritos que esa infu-
sión que se prepara separada de la yerba, que llaman mate cocido,
pierdeel sabor y otras propiedades. No obstante, el mismo Dr. Pa-
IV
indios del Paraná, sólo que les era más fácil la vuelta, dejándose
llevar de la corriente; y estos detalles que nos ha conservado el
autor de la Relación de tas Misiones de Gnaranís (1), muestran que
(1) § cit.
(2) Gallardo, La industria yerbatera en Misiones; pág. 77, ed. Buenos Aires,
1898.
(3) Caküiel, De moribus gnaraniorum, s. Herba.
(4) Ibid.
-203-
miento que los Jesuítas emplearon para aclimatar la yerba en los
pueblos (hecho que no sólo consta en las Relaciones de los Misione-
ros, sino en las descripciones que más tarde hicieron de los restos de
yerbales aún subsistentes los que publicaron noticias sobre aquel te-
rritorio,y que está hoy patente á los exploradores por sus vestigios
de plantíos, como puede verse en el mapa últimamente publicado
por D. Carlos R. Gallardo (La Industria yerbatera en Misiones)
donde se ven los restos de yerbales en los quince pueblos de las Misio-
nes argentinas) y aun se han esparcido fábulas y consejas sobre este
punto; no estará de más transcribir aquí la explicación cumplida del
método, que dio el P. José Cardiel en su Breve relación, cap. V
número 45. El testigo es de completa autoridad, porque habla de lo
V
GANADERÍA 61
Parte de la agricultura es la crianza de animales útiles al labra-
dor. Los más importantes y de los que se conservan datos más cir-
prarlas á Yapeyú.
Mientras duraron las vaquerías de ganado alzado ó salvaje,
la operación de vaquear, es decir, de recoger para utilizarlas cierto
cada á los pastos del pueblo, era allí dividida en trozos, cada uno de
algunos miles, que reciben el nombre de rodeos, y se separaban unos
de otros por ríos, esteros ó zanjas. Para domesticar las reses, se re-
cogían en un paraje algo eminente ó en un cercado de palos. Esta
recogida se verificaba al principio cada día; y más tarde, dos veces
por semana; y se detenía el ganado junto por tres horas (3).
La cantidad de ganado vacuno que poseyeron las Doctrinas tuvo
de pueblo á pueblo, teniendo unos cinco ó seis mil, otros doce, otros
treinta, y algunos cincuenta mil. En cuanto al ganado alzado en las
estancias propias de los dos pueblos de Yapeyú y San Miguel, la
tabla lo califica de innumerable.
VI
EL ABAMBAÉ
62
Abambaé (abd indio; nibaé cosa perteneciente, posesión, propie-
dad) era el campo propiedad del indio particular, donde establecía
su cultivo.
El terreno de cultivo de cada pueblo estaba dividido en cacicaz-
gos, de suerte que cada uno de los veinte ó más caciques que había
en cada pueblo, tenía señalada para sí y sus subditos una porción de
-209-
mo campo, quedando en el pueblo solamente los que tenían sus
chacras en las inmediaciones. Hasta los niños y niñas iban en este
tiempo con sus padres, é interrumpían las acostumbradas ocupacio-
nes, á no ser que sus familias morasen en el pueblo.
Recogida la cosecha, á la que algunos añadían el cultivo de algo
Vil
EL TUPAMBAÉ 63
El TupiiDibaó (Titpá=Y)\o's,, 7)ibaé=cosa perteneciente, posesión,
propiedad), era en idioma Guaraní la hacienda de Dios^ hacienda
de los pobres (1); el campo común con sus frutos y ganado, que tomó
su nombre de los finesmás nobles entre los varios á que estaba
destinado, á saber, de la reparación y ornato de las iglesias y de la
piedad para con los desvalidos.
Elegíase el campo común de los terrenos más saneados del pue-
blo, 3^ de suficiente extensión para que en sembrar
él se pudieran
los frutos necesarios en abundancia: maíz, mandioca, legumbres }'
tierra.
El modo de cultivar esta propiedad no fué siempre el mismo.
Hubo ocasiones en que se empleaban en este trabajo como jornaleros
excusar el trabajo.
Al Tupambaé pertenecían igualmente los rebaños de ganado
vacuno de que se ha tratado poco ha; y algunos de ganado lanar que
se procuraban formar en cada pueblo, pero en los cuales se conse-
guía relativamente poco, por requerir esta clase de animales más
esmero, de que difícilmente eran capaces los indios.
Finalmente, al Tupambaé pertenecía el trabajo de la yerba que
se recolectaba, así para el uso diario de los indios, como para el pago
del tributo.
Débese notar, que á la manera que los Misioneros se empeñaron
en que los indios tuviesen cada uno su propia posesión y sementeras
VIII
gía otro para hacer sus sementeras (1). No era, pues, asunto de
ejecutar formalidades testamentarias para dejar á su heredero un
pedazo de tierra que no tenía valor y que en otra parte del cacicazgo
estaba seguro de encontrar mejor. Lo que tenía valor eran los
frutos, no en el estado en que se hallaban las Doctrinas;
la tierra,
IX
Podían tener telares en sus casas; pero parece que no los tenían,
juzgando por de menos trabajo el servirse de los telares comunes ó
de Tupambaé. Al lado de esta propiedad privada de instrumentos
estaba la propiedad común, en la que entraban los bue3^es para arar,
las armas de fuego, los barcos del pueblo y los talleres de diversos
oficios colocados en la casa parroquial. Había, pues, en cuanto á los
instrumentos, el mismo régimen mixto de propiedad que se veía esta-
blecido en todo lo demás.
CAPITULO VIII
ARTES MECÁNICAS 66
Por su situación en de las provincias y por la dificultad
lo interior
quedan algunos, como se verá al tratar de las ruinas (libro II. cap. 9,
al fin). Y que fueran obra de las Misiones, lo muestra entre otras
(1) Archivo Capitular de Faenza; Agginnta alia Cronaca Zanelli, fol. 31. A
20 de Setiembre de 1774 se estrenó el reloj.
(2) MuKiHL, Historia Parag-iiajensis, pág. 540, ed. 1779.
(3) PhramAs, Escandón, § 74.
- 223 -
algo se les quería apresurar, era cierto que en vez de lograrse mayor
prontitud, se perturbaría el operario y se echaría á perder la obra (1 ).
II
LA IMPRENTA g7
Digna de especial mención entre las artes útiles que introdu-
jeron los Jesuítas en Doctrinas, es la imprenta, que fueron ellos
los primeros en propagar en estas provincias.
Ya el P. Antonio Ruiz de Montoya, insigne Misionero en el
Guayrá, y Superior de las Doctrinas del Paraná, Uruguay y Tape
cuando los paulistas empezaron á destruirlas, había dado un gran
paso en esta materia haciendo imprimir en Madrid el año 1639 los
libros que podían servir para la enseñanza de los nuevos Misioneros
en el idioma Guaraní, y para la instrucción de los Guaraníes en la
doctrina cristiana: Gramática, Vocabulario y Tesoro Guaraní, y
Catecismo lato en Guaraní. Tres mil cuatrocientos tomos dice el
Padre Montoya (2) que tenía impresos entre todos, lo que hace creer
que quizá imprimiera quinientos ejemplares de la Gramática, Voca-
bulario y Tesoro, y novecientos del Catecismo, del cual había de
haber más necesidad. Y atestigua que, para representar las diversas
pronunciaciones, fué necesario fundir caracteres especiales (3).
y eterno ¡
desengaños con la me moria de la eternidad, pos-
crisol de
trimerías humanas, y principales misterios divinos, por el P. Juan |
III
LAS MINAS
(2) Ibid.
-227-
quista espiritual «que dicen afirmaron había arroyos y montes de
(1)
cosa se había de llevar por medios tan propios para eludir toda ter-
giversación ú oscuridad; porque al punto alegaron varias excu-
sas (4). Mas el juez, en 19 de julio, declaró las excusas por rechaza-
das, urgiéndoles para la ejecución de aquel descubrimiento de minas.
Entonces en nuevas peticiones protestaron «que en ningún escrito se
hallaría haber ellos dicho ni firmado que los religiosos labran oro,
ni que lo sacan» (5). En vista de lo cual, el Visitador los condenó en
graves penas de destierro y multas por haber pretendido imponer
su falsedad á la Audiencia, al Virrey y al Consejo en la materia de
las minas. Y en cuanto á las calumnias contra la Compañía, adem.ls
de declarar judicialmente su inocencia en virtud de la retractación
manifiesta de los reos, ordenó que ellos diesen otra satisfacción re-
conociendo no haber sido los religiosos ocultadores. Hubo alguno
que así lo hizo; y respecto de los demás que persistieron endurecidos
^y^ídíín ce^ftt^
^-¿Q
<-^''^^ ^ í^av^l /,^y,,</.
."V..
Tanta había sido la astucia de los que habían elegido aquel punto
tan delicado de las minas para forjar sobre él sus calumnias, que,
á pesar de haberse trasmitido todas estas actuaciones á Madrid,
todavía se buscaba de aUí nueva indagación y certidumbre, poniendo
entre los encargos que se hacían al licenciado don Fernando de Ira-
vedra cuatro años después el siguiente capítulo: «Asimismo averi-
guará por examoi de testigos y otras cualesquiera diligencias que
para ello puedan hacerse, si es cierto que en la provincia del Uru-
guay contenida en las del Paragimy, hay ó ha habido minerales de
oro, y caso que se averigüe haberlos habido ó Jiaberlos al presente,
han labrado.., si se han pagado quintos á su Majestad, etc.» (3).
si se
que peor es, hacer trabajar á los indios sin pagarles debidamente
sus salarios.
Una de las cosas que causa extrañeza en el informe es la inge-
nuidad con que su autor admitía cualquier noticia sobre la materia
de minas. Así supone que las campanas de los pueblos de Misiones
se habían fundido con cobre sacado de minas de aquel territorio.
Pero es porque ignoraba que muy bien declaró Xarque (2), á
lo
saber, que aunque los Guaraníes aprendían el arte de fundir, habían
de recibir de fuera el metal: El metal para campanas más vecino es
el de Coquimbo en Chile, que dista más de seiscientas legiuis, por
IV
para chimenea ó colector del humo. Por este hueco se introduce una
parte de la sobredicha piedra rota en pedazos menudos y machaca-
da, con seis partes de carbón de quemar. Pero antes de machacarla,
ha sido necesario tostarla bien al fuego,como previa diligencia para
hacer salir de ella toda la humedad que contiene, 3^ expeler sus espe-
sos vapores ó exhalaciones terrestres. menester que el Y como es
horno esté sumamente encendido^ se han de poner dos grandes fue-
lles para que el fuego se conserve incesantemente con toda su inten-
sión, 3" soplar con vehemencia sobre él; para que gradualmente,
como enseña el arte de la fundición, se separen unos de otros los
minerales: ca3'endo al y sobrenadando la escoria ó
fondo el hierro,
espuma del metal, que se escurre por un canal practicado al efecto.
Cuidase de ejecutarlo así durante veinticuatro horas: y entonces se
abre el horno, y por las puertas de abajo, con azadones largos de
hierro, se sacan las masas de metal, que todavía están enrojecidas:
y llevándolas al 3"unque así en caliente, las baten y consolidan bien
cuatro valientes herreros: estirándolas al fin y reduciéndolas á lar-
gas barras de hierro, de las que se pueden fabricar las varias herra-
mientas. Y no sin admiración se observa una cualidad que en los
hierros de Europa no se encuentra en modo alguno, 3^ es, que este
hierro que yo he encontrado, es el mejor, el más perfecto y duro
acero que jamás se haya visto. Dóyle la dureza y naturaleza del
acero, virtiendo sobre él más ó menos agua fría de fuente, cuando
todavía está el metal enrojecido, con lo cual voy templando y apa-
V
INDUSTRIA DE TEJIDOS
complicado. Lo que sí hacían era teñir lana y luego tejer telas lis-
abajo. —
4. Incomunicación de los pueblos de indios, según las leyes. — 5. Inco-
municación de las Doctrinas de la Compañía. — 6. El idioma Guaraní. — 7. Fun-
damento de las leyes que prescribieron el idioma castellano. — 8. Si los Misione-
ros ejercían comercio. — 9. Informes del Gobernador Robles. — 10. Y del
Gobernador Rege Gorbalán. — 11. Si eran ó no ricas las Doctrinas.
COMERCIO INTERIOR
quísimos los que lo hacen, por su flojedad. Tiempo les sobra. Había,
pues, que asegurarlo, plantando algo en el campo común. Pero no
siempre se podía proveer de lo suficiente en algunos pueblos, mien-
tras que en otros sobraba algo de la cosecha: en tal caso se compraba
para suplir á la necesidad, acudiendo al pueblo que lo tenía. En algu-
nos pueblos abundaba maíz y legumbres, ó el gana-
el algodón, ó el
VII
corriente que le dan el P. Díaz Taño (3), y los PP. Muriel (4), Monto-
ya (5) y Lozano (6) y algunos documentos oficiales, es de V3 de fuerte.
Estimábase una arroba de yerba (11,5 kilos) como dos pesos huecos,
una arroba de tabaco equivalía á cuatro pesos huecos, una fanega de
maíz era un peso hueco, etc. Y subdividiendo estas especies se pa-
gaba con media libra el equivalente de un real ó de medio, etc. Pero
además de los cuatro frutos ya enumerados, parece que había otros,
se vendían por el precio que era corriente, más alto ó más bajo
según las circunstancias, como cualquier otra mercadería. El precio
de la yerba en Santa Fe y en Buenos Aires, solía ser de dos pesos
de ocho reales por arroba, siendo verba escogida; )' menos, si era
de inferior calidad.
A de Santa Fe y Buenos Aires, conducían sus pro-
los puertos
ductos los indios de las Doctrinas, para pagar el tributo y proveerse
de los efectos que necesitaban. Para lo cual se ponían aparte los
efectos sobrantes, que casi en su totalidad, se reducían á la yerba,
á la cual se añadían algunas piezas de lienzo, y otros objetos en
pequeña cantidad, como pábilo preparado del algodón, cueros y
algunos artefactos de carpintería, mesas, escritorios, cajas con
obras de taracea, en que tenían gran destreza, y que por no haber
ebanistas ó artífices de esta clase, eran muy estimadas en las ciu
dades. Como lo sustancial era la yerba, que había de sufragar el
géneros que pueblo pedía y entregárselos á los indios para que los
el
pagar.y>
La expedición de los indios con sus balsas para Buenos Aires }'
VIH
IX
(1) Sevilla, Arch. de Indias; 76. I. 30. Lozano, Revoluciones del Paraguay, I,
102.
- 245 -
habitación ni los españoles, ni los mulatos ó mestizos, ni ios negros.
Ley 21, título 3, libro 6.° de la Recopilación de Indias: «Prohibimos
y defendemos que en reducciones y pueblos de indios puedan
las
vivir ó vivan españoles, negros, mulatos ó mestizos y mandamos que
sean castigados con graves penas, y no consentidos en los pueblos.»
Cf. ley 1, tít. 4, lib. 7.
Vese, pues, por esta exposición que los motivos eran do.'í: opre-
(1) «Los negros, mestizos 3' mulatos, demás de tratarlos mal, se sirven de ellos,
enseñan sus malas costumbres y ociosidad, y también algunos errores...» Ley 21
título 8. lib. 6.
fuera para sus granjerias y viajes (1), con gran fatiga de los indios, y
haciéndoles vivir separados de sus mujeres y de sus hijos y abando-
nar el cuidado de sus bienes y familia; y finalmente la usurpación
que con todas sus circunstancias se expresa en esta Cédula, de ocu-
parles por fuerza sus tierras y sus aguas, privándolos así del único
recurso que tenían en el cultivo del maíz para su sustento. Abuso
inicuo que también en las Misiones de los Guaraníes se produjo,
cuando más tarde, en virtud de las Ordenanzas de Bucareli, entra-
ron á vivir españoles en los pueblos de indios (2).
(1) Céd. aqui citada: item, Ordenanzas de Alfaro, Preámbulo y nn. 6. 18.
de uno que otro ejemplar que puede dar idea de lo que sucedía en el
Río de la Plata. Habla el P. Lozano (1).
«El general Martín de Ledesma Valderrama, caballero andaluz
»que había ya gobernado la provincia del Tucumán, empezó á go-
»bernar [la del Paraguay] el año 1633.. Visitó por orden de la real
«Audiencia las misiones que tenía fundadas la Compañía de Jesús
»en las márgenes del Paraná...»
«En esta ocasión de la visita y empadronamiento de los indios
recibieron estos tantos agravios de los soldados que acompañaron al
Gobernador, que no había ni mujer, ni hijo, ni cosa segura A su des-
enfrenado apetito. Por lo cual los indios parientes estaban muy alte-
rados, como no acostumbrados á permitir sin castigo semejantes des-
afueros, y les costó harto á los párrocos Jesuítas persuadirles la to-
lerancia y sosegarlos. Pero prosiguiendo en los soldados la licencia,
dieron aviso los de la Compañía al Gobernador para que los mode-
rase y contuviese porque no sucediese algún escándalo. Llevó pesa-
damente el aviso:... convocó de secreto los caciques á su casa, y los
persuadió con empeño á que le pidiesen en público echase de aquellas
Reducciones á nuestros nrisioneros, é hizo otras diligencias bien
opuestas á su oficio. Estas escandalosas acciones encendieron más á
los Guaraníes en el amor de sus padres espirituales..; y no pudiendo
recabar de ellos cooperasen á su designio, dio la vuelta á la Asun-
ción.»
De Gobernador y de su ida á los pueblos de Misiones se que-
este
jaba Diego de Boroa diciendo al Obispo de la Asunción: «Yo
el P.
tados (1).
biendo salir del pueblo todos los indios para transmigrarse á los
pueblos del Paraná, «el dicho Gobernador de mano poderosa se re-
servó tres familias (aun contra el beneplácito del General) para lle-
había pasado: y era ésta la que más que otra alguna convenía que
saliese de san Lorenzo en seguimiento de su marido. Pero el Go-
bernador no quiso obligarla por entonces, ni después tampoco, no
obstante que el Superior se lo suplicó, escribiéndole que su marido,
ya en la otra banda, clamaba por su mujer y así fué menester ;
X
INCOMUNICACIÓN DE LAS DOCTRINAS DE LA COMPAÑÍA
75
mación expresada con extraño desenfado — entre las otras del infor-
me de Barúa, que Felipe V, después de hacer examinar por tres
años todos los documentos sobre el Paraguay, calificó de falsas ca-
himnias ó imposturas de Barúa (4); y que con asombro se ve repro-
XI
76 EL IDIOMA GUARANÍ
y
castellano; conseguimos
si al principio recién llegados, des-
lo
materia.
Este es el modo como se cumplían las leyes sobre el idioma
en las Doctrinas. Cuanto se ha dicho sobre que los Jesuítas
prohibían en ellas la lengua castellana, es una voluntaria ca-
lumnia. Y la razón que se ha dado á tal prohibición no puede
ser más disparatada. Decíase que tenían prohibido el idioma
castellano para toda comunicación entre indios y
imposibilitar
españoles, y para que aun los que entrasen en Doctrinas no pudiesen
XII
gunda sesión en esta forma: «Que á los indios se les enseñe en idioma
indio». Y en el cuerpo del capítulo dice: «Puesto que el blanco prin-
cipal de la instrucción cristiana ó catecismo es la inteligencia de la
que hemos de creer, ya que con el ánimo se abraza la fe para ser
-261-
•que tiene el idioma indio en ser mejor entendido del indio. Sin duda
que Doctrinero explicaría las cosas con más propiedad expresán-
el
XIII
Santísima Virgen que se reza por la tarde, van los que han acudido
al templo á recibir mate, onza y media á lo menos por persona,
el
(1) Fasti novi orbis et Ord. App. Ord. CCCXLIl; itein iii Hist. Paraguajen.
Doc. LXIII. Paragiiaicae Societatis Reciirsiis, pars. IT, § \'. \'ide etiam Tus. Nat-et
Gent. p. I. Disp. XI, § II.
(2) § Oiierilnis depositis.
-265-
recolectado los indios; hubo veces de cuatrocientas cincuenta; otras
de setecientas, 3^ la vez que más fué de setecientas sesenta; siendo
así que en el pueblo se consumían seiscientas cincuenta por año; y
aun me consta que en el pueblo de San Carlos en 1740 se redujo la
yerba que hicieron los indios toda por junto á trescientas arrobas.
Si algo queda de la )'erba del año próximo pasado, ó de los dos, tres
y aun cuatro años anteriores, se pone aparte para el consumo de la
gente; y se sustitu3'e por otra tanta nueva de la que se acaba de
traer del bosque, para conducirla á las ciudades de españoles, porque
los mercaderes no compran la otra, que saben distinguir muy bien
por el color y olor. Además, los pueblos que han tenido menos feli
cidad en la recolección de la yerba, la han de buscar y comprar en
otras Doctrinas con la permutación de efectos ó con el alquiler ó
venta de barcas ó carros; cosa que hacen en cualesquiera otros gé
ñeros necesarios para el uso de los vecinos ó para llevar á las ciuda-
des, poniendo aparte lo que sobra y con ello comprando lo que falta.
La 3^erba del Paraguay, el tabaco, el azúcar, la bechara que se
ha podido recoger que no sea necesaria para el uso de los naturales;
todo eso se conduce á Santa Fe ó Buenos Aires.»
Ya se ve con esto cuan disparatadas son las calumnias del pseudo-
Anglés (1) que achaca á los Jesuítas el vender cada año, para prove-
cho propio, ciento veinte mil arrobas de yerba usurpada á los indios;
cuando á dos ó trescientas arrobas, que es lo que llevaba cada pueblo,
con trabajo llegaban á formar de ocho á nueve mil arrobas, que se
vendían, no para los Jesuítas, sino para el tributo; mientras de la
por lo menos tres mil varas para los varones, y mil y quinientas
para los niños. El vestir las niñas consumirá cuatro mil varas de al
vias y aguaceros; sino que es preciso hacer cuenta del daño que re-
ciben de los perros que roen el cuero día y noche, y de las aves
caracarás y gallinazos.»
«Hasta aquí he enumerado los cueros empleados dentro de los
pueblos; pero mayor cantidad se necesita para obras públicas y pri-
vadas fuera de los pueblos. Así, pues, además de los edificios cons
truídos en las treinta Doctrinas, unos de piedra, otros de barro, unos
más y otros menos perfectos según la posibilidad de cada uno, todas
las Doctrinas tienen algunos pagos ó pueblecillos menores. En ellos
hay una capilla para que ejerciten sus actos religiosos y de piedad
unas cuantas familias que viven en cada pago con un alcalde y ma-
yordomo indio. Y así como todas las Doctrinas tienen estos pueble-
cillos campestres, así también cada indio particular se fabrica su ca-
bana en las sementeras de propiedad privada ó abambaé que á , las
veces están bastante apartadas del pueblo; y á ellas se van por algún
tiempo. Pues bien, en esos pueblecillos y en esas cabanas, apenas al-
canzan á ver los ojos más que cuero. Levántanse las paredes forma-
das de estacas forradas de cuero. Todos los techos se cubren de cuero;
y así el tiempo seco; porque en empezando á
duran tanto como dura
llover, humedecidos y arrugados los cueros, resulta la casa inhabi-
table. Y no les cuesta gran cosa á los indios el abandonar la chozuela
vieja y fabricarse otra nueva. Esto es lo que se observa, no sólo
entre los Guaraníes, sino igualmente en las aldeas de españoles.»
- 268 -
Con estos datos procedentes de testigos bien informados acerca
de los lienzos y cueros, se puede ver qué caso se ha de hacer de los
cálculos y afirmaciones malévolas y arbitrarias, por no decir inspi-
radas por el deseo de calumniar, con que han dicho algunos que las
Doctrinas enviaban cada año á las ciudades ochenta mil 3^ aun cien
mil varas de lienzo, ó cincuenta mil cueros (1). Y á semejante des-
propósito en su cálculo han añadido la que no se puede excusar de
descarada calumnia, diciendo que todo eso lo usurpaban los Jesuítas
á los indios para su provecho.
Y estos ejemplos bastarán para apreciar en lo que se merecen
otros cálculos de esta clase, si alguna vez se presentan.
XIV
caban y procedían como comerciantes; sino que subió á los más altos
Tribunales, sindicando á los Padres de ocuparse en empleo tan im-
propio de su profesión, y pintando como muy necesario el remedio.
Ya se ha visto cómo representaba en 1672 el P. Baeza la difama-
ción propalada contra los Misioneros, por ver á los Procuradores de
Buenos Aires y Santa Fe ocupándose en agenciar los efectos de los
indios: cómo pidió que se exonerase á los Padres del cargo de pagar
el tributo, ó en último caso, que se encomendasen á otros párrocos
aquellas Doctrinas (cap. V, art. VI). Pero como á nada de eso acce-
dió la Audiencia ante quien se hacía la súplica, siguió siempre ade
lante la ocasión de la maledicencia, y con ella siguió la acusación de
comercio.
Desde 1674 hasta 1678 gobernó la provincia de Buenos Aires Don
Andrés de Robles, quien en su carta de relación al Consejo, fecha á
24 de Mayo de 1676, introdujo esta acusación, añadiendo que aunque
se había recibido con veneración el Breve de Su Santidad sobre no
tratar 3' comerciar los eclesiásticos, no se podía poner remedio á un
mal tan general; pues todos los eclesiásticos comerciaban, habiendo
hallado salida á este precepto; 3^ también lo hacían los religiosos,
(1) Pseiido-ANGLfes, m'im. 13; Garay, Prólogo, pag. CU, nota 3; Brabo, Inven-
tarios, Introd.
- '.'69 -
y expresamente los de la Compañía de Jesús, sin omitir cordobanes,
suelas, tabacos, paños, frazadas y otros géneros, especialmente la
verba en abundancia, valiéndose de la concesión que les está dada
para que puedan vender cierta cantidad para satisfacer la tasa de
los indios: y por si y por interpósitas personas gozan largamente
de esta conveniencia: y d su ejemplo relajan el Breve todas las de-
más Religiones. — Referíanse estas quejas á la Constitución de Cle-
mente IX expedida á 17 de Julio de 1669 que empieza Sollicitudo, en
la que se renueva á los eclesiásticos la prohibición del derecho sobre
(I) Wei.l, S. i. The suppression of the Societj' of Jesús in the portuguese do-
minions, p. 45.
