Antigona
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PERSONAJES
Coro
BANDO
Creonte
2 Guardiánes
Tiresias, adivino
Eurídice
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CUADRO PRIMERO
BANDO: ¡Rayos del Sol naciente! ¡Oh tú, la más bella de las luces que jamás ha
brillado sobre Tebas, la de las siete puertas! Por fin has lucido. Has
obligado a emprender la fuga al guerrero de blanco escudo, que vino
de Argos, armado con todas sus armas. «Este ejército que había
levantado Polinice en nuestra contra, excitado por equívocas
discordias, se abatió sobre nuestro país. Con sus blancos escudos,
con sus cascos adornados con crines de caballos, puso en
movimiento a un gran ejército y planeó el ataque sobre nuestros
hogares, rodeando las siete puertas de nuestra ciudad».
Pero llegado el momento, hubo de marcharse sin poder saciar su sed
de sangre, y antes de que Hefesto¹ y sus teas resinosas prendiesen
sus llamas en las torres de la ciudad; tan estruendoso fue el estrépito
de Ares, que resonó a espaldas de los argivos², siendo sorprendidos
por la retaguardia.
CUADRO SEGUNDO
El Ágora de Tebas, ante la puerta del palacio de CREONTE. Por la
noche, los argivos, mandados por POLINICE, han sido derrotados y
han huido. Despunta el día. En escena, ANTIGONA e ISMENA.
1 En la mitología griega, Hefesto (en griego Ἥφαιστος Hêphaistos, quizá de φαίνω phainô, ‘brillar’)
es el dios del fuego y la forja, así como de los herreros, los artesanos, los escultores, los metales y la
metalurgia.
2 Natural de Argos, ciudad de Grecia del Peloponeso
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ANTÍGONA: Estaba segura de ello, y por eso te he hecho salir de palacio para que
podamos estar a solas.
ISMENA: Pero si las cosas están dispuestas así ¿qué gano desobedeciendo o
acatando esas órdenes?
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ISMENA: Pues si estás tan decidida, sigue. Sin embargo, ten presente una cosa:
te embarcas en una aventura insensata, aunque actúes como la
verdadera amiga de los que te son queridos.
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CUADRO TERCERO
1 En la mitología griega, Ares (en griego antiguo Ἄρης) se considera el dios olímpico de la guerra,
aunque es más bien la personificación de la brutalidad y la violencia, así como del tumulto,
confusión y horrores de las batallas,1 en contraposición a su hermanastra Atenea, que representa la
meditación y sabiduría en los asuntos de la guerra y protege a los humanos de sus estragos..
2 Fue también conocido como Dioniso, Baco (en griego antiguo Βάκχος Bakkhos) es el dios de la
vendimia y el vino, inspirador de la locura ritual y el éxtasis, y un personaje importante de la
mitología griega. Aunque los orígenes geográficos de su culto son desconocidos, casi todas las
tragedias lo presentan como «extranjero».
3 Meneceo, hijo de Penteo, es el padre de Creonte y Yocasta, y por tanto abuelo y suegro de Edipo.
4 En la mitología griega, el rey Layo (en griego antiguo Λάϊος, Láïos) de Tebas era un héroe divino y
un personaje clave en el mito de la fundación de Tebas.
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Ahora, cuando éstos, por doble fatalidad, han muerto el mismo día,
al herir y ser heridos con sus propias manos fratricidas, quedo yo,
dueño del poder y del trono de Tebas, de ahora en adelante, por ser
su pariente más cercano.
Ahora bien, es imposible conocer el alma, sentimientos o pensamien-
to de un hombre hasta que no se le ve en el ejercicio del poder.
Por mi parte considero, hoy como ayer, un mal gobernante al que no
sabe adoptar las decisiones más cuerdas y deja que los miedos le
encadenen la lengua; y al que estime más a un amigo que a su propia
patria, lo tengo como un ser despreciable.
¡Que Zeus eterno, escrutador de todas las cosas, me oiga! Jamás
pasaré en silencio el daño que amenaza a mis ciudadanos, y nunca
tendré por amigo a un enemigo del país. Creo, en efecto, que la
salvación de la patria es nuestra salvación y que nunca nos faltarán
amigos mientras nuestra nave camine gobernada con recto timón.
