Benavente, Jacinto - La Fuerza Bruta - Comedia en Un Acto y Dos Cuadros (

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JACINTO BENAVENTE

//
V

A FUERZA BRUTA
COMEDIA

en vlzi eucto 37* d.os cuadros, ©rigfianstl.

Copyright, bv Jacinto Benauenie, 1909

MADRID
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
Núñez de Balboa, 12.

1909
i. ' ; , v . i
\
JUNTA DELEGADA
DEL
TESORO ARTÍSTICO

Libros depositados en la
Biblioteca Nacional
> -
Procedencia
'

N.° de la procedencia

2£a .-

LA FUERZA BRUTA
Esta obra es propiedad de su autor, y nadie po¬
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla
en España ni en los países con los cuales se hayan
celebrado, ó se celebren en adelante, tratados inter¬
nacionales de propiedad literaria.
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clusivamente de conceder ó negar el permiso de re¬
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Queda hecho el depósito que marca la ley.

Droits de représentation, de traduetion et de re-


production reserves pour tous les pays, y compris
la Suéde, la Norvége et la Hollando.
LA FUERZA BRUTA
COMEDIA

en nn acto y d.os cvi.a-d.ros

ORIGINAL DE

JACINTO BENAVENTE

Estrenada en el TEATRO LARA el día 10 de noviembre


de 1008.

MADRID
IMPRENTA DE LOS SUCESORES DE HERNANDO
Calle de Quintana, núm. 33.

1909
REPARTO

PERSONAJES ACTORES

NELL. Srta. Pardo.


SOR SIMPLICIA. » Moreno.
MAD. HENRI. » Alba.
MAD. RICHARD. » TOSCANO.
DIANA. Sra. Ortiz.
BERTA. Srta. Otero.
FRED. Sr. Puga.
BOB. » Mora.
HUGO. » Mata.
DICK. » Barraycoa.
CAYETANO. » Simó-Raso.
MR. RICHARD. » Romea.
MR. HENRI. » Rubio.
EL GRAN RAJÁ. » Pacheco.
UN GROOM. » De Diego.
UN NEGRO. » Enríquez.
UN ENFERMERO. » PÉREZ INDARTE.
UN CRIADO DEL CIRCO » Acevedo.
UN CAMARERO. » VlNDEL.

■Derecha é izquierda, las del actor.


CUADRO PRIMERO
Salón de descanso para los artistas en un circo. Gran puerta al foro que
figura da á la pista. Laterales á derecha é izquierda que figuran ser de
los cuartos de artistas y dependientes.

ESCENA PRIMERA

Aparece al levantarse el telón un CRIADO. Después sale por el foro un


GROOM. Después sale Mr. RICHARD por la izquierda, que figura ser la
entrada de la calle. Antes de levantarse el telón se oirá un número de
música como los que tocan en los circos. Á poco de levantarse el telón
dejan de tocar y sale el Groom por el foro.

Groom Mais q’est que vous faites la, ¡vite la bar¬


riere!
Criado Ya va... Ya va...
Groom ¡Mais madame atend!
Criado Pues que espere madame.
Groom ¡Tas de fainants!
Criado ¡Eh! ¡Cuidado con lo que se dice! Yo en¬
tender.
Groom Je m’en plaindrai a la direction. On vous
mettra á 1' amen de. *
Criado Nuestra obligación no es asistir á los en¬
sayos.
Diana (Dentro.) ¡John! ¡John!
Groom ¡Madame!
Diana (Dentro.) Mais j’attend depuis una heure,
¡Vite la barriere!

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— 6 —

Groom ¡Tout de suite, madame! Mais, vous en-


tendez.
Criado ¿Pero qué barrera quiere? Todas las ba¬
rreras están á componer en la carpinte¬
ría...; todas las noches se rompen las
barreras. (Sale por la izquierda, último
término, Mr. Richard.)
Criado Buenos días.
Groom ¡Bonjour, monsieur!
Mr. Rich. ¿Es madame quien ensaya?
Groom Sí, señor... Solamente faltan las barre¬
ras. Madame ensaya en el caballo nuevo...,
el gran saltador.
Mr. Rich. ¿Es por esto que ha pedido la música?
Groom ¡Oui, monsieur!... Mas sin la barrera...
Mr. Rich. ¿Pero no tiene puesta la barrera? ¿Por
qué madame no tiene puesta la barrera?
Criado Las barreras están todas rotas... Han ido
á la carpintería.
Groom Entonces madame no puede ensayar
nada; es inútil de ensayar sin barrera.
Mr. Rich. Está bueno; usted entonces le diga que
no puede ensayar..., que no hay barreras.
Groom C’est bien, monsieur. C'est madame qui
ne vas pas etre contente. (Vase por el
foro.)
Criado La barrera está...., pero como usted nos
tiene dicho que no demos nada de lo que
pida esa señora...
Mr. Rich. Sí, sí... Está bueno así. Nada que ella
pide... Yo quiero que se enfada mucho y
que ella se marcha pronto. Número caro,
número que no gusta nada... Yo quiero
que ella quite de aquí lo más pronto.
(Sale un Camarero por el último término
de la izquierda con una bandeja con copa
y botella con cognac.) Pone ahí..., pone
todo... (El Camarero lo deja todo sobre una
mesa qu^ habrá á la derecha.) ¿Qué otros
son al ensayo esta mañana?
(Vase el Camarero por donde entró.)
Criado Los Henri con el corona nuevo..., y el
Indio ha pedido también ensayo... Por
eso hemos venido para sacar la jaula...
Mr. Rich. Pero es él que paga este servicio; la Di-
— 7

rección no tiene cuenta con esto... Es él


que pide los criados..., es él que paga.
Diana (Saliendo por el foro vestida de amazona
con su látigo en la mano.) Good morning,
Mr. Richard.
Mr. Rich. Good morning to you; solamente porque
me habla usted inglés, si usted es españo¬
la... como yo...
Diana Cualquiera sabe de dónde es ni lo que
habla... Usted ha visto que hoy tampoco
he podido ensayar con mi caballo salta¬
dor. No diga usted después que el público
se cansa de ver lo mismo... Por lo demás,
este público no es nada inteligente. No
distingue de una cocotte de esas que ni
saben tenerse á caballo y trabajan por el
son de la música, de una verdadera ecu-
yere como yo, que aprendí la equitación
en la Escuela Imperial de Viena.
Mr. Rich. Sí, sí; yo sé todo esto...; solamente el pú¬
blico no sabe y todas las noches usted
sale á la pista y el público pum, pum,
pum... (Acompañando la acción á la pala¬
bra, dando con los nudillos en la mesa.)
Esto es fastidioso para mí y para el pú¬
blico.
Diana No me ha sucedido en ninguna parte. En
Viena, en Berlín, en Londres, en San Pe-
tersburgo..., la pista se llenaba de flores.
Mr. Rich. Es por esto que no hay más flores.
Diana Por fortuna quedan pocos días para ter¬
minar mi contrato. Será inútil que me
hable usted de renovarlo.
Mr. Rich. ¡Oh, no, no!... Yo no renueva nada; yo soy
muy triste, pero el público..., usted ve...
Pum, pum, pum. (Como antes.)
Diana El público ó alguien que paga para eso.
Mr. Rich. ¡Oh! Esto son tonterías... Nadie paga por
esto... El público es que paga.
Diana Como todos los artistas de la Compañía
me tienen envidia...
Mr. Ricii. En mi Compañía nadie tiene envidia. Mi
Compañía es muy seria... Es la fantasía de
usted... Solamente los números de caba¬
llos fastidian. Yo lo sabía bien, pero he
— 8

querido saberlo mejor; es por esto que


yo contraté á usted. Pero nunca más ca¬
ballos, nunca más.
Diana Como esto no es un circo...
Mr. Rich. Usted diga...
Diana Como esto que se hace aquí no es arte...
Mr. Rich. Usted diga... No es arte á mi circo..., los
primeros artistas del mundo..., números
de ocho mil y de nueve mil francos.
Diana Números de teatro, pero no de circo; aquí
no hay artistas, aquí los artistas sobramos.
Mr. Rich. Pueda, pueda.
Diana Voy á vestirme... Y ya sabe usted, no es
culpa mía: esta noche el número de
siempre. 1
Mr. Rich. Sí; ya sé, ya sé; el de siempre. Pum, pum,
pum. (Como antes.)
Diana Comprenda usted que mi reputación está
sobre todo eso. (Llamando.) ¡John! ¡John!
Groom (Saliendo por el foro.) Madame.
Diana ¡Venez m’habiller!
Groom Quand vous voudrez, madame.
(Entra en el cuarto del primer término
izquierda Mme. Diana seguida del Groom.)

