Sachot - Cristo
Sachot - Cristo
Sachot - Cristo
LA INVENCION
DE CRISTO
Génesis de una religión
Traductor
Armando Ramos García
BIBLIOTECA NUEVA
Cubierta: A. Imbert
ISBN: 84-7030-615-4
Depósito Legal: M-41.990-1998
Impreso en Rogar, S. A.
Impreso en España - Printed in Spain
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ÍNDICE
ABREVIATURAS 13
INTRODUCCIÓN 21
PRIMERA PARTE
El movimiento cristiano, homilía del judaismo
INTRODUCCIÓN 31
I. — L A PROCLAMACIÓN SINAGOGAL 37
Judaismo palestino y judaismo helenístico 38
La sinagoga en el siglo I de nuestra era 41
Orígenes y transformaciones más importantes 45
El médium dominante 49
II. —JESÚS 55
Declaración inaugural de Jesús 57
La educación sinagogal de Jesús 62
La experiencia bautista 69
«Ha llegado el reino de Dios» 71
BIBLIOGRAFÍA 1 1 J
SEGUNDA PARTE
El movimiento cristiano, filosofía
en el mundo helenístico
INTRODUCCIÓN 119
BIBLIOGRAFÍA 173
TERCERA PARTE
El cristianismo, religión romana
INTRODUCCIÓN 179
BIBLIOGRAFÍA. 237
CONCLUSIÓN 241
BIBLIOGRAFÍA 251
Ab Abdias
Ag Ageo
Am Amos
Ap Apocalipsis
Ba Barite
1 Cor 1. Corintios
a
2 Cor 2 . Corintios
a
Col Colosenses
1 Cro 1.° Crónicas
2 Cro 2.° Crónicas
Ct Cantar de los Cantares
Dn Daniel
Dt Deuteronomio
Ef Efesios
Esd Esdras
Est Ester
Ex Éxodo
Ez Ezequiel
Firn Filemón
Flp Filipenses
Ga Gálatas
Gn Génesis
Ha Habacuc
Hb Hebreos
Hch Hechos de los Apóstoles
Is Isaías
Jb Job
Jc Jueces
Jdt Judit
16 MAURICE SACHOT
Jl Joel
Jn Juan
ljn 1 . Juan
a
2 Jn 2. Juan
a
3 Jn 3. Juan
a
Jon Joñas
Jos Josué
Jr Jeremías
Judas Judas
Lc Lucas
Lm Lamentaciones
Lv Levítico
1 M 1.° Macabeos
2 M 2.° Macabeos
Mc Marcos
Mi Miqueas
Ml Malaquías
Mt Mateo
Na Nahúm
Ne Nehemías
Nm Números
Os Oseas
1 P 1 . Pedroa
2 P 2 . Pedro
a
Pr Proverbios
Qp Eclesiastés (Qohélet)
1 R 1.° Reyes
2 R 2.° Reyes
Rm Romanos
Rt Rut
1S 1.° Samuel
2 S 2.° Samuel
Sal Salmos
Sb Sabiduría
Si Eclesiástico (Sirácida)
So Sofonías
St Santiago
Tb Tobías
1 Tm 1. Timoteo
a
2 T 2. Timoteo
a
1 Ts 1. Tesalonicenses
a
ABREVIATURAS 17
2 Ts 2 . Tesalonicenses
a
Tt Tito
Za Zacarías
LIBROS DE LA ANTIGÜEDAD
En español
REGÍS DEBRAY
24 MAURICE SACHOT
2
Inscripción que significa «Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos».
INTRODUCCIÓN 25
3
París, Noésis, 1997.
26 MAURICE SACHOT
4
Régis Debray, Transmettre, París, Éditions Odile Jacob, 1997, pág. 37.
INTRODUCCIÓN 27
1
Esta cuestión ha sido planteada y tratada históricamente muy bien por
François Blanchetière en «Comment le même est devenu l'autre? Ou comment
Juifs et Nazaréens se sont-ils séparés?», Revue des sciences religieuses, 71, núm. 1
(1997), págs. 9-32.
32 MAURICE SACHOT
2
Habrá que esperar a los años 110-120 para que el hecho cristiano y el
nombre de Christos (o Chrestos) sean mencionados por escritores latinos (Pli-
nio el Joven, Tácito y Suetonio). Evocaremos su testimonio en nuestra tercera
parte. En cuanto al historiador judío Flavio Josefo, menciona dos veces el nom-
bre de Jesús en las Antigüedades judaicas, una obra escrita hacia el año 95: la
primera, en una corta nota dedicada a Jesús (A. ]., 18, 63-64), y la segunda, a
propósito de la ejecución de un «tal Santiago, hermano de Jesús llamado el
Cristo» (A. ]., 20, 200). Lo engorroso en esas menciones, sobre todo la primera,
que da a entender que Josefo cree en la mesianidad de Jesús, es que no son fia-
bles, incluso en un censo más corto dado por la tradición indirecta: llevan la
marca de un retoque cristiano.
EL MOVIMIENTO CRISTIANO, HOMILÍA DEL JUDAÍSMO 33
3
Identificar únicamente Cristo a Jesús, como se hace instintivamente, en-
mascara el otro rostro de la figura crística que es la propia institución cristiana.
Véase el capítulo titulado «Le mystère de l'incarnation», en Régis Debray, Cours
de médiologie générale, París, Gallimard, 1991.
4
Señalamos al lector que puede encontrar, en traducción francesa y en un
único volumen, la mayor parte de los textos intertestamentarios, en La Bible. Écrits
intertestamentaires, edición publicada bajo la dirección de André Dupont-Sommer
y Marc Philonenko, París, Gallimard, «Bibliothèque de la Pléiade», 1987.
34 MAURICE SACHOT
Essais exégétiques, Neuchâtel, Delachaux et Nestlé, 1972, pág. 164; trad. al fran-
cés de «Das Problem des historischen Jesus», Zeitschrift für Theologie und Kir-
che, 51, 1954, págs. 125-153.
Heinz Schürmann, Comment Jésus a-t-il vécu sa mort?, París, Cerf, 1977,
6
pág. 30.
EL MOVIMIENTO CRISTIANO, HOMILÍA DEL JUDAÍSMO 35
1
«En una palabra, lo que el alma es en el cuerpo, los cristianos lo son en el mundo»
(A Diogneto, V, 1). El historiador judío Flavio Josefo (en tomo a los años 37-100) re-
lata, no sin cierto orgullo, esta idea del geógrafo Estrabón (hacia 58 a.C. -
hacia 25 d.C.) que constataba que «difícilmente se podría encontrar un lugar del
que ese pueblo no se hubiese adueñado» (A. ]., XIV, 7, 2).
40 MAURICE SACHOT
2
Podemos hacer notar desde ahora que el término «cristianismo» indica
que el movimiento que designa se ha entendido retomando y dando relevo al
judaismo, y ante todo al judaismo de la Diáspora helenística (véase la segunda
parte de este libro).
3
Desde el punto de vista del derecho romano del que dependen durante
el siglo i de nuestra era, los judíos tienen un estatuto de «extranjeros domici-
liados», de hombres libres que, si no son ni elegibles ni electores para las fun-
ciones públicas, disfrutan de la protección de las leyes comunes. Los que son
ciudadanos romanos, se benefician incluso de ciertas liberalidades: no están
obligados a realizar el servicio militar ni a participar en ceremonias en las que
los elementos religiosos están en contradicción con su religión; pueden obser-
var el sabbat, construir sinagogas y organizar mercados de conformidad con sus
prohibiciones alimentarias.
EL MOVIMIENTO CRISTIANO, HOMILÍA DEL JUDAÍSMO 41
4
Cfr. Henoch, XLVI, 8 y LUI, 6.
5
Esas denominaciones son las de la tradición rabínica.
MAURICE SACHOT
42
9
Sobre la proclamación escrituraria en la Diáspora helenística, véase Char-
les Perrot, «La lecture de la Bible dans la Diaspora hellénistique», en Raymond
Kuntzmann et Jacques Schlosser (dir.), Études sur le judaïsme hellénistique, Pa-
ris, Cerf, «Lectio divina», 119, págs. 109-132.
10
Según la Carta de Aristeo a Filócrates, obra escrita posiblemente a finales
del siglo ii a . C , setenta expertos habrían sido enviados de Jerusalén a Alejan-
dría —de ahí el nombre de Setenta dado a la traducción—, y habrían concluido,
aunque trabajando cada cual por su lado, en un texto idéntico. Esta leyenda
tiene como finalidad afirmar que el texto griego del Pentateuco tiene la misma
respetabilidad que el texto hebreo, que, como él, está inspirado. Esta traduc-
ción tuvo lugar en Alejandría, hacia mediados del siglo ni a.C, bajo el reinado
de Tolomeo II Filadelfo (285-246).
MAURICE SACHOT
42
9
Sobre la proclamación escrituraria en la Diáspora helenística, véase Char-
les Perrot, «La lecture de la Bible dans la Diaspora hellénistique», en Raymond
Kuntzmann et Jacques Schlosser (dir.), Études sur le judaïsme hellénistique, Pa-
ris, Cerf, «Lectio divina», 119, págs. 109-132.
10
Según la Carta de Aristeo a Filócrates, obra escrita posiblemente a finales
del siglo ii a . C , setenta expertos habrían sido enviados de Jerusalén a Alejan-
dría —de ahí el nombre de Setenta dado a la traducción—, y habrían concluido,
aunque trabajando cada cual por su lado, en un texto idéntico. Esta leyenda
tiene como finalidad afirmar que el texto griego del Pentateuco tiene la misma
respetabilidad que el texto hebreo, que, como él, está inspirado. Esta traduc-
ción tuvo lugar en Alejandría, hacia mediados del siglo ni a.C, bajo el reinado
de Tolomeo II Filadelfo (285-246).
1
44 MAURICE SACHOT
11
Citemos, entre los testimonios, el del nieto del Sirácida, en el prólogo
del que hace preceder su traducción del Eclesiástico, realizada a finales del si-
glo II a.C. (Si, prólogo, 1-2 y 7-10). Por «Escritos» se designa habitualmente
una tercera categoría de libros que pueden formar parte del corpus bíblico,
como los Salmos y libros de sabiduría (el Cantar, los Proverbios, el Eclesias-
tés...).