Apoyándome en tales principios, pienso lograr que esta ciudad
florezca; y guiado por ellos, acabo de proclamar un edicto en
referencia a los hijos de Edipo:
“A Etéocles, que halló la muerte combatiendo por la ciudad con un
valor que nadie igualó, ordeno que se le entierre en un sepulcro y se
le hagan y ofrezcan todos los sacrificios expiatorios que acompañan a
quienes mueren de una manera gloriosa. Por el contrario, a su
hermano, Polinice, el desterrado que volvió del exilio con ánimo de
trastornar el país y los dioses familiares, y con la voluntad de saciarse
con vuestra sangre y reduciros a la condición de esclavos, queda
públicamente prohibido a toda la ciudad honrarlo con una tumba y
llorarlo. ¡Que se le deje insepulto, y que su cuerpo quede expuesto
ignominiosamente para que sirva de pasto a las aves y a los perros!”
Nunca los malvados obtendrán de mí estimación mayor que los
hombres de bien. En cambio, quienquiera que se muestre celoso del
bien de la ciudad, ése hallará en mí, durante su vida como después
de su muerte, todos los honores que se deben a los hombres de bien.
BANDO: Tales son las disposiciones, Creonte, hijo de Meneceo, que te place
tomar tanto respecto del amigo como del enemigo del país. Eres
dueño de hacer prevalecer tu voluntad, tanto sobre los que han
muerto como sobre los que vivimos.
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CREONTE: Sí. Sed inflexibles con los que infrinjan mis órdenes.
CREONTE: Así es. Pero por las esperanzas que despierta el lucro se pierden a
menudo los hombres.
GUARDIÁN: Rey, no diré que llego así, sin aliento, por haber venido de prisa y con
pies ligeros, porque varias veces me he tenido que detener a pensar,
y al volver a andar, he vuelto a parar y a desandar el camino. Me
decía: “Desgraciado, ¿por qué vas a donde serás castigado apenas
llegues? ¡Infortunado! Si Creonte se entera por otro de lo que vas a
decirle, ¿cómo podrías escapar al castigo?”
De este modo, un camino corto se convierte en un trayecto largo. Al
fin, sin embargo, me decidí a venir aquí y comparecer ante ti. Y
aunque no pueda explicar nada, hablaré a pesar de ello, pues vengo
movido por la esperanza de sufrir tan sólo lo que el Destino haya
decretado.
GUARDIÁN: No lo sé. Allí no hay rastro, ni el suelo está removido. La tierra está
dura, intacta, y no hay marcas de carro.
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CREONTE: Cállate. Dices cosas intolerables. ¿Podrían los dioses, al darle tierra,
premiar como bienhechor al que vino a incendiar sus templos y a
quemar las ofrendas que se les hacen y a trastornar el país y sus
leyes? ¿Cuándo has visto tú que los dioses honren a los malvados?
Desde hace tiempo algunos ciudadanos se someten con dificultad a
mis órdenes y murmuran en contra mía moviendo la cabeza. Son
estas gentes, lo sé, las que habrán sobornado a los centinelas.
De todas las instituciones humanas, ninguna como la del dinero trajo
a los hombres consecuencias más funestas. Es el dinero el que
devasta las ciudades, el que echa a los hombres de los hogares, el
que seduce las almas virtuosas y las incita a acciones vergonzosas; es
el dinero el que en todas las épocas ha hecho a los hombres cometer
todas las perfidias. Pero los que, dejándose corromper, han cometido
esta mala acción, tendrán su castigo.
Porque tan cierto como que Zeus sigue siendo el objeto de mi
veneración, tenlo entendido, y te lo digo bajo juramento, que si no
encontráis, y traéis aquí, ante mis ojos, a aquel cuyas manos hicieron
esos funerales, seréis colgados vivos hasta que descubráis al culpable
y conozcáis así de dónde hay que esperar sacar provecho y aprendáis
que no se debe querer sacar ganancia de todo, y veréis entonces que
los beneficios ilícitos han perdido a más gente que la que han
salvado.
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GUARDIÁN: El culpable aflige tu alma; yo no hago más que ofender tus oídos.
CREONTE: Pero, ya que por dinero has vendido tu alma... Si no me traéis a los
autores del delito, tendréis que reconocer, a no tardar, que las
ganancias que envilecen causan graves perjuicios.
El GUARDIÁN se retira.
CUADRO CUARTO
CUADRO QUINTO
GUARDIÁN: ¡He aquí la qué lo ha hecho! La hemos cogido cuando trataba de dar
sepultura al cadáver. Pero, ¿dónde está Creonte?
