Zoé, Bíos y Biopolítica
Zoé, Bíos y Biopolítica
Zoé, Bíos y Biopolítica
DOI: https://doi.org/10.15446/frdcp.n23.100592
Número completo
Más información del artículo
Página de la revista en redalyc.org
Zoé, bíos y biopolítica
105-126
Revista Departamento
de Ciencia Política
Rodrigo Hernández-Gamboa** 2
Resumen
La gestión, administración y disciplinamiento de la vida biológica desde el ejercicio
del poder político en la modernidad se ha denominado biopolítica. El objetivo de
este artículo fue examinar la constitución etimológica del concepto en su discer-
nimiento con la vida entendida como zoé, es decir, como una vida virtuosa. En la
antigüedad zoé formaba parte inherente del poder político, no obstante, en el siglo
XVI se generó una transición hacia el bíos, como vida entendida en su naturalidad
biológica que fue fundamental para el establecimiento del Estado moderno. Desde
una metodología hermenéutica este artículo distinguió la relevancia del bíos para el
ejercicio del poder político, concluyendo con la sacralidad del bíos para la organi-
zación política en la modernidad.
Palabras clave: Estado; vida política; vida animal; poder político; gobierno.
* Artículo recibido: 20 de enero de 2022 / Aceptado: 25 de abril de 2022 / Modificado: 18 de mayo de 2022.
Artículo de investigación desarrollado en el marco del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad
Autónoma Metropolitana (México), con financiamiento del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.
** Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Autónoma Metropolitana, México. Profesor asociado en la
línea de Relaciones de poder y Cultura Política en la Universidad Autónoma Metropolitana. Correo electrónico:
[email protected]; [email protected] https://orcid.org/0000-0002-7563-4484
Cómo citar
Hernández-Gamboa, R. (2023). Zoé, bíos y biopolítica. Instrumentos para la
administración de la vida desde el poder político. FORUM. Revista Departamento Ciencia
Política, 23, 105-126. https://doi.org/10.15446/frdcp.n23.100592
Abstract
The management, administration and disciplining of biological life from the exercise
of the political power in modernity is referred to as biopolitics. The purpose of this
article was to examine the etymological constitution of the concept in its discernment
with life understood as zoe, that is, as a virtuous life. In ancient times zoe was an
inherent part of a political power; however, in the sixteenth century a transition to
bios, as life understood in its biological naturalness, took place. This transition was
fundamental to the establishment of the modern state. From a hermeneutic metho-
dology, this article distinguished the relevance of the bios for the exercise of political
power, and concluded with its sacredness for the political organization of human
existence in modernity.
Resumo
A gestão, administração e disciplina da vida biológica a partir do exercício do poder
político na modernidade tem sido chamada de biopolítica. O objetivo deste artigo foi
examinar a constituição etimológica do conceito em seu discernimento com a vida
entendida como zoé, ou seja, como vida virtuosa. Na antiguidade, a zoé era parte
inerente do poder político, porém, no século XVI gerou-se uma transição para o bios,
como a vida compreendida em sua naturalidade biológica que foi essencial para a
instauração do Estado moderno. A partir de uma metodologia hermenêutica, este artigo
distinguiu a relevância do bios para o exercício do poder político, concluindo pela sua
sacralidade para a organização política da existência humana na modernidade.
El bíos y el zoé, por lo tanto, no se reconocen como dos tipos de vida diferentes,
sino más bien como dos grados distintos de ser que se delimitan al desarrollar los indi-
viduos ciertos rasgos de su existencia que los determinan en sus actividades públicas,
pero que ambas se requieren en su existencia para concebirse como una vida propia-
mente humana. Un individuo dedicado solo a la satisfacción orgánica de sus pasiones,
sin tener en consideración los valores éticos de su accionar, los mejores medios para su
actuar y la reflexión de su comportamiento futuro estaría más cercano a un animal irra-
cional que a un ser humano. Lo mismo si el individuo solo reviste el carácter racional,
religioso, justo y virtuoso de su conducta y pensamiento, pues estaría más cercano a
los dioses que a los hombres (Claveras-Pérez, 2007, pp. 14-15). El bíos y el zoé forman
parte de la existencia de los sujetos requiriéndosen recíprocamente para determinar los
elementos de una existencia eminentemente humana la cual busca satisfacer sus inte-
reses, pasiones y necesidades para conservarse con vida, pero también busca desplegar
su razón y virtud para manifestar su compromiso con la comunidad buscando un interés
que vaya más allá de su particularidad (Aristóteles, s.f./1985, p. 148).
Más allá de esta comprensión dialéctica del bíos y del zoé, lo que este texto busca
enmarcar es cómo estos dos grados distintos de vida se priorizan en distintos momentos
históricos para tratar de gestionar la vida de los individuos desde el ejercicio del poder
político para legitimar y sostener su autoridad. Se busca ubicar los elementos de la
existencia humana que han sido relevantes para determinado ejercicio de dominación
y así justificar la predominancia de cierta parte del cuerpo social sobre el resto, reco-
nociendo en estas características las particularidades que determinan la autoridad del
poder soberano, constituyen las instituciones públicas y fundan la participación política
de los individuos en la comunidad.