12
Es lo que significa igualmente la etimología de la palabra «iglesia», scbre
ecclesia. La Iglesia es a la Sinagoga lo que el domingo es al sabbat y lo que mu-
chas otras instituciones cristianas son a las instituciones judías. El cambio de
términos significa a la vez una continuidad y una ruptura en la repetición.
13
Charles Perrot, La Lecture de la Bible, ob. cit., pág. 130.
EL MOVIMIENTO CRISTIANO, HOMILÍA DEL JUDAISMO 45
14
La única confirmación que podría invocarse en contra de esa aserción es
el consejo de Jesús relatado por Mateo, a condición de considerarlo —algo que
no se ha demostrado— como una palabra de Jesús histórica y no como la
creación de una comunidad cristiana que vive en la Diáspora, o siendo poste-
rior al año 70, cuando, tras la destrucción del Templo, las sinagogas desempe-
ñaron las funciones reservadas anteriormente al Templo: «Y cuando rezáis, no
imitéis a los hipócritas: les gusta, cuando hacen sus oraciones, colocarse en las
sinagogas y los cruces de caminos con el fin de dejarse ver.»
15
Término empleado por el emperador Augusto y citado por Flavio Josefo
(A. ]., XVI, 6, 2, § 164).
1
46 MAURICE SACHOT
EL MÉDIUM DOMINANTE
19
Christine Mohrmann, «Praedicare-Tractare-Sermo. Essai sur la termino-
logie de la prédication paléochrétienne», Maison Dieu, 39, 1954, pags. 96-107,
y Études sur le latin des chrétiens, t. II, Roma, 1961, pags. 63-72.
20
Actualmente, tenemos la costumbre de llamar, bajo la común denomi-
nación de «religiones del libro» a las tres religiones que son el cristianismo, el
islamismo y el judaísmo. No nos pronunciaremos en lo que respecta al isla-
mismo y al judaísmo actual. En cuanto al judaísmo antiguo como en cuanto al
catolicismo, dicha denominación no es pertinente. La denominación de «reli-
giones de la palabra» sería menos falsa, con la condición, no obstante, de no
dejarse engañar igualmente sobre el significado del término «religión».
1
50 MAURICE SACHOT
52 MAURICE SACHOT
23
Pierre Grelot, en Henri Cazelles, Introduction à la Bible, nueva edic,
t. III, vol. I, Paris, Desclée, 1973, pág. 187. Texto retomado, con algunas mo-
EL MOVIMIENTO CRISTIANO, HOMILÍA DEL JUDAÍSMO 53
Jesús
1
Incluso Charles Perrot, que ha tratado de definir la institución sinagogal
en la época antigua, sólo considera la relación entre ésta y el cristianismo na-
ciente bajo el modo de la influencia: «La influencia de la homilética sinagogal
se ejerció no sólo en tiempos de Jesús, sino también a lo largo de la primera ge-
neración cristiana», resalta en una nota en relación con el texto de Lucas que
citamos seguidamente (La Lecture, ob. cit., pág. 196, núm. 31). «En el marco
de la nueva sinagoga cristiana —dice, como conclusión de su obra— el servi-
cio de la Palabra es una de las formas privilegiadas de la formación del Nuevo
Testamento» (pág. 289). Las tres direcciones que sugiere para resaltar ese he-
cho contienen incluso ciertas fórmulas sugestivas como ésta, con la que termina
la obra y a la que suscribimos plenamente: «Los judeocristianos, alimentados
de la Ley y los Profetas, oídos en la Sinagoga, llegaron de forma natural a com-
prender la persona, la palabra y la actuación del Salvador a través del prisma de
las lecturas comentadas en la sinagoga. A la escucha de la Tora, interpretada
por el Profeta, el homileta cristiano, el escriba del Reino, como dice Mateo, tra-
taba de actualizar la Tora y de revelar la figura de Jesús, el nuevo Moisés, en los
Midrashim cristianos. El profeta cristiano poseía la clave de la interpretación de
las Escrituras, dada por el propio Jesús, según Le 24,27. Y empezando por Moi-
sés y siguiendo por todos los Profetas, les explicó lo que decían de él las Escrituras»
(pág. 290). Es justamente esa «forma completamente natural» que se trata de
explicitar y por tanto de dar cuenta.
EL MOVIMIENTO CRISTIANO, HOMILÍA DEL JUDAÍSMO 57
2
Fuera de las ediciones especializadas, que presentan a los sinópticos en el
idioma original, existen varias ediciones en español. La Biblioteca de Autores
Cristianos dispone de una Sinopsis concordada de los cuatro evangelios. Nueva
versión del original griego con notas críticas de J. Leal [N. del T.].
58 MAURICE SACHOT
£0 MAURICE SACHOT
3
De hecho, esta observación prefigura la acusación final de blasfemia que,
si seguimos a Lucas, será mantenida, en nombre de todo el pueblo judío, por
el gran sacerdote contra Jesús y que, a los ojos de sus discípulos, será la causa
de su muerte (cfr. Le 22,70). Esteban será lapidado, acusado de blasfemia (Hch
7,58 sigs.).
EL MOVIMIENTO CRISTIANO, HOMILÍA DEL JUDAÍSMO 61
4
En su estudio sobre los saduceos, Les Sadducéens (París, Gabalda, 1972,
págs. 356-360), Jean Le Moyne pone en tela de juicio esa afirmación tradicio-
nal, pero no da argumentos que convenzan en sentido contrario.
5
Volveremos sobre Flavio Josefo en la segunda parte de esta obra.
66 MAURICE SACHOT
parte.
EL MOVIMIENTO CRISTIANO, HOMILÍA DEL JUDAISMO 67
ció, por sus Profetas , que concluiría un día con él una «nueva
9
7
El corpus bíblico (Tora, Profetas, Escritos) informa sobre varias Alianzas
divinas: con Noé (Gn 9,8-17); con Abrahán (Gn 15,7-18); con David (2 S
23,5); con la casta sacerdotal (Nm 25,12-13; Si 45,6-25).
8
Alianza concluida en el Sinaí (Ex 19-34) y renovada en diversas ocasio-
nes, particularmente en Siquén (Jos 24,1-28), en Jerusalén en tiempos del rey
Josías (2 R 23,1-3) y a la vuelta del exilio (Ne 10,1 y 29-30).
9
Particularmente a partir de Jeremías (cfr. Jr 31,31-34) y de Ezequiel (cfr.
Ez 16,59-63).
68 MAURICE SACHOT
LA EXPERIENCIA BAUTISTA
70 MAURICE SACHOT
11
Juan el Bautista no es sólo conocido por los evangelios. Flavio Josefo le
dedica igualmente una nota. No lo sitúa entre los salteadores, sino que le con-
sidera como «un hombre de bien que incitaba a los judíos a practicar la virtud,
a ser justos unos con otros y piadosos con Dios». Fue por temor a que «esa fa-
cultad de persuadir suscitase una revuelta» que Herodes, dice Flavio Josefo, le
hizo detener y matat (A.J., 18, § 116-119). Si debemos reconocer que una mano
cristiana introdujo o modificó profundamente la noticia referente a Jesús, po-
demos igualmente plantearnos la cuestión en referencia con Juan el Bautista.
^1
72 MAURICE SACHOT
13
¿Cuándo los filósofos, rompiendo el emparedado en el que la tradición
cristiana les ha encerrado, considerarán como su bien propio y no como la pro-
piedad de la teología a la filosofía judía, incluida la de Jesús? La obra de M i -
chel Henry, C'est moi la vérité. Pour une philosophie du christianisme (Paris,
Seuil, 1996), a pesar de su título, no responde realmente a la cuestión.
III
Los discípulos
... a su vuelco
1
El término neotestamentario epeggelia («promesa») es de la misma fami-
lia que euaggelion («evangelio»). El tema es otra forma del discurso de la histo-
ria de la salvación: el cumplimiento de las Escrituras, que los discípulos consi-
deran realizado en la propia persona de Jesús, realiza las promesas hechas por
Dios a Israel: un nuevo pueblo, una nueva tierra, un nuevo reino, una nueva
Ley, una nueva Alianza...
EL MOVIMIENTO CRISTIANO, HOMILÍA DEL JUDAÍSMO 81
2
El juicio es el acto último por el que Dios declara los que se salvan y los
que no. En la construcción teológica neotescamentaria, Jesucristo, al realizar la
visita de Dios (parusía) se convierte por ese hecho en ejecutor del juicio que
conlleva: los que le siguen se salvan y acceden a las promesas del nuevo Reino;
los demás se excluyen,
"1
82 MAURICE SACHOT
sólo al pasado, sino también y sobre todo al presente. Sin esa pre-
sencia viva, no puede ser la nueva Tora, el principio fundador
permanente del pueblo renovado . El «mensaje evangélico» de Je-
3
3
En la tradición judía a comienzos de la era cristiana, la Tora es habitual-
mente designada, por su autor Moisés, verdadera Ley viva: «En la literatura ju-
día en tiempos de Jesús (Moisés), está presente como Profeta total, el inspirado
bíblico universal, el modelo mítico del autor ideal, el ser preexistente a la Crea-
ción del mundo y el superviviente celeste a todos los desastres, comenzando
por el de su propia muerte. Dicho de otra forma, el judaismo declaraba en esa
época a Moisés como vivo, y actualmente vivo, pues era para él el agente cós-
mico que hacía vivir a Israel en una situación social y política de ruptura y de
inversión: situación pluralizadora y centrífuga» (André Paul, Le Fait biblique,
París, Cerf, 1979, págs. 55-56, que hace observar en una nota que, a diferen-
cia de Abrahán, no se conoce su tumba e invita a ver en ese «humus judío» «la
generación y el génesis del concepto de resurrección que el cristianismo inves-
tirá en su afirmación, para él con un valor esencial: "Jesucristo ha resucitado"»).
EL MOVIMIENTO CRISTIANO, HOMILÍA DEL JUDAÍSMO 83
tan trabajados por él. Resulta por ello la doble interacción que se
encuentra c o m o fundamento del discurso de los discípulos de Je-
sús: puesto que la experiencia de Jesús se entiende c o m o el c u m -
plimiento de las Profecías, por un lado, la tradición profética, en
el sentido amplio, va a ser recorrida de nuevo y reinterpretada en
función de esa experiencia; de otro lado, la experiencia de Jesús
va a ser de nuevo captada en función de lo que esa m i s m a tradi-
ción proclama de esperanza escatológica, ante todo de la espe-
ranza mesiánica. De ahí la reescritura — e n la medida de lo po-
sible— de la tradición judía para que sea más explícita y más
conforme c o n la realidad evangélica a la que debe anunciar y c o n 4
4
Esta reescritura se manifiesta principalmente en los escritos que, inversa-
mente a los libros de la Tora y de los Profetas, aún no están consagrados por
la tradición, es decir, los que se colocan entre los Apócrifos o Seudoepígrafos,
especialmente los que forman lo que llamamos desde ahora el intertestamento.
