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Pedro Pablo Nakada Ludeña

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PEDRO PABLO NAKADA LUDEÑA

I. DATOS BIBLIOGRÁFICOS

Nombre : Pedro Pablo NAKADA LUDEÑA

Alias : “El ángel de la muerte”

Fecha de nacimiento : 28 de febrero de 1973

Lugar de nacimiento : El Agustino, Lima Peru

Edad actual : 39 años

II. HISTORIA
Como en el caso de tantos otros asesinos seriales, la infancia de Pedro estuvo
marcada por el abuso y la violencia. En la escuela, Pedro sufría bullying; dice al
respecto de eso: “No tenía amistad con los demás niños. Sí, era solitario. ¿Por
qué? Porque los niños eran malos. Me jalaban el pelo. Me molestaban todo el
tiempo”.

Cuando era solo un niño sus hermanas mayores lo vestían de mujer y lo


obligaban a salir así a la calle, donde las risas y las burlas de la gente se unían a
las de sus propias hermanas. Junto a eso, el padre de Pedro era alcohólico y,
cuando estaba borracho, humillaba y maltrataba físicamente a su madre. Todas
estas cosas hacían que el pequeño Pedro, pese a ser un chico sumiso, tímido y
callado, desahogara con los animales la agresividad que iba acumulando por los
abusos que experimentaba y percibía; no solamente torturaba o mataba gatos u
otras criaturas que encontrase y de las cuales pudiera abusar, sino que además
se untaba la sangre de estos indefensos seres. Como bien se sabe, matar y
torturar animales es una de las tres conductas que caracterizan la infancia de los
asesinos seriales, y es psicológicamente la más preocupante, ya que la repetición
de actos crueles va mermando la capacidad empática del sujeto.

Respecto a esos abusos que sufría y a la terrible familia que le tocó, Pedro
expresó lo siguiente: “Es mala, mi familia es mala. Mis padres siempre
peleaban. Se insultaban mucho. Desde que yo era chico. Éramos nueve
hermanos. Yo soy el tercero. Me molestaban los laberintos. Mi papá le
pegaba mucho a mi mamá. Yo me escapaba de la casa. Pero volvía,
escondido, para que mi papá no me pegara con un cable. Volvía por no tener
dónde comer. Con mis hermanos nos criamos separados. Con un tío, con
una tía, mi hermana me violó, ella era mayor. Mi hermano me obligó a tener
sexo oral, yo tenía seis años ¿Hay gente que no me cree? Yo no olvido lo
que vivi.”

Pero el peor de todos los traumas que Pedro pudo experimentar fue cuando tenía
cuatro años y sus hermanos lo acusaron de matar a una perra embarazada que
era mascota familiar, lo violándolo a modo de castigo. Dice Pedro al
respecto: “Odio a los maricones. Cuando yo era niño, mis hermanos me
violaron porque creían que yo había matado a una perra que teníamos y que
además estaba preñada. Juro que yo jamás le hice nada al animal”. Bien
puede verse que aquella experiencia constituyó el detonante de la homofobia que
más adelante habría de caracterizar parte de la conducta criminal de Pedro; y
según las palabras del asesino, también esa experiencia fue determinante en sus
primeros actos de crueldad, dirigidos a los animales: “Tú lo mataste, tú lo
mataste”. Yo les decía que no, y ellos no me creían; y como me dijeron eso,
entonces yo comencé a matar animales. Mi mayor defecto es ser colérico, la
cólera me hacía matar.

La cólera, que era lo que hacía matar animales a Pedro, llegó a plasmarse en
episodios extremos de tortura animal, que Pedro empleaba para desahogarse de
cosas como la actitud de su madre; cuenta así: “Mi madre era bipolar, cambiaba
de carácter, no podía confiar en ella, Cuando era chibolo, mi mamá me
golpeó como salvaje y yo de cólera quemé al gato en la sartén hirviendo”.

El factor genético jugó un rol importante en el encaminamiento de Pedro hacia el


crimen. Así, entre sus familiares con trastornos psiquiátricos genéticamente
heredables, podemos mencionar estos ejemplos: su hermana mayor por parte de
madre, tenía esquizofrenia y fue internada en el Hospital Valdizán; su hermana
directa, Ana Cecilia, era depresiva y acabó suicidándose; una medio-hermana
materna de su madre, que fue internada en el Hospital Valdizán.

