Gianneo, Luis.-Culpable o Inocente

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“USTED DECIDE...

¿CULPABLE O INOCENTE?”

de Luis Gianneo

1
Personajes

Conductor televisivo

Romualdo Finguireti

Ramiro Curletiani

Marta Finguireti

Lucrecia Carnú

Jorgito

Rosario Garnesa

Mujer Sensual

Rolly

Hombre

Mujer

En Off

Voz de Karin

Voz de Beto

Voz de Nina

Voz del Conserje

Voz del Encargado

Voz del Diputado

Voz de la Sargento Benitez

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Voces del público

Acto Único

La acción transcurre en un estudio de televisión en un futuro no muy lejano. En la escenografia

del lugar impera el mal gusto. De fondo puede verse un cartel en el cual puede leerse el nombre

del programa: ”¿Culpable o inocente?”. Dicho cartel es movible y se transforma en una

pantalla blanca para proyectar imágenes o pasar diapositivas.

Se escucha la cortina musical de la presentación de un programa de TV. Dicha canción puede

ser interpretada por un trío de mujeres en vivo, o bien puede ser una grabación.

“¿CULPABLE O INOCENTE?, ESA ES LA CUESTIÓN.

¿CULPABLE O INOCENTE?, ESA ES SU DECISIÓN.

SI DECIDE QUE ES “CULPABLE”, LO HACEMOS BOLETA.

SI DECIDE QUE ES “INOCENTE”, FESTEJAMOS SU

VUELTA”.

Se ilumina el lugar y vemos en el centro del escenario al conductor del ciclo. Con su mano

derecha limpia disimuladamente los restos de cocaína que aún permanecen en los contornos de

sus fosas nasales. Viste ropa muy llamativa. Agradece con una reverencia los aplausos, y luego

le pide al público que haga silencio.

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Conductor: (Acelerado) Bienvenidos a una nueva emisión de “¿Culpable o inocente?”, el

primer reality show donde (Mirando a la cámara) usted desde su casa,

(Dirigiéndose al público presente) o ustedes desde nuestros estudios, deciden

con su voto si el participante recupera su libertad y vuelve a su vida cotidiana; o

si lo matamos aquí en vivo y en directo y lo despachamos al cementerio...

(Se oye la voz de una locutora estúpida y superficial.)

Voz de Karin: “Reposo del Milagro”, el mejor cementerio para vos y los tuyos. Precios

promocionales para la familia. ¡Re-cor-dá!, “Reposo del Milagro” donde morirse

es muy placentero.

Conductor: Muchas gracias Karin. Recuerden que para poder participar del ciclo, los

requisitos son: estar detenido y tener sentencia de pena de muerte. Nosotros cada

semana sorteamos un caso resonante de los tribunales de la ciudad. Dicho sorteo

da la posibilidad de estar en nuestro programa y poder defender, e incluso

modificar, la sentencia que pesa sobre el acusado. (Cambiando su tono de voz)

Y ahora ¡sí!, ...sin perder más tiempo, vamos a lo nuestro.

(Se ilumina la pantalla blanca donde se proyectan diapositivas de diferentes momentos de la

vida de la persona hoy sorteada. De fondo se oye la canción del ciclo.)

4
Voz de Karin: Romualdo Finguireti. Profesión: contador. Edad: 43 años. Estado civil: viudo.

Su hobby: plantar remolachas. Actualmente se encuentra detenido en la cárcel

de Devoto.

(Música y aplausos. Aparece en escena Finguireti. Está esposado y viste un traje que se nota

que no es suyo, ya que le queda un poco grande. Usa un par de anteojos de gruesísimos

cristales color verdosos.)

Conductor: (Ridículamente intenta darle la mano a Finguireti quien está esposado) Mucho

gusto amigo. ¿Dispuesto a transitar esta jornada que puede ser la última de su

vida?.

Finguireti: Y..., sí.

Conductor: (Lee algo que tiene escrito) Según lo que dice la ficha, usted a sido condenado a

la pena de muerte. La ejecución tiene fecha: “2 de Diciembre del corriente año”;

¿esto es así?.

Finguireti: Así es.

Conductor: Nuestro concursante ha decidido rechazar el abogado que le brinda la

producción. ¿Se puede saber a quién confió su defensa?.

Finguireti: A mí mismo.

Conductor: (Sobreactuando su asombro y elevando su voz) ¡Excelente!. ¡Fantástico!.

¡Cuánto coraje!. (Cambiando la actitud) ¿No confía en los abogados?.

Finguireti: Por confiar en uno de ellos me sentenciaron a la pena de muerte.

5
Conductor: ¿Quién le recomendó ese profesional?.

Finguireti: Como no disponía de dinero, la justicia me proveyó de uno.

Conductor: ¿Usted está queriendo decir que la justicia...

Finguireti: (Interrumpiéndolo) La justicia ya me condenó, y mi apelación fue rechazada. Mi

última esperanza es este programa. Espero que la audiencia advierta la injusticia

que se llevó acabo con mi persona.

Conductor: (Poniéndole la mano sobre el hombro a Finguireti) Para un momento como el

que está por venir nada mejor que... (Saca sorpresivamente un paquete de

pastillas de su bolsillo).

Voz de Karin: “¡Pastillas Rendivel!”, las más suaves y tentadoras.

(Tose exageradamente) “¡Pastillas Rendivel!”, para que cada día te escuches

mejor.

Conductor: (Extrayendo una llave del bolsillo) ¿Usted sabe lo que es esto?.

Finguireti: (Mirándola con atención) Ehhh... a ver... ehhh...

Conductor: (Impaciente) ¿No se da cuenta?.

Finguireti: (Pensando) Sí, ... ehh... Parece una llave, ¿no?.

Conductor: (Molesto) ¡Claro que es una llave!. (Pícaramente) ¿Usted sabe lo que abre esta

llave?.

Finguireti: (Mirando para todos lados) Ehh... La puerta de su camarín.

Conductor: (Mirándolo con fastidio) No Finguireti, abren las esposas que tiene puestas.

Finguireti: Ahh... claro, qué tarado que soy, ¿no?.

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Conductor: (Aparte) Más que tarado diría pelotudo.

(Sonriendo, en voz alta) Voy a sacarle las esposas mientras dure el programa. Le

aclaro que tenemos personal policial camuflado en todo el estudio, incluso en la

tribuna donde se halla el público. Le sugiero no intentar nada extraño ya que los

muchachos tienen orden de abrir fuego. (Se oye de golpe el sonido de armas

cargándose) ¿Soy claro?.

Finguireti: Clarísimo.

(El conductor abre las esposas y lo invita a tomar asiento en un amplio sillón de colores

estridentes.)

Conductor: Vamos ahora a recibir con un fuerte aplauso a la persona que apresó al señor

Finguireti. Con ustedes el comisario Ramiro Curletiani.

(Al mismo tiempo que se oye la melodía del programa, haciéndose el simpático, el comisario

entra en escena realizando algunos pasos de comedia musical. Viste un traje a cuadros y lleva

puesto unos anteojos de sol. Es de estatura mediana y tiene unos prominentes bigotes.)

Conductor: ¿Cómo le va comisario?.

Curletiani: Con algunos problemas de divertículos. Pero como dice el refrán: “Al mal

tiempo, buena cara”.

Conductor: (Invitando a Curletiani a tomar asiento junto a Finguireti) ¿Qué espera hoy de

nuestro público?.

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Curletiani: (Sentándose) La misma sentencia que la justicia oficial.

Conductor: ¿Sigue convencido de que el señor es culpable?.

Curletiani: No tengo dudas. (Mirándolo) Fíjese la cara de depravado mental que tiene.

Conductor: ¿De qué se lo acusa al señor Finguireti?.

Curletiani: De doble homicidio.

Conductor: ¿Y quiénes son sus víctimas?.

Curletiani: Su esposa y Lucrecia Carnú, que era la amante de este delincuente. Se

encontraron los cuerpos de ambas, apuñalados y desprovistos de ropa.

Conductor: ¿Y dónde ocurrió la tragedia?.

Curletiani: En el hogar de Marta Finguireti. Más precisamente en su aposento. Se hallaron

huellas del acusado en el cuchillo y en los cuerpos de las víctimas. Luego de los

análisis pertinentes, se comprobó que dicha sangre pertenecía a las occisas.

Conductor: ¿Y qué se supone que motivó al señor Finguireti a llevar acabo los asesinatos?.

Curletiani: Obviamente no soportó que su esposa y la señorita Lucrecia fueran amantes.

Conductor: (Sorprendido) ¿ Eran entre ellas amantes?.