-271 -
Con todo eso, la información salida de la boca de un Gobernador,
que se había de suponer sabía bien de qué se trataba, )' no tomaba
una cosa por otra, alarmó al Consejo Supremo de las Indias, y fué
causa de que se dirigiesen Cédulas Reales á los Superiores de las
Ordenes religiosas del Río de y entre otras una al Provin-
la Plata:
cidas no de razón, sino más bien de pasión: pondera que estas apa-
riencias únicamente concurren en los Procuradores, pues los indivi-
duos particulares nada poseen, y en los Superiores y Provinciales es
patente á todos que ningún aprovechamiento sacan del cargo ni para
sus personas ni para las de sus parientes ó familias: y después de
afirmar que n j se ha podido descubrir que aun los Procuradores se
ni
XV
80 INFORMES DEL GOBERNADOR REGE GORBALÁN
yerba: que era nada menos que añadirles un viaje como de doscien-
tas leguas entre ida y vuelta por el río Paraguay.
No primera vez que Rege Gorbalán enviaba semejantes
era la
XVI
SI ERAN Ó NO RICAS LAS DOCTRINAS
Lo dicho en los artículos precedentes suministra datos bastantes
para fijar la verdad en punto á la riqueza, mediocridad ó pobreza de
crean que cada año se sacaban 450 mil pesos de los cueros, vendiendo
150 mil de ellos á tres pesos cada uno (2). Los demás testigos redu-
cen notablemente guarismos: y alguno hay, cuya suma no pasa
los
de unos 25.000 pesos: siendo el promedio de todos, inclusos los dos
que más abultan, el de 70 mil pesos anuales. Y ni aun esta cantidad
se puede tener como ajustada á la realidad, por ser muy cierta la
reflexión que hizo el testigo que más prudente de todos anduvo en
sus respuestas, el canónigo Dr. D. Francisco de los Ríos. Este
respondiendo á todo lo demás, no quiso fijar ni aun aproximada-
mente la cantidad de frutos que se vendían, asentando el siguiente
fundamento: Y jiisga que sólo los Procuradores que llaman de
Misiones, y residen asi en aquel colegio de Santa Fe, como
en el de esta ciudad, podrán dar rasón cierta de la cantidad
que anualmente conducen á dichas dos ciudades (3). Que fué
decir que ninguno de los diez testigos podía hablar en cuanto á
la cantidad con suficiente conocimiento de causa, y sólo podían
pieza, esmero y orden, que hace aparecer todas las cosas como de
valor aún mayor del que tienen. Pero de aquí no se sigue que el
desierto donde viva un Jesuíta sea un país rico.
Nada más juicioso, por lo mismo, que el parecer del P. Lozano
al tratar de esta materia. «Ese gran reino» (el que pretendía Fré-
que pase del primer estado, todas son igualmente de tierra ó tapia,
por carecer de cal, aunque en parte no falta piedra. Los habitado-
res son sumamente pobres, sin extenderse su mayor riqueza á más
que algunas legumbres, y de comunidad algunas vacas para su sus-
tento.Ese gran reino no produce oro ni plata, da solamente la caña
de azúcar, tabaco y algodón, y éso no en todas partes, sino en al-
gunas, y con moderación, y de la misma manera la yerba del Pa-
raguay, de que sacan para pagar sus tributos al Rey de España, y
para mantener con alguna decencia sus iglesias. Cría ganado menor
en tal cual pueblo, y hay algunas frutas propias del país, que las
europeas ó no se dan, ó es con mucha escasez. Viñas no se pueden
conservar, por la plaga inagotable de las hormigas, trigo se coge (no
en todos los pueblos) lo suficiente y preciso para mantenerse los
Misioneros, sal no se halla en todo el país, el calor es excesivo en
la mayor parte, el clima sujeto á grandes tempestades, las fiebres y
serpientes-ponzoñosas, muy frecuentes y conocidas por sus frecuen-
tes efectos. Este es el gran reino» (1).
(1) —
Lozano, Revoluciones del Paraguay, I. 237. Véase como última muestra
el estado económico de un pueblo de Doctrinas (parece ser el de San José) tal
como lo expone el P. Bernardo Nusdorffer, Superior que había sido de las Misio-
nes por dos veces, 3' Provincial del Paraguay (carta de D. Juan del Campo,
Arch. Hist. Nac, de Madrid; Jesuítas, Sala 8.^, Armario 18-1-b-legajo 9; publi-
cada en alemán en 1768 en las Nene Nachrichten): Familias propias. 446.— Fami-
lias transmigradas del Uruguay, 258. — —
Personas, 3443. Cosecha de algodón en
1757, 1.050 arrobas.— Cosecha de lana, 50 arrobas.— Lo que se tiene que comprar
—
de uno y otro para vestir la gente, como 100 arrobas. Cosecha de yerba, 1.300
—
arrobas. Reservadas para el gasto anual de los indios, 756 arrobas, quedan 544,
de las que se enviaron 300 á Buenos Aires, pagando 177 pesos de flete, y 150
arrobas á Santa Fe, pagando 75 pesos de flete.— Cosecha de trigo, de 60 á 70
—
fanegas. Cosecha de maíz y legumbres, menos de la que sería necesaria para
sustentarse la gente en el año. —
Tabaco, no se da, y es menester comprar como
—
50 arrobas. Caña,-no se da.— Cueros, todos se gastan en el pueblo.— Ganado de
—
todo género, 20 mil cabezas. Mátanse en Setiembre, Octubre, Noviembre y
Diciembre 16 animales vacunos cada día, para dar carne al pueblo, el resto del
—
año se hace lo mismo cuatro días á la semana. Debe el pueblo 800 pesos; le
deben 600.
CAPITULO X
GOBIERNO RELIGIOSO
l. La Reducción.— 2. Las Doctrinas. — 3. La Iglesia. — 4. Artes nobles.— 5. La
música. — Danzas. — Ministros de la iglesia. — 8. El domingo. — 9. Congrega-
6. 7.
ciones. — 10. Semana Santa.— 11. Corpus. — 12. Fiesta del Santo. — 13. Estableci-
mientos de caridad. — J4. El Cura y el Compañero. — 15. Calidad canónica de las
Doctrinas desde 1655. — 16. Calidad canónica de las Doctrinas desde 1655 en ade-
lante. — 17. Las veces que estuvieron los Jesuítas para abandonar las Doctrinas.
— 18. Si eran Reducciones y Misiones.— 19. Visita del Obispo. — 20. Diezmos.
LA REDUCCIÓN
Resta para tener idea completa de las Doctrinas Guaraníes, con-
siderar el factor más importante en ellas: el que les dio origen y
fué perpetuamente su principio de vida, la religión, y esto se hará
en el presente capítulo.
Mientras las agrupaciones de infieles que se trataba de convertir
á nuestra santa fe estaban en sus principios, eran llamadas reduc-
ciones, nombre muy apropiado, porque los indios, sin ser muchos de
ellos todavía cristianos, se reduelan á pueblos, dejando sus antiguas
viviendas aisladas, lo que expresaban los castellanos diciendo á
veces que se reiiucian á criiB y campana, por erigirse cruz en el
gidas por los Jesuítas, nos han dejado noticias las Cartas armas, que
en maj^or ó menor número se conservan, y el libro de la Conquista
espiritual del P. Montoya. Los principios de la reducción eran siem-
pre muy trabajosos, por más que los auxiliara en los indios cierta
dosis de buena voluntad y apego á los Padres. Era necesario des-
brozar aquella selva inculta de vicios groseros y profundamente
arraigados, é ir remediando el desenfreno de la lujuria y la poliga-
mia, la borrachera, la ira y la facilidad de pasará ensangrentar las
manos ó de mover guerra á los vecinos, y la misma antropofagia:
excesos que descubrían bien á las claras al hombre degradado de su
primitivo estado por haber abandonado la verdadera religión, sumido
cada vez en mayor profundidad de miseria moral; no á un hom-
bre inocente de la naturaleza fantaseado por algunos soñadores. Y
todo esto había de hacerse con tacto, en su tiempo y sazón, so pena
de perder en un día el fruto de todos los trabajos precedentes.
Entretanto los Misioneros eran un ejemplar que ponía á la vista
(1) Mastrilli Duran, Littrae ann. Prov. Paraguariae, 1627, págf. 38, 43.
- 282 -
prescripciones de la más estricta observancia regular; la clausura
el silencio aun durante su frugal comida, que era siempre acompa-
ñada por la lectura de algún libro piadoso en latín ó castellano (1).
más que un plato de habas cocidas con agua pura, que se repitió
cuantas veces fué necesario, pero no se varió, sin tener siquiera
pan ó galleta con qué comerlas (2). Y vez hubo que los Misioneros
perecieron consumidos de inanición por faltarles del todo el sustento
conveniente, como sucedió con los Padres Martín Navarro Urtazún
y Baltasar Seña (3). Agregábanse las molestias del clima, entre las
cuales no es la menor la de unos terribles mosquitos que no dejan
punto de reposo de día ni de noche, como lo experimentaban aun los
que de paso tocaban en Natividad del Acaray (4). Ni había en oca-
siones medio de proveer á las más urgentes necesidades: porque el
sínodo ó pensión que el Rey ordenaba se diese á los Misioneros para
su congrua sustentación, ó no estaba señalado, ó estándolo, no lo
recibían ellos, como consta de los del Guaira en 1627 (5).
La principal práctica cristiana que desde luego se había entablado
era la enseñanza de las cosas de nuestra santa fe necesarias para
salvarse y que habían de disponer para recibir el santo Bautismo.
Hacíase, pues, catecismo todos los días separadamente á niños y
niñas; dos veces por semana á los adultos, y tres á los viejos que no
iban ya al trabajo del campo; y se añadían los catecismos parciales
á una ó á varias personas cuando lo exigía su especial necesidad (6).
(1) P. BoROA en Trelles, Rev. del Archivo, tomo JV, pág. 46.
(2) Mastrilli, pág. 51.
(3) Id.pág. 51.
(4) Id.pág. 52.
(5) Pág. 54.
(6) Mastrilli, pág. 41.
(7) BoROA, pág. 74 y 77.
(8) P. Mastrilli, pág. 49.
C9) Pág. 58.
(10) Pág. 46.
(11) Pág. 56.
- 284 -
más es, no sólo huían de sus antiguas torpezas, sino que se aplicaban
á la mortificación cristiana de su cuerpo, juntándose en la iglesia los
adultos en algunas partes varias veces por semana y castigándose á
sí mismos con rigurosos azotes (1). Lo cual muy especialmente tenía
II
83 LAS DOCTRINAS
Cardiel, quien poco más abajo añade: «Por la tarde, al oir la campa-
«na, que ellos llaman tain tain, acuden á la iglesia, habiendo un cela-
»dor que cuando faltan les avise... por verano á las cinco y á las
«cuatro en el invierno... Llegados á la iglesia, dos de los de más
«clara voz rezan Padre nuestro y las otras oraciones, alternando
el
«con los demás. Luego salen cuatro y poniéndose dos á un lado y dos
ȇ otro, repiten el catecismo con sus preguntas y respuestas. Unos
«preguntan: ¿Hay Dios? Y responden los otros: Si liay. Este cate-
«cismo es corto, ordenado por el concilio de Lima, de suerte que en
«breve tiempo se recita todo hasta el fin. Después del catecismo,
«uno de los Alcaldes de niños, que siempre asisten al Catecismo,
«avisa Padre que ya es hora de explicar la Doctrina. Lo que el
al
«Padre hace, yendo allá con la cruz como báculo de ocho palmos de
«alta y gruesa como el dedo pulgar. « De lo que á continuación dice
el P. Cardiel y de lo que aún más distintamente expresa el autor de
- 287 -
«júntanse en ella las personas mayores de uno y otro sexo antes de
»la misa, separadas de los niños. Llevan la voz cuatro hombres que
»se ponen en medio de la iglesia, é hincados de rodillas rezan el Pa-
vdre nuestro y las demás oraciones, respondiéndoles todos. Siéntase
»luego todo el pueblo; y de los cuatro que quedan en pie, dos pre-
»guntan: ¿Hay Dios? Los otros dos responden: Sí hay. el pueblo Y
«entero repite: 5/ hay. Siguen los dos primeros: ¿Cuántos dioses hay?
«Responden los otros dos: Uno, y lo repiten todos. Y de esta manera
»van repitiendo todo el Catecismo, como se ha dicho de los niños».
«Lo que las personas mayores rezan en el templo, lo rezan al mismo
»tiempo niños y niñas, aquéllos en el patio, éstas en el cementerio.
»Luego entran á misa y sermón» (siendo el sermón unas veces mo
ral,otras explicación de un punto de Catecismo). «Después se divi-
«den en dos secciones: Una de niños y varones adultos, que van al
»patio parroquial; otra de niñas y mujeres, que se colocan en el
les era común con las mujeres. Los hombres entraban por la puerta
que daba al patio parroquial: las mujeres por las de la fachada que
caían á la plaza. Las mujeres ocupaban la última parte de la iglesia
radores era tal, que en sus dilatados viajes al través de los bosques
ó á lo largo de los ríos que navegaban, volvían á renovar á la mañana
y á la noche sus cánticos, sus oraciones y Rosario á la Virgen, co"
brando fuerza con las prácticas piadosas para sobrellevar todas las
fatigas. «Emprenden viaje», dice el P. Cardiel (2j, «confesando y co.
»mulgando con piedad cristiana. Cuando ya todo está á punto, acu-
»den á la iglesia con la efigie de la Virgen ó de algún otro Santo
»que toman por patrón. Colócanlo en su peana, y rezan y cantan,
«acompañándoles algún músico. Van al Cura, quien les echa un
»breve sermón sobre el objeto del viaje y el modo como deben por-
»tarse fuera de su pueblo... Dan vuelta á la plaza, llevando en andas
»su imagen, tocando uno que otro las campanillas además de las
«flautas y el tamboril. No hay viaje sin llevar su Santo, ni sin sacris-
»tán que cuide del Santo, ni sin castañuelas, flauta y tamboril...
»Antes de ponerse el sol dan fin á la jornada, sea que caminen por
«tierra, seaque vayan por agua: y lo primero previenen su capilla
»de ramas para el Santo. Luego rezan el Rosario y cantan sus ora-
aciones. Sigúese la cena, que tanto en casa como fuera toman al
«anochecer. Duermen toda la noche. Levántanse á la madrugada...
»y salido ya el sol, vuelven á hacer sus oraciones delante del Santo,
»al cual para eso han dejado por la noche en su capilla. Después de
»las oraciones sigue el himno, que entona algún músico jubilado,
»que siempre hay.»
El Bautismo se administraba solemnemente los domingos por la
tarde; y eran muchos los bautismos en que no se hacía más que su-
licencia de usar del privilegio una vez á cada Obispo que tomase po-
sesión de su diócesis: y era en éste obligatorio concederla, siendo
con eso ya válida para mientras durase el Prelado en aquella Sede.
Los sacramentos de confesión y comunión eran frecuentados con
devota preparación, no contentándose generalmente con el cumpli-
miento pascual obligatorio, y señalándose en el fervor 3- frecuencia
de confesar y comulgar los que pertenecían á las Congregaciones.
Al llegar el tiempo del cumplimiento pascual, que para los indios
por privilegio del Papa duraba desde el domingo de Septuagésima
hasta la octava de Corpus, salía cada Cura de su pueblo é iba á sus-
tituir á otro, á fin de que los feligreses con más llaneza pudiesen
santa fe, sobre los preceptos y demás cosas del Catecismo; sino que
asistiendo miércoles y viernes al sermón que en tales días se les
hacía sobre la fervorosa enmienda de la vida, tomaban después de él
que aun en las ciudades de españoles los había sino uno que otro,
ni
III
LA IGLESIA
(2) Ibid.
(3) Bkaho, Inventarios, pág. 138.
— 295-
» trece varas: las paredes son de piedra labradura [sic] como de si-
»sin éstas, tiene otras cuatro ventanas á segunda luz al corredor del
»patio principal, y otras cuatro correspondientes al corredor del ce-
»menterio... Tiene la iglesia su hermosa fachada y las tres puertas
»principales hacia la plaza con sus nichos y cornisas de piedra bajo
»del pórtico, que tiene de ancho ocho varas, y de largo cuarenta
avaras, sostenido por ocho columnas [de piedra] con la altura co-
»rrespondiente á la iglesia, con otras cuatro puertas, dos al patio
-297-
IV
ARTES NOBLES 85
Así como los Guaraníes ejercitaban las artes mecánicas á fin
alma de los Guaraníes. Aun de los primeros tiempos en que con gran
trabajo se iban organizando las Reducciones en las remotas comar-
cas del Guayrá, nos dice el P. Montoya que eran las que hubieron
de desamparar con tanto duelo en la invasión de los paulistas «muy
lindas y suntuosas iglesias» (1); y refiriendo los sacrilegios de aque-
llos desalmados piratas, añade: «Llegaron al despoblado pueblo,
«embisten con las puertas de los templos, y como hallaron resisten-
»cia en abrirlas... hicieron pedazos las puertas, que su labor } her-
»mosura pudiera recelar su atrevida mano... embisten con los reta-
»blos, derriban sus columnas, dan con ellas en tierra, y á pedazos las
«llevaron para guisar sus comidas...»— Y de los tiempos posteriores
dice el Dr. Xarque: (2) «La inclinación al culto de su santo Templo
»es tanta, que repetidas veces instan á su Cura para que les deje
«renovar la iglesia ó fabricar otra mejor. Y en obteniendo las licen-
»cias necesarias, se convocan unos á otros á juntar los materiales,
«derribar en el monte las maderas necesarias para levantar á Dios
»casa tan digna, que cada pueblo quisiera que fuera mejor la suya.
»Y con este celo, si ven que en otro templo hay ornamento, lámpara,
«retablo ú otra alhaja que no tengan en su iglesia, no paran hasta
«conseguirla semejante ó mejor, fatigando sus fuerzas, y atenuando
»su pobreza hasta quitarse el bocado de los labios, porque haya con
»qué comprar telas y piezas de Plata, que es menester llevarlas desde
«Potosí ó Lima, casi mil leguas, con excesivos costos».
Con este celo tienen «tales iglesias, que parece increíble á los
«que las ven el que no las hayan fabricado grandes artífices.Son las
'>más de tres naves, y algunas de cinco, }' las ha}^ con crucero }' me-
»dia naranja, cubiertas todas de madera, son muy capaces y claras.
»Laque más tiene cinco altares, porque ni son necesarios muchos,
>ni fuera posible conservarlos todos con igual adorno, curiosidad y
-300-
»limpieza que los pocos gozan. Tienen retablos dorados, hechos de
«maderas á moderno, con ensamblaje de columnas y cornisas en-
lo
V
LA MÚSICA 86
La que entre todas las artes nobles más cautivó )'a desde un
principio los ánimos de aquellos naturales, fué la música. En efecto,
en las narraciones auténticas de los Misioneros, tenemos consignado
como un hecho, lo que sin un testimonio tan digno de fe, pudiera
parecer poética ficción de un ánimo dominado por la fantasía. Los
misioneros navegaban por los ríos en pequeñas canoas, y entrete-
niéndose en tocar á ratos la flauta como alivio de sus fatigas, veían
de los bosques multitud de indios atraídos por aquélla para
salir
VI
DANZAS on
Complemento de la música en sus grandes fiestas eran las danzas
públicas. Nada en ellas de lascivo ni desordenado, sino todo muy
honesto, así como era muy artístico. No entraban en la danza muje-
res, ni tampoco los adultos, sino sólo cierto número de niños elegidos
como los músicos de la escuela y divididos en sus cuadrillas; quienes,
debajo de la dirección de su maestro propio, ejercitaban su arte para
aprenderlo y conservarlo una vez á la semana, y los demás días iban
con los otros niños á los trabajos del campo. Las demás personas
del pueblo concurrían á estas danzas con la ordinaria separación de
sexos como espectadores de un ejercicio gozoso y festivo.
Las danzas en que se ejercitaban no eran bailes vulgares, sino
que todas eran danzas de las que llaman de cuenta, esto es, figura-
das ó simbólicas, en que artificiosamente se representa ó enseña
fantes.— Otra vez aparecían cuatro augustos Reyes que, llamados por
la señal de la estrella, venían cada uno de los cuatro diferentes
extremos de la tierra para adorar al Rey de Reyes y Señor de los
que dominan; y encontrándolo recostado en el seno de su amorosa
Madre, le humillaban con veneración sus cetros y coronas. — Traían
otra vez al centro de la plaza las banderas y algún emblema de la
sentado cerca de allí. Mientras los Angeles, cargados con sus armas
y las de sus enemigos, mueven su ejército en círculo, aparece la
imagen del Niño Jesús sentado en su trono, á cu3^o lado hay un coro
de músicos que cantan e\ Jesu dulcís menioria. Acércanse de dos en
dos los vencedores con paso ordenado y le ofrecen los despojos. Todo
lo cual se hace al compás de la música.
Añade el P. Peramás que celebrando el General Cevallos fiestas
públicas en el pueblo de San Borja por el advenimiento al trono de
Carlos de España, hizo llamar de los pueblos á los cantores y
III
VII
MINISTROS DE LA IGLESIA 88
Como aun la misma ley española lo prescribía (2), en cada pueblo
había un sacristán principal indio con cargo de guardar los orna-
mentos sagrados y cuidar del aseo del templo. Debajo de su cuidado
ngrados ritos» (3). «Con semejante aseo estaban siempre todas las
«albas, amitos y manteles de los altares, sin tolerarse en ellos gota
»de cera ó mancha alguna: y si acaso caía, se ponían otros mante-
»les más limpios. Para barrer 3' regar la iglesia, había muchas per-
»sonas señaladas, que la tenían todos los días como las salas más
«principales de un palacio» (4). «Todos los altares», dice el P. Car-
diel (5), «están adornados con candelabros de plata. De los cinco
«colores de la Iglesia ha3^ tres frontales para cada altar 3^ otros
''tantos ornamentos sacerdotales distinguidos con preciosas cintas:
»de primera clase, de segunda 3^ de uso ordinario.»
Los monacillos eran seis, y todos ellos asistían en el presbiterio
en la misa cantada; dos respondían, dos llevaban el incienso 3' naveta,
(1) Xarque, Parte III, cap. XVI, núm. 4; Relación de las Misiones. §. Relí-
quum diei.
(2) Relación de las Misiones. § lamvero.
(3) Xarque, part. III, cap. XV'II, núm. 2.
(4) Id. cap. XVI, niim.5.
(5) De moribus Guaran, cap. \'I, § Altaría.
- 307 -
y otros dos los ciriales, que, como los incensarios, eran de plata.
En las misas de cada día, para el altar ma3'or asistían cuatro de
ellos, y para los laterales, dos. Su vestido propio cuando servían al
VIII
EL DOMINGO 89
Al domingo llamaban los Guaraníes día de fiesta por antonoma-
sia (4). Al abrirse los domingos la iglesia por la mañana, entraban
hemos declarado en otro lugar, mientras los niños hacían otro tanto
en el patio parroquial y las niñas en el cementerio. Seguíase el As-
perges con capa pluvial y la misa mayor, que cantaba el Cura con
todo el coro de músicos, asistiendo en el presbiterio los seis mona-
cillos:y en ella se celebraban los matrimonios cuando los había, y
se predicaba sermón todos los domingos. Después de la consagra-
ción, el coro cantaba algún himno ó motete en latín ó castellano, y
algunas veces en su idioma Guaraní; }' como la música estaba aco-
Compañero; 3' uno de los domingos de cada mes se elegía para tiro
IX
CONGREGACIONES QQ
Son Congregaciones cuerpos orgánicos que por la vitalidad
las
•de la Iglesia se forman en su seno, y en las que se juntan los fieles
SEMANA SANTA
(1) Relación de las Misiones § Orto iam; Cardiel, De morib. Guaran, capí-
tulo VI §Duae sunt; Xar(,)uf.. part. III, cap. XV, §5.
(2) MoNTOYA, Conquista espir. § XLI.
-311-
el Señor, c iba acompañado de dos hachas una á cada lado. Ordena-
dos en el patio parroquial, 3^ pasando por delante del Preste, que es-
(1) Cardiel, De mor ib. Guaran, cap. VI, § Pleno musicorum; Xarque, part. II' ,
XI
CORPUS 92
Donde entre todas las fiestas del año lucía preferentemente la
piedad y suave devoción de los Guaraníes, era en la fiesta del Santí-
simo Corpus CJiristi. El día precedente se cantaban solemnes Víspe-
ras, dividiéndose los músicos en tres ó cuatro coros que alternaban
en los salmos, 5^ asistiendo todo el pueblo. Seguíase alguna danza en
la plaza 3' el Rosario de la tarde. Antes de amanecer el día de la fiesta,
el repique solemne de campanas despertaba á todo el pueblo. Des-
pués de confesados los que habían de comulgar y no lo habían podido
hacer én los días antecedentes, y de alguna devota danza como la
tarde pasada, mientras el pueblo se acababa de congregar en la pla-
procesión» dice Dr. Xarque (1) «}' lo más grato al Señor á quien
el
XII
y luego el convite.
Para estos convites, que tenían lugar también en algunas otras
fiestas principales, se prevenían en diversos parajes del pueblo me-
sas colocadas en los corredores ó soportales que había delante de las
casas, señalando á alguno de los cabildantes ó caciques más respeta-
dos para que cuidase de todo lo necesario á cada sección. Distribuíase
á cada sección de parte de mañana una vaca, que ellos cuidaban
de preparar para el convite, añadiendo de su parte legumbres, bata-
XIII
ESTABLECIMIENTOS DE CARIDAD
(1) Anua de las reducciones del Uruguay en 1637, en Trelles, Rev. del Ar-
chivo, tomo IV, pág. 73.
(2) Ibid., pág. 77.
•
•M()ii t|iic les ;icii(li.i II 1 1 .1 \(ii(l(>l<s |( 11,1, V ;i^ii;i, y (le i oiiici , con mil
Aclio ( liid.ido, \' siilldo los (iilciiiios ;'l veces C.'ISÍ (loscHli toS". I'llcí ;i
I'^l coli^u;i/.ú esl,il);i (lestiii;ido ;'i ;ill)ein;,i|- lod.'is l;is viiid,is (l( I piieMo
que volniít ;iii,iiiieii|e (piei i;iii vivir .dli; l;is cu;iles lorin.i h.in uii.i
especie de ( ( )in u Pid.id f (»l)'iii;id,i por uii.i siipeí loi.i ;iiiei;i ii;(: ( ii;indo
p;i(.lres ('»
p;ii leiilcs (pie euid.isen de ( ll.is; y l;iinl)ii'ii l;is viii(l;is eii\'o
n.'ilinente, ( r.in eiivi.id.is ,illi l.is iiinjeics (pie li;il)i;iii de snlrir peni-
tfnci;i de i'í lusi'Mi por ci'i (.0 (ii-mpo. I';ira todo esto había sus di-
p,irt;i meiltos espeei;ile',. I ,;i coiist I IK ( KMl de 1,1 c.isa de [(d 11^.", i( »
'')
d'
rc:c()^idas er;i l;i misma (|iie l;i de l,is casas del pueblo: de un solo
piso y c()n sop')it;iles cori'idos; s(')lo cpie ('-stos daban ;'i la p.iile inte-
rior. L;is |iersoii;is (pie vi vi;in en l.i c;isa (!<! rcro^id;is eran siis(( li-
tadas con los h.iberes d(d comriiid«l pinlilo. A yiid;i l),in l;iinl)iiii ;il
'¿\ Ol'i.AM/A. ló- II. |,|' I A', une f |/í,v A'. i.lIAWAN'll'
-322-
propio de los Guaraníes era generoso 3" hospitalario, tan inclinado á
socorrer á los necesitados, que compartían con ellos cuanto tenían
sin acordarse de sí; y esto no sólo sucedía de individuo á individuo,
sino igualmente de pueblos á pueblos.
