Tesis 6 Moral Social

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 11

MORAL SOCIAL

SÍNTESIS DE TEOLOGÍA MORAL

Juan Manuel Otero Andrade

Seminario Conciliar María Inmaculada


IV de Teología
2019

1
MORAL SOCIAL
SÍNTESIS DE TEOLOGÍA MORAL

I. LOS PRINCIPIOS DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Tanto para Jesús como para cada uno de los bautizados durante toda la historia de la Iglesia, lo
sociopolítico de su época, ha constituido un desafío ineludible para la experiencia de la fe y una
cuestión que exige una respuesta clara y contundente para quien se ha empeñado en el proyecto del
Reino.
Más aún, en el Pueblo de Israel, desde sus orígenes en los tiempos de los patriarcas, existía ya una
conciencia de ser colectivo, más allá que la sumatoria de los miembros. El Pueblo Elegido era ya una
categoría teológica desde la cual se empezó a regular la convivencia y las relaciones humanas al
interior de esa colectividad, congregada desde la fe en el Dios de Israel.1
Ya en el Nuevo Testamento, encontramos en los textos de los evangelios a Jesús, quien vive en un
contexto sociopolítico con unos ánimos e intereses bastante caldeados, con un vínculo de sujeción clara
al Imperio Romano, en manos de los emperadores Augusto y Tiberio. No obstante, la acción pública de
Jesús nunca se vio interesada en asumir un liderazgo político propiamente dicho o en la organización
de alguna suerte de revuelta que cambiara el statu quo vigente en la época.
Sin embargo, en Jesús y su proyecto del Reino sí encontramos enseñanzas que van claramente en
contra de elementos socio-culturales de su época y de la nuestra. De esta manera, para Jesús el dinero
no puede constituirse en otro Señor, el amor a Dios, a sí mismos como a los hermanos se constituye en
el primero y más importante de los mandamientos, mientras que predicaba que para Dios-Abbá los
primeros eran aquellos que eran tenidos por últimos en su ambiente social.2
Posteriormente, también en la época apostólica y patrística los seguidores de Jesús tuvieron que hacer
frente, entre otras realidades sociopolíticas, a la tiranía de los gobernantes, al trato no siempre digno de
los esclavos, la acumulación de riquezas de algunos, en contraste con la pobreza de otros, las
persecuciones sistemáticas, la elección de actividades laborales acordes con la fe cristiana, el trato de
población vulnerable (por ejemplo las viudas), la comprensión evangélica de la justicia, el juicio a las
riquezas obtenidas por medios injustos, la propiedad privada, los préstamos con interés, la usura y la
construcción de una sociedad que, libre de las consecuencias del pecado, pudiera reflejar los valores del
evangelio.3
Un poco más adelante, durante la Edad Media, enriquecida por la reaparición y reapropiación de los
textos de Aristóteles y su cristianización a través del trabajo teológico de Tomás de Aquino, la Iglesia
tuvo que afrontar una nueva situación socio-político-cultural en Europa. Luego de que se hubiese
desmoronado el antiguo Imperio Romano, la economía rural empezó a dar paso a un amplio sistema de
compra-venta, reagrupaciones de tierras y consolidación de grandes terratenientes (Señores Feudales)
que poco a poco vieron surgir una clara desigualdad cívica entre clases sociales. Allí había comenzado
1
Cf. Fernández, Aurelio. Compendio de Teología Moral, 491.
2
Ibíd, 499.
3
Ibíd, 518.
2
entonces la lucha entre los poderes temporales de los emperadores y reyes, por un lado, y los del Papa
por otro.4
En ese contexto medieval, a partir de la enseñanza del doctor Angélico, se salvaguarda la sociabilidad
del hombre como una condición humana básica, postulándose el bien privado es anterior en relación al
bien común, de la misma forma que el hombre es anterior a la familia y la familia a la ciudad. 5 Así
entendida la cuestión social, el ejercicio de la autoridad será comprendido como un servicio al bien
común, haciéndose necesario un orden político que ordene los unos a los otros y que ubique a cada cual
de acuerdo a su lugar en el entramado social.
Este siglo XIII fue el escenario de surgimiento de las conocidas órdenes mendicantes. En un ambiente
europeo donde la riqueza y el comercio se iban tecnificando y convirtiendo en valores de la sociedad,
surge en el seno de la Iglesia algunas formas distintas de relación con los bienes, negando su valor y
reconsiderando su lugar en la sociedad. Tomás de Aquino, por su parte, defenderá la propiedad privada,
el uso de las riquezas pero con justicia y ejerciendo la caridad.6
No obstante, llegada la edad moderna con sus industrializaciones y dudas sobre los cimientos del
pensamiento medieval, afrontando situaciones tan complejas como la peste que redujo de manera
drástica la población mundial y el descubrimiento de las tierras del Nuevo Continente; pensadores, en
su mayoría españoles, empiezan a producir comentarios sobre las obras de Tomás de Aquino, los
cuales se han conocido como tratados de iustitia et iure. En estos libros, de importancia capital para la
moral social de la época, se buscaba zanjar cuestiones comola distribución de tierras, el préstamo de
dinero, el funcionamiento ético de los bancos, las relaciones injustas entre amo-criado. Sin embargo, es
evidente que dichos manuales olvidaron sistemáticamente recoger las graves injusticias sociales que
acontecían en estos tiempos y que conocemos por otras fuentes históricas.7
Llegados a los albores del siglo XIX, el magisterio eclesial pontificio y solemne, junto al de un buen
número de teólogos, se empeñó en la producción de una nueva forma de enseñanza moral en términos
sociales: la doctrina social de la Iglesia. A través de ella, se ha buscado formular juicios éticos sobre
una gran diversidad de temas sociales, generados todos ellos a partir de la revolución industrial.8 Éste
será nuestro objeto de estudio en el presente apartado.
I.1 Naturaleza de la doctrina social de la Iglesia: sujeto, origen, razón y definición
Sobre la base de la revelación vetero y neotestamentaria que guarda relación directa con los temas
sociales, teniendo como antecedentes la enseñanza patrística y los tratados de iustitia et iure, la
naturaleza de la Doctrina Social de la Iglesia (en adelante DSI), desarrollada con amplitud a partir del
siglo XIX como consecuencia de la industrialización mundial y la revolución francesa, encuentra su
fundamento en la irrenunciable traducción del mensaje evangélico en la vida relacional de los seres
humanos.
Dicha traducción no puede darse sino en términos de acción y orientación de situaciones
contingenciales que per se son cambiantes y que desafían en todas partes al cuerpo eclesial, quien está