Curletiani: (Asintiendo con su cabeza) Así es. La noche que ocurrieron los acontecimientos

entró al departamento y sin ser escuchado se dirigió al dormitorio de donde

provenían gemidos. (Imaginando lo sucedido) Entreabrió la puerta, y vió a

dichas mujeres desnudas en pleno goce sexual. (Excitándose) Estaban una

encima de la otra manoseándose, metiéndose los dedos en las vaginas...

(Introduce sutilmente su mano en el bolsillo del pantalón y se friega los

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genitales) ... con sus pezones erectos y con las lenguas rozándose las zonas más

sensibles de sus cuerpos. (En pleno éxtasis) Y... sí... ahhh... sí...

Conductor: (Interrumpiéndolo) ¿Se siente bien comisario?.

Curletiani: (Recomponiéndose) Sí, sí, por supuesto. ¿Por qué me lo pregunta?.

Conductor: (Señalándole la mano que tiene aún en el bolsillo) Me pareció que se estaba...

(Le hace el gesto de masturbarse).

Curletiani: (Lanza una gran carcajada, y luego extrae su mano del bolsillo trayendo consigo

un pequeño libro que le entrega al conductor) Es para usted. (Queriendo

impresionarlo) Mi nuevo libro de poesías. Acaba de salir a la venta en las

principales librerías del país.

Conductor. (Leyendo el título) “Las balas que te metí”. (Emocionado) Muchas gracias

Ramiro. ¿Lo puedo llamar por su nombre?.

Curletiani: Por supuesto, y tuteame si querés.

Conductor: Nos vas a leer algún poema, ¿no?.

Curletiani: Bueno, yo ...

Conductor: Vamos Ramiro, el público quiere escucharte.

(El público aplaude.)

Curletiani: Bueno, si me lo piden así yo...

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Finguireti: (Indignado) Momentito. ¿Y yo qué, eh?... El tiempo corre y ustedes hablando de

poesías. ¿Y mi vida qué?. ¡Eh!... ¡Un poco de respeto por favor!.

Curletiani: (Lo mira con seriedad) Tiene razón. (Le saca de las manos el libro al conductor,

y se lo da a Finguireti) Léalo usted. (Le señala la página) Este es hermoso, me

pone la piel de gallina.

(Finguireti no sabe qué hacer.)

Conductor: (Por lo bajo) Lo está viendo el país entero, Finguireti.

Finguireti: (También por lo bajo) ¿Le parece?. (El conductor asiente) Pero yo quiero hablar

de lo mío.

Conductor: Todo suma, hágame caso, lea el poema.

Finguireti: Pero yo...

Conductor: Póngale pasión. ¡Vamos que usted puede!.

(El conductor hace una seña y comienza a sonar una melodía romántica de Richard

Cleiderman, mientras Finguireti lee)

“Te encontré en una comisaría y te torturé.

Te corrí por las calles y te disparé.

Nos vimos en devoto y me enamoré.

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Busqué la felicidad y la encontré.

Me diste tu amor y me evaporé.”

(El conductor y Curletiani secan sus lágrimas, mientras Finguireti los observa.)

Conductor: Sin palabras Ramiro.

(Curletiani y el conductor se confunden en un abrazo.)

Curletiani: Gracias, muchas gracias. (Señalándolo a Finguireti) Hay que reconocer que el

señor lo leyó con mucho sentimiento. Es lo que siempre digo: detrás de un

asesino se esconde un ser humano. Lo felicito.

Finguireti: Gracias. (Inquieto) ¿Podemos volver a lo mío?.

Conductor: (Con cierto fastidio) ¡Ya va Finguireti, ya va!. Deje que Ramiro nos lea otro

poema.

Finguireti: (Enojado) Me voy a quejar a la producción del programa porque mi tiempo no

se está respetando.

Conductor: (Calmándolo) Está bien Finguireti, está bien. Parece que estamos un poquito

alterados hoy. (Levantando la voz) Después de este maravilloso y profundo

momento cultural, seguimos con Finguireti y su caso. ¿En que estábamos

Ramiro?.

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Curletiani: (Volviendo al relato) Como te estaba diciendo anteriormente, una vez que vió a

las mujeres en plena fiesta sexual, Finguireti se dirigió a la cocina, tomó el

cuchillo de cortar carne, y las apuñaló descargando todo el odio que sentía.

(Finguireti se muestra nervioso. Exaltado niega con todo su cuerpo los dichos del comisario.)

Curletiani: Una vez finalizada la carnicería, -digo esto porque fue espantoso observar el

estado en el que quedaron esas personas-, escapó del lugar llevando consigo un

maletín negro que todavía no pudimos encontrar.

Conductor: ¿Cómo supiste lo del maletín?.

Curletiani: Me lo comentó el encargado del hotel donde se hospedaba Finguireti desde que

se separó.

Conductor: ¿Finguireti se había separado?.

Curletiani: Sí, la esposa lo echó de la casa cuando se enteró que era cornuda. Pero no nos

detengamos ahora en este punto, ¿querés escuchar el relato del encargado del

hotel?.

Conductor: Me encantaría.

Curletiani: (Saca de su bolsillo un mini grabador) Te presento al señor Carlos Justre

(Enciende el pequeño aparato, y se escucha al comisario teniendo sexo con una

mujer).

Voz de Curletiani: ¡Cómo te voy a romper esa cacerola, mi sargento Benítez!.

Vos de Mujer: ¡Ahhh... sí... Qué peda...

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(Curletiani corta la grabación. Introduce su mano nuevamente en su saco extrayendo otro mini

grabador.)

Curletiani: Me equivoqué de grabador. Es este.

Conductor: Ramiro, ¿te la estabas...

Curletiani: (Lo corta) Como dice el refrán: “No todo lo que brilla es oro”. Me explico, ¿no?.

(Prendiendo el grabador) Escuchá.

Voz del Encargado: Pasada la medianoche llegó a la recepción el señor Finguireti. Se lo veía

desencajado. Pude reparar que en sus prendas había manchas de sangre,

como así también en el maletín negro que traía en su mano derecha.

Sorprendido, atiné a averiguar el motivo de su aspecto. Me respondió que

dos hombres habían intentado asaltarlo... No me pareció creíble la historia

que me contó. Decidí entonces, dar aviso a la policía en ese mismo

instante.

(Curletiani apaga el grabador y lo guarda.)

Conductor: (A Finguireti) ¿Qué contenía el maletín?.

Finguireti: Nunca lo pude saber.

Conductor: ¿Y dónde lo escondió?.

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Finguireti: (Se lo nota incomodo) Yo no lo escondí... (Lo mira a Curletiani) Desapareció.

Conductor: (Hace una seña con sus manos. Se escuchan acordes de música de suspenso.)

¿Qué quiere decir?.

Finguireti: (Pensando) Fue todo tan vertiginoso... Llegué al cuarto, me cambié de ropa,

prendí un cigarrillo, (Inquieto) ...el maletín había quedado sobre la cama...

Conductor: ¿Y entonces qué pasó?.

(Aumentan los acordes de suspenso.)

Finguireti: Escuché sirenas de patrulleros. Fuí hacia la ventana y ví entrar a varios agentes

al hotel. Me puse tan nervioso que traté de escapar por la escalera de servicio,

pero me detuvieron.

Conductor: ¿Y quién le dió ese maletín?.

Finguireti: Un tal Rolly, que más adelante les voy a explicar quién es.

Conductor: ¿Y dónde quedó el maletín?.

Finguireti: Lo dejé en la habitación.

Conductor: ¿Y?.

(Los acordes de suspenso llegan a su punto culminante.)

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Finguireti: Y... cuando volví al cuarto con los agentes y el comisario Curletiani, el maletín

ya no estaba.

Curletiani: (Molesto, hace una seña para que corten la música de suspenso) ¡Usted es un

mentiroso!. ¡Miente todo el tiempo!. En el cuarto no había nada. (Enfrentándolo)

La gente como usted me da mucho asco señor Finguireti, (Irónicamente) si a

este individuo se lo puede llamar “señor”.

Finguireti: (Enojado) ¡Yo no miento!. (Pausa en la que se corrige) Es cierto que le mentí al

encargado del hotel... pero ¿qué le iba a decir?, ¡¿eh...?!... También es verdad

que esa noche entré al departamento, y que mis huellas se hallaron en el cuchillo

y en los cuerpos; pero fue producto de una lógica reacción por intentar hacer

algo. ¡Yo no maté ni a Marta ni a Lucrecia!. Estaban muertas cuando llegué.

Todo fue producto de una trampa que me tendieron.