ESCENA II

Mr. RICHARD y Mr. HENRI, que sale por el último término ele la
izquierda.

Mr. Henri ¡Oh, monsieur Richard! ¿Cómo va?


Mr. Rich. Muy bien, monsieur Henri; á la disposi¬
ción de usted.
Mr. Henri ¿Madame Richard también está bien?
Mr. Rich. Sí, muy bien; á la disposición de usted.
¿Madame Henri?
Mr. Henri No tardará en venir con las niñas.
Mr. Rich. Usted, ¿quiere tomar una cosa?...
Mr. Henri Gracias; no...
Mr. Rich. Sí, hombre, sí; usted tome alguna cosa.
(Acercándose á la puerta del último térmi¬
no izquierda.) ¡Eh! ¡Aquí uno! (Sale el Ca¬
marero.) Diga al café de traer... ¿Qué quie¬
re usted tomar, hombre?
— 9 —

Mr. Henri Una cerveza.


Mr. Rich. Una cerveza... muy fresca... (Vase el Mozo.
Se sientan los dos á cada laclo de la mesa.)
¿Usted viene á ensayar ahora?
Mr. Henri Sí..., con el nuevo artista... Ya le tenemos
contratado... Ya muy bien... Estoy conten¬
to... Usted no quiere creerlo, pero los
artistas españoles son los primeros del
mundo.
Mr. Rich. Yo no digo nada... Pero usted pone nom¬
bre inglés en los carteles. (Sale el Cama¬
rero con una bandeja con copa y botella de
cerveza, la cual deja sobre la mesa y de la
que bebe Mr. Henri. Vase el Camarero por
el mismo lado que salió.)
Mr. Henri Por el público, por los empresarios...
Pero mi troupe siempre ha sido de artis¬
tas españoles... Y usted me dirá si no es
un número acrobático de primera fuerza,
como puede serlo los Sheffer, los Montro-
ses, los Kremos.
Mr. Rich. . Sí, sí. Solamente usted ha perdido mucho
con la falta de ese muchacho. Era un sal¬
tador muy fuerte...; al público gustaba
mucho... Lo demás, no digo que está mal;
pero usted no tendrá modo de contratar
otro saltador tan fuerte. El pobre Ered
era el talento que usted tenía. Ahora us¬
tedes no pueden trabajar en un gran cir¬
co, hasta tener más ensayado su número.
Es por esto que yo no renueva su contrato.
Mr. Henri Yo le aseguro que muy pronto no se
notará para nada la falta de Fred. El nuevo
es también un talento. Sabiendo buscar...
y con mis lecciones... Yo he hecho gran¬
des artistas... Todos mis hijos..., los hijos
de mi señora..., estos que ahora tengo que
no son mis hijos... Yo encuentro siempre,
y siempre en España... El artista francés
será más elegante, el inglés más seguro,
el alemán más fuerte, el americano más
intrépido...; pero la sangre, el calor..., el
fuego del artista español, no se encuentra
en ningún otro... Por esto son los prime¬
ros saltadores del mundo.
10 —

Mr. Rich. ¿Y cómo está el pobre Fred? Yo estuve


tres veces al hospital..., solamente me
pone triste..., yo le di algún dinero. Todos
dicen que la pierna está perdida. Usted
ve..., todos creimos el golpe una tontería.
Mr. Henri Así es... ¡La desgracia! Yo me he roto las
piernas, los brazos, la cabeza, y nunca me
ha pasado nada. Y este muchacho al pri¬
mer golpe...
Mr. Rich. Y ahora, el pobre hombre... no pueda
ganar más su vida... ¿No tiene una pen¬
sión de la Mutual de artistas?
Mr. Henri Ha sido un loco... No pagaba su cuota...
Ahora no tendrá nada... Yo le dejaré
algo..., sus compañeros también. Pero yo
no puedo hacer más.
Mr. Rich. Naturalmente. Tampoco yo puedo. Es una
desgracia que uno no puede evitar y que
uno puede tener. Yo sólo he caído una
vez, cuando era artista... Fue mucha for¬
tuna; caí sobre el público...

ESCENA IH

Dichos, DIANA y el GROOM, que salen por la primera izquierda. Ella


vestida con traje para la calle.

Diana (Dando una llave al Groom.) Preñez la


clef. Monsieur Henri. (Vase el Groom por
el último término izquierda.)
Mr. Henri Mademoiselle...
Diana ¿Y madame?
Mr. Heniu Está bien. Aquí la espero. ¿Ha ensayado
usted?
Diana ¡Oh, no...; no es posible ensayar aquí! Us¬
ted sabe cómo va todo en esta especie de
barraca.
Mr. Rich. ¡Hum!
Diana No veo el día de terminar mi contrato.
¿Ustedes terminaron anoche?
Mr. Henri Sí. Y hoy nos vamos.
Diana ¿Dónde van ustedes?
Mr. Henri Por ahora no es posible trabajar más que
11 —

en pequeños circos, hasta reforzar de nue¬


vo el número.
Diana A propósito: ¿cómo va el pobre Fred? Ya
le diría á usted que estuve un día á verle
en el hospital. ¡Pero es tan triste! Por to¬
dos lados enfermos que se quejan. No he
tenido valor para volver.
Mr. Henri Nosotros vamos hoy, por última vez, á
decirle adiós. Un mal cuarto de hora que
pasaremos.
Diana Sí..., es muy triste... ¿Ha quedado inútil,
por supuesto?
Mr. Henri Inútil.
Diana . ¡Qué lástima! ¡Tan joven y tan simpático
el pobre Fred! ¿Será usted tan amable de
entregarle de mi parte...? (Dándole un bi¬
llete.)
Mr. Henri Muchas gracias, mademoiselle Diana.
Diana Es todo lo que puedo hacer. Despídame
usted de madame Henri, y de las niñas
y sus compañeros..., y no le digo adiós...,
hasta la vista. El mundo es muy grande,
pero siempre se encuentra uno por el
mundo. Esta es la tercera vez que nos en¬
contramos; no será la última.
Mr. Henri Sin duda... Hasta la vista, mademoiselle,
y buena suerte.
Diana Hasta la vista, y buen viaje. Mr. Richard,
hasta la noche.
Mr. Rich. Hasta luego. (Vase por último término iz¬
quierda.) ¡Oh! ¡Qué grulla! Yo he sido ro¬
bado. ¡Dos mil francos por mes y el núme¬
ro no gusta nada! Los dos caballos son
como se diga aquí dos kamelgos..., la se¬
ñora... otro kamelgo... Yo he sido robado.
Mr. Henri He aquí el gran Rajá.
Mr. Rich. Éste es otro... ¡Especie de apache!
12 —

ESCENA IV
Dichos, RAJÁ y el NEGRO, que salen por el último término
de la izquierda.

Raja Bueno día, siñor. f


Mr. Rich. Bonjour.
Negro Bueno día.
Raja Mucha calor.
Negro Voy ver los liones, siñor.
Raja Ya..., va... (Vase el Negro por el foro.)
Mr. Rich. ¿Y por qué usted va así vestido á la calle?
Yo tengo ámi contrato que usted va siem¬
pre de indio. Esto es bueno para el nego¬
cio, para la reclame.
Raja Sí, siñor... Ma io no puedo ir vestido
oriéntale; todos miran é todos vienen tras
de mí.
Mr. Rich. Es lo que yo quiero.
Raja Ma yo no quieri... Yo quieri andar mi
gusto á la calle...
Mr. Rich. ¿Ya usted á ensayar? ¿Por qué quiere us¬
ted ensayar hoy?
Raja Los liones necesitan. Anoche la liona no
era contenta y me ha mordido la bota;
entonse yo necesito ensayar para casticar
la liona : yo no puedo casticar delante del
público...; no es bonito. Hora yo la casti¬
go : mucho palo... La ñera e la mukere...
sono lo mismo...: se pasa una, ya no se
puede má con ella. Yo he tenido mucha
fiera y mucha mukere... Yo sé cómo si
domestica.
Negro (Saliendo por el foro.) Siñor, los liones son
prestos.
Raja Va..., va...; siñor..., siñor... (Se va acompa¬
ñado del Negro por el foro.)
/

— 13 —

ESCENA Y
Mr. HENRI y Mr. RICHARD

Mr. Henri Mucho se retrasa mi familia.