Pedro apenas logró concluir el tercer grado de la Primaria, aunque después


llegaría a ser un hábil mecánico (sin formación formal) En 1990 cuando tenía 17
años ingreso como voluntario al ejército del PERU, allí el aspiraba conseguir algo
de autoridad y poder para “exterminar a los enemigos de dios”. No obstante los
planes de Pedro no salieron bien, y solo permaneció acuartelado dos meses. Fue
expulsado por pedido de psiquiatras militares, que lo examinaron minuciosamente
tras escuchar que afirmaban que Pedro escuchaba la voz de Dios, y que además
creía que los pecadores merecían la muerte, los análisis mostraron que Nakada
tenía una tendencia psicópata y que constituía un peligro social, por lo que
formarlo en el manejo de armas equivalía a volverlo aún más peligro. Cuando lo
echaron del cuartel quiso matarse, tardando casi un año en recuperarse.

Nakada no logró superar la muerte de su padre biológico, quien siempre lo


defendía de las burlas de sus hermanas y amigos, porque él era un niño sumiso
que no hablaba con nadie, al preguntarle la policía, porqué llevaba un apellido de
descendencia japonesa; él aseguró que su verdadero nombre era Pedro Pablo
Mesías Ludeña “Cuando fui adoptado me cambiaron de apellido” señaló” que a
fines del 2003 cambio su apellido paterno por el de Nakada y se hizo adoptar
como ciudadano japonés, pagando la suma 800 soles.

El factor genético jugó un rol importante en el encaminamiento de Pedro hacia el


crimen. Así, entre sus familiares con trastornos psiquiátricos genéticamente
heredables, podemos mencionar estos ejemplos: su hermana mayor por parte de
madre, tenía esquizofrenia y fue internada en el Hospital Valdizán; su hermana
directa, Ana Cecilia, era depresiva y acabó suicidándose; una medio-hermana
materna de su madre, que fue internada en el Hospital Valdizan.
III. Sus Crímenes
Pedro Pablo, aparentaba ser un muchacho tranquilo, callado y solitario, solo con
verlo nadie habría podido imaginar que se trataba de un asesino, seleccionaba a
sus víctimas de acuerdo con un perfil que estaba en su mente, según propia
confesión a la policía, contó pasajes escalofriantes de algunos de sus crímenes y
dijo” que había actuado por órdenes de Dios. “sólo trato de purificar la tierra de
prostitutas, drogadictos, homosexuales y asaltantes”, expresó al empezar su
confesión al principio la policía le mostró los expedientes de ocho asesinatos, sin
embargo la respuesta del homicida fue más que sorprendente dijo: “ustedes
están equivocados, yo maté a 25 personas” en Huaral, Chancay y Sayan.

La motivación es un factor muy importante ya que indiscutiblemente es un


“asesino misionero”. El dictamen psiquiátrico fue que Pedro padecía “esquizofrenia
paranoide”, pero que era capaz de distinguir el bien del mal. Ahora bien, en la
esquizofrenia paranoide suele presentarse el sentimiento de tener una misión
especial en la vida, así como también otros delirios de grandeza. En Pedro esa
esquizofrenia paranoide se unía a una tendencia psicópata; y así, la ira que tenía
acumulada y ciertos juicios de su conciencia moral, se proyectaron en cierta forma
en la alucinación auditiva de la voz de Dios, elección que no era fortuita, pues era
ideal para evitarle sentimientos de angustia y culpabilidad. Naturalmente, la
elección de sus víctimas también respondía en parte a esa búsqueda por
armonizar su tendencia psicópata con su conciencia moral, y eso se veía aún más
facilitado por su homofobia. De ese modo, Pedro se veía en la misión de
exterminar a los homosexuales, a las prostitutas, a los drogadictos y a otros tipos
de individuos mal vistos desde una moral canónica de raigambre religiosa. Claro
que el asesinato era una medida desmesurada, pero allí entraba el mecanismo
de proyección y surgía la voz de Dios: él, Pedro, deseaba desahogar su ira y su
homofobia, pero era Dios, desde su infalibilidad, quien le ordenaba matar. En
efecto, Pedro no se veía a sí mismo como un monstruo sino como un salvador,
como un purificador, y esto se vio en declaraciones como las siguientes: “Yo no
soy un criminal, soy un limpiador, he librado a la sociedad de homosexuales
y vagabundos”, “Sólo trato de purificar la tierra de prostitutas, drogadictos,
homosexuales y asaltantes”, “¿Qué siento cuando mato? Siento que ayudo.
¿A qué? A que la gente cambie. A que el mundo cambie. Quiero que haya
paz.” “Maté a 25 personas para limpiar el mundo de la escoria”. Pero
sabemos que Pedro no mató solamente gente “corrompida”, sino seres inocentes
como una niña a la cual le disparó para quitarle su bicicleta. En casos así, Pedro
admite que estuvo mal, pero se justifica viendo aquellas atrocidades como un mal
menor, necesario para continuar con su misión purificadora: “La necesidad me
hacía sacrificar a personas buenas, pero lo hacía para poder conseguir
dinero y obtener balas para seguir la misión de Dios. No tenía intención de
ganar dinero, no sé si otros la tenían, con lo que obtenía solo compraba
municiones”.