Curletiani: (Se ríe) ¡Qué estupidez!. (Al conductor) ¡Las cosas que hay que escuchar!. No

pierdo las esperanzas de encontrar el maletín en algún recoveco del hotel. (A

Finguireti) Hay que reconocer que fue muy hábil para ocultarlo.

Finguireti: ¿Ocultarlo?. ¿Adónde lo iba a ocultar?. (Hablándole al conductor con suma

seriedad) Detrás de todo esto está la mano de una gran organización mafiosa.

Curletiani: ¿Ah sí?. (Burlándose) ¡¿No me diga?!.

Conductor: ¿Qué pensás que había en el maletín Ramiro?.

Curletiani: No estoy muy seguro. (Lo observa a Finguireti) ¿Tal vez algún dinerito de su

esposa?.

Finguireti: ¡Pero por favor...!.

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(La cortina musical del programa irrumpe. Curletiani y Finguireti hacen silencio mientras el

conductor realiza diferentes expresiones de preocupación, asombro, misterio, etc.)

Conductor: Las cartas están echadas. “¿Culpable o inocente?”, ese es el misterio a develar.

¿Finguireti dice la verdad, o es un embustero?. ¿Asesinó a su esposa y a su

amante?. ¿Dónde está el maletín?. La justicia ya lo condenó, veremos qué

decisión toma nuestro público. (A Finguireti) A partir de ahora, y sin cortes

publicitarios, dispone del tiempo reglamentario para su defensa. (Muy serio)

¿Jura decir toda la verdad, sin ocultarnos nada?.

Finguireti: Por supuesto, lo juro.

Conductor: (Gritando) Auspician a este programa...

Voz de Karin: Cementerio “Reposo del Milagro”. Y en este mes aniversario, les ofrecemos una

super promo para la familia. Si se mueren dos, paga uno. No te olvides, “Reposo

del Milagro”, un bello lugar para un descanso en paz.

Conductor: ¡Tiempo... en el aire!.

(Dicho esto se retira el conductor junto al comisario. Este último le entrega disimuladamente

una bolsita con polvo blanco al conductor. Se oscurece el escenario quedando solamente un

spot sobre la figura de Finguireti.)

Finguireti: (Observa por un momento al público y luego comienza su alegato) Para

comenzar mi defensa quisiera describirles un poco quiénes eran Marta y

Lucrecia. Con Marta vivíamos en un departamento de tres ambientes muy

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bonito. (Pausa) Pero curiosamente, en el último año mi vida matrimonial se

había vuelto bastante rutinaria. Todo me resultaba pesado y aburrido. No

teníamos hijos ni mascotas, (Pensativo) tal vez esto contribuyó al deterioro de la

relación; pero en fin..., no voy a profundizar en este tema pues nos llevaría más

tiempo del permitido, y acá lo importante es otra cosa. Lo cierto, es que debido a

esta especie de crisis matrimonial que atravesaba, mi oftalmólogo me aconsejó

en una de las visitas semestrales, que me buscara una amante, ya que esto a él le

había dado resultados sorprendentes. Así fue como empecé a verme con

Lucrecia. Nos encontrábamos en su departamento del barrio de Lanús los días

jueves por la noche. (Muy serio) Lucre tuvo una adolescencia complicada.

Mientras vivió en el campo, que fueron varios años, intentó ordeñar las vacas del

tío Roberto. Accidentalmente una de ellas excretó en su larga cabellera morocha.

Esta dolorosa experiencia despertó en Lucrecia un profundo amor por la

limpieza. Debo decir también que a partir de ese acontecimiento quedó un

poquito perturbada. Fue así como la medicaron; pero quiero aclararles que eso

no impedía que la pasáramos muy bien. (Medita unos segundos y prosigue) Si

me permiten darles mi humilde opinión, a partir de tener una amante mi vida

matrimonial había mejorado, y mucho. (Breve pausa en la cual modifica su

expresión) Hasta que Marta se enteró.

(Cambian las luces del escenario. Vemos a Marta, quien usa maquillaje de colores muy fuertes

en su rostro. Tiene el pelo rubio. Está parada con los brazos cruzados mirando fijamente a su

marido, permanecen así un rato.)

Finguireti: (Incómodo finalmente habla) ¿Qué te pasa?.

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Marta: (Irónica) ¿Qué me pasa?.

Finguireti: Sí, ¿qué te pasa?.

Marta: (Acercándose hasta quedar prácticamente encima de él) ¡A vos qué te pasa!.

Finguireti: (Sospechando que algo no anda bien) A mí no me pasa nada. (Trata de

separarse, pero ella lo toma del brazo) Me estás lastimando.

Marta: (Apretándole el brazo aún más fuerte) Quiero que mañana a la noche me lleves a

uno de los telos de la Panamericana.

Finguireti: (Mientras logra soltarse) ¿A la Panamericana?, si a vos no te gustan los telos.

(La mira preocupado) Además sabés muy bien que los jueves tengo partido de

fútbol con los compañeros de la oficina.

Marta: (Muy violenta) ¡Partido de fútbol!... (Lo mira con odio) ¿Cómo se llama?.

Finguireti: ¿Quién?.

Marta: No te hagas el boludo, ¿cómo se llama?.

Finguireti: ¿El lugar donde jugamos al fútbol?.

Marta: No, forro. ¿Cómo se llama tu amante?.

Finguireti: (Tratando de parecer natural) Mi... amante... ¿qué amante?.

Marta: (Estallando) Hijo de puta... Soy cornuda, ¿no?. (Lo mira) A partir de ahora no

voy a permitirte que me toques..., y es mejor que te vayas buscando otro sitio

para vivir.

Finguireti: (Intentando tranquilizarla) Tratá de calmarte. (Queriendo abrazarla) Mirá,

vamos...

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Marta: (Lo corta) No me quieras dar explicaciones estúpidas. (Le coloca las manos en

el cuello) ¡Confesá!, ¿tenés una amante, sí o no?!.

Finguireti: Ehhh... mirá... yo...

Marta: (Apretándole el cuello con las manos) ¿Sí o no?, ¡y no me mientas!.

(Pausa en la que ambos se observan.)

Finguireti Sí, pero no es lo que vos pensás.

Marta: (Lo suelta) Yo pienso lo que quiero.

Finguireti: Todo tiene una explicación, nosotros...

Marta: (Interrumpiéndolo) ¿Dónde la conociste?.

Finguireti: (Dudando) En... en el shopping.

Marta: ¿Trabaja ahí?.

Finguireti: Sí.

Marta: ¿En qué sector?.

Finguireti: “Servicio de limpieza”.

Marta: ¿Limpia bien?.

Finguireti: (Asintiendo) El sector de ella está siempre impecable.

Marta: (Herida) Te dí los mejores años de mi vida... Te ayudé a cultivar tus plantitas de

remolacha... (Gritando) ¡Fracasado!, ¡mediocre!. ¿Cómo pude casarme con vos?.

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¡Mañana te vas de esta casa!. (Corrigiéndose) ¡No!,... ¡qué digo mañana!, ¡hoy!,

¡sí, hoy te vas!. ¡¡Esta casa es de mi mamá!!. (Furiosa) ¡Te vas ya!. ¡Ya, ¿me

oíste?!.

Finguireti: ¿Cómo que me tengo que ir?, son cinco años juntos...

Marta: (Gritando) Me cago en los cinco años.

Finguireti: (Intentando conmoverla) ¿Y qué hacemos con las plantitas de remolacha que

tenemos en el balcón?.

Marta: (Señalándole con su dedo índice los genitales de Finguireti) Agarrás esas dos

bolas que tenés ahí, las hervís, y te hacés una ensalada de remolacha y huevo

duro. (Aún más furiosa) ¡Te vas ya!, ¿oíste?.

Finguireti: (Gira y avanza hacia el público) No hubo manera de calmarla. Me tuve que ir.

Provisoriamente me alojé en un hotel cerca del trabajo. Estaba deprimido. No

soportaba vivir solo. Intenté volver a hablar con Marta personalmente, o aunque

más no fuera telefónicamente, pero me fue imposible ya que ella no quería

dialogar conmigo. Al tercer día de estar solo en el hotel, mi vida ya era un

calvario. A raíz de eso decidí ir al encuentro de Lucrecia. Aparecí en su casa de

improviso. Su expresión era de asombro ya que no era el día de la semana en el

que solíamos vernos. De no muy buena gana me hizo pasar. (Recordando ese

momento)

(Estamos en algún sector de la casa de Lucrecia, quien sostiene un plumero y una franela en su

mano derecha. Tiene el pelo oscuro. Está parada sobre un par de patines de gamuza, para no

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rayar el piso. Observa fijamente a Finguireti, mientras ingiere unas pastillas que tiene en un

frasco verde.)