Mr. Rich. No tiene prisa... Ahora ensaya el salvaje.
Mr. Henri ¡El gran Raja indio! Como se anuncia. ¿Y
de dónde es en realidad, usted sabe?
Mr. Rich. Yo me creo que él es un árabe de Arge¬
lia... Él era criado de un domador y le
compró estos leones. Usted ha visto. ¡Yo
he sido robado! Tres mil francos por mes...
y los leones son cuatro gatas. Y este hom¬
bre no hace más que beber...; siempre sale
á la pista perdido... Esto no puede ser. Un
artista no puede beber así. Cuando yo era
artista nunca he bebido quince minutos
antes de trabajar.

ESCENA VI

Dichos; HUGO, DICK y CAYETANO, que salen por el último término


de la izquierda.

Mr. Henri Ya están aquí mis artistas.


Hugo Buenos días, monsieur Richard.
Dick Salud, monsieur Richard.
Mr. Henri ¿Cómo habéis tardado tanto?
Hugo Éste no parecía. Se había dormido.
Cayetano Estaba cansado.
Mr. Henri ¿De trabajar?
Cayetano De no dormir... Qué sé yo el tiempo que
no dormía en una cama. En el verano ya
se sabe... La posa de la estrella.
Mr. Rich. ¿Este señor es el nuevo artista?
Mr. Henri Éste es... ¿Qué le parece á usted?
Mr. Rich. No parece muy fuerte.
Mr. Henri Síes fuerte, sí. ¡Yen aquí tú!... ¿Cómo dia¬
blos te llamas? No me acordaré nunca...
Cayetano Cayetano, para servir á usted, y á usted.
Mr. Henri ¡Oh! Eso no es un nombre... Cayetano no
es posible... Ya te daremos otro.
Cayetano Como usted quiera.
Mr. Henri Acércate. Yea usted, hay musculatura.
— 14 —

Mr. Rich. Sí, sí...


Mr. Henri Ahora, que llevará tanto tiempo sin co¬
mer... ¿No es verdad?
Cayetano Ya ve usted... Cuando se, podía... Última¬
mente en los Docks, iba aí rancho...
Mr. Rich. ¿Y usted dónde aprendió la gimnástica?
Cayetano Con otros compañeros... En las tapias del
Retiro..., en algún desmonte... He traba¬
jado ya por los pueblos y en un cine, y
me tienen aplaudido.
Mr. Henri Eso es nada. Ahora es cuando será un ar¬
tista... como Hugo, como Dick; pero hay
que trabajar firme. A ver si hoy nos salen
bien todos los trucos.
Cayetano Sí, señor; hoy he comido bien..., me he
comido yo solo un bisté muy superior.
Mr. Rich. Y hay que aprender á saludar gracioso, á
tenerse bien á la pista y á la barrera : ele¬
gante siempre.
Hugo Ya va aprendiendo. Á ver, saluda. (Cayeta¬
no hace un saludo exagerado.)
Mr. Rich. ¡Oh, no es todavía eso! Más elegante, más
artístico... Usted necesita vestirle de otro
modo..., ahora parece un náufrago.
Mr. Henri Ya lo vestiremos... Cuando él pueda pa¬
garse de su trabajo. Ahora tiene que ha¬
cerse los trajes de artista. Yo le he dado
un fuerte anticipo..., pero él ha preferido
comprarse joyas. Vea usted, gran cadena,
una sortija...
Cayetano La cadena sí es buena, me ha costado tres
duros; cuando tenga reló pa acompañar¬
la... La sortija no es buena, pero apa¬
renta otro tanto; sobre todo de noche
reluce.
Mr. Henri Bueno; vamos á ensayar, que falta tiem¬
4 po. Luego hemos de ir al hospital á des¬
pedirnos de Fred, y á las siete es la mar¬
cha. ¿Y mamá y las niñas?
T)ick Se quedaron arreglando los bagajes. Ven¬
drán en seguida.
Mr. Henri (Al ver entrar á Mme. Richard.) ¡Ah, mada-
me Richard! ¡Madame! (La saluda y se va
detrás de Hugo, Dick y Cayetano, que hacen
mutis por el foro.)
15 —

ESCENA VII
Mr. RICHARD y Mme. RICHARD, que sale por la izquierda.

Mad. Rich. (Saludando.) ¡Henri!... (Dirigiéndose á Ri¬


chard.) ¡Richard!
Mr. Rich. ¿Qué?
Mad. Rich. Tú bebes siempre. Esto me disgusta mu¬
cho. Yo vengo de la Contaduría. Las rece¬
tas van de mal en peor. Anoche 667 pese¬
tas con 55 céntimos. ¡No es posible el ne¬
gocio! Los artistas caros, el público bara¬
to..., tú bebes siempre. Tendré yo que
ponerme á la Dirección, á la Contaduría,
á todas partes. Todo el mundo es á robar¬
te..., todo el mundo te engaña... ¡Tú eres
un hombre sin ningún carácter..., ¡Ri¬
chard!...
Mr. Rich. ¡Ah..., la señora! Deja, deja... Yo sé lo que
es el negocio; un día malo, otro día
bueno.
Mad. Rich Tú eres un artista, pero no eres un nego¬
ciante... Mi primer marido era que enten¬
día el negocio... Nadie podía engañarle
nunca...
Mr. Rich. ¡Tonterías!

ESCENA VIII

Dichos; Mme, HENRI, NELL y BERTA, que salen por el último término
de la izquierda.

Mad. Hen. ¡Madame! ¡Monsieur Richard! ¿Y Henri


no ha venido?
Mr. Rich. Sí, madame. Es á la pista. Y mis bonitas
amigas... Ya no tendré más placer de
verlas...
Mad. Rich. Cierto. Hoy parten ustedes... Mis mejores
deseos, madame Henri.
Mad. Hen. Voy muy triste, madame Richard. Con¬
tratos que no valen nada. Con la desgra¬
cia de Fred...
Mad. Rich. Sí..., una desgracia.
*
— 16 —

Mad. Hen. Y gastos, madame Richard..., gastos. Con


sn permiso, voy á ver ensayar al nuevo
discípulo... Henri está contento... Ámí me
parece poco artista... ¡Fred valía mucho!
No tardéis en vestiros. También tenéis
que ensayar.
Mr. Rich. Yo voy con usted para ver el nuevo ar¬
tista.
Mad. Rich. Yo voy á recorrer por todo. Una tiene
que cuidar de todo. Todo el mundo es á
robar. Mi marido no tiene ningún carác¬
ter... (Mme. Henri y Mr. Bichará se van por
el foro. Mme. Bichará por la izquieráa7)

/ ESCENA IX

BERTA y NELL

Berta ¿Vamos á vestirnos?


Nell ¡No, yo no ensayo!
Berta ¿Vas á estar siempre triste? ¿Vas á acor¬
darte siempre de Fred?
Nell ¡Como nadie se acuerda! Es infame, es in¬
fame... ¡Dejarlo así abandonado cuando
ya no puede ganar su vida!
Berta ¿Y qué puede hacerse? Nadie tiene la cul¬
pa... Es una desgracia que nos puede ocu¬
rrir á todos... Monsieur Henri nos paga
nuestros servicios.
Nell ¿Nos paga?... Nos explota... ¡Y el pobre
Fred! No; yo no tendré valor para despe¬
dirme. No iré con vosotros.
Berta El contrato que firmó tu padre con mon¬
sieur Henri ha terminado. Eres libre de
renovarlo.
Nell Ya lo sé... Hoy quería él renovarlo á la
fuerza. El bruto de Hugo me amenazaba.
¡Como ya no está Fred para defenderme!...
Berta ¿Y por qué no has de querer áHugo?
Nell ¡Porque me repugna! ¡Es un bárbaro, un
grosero!... Para él no hay más que la fuer¬
za bruta!
Berta Fred, ¿no era lo mismo? Á puñetazos dis¬
putó con Hugo tu cariño. Él pudo más
entonces... Ahora es muy justo que Hugo
quiera el desquite..., y lo tendrá.
Nell Como no iré con vosotros...
Berta ¿Qué dices?
Ni¿ll No, no; me quedaré aquí. Aunque me
muera de hambre. Yo no abandono á
Fred.
Berta ¿Y qué va á ser de ti con un hombre que
no puede ganar un sueldo?
Nell Yo puedo ganarlo... Yo trabajaré por los
dos.
Berta ¿Tú sola? No pienses locuras. Olvida á
Fred. Te tendrá más cuenta. Hugo será
muy pronto director de la troupe... Tiene
dinero guardado... En cuanto termine su
contrato con monsieur Henri todos ire¬
mos con él. Tendremos más sueldo... Tú
serás su mujer» Llegarás á ser dueña de
un circo..., como los Richards... Tendréis
vuestros dinero en el Banco de Londres...,
vuestra casa de campo cerca de París... ¡El
sueño de todo artista!
Nell ¡Si todo ha de ser con Hugo!
Berta ¿Y con Fred, entonces? ¡Bello porvenir!
Como bohemios, de feria en feria..., por¬
que no puedes aspirar á otra cosa.
N ELL Yo no tengo ambiciones... Así andaba con
mis padres, de feria en feria, por los ca¬
minos..., en un carro..., y era mi vida ale¬
gre...
Berta ¡Buen provecho!... ¿No ensayas?
Nell No.
Berta Voy á vestirme. (Viendo á Bob que sale por
la izquierda). Bob te hará compañía...
También éste está enamorado de ti... ¡Otro
porvenir!
Nell ¡Quién sabe! (Vase Berta por el foro.)
I

— 18 —

ESCENA X

NELL BOB con su perro, qxie sale por la izquierda último término.