XIV
95 EL CURA Y EL COMPAÑERO
las primeras Doctrinas, San Ignacio guazú, Loreto 3' San Ignacio
del Guaira. Conforme á las Constituciones de la Compañía 3' á los
XV
práctica que las Doctrinas eran parroquias, era preciso que las aban-
donasen si quedaban en ellas, estuviesen suje-
los regulares, ó que,
nes expresas que del Rey tenía (3). Esta decisión reprodujo la Au-
diencia de Charcas en su provisión de 28 de Enero de 1653 (4).
todos los privilegios concedidos á los Regulares por San Pío V, que
se apartasen de la norma del Tridentino. Y aunque parece que la re-
vocación no alcanzaba al Breve Exponi nobis, por ser dado á peti-
ción del príncipe y no hacerse expresa mención de él; luego se in-
tentó en Perú por los Obispos excluir á los religiosos de sus Doc-
el
XVI
cio de cura; 3.° que la remoción de los sujetos quedaba libre al Pre-
lado regular; de suerte que, cuando tuviese causas para ejecutarla,
lo pudiese hacer sin manifestar sus causas al Gobernador ni al
Obispo los tres que nombrase el Prelado regular; otra, que en la re-
moción dependían únicamente del Prelado regular. Lo primero, po-
día en rigor concillarse con el Tridentino, pues aunque la regla ge-
neral para la provisión de parroquias sea el concurso, no deja de
ofrecer cabida para algunas excepciones. Lo segundo no parece que
se pudiese hacer sin especial dispensación apostólica; 3' en esto sin
duda hubo de usarse del privilegio de San Pío V.
De tal manera acusaban los enemigos de la Compañía á los Pa-
(3) Cap. V. §. 4.
-329 -
dres en Madrid, que dieron á entender que los Jesuítas del Para-
guay de ningún modo obedecerían á la Cédula, por no querer su-
jetarse al Obispo; \' así. la Cédula fué enviada al Presidente de la
XVII
- 330 -
Proponiendo esta materia el Procurador de la Provincia del Pa-
raguay P. Juan Pastor al M. P. R. General Vicente Carrafa en un
Memorial de 1646, núm. 5.°, respondió el P. General: «Este postulado
tiene más apariencia y fuerzas en Perú y Mé-
las provincias del
jico: y sin embargo mi antecesor [el
Mucio Vitelleschi] á una y
P.
otra provincia respondió repetidamente que los nuestros en las Doc-
trinas se sujetasen á los Prelados, Virreyes y Gobernadores en
rasón de examen de doctrina y lengua, y esto siempre que los Pre-
lados gustasen: pero no de ninguna manera en rasón de proponer
tres para que elija el Prelado y patrono: ni de que la Doctrina y
beneficio sea colativo de manera que no pueda el Provincial mudar
d un Padre que está en una Doctrina sin dar parte al Virrey y
Obispo de las causas que tiene el Superior para mudar al tal sujeto.
Tampoco se admita que los Obispos hayan de visitar los nuestros
de moribus, etc. En todo y por todo me conformo con la respuesta
de mi antecesor, que es tan prudente, y conforme á nuestro Instituto
y modo de ejercitar nuestros ministerios. Y añadió debidamente,
que antes dejaría la Compañía cimlquiera Doctrina por principal
que fuese que sujetarse á condiciones que no dicen con nuestra
^
ciones»] (1).
XVIIl
fe: cualidades estas últimas que hacían que los Pontífices y la cos-
XIX
LA VISITA DEL OBISPO 100
Día de gran regocijo era para los Guaraníes aquél en que les
anunciaban los Misioneros que había de ir á visitarlos el Pai-Obispo,
y que era menester que previniesen sus pertrechos para ir á buscarle
muy lejos, á veces hasta su misma Catedral en distancia de ciento
cincuenta leguas, y traerle á las Doctrinas. Enviábase buen numere
de indios que sirviesen de remeros para subirlo en sus balsas desde
Buenos Aires, ó le trajesen por tierra desde la Asunción; iban
acompañados de otros destinados á servirle, y de competente capilla
de músicos, para que á las misas del Señor Obispo y sus Capellanes
no les faltasen el festejo y devoción de cantos é instrumentos, aun
en los casos en que había de celebrar en despoblado (1). Este nú-
mero de que alcanzarían á ochenta y más, iban gobernados
indios,
por uno de sus Alcaldes más ladinos, para que acudiesen puntual-
mente al Obispo en cuanto se ofreciera; y los acompañaba siempre
un Padre Misionero. Iban provistos de todo lo que era necesario de
bastimentos 5' alivio para que en tan largo viaje tuviese el Prelado
la posible comodidad y regalo, en región donde había grandes tre-
hasta la ciudad de residencia del Obispo, los pagaban todos los pue-
blos por junto, distribuyéndoselos proporcionalmente, y aun añadía
la Asunción los que enviaban las aguas al Paraná, con más los cuatro
del Tebicuarí. Siendo ya entonces treinta los pueblos, resultaban
Buenos Aires, á saber: San José, San
diez y siete en la diócesis de
Carlos, Concepción, Apóstoles, Santa María la Mayor, San Fran-
cisco Javier, Santos Mártires, San Nicolás, San Luis, San Lorenzo,
San Miguel, San Juan, el Santo Ángel, Santo Tomé, San Borja, La
Cruz y Yapeyú; }' trece en la diócesis del Paraguay: San Ignacio
Guazú, Nuestra Señora de Fe, Santa Rosa, Santiago, Itapúa, Can-
delaria, Santos Cosme y Damián, Santa Ana, Loreto, San Ignacio
Mirí, Corpus, Jesús y Trinidad.
Lasvisitas de los Obispos del Paraguay y Buenos Aires fueron
tan repetidas, que apenas hubo Obispo que durase por unos pocos
años que no las visitara; y no con ponderación, sino con suma verdad
pudo decir Felipe V en la Cédula de 1743 que la subordinación per-
fecta de aquellos naturales á la jurisdicción eclesiástica y real se
justificabapor las continuas Visitas de los Prelados Eclesiásticos (2).
Vamos á hacer el resumen de estas visitas, donde se verá que eran
visitados por los Obispos aun antes de que formalmente fuesen de-
claradas Doctrinas, y en un tiempo en que los Padres hubieran po-
dido por lo menos disputar si en virtud del Breve Exponi Nobis de
San Pío V y de la designación del Rey para aquellas Reducciones, es-
rada del Guayrá, volvió en 1632 á visitar de nuevo las dos reduccio-
nes de Loreto San Ignacio, y juntamente las demás (2). Don
3-
año tomó posesión, fué trasladado al Cuzco en 1716. El Illmo. Sr. Fa-
jardo, que llegó en 1717, visitó las Doctrinas en 1718, y dio por efecto
de su Visita un informe lleno de elogios de lapiedad cristiana y
regularidad de los Guaraníes (9). Su sucesor el Illmo. Sr. D. Fr. Juan
de Arregui, hermano de D. Fr. Gabriel (1731-1736), pasó por las Doc
XX
DIEZMOS DE LOS GUARANÍES
101
Cuando los Jesuítas empezaron á establecer sus reducciones de
Guaraníes, hallaron en todo el país la costumbre de no pagar diez-
mos ningún pueblo de indios.
(1) Congregación 8. '^ sesión 24. (Vid. Indhx c.f.n. verb. Missiones).
— 345-
Roma, (1) se encuentra una sección especial consagrada á los Indipe-
tas ó Indi pet cutes, en que se guardan las cartas originales de los
que pedían al M. R. P. General las misiones de Ultramar ó Misiones
de Indias. Ocupan su lugar allí todas las naciones 3" todas las provin-
cias de la Compañía. Veinte volúmenes en folio por lo menos hay de
estas cartas, con algunos legajos sueltos más: y es cierto que no es-
tán allí todas; pues otras varias cita el P. Antonio Huonder (2). De
las provincias de España se encuentran en el citado Archivo algo
más de mil cartas ó peticiones en dos legajos sueltos, habiendo sido
deshechos los volúmenes que las contenían; y parece que se han per-
dido muchas. De las provincias de Alemania enumera el citado
P. Huonder en colecciones privadas 760, 3' opina fundadamente que
faltan muchas 3' que el número total sería de algunos millares. De
las provincias de Italia cuenta un catálogo contenido en el mismo
Archivo de Estado en Roma hasta 9023 cartas desde 1589 hasta 1770.
Siéntese el ánimo conmovido al registrar en aquellos volúmenes
esta página íntima de la vida de los religiosos 3' de la Orden misma.
Los autores de las cartas escriben derramando su corazón 3' confián-
dose al afecto paterno del Genera] de la Compañía. Exponen unos
sus deseos y los impulsos interiores y repetidos con que les llama
Dios á consagrarse á los trabajos de las misiones de Ultramar en
cualquier región del mundo: otros los declaran para una misión par-
ticular, como Filipinas, el Japón, el Paraguay, etc., y ésa piden,
resignándose empero con indiferencia en las manos del Superior
para aquella ó para cualquiera otra. No pretenden descansos, diver-
sión ó satisfacción de la curiosidad, sino el servicio de Dios 3' la sal-
de las muertes que otros habían padecido por Cristo en este santo
ministerio, anhelando ser participantes de tan buena suerte. Algu-
Padre General exponiendo su peti
nos, y no son pocos, escriben al
ción después de muchos años de sentir en sí tales deseos, 3' cuando
ya han probado con obras que no son veleidades pasajeras: v todos
lo hacen después de haberlo pensado maduramente delante de Dios
II
bastan: y á algunos de ellos no los llama Dios: ¿por qué tú, á quien
—
llama, no obedeces á su voz? Que en las Indi;is se atrae un Misionero
el odio universal: los indios no se convierten, y los cristianos anti-
guos le miran con aversión. R. Cosas semejantes ocurren en Europa:
^:acaso por eso se han de abandonar los ministerios? Además, para
prevenir la malevolencia contra indios y Misioneros, dan favor va-
rias Cédulas Reales. —
Por corolario se añaden como nuevos incenti-
vos para las Misiones las grandes molestias corporales que llevan
consigo: la abnegación del honor 5" de la fama, y la de la propia
voluntad y propio juicio: donde se tocan varios puntos de la vida
práctica harto duros.
Los documentos que se recomiendan á la consideración y diligen-
cia del candidato son la alteza de la vocación de Dios para Misiones
— la fidelidad debida en corresponder á ella y las penas que se
siguen á la infidelidad— que mire como fin segundo el fruto de con-
versiones, siendo su primer fin dar gusto á Dios y cumplir su volun-
tad: de otro modo corre peligro de ser engañado miserablemente
por el demonio— que no importune á los Superiores, no sea que más
tarde se arrepienta como quien ha emprendido la tarea por su propia
voluntad — fomente los deseos de alguna misión especial si ya los
tiene; v si su vocación es á cualquiera Misión indiferentemente, en-
térese de las circunstancias de cada una: y aquí se nombran como
las más apostólicas de la Asistencia de Portugal la China, el Japón
y el Maduré. — No se deje preocupar de tantas calumnias como se pro-
fieren contra la Compañía, antes conociendo que son falsas, gócese
en acompañar á tan buena Madre en la infamia que padece por
Cristo. —
Fomente en sí un gran celo: guárdese de murmurar de los
Superiores, y entienda que uno de los fines más importantes de
enviar los sujetos de Europa á las Indias es el de mantener la unión,
y evitar que la Compañía de allende desmerezca de lo que debe ser.
-349-
— Por lo mismo ponga gran empeño en adelantarse en la perfección.
— Sea circunspecto en el hablar. — No se muestre parcial á favor de los
españoles europeos, ni á favor de los españoles americanos. — Ni alabe
las cosas de su patria, dejándose llevar de la inclinación de la natu-
raleza, sino las de los españoles entre quienes mora: ó si no las
puede alabar, no las vitupere por lo menos. — Ande solícito de la casti-
dad: guárdese de la oculta soberbia: y sepa que con ser tan lascivos
los indios, mismos se escandalizan notablemente aun de las
ellos
III
que se los diese otro Padre de los más antiguos. Todos hacían ade-
más cada año ocho días enteros de ejercicios espirituales, que no se
omitían dispensaban por graves y multiplicadas que fueran las
ni
malicia. Nada de todo esto era verdad. No eran las Doctrinas para
personas graves que necesitasen regalo y cuidados, sino para hom-
bres robustos y aptos para atender á tantas incumbencias que reque-
rían su mano y sin ella pronto se hubieran desordenado y quedado
abandonadas; no era el empleo de Cura oficio de descanso sino de
trabajo; ni deseaban los Padres aquel cargo, sino que, como se ha
hecho notar en otra parte (2), abundan testimonios de lo contrario.
Finalmente, las Doctrinas no eran el paradero de los sujetos graves
de la provincia, sino al contrario, la fragua donde se templaban los
ánimos de aquella provincia apostólica y misionera, y de donde salían
los Superiores, Rectores y Provinciales, que muchos de ellos habían
pasado largos años en Misiones; como también los Procuradores á
Roma y Madrid, que habían de abogar en defensa de los indios, y
traer nuevo contingente de Misioneros.
IV
MÁRTIRES 105
El doctrinero Jesuíta de los pueblos Guaraníes soportaba todas
las fatigas y trabajos propios del oficio de Misionero; y no retrocedía
aun cuando para llevar adelante su empresa hubiera de arrostrar y
sufrir la muerte; sacrificio que á las veces exige nuestro Señor Jesu-
cristo de los predicadores de su divina Ley, queriendo que le den
testimonio, no sólo con la palabra, sino también con la sangre y la
vida.
(1) Pseudo-ANGLÉs, Informe, núm. 20: Gakay, Prólogo al P. Techo, pág 49;
Brabo, Inventarios, pág. 51.
(2) Cardiel, Declaración de la verdad, Introd. pág. 25.
- 35l: -
Las tres primeras víctimas de esta calidad fueron también los tres
primeros mártires de la diócesis de Buenos Aires, sacrificados en el
aun para extenderse á las sierras del Tape y llegar al Océano Atlán-
tico. Cuando siete años más tarde le abrió camino la Providencia de
3' que por causa de la calumnia hubo de ser separado de las Misiones
V
106 HERMANOS COADJUTORES
A imitación de los demás santos patriarcas de las órdenes reli
giosas, estableció San Ignacio de Loyola en la Compañía los legos ó
hermanos Coadjutores que ayudasen á los sacerdotes en los oficios
cia facultativa, no sólo para los indios, sino también para los espa-
ñoles ^ó). Débese el haberse conservado memoria especial de este
hermano Coadjutor, al Tratado que escribió acerca de las virtudes
curativas de las plantas de Doctrinas, el cual por tradición y por
repetidas copias se fué trasmitiendo y utilizando, y que últimamente
(2) Ibid.
(3) MoNTK.vKGRO, Tratado de las virtudes medicinales de las plantas de Misio-
nes, publicado con el título de Materia médica misionera en Trellks, Revista
patriótica del pasado argentino. 1888. 1. 265.
(4) Ibid. II. 8.
gos indios del Caro (4). No puede ser otro este hermano Bernardo
(1) Vid. supra, not. (3).
(2) Peramás.. Martín Schmid, p. 446, not.
(3) BuRNOS Aires: Arch. gen. legajo Varios.
(4) «Una devotísima imagen de Nuestra Seiiora, hermosísima, hecha del her-
mano Bernardo, que tenia en gran veneración el P. Diego de Torres... la Con-
<luistadora... la rasgaron con sacrilega impiedad.» Carta del P. Vázquez Truji-
ilo, Provincial, al P. Mucio, Buenos Aires, 22 Dio. 1629.
- 358 -
sino el Bernardo Rodríguez, Coadjutor andaluz, nacido en Baeza*
año de 1573, que entró en la Compañía á 25 de Agosto de 1592,
sacristán en 1614, compañero del P, Torres en 1617, y compañero
del Provincial y del Procurador á Europa según un Catálogo de
1623: pues ningún otro Bernardo aparece en los catálogos de aquel
tiempo.— Mas el primer artista que de hecho formó parte del perso-
nal de las Doctrinas (ya que el hermano Bernardo no había morado
en ellas) fué el hermano Luis Berger, francés, nacido en Abbeville
en 1590, 3^ admitido en la Compañía á 25 de Abril de 1614 en la pro-
vincia Galo-bélgica (1), y que pasó al Paraguay en la expedición de
1616 con el P. Viana. Su habilidad especial era de violinista; pero
como solía suceder en varios hermanos Coadjutores del Paraguay,
á ésta se agregaron otras de no pequeña utilidad: pues el hermano
Berger era juntamente músico, escultor y pintor: alcanzó á enseñar
á los indios las danzas: y entendía también su poco de platería y de
medicina (2). En 1617 había labrado una hermosa imagen de la Inma-
culada, que sirvió tres años después para inaugurar la iglesia de la
naciente cristiandad de Concepción (3). De él había un cuadro en el
templo de San Carlos (4). Asimismo pintó el cuadro de los siete Ar-
cángeles, que como titular se puso en la reducción del Tayaoba (5).
Pero sobre todo, se le logró su gran deseo cuando en 1622 se halló
entre los indios de San Ignacio Guazú, enseñándoles música y pin-
tura: realizándose en él un ideal de la conversión de los salvajes
atraídos por la música. «El hermano Luis Berger» escribía en 1626
el Provincial P. Mastrilli Duran «es amigo de enseñar á los indios
á tocar vihuelas de arco, con que ha reducido por sn parte mncJios
infieles^ (6). La fama del hermano Berger había atravesado la Cor-
dillera y llegado á Chile, de donde le pedían con urgencia para el
(1) Buenos Aires: Arch. gen. legajo iti'tni. 317 iCorrespoiideticia del P. Juan
Rico.
(2) Carta 2.'' del P. Cattaneo y l.'^del P. Gervasoni, en Muratori, Cristiane-
siñio Felice.
(3) Salvairk, Historia de Nuestra Señora de Lujan, I, 166.
(4) Cattaneo y Gervasoni citados.
-360-
ruinas admira aún hoy el viajero. Algo más tarde se le halla en
Buenos Aires, respondiendo á consultas é inspeccionando ediftcios,
VI
EL SUPERIOR 107
El Superior de todos los sujetos de la Compañía que se hallaban
en Doctrinas, que eran de setenta A ochenta, tenía su Residencia en
Candelaria, y era como Rector de un colegio formado por todos los
Misioneros y hermanos coadjutores esparcidos en los pueblos. No
era Cura de ningún pueblo, y así la Doctrina de Candelaria tenía su
Cura propio, distinto del Superior. Por lo mismo no tenía asignación
alguna para su sustento, como ni los Padres Compañeros, ni los her-
manos Coadjutores, aunque todos se ocupaban en beneficio de los
indios; pues en Doctrinas no había otra cosa que los sínodos de los
treinta Curas, y aun esos por muchos años no puntualmente satisfe-
chos, como lo hemos declarado al tratar del gobierno religioso (2).
Pero como por ser toda aquella vasta misión una casa religiosa
era necesario que en ella se guardase la pobreza, no administrando
ni disponiendo los subditos de las cosas sin licencia del Superior;
estaba ordenado por Cédula real ya desde antes de 1651 (3), no se
entregase á cada Cura el sínodo de cada Doctrina, sino que el total
de los sínodos lo entregasen los Oficiales Reales al Padre Superior,
quien había de proveer á la congrua sustentación de sus subditos.
los bienes de comunidad del pueblo que las había vendido. Cuidaba
asimismo el Ropero de comprar telas de lino y lana para vestidos
de los Padres; y como tenía en su poder las medidas, así para el
vestido, como para el calzado, de todos los sujetos dispersos en la
Misión, les tenía una y otra cosa prevenida para su tiempo. Para lo
cual trabajaban ocho indios en Candelaria, unos de sastres, otros de
zapateros, pagándoseles íntegramente su jornal y despachándolos
cuando era tiempo de cultivar sus chacras. Del mismo modo se con-
servaban depositadas en la Candelaria las otras cosas que se habían
comprado. Cada mes pedía el Cura al Superior lo necesario para él
ó su Compañero, como por ejemplo, el vino para las Misas, del cual
recibía un frasco cada mes, así como se enviaban á cada pueblo men-
sualmente cuatro frascos, destinados á la enfermería como medicina
para los enfermos del pueblo; pues los Padres no lo bebían, á no ser
alguno que tenía necesidad y licencia. Del pueblo se tomábanlas
cosas que no se podían traer de la Candelaria, por hallarse distante,
como pescado, huevos, verduras, trigo; y esto, aunque los indios lo
ofrecían gratis al Padre, nunca se tomaba sino pagándolo. Lo cual
se hacía, al estilo de la tierra, valiéndose de la permutación con otros
objetos de estima entre los indios, ya que la moneda no era conocida.
Para esto, al acabar el año, en las fiestas de Navidad, enviaba el
Superior al Cura gran cantidad de tales objetos, como anzuelos,
jabón y otras cosas estima-
tijeras, cuchillos, anillos, aderezos, sal,
das de los indios, las cuales servían no sólo para dar al sastre, al
hortelano, al amanuense, si alguno empleaban, sino también para
satisfacer á los que hacían ó daban algo en utilidad de los Padres (1).
El Superior tenía, como en los Colegios, sus consultores con quie-
nes tratar los asuntos de importancia, y su Admonitor para avisarle
si en algo errase. Los Consultores eran cuatro, en cada uno de los
dos ríos, Paraná y Uruguay, elegidos entre los Padres más graves
y repartidos entre las Misiones de tal modo que por una parte pu-
diesen tener conocimiento inmediato de los sucesos, y por otra no
(1) Todos estos detalles son del P. Cardiel, Declar. de la verdad, iiiíiii. 91
y De moribtis Guaran, cap. V.
- 363 -
les fuese muy difícil juntarse en Candelaria al llamado del Superior.
Cuando asunto urgía y
el la reunión era imposible, el Superior les
VII
- 365 -
seria amonestación, en laque se reconocía eficacia por la autoridad
que en ánimos de todos ejercía. Después del Corregidor, daban
los
cuenta de su lista y de lo que hubiese que notar uno de los Alcaldes
de mujeres, el Alcalde de niños y el de niñas, todos por separado (1).
El Mayordomo, ó los dos Mayordomos del pueblo, cuando los había,
daban también á su tiempo cuenta del empleo que tenían los habe-
res del común, presentando sus libros donde estaban apuntadas to-
das las entradas } salidas, á fin de que el Padre los reconociese, y
aun supliese sus propios apuntes cuando era menester por alguna
omisión (2).
(1) Ibid.
Relación de las Misiones § Sic ergo.
(2)
(6) De moribus guaran, cap. I.\
(4; Relagao abreviada.
(5) Cattaneo, Carta á su fiímilia, á 18 de Mayo de 1729 en Muratori, Cristia-
nesimo felices I." tomo, Apéndice.
-366-
cuero de buey, donde habitan las familias venidas últimamente hasta
que se fabriquen bastantes para alojarlas. Los que las construyen
son indios de nuestras Misiones, que vinieron en 1725 por orden del
Gobernador de Buenos Aires en número de cerca de dos mil, para
fabricar, como lo han hecho hasta ahora, la fortaleza; y están á cargo
de dos de nuestros Misioneros que les asisten, predicando y con-
fesándolos en su lengua, pues no entienden la española. Habitan los
dos Padres en una de las dichas cabanas de cuero: y los pobres in-
boca de los arcabuces, se rindiese ahora tan pronto á sólo las pala-
bras del Misionero. Y mucho más se maravillaron al oir que en me-
dio de los azotes no hacía otra cosa sino invocar á Jesús y á María
en su auxilio: por lo que algunos soldados prorrumpieron en esta
exclamación: ¿Qué gente es ésta? Es necesario decir que son ánge-
les: porque si nosotros hubiéramos recibido semejante castigo,
indio: á todo dice sí con aquel que venera; pero poco ó nada cumple.»
VIH
dencia aun el mismo indio, incapaz como era de dar de ellos expli-
cación cumplida.
Los motivos en que se radicaba la estimación eran justamente
los efectos característicos de la actividad del Misionero, que eleva,
defiende y conserva las personas 3" los bienes verdaderos del estado
de aquellos á quienes se aplica su ministerio.
Sentíanse, en primer término, elevar de lo hondo de su degrada-
ción: porque aunque el hombre abatido por sus malos hábitos ó por
su decadencia, no se rehabilita jamás, si no halla quien le tienda
una mano amiga para auxiliarle, como lo muestra la experiencia;
quédale todavía suficiente capacidad para darse cuenta del nivel su-
perior á que se va elevando con ajeno auxilio, así como le ha quedado
discernimiento para reconocer su degradación, con tal que quien
le dirige le excite en sazón oportuna para que la eche de ver. Todo
esto aparece de relieve en la historia de las Doctrinas Guaraníes.
Aquellos indios que, del aislamiento de sus selvas, pasan á juntarse
en pueblos ordenados, que levantan iglesia 3" casas, cultivan parte
en privado, parte en común, cuanto necesitan para sustentarse y
vestirse, pasan de los hábitos antropófagos á la civilidad cristiana,
-369-
toda claridad. Aquellos padres que se extasían en ver á sus hijos
que por la enseñanza del Misionero aprenden á leer y á cantar, y
sirven en las funciones sagradas, muestran que muy bien se dan
cuenta de los adelantos y envidiable educación de sus pequeñuelos
comparada con la que ellos tuvieron á su edad. Y los ancianos que
al proponerles el P. Boroa que digan lo que les parece de la borra-
chera, responden que claramente conocen ser un?) cosa indigna del
hombre, y que pide remedio: y que cuando el Padre les hablaba so-
bre esto, sentían allá dentro en su corazón otra voz que se lo hacía
patente: ésos también reconocen su abatimiento, y se hallan dis-
puestos á salir de él, habiendo quien les auxilie. Y si para cualquiera
observador que atentamente lo considere, es simpática la figura del
Misionero que, dejados los hábitos de nobleza y cortesanía en que
desde su niñez se ha educado en Europa, se dedica á manejar toda
suerte de instrumentos, á aprender los oficios manuales, que á fuerza
de porfiado trabajo y constante asiduidad llega á poseer, para po-
der con este conocimiento enseñar y dirigir á los oficiales de cada
arte en aquella naciente sociedad; y mientras como sacerdote en
el templo guía las almas al servicio de Dios, en el campo )' en el ta-
dios de más razón los días de fiesta después de Misa, refiere el Pa-
dre Cardiel que se expresaban en estos términos: '¡Mirad, hermanos,
con qué empeño cuidan los Padres todo el día de nuestro bien es-
piritual primero y Inepto del temporal: sin ellos y sin su cuidado es-
sona y los bienes del indio que otros destruían; mas no es de esta
conservación de la que ahora se trata, sino de otra más especial.