5
Esa reconstrucción de la historia de Jesús dará lugar, al prolongarse el
tiempo de la realización, a su propia escritura, de la que los evangelios —entre
ellos cuatro serán aceptados como canónicos— constituyen una huella plural.
86 MAURICE SACHOT
6
Al convertirse el tiempo de los discípulos en el tiempo de los cristianos,
habrá que plantear no obstante un distinción. La homilía de los discípulos de-
berá distinguir entonces entre varios tiempos de la realización: el del Jesús his-
tórico, el de los cristianos (el tiempo de la Iglesia), el del final de los tiempos
(última visita de Dios y juicio final), reintroduciendo entre esos tres momen-
tos, en el interior del propio tiempo escatológico, relaciones del mismo orden
que las que se plantean entre el pasado de Israel y Jesús: la primera parusía (el
tiempo de Jesús), por ejemplo, se convierte en el modelo anunciador y antici-
pante del tiempo de la Iglesia y de la segunda parusía. Una de las principales
consecuencias de ese proceso es la integración en el mensaje evangélico del
tiempo de Jesús como experiencia espiritual ejemplar: en la historia personal de
Jesús se decidió de forma total y ejemplar lo que los discípulos viven ahora, per-
sonal y colectivamente.
EL MOVIMIENTO CRISTIANO, HOMILÍA DEL JUDAÍSMO 87
7
¿Sería necesario precisar al lector que, si el cristianismo se ha compren-
dido como la realización del judaísmo, de ello no se desprende que el autor
comparta sus planteamientos y considere, en consecuencia, que el judaísmo an-
terior al advenimiento del cristianismo deba ser definido en relación al cristia-
nismo (como su «preparación») y que el judaísmo ulterior se halle como va-
ciado de su sustancia? Desde ese punto de vista, las Leçons paradoxales sur les
Juifs et les chrétiens de André Paul (Paris, Desclée de Brouwer, 1992) son pro-
vechosas, aunque para ello no podemos aceptar que fijemos, como propone de
88 MAURICE SACHOT
8
Las fuentes para conocer ese período inicial son, como para Jesús, de una
difícil explotación. Los primeros documentos que pueden situarse con preci-
sión en el espacio y en el tiempo datan sólo de los años 50 con las Cartas del
Apóstol Pablo, alguien que opera en el espacio de la Diáspora helenística. Para
los dos primeros decenios, son los evangelios y los Hechos de los Apóstoles los
que, con el problema específico, ya subrayado, que plantea su escritura y su in-
terpretación, constituyen las fuentes principales. Por otro lado, el autor de los
Hechos de los Apóstoles, que escribió igualmente el tercer evangelio, pertenece,
como el Apóstol Pablo, al espacio de la Diáspora helenística. Dicho de otro
modo, la mayor parte de la documentación sobre el cristianismo de Palestina
traduce más bien la imagen que dan las comunidades de la Diáspora helenís-
tica. Su explotación exige las mismas andanzas heurísticas que se han señalado
en relación con los evangelios.
EL MOVIMIENTO CRISTIANO, HOMILÍA DEL JUDAISMO 91
9
Lo que no significa que la familia de Jesús no haya tenido ninguna in-
fluencia sobre la evolución del movimiento en el judaismo palestino: para co-
menzar, conocía perfectamente a Jesús, ¡cómo no! Por ello, no podía estar dis-
puesta a caer en el docetismo, a recusarle su calidad de hombre. En segundo
lugar, la familia ya había tenido con él la experiencia de la muerte con la con-
dena de un hijo, de un hermano o de un pariente. Debía pues, de una manera
u otra, evitar poner en entredicho abiertamente a las autoridades, so pena de
conocer represalias del mismo orden. Se debía pues exigir intentar mantener la
fraternidad dentro de la comunidad de Jerusalén y las filiales que podían for-
marse en los límites de una estricta observancia de la Ley.
10
Ya sabemos que Jesús y Juan el Bautista eran primos.
92 MAURICE SACHOT
11
La primera obra de una historia de los cristianos realizada por Michel
Clévenot a partir de las gentes del pueblo se llama Les Hommes de la fraternité,
París, Nathan, 1981. Alexandre Faivre ha dado como título a uno de sus libros
sobre la institucionalización de la Iglesia en el siglo m Ordonner la fraternité.
12
Los esenios no son, sin embargo, unos protocristianos, como lo recuerda
con vigor Émile Puech en Quoumrân et les Manuscrits de la mer Morte. Un cin-
quantenaire, publicado bajo la dirección de Ernest-Marie Laperrousaz, Paris,
Cerf, 1997.
EL MOVIMIENTO CRISTIANO, HOMILÍA DEL JUDAÍSMO 93
13
Como los Uama Etienne Trocmé, L'Enfance du christianisme, Paris, Noê-
sis, 1997, pag. 69.
1
MAURICE SACHOT
14
Uno de los primeros núcleos literarios, sino el primero, que constituyen
la base de los evangelios está formado por el relato de la «Pasión». Etienne
EL MOVIMIENTO CRISTIANO, HOMILÍA DEL JUDAÍSMO 99
Trocmé piensa haber demostrado que su origen es litúrgico, que fue compuesto
para ser leído durante las celebraciones en las que participaban los peregrinos
convertidos (Étienne Trocmé, The Passion as Liturgy. A Study in the origien of
the Passion Narratives in the Four Gospels, Londres, S C M Press, 1983).
15
Así se explican, en los evangelios, la actitud y las palabras contradicto-
rias que se le atribuyen a Jesús en relación con las instituciones judías.
100 MAURICE SACHOT
La Diáspora cristiana
18
Los exégetas hacen notar que el único pasaje del Nuevo Testamento en
el que se hace explícitamente referencia al canto del Siervo del Señor (Is 53,7-8)
para interpretarlo como un anuncio de la Pasión de Jesús es el discurso man-
tenido pot el helenista Felipe al eunuco de la reina Candace (Hch 8,32-35).
19
La oposición lingüística entre ambas comunidades viene claramente in-
dicada por su nombre: «hebreos» de un lado, «helenistas» del otro.
102 MAURICE SACHOT
20
La «teología» de los ámbitos helenísticos sigue siendo profundamente ju-
día. En particular, el monoteísmo estricto les prohibe interpretar como prerro-
gativas divinas los diferentes títulos dados a Jesús (el Cristo, el Justo, el Hijo
del Hombre, el Hijo de Dios, el Maestro...).
21
«Cristiano» es sin duda un apodo inventado por los representantes de la
autoridad romana, puesto que christianos está hecho con un sufijo latino en
-anus. Por medio de esa definición, quizás sarcástica, pretendían sin duda eti-
quetar cómodamente y sin ninguna ambigüedad, un movimiento del que no
sabrían decir con precisión en qué consistía, pero del que al menos un elemento
les parecía claro: el nombre al que se referían: Christos. Nombraron christianoi
a las gentes —ante todo judíos, griegos «judaizantes» y prosélitos— que habla-
ban de Christos, eran sus adeptos y hacían propaganda sobre él. Los christianoi
constituían, según ellos, una nueva amenaza, una especie de hairesis, un movi-
miento, una escuela de pensamiento y de vida, incluso un partido, a semejanza
de otras dependencias del judaísmo, incluso de las escuelas de filosofía. El libro
de los Hechos cuenta cómo el Apóstol Pablo, cuando le hicieron comparecer
ante el gobernador Félix, en Cesárea, fue acusado por Tertullus, el abogado del
gran sacerdote Ananías y algunos otros ancianos, de ser el «jefe de la hairesis de
los nazorenos», tes Nazóraión haireseós (Hch 24,5). Los discípulos de Jesús no
104 MAURICE SACHOT
tanto por los Hechos, cuyo autor, que fue uno de sus compañeros, le dedica
—de manera apologética, bien es verdad— la mitad de la obra, como por las
Cartas que él mismo escribió y de las que, al menos la mitad, sobre las catorce
que llevan su nombre, se considera como auténtica. El titubeo sobre el número
es debido, en parte, a dudas legítimas, en parte, a la pertenencia confesional de
los exégetas.
EL MOVIMIENTO CRISTIANO, HOMILÍA DEL JUDAÍSMO 105
23
Étienne Tracmé, L'Enfance du christianisme, ob. cit., pág. 82
106 MAURICE SACHOT
24
La animosidad mostrada por los judíos contra Pablo, ¿no podría expli-
carse simplemente por el hecho de que era un ciudadano romano? André Paul,
en efecto, explica que «el politeuma definía y limitaba las cualidades cívicas de
todo judío de Alejandría o de cualquier otra ciudad: uno era legalmente "ale-
jandrino" por la pertenencia al politeuma, "ciudad en la Ciudad", y ello sin po-
seer propiamente dicho la politeia, "ciudadanía" estricta o calidad del "ciuda-
dano", polites [...]. Para los judíos, la politeia o ciudadanía griega completa
(isopoliteia) significaba realmente la apostasía» (André Paul, Le Messie des Juifi
a l'heure de Jesús, París, Desclée, 1981, pág. 108).
25
La conversión de Pablo es algo posterior a los inicios del movimiento
cristiano. No fue discípulo de Jesús; sin embargo, reivindicó el título de «após-
tol». Su actuación se edificó en una constante oposición a la comunidad de Je-
rusalem Así pues, podemos pensar que el relato de su conversión tiene por fun-
ción la de legitimar la actuación de Pablo sin hacerle depender del resto de los
discípulos. En ella debe leerse igualmente, como en un espejo, la iluminación
que, por el anuncio del evangelio, Pablo aporta al pueblo elegido como a los
paganos (cfr. Hch 26,16-18).
EL MOVIMIENTO CRISTIANO, HOMILÍA DEL JUDAÍSMO 107
26
Aunque, en la Diáspora, los Profetas no formaban parte habitualmente
de la proclamación escrituraria sinagogal, de ello no se desprende que los ju-
díos de la Diáspora no compartiesen con sus hermanos de Palestina buena parte
de su esperanza escatológica o mesiánica.