Nell ¡Hola, Bob!


Bob ¡Oh, señorita Nell! No esperaba verla á
usted más.
Nell ¿Y pensabas no despedirte de mí?
Bob ¿Para que? Para estar más triste... Tengo
el gusto de presentar á usted á mi nuevo
discípulo.
Nell (Mirando al perrito.) ¡Es horrible!
Bob Muy inteligente... No tengo otros ami¬
gos... Voy solo por el mundo... Es muy
triste trabajar así...
Nell Antes tenías un compañero.
Bob Mi hermano..., verdadero hermano...Siem¬
pre habíamos trabajado juntos... Pero hubo
una mujer por medio..., una mujer que
decía quererme á mí y le quería á él. ¿Por
qué no dijo antes que le quería á él, aun¬
que á mí no me lo hubiera dicho nunca?...
Nell Porque le querría después... ¿Te dejaron
solo, pobre Bob?
Bob Se fueron juntos y se llevaron mis alha¬
jas, mi dinero... Pude ponerlos en la cár¬
cel, pero era mi hermano..., y yo estaba
más triste que enfadado... Desde enton¬
ces estoy solo.
Nell ¿Y no has vuelto á enamorarte de ningu¬
na mujer?
Bob Quería no haberme enamorado más. Pero,
usted sabe... que yo sí estoy enamorado...;
usted se ríe de mí...
Nell No...; lo que hago es no creer en ese amor.
Bob Sí, es verdad... Decir: quiero mucho, quie¬
ro mucho..., no es bastante para creerlo.
Pero yo no puedo más que decirlo... ¡Si
pudiera hacer más!...
Nell ¿Una prueba muy grande de cariño? ¿Tú
serías capaz de darme una prueba muy
grande de cariño?
19 —

Bob Yo sería capaz de la más grande prueba


de cariño...
Nell ¡Ja, ja!
Bob ¿Usted se ríe de mí?
Nell Me río... porque me parece oírte, cuando
en la pista te preguntan: «¿Usted es un sal¬
tador muy fuerte?», y tú contestas : «Sí,
señor; yo soy el más fuerte saltador del
mundo...» Pero ahora no es cuestión de
fuerza, Bob. Es decir, sí..., de otra fuerza...
Has contestado muy pronto. Yo sé que
no eres capaz de quererme... como yo
quiero.
Bob Todo lo que usted quiera; todo lo que us¬
ted pida de mí... Usted no dude nunca.
No hay nada en el mundo que yo pueda
querer como usted.
Nell ¿Y serías muy dichoso de no separarte de
mí nunca?
Bob ¿Qué dices? No es verdad... Lo dices por
burlarte, por dejarme más triste.
Nell No. Serás tú el que no quieras... Ha termi¬
nado mi contrato con los Henri; yo no
voy más con ellos.
Bob ¿Qué dices?
Nell Si tú quisieras venir conmigo...
Bob ¿Pero dices verdad?
Nell Tú con tu trabajo..., yo con el mío del
alambre y del trapecio... y otros que yo
aprendería..., y sin necesidad de contra¬
tarnos... iríamos de lugar en lugar..., en
un carro con un caballo ó una muía, por
esos caminos..., y trabajaríamos donde
nos pareciera..., libres como el aire..., sin
que nadie nos mandara... Para vivir sería
lo bastante.
Bob Sí..., sí...; los dos juntos, los dos solos...
Nell ¡Solos no, Bob!
Bob Solos ahora...; luego... ya sé yo que no...
Vendrían pequeñitos artistas, toda una
troupe..., que yo enseñaría...
Nell ¿Ves como no queremos lo mismo? ¿Ves
como no eres capaz de todo?
Bob Entonces...
Nell No, no... Ya sé que no es posible; sé que
\

20

es un sueño mío; se que es demasiado pe¬


dir al cariño de un hombre.
Bob No: dime todo. Has dicho que no iríamos
solos. ¿Quién vendría?
Nell ¡Fred!
Bob ¡Todavía le quieres!
Nell Y si no le quisiera todavía, ahora más que
nunca... Tú eres el que no debías querer¬
me... ¿Veis cómo sois los hombres? Me
prefieres con mal corazón, con tal que ese
corazón no sea de otro...
Bob Pero entonces sería él..., tú serías suya...
¡Y Bob siempre solo!
Nell No..., no; con todo mi cariño..., un cariño
de hermana, un cariño de hija..., el cariño
más grande..., porque te debería más que-
la vida. Y Fred sería tu hermano..., inca¬
paz de hacerte traición como el otro...
Bob No era preciso; tú empiezas por decir que
es á él á quien quieres.
Nell Y esa verdad... concluye con tu cariño...
¡Ya lo sé! ¡Adiós, Bob! No nos veremos
más.
Bob ¡No, Nell!
Nell ¿Yes como no eres tan fuerte como tú
creías?
Bob Sí, Nell, lo soy... Iremos juntos..., vendrá
Fred con nosotros, trabajaremos para él...
Yo seré dichoso con veros dichosos...
Pero... ¡Pero pobre de él si no te quiere
como tú le quieres! ¡Ah! Entonces sería
la fuerza bruta... ¿Estás contenta? ¿Tienes
ya una prueba bastante de mi cariño?
Nell ¡Oh, Bob! ¡Cómo voy á quererte!... ¡Cómo
vamos á quererte todos! Hoy iremos á ver
á Fred. Le diremos nuestro pensamiento.
¡Estará tan triste! Hoy que todos le dejan...;
sus compañeros, sus amigos de los días
felices... ¡Mi pobre Fred, mi pobre inváli¬
do, que hubiera tenido que pedir una li¬
mosna! ¡Yo no creía que serías tan bueno,
que me querías tanto!
Bob Yo no lo creía tampoco. Nunca es uno tan
malo ni tan bueno como cree... Ya ves, yo
debía alegrarme de verte alegre..., y lio-

— 21 —

ro... Yo debía estar triste de ver cómo le


quieres..., y estoy alegre... El corazón
cuesta trabajo á domesticar... Pero sería
el único animal que yo no hubiera do¬
mesticado.

ESCENA XI

Dichos y HUGO, que sale por el foro.

Nell ¡Oh!
Hugo ¿Qué dice Berta? ¿Que no quieres ensa¬
yar? ¿Que no renuevas tu contrato?
Nell No...; ya lo sabe Henri..., ya lo sabes tú.
Hugo ¡Nell! Firmarás el contrato.
Nell No firmaré, no... Ya estoy libre...; mi pa¬
dre ha muerto..., soy dueña de mí.
Hugo (Cogiéndola de las manos.) Te digo que
firmarás.
Bob (Interponiéndose.) Suelta, suelta...
Hugo ¿Qué te importa á ti?
Bob (Defendiendo á Nell.) Me importa, porque
Nell viene conmigo. Hemos firmado nues¬
tro contrato.
Hugo ¿Contigo?... ¡Ah! ¿Es una broma? Ven, fir¬
marás ahora mismo. (Volviéndola d coger
de las manos.)
Nell (Pidiendo auxilio á Bob.) ¡Bob! ¡Me haces
daño! ¡Suelta!
Bob (Interponiéndose entre los dos.) Suelta,
digo...
Hugo ¡Ah, es en serio! Veremos entonces...; pre¬
fiero entenderme con un hombre. (Se dis¬
ponen á pegarse Hugo y Bob.)
Nell No... Bob... Hugo... ¡Socorro!
Bob Tienes más fuerza..., pero te mato.
N kll No, Bob...; eso no... ¡Socorro! (Se agarran
Hugo y Bob, y á los gritos de Nell salen
lodos, unos por el foro, y por el último tér¬
mino izquierda otros.)
%

— 22 —

,i • ■ ' .«

ESCENA ÚLTIMA

Dichos y todos, que salen corriendo á separar á Hugo y Bob.