4
Ibíd, 523.
5
Ibíd, 527.
6
Ibíd, 532.
7
Ibíd, 548.
8
Ibíd, 549.
3
llamado siempre a responder desde principios que permanecen e iluminan todas las épocas y
situaciones sociales.9
En ese sentido, se afirma que el sujeto de la DSI es la persona que, por su dignidad proveniente del
imago Dei, dotadas de libertad y relacionalidad son activas y responsables de la vida social. De esta
manera, cualquiera que sea el orden sociopolítico de una colectividad humana, siempre ha de tener en
cuenta la naturaleza de la persona humana, de sus actos, de su dignidad y de su condición de co-
responsabilidad frente a los demás.
Así pues, teniendo la DSI su origen inmediato en el desafío que supone para la Iglesia el afrontamiento
de los profundos cambios socio-políticos y culturales producto de la revolución francesa e industrial, su
razón de ser se fundamentará en la búsqueda del supremo bien, el fin último y fundamental de la
condición humana, lo cual requerirá un profundo por un lado un conocimiento profundo de la fe
revelada y por otro del contexto en el que los cristianos están llamados a vivir y anunciar la salvación
acontecida en la persona de Cristo.
En consecuencia de ello, podemos definir la DSI propiamente dicha como “el magisterio eclesiástico
en ámbito social”10, el cual guarda una profunda relación con la Teología Moral en sentido estricto, ya
que de ésta se alimenta en sus conceptos, principios y elaboraciones, con el fin de ofrecer las directrices
evangélicas oportunas y argumentadas desde la revelación en el orden social humano.
I.2 Los grandes principios y valores
Partiendo de la base clara que ofrece la antropología teológica cristiana, la DSI parte de tres grandes
principios que deben iluminar cualquier realidad o problemática socio-política y cultural que se
presente. Estos principios son:
1.2.1. Principio del bien común: alude a la dimensión social y comunitaria del bien moral. Teniendo
como base la verdad y la justicia, se debe buscar siempre que el conjunto de las condiciones que ofrece
la vida social posibiliten a cada uno de sus miembros “el logro más pleno y fácil de la propia
perfección”11.
1.2.2 Principio de solidaridad: consiste en el deber humano de cooperar y contribuir con sus semejantes
al bien común en todos los niveles. Se fundamenta en la sociabilidad natural de la persona humana y la
común dignidad e igualdad de derechos.12
1.2.3 Principio de subsidiariedad: Las sociedades o sistemas sociales superiores deben ayudar a las
inferiores, sin absorberlas o destruirlas. De esta manera, todo cuerpo intermedio tiene algo que ofrecer
a la comunidad y por ello la ayuda que ofrece el estado no puede extenderse más allá de lo
estrictamente necesario. Por ello, la asociación y participación de las personas en la vida cultural y
social es un deber de todos, el cual debe ser cumplido con responsabilidad y en aras del bien común.
Junto a estos principios, se encuentran una serie de valores que, con su presencia y defensa, se facilita
el cumplimiento de los principios anteriormente mencionados. Estos valores fundamentales de la DSI
son: verdad, libertad, justicia (conmutativa, distributiva y legal, social), los cuales conducen al criterio

