Fragmentacion Polarizacion y Baja Instit

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Revista Mexicana de Análisis Político y Administración Pública

Volumen XII, número 24, julio-diciembre 2023, pp. 139-176

Fragmentación, polarización y baja


institucionalización del sistema de
partidos. El caso peruano entre
2001 y 2022
Fragmentation, Polarization, And Low
Institutionalization of The Party System. The Peruvian
Case Between 2001 And 2022
IGNACIO GARCÍA MARÍN *

Fecha de recepción: septiembre 14 2023


Fecha de aceptación: noviembre 27 2023

Resumen
La presente investigación analiza el sistema de partidos peruano
entre 2001 y 2022 a través de un estudio longitudinal y
comparado. En este período, se destaca una muy baja
institucionalización del sistema de partidos, crecientes tensiones
entre el Ejecutivo y el Legislativo y una progresiva fragmentación
y atomización del Congreso. Esta fagocitación partidaria tuvo su
reflejo en el Ejecutivo, donde doce presidentes ocuparon el cargo
y se iniciaron ocho procesos de vacancia, pero también en el
Legislativo, con una elevada volatilidad y dificultad para
alcanzar mayorías. Así, el Perú se ha configurado como un
interesante estudio de caso sobre los efectos que un sistema de
partidos de baja institucionalización puede generar para el
conjunto del sistema político y la importancia del análisis de esta

*
Profesor en la UAM, Departamento de Ciencias Sociales. Doctor en Gobierno y
Administración Pública, Universidad Complutense de Madrid.

Revista Mexicana de Análisis Político y Administración Pública, Universidad de Guanajuato, Volumen XII, número 24, julio-diciembre 2023
Este trabajo está licenciado bajo una Licencia Internacional Creative Commons Atribución No Comercial Sin Derivados 4.0
Ignacio García Marín

variable. En este sentido, se evidencian los efectos nocivos en


ambos poderes y para la gobernabilidad, así como la ausencia de
indicadores que atestigüen una posible consolidación.
Palabras clave
Perú; partidos políticos; sistema de partidos; institucionalización;
relaciones Ejecutivo - Legislativo
Abstract:
This research analyzes the Peruvian party system between 2001
and 2022 through a longitudinal and comparative study. During
this period, a very low institutionalization of the party system,
growing tensions between the executive and the legislature, and
progressive fragmentation and atomization of Congress stand
out. This party fragmentation was reflected in the executive,
where 12 presidents held office and eight vacancy processes were
initiated, but also in the legislature, with high volatility and
difficulty in reaching majorities. Thus, Peru has become an
interesting case study on the effects that a party system with low
institutionalization can have on the political system as a whole
140 and the importance of analyzing this variable. In this sense, the
harmful effects on both powers and governance are evidenced,
as well as the absence of indicators that attest to possible
consolidation.
Keywords:
Peru; Party Politics; Party System; Institutionalization; Executive -
Legislative Relations

Introducción

El Perú fue uno de los primeros regímenes latinoamericanos que dejó atrás
la autocracia durante la tercera ola en 1979. Tras ello, discurrió una década
marcada por los partidos políticos tradicionales y que ya habían
protagonizado la arena política en los periodos democráticos previos.
Fernando Belaúnde (1980-1985, Acción Popular) y Alan García (1985-1990,
APRA) presidieron la República en un contexto de crisis económica,
hiperinflación, inseguridad y la amenaza terrorista de Sendero Luminoso.
Esta difícil coyuntura afectó a las entonces dominantes organizaciones

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partidarias, sumiendo al sistema político en una crisis de representación


que dio lugar a nuevos actores políticos (Tanaka, 1998; Tuesta Soldevilla,
2008, 2015).
Así, en 1990, se presentaron dos candidatos outsiders con un claro
discurso tecnocrático y alejado de los partidos políticos. Mario Vargas
Llosa y Alberto Fujimori, resultando ganador y contra todo pronóstico, el
segundo. Esta elección no sólo inició un nuevo período político en el país,
sino que afianzó el colapso del sistema de partidos que hasta entonces
había dominado al país e inició una década de autoritarismo competitivo
(Encinas, 2016; Levitsky & Cameron, 2003; Levitsky & Way, 2002).
Asimismo, se estableció una nueva constitución en 1993 que buscaba, entre
otras cuestiones, darle pátina de legalidad al autogolpe fujimorista de 1992
(Tuesta Soldevilla, 2015).
Dicha década de gobiernos autoritarios y limitada competitividad
electoral llegó a fin en el año 2000 con la salida precipitada de Fujimori
tanto del poder como del país. Desde entonces, puede considerarse que el 141
Perú ha mantenido la institucionalidad democrática basada en la
credibilidad de los procesos electorales y el mantenimiento de la separación
de los poderes del Estado. Cinco elecciones presidenciales y seis legislativas
con alternancia partidaria en todas ellas y sin denuncias creíbles de fraude
dan cuenta de ello.
Sin embargo, en este mismo período no puede hablarse de un sistema de
partidos institucionalizado, estable, con organizaciones partidarias
estructuradas y vínculos programáticos con la ciudadanía y entre sus
propios integrantes. En efecto, el sistema de partidos peruano ha destacado
por una muy baja institucionalización, donde los candidatos se sirven de
las organizaciones partidarias como de instrumentos para sus fines
electorales; la cohesión de las bancadas es baja, siendo frecuente el
transfuguismo; la atomización de la Cámara ha sido creciente en una
misma legislatura; y la polarización ha derivado en elecciones divisivas que
debilitaron a los presidentes resultantes.

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En consecuencia, la presente investigación busca responder a la


siguiente pregunta de investigación: ¿Cómo ha evolucionado el sistema de
partidos peruano entre 2001 y 2022 y qué efectos ha tenido para las
relaciones entre los poderes Ejecutivo y Legislativo? Como se discute
posteriormente, este período ha estado marcado por la permanencia del
gobierno dividido, generando, especialmente en las últimas presidencias,
ejecutivos débiles e inestables, con una muy elevada salida anticipada de
ministros, presidentes del consejo de ministros y jefes de Estado. Por ello,
se establece la siguiente la hipótesis: durante el período 2001 a 2022 el
sistema de partidos peruano se caracterizó por una baja
institucionalización y elevada fragmentación, condicionando la
estabilidad de los ejecutivos y la actividad del Legislativo. Es decir, la baja
institucionalización del sistema de partidos habría sido una constante
durante el período de estudio, pero, además, habría condicionado la
actividad tanto del Legislativo como del Ejecutivo como posteriormente se
142 expone.

I. Una explicación metodológica

En el período analizado pueden identificarse diferentes etapas en cuanto a


institucionalización del sistema de partidos 1 y de las relaciones y/o efectos
entre el Legislativo y el Ejecutivo. En este sentido, resulta de interés discutir
si esto tuvo consecuencias en cuanto a la actividad parlamentaria, caso de
las facultades de control al gobierno, confianza al Ejecutivo o en creación

1
Para la presente investigación se considera la institucionalización del sistema de partidos
a partir de la estabilidad electoral, la identificación programática de las organizaciones
partidarias, sus lazos con la sociedad y la estructuración interna de las mismas (Torcal,
2015). Siguiendo la definición empleada por Torcal (2015), e ideada por otros autores
previamente (Mainwaring, 1993), una baja institucionalización sería muestra de un sistema
de partidos inestable e impredecible. Por el contrario, la estabilidad se relaciona con la
estabilidad electoral y la identificación clara de los ciudadanos respecto a las propuestas
electorales de los partidos y sus representantes.