Ha sido siempre común sentir que los Jesuítas manejaban con sin-
esto hace que se logren con tanta perfección las empresas. La mis-
ma gracia de estado, pues, dirigía los Misioneros en sus actos para
que fuesen acertados, y movía los ánimos de los Guaraníes á seguir
el impulso que recibían. Los que presumen que pueden conseguir
ción de su pueblo (1). Y los que de otro modo pretenden dar cumplida
razón de los felices resultados obtenidos por los Misioneros, yerran
gioseramente en la explicación, porque omiten el elemento que lo-
vivifica todo, que es la gracia 3' vocación divina.
IX
Cada tres años en las provincias de Europa 3" cada seis en las
d.^ Indias, debía nombrarse, según las Constituciones de la Compa-
ñía, uno de los sujetos de la provincia para ir á Roma 3' tratar con
el P. General de los negocios ocurrentes, 3' entre otras cosas para
0) Maoh.V.62.
- 373 -
y conservación en la fe de los convertidos, claro es que uno de los
encargos preferentes del Procurador había de ser tratar del fomento
y defensa de las Misiones y de los Misioneros, y en especial de reno-
var el personal con nuevos sujetos traídos de Europa.
Mas como el Rey de España era patrono de la Iglesia en América,
y por otra parte, á causa de las estrechas prohibiciones de la ley (1),
no podía pasar nadie ;l las Indias sin especial licencia; fué forzoso que
el mismo Procurador primitivamente destinado á Roma, asistiese
(1) Ley 8, tít. 7. hb. 1: ley 18y ley 13del tít. 14. lib. 1 R. I.
-374-
Procuradores fueron antes ó después de su comisión elegidos por
el P. General para Provinciales de la provincia del Paraguay. En
X
LA EXPEDICIÓN J \ \
España, II. 301)distingue estas partidas: Viaje al puerto de embarque (/o que los
religiosos hubieren concertado con los arrieros), que se regulaba en cuatro rea-
les diarios (2,5 francos): avio (un vestuario de paíio negro... tin colchón y una
almohada y una frazada para el mar): entretenimiento y sustento en el puerto
(real y medio cada día) =(0,93 fr.): el flete: el viaje hasta Méjico. En 10 de
Diciembre de 1607, no bastando lo antes señalado, por haberse encarecido
todo, se aumenta hasta siete reales diarios el gasto de viaje: dos reales diarios
provisionalmente el sustento en el puerto: el avío se tasa en 48.675 mrs. por
cada Misionero Jesuíta, con más 40 reales por tres capítulos que se añaden (Sevi-
lla: Arch; de Indias: 154 7-14): y en otra Cédula del mismo día, ley 6. tit. 14.
lib. I. R. I. (reduciéndolo todo á moneda, se fija en 1,020 reales=(636 fran-
cos) el avío, y en 18.3l^6 maravedises=(336 francos) el fleie. La cantidad que
daba el Rey no aumentaba: y el precio de las cosas crecía: por lo que en 1680 re-
presentaba el P. Donvidas que con los dos reales de entretenimiento era bien no-
torio que aun no había para pan (C. R. de 3 de Abril de 1680: Sevilla: Arch. de
Ind. 125-7-6). —
En 1761 se mantenían los 7 reales diarios de viaje y 2 reales diarios
de entretenimiento, y se fijaba en 29.854 maravedises=:(549 francos) la conduc-
ción de cada sacerdote y 7 500 mars.=(138 francos) la de cada Coadjutor: aña-
diendo á cada uno 57 pesos para viaje de Buenos Aires á su destino (Céd. R. de 27
Febrero 1761: Sevilla: Arch de Indias. lL'5-7-6). El total de cantidades venía á ser
la cuarta parte de los gastos efectivos. (A causa de las variaciones de la moneda,
no son sino aproximados é inciertos los valores estimados en francos, que se han
fijado usando estas dos equivalencias: 8 reales = 5 francos; 1 real=34 maravedises.)
Después de las diligencias en la Corte, seguíanse otras en el
puerto de embarque. Los buques para las Indias salían de un solo
puerto, que fué Sevilla hasta 1720, y de 1720 en adelante, Cádiz, por
haberse obstruido notablemente el puerto de Sevilla con la arena aca-
rreada por el Guadalquivir. Allí estaban aguardando los Misioneros,
quiénes desde hacía algunos meses, quiénes desde un año antes, y á
veces desde dos años. Era que además de largos trámites para la ex
pedición de las Cédulas había que contar con la oportunidad de hallar
embarcación. Sólo una vez al año y en época determinada se embar-
caban los que iban á Méjico en la flota ó á Tierra firme y el Perú en
se edificó hacia 1730, fué una casa capaz, con ochenta habitaciones, en
el Puerto de Santa María, para albergar á que iban de
los religiosos
dor de la provincia del Perú: y luego que supo que allí aguardaban
por suertes iguales. Trabóse una contienda que fué harto larga: y al
fin convinieron en nombrar arbitros, dándose dos al P. Viana, que fui-
-378-
mos el P. Spelder 3' 3-0. Ahora casi no quepo en mí de gozo,
etc.» (1).
(1) Brusklas: Bibl. royale des Diics de Bourgogne. MS. n. 4548 5-J4ñ. f. 1,
(.2) En C. K. de 31 Dic. 1744 (Shvilla: 125-7.6.) se concede avío para cinco Mi-
sioneros al Paraguay en sustitución de cuatro sacerdotes y un Coadjutor que pe-
reoieron por haber naufragado su barco cerca del Brasil. Hubo vez que en cua-
renta años (1686-1727) perecieron en naufragios 113 Misioneros Jesuítas (IIuondek,
Deutsche Jesuiten Missioniire, p. 38).
-379-
veces España en guerra con otras naciones. Entonces eran objeto de
los asaltos de naves extranjeras los buques que trasportaban á los
Misioneros, y rendidos A fuerza mayor, quedaban prisioneros los
Padres, siendo conducidos unas veces á Europa; otras, dejados en
tierras de Portugal en el Brasil; y siempre despojados de lo que
llevaban. Salido el P. Francisco Burgés de Lisboa en navios espa
ñoles cuando 3'a hacía ocho años que faltaba de su provincia, cayó
en manos de enemigos holandeses, quienes á pesar de que los Misio-
neros iban provistos de salvoconducto de la Reina de Inglaterra, los
hicieron prisioneros, robándoles cuanto tenían, y conduciéndolos á
Amsterdam, los detuvieron allí hasta que por reclamaciones de los
embajadores, los restituyeron más tarde á Lisboa; habiéndose perdido
asidos años y todo lo que se había prevenido para la expedición,
3' encontrándose de nuevo los Misioneros al principio del viaje. Y he-
chos de nuevo todos los preparativos, llegó la misión á Buenos Aires
á los diez años de haber salido de aquel puerto el P. Procurador.
Es de notar que en llegando á Buenos Aires había nueva revista,
3^ con el registro de Sevilla en la mano, se contaban los pasajeros y
se tomaba razón de cada uno de los Padres, preguntándoles otra vez
su nombre, patria, edad, etc., y confrontando las señas con las que
venían en la lista. Y
como si no bastase eso, todavía se pretendió
establecer otra revista, que era la tercera, al llegar á Córdoba,
donde eran destinados gran número de los Padres: hasta que por
Cédula expresa que se obtuvo, quedó suprimida esta enojosa dili-
gencia.
Rey de España tenía señalada cantidad fija para cada uno de
El
losMisioneros que pasaban á las Indias, como se ha dicho arriba:
mas esta cantidad, si acaso fué bastante en los primeros tiempos,
estuvo tan distante de serlo más tarde, que á mediados del siglo xviii,
era menester que pagase la provincia las tres cuartas partes de los
gastos, viniendo á costarle cada Misionero, según lo expresa el
P. Escandón, unos mil pesos (1).
de las almas" 3^ los moradores de Buenos Aires salían, con sus auto
ridades eclesiásticas 3- civiles al frente, á recibir la expedición con
el júbilo y solemnidad que pueden verse descritos en la primera
carta del P. Cattaneo.
(1) EscANDÓ.x, carta respuesta al P. José Cardiel (sin fecha [1771]) en Calata -
vuD, Tratado del Paraguay.
CAPITULO XII
El modo con que los Jesuítas entablaban las Misiones entre los
rior de las Doctrinas, P. Juan Maranges, que envíe allá Padres con
versores (4), como finalmente se hizo, y se logró la reducción. Este
último exhorto va reproducido en el Apéndice, núm. 37; y losdemá^
autos pueden verse en los Archivos abajo citados.
II
á los españoles para servirles con servicio personal, sino que serían
vasallos inmediatos como los mismos españoles (2). Otra, la tradición
común que entre ellos se había conservado en el Guayrá, de haberles
predicado aquel varón santo de quien se ha hablado arriba, libro í,
adorar como tales, imbu3'endo á los indios muchas otras nocivas su-
persticiones de que 3'a se ha hablado.
doles el merecido castigo (4); y aun hubo vez que los mismos indios,
no cristianos todavía, trataron tan mal á estos embaucadores, que
les hubiera sido mucho mejor ser castigados por dirección de los Mi-
sioneros, con lo cual por lo menos hubieran conservado la vida (5).
Pero estos mismos magos fueron los que levantaron las tempestades
más furiosas en las Reducciones; 3" guiados por ellos, quitaron los
indios la vida á varios Misioneros, en odio de la fe, que les predicaba
la enmienda de sus rotas y estragadas costumbres.
Este obstáculo y con él la lujuria reinante, de una manera espe-
cial en los caciques, hasta tener gran número de mujeres, veinte,
treinta hasta cincuenta (6), fueron los que más retardaron la pro-
3'-
»les con toda la eficacia que pude 3' nuestro Señor me comunicó, tan
«grande maldad, inhumanidad 3' barbaridad de comer á sus seme-
«jantes, diciéndoles por conclusión que si hiciesen tal cosa habían de
«enojar grandemente á Dios nuestro Señor, 3' á nosotros quiz;i 11a-
«marían nuestros Superiores, 3' los habíamos de desamparar; 3' que
»en tal caso, se aguardasen guerra de todos los Paranás, 3' de los
«Guaraníes, que son nuestros hijos, etc. Con lo que fué nuestro Señor
«servido que, predicándoles segunda 3" tercera vez sobre el caso,
«prometieron que no los habían de matar.»
^separadas por largo trechode tierras y ríos las ciudades. Sólo queda,
»pues, que se aparte de la compañía de
demás, y que errantelos
»vuelva á sus antiguas riberas y selvas, descuidando todo cuanto
»toca al bien de su alma, lejos de los sacerdotes, lejos de los sacra-
»mentos, viviendo entre las fieras; y aun pereciendo muchas veces
«miserablemente despedazado por ellas.» «Si lotemporal está bueno»,
dice el P. Cardiel (2), «lo espiritual va muy adelante; si malo, lo espi-
»ritual va muy
malo; vanse á los montes, bosques y campos, por caza
»y frutas silvestres, y á las estancias de ganados. Hacen muchos
»daños sin orden ni concierto; desbaratan la hacienda del común:
»no vuelven pueblo en mucho tiempo y algunos ni en años, y viven
al
»una vida poco menos que de infieles.» Y así como era necesario
para conservar la reducción ya asentada el que hubiese en ella abun-
dancia d^ sustento; así era también esto un medio de atraer otros
muchos que padecían de hambre y se llegaban á donde resi-
infieles
»ma, pidiendo ser recibidos en aquella reducción, para que les ense-
Ȗasen los misterios de nuestra santa fe, 3' los hiciesen hijos de Dios
»por medio del santo bautismo. Con lo cual se juntaron en esta
j» reducción y están ya. reducidos en sus casas y chácaras más de mil
«familias, 3" se han hecho cristianos cuatro mil ciento sesenta, etc.»
Otra de las cosas que más afirmaba á los indios 3'a reducidos y
atraía á los no reducidos, era el esmero de los Jesuítas en cuidar de
los indiecitos y los adelantos que éstos hacían en la escuela. Hemos
Inferido ya algunos ejemplos de ello (1), á los cuales puede agre-
miarse el que refiere el P. Lorenzana (2) de la impresión hecha en los
más bárbaros entre los indios de estas regiones, los Guaycurús, al.
III
OTRAS REDUCCIONES
«infundía ánimo para pasar adelante y poner algún freno á tan des-
«carada audacia. Luego que llegué al paraje que había ocupado la
«reducción, convoqué á los Caciques vecinos, quienes confesaron las
IV
Otro de los modos «es» dice el Dr. Jarque (2) «enviando algunos
de los caciques, capitanes ó indios más aprobados en la capacidad,
ejemplares costumbres, y celo de propagar el nombre cristiano. Así
había estos años» (hacia 1687) «en el pueblo de Santo Tomé, un ca-
cique llamado Francisco Arazay, que salía cada año en los meses
oportunos á Misión, escoltado de los indios más valerosos sus vasallos,
los bastantes para defenderse de alguna invasión de los bárbaros;
una tribu, de la cual, aun hoy quedan restos, y era la de los Guaya-
quis. Son estos indios tan miserables en bienes, como cortos de
entendimiento y faltos de \gobierno, según allí explica más larga-
mente el P. Lozano, y son entre todos los indios de aquellas regio-
nes los más tímidos, de suerte que en viendo personas extrañas, hu-
yen desaforadamente sin dejarse hablar. Por lo cual, para poder-
les hacer el gran beneficio de convidarlos con vida civil y cristiana,
fué necesario usar de especial traza. «Para este fin, escribe el P. Lo-
»zano: salen á caza de estas fieras racionales, los cristianos antiguos
»de nuestras Misiones, y el modo de cazarlos, es el siguiente: Tie-
»nen los Gua)^aquís en los bosques abiertos, un camino ancho por
»donde discurren de día, noche se encierran á dormir juntos
y por la
-398-
»Ariiiados, pues los cristianos, se reparten en dos filas, con lo que
»van formando un cordón largo, y les precede un espía, que hace
»señal con la mano de que ya están cerca del corral de los Ínfle-
nles. Bloquean el corral 5' duermen con centinelas: al romper
cipio y continuaron hasta el fin, por más que este empeño les
(1),
para conservar las Reducciones de indios (2). Las razones que para
ello dan se reducen á testimonios que se alegan de algunos Misione-
ros. No entraremos aquí á ventilar la cuestión en general. Pero tra
Lozano, Hist. de la Comp. en el F'araguaj', lib. \'I, cap. VII, lu'un. 6, 9, sqq.
(1)
Cappa, Estudios críticos, II, 14 sqq. Jiménhz de la Espada, en el congreso
(2)
de americanistas de 1881. Anónimo en Calvo, Tratados, XI, 211 sqq. (por el con-
texto muestra ser un Jesuíta del Paraguaj- que hacía sus apuntes hacia 17.30,.
Azara, V'oyages, XII, XIII. Descr. XII, XIII y varios que le copian.
— aco-
tando de los Guaraníes, que es nuestro intento, la historia muestra
que no se empleó nunca semejante auxilio y se fundaron crecido
número de Reducciones; argumento de que no era necesario. No se
podrá citar ni una de las Reducciones de los Jesuítas que se haya
fundado de esa manera. Y en cuanto á los testimonios de Misioneros,
dicen precisamente lo contrario. Óigase al P. Montoya: «La séptima
calumnia es que los dichos religiosos conquistan los indios por armas.
Léanse las historias de los religiosos que en aquella provincia [del
Paraguay] han padecido martirio; léanse las informaciones que por
orden del Ordinario se han hecho, y se verá claramente que sin a3^uda
de españoles se entraron por aquellas tierras de gentiles, llevando
por armas unas cruces en las manos, que sirven de báculos (1).»
~40l-
lidad ni suficiente orden. Y así dice el P. Claudio Ruyer, hablando
de la de Santa María del louazú (1): «Como esta nación jam;'is {\ sus
caciques, que son sus señores naturales, ni á sus mismos padres, han
obedecido sino en aquello que les daba gusto, es cosa dificultosísima
inclinarlos á la obediencia, que es totalmente contraria a su natural
inclinación, y tan necesaria para la ley evangélica como uno de sus
principales fundamentos. Y á más de esto, es necesario ponerlos en
alguna policía y modo de vivir, como á hombres cristianos, para cuyo
efecto es fuerza que los Padres les manden muchas cosas. Pero hasta
que ha3'a castigo, cuando el Padre les manda alguna cosa, de ordi-
nario se están como una estatua sin menearse, hasta que Dios les
VI
(3; «Á los religiosos sólo incumbe buscarlos por los montes, reducirlos á pue-
blos, enseñarles nuestra santa ley, bautizarlos y conservarlos en ella: y tenerlos
expuestos á la Real voluntad de V'. M., á quien reconocen por su señor.» (Mox-
TJYA. Memorial de 1643, núm. 15.) «Su religión redujo... al Evangelio y obedien-
cia de S. M.» (MoNTOYA, Memorial de 1647 en Trellhs, .Anexos, 77»).
CAPITULO XIII
vincias del Guayrá han carecido y carecen del bien espiritual, y los
muchos naturales que en ellas hay tienen grandísima necesidad de
sacerdotes... Y así, como tal Gobernador^ en nombre de su Majestad,
suplico... que vuestra Paternidad envié uno, dos ó más Padres d la
dicha provincia... para que los pobres naturales no carescan de
tatito bien como Jiasta aquí han carecido; cosa de gran lástimn que
tantas almas se condenen por falta de quien les dé á entender lo
Loreto con San Ignacio y otros dos inmediatos). Otro tanto puede
Aires (2).
Sarmiento en 1662 (2) 3" el del Gobernador San Just en 1750 (3).
Para ser beneméritos de la religión en el Paragua3^ no necesitan
los Jesuítas atribuirse la conservación de las reducciones que hicie-
ron los Franciscanos, como ni los Franciscanos la fundación de las
que hicieron los Jesuítas.
Lo que sí ocurría por los tiempos de que se trata, era que gran
parte de los religiosos Franciscanos del Paraguay deseaban tomar á
su cargo la reducción de San Ignacio Guazú y ofrecían á los Jesuí-
tas otra comarca más al norte, en que tenían 3^a una reducción, á
trueque de que les dejasen para sus trabajos de Misiones toda la
(1) Si los Jesuítas hubieran tenido facilidad para imprimir, primero hubieran
impreso la Gramática del P. Francisco de San Martín ó la del P. Alonso de Ar.i-
gona, Jesuítas, que ya estaban terminadas, según consta de la correspondencia
de aquella época: ó las del P. Diego González Holguín ó del mártir P. Roque
González de Santa Cruz, ambos grandes lenguas, y que parece que también tra-
ba] iron su Arte. Pero eran tales las dificultades, que aun la del P. Montoya estuvo
más de quince años aguardando pronta para la estampa, y se tuvo por cosa
extraordinaria el que por la diligencia del mismo autor, limeño también, llegas *
y no se verificó la mudanza.
Semejante á la historieta de D. Cosme Bueno es el sueño de
Azara, ya desvanecido en otra parte (2), de trece poblaciones fan-
tásticas, establecidas en un solo año por los conquistadores seglares
en el Guayrá, y otras varias en el Paraná y en el Itatín, todas las
cuales, ya fundadas y formalizadas, entregaron á los Jesuítas para
que las tuvieran á su cargo.
Y
aunque el intento del presente capítulo es sólo indagar las
fuentes de donde se derivó el régimen de las Doctrinas, dando por
supuesto el fundamento cierto de la historia; ha sido preciso sin
embargo examinar de propósito estos hechos, por haberlos hallado
oscurecidos y desfigurados merced al relato de escritores mal infor-
mados: y observar que otros les siguen sin darse cuenta del error.
II
CONSTITUCIONES DE LA COMPAÑÍA
la falsa religión, las supersticiones, los vicios. Así fornii') San Ignacio
de Loyola su Orden: como una Compañía militar, cuyo capitán no
es Ignacio, sino Jesús. Esta es idea capital en las Constituciones.
Señala el santo Fundador en la fórmula presentada á Paulo III el fin
en mayor número del que podían enviar los Superiores sin detri-
mento de los ministerios en sus propios países: 3' siempre bastantes
para constituir numerosas expediciones de cuarenta y cincuenta mi-
sioneros.
Este llamamiento de Dios, 3^ la severa elección que todavía se
practicaba cuando habían de ser ya enviados á las Doctrinas, cons-
tituía á los Jesuítas destinados paia párrocos unos instrumentos espe-
cialmente aptos para entablar con grandes probabilidades de buen
éxito el régimen que las circunstancias mostraran ser más conve-
niente. Fácil es, en efecto, atribuir á planes trazados conforme á ideas
masó menos problemáticas el orden viviente de las Doctrinas; pero
no es sólo con planes con lo que se gobierna, sino con hombres capa-
ces de realizarlos: 3' un plan para Misiones exigía hombres no cuales-
quiera, sino mu3" preparados 3^ experimentados, en razón de las
muchas dificultades que habían de hallar de parte de los indios
criadas» (3) quiere no sólo que sean celosos de la salud de las áni-
mas (4), sino «cuanto á la voluntad estrenuos en lo que comiensají ,
^5) Ibid.
-417--
III
(1) «Habiendo frailes y religiosos de las órdenes que se permiten pasar á las
Indias, que con deseo de emplearse en servir á nuestro Señor, quisieren ir á des-
cubrir tierras y predicar en ellas el santo Evangelio, antes á ellos que á otros se
encargue el descubrimiento: y se les dé licencia, y sean favorecidos ó proveídos
de todo lo necesario para tan santa é buena obra, á nuestra costa». Orde-
nanza 26 de poblaciones, á 13 de Julio de 1563 (Colección Torki<s de Men-
doza, VIH, 495,.
Ordenanza 2 de poblaciones, 1573 ley 1.* tít, 3, lib, 4. R. I.
(2)
«Desde el pueblo que estuviere poblado en los confines, por vía de co-
(3)
mercio y rescate, entren mdios vasallos lenguas á descubrir la tierra: y religiosos
españoles con rescates y con dádivas de paz procuren de saber y entender el
sujeto, sustancia y calidad de la tierra, y las naciones de gentes que la habitan...
y hagan descripción, etc.. Ordenanza 4 de poblaciones de 1563, Colección Toerhs
DK Mhndoza, VIIT, 487
(4) «Para contratar con los indios y gentes de las partes donde llegaren, se
lleven en cada navio de los que fueren á descubrir, algunas mercaderías de poco
valor, como tijeras, peines, cuchillos, hachas, anzuelos, bonetes de color;espejos,
cascabeles, cuentas de vidrio, y otras cosas de esta calidad.» Ordenanza 11 de
poblaciones. 1573: ley 9, tít. 2, lib. 4, R. I.
- 423 -
sintiera que entrase nadie m;1s (1). Y
si para pacificar los indios
IV
{\^ «Donde bastaren los predicadores del santo Evangelio para pacificar y
convertir los indios, no se consienta que entren otras personas que puedan estor-
bar la pacificación y conversión». Ordenanza 147 de poblaciones, 1573: ley 4, tit. 4,
lib. 4. R. I.
(2) Ley 13, tit. 3. lib. 6, 1611.
(3) Ley 18, tit. 3. lib. 6, 161L
(4) Ley 15, tit. 3. lib. 6, 1611.
(5) Ley 16, tit. 3. lib. 6, 1611.
(6) Ley 15, tit. 3. lib. 6, 161L
(7) Visitas de las doctrinas hechas por el Gobernador Láriz (Shvii la: Arch.
de Indias. 74. 6. 'JQX
- 4L'4 -
nal (1); y en los pueblos mitayos, ellos eran los encargados de dis-
tribuir la mita, señalando los indios de su parcialidad que habían de
ir en cada turno (2).
V
EL P. CLAUDIO AQUAVIVA 122
ideal era que cada Doctrina fuera una casa en donde á lo menos hu-
biese cuatro religiosos. «A^o queremos que en modo ó tiempo alguno
en nuestras residencias ó aldeas estén menos de cuatro religiosos,
cuando más no se pudieren poner, y si esto tío se pudiese hacer en
todas, se dejen del todo las que no pudieren tener este número de
-429-
cuatro, V Cstas visiten y ayuden diligentemente con Misiones orde-
nadas á su tiempo. T> Y aunque es verdad que este capítulo y otro
correspondiente á él están borrados después, sin duda porque se vio
experimentalmente la imposibilidad de cumplirlos, y se hubieron de
reducir á lo posible; todavía muestran bien el intento del legislador,
y dan á conocer á quién se debió aquel proceder constante de haber
siempre dos sacerdotes al menos en cada reducción, que si bien
podía parecer prodigalidad en una región tan escasa de sacerdotes
como América, estaba sin embargo lleno de sabiduría, como lo mos
traron los felices efectos, y aun la simple razón lo convence.
El establecer un Superior de Misiones, fué otro rasgo peculiar
del P. Claudio Aquaviva. En su lugar se ha detallado el oficio que
el Superior ejercía, y lo resume la Instrucción diciendo: «£"/ oficio
del dicho superinteiuioite será, como dicho es, andar en perpe-
tua visita y inspeccionando las aldeas, etc..» Oficio de un sacer-
dote que no se ocupase en el ministerio de conversor, ni en predi-
car, confesar ó ejercer otras obras espirituales con prójimos, sino
que no hiciese otra cosa que visitar de continuo, sólo de un ánimo
eficaz como el del P. Aquaviva se podía pensar que lo señalase: pro-
cediendo en esto conforme á su perpetuo y solidísimo dictamen, de
que no en el multiplicar las leyes está el bien de una corporación ó de
una empresa en favor de las almas, sino en urgir la ejecución. Y la
existencia del Superior dio á las Doctrinas su admirable unidad de
hecho, y las mantuvo prósperas, haciéndolas triunfar de todos los
obstáculos.
VI
(1)
- 431 -
Para remediar las borracheras, vicio tan común entre indios,
ordena que de tiempo en tiempo salgan los Padres por el pueblo
para atajarlas con su autoridad; y que en esto, usen de prudencia y
toleren con los infieles, mas con los ya bautizados no los soporten,
sino que con energía procuren la enmienda, empezando por las
reprensiones, y si éstas no bastaren, pasando á los castigos.