9
Vadillo, Eduardo, Breve síntesis académica de teología, 423.
10
Bolaños, Alexander, Doctrina Social de la Iglesia. Documento inédito, 8-9.
11
Vadillo, Eduardo, Breve síntesis académica de teología, 423
12
Ibíd, 424.
4
supremo y trascendente de toda la ética social que los cristianos encontramos, por revelación, en la
caridad.
I.3 Principales problemas que afronta y documentos más significativos
A partir del siglo XIX hasta nuestros días, la DSI ha tenido que afrontar diversas problemáticas a nivel
mundial. Las más significativas tienen que ver con la dignidad del trabajo y las relaciones laborales en
el mundo industrializado, el liberalismo, la lucha de clases 13 y la brecha creciente entre ricos y pobres,
los postulados comunistas, los ejercicios autoritarios del poder político, entre otros.
Los documentos más significativos a nivel magisterial en el ámbito que concierne a la DSI son:
 Carta Encíclica Rerum Novarum, publicada por el papa León XIII el viernes 15 de mayo de
1891, fecha en que suele celebrarse el nacimiento de la DSI.
 Constitución Apostólica Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II.
 Carta Encíclica Quadragesimo anno del papa Pio XI.
 Discurso titulado “La solennitá” del papa Pio XII
 Carta Encíclica Mater et Magistra del papa San Juan XXIII.
 Carta Encíclica Pacem y terris de San Juan XXIII,
 Carta Apostólica Octogesima Adveniens del papa San Pablo VI.
 Carta Encíclica Popolorum progressio del papa San Pablo VI.
 Carta Encíclica Sollicitudo rei sociales, Laborem Exercens y Centesimus annus del Papa San
Juan Pablo II.
 Carta Encíclica Caritas in Veritate, del papa Benedicto XVI.
 Carta Encíclica Amoris Laetitia, del papa Francisco.
 Carta Encíclica Laudato Sii, del papa Francisco.