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normativa. Del mismo modo, si es posible identificar coaliciones


parlamentarias, tanto oficialistas como opositoras.
Para responder a la pregunta de investigación y verificar la hipótesis, se
lleva a cabo un estudio longitudinal y comparado entre 2001 y 2022 con
análisis de cada uno de los períodos presidenciales que se sucedieron y
diversos indicadores habituales del estudio de sistemas de partidos:
fragmentación, competitividad electoral 2, volatilidad presidencial y
legislativa 3 y número efectivo de partidos (NEP y NEPp) 4, entre otros. Por
parte de la actividad legislativa, se consideran la creación normativa; el
empleo de medidas de control parlamentario al Ejecutivo y su éxito; el rol
de la Cámara en las mociones de confianza, censura y el juicio político o
vacancia presidencial; la estabilidad de los gabinetes; y el apoyo recibido a
los Presidentes del Consejo de Ministros (PCM). Es importante destacar
que el período de estudio a analizar comienza con la recuperación de la
institucionalidad democrática en 2001 pero finaliza en 2022 con un nuevo
atentado a la democracia a través del intento fallido de golpe de Estado de 143
Castillo, quien trató de emular sin éxito a Fujimori y siendo, en ambos

2
Entendiéndose la competitividad electoral como la diferencia porcentual en votos válidos
entre las candidaturas presidenciales (Ruiz Rodríguez & Otero Felipe, 2013). Una
competitividad ajustada muestra escenarios electorales con victoria escasa por parte del
ganador, lo que a la postre puede representar cierta debilidad de los presidentes por limitada
legitimidad, máxime si logró la victoria con apoyos procedentes de otras fuerzas para la
segunda vuelta.
3
Para el cálculo de la volatilidad presidencial y legislativa se siguió la fórmula de Pedersen
(Ruiz Rodríguez & Otero Felipe, 2013): ∑ n i=1 |∆Pi,t | Este indicado muestra el cambio de
voto total y de cada partido con respecto a la anterior elección, lo que puede señalar su
capacidad competitividad en el tiempo y su dependencia con respecto a los candidatos.
4
El cálculo de la fragmentación se realiza con base a la fórmula: NEP =1√Σvotoi2. (Laakso
& Taagepera, 1979). Para el NEPp se siguió la proporción de escaños del partido en el
legislativo. Una mayor fragmentación muestra un mayor número de partidos o grupos
parlamentarios, dificultando la obtención de mayorías parlamentarias y, con ello,
hipotéticamente, de la actividad legislativa. Asimismo, su crecimiento a lo largo de un
mismo período legislativo mostraría inestabilidad en las bancadas, siendo resultado de la
salida de legisladores de sus grupos, lo que atomiza la conformación congresual.

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casos, la variable partidaria y la actitud del Congreso uno de los


argumentos que ambos golpistas emplearon para su ataque autocrático.
En cuanto al orden del documento, se inicia con una breve explicación
normativa del estudio de caso, dada la excepcionalidad del
presidencialismo peruano. Posteriormente, se exponen las principales
características del sistema de partidos peruano entre 1980 y 2000, período
que se definió por el colapso del sistema de partidos y la década de
autoritarismo competitivo de Fujimori. Tras ello, se analizan 21 años de
relaciones Ejecutivo-Legislativo para, finalmente, discutir los hallazgos e
intentar trazar una perspectiva sobre el sistema de partidos realmente
existente en el Perú.

II. El presidencialismo peruano: un modelo propio que tiende al


parlamentarismo

El Perú se define como un régimen presidencial, reuniendo características


144
habituales de este tipo de formas de gobierno: elección directa y separada
del jefe de Estado, mandato fijo (cinco años), sin reelección inmediata,
ausencia de responsabilidad política ante el Legislativo (Arts. 113 y 114 de
la Constitución Política del Perú) y personificación de la nación en el
presidente (Art. 110, CPP). El jefe de Estado también lidera el Ejecutivo
(Art. 188, CPP), lo que da origen a un “carácter unipersonal del ejecutivo”
(Pease, 2010), a pesar de la existencia del Presidente del Consejo de
ministros (PCM en adelante), el cual tiene un rol secundario y coordinador
dentro del Ejecutivo, pero con la necesaria confianza de la Cámara.
En efecto, hay que destacar el rol parlamentarizador a través de la figura
del PCM (Art. 121, CPP), comúnmente conocido como primer ministro o
premier. Requiere de la aprobación del Congreso antes de los treinta días
después de asumir el cargo, aunque su nombramiento le corresponde al
presidente de la República. Sin embargo, las similitudes con los primeros
ministros parlamentarios son mínimas, dado que su poder de decisión es

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limitado, quedando sus funciones mayormente confinadas a la


coordinación y control internos (Rubio Correa, 1999). Asimismo, puede
ser destituido por el Legislativo a través de una moción de censura que sea
presentada y aprobada por sus proponentes, o si una moción de confianza
es rechazada por el Congreso (Arts. 132 y 133 de la CPP).
La Presidencia de la República es acompañada por dos vicepresidentes,
quienes carecen de atribuciones legislativas especiales. Su rol es igualmente
secundario y, en la práctica, se reduce a reemplazar al presidente de la
República en caso de ausencia o incapacidad temporal, aunque en los
últimos años han protagonizado un rol creciente por las salidas
presidenciales anticipadas, como se expone posteriormente.
De entre las principales facultades del jefe de Estado, destaca la potestad
presidencial de disolver el Congreso en caso de que este haya censurado o
rechazado la confianza de dos PCM en un mismo quinquenio. La
resolución de disolución conlleva la convocatoria de elecciones para una
nueva composición del Congreso (Art. 134, CPP). No obstante, esta 145
prerrogativa no puede ser ejercida durante el último año del mandato,
excepto en situaciones de emergencia. Las elecciones legislativas, en
consecuencia, deben llevarse a cabo en un plazo de hasta cuatro meses
desde la disolución, sin margen para excepciones o modificaciones del
régimen electoral existente. Es importante destacar que el mandato de los
nuevos legisladores coincide con el tiempo restante del período
presidencial, hecho sucedido durante la presidencia de Vizcarra y que
mantiene la realización concurrente de elecciones presidenciales en la
primera vuelta y los comicios legislativos (Art. 136, CPP). Es relevante
resaltar que, en el período de estudio (2001-2022), ningún presidente ha
logrado contar con mayorías absolutas en el Congreso.
Por otro lado, el Congreso se estructura como un cuerpo unicameral. De
entre sus principales facultades, destacan las de control político,
especialmente, las derivadas de la moción de censura y confianza hacia los
ministros y primeros ministros, dada la asiduidad con la que se ha

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empleado o, más importante aún, la amenaza de su empleo por parte de la


Cámara, lo que ha generado en una elevadísima salida anticipada de
miembros del gobierno en todo el período de estudio. Asimismo, otra
facultad digna de destacar es la vacancia presidencial o juicio político, la
cual es común en cualquier régimen presidencial pero que también en el
Perú ha adquirido un empleo ciertamente elevado en perspectiva
comparada.
En relación con las elecciones presidenciales, si ningún candidato
obtiene al menos el 50% de los votos en la primera vuelta, se procede a una
segunda vuelta o balotaje. Este debe llevarse a cabo obligatoriamente
treinta días después del cómputo final de los resultados oficiales, con la
participación de los dos candidatos que recibieron el mayor número de
votos en la primera ronda (Art. 111, CPP). Es importante señalar que, de
acuerdo con la legislación, la elección se lleva a cabo entre partidos
políticos y no entre candidatos presidenciales y sus respectivos
146 vicepresidentes. Sin embargo, esto no ha impedido la tendencia a la
personalización de la elección (Levitsky, 2018; Levitsky & Way, 2002).