Por lo tanto, no se reconocerán a estos grados de vida a través de una presuposición
moral sobre sus beneficios o perjuicios, sino que se abordarán a través del tratamiento
por parte de las instancias públicas dedicadas a la administración de los sujetos,
ubicando cómo se constituyen y legitiman y cómo se accionan los dispositivos para
gestionar la vida de los individuos.
La comprensión que se propone en este texto sobre el bíos y el zoé es diferente a la
que Agamben (2003) expone, como el principal referente para adentrarse en esta discu-
sión. En esta obra Agamben asocia al zoé (ζωή) como el modo simple de vivir común a
todos los seres vivos y, por otro lado, ubica al bíos (βίος) como la forma o manera de
vivir propia de un individuo o un grupo. Según esta interpretación Aristóteles y Platón
diferencian el bíos como una vida política y contemplativa por ende cualificada, y al
zoé como el simple modo de vida natural y biológico. El ejemplo que señala Agamben
para apuntalar su argumento reside en la existencia terrenal del Dios antiguo, al cual se
le ha dado como nominalidad el ζωή ἄριστος και ἀΐδιος —vida mejor y eterna— no por
sus cualidades divinas, sino por su existencia nada banal de ser viviente común a los
hombres (2003, pp. 9-10).
Los griegos no disponían de un término único para expresar lo que nosotros entendemos con la
palabra vida. Se servían de dos términos, semántica y morfológicamente distintos, aunque recon-
ducibles a un étimo común: zoé, que expresaba el simple hecho de vivir, común a todos los seres
vivos (animales, hombres o dioses) y bíos, que indicaba la forma o manera de vivir propia de un
individuo o un grupo [...] no es que el mundo clásico no estuviera familiarizado con la idea de que
la vida natural, la simple zoé como tal, pudiera ser un bien en sí misma. (Agamben, 2003, pp. 9-10)
ἐκ τούτων οὖν ϕανερὸν ὅτι τῶν ϕύσει ἡ πόλις ἐστί, καὶ ὅτι ὁ ἄνθρωπος ϕύσει πολιτικὸν ζῷον,
καὶ ὁ ἄπόλις διὰ ϕύσιν καὶ οὐ διὰ τύχην ἤτοι ϕαυλός ἐστιν […] διότι δὲ πολιτικὸν ὁ ἄνθρωπος
ζῷον πάσης μελίττης καὶ παντὸς ἀγελαίου ζῷον μᾶλλον, δῆλον. οὐθὲν γάρ, ὡς ϕαμέν, μάτην ἡ
ϕύσις ποιεῖ· λόγον δὲ μόνον ἄνθρωπος ἔχει τῶν ζῷων· ἡ μὲν οὖν ϕωνὴ τοῦ λυπηροῦ καὶ ἡδέος
ἐστί σημεῖον, διὸ καὶ τοῖς ἄλλοις ὑπάρχει ζῷοις μέχρι γὰρ τούτου ἡ ϕύσις αὐτῶν ἐλήληθε, τοῦ
ἔχειν αἴσθησιν λυπηροῦ καὶ ἡδέος καὶ ταῦτα σημαίνειν ἀλλήλοις, ὁ δὲ λόγος ἐπὶ τῷ δηλοῦν
ἐστι τὸ συμϕέρον καὶ τὸ βλαβερόν, ὣοτε καὶ τὸ δίκαιον καὶ τὸ ἄδικον· τοῦτο γὰρ πρὸς τὰ ἄλλα
ζῷα τοῖς ἀνθρώποις ἴδιον, τὸ μόνον ἀγαθοῦ καὶ κακοῦ καὶ δικαίου καὶ ἀδίκου καὶ τῶν ἄλλων
αἴσθησιν ἔχειν· ἡ δὲ τούτων κοινωνία ποιεῖ οἰκίαν καὶ πόλιν. [De ellos, es obvio que la ciudad
es por naturaleza, y que el hombre es una vida política, y que lo es por naturaleza, y no por
casualidad, y que el insocial por naturaleza y no por casualidad es o un ser inferior o un ser
superior al hombre […] La razón porque el hombre es un ser político, más que cualquier abeja
o vaca, y todas las demás cosas, es porque la naturaleza no hace nada en vano y solo el hom-
bre tiene la palabra; y entonces la palabra es signo de dolor y de placer lo que señala que los
demás animales están viviendo, por lo que su naturaleza es igual a la de todos los animales.
Pero la palabra en el hombre es para manifestar el interés y lo dañino, así como y lo justo y
lo incorrecto. Y esto es lo propio del hombre frente a los demás animales; poseer el sentido
del bien y del mal, y de la ley y del mal, y los demás valores, y la participación comunitaria de
estas cosas constituye la casa y la ciudad. (Aristóteles, s.f./1992, p. 42)
ή δ᾽ἐκ πλειόνων κωμῶν κοινωνία τέλειος πόλις, ἤδη πάσης ἔχουσα πέρας τῆς αὐταρκείας ὡς ἔπος
εἰπεῖν, γινομένη μὲν τοῦ ζωή ἔνεκεν, οὖσα δὲ τοῦ εὖ ζωή. […] ζῷον εχουν λογοv) […] ευ ζωή.