Todos ¿Qué sucede?


Mr. Rich. ¿A mi circo un escándalo?
Mr. Henri ¡Separadlos!... ¡Se matan!
Mad. Rich. ¡Esto es por no tener tú carácter!
Mad. Henri (Separando á Hugo de Bob.) ¿Qué es esto,
Hugo?
Hice ¿Estás herido?
Berta ¿Qué es esto, Nell?
Raja ¡Siñor..., siñor!...
Bob Ven conmigo, Nell; ven conmigo... Por
ti... soy más fuerte que todos. (Llevándose
á Bell abrazada. Telón rápido, y durante
la mutación del cuadro se oirá otro número
de música de circo.)

Mutación.
23

CUADRO SEGUNDO
Galería de un hospital. Grandes ventanas con cortinas azules; por una do
ellas se ve las copas de los árboles de un jardín, y por los montantes
el cielo muy azul de una tarde de verano.

ESCENA PRIMERA
SOR SIMPLICIA, sentada en una silla baja, cosiendo y con un gran costo
de ropa al lado. FRED, cojeando, apoyado en una muleta y sentándose en
un sillón do paja.

Fred Buenas tardes, hermana.


Simplicia ¡Oh, señor Fred!... ¿Cómo vamos?
Fred Ya lo ve usted, hermana..., bien... Dicen
que muy bien... Estoy dado de alta... No
tardaré en irme... ¡Pero cuando no sabe
uno adonde ir!...
Simplicia No tiene usted prisa. Tiene usted pagada
otra semana..., y aunque así no fuera, no
creo que habrían de despedirle ;i usted.
El director es muy bueno..., y todo el
personal...; no tendrá usted queja de na¬
die..., si se exceptúa de mí, que bien pu¬
diera usted tenerla..., pero usted me per¬
donará.
Fred Todos han sido muy buenos conmigo.
Los módicos y las hermanas. A todos les
estoy muy agradecido, y á usted también,
hermana... Nunca me lia querido usted
decir su nombre.
Simplicia Es que usted no quiere llamarme como
me llaman todos. Si no me enfado... Díga¬
melo usted... Sor Simplicia.
Fred Yo sé que es una broma; yo no me atre¬
vería nunca....
Simplicia El doctor Núñez..., un santo con el genio
muy fuerte...; ha habido muchos santos
con el genio fuerte...; un día que se impa¬
cientó por una torpeza mía..., tuvo mucha
razón...; me distraigo tantas veces..., fue
24 —

el que me llamó así... ¡Pero esta Sor Sim¬


plicia!... Todos se echaron á reir... Siem¬
pre hace reir que haya alguno que se
atreva á decir lo que todos piensan, sin
atreverse á decirlo. Yo me sentí mortifi¬
cada... y, por lo mismo, quise que no me
llamaran de otro modo... Ahora ya no me
mortifica; al contrario, me agrada... Sor
Simplicia... Si por tener más laces había
de caer en el pecado de soberbia..., más
me quiero simple. Si no es que de puro
simple caigo también en ofensa de Dios.
Fred Pues si usted le ofende, hermana, ¿qué
haremos los demás en el mundo?
Simplicia ¿Y usted no va ahora con su familia?
Fred No es mi familia. Yo estaba contratado
con ellos... Ellos se irán..., seguirán traba¬
jando..., contratarán á otro en mi lugar...
Anoche debió terminar aquí su contrato...
Espero que vendrán á despedirse... Yo
desearía que no vinieran.
Simplicia ¿Y usted no tiene familia?
Fred No; es decir, sí..., tengo alguna..., pero hay
algo peor que no tenerla...
Simplicia Es verdad...
Fred No he pensado, no quiero pensar lo que
será de mí... Un ser inútil.
Simplicia Eso no... No hay que desesperarse... Usted
servirá para otros trabajos.
Fred Si no sirvo para nada... Si no sé nada,
fuera de mi arte... En eso sí..., en eso era
yo algo... ¡Mi doble salto mortal!...
Simplicia ¡Sí..., sí...; exponer su vida á cada momen¬
to! Ya ve usted si pudo usted perderla.
Ya sé que ustedes trabajan porque es su
oficio, el que aprendieron ustedes... Pero
no comprendo que haya gentes que se di¬
viertan á costa de quien arriesga su vida
para vivir... Y ¿ustedes no tienen ningu¬
na pensión, ningún seguro para estas
desgracias?...
Fred Sí..., tenemos una Sociedad de socorros...,
pero yo no pensaba..., no me cuidó de
eso... Era joven, fuerte..., nunca he sabido
guardar..., todo lo que ganaba era de mis
25

compañeros, lo gastaba con todos alegre¬


mente... Ahora viviré de limosna, si quie¬
ro vivir.
Simplicia ¿Qué dice usted? ¿Si quiere usted vivir?
¿Pues ha pensado usted otra cosa?... Usted
puede ganar su vida..., sabe usted muchos
idiomas...
Freo Todo mal... No sé apenas escribir..., no sé
de cuentas..., no sé de nada, y luego una
persona... así..., siempre es desagradable...
Parece que está uno señalado por la mano
de Dios...
Simplicia ¡No hable usted así, hermano! Con dolo¬
res del cuerpo ó del alma, cuando Dios
nos señala..., tal vez nos escoge...

ESCENA II

Dichos y el ENFERMERO, que sale por la derecha del segundo término.

Enfermero Señor Fred.


Fred ¿Qué hay?
Enfermero Su familia viene á visitarle... Ya les he
dicho que está usted muy bueno..., que le
han dado de alta...
Fred ¿Pueden pasar?
Enfermero Sí..., ya sabe usted que tienen permiso á
cualquier hora... Yo no sabía dónde esta¬
ba usted. Voy á avisarles. (Vase por la
segunda derecha.)
Fred No se levante usted, hermana... No tienen
que decirme ningún secreto..., y no dirán
tampoco nada que usted no pueda oir.
Simplicia Ya lo sé..., no es que yo me asuste...
Fred Es la despedida...
Simplicia Un poco triste. Lo comprendo... Pero us¬
ted tendrá valor... Un hombre fuerte...
Fred ¿Dónde están mis fuerzas? Yo no había
llorado nunca..., y ahora...
Simplicia Ahora es cuando hay que ser fuerte...
(Vase por la segunda izquierda.)

*
— 2G —

ESCENA III

FRED, MAD. HENRI, Mr. HENRI, BERTA, HUGO, DICK y CAYETANO;


todos salen por la segunda derecha.

Mr. Henri ¡Fred! ¡Un abrazo!


Mad. Henri Ya nos han dicho que estás bien del todo.
Hugo ¡Hola, Fred!
Berta ¿Estás más contento?
Dick ¿No sientes ya nada?
Fred Sí..., sí... ¡Estoy muy bien, ya lo veis... Mi
pierna es lo único..., es todo...
Mr. Henri Pero ¿andar... puedes ya?
Fred Sí...
Mr. Henri Vamos á ver..., levántate...
Fred No..., dejadme... No quiero andar. No
quiero que me veáis, no quiero verme...
Es muy triste, muy triste...
Mad. Henri Vamos, Fred... Con el tiempo puedes cu¬
rar del todo.
Fred No..., no... Yo sé que no. No me han enga¬
ñado. ¿Y Nell? ¿No viene Nell?
Mr. Henri ¡Nell! Buena pieza... No sabes..., la seño¬
rita...
Fred ¿Qué?
Mr. Henri No ha querido renovar su contrato... Ha
firmado con Bob..., el clown..., ese imbé¬
cil...; se marcha con él.
Fred No.
Mad. Henri Sí. ¡Se aman! Una linda pareja. Con el tra¬
bajo de los dos, gran porvenir. ¡Morirse
de hambre! ¡Títeres de feria!
Hugo Ahí tienes... Por esa mujer pudimos ma¬
tarnos. ¡Nosotros, dos camaradas, dos
amigos!... N
Mr. Henri Es verdad... ¿Qué os decía yo? No hay
mujer que valga la pena de reñir con un
amigo... Todas son iguales...
Mad. Henri Todas, no... Esa Nell, yo dije siempre que
era una Santa Nituche..., y no me he en¬
gañado... Por supuesto, porque tú no tie¬
nes carácter.
Mr. Henri Ya has aprendido de madame Richard...
— 27