III. Antecedentes y colapso del sistema de partidos peruano. Una breve


contextualización previa al período de estudio

La década de los años 80 estuvo caracterizada por el dominio político


ejercido principalmente por dos partidos políticos: Acción Popular (AP),
encabezado por Fernando Belaunde Terry, y el Partido Aprista Peruano
(APRA), con Armando Villanueva del Campo al frente en un primer
momento y posteriormente bajo el liderazgo de Alan García. A estos
partidos se sumaron el Partido Popular Cristiano (PPC) y la coalición
Izquierda Unida (IU). Este panorama político representó una continuidad
con respecto al período previo a la dictadura militar —y cabe mencionar
que estas cuatro formaciones políticas concentraron el 90% de los votos,
además de presentar una clara distribución ideológica—, con IU en la

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izquierda, APRA en la centroizquierda y PPC y AP en la derecha (García


Marín, 2019; Muñoz & Guibert, 2016; Tuesta Soldevilla, 2008). En el caso
de APRA y AP, estas organizaciones partidarias mantuvieron cierta
estructura histórica y permanente, aunque con una notable falta de
autonomía con respecto a sus líderes, especialmente durante sus gobiernos,
(Tuesta Soldevilla, 2015: 90).
Con respecto al sistema de partidos durante esta década, la tasa de
volatilidad presidencial promedio se situó en torno al 42.37%, siendo aún
más alta en las elecciones legislativas, alcanzando el 52.3% (Meléndez, 2007;
2012). El Número Efectivo de Partidos (NEP) se estableció en 3.45 y 2.72,
respectivamente, mientras que el NEPp fue de 2.46 y 4.04 en las elecciones
de 1980 y 1985. En lo que respecta a la composición de las bancadas
oficialistas en la Cámara de Diputados, en 1980 AP logró obtener 98 de los
180 escaños. La segunda fuerza parlamentaria fue el APRA con 58 escaños,
seguido por una serie de pequeños grupos parlamentarios liderados en
términos cuantitativos por el Partido Popular Cristiano (PPC) con apenas 147
10 curules. De esta manera, Belaunde Terry contó con un sustancial
respaldo inicial en el Congreso, especialmente en comparación con
presidentes posteriores y la dinámica electoral predominante en América
Latina en cuanto a la relación de fuerzas entre el poder Ejecutivo y el
Legislativo (Chasquetti, 2008; Torcal, 2015).
En relación con las elecciones generales de 1985, se produjo un notable
crecimiento de la izquierda, que llevó a la elección del presidente Alan
García (APRA) en la primera vuelta, con el 53.1% de los votos, seguido por
el candidato de Izquierda Unida (IU), Alfonso Barrantes Lingán, con el
24.7%. Es relevante señalar que el partido anteriormente en el poder (AP)
obtuvo sólo el 7,3% de los votos. En cuanto a los resultados legislativos, el
Congreso estuvo dominado por el APRA, que alcanzó 107 escaños,
asegurando así una mayoría absoluta. IU logró 47 escaños, seguida de
Convergencia Democrática con 12 escaños (donde se incluyó al PPC junto
a otros partidos conservadores) y AP, que obtuvo sólo 10 escaños. En el

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ámbito subnacional, los cuatro principales partidos políticos obtuvieron


en conjunto cerca del 95% de los votos en las elecciones regionales y locales
a lo largo de toda la década, aunque con una tendencia decreciente con el
paso de los años (Levitt, 2012; Tanaka, 2015). Además, estas organizaciones
partidarias no necesitaron formar coaliciones electorales debido a su
dominio y penetración territorial en ese momento.
Para las elecciones generales de 1990 hay que destacar la compleja
coyuntura económica que caracterizó la década de 1980, así como los
desafíos en cuanto a inseguridad ciudadana, emigración y terrorismo. De
hecho, el desprestigio de las agrupaciones políticas que dominaron la
década alcanzó dimensiones considerables, llevando a las dos principales
opciones presidenciales en 1990 a presentarse bajo nuevas denominaciones
políticas. Como destacan diversos autores (Levitt, 2012; Tanaka, 1998;
Tuesta Soldevilla, 2005, 2008), la agenda de orientación izquierdista
adoptada por el presidente García provocó la movilización de sectores
148 intelectuales, clases medias y artistas en torno al Partido Libertad, fundado
por Mario Vargas Llosa en 1988. Este partido, junto con otras formaciones
políticas de orientación centrista y derechista, participó en las elecciones
de 1990 bajo la coalición denominada Frente Democrático. Los partidos
que predominaron en esta coalición fueron el partido de Vargas Llosa, PPC
y AP.
Desde sus primeros momentos de existencia, el Partido Libertad se erigió
como el favorito destacado para las elecciones de 1990, llegando a alcanzar
estimaciones de voto que superaron el 44% en 1989 (Tanaka, 2004). Sin
embargo, el principal contendiente en estas elecciones fue otro outsider,
Alberto Fujimori, quien lideró la agrupación Cambio 90 y presentó un
programa tecnocrático orientado a las clases medias (Tuesta Soldevilla,
2008). Por su parte, la izquierda se representó a través de las opciones del
APRA e IU. Estas elecciones sorprendieron no sólo por la victoria de
Fujimori, sino también por su rápido ascenso en las semanas previas a la
primera vuelta presidencial (Meléndez, 2007). Además, Fujimori demostró

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una habilidad notable para obtener apoyos en la segunda vuelta electoral,


y en un entorno de muy elevada polarización y agitación social (Corvetto,
2014; García Marín, 2023).
En efecto, las elecciones generales de 1990 concluyeron con la victoria
de Fujimori en la segunda vuelta, obteniendo el 62.4% de los votos frente
al 37.6% de Mario Vargas Llosa. La tasa de volatilidad presidencial
agregada alcanzó el 69.30% con respecto a las elecciones anteriores. En lo
que respecta a las elecciones legislativas, los resultados difirieron
notoriamente, ya que Fredemo obtuvo 62 escaños, el APRA 53, Cambio
90 32 e IU 16. Los 17 diputados restantes fueron distribuidos entre otras
agrupaciones políticas. El NEP se situó en 3.99 y el NEPp en 4.04, valores
significativamente más elevados que los registrados en 1985. La volatilidad
parlamentaria agregada se ubicó en el 63.95%.
Estos resultados electorales marcaron un cambio sustancial en relación
con la situación previa. Sin embargo, la transformación radical del sistema
de partidos políticos se materializó a través del autogolpe fujimorista de 149
1992, respaldado por las fuerzas militares y apreciable apoyo social
(Levitsky, 2018; Tuesta Soldevilla, 2008; 2017) así como por los conflictos
internos que vivían las restantes organizaciones partidarias (Tanaka, 1998).
Resultado de ello, durante los años 90 el sistema de partidos entonces
existente experimentó un colapso significativo (Levitt, 2012; Tanaka, 2015;
Tanaka & Vera Rojas, 2010; Tuesta Soldevilla, 2005), lo que llevó a la
marginación de organizaciones que hasta entonces habían gozado de
apoyo social. El discurso antipolítico y anti-partidos penetró en la sociedad,
y fue utilizado por el nuevo presidente durante su campaña electoral con
evidente éxito. Poco después, se promulgó la actual Constitución en 1993.
Como resalta Tanaka (1998; 2004), debido a la creciente popularidad de
Fujimori en la sociedad, al agotamiento de los partidos tradicionales y a la
mala imagen del Congreso y el Poder Judicial, el Poder Ejecutivo tendió a
fortalecerse bajo un discurso populista y tecnocrático, anulando los
mecanismos de control horizontal. Puede por tanto hablarse de esta década

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de un ejemplo de “autoritarismo competitivo” (Levitsky & Cameron, 2003;


Levitsky & Way, 2002), ya que se mantuvieron los procesos electorales e
instituciones propias de la democracia, pero sin contrapesos reales ni
credibilidad en los comicios.
Las elecciones generales de 1995 consolidaron estos cambios. Fujimori
ganó las elecciones presidenciales en la primera vuelta con un amplio
margen: obtuvo el 64.28% de los votos válidos. En segundo lugar, se ubicó
Pérez de Cuéllar, exsecretario general de las Naciones Unidas, quien
alcanzó el 21.53% con el partido Unión por el Perú (UPP). El APRA quedó
en tercer lugar, con un escaso apoyo (4.11%). La volatilidad presidencial
agregada se situó en el 40.24%. En cuanto al Legislativo, Cambio 90 dominó
la Cámara desde el inicio con 67 escaños de los 120 disponibles en el nuevo
Congreso. UPP obtuvo 17 curules, APRA 8, y los 28 escaños restantes se
distribuyeron entre numerosos partidos y grupos parlamentarios, lo que
fortaleció la percepción inicial de una oposición dividida y débil frente al
150 fujimorismo. Estos resultados llevaron a una volatilidad parlamentaria del
28.4% (Meléndez, 2012), mientras que NEP se situó en 2,16 y el NEPp en
2.91.
Por lo tanto, esta década estuvo marcada en el ámbito político por la
presencia dominante de Fujimori y su partido político, consolidándose
como la fuerza hegemónica en el Congreso. Los partidos políticos
tendieron a acentuar su carácter personalista y, en ocasiones, se
convirtieron en simples vehículos electorales para sus candidatos
presidenciales, situación que se replicará a partir de 2001 (Levitsky, 2018;
Levitsky & Loxton, 2018). Además, continuó la baja valoración social de
los partidos (Levitt, 2012), junto con altas tasas de volatilidad electoral que
adquirieron un nuevo matiz: el voto ya no se distribuyó solo entre las
fuerzas partidarias existentes en el parlamento, sino también entre estas y
nuevas organizaciones y candidaturas independientes. En otras palabras,
la volatilidad electoral adquirió un carácter externo creciente.