[La comunidad perfecta de varias aldeas es ya la ciudad, porque tiene total autarquía, surgiendo
para vivir, pero es para vivir bien. […] El hombre es un ser viviente que tiene palabra […] lo que
lo conduce hacia la vida política.]. (Aristóteles, s.f./1992, p. 39, énfasis del autor)
animal doméstico que a la de un hombre libre, pues regido por sus apetitos y placeres
se deja guiar por sus instintos antes que por su razón, de la cual solo participa para
percibir el mundo a su alrededor (Aristóteles, s.f./1992, pp. 27-32). La corporalidad de
los hombres es fundamental para reconocer su superioridad sobre el resto de los seres
vivos; ahí se aloja la materialidad divina que lo fortalece y que, a su vez, lo conduce
por las actividades más virtuosas del alma, guiándose por su voluntad en la medida
de lo posible para lograr una vida superior que dignifique las sustancias divinas que
lo conforma (Cicerón, 45 a.C./1993, pp. 56-57). La existencia humana conducida por la
racionalidad que tiene por objetivo la felicidad se mostrará virtuosa cuando las acciones
de los hombres se guíen hacia la satisfacción verdadera, la cual puede contener o no
placeres corporales o materiales, pero reconociendo su finitud como medio a un obje-
tivo superior (Cicerón, 45 a.C./1987, p. 142). Se comprende, por lo tanto, que la noción
de zoé también sea utilizada profusamente por los escritos escolásticos del cristianismo
primitivo para categorizar un nivel de vida superior que es alcanzado a partir de deter-
minadas acciones espirituales que conllevarían al individuo a una existencia cualificada
en este caso en su relación con Dios.
El ladrón no viene sino para hurtar, y matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida,
y para que la tengan en abundancia [Ο κλέφτης έρχεται μόνο για να κλέψει και να σκοτώσει
και να καταστρέψει. Έχω έρθει ώστε να έχουν ζωή και να την έχουν πιο πλούσια] (Biblia Reina
Valera, 2009, Juan. 10:10); El espíritu de este intérprete de la ley era malo. Quería, si era
posible, atrapar a Jesús. ¿Qué he de hacer para heredar la vida eterna? [Το πνεύμα αυτού του
διερμηνέα του νόμου ήταν κακό. Ήθελα αν ήταν”πιθανό, πιάσε τον Ιησού. Τι πρέπει να κάνω
για να κληρονομήσω την αιώνια ζωή] (Biblia Reina Valera, 2009, Corintios. 10:9); Y él les dijo:
de cierto os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer o
hijos por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el mundo
venidero la vida eterna. [Και τους είπε: Πραγματικά σας λέω ότι δεν έχει φύγει κανένας σπίτι,
ή γονείς ή αδέλφια, ή γυναίκα ή παιδιά για το βασίλειο του Θεέ μου, δεν πρέπει να λαμβάνω
πολλά περισσότερα αυτήν τη στιγμή, και στο κόσμος για να έρθει αιώνια ζωή]. (Biblia Reina
Valera, 2009, Lucas. 18:29)
La vida entendida como zoé estará franqueada por el ejercicio del poder político en la
antigüedad debido a las capacidades humanas potencializadas por la virtud y el despren-
dimiento del interés individual. Estos elementos conducirán a los individuos hacia una
supuesta existencia superior expresada en los ámbitos religiosos, intelectuales o militares
con la finalidad de preservar la organización comunitaria (Aristóteles, s.f./1992, p. 190).
La vida cualificada influirá en el comportamiento y en el pensamiento de los
sujetos percibiéndola como legítima para gobernar, en tanto sea la representación de
la grandeza humana. El ejercicio del poder político estará estrechamente ligado a la
existencia cualificada ya que esta será un espacio más para su manifestación en tanto su
inclinación a resolver los problemas de la comunidad a través de la razón, interviniendo
sobre los individuos para lograr una existencia pacífica, participando públicamente en
los asuntos comunes para solventar el mantenimiento del orden mediante la dialéc-
tica, resguardando a la ciudad y a la autoridad en común como representación de una
existencia imperecedera (Mas-Torres, 2003, p. 71). Esta vinculación establecerá unas
relaciones de dominación que se articularán en torno a un aristocracia sacerdotal o
militar, una monarquía consagrada a Dios o una república senatorial.
Por otro lado, el bíos (βίος) entendido como la comprensión orgánica de los
sujetos, se reconocerá a través de las tres formas de vida que Aristóteles enmarcó en
la Ética Nicomáquea (s.f./1985). Estas formas o géneros de vida son: la vida del cuerpo
—bíos apolaustikós-βίος πρακτικός—, la vida con los otros —bíos politikós-βίος πολιτικός— y
la vida de las ideas en la mente —bíos theoretikos-βίος θεορετικός—. Cada una de estas
formas de vida aporta para la constitución biológica de los hombres; es decir, expresa
los elementos indispensables para categorizar una existencia orgánica como eminente-
mente humana, en tanto que para reconocerse como tal es necesario hacerse participé
de cada una de estas cualidades —cuerpo, razón y comunidad—, por lo que refiere, está
sí, a una condición de vida que trasciende a todos los hombres (Aristóteles, s.f./1985, pp.