Lucrecia: (Guardando el frasco verde en su bolsillo) ¿Y cómo se enteró?.

Finguireti: No lo sé. No me lo quiso decir.

Lucrecia: (Limpiando su ropa con la franela que tiene en su mano) ¿Y qué vas a hacer?.

Finguireti: Y..., no sé. Momentáneamente estoy viviendo en un hotel, pero no lo soporto

más. (La toma desesperadamente de la mano) ¡Ayudame, te lo suplico!.

Lucrecia: (Suministrándole un par de patines como el que ella usa) ¡No camines sin

patines que me rayás el piso!.

Finguireti: Lo siento mucho, no me dí cuenta. (Mirando el lugar) ¡Qué hermosura, siempre

todo tan limpito!. Ayudame por favor...

Lucrecia: ¿Cómo?.

Finguireti: (Poniendo cara de víctima) Cobijándome en tu casa por un tiempo. Es hasta que

yo...

Lucrecia: (Interrumpiéndolo y caminando con los patines) Ni lo pienses. Yo soy una mujer

sumamente independiente.

Finguireti: (La sigue con los patines) Por favor, no seas así...

Lucrecia: Si lo nuestro prosperó, justamente se debió a que vos estabas casado.

Finguireti: (Intentando convencerla) Si me quedo acá, te puedo ayudar a limpiar el baño, la

cocina, los pisos...

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Lucrecia: (Le hace un gesto con la mano para que se calle. Saca ahora un frasco de color

violeta e ingiere algunas pastillas) Lo mejor es dejarnos de ver por ahora.

Seguramente vas a ver las cosas de otra manera de acá a un tiempo. (Guardando

el frasco) Además no soporto que me ayuden a limpiar. La limpieza es algo muy

serio. (Tocándose la cabellera) Y ahora andate que hoy solamente me lave

cuatro veces el pelo. Vos sabés lo importante que es el lavado del...

(Finguireti la deja hablando sola y se dirige nuevamente al público.)

Finguireti: Fue inútil seguir hablando con ella. Como ven, mi vida cambió radicalmente en

poco tiempo. Ya no tenía ni esposa, ni amante, ni casa. Sólo me quedaba mi

viejo auto. Recuerdo que la noche que salí del departamento de Lucrecia, subí al

coche y me fui a transitar por la ciudad, que estaba totalmente vacía. Estaba tan

arrepentido de haberle hecho caso a mi oculista... En un momento sentí que el

cansancio me ganaba. Paré el auto en una calle cualquiera y me dispuse a

dormir. No deseaba volver al hotel. (Se toma un tiempo) Los meses que

siguieron fueron oscuros, -por llamarlos de alguna manera-, meses que no valen

la pena recordar.

(Se ilumina todo el escenario. Se escucha nuevamente la música de la cortina del programa.)

”¿ CULPABLE O INOCENTE?, ESA ES LA CUESTION.

¿CULPABLE O INOCENTE?, ESA ES SU DECISIÓN.

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SI DECIDE QUE ES “CULPABLE”, LO HACEMOS BOLETA.

SI DECIDE QUE ES “INOCENTE”, FESTEJAMOS SU

VUELTA.”

(Hace nuevamente su entrada el conductor junto a Curletiani, ambos limpiándose los restos de

cocaína que aún permanecen en los contornos de sus narices. Improvisan algunos pasos de

baile ante Finguireti.)

Conductor: “¿Culpable o inocente?”; esa es la cuestión. Recuerden que con su voto

telefónico, ustedes participan de fabulosos premios, ¿no es así Karin?.

Voz de Karin: ¡Así es!.

Conductor: ¿Qué premios tenemos hoy?.

Voz de Karin: √ Una visita guiada a la ex cárcel de Caceros a cargo del prestigioso ex

presidente de la nación el doctor Ferdinando Del Ruta, y sus dos tiernos hijos.

√ Una rica merienda para seis personas en ciudad oculta.

√ Una noche de alojamiento para dos personas con todo pago en la cárcel de

Ezeiza. Compartirán junto a los presos más peligrosos del penal, aventuras

inolvidables.

√ Y además, muchos otros premios que iremos revelando programa a programa.

(Aplausos.)

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Conductor: (Dirigiéndose a Finguireti) ¿Cuánto tiempo transcurrió entre lo que nos contó

recién, y los asesinatos?.

Finguireti: Tres meses.

Conductor: ¿Y en ese período no volvió a encontrarse con Marta o con Lucrecia?.

Finguireti: Nunca más las volví a ver, hasta el día en que las encontré... (Se queda en

silencio un momento)

(El conductor hace una seña con su mano e irrumpe una música interpretada por violines,

sumamente triste. Luego le hace un gesto con la cara a Finguireti.)

Finguireti: (Sin entender) ¿Qué?.

Conductor: Afloje el llanto.

Finguireti: ¿Qué llanto?.

Conductor: El llanto.

Finguireti: (Mirando a los costados) ¿Qué cosa?.

Conductor: ¿Usted no quiere llorar?.

Finguireti: No.

Conductor: ¿No tiene alguna lágrima por ahí?.

Finguireti: No.

Conductor: (Molesto, hace señas para que saquen la música) ¿No va a llorar?.

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Finguireti: No, me había quedado pensando en que el único contacto que tuve con Marta

desde mi separación fue telefónico.

Conductor: ¿Usted está seguro de que no sabía que ellas eran amantes?.

Finguireti: (Irritado) ¡Ellas nunca fueron amantes!.

Conductor: ¿Nunca percibió alguna señal de parte de ellas?.

Finguireti: Me parece que usted no me entiende. Yo creo...

Curletiani: (Hostigándolo) ¿No le parece que ellas encontraron lo que usted no les daba en

la cama?.

Finguireti: (Violento) ¡Ellas no eran amantes!. Fueron asesinadas y ubicadas desnudas en el

dormitorio de Marta.

Curletiani: (Muy tranquilo) Insisto con lo que dije anteriormente; este señor miente, como

le mintió a su esposa diciéndole que se iba a jugar al fútbol los días jueves,

mientras estaba con otra mujer. (A Finguireti) No se haga ilusiones (Le hace un

gesto con las manos) hoy de acá se va hecho un fiambre.

(Entra en silla de ruedas un integrante de la producción, Jorgito, haciendo sonar una matraca.

Es mudo, y a través de señas le trasmite un mensaje al conductor.)

Conductor: Muchas gracias Jorgito. (Modificando el clima reinante) Me avisan que ya está

en el estudio la ganadora de la semana pasada del tradicional concurso que

realizamos en este programa por Internet llamado: ”Lastimame que me encanta”.

Recibamos con un fuerte aplauso a la señora Rosario Garnesa.

25
(Se escucha una melodía de fondo mientras ingresa Jorgito trayendo sentada sobre él, a

Rosario. Ella tiene clavado en el centro de su cabeza un gran cuchillo. También tiene un parche

ensangrentado en su ojo derecho, una gran venda que envuelve su mano izquierda, y de su boca

chorrea un hilo de sangre.)

Conductor: (Ayudándola a ponerse de pie) Gracias por estar hoy acá.

Rosario: (Mientras habla escupe sangre de su boca) La agradecida soy yo.

(Jorgito se retira haciendo sonar la matraca.)

Conductor: ¡Qué lindo Rosario, cómo te han lastimado!.

Rosario: La verdad es que me dieron sin asco. (Emocionada) Estoy muy feliz de estar así.

Conductor: Me imagino... ¿Quién o quienes fueron los autores de este castigo tan hermoso?.

Rosario: Bueno, el cuchillo en la cabeza me lo clavó mi hijo menor. El ojo me lo mordió

mi vecina. Los dos dedos de la mano me los cortó el carnicero del barrio, y las

trompadas en la boca me las hice yo misma.

(Aplausos del público.)

Conductor: Bueno, bueno, bueno... (A Karin) ¿Cuál es el premio que ha ganado Rosario?.

Voz de Karin: Dos sandwichitos de miga.

26
(Aplausos y chiflidos.)

Rosario: (Muy contenta) Muchas gracias. ¡Con el hambre que tengo!.

Conductor: (En complicidad con Karin) ¿Creo que tenemos una sorpresa más?, ¿no es así?.

Voz de Karin: ¡Así es!. ¡Los sándwichitos vienen con mayonesa!.

(Rosario emocionada intenta abrazar al conductor, pero éste por miedo a mancharse la esquiva.

Finguireti y Curletiani aplauden con alegría.)

Rosario: Gracias, con lo que me gusta la mayonesa...