II. LA FAMILIA, CÉLULA BÁSICA DE LA SOCIEDAD


Como nos lo ha recordado el Papa Francisco en su carta encíclica Amoris Laetitia14, la realidad de la
familia no es algo ajeno a la misma esencia divina, el Dios cristiano es una familia, una comunidad de
vida y de amor que es generadora de vida. Así, la página del Génesis que narra la creación de la mujer
nos habla de un encuentro que sana la soledad y del cual surge la generación y la familia15.
En ese orden de ideas, ya desde el Antiguo Testamento se consideraba que, si los padres son
fundamento de la casa, los hijos son como las piedras vivas de la familia, “como brotes de olivo”,
signos de la bendición del Señor. Tal es así que en los textos veterotestamentarios luego de la palabra
YWHW la que más se repite es “hijo”.16
Así, el Papa ha definido, de acuerdo al camino sinodal que precedió durante dos años a la publicación
de la encíclica, que la familia es “la sociedad natural fundada en el matrimonio” cuyo ataque social
deriva siempre en un perjuicio en la maduración de las personas, el cultivo de los valores comunitarios
13
Frente a la cual ha declarado el papa León XIII que “Es mal capital, en la cuestión que estamos tratando, suponer que
una clase social sea espontáneamente enemiga de la otra, como si la naturaleza hubiera dispuesto a los ricos y a los
pobres para combatirse mutuamente en un perpetuo duelo”. León XIII, papa. Carta Encíclica Rerum Novarum, No. 14
14
Francisco, Papa, Carta Encíclica Amoris Laetitia, No. 11.
15
Ibíd, No. 13.
16
Ibíd, No. 14.
5
y el desarrollo ético de la sociedad. 17 En ese sentido, en el mundo actual el cuerpo eclesial está llamado
a luchar en muchos lugares del mundo contra la idea de que un matrimonio caracterizado por la
exclusividad, la indisolubilidad y la apertura a la vida es una propuesta obsoleta18.
De esta manera, la familia entendida como primera sociedad natural humana está claramente ordenada
al bien común y, por el principio de subsidiariedad, el Estado debe estar siempre en función de la
familia, haciéndola objeto y sujeto/protagonista de la acción política 19. Sin embargo, la realidad que se
verifica a nivel mundial es un descuido de la protección debida a la familia, la cual debe afrontar a
menudo con condiciones socio-políticas que generan situaciones de pobreza y miseria de un creciente
número de familias20, dificultan la asunción de la misión educativa de los padres frente a los hijos 21,
realidades de drogodependencia22, poligamia23, exclusión y maltrato a la mujer24, ámbito (este último)
en el que el Papa reconoce que existen avances significativos a nivel social, aunque todavía no
suficientes.
En ese sentido, el Papa ha recordado la importancia de “mantener los pies en la tierra” 25,
permaneciendo siempre con los ojos puestos en el evangelio y también en la realidad social, con lo cual
estamos llamados a reconocer con humildad y realismo que “veces nuestro modo de presentar las
convicciones cristianas, y la forma de tratar a las personas, han ayudado a provocar lo que hoy
lamentamos, por lo cual nos corresponde una saludable reacción de autocrítica” 26, salir de la cómoda
posición de quien enumera de forma retórica las problemáticas que aquejan a la sociedad y empeñarnos
más bien en proponer soluciones viables desde el evangelio para remediarlas.

Por ejemplo, “con frecuencia presentamos el matrimonio de tal manera que su fin unitivo, el llamado a
crecer en el amor y el ideal de ayuda mutua, quedó opacado por un acento casi excluyente en el deber
de la procreación”27, lo cual, combinado con nuestro poco empeño en realizar un buen acompañamiento
a los matrimonios en sus primeros años, con propuestas pastorales asequibles a ellos en tiempos y
lenguajes, ha contribuido a la presentación de “un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto,
casi artificiosamente construido, lejano de la situación concreta y de las posibilidades efectivas de las
familias reales”28. Así, se idealiza la vivencia de la vocación matrimonial, no se despierta a través de las
acciones pastorales la confianza en la gracia y, como consecuencia tenemos que la vida en el
matrimonio y la familia no se convierte para muchos cristianos en una propuesta deseable, sino algo de
lo que se debe huir a toda costa.