134-135). La detentación de estas capacidades no hace a los individuos superiores o
inferiores a ningún otro, pues como tales estas características las sustentan todos los
hombres por igual. La distinción de estas capacidades solo se desarrollará cuando el
individuo potencialice estas facultades para convertirse en virtuoso, manifestando su
existencia superior a través, por ejemplo, de la valentía, la sabiduría o la política.
La dificultad estriba en el hecho de que generalmente estas tres formas de vida
(bíos) se contraponen e inclusive se combaten entre sí, generando la necesidad de esta-
blecer una preeminencia y una subordinación de determinada existencia sobre otra,
constituyendo el comportamiento, los deseos, las pasiones o las virtudes de los hombres
a través de la lucha entre las distintas formas de vida. La corporalidad, la comunidad y
la razón se enfrentarán entre sí para forjar el perfil del individuo y consolidar cuál es
el grado de vida más elegible para cada sujeto, alcanzando, de ser posible, la existencia
cualificada que será reconocida así por el resto, legitimándola para comandar. Aunque
Aristóteles en algunos pasajes manifiesta la superioridad de la forma de vida contem-
plativa —βίος θεορετικός— sobre la vida en la comunidad o la vida práctica y por ende
placentera, deja entrever la necesidad de la prudencia en la mediación de estas caracte-
rísticas intrínsecas a la vida de los hombres. La phronesis —Φρόνησις— entendida como
la sabiduría práctica en la mediación de la desmesura, permite la habilidad de discernir
con respecto a la preeminencia de estas vidas que constituyen a los hombres cercando
los grados de vida a través de la medianía, para así alcanzar la existencia cualificada a
la que aspiraban los individuos en la antigüedad (Aristóteles, s.f./1985, pp. 138-139).
La vida entendida como bíos estará atravesada por el ejercicio del poder, debido a
que esta existencia manifestará una estrecha relación entre el individuo y su entorno
dado que la propia existencia biológica así lo exige. El objetivo principal del bíos es
su conservación, reconociendo su condición biológica y, por tanto, finita como un
elemento ineludible de su existencia. El poder —κράτος-krátos— entendido como la
personificación masculina de la fuerza, la violencia y el poder hacia el otro, no hace sino
reafirmar esta existencia biológica en su entorno mediante la imposición y la violencia.
Esta noción de poder como krátos es similar a la noción latina de Vis —o βια en
griego— que refiere a la violencia y a la energía como un recurso humano, impulsivo y rudi-
mentario que se encuentra asociado a la opresión y a la destrucción (Hesíodo, s.f./1978, p.
88). Pero al igual que el krátos el Vis no hace sino reafirmar la vida, ya que la destrucción
o imposición sobre el otro a partir de la violencia no conduce sino aseverar la vida en su
existencia orgánica. Este impulso hacia la violencia se expresa como un impulso hacia la
existencia, como una fuerza de vida en tanto que aquel que oprime y destruye lo hace
para liberarse y construir, reafirmando su vida como existencia material.
El bíos atravesado por el ejercicio del poder se manifiesta mediante el perpetuo
conflicto por asegurar la existencia orgánica de los individuos, desarrollando mediante
la violencia la preservación de la vida biológica que solamente podrá afirmarse a través
de la dominación, la fuerza y el aseguramiento de los medios necesarios para amparar
la supervivencia y certificar la conservación de la especie como una entidad finita. La
mediación de este conflicto; en otras palabras, la conducción de la relación entre el bíos
y el krátos, que se declara violento y autodestructivo, será la política como el cauce
para detener este enfrentamiento permanente y lograr acuerdos entre los múltiples
intereses privados y egoístas que buscarán asegurar la existencia biológica por todos los
medios a su disposición. La política en su relación con el bíos se expresará a través de
la administración de estas hostilidades con el objetivo de asegurar la supervivencia de la
especie, gestionar su existencia y evitar el constante impulso hacia el cataclismo.
La correspondencia entre la polis y el bíos irremediablemente constituirá una relación
de dominación (Arendt, 2009, p. 38). La intermediación de las necesidades, intereses y
pasiones propias de una existencia efímera, residirá en la administración de estos impulsos,
es decir, en la gestión de los elementos que evitarán una guerra permanente derivado de
los arrastres propios de la existencia orgánica. La biopolítica, por lo tanto, estribará en una
regulación y control estable y permanente sobre la corporalidad, la razón y la comunidad
de los sujetos para asegurar con ello su supervivencia y evitar los conflictos que conlleven
a su desaparición. La biopolítica dispondrá sobre la vida y la muerte de los hombres, pero
no solo decidiendo si viven o si mueren, sino principalmente desarrollando una interven-
ción en los procesos orgánicos de los individuos para el disciplinamiento, la regulación
comunitaria y la conducción de su entendimiento y conciencia. La biopolítica al mismo
tiempo que buscará atemperar y regular los conflictos inherentes al bíos, también intentará
gobernarlos y conducirlos hacia un propósito en particular detallado solo a partir de quien
administre tal intermediación, justificando esta relación de poder a través de la búsqueda
incansable de preservar, proteger y optimizar la vida biológica de los hombres.