Primer caso

Aproximadamente a las 18:00 horas del 1 de enero del 2005, Carlos Edilberto
Merino Aguilar (de 26 años) estaba en la playa Chorrito de Chancay, cuando
de pronto recibió un disparo que le atravesó el tórax y el abdomen, acabando
con su vida. Según admitiría después Pedro Nakada, él le había disparado a
Carlos porque pensaba que éste lo iba a asaltar, aunque lo cierto es que fue
Pedro quien tomó dinero de Carlos tras asesinarlo.

Segundo caso

El 31 de mayo del 2006, a las 2:00 am y en las inmediaciones de la calle


Prolongación Morales Bermúdez (en el Asentamiento Humano Tierra
Prometida de Huaral), la Policía encontró el cadáver de Teresa Cotrina Abad
(de 50 años). Las indagaciones determinaron que Teresa había muerto por
traumatismo encéfalo craneano perforante, ocasionado por un proyectil de
arma de fuego. Cuando le preguntaron a Pedro por qué le había disparado en
la cabeza a Teresa, el asesino se expresó así: la encontré fumando droga,
pase por su lado y me pregunté: “esta señora por las puras vive”, y le
disparé dos balazos en la cabeza
Tercer caso

El 20 de julio del 2006, a las 19:40 de la noche, Walter Sandoval Osorio de 44


años ingresó con la cabeza sangrando a la Unidad de Emergencia del Hospital
Regional de Huaraldicho. Poco tiempo atrás, Pedro Nakada le había dado un
tiro en la cabeza; según declaró, lo hizo porque Walter era un criminal, y lo
cierto es que, según los registros policiales, Pedro tenía razón. Al parecer, en
este caso Pedro cumplió su misión, porque Sandoval murió al poco tiempo de
ingresar al hospital.

Cuarto caso

A las 8:30 am del 8 de agosto del 2006, policías de la Comisaría de Huaral


encontraron el cadáver de Gerardo Leonardo Cruz Libia (de 30 años),
sumergido al fondo de un pozo de agua, en posición cúbito dorsal, y con TEC
(Traumatismo Encéfalo Craneal) grave causado por arma de fuego. El pozo
estaba ubicado en las inmediaciones de lo que antiguamente fue la hacienda
Jesús del Valle, ubicada a 300 metros de la carretera entre Huaral y Lima.
Según se supo, Pedro mató a Gerardo para evitar que éste lo delate por un
delito anterior de robo y homicidio, ya que anteriormente ambos habían robado
coches y, antes del 18 de enero del 2004, habían matado a un conductor para
robarle su automóvil; sin embargo, Pedro había querido dejar el deshonesto
“negocio”, y como Gerardo lo presionó, acabó con una bala calibre 9 en la
cabeza.