En síntesis, es posible afirmar que la DSI desde sus orígenes ha postulado el lugar central que tiene la
familia en el entramado social y para la consecución del bien común; lo cual obliga a los estados y a
todas las estructuras sociales a proteger al sistema familiar constituido desde el matrimonio exclusivo,
indisoluble y abierto a la vida. Sin embargo, la situación actual de la familia a nivel mundial está
17
Ibíd, No. 52.
18
Ibíd, No 53; Vadillo, Eduardo, Breve síntesis académica de teología, 425
19
Vadillo, Eduardo, Breve síntesis académica de teología, 426.
20
Francisco, Papa, Carta Encíclica Amoris Laetitia, No. 49.
21
Ibíd, No. 50.
22
Ibíd, No. 51.
23
Ibíd, No. 53.
24
Ibíd, No. 54
25
Ibíd, No. 6.
26
Ibíd, No. 36.
27
Ibíd.
28
Ibíd.
6
desafiando también a la Iglesia misma en un ejercicio autocrítico sobre su responsabilidad pastoral con
los matrimonios y las familias de manera que, no se renuncie a los valores para estar a la moda o por
sentimientos de inferioridad, ya que “Estaríamos privando al mundo de los valores que podemos y
debemos aportar”.29

III. TRABAJO Y ACTIVIDAD ECONÓMICA

Teniendo como eje de la vida social la institución familiar, sobre la cual deben girar todos los esfuerzos
políticos, sociales, económicos y culturales de una colectividad, constatamos que en la actualidad existe
un cambio de condiciones laborales que afectan de manera directa a la familia como célula básica de la
sociedad humana.

En términos del Papa Francisco, las nuevas condiciones de desocupación, inestabilidad, precariedad y
estrés laboral, dificultan la posibilidad real de que los jóvenes, dado el contexto, puedan optar por una
vida de permanente estabilidad matrimonial 30. De igual manera, es fácilmente constatable que el ritmo
de trabajo, especialmente en las ciudades, genera que los trabajadores no dispongan de tiempo de
calidad para ofrecer a su familia31.

Frente a ello, la Iglesia afirma que “el Estado tiene la responsabilidad de crear condiciones legislativas
y laborales para garantizar el futuro de los jóvenes y ayudarlos a realizar su proyecto de formar una
familia”32 De esta manera, la DSI encuentra conexión directa entre la familia y la experiencia cristiana
del trabajo, entendiendo así los derechos y los deberes que posee todo trabajador.