Lo que ocupa una gran parte de la histrucción es el cuidado de la
libertad de los indios, por causa de las encomiendas. Por parte de los
Padres se manda que paguen muy bien á los indios cualquier cosa
que les pidan ó cualquier trabajo en que los ocupen, y aun en eso
cuiden de no darles molestia; que procurando de este modo formar
chacra de maíz y legumbres para su sustento, y de algodón para su
vestido, hagan lo posible por adquirir algún ganado mayor y menor,
que servirá para ayudar á pobres y enfermos; y todo esto se pague
del estipendio que el Rey ha de dar (1). Por parte de los indios, que
los industrien para que hagan sus chacras ó sementeras (2); que les
ayuden en todo como Padres (3); que les den limosnas siendo
pobres, y les exhorten á darla teniendo de qué (4). Que á los nueva-
mente convertidos, los pongan en cabeza del Rey, puesto que no
son reducidos por conquista, sino por el Evangelio (5). Respecto
de los encomenderos, encarga el P. Torres que procuren los Padres
no disgustarlos; pero que por su parte no les ayuden para sacar
indios del pueblo, ni les consientan escándalos; que procuren que no
se detengan mucho; y en estando señalada la tasa, enseñen á los
indios á fin de que, para cumplir con ella, no hayan de salir del
pueblo (6).
(1)
-432-
Puede verse la primera Instrucción también en el Apéndice;
y aunque en algunos puntos se hallará variedad; será muy de notar
que en lo que igualmente insiste más, es en la libertad de los indios.
VII
Perú, sino aun de los que del Paraguay pasan á dicho reino. Dase
aquí á los forasteros albergue únicamente por tres días, trascurri-
dos los cuales, han de continuar su viaje. Perosi alguno de los via-
junto al gran lago Titicaca, entre cuatro altas montañas que rodean
(1) Bayek, Herr Wolf<;ang, Reise nach Feru, en Murr, Journal zur Kunst-
geschichte, tom. III, p. 280 sqq.
-433-
y estrechan la reducción. Llámanse la primera Ulla, otra Caracollo,
la tercera Sapacollo, y la cuarta Salipiicara. Esta última es la m.is
grande y elevada: y está rodeada desde el medio casi hasta la cima
de muros que la cierran en cerco, cultivando los indios dentro de
ellos patatas y quínoa. Los muros se han arruinado ya en muchas
partes. Este cerro fué fortaleza de los primitivos indios gentiles, en
que resistieron con gran energía y valor durante muchos años al
quinto Inca Capac Yupanqui, que los quería agregar á su imperio:
hasta que por un cruel artificio, que discretamente ocultan sus histo-
riadores, los venció y redujo su obediencia. Cada uno de los cua-
.1
tro cerros tiene sobre su cumbre una grande y alta cruz, que erigió
un piadoso sacerdote.
«Estos cuatro cerros están cercanos á otro que particularmente
viene á caer en medio de dos de ellos, y se llama Yacarí, el cual
contiene muchas vetas ricas de plata y de otros metales, de las que
en otro tiempo sacaron mucha plata así los indios como los espa-
ñoles.»
A este pueblo fué enviado como Misionero el P. Diego de Torres
cuando hacía siete años que se había encargado la Compañía de
oro, de las cuales en los días de fiesta se cubren los altares de arriba
abajo. Tienen asimismo riquísimas y costosas vestiduras sacerdo-
tales de brocado. Lo interior de las iglesias está adornado con gran-
des y buenas pinturas, cada una de las cuales puede llamarse una
obra de arte. Hállanse en ellas estatuas mu}^ bien labradas de
madera, como la del Señor atado á la columna donde fué azotado,
la de la cruz acuestas, el descendimiento de la cruz: y las imágenes
-435-
de San Juan Bautista, de San Jerónimo y San Francisco. Aunque
todas ellas han sido hechas por artífices indios, debo reconocer sin-
ceramente que están artísticamente trabajadas, y han salido bien.
Las cuatro iglesias mencionadas llevan los títulos que ahora diré:
La primera es la de San Pedro, á la que pertenecen los indios que
llaman Cnancollos, y es la iglesia de la casa de los Jesuítas. Otra es
la iglesia de la Santa Cruz, en cuyo altar mayor se venera un trozo
grande del lignum Crucis, don enviado acá por San Francisco de
Borja. A esta iglesia corresponden los indios que llaman Incas,
Chumbillas y ChincJiayas. La tercera es la iglesia de la Asunción
de la Santísima Virgen, y á ella pertenecen ciertos indios que
llaman Mojos. La cuarta y última está dedicada á San Juan Bau-
y en ella las columnas que forman el crucero y el coro están
tista,
VII
vidas) de los que los PP. Provinciales habían puesto en las Reduc-
ciones para su gobierno en lo espiritual y temporal.» Y resuelve que
éste es el que ha de permanecer en vigor, quedando abrogadas todas
las demás órdenes no contenidas en él, para que se logre la simplifi-
IX
influjo que tuvo cada una en aquel sistema al parecer singular. Pero
antes se eliminarán brevemente algunas explicaciones que del mismo
se han dado atribuyéndole otros orígenes sin bastante fundamento.
-441 -
viniendo así á ser éste el principio del régimen de las Doctrinas (1).
Pero la realidad es que precisamente estos primeros Misioneros, que
eran los Padres Ortega y Filds, no fundaron reducción alguna,
como se ha visto en el artículo I; y las Reducciones empezaron veinte
años más tarde según la dirección del P. Diego de Torres, Misionero
experimentado por largos años en la Reducción de Juli en el Perú;
por lo que el origen del Brasil no es admisible.
(1) SouTHEY, Histor}' of Brazil, ch. 24: «El sistema con que se formaban y admi-
nistraban las Reducciones, estaba modelado en el que habían seguido Nobrega )'
Anchieta en el Brasil.» Dr. Eduardo Prado, Conferencia no centenario do Vene-
rable P. Joseph de Anchieta (III Centenario, p. 53).
(2) Charlevoix, Hist. du Paraguay, Lib. V, tomo II, pp. 21, 32, 33
1,3) Ibid. 34.
— 442 —
vinieron á ser contemporáneas de las que estaban fundando los
Jesuítas. Por lo cual, tan infundado es el aserto de que las reduccio-
nf^s franciscanas fueran el origen del régimen peculiar de las
Doctrinas de la Compañía, como sería decir lo contrario, afirmando
que los Franciscanos tomaran el régimen de sus reducciones délo
que veían practicado por los Jesuítas.
La primitiva Iglesia
jamás en la tal ciudad del Sol, pero supone que obraron conforme á la
(! ) Raynal, Histoire... des établissements des européens dans les deux Indes:
lib. VIH, núm. XÍII.
(2) GoTHHiN, Dar christich-sociale Staat dar Jesuiten in Paraguay, p. 3.
-443-
ideas analogías (1), y los Jesuítas las siguieron sin darse siquiera
cuenta de ello.Los Jesuítas tenían que sujetarse á las leyes que
hallaban hechas, A los Obispos, á los Gobernadores, y acomo-
darse á la condición y costumbres de los indios; pero el autor supone
que no había leyes ni superiores eclesiásticos ni civiles á quienes
hubiesen de obedecer, ni condiciones naturales insuperables, sino
una independencia absoluta, un pl;in que los Jesuítas aplicaban á la
manera que se hace un experimento, y una materia en los indios que
se prestaba á cuanto de ella quisieran hacer los Misioneros. Son de-
masiadas hipótesis contrarias á la realidad para ser tomadas en serio.
CAPITULO XIV
presente capítulo.
Irán junto con la los documentos que con ella también se
Cédula
presentaron. En el §. pondrá el Memorial del P. Rodero titu-
I. se
lado Hechos de la verdad: en el II, el texto de la Cédula Real: en el
III, la primera Cédula al Provincial: en el IV, la segunda: en el V,
«HECHOS DE LA VERDAD
CONTRA LOS ARTIFICIOS DÉLA CALUMNIA,
REPRESENTADOS CON LA MÁS RENDIDA VENERACIÓN AL SUPREMO REAL
CONSEJO DE LAS INDIAS POR EL PADRE GASPAR RODERO, PROCURADOR
GENERAL DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS DE ELLAS, EN DEFENSA DE LAS
MISIONES DEL PARAGUAY, CONTRA LAS CALUMNIAS DIVULGADAS POR
TODA LA EUROPA EN UN LIBELO INFAMATORIO DE UN ANÓNIMO EX-
TRANJERO.»
de ésta tienen muy rara, sino de la de los palos, que es la más común.
Consta también que el precio común de esta yerba en estas ciudades,
y en el que la recibe Su Majestad por sus Reales tributos, es cuatro
pesos cada arroba; con que el producto de este grueso comercio
monta, según los testimonios y testigos jurídicos, veinte }'• cuatro
mil pesos. Consta, en fin, que en ninguna otra parte se han visto
jamás indios de las Reducciones á vender esta yerba. Pues ¿cómo el
producto de ella según el Anónimo, es de seiscientos mil pesos; para
que era necesario, según buena cuenta, ciento y cincuenta mil arro-
bas de dicha yerba, de que nunca sacan otro tanto cuantos habitan
en el Paragua)' para el reino del Perú? Con que esta mentira del
Anónimo está avaluada en nada menos que quinientos y setenta 3^
seis mil pesos. Buen mentir; pero pareciéndole que para ponderar la
avaricia de los Jesuítas es poco, prosigue diciendo que esta yerba
y el oro que continuamente sacan los indios de sus minerales
29.— Organiz.\ción social de las doctrinas guaraníes
— 4ó0 -
corrientes,producen d los Padres una renta tan cuantiosa, como
digna de cualquier principe soberano.
-454-
eclesiásticos y seculares han estado en estas Misiones, de que hay
testimonios, y aun testigos de vista hoy en esta Corte: díganos el
libehsta: de ¿dónde salen ó dónde se quedan los millares de pesos que
ocultan los Misioneros? Si los descubriere, téngase desde luego por
un soberano potentado; pues por delator de tanto tesoro defraudado
á la Real Hacienda, le corresponde un millón y medio según nuestras
leyes españolas. Este era medio más fácil para enriquecerse que no
el salario que percibe de los paraguayos porque sea delator de
ficciones.Y es digno de reflexión que las califica por tales, que en
más de cien años que los émulos de los Misioneros están alegando su
pobreza, por conseguir las encomiendas de estos indios, no haya
tratado alguno de salir de ella, verificando esta ocultación de los
Misioneros, que en cien años á cinco millones cada año, no era malo
el tercio de quinientos millones para un pobre delator, que no tiene
que llegar á la boca, si no es testimonios y calumnias con que reme-
diar su avaricia.
« 15. Para que todas las que pertenecen á esos fabulosos intereses
queden de una vez desvanecidas, oigamos al Anónimo la magnífica
descripción de las riquezas que adornan las iglesias de las Misiones.
Y dejando lo suntuoso y grande de ellas, lo precioso de las maderas,
la multitud de instrumentos músicos y otras menudencias, dice: Que
los artesones están embultados de oro: Que tres cuadros muy gran-
des, que forman el retablo ma3^or, tienen los marcos de oro y plata
maciza: que las peanas de los lados son de oro cincelado: que las dos
estatuas que sustentan son de plata maciza: que el tabernáculo es de
oro: el sol del Sacramento, de oro con esmeraldas y otras piedras
finas: los candeleros, todos de plata y oro: los ornamentos, de ricas
telas de oro: los dos colaterales, enriquecidos con la misma propor
ción de plata y oro: un candelero (quiere decir lámpara) de plata,
con treinta gavilanes (quiere decir arandelas) de plata, guarnecidos
de oro, con una cadena gruesa de plata que sube hasta la bóveda: y
en fin, que lo mismo se debe creer de todas las demás iglesias,
iguales en todo. Y esto es sin duda muy cierto: porque dos soldados
paisanos suyos, le afirmaron haberlo visto con sus ojos. Sin duda
gozaban del privilegio que las manos de Midas, que todo cuanto
veían, se les convertía en oro. Las maderas, que est;1n con un basto
dorado, como hecho de indios, oro macizo. Los candeleros de azófar,
ó de palo sobredorado, oro. Los techos, con maderas doradas, puro
oro. Los bultos de los Santos, sólo estofados, todos plata. La lámpara
no sólo de plata, sino la cadena, que es de hierro plateado, toda de
eslabones gruesos de plata maciza. Ahí que es nada: teniendo por lo
menos de altura diez ó doce varas hasta el techo: con que habiendo
una de la misma hechura en las cuarenta iglesias que finge, sólo de
esta cadena se formará una que tenga cuatrocientas y ochenta varas
de largo, y cuatrocientos y ochenta palmos de grueso, todo de plata
maciza. Ojalá y que se viera Dios servido con tanta riqueza; que no
se hallara en sola esta pieza otra semejante en toda Europa: como ni
tampoco semejante mentira fraguada en sus fascinantes impíos ojos,
que acostumbrados á mirar las paredes de sus templos desnudas.
- 455 -
aun de ¡m;\gene.s de snntos, pondera por irrisión cu.ilquior adorno
con que la pied;id católica solicita los cultos de nuestro gríin Dios,
llamando con el infeliz avariento y apóstata Judas, los hipócritas
jansenistas y calvinistas: ut quiü perditio haec, para que aun este
poco adorno de la iglesia se les quite á los Misioneros. No neniamos
lo que ningún católico puede condenar por delito, si no es el libelista,
que Muestros templos, en cualquiera parte del mundo, se erigen, se
adornan, se enriquecen, según la posibilidad de las fundaciones, para
veiiticar lo que la Iglesia católica romana afirma como elevado
mérito del gran Patriarca San Ignacio: templorum nitor ab ipso
INCREMENTUM ACCEPiT. Pero que los de las Reducciones del Para-
guay excedan, según la descripción del libelista, á todos los de la
Europa, en tales riquezas, es una hipócrita ficción para hacer creí-
bles todas las demás.
[Armas de fuego]
Peroración
II
"EL REY,,
[Plan de Aldunate]
[Pídense informes]
[Imposturas de Barúa]
siete pueblos más inmediatos á aquella ciudad, que eran San Igna-
cio guazú. Nuestra Señora de Fe, Santa Rosa, Santiago, Itapúa, el
Jesús y la Trinidad, se pusiese un Corregidor, por el recurso inme-
diato en cualesquiera ocasiones á la gente española de aquella
Provincia, aunque lo tenía por difícil se pudiese conseguir. Aña-
diendo el cit;ido D. Martín de Barúa, que en este supuesto, no
habría quién apeteciese el Corregimiento, recelándose principal-
«En cuanto á los frutos que producen los pueblos de estas Misio-
nes, expresa el mencionado Agüero que de la variedad de informes
que había tomado resulta que por el trabajo de aquellos indios sal-
— 474-
drían de dichos pueblos, para las dos Procuraciones de Buenos Aires
y Santa Fe, de diez y seis á diez y ocho mil arrobas de yerba Caminí,
según el parecer de algunos, y que otros decían ser de doce á catorce
mil arrobas; y últimamente reducían otros á que sólo llegaría este
género al número de diez á doce mil arrobas, en cada un año; que su
precio era desde algunos años ha el de seis pesos; y el regular, de
ó cinco pesos por persona; y que cuando los servicios de los del
Paraguay fuesen tan recomendables, que mereciesen alguna distin
ción, era muy grande y muy reparable la diferencia; sin omitir la
circunstancia de estarse desde el año de seiscientos y cuarenta y
nueve con el número de los nueve mil pesos, que por motivo alguno
había podido corresponder á ninguno de los números de indios que
se supone ha habido.
-
478-
[III. Idioma]
Gobernador del Paraguay hizo por las hostilidades que cometían los
enemigos en aquella Provincia, insultando los Portugueses del Brasil
los pueblos que no estaban armados, se mandó que los indios del
Paraná y Uruguay tuviesen y usasen armas de fuego, aprobando
las anterioras Cédulas que trataban de esto, y especialmente la de
veinte y cinco de Noviembre de mil seiscientos 3^ cuarenta y dos: y
que asimismo se restituyesen á los indios y á los Religiosos las armas
que se les habían tomado en fuerza de la citada Cédula del año de
mil y seiscientos y sesenta y uno, para que las tuviesen y se ejerci-
tasen como antes estaba acordado. Todo lo cual se corroboró en la
Instrucción expedida año de mil setecientos y diez y seis á don
el
[Vil. Diezmos]
nos Aires, expresando que los indios del cargo de los Padres de la
Compañía eran inútiles á su iglesia, por no haberla reconocido con
la paga de diezmos 3' primicias; por lo que se mandó en Cédula de
Indias certificación de lo que por este motivo se les pagase cada año;
y asimismo lo que consta por una certificación del Cabildo eclesiás-
tico del Paraguay, en que se expresa que en aquel Obispado por
costumbre inmemorial, no pagan diezmos los pueblos de indios que
están á cargo de Clérigos y Religiosos de San Francisco, en lo que
contestan también los demás Informes que últimamente se han hecho;
en esta atención, y reflexionándose los inconvenientes que pueden
ocurrir de tomarse nueva providencia en este punto:
<íHe resuelto que por ahora no se haga novedad alguna sobre este
particular, previniendo por Cedida aparte al Provincial que, siendo
tan justo derecho de diezmos, trate con sus Doctrineros el modo
el
y forma con que esos indios podrán contribuir con alguna porción
por razón de diezmos.
esto no se ejecuta:
«Y constando por el Informe y Autos del expresado D. Juan Váz-
quez, que el Obispo del Paraguay había visitado dos veces todos los
pueblos, y que el Reverendo Obispo Fajardo, que lo había sido de
Buenos Aires, ejecutó lo mismo, administrando ambos Prelados la
Confirmación, y siendo asimismo cierto que todos los Obispos que
lo han querido hacer, han visitado estos pueblos, de que han dado
y están actualmente dando repetidas noticias á mi Consejo, haciendo
expresión del buen estado espiritual de ellos, como lo acaba de hacer
el Obispo de Buenos Aires en la citada carta de este año, sin ha-
y siete, que estando sobre la Colonia del Sacramento con cuatro mil
-494-
indios Guaranís, el P. Tomás Werle, de nación bávaro, le mataron
de un fusilazo los enemigos: En esta inteligencia:
<íSólo he tenido por conveniente, encargar á los Padres (como se
hace por Cédula de esta fecha), pongan sobre este asunto gran cui-
dado^ especialmente en sujetos que sean naturales de potencias que
tengan gran fuerza de mar.
[Testimonio laudatorio]
[Cláusulas]
III
IV
«EL REY»
VI
CERTIFICACIÓN DE D. BRUNO DE ZAVALA EN FAVOR
DE LOS GUARANÍES
«SEÑOR»
«En todas las ocasiones y urgencias que se han ofrecido de pedir
el auxilio de los indios Tapes de las Doctrinas de los Padres de la
- 500 -
Compañía de Jesús para las operaciones militares y para las obras
de fortificación de este castillo, he experimentado la más exacta
puntualidad y fervoroso celo por el servicio de V. M. en los Padres
Provinciales y demás Prelados en la breve providencia y conducción
de los indios adonde se han necesitado; y los que al presente se
hallan en Montevideo, como doy noticia separada á V. M., están
empleados en hacer la fajina y trasportarla para la fortificación
que se construye en aquel puerto, esmerándose en ello con la ma)'or
diligencia y cuidado, con sólo la asistencia diaria, harto limitada.
Y sin ponderación, si no tuviera á los indios, era imposible proseguir
el trabajo empezado para el resguardo y defensa de Montevideo, ni
tampoco el de este castillo [de Buenos Aires] cuando los soldados,
ni los demás españoles quieren reducirse á este género de fatiga.
Y aun los indios, que andan vagamundos de los forasteros, sucede lo
propio: y con unos y con otros, si hay alguno que se aplique á ganar
el jornal, cuatro días es puntual en el trabajo; después pretende
dinero adelantado, y se huye si recibió algo, ó no se le dio, por
imitar á los demás, que de ordinario lo ejecutan sin el menor escrú-
pulo ni miedo, cuya propensión está tan arraigada en los genios, su
naturaleza floja y viciada en la libertad, que no hay humano discurso
para remediarlo.
«Esto es lo que pasa con los españoles, indios vagamundos y otra
gente. Pero los Tapes de las Doctrinas de la Compañía de Jesús,
debo decir á V. M. con una verdad ingenua y sincera, que es impon-
derable la sujeción, la humildad y la constancia de perseverar en
todo lo que ocurre del servicio de V. M., y en particular en las obras
de fortificación, en las que se ahorra el logro de vuestra Real
Hacienda, según lo que varias veces he representado á V. M., res-
pecto de que nadie, con lo que tienen asignado, trabajaría; proce-
diendo la sujeción y modo regular de vivir tan observantes en lo que
se les impone, de la buena educación y enseñanza en que están ins-
truidos por los Padres de la Compañía; atribuyéndose á su gobierno,
economía, política prudencia y gran dirección la conservación de
los pueblos y la pronta obediencia de los indios á todo lo que se les
manda; habiéndome asegurado repetidas veces el Obispo de esta
ciudad que cuando estuvo en la Visita de las Misiones, contempló
que era providencia de la Omnipotencia el régimen plausible de los
Padres, en el decoro primoroso del culto divino, la devoción firme de
los indios de ambos sexos, y habilitados con gran destreza en las
obras manuales.
«Y cuantos sujetos han transitado por ellas no acaban de alabar
esto mismo, sin que el espacio del tiempo que trabajan en esta forti-
ficación hayan dado motivo para el menor rumor ni desorden; antes
muy aplicados y sujetos á lo que se les previene han de hacer; de
suerte que causa bastante admiración la puntualidad de su asistencia,
sin faltar indefectiblemente á las horas señaladas. Y aunque algunos
malévolos, empleados en emulación perniciosa, quieran desdorar con
el veneno de su depravada intención la pureza de tan santa y loable
religión, como es la Compañía de Jesús, y de provecho y utilidad en
todo el Universo, y especialmente en la América, que con sola la
prudencia y opinión de su santo celo reprimen á cualquiera soltura
indecente: nunca podrán deslumhrar la verdad de lo que está patente
á la vista, y que refiero á V. M. con la realidad de fiel vasallo, que
profeso, sin pretender exaltar á los Jesuítas, sino desnudo de toda
- 501 -
pasión expresarlo ;'isu Real noticia, lo que es manifiesto todos,
;'i
VII
[Visita]
[Santa Fel
[Misiones]
que además de las cantidades que el real celo y piedad de V. JVl. libra,
gastan otras muy considerables en su transporte: }• suelen crecer
mucho más los gastos, cuando por algún accidente se les retarda el
embarque en Cádiz, como ha sucedido en la presente guerra.
«También ocupan otras porciones de dinero en comprar caballos
y armas, en que gastan cantidades de hierro y acero j vestuarios,
para mantener un pie considerable de milicia, siempre pronta á ser-
vir á V. M. en las ocasiones que se ofrezcan, }- para venir á trabajar
en las obras públicas, como lo están ejecutando al presente en la
construcci(3n de la fortaleza de Montevideo; y asimismo para defen-
der sus pueblos y ganados de las correrías y hostilidades que les
hacen los indios infieles, de que están cercados, y muchas veces les
han robado ganados }' caballos, y lo que es más doloroso, han muerto
muchos de estos pobres, captivándoles de ordinario sus hijos y muje-
res; y en todos gastos se hallan alcanzados, no pudiendo dar cum-
plida satisfacción muchas veces los Padres Procuradores, cuando los
años son malos, y las cosechas de esta yerba cortas, ó por los hielos,
ó por la falta de lluvias.
«Por estas razones creo que están desde su fundación en posesión
de no pagar diezmos, ni de los granos ni de la yerba, no sólo estos
pueblos de las Misiones de los religiosos de ia Compañía pertenecien-
tes á esta diócesis, sino es también los de la fundación del Paraguay.
Y la misma posesión han gozado y gozan los demás pueblos de las
Misiones que tiene V. M. encomendadas á los religiosos del Seráfico
y glorioso San Francisco. Y aunque algunos sujetos me persuadían
que les mandase pagar los diezmos, no lo hallé racional, é hice dic-
tamen de lo contrario, á vista de que no trabajando aquellos indios
para traficar á la utilidad y provecho personal, como los indios y
demás personas que labran las tierras de otras provincias de este Río
de la Plata y las del Perú y Chile, sino únicamente por su sustento en
las semillas y el tráfico que hacen en la yerba, (sólo para dar cumpli-
miento á sus tributos y al servicio del culto divino y al de V. M., para
lo cual muchas veces no les alcanza), no hallé por dónde, ni de dónde
se les pueda obligar á la paga de diezmos; y así los mantengo en el
goce de esta excepción.
«Por lo que mira al servicio de V. M., á que atienden inmediata-
mente después del de Dios, los tienen los religiosos apostólicos tan
bien instruidos y disciplinados, que puede V. M. hoy contaren todos
los pueblos, aun después del grave destrozo que en ellos hicieron la
peste de viruelas, y el hambre en los años próximos pasados, desde
doce á catorce mil hombres de armas tomar prontos y bien apresta-
dos para cualquiera expedición que se ofrezca en servicio de V. M.:
como lo han practicado en las que se ofrecieron en los años pasados
en el Paragua3^ en que han dado muy grandes pruebas de su valor,
lealtad, y del amor con que sirven á V. M., costeándose totalmente
de armas, caballos y municiones, y exponiendo sus vidas á todo riesgo
y muchos la han perdido en su Real servicio. Y ahora lo están al
presente practicando en la construcción de la fortaleza que se está
haciendo por orden de V. M. en Montevideo, uno de los puertos del
Río de la Plata, donde fueron á petición del Gobeinador de la plaza
doscientos indios á trabajar con dos religiosos de sus Doctrinas, que
á un mismo tiempo los están alentando á que trabajen con calor, é
instruyéndoles á que recen con devoción, imitando así aquellos exce-
— 507 —
lentes Macabeos, que con una mano estaban sirviendo al culto divino,
en la fcábrica del templo, y con otra á su caudillo y soberano en la
defensa de sus enemigos.
«Esto, Señor, ha parecido A mi obligación informar á V. M. con
esta relación sincera, llana y verdadera, para el sosiego y consuelo
de su Real conciencia, haciendo grave escrúpulo de omitirla, por el
cargo del ministerio en que su Real piedad se dignó ponerme, y por-
que con este conocimiento V. M. siendo servido se pueda dignar de
remunerar estos servicios y lealtad de sus pobres indios vasallos, y
el celo 3^ trabajo que en esto impenden estos grandes varones á cuyo
cuidado están.