Quinto caso

El 18 de agosto del 2006, aproximadamente a las 10:00 de la mañana, policías


encontraron el cadáver de Carlos Walter Tarazona Toledo (de 21 años), en
posición de cúbito ventral, dentro de una acequia (canal de agua) sin agua, y
con TEC grave causado por arma de fuego. La acequia estaba en las
inmediaciones de la Lotizadora San Carlos, en Los Naturales (Huaral). Según
Pedro, él mató a Carlos porque lo vio fumando drogas; aunque Eugenia
Toledo, la madre de Carlos (ex integrante del Ejército Peruano), dijo con voz
llorosa a los periodistas: “Mi hijo trabajaba como vigilante del mercado, era un
muchacho tranquilo y eso lo pueden decir todos los vecinos de la urbanización
Bautista”.

Sexto caso

El 19 de agosto del 2006, a las 20:00 de la noche, policías encontraron el


cadáver de la quinceañera María Verónica Tolentino Pajuelo. El lugar del
hallazgo fue en las inmediaciones de la carretera de entrada al Centro Poblado
Fundo Lucio, en el Distrito de Sayán. Igual que otras víctimas, María Verónica
había muerto con una bala de calibre 9 en la cabeza. Sorprendentemente,
Pedro había dejado su pistola semi automática Taurus en el lugar de los
hechos, junto a la bicicleta de la víctima. Esta vez el asesino no se justificó, y
dijo que María Verónica era la única de sus víctimas que no merecía morir, que
la mató sin ver que era una menor, en una ocasión en que fue a matar
“fumones” a Santa Rosa y, al ver que venía una persona, le disparó dos veces,
aunque se sintió terrible cuando se acercó y comprobó que se trataba de una
adolescente. Aunque fuere así, Pedro dijo que quería robar la bicicleta, pero no
la robó porque tenía una llanta averiada.

Séptimo caso

El 18 de noviembre del 2006, a las 18:20 de la tarde, la Policía de Huaral


encontró el cadáver de Hugo Vílchez Palomino. El cadáver estaba en las
inmediaciones de un lugar llamado “Camino Viejo a la Esperanza Alta”, y
presentaba TEC ocasionado por disparo de arma de fuego. Posteriormente se
supo que a Hugo le habían robado una pistola marca Baikal, un celular y un
discman Sony. Y es que, en esta ocasión, Pedro había efectuado el crimen
junto con los hermanos Román Joel y José Luis Ciriaco Durand, siendo que el
primero había confesado recibir el celular y el discman como premio a su
participación. Según se supo gracias a las confesiones, las cosas habían
ocurrido del siguiente modo: Hugo iba en una bicicleta, Pedro y los hermanos
Ciriaco estaban en una moto; cuando la moto se alineó con la bicicleta, Pedro
pidió que paren la moto, le disparó a Hugo en la cabeza, se acercó, tomó su
arma, y le dio el celular y el discman a Román Joel; después, los hermanos
Ciriaco tomaron más cosas de la víctima, y entonces los tres se marcharon en
la moto, dejando el cadáver de Hugo junto a la bicicleta. En cuanto a sus
razones, Pedro dijo que le había disparado a Hugo porque éste quería
acostarse con su mujer, aunque lo único que se sabe sobre una posible “mujer”
de Pedro es que éste andaba de novio con una enfermera.

Octavo caso

En la tarde del 22 de noviembre del 2006, policías encontraron los cadáveres


de Luis Enrique Morán Cervantes de 32 años, Pedro Omar Carrera Carrera de
24 años, y Enoch Eliseo Félix Zorrilla de 22 años. El primero era un taxista, los
otros dos eran pasajeros. El lugar donde se encontraron los cuerpos fue la
Pampa de la Huaca, y en cuanto al coche, Pedro se lo robó. Cuando le
preguntaron sobre la razón del triple homicidio, Pedro dijo que los tres sujetos
eran asaltantes, que operaban desde el taxi, que habían protagonizado
muchos asaltos, que los estaba buscando, y que él solo acabó con los tres,
disparándoles en la cabeza.