27
Pedro, llegado a Antioquía después del encuentro de Jerusalén, comía al
principio con los paganos convertidos, superando la prohibición de la pureza
judía. Pero, tras la llegada de hebreos del entorno de Santiago, Pedro cambió
de actitud y se puso a respetar la prohibición de la ley judía, arrastrando con-
sigo a otras personas, entre ellas al propio Bernabé (Ga 2,11-14).
110 MAURICE SACHOT
girán que asuma los gastos que reclamaba la clausura del nazarenato de cuatro
hombres y de dirigirse al Templo para realizar los ritos de purificación (Hch
21,23-24, cfr. Nm 6,13-21). Era también el sistema más seguro de arrojarlo en
la boca del león.
EL MOVIMIENTO CRISTIANO, HOMILÍA DEL JUDAISMO 111
30
En la lengua de los exégetas, el término kerigma se ha hecho un término
técnico que designa la Forma particular según la cual el «mensaje evangélico» se
dijo y formuló por la primera generación cristiana y caracteriza ya sea los dis-
cursos apostólicos, ya sea las formulaciones condensadas de las confesiones de
fe pública. Los principales discursos son los de Pedro (cinco discursos: el día de
Pentecostés, ante los judíos y los prosélitos, Hch 2,14-41; ante el pueblo, des-
pués de la curación milagrosa del enfermo de la puerta Hermosa, Hch 3,12-26;
dos discursos ante el Sanhedrín, Hch 4,9-12 y Hch 5,29-32; y en casa del cen-
turión Cornelio, Hch 10,34-43) y los de Pablo (tres discursos: en Antioquía de
Pisidia, Hch 13,16-41; en Listra, Hch 14,15-17 y en Atenas, ante el Areópago,
Hch 17,22-31). En cuanto a las propias formulaciones kerigmáticas, se
encuentran, una en el evangelio de Lucas (Le 24,34), otra en el evangelio de
Juan (Jn 20,28), el resto en las cartas de Pablo (1 Ts 4,14; Rm 10,9; 1 Cor 8,6;
Ef 4,5; Flp 2,11). Se les vinculan las formulaciones de fe atestiguadas por los
antiguos himnos (Flp 2,6-11; Col 1,13-20; 1 Tm 3,16) así como enunciados
paulinos (1 Cor 15,3b-5; 1 Ts 1,9-10; Rm 1,3-4).
112 MAURICE SACHOT
1
Podemos sumar a esa lista, entre otros textos de ese período, la I Carta
a
tegorías propias que no son constitutivas del dato cristiano tal como
es en ese momento; dicho de otro modo, «a partir» de lo que es para
ellos un «vector interno», cuando aún no es más que un «vector ex-
terno» para los locutores anteriores. Eso es lo que ocurre en el trans-
curso del siglo II. En efecto, en el último tercio del siglo i, se esta-
bleció de forma clara y definitiva la ruptura entre los cristianos y los
judíos. A partir de entonces, el movimiento cristiano ya no reclutaba
mayoritariamente entre los judíos, sino ante todo y sobre todo en-
tre los griegos. Éstos no captan el hecho cristiano «a partir» del j u -
daismo y de las Escrituras, sino «a partir» de la cultura que les es pro-
pia, a partir de las matrices que estructuran su pensamiento. Pues
bien, la principal categoría que retienen para dar cuenta de esta
nueva realidad —categoría que es igualmente la de los intelectuales
no cristianos— es la de la «filosofía» (sophia, phibsophia).
Esa clasificación, por evidente que sea para sus contemporá-
neos, no significa que sea plenamente pertinente. La analogía que
lleva a percibir según una única matriz, la de la «filosofía», la an-
dadura propuesta por los cristianos y la andadura seguida por los
filósofos no puede ocultar la antinomia radical que les opone. En
efecto, cuando el dato cristiano trata de pensarse realmente en
griego, no es una materia informe a la que la filosofía tenga que
acudir para darle consistencia. Ya no se halla en la situación en
la que estaba en el judaismo cuando, inicialmente, sólo era j u -
daismo, y fue al pretender ser judaismo real que se transformó en
otro. Se presenta sin duda en forma de una m u l t i p l i c i d a d de co-
munidades que mantienen más o menos unos vínculos entre
ellas. Pero éstas aún se hallan estructuradas por la proclamación
escrituraria tal com o la hemos descrito anteriormente, que, a par-
tir de ahora se efectúa, no ya el día del sabbat, sino el «domingo»,
el «día del Señor» (kuriaké hémera) . El discurso cristiano, sea
1
2
La denominación «día del Señor» aparece unos años antes de finales del
siglo i, más o menos a la vez que el Apocalipsis de Juan (1,10) en forma de ku-
riaké hémera y en la Didaché(\A,\), en forma del adjetivo sustantivado kuriaké.
Sin duda, esa denominación registra una demarcación institucional ya acabada
entre el sabbat y el «domingo», aunque la práctica de una reunión semanal, que
tenían los cristianos «el primer día de la semana», es claramente más antigua
(cfr. Hch 20,7-11 y 1 Cor 16,1-2).
EL MOVIMIENTO CRISTIANO, FILOSOFÍA EN EL MUNDO HELENÍSTICO 121
1
Un ejemplo: «Nada impide salvaguardar la especificidad del cristianismo,
si tenemos en cuenta que esa influencia se refiere menos a lo que Scheleierma-
cher y Harnack han denominado la "esencia del cristianismo" que a una ex-
124 MAURICE SACHOT
tensa zona periférica que constituye algo así como su revestimiento expresivo;
cuando san Pablo y sus sucesores recurren a formas filosóficas griegas, es ante
todo para expresar cómoda y eficazmente un mensaje del que el corazón no se
ve, sin embargo, alterado; ¿cómo hubieran podido hacerse comprender por los
griegos a los que querían llegar de otra manera sino hablando su propio len-
guaje, manejando los esquemas mentales que les eran familiares?» (Jean Pépin,
«Hellénisme et christianisme», en Francois Chátelet, La Philosophie, 1.1, De Pla-
tón a saint Thomas, París, Marabout Université, 1979, pág. 180).
2
A título de ejemplo, dos diccionarios, como el Diccionario Enciclopédico
Larousse y el María Moliner, en las ediciones que tenemos a mano, dan como
definición del judaismo, el primero: «Religión de los judíos», e igualmente el
segundo: «Religión de los judíos.» En cuanto a la definición del cristianismo,
el Larousse dice: «Religión de los que creen en Jesucristo como Hijo de Dios,
y el segundo: «Religión de Cristo.»
EL MOVIMIENTO CRISTIANO, FILOSOFÌA EN EL MUNDO HELENÍSTICO 125
3
«Nuestra palabra religión carece de equivalente griego», dice Jean Rud-
hardt, en la introducción de su obra sobre las Notions fondamentales de la pen-
sée religieuse et actes constitutifi du culte dans la Grèce classique, Paris, Picard,
2. éd., 1992 (1. ed. 1958), 11, y concluye: «Sería vano enunciar en términos
a a
5
Citemos, como obras apologéticas, La Vida de Moisés y La Vida contem-
plativa; como obras teológicas, La Creación del mundo y El Decálogo; como
obras exegéticas, las Cuestiones sobre el Génesis, las Cuestiones sobre el Éxodo, Los
Gigantes, La Confusión de las lenguas y Los sueños.
6
Valentín Nikiprowetzky, Le Commentaire de lÉcriture chez Philon
d'Alexandrie. Son caractère et sa portée. Observations philosophiques, Leiden, E. J.
Brill, 1977.
7
Valentín Nikiprowetzky, Le Commentaire de l'Écriture chez Philon d'Ale-
xandrie, especialmente el cap. IV: «...<|nAoo"0<|>ÍCC chez Philon», págs. 97-116.
128 MAURICE SACHOT
judía del «vuelo de los filósofos» —tesis que habían lanzado es-
critores judíos helenísticos del siglo n antes de nuestra era, como
los historiadores E u p o l e m o y Artapán o el filósofo Aristóbulo , 10
8
«¿Qué son en efecto nuestros lugares de oración (proseuktéria) en las di-
versas ciudades, sino escuelas (didaskaleia) de prudencia, de coraje, de sabidu-
ría, de justicia, de piedad al mismo tiempo que de santidad y de todas las vir-
tudes juntas, por las que los deberes hacia los hombres y hacia Dios se
disciernen y se cumplen correctamente?» (Filón, De vita Mosis II, 216, traduc-
ción francesa de R. Arnaldez, C. Mondésert, J. Pouilloux, P. Savinel, De vita
Mosis I-II, en Les Oeuvres de Philon d'Alexandrie, 22, París, 1967, pág. 289).
Cfr. De specialibus legibus, II, 61-62.
El «camino real, dice Filón, es la filosofía, no la que sigue la manada de
9
nuestros sofistas [...], sino la que sigue el tíaso de los ascetas en una lucha sin
tregua [...]. Ese camino real que llamamos el verdadero, la auténtica filosofía
(aletbé kai gnesion), la Ley lo llama la Palabra, el Verbo de Dios» (De posteritate
Caini, 100-101).
10
Autores seguidos por otros muchos, como los autores de la Carta de Aris-
tea, del III Libro de los Macabeos, del Libro de José y Asenet, de la Oración de
Manassés...
EL MOVIMIENTO CRISTIANO, FILOSOFÍA EN EL MUNDO HELENÍSTICO 129
pora helenística, al intentar darse como objeto de una adhesión personal, se de-
fine como una «fe» (pistis) para los que no son judíos de nacimiento.
EL M O V I M I E N T O CRISTIANO, FILOSOFÍA EN EL M U N D O H E L E N Í S T I C O 133
hombre sometido a la Ley es por eso mismo ciudadano del mundo» (Filón, De
opificio mundi, 3).
13
A diferencia del judío de Palestina o del romano de Roma, que se ins-
criben como ciudadanos de un Estado, el filósofo judío de la Diáspora, al igual
que su homólogo griego, desvía hacia sí mismo la acción noble a emprender.