Pero yo no soy monsieur Richard, y no


te consiento como él á su mujer.
Mad. Henri Tú has debido obligarla á dejar sus vesti¬
dos, su equipaje, todo..., todo... No hace
un mes la regalé un sombrero, un som¬
brero mío..., comprado á Marsella.
Hugo Y yo una sortija.
Dice Y yo un pañuelo de seda para el alambre...
Mr. Henri Y así agradece nuestros regalos... y el
haber hecho de ella una artista para que
ahora...
Fred Anoche terminaron ustedes con mon¬
sieur Richard...
Mr. Henri Sí, anoche, y hoy salimos..., no te digo
para dónde; es un pequeño circo...; ahora
no es posible otra cosa. Ya te escribire¬
i mos, te enviaremos programas.
Fred Escribirme, sí..., pero programas no me
envíen ustedes...; no quiero saber nada de
mi arte... ¡Me daría mucha tristeza! De
modo que hoy...
Mr. Henri Sí, hoy... Y lo siento, pero no podemos
detenernos mucho.
Fred ¿Tiene usted ya mi substituto?
Mr. Henri Sí... Este joven. Yen acá, tú...; aún no he
pensado cómo he de llamarte... Es de
aquí...; un aficionado... No va mal..., si se
aplica... Aquí tienes á Fred. ¡Si fueras lo
que él ha sido!...
Cayetano Yo creo que sí.
Fred ¿Domina ya la doble pirueta á caer sobre
los hombros, y después el salto de cos¬
t
tado?
Cayetano Sí..., todo eso...; ahora voy con el doble
salto... Eso es difícil.
Fred ¿Y los saltos leones y los de cabeza, y el
doble fiip flap?
Cayetano Sí, sí..., todo; voy con todo eso. Yo haré
todo lo que haga cualquiera otro.
Mr. Henri No va mal, no va mal. Estoy contento.
Bien, querido Fred... Yo no quisiera que
hubiera llegado este instante.
Mad. Henri Tú sabes que has sido un hijo para nos¬
otros... Yo os miro á todos como á hijos
míos...; pero tú sabes cómo están los ne-
28 —

gocios... Tu desgracia nos cuesta este año


una pérdida de doce mil francos.
Mr. Henri No hables de eso.
Mad. Henri No lo digo por nada...; yo hubiera dado
ese dinero con más gusto por no separar¬
me de Fred...
Mr. Henri No digas nada. Fred... (Dándole un sobw
con billetes de Banco.) Aquí tienes algo
que hemos reunido entre todos. Monsieur
Richard me dió cincuenta francos; made¬
mo i se lie Diana, otros cincuenta...; lo de¬
más es nuestro. Con esto puedes procu¬
rarte algún descanso, y más adelante, ya
sabes...; si no tuvieras nada..., nosotros
siempre...; tú nos escribes...; ya sabrás de
nosotros...
Mad. Henri Sí, sí; todos te escribiremos.
Berta Yo te mandaré postales de todos los si¬
tios...; las más bonitas que encuentre.
Mr. Henri Bueno... Un abrazo muy fuerte á todos...
y no hay que emocionarse. ¡Fred! (Dándo¬
le un abrazo.)
Mad. Henri (Abrazándole.) ¡Hijo mío! Tú no sabes...
No..., yo no puedo.
Berta (Besándole.) Un beso, Fred, un beso á tu
buena hermana.
Fred Adiós, Berta... Sé muy dichosa... Y no seas
como Nell.
Mad. Henri ¡Eso no!... Á ésta no se lo consentiríamos.
Hugo ¡Fred! Yo no me acuerdo de nada... ¿Y tú?
Fred De nada..., ni de ella... (Se abrazan los dos.)
Dice (Abrazándole.) Nosotros no hemos reñido
nunca, ¿verdad?
Fred Nunca.
Dice Conmigo nadie riñe. Yo me río de todo.
Cayetano En lo que yo pueda servirle..., Cayetauo...;
donde vayan estos amigos, me tiene á su
disposición..., un servidor y un amigo...
de corazón, ¿eh?, de corazón para todo lo
que se ofrezca. He tenido mucho gusto y
un verdadero sentimiento en verle de esa
conformidad... No le digo más; de cora¬
zón; ¿eh?, de corazón. (Estrechándose los
dos las manos.)
Fred Gracias... Adiós..., adiós todos. No salgo
29

con ustedes porque no quiero andar...; des¬


de allí les despido ahora... ¡Adiós! (A Ber¬
ta y Mine. Henri, que le vuelven á abrazar.)
Mr. Hetn’ri Vamos... Tú, Berta. Tú... ¡Ah, las muje¬
res!... ¿No me veis á mí? ¡Fred! ¡Ea! Id
saliendo... Adiós, Fred... Adiós... (Le vuel¬
ve á abrazar. Se van todos por la segunda
derecha muy emocionados, y Berta y ma-
dame Henri llorando. Fred se levanta y se
asoma á la ventana para despedirlos, sen¬
tándose luego en el banco, llorando con
desesperación.)

ESCENA IV

FRED, después SOR SIMPLICIA, que sale por la segunda izquierda.

Simplicia ¡Hermano..., hermano!... Bien es que los


despida usted con tristeza..., pero no con
desesperación.
Fred Es la vida, toda mi vida que se marcha...
¿Qué es esto que queda aquí? Ellos vuel¬
ven á su vida, la que era toda mi vida, y
yo no puedo seguirlos. Se acabaron los
días alegres..., el reir con los camaradas..;,
el competir con los rivales las noches
gloriosas, los aplausos del público..., que
le hacen á uno olvidarse de todo, por los
que daría uno la vida y sería uno capaz
de arrojarse de lo alto del circo al centro
de la pista... si supiera uno que en vez de
un grito de espanto... sería un clamor de
admiración... el que oyéramos al estre¬
llarnos...
Simplicia ¡Qué horror! No quiero oirle. ¡Tanto pue¬
de esa vanidad del aplauso!...
Fred Y ahora..., ¿qué soy? ¿Qué puedo? ¿Soy
yo éste?... Este cuerpo mío que yo podía
lanzar como una saeta en el aire..., estas
piernas mías que eran como resortes de
acero, estos brazos que eran unas veces de
hierro y otras de pluma, como alas de pá¬
jaro... Ahora al rincón, la máquina destro-
30 —

zada, el juguete roto... y toda esta ruina


sobre mi juventud..., y yo como el obrero
que ve hundirse sobre su cuerpo el edifi¬
cio que levantaba, enterrado vivo entre
sus escombros. ¡Todo mi cuerpo desplo¬
mado sobre mi corazón!...
Simplicia Nada pesará sobre el corazón si sabemos
ponerle alas... Entonces, él solo nos alzará
sobre todas las penas del mundo. (Miran¬
do hacia la derecha.) Alguien le espera,
señor Fred. (Vase por la segunda iz¬
quierda.)

ESCENA V

Dichos; NELL y BOB, por la segunda derocha. Bob con un perrito


pequeño.

Fred ¡Nell!... ¡Oh! ¡Nell!


Nell Yo.., sí..., no me esperabas... Te habrán
dicho que no vendría á verte, ¿verdad?
Fred Yo no quería creerlo...Esperaba que ven¬
drías á despedirte de mí..., á pesar de
todo...
Nell ¿A pesar de todo?
Fred No, no hablemos de nada, Nell; basta con
verte. ¿Qué puedo yo pedir? .. ¿Cómo iba
yo á pensar en sacrificarte?... Ya sé... Sed
muy dichosos.
Nell (A Bob:) ¿Ves como él no es un egoísta?
Bob Pero vas á hacerle creer... Mira, yo quiero
decirte...
Fred ¿Qué?
Nell No le liabas caso. Teme que estés enfada¬
do con él.
Fred ¿Yo? No... ¿De que puedo yo quejarme?
Nell ¿Ves como es más tuerte que tú?
Bob No le atormentes más...
Nell ¡Calla! Sabíamos que los Henri venían á
despedirse... Esperamos á verlos salir.
¿Qué te han dicho?
Fred ¿Qué han de decirme? Que no habías re¬
novado tu contrato con ellos.
Nell Están furiosos... Hugo quería matarnos...
— 31 —