Llega CREONTE.
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GUARDIÁN: Rey, los mortales no deben jurar nada, pues una segunda decisión
desmiente a menudo un primer propósito. Reconozco que
amedrentado por tus amenazas, me había prometido no volver a
poner los pies aquí. Te traigo a esta joven que ha sido sorprendida en
el momento en que cumplía los ritos funerarios. La suerte, esta vez,
ha aparecido en el momento más oportuno. Y ahora que está ya en
tus manos, os pido que me liberéis.
ANTÍGONA: Lo confirmo.
El CENTINELA se va.
1 La libación (del latín libatio, griego λοιβή o σπονδή) es un ritual religioso o ceremonia de la
antigüedad que consistía en la aspersión de una bebida en ofrenda a un dios. Los líquidos ofrecidos
en las libaciones eran variados, normalmente de vino sin mezclar, leche, miel, aceite y otros líquidos,
incluso agua pura, que se vertían en el suelo.
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CREONTE: Has de saber que esos espíritus demasiado inflexibles son entre
todos los más fáciles de abatir, y que el hierro, que es tan duro,
cuando la llama ha aumentado su dureza, es el metal que con más
facilidad se puede quebrar y hacerse pedazos. El orgullo sienta mal a
quien no es capaz de contenerlo.
No sólo infringes la ley que he promulgado sino que te vanaglorias de
ello. Que seas o no hija de mi hermana no cambiará las cosas.
Ahora llamad a Ismena. Hace un rato la he visto alocada y fuera de sí.
Frecuentemente las almas que en la sombra maquinan un acto
reprobable, suelen traicionarse antes de la ejecución de sus actos.
1 En la mitología griega, Niké o Nice (en griego Νίκη) era la diosa de la victoria. Se le representaba a
menudo como una pequeña escultura alada en la mano de otro dios más importante, como Zeus o
Atenea.
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CREONTE: Tú eres la única entre los cadmeos¹ que ve las cosas así.
ANTÍGONA: Ellos las ven como yo; pero ante ti, sellan sus labios.
ANTÍGONA: No hay motivos para enrojecer por honrar a los que salieron del
mismo seno.
CREONTE: ¿Y por qué hacer honores al uno que resultan impíos para con el
otro?
CREONTE: Sin embargo, el uno asolaba esta tierra y el otro luchaba por
defenderla.
1 Habitantes de Cadmea o Cadmeia, la ciudadela de la antigua ciudad de Tebas, nombrada así por el
legendario fundador fenicio de Tebas, Cadmo. En la obra son los propios ciudadanos de Tebas.
2 En la mitología griega Hades (en griego antiguo ᾍδης Hadēs, originalmente Ἅιδης Haidēs o Ἀΐδης
Aïdēs —dórico Ἀΐδας Aidas—, ‘el invisible’) alude tanto al antiguo inframundo griego como al dios de
éste.
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CREONTE: Ya que tienes que amar, baja, pues, bajo tierra a amar a los que ya
están allí. En cuanto a mí, mientras viva, jamás una mujer me
mandará.
BANDO: Pero he aquí que en palacio está Ismena, dejando correr lágrimas de
amor por su hermana. Una nube de dolor que pesa sobre sus ojos
ensombrece su rostro enrojecido, y baña en llanto sus mejillas.
Entra ISMENA.
CREONTE: ¡Oh tú que, como una víbora, arrastrándose cautelosamente en mi
hogar, bebías, sin yo saberlo, mi sangre en la sombra! ¡No sabía yo
que criaba dos criminales dispuestas a derribar mi trono!
Vamos, habla, ¿vas a confesar tú también haber participado en los
funerales, o vas a jurar que no sabías nada?
ANTÍGONA: Hades y los dioses infernales saben quiénes son los responsables.
Quien me ama sólo de palabra, no es amiga mía.
ISMENA: ¿Por qué quieres afligirme así, sin provecho alguno para ti?
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ANTÍGONA: Sí, a unos les parecerán sensatas tus palabras; a otros, las mías.
ANTÍGONA: Tranquilízate. Tú vives; pero mi alma está muerta desde hace tiempo
y ya no es capaz de ser útil más que a los muertos.
CREONTE: Estas dos muchachas, lo aseguro, están locas. Una acaba de perder la
razón; la otra la había perdido desde el día en que nació.