«Fuera de estas Reducciones y Doctrinas, se hallan ho)' otros dos
sujetos de la misma religión entablando y poniendo los fundamentos
de una población de indios de otra nación que llaman los Pampas, y
son los que en estos años pasados habían hecho grandes hostilidades,
así en las vecindades de Buenos Aires, como en los caminantes que
trafican desde Chile á esta ciudad; y habiendo el Gobernador de ella,
Don Miguel Salcedo, levantado un pie de ejército, lo despachó en
busca de los demás de esta nación, que son en mucho número de par-
cialidades y viven hacia la cordillera que confina con el estrecho de
Magallanes, y habiendo llevado el ejército un religioso Jesuíta de
esta nueva Doctrina, con unos indios intérpretes, los redujeron á
paz; y vinieron cuatro caciques de ellos á confirmarla, obligándose á
restituir todos los cautivos que tenían apresados en diferentes oca-
siones. Y en estos días inmediatos llegaron á la ciudad de Santa Fe
unos caciques, pidiendo con mucha instancia al P. Rector de aquel
colegio dos Padres Jesuítas para que los instruyesen en la santa Fe,
que deseaban abrazar, así ellos, como los demás de sus parcialidades
que llaman en esta provincia Abipones y Mocovís, enemigos que en
tiempos pasados han dado en qué entender á aquella afligida ciudad;
para cuyo efecto tiene el P. Provincial de dicha religión dos sujetos
que vayan á sembrar en aquella tierra el grano del Evangelio; pues
parece que Dios nuestro Señor lo tiene así dispuesto. Yo espero en
la misericordia divina que con las paces de aquéllos y la conversión
de éstos, ha de crecer mucho en estos parajes la religión católica.»
[Corrientes]
[Número de confirmaciones]
DOCUMENTOS
Y ACLARACIONES
DOCUMENTOS Y ACLARACIONES
Núm. 1.
Núm. 2.
Núm. 3.
en veinte años
«El Rey— Por cuanto por cédula del Rey mi señor y padre (que
santa gloria haya), de treinta de Enero del año pasado de mil y seiscientos
y siete, dirigida al Marqués de Montes Claros, mi V^irrey que fué de las
provincias del Perú, está dispuesto y ordenado, que por el tiempo de diez
años no se encomienden ni cobren tributos de los indios que se redujeren á
nuestra santa fe Católica y obediencia de mi Real Corona por sola la pre-
dicación del Evangelio, como más particularmente se refiere en la dicha
Cédula, que es del tenor siguiente:
Núm. 4.
Núm. 5.
-516-
á los cuales se encargue y advierta la cobranza con la mayor suavidad
y blandura que fuere posible: especialmente hasta que esté entablada de
todo punto: y al dicho Gobernador que no ocupe los indios en trajines, ser-
vicio ni conveniencias suyas; y que de todo se despache Provisión: Y Su
Excelencia y dichos señores— D. Josef de Cáceres.
lo señaló,
«Decisión— En cuya conformidad, y atento las causas y razones que
representa el dicho Padre Antonio Ruiz de Montoya en el Memorial suso
incorporado: y respecto de ser ciertas y ajustadas:
»Di LA PRESENTE, POR LA CUAL en nombre de S. M. y en virtud de los
poderes y comisiones que de su persona real tengo: recibo por sus vasallos-
Ios indios nuevamente convertidos de las provincias del Uruguay, Tape,
río Paraná y de Itatí, de la Gobernación del Paraguay; y los declaro por
tales y pertenecientes á la Real Corona, y por presidiarios del presidio'
y opósito de los portugueses del Brasil:
»Y MANDO que por ahora sean relevados de mitas y servicio personal,
puesto que asisten en dicho presidio, en que se juzga estar bastantemente
ocupados en el real servicio y causa pública:
»Y QUE ASIMISMO por ahora, paguen solamente tributos á S. M. en reco-
nocimiento y vasallaje, un peso de ocho reales por cada un indio, en plata
y no en especie: para cuyo efecto mando que los Oficiales Reales del
Puerto de Buenos Aires, á cuyo cargo y no de otro ninguno ha de estar la
cobranza de dichos tributos, hagan el padrón de dichos indios, y lo cobren
con la mayor suavidad y blandura que fuere posible, especialmente hasta
que de todo punto esté entablado: y que el Gobernador de dichas provincias
no ocupe los dichos indios en trajines, servicio ni conveniencias suyas,
según y como se contiene y declara en dicho auto suso incorporado: que
mando se guarde y cumpla esta provisión en todo y por todo, sin que con-
tra su tenor y forma se vaya ni pase en manera alguna: y el dicho mi
Gobernador y Oficiales Reales lo observarán así, pena de cada quinientos
—
pesos de oro para la Cámara de S. M. Fecha en los Reyes, á veinte y uno
de Junio de mil seiscientos y cuarenta y nueve años. Conde de Salva-
—
tierra. Por mandado del Virrey, D. José de Cáceres y Ulloa.»
(Col. de documentos impresos por Tkelles).
Núm. 6.
dios: y que aunque habíades intentado con los dichos religiosos que mien-
tras iba la última determinación mía, se ejecutase la provisión del conde de
Salvatierra, y cobrasen del dicho tributo su estipendio, y no de la Caja
Real de Potosí; que los indios estaban contentos y la presentaron, valién-
dose de ella para que no se les acrecentasen los ocho reales que por la
dicha provisión se les señalaron: no lo pudisteis conseguir, por haberlo
-518-
resistido los dichos religiosos, y no tener orden para obligarles á ellor
Y en otra carta de veintidós de Octubre del dicho año, me dais cuenta del
litigioque los vecinos de la ciudad de la Asunción de esas provincias
tuvieron en mi Audiencia de los Charcas, sobre si los indios de las dichas
Reducciones habían de ser encomendados á particulares, ó se habían de
poner en mi Corona Real; y que sin embargo de la defensa que hicieron
en su nombre los dichos religiosos, se había despachado ejecutoria para
que los de las dos Reducciones de Itapúa y Corpus Christi los encomen-
dase mi Gobernador de esas provincias en personas beneméritas, decla-
rando debían pagar el tributo en especies y no el tributo personal; pere-
que no se habían valido de ella en veintidós años. Y que aunque usando
de la dicha ejecutoria, pudiérades haberlos encomendado, lo habíades sus-
pendido hasta darme cuenta, para que teniéndolo por bien, los mandase
poner en mi Corona Real, por el desconsuelo que les causaría verse enco-
mendados á particulares, cuando los indios de las demás Reducciones-
venían á ser tributarios míos:
»Y habiéndosh; visto por los de mi Consejo de las Indias con los demás
papeles tocantes á la materia, y consultcádoseme sobre ello: he resuelto-
ordenaros y mandaros (como lo hago), para asegurar más el dominio de los
indios de las dichas Reducciones, y la obediencia que deben tener á vos y
á mis Gobernadores, las pongáis todas ellas en mi Corona Real. Y que
aunque se hayan encomendado algunos de los indios de los pueblos de
Itapúa y Corpus Christi á personas particulares, hagáis dellos la misma
incorporación, para que luego que vaquen se ejecute: sin que puedan
volver á encomendarse de nuevo: de forma que en todas las Reducciones
de esas provincias corra una misma regla, siendo los indios tributarios
míos, pues con ésto se verán libres de las vejaciones délos encomenderos,
y ellos tendrán el consuelo de que á todos se les trata con igualdad: siendo
ésto muy importante para su conservación y pí^ra el aumento de mi Real
Hacienda:
»Y DISPONDRÉIS QUE SE COBRE EL TRIBUTO, uu peso de ocho reales en
especie de plata: y que ésto se observe por tiempo de seis años: con decla-
ración de que lo han de pagar todos los indius que hubiere de las dichas
Reducciones desde edad de catorce años hasta cincuenta: reservando la
determinación de lo que han de pagar después de pasado este tiempo á lo
que con las noticias que hubiere del estado que tuvieren las dichas Reduc-
ciones pareciere más conveniente resolver, acrecer ó no el dicho tributo:
»Y ADVERTIRÉIS á los dichos ReHgiosos no ejerzan el oficio de Protec-
tores de los indios de las Reducciones que están á su cargo, como parece
lo han hecho hasta aquí, porque esta ocupación la ha de servir, como es mi
voluntad la sirva, el que para ésto fuere nombrado por mí, ó por quien en
mi nombre tuviere derecho legítimo para nombrarle, precediendo informes
vuestros y del Obispo de la Iglesia Catedral de esas provincias: _v él oya
[sic] al Cabildo secular de la Asunción, y consultivamente á los mismos
Religiosos para que se pueda elegir por la persona que, como queda refe-
rido, tuviere facultad mía para este ejercicio de dicho oficio de Protector.
Y también les advertiréis á dichos Religiosos que no se entremetan más
que en predicar y confesar á los dichos indios, enseñándoles lo que perte-
nece á los artículos de nuestra sagrada religión, y la obligación que tienen
-519-
de servirme y obedecerme y pagar los tributos; sin entrometerse en el
gobierno temporal ni en impedir la paíja dellos, ayudando y asistiendo á
vos y á los que os sucedieren en esos cargos. \' para que ésto se consiga
con efecto, daréis las órdenes que convengan, para qne el sínodo que se
paga de mi Caja Real de la villa de Potosí á los Religiosos doctrinantes
de las dichas Reducciones, se les consigne en lo que importare el tributo
que pagaren los indios, cobrándose por los Oficiales de mi Hacienda en
cuyo distrito caen, y enterándose con efecto á mi Caja de su cargo, pues
siendo los mismos Religiosos doctrinantes de dichas Reducciones intere-
sados en la cobranza de sus estipendios, tendráti más cuidado en la puntual
contribución del tributo. Y que loque importaron los dichos estipendios se
les pague por los Oficiales de mi Real Hacienda, en cuyo poder entra lo
procedido de los dichos tributos. Y para que no se les acuda con ellos por
dos vías, daréis aviso á los Oficiales de mi Hacienda de la villa del Potosí,
del día en que se les empezare á pagar de lo procedido de los dichos tri-
butos: para que desde entonces en adelante, no acudan ellos á los dichcis
Religiosos con cosa alguna por cuenta de los dichos estipendins; con aper-
cibimiento que si lo hicieren, se cobrará de sus bienes y hacienda lo que
por esta razón dieren.
»Y DK HABER DADO CUMPLIMIENTO Á TODO lo referido, me daréis aviso
en laprimera ocasión. Y de la presente tomarán la razón mis Contadores
de cuentas que residen en el dicho mi Consejo. Fecha en Madrid á veinte
—
y seis de Octubre de mil y seiscientos y sesenta y un años. Yo el Rey.—
—
Por mandado del Rey nuestro Señor D. Juan de Subiza.»
[Arch. de Indias: 122. 3. 2. tomo 7, f. 13. vto.].
Núm. 7.
hijos de los recién convertidos, que se bautizan párvulos sólo por voluntad
de sus padres, que les procrearon en su gentilidad.
»QUE SE PODÍA DÜD\K Si AL CuRA DEL PUEBLO DE SaN IgNACIO SE
HABÍA de pagar el sínodo como á los demás. Y la razón era porque este
pueblo se distingue de todos, en que los naturales de él están encomendados
á vecinos de la ciudad de la Asunción, excepto cincuenta y nueve que son
de mi Corona, aunque la reducción era numerosa: y como el pagar esti-
pendio á los Curas es carga y obligación de los encomenderos, parecía no
se debía dar de la Real Hacienda, si no es respecto de aquellos indios que
están por encomendar y pagan tributo en mis Cajas.
>QüE AUNQUE LAS DOCTRINAS que administraban los dichos religiosos
eran veinte y dos de otros tantos pueblos, había dos que estaban unidos en
un cuerpo: en la provincia del Paraná, la Candelaria con el de San Cosme
y San Damián, y en la del Uruguay San Nicolás con el de los Apóstoles
San Pedro y San Pablo. Tenían estas dos Reducciones una iglesia sola, y
los moradores vivían en barrios distintos, y en una población tenían dos
Curas, y Corregidor, Alcaldes y Cabildo á su modo separados: y podía
dudarse si se había de pagar el estipendio de dos Curas, ó si uno podía
serlo de ambos pueblos: pues en todas las Reducciones asistían ordinaria-
mente dos religiosos sacerdotes idóneos para la administración de los sacra-
mentos, y en dicho pueblo de la Candelaria residía el que llamaban Supe-
rior de ellas.
-522-
»Quh: por último era necesario declarar si los indios de las tres
Reducciones de San Ignacio, Nuestra Señora de Fe y Santiago, de la
provincia del Paraguay, que hasta entonces pagaban en lienzo, habían de
proseguir pagando en la misma especie, y si los religiosos doctrineros
habían de ser obligados á recibir por cuenta de su estipendio lienzo: por-
que hasta aquel tiempo el sínodo todo se cobraba en plata.
'Que también se había pedido por parte de los indios, que según las
Ordenanzas, se habían de reservar de tributo en cada pueblo el Corregidor,
Alcaldes, Fiscales, cantores, sacristanes y sirvientes de los Curas, que
serían hasta doce.
»QuE Para la resolución de todo, era de advertir que, como enton-
ces no se pagaban más que quince Doctrinas, sobraba cada año del tributo
dos mil pesos en la Caja de Buenos Aires, y más de otros mil en la del
Paraguay: nías añadiéndose el estipendio de los Curas de otras siete
Reducciones hasta las veinte y dos que se mandaban pagar, crecía mucho
el gasto, que importaba diez mil doscientos sesenta y cinco pesos y seis
reales: y los tributarios, según el padrón que hizo, eran catorce mil cuatro-
cientos y treinta y siete, que habían de pagar otros tantos pesos: y si se
reservasen los menores de diez y ocho años, caciques, sus hijos primogé-
nitos recién convertidos por veinte años y los que por las ordenanzas se
reservan, por los oficios que quedan expresados, apenas había para pagar
á los Curas.
»Y EN OIRÁ carta de diez y ocho del mismo Octubre da cuenta el
dicho don Diego Ibáñez de Faria de lo que obró, en virtud de la orden que
le dio don Josef Martínez de Salazar, que fué Presidente de la dicha
Audiencia de Buenos Aires, sobre que inquiriese si entre aquellas Doc-
trinas se hallaban los indios que se huyeron de la que administraba Fray
Francisco de Rivas, Comendador del Orden de la Merced, nombrada
Itacurubí, que la desampararon ausentándose todos juntos, diciendo que
por la información que remitía, constaba haber algunos de dichos indios en
tres reducciones, que eran San Josef, Santo Tomé y los Reyes: porque
habiéndose huido juntos, después se dividieron en trozos, y anduvieron
vagando por los montes algún tiempo, hasta que casualmente, saliendo
algunos religiosos de la Compañía (como lo acostumbraban) á buscar
infieles y reducirlos á la fe, y explorar la campaña por recelo de los portu-
gueses de !¿an Pablo, encontraron con algunas tropas pequeñas de los
dichos indios de Itacurubí, y los agregaron á sus Reducciones, donde se
habían casado y perseveraban hasta entonces: cuyo número no llegaba á
cien familias: y todos se habían numerado al fin de los padrones de dichos
tres pueblos, con la nota de ser de esta calidad; y de los demás que fueron
muchos, no había noticia alguna.
»Y Alonso Pantoja, de la Compañía de Jesús, y Procurador general
de las provincias de las Indias, me representó la orden que se había dado
al dicho don Diego Ibáñez de Faria, y como había hecho el padrón de los
indios: y que pretendió ante el Protector de ellos que los de catorce años
hasta cumplidos diez y ocho, y los caciques, y sus hijos primogénitos, y los
recién convertidos hasta que pasasen de veinte años, no habían de pagar
tributo aljiuno: cuya determinación había remitido al dicho mi Consejo.-
ordenando que en el ínterin que se tomaba resolución sobre eso, sesuspcn-
- 523 -
diese la ejecución: y entretanto sólo se Íes pagase á los religiosos el sínodo
de quince Doctrinas, y los indios satisficiesen nueve mil pesos de tributo
cada año: como todo constaba por la copia de autos que presentaba.
»SuPLicóMK fuese servido de mandar que con efecto se les pagase el
sínodo de todas veinte y dos Doctrinas, determinando juntamente la pre-
tensión del Protector de dichos indios, porque no hubiese motivo para que
se les dejase de pagar por entero.
»V HABIÉNDOSE VISTO todo por los de mi Consejo de las Indias, con lo
que sobre ello dijo y pidió mi Fiscal en él:
»Hh; TENiüO POR BIEN DE DAR LA PRESENTE, por la cui.l OS mando que,
sin embargo de lo dispuesto por la Cédula del Rey nuestro señor y padre
(que santa^gloria haya) de diez y seis de Octubre del año pasado de mil y
seiscientos y sesenta y uno, en que entre otras cosas se dispone que el
tributo de los indios de las dichas Reducciones, le pagasen todos los que
hubiese en ellas desde edad de catorce años, deis la orden que fuere nece-
saria para que en adelante, todos los indios de las dichas veinte y dos Doc-
trinas no tributen hasta la edad de diez y ocho años, sean ó no casados,
antes ó después, y que asimismo, no tributen los caciques y sus hijos primo-
génitos, sacristanes y Corregidores, y demás oficiales que por las Ordenan-
zas de esas provincias tengan exención de tributar. Como también que los
nuevamente reducidos á nuestra santa fe católica gocen de la excepción
por el tiempo de los veinte años según lo dispuesto por Cédula de siete de
Abril del año de mil seiscientos y cuarenta y tres, con que el dicho tiempo
les corra continuo á los que siendo de edad capaz de razón, se redujeren á
nuestra santa fe voluntariamente y sin fuerza de armas, á cada uno desde
el día que se redujere; con advertencia que no han de gozar de este privi-
legio los'niños que nacieren de padres cristianos ya reducidos, pues éstos
gozan del otro privilegio de menores hasta la edad de diez y ocho años; y
no les conviene la calidad de reducirse por el acto heroico de voluntad que
promete el mérito á los capaces de razón; y que en cuanto á que el tributo se
pague en especie de plata ó en los géneros de la tierra, se guarde la cos-
tumbre y estilo que ha habido hasta ahora: y que á los religiosos de la
Compañía que doctrinan los veinte y dos pueblos de estas Reducciones, se
les pague enteramente el sínodo de todas ellas, que por Cédulas reales está
ordenado, de los mismos tributos de los indios de ellas: y que la cantidad
que tributaren todos los que no estén exentos á razón de ocho reales al
año, se entere en mis cajas reales, según y como hasta aquí se ha hecho,
para que de ellas se paguen dichos sínodos. En cuanto á la duda que pro-
puso eldicho don Diego Ibáñez de Faria, de si al Cura del pueblo de San
Ignacio se había de pagar el sínodo como á los demás, es mi voluntad, que,
pues hay en él indios encomendados, y el encomendero goza de los
tributos, pague éste el estipendio (como todos los demás lo hacen) de los
que le tocaren: y que mi Real Hacienda sólo haya de pagar por los indios
que allí tributan á mi Corona, rata por cantidad:
»ToDO LO CUAL haréis se guarde y cumpla sin contravención alguna, y
que se cuide mucho de la enseñanza y buen tratamiento de todos los indios,
y particularmente de los que fueron fugitivos de la doctrina de
Itacurubí,
que se hallaban en las tres Reducciones referidas, en todo lo que sea posi-
ble, para que se conserven en nuestra santa fe, y se aumenten y tributan
- 524 -
como los demás: que en este punto encargo mucho al Superior de estas
Doctrinas por otro despacho de la fecha de éste el cuidado que debe poner
—
en ello. Fecha en Lerma á dos de Noviembre de mil seiscientos y setenta
— —
y nueve años. Yo el Rey. Por mandado del Rey nuestro Señor. - Fran-
cisco Núñez de Madrigal.»
(B. A. Col de doc. Impr por Trelles).
ARMAS DE FUEGO
Nüm. 8.
»He tenido pük bien de remitiros lo que á ésto toca; para que, habiendo
oído á los gobernadores confinantes, sobre el armarse los dichos indios para
su defensa, dispongáis lo que más convenga, conforme al estado de las
cosas, á que os asistirá el Presidente y Audiencia de los Charcas, á quien
escribo en esta conformidad. Y de lo que hiciéredes me avisaréis. Fecha
en Madrid, á veinte y uno de Mayo de mil y seiscientos y cuarenta años.
—
Yo el Rey Por mandado del Rey nuestro Señor: Don Fernando Ruiz de
Contreras.»
(B. A. leg. «Compañía de Jesús Cédulas Reales, 1 .»)
,
- 5'J5 —
Núm. 9.
Núm. 10.
Nüm. 11.
Ntim. 12.
-530 —
rra, Virrey, Lugarteniente, Gobernador y Capitán general en estos reinos
y provincias del Perú, Tierra Firme y Chile, etc.
»A Vos el Capitán de la sala de armas de esta ciudad:
»Sabed que ante mí se ha presentado un Memorial, que su tenor y lo
á él decretado, Cédula que se refiere, Acuerdo real de justicia adonde lo
remití por voto consultivo, Informe que en él se mandó hacera D. Pedro
de Lugo, Gobernador que fué de la provincia del Paraguay, y lo resuelto
en el Acuerdo general de Hacienda donde se mandó llevar, es como sigue:
«Petición:
[Aquí el n.o 10.]
»LiMA, ocho de Noviembre de mil seiscientos cuarenta y cuatro.
Júntese este Memorial con la real Cédula de veinticinco de Noviembre de
mil y seiscientos y cuarenta y dos que trata de la materia, y todo se llevará
al Acuerdo con voto consultivo. — V'entukiel.
[Aquí el n "9.]
«Decreto: Visto este Memorial y Cédula que en él se cita en el Real
Acuerdo de Justicia, en que se halló S. E. y los señores D. Andrés de
Villela, D. Antonio de Calatayud, D. Fernando de Saavedra, D. García
Carrillo, D. Luis de Loma Portocarrero, Oidor de esta Real Audiencia,
presente el Sr. D. Gabriel de Sarreda, Fiscal de lo civil:
«Pareció, que, atento á hallarse en esta ciudad D. Pedro de Lugo,
Gobernador que acaba de ser de la provincia del Paraguay, informe por
escrito lo que se le ofrece en esta materia, y hable y confiera en razón de
ello con el Sr. D. Antonio de Calatayud, y hecho, se vuelva á este Real
Acuerdo para que se tome resolución. Y S. E., se conformó con lo mismo,
y mandó se haga así. Y lo rubricó con los dichos señores— D. Pedro de
Quesada.
«Informe.»
[Aquí eln.°n.]
«Acuerdo: En la ciudad de los Reyes, en veintitrés de Marzo de mil
seiscientos y cuarenta y cinco años.
»ViiTOs ESTOS Autos en Acuerdo general de Hacienda, en que se
hallaron S. E. y los señores D. Andrés de Villela, D. Antonio de Calata-
yud, D. García Carrillo y Aldrete, D. Luis de Loma Portocarrero, Oidores
de esta Real Audiencia, D. Augustín de Medina, Fiscal, Hernando de
Santa Cruz y Padilla, Contador del Tribunal de Cuentas, Factor D. Pedro
Jarava, Contador Bartolomé Astete de UUoa, Tesorero Juan de Quesada,
Jueces Oficiales Reales:
»Pakeció que, atento el estado en que se hallan las provincias del
Paraguay y las Reducciones de los indios, y el daño que podría seguirse de
cualquiera dilación, es conveniente que manejen armas de fuego para su
defensa contra portugueses los dichos indios:
»QuE SEGÚN EL NÚMERO de las armas de fuego que hay en esta ciudad,
y las que hubiere en la ciudad de la Plata, S E. ordene que de una ó otra
parte, donde fuere más cómodo para la conducción, se remitan á la provin-
cia del Paraguay hasta ciento y cincuenta bocas, asimismo setenta botijas
de pólvora, y setenta quintales de plomo, en las partes que propone el
Padre Antonio Ruiz, para que todo esté á disposición y custodia de los
Padres Religiosos de la Compañía que doctrinan los indios de aquellas
- 531 -
Reducciones, en la forma que lo suplicaron á Su Majestad en la Real
Cédula presentada, dando para todo las órdenes convenientes en el gasto
que fuere necesario de la Real Hacienda. Y S. E. lo señaló y los dichas
.señores — D. Josef de Cáceres y Ulloa.»
(Buenos Aires, Arch. gen. leg. Compañía de Jesús /Cédulas reales./
Núm. 13.
-532-
á S. M., y el suplicante recibirá la merced que espera de la grandeza
de V. E.
«Antonio Ruiz de Montoya.»
^BufíNOS AiKEs: Arch. gen. / / Con el núm. 14).
leg. Céd^. reales
Núm. 14.
1646— Provisión final del Virrey. Dense las armas para los indios
Núm. 15.
(1) De esta disposición es de la que dice la Cédula grande, punto 4.°: «esta
providencia resultó de haberles sindicado á los Padres haberse introducido en la
j irisdicción eclesiástica y secular, lo que resulta ser incierto: y jii'»tificádose
lo contrario por tantos medios». Y otro tanto se habrá de decir de las demás pro-
videncias y de las amenazas.
(2) El ofrecimiento del Procurador general mostraba la obediencia de los
jesuítas; y al mismo tiempo la ignorancia de las condiciones topográficas del
país de las Reducciones. Puestas las armas en la Asunción, como manda la
Cédula, de ciento á ciento treinta leguas de los pueblos que podía invadir el ene-
migo paulista, habiendo de moverse las armas cuando lo ordenase el Goberna-
dor, antes que éste tuviera noticia de la invasión ya estarían destruidos los pue-
blos, y los enemigos de vuelta en sus tierras.
— 535 —
y conviene, se pasará con ellos á todo lo que puedo y debo mandar ejecu-
tar para la justa defensa, paz, sosiego y quietud de esas provincias, por
ser tan del servicio de Dios y mío el mantener en ella á los naturales
y habitantes de ellas.
» Y PARA QUE SK GUARDE TODO l.l) QUK ORDENO POR ESTA MI Cédula
y laS
demás que en ella se citan, sin omisión ni contravención alguna, dispon-
dréis que se les notifique al dicho Provincial y demás Superiores que en
esas provincias tuviere la dicha religión.— Y de lo que en cumplimiento
de todo lo referido fuereis obrando, y resultare de ello, me daréis cuenta
en el dicho mi Consejo. Fecha en Madrid, á diez y seis de Octubre de mil
y seiscientos y sesenta y un años.— Yo el Rey— Por mandado del Rey
nuestro señor: Juan de Subiza.»
(Ind. 122. 3. 2. tom. 7, fol. 13- Asunción. XLV^ 31).