Se aplica igualmente a sí mismo lo que Pierre Aubenque dice del filósofo de la
época helenística: «En el momento en que el marco de la ciudad griega desa-
parece ante un Imperio cuyas decisiones escapan a la crítica como a la delibe-
ración de sus subditos, el filósofo se encuentra confinado ya sea en la pura teo-
ría, ya sea en la predicación simplemente moral, cuando la política —la más
alta forma de la praxis para los griegos—, deja de depender de él para depender
de un dueño extranjero. Es el momento en que la libertad del hombre libre,
que hasta entonces se confundía con el ejercicio de los derechos cívicos, se trans-
muta —a falta de algo mejor— en libertad interior; allí donde los ideales grie-
gos de autarcía y autonomía, que, hasta entonces trataban de satisfacerse en la
ciudad, se ven confinados a los solos recursos espirituales del hombre indivi-
dual; allí donde la especulación sobre la naturaleza tiende a no ser más que el
auxiliar de una moral ante todo preocupada por dar a cada cual la salvación in-
terior» (Pierre Aubenque, «Les Philosophies hellénistiques», in Francois Cháte-
let, La Philosopbie, t. I, De Platón a saint Thomas, París, Marabout Université,
1979, págs. 136-137).
E L M O V I M I E N T O CRISTIANO, FILOSOFÍA E N E L M U N D O H E L E N Í S T I C O 135
Sobre el tema, véase el destacado estudio que, bajo el título Du bon usage
14
15
La historia de la palabra hairesis en la época helenística ha sido estudiada
por J. Glucker, Antiochus and the Late Academy, Hypomnemata 56, Goyinga,
1978. Alain le Boulluec hace su síntesis en La Notion d'hérésie dans la littéra-
ture grecque, ll-H!e siècles, t. I, De Justin à Irênée, Paris, Études augustiniennes,
1985, págs. 41-51- De esa investigación se desprende que Josefo emplea haire-
sis con el significado que tiene en su época en la lengua griega. Ese término no
designa una «secta», en el sentido religioso del término, sino «una escuela de
pensamiento» que posee una «doctrina» específica. Por otro lado, es de notar
que Josefo emplea igualmente otros términos para calificar a los cuatro grandes
movimientos internos al judaismo, como amplía el calificativo de hairesis a otros
grupos o movimientos (véase sobre el tema Jean Le Moyne, Les Sadducéens, Pa-
rís, Gabalda, 1972, pág. 33). Si muestra una preferencia por hairesis, significa
probablemente que Josefo pretende desplazar ciertos aspectos del judaismo pa-
lestino hacia el terreno de la filosofía, políticamente menos problemático y más
cercano a la situación de los judíos en el momento en que escribe. Pero, como
escribe desde un lugar que es institucional y externo al judaismo (Roma), po-
demos estimar que las categorías de filosofía y de hairesis son, en su pensa-
miento, vectores más «externos» que «internos».
E L M O V I M I E N T O CRISTIANO, FILOSOFÍA E N E L M U N D O H E L E N Í S T I C O 139
Del lado griego, si una «escuela de filosofía» (hairesis) implica una acti-
17
tud personal así como compartir algunas ideas, de ello no se desprende que esa
actitud y ese compartir tengan la forma de una fe, en el sentido fuerte en que
los cristianos lo entienden, es decir, una adhesión personal a la verdad deter-
minada como enunciada por Dios (una verdad revelada). Andadura de fe y an-
dadura filosófica son incluso más bien exclusivas una de otra.
E L M O V I M I E N T O CRISTIANO, FILOSOFÍA E N E L M U N D O HELENÍSTICO 141
entre los judíos como entre los griegos de la región de los alre-
dedores.
Los Hechos no dan indicación alguna sobre la naturaleza de
esa enseñanza. Sin duda, deberemos buscar la huella en las C a r -
tas de Pablo, como la I a los C o r i n t i os y la Epístola a los R o -
a
of Ignatius the Martyr, col. «Pont. Inst. Orienta. Stud.», núm. 213, Roma,
1980), esos testimonios son aún más significativos, en la medida en que regis-
tran la profunda transformación del movimiento cristiano.
II
Discurso de verdad
H a b l a r de movimiento cristiano en el ámbito helenístico en
el siglo II en términos de «escuela de filosofía» (hairesis) no es sólo
una metáfora. En el judaismo helenístico, la asamblea sinagogal
era la verdadera «escuela». «Lejos del Templo y sin él, la sinagoga
era el establecimiento en el que los usos de la L e y (o de la E s c r i -
tura), leída, estudiada y comentada, reemplazaban los ritos au-
sentes de los sacrificios del Templo. E r a igualmente el lugar ex-
clusivo de la educación de los judíos, homólogo para estos
últimos del gimnasio y del Ephebeion para los griegos contem-
poráneos de una misma ciudad» . C u a n d o Flavio Josefo describe
1
1
André Paul, Le Monde des Juifs à l'heure de Jésus, París, Desclée de Brou-
wer, 1981, pág. 109.
146 MAURICE SACHOT
2
Retomamos aquí intencionadamente como título de este capítulo el de
una obra que el filósofo «pagano» Celso compuso para refutar el cristianismo.
Permite apuntar hacia lo que, más que anteriormente, define el movimiento
cristiano —un logos, una palabra, a la vez como forma (proclamación y discur-
sividad) y como contenido (Cristo como Palabra)— y lo que constituye la cues-
tión esencial: lo verdadero, alethés, que es Verdad revelada para el cristiano,
mientras que no es más que una opinión (doxa) para el griego.
3
Henri-lrénée Marrou, Histoire de l'éducation dans l'Antiquhé, págs. 309-310.
E L M O V I M I E N T O CRISTIANO, FILOSOFÍA E N E L M U N D O H E L E N Í S T I C O 147
4
Rudolf Bultmann, Der Stil der paulinischen Predigt und die kynisch-stois-
che Diatribe, Gotinga, 1910, cfr. Hartwig Thyen, Der Sal der jüdisch-hellenis-
tischen Homilie, Gotinga, 1955; Stanley Kent Stowers, The Diatribe and Pauls
Letter to the Romans, Michigan (EEUU), 1981; Wilhem Capelle y Henri-Iré-
née Marrou, «Diatribe», Reallexikon für Antike und Christentum, t. III, 1995,
col. 990-1009.
5
Para este último: Hechos (los discursos), la Epístola de Santiago, la Epís-
tola a los Hebreos, la 1. Carta de Clemente, la Epístola de Bernabé, la Didache,
a
el Pastor de Hermas...
6
Sobre la organización de las Iglesias antiguas y de la puesta en marcha de
los «ministerios», remitimos al lector a los buenos trabajos de Alexandre Faivre
del que sólo mencionamos aquí la última obra, Ordonner la fraternité. Pouvoir
d'innover et retour à l'ordre dans l'Église ancienne, Paris, Cerf, 1992.
150 MAURICE SACHOT
7
A propósito de las funciones de enseñanza en el cristianismo antiguo,
véase Alfred F. Zimmermann, Die urchristlichen Lehrer. Studien zum Traden-
tenkreis der didaskaloi im frühen Urchristentum (Wissenschaftliche Untersuchung
zum Neuen Testament, t. 2, serie 12), 1984, y Ulrich Neymeyer, Die christli-
chen Lehrer im zweiten Jehrhundert. Ihre Lehrtätigkeit, ihr Selbstverständnis und
ihre Geschichte (Vigiliae christianae, supl. 4), Leiden 1989.
8
Como lo muestra perfectamente Ilsetraut Hadot en relación con la época
que nos ocupa, la filosofía no era una disciplina cerrada sobre sí misma: «La en-
señanza de las ciencias y de las matemáticas formaba parte de los cursos de fi-
losofía [...]. Por supuesto, todos los representantes de las diversas escuelas no
siempre enseñaban las mismas materias, ni las mismas materias de la misma ma-
nera». Y precisa «el interés exclusivo de los platónicos hacia las cuatro ciencias
matemáticas en detrimento de las ciencias naturales —el interés casi universal
de los estoicos—, pero con el acento en la astronomía-astrología y la geografía»
(Ilsetraut Hadot, Arts libéraux et philosophie dans la pensée antique, París, Étu-
des augustiniennes, 1984, pág. 260).
EL M O V I M I E N T O CRISTIANO, FILOSOFÍA EN EL M U N D O H E L E N Í S T I C O 151
9
En este párrafo no hablaremos pues, por ejemplo, ni de la «escuela» (di-
daskaleion) abierta por Justino, en Roma, ni del movimiento de la «Nueva Pro-
fecía» lanzada por Montan, en Frigia, ambas hacia mediados del siglo u. Pero
más tarde deberemos presentar las posiciones de Justino sobre las relaciones en-
tre filosofía y el cristianismo. En cuanto al montañismo, nos permitimos remi-
tir al lector al estudio de Francois Blanchetiére, «Le montanisme originel», Re-
vue des sciences religieuses, LII, págs. 1 1 8 - 1 3 4 , y LUI, 1 9 7 9 , págs. 1-12 .
10
Pierre Hadot, «Gnosticisme chrétien», Encyclopaedia Universalis, vol. 7,
1968, 789.
E L M O V I M I E N T O CRISTIANO, FILOSOFÍA E N E L M U N D O H E L E N Í S T I C O 153
11
J. Deluzan, «Gnose», Encyclopaedia Universalis, voi. 7, 1968, 783.
154 MAURICE SACHOT
La «escuela» de Valentín
Así se les llama a los autores cristianos (Ireneo de Lyón, Teófilo de An-
12
tioquía, Tertuliano, Eusebio de Cesarea, etc.) que dedicaron obras contra una
o varias «escuelas» (haireseis) con el fin de refutarlas y denegarles toda validez
sobre la doctrina verdadera, dándoles así el estatuto de «herejía».
E L M O V I M I E N T O CRISTIANO, FILOSOFÍA E N E L M U N D O H E L E N Í S T I C O 155
jor refutarlos, tuvieron tendencia a presentar los sistemas gnósticos como rea-
lidades objetivas. Entre los gnósticos, escribe Alain Le Boulluec, que sigue un
estudio de Klaus Koschorke, «la soteriología es primaria, precede a la teología
y la cosmología explicativas [...]. El "sistema" no es más que un modo de ex-
presión entre otros [...], y no exclusivo [...]. No es más que uno de los medios
156 MAURICE SACHOT
La «escuela-Iglesia» de Marción
que la de Valentín, citemos, además de las que fundaron sus discípulos (Tolo-
meo, Heracleón, Teódoto, Marcos...), la de Hermógenes.
A mediados del siglo v, las Iglesias marcionitas aún serán numerosas en
15
Oriente.