Conductor: Contanos Rosario, ¿a qué te dedicás?.

Rosario: Cuido mogólicos.

Conductor: ¡Qué lindo!, ¿tenés muchos mogólicos?.

Rosario: Unos cuantos..

Conductor: ¿Estás casada?.

Rosario: Soy viuda.

Conductor: (Pícaramente) ¿Dónde está enterrado tu marido?.

Rosario: En el cementerio de Burzaco.

27
Conductor: (Desplegando toda su simpatía) ¿Sabés una cosa?. Hoy estoy muy regalero.

(Saca de uno de sus bolsillos un cartón y se lo entrega a Rosario) Esto es para

vos.

Rosario: ¿En serio?. ¡Qué bonito cartón!... ¿Para qué sirve?.

Conductor: (Molesto) No Rosario, no te estoy regalando un cartón. Nuestro auspiciante...

Voz de Karin: “¡Reposo del milagro!”...

Conductor: Le obsequia al cadáver de tu esposo quince días de estadía en su cementerio, con

todo pago.

(Aplausos y bravos del público.)

Rosario: ¡Qué emoción, esto es mejor de lo que imaginé!. Mañana mismo llevo el cajón.

¡Se va a poner super feliz!.

Conductor: Mirá que la promoción es sin el cajón...

Rosario: No hay ningún problema, junto lo que quede del cuerpo, lo envuelto en una

sábana y lo llevo.

Conductor: Fantástico. Tu marido va a estar muy feliz en...

Voz de Karin: “Reposo del milagro”, el lugar ideal para estar con vos mismo.

Conductor: (Al público) ¡Vamos a despedir a Rosario con un fuerte aplauso!. Espero que te

sigas lastimando y gracias por estar hoy con nosotros.

Rosario: La agradecida soy yo. ¿Dónde retiro los sandwichitos?.

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Conductor: (Dándole un ticket) Con este ticket, vas al bar...

Voz de Karin: “Las diagonales de mi barrio”, los más ricos y sabrosos sándwiches para no

parar de comer. “Las diagonales de mi barrio”, está en La Plata. ¡Vení... y

comete todo!.

Rosario: La Plata me queda un poco lejos.

Conductor: Te va a venir muy bien un paseito con los mogólicos. Adiós querida.

(Rosario saluda y se va.)

Conductor: Y después de este momento tan emotivo, (le hace una seña a Curletiani

pasándose los dedos por la nariz) ¿qué te parece Ramiro si nos retiramos a tomar

algo y dejamos que Finguireti continúe con el relato?.

Curletiani: (Guiñándole el ojo) Excelente idea. Tengo un regalito colombiano que quisiera

compartir con vos.

Conductor: ¿Colombiano?, ¡qué lindo!. Nos vemos en un rato Finguireti.

(Se oscurece el lugar quedando solo un spot de luz sobre Finguireti.)

Finguireti: La depresión en la que estaba inmerso me había quitado las ganas de vivir.

Habían pasado casi tres meses de mis separaciones. Todo era una nebulosa,

hasta que una mañana mientras iba a trabajar me pasó algo increíble.

29
(Mientras Finguireti va recordando, vemos entrar en escena la estructura de un ascensor.)

Finguireti: Estaba en el ascensor a punto de apretar la perilla del piso doce, cuando

sorpresivamente entró una mujer con una larga cabellera pelirroja que cubría

gran parte de su rostro, y un cuerpo escultural que invitaba al desenfreno.

(La mujer sube al ascensor. Lleva un vestido de color fucsia bien ajustado al cuerpo. Sujeta en

su mano izquierda un maletín negro. Presiona la perilla correspondiente al piso nueve.)

Finguireti: Lo que sucedió allí nunca lo voy a olvidar. Mi sangre y mi cuerpo ardían de

pasión. Las ganas de vivir volvían a mí.

(Permanecen en silencio durante unos segundos. Sólo se escucha el sonido del ascensor

subiendo piso por piso. Finguireti se desprende el nudo de su corbata, saca un pañuelo y seca el

sudor de su cara. Se mueve inquieto como tratando de contener lo incontenible. La mujer, que

percibe algo extraño, comienza a incomodarse.)

Mujer: (No sabiendo muy bien qué hacer, atina a preguntar) Disculpe señor, ¿se siente

usted bien?.

Finguireti: No, no me siento para nada bien.

Mujer: ¿Qué le sucede?, ¿lo puedo ayudar?.

Finguireti: Tengo mucho calor. Me cuesta respirar.

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Mujer: ¿No tendrá fiebre?. (Apoya su mano en la frente de Finguireti) ¡Está hirviendo!.

Finguireti: ¡Sí, hiervo por vos!. ¡Vení perra!. (La besa desesperadamente. Con mucho

esfuerzo ella logra separarlo).

Mujer: ¡No sea idiota!. ¡Le suplico que se calme un poco!.

(Finguireti va hacia la botonera del ascensor y presiona una perilla intentando frenarlo. El

elevador se detiene).

Mujer: ¿Pero qué hace?. (Va hacia la botonera) ¡Haga funcionar el ascensor

inmediatamente!.

(Ambos forcejean.)

Finguireti: No puedo hacerlo. Nunca en mi vida he deseado tanto a una mujer. (Con su

mano derecha apaga la luz del ascensor) ¡Vení yegua que este jinete te va a

montar!.

(La escena que sigue transcurre en total oscuridad.)

Mujer: ¡No me toque!. ¡Suélteme!.

Finguireti: ¡Qué tetas más esponjosas que tenés!... ¡Y lo que es este culo...!.

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Mujer: Deje que le explique... ¡No, la ropa no!. ¡Me está rompiendo todo el vestido!.

Finguireti: ¡Sí, te rompo el vestido y todo lo demás también!. ¡Te amo!. ¡Te adoro!. ¡Te...

(Pausa, silencio) ¿Qué es esto que estoy tocando?, ¿eh?. ¿Qué mierda es esta

cosa larga que te cuelga entre las piernas?, ¿eh?.

Mujer: (Ahora habla con voz de hombre gastada por el tabaco y el alcohol) Te dije que

te ibas a arrepentir.

(Finguireti sorprendido pega un grito e inmediatamente va hacia la botonera y prende la luz. Ya

no vemos a la hermosa mujer de antes, sino todo lo opuesto. Estamos ante la presencia de un

hombre muy corpulento que se asemeja a un jugador de rugby. Se encuentra en ropa interior,

lleva puesto un calzoncillo largo con bolsillos y una camiseta. En su cabeza permanece aún la

peluca, en sus labios perdúra el estridente color fucsia y en el piso se ven los pedazos

desperdigados de la ropa de la supuesta mujer, como así también su maletín negro que

permanece cerrado. Finguireti tiene la expresión desencajada. Con sus manos se limpia

asqueado la boca y su cuerpo.)

Finguireti: ¡Qué hijo de puta!, ¡cómo me la comí!. (A los gritos) ¡Traba de mierda, salí del

ascensor o te rompo el culo a patadas!.

Rolly: Bajá la voz que yo no soy ningún traba, ¿está claro? Mi nombre es Rolly, estaba

disfrazado de mujer porque tenía que hacer un trabajo, ¡y vos me lo acabás de

arruinar!.

Finguireti: (Burlándose) ¿Ah, sí?, ¡mirá vos!.

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Rolly: (Enfurecido, lo toma de las solapas) Oíme una cosa anteojudo de mierda; me

manoseaste, me besaste, me arruinaste el encargo que venía a hacer, ¿y encima

te querés burlar de mí?.

Finguireti: (Asustado) No, disculpame, no fue mi intención. (Buscando las palabras) Lo que

pasa es que hacía tanto tiempo que no me sucedía algo así con una mujer...

¡Estás tan fuerte!. (Corrigiéndose) No ahora, sino cuando estabas vestido de

mujer. ¡Por un momento me hiciste olvidar la depresión en la que estoy

inmerso!.

Rolly: (Lentamente lo suelta) Esta bien, acepto tus disculpas. La depresión es un

síntoma delicado. ¿Estás tomando algo?.

Finguireti: No.

Rolly: Mirá que el Tegretol a mí me dió buenos resultados.

Finguireti: (Anotándolo en su mano con un bolígrafo) Te-gre-tol. Gracias por el dato.

Rolly: ¿Qué haces acá?.

Finguireti: Trabajo en una oficina en el piso doce. Soy contador.

Rolly: ¿Contador?, ¡mirá vos!. Te gustan los números.

Finguireti: Sí. (Con cierta cautela) ¿Vos siempre te vestís de mujer?.

Rolly: No siempre. (Ofuscado) ¡No entiendo por qué insisto en vestirme así!.