Nüm. 16.
y proveyesen, por el cuidado que dieron las entradas que hacían portugue-
ses y otras naciones por San Pablo del Brasil: pues aun antes de haberse
alzado Portugal, habían sitiado y destruido en aquella frontera diferentes
ciudades y pueblos de indios, cautivando en veces trescientos mil; y des-
pués que se había usado de los arcabuces, no se había recibido ningún daño
de los enemigos, antes han resultado muy buenos efectos, así en lo espiri-
tual, como en lo temporal: Y de lo contrario, se volvería á incurrir en los
mismos inconvenientes que antes se padecieron. Y que el haber mandado
el Virrey se encerrasen los arcabuces por esa Religión, fué por no haber
almacén en aquellas partes tatí retiradas, ni cabo español de quién harías:
y que ninguno de la Religión industriaba en las armas á los indios: y el
haberlo hecho tal vez un religioso lego fué forzado de la defensa natural;
pero que no parece se les querrá excusar de la obligación de hallarse con
los indiosen las ocasiones, para asistir al bien de sus almas, y á la cura
que necesitaren: y que tampoco usará esa Religión el cargo de protector
de ellos: pues con eso cesarían las emulaciones que de ello se le han
seguido:
»S0BRE QUE SE ME HAN PRESENTADO DIFERENTES INFORMES, Suplicán-
dome que atendiendo á lo referido, me
dé por bien servida de los indios
y sus Doctrineros, así en haber tenido dichos arcabuces, como en el modo
con que han usado de ellos y los dejan ahora: y mande poner presidio de
españoles en la frontera, por cuya cuenta corra la defensa y seguridad de
esa provincia: y señale á los dichos indios un protector desinteresado, cris-
tiano y celoso del servicio de Dios y bien universal:
»Y HABIÉNDOSE VISTO en mi Consejo Real de las Indias, con los demás
papeles tocantes á esta materia: y lo que sobre todo dijo y pidió el Fiscal
en él:
»PoR CÉDULA MÍA DE LA FECHA DE ÉSTA, mando al maestre de campo
Don Josef Martínez de Salazar, Gobernador y Capitán general de las pro-
vincias del Río de la Plata, y Presidente de la Audiencia de ellas, ó á la
persona que sirviere estos cargos, que luego que la reciba, envíe á llamar
dos religiosos de los más antiguos y de mayor autoridad que hubiere en
esa provincia, las del Paraná y Uruguay, y Doctrineros de las Doctrinas
que esa religión tiene á su cargo, para que juntándose con ellos, y dos
Oidores de aquella Audiencia, confieran entre todos lo que cerca de las
armas referidas conviniere y fuere más de servicio de Dios y de mi hijo,
y bien común de los indios:
»Y DE LO QUE SE DISPUSIERE y acordare en esta Junta, me informen
con claridad y distinción en la primera ocasión que se ofrezca: para que
con vista de ello, se tome la resolución que convenga:
»Y QUE EN EL ÍNTERIN NO SE HAGA NOVEDAD EN CUANTO Á QUITAR
y recoger las armas que esa religión tiene en las Doctrinas de su cargo,
sin embargo de lo que se mandó por la Cédula de diez y seis de Octubre
de seiscientos y sesenta y uno:
»Y QUE ESTO CORRA EN LA MISMA FORMA QUE SE HACÍA ANTES QUE SE
DESPACHASE:
—
-537-
->De que se os da aviso para lo que tengáis entendido y lo hagáis eje-
cutar en la parte que os tocare:
»Y HN CUANTO Á LOS RELIGIOSOS QUE SE OCUPAN en las dichas Doctri-
nas, estoy asegurada de sus procedimientos, y lo bien que cumplen con su
obligación y de que lo harán con todo desvelo, así en lo que mira al apro-
vechamiento espiritual y buena enseñanza de los dichos indios (que es lo
principal de su ministerio) como en entrañar en ellos el amor y fidelidad
que deben tener al Rey mi hijo, imitando el ejemplo que fío hallarán en
vos para ésto.— Fecha en Madrid, á treinta de Abril de mil y seiscientos
y sesenta y ocho años.— Yo la Rkina- Por mandado de S. M.— D. Juan
del Solar».
(Inserta en el núm. 19).
Núm. 17
dente y Oidores;
»Y JUNTAMENTE UNA NUESTRA CÉDULA SU data en Madrid, á treinta de
Abril de mil y seiscientos y sesenta y ocho, sobre la Junta conforme que se
ha de hacer cerca de las armas que la Compañía de Jesús tiene en las Doc-
trinas del Paraguay; y que en el ínterin corra esto como antes que se man-
dase recoger; y todo lo demás que verse convino;
«Proveyeron un auto cuyo tenor es el siguiente:
«Auto — E.V LA CIUDAD DE LA TRINIDAD, PuERTO DE BuENOS AlRES, Cn
veinte y tres días del mes de Diciembre de mil y seiscientos y sesenta y
nueve, los señores Presidente é Oidores de esta Real Audiencia, estando
en Acuerdo de Justicia particular, dijeron: Que habiéndose mandado
por S. M. que Dios guarde, y repetidas Provisiones de nuestra dicha Real
Audiencia, que todas las armas de fuego que tenían los Padres de la Com-
pañía de Jesús en las Reducciones del Paraguay y Urugua_v, se entregasen
al Gobernador de la provincia del Paraguay, con más las piezas de artille-
ría, municiones y pólvora y que en su ejecución se entregaron con efecto á
Don Juan Diez de Andino, Gobernador de dicha provincia:
»Y AHORA HAN tenido NOTICIA de que dicho Gobernador entregó ciento
y veinte bocas de fuego, mosquetes, arcabuces y escopetas, y pólvora y
balas; y por cuanto dicho Gobernador excedió en haberlas entregado, y á
quien se le manda las vuelva á recoger; y para que cada uno de su parte
ponga el cuidado conveniente para su puntual ejecución;
«Mandaron que se despachase Provisión Real exhortatoria y de
ruego y encargo para que el Provincial y Vice-Provincial de la Compañía
de Jesús y Superior de las Misiones, luego vuelvan á entregar dichas bocas
de fuego balas y pólvora, á dicho Gobernador. Los señores Presidente Don
Josef Martínez Salazar, caballero de la Orden de Santiago, Gobernador y
Capitán general de estas provincias: señor Doctor D. Alonso de Solórzano
y Velasco, Oidor más antiguo; estando presentes los señores Licenciado
Don Diego Portales, Oidor, que ha hecho oficio de Fiscal. Licenciado Don
Diego Ibáñez de Faria, Fiscal de S. M. actual—Juan Francisco de Lezcaro.
»En cuya conformidad fué acordado que debíamos mandar dar esta
nuestra Carta ó Provisión Real para vos y cada uno de vos en la dicha
razón; y Nos tuvímoslo por bien. Por la cual os exhortamos, rogamos y
encargamos veáis el Auto suso encorporado, proveído por los dichos seño-
res de nuestra dicha Real Audiencia, y lo guardad, cumplid y ejecutad en
todo y por todo según y como en él se contiene y declara; y contra su tenor
y forma no paséis ni consintáis ir ni pasar en manera alguna, pena de la
nuestra merced, y que procederemos á lo más que hubiere lugar en derecho;
y estad advertidos que por otra de la fecha de ésta enviamos á mandar á
dicho Gobernador recoja dichas armas;
»Y so la dicha pena mandamos á cualquiera nuestro escribano
público ó Real, y por su falta, á cualquiera persona que sepa leer y escribir,
que por ante dos testigos os la lea é intime y notifique, y de ello dé fe, para
- 539 -
que conste, y Nos sepamos cómo se cumple nuestro mandato. Dada en la
ciudad de la Trinidad, Puerto de Buenos Aires, en veintitrés días del mes
de Diciembre de mil y seiscientos y sesenta y nueve años—Juan Francisco
Lescaro, Escribano del Rey nuestro Señor, de su Cámara, la mandé escri-
bir, por su mandado en Acuerdo de su Presidente y Oidores— Registrada-
Alonso Muñoz de Gadea—
^Intimación— En la ciudad de la Trinidad, Puerto de Buenos Aires, en
tres de Enero de mil y seiscientos y setenta años, yo, el Escribano de
Cámara, leí y notifiqué esta Real Provisión A Muy Reverendo Padre Pro-
vincial de la Compañía de Jesús, Agustín de Aragón, el cual la tomó en
sus manos, y puso sobre su cabeza, como á Carta de su Rey y señor natu-
ral, que Dios guarde, y dijo la obedecía y obedeció, y que le dará entero
cumplimiento. Y lo firmó.
» Agustín de Aragón— Juan Francisco de Lezcaro»
(B.' A." leg. «Compañía de Jesús» Cédulas Reales).
Nüm. 18.
Núm. 19.
dose tras sí los indios reducidos como los gentiles, matando á los que se
dos religiosos, el uno Superior de las
resistían, como lo hicieron con
Reducciones, y el otro Doctrinero.Y que, reconociendo los crecidos daños,
no se halló otro reparo, que industriar álos indios en las armas de fuego
-544
Núm.
.Muías
Cría de
Vacas de Vacas Vacas y caballos
chuca-
PUEBLOS COI ral alzadas Torus
y muías
ras(I) y
mansas
(1) Cerriles.
(2) Reservados para la procreación.
(3) A medio domar.
545 —
20.
546 -
»Resumen General
Suma. . . . 1.147,678
Núm. 21.
Cuarey, le vieron, y les agradó la posición del lugar, y después que regre-
saron al pueblo, dieron relación de la rinconada, muy aparente para una
estancia, al cuerpo del Cabildo, proponiéndole que fundarían una estancia
en el Cuarey con tropas de ganado que traerían del Para [el traductor
- f)47 -
juzga que el Para son las costas del Río Grande], con las que el P. Jeró-
nimo Delfín uniría algunas de la ya fundada estancia de Santiago, con el
fin de aumentar sus ganados para ocurrir á las necesidades de los indios.
Oída esta relación en el cuerpo del Cabildo, tomó la palabra el Corregi-
dor Don José Catuari y dijo: Sea muy enhorabuena que se efectúe lo que
nuestro Padre ha proyectado: pues es visto que á más del cuidado que
tiene de nuestras almas, también nos procura la conservación de nuestras
vidas proporcionándonos el sustento. Se efectuó la marcha al Para:
y cuando volvieron las tropas con el ganado, el Corregidor, prevenido por
el Padre, fué á mandar que las tropas parasen en el Cuarey, y allí se con-
tase el ganado que se había traído con el fin de fundarse la estancia del
Cuarey; lo que efectuado, el capataz Andrés Cheresay dio la orden para
que sus peones quedaran á cuidary sujetar cuatro mil cabezas hasta un mes:
y cumplido, llegó otro capataz con cuatro mil cabezas más traídas del
Para, las que se reunieron á las cuatro mil anteriores: y con estas ocho
mil cabezas se fundó la estancia del Cuarey proyectada por los PP. San-
tiago Ruiz, Jerónimo Delfín y Antonio Becerra.
»A mediados del año 1699 entró á ser Cura del pueblo de Vapeyú el
Padre Adriano González, y su ayudante el P. Andrés Egidiano. En este
intervalo no hubo suceso notable; pero en el mes de Agosto de 1700, una
fuerza armada invadió á los infieles. El P. Superior, Bernardo de la Vega,
y el P. Pablo Restivo, fueron con un crecido número de soldados: y enton-
ces se sacaron por primera vez ,500 cabezas para el consumo de la fuerza
en sus marchas.
»En el año 1701 se expedicionó por segunda vez contra los infieles con
un número crecido de soldados que llevó el P. Superior Bartolomé Jimé-
nez. Entonces el Hermano José Brasaneli y el hermano Egidio sacaron de
la estancia de San José 1.400 cabezas para la división armada. Después
el P. Superior Bartolomé Jiménez escribió de la campaña al Cura Adriano
González, pidiéndole más ganado, y le envió 2.500 cabezas, que condujo el
Alcalde Melchor Caguá. Entonces se abandonaron las estancias, reunién-
dose peones y familias en el pueblo con el P. Adriano; y no habiendo
quienes recogiesen el ganado entablado, se esparció y alejó por entre que-
bradas, cuchillas y bosques, llegando ya algunas puntas del ganado hasta
Caaibaté, por donde tenían sus tolderías los infieles: y á mediados de este
año de 1701 entró á ser Cura el P. José Tejeda, y su ayudante el P. José
Yegros.
»En el año 1702 se pensó en fundar nuevamente las estancias, y el Padre
Cura comunicó este pensamiento al Cabildo. El Corregidor, tomando la
palabra, dijo que se efectuara, y en seguida dispuso que dos tropas cami-
nasen al Para á tomar ganado silvestre, teniendo el cargo de capataz
Benito Guebó en una tropa, y en la otra Javier Guarí. Estos trajeron cua-
tro mil cabezas del Para, y á su regreso el Cura José Tejeda fué á encon-
trarlos en el Cuarey para contar allí el ganado y separarlo. Separó dos mil
cabezas de Javier Guarí, y las dejó en San Juan; y las otras dos mil en San
Marcos.
»En el año 1703 caminaron dos tropas al Para á traer ganado, á cargo
del capataz Juan Guiraragué y Benito Guebó. Estos volvieron á un
tiempo con cuatro mil cabezas, y el Cura hizo repartir 2.500 cabezas para
-548-
rasarlas á la Banda occidental del Uruguay en San Pedro; dejando las
Núm. 22.
- 553 -
de azogue, jurando lo había extraído de las piedras del mencionado cerro,
de que me había traído la muestra y dado noticia, pretendicndu le decla-
rase descubridor del azogue, á lo que le respondí que esta presentación
y descubrimiento lo había ya ejecutado Coeno, y tenía dado parte: lo que
refiero por ser este hecho corroborante de que las piedras de aquel corr..
son de mineral de azogue.
^Sentado que en Misiones hay minerales de metales y azogue, v que
aunque se ha ido á trabajar aquellas minas, más ha sido el deseo de utili-
zarse, que la pericia de los operarios; si viniesen inteligentes mineros,
como se prometen en la nueva Ordenanza, nu dudo que las minas de
Misiones podrían producir utilidades al Real Erario y al público sin per-
juicio de sus naturales.
»Es lo que debo informar á \". E., cuya superior inteligencia determi-
nará lo que halle por conveniente al servicio de S. M. y al público.
—
»Xuestro Señor guarde á V. E. muchos años. Buenos Aires, á l5 de
Octubre de 1785.
»Exc.\io. Sr. Virrey: Bruxo Fr.a.nxisco de Zavala.»
(B. A. leg. Misiones '
Varios años / 2)
Núm. 23.
«El Rey -Mi Gobernador de las provincias del Río de la Plata: Porque
se ha entendido que en la mejor y más perfecta lengua de los indios no se
pueden explicar bien ni con propiedad los misterios de la fe, sino con
grandes ábsonos y imperfecciones; y que aunque están fundadas cátedras
donde sean enseñados los sacerdotes que hubieren de doctrinar á los
indios, no es remedio bastante, por ser grande la variedad de las lenguas;
y que lo sería introducir la castellana, como más común y capaz: os mando
que con la mejor orden que se pudiere, y que á los indios sea de menos
molestia, y sin costa suya, hagáis poner maestros para los que voluntaria-
mente quisieren aprender la lengua castellana: que ésto parece podrían
hacer bien los sacristanes, así como en estos reinos en las aldeas enseñan
á leer y escribir y la doctrina. Y asimismo teméis muy particular cuidado
de procurar se guarde lo que está mandado cerca de que no se provean los
curatos si no fuere en personas que sepan muy bien la lengua de los indios
que hubieren de enseñar: que ésta, como cosa de tanta obligación y escrú-
pulo, es la que principalmente os encargo, por lo que toca á la buena ins-
trucción y cristiandad de los indios. Y de lo que en lo uno y en lo otro
hiciéredeis, nos avisaréis. Fecha en Toledo á siete de Julio de mil y qui-
nientos y noventa y seis años.— Yo el Rey— Por mandado del Rey nuestro
Señor: Juan de Ibarra.»
(Sevilla: Arch. delnd.)
554
Nüm. 24.
«Señor— Por las noticias de que son muchos los que hablan contra los
Religiosos de la Compañía de Jesús en esta provincia de Buenos Aires,
llegando hasta el Real Consejo las declaraciones, según consta de Cédulas
despachadas estos últimos años: en la duda de si el maestre de campo Don
José de Garro mi antecesor habría hecho la averiguación que se le ordenó
en la última de 26 de Enero de 1680, me he movido á inquirir extrajudicial-
mente lo que sucede, sólo a fin de apurar la verdad, según la obligación
del gobierno en materias que tanto conducen al bien público, que tanto
cela V. M.
á los Religiosos de la Compañía en estas provincias como á
«Condenan
negociantes que no observan los sagrados cánones y Bulas de nuestro
santo Padre Clemente IX: lo cual hallo ser ajeno de verdad. Porque de
los particulares Religiosos, ninguno tiene un real en toda la provincia. Ni
los Superiores me parece que sacan utilidad alguna de los oficios: que-
dando después de su gobierno tan pobres como los demás. Y sólo los Pro-
curadores venden los frutos de sus colegios, para comprar los géneros
necesarios á todos los Religiosos, á sus casas y iglesias. Algunas veces
sucede que por la suma falta de moneda que hay en esta tierra, les pagan
los dichos frutos en todo ó en parte con géneros que no les sirven, muy
contra su voluntad, por verse obligados á vender dichos géneros ó con-
mutarlos por otros que les sean de utilidad.
«También por ser éste el único puerto de estas provincias, concurren
aquí de todas las Doctrinas y colegios de las comarcas con sus frutos y
dinero, para que se compren con comodidad los géneros de que necesitan,
cuando hay navios de permiso.
»De aquí nace que el Procurador general que tienen aquí para este
efecto, se ve obligado á comprar cantidades que para un seglar fueran
grandes: pero para repartir en tantas casas y Doctrinas, son muy tasadas.
»No se les ha averiguado que compren cosa alguna haciendo granjeria
de ella: ni esto se lo permiten sus Superiores, que lo tienen prohibido, aun
antes que llegase la dicha Bula á estas provincias, con gravísimos precep-
tos, que inviolablemente observan: de forma que si acaso algún Procu-
rador hace alguna acción que tenga especie de negociación, se lo castigan
luego, según estoy informado de los más noticiosos.
»Los gastos que tienen son mayores que los de otra religión alguna:
porque dan á todos sus religiosos cuanto h^m menester, sin darles lugar á
que busquen para sí cosa alguna. Fuera de esto, tienen sus casas muy bien
cercadas y fabricadas: y en particular sus iglesias con el mayor adorno y
decencia. Todo lo cual no puede hacerse, si no es buscando los medios
referidos: que no parecen negociación prohibida.
— ooo —
»Eii otro puntoque suelen culpar :i estos religiosos, y particularmente
á Curas de Doctrinas que administran en este Gobierno y en el del
los
Paraguay, por la yerba y géneros que traen los indios á Santa Fe y á esta
ciudad, no les hallo más culpados: porque son hoy más de sesenta mil indios
los que tienen en dichas Doctrinas, que pagan más de diez mil pesos cada
año, y necesitan de muchos géneros para el culto divino de sus hermosos
templos, y para la conservación de dichos indios y conversión de otros
muchos que tienen á la vista.
Para ésto envían los pueblos sus géneros, que venden por medio de
Procuradores de la Compañía, que se encargan de ello, por la incapacidad
de los indios, que todo lo disipan: y no hay otro medio para conservar
aquella cristiandad. Y por esta disposición y buena obra, padecen muchas
mortificaciones en la murmuración de los envidiosos, émulos y personas
mal informadas. Pero alo que entiendo, no adquiere para sí la Compañía
interés alguno de dichos indios: pues consta que cualquier indio que les
sirve en algo, le pagan aún más que los seglares: y todos sus negocios,
aunque sea en defensa ó útil de los indios, se los costea la Compañía, por
verlos tan necesitados y faltos de capacidad, y perseguidos de los que qui-
sieran'servirsede dichos indios. Que juzgo es la raíz de tantas calumnias que
padece en estas provincias la Compañía, siendo aún más que en otras de la
misma Compañía la ejemplar observancia con que atienden á sus obliga-
ciones, solicitando por cuantos medios pueden el promover á todos los
fieles al servicio de Dios y de V. M.: hallándose en sus colegios los medios
para la paz común, los aciertos con el consejo para la administración de
justicia, la común enseñanza de todas las letras, las continuas misiones
en los dilatados campos de estas provincias. Por lo cual son dignos de
que V. M. los ampare con su Real providencia: pues en tan gran religión
consiste hoy la mayor felicidad de estas remotas provincias. En cuyo conoci-
miento, tengo por temeraria la sospecha de los que dicen que comercian:
cuando, demás de no haberse podido averiguar, conociendo que faltan á
Dios, si faltan á observar los preceptos de los Sumos Pontífices, no he de
creer de hombres capaces y doctos que afanan por la redención de lodos,
y ponen en precipicio la suya. Guarde Dios la Real y Católica persona
de \^. M., como la cristiandad ha menester.
«Buenos Aires y Enero 9 de 1683.
¡Don Tose de Hkrrera y Soiomayor.»
(Rúbrica.)
(Sevilla: Arch. de Indias: 4. 6. 40.)
Núm. 25.
Nüm. 26.
Nüm. 27.
560
Núm 28.
1633. Provisión
«En CüVA CONFORMIDAD fuc acordado que debíamos mandar dar esta
nuestra Carta en dicha razón: y Nos tuvímoslo por bien; por la cual os
la
encargamos y exhortamos que, siendo con ella requeridos por parte del
dicho P. Francisco Díaz Taño, ú otra cualquier persona, ó que della os
conste en cualquiera manera, veáis las dichas reales Cédulas y búlelos en
esta nuestra Carta y Provisión insertos, y autos proveídos en esta razón:
y los guardéis, cumpláis y ejecutéis, hagáis guardar, cumplir y ejecutar,
como en ellos se contiene y en los dichos buletos. Y contra su tenor y forma
no vais ni paséis, ni consintáis ir ni pasar: lo cual así haced, cumplid
y ejecutad, so las penas contenidas en los dichos buletos y Cédulas. Y si
tuviéredes algo que pedir, ó el Gobernador, ú otra cualquier parte, lo
haced en esta nuestra Real Audiencia. Y mandamos á cualquiera nuestro
Escribano público ó real, y no lo habiendo, á cualquiera persona que sepa
leer y escribir, pena de quinientos pesos ensayados para la nuestra
Cámara, os la notifique y dé testimonio dello, dentro de segundo día, para
que Nos sepamos cómo se cumple nuestro mandato. Dado en la Plata
á veinte y cuatro días del mes de Octubre de mil y seiscientos y treinta
y tres años. Libráronla los señores Licenciados D. Juan de Carbajal
y Sande, D. Diego Muñoz de Cuéllar, D. Martín de Arrióla, Antonio de
Ovando, D. Antonio de UUoa y Chaves, Presidente y Oidores— Refrendóla
el secretario D. Juan Cabrera Girón— Registrada: Juan Vuelta Loren-
zana».
(B. A.) (Inserto el Breve de San Pío V, la Cédula núm. 27 y otros docu-
mentos).
Núm. 29.
«El Fiscal de S. M. dich:: Que ha visto los autos y pedimento que con
ellos presenta el Procurador general del Paraguay, en razón de que se
hagan nominaciones y presentaciones de las Doctrinas de los Itatines, que
se mudaron y redujeron por la invasión y molestias de los portugueses, á
los ríos Ipané y Tepotí, que al presente están á cargo de los religiosos de
la Compañía de Jesús:
»Y PARECE QUE EL PRiiN'CiPAL INTENTO que por dichos autos se mani-
fiesta,no se reduce tanto á desear dar doctrina, predicación y enseñanza
á los dichos indios, cuanto á quererlas quitar á los dichos Religiosos de la
Compañía de Jesús: y despojarles, si así se puede decir, por este medio, del
derecho que tienen adquirido á la administración de las que han poblado,
reducido y convertido por medio de la predicación evangélica, que es el
principal de dichas conquistas, y por orden y disposición de los Concilios y
Reales Cédulas, y de la facultad que por ellas S. M. expresamente les con-
36 Orcanizacióx Social de las Doctrixas Giaraníks.
-562-
cede: y para cuyo fin los envía á costa de su Real Hacienda, y en confor-
midad de la facultad apostólica, de que en esta parte usa el Rey nuestro
Señor en virtud del privilegio apostólico que como á legado apostólico
está dado, con la misma subrogación y autoridad que el mismo Pontífice
pudiera:
»De que resulta que en esta parte, no sólo no se perjudica su Real
jurisdicción, sino que se usa de ella mejor forma que se debe: y más
en la
para tan santo y piadoso fin y ministerio: y por Religiosos que tienen fun-
dado el principal de su instituto en la conversión de las almas: y tantas
como en el discurso de breve tiempo se han ganado en aquellas reduccio-
nes y provincias, con tanto fruto dellas y de la Real Corona, en cuya
cabeza se han puesto y van poniendo algunas, y se esperan inuchas:
»Y CON ESTA ATENCIÓ.V, SU REAL VOLUNTAD V santo Celo, UO SÓlo lo
concede, sino antes encarga este intento á los dichos Religiosos, como lo
verifica su Real Cédula y capítulo de carta del año de quinientos y setenta
y tres, en conformidad délas dichas Bulas apostólicas, y en especial de las
de los pontífices Alejandro VI y Adriano \^1: De que se infiere que el dicho
privilegio más se puede juzgar por estaparte de S. M., que de los mismos
Religiosos, conforme al fin é inteligencia dellos, y á la que dan los autores
que lo explican. Con que concurre que los de la Compañía de Jesús lo
tienen asimismo ganado, no sólo por la disposición del derecho, y lo que el
canónico en semejantes casos dispone; sino por la posesión y costumbre, y
actos positivos, ejecutoriados en virtud de dichas Cédulas por Provisión de
esta Audiencia, como consta de la presentada en los autos, para que no
puedan ser removidos de dichas Doctrinas, sino que las administren y
sirvan como hasta aquí y antes del Concilio de Trento lo acostumbraban,
sin más licencia que la de sus propios perlados. Y como quiera que su fin
se reconoce tan desnudo de intereses humanos, y enderezado al mejor
servicio de Dios y bien de las almas: se reconoce también y debe reconocer
que los dichos indios consigueti y tienen por este medio no sólo en lo espi-
ritual, sino también en lo temporal. En que asimismo le consigue la Real
Hacienda: pues está relevada de la cantidad de los sínodos que se habían
de señalar á otros Curas, si se hubieran de nombrar para este efecto, y por
ésto no se excluye el haberse de poner en su Real Corona las dichas Reduc-
ciones: pues en cumpliéndose el tiempo que S. M. señala, lo han de quedar,
como hoy lo están las que lo han pasado y yo lo tengo pedido y advertido,
y lo estará por mi parte y por la obligación de mi oficio las veces que el
caso lo pida:
«Ni menos obsta al derecho del Real Patronazgo, cuya obser-
vancia debe ser irremisiblemente ejecutada y cumplida. Porque en el
caso presente, antes se observa, como está dicho, que se quebranta: pues
su disposicii)n entonces debe obrar, cuando S. M. no quisiere usar de otro
derecho. De que se sigue que, cuando usa del que las Bulas apostólicas le
conceden para nombrar y enviar ministros eclesiásticos y religiosos, como
en estos términos sucede, no es necesario el del Patronazgo, pues por esc
otro camino usa del uno y del otro. Y como quiera que así lo declara su
misma voluntad, ésa es la que en todo acaecimiento se debe guardar y
cumplir: y lo contrario, es querer contravenir á ella, y envolver en el fin
público los particulares, que mueven tan injusta diligencia y pretensión.