ISMENA: Es que, ¡oh rey!, la razón con que la Naturaleza nos ha dotado no
persiste en un momento de desgracia excesiva, y en ciertos casos,
aun el más cuerdo acaba por perder el juicio.
ISMENA: ¡Oh Hemón bien amado! ¡Cuán gran desprecio siente por ti tu padre!
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CUADRO SEXTO
CORO: Dichosos aquellos cuya vida ha pasado sin probar los frutos de la
desgracia. Porque cuando un hogar sufre los embates de los dioses,
el infortunio se ceba en él sin tregua sobre toda su descendencia.
«Una generación no libera a la siguiente. Hoy que la luz de una
esperanza se distinguía en la casa de Edipo para sus últimos retoños,
he aquí que un polvo sangriento ofrecido a los dioses infernales, unas
palabras poco sensatas, y el espíritu ciego y vengativo de un alma,
han extinguido esa luz. Para el hombre esta ley inmutable
prevalecerá por toda la eternidad, y regirá, como en el pasado, en el
presente y en el porvenir; en la vida de los mortales nada grave
ocurre sin que la desgracia se mezcle en ello. Un sabio dijo un día
estas célebres palabras: «El mal se reviste con el aspecto del bien
para aquel a quien un dios empuja a la perdición; entonces sus días
no están por mucho tiempo al abrigo de la desgracia».
BANDO: Pero he aquí a Hemón, el menor de tus hijos. Viene afligido por la
suerte de su joven prometida, Antígona, con quien debía desposarse.
1 En la mitología griega Himeneo (en griego antiguo Ὑμέναιος), también llamado Himen, era un dios
de las ceremonias de matrimonio, inspirador de las fiestas y las canciones.
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BANDO: En lo que nos concierne, si la edad no nos engaña, nos parece que
has estado razonable en lo que acabas de decir.
HEMÓN: Padre: los dioses, al dar la razón a los hombres, les dieron el bien más
grande de todos los que existen. No puedo ni sabría decir que tus
palabras no sean razonables. Pero otros también son capaces de
decir palabras sensatas. En todo caso, mi situación me coloca en
condiciones de poder observar mejor que tú todo lo que se dice, todo
lo que se hace y todo lo que se murmura en contra tuya. Los
ciudadanos temen demasiado tu mirada. Pero a mí me es fácil
escuchar en la sombra cómo la ciudad compadece a esa joven por no
consentir que a su hermano muerto se le prive de sepultura...
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HEMÓN: Aunque sea joven, no es mi edad, son mis consejos los que hay que
tener en cuenta.
CREONTE: Pues esta mujer, ¿no ha sido sorprendida cometiendo una mala
acción?
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CREONTE: Pero ¿no se dice que una ciudad es legítimamente del que manda?
CREONTE: Está bien claro que te has convertido en el aliado de una mujer.
HEMÓN: ¿Es que quieres hablar tú solo, sin escuchar nunca a nadie? Si no
fueras mi padre, diría que desvarías.
CREONTE: ¿De veras? Pues bien, por el Olimpo¹, has de saber que no tendrás
motivo para regocijarte por haberme dirigido reproches ultrajantes.
¡Qué traigan aquí a esa mujer odiosa! ¡Que muera al instante en
presencia de su prometido!
1 Para la mitología griega el Olimpo era el hogar de los dioses olímpicos, los principales dioses del
panteón griego, presididos por Zeus. Los griegos creían que en él había construido mansiones de
cristal en la que moraban los dioses.
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CUADRO SÉPTIMO
CORO: Eros¹, invencible Eros, tú que te abates sobre los seres de quien te
apoderas y que durante la noche te posas sobre las suaves mejillas de
las doncellas; tú, que vagabundeas por la extensión de los mares y
frecuentas los cubiles en que las fieras se guarecen, nadie entre los
Inmortales puede escapar de ti, nadie entre los hombres de efímera
existencia sabría evitarte; tú haces perder la razón al que posees.
«Hasta los corazones de los mismos justos los haces injustos y los
llevas a la ruina. Por ti acaba de estallar este conflicto entre seres de
la misma sangre. Triunfa radiante el atractivo que provocan los ojos
de una doncella, cuyo lecho es deseable, y tu fuerza equivale al poder
que mantiene las eternas leyes del mundo. Pues Afrodita², diosa
irresistible, se burla de nosotros.
Aparece ANTÍGONA conducida por centinelas y con las manos atadas.