Bob Aquí está la prueba... (Señalando el carde¬


nal que tiene en el carrillo izquierdo.) Pero
él también ha llevado algo. Sólo que yo
soy más leal... No le di en la cara. La fiso¬
nomía debe respetarse, y más en un artista
que vive de presentar su cara al público.
Fked No me dijeron que habíais reñido. Me di¬
jeron que ibais juntos, que os casabais.
Esto no me lo dijeron; lo supongo yo.
Nell Sí, sí; nos casaremos, iremos juntos...
Bob ¡Nell! Que va á llorar.
Nell ¿Qué te parece, Fred, qué te parece?
Fhed ¿Seguís con Mr. Richard?
Nell No. Bob termina dentro de cuatro días su
contrato, y entonces será otra vida... No
queremos sujetarnos á empresas ni á di¬
rectores...; queremos trabajar libremente,
alegremente, aunque se gane menos. Com¬
praremos un carricoche con su buena
muía, á menos que no sea un buen caba¬
llo, y compraremos un gran reflector con
sus cristales de colores y de figuras para
presentar yo la mariposa fantástica y la
danza del fuego y de las flores. Bob lleva
todos sus animales amaestrados, ya los
conoces, y un nuevo discípulo.
Bob Muy inteligente... Quiero darle una edu¬
cación clásica, á propósito para las gran¬
des ferias en que hemos de trabajar. Le
enseñaré á pararse delante de la mucha¬
cha más bonita del corro y de la comadre
más vieja. Le enseñaré á saltar por los
españoles y á no saltar por los franceses.
Nell Porque no te hemos dicho que nos iremos
por esos caminos, de pueblo en pueblo y
de feria en feria, con un gran tambor y
una trompeta para anunciar nuestra lle¬
gada y nuestras funciones. Donde veamos
gente curiosa y con ganas de distraerse,
nos detendremos; cuando nadie salga á
recibirnos ó nos reciban con caras foscas,
pasaremos de largo. «¡Gente imbécil!—les
diremos - , ¡no sois dignos de nuestro
arte!» Yo te aseguro que no nos faltará
l v i para vivir, y hasta ahorraremos algún di-
— 32 —

ñero, y entonces ya podremos tener un


gran circo ambulante y toda una Compa¬
ñía, y ya iremos á ciudades de importan¬
cia..., y después tendremos un circo nues¬
tro, de planta, como el de Mr. Richard...;
seremos propietarios, tendremos dinero
en un Banco, como los Henri... Yo me
compraré unos pendientes de brillantes
y Bob una gran sortija... ¿Qué te parece,
Fred, qué te parece?
Fred ¡Un bonito sueño! ¿Por qué no? Sois jóve¬
nes, sois fuertes..., lleváis vuestro cariño,
vuestra alegría...
Nell ¿Verdad? ¿Qué piensas tú? ¿No querrías
venir con nosotros?
Frkd ¿Con vosotros? Sí, para titiritero de pue¬
blo aun pudiera servir... Mi cojera les ha¬
ría gracia... Me dejaría caer. Bob me pe¬
garía bofetadas en sus pantomimas... Y si
no servía de otra cosa, podría ser el que
tocara el tambor y la corneta, y gritaría
desde lo alto del carro : «¡Lleguen, lle¬
guen!... ¡Suceso nunca visto!... La bella
Nell y el extraordinario Bob y el no me¬
nos extraordinario Fred, el artista con
una sola pierna, y su colección de fieras,
y...» (Nell y Bob se quedan muy tristes.) ¿Os
habéis quedado serios? ¿Ni para eso pue¬
do serviros? ¿Verdad?
Bob Nell... No seamos crueles. Ven aquí. Si lo
que tú no sabes es que Nell te está ator¬
mentando para reirse luego de ti...
Fred ¿Qué?
Bob Que tú vienes con nosotros..., con ella; que
es á ti á quien ella quiere, como te quería
antes; que eres tú el que se casa con ella...;
que es por ti por quien ha dejado á los
Henri, y sólo por ti ha pensado que yo os
acompañe, y yo voy con vosotros por ti
y por ella, y por mí también, porque
estoy muy alegre, muy alegre. ¿Pues qué
habías creído, que yo era capaz de venir
aquí para atormentarte?
Fred No, no te burles. ¡Nell!
Nell Sí, Fred, eso, eso... ¿Crees que yo podía
33 —

abandonarte ahora como esa gente que


te explotaba, que yo era como ellos?
¡Cómo me querías entonces si has podido
creerlo! ¿Y te resignabas á perderme? ¿No
te importaba que yo quisiera á otro?... No,
Fred; iremos juntos, siempre juntos. Bob
es nuestro hermano, y seremos muy di¬
chosos. El trabajo será alegre, como jue¬
go de niños; nuestras risas y nuestras
canciones alegrarán los caminos largos y
los días penosos...
Fred ¡Nell!... No te burles... Si ahora es cuando
creo que me engañáis, ó que es todavía
el delirar de mi fiebre, allí, entre enfer¬
mos y agonizantes..., cuando yo creía ver-
te junto á mí, como ahora..., y creía oirte
estas mismas palabras..., y me veía conti¬
go, como tú dices, por caminos muy lar¬
gos que se perdían muy lejos; pero nos¬
otros eramos felices y nada nos importa¬
ba del camino... Y no ha sido mi delirio...,
tú lo pensabas también... No; eso no se
piensa... Ha sido tu corazón, Nell. El tuyo
también, mi buen amigo. Habéis tenido
lástima de mí, del inútil, del desgraciado.
Nell No, Fred. Es mi cariño, el de siempre.
¿Creiste que podía faltarte?
Fred ¡Tu cariño! Gracias, Nell, gracias.
Nell No es así como debes hablarme; yo quie- -
ro verte alegre.
Fred Sí..., sí... Es que me parece mentira, pero
veo que no... Está aquí mi pierna rota para
decirme que es verdad todo, que no estoy
soñando.
Bob ¡Yaya, vaya!... Un director de Compañía
no puede perder el tiempo. Quedas con¬
tratado... Esta misma, tarde saldrás de .
aquí. Ya estás bueno, y esto es muy triste.
Nell y yo vendremos á buscarte en un
coche. Ahora tenemos que ocuparnos en
mil asuntos. Comprar un trapecio, el re¬
flector..., un buen alambre. Entrar en tra¬
tos con el carro y la muía, sin olvidar el
tambor y la trompeta. Vamos, Nell... Mien¬
tras Fred se despide aquí de todos y re-
3
34

coge su ropa, nosotros despachamos esos


asuntos. Además, Ninchi tiene hambre.
Entraremos en un café y tomará algo.
¿Verdad, Ninchi? (Dirigiéndose al perro.)
Ninchi dice que sí. Es muy inteligente.
Nell ¿Pero estás triste? ¿Es que eres tú el que
me ha olvidado?
Fred ¡Nell!
Bob Vamos, vamos. En seguida estamos de
vuelta... Tú ya lo tendrás todo dispuesto...
¡Ah! Los preparativos para la boda no los
he descuidado tampoco. Yo soy el padri¬
no, y ese día seré yo el que grite, como
si ya anduviéramos por las ferias: «¡Lle¬
guen, lleguen, suceso extraordinario!
¡Gran pantomima trágica! El matrimonio
por amor de la bella Nell con su enamo¬
rado Fred, apadrinados por el desopilan¬
te Bob, el que á falta de suegra ofrece á
los recién casados toda su colección de
animales amaestrados y sin amaestrar.
¡Lleguen, lleguen!»
Nell ¡Estás triste, Fred; estás triste!
Fred Te digo que no. Es que quisiera reir, sal¬
tar...; sí, me pondría á dar saltos. Pero ya
es sólo mi corazón el que puede dar sal¬
tos... aquí, encerrado en este pobre cuer¬
po inútil.
Bob Hasta ahora, Fred, hasta ahora. Vamos,
Nell, vamos.
Nell Hasta ahora, Fred, hasta ahora... ¿Verdad?
Fred Sí. Hasta ahora. (Vanse Nell y Bob por la
segunda derecha, ella sollozando, procuran¬
do contener el llanto.)

ESCENA VI

fred y después el ENFERMERO por la segunda derecha con un lío


de ropa.
t

Fred No, no puede ser. No me encontrarán


cuando vuelvan. (Llamando hacia la iz¬
quierda.) Hermana... ¿Dónde está?... Her¬
mana...
35

Enfermero Aquí tiene usted sus ropas. Yo lo tenía


todo preparado, porque creí que se iría
usted con los otros compañeros..., con los
que yo creía que era su familia de usted.
Ahora me han dicho esos jóvenes que se
irá usted con ellos, que vendrán en segui¬
da á buscarle.
Fred Sí, sí... Haga usted el favor de buscar un
coche...
Enfermero ¡Si han dicho sus compañeros que ellos
traerán uno!...
Fred No. Yo saldré antes que ellos vuelvan.
Ahora mismo. ¿Está el director? Deseo
despedirme. Y de las hermanas, de todos.
¡Todos han sido tan buenos conmigo!...
Cuando vuelvan esos jóvenes les dice us¬
ted que ya no estoy aquí, que les escri¬
biré. No, no diga usted nada; que ya no
estoy aquí...; nada más...
Enfermero Está bien. Voy á ver si está el director eii
su despacho... Y de paso avisaré á la her¬
mana. (Deja el lío de ropa sobre el banco y
vase por la segunda izquierda.)