Noveno caso

El cosmetólogo de 42 años, Widmar Jesús Muñoz Villanueva, era un


homosexual que trabajaba en la peluquería Guisella (ubicada en la calle Las
Ánimas 352, en Huaral), donde además de cortar el cabello, se prostituía,
contagiando la muerte a sus clientes sexuales, ya que tenía VIH. Sin embargo,
el 19 de noviembre del 2006, a eso de las 18:00 de la tarde, entró Pedro
Nakada a la peluquería. Pedro había escuchado los rumores de que Widmar
era “maricón” y se prostituía, pero no quería matarlo sin estar seguro, así que
hizo lo siguiente, según cuenta: “Me había enterado de que el cosmetólogo
que trabajaba allí era homosexual, tenía sida y se prostituía. Le pedí que
me diera un servicio (sexual). Cuando se bajó el pantalón, le disparé tres
veces en la nuca”. Tras matar a Widmar, Pedro se llevó una cantidad de soles
equivalente a 541 dólares, y se fue.

Décimo caso

El 10 de diciembre del 2006, a eso de las 21:30 de la noche, Pedro concertó un


robo de moto con los hermanos Román Joel y Percy Marcial Ciriaco Durand.
La víctima fue Nell Cajaleón Pajuelo, a quien llevaron con engaños hasta las
inmediaciones del Centro Poblado de Sacachispa: allí, Pedro le disparó a Nell
en la cabeza, y posteriormente, junto con sus cómplices, arrojó el cadáver a
unos 200 metros de donde se encontró el cadáver de Hugo Vílchez Palomino.

Décimo primer caso

El 17 de diciembre del 2006, los profesores Nazario Julián Tamariz Pérez (24
años) y Didier Jesús Zapata Dulanto (26 años), caminaban por las
inmediaciones de un canal de regadío ubicado en la Urbanización Aparicio
(Huaral). Eran aproximadamente las 18:00 de la tarde, y la pareja homosexual
disfrutaba de un tranquilo paseo, cuando de pronto apareció Pedro. “Yo maté
a los profesores Nazario Tamariz Pérez y Didier Zapata Dulanto, ellos
caminaban por el borde de un canal de regadío agarrados de la mano, se
hacían cariños como una pareja de enamorados, y como yo soy el
‘purificador de la tierra’, no quedó otra opción que asesinarlos, porque
los homosexuales solo hacen daño a la sociedad”, dijo Pedro ante la
Prensa, meciéndose con inquietud en una silla. Ahora, y según refirieron
fuentes policiales, Pedro fue sumamente cruel; ya que, tras haberle disparado
dos veces en la cabeza a uno de los profesores, el otro se arrodilló y le suplicó
llorando que no lo matara, pero aquello solo encendió más el enseñamiento de
Pedro, y el monstruo le disparó dos veces en la cabeza. Por último y tras
matarlos, Pedro les sustrajo el calzado y el dinero a ambos, llevándose una
cantidad de soles equivalente a 36 dólares.
Décimo segundo caso

Agustín Andrés Maguiña Oropeza (46 años) y Luis Melgarejo Sáenz (54 años),
eran dos amigos alcohólicos que solían ir al descampado conocido como la
Lotizadora San Carlos. Sin embargo, un 24 de diciembre del 2006 a eso de las
20:00 de la noche, Pedro les reventó las cabezas a balazos. Según se supo,
los mató porque habían presenciado un crimen anterior. Al inicio todo estaba
oscuro, pero los escuchó hablar, fue a ver de dónde venían las voces, y
entonces los encontró y les dio muerte. No obstante, cuando Pedro habló a la
Prensa, dio una versión en que se colocaba a sí mismo como salvador,
diciendo lo siguiente de este doble asesinato: “Mato a las personas para que
no sigan sufriendo. Por ejemplo, a dos alcohólicos los investigué por más de un
mes, y cuando me enteré dónde era el lugar en el que se refugiaban, preparé
mi arma para que con un sólo disparo descansaran en la paz de Dios”.