Finguireti: (Queriendo ayudarlo) Porque te encanta.

Rolly: ¿De qué hablás?.

Finguireti: Y... vos sabés.

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Rolly: ¿Qué?.

Finguireti: (Haciendo un gesto obsceno con la mano) ¡Que te gusta que te la den!.

Rolly: (Poniéndole las manos alrededor del cuello) ¡Volvés a decir que soy puto, y te

mato!, ¿está claro?.

(De pronto se escucha desde un pasillo la voz del encargado del edificio.)

Encargado: ¿Hay alguien ahí?, soy el encargado.

Rolly: (Pausa) Sí, lo escucho. Se paró el ascensor. No sabemos qué pasó, pero estamos

bien. (Susurrándole a Finguireti) Trabá el botón que frena el ascensor y no lo

sueltes. (Hablándole al encargado) Haga el favor de presionar la perilla a ver si

ahora anda.

Encargado: No, no funciona. Ya mismo llamo al service y en cinco minutos estarán acá.

Rolly: (Preocupado) ¡La puta madre que lo parió, por tu culpa me quedé sin disfraz!.

(Piensa y camina) Tengo que irme de acá. Si no salgo ya, se pudre todo.

(Mientras piensa) Puedo decir que... (Lo observa a Finguireti) voy a necesitar de

tu ayuda. (Saca un anotador con un bolígrafo, y escribe una dirección) Tomá, te

espero mañana en este lugar a las once de la noche. (Señalándole el maletín)

Necesito que lo guardes hasta ese entonces.

Finguireti: (Leyendo) ¿En el puerto?.

Rolly: Sí, es una bodega abandonada que hay ahí, un lugar muy seguro para

encontrarnos.

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Finguireti: ¿Qué hay en el maletín?.

Rolly: Papeles muy importantes.

Finguireti: ¿De qué?.

Rolly: (Fastidioso) ¿Siempre preguntás tanto?.

Finguireti: Sólo cuando no comprendo bien algo. Todo esto es muy raro. Acá hay gato

encerrado.

Rolly: ¿De qué hablás?.

Finguireti: A mí me parece que vos querés que yo vaya al puerto mañana a la noche, porque

te gusto, ¿no?.

Rolly: ¡Qué decís forro!.

Finguireti: Sí, seré forro, pero no boludo. Por más profunda que sea mi depresión yo

solamente me acuesto con mujeres. Mientras parecías una mina te la daba con

gusto. (Va hacia la botonera e intenta destrabar la perilla que detiene al

ascensor) Pero ahora que...

Rolly: (Interponiéndose y tratando de mantenerse calmo) No soy un puto, ¿entendés?.

Soy...

Finguireti: (Tocándole la peluca que aún tiene puesta) Sos un flor de trolo, está clarísimo.

Rolly: (Sacándose la peluca) No soy trolo. (Piensa por un momento) Soy... (Por lo

bajo) Soy un agente secreto.

Finguireti: ¿Qué?.

Finguireti: Soy agente secreto, trabajo para una organización muy importante.

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Finguireti: (Dudando) ¿Cuál?.

Rolly: No te lo puedo decir.

Finguireti: ¿Agente secreto?, ¿cómo James Bond?.

Rolly Algo así.

Finguireti: ¿Estás hablando en serio?. (Rolly asiente con su cabeza) ¿Trabajás para el

gobierno?.

(Rolly no responde.)

Finguireti: ¿Para los rusos, para los yanquis, para los turcos, para... (Pensando)

Rolly: Tomá (Saca de su calzoncillo un manojo de dólares) Diez mil para empezar. (Se

los da) Mañana te doy otros diez mil más, ¿está bien?.

Finguireti: (Desorientado) ¿Veinte lucas por llevar un maletín?. ¿Qué mierda hay aquí

adentro?.

Rolly: (Lo corta) Hacé el trabajo y mañana te lo digo. (Amenazante) Te vamos a estar

vigilando. No intentes nada raro, ¿estamos?.

Finguireti: Sí. (Pausa. Se lo queda mirando.)

Rolly: ¿Pasa algo?.

Finguireti: ¿Estás seguro de que no te la comés?.

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(Rolly avanza hacia Finguireti mientras las luces del ascensor se apagan. Se escuchan ruidos de

sopapos en la cara de Finguireti, mientras Rolly repite a los gritos que no es puto.)

Finguireti: (Yendo hacia el público) ¡Se puso como loco, casi me mata!.

Esa noche no pegué un ojo. Tenía diez mil dólares, y podía tener diez mil más

por llevar un maletín al puerto. Me tentaba la idea de tener ese dinero por hacer

tan poco. Debo reconocer que siempre me gustó la guita. (Pausa) Por supuesto

que me devoraba la curiosidad por saber qué había dentro del maletín. ¿Serían

secretos de estado?. ¿Alguna fórmula para destruir el mundo?. (Pausa) Pero pese

a mi impaciencia, lo guardé debajo de la cama luego de recibir un llamado de

parte de Rolly recordándome que me estaban vigilando. Era evidente que

seguían todos mis movimientos. La noche siguiente estaba parado en el lugar

convenido. (De tanto en tanto se oye algún sonido de barco) Habían pasado

veinte minutos de la hora acordada, y nada había ocurrido aún. Comenzaba a

inquietarme. Los minutos siguieron transcurriendo, cuando de improviso veo

aparecer a un anciano que se dirigía hacia mí. Caminaba con suma dificultad, y

ví que con una de sus manos se apretaba el estómago. Con la mano que le

quedaba libre, me hizo señas para que me acercara a él. Me dije: pobre hombre,

si no encuentra un baño, se va a hacer encima. Pero no fue así. El hombre cayó

al suelo. Me arrimé y pude ver una gran mancha de sangre en su cuerpo. La

impresión que me dió fue tremenda, parecía gravemente herido. Intentó decirme

algo, pero el sonido de su voz era muy débil. Me arrimé un poco más, y ahí sí

pude comprender lo que este pobre anciano trataba de explicarme. (Pausa. Se

dirige al público haciendo un gesto de asombro) ¡Era Rolly!.

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(Se escuchan aplausos y murmullos de asombro proveniente de la tribuna donde está el

público.)

Finguireti: Por un momento me distendí pensando que no era más que una broma pesada

pergeñada por él; era sorprendente la capacidad para disfrazarse que poseía.

(Modificando drásticamente su semblante) Pero no. No era una broma. (Pausa)

Rolly se estaba muriendo. Sólo atinó a decirme: (Le imita la voz) ”Ahora vienen

por vos, te van a tender una trampa”. Acto seguido falleció.

Voz de Karin: ”Reposo del Milagro”, un hermoso oasis en medio de tanta violencia.

Finguireti: Estaba Shockeado y sin poder de reacción. Permanecí largos minutos, que

parecieron años, en ese estado. Retornaban a mi cabeza sus últimas palabras. Me

pregunté: ¿Por qué van a venir por mí?. ¿Qué trampa me van a tender?.

¿Quiénes son los que me buscan?. ¿La CIA.?, ¿la KGB.?, ¿los comunistas?. ¿Es

quizá por este maletín?. Revisé los bolsillos de Rolly buscando alguna llave para

poder abrir el candado, pero la búsqueda fue absolutamente infructuosa.

Tampoco traía el dinero prometido. Esto último desató en mí una oleada de

insultos. ¿Y ahora qué hago? -me pregunté. La respuesta no se hizo esperar. Oí

pasos que venían hacia mí. Salí corriendo llevando el maletín. Arribé al lugar

donde había estacionado el auto y me marché sin un rumbo fijo. De pronto me

encontré frente a un locutorio, decidí entrar y llamar pero... ¿a quién? -pensé.

(Se escuchan acordes de música romántica. El público suspira.)

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Finguireti: En la única persona que confiaba era en Marta. ¡Nunca me voy a perdonar el

haberla engañado con otra mujer!... Disqué su número telefónico y por suerte me

atendió ella, y no el contestador. Como pude le narré lo que me había pasado.

Intuyo que me creyó ya que me ofreció que nos viéramos en su casa.