1 En la mitología griega, Eros (en griego antiguo Ἔρως) era el dios primordial responsable de la
atracción sexual, el amor y el sexo, venerado también como un dios de la fertilidad
2 Afrodita (en griego antiguo, Ἀφροδίτη) es, en la mitología griega, la diosa de la lujuria, la belleza, la
sexualidad y la reproducción.
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ANTÍGONA: ¡Te burlas de mí! ¿Por qué ultrajarme viva sin esperar a mi muerte?
¡Oh, patria! ¡Oh, afortunados habitantes de mi ciudad! ¡Fuentes de
Dircé² y bosque sagrado de Tebas, la de los hermosos carros! ¡Sed
vosotros testigos de cómo sin ser llorada por mis amigos y en nombre
de qué nuevas leyes me dirijo hacia el calabozo bajo tierra que me
servirá de insólita tumba! ¡No habitaré ni entre los hombres ni entre
las sombras, y no seré ni de los vivos ni de los muertos!
1 El río Aqueronte o Aquerón (en griego antiguo Αχέρων Akhérôn, ‘temible’) está situado en el
Epiro, región noroccidental de Grecia. Aqueronte puede traducirse como ‘río de la tragedia’ y se
creía que era una bifurcación del río del inframundo Aqueronte, por el que en la mitología griega,
Caronte llevaba las almas de los recién fallecidos hasta el Hades. Aqueronte era uno de los cinco ríos
del Inframundo.
2 En la mitología griega Dirce era una ninfa, esposa de Lico y sacerdotisa del dios Dioniso.
3 Lábdaco (en griego Λάβδακος, 'cojo') es un personaje de la mitología griega, rey de Tebas, padre
de Layo y abuelo de Edipo.
La afrenta del rey Lábdaco inicia el ciclo tebano de maldiciones y castigo que escribieron Esquilo y
Sófocles. El primero a través de Los siete contra Tebas y el segundo con sus obras Edipo rey, Edipo
en Colono y Antígona. El rey Lábdaco provoca la hamartia (maldición) entre su descendencia al
negarse a realizar los ritos que demanda el dios Dioniso. Las Bacantes, sacerdotisas del dios,
enfurecidas por su osadía, lo sentencian a muerte y lanzan una maldición contra los miembros de su
gens (tribu), los labdácidas.
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BANDO: Es ser piadoso sin duda honrar a los muertos; pero el que tiene la
llave del poder no puede tolerar que se viole ese poder. Tu carácter
altivo te ha perdido.
ANTÍGONA: Sin que nadie me llore, sin amigos, sin cantos nupciales. Nadie llorará
sobre mi suerte; ningún amigo se lamentará por mí.
Entra CREONTE
ANTÍGONA: ¡Voy a juntarme con casi todos los míos, a quienes Perséfone ya ha
recibido entre las sombras! ¡Allí mi llegada será grata a mi padre (mi
querido padre); grata a ti, madre mía, y grata a ti también, hermano
mío, bien amado! ¿Qué ley divina he podido transgredir? ¿De qué me
sirve, infortunada, elevar todavía mi mirada hacia los dioses? ¿Qué
ayuda puedo invocar, ya que el premio de mi piedad es ser tratada
como una impía? Si la suerte que me aflige es justa a los ojos de los
dioses, acepto sin quejarme el crimen y la pena; pero si los que me
juzgan lo hacen injustamente, ojalá tengan ellos que soportar más
males que los que me hacen sufrir inicuamente.
CREONTE: Por eso va a costar lágrimas a los que la conducen con tanta lentitud.
ANTÍGONA: ¡Oh ciudad de mis padres en el país tebano! Y vosotros, dioses de mis
padres, ya me están llevando. Nada espero. ¡Ved, jefes tebanos, a la
última de las hijas de vuestros reyes! ¡Ved qué ultrajes sufro y por
qué manos los padezco, por haber respetado la religión de los
Muertos!
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CUADRO OCTAVO
CORO: Dánae¹ también sufrió una suerte semejante cuando se vio obligada a
despedirse de la claridad del cielo en su prisión de bronce; encerrada
en una tumba, que fue su lecho nupcial, fue sometida al, yugo de la
Necesidad. Era, sin embargo, de ilustre origen, y en su seno
conservaba la semilla de Zeus. «Pero el poder del Destino es terrible,
y ni la opulencia ni Ares ni las torres de las murallas ni los obscuros
navíos batidos por las olas, pueden esquivarlo.