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del sistema de partidos. El caso peruano entre 2001 y 2022

La legislación electoral desempeñó un papel crucial en este contexto, ya


que, como señala (Tuesta Soldevilla, 2005), el sistema de distrito único
combinado con el voto preferencial y la cifra repartidora sin barrera de
entrada debilitó a la oposición en el Legislativo. Además, la penetración
territorial y el dominio de las elecciones subnacionales por parte de los
principales partidos parlamentarios se distanciaron notablemente de la
situación en los años 80 (Muñoz, 2021; Sulmont, 2018), ya que Cambio 90
se convirtió en un competidor cada vez más fuerte en estos comicios.
También se intensificó la presencia de candidaturas independientes con un
enfoque local o regional, como se evidenció en la no participación del
APRA en las elecciones locales de 1995 y la desaparición de IU en ese
mismo período (Tuesta Soldevilla, 2008; 2015).

IV. El sistema de partidos entre 2001 y 2022 y sus efectos en el Congreso y


el Ejecutivo: cinco períodos presidenciales con creciente tensión entre
poderes 151
Apenas un año después de las elecciones del año 2000, Fujimori renunció
tras varios escándalos de corrupción 5, fue destituido por el Congreso y
finalmente sustituido por Paniagua, entonces presidente de la Cámara.
Durante su mandato de un año fueron emprendidas diversas reformas para
recuperar la institucionalidad democrática (García Marín, 2019; Tanaka &
Vera Rojas, 2010) y celebrar las elecciones de 2001.

5
La aparición de numerosos casos de corrupción a partir de 1997 fue laminando la imagen
del gobierno de Fujimori, hasta que el caso Vladivideos supuso la definitiva pérdida de
apoyos sociales y una crisis de gobierno que derivó en su salida precipitada del gobierno.
En este caso, el entonces asesor de seguridad Vladimiro Montesinos apareció en numerosos
videos sobornando a políticos, empresarios e influyentes periodistas.

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a) 2001 – 2006: el reinicio de las relaciones Ejecutivo-Legislativo

Las primeras elecciones democráticas resultaron en la victoria de Toledo,


quien obtuvo la mayoría de los votos tanto en la primera como en la
segunda vuelta, superando a García en esta última instancia. La
competitividad electoral en la segunda vuelta fue ajustada, situándose en
un 5.42%, siendo la segunda diferencia más baja desde 1980. Destacable el
alto grado de concentración del voto, ya que las tres principales
candidaturas obtuvieron el 86.58% de los votos válidos. También es
relevante la ausencia de una candidatura fujimorista con fuerte respaldo
electoral, dado que el exministro Boloña Behr apenas logró el 1.69% de los
votos válidos.
A pesar de la alta volatilidad parlamentaria (62.10%), las organizaciones
partidarias mostraron cierto grado de continuidad. Sin embargo, se
observaron cambios significativos en lo que respecta a los candidatos,
152 siendo Toledo el único que se presentó nuevamente como contendiente, en
su tercer intento por acceder a la presidencia. Se hizo evidente el fenómeno
del transfuguismo o cambio de grupo parlamentario, lo cual no sólo alteró
la proporción relativa de los partidos, sino que también dio lugar a la
creación de una bancada de no afiliados que se convirtió en la quinta
facción más grande entre las nueve existentes al final del período
parlamentario. Esta dinámica redujo la influencia del PP, situándolo en un
26.6% de las bancadas y acercándose al APRA en términos cuantitativos,
fortaleciendo así su rol como partido opositor. Además, el principal aliado
de Toledo, el FIM, también experimentó una considerable pérdida de
parlamentarios. En consecuencia, el NEPp aumentó de 4.37 en 2001 a 6.06
en 2006. Según lo señalado por Levitt (2012: 205), a excepción del APRA y
el PPC, la mayoría de las demás organizaciones partidarias en el Congreso
fueran meros vehículos electorales, con una escasa cohesión en términos
ideológicos y programáticos, y una mayoría de sus miembros con objetivos
personalistas a corto plazo. A modo de ejemplo, veintinueve

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del sistema de partidos. El caso peruano entre 2001 y 2022

parlamentarios abandonaron sus grupos parlamentarios para formar otros


nuevos, lo que representó el 24% de los congresistas totales.
En cuanto a la producción legislativa, se aprobaron un total de 1271
leyes en el Congreso, de las cuales el Ejecutivo propuso el 35% (469), la
Cámara el 63% (800) y otras tres fueron propuestas por otros actores (Levitt,
2012: 172). Estas cifras indican una cantidad significativamente alta de
proyectos de ley presentados, superando las cifras correspondientes a los
legislativos de Chile y Ecuador para el mismo período. Además, es
importante señalar que muchas de estas leyes tenían un impacto limitado.
En cuanto al uso del veto, se empleó en el 30% de las leyes aprobadas
por el Congreso (249), de las cuales el 18% (45) fue superado por el
Legislativo (Morón & Sanborn, 2006). En particular, el veto parcial se
utilizó en 31 ocasiones, y se aplicó el veto de bolsillo (no promulgación del
proyecto de ley) en 59 ocasiones. Este porcentaje de uso del veto es
notablemente alto en comparación con los gobiernos de Belaunde (1980-
1985) y García (1985-1990), donde el veto se empleó para un 5.2% y un 9% 153
de las leyes, respectivamente. Asimismo, el uso frecuente del veto por parte
de Toledo refleja un creciente distanciamiento entre los poderes,
coincidiendo con mociones de censura, cambios en la presidencia de la
mesa directiva y falta de habilitación para decretos legislativos.
En términos de medidas de control parlamentario, se presentaron nueve
mociones de censura, pero sólo una de ellas fue exitosa para la oposición.
En 2005, dos congresistas de UN propusieron un antejuicio político contra
Toledo, pero no obtuvieron el respaldo de su bancada ni de otros grupos
de oposición. También se llevaron a cabo ocho interpelaciones, una de las
cuales resultó en la mencionada moción de censura a un ministro. Las
interpelaciones reflejaron la fragmentación parlamentaria y la baja
disciplina de voto, ya que, de las 22 mociones presentadas, sólo se
sometieron a votación nueve, y ocho de ellas se llevaron a cabo. La retirada
de firmas o acuerdos en el Consejo Directivo fue la razón detrás de la no
votación de las mociones restantes (Campos, 2014: 34-35).

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En cuanto a las comisiones de investigación, se crearon un total de 12


comisiones ad hoc, además de la Comisión Ordinaria de Fiscalización y
Contraloría. En total, se realizaron 66 investigaciones de un total de 256
propuestas, y el 73% de estas investigaciones culminó en informes
presentados ante el Congreso. En comparación, durante el período 1995-
2000, sólo se llevó a cabo una comisión de investigación y no se
presentaron informes ante la Cámara (Levitt, 2012: 189). Es relevante
destacar que durante el período 1995-2000 se propusieron 265
investigaciones, pero sólo el 2.3% de ellas recibió el respaldo parlamentario
necesario para su aprobación, en marcado contraste con el período de
Toledo, donde el 25.8% de las propuestas de investigación obtuvo apoyo
parlamentario (Levitt, 2012). Además, se presentaron 55 solicitudes de
preguntas y 65 solicitudes para que los ministros informaran ante el
Congreso (2012: 180). Estos mecanismos son en sí mismos limitados,
aunque no impiden que la oposición pueda considerar medidas
154 adicionales, como mociones de censura. El distanciamiento del Congreso
se evidenció igualmente en el decreciente apoyo que fueron obteniendo los
PCM propuestos por el jefe del Estado (Campos, 2014; García Marín,
2023).

b) 2006 – 2011: ¿el espejismo de un naciente sistema de partidos institucionalizado?