Aproximadamente cuarenta minutos más tarde me encontraba en la puerta del

edificio donde habíamos vivido juntos. Toqué el timbre de su departamento,

pero no hubo respuesta. Insistí varias veces más, pero todo fue en vano. Me

resultó extraño que no atendiera. Empecé a angustiarme, intuía que algo no

andaba bien. Introduje mi mano en el bolsillo interno de mi chaqueta para tomar

un cigarrillo, pero me topé con un llavero. (Pausa) Eran las llaves del

departamento. (Emocionado) Todavía las conservaba conmigo. (Saca su pañuelo

con el cual se seca el sudor de su frente) Dudé durante unos segundos si entrar o

no. (Pausa) Finalmente ingresé, tomé el ascensor y fui al sexto piso. Me paré

frente a la puerta y volví a insistir con el timbre, pero nadie abrió. Así fue que

decidí ingresar. Ví luz en el dormitorio y me dirigí hacia ahí, todo estaba en

silencio. (Consternado) Fue algo espantoso, no podía creer lo que mis ojos

veían, ¡Marta y Lucrecia!...

(Se ilumina el escenario y vuelve la cortina musical del programa. Hace su entrada nuevamente

el conductor acompañado por el comisario.)

Conductor: Bueno, bueno, bueno. (A Curletiani) Este es sin duda un gran momento para

distenderse, ¿no te parece?.

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(Curletiani asiente con su cabeza. El conductor saca de su saco un paquete de cigarrillos y le

convida a Curletiani y a Finguireti.)

Conductor: Nada mejor que...

Voz de Karin: Cigarrillos “Ronco Bill”, el placer de fumar, en cigarrillos negros.

(Se escucha de fondo la melodía del jingle publicitario. Se ven a los tres hombres fumando en

pose fotográfica hasta que culmina la melodía.)

Voz de Karin:“Ronco Bill”, el cigarrillo negro, para hombres audaces.

Conductor: (Sonriente) Nos estamos acercando al momento tan esperado por todos.

“¿Culpable o inocente?”, esa es la cuestión. (Al comisario) ¿Se encontró el

cadáver del señor Rolly?.

Curletiani: Inspeccionamos toda la zona del puerto sin haber tenido éxito.

Conductor: (A Finguireti) ¿Cómo explica eso?.

Finguireti: Deben haber hecho desaparecer todas las evidencias. Yo les garantizo que el

cadáver de Rolly existió.

Curletiani: (Agresivo) Existió en su imaginación; como toda esta historia inverosímil que

relató.

Conductor: (Al comisario) ¿Podemos decir entonces que reafirmás la sentencia que pesa

sobre el señor Finguireti?.

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Curletiani: No tengo dudas, culpable cien por cien.

(Se oyen reacciones, algunas favorables y otras no tanto, provenientes del público.)

Conductor: ¿Dónde están los diez mil dólares que recibió?.

Finguireti: La plata estaba en la habitación. Habría que preguntarle al comisario a dónde fue

a parar.

Curletiani: No diga estupideces. ¡Si no había ningún dinero ahí!.

(Entra Jorgito en silla de ruedas haciendo sonar unas castañuelas. Le entrega un papel escrito al

conductor, y luego se retira.)

Conductor: Gracias Jorgito. (A Finguireti) Tenemos en línea a varios televidentes ansiosos

por formularle algunas preguntas. ¿Está preparado?.

Finguireti: Sí.

Conductor: Buenas noches Beto de Caballito, escuchamos su pregunta.

Voz de Beto: Mi pregunta es: ¿Esta supuesta organización mafiosa, mató a su esposa y a su

amante?.

Finguireti: No tengo dudas.

Voz de Beto: ¿Por qué?.

Finguireti: Para... (Buscando las palabras) Para que...

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Conductor: Gracias Beto.

Finguireti: No terminé la respuesta.

Conductor: No tiene importancia. Está ahora en línea Nina de Mataderos, ¿cuál es tu

pregunta?.

Voz de Nina: Te felicito por el programa, está buenísismo.

Conductor: (Con cara de falsa modestia) Gracias, pero lo importante aquí es tu pregunta.

Voz de Nina: Quiero saber cómo llegó su amante a la casa de su esposa, si no se conocían.

Finguireti: (Indeciso) No lo sé muy bien. En mi opinión Lucrecia fue llevada a la casa de

Marta, engañada.

Conductor: Gracias por comunicarte con nosotros.

Voz de Nina: Ya sé que el tiempo en televisión es tirano, pero necesito hacerte una preguntita

a vos: ¿de qué manera lo matan hoy a Finguireti si lo encuentran culpable?.

Conductor: Lamentablemente no te lo puedo responder ahora, eso lo develamos al final del

programa. ¿Por qué lo preguntás?.

Voz de Nina: Tengo ganas de ver mucha sangre.

Conductor: (Riéndose) Entonces intuyo que te debe encantar ver cuando matamos con la

sierra eléctrica.

Voz de Nina: Es lo máximo para mí.

Conductor: ¿Qué edad tenés?.

Voz de Nina: Doce años, pero parezco de dieciséis.

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Conductor: ¡Qué lindo, tan jovencita y tan sádica!... ¿Tus papis están con vos?.

Voz de Nina: No, salieron de paseo con mis padrinos.

Conductor. ¿Y adónde fueron?.

Voz de Nina: A una Villa a matar indigentes.

Conductor: ¡Qué lindo!. Les mando un beso muy grande a todos, y gracias por comunicarte

con nosotros. (Al comisario) ¿Qué reflexión sacas de esto que acabas de

escuchar?.

Curletiani: Cuanto más indigentes matemos, menos pobres tendremos.

Conductor: (Sorprendido) ¡Cuánta sabiduría tiene tu pensamiento!.

Curletiani: Te agradezco tus palabras, yo sólo pienso en el bienestar del pueblo.

Conductor: Volviendo a Finguireti, ¿podríamos decir que este es un caso difícil?.

Curletiani: (Firme) Disculpame, pero opino todo lo contrario. El relato está plagado de

incongruencias, mentiras, contradicciones y un montón de cosas más. ¿Quién

puede creer esa estupidez de la organización mafiosa?... ¡Si justamente el

gobierno que actualmente tenemos desterró la corrupción y las mafias!.

(Sacando otro mini grabador de un bolsillo interno del saco) Acá tengo el relato

del portero del edificio donde vivió Finguireti con su mujer. Escuchá lo que dice

de este señor.

(El comisario prende el grabador y se oye a un diputado realizando un negocio sucio con él.)

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Voz de diputado: Hacelo boleta ya, ¿está claro?.

Voz de Comisario: Clarísimo diputado Regrosso. Mañana lo revent...

Curletiani: (Apagando el grabador) Me equivoqué de grabador. (Palpa sus bolsillos pero no

encuentra lo que busca) Me lo dejé en la oficina. Otro día te lo traigo.

Conductor: Ramiro, ¿el diputado te mandaba a...

Curletiani: (Lo interrumpe) Como dice el refrán: Al que madruga dios lo ayuda. No sé si

soy claro.

Conductor: Clarísimo. (Dando una orden) Música por favor.

(Comienza a escucharse nuevamente la cortina musical del programa, que se va fusionando con

la música del Carnaval Carioca. El público va acompañando con las palmas el ritmo. El

conductor toma de las manos a Finguireti y a Curletiani y los invita a realizar una coreografía.

Del techo caen papel picado y serpentinas. Durante unos minutos todo es jolgorio y diversión

en el estudio.)

Conductor: Bravo, bravísimo. (Sonriéndoles a ambos) ¡Qué buenos bailarines que somos!.

(Los aplaude a ambos) ¡Qué manera de divertirnos!. (A Finguireti) Si hoy no lo

hacen boleta podríamos ir a bailar el fin de semana.

Finguireti: Estaría encantado.

(Se escucha una melodía melosa y romántica.)

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Conductor: Me parece que llegó la hora de cenar. Si me disculpás Ramiro, sabrás que este es

el momento en el cual yo ceno a solas con el participante.

(Curletiani sale del escenario. Al cabo de un momento ingresa Jorgito en su silla de ruedas

empujando una mesa, con una botella de agua, dos vasos, cubiertos, servilletas, una panera, y

una mantequera. El conductor agarra dos sillas e invita a Finguireti a tomar asiento.)

Conductor: Debido a que anoche se nos mató la cocinera del programa...

(Se escucha un largo suspiro del público.)

Conductor: Y sí, fue una pena que haya pasado a mejor vida, pero quédense tranquilos que

la hemos enterrado en...

Voz de Karín: “Reposo del milagro“, un lugar para mí, para vos, y para ella.

(El público hace un suspiro de alivio “ahhh”.)

Conductor: Como les decía, la producción no pudo conseguir más que esto. Un poco de

margarina y pan. (Señalando la panera) Es de ayer, pero está tostado.

Los invito a disfrutar de ésta que puede ser ¿la última cena quizá?. (Lentamente

la música desaparece y ellos comienzan a untar con margarina el pan) Cuando

habló desde el locutorio con su esposa para contarle lo que le había pasado en el

puerto, ¿la notó nerviosa?.