E L M O V I M I E N T O CRISTIANO, FILOSOFÌA E N E L M U N D O HELENÍSTICO 157
16
Alain Le Boulluec, «La Bible chez les marginaux de l'orthodoxie», en
Claude Mondésert (dir.), Le Monde grec ancien et la Bible, Pan's, Beauchesne,
«Bible de tous les temps», 1, 1985, pâg. 155.
158 MAURICE SACHOT
17
Joseph Moingt, «La gnose de Clément d'Alexandrie dans ses rapports
avec la foi et la philosophie», Recherches de science religieuse, t. XXXVTI, 1950,
pâgs. 195-251, 398-421, 537-564; t. XXXVTil (1951), pâgs. 82-118.
18
Ibid., pag. 219
160 MAURICE SACHOT
ORTODOXIA Y HETERODOXIA
1 9
La traducción francesa es de Joseph Moingt, en su obra La gnose de Clé-
ment d'Alexandrie, págs. 206-210.
20
Este punto ha sido evidenciado por Gustave Bardy, «Aux origines de
l'école d'Alexandrie», Recherches de science religieuse, t. XXVII (1937), pags. 65-90
y «Pour l'histoire de l'école d'Alexandrie», Vivre et Penser, t. II, 1952, pági-
nas 80-109.
21
La relación entre filosofía y fe es del mismo orden en él que en Clemente
y Filón de Alejandría, como lo muestra claramente un extracto de una carta que
dirigió a Gregorio de Neocesarea, uno de sus discípulos: «Me gustaría ver que
utilizas todas las formas de la bella inteligencia para el cristianismo que debe
162 MAURICE SACHOT
ser su suprema finalidad. Para alcanzarlo de forma segura, deseo que tomes de
la filosofía griega el ciclo de conocimientos capaz de servir de introducción al
cristianismo y las nociones de geometría y de astronomía que pueden ser de uti-
lidad para la explicación de los Libros santos; que lo que los filósofos dicen de
la geometría, de la música, de la gramática, de la retórica, de la astronomía, que
son las auxiliares de la filosofía, nosotros podamos decirlo de la filosofía ella
misma con respecto al cristianismo» (Orígenes, Epist. Ad Gregor., citado por
Bardy, «Pour l'histoire de l'école d'Alexandrie», pág. 95).
E L M O V I M I E N T O CRISTIANO, FILOSOFÍA E N E L M U N D O H E L E N Í S T I CO 163
Subversión de la filosofía
22
No podemos dejar de recalcar, en nuestra perspectiva propia, que el dis-
curso cristiano se construye bien, a partir de ese momento, como mediología,
en el sentido de un enunciado razonado de una mediación histórica y salva-
dora.
166 MAURICE SACHOT
Cristianismo y judaismo
son exactamente los mismos. Para el período que nos afecta, viene
atestiguado por la apología escrita por Justino contra los judíos y
que tiene por título Diálogo con Trifón, pues pretende darnos a co-
nocer la charla que tuvo, dos días antes, con R a b b i Trifón.
El primer punto de discusión se refiere al propio soporte del
debate, es decir, las Escrituras. El N u e v o Testamento aún no está
constituido, a pesar de que, entre los cristianos, circulan escritos
que entrarán más tarde en su composición. La cuestión sólo
puede referirse a las Escrituras comunes, o sea, eso que los cris-
tianos llaman el A n t i g u o Testamento. La composición del corpus
no crea problemas: puesto que la corriente farisea es la corriente
fundadora del judaismo rabínico, el corpus engloba la Tora, los
Profetas y los Escritos. La primera divergencia seria se refiere a la
lengua: los cristianos leen ese corpus en la versión de los Setenta,
los judíos en el texto original; entonces, aceptan discutir a partir
de una traducción más literal y menos favorable a una interpre-
tación cristiana, como son las versiones dadas en ese sentido por
A q u i l a , Simanco y Teodocio.
Si el idioma crea problemas es porque es el soporte de una i n -
terpretación de los textos, por la que cristianos y judíos no pueden
entenderse: los primeros quieren ver a toda costa el anuncio profe-
tice del cumplimiento realizado en Jesucristo y en el tiempo de la
Iglesia. Eso es lo que no pueden admitir en absoluto sus interlocu-
tores. C o m o no pueden aceptar que, en la continuación de su ar-
gumentación, los cristianos pretendan que la Ley y el valor salvífico
de sus observancias hayan caducado y que, injuria suprema, la afir-
mación del Dios único y creador (monoteísmo) sea puesta en en-
tredicho debido a la interpretación de Jesús, y no sólo en la figura
del Mesías, del Profeta, del Siervo, del Justo, del Santo, del H i j o del
H o m b r e o del H i j o de D i o s —expresiones que pueden entenderse
de manera metafórica—, sino en la figura del Logos divino, que i n -
troduce la pluralidad en el seno mismo de la d i v i n i d a d . 23
«Oírte decir que ese Cristo es Dios, ha preexistido antes de los siglos
23
—le hace decir Justino a Trifón—, puesto que ha consentido en hacerse hom-
bre y nacer y que no es hombre de entre los hombres, eso me parece no sólo
paradójico, sino también insensato» (Diálogo, 48.1).
168 MAURICE SACHOT
26
Comprendemos, por consiguiente, que si, con ese criterio, se podía des-
calificar a algunas hairesis, no ocurría lo mismo cuando éstas se transformaban
en Iglesias, como la haireseis marcionita en el siglo u. A partir del siglo m,
cuando la institución ya era preponderante en la definición del cristianismo, las
divergencias doctrinales serán necesariamente a la vez separaciones institucio-
nales, «cismas». El desplazamiento sobre el vector institucional de la cuestión
de lo verdadero —¿sería necesario resaltarlo?— deja la cuestión como estaba e
incluso pone en entredicho el estatuto de la institución, implicándolo en una
función para la que no está cualificada.
172 MAURICE SACHOT
He aquí, por ejemplo, entre los más antiguos símbolos bautismales, el que
27
SIMON Marcel, Verus Israel. Etude sur les relations entre chrétiens et Juifs
dans VEmpire romain (135-425), Paris, Éd. de Boccard, 2. ed. 1964. a
Londres, 1954.
V A R D I M A N E. E., Die grosse Zeitwende. Zwischen Hellenismus und Urch-
them» in Sanders E. P., Jewish and Christian Sef definition, vol. I, The
Shaping of Christianity in the Second and Third Centuries, Londres,
1980, pâgs. 100-125.
Z I M M E R M A N N Alfred F., Die urchristlichen Lehrer. Studien zum Traden-
1
Es a propósito que limitamos nuestro cometido a la «rama» latina del cris-
tianismo.
2
Preferimos «romanidad» a «latinidad», en el sentido de que, en la época
en que nos situamos, ambos elementos no son pura y simplemente sinónimos.
La latinidad es interna a la romanidad como su vector primario, pero sin ser el
único. Domina claramente en Occidente y mantiene ese predominio. En
Oriente, por el contrario, no está hecha esa distinción, puesto que la romani-
dad permanece en la latinidad, como también en el Imperio griego.
180 MAURICE SACHOT
El poder político era entonces latino. Eso significa que, desde el punto de
3
1
«Nihil aliud inumi quam superstitionem prauam, immodicam [...] Ntque
ciuitates tantum, sec uicos etiam atque agros superstitionis istius contagio peruaga
est» (Plinio el Joven, Epist., X, 96, 8 y 9).
182 MAURICE SACHOT
medio antes de que el cristianismo hable de sí mismo en latín, cuando esta len-
gua era la de la capital del Imperio. La razón principal es que el latín no es la len-
gua común del Imperio, incluso en Roma, sino el griego. De ahí su nombre de
koine (lengua «común») dado a ésta. Habrá que esperar a la segunda mitad del si-
glo rv para que, en la propia Roma, la liturgia cristiana pase del griego al latín.
Tampoco es una casualidad que las primeras obras cristianas en latín, fuera de las
traducciones, aparezcan en Cartago y no en Roma: las ciudades del norte de
África, latinizadas después de las guerras púnicas, forman un enclave latino.
Ambas categorías estructuran incluso su obra, el Octavius, un diálogo en
3
4
Traducción: «De la falsa religión, o de la superstición, a la verdadera reli-
gión», Henri Bouillard, «La formation du concept de religion en Occident», in
Charles Kannengiesser e Yves Marchasson, Humanisme et christianisme. Mélanges
scientifiques du centenaire de l'Institut catholique de Paris, P^.ris, 1976, pág. 452.
5
Es, al menos, lo que creemos haber encontrado y demostrado hace ya mu-
cho tiempo. Véase Maurice Sachot, «Comment le christianisme est-il devenu
religio?», Revue de sciences religieuses, t. 59, 1985, págs. 95-118, texto vuelto a
editar bajo el título «Christianisme antique et catégories historiques», in René
Heyer (dir.), L'Institution de l'histoire, 1, Fiction, ordre, origine, Paris, Cerf/CE-
RIT, 1989, págs. 13-36. Podemos extrañarnos, y con razón, de que ni los filó-
logos ni los comentaristas de Tertuliano hayan hecho ya esa observación; será
que están hasta tal punto marcados por la cultura cristiana que perciben «de
forma espontánea» que el cristianismo como «religión» es del orden de la evi-
dencia.
6
Volvemos aquí y corregimos en algunos puntos, lo esencial de un largo
artículo publicado en la Revue de l'historié des religions bajo el título «Religio/su-
perstitio. Historique d'une subversion et d'un retournement», CCVIII-4/1991,
págs. 355-394. La corrección principal se refiere al significado que debemos dar
a superstitio, entendido como «superstición» y sobre el origen de ese significado.
184 MAURICE SACHOT
ESQUEMA 1
después:
«RELIGIÓN CÍVICA»
En el siglo I a.C, En el siglo I d.C.:
Distinción entre: PALABRA HOMILÉTICA
«Los tiempos se han cumplido»
(JESÚS: área judeo-palestina)
RELIGIÓN RELIGIÓN
CÍVICA CÍVICA
LEGÍTIMA ILEGÍTIMA
1 \
Después:
VERDADERO JUDAISMO
SUPERVIVENCIA o
RELIGIOSA HOMILIA DEL JUDAISMO
DESPRECIABLE (PRIMERAS GENERACIONES DE DISCIPULOS:
(califica las RELIGIONES ilegítimas) áreas judeo-palestinas y judeo-helenísticas)
i . el movimiento
(Para los romanos,
cristiano es una RELIGIO ilegítima,
una SUPERSTITIO)
I
En el siglo II:
VERDADERA FILOSOFÍA
\ \ I •
(áreas judeo-helenísticas y helenísticas)
„ '
Año 197, bajo la pluma de un latino cristiano,
De ahí la reducción del resto de ¡as religiones
el movimiento cristiano se define como: y supersticiones al rango de
«VERA RELIGIO VERIDEh «SUPERSTITIONES»
«verdadera religión del verdadero Dios» «creencias religiosas despreciables»
(TERTULIANO)
designa: — la antigua religión romana
En el siglo IV: — el resto de las religiones
«RELIGIO ROMANA CHRISTIANAQUE» — las supersticiones
«religión romana y cristiana» — las filosofías fuera de la griega
RELIGIÓN DE IMPERIO
1
Ese sentido de religio perdurará a lo largo de la latinidad.