III.1 Dignidad del trabajo. Derechos y deberes del trabajador


Si nos atenemos a la revelación cristiana, el trabajo que el ser humano está llamado siempre a
desempeñar hace parte de su condición natural de origen, no es una consecuencia del pecado. Según el
relato del Génesis, ya Dios había encomendado al hombre la salvaguarda de la tierra, su dominio y su
cuidado. Posteriormente, con la experiencia de la caída el hombre experimentará el carácter gravoso del
cumplimiento de este mandato de trabajar.33
Así pues, en el trabajo existe una dimensión objetiva, que tiene que ver con las actividades y técnicas
que se utilizan para producir y dominar la tierra. Frente a ello, cabe aquí citar la aclaración del papa
Francisco en su encíclica Laudato Sii. “No somos Dios. La tierra nos precede y nos ha sido dada” 34.
Con ello se responde a la crítica válida que se lanza al pensamiento judeocristiano que podría
malentender este mandato de dominar y con ello favorecer la explotación y destrucción de la
naturaleza. Afirma el Papa que “ésta no es una correcta interpretación de la Biblia como la entiende la
Iglesia. Si es verdad que algunas veces los cristianos hemos interpretado incorrectamente las Escrituras,
hoy debemos rechazar con fuerza que, del hecho de ser creados a imagen de Dios y del mandato de
dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre las demás criaturas. Es importante leer los
textos bíblicos en su contexto, con una hermenéutica adecuada, y recordar que nos invitan a labrar y
29
Ibíd, No. 35. Cf. Vadillo, Eduardo, Breve síntesis académica de teología, 426.
30
Ibíd, No. 25, 34, 40
31
Ibíd, No. 224.
32
Ibíd, No. 43
33
Vadillo, Eduardo, Breve síntesis académica de teología, 426.
34
Francisco, Papa. Carta Encíclica Laudato sii, No. 67.
7
cuidar el jardín del mundo (cf. Gn 2,15). Mientras labrar significa cultivar, arar o trabajar, «cuidar»
significa proteger, custodiar, preservar, guardar, vigilar. Esto implica una relación de reciprocidad
responsable entre el ser humano y la naturaleza”.35
Pero también existe una dimensión subjetiva de la actividad laboral, la cual está constituida por la
acción humana misma que tiende hacia el desarrollo moral. En consecuencia, el trabajo no puede ser
considerado como una mercancía, sino que supone participación en lo que se realiza desde los
legítimos derechos a la propiedad privada de los trabajadores.36
En ese sentido, para los cristianos el trabajo es un derecho fundamental y un bien que dignifica al
hombre, condición necesaria para el sostenimiento de la familia, la adquisición de propiedad y la
contribución legítima al bien común. Por ello, el Estado estará en obligación de procurar que ese
derecho se cumpla, para lo cual sólo cuando es estrictamente necesario deberá intervenir directamente.
De igual manera, las autoridades públicas deberán garantizar a los trabajadores el derecho a su
descanso festivo, de manera que la actividad laboral no impida de ninguna manera el debido reposo y la
participación en el culto divino. Además, la remuneración es considerada como el medio para practicar
la justicia y por ello debe tener en cuenta la familia.
Cuando se presentan conflictos laborales, los trabajadores han de fortalecer el diálogo entre ellos,
aunque no se descarta la huelga como legítimo medio para exigir los derechos vulnerados. En esto, los
sindicatos deben entenderse como representación de los trabajadores para ordenar la vida económica y
deben actuar en el marco de sus propios límites.37
En lo que se refiere a la remuneración y los bienes materiales producto del trabajo, hay que comprender
que desde el A.T se les considera como un reflejo de la bendición de Dios y necesarios para la vida
humana, aunque no está permitido usarlos de manera inadecuada. Asimismo, el N.T añadirá a estas
verdades la aseveración de que los bienes temporales no son necesarios para entrar en el Reino de los
cielos y que más bien pueden constituir un apego que impida la entrada en esta dinámica de
Salvación.38
En consecuencia, se afirma desde la DSI que los bienes pueden ser poseídos legítimamente siempre que
esto no se oponga al fin universal del hombre, mientras que la acumulación de los mismos de manera
nociva a improductiva será contraria a la revelación cristiana. El papa León XIII afirmaba que “las
posesiones privadas son conforme a la naturaleza. Pues la tierra produce con largueza las cosas que se
precisan para la conservación de la vida y aun para su perfeccionamiento, pero no podría producirlas
por sí sola sin el cultivo y el cuidado del hombre”.39
No obstante, desde el respeto a los principios propios de la economía, la moral le recuerda a la sociedad
que el orden económico tiene una finalidad conforme a la voluntad divina y no puede ir en detrimento
de la persona y la dignidad humana 40, por lo tanto existe un lugar para la acción pública y privada con o
sin ánimo de lucro, pero teniendo claro el principio de subsidiariedad.41
35
Ibíd.
36
Vadillo, Eduardo, Breve síntesis académica de teología, 426.
37
Ibíd, 427.
38
Ibíd.
39
León, XIII, Carta Encíclica Rerum Novarum, No. 7.
40
Ibíd.
41
Ibíd, 428.
8
IV. LA COMUNIDAD POLÍTICA