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Finguireti: No.

Conductor: ¿Se encontraba sola en aquel momento?.

Finguireti: Sí, me contó que estaba viendo justamente este programa.

Conductor: (Halagado) ¿Lo solía ver?.

Finguireti: Si, le encantaba. No se lo perdía nunca. Además sentía una gran admiración por

usted. Su sueño era poder conocerlo. ¿Recuerda ese programa que usted

conducía los sábados a la noche, ”Escúpame en la cara”?.

Conductor: ¿Cómo no me voy a acordar?. Gracias a ese programa me hice famoso.

Finguireti: Era imposible salir un sábado a la noche con Marta, le encantaba quedarse en

casa a ver como los participantes lo escupían a usted, y cómo después se

agarraban a piñas entre todos.

Conductor: ¡Qué lindo! (Nostálgico) era tan reconfortante ver a la gente escupirme en la

cara con tanta pasión, sentir esos gargajos en la piel llenos de tanta creatividad...

(Mirando su reloj) Lamentablemente se nos está acabando el tiempo Finguireti.

Les recuerdo al público presente y al que nos está viendo desde sus hogares, que

en este preciso momento cierra la votación para dirimir el futuro de nuestro

participante del día de hoy. (Poniéndose de pie) Historia difícil de creer la suya,

¿no?.

Finguireti: ¿Le parece?.

Conductor: Y... convengamos que todo resulta un poco raro.

Finguireti: ¿Lo de la organización mafiosa?

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Conductor: No, que usted con esa cara de huevón tenga una amante...

Finguireti: (Sorprendido) Bueno yo...

Conductor: (Sorpresivamente) ¿Culpable o inocente?.

Finguireti: Inocente.

(Entra nuevamente Jorgito en silla de ruedas, esta vez haciendo ruido con un sonajero. Le

entrega al conductor un sobre cerrado y se retira.)

Conductor: Jorgito me acaba de entregar el sobre con los cómputos finales del día de hoy.

(Observando su reloj) Siendo las nueve y cincuenta y dos de la noche, seguimos

en vivo para todo el país. (A Finguireti) ¿Se ha sentido cómodo en nuestro

programa?.

Finguireti: Sí, muy a gusto.

Conductor: ¿Volvería a visitarnos?.

Finguireti: Y..., depende.

Conductor: ¿De qué?.

Finguireti: (Tratando de sonreír) De que hoy no me maten.

Conductor: (Sorpresivamente) ¿Cuánto es uno más uno?.

Finguireti: (Pensando) Dos.

Conductor (Sin pausas, a modo de trabalenguas) ¿Y 3 más 3, menos 2, más 5, menos 9?.

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Finguireti: (Rápido y muy seguro) Cero.

Conductor: (Satisfecho) No caben dudas de que es contador. Se nota que sabe de números.

Finguireti: Y..., fueron muchos años de estudio en la facultad.

Conductor: Me imagino... (Llamando a Ramiro) Por favor acercate que estamos llegando al

final del programa.

(Entra Ramiro Curletiani y se para al lado del conductor.)

Conductor: Y ahora sí... (Mostrándole el sobre al público y luego a Finguireti) Aquí esta el

futuro del señor Finguireti. (Pausa) Señoras y señores. Niñitos y adolescentes. El

gran momento esperado por todos ustedes. (Elevando el tono de voz mientras

abre el sobre) Cómputos finales para develar si el señor Finguireti es

“¿Culpable... o... inocen...

(Repentinamente todo queda en silencio y a oscuras. Permanece así el escenario durante varios

segundos, hasta que se escuchan las voces de dos personas dialogando. El tiene la voz

aflautada, y ella la voz grave y un poco ronca.)

Voz de mujer: ¿Qué mierda pasa?.

Voz de hombre: (Preocupado) Se cortó la luz, mamita.

Voz de mujer: ¡No lo puedo creer!. ¿Justo ahora tenía que ser?.

Voz de hombre: No te pongas nerviosa que te sube la presión.

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Voz de mujer: Me chupa un huevo la presión. (Gritando) Traé una vela que no se ve un carajo.

Voz de hombre: (Nervioso) Si mamita ya voy.

(La mujer prende un cigarrillo en la oscuridad.)

Voz de mujer: Che, ¿no te habrás olvidado de pagar la boleta de la luz, no?.

Voz de hombre: (Viniendo con una vela encendida) No mamitita, la pagué hace tres días.

(Al iluminarse tenuemente el lugar nos hallamos en un sector del living de la casa del

matrimonio Porqueta, donde pueden verse dos sillas y un televisor.)

(El hombre pone el candelabro sobre la televisión. Viste un pijama gastado, es delgado y de

estatura más bien baja. Ella en cambio es regordeta y robusta. Lleva puesto un camisón, ruleros

y una crema blanca en la cara).

Mujer: (Indignada, mirando fijamente el televisor apagado) La puta madre, nos

perdimos el final del programa.

Hombre: ¿Y qué le vamos a hacer?.

Mujer: (Molesta) ¿Cómo que qué le vamos a hacer?, quería ver el final. Además te

recuerdo que el conductor del programa es nuestro hijo, ¡mal padre!.

(Amenazante) Usá ese diminuto cerebro podrido que tenés, y pensá en algo.

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Hombre: (Pensando por unos segundos) ¿Por qué no la llamás a Memeca para que te

cuente cómo terminó el programa?.

Mujer: ¡No digas boludeces!. (Sentándose en la silla) ¿Y ahora qué mierda hago?. El

nene se pone tan mal cuando no lo vemos...

Hombre: Después le explicamos lo que pasó. (Tímidamente) ¿Y si nos acostamos que ya

es tarde?.

Mujer: (Pensando en el programa, sin registrar lo dicho por el hombre) ¿No volverá la

luz?.

Hombre: ¡Qué va a venir, mi dulce tesorito!. Seguro que hasta mañana no vuelve.

Mujer: (Apagando el cigarrillo) ¿Lo habrán matado a Finguireti?.

Hombre: Por supuesto ternurita, era obvio que mentía.

Mujer: ¿Te parece?

(El asiente con su cabeza.)

Mujer: Yo no estoy tan segura. (Poniéndose de pie.) Me voy a acostar porque si no se

arma la podrida. Poneme la musiquita que nos regalo el nene para dormir.

Hombre: Sí mi dulzurita. (Introduce su mano en el bolsillo del pijama y extrae una cajita

musical con forma de pene, le da cuerda y comienza a sonar la música del

programa. Sopla la vela y todo queda a oscuras.)

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(Sobre la pantalla blanca utilizada al comienzo de la obra aparece la imagen del conductor del

programa despidiéndose del público.)

Conductor: Gracias por estar una vez más con nosotros. Espero que hayan coincidido con la

votación del público y atención, la próxima semana la familia García Ramos de

barrio norte nos visita con un hermoso regalo. (Con cara de suspenso) Cien

gramos de salchichón primavera para repartir entre todo el público presente.

(Muy expresivo) ¡Que país generoooooso!. (Guiña un ojo al público y

desaparece de la pantalla. Mientras la intensidad de la música sube, ingresan al

escenario los actores que participaron del espectáculo y juntos cantan la canción

del programa hasta que se produce el apagón final.)

“¿CULPABLE O INOCENTE?, ESA ES LA CUESTIÓN.

“¿CULPABLE O INOCENTE?, ESA ES SU DECISIÓN.

SI DECIDE QUE ES “CULPABLE”, LO HACEMOS BOLETA.

SI DECIDE QUE ES “INOCENTE”, FESTEJAMOS SU VUELTA.

¿CULPABLE O INOCENTE?, ¿CULPABLE O INOCENTE?

¿CULPABLE O INOCENTE?, QUE PROBLEMON”.

Fin.

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¿Culpable o Inocente?

Apéndice (Con palabras y expresiones idiomáticas locales)

Pelotudo: Idiota, tonto.

Telos: Albergues donde las personas mantienen relaciones sexuales.

Boludo: Idiota, estúpido.

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Forro: Imbecil.

Traba: Diminutivo de travesti. Transexual.

Puto: Homosexual, maricón.

Mina: Mujer.

Trolo: Homosexual.

Guita: Dinero.

Villa: Asentamiento donde vive personas muy pobres.

Boleta: Asesinar, matar.

Huevon: Estúpido.

Nombre y apellido: Luis Gianneo.

Seudónimo: Milena

Teléfono: 15 5 176-3388 / 4941-9866

E-mail: [email protected]

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Dirección: Combate de los pozos 825 PB.“1”.

Buenos Aires. Argentina.

Código postal: 1222

Nacionalidad: Argentino

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