El 9 de abril de 2006 se celebraron las elecciones generales en Perú, y, de


manera análoga a los comicios de 2001, este evento representó un cambio
significativo en el sistema de partidos. García resultó electo presidente,
logrando la primera victoria de un partido tradicional desde 1985. Ollanta
Humala (UPP), considerado un outsider, obtuvo el segundo lugar. Es
importante señalar que PP no presentó candidato para estas elecciones, lo
que evidenció el personalismo de esta organización política. La volatilidad
presidencial se mantuvo en un nivel alto, alcanzando el 51.86%, y el nivel

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del sistema de partidos. El caso peruano entre 2001 y 2022

de competitividad electoral se situó en un 6.29%. Las tres principales


candidaturas concentraron el 78.74% de los votos válidos.
En lo que respecta a los resultados legislativos, hubo una notable
renovación en la composición de la Cámara, con sólo 19 congresistas
reelegidos en sus cargos (Tanaka & Vera, 2007: 243). La volatilidad
parlamentaria disminuyó en comparación con los años 2000 y 2001,
situándose en el 25.8% (Meléndez, 2010: 11). Estos comicios introdujeron la
Ley 28617, diseñada para reducir el elevado número de partidos políticos
representados en el Congreso y estabilizar los resultados electorales. La ley
logró cierto éxito, ya que, mientras que en 2001 ingresaron al Congreso
once partidos políticos, en esta ocasión lo hicieron sólo siete de los 24 que
compitieron en las elecciones.
En cuanto a la distribución de escaños en grupos parlamentarios, Unión
por el Perú (UPP) emergió como la fuerza política principal con 45 escaños,
lo que representó un crecimiento significativo en comparación con 2001
(+39). El partido aprista ocupó el segundo lugar con 36 curules (30% de los 155
diputados). UN obtuvo 17 escaños. La concentración de votos en las tres
principales fuerzas políticas en las elecciones legislativas fue del 57.07%.
Alianza por el Futuro ganó 13 escaños, aunque su líder para el Congreso,
Keiko Fujimori, fue la diputada más votada (Masías Núñez & Segura
Escobar, 2006: 117). Los otros nueve diputados se distribuyeron entre el
Frente de Centro, PP y Restauración Nacional. Es importante destacar la
caída significativa del PP, que pasó de ser la fuerza política dominante en el
Congreso en el período 2001-2006 a ser la sexta entre siete partidos,
perdiendo 43 escaños en comparación con esos comicios.
Estos datos reflejan una elevada fragmentación parlamentaria que
además varió significativamente a lo largo del quinquenio gracias al
transfuguismo y creación de nuevas bancadas, con un NEPp de 3.99 en
2006-2007; 5.37 en 2007-2008; 6.01 en 2008-2009; 5.99 en 2009-2010 y 5.76
en 2010-2011. Así, se produjeron cambios en el número y tamaño de los
grupos parlamentarios cada año. Esto llevó al oficialismo a convertirse en

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la fuerza parlamentaria más grande, quien forjó además alianzas


relativamente estables con el fujimorismo y pequeñas fuerzas de
centroderecha. La oposición, en contraste, se mostró dividida, débil y
propensa a la fragmentación (Tanaka & Vera Rojas, 2010), lo que se vio
reflejado en una menor cohesión en el voto en comparación con el aprismo
(Meléndez & León, 2010: 469).
En cuanto al éxito legislativo, el Ejecutivo obtuvo tasas de éxito
decrecientes a lo largo de su mandato, comenzando con un 70.5% en los
primeros meses y llegando al 36.3% al final del período. Esto indica la
influencia significativa del Ejecutivo en la legislación, aunque no debe
interpretarse como una participación pasiva del Congreso, ya que sólo el
50% de las leyes propuestas por el Ejecutivo fueron aprobadas, lo que
podría sugerir una Cámara reactiva (Patriau, 2012).
En cuanto a las medidas de control político del Legislativo sobre el
Ejecutivo, durante este período se llevaron a cabo 140 interpelaciones.
156 Aunque esta cifra representó un aumento significativo en comparación
con el período anterior, su importancia y uso en la práctica política peruana
fueron limitados (Campos, 2014: 43). Además, se presentaron 1529
solicitudes de información a miembros de la administración, una cifra
sustancialmente mayor que en el pasado (3154 para toda la administración
nacional, según datos del Congreso). También se crearon 15 comisiones
extraordinarias de investigación, un aumento leve en comparación con el
período 2001-2006 (Campos, 2014: 42).
En cuanto a las mociones de interpelación, se presentaron 40, de las
cuales se votaron 20 y se llevaron a cabo sólo 10 (Campos, 2014: 35). Esto
destaca la incapacidad de la oposición para llegar a acuerdos de
fiscalización hacia el Ejecutivo y la capacidad del presidente para obtener,
en ocasiones, el apoyo de diputados de manera individual. Es relevante
destacar que, de las 12 mociones presentadas, ninguna fue aprobada.
Además, se puede citar el caso de las mociones relacionadas con el
escándalo de los “petroaudios”, donde la oposición exigió responsabilidad

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penal para varios funcionarios, pero debido a la debilidad de la oposición


en el Congreso, no se logró llevar a cabo ningún proceso penal o
constitucional en ese sentido (Meléndez & León, 2010: 462).
Otro aspecto importante es la necesidad de obtener una mayoría simple
en el Congreso para aprobar a los primeros ministros nombrados por el
presidente de la República y, posteriormente, la conformación del Consejo
de Ministros. Los niveles de apoyo disminuyeron a lo largo del período,
con un número reducido de votos a favor (García Marín, 2021). Es
importante destacar que, de no ser por las numerosas ausencias en el Pleno,
las dificultades para obtener la confianza del Congreso podrían haber sido
aún mayores (Campos, 2014).

c) 2011-2016: aislamiento presidencial y atomización del Congreso

Las elecciones generales de 2011 representaron, nuevamente, un cambio


significativo en el sistema de partidos políticos en Perú, aunque la
157
volatilidad electoral experimentó una moderada disminución. En la
segunda vuelta, Humala fue elegido presidente con el 51.45% de los votos,
derrotando a Keiko, quien obtuvo el 48.55% de los votos y confirmó el
regreso del fujimorismo como fuerza política competitiva. Así, la estrecha
contienda en el balotaje y el desempeño Legislativo exitoso convirtieron al
fujimorismo en la principal fuerza de oposición, destacándose como una
organización política sólida y cohesionada en comparación con los demás
partidos (Dargent & Muñoz, 2012: 255). Su ideología podría ubicarse entre
la derecha y extrema derecha, con el historial de Alberto Fujimori como
activo electoral para una parte de la sociedad (Meléndez, 2012: 19-20). Sin
embargo, algunos votantes también percibieron que su candidatura
representaba una reivindicación del pasado autoritario de su padre, lo que
resultó en una cierta estabilidad en las estimaciones de voto, pero también
en una corriente de votos en contra significativa (Dargent & Muñoz, 2012;
Meléndez, 2007).

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Asimismo, los partidos políticos siguieron siendo personalistas, aunque,


investigaciones como las de Meléndez (2012) y Tanaka (2015) sugieren que
el principal predictor del voto fue la ideología, por lo que podría hablarse
de una progresiva institucionalización del sistema de partidos. En cuanto a
las elecciones legislativas, el partido de Humala obtuvo 47 de los 130
escaños disponibles (36.15% de los curules), aunque al final del quinquenio,
sólo mantuvo 26 miembros en el Congreso. El fujimorismo ocupó el
segundo lugar con 37 escaños (28.4% de la Cámara). Perú Posible (PP) se
ubicó en tercer lugar, ganando 21 curules y experimentando un aumento
de 19 escaños en comparación con 2006. Alianza por el Gran Cambio,
liderada por Pedro Pablo Kuczynski (PPK), se situó en cuarto lugar, con 12
escaños y solo el 14.42% de los votos. Solidaridad Nacional ocupó el quinto
lugar con 9 escaños de un total de 130. El partido aprista logró ingresar al
Congreso con 4 escaños, todos ellos reelectos, siendo la única organización
política tradicional que lo logró de manera independiente. Este resultado
158 confirmó la disminución del partido después de la segunda presidencia de
García, ya que en las elecciones subnacionales de 2010 había mostrado un
rendimiento considerablemente inferior en comparación con años
anteriores (García Marín, 2022).
Al igual que en 2006, el balotaje se definió en parte por la capacidad de
movilizar el voto útil hacia alguna de las dos principales candidaturas, dada
la polarización de la campaña. A pesar de las reformas electorales
implementadas, los grupos parlamentarios experimentaron cambios
notables en su composición a lo largo del quinquenio. En este contexto, el
NEP se situó en 4.45 un valor similar al de 2006, pero el segundo más alto
desde 1980, explicado en gran medida por el bajo porcentaje de escaños
obtenidos por el partido oficialista. En cuanto al NEPp, registró los
siguientes valores: 3.41 (2011-2012), 3.8 (2012-2013), 4.02 (2013-2014 y 2014-
2015), y 5.81 (2015-2016). La volatilidad parlamentaria fue del 25.80%, el
valor más bajo desde 1980, lo que confirmó la tendencia a la disminución
que comenzó en 2001. La concentración del voto válido entre las tres