- 563 -
A que no se debe dar lugar, ni turbar por estos medios los projrresos de
tan acertados fines.
»En cuya consideración, y lo demás que para este efecto puede con-
ducir y de lo que hace ó hacer puede en favor de él, V. A. se ha de
servir
de mandar y ordenar lo en mayor servicio de Dios, de S. M., bien de aque-
llas provincias y conformidad de las Reales Cédulas, cuyo cumplimiento
y
ejecución en todo pido, y justicia, etc.—D. Sebastián de Alarcón.
»CoN LO CUAL sh: mandaron llevar los autos á la sala, y vistos en rela-
ción por los dichos nuestro Presidente y Oidores, proveyeron uno del tenor
siguiente: n
Núm. 30.
1636 -Memorial del P. Taño y Prov. R. acerca de los Itatines
dicho Pedro Gómez: y juntamente se sirva mandar que para la vista de los
autos se lleve al relator el registro de la dicha Provisión, por la cual
consta estar esta causa vencida: En que pido justicia, y en lo necesario etc.
— Francisco Dia\ Taño.*
»Y VISTA por los dichos nuestro Presidente y Oidores, mandaron que la
Provisión referida en los autos, que es la que va al principio de esta nues-
tra sobrecarta, por no venir inserta en el dicho testimonio, se pusiese en
este registro de donde se había sacado, para mejor proveer en el caso lo
que fuere de justicia. Y
habiéndose puesto, y todo ello visto por nuestro
Fiscal, respondió lo siguiente:
Aquí el núm. 29.)
— 564 -
AUTO— «En LA CIUDAD DE LA Plata, en quince días del mes de Julio
de mil y seiscientos y treinta y seis años, los señores Presidente y Oidores
desta Real Audiencia, habiendo visto los autos del alférez Pedro Gómez,
procurador general de la ciudad de la Asunción, que sigue con el señor
Fiscal y Padres de la Compañía de Jesús, sobre la Provisión que pide para
que el Reverendo Obispo de la dicha provincia ponga edictos y nombre
Curas para las Doctrinas de los indios del Itatín, que se redujeron al río
del Ipané, y que por remisión del dicho Reverendo Obispo vinieron á esta
Real Audiencia, por la contradicción que los dichos Padres de la Compañía
hicieron:
»Mandaron que sobre este ARTÍCULO ocurran las partes al Real Con-
sejo de las Indias. Y en que por S. M. se provee otra cosa, no se
el ínterin
haga novedad por el Reverendo Obispo del Paraguay. Y lo rubricaron.
Pronunciaron este auto los dichos señores el día, mes y año en él conte-
nido: y fueron jueces S. S. del señor D. Juan de Lizarazu, Presidente,
D. Diego Muñoz de Cuéllar y D. Francisco de Sosa, Oidores.— Presente
Juan de Soria, á quien lo notifiqué: Pedro de Aibai.»
(B. A. Col. impresa por Trelles).
Núm. 31.
Núm. 32.
Nüm. 33.
Núm. 34.
1727— Laudo acerca de los límites entre el Obispado del Paraguay
y el de Buenos Aires
Núm. 35.
Núm. 36.
Misiones de Ultramar
«Pax xpi.
«Muchas veces y muchos años antes hubiera escrito á V. P. y no lo he
hecho. El P. Vico y otros Superiores me dijeron que ellos en las suyas
informaban á V. P. de mis deseos. Pero porque he sabido que con todas
las ocasiones, nunca se ha hecho mención de mí, hago ésta por consejo v
dirección del P. Provincial y del P. Marconi, descubriendo llanamente
á V. P. el encendido deseo de las Indias, el cual de cuando en cuando me
reconozco, concebí de sólo ver al santo mártir Campiano. Y éste fué el
motivo con el que Dios se dignó acogerme en la Compañía. El cual ha
hecho tan grande impresión en mí, que apenas puedo pensar otra cosa. Por
la cual suplico á V. P., por las llagas de Cristo, quiera dignarse conso-
larme: á lo menos darme licencia de hacer voto (hasta que sea tiempo do
ir) que cuanto es de mi parte, no sólo no lo impediré, antes procuraré con
todos los medios posibles alcanzar el ir á la parte donde haya mayor tra-
bajo: porque es tanto el amor que siento, que me parece será escrúpulo de
no hacer este voto: y así lo hago si fuere voluntad de V. P., delante de
Dios y de su santísima Madre. Los que conserven á V. P. con aumento de
gracias: en cuyos santos sacrificios y oraciones mucho me encomiendo.
»Cáller, y Febrero á veinte de 1628.
»JuAN Antonio Manquiano.»
Núm. 37.
Núm. 38.
de los indios
Provincial con sus Consultores, como los Rectores con los suyos, para con-
Núm. 39.
Núm. 40.
pudieren, _v críen gallinas y puercos, así para su sustento, como para los
que les sirvieren, y dar á los pobres y pasajeros. Cuando tengan con qué,
hagan cada día una buena olla de mote y legumbres ó lo que pudieren,
para dar cada día á los pobres de la puerta.
»18. En la casita de V\'. RR. no entren mujeres por ningún respeto,
y no reciban en ella huéspedes, si no fuese algún religioso ó clérigos: pero
darán á todos de lo que tuvieren: guardando desde luego toda clausura en
casa, y haciendo señal con la campanilla á levantar, oración, exámenes,
comer, cenar y acostar: y adelante, cuando haya puertas, se pondrá su
campanilla porque ayude esta orden, no solo para nuestro bien, sino á la
edificación de los mismos indios. Lo demás enseñará el Señor y la expe-
riencia, y se avisará con la noticia que VV. RR. nos dieren. El les dé su
copiosa bendición. Si alguno de W. RR. muriere, quédese con él el
licenciado Melgarejo: y si éste se hubiere venido, quédese con él el espa-
ñol, y escriban luego etc. Diego de Torres. >
(Lozano, Hist. de la Comp. tom. 2. pág. 137.)
- 585
Núm. 41.
Núm. 42.
<rjhs.
y pobres, y enterar sus tasas: y con que puedan comprar algunas cosas
para sus iglesias, como se usa en el Perú. Y porque no en todas las Reduc-
ciones hay una misma cosa en que se pueda entablar esta comunidad,
vean la que conviene, avisando al P. Provincial para que lo confirme
ó modere: y lo que se juntare, se ponga aparte, con cuenta y razón de
entrada y salida, para que en todo tiempo conste.
-591-
»10. El Superior de todas las Reducciones no podrá sacar lo que es
propio de una Reducción para dar á otra, ni lo que los indios compran con
cosas propias, ó ofrecen de limosna, como N. P. lo ordena en una de 30 de
Enero de 633; sino que el Superior inmediato de la Reducción lo distri-
buya con los pobres y... [ilegible] de su Reducción.
»11. Para que se eviten los inconvenientes que suelen resultar de
casarse en unas Reducciones los indios que se han reducido á otras, y se
aclaren las dudas que suele haber en materia de matrimonios y otros
Sacramentos, ningún Padre, aunque sea Superior inmediato, casará indio
ó india que haya estado en otra Reducción, aunque sea infiel, sin avisar
primero al Superior inmediato de la Reducción donde primero estaba. Y si
hubiere alguna duda, antes de casar los dichos indios, se avise al Superior
de todas las Reducciones, el cual, consultando á sus Consultores, y á otras
personas de ciencia y prudencia que juzgare, ordene lo que conviniere:
y ésto se ejecute. Y lo mismo se haga en otras dudas tocantes al buen
gobierno y administración de todos los Sacramentos.
»12. Para que se guarde lo que Nuestro Padre manda en una de 8 de
Agosto de 634 acerca de la limosna que da S. M. á los Padres Misioneros,
en la cual dice así: La administración de la limosna que da el Rey á las
Misiones, y de la hacienda que está aplicada á ellas, tenga á su cargo el
Superior de las dichas Reducciones: v él se entienda con los Procuradores
de la Provincia y otros colegios para que le remita lo necesario para sus
subditos, sin que para ello haya menester aguardar orden del Provincial,
como hace cualquier Rector en su colegio, que sin dependencia del dicho
Provincial tiene cuidado de proveer su casa de lo que necesita, y es admi-
nistrador de los bienes de su colegio: el Superior de todas las Reducciones
envíe orden y memoria á los Procuradores de lo que le han de comprar
para las Reducciones, y tome cuentas cada año de lo que se ha cobrado
y gastado: y los Procuradores se las den.
»13. Para que con tiempo se avise al Procurador que está en Buenos
Aires de lo que ha de comprar para los Padres, el Superior de las Reduc-
ciones, cuando las visitare, vea lo que los Padres han menester, ó les avise
por escrito si fuese necesario antes, le den por escrito de lo que cada Supe-
rior inmediato tiene necesidad para su Reducción: para que vistas todas
las memorias particulares, haga una memoria que envíe al Procurador:
el que no comprará cosa alguna que no fuere en la memoria del Superior
y con orden suya. Y procúrese que esta memoria se envíe con tiempo al
Procurador al Puerto, antes que entren los navios, para que no se pierda
ocasión.
»14. Y
por cuanto N. P. ordena por una de 30 de Enero de 1633, que
desta limosna que da S. M. (y lo mismo se ha de entender de otra cual-
quiera que se dé á las Reducciones, se acuda á todos los Padres, así de las
Reducciones que tienen señalada limosna por S. M., como de las que no
la tienen:y en el modo que hasta agora ha habido en la distribución della,
dando á los Padres lo que habían menester cuando ellos lo pedían sola
mente, se han experimentado muy grandes inconvenientes, y padecido ios
Padres grandes necesidades: el que se juzga ser más acertado, y la expe-
riencia lo ha enseñado, es que en llegando la limosna empleada en espe-
cies conforme las memorias, el Superior de todas las Reducciones saque
- 592 -
del montón lo que es necesario precisamente para comprar vino, sal, miel,
azúcar y algunos dulces para las Reducciones: y lo demás lo reparta entre
todas las Reducciones, así nuevas como antiguas, rata por cantidad lo que
á cada una alcanzare, entrando el Superior de todas en esta distribución
como una Reducción para los gastos comunes y en sus caminos, etc.: con
esta advertencia, que como le consta por las memorias particulares que le
han dado los Superiores inmediatos de cada Reducción lo que han menes-
ter cada una, y muchas veces unos habrán menester una cosa y otros otra,
que la cantidad que se le ha de dar á cada uno sea en aquéllo que ha
menester. Para lo cual ayudará mucho que el P. Procurador, todas las
veces que enviare ropa, y las demás cosas que ha comprado, envíe memo-
ria con los precios á que se pagó cada cosa.
»15. Con esto no se quita que si algún Superior inmediato alguna vez
pidiere, y juzgare que lo que le cabe aquel año, ó parte dello, se le libre en
plata, para comprar alguna cosa para la iglesia, y culto divino, constando
que tiene en su Reducción lo necesario para aquel año para sí y su Com-
pañero, el Superior de las Reducciones le dé libranza para el P. Procura-
dor, para que le compre lo que le juzgare convenir para su Reducción,
enviando la memoria de lo que pide, la cual vaya registrada por el Supe-
rior de todas las Reducciones y firmada de su nombre.
»16. Y porque algunos años sucede que no se cobra la limosna ente-
ramente, sino parte della, y á veces en cantidad que no se puede comprar
lo que han menester todas las reducciones, y se pide en la memoria; se
advierta al P. Procurador que no pierda ocasión de ir llenando la memo-
ria en lo que pudiere: después de llena, habiendo cobrado lo demás, se
remita todo para que se reparta entre todos conforme á la necesidad
que hay.
«Laureano Sobrino, Secretario.»
Núm. 43.
ni hacerlos tan interesados que no se meneen sin paga; porque es bien criar-
los más políticamente; pues todo lo que tenemos y trabajamos es para ellos.
»34. Cada sacerdote dirá una Misa cada mes por el Rey nuestro Señor,
como tan gran benefactor de nuestras Reducciones.
»35. No se pida limosna á los indios, cuando van por yerba, para obra
-596-
pública, aunque sea para iglesia, sin licencia del Superior, con quien comu-
nicará... el Cura lo que ha de hacer. Ni tampoco se pedirá cosa á persona
de fuera, ni á los Procuradores y Rectores de los colegios; ni se insinúe
que hay necesidad, sin expresa licencia del Superior y con su firma.
»36. Los ejercicios espirituales tengan el primer lugar, y se antepon-
gan á cualquiera otra ocupación temporal. Y para que la lección espiritual
y Rosario tengan su lugar, no se abra la puerta después de mediodía
el
hasta las dos. Y para que haya concierto en la distribución, el que cuida
de la Doctrina tocará á levantar y acostar, y el Compañero á entrar y salir
de oración, vel e contra. Y los Ejercicios anuales se tengan de Resurrec-
ción á Setiembre; por parecer este tiempo más acomodado. Los cuales Ejer-
cicios se tendrán en la propia Doctrina, ó con licencia del Superior donde
mejor pareciere.
»37. Cúidese mucho de la clausura en nuestras casas, de suerte que se
eche de ver que lo son de la Compañía; y no entre mujer ninguna de la
puerta adentro; ni se les dé á besar la mano; ni nadie castigue por su pro-
pia mano, ni asista ocularmente á castigo de mujer, ni en el lugar donde
se hace el castigo, por la indecencia; dándose á venerar y respetar como
dice su regla: Omnis se integritatis et gravitatis exemplum praebeat.
»38: Haya especial vigilancia en que los Congregantes de Nuestra
Señora y Cantores, que más inmediatamente sirven al altar, vivan vir-
tuosa y honestamente. Y si dieren escándalo, y castigados y corregidos
algunas veces no se enmendaren, los echarán de la Congregación ó Música;
sin que vuelvan á ella sin orden del Superior, que con notable enmienda,
la podrá dar; y si aconteciere que algún indio Maestro vaya á alguna
Reducción nueva, sea de conocida virtud, á elección del mismo Superior;
y si diere mal ejemplo, lo volverá á su pueblo (sin aguardar más) el Padre
que cuida de la Reducción.
»39. Si algún indio diere escándalo notable en otra Reducción, el que
la tiene á su cargo, con parecer de su compañero, le puede castigar con-
forme al delito, para quitar el escándalo. Pero no haga castigo grave, sin
convenir en él ambos compañeros; _v no conviniendo, se recurrirá al Supe-
rior.
»40. No haya más varas de Justicia que las que tienen los Cabildos
españoles; y no sean muchachos los que se eligen; y mucho menos los fis-
cales de las mujeres.
»41. A los niños de la Doctrina se les dé con facilidad licencia para ir
con sus padres á las chácaras, en tiempo de carpición y de la cosecha de
maíz. Y cuando llegaren á edad de diez y seis años, y saben la Doctrina,
no se les obligará á que entren á ella más que sábado y domingo. Pero si
no la saben, se les obligará á que entren todos los días.
»4'2. Podrá haber cuatro asuetos en el año, de tres á tres meses; en el
cual pueden los Padres de las Doctrinas más inmediatas señalar puesto en
el camino, ó juntarse en alguna de las cercanas; previniendo siempre
cualquier peligro que pueda haber.
»43. Alguna diferencia suele haber entre los Padres por causa de los
indios que habitan en otra Reducción, dejando la suya. Y así, para que
haya toda conformidad, se observe lo siguiente: Si el marido vive en una
parte y la mujer en otra (porque suelen dividirse), la mujer debe ir donde
— 597 —
el marido tiene su propia habitación, y los hijos que todavía están debajo
de la tutela de sus padres, han de ir con ellos; y así aquel lugar es su domi-
cilio. Mas á los gentiles, se les ha de dejar ir á la Reducción que gustaren,
aunque los traigan los Padres. Pero á los indios asentados ya en una parte,
habiendo tenido un año de habitación en ella, se procuren conservar allí. Y
cuando se van á otras Reducciones ó pueblos, cooperarán los Padres á que
vuelvan.
»44. Si á nuestras Reducciones vinieren indios ó indias de otras ó de
los pueblos de los españoles, se les persuada que se vuelvan á sus tierras.
Y en caso que se quede alguno ó alguna, muestren los Padres gusto que
los lleven sus Doctrineros ó encomenderos.
»45. Ninguno escriba al Rey ó Consejos contra Obispos ó Gobernado-
res, ni contra alguna otra persona, sin enviar las cartas al Provincial.
»46. En las Reducciones nuevas donde no hay cristianos, ó donde ha}'
pocos, no haya castigo de ningún género; y disimulen con paciencia, por
no hacer odiosa la fe á estos infieles. Y
en las Reducciones antiguas, si
están en provincia de infieles, donde se espera su conversión, no haya cas-
tigos sin dirección del Superior de las Reducciones. Y
procuren los Nues-
tros cuando los ha3'a, ganar nombre de padres amorosos, templando la jus-
ticia con la misericordia en los castigos ordinarios.
»47. Los Padres Compañeros están y deben estar á la obediencia de
los que cuidan por Curas de las Doctrinas, y tienen obligación de obede-
cerles, sin haber en esto igualdad, pero no mandarán cosa con precepto.
Mas si el Compañero dijere al Cura la palabra no quiero, está declarado
por caso reservado: porque N. P. General les da á los Curas lo mismo que
tienen los Ministros en este particular.
»48. El beneficio de la yerba se acabará por todo el mes de Abril, por
los daños que ocasionan los fríos á los indios.
»49. Guárdese el Catecismo Limense aprobado por el Sínodo del Para-
guay.
»50. No vayan los indios á hacer contratos con los infieles sin expresa
licencia del P. Superior.
»51. El precio de los caballos que se compran á los infieles será á
peso por cabeza, después de invernados.
»52. El precio de legumbres sea: Maíz, tres pesos fanega: y todo
género de Cumandás, á cuatro pesos. De trigo, se podrán socorrer ad invi-
cem dando veinte hanegas de limosna. Y si pasare de ahí la necesidad, se
concertarán en la paga, á juicio del Superior.
»53. Los castigos de los indios se asignen del modo siguiente. Por el
nefando y bestialidad, siendo bien probado el delito, tres meses de ence-
rramiento, sin salir más que á Misa; y en dichos tres meses se les den
cuatro vueltas de azotes de á veinte y cinco por cada vez: y estará todo
este tiempo con grillos. El que diere yerbas venenosas v polvos, si al
paciente se le siguiese la muerte, será puesto en cárcel perpetua como el
que cometió homicidio. Pero si no se le siguiere la muerte, llevará la pena
arriba dicha. En los demás delitos de incestos, así de consanguinidad, y de
entenados con madrastras y suegras, etc., y aborto procurado, se les ence-
rrará por tiempo de dos meses, en grillos, y en este tiempo se les darán
tres vueltas de azotes. Y nunca se pasará de este número. Y á los que
-598-
incurrieren en esto, se les privará totalmente de oficios. Y á las mujeres
se les dará el castigo proporcionado á su sexo, exceptuando á las preñadas,
que por ningún caso se las castigará mientras lo están. Y nunca se les
cortará el cabello, sin que primero haya licencia del P. Superior.
»54. A los tejedores se les pague por su trabajo, por cada pieza que
llegare ó pasare de 150 varas, cuatro varas de lienzo.
»55. A los indios que trabajan en otros pueblos, ó van á hacer reta-
blos ó otra cosa semejante; sólo sea obligado el pueblo que pidió el tal
oficial, á pagarle su trabajo á él y á su familia, que debe tener consigo.
Pero si el dicho oficial hiciere tanta falta en su pueblo, que por su ausen-
podrá el P. Superior señalar alguna
cia pierde el pueblo notables intereses,
recompensa que pague el pueblo en cuya obra se ocupa á aquél de donde
vino, según mayor ó menor fuere el interés que pierde su pueblo por su
ausencia.
»56. Todos los sábados por la mañana habrá Doctrina cuando en el
siguiente domingo ha de haber sermón, para que por lo menos una vez la
haya cada ocho días á todo el pueblo.
»57. No se permita que nuestros indios tengan en su casa armas de
fuego, ni usen de ellas como suyas, y si alguno tuviere alguna, recójase
y póngase en la armería común. Y cuando van á algún viaje, no las lleva-
rán sin licencia del Padre que cuida de la Doctrina ó del Superior.
»5S. La renovación del Señor se hará en tiempo de invierno cada
quince días; y en verano, cada ocho días. Y á los enfermos se llevará en
público dos veces al mes, si hubiere ocasión para ello.»
Núm. 44.
«Por todos los medios se debe solicitar entre los pueblos la unión, paz,
y cristiana caridad, y quitar de raíz los pleitos entre ellos; pues regu-
larmente son el origen de las discordias, con otras no pequeñas faltas;
y queriendo yo en cumplimiento de mi oficio concurrir en cuanto pueda
á este fin, conformándome con lo dispuesto por mi antecesor de b. m. el
Reverendo P. Tirso González en sus despachos de 21 de Octubre de
1691 de 12 de Abril de 1699, y 4 de Marzo de 1702, y añadiendo una,
,
ú otra cosa, que me ha parecido necesaria; para que los pleitos de pre-
sente pendientes entre algunos de los pueblos, y los que en adelante se
suscitaren ó en ellos, ó entre otros cualesquiera que sean, en puntos de
términos, tierras, ó hacienda, cuanto antes se terminen, y no se hagan
eternos, ordeno las cosas siguientes, y que á la letra se observen»:
«1.*^ Cada Provincial con su Consulta, al principio de su oficio, nombre
tres sujetos de los más antiguos, y inteligentes en las Doctrinas del
Paraná, y otros tres en las del Uruguay, para que conozcan estos pleitos,
y sean jueces en ellos. 2." Los jueces señalados en el Paraná conozcan,
»
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y juzguen todos, y solos los pleitos de la especie ya referida, que hubiere
ó de presente, ó en lo venidero en las Doctrinas del Uruguay; y al
contrario, los jueces señalados en las Doctrinas del Uruguay, en la misma
forma conozcan y juzguen todos y solos los pleitos que hubiere en las del
Paraná. Y si sucediere haber algún pleito entre dos pueblos, uno de las
Doctrinas del Paraná, y otro de las del Uruguay: entonces sean los jueces
uno de aquellas Doctrinas, otro de éstas, y el tercero el P. Superior, que
como P. de las unas y las otras, á todas las mirará, como supongo, con
igual paternal amor: y si por algún justo motivo se juzgare conveniente
que su R. no lo sea, séalo el que por mayor número de votos del Provin-
cial y sus ce. se juzgare más indiferente, y apropósito.»
«3." La sentencia dada por los jueces, inmediatamente se notificará
á las partes, á las cuales se les concede dos meses de término peren-
torio, y que en manera alguna da lugar á otro término mayor, contados
desde el día de la notificación, para que si tuvieren, en prueba de su dere-
cho, otros nuevos fundamentos ó documentos que presentar, todo en
escrito lo entreguen al P. Superior, para el fin que inmediatamente se
explicará. 4." El P. Superior, pasado que sea aquel término, con per-
sona segura, original, cerrado, y sellado, remita al P. Provincial (y si no
está su R. en Córdoba, á quien ha señalado en su lugar), la sentencia
que los jueces dieron; los fundamentos, instrumentos, y pruebas que las
partes alegaron, y los que en el término concedido hubieren nuevamente
alegado. 5.° El P. Provincial, ó si no está en Córdoba, quien allí está en
•
su lugar, con los PP. CC. de Provincia ordinarios, y ad graviora, todos
con voto decisivo en este punto, vean, y juzguen segunda vez esta causa;
y la sentencia, que diere el mayor número devotos, esa sea definitiva,
y irrevocable; ni se pueda por los PP. Provinciales ni por los Visitadores,
ni por algún otro, revocar, mudar, ni alterar, e//aw per iñam concordiae:
exceptuando solamente el caso de que ciertamente conste que es injusta:
y ésto, avisándome primero las razones y fundamentos, que hacen cierto
el agravio de la parte contra quien se dio sentencia, y esperando mi
respuesta.»
«Fíe dicho ciertamente para excluir probabilidades, aunque sean muy
,
Núm. 45.
pAgs.
LIBRO PRIMERO
La obra de los Jesuítas
604
PAGS.
PÁGS.
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76. VI. El idioma guaraní •
APÉNDICE
Documentos y aclaraciones
Núm. 1. — 1607. — Los indios convertidos sin armas no tributen en
diez años 511
Núm. 2.— 1636. — Auto del Presidente de la Audiencia para nombrar
Protector de indios al Provincial del Paraguay. 511
Núm. 3.— 1643. — C. R. Indios convertidos del Paraguay, no tribu-
ten en veinte años . 513
Núm. 4. —
1647. —C R. Sean aliviadas de tributos las Reducciones
por sus servicios militares 514
Núm. 5. — —
1649.— Tributo de un peso en plata. Decláranse los Gua-
raníes guarnición de frontera 515
Núm. 6. —
1661.— C. R. Pónganse en la Corona Real todos los indios
de Reducciones.— Paguen tributo de un peso
los de catorce á cincuenta años 516
Núm. 7.— 1679. -C. R. definitiva sobre tributo 519
Núm. 8.— Armas de fuego.— 1640.— C. R. Resuelva el Virrey. . 524
Núm. 9.— 1642. -C. R. Resuelva el Virrey 525
Núm. 10. —1644.— Memorial del P. Montoya 526
Núm. 11.— 1644.— Informe del Gobernador Lugo 528
Núm. 12. — 1644 y 1645.— Provisión del Virrey y Acuerdos de Justi-
cia y Hacienda sobre dar armas á los indios . 529
Núm. 13.— 1646.— Memorial del P. Montoya 531
Núm. 14. — 1646. — Provisión final del Virrey. Dense las armas para
los indios 532
Núm. 15. — 1661. — C. R. Quítense las armas á los indios .... 533
Núm. 16.— 1668.— No se ejecute la C. R. de 1661 535
Núm. 17. — 1669. — Desaprueba la Audiencia de Buenos Aires la en-
trega de armas á los indios 537
Núm. 18.-1672.— C. R. Ejecútese la Cédula de 1661 53Q
Núm. 19.— 1679.— C. R. Aprueba definitivamente las armas de fuego. 540
Núm. 20.— 1769.— Ganado que dejaron los Jesuítas en Doctrinas . 544
Núm. 21.— Memoria para las generaciones venideras, de los indios
misioneros del pueblo de Yapeyú .... 546
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