2013 Una Idea Bien Cabe en Una Mano
2013 Una Idea Bien Cabe en Una Mano
2013 Una Idea Bien Cabe en Una Mano
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Prescribían las leyes judías que cuando, al poco tiempo de nacer se presentaba al hijo
primogénito en el templo, la ofrenda consistía en dos tórtolas o pichones. Y que, si la
familia era aún más pobre, bastaba con un puñado de trigo: el trigo que cupiera en el
cuenco de una mano.
Esta preciosa costumbre judía, de la que tuve conocimiento cuando escribía este texto,
me conmovió profundamente por todo lo que tiene en común con esta propuesta de
hacer las maquetas capaces de caber en una mano.
Uno de mis más jóvenes profesores, José Jaraíz, que ya es doctor, actuó como
ayudante mío en el Curso de Máster en MPAA que bajo el título Principia Architectonica
impartí en 2011-2012 en la ETSAM. Y para argumentar el texto que le pedí para la
publicación docente que hacemos todos los años, empleó la alegoría platónica de “la
segunda navegación”. Se refiere Platón en el Fedón a que la primera navegación la
hace el barco impulsado por los vientos y la segunda es la que, apagados los vientos,
se hace con la sola fuerza de los remos empuñados por los hombres.
Se refiere Jaraíz allí y me refiero yo hoy aquí como segunda navegación al ejercicio que
por primera vez puse a mis alumnos: construir una maqueta tan pequeña que cupiera
en una mano. Porque si las primeras ideas parecen impulsadas por los vientos, su
concreción, su materialización en esas pequeñas maquetas son producto de la fuerza
de los remos.
Una idea materializada debe poder caber en una mano. Porque una idea no tiene
tamaño, una idea cabe en una mano. Porque pensaba, y pienso, que la idea de un
proyecto debe poder ser materializada, sintetizada, en una maqueta tan pequeña que
quepa en una mano. Porque una idea no tiene tamaño, una idea bien cabe en una mano.
Para ello, había que hacer la maqueta en un tamaño y escala tales que no quedaba más
remedio que, eliminando todo lo superfluo, sintetizar al máximo la idea que generaba el
proyecto escogido. Algo así como llegar a materializar la idea arquitectónica en estado
puro.
Mil veces he repetido a mis alumnos el poema de Blake donde para expresar que
debemos soñar nos dice: “To see a world in a grain of sand”: Ver un mundo en un grano
de arena. Pero inmediatamente añade: “hold infinity in the palm of your hand”: Abarcar
el infinito en la palma de tu mano. Pues algo de ésto, de abarcar en una mano esa idea
traducida a forma arquitectónica, es lo que pretendía con este ejercicio.
Pero ¿para qué sirve el hacer una maqueta tan reducida? ¿para qué sirve hacer una
maqueta en un tiempo en que con el ordenador se pueden generar maquetas virtuales
en 3D que se pueden mover en todas direcciones? Pues, aunque esto sea así, nunca,
de ninguna manera se conseguirá a través de la pantalla plana lo que sólo puede
producirse con la maqueta real: la simultaneidad del entendimiento del espacio en sus
tres dimensiones y su relación con el hombre y con la luz. El entendimiento de su
relación con la luz del sol, puesta la maqueta real bajo el sol real, es algo inefable e
infalible. Nunca he visto a nadie poner la pantalla de su ordenador al sol, a ver qué pasa.
Porque no pasaría nada. Y si, todavía más, esta maqueta es pequeña, muy pequeña,
despojada de todo aditamento innecesario, deberá ser capaz de representar con la
máxima precisión la idea que en ese proyecto se quiere desarrollar. Este es el objetivo
de todas estas operaciones.
No se trata por lo tanto de hacer estas maquetas pequeñas como quien hace una
miniatura. Lejos de eso, lo que busco es la precisión de la idea a través de la forma.
Esa maqueta pequeña, esa idea que cabe en una mano, da pie a una reflexión profunda
sobre el proyecto en cuestión. Esa reflexión que tiene carácter de investigación y que
sigue resultando tan difícil de hacer entender a los no arquitectos. Así me lo decía un
buen amigo mío, ingeniero industrial magnífico, que no entendía que yo hiciera esas
maquetas pudiendo utilizar los muy avanzados programas de ordenador que hay hoy
en día. Yo sigo pensando que esa maqueta pequeña es un instrumento más que eficaz
imprescindible para la investigación proyectual del espacio en sus tres dimensiones
estudiadas simultáneamente.
Las realizadas por algunos arquitectos en aquel curso de MPAA resultaron ejemplares:
la maqueta de la casa Malaparte de Adalberto Libera en Capri, realizada por la
arquitecta china Jihanghoun Zhou o la de la casa de Muratsalo de Alvar Aalto elaborada
por el arquitecto también chino Hao Chen, eran maravillosas. La del Mirador en
Benidorm de Pablo Ramos Alderete o la de las Fosas Ardeatinas, hecha por Eduardo
Blanes también eran estupendas. Y la del Kimbell Museum de Louis Kahn, de Diego
Franco Coto o la del Panteón, como concavidad de Serafina Amoroso, también lo eran.
Todos estos alumnos, arquitectos, entendieron a la perfección el espíritu del ejercicio de
demostrar que una idea cabe en una mano.
Las maquetas que han realizado mis alumnos de este Curso Académico, a comienzos
de 2013, no les han ido a la zaga. Las pequeñas maquetas de Ara González o las de
Jaime Jiménez Barragán, han expresado con precisión lo que después han sabido
desarrollar a la perfección a escalas mayores.