También fue encadenado el hijo impetuoso de Driante², el rey de los
Edones³, quien, en castigo de sus violentos arrebatos, fue encerrado
por Dioniso en una prisión de piedra. Y así purgó la terrible violencia
de su exuberante locura. El reconoció que era insensato atacar al dios
con insolentes palabras, pues intentaba poner término al delirio de
las Bacantes⁴ y apagar el báquico fuego y provocó a las Musas,
amigas de las flautas.
Viniendo de las rocas Cianeas⁵, entre los dos mares, se encuentran la
ribera del Bósforo y la inhospitalaria Salmideso⁶ de los tracios. Ares,
adorado en estos lugares, vio la cegadora y maldita herida que a los
dos hijos de Fineo⁷ infligió su feroz madrastra al reventar en sus ojos
las órbitas odiadas, armada no de una espada, sino con la punta de
una lanzadera y con ayuda de sus manos sanguinarias. Los
desgraciados, en el paroxismo de sus dolores deploraban la desgracia
de su suerte y el fatal himeneo de la madre de la que habían nacido.
1 En la mitología griega, Dánae (en griego Δανάη, ‘sedienta’) era una hija de Acrisio, rey de Argos y
Eurídice, hija de Lacedemón. Fue madre de Perseo con Zeus. A veces se le acreditaba la fundación de
la ciudad de Ardea en el Lacio.
2 Driante, rey de los Edones (3). Padre de Licurgo, gran legislador espartano.
3 Los Edones (o Edoni, Edonios, Edónides, griego antiguo Ηδωνοί) eran un pueblo tracio que vivió
principalmente entre los ríos Nesto y el Estrimón, al sur de Tracia, pero también habitaron al oeste
del Estrimón al menos hasta el río Axio. Los edones habitaban al norte del monte Pangeo, en el valle
del río Angites. Habitaron en la región de Migdonia antes de que hordas macedonias les expulsaran.
Hubo bastantes ciudades edonias, como Drabesco y Mircino.
4 Las bacantes (Βάκχαι) eran mujeres griegas adoradoras del dios Baco, conocido también como
Dioniso o Bromio.
5 En la mitología griega, las Rocas Cianeas, también conocidas como Simplégades o Rocas
coincidentes, eran un par de escollos que flotaban y entrechocaban aleatoriamente.
6 Salmideso era una ciudad de Tracia.
7 En la mitología griega, Fineo era el rey de Tracia. Existen diversas leyendas acerca de él, pero la
más corriente es que Fineo tenía dotes de adivino y sacrificó su vista para obtener la larga vida.
Helios, indignado por este hecho, le envió las Harpías para que lo atormentaran retirándole o
ensuciándole la comida cada vez que trataba de comerla.
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TIRESIAS: Jefes de Tebas, hemos hecho juntos el camino, ya que el uno ve por
el otro; pues los ciegos no pueden andar sino guiados.
TIRESIAS: Pues es preciso que sepas que la Fortuna te ha puesto otra vez sobre
el filo de la navaja.
TIRESIAS: Las que vas a oír y que los signos de mi Arte me han proporcionado.
Estaba en mi viejo asiento augural, desde donde observo todos los
presagios, cuando de repente oí los extraños graznidos de aves,
furiosos e ininteligibles; advertí en seguida, por el retumbante batir
de sus alas, que con sus garras y picos se despedazaban unas a otras.
Espantado, en el acto recurrí al sacrificio del fuego sobre el altar.
Pero la llama no brillaba encima de las víctimas; la grasa de los
muslos se derretía y goteaba sobre la ceniza, humeaba y
chisporroteaba; la hiel se evaporaba en el aire y quedaban los huesos
de los muslos desprovistos de su carne. He aquí, lo que me
comunicaba este niño: los presagios no se manifestaban; el sacrificio
no daba signo alguno: él es para mí un guía, como yo lo soy para
otros. Y esa desgracia que amenaza a la ciudad es por culpa tuya.
1 Bóreas (en griego Βορέας, ‘viento del norte’ o ‘devorador’) era, en la mitología griega, el dios del
frío viento del Norte que traía el invierno. Bóreas era muy fuerte y tenía un violento carácter a la
par. A menudo era representado como un anciano alado con barbas y cabellos desgreñados,
llevando una caracola y vistiendo una túnica de nubes. Su equivalente romano es el dios Aquilón.