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principales organizaciones fue del 63.07%, aunque alcanzó el 80.7% en


términos de escaños. Esta discrepancia entre votos y escaños resaltó los
beneficios para los partidos que pudieron presentar candidaturas
competitivas en todo el territorio peruano.
En cuanto a la creación de leyes, se promulgaron un total de 485. De
estas, 196 (40.6%) procedieron del Ejecutivo y 273 (56.2%) del Legislativo.
Las 16 leyes restantes fueron propuestas por terceros actores. En lo que
respecta al uso del veto por parte del presidente Humala, se negó a firmar
18 leyes aprobadas por el Congreso. Con respecto a la observación, lo
utilizó en 58 ocasiones, de las cuales 29 fueron superadas por el Congreso
por insistencia, es decir, con el respaldo de la mitad más uno de los
congresistas. Durante el último período anual de sesiones (2015-2016), el
presidente empleó esta medida en 19 ocasiones.
En cuanto a otras medidas de control político desde el Legislativo, las
interpelaciones jugaron un papel importante. Se presentaron un total de
41, cifra similar a las presentadas durante el gobierno de Alan García (40). 159
Sin embargo, en los primeros dos años legislativos de Humala, poco más
de la mitad de las interpelaciones presentadas (23) finalmente fueron
votadas en el Pleno debido a cuestiones procedimentales. De las 41
interpelaciones, 19 fueron aprobadas y 22 no obtuvieron los apoyos
necesarios. En cuanto a su distribución a lo largo del quinquenio, cabe
destacar el año 2012-2013, en el que se presentaron un total de 18
interpelaciones, pero sólo se aprobaron 6.
La moción de censura se convirtió en el instrumento de control político
más efectivo, seguido por la moción de confianza. En particular, la
oposición logró aprobar una moción de censura contra la primera ministra
Ana Jara Velásquez, lo que llevó a la renuncia de todos los ministros (crisis
total del gabinete). En total, se presentaron doce mociones de censura.
Cabe destacar que esta situación fue inusual, ya que desde 1980 nunca se
había llevado a cabo con éxito por parte de quienes la presentaron. En lo
que respecta a las mociones de confianza, si bien los PCM contaron con

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apoyos legislativos razonables, esta dinámica cambió a partir de Juan


Jiménez Mayor, quien enfrentó los primeros votos en contra. René
Cornejo y Ana Jara enfrentaron mayores dificultades, ya que obtuvieron
la confianza en la tercera votación. En el caso de Ana Jara, esto se logró
gracias al voto de desempate de la presidenta del Congreso, que pertenecía
al oficialismo. Finalmente, durante este quinquenio se realizaron 703
concurrencias de ministros al Congreso (un 62.7% a comisiones, ya fueran
ordinarias, de investigación o especiales) y 1964 pedidos de información
respecto a 3279 (59% atendidos) a la administración pública, especialmente
a los ministerios y la Presidencia de la República.

d) 2016 – 2021: inestabilidad creciente y abierto enfrentamiento entre poderes

En 2016, se inauguró un nuevo escenario político en el país. Fuerza Popular


se consolidó como la fuerza predominante en el Congreso, al obtener una
representación de 73 escaños, equivalente al 56.1% del total de la Cámara
160
y una novedad en el período de estudio, ya que por primera vez una fuerza
partidaria lograba la mayoría absoluta. Por su parte, el presidente electo,
Pedro Pablo Kuczynski (PPK), tuvo que superar un muy ajustado balotaje
contra Keiko Fujimori, logrando una ventaja de escasos 0.24 puntos
porcentuales en el cómputo total de votos. Este estrecho margen, aunado a
la carencia de un respaldo social sustancial, contribuyó a establecer a PPK
como un mandatario con un apoyo ciudadano limitado y una situación de
marcada minoría en el Congreso. Numerosos autores han tendido a
sostener que la victoria de PPK se basó más en los apoyos prestados para
evitar un gobierno de Keiko Fujimori que por el propio atractivo de la
alternativa (Levitsky, 2018; Muñoz & Guibert, 2016; Sulmont, 2018).
Muestra de ello, se puso de manifiesto la fragilidad del oficialismo y de
la candidatura presidencial en la obtención del 13.8% de los escaños (18 en
total), relegándolo al tercer lugar en representación parlamentaria, detrás
del Frente Amplio, que logró 20 escaños (15.3%). Siguiendo la tendencia a

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del sistema de partidos. El caso peruano entre 2001 y 2022

la creación de meros vehículos electorales que sirvan a los candidatos, es


destacable que Peruanos Por el Kambio (PPK), el partido político de PPK,
surgió apenas unos meses antes de los comicios, sin una clara cohesión
ideológica ni programática, enfrentando rápidamente divisiones internas y
la salida de varios de sus curules e imitando la abreviatura del nombre de
su candidato presidencial. Esto derivó en una disminución de su presencia
parlamentaria de 18 escaños a 7 en el transcurso del año 2019 y en mayor
dependencia del oficialismo hacia el fujimorismo.
No obstante, la práctica del transfuguismo y de la salida de diputados
de sus grupos parlamentarios afectó a todas las agrupaciones, incluido el
fujimorismo, ya que, tras la ruptura entre los hermanos Keiko y Kenji
Fujimori, pasó de contar con 30 escaños a principios de 2019. Por ello, el
escenario partidario se caracterizó por una creciente atomización y
debilidad de las organizaciones, con el fujimorismo ejerciendo una
marcada influencia en el Congreso con capacidad para determinar la
agenda legislativa, pero con inestabilidad e impredecibilidad recurrente. 161
Ejemplo de ello, la dominación fujimorista en la Cámara y la fragilidad del
Poder Ejecutivo llevaron a PPK a otorgar el indulto al expresidente Alberto
Fujimori (Jaramillo, 2023); experimentar una marcada inestabilidad en su
gabinete, así como dos intentos de destitución presidencial (vacancia). La
protesta social, derivada del intento de indultar a Alberto Fujimori debilitó
aún más a la figura presidencial, situando al Ejecutivo en una difícil
minoría sociopolítica y baja aprobación (Barrenechea & Vergara, 2023;
López-Lozano, 2022). La debilidad partidaria, sus bajos apoyos sociales, la
ausencia incluso de una bancada oficialista y el mal manejo de las crisis
reputaciones estuvieron detrás de su renuncia ante las acusaciones de
corrupción.
Su sustituto en la presidencia fue el primer vicepresidente, Martín
Vizcarra. A pesar de la inicial distensión en las relaciones entre el Ejecutivo
y el Legislativo bajo el mandato de Vizcarra, debido a la descomposición
del fujimorismo y al respaldo popular que obtuvo, el nuevo presidente