ESCENA VII

FRED y SOR SIMPLICIA, que sale por la segunda izquierda.

Fred (Al ver salir á Sor Simplicia.) Buscaba á


usted para despedirme.
Simplicia ¿Cómo?... ¿Sale usted hoy?
Fred Sí, ahora mismo...
Simplicia ¿Con tanta prisa? ¿Por qué no espera us¬
ted la visita del doctor?...
Fred ¿Para qué, si ya me ha dicho que podía
salir cuando quisiera?
Simplicia Eso sí; pero como hace un momento no
pensaba usted... Ahora parece como si
huyera usted de aquí.
Fred Es verdad... Y eso es, huyo.
Simplicia Pero ¿qué motivos...? Usted perdone si
soy indiscreta...: ¿ha podido influir en su
determinación la visita que ha tenido us¬
ted ahora?
— 36 —

Fred Sí. Esa joven que usted ha visto...


Simplicia Es Nell, ¿verdad?
Fked ¿Sabe usted su nombre?
Simplicia Ha venido otras veces á verle á usted..., y
la ha nombrado usted tanto cuando deli¬
raba con la fiebre...
Fred Sí..,, ella es... Yo me creía olvidado, creí
que ya no pensaría en unirse á mí..., creí
que quería á otro hombre... Me había re¬
signado á todo...
Simplicia Y ahora...
Fred Ahora es ella quien viene á ofrecerme su
cariño, toda su vida, su pobre trabajo de
artista, á compartir su suerte conmigo,
que de nada sirvo... Y yo no puedo acep¬
tar ese sacrificio, esa limosna de compa¬
sión..., porque es una limosna ese cariño.
Simplicia ¿Nada más? ¿Hay alguna palabra ó jura¬
mento que pueda obligarla?
Fred No. Yo nada podría exigir...; nada podría
obligarla.
Simplicia ¿Cree usted sincero ese ofrecimiento?
Fred Sí, lo es...; ahora lo es... Pero su corazón
puede engañarse. Sacrificarse así por un
ser inútil que será un estorbo en su vida...
Yo no puedo ser tan egoísta.
Simplicia Egoísmo es no aceptar el bien que nos
ofrecen, acaso porque no estamos segu¬
ros de poder corresponder con nuestra
gratitud.
Fred ¿Mi gratitud?... Yo pagaría con mi vida.
Pero ¿qué vale ya mi vida? Mi vida y todo
mi cariño no bastan á pagar ese sacrificio.
Simplicia Donde hay amor no hay sacrificio... Por
amor á Dios consagramos nosotras la vida
á los enfermos y desvalidos... Muchas ve¬
ces recibimos insultos en pago. No nos
verá usted tristes por eso ni pesarosas.
Fred Por amor de Dios... Sí... Ustedes esperan
el cielo en recompensa de su sacrificio...
Simplicia Es verdad... ¿Pero usted cree — ¡Dios me
perdone! — que aunque no hubiera cielo
habríamos equivocado el camino? Yo soy
tan dichosa en esta vida que á usted le
parece de sacrificio, que muchas veces
37 —

considero que si no fuera la bondad de


Dios infinita, no debiera aspirar á mejor
premio. Por eso no se me ocurre nunca
que sean los pobres enfermos los que
han de agradecerme nada. Yo á ellos sí,
que al servirles en lo que pueden mis
fuerzas, me permiten servir á Dios. ¡Ojalá
pudiéramos llevar tanta salud á su cuerpo
y tanta paz á su espíritu como ellos traen
al nuestro! No dude usted en aceptar ese
cariño ó esa compasión. Si es por amor...,
no será sacrificio; si es por bondad, con¬
sidere usted que, al aceptarlo, es cuando
damos valor al bien que nos hacen... Se
creía usted abandonado de todos; tal vez
pensaba usted en morir... ó en matarse...
¿Cree usted que con desaparecer para
siempre pagaría usted mejor ese sacrifi¬
cio que con aceptarlo y ser dichoso?...
¡Oh, señor Fred; es que toda su vida y
todo su arte, y tal vez todos sus amores...,
no tenían más alma que su cuerpo fuerte
de acróbata!... Hay algo más que la fuerza
bruta... Sus fuerzas no bastan ya para sos¬
tenerle... Necesita un apoyo... Era usted el
hombre fuerte... Pensaría orgulloso ser el
que protege, tal vez el que tiraniza á la
mujer enamorada que hoy le ofrece sus
brazos para sostenerle. Es su orgullo de
usted el que se resiste á aceptar un cariño
que ahora parece protección... ¿No es eso?
Confiéselo usted. Es su orgullo. No tema
usted. Las mujeres somos humildes ante
los débiles, y á nuestra fuerza le damos
nombres de dulzura, de amor, compasión,
caridad...

ESCENA ÚLTIMA

Dichos; NELL y BOB por la segunda derecha. Este último sin el perro.

Fred ¡Nell!
Nell Sí, yo soy... Yo conocí en tu tristeza, en
38

el modo de despedirnos... Se lo dije á


Bob al salir. Fred no nos espera. Fred
\ huye de nosotros. Por eso le hice que
volviéramos pronto. Y era verdad... Sé
que ibas á marcharte. ¿Es que ya no me
quieres? ¿Es que no crees en mi cariño?
Bob Ni en mi amistad..., que es doble..., porque
es por los dos...
Fre d Creo en vuestro sacrificio..., en vuestra
bondad...
Nell Sacrificio, no, Fred. ¡Si somos tan dicho¬
sos!... ¡Si nunca he sentido una alegría tan
grande!...
Bob Ni yo..., ni yo... Pensabas salir de aquí tú
solo...
Simplicia No. Les esperaba á ustedes y saldrá con
ustedes ahora. Ya vendrá usted otro día
á despedirse de todos. Es que el señor
Fred no comprendía que para los débiles
y los desgraciados pueda haber compa¬
sión ni cariño sin un gran sacrificio, y
no quería que usted se sacrificara, que en
vez de esposa enamorada fuera usted
acaso su hermana de la Caridad. Yo he
procurado convencerle de que aun así...
sería usted dichosa. Cierto que yo sólo
podía hablarle por el amor divino... Pero
¿que amor, si merece ese nombre, no va
siempre hacia Dios como de Dios viene?
Nell No, ya no te soltamos. Bob, tú de un bra¬
zo, yo del otro. (Cogiéndole cada uno de
un brazo y levantándole del sillón.) Así,
prisionero. Pensabas salir de aquí de otro
modo.
Freo No, no; como ahora... Era mi sueño...;
pero creía en él con toda mi alma. Her¬
mana, ¿me permite usted, al despedirme,
que bese su mano?
Simplicia La cruz... Nuestra cruz..., la que todos lle¬
vamos... Pero como ésta, ¡qué ligeras to¬
das si por amor se llevan! (Le cía á besar
la cruz del rosario.)
Nell Yo también, hermana buena, hermana
santa. (Besa también la cruz.)
Bob Permitid á este indigno payaso..., que
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siempre tuvo veneración por esas tocas,


consuelo de los pobres artistas que va¬
mos por el mundo sin saber dónde hemos
de rompernos la cabeza..., pero sabiendo
que hemos de morir en un hospital como
éste. (Besa también la cruz.)
Simplicia ¡Dios los proteja siempre!
Nell Vamos, Fred.
Fred No, suelta. Voy yo solo. (Apoyándose en
la muleta.)
Nell ¡Mi pobre Fred! ¿Y podía yo abandonarte?
Fred No creí andar tan ligero. Aun soy fuerte...
Aun soy fuerte...
Simplicia Pues ¿qué creía? ¡Más fuerte que nunca!...
Y esa fuerza no se acaba como la otra,
hermano... ¡Está en el alma! (Echan á an¬
dar los tres. Bob habrá cogido el lío de ropa
llevándolo bajo el brazo, y el telón irá ba¬
jando pausadamente.)

FIN DE LA COMEDIA

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precio: Uf'Jjfc peseta.

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