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TIRESIAS: ¡Ay! ¿Es que hay alguien que sepa, hay alguien que conciba...?
1 Sardes, en otros idiomas Sardis (griego antiguo αἱ Σάρδεις, en jónico Σάρδιες, forma contraída
Σάρδῑς, lidio Sfard, persa Sparda) fue una antigua ciudad de Asia Menor fundada por el rey lidio
Giges (680-644 AC) como capital del antiguo reino de Lidia.
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CREONTE: ¿Te das cuenta de que tus palabras van dirigidas a tu rey?
CREONTE: Eres hábil adivino pero te estás dando el gusto de mostrarte injusto.
TIRESIAS: ¿De modo que crees verdaderamente que, al hablarte así, lo hago
sólo movido por el interés?
TIRESIAS: Pues bien, a tu vez es preciso que sepas que las ruedas rápidas del Sol
no darán, muchas vueltas sin que un heredero de tu sangre pague su
muerte otra muerte; porque tú has precipitado ignominiosamente
bajo tierra a un ser que vivía en su superficie y le has obligado a vivir
sepulcro, y por añadidura retienes aquí arriba un cadáver lejos de los
dioses subterráneos, sin honras fúnebres y sin sepultura. Y tú no
tienes derecho a hacer eso; ni tú, ni ninguno de los dioses celestes: es
un atropello que cometes; por eso las Divinidades vengadoras que
persiguen el crimen, las Erinias¹ del Hades y de los dioses, están al
acecho para envolverte en los mismos males que tú has infligido. Y
ahora mira si es la codicia la que inspira mis palabras. Se aproxima la
hora en que lamentaciones de hombres y mujeres llenarán tu
palacio. Contra, ti se concilian como enemigos todas las ciudades en
las que las aves de anchas alas, las fieras o los perros han llevado
restos despedazados de los cadáveres y un olor inmundo hasta los
hogares de esos muertos. Tales son los dardos que en mi cólera, ya
que me has irritado, he lanzado como un arquero infalible contra tu
corazón, y cuyas sangrantes heridas no podrás evitar.
1 En la mitología griega, las Erinias (en griego antiguo Έρινύες Erinúes, de etimología desconocida)
eran personificaciones femeninas de la venganza que perseguían a los culpables de ciertos crímenes.
También se las llamaba Euménides (en griego antiguo Εύμενίδες, ‘benévolas’), antífrasis utilizada
para evitar su ira cuando se pronunciaba su verdadero nombre. Según la tradición, este nombre se
habría empleado por primera vez tras la absolución de Orestes por el Areópago (descrita más
adelante), y más tarde se usó para aludir al lado benigno de las Erinias.
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CREONTE: ¿Eso crees que es lo que debo hacer? ¿Tú quieres que ceda?
BANDO: Sí, rey; y lo más pronto posible. La venganza de los dioses es rápida.
CREONTE: ¡Lo siento! Con gran pena, renuncio a mi resolución; pero, sin
embargo, sigo tus indicaciones.
BANDO: Ve, pues; corre, y no fíes el cumplimiento de estos cuidados más que
a ti mismo.
CREONTE: Voy al instante yo mismo. Vamos, corred, servidores, los que estáis
aquí y los que no estáis; corred con hachas en las manos hasta el
lugar arbolado que veis desde aquí.
Y yo, puesto que ya he cambiado de parecer, desde que con mis
manos até a Antígona, quiero ir en persona a libertarla. Me temo que
no sea lo mejor pasar la vida observando las leyes establecidas.
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CUADRO NOVENO
Entra un MENSAJERO.
MENSAJERO: ¡Oh vosotros que habitáis en los alrededores del palacio de Cadmo¹ y
el templo de Anfión²! No hay vida humana que yo pueda considerar
envidiable o digna de lástima mientras el hombre exista. La Fortuna,
en efecto, tan pronto ensalza al desgraciado como abate para
siempre al dichoso; nadie puede predecir el destino reservado a los
mortales. Creonte, hace poco, parecía a mi juicio digno de envidia:
había libertado de mano de sus enemigos a esta tierra cadmea;
poseía un poder absoluto, gobernaba la comarca entera, y unos hijos
nobles eran ornato de su raza. Y ahora ¡todo ha desaparecido!
MENSAJERO: Han muerto, y son los vivos los que los han hecho morir.
MENSAJERO: Se mató por su mano, enfurecido contra su padre por la muerte que
había ordenado.