Los fenómenos englobados alrededor de la noción de biopolítica pueden comprenderse
en occidente a partir de la creación y consagración del Estado moderno que, surgido del
propósito de circunscribir los conflictos, conllevaron a un enfrentamiento entre los hombres
y emergieron para ocupar los vacíos dejados en la administración del bíos por el clero católico,
irrumpiendo junto con una serie de medidas gubernamentales para gestionar, proteger y satis-
facer el bíos de sus integrantes. Las medidas de los Estados modernos para gestionar la exis-
tencia orgánica parten de la disposición sobre la vida y la muerte de sus ciudadanos, pero tales
medidas se consagran como mecanismos de dominación cuando se decantan por dirigir la vida
de los individuos a través de los senderos que más conviene a estas relaciones de dominación.
De este modo, la corporalidad puede ser optimizada para el usufructo económico, la conducta
y los deseos pueden ser subjetivizados para los requerimientos mercantiles y las distinciones
biológico-raciales pueden ser utilizadas para legitimar una relación de subyugación.
El desarrollo de los fenómenos propios de la biopolítica hace parte primordial en
el nacimiento y consagración del Estado moderno, así como de sus normas, leyes e
instituciones. No obstante, en las ciudades antiguas la conducción y optimización de
la existencia orgánica de los individuos no hace parte relevante del ejercicio del poder
político. Estas ciudades encontraron otros mecanismos para justificar sus relaciones de
dominación. Esto puede explicar por qué desde la perspectiva aristotélica la propuesta
de que el bíos intervenga en los asuntos comunes y la política medie los impulsos de
opresión, violencia y destrucción es incompatible en todo sentido. Lo apreciable del
animal político aristotélico no es el mero hecho de vivir, conservarse, satisfacerse y
reproducirse, sino de establecer una vida cualificada dentro de las polis y con la comu-
nidad. Se vislumbra un ejercicio del poder político centrado no en el bíos sino en el
zoé, es decir, en la existencia virtuosa, eterna, valerosa y racional de los individuos que
actuarán en el espacio público y que desarrollarán a través del zoé unas relaciones de
dominación que serán sumamente relevantes hasta la Baja Edad Media.
1. La decadencia de las virtudes antiguas en las que se antepusieron las pasiones y los placeres en la esfera
pública dio como resultado la caída de la República romana. La búsqueda de riquezas, honores y satisfactores
enfrentó a la ciudad, y determinó que las legiones y sus generales gobernaran el poder político por encima
de las familias tradicionales y los patriarcas. Tal situación concluyó con Augusto como prínceps de la ciudad
e imperator de los ejércitos en la cual el Senado y las magistraturas solo aparecieron como decoraciones al
poder del general romano, que para asegurar su predominio concedió riquezas, alimentos y honores a la
población romana, satisfaciendo sus necesidades e intereses, y enterrando con ello cualquier emblema de
existencia cualificada. Durante el Imperio la entrega de satisfactores por parte del emperador fue una práctica
constante, dándole a las legiones y al populus alimentos, riquezas y espectáculos para solventar su autoridad.
Pero más aún, el emperador liberalizó los componentes del bíos para expresarlos en la esfera pública. La
existencia biológica que había sido resguardada por la gens y por la autoridad de los patriarcas como los
deseos, las ambiciones, las necesidades e intereses, el emperador las exoneró de su administración por parte
de las instituciones imperiales ante la caída de estas, y permitió que se expresaran sin embalajes en el espacio
público buscando ahí su satisfacción. Por ello se aceptaron múltiples conductas sexuales, se desreguló el
pillaje en las provincias, se consintió la práctica de religiones diferentes a las de la ciudad, se permitió la lucha
despiadada por el poder político y se accedió a las ambiciones desbordadas de los grandes terratenientes,
comerciantes, esclavistas y generales de la ciudad, siendo esta la cimiente para la caída del Imperio romano
occidental siglos más tarde.
a.C./1995, p. 14). Para el estoicismo como para el cristianismo el zoé deberá dirigir a los
hombres por la vida terrenal a través de una existencia superior, que se representará en
el conocimiento verdadero y en la erradicación de los placeres mundanos, convirtién-
dose la vida virtuosa en una justificación del gobierno sobre los individuos.
