Magia y Artilugios Teatrales en La Cueva de Salamanca, de Juan Ruiz de Alarcón
Magia y Artilugios Teatrales en La Cueva de Salamanca, de Juan Ruiz de Alarcón
Magia y Artilugios Teatrales en La Cueva de Salamanca, de Juan Ruiz de Alarcón
en La cueva de Salamanca,
de Juan Ruiz de Alarcón
Magic and Theatrical Contraptions
in La cueva de Salamanca,
by Juan Ruiz de Alarcón
Lillian von der Walde Moheno
https://orcid.org/0000-0002-7468-5212
Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa
MÉXICO
[email protected]
Según estima Castro Leal, lo maravilloso se halla en una quinta parte de la pro-
ducción alarconiana1, sin que ello implique forzosamente “comedia de aparato”2,
como lo demuestra La prueba de las promesas en la que no se hace uso de la ma-
quinaria teatral para abordar el tema del encantamiento. He utilizado el sintagma
«lo maravilloso» y no el de «magicus» porque este último comúnmente se asocia
con la idea del Mal y refiere «lo sobrenatural ilícito o engañoso, de origen satánico,
diabólico»3, que es asunto que no se encuentra en La prueba de las promesas,
aunque sí en La cueva de Salamanca, pero problematizado e, incluso, relativizado.
Pienso que en los tratamientos alarconianos de lo maravilloso de alguna manera
incide la ideología religiosa imperante; recuérdese que la posición teológica pos-
tridentina prohíbe los conocimientos “ocultos”, los cuales consumen pensadores
que no los relacionan con el Mal. Para mí, Juan Ruiz de Alarcón se inserta en esta
corriente heterodoxa, pero no la defiende abiertamente para evitar ser censurado o,
peor aún, ser tachado de hereje4; de esta suerte, es factible descodificar determi-
nadas contradicciones o ambigüedades en La cueva de Salamanca como intentos
por encubrir el punto de vista autorial ante lo delicado o peligroso del tema del
saber proscrito.
De hecho, a lo largo de la trama de la comedia que nos ocupa no hay interven-
ción diabólica que en verdad sea evidente, y sí empleo de lo maravilloso natural y/o
científico. Hay que recordar que desde fines del siglo XV
natural or white magic had become a topic of great relevance and was highly
regarded as a most serious research approach, irrespective of what the Church
might have thought about it. They could defend it well […] because they refused to
associate this white magic with demons or the devil5.
7. Descripción de estos tipos en el capítulo de Zamora Calvo «La magia» (2016, pp. 69-124).
longitud y latitud
de los mares y las tierras.
Y por remate de todo
la arte mágica me enseña,
de cuyo efeto las causas
no alcanza la humana ciencia,
pues con caracteres, vemos,
y con palabras ligeras,
obra prodigios que admira
la misma naturaleza (vv. 697-728)8.
8. Las citas provienen de la edición de García Valdés; en alguna ocasión empleo la editio princeps por
así convenir a mi demostración.
9. Amezcua, 1992, p. 46. Hago notar que, a excepción de El Anticristo, también Alarcón dibuja positiva-
mente a los personajes que realizan portentos en otras obras, como La prueba de las promesas o La
manganilla de Melilla.
10. Campbell, 1989; Whicker, 1997.
11. En el sentido retórico: «[…] un shock psíquico que puede llevarse a cabo en formas y grados diferen-
tes» (Lausberg, 1983, § 84).
12. García Blanco, 1961, pp. 80-81. En relación con los conocimientos que abarca la filosofía oculta
remito a las páginas iniciales del trabajo de Montaner Frutos, 2016, así como al libro antes citado de Za-
mora Calvo, 2016. Sobre la conceptuación del mago como sabio, recuerdo que Giordano Bruno dijo que
«mago equivale a sabio», y que «[…] mago equivale a hacedor de maravillas mediante la sola aplicación
de los activos y los pasivos […] y a este género se le llama comúnmente magia natural» (Mundo, magia,
memoria, pp. 247 y 248). No obstante, también según Bruno, aplican el mismo término de magos a ‘sa-
bios’ y a los ‘maléficos’ que hacen pacto con el demonio, «[…] ciertos rudos, cual fue aquel que escribió el
libro De malleo maleficarum y así hoy en día lo usan todos los escritores de este género, como se puede
leer en las apostillas [y] los catecismos de ignorantes y delirantes presbíteros» (Bruno, Mundo, magia,
memoria, p. 251).
[…] esta comedia del escritor mejicano ofrece el interés de ser el primer relato
que incorpora a la leyenda de don Enrique ciertos aspectos que luego serán objeto
de análoga atención por parte de otros autores17.
Como se sabe, en el siglo XVII gusta todo aquello que permite no sólo «gozar
del asombro a través del oído […] también la sorpresa, lo novedoso e inesperado»18,
y tales son los objetivos que, mediante la incorporación de lo maravilloso, busca
Juan Ruiz de Alarcón en La cueva de Salamanca, junto con el de mover a risa. Para
cumplir dichos propósitos establece, por ejemplo, mecanismos que reposan en las
posibilidades técnicas que brinda el corral, aunque con escasa utilización de la tra-
moya, más decorado, disfraces, actuación. El dramaturgo se muestra muy conoce-
dor de estos artificios, pues los explica con esmerada precisión en sus acotaciones,
de tal manera que no parece comedia tan temprana como la han estimado Henrí-
quez Ureña (entre 1600-1608), Castro Leal (entre 1602-1608; revisada después de
mayo de 1613)19, Willard F. King («[…] quizá la primera de sus comedias»)20, entre
otros, si bien conforme con los análisis de versificación de Morley, al parecer tam-
poco es de madurez21; para Courtney Bruerton se compuso entre 1617 y 162022,
lapso que resulta convincente y que se adecua al auge del empleo de artificios de
alrededor de 1617 que indica Eugenio Asensio en «Tramoya contra poesía. Lope
Cae de lo alto una nube como manga, a raíz del vestuario, coge dentro a don Diego
y él se mete en el vestuario, y torna a subir la nube.