E L CRISTIANISMO, RELIGIÓN R O M A N A 185
7
Dicho de otra forma, de estar plenamente de acuerdo con la tesis judeo-
cristiana del «hurto». Es muy libre el poeta latino cuando escribe sobre el cris-
tianismo:
Iba a heredar de los pesados legionarios.
Las legiones romanas habían caminado por él.
Una debe ser la mirada del poeta, otra la del historiador.
8
Émile Benvéniste, Le Vocabulaire des institutions indo-européennes, t. 2,
Pouvoir, droit, religion, Paris, Minuit, 1969, págs. 265-279.
1
9
Georges Dumézil, La Religión romaine archaïque, París, Payot, 1966, pág. 54.
10
Debe distinguirse este principio —a pesar de la semejanza de su formu-
lación— del principio moderno Cujus regio, eius religio, que surgió en el siglo
xvii en el contexto de las guerras de religión entre católicos y protestantes y que
conlleva una noción de «religión» completamente diferente de la que preside a
la formulada por Cicerón. Sobre el proverbio moderno, cuyo primer testimo-
E L CRISTIANISMO, RELIGIÓN R O M A N A 187
nio, en forma de «Cuius sit regio, ejusdem etiam sit religio», sería el de Benito
Carpzov (Iurisprudentia ecclesiastica et consistorialis, ed. de Hannover, 1652, 1. a
ed. 1649), véase Joseph Lecler, «Les origines et le sens de la formule: cujus regio,
ejus reluigio», Recherches de science religieuse, t. XXXVIII, 1951, págs. 119-131.
11
«Si conferre uolumus nostra cum externis, ceteris rebus aut pares aut etiam
inferiores reperiemur, religione, id est cultu deorum, multo superiores», Cicerón,
De natura deorum, II, 3, 8, trad, francesa de Robert Schilling.
12
Robert Turcan, Religion romaine, t. 2, Le Culte, Leiden-Nueva York-Co-
penhague-Colonia, E . J . Brill, 1988, pág. 5.
'«...sedpietate oc religione atque hoc una sapientia, quod deorum numine
13
1 4
John Scheid, «Les religions», in François-Jacques-John Scheid, Rome et
l'intégration de l'Empire, 44 a.C.-260 d . C , t. 1: Les Structures de l'Empire
romain, Paris, PUF, «Nouvelle Clio», 1990, pág. 112.
15
Robert Turcan, Religion romaine, t. 2, pág. 3.
E L CRISTIANISMO, RELIGIÓN R O M A N A 189
LA SUPERSTICIÓN CRISTIANA
16
En relación con ese término, véase más particularmente, además del es-
tudio de Benvéniste, los de Salvatore Calderone, «Superstitio», Aufitieg undNie-
dergang der Romanischen Welt, Berlín-Nueva York, t. I, 1972, págs. 337-396;
de Denise Grodzynski, «Superstitio», Revue des études anciennes, 76, 1974, pági-
nas 36-60; L. F. Janssen, «Superstitio and the persecution of the Christians",
Vigilae Christianae, 33, 1979, págs. 131-159.
17
Mejor que «creencias religiosas despreciables», como lo hemos escrito en
nuestro estudio anterior, volviendo a la propia expresión de E. Benvéniste.
1
19
La conquista abolía la religión de cada ciudad, ya sea por el antiguo euo-
catio o por el simple derecho general y del pueblo romano. La nación judía,
que se hallaba tanto en la Diaspora como en un territorio determinado, se be-
nefició de algunos privilegios: su religio se consideró como lícita. Se realizó no
obstante un intento para fusionarla, como el resto de las religiones de las na-
ciones anexionadas al Imperio: cfr. Marcel Simon, «Jupiter-Yahvé», en Marcel
Simon, Le Christianisme antique et son contexte religieux, Scripta varia, Tubin-
ga, 1981, vol. II, págs. 622-648.
1
Quizás el autor de los Hechos de los Apóstoles, que escribe después del
20
fin del Estado de Israel, registra ese cambio de estatuto y, por tanto, de deno-
minación, cuando hace calificar como «religión» judía por el gobernador ro-
mano Porcius Festus de deisidaimonia, término griego que, literalmente, signi-
fica «temor de los dioses», pero que el latín traduce superstitio (Hch 25,19).
E L CRISTIANISMO, RELIGIÓN R O M A N A 193
2 1
John Scheid, «Les religions», en François Jacques y John Scheid, Rome
et l'intégration de l'Empire, 44 a.C. - 260 d . C , t. I, Les Structures de l'Empire
romain, Paris, PUF, «Nouvelle Clio», pág. 127.
MAURICE SACHOT
22
Traducción francesa de René Nouailhac y de Maurice Sachot, según el
texto latino editado por J. A. Robinson, The Passion of S. Perpetua newly edited
form the Mss. With an Introduction and notes together with an Appendix contai-
ning the original latin text of the Scillian Martyrdom, Cambridge, 1891,
págs. 112-116. Esta traducción figura igualmente en René Nouailhac, La genèse
du christianisme. De Jérusalem à Chalcédoine, págs. 153-154.
196 MAURICE SACHOT
LA OSADÍA DE TERTULIANO
2 3
Tanto en escritos de orden apologético y polémico (Apologética, El Tes-
timonio del alma, A Scapula, Contra los judíos, La Prescripción de los herejes, Con-
tra Marción, Contra Hermógenes, Contra los valentinianos, Sobre el bautismo,
Scorpiace, La Carne de Cristo, La Resurrección de Cristo, Contra Praxeas, Sobre
el alma) como en obras o tratados de orden «institucional», comportamental y
disciplinar (A los mártires, Los Espectáculos, La « Toilette» de las mujeres, La Ora-
ción, La Paciencia, La Penitencia, A su mujer, Exhortación a la castidad, La Mo-
nogamia, El Velo de las vírgenes, La Corona, La huida en la persecución. El Ayuno,
La Modestia, El PaHium), sin tener en cuenta los que se han perdido.
198 MAURICE SACHOT
26
La expresión «religión legalmente permitida», religionis certe licitae, en
relación con los judíos, solo viene en el cap. XXI, 1, después de la denomina-
ción del cristianismo como religio y la exposición de su contenido teológico.
E L CRISTIANISMO, RELIGIÓN R O M A N A 201
LA NUEVA RELIGIÓN
1
Jean Réville, La religion à Rome sous les Sévères, Paris, 1886, pág. 114.
206 MAURICE SACHOT
Yves Lehmann, La Religion romaine, París, PUF, col. «Que sais-je?», 1981,
2
pág. 107.
E L CRISTIANISMO, RELIGIÓN R O M A N A 207
3
Vimos, en la segunda parte de este libro, que los filósofos griegos cristia-
nos estaban divididos sobre el reconocimiento de cierta parte de verdad fuera
de la fe cristiana: algunos estaban de acuerdo, otros se mostraban exclusivos. La
sobredeterminación de las hairesis por superstitiones no permite elegir.
4
Posición siempre en uso. La ignorancia, incluso el desprecio, términos
con los que se designan a veces las filosofías extranjeras, vienen quizás del he-
cho de que inicialmente no están clasificadas como filosofías, sino como reli-
giones, lo que quiere decir, en un contexto latino cristiano, falsas religiones, su-
persticiones.
208 MAURICE SACHOT
5
Jean-Pierre Vernant, Mythe et religion en Grèce ancienne, Paris, Seuil,
1990, pâg. 21.
E L CRISTIANISMO, RELIGIÓN R O M A N A 209
6
El cristianismo, al igual que fue modelado, en el ámbito griego, por la fi-
losofía, pretende ahora, a cambio, dictar la verdad a la filosofía, porque ostenta
la verdad de la filosofía; de igual manera, constituido en ciuitas en el ámbito
romano, se hace pasar por el modelo perfecto de la sociedad (societas perfecta)
y pretende dictarle su ley. Esa es quizás la razón principal por la que el con-
flicto entre las instituciones latinas y las Iglesias era inevitable. Convertido en
religio, el cristianismo no podía pensarse simplemente como un enclave en la
sociedad, como una agrupación particular, una domus, dirá san Agustín en La
Ciudad de Dios (XIX, 16-17). Sólo podía ser la religio de la societas, es decir, fi-
nalmente, toda la societas ella misma en cuanto que se significa y se simboliza
en la religio.
210 MAURICE SACHOT
7
Georges Dumézil, La Religión romaine archaïque, París, Payot, 1996,
págs. 123-124.
E L CRISTIANISMO, RELIGIÓN R O M A N A 211
8
François Jacques, «Les statuts des personnes es des communautés» in
François Jacques et John Scheid, Rome et l'intégration de l'Empire, 1.1, Les Struc-
tures de l'Empire romain, Paris, PUF, 1990, pág. 221.
T
212 MAURICE SACHOT
véanse los excelentes trabajos de Alexandre Faivre, entre ellos, además de la obra
ya citada, Les Laïcs aux origines de l'Église, París, Le Centurion, 1984.
E L CRISTIANISMO, RELIGIÓN R O M A N A 213
10
Alexandre Faivre, Ordonner la fraternité, París, Cerf, 1992, pág. 77.
11
En relación con esta cuestión, véase por ejemplo la obra de Philippe A.