No fueron pocos los escritores estoicos y cristianos que abordaron la necesidad de
contener los placeres de la existencia terrenal como medio para el engrandecimiento
del espíritu. La diferencia residía en cómo concebían estos pensadores la contención de
las pasiones. Para los estoicos la supresión de los impulsos excesivos estaba acorde a la
naturaleza humana (Epicteto, s.f./1993, p. 67), puesto que la razón que es la parte diri-
gente del hombre influiría en los individuos para que estos se alejaran de los impulsos
irracionales que los distanciaba de la felicidad (Plutarco, s.f./1995, p. 40). En cambio,
para el cristianismo la supresión de las pasiones solo se lograría en el acercamiento a las
enseñanzas divinas. El individuo conformado por un elemento de sacralidad en el alma
tendería hacia la eliminación de los placeres y de los dolores, en tanto serían guiados
por la parte elevada de su existencia (San Agustín, s.f./2017, p. 118). La intermediación
del conocimiento verdadero a través de los clérigos y de las liturgias sagradas sería el
medio para la erradicación de los placeres y las pasiones incontroladas. A través de los
sabios en las leyes de Dios es que se gestionaría la conducta de los hombres y se dirigiría
su pensamiento para liberarse de aquello que los ataría a su existencia finita. La conten-
ción de las pasiones y el engrandecimiento del espíritu solo se franqueará mediante la
revelación de las enseñanzas divinas, las cuales, operadas por las instituciones y los
representantes de la fe en cristo constituirán el vínculo para la salvación eterna de los
sujetos (San Benito, s.f./2010, pp. 5-17).
Para el cristianismo, la vida biológica de los hombres como creación del ser divino
será contenedora de una parte de esta divinidad en la corporalidad en tanto “Dios se hizo
hombre” y elemento fundamental para la salvación prometida. El bíos se convertirá en
algo sagrado, algo que es necesario mantener y resguardar por las instituciones religiosas
ya que es manifestación de la omnipotencia de la divinidad (San Agustín, s.f./2017, p.
240). Se vuelve esencial para las instituciones eclesiásticas el gestionar y conducir el bíos
para alcanzar el estadio superior de la vida verdadera en el reino de los cielos.
La existencia biológica para el cristianismo se traducirá en una objetividad en cons-
tante perfeccionamiento para su consagración. El bíos será la base para el zoé, ya que
a pesar de que lo realmente valioso se encuentra en la fe, en la creencia y en el diálogo
permanente del individuo con Dios en el plano de la conciencia, estos elementos exis-
tirán solo a través de la condición sine qua non de la vida orgánica y de su constante
pulcritud mediante las normas y las liturgias inspiradas por Dios entre los hombres
(Tomás de Aquino, 2003, pp. 114-115). Por lo tanto, la política entendida a partir de su
mediación con el bíos comenzará a enriquecerse a partir del surgimiento y propagación
del cristianismo en el Imperio romano. La existencia biológica dejará de ser desdeñada
como lo fue en el pensamiento filosófico antiguo y se desarrollará un engranaje corpo-
rativo para la gestión del bíos en las poblaciones cristianas, comenzando a concebirse
como un instrumento de valor superior derivado de su naturaleza divina y del elemento
que permitirá discernir sobre la salvación de los individuos.
El clero cristiano irrumpirá en los hogares y en las almas de los hombres de forma
determinante, conduciendo su existencia y administrando el bíos de los hombres hasta su
muerte a través de una concepción doctrinaria que requerirá de una supervisión perma-
nente sobre la conducta y el pensamiento de sus adictos. A través de los sacramentos y de
las leyes divinas es que los clérigos se internarán en las necesidades, pasiones e intereses
de su rebaño, conduciéndolos por los senderos “más seguros” para la salvación.
Esta conducción de la vida biológica se logra entender mediante la noción del
poder pastoral. Será el pastor quien se ocupará de su rebaño en la medida que desarro-
llará una intervención cotidiana e indeleble sobre el comportamiento de los sujetos en
el ámbito de la conciencia y la corporalidad, pero también en el ámbito de los bienes y
la riqueza de su rebaño (Foucault, 2014, p. 185). Esta posición del pastor se manifestará
como la posición de un médico que se dedicará a salvar el cuerpo por medio de los
procedimientos para su sanación que tendrán que ser seguidos al pie de la letra para
lograr su efectividad. Masilio de Padua (1275-1343) lo sintetiza al afirmar que “Cristo no
vino al mundo a dominar a los hombres […] ni a gobernar temporalmente” sino a sanar a
los heridos por medio de la acción moral, precisamente aduciendo a su carácter interior
e individual. La iglesia y en particular el pastor ejercerá su oficio como aquel “que tiene
autoridad para enseñar y obrar como el médico, pero no con potestad coactiva sobre
ninguno” (Marsilio de Padua, 1324/1989, p. 225).
La obediencia del paciente a su médico o de las ovejas a su pastor será integral,
siendo preciso que las enseñanzas abarquen cada instante de manera más o menos
discontinua para reconocer el comportamiento general de los individuos por medio de
la observación, la vigilancia y la dirección. Los mecanismos de obediencia pastoral no
se circunscribirán solo a la conducta corporal sino, sobre todo, a la conciencia que se
encuentra en constante examen como un instrumento de dependencia para recono-
cerse en el camino de la salvación eterna (Foucault, 2014). El poder pastoral intervendrá
de manera permanente en los individuos a través de una supervisión y conducción de
su existencia, que abarcará todos los rincones de su vida, estableciendo las simientes
para la gestión del bíos como un instrumento de dominación.