MENSAJERO: Ya que así es, conviene pensar en todo lo que puede suceder.
1 En la mitología griega, Cadmo (en griego antiguo, Κάδμος) es hijo de Telefasa y de Agénor, y rey de
una tribu de Canaán. Su importancia radica sobre todo en ser el fundador de Cadmea, que
posteriormente llegaría a ser Tebas. Se atribuye a Cadmo la introducción del alfabeto en Grecia, al
igual que la del arado, la fundición de metales y la agricultura. Hay fuentes que atribuyen a Dánao la
introducción del alfabeto.
2 En la mitología griega Anfión (Ἀμφίων) es el gemelo de Zeto (Ζῆθος); ambos son hijos de Antíope y
Zeus.
A diferencia de otras mitologías, donde los gemelos marcan un carácter distinto entre ellos
compensando bondad con maldad, o egoísmo con altruismo, Anfión y Zeto simbolizaron todo lo
contrario, fueron un modelo de entendimiento entre hermanos, que en vez de presentar una
competencia entre ellos, representaba un ejemplo de compensación: mientras Zeto sobresalía en las
labores más rudas y manuales, como por ejemplo la ganadería, Anfión era el lado delicado,
aficionado a la música y el Arte.
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Entra EURÍDICE.
1 Llamaban Agua lustral al agua en que habían apagado un tizón ardiendo sacado de la hoguera de
un sacrificio. Atribuían a esta agua grandes virtudes y se servían de ella muy a menudo en sus
ceremonias, rociando al pueblo y otros objetos, al modo que se hace entre nosotros con el agua
bendita.
El uso del Agua lustral fue conocido de los egipcios, de los hebreos, de los etruscos, de los griegos y
de casi todos los pueblos de la antigüedad. La privación de esta agua entre los griegos era una
especie de excomunión: así es que Edipo, en Sófocles, no quiere que se dé al matador de Layo.
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BANDO: ¡No sé, no sé! Pero un silencio demasiado grande me hace presagiar
una desgracia inminente, lo mismo que grandes gritos me parecen
inútiles.
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BANDO: Pero he aquí al rey que llega en persona; trae en sus brazos la
evidente señal, si me está permitido expresarme así, no de la
desgracia ajena, sino de sus propias culpas.
MENSAJERO: ¡Qué serie de desgracias son las tuyas! ¡Oh mi amo! Si de una tienes
la prueba innegable en tus brazos, de otras verás el testimonio en tu
palacio: pronto tendrás ocasión de verlo.
CREONTE: ¡Ah, infeliz de mí! ¡Veo esta otra desgracia! ¡Sostengo en mis brazos a
mi hijo que acaba de expirar; y ahí, ante mis ojos, tengo ese otro
cadáver! ¡Ay!, ¡oh madre infortunada! ¡Ay!, ¡oh hijo mío!
MENSAJERO: Ante el altar se atravesó con un hierro agudo y cerró sus párpados.
Ella, al morir, sólo a ti te imputaba su muerte y la de sus hijos.
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MENSAJERO: Ella misma se hundió una espada debajo del hígado, así que supo el
deplorable fin de su hijo.
CREONTE: ¡Ay de mí! ¡Jamás se imputen estas calamidades a otro, pues he sido
yo, miserable; sí, yo he sido quien te ha matado, es la verdad! Vamos,
servidores, llevadme lejos de aquí; ya no soy nadie, ya no existo.
¡Que llegue, que llegue cuanto antes el más deseado de mis
infortunios trayendo el fin de mis días! ¡Que venga!, ¡que llegue, que
llegue para que no vea brillar otro nuevo día!
BANDO: Estos votos conciernen al futuro; ahora es del presente del que
debemos preocuparnos. Dejemos al cuidado de aquellos que de ello
tienen que cuidarse, lo demás que ha de venir.
BANDO: Por el momento no formules ningún voto, pues ningún mortal podrá
escapar a las desgracias que le están asignadas por el hado.
CREONTE: Llevaos, y muy lejos, al ser insensato que soy; al hombre, que, sin
quererlo, te hizo morir, ¡oh hijo mío, y a ti, querida esposa!
¡Desgraciado de mí! No sé hacia quién de estos dos muertos debo
dirigir mi vista, ni a dónde he de encaminarme. Todo cuanto tenía ha
caído y una inmensa angustia se abate sobre mi cabeza.
Se llevan a CREONTE.
FINAL
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