McSchane, La Romanitas et le pape Léon le Grand. L apport culturel des institu-
tions impériales à la formation des structures ecclésiastiques, Tournai, Desclée et
Cie; Montréal, Bellarmin, col. Recherches-Théologie, 24, 1979-
12
Véase sobre ese tema el muy buen estudio de René Nouailhat sobre el
destino de los honorati que, después de haber sido monjes en Lérins, se con-
virtieron, en su gran mayoría, en la primera mitad del siglo v, en «obispos-pre-
214 MAURICE SACHOT
fectos» de las Galias, Saints et Patrons, París, Les Belles Lettres, 1989. A finales
del siglo iv, escribe por su lado Alexandre Faivre, el obispo «comienza a querer
"hacer carrera" aceptando pasar a un obispado más importante. Siguiendo el
modelo de los funcionarios civiles, el obispo de la civitas tratará de conseguir
ser el metropolita de la provincia, después patriarca o metropolita superior de
la diócesis y finalmente, patriarca ecuménico de la capital» (Ordonner la frater-
nité, ob. cit., pág. 45).
E L CRISTIANISMO, RELIGIÓN R O M A N A 215
13
Una cuestión del mismo orden, planteada por el donatismo, a finales del
siglo siguiente, dará lugar a precisar que la eficacia de un sacramento es inde-
pendiente de la dignidad del ministro (ex opere operato). La institucionalización
sacramental no está lejos de volver al formalismo y ritualismo que caracteriza-
ban a la religio antigua: la efectividad del don de la salvación que significa el
sacramento viene asegurada por la exactitud formal en el cumplimiento del rito.
14
Todo esto ha sido pertinentemente puesto de relieve por Rene Nouail-
hat en los escritos lerinianos del siglo v, «Esclave, serviteur, moine. Structures
218 MAURICE SACHOT
15
Así se explica, nos parece, la oposición que se establece, desde un prin-
cipio, entre el monaquismo griego —pensado en una perspectiva filosófica, es
decir, un acceso personal a la divinidad (de ahí la denominación de mona-
quismo, hecha sobre monachos, «que vive en solitario»)— y el monaquismo la-
tino, pensado en una perspectiva institucional y social, que plantea ese mismo
acceso de una forma colectiva y organizada (en ese caso, la expresión mona-
quismo comunitario o cenobítico significa organización colectiva de un acceso
individual a la divinidad).
MAURICE SACHOT
220
«Eis qui in Ecclesia sunt preshyteris abaudire oportet, his qui successionem
16
hebent ab Apostolis [...] qui cum episcopatus successione charisma veritatis certum
secundum placitum Patris acceterunt» (Ireneo, Contra las herejías, IV, 26, 2). El
original griego de ese libro se ha perdido.
222 MAURICE SACHOT
17
En un capítulo dedicado al «derecho como metáfora de la institución»,
Jean-Paul Resweber pone claramente en evidencia las implicaciones y los pro-
blemas —en relación con el empleo del término griego pbysis por el término la-
tino natura—, de la sobredeterminación institucional de esa noción: «El orden
del derecho viene a confirmar, reforzar y elevar el orden de la naturaleza. No
podríamos expresar mejor hasta qué punto, a partir de su deriva hacia la lati-
nidad, los conceptos metafísicos se hacen indisociablemente nociones jurídicas.
El hermoso y buen pensamiento se convierte en pensamiento recto, el desvela-
224 MAURICE SACHOT
19
Véase Maurice Sachot, «L'argument d'autorité dans l'enseignement théo-
logique au Moyen Age: les grandes étapes d'une évolution (xie-xine siècles)»,
en Olivier Reboul y Jean-François Garcia (dir.), Rhétorique et Pédagogie, Cahier
du Séminaire de philosophie, 10, Estrasburgo, PUS, 1991, pâgs. 111-153.
226 MAURICE SACHOT
20
Tomamos la expresión y el concepto a Régis Debray, Transmettre, ob.
cit., págs. 26-33.
2 1
Henri Davenson, Fondements d'une culture chrétienne, París, 1934, pági-
nas 57-58, 82-83.
E. R Dodds, Les Grecs et l'irrationnel, trad. del inglés al francés por M i -
22
chael Gibson, París, Flammarion, 1977, pág. 179. Original: The Greeks and the
Irrational, Berkeley (EEUU), University of California Press, 1959.
EL CRISTIANISMO, RELIGIÓN R O M A N A 227
23
Véase, por ejemplo, en cuanto a las relaciones del judaismo con el hele-
nismo y entre el cristianismo y el helenismo, la reciente obra de Luc Brisson,
«Le christianisme face á la philosophie», en Monique Canto-Sperber (dir.), Phi-
losophie grecque, París, PUF, 1997, págs. 701-743.
24
Es decir, la proclamación escrituraria en el judaismo, la filosofía en el he-
lenismo y religio en la romanidad.
228 MAURICE SACHOT
ESQUEMA 2
La religio romana christianaque
como forma de «organización materializada»
230 MAURICE SACHOT
véase en particular Paul Veyne, «La famille et l'amour sous le Haut-Empire ro-
main», Annales ESC, 1978, págs. 35-68, y «Les noces du couple romain», L'His-
toire, num. 63, enero de 1984, págs. 47-51; Charles Munier, Mariage et virgi-
nité dans l'Église ancienne (siglos i-iu) Berna-Frankfurt am Main-Nueva
York-Paris, Peter Lang, 1987; y en la época de la Edad Media, Jean-Louis Flan-
drin, La Sexe et l'Occident. Évolution des attitudes et des comportements, Paris,
Seuil, 1981; Jacques Le Goff, L'Imaginaire médiéval, cap. «Le refus du plaisir,
Paris, Gallimard, 1985, págs. 136-148.
E L CRISTIANISMO, RELIGIÓN R O M A N A 233
28
La cristiandad medieval dará su plena medida a esa concepción de Dios,
como lo muestra Jacques Le GofF, en La Civilisation de l'Occident médiéval,
París, Arthaud, 1964, págs. 197-205. Véase igualmente Jean-Paul Resweber,
«La pensée médiévale», /«Joseph Doré (dir.), Les Chrétiens et leurs doctrines, Es-
trasburgo, CERIT, París, Desclée, 1987, págs. 101-170, en particular el capí-
tulo III, «L'institution médiévale du discours chrétien».
234 MAURICE SACHOT
29
Disponemos de un interesante ejemplo de escenificación sobre el encaje
de las tres cathedrae en la Unidad de la Iglesia de san Cipriano. Cipriano es el
obispo titular de Cartago, pero, al día siguiente de la persecución, su poder se
ve cuestionado. Por otro lado, han sido elegidos incluso varios obispos. C i -
priano toma la palabra y, en su discurso, encaja una verdadera proclamación
escrituraria, que conlleva un texto escriturario (la entrega de las llaves de la Igle-
sia a Pedro) y su homilía. Cipriano gana y vuelve a la dirección de su Iglesia.
Para un análisis de este ejemplo, véase Maurice Sachot, «De la tradition de
l'Écriture à l'écriture de la Tradition. De Mt 16,18-19 au De Ecclesiae catholi-
cae unitate, saint Cyprien, c. IV», en J.-M. Aubert y cols., Du Texte à la parole,
Paris, Beauchesne, col. «Le point théologique», num. 40, 1982, págs. 11-40.
E L CRISTIANISMO, RELIGIÓN R O M A N A 235
GAILLARD Jacques, Rome, le temps, les choses, Paris, Actes Sud, 1995.
GRODZYNSKI Denise, «Superstitio», Revue des études anciennes, 76, 1974,
págs. 36-60.
J A C Q U E S François-ScHEiD John, Rome et l'intégrtation de l'Empire, 44 av.
1
La clausura de la lengua latina fue llevada a cabo por el concilio de Trento
que, por el decreto del 5 de abril de 1546, declaraba que «es la edición antigua
y vulgata, aprobada por el largo uso de la Iglesia misma durante tantos siglos,
que ella misma debe ser considerada como auténtica en las lecciones, discusio-
nes, predicaciones y exposiciones públicas, y que nadie puede tener la audacia
o la presunción para rechazarla bajo ningún pretexto». Sabemos que la mayor
parte de los textos que sirvieron de discusión durante el concilio Vaticano II
(1962-1965) fueron concebidos en lenguas vernáculas, entre ellas el español.
De ahí quizás el espíritu de novedad que sopló sobre los trabajos. La retrover-
sion que se hizo en latín, muestra no obstante que las lenguas modernas no fue-
ron o no pudieron ser plenamente «vectores internos».
2
Para Lutero, por ejemplo, el latín no se abandona en beneficio de lenguas
vernáculas para la lectura y la interpretación de la Escritura. Se refuerza incluso
con el griego y el hebreo: «Quien quiera ser testigo sin recurrir a la ayuda del
latín, del griego y del hebreo, y quisiera hacerlo únicamente a partir de su len-
gua materna, ése cometería cantidad de errores. Pues yo mismo he experimen-
tado hasta qué punto las lenguas contribuyen por encima de todo a una clara
comprensión de la Escritura santa» (WA, 11, 455.30-34, citado por Gottfried
Hammann, «Martin Luther y el latín», in Knoepfler (textos recogidos y edita-
dos por), Nomen Latinum (Melanges André Schneider), Faculté de Lettres de
Neuchátel, Ginebra, Librería Droz SA, 1997, pág. 339).
CONCLUSIÓN 243
3
Las Mères patries, Grasset, 1982.
244 MAURICE SACHOT
5
Ambas posiciones son «dogmáticas». No lo es sólo la tesis católica. La te-
sis desarrollada por Walter Bauer, en su libro titulado Rechtgläubigkeit und Ket-
zerei im ältesten Christentum, que se publicó en 1934, tesis que volvía a poner
en entredicho la prioridad de la ortodoxia sobre la heterodoxia, era igualmente
dogmática. La última obra de Étienne Trocmé, L'Enfance du cristianisme, de la
que hemos subrayado los méritos, lleva la marca de «dogmas» protestantes: ello
se manifiesta en particular mediante una escritura de la historia en apariencia
caótica, sin líneas directrices, como si ésta dependiese únicamente de la gracia.
Esta concepción en apariencia «dogmática» de la historia ilustra perfectamente
por otro lado el gran surgimiento de las «sectas» protestantes comparado con el
monolitismo católico.
246 MAURICE SACHOT
6
Jean-Pierre Vernane Mythe et religion en Grèce ancienne, Paris, Seuil,
1990, pags. 21-22.
CONCLUSIÓN 247
7
Régis Debray, Transmitiré, ob. cit., pág. 163-
248 MAURICE SACHOT
MEDIOLOGÍA
1994).
T R O C M É Etienne, «Le christianisme des origines au concile de Nicée»,
in Henri-Charles P U E C H (dir.) Histoire des religions», Paris, Galli-
mard, 1972, vol. 2, págs. 185-363.