Las guerras de religión en la Europa del siglo XVI y XVII supusieron una transforma-
ción para el ejercicio del poder político, consolidando un ente público que alejado tenta-
tivamente de las consideraciones religiosas pudiera hacerse cargo de los elementos que
determinaban la gestión de la vida biológica desde la esfera privada. El protestantismo
aprovechando las desavenencias entre la curia romana y el poder soberano instó a que
los príncipes accedieran a las potestades sobre el bíos que tradicionalmente habían sido
facultades del clero católico (Morán, 2003). Fue Martín Lutero (1483-1546) quien enca-
bezó un movimiento que cismaría a toda la cristiandad, esclareciendo sus argumentos
en tres textos que se publicarían en el año de 1520: La libertad cristiana (1520/2016), La
cautividad babilónica de la Iglesia (1520/2018) y Manifiesto a la nobleza cristiana de la nación
alemana (1520/2017). Este último texto es particularmente interesante porque contiene un
llamado a toda la nación alemana para que se unan en contra de los excesos romanos. Si
el papa, dice Lutero, les había entregado a los alemanes el título del Imperio romano, pero
se había quedado con todo el poder, las riquezas, el cuerpo y el alma de sus pobladores,
es ahora el momento en el que a través de este mismo título imperial los alemanes le
arrebaten todas las potestades dadas al papa, regresándolas al emperador:
Si hacen alarde de habernos entregado un Imperio, bien, ¡que así sea! Administrémoslo, y
que el Papa entregue a Roma y cuanto tiene del Imperio, que deje libre nuestro país de sus
intolerables tributos y extorsiones; que nos devuelva la libertad, el poder, la fortuna, la honra,
el cuerpo y el alma, y que deje existir el Imperio como a este corresponde, cumpliendo con
sus palabras y afirmaciones. (Lutero, 1520/2017, p. 40)
el bíos será utilizado para justificar la autoridad del Estado sobre los individuos, que
preocupado en proteger y satisfacer la vida de los hombres adquirirá de esta preserva-
ción de la vida orgánica las potestades para controlar su existencia finita.
La gestión y control del bíos se mantendrá en el centro de las relaciones de dominación
en la modernidad, un ejemplo de ello serán las relaciones de producción, las cuales reque-
rirán de la existencia biológica disciplinada, adecuada y vigilada para darle viabilidad al
sistema económico. Esta se integrará al modo de producción como una mercancía, no
obstante, diferente al resto, ya que esta le integrará valor en la producción, por lo cual
de la gestión del bíos se obtendrá un usufructo que será apropiado por el capitalista del
cual va a depender su ganancia. El disciplinamiento, control y vigilancia de la existencia
orgánica de los hombres será fundamental para mantener al alza la tasa de ganancia. El
capital desarrollará esta gestión del bíos, la cual no será posible sin la ayuda del Estado
y sus instituciones que intervendrán en la administración de la vida de los sujetos para
capacitarla, adecuarla, mantenerla saludable y castigarla de ser necesario, derruyendo
cualquier traba a la existencia orgánica que impida su valorización en el mercado.
La satisfacción de las necesidades pasiones e intereses que proporcionará la masificación de
las mercancías, difuminará la sola aspiración de una vida superior o virtuosa, la cual quedará
desfigurada en occidente entre los preceptos religiosos del cristianismo en sus diferentes
ramas, que impulsarán el ascetismo y el humanismo, así como los designios académicos
que anhelarán la superación de los hombres a través de la razón. El capitalismo, así como
la modernidad serán indiferentes al zoé. La existencia cualificada en la distribución, inter-
cambio y consumo de mercancías por su naturaleza ética quedará relegada a un segundo
plano en la esfera privada, en donde tales búsquedas de igualdad y justicia se reconocerán
como filantropía que los hombres privados desplegarán para el bienestar de su espíritu.
Conclusión
Agamben (2003) interpreta a las nociones de bíos y zoé a partir de su objetivo el cual es
desarrollar una dicotomía entre exclusión e inclusión como paradigma de las sociedades
modernas. Esto puede interpretarse como la generación de un Estado de excepción
implementado por el soberano como condición de su propia existencia, de modo
tal que actúa dentro de una situación que está incluida en el ordenamiento jurídico;
no obstante, esta inclusión se da desde la exclusión y resquebrajamiento del propio
mandato jurídico que así lo constituye. Este mismo proceso se observa en la nuda vida,
que a través por ejemplo del homo sacer, refiere a una existencia que está integrada en el
por la dirección familiar o por la participación en las asambleas públicas, sino más bien
por el virtuosismo desarrollado a través del seguimiento y la comprensión de las prácticas
mistéricas cristianas. En el acercamiento a los sacramentos del único Dios verdadero se
encontraba la semilla para la salvación eterna y para la dirección de los hombres en la
tierra, lo que determinaba ahora la existencia cualificada de los hombres.
El cristianismo, al mismo tiempo que aseveró la vida virtuosa derivado del seguimiento
a las leyes y liturgias cristianas, apuntaló a las monarquías occidentales y estableció una
sacralización del bíos que se mantuvo recluido en la esfera privada, convirtiéndose en
fundamental para manifestar la dominación del clero sobre su rebaño. El control, supervi-
sión y fiscalización que realizó el clero bajo secular sobre el bíos a través de los sacramentos
y las leyes religiosas permitió afianzar su autoridad piadosa y civil por más de diez siglos.