Décimo tercer caso

A las 19:30 de la noche del 27 de diciembre del 2006, Nicolás Tolentino


Purizaca fue auxiliado por miembros de la Policía de Huaral, que se
encargaron de hacerlo trasladar al Hospital Cayetano Heredia, aunque en el
camino, con la sangre que manaba de su cabeza perforada por una bala, la
vida se le fue… Tres años atrás, Nicolás le había robado dinero y ciertas
pertenencias a Pedro Nakada, quien a manera de venganza le había disparado
poco antes de que la Policía lo encontrase, mientras caminaba por el
descampado de la Lotizadora San Carlos. Según confesó Pedro, Nicolás
fumaba droga y era un ladrón que le había robado a él y a otros, y por eso tuvo
que limpiar la Tierra de la escoria que éste representaba.
IV. Detención
Gracias a una veintena de testigos, la noche del 28 de diciembre del 2006,
decenas de efectivos policiales acudieron hasta el taller mecánico en que
trabajaba Pedro, ubicado en la Manzana D/Lote1 de la urbanización La Huaquilla.
Al comienzo no estaban seguros si realmente se trataba del asesino serial que
buscaban; pero, cuando uno de los policías se acercó para indagar por su
presencia en el sitio, Pedro lo empujó, sacó su pistola Bryco decalibre9, y empezó
a disparar y a correr intentando huir. Cuentan que Pedro dio una feroz resistencia,
que hirió a uno de los policías, y que probablemente hubiese escapado si no fuera
porque se le acabaron las balas…

Cuando lo llevaron al cuartel para interrogarlo y le mostraron evidencias de ocho


asesinatos, Pedro dijo que estaban equivocados, que en realidad había matado a
veinticinco personas, que su misión era librar al mundo de la escoria, y otras cosas
más que ya se han dicho con respecto al rol mesiánico que Pedro se otorgaba;
aunque, para él, era Dios quien le asignaba aquel rol.

La detención de Pedro sucedió en un momento muy oportuno, casi al borde de lo


que probablemente hubiese constituido una enorme desgracia. Y es que Nakada,
para Año Nuevo, planeaba lanzar una granada en una discoteca: “Quería meter
una granada de guerra a la discoteca esa, para que se mueran todos los
corruptos, todos los perdidos, todos los fumones que están ahí”.
V. Juicio, condena
Durante el juicio al que Pedro fue sometido a inicios del 2007, hubo cierta
discusión entre los psiquíatras sobre si estaba loco o no, pero el dictamen final fue
que diferenciaba el bien del mal, y que no padecía esquizofrenia sino Trastorno
Disocial, definido por el DSM-IV (Diagnostic and Statistical Manual of Mental
Disorders-IV) como un patrón de conducta persistente en el que se transgreden
los derechos básicos de los demás y las principales normas sociales propias de la
edad. Debido a eso, se le condenó a 35 años (pena máxima) de prisión por el
asesinato de 17 personas (esto consta en la resolución escrita, aunque algunos
medios hablan de 16 personas).

Inicialmente a Pedro se le dio 35 años de cárcel, pero en el 2009 declararon la


sentencia inimputable, y lo transfirieron a un pabellón psiquiátrico.

Para Pedro, ir a la cárcel representaba un tormento insoportable, al punto de que


prefería la muerte, según expresó con estas palabras: “Pido un fusilamiento.
Algo práctico, así como hice con la gente, les metí un tiro en la cabeza”.
Naturalmente no le dieron un tiro en la cabeza; y, en la primera noche que estuvo
en la celda, intentó suicidarse dándose cabezazos contra las paredes.

Pedro menciono que : “Escucho la voz de mis padres y una voz mala que me
dice que mate a toda la gente corrupta, como homosexuales, rateros,
alcohólicos y maricones. Pero ya no puedo cumplir la misión de Dios ya que
me capturaron. Ahora sigo escuchando esa voz que me dice que me mate”.

Después del referido intento de suicidio, Pedro fue constantemente vigilado para
que no se mate, aunque en el 2009 la Justicia se inclinó a su favor, ya que el
dictamen psiquiátrico anterior fue cuestionado y, en virtud de las más recientes
evidencias e investigaciones, se concluyó que tenía esquizofrenia paranoide, por
lo que se declaró inimputable la sentencia de 35 años, y Pedro fue conducido al
Pabellón de Psiquiatría del Penal de Lurigancho. Lógicamente, la sociedad
peruana prefiere que Pedro se quede allí el mayor tiempo posible, ya que admitió
públicamente que, de estar libre, seguiría cumpliendo su sanguinaria misión
“purificadora”. Y es que nadie en su sano juicio pensará que Pedro tenía el
derecho de asesinar a otros seres humanos a causa de ciertas faltas morales.
VI. anexos

Cuadro De Victimas
SU CAPTURA

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