IV.1 Comunidad política y autoridad


En contexto filosófico no cristiano, ya Aristóteles había definido en su obra de La Política que el
hombre es un “animal político”. De esta manera, los cristianos estamos de acuerdo en que los seres
humanos por naturaleza creamos instituciones u organizaciones sociopolíticas, para alcanzar el fin
último para el cual hemos sido creados.42
De esta manera, la persona en tanto ser político es el fundamento y fin de la comunidad política (polis),
recibiendo ésta todo su sentido y razón de ser desde la promoción de la persona humana con su
dignidad (fruto del imago Dei) y no la persona de la polis a la que pertenece. En términos del papa
León XIII “no hay por qué inmiscuir la providencia de la República, pues que el hombre es anterior a
ella”43.
Por ello, aun en medio de persecuciones diversas por parte de las autoridades civiles, san Pablo ha
afirmado que los cristianos respetamos a los legítimos gobernantes, oramos por ellos y apoyamos su
misión de tutelar el bien común.44 Para ello, el Catecismo de la Iglesia Católica enseña que es admisible
la diversidad de regímenes políticos, siempre que se promueva a través de ellos el bien legítimo de la
comunidad. En consecuencia “Los regímenes cuya naturaleza es contraria a la ley natural, al orden
público y a los derechos fundamentales de las personas, no pueden realizar el bien común de las
naciones en las que se han impuesto”.45
No obstante, cuando las leyes y actos que se realizan desde la autoridad civil están en contra del orden
moral, de la dignidad de la persona humana con todo lo que ella conlleva, no hay obligación de
seguirlas y en el caso de que se pida o exija a un cristiano, aun por obediencia a un legítimo
gobernante, realizar una acción ilícita, éste debe negarse y objetar conciencia. 46
IV.2 La comunidad política, la moral y la religión
La polis debe actuar siempre desde la legítima autoridad de quienes gobiernan, sin embargo, esto no
constituye un permiso para actuar cada uno a su manera y desde una antropología que menoscabe la
dignidad humana. En ese sentido, los católicos estamos llamados a combatir todos los relativismos
éticos desde los cuales se puede plantear que todo es posible siempre que la mayoría esté de acuerdo o
que, partiendo de un totalitarismo, un grupo de personas imponga a la sociedad pensamientos o
acciones erróneas y contrarias a la persona humana.47

Cuando sucede que las leyes promulgadas están en contra de la moral natural, el católico debe oponerse
y no está obligado a reconocer y obedecer dichas legislaciones. La legitimidad del derecho a la libertad
religiosa, defendido ya en el Concilio Vaticano II, no es aquí un cese del imperativo moral a buscar la
verdad o la bendición magisterial de un supuesto “derecho al error” o equiparación de religiones, sino

42
Ibíd.
43
León, XIII, Carta Encíclica Rerum Novarum, No. 6.
44
Vadillo, Eduardo, Breve síntesis académica de teología, 428.
45
Vaticano, Catecismo de la Iglesia Católica, No. 1901.
46
Ibíd, 429.
47
Ibíd.
9
que se trata de salvaguardar a la persona humana en su libertad, frente a cualquier tipo de coacción que
la conduzca a abrazar un credo religioso concreto.48

V. EPÍLOGO

Son muchas las situaciones nuevas, vertiginosamente cambiantes y retadoras que, en nuestro mundo de
las redes, las comunicaciones, de la globalización, el neoliberalismo económico y la democratización
de la post-guerra propone a los cristianos. Frente a ello es importante reconocer que en el presente
trabajo de síntesis NO se ha pretendido realizar un estudio exhaustivo de todas las problemáticas que
atañen a la moral cristiana desde el ámbito sociopolítico, lo cual excedería completamente los límites y
desbordaría los objetivos propuestos.

Lo que aquí se ha pretendido es realizar una visión panorámica de la DSI, su historia, sus principios,
valores y apuestas fundamentales en el mundo de hoy, quedando sujeta a posteriores elaboraciones por
parte del magisterio eclesial y por las aportaciones de los teólogos, en orden a la comprensión e
intervención cristiana en las realidades concretas de las distintas sociedades. Para cerrar de forma
conveniente, deténgase el lector en el primer numeral de la Constitución Pastoral Gaudium et Spes del
Concilio Vaticano II, encontrando allí las directrices fundamentales de relación entre cristianismo y
sociedad humana.

Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo
de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los
discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La
comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu
Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para
comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de
su historia.
(GS, 1).

48
Ibíd.
10
VI. Referencias

Bolaños, Alexander. Doctrina Social de la Iglesia: Ad usum privatum. Documento inédito.

Fernández, Aurelio. Compendio de Teología Moral. Ed. Pelícano: Madrid, 2002.

Francisco, Papa. Carta Encíclica Amoris Laetitia. Ed. Vaticana, 2016.

Francisco, Papa. Carta Encíclica Laudato Sii. Ed. Vaticana, 2015.

León XIII, Papa. Carta Encíclica Rerum Novarum. Ed Vaticana, 1891.

Vadillo, Eduardo. Breve Síntesis Académica de Teología. Instituto San Ildefonso: Toledo, 2010.

Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes. Ed. Vaticana, 1964.

Vaticano, Catecismo de la Iglesia Católica. Ed. Vaticana, 1992.

11

También podría gustarte