La potestad de los prelados para decidir sobre el comportamiento, la razón y la organiza-
ción comunitaria de los hombres con respecto a la educación, la sexualidad, el trabajo, la
economía, etcétera, permitió que estos mantuvieran un mando sobre los hombres y sobre
las poblaciones, los cuales observaban a su pastor como el guía hacia una existencia celes-
tial. No fue sino hasta el cisma protestante dentro de la propia iglesia católica que el poder
eclesiástico perdió su autoridad para dirigir sobre el bíos, siendo el luteranismo el impulsor
para que tales gestiones de la existencia biológica fueran traspasadas al poder soberano.
Para la modernidad la existencia biológica de los hombres se convirtió en sacra, no
solo por ser supuestamente una creación de origen divino como se creía en la escolás-
tica cristiana, sino sobre todo porque a través de ella, de su administración, vigilancia
y optimización es que se aseguró el progreso humano. Medido a través de variables
como la satisfacción, la felicidad, la natalidad, la mortalidad, la riqueza producida y
acumulada, la seguridad y los adelantos médicos, el progreso humano defendido por la
modernidad fue determinado a través de la gestión, administración y disciplinarización
de la existencia biológica de los individuos para su utilización como una herramienta
imprescindible para asegurar el poder político y económico de la contemporaneidad,
reconociendo a estos fenómenos como parte integral del desarrollo biopolítico.
Referencias
[1] Agamben, G. (2003). Homo Sacer. Pre-textos.
[2] Ario Dídimo. (1995). Fragmentos. Gredos. (Original publicado 27 a. C.).
[3] Arendt, H. (2009). La condición humana. Paidós.
[4] Aristóteles. (1985). Ética Nicomáquea. Gredos. (Original publicado en fecha desconocida).
[5] Aristóteles. (1992). Política. Gredos. (Original publicado en fecha desconocida).
[6] Biblia Reina Valera. (2009). La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Herder.
[7] Borisonik, H. y Beresñak, F. (2012). “Bíos y Zoé: una discusión en torno a las
prácticas de dominación y a la política”. Astrolabio. Revista Internacional de Filosofía,
13, 82-90. https://raco.cat/index.php/Astrolabio/article/view/256227
[8] Cicerón. (1987). Del supremo bien y del supremo mal. Gredos. (Original publicado 45 a. C.).
[9] Cicerón. (1993). La naturaleza de los dioses. Gredos. (Original publicado 45 a. C.).
[10] Claveras-Pérez, R. M. (2007). El concepto de vida en Aristóteles. Punto Rojo.
[11] Diógenes Laercio. (2007). Vidas y opiniones de los filósofos ilustres. Libro VIII.
Alianza. (Original publicado en fecha desconocida).
[12] Epicteto. (1993). Disertaciones por Arriano. Gredos. (Original publicado en fecha desconocida).
[13] Foucault, M. (2014). Seguridad, territorio, población. Fondo de Cultura Económica.
[14] Hesíodo. (1978). Teogonía. Gredos. (Original publicado en fecha desconocida).
[15] Hobbes, T. (2017). Leviatán o la materia forma y poder de un estado eclesiástico y civil.
Fondo de Cultura Económica. (Original publicado en 1651).
[16] Lutero, M. (2016). La libertad cristiana. Independently Published. (Original publicado 1520).
[17] Lutero, M. (2017). Manifiesto a la nobleza cristiana de la nación alemana. Mexicanos
Unidos. (Original publicado 1520).
[18] Lutero, M. (2018). La cautividad babilónica de la Iglesia. Mexicanos Unidos. (Original
publicado 1520).
[19] Marsilio de Padua. (1989). El defensor de la paz. Tecnos. (Original publicado 1324).
[20] Mas-Torres, S. (2003). Ethos y pólis. Una historia de la filosofía práctica en la Grecia clásica. Istmo.
[21] Morán, G. M. (2003). Los laberintos de la identidad política. Religión, nacionalismo, derecho
y el legado de las culturas imaginadas de Europa. Del cristianismo como identidad cívica a la
génesis de la identidad nacional. Dykinson. https://www.jstor.org/stable/j.ctt1k231ts
[22] Plutarco. (s.f./1995). Obras morales y de costumbres VII. Gredos
[23] Rousseau, J. J. (2017). El contrato civil. EMU. (Original publicado 1762).
[24] San Agustín. (2017). Ciudad de Dios. Porrúa. (Original publicado en fecha desconocida).
[25] San Benito. (2010). Reglas de San Benito. Biblioteca de autores cristianos. (Original
publicado en fecha desconocida).
[26] Teodoreto de Ciro. (1996). Curación de las enfermedades griegas, última apología contra el
paganismo. Alianza (Original publicado 439).
[27] Tomás de Aquino. (2003). Del ente y de la esencia. Del reino. Losada. (Original publicado
en fecha desconocida).