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enfrentó desafíos considerables. Carecía de una bancada oficialista como


tal, ya que no contaba con adscripción partidaria a PPK y los miembros del
grupo parlamentario tendieron a desmarcarse frecuentemente del nuevo
presidente (García Marín, 2021). Esto facilitó una fuerte oposición en el
Congreso a sus iniciativas legislativas y de reforma política, principalmente
por el fujimorismo, pero también por la dificultad de encontrar otros
aliados parlamentarios. El resultado a la marcada minoría fue una
inestabilidad gubernamental elevada, con salidas anticipadas de PCM y
dos intentos de destitución presidencial.
Este choque entre poderes llevó a un adelanto extraordinario de las
elecciones legislativas en 2020, lo que generó respuesta en el Congreso con
el intento infructuoso de destituir a Vizcarra. Las elecciones
extraordinarias de 2020 trajeron un panorama partidario nuevamente
renovado, con la emergencia de diversas fuerzas políticas y la formación de
nueve bancadas en el Congreso. El NEPp se situó en 7.3, mientras que la
162 volatilidad parlamentaria alcanzó el 64.7%. El fujimorismo experimentó un
notorio declive, alcanzando apenas el 12.5% de los escaños, lo que se
tradujo en un total de 15 representantes en el Congreso. Por su parte, el
partido aprista, que había sido previamente aliado del fujimorismo, no
logró obtener representación en la Cámara, al igual que PPK, que se
presentó bajo la denominación de Contigo. No obstante, a pesar de la
incorporación de nuevos actores políticos y la persistente situación de
emergencia derivada de la pandemia, la crisis política e institucional no
encontró un punto de inflexión. Varios diputados intentaron nuevamente
destituir a Martín Vizcarra en julio de 2020, logrando su cometido apenas
unos meses después, alegando “incapacidad moral permanente”
(Barrenechea & Vergara, 2023; Campos Bernal, 2023). Vizcarra fue
reemplazado por el presidente del Congreso, Manuel Merino, a pesar de
contar con un considerable respaldo social y el apoyo de numerosas
manifestaciones urbanas en su favor.

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La oposición popular a la destitución de Vizcarra y a su sucesor, Merino,


tuvo como resultado la renuncia de este último apenas cinco días después
de asumir la presidencia. Fue reemplazado por Francisco Sagasti. Con una
postura conciliadora hacia los manifestantes y las víctimas de la represión
policial, Sagasti logró mitigar las protestas sociales y garantizar la
continuidad institucional en medio de la crisis económica y de salud
pública que aquejaba al país. A pesar de la brevedad de su mandato, Sagasti
optó por mantener a la mayoría de los ministros en sus cargos, a excepción
de los de Interior y Relaciones Exteriores, aunque no logró obtener
concesiones significativas en el ámbito legislativo.

e) 2021 – 2022: los efectos de la política sin partidos

Las elecciones de 2021 significaron la victoria de un nuevo outsider con


discurso anti-partidos y antipolíticos, una organización débil y un nuevo
sistema de partidos. Pedro Castillo logró una victoria ajustada (0.26%) y 163
contra pronóstico sobre Keiko Fujimori, quien llegó incluso a cuestionar la
validez de los resultados y la integridad del proceso (Barrenechea &
Vergara, 2023; Jaramillo, 2023). Cabe destacar que el enfoque de la
campaña electoral no se centró excesivamente en cuestiones
programáticas, sino más bien en el simbolismo asociado a cada candidato
y en las percepciones sobre los riesgos que entrañaba la victoria de
cualquiera de los dos contendientes (Duárez Mendoza, 2022; López-
Lozano, 2022). De este modo, el principal factor que influyó en la toma de
decisiones de los votantes fue el denominado “voto del miedo” y la amplia
difusión de propaganda política intensificada en un ambiente de muy alta
polarización (Duárez Mendoza, 2022; Escárzaga, 2022).
En lo que concierne a la composición del Congreso, el oficialismo logró
posicionarse como la primera minoría, obteniendo el 28.4% de los escaños
parlamentarios. Sin embargo, esta mayoría se vio caracterizada por
dificultades en el control de la agenda legislativa y en la preservación de la

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Ignacio García Marín

cohesión dentro de su propia bancada (Goldstein, 2022), lo que debilitó su


posición en el ámbito legislativo. El NEPp alcanzó un elevado 6.59. Este
hecho reflejó la persistente fragmentación política que prevaleció durante
el período de estudio. Asimismo, el fujimorismo logró recuperar terreno
parlamentario, iniciando el período legislativo como la segunda fuerza
política con el 18.5% de representación.
No obstante, la debilidad estructural del oficialismo y su escasa
organización interna tuvieron repercusiones significativas en el gobierno
de Castillo. Durante su mandato, que abarcó un período de apenas 497
días, el país experimentó la presencia de cinco primeros ministros y se
llevaron a cabo 77 cambios ministeriales, lo que lo convirtió en el gobierno
más inestable en comparación con otros períodos analizados, con la
excepción del breve mandato de Merino. En este contexto, se evidenció la
fragilidad de su liderazgo tanto en su partido político como en su gabinete,
siendo objeto frecuente de críticas relacionadas con su autoridad y
164 capacidad para liderar y coordinar la actividad ejecutiva y su bancada en
el Congreso (Duárez Mendoza, 2022; Escárzaga, 2022). Asimismo, Castillo
enfrentó dos intentos de destitución, ambos sorteados de manera precaria
y bajo fuertes acusaciones de corrupción y tráfico de influencias
(Barrenechea & Vergara, 2023). Esto se sumó a su escasa aprobación en las
encuestas y al aumento de las protestas sociales dirigidas tanto contra el
Congreso como contra su propio gobierno (Bonilla-Aranzales, 2023).
Como resultado, se acentuó la parálisis en la implementación de políticas
públicas destacables, así como las tensiones internas en su propio gabinete
y las críticas que surgieron incluso desde sectores de la izquierda. La
producción legislativa, como muestra la Gráfica 1, también resultó ser baja,
en especial si se considera el impulso legislador con el que tendieron a
iniciar los presidentes previos:

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Fragmentación, polarización y baja institucionalización
del sistema de partidos. El caso peruano entre 2001 y 2022

Gráfico 1: Producción legislativa anual en el Perú, 2001-2022 por períodos anuales legislativos

180

160

140

120
LEYES PUBLICADAS

100

80

60

40

20
AÑO (2001-2022)
0 Ejecutivo Congreso 165
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21
Fuente: elaboración propia con base en datos del Congreso de la República. Se excluyen resoluciones, mociones,
reformas legislativas, así como proponentes externos al Congreso y al Ejecutivo.

Finalmente, y en un desenlace dramático, Castillo llevó a cabo un intento


de golpe de Estado el 7 de diciembre de 2022, en un intento por emular la
estrategia de Alberto Fujimori. Sin embargo, este intento resultó en un
fracaso debido a la falta de respaldo tanto social como político, así como al
escaso apoyo en el seno del ejército y la policía. En respuesta, el Congreso
procedió rápidamente a destituirlo de su cargo presidencial. En su lugar,
asumió la entonces vicepresidenta primera, Dina Boluarte, quien se esforzó
por desvincularse rápidamente tanto del autogolpe como de la línea
política de Castillo, todo ello en medio de fuertes protestas sociales y la
represión policial subsiguiente. Véase la siguiente Tabla 1 para una
perspectiva comparada de los jefes de Estado peruanos que han ocupado
la presidencia desde 2001:

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Ignacio García Marín

Tabla 1: Presidentes de la República entre 1990 a 2022


Llegada Salida Presidente Vía de llegada Vía de salida
1990 2000 Alberto Fujimori Elecciones libres Abandono del
cargo
2000 2001 Valentín Paniagua Sucesión Fin de mandato
constitucional
2001 2006 Alejandro Toledo Elecciones libres Fin de mandato
2006 2011 Alan García Elecciones libres Fin de mandato
2011 2016 Ollanta Humala Elecciones libres Fin de mandato
2016 2018 Pedro Pablo Elecciones libres Renuncia
Kuczynski
2018 2020 Martín Vizcarra Vacancia Vacancia exitosa
2019 2019 Mercedes Aráoz* Sucesión Renuncia
constitucional
2020 2020 Manuel Merino Vacancia Renuncia
2020 2021 Francisco Sagasti Sucesión Fin de mandato
constitucional
2021 2022 Pedro Castillo Elecciones libres Vacancia
2022 - Dina Boluarte Vacancia En el cargo
166
Fuente: elaboración propia. * No contó con reconocimiento nacional ni internacional.