Muy probablemente la nube se halla cerrada para permitir ocultar la treta que
ordena el dramaturgo y que asegura la ideada ruptura con el realismo previo y,
gracias a todo esto, mover al público a la admiratio. Ruiz de Alarcón no vuelve a
utilizar la tramoya en la comedia, lo que notoriamente contrasta con la posterior El
Antichristo, en la que mucho vuelan los actores por el aire27.
Inmediatamente viene un recurso para la sorpresa, pues los espectadores sólo
ven a un personaje, Zamudio, que se esconde debajo de una mesa grande con
mantel: «Deste bufete / me amparo» (vv. 271-272). La instrucción de la inmediata
didascalia explícita es que el actor se introduzca por el escotillón «en medio del
teatro» (previamente, en acot. v. 201, se había solicitado colocar allí un bufete y,
encima, un candil), escotillón que es uno de los varios que había en el tablado del
corral28, y que el hueco se cubra. Los personajes Teniente y Chinchilla ingresan a
la pequeña casa de Enrico en búsqueda de los estudiantes, y con la acción de alzar
el mantel visualmente se transmite la idea de la desaparición mágica ejercida, la
cual se subraya con esta expresión en boca de Chinchilla: «Por Dios, que parece
encanto!» (v. 332). Una instrucción más prevé el dramaturgo para resolver la con-
clusión del portento: el actor debe ahora colocarse ―me imagino que con ayuda de
elevador― debajo de la mesa (acot. v. 314):
Brevemente señalo que en este primer tipo de procedimiento incluyo, con sus
particularidades, los prodigios maravillosos, de inmorales fines, de don Diego, pues
no se exhiben como ilusorios los elementos mágicos que se utilizan (cajón, estatua,
carta) ni los sucesos que acontecen (conversión de la efigie en don Diego e intento
de violación). Tampoco es imaginario el rescate a don García que lleva a cabo don
Diego; las maravillas que en el pasaje aparecen efectivamente inciden en la que
la trama plantea como la “realidad”. Tal vez aparte deba considerarse a la magia
adivinatoria de Enrico, que se apoya en «la judiciaria astrología» (v. 2264)29, pues no
parece actuar sobre lo real sino revelarlo para un tiempo futuro mediante un obje-
to vuelto mágico, de vieja raigambre: el espejo (vv. 2251-2278). Sobre este objeto
maravilloso tradicional traigo a colación, como ejemplo del ámbito intelectual, al
«doctor admirable» Roger Bacon, de quien
Francisco Pic dice haber leído en su libro de las seis ciencias, que un hombre po-
dría profetizar las cosas futuras, mediante un espejo llamado por Bacon, Almuche-
ti; compuesto según las reglas de perspectiva, mientras se sirvan de él, añade, bajo
una buena constelación y después de haber templado su cuerpo con la alquimia30.
Y más adelante,
ZAMUDIO ¡Ahí!
ENRICO ¡Pagaréismela, a fe mía!
ZAMUDIO Aquí no os valió la ciencia (vv. 1244-1258).
ZAMUDIO Señores,
contra estudiante gorrón,
salmantino socarrón,
non [praestant] incantatores31 (vv. 1273-1276).
Y viene un «Presto lo veréis» (v. 1277) en voz de Enrico, que es enunciado que
da pie a posteriores burlas mediante magia de los ofendidos. Cabe destacar el si-
guiente diálogo entre don Diego y los magos, que da lugar a la observación del
plano mágico desde el real; en efecto, se erige una construcción metateatral en la
que además de autores, estos personajes son «mirantes»32 de otro que actúa: el
gracioso.
monte, para lo cual se cubría de hiedra y de ramaje33, algún arbusto de cartón o tal
vez otros pintados en lienzos o en la cortina34, más un río dibujado en lienzo largo
que simule el Tormes, y peñascos de cartón, al menos uno muy grande en el que
se esconde una persona con disfraz de león. Todo estaría en una misma zona del
tablado, junto con los objetos útiles que son un canastillo cubierto, una bota y una
mesa construida para permitir un truco. Así la prolija didascalia de Ruiz de Alarcón
para la representación del primer hechizo contra el gracioso:
33. Y, quizá, el lateral que ven espectadores «recubierto por un lienzo pintado de “monte”». Así se ordena
para alguna obra (Ruano de la Haza, 2000, p. 98).
34. Ruano de la Haza, 2000, pp. 189-190.
35. Como en la edición que cito la acotación se fragmenta en partes, reproduzco aquí la de la princeps,
que modernizo.
36. Conforme con Cicerón (Sobre el orador, lib. II, 58, 236), lo ridiculum consiste en «lo feo y lo deforme»
(turpitudine et deformitate).
Desde antiguo el pueblo bajo cree que los dientes de ahorcado producen pasión
amorosa de índole sexual, y se emplean en conjuros; además, no faltan brujas o he-
chiceras que los relacionan con Lucifer38, que es asunto de magia baja que rechaza
el representante de la alta magia:
Bibliografía