V. La institucionalización del sistema de partidos peruano y sus efectos en el


sistema político

El sistema de partidos peruano continúa en consolidación, mostrando


ciertos rasgos permanentes desde las elecciones de 1990: elevada volatilidad
—aunque con leve moderación—, renovación continuada de marcas
electorales, predominancia de los personalismos sobre las organizaciones
partidarias, dificultad para mantener la cohesión entre las bancadas
parlamentarias y polarización creciente tanto en las elecciones generales
como en las relaciones Ejecutivo-Legislativo. Asimismo, la fragmentación
y baja institucionalización del sistema de partidos han tenido efectos tanto
en la actividad legislativa como en el funcionamiento del Ejecutivo. Es
decir, la parlamentarización orgánica del presidencialismo peruano

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Fragmentación, polarización y baja institucionalización
del sistema de partidos. El caso peruano entre 2001 y 2022

aunado a este sistema de partidos ha generado claros efectos


desestabilizadores en el conjunto del sistema político.
Llama la atención, a su vez, la dificultad para identificar coaliciones
formales y estables a lo largo del tiempo, especialmente a partir de 2016 y
en torno al oficialismo, así como la reelección de diputados, con
porcentajes que tienden a situarse por debajo del 11% (García Marín, 2021)
y la práctica de los gobiernos divididos, pero con mayoría apartidista en
los gabinetes (Corvetto, 2014). En consecuencia, la fragmentación
partidaria y la atomización de la Cámara han derivado en un creciente
número de bancadas (véanse la Tabla 2 y Gráfico 2), dificultando en
ocasiones las medidas de control político, pero también que el Congreso
pudiera llevar a cabo sus tareas de creación de leyes o de compartición de
gobierno, caso claro con la elección y aprobación del PCM (véanse la Tabla
2 y Gráfico 2).

Tabla 2. Evolución numérica de los grupos parlamentarios en el Congreso de la República, 2001-2022 167
Período parlamentario Número de bancadas al Número de bancadas al
inicio del período final del período
parlamentario parlamentario
2001-2006 5 8
2006-2011 5 8
2011-2016 6 9
2016-2019 6 12
2020-2021 9 11
2021-2022 10 11
Fuente: elaboración propia con base en datos del Congreso de la República.

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Gráfico 2. Evolución del Número Efectivo de Partidos Parlamentarios entre 2001 y 2022
12
Número de Grupos Parlamenatrios

10

0
1 2 3 4 5 6
NEPp

168 NEPp Grupos Parlamentarios

Fuente: elaboración propia.

De igual modo, la baja valoración social de los partidos y del Legislativo


(Bonilla-Aranzales, 2023; Goldstein, 2022) le ha restado capacidad de
incidencia en los choques contra el Ejecutivo, como los casos de Mercedes
Aráoz y Manuel Merino ejemplificaron. No obstante, es cierto que el
Congreso sí fue capaz de articular precarias y puntuales mayorías para
amenazar la supervivencia de los ejecutivos. Así, el Perú ha contado con
diez presidentes de la República en el período 2001-2022, cuando
únicamente fueron electos cinco de ellos. Mayor inestabilidad puede
identificarse en los PCM, ya que en este mismo período hubo 41, con una
duración promedio de 6.14 meses, aunque ciertamente la fagocitación de
los PCM y ministros es una práctica peruana desde los años 80 (García
Marín, 2017; Levitt, 2012). A ello, súmese una celebración extraordinaria
elecciones parlamentarias en 2020 por disolución del Congreso, ocho

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Fragmentación, polarización y baja institucionalización
del sistema de partidos. El caso peruano entre 2001 y 2022

intentos de vacancia y creciente tensión entre poderes en el período de


estudio, que culminaron, no se olvide, con el fallido golpe de Estado de
2021 por parte de Castillo. Esta capacidad de coordinación para confrontar
al Ejecutivo, así como la resiliencia del fujimorismo y la permanencia de
ciertos líderes —aunque su personalismo pueda contradecir esta tesis—
lleva a pensar que el sistema de partidos peruano está en una incipiente,
aunque aún precaria institucionalización y con capacidad de imponer en
ocasiones su agenda. Ahora bien, ¿qué responsabilidad tiene el sistema de
partidos en esta deriva crecientemente preocupante para la gobernabilidad
y el mantenimiento de la democracia? Siguiendo a Levitsky (2018), puede
decirse que son claras las consecuencias negativas de lo que denomina la
descomposición del sistema de partidos peruano. Por un lado, la mayoría
de las organizaciones partidarias ha contado con una fuerte dependencia
hacia el candidato, impulsando el personalismo de la política, pero,
también, convirtiendo en ocasiones a las organizaciones en meros
vehículos o instrumentos para sus fines individuales. Por otro lado, ha 169
dificultado la mediación entre ciudadanía e instituciones políticas y
representación de demandas de la sociedad. En esta línea, y como advierten
otros muchos autores (Barrenechea & Vergara, 2023; Duárez Mendoza,
2022; Jaramillo, 2023; Muñoz & Guibert, 2016), se ha producido un claro
desarraigo social de los partidos, sin identificación partidaria apreciable
entre los votantes y tendencia al voto no programático, “aunque no
inexistente” (Sulmont, 2018). Es decir, los partidos políticos peruanos no
están cumpliendo con las tareas que se le encomiendan en un régimen
democrático representativo (Duverger, 1992; Lanzaro, 2012; Sartori, 1966).
Otra cuestión interesante que responder es la llamativa incapacidad del
sistema de partidos peruano para consolidarse a pesar del tiempo
transcurrido desde su colapso y de los eventos sucedidos desde entonces.
Una década de gobierno autoritario y más de dos décadas de procesos
electorales confiables no han servido para la emergencia y estabilización de
marcas partidarias que fueran capaces de ser competitivas a lo largo del

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país y del tiempo. En efecto, la nacionalización del sistema de partidos es


muy precaria, con una creciente regionalización (García Marín, 2019;
Jaramillo, 2023; Levitsky, 2018); los presidentes salientes no siempre fueron
sucedidos por candidatos en su mismo partido; y la ideología de los
partidos no tiende a ser fácilmente identificable para el votante. Habría de
invocarse la falta de profesionalización de los cuadros y candidatos, siendo
generalmente recién llegados a la política con sus propios intereses
personales como prioridad, así como la abierta compraventa de puestos en
las listas en la que incurren las organizaciones partidarias (Barrenechea &
Vergara, 2023; Jaramillo, 2023; Levitsky & Loxton, 2018; Sulmont, 2018).
En todo caso, la falta de cohesión partidaria y la atomización en la que
incurren los legislativos desde su toma de posesión ha sido una constante
en el período de estudio:

Gráfico 3. Cohesión partidaria en el Congreso de la República, 1980 - 2022


170

Fuente: Instituto V-Dem (2023). A menor valor, más independencia de los legisladores a la hora de
votar en el Congreso de la República con respecto a su bancada.

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Fragmentación, polarización y baja institucionalización
del sistema de partidos. El caso peruano entre 2001 y 2022

Hay, por tanto, inherentes dificultades dentro y en torno a los partidos


políticos que explicarían, aparentemente, por qué la institucionalización
sigue siendo baja con el paso de los años y algunos fenómenos identificados
desde hace décadas son inmutables, caso del transfuguismo y la falta de
cohesión de las bancadas, aun a pesar de la elevada polarización vivida en
estas décadas analizadas, especialmente cuando se ha tratado de balotajes,
factor que sí ha tendido a fomentar la estructuración de los partidos en
otros escenarios (Levitsky, 2018).
Por último, pero no menos importante, es el hecho de que las
disfuncionalidades del sistema de partidos peruano no sólo han afectado a
las relaciones Ejecutivo-Legislativo en cuanto a la estabilidad ejecutiva y al
despliegue de las facultades del Congreso. Como ya han señalado recientes
estudios (Barrenechea & Vergara, 2023; Duárez Mendoza, 2022; Muñoz,
2021; Muñoz & Guibert, 2016), la calidad democrática del país está en
retroceso, estando clasificado como régimen híbrido o parcialmente libre
(Instituto V-Dem, 2023; The Economist, 2023), el discurso anti-político es 171
electoralmente atractivo para una parte importante de la sociedad y la falta
de representatividad de las instituciones es persistente. Es decir, es claro que
el sistema de partidos peruano es parte del problema político en el país.

VI. Conclusiones

El sistema de partidos peruano se ha caracterizado por una baja


institucionalización y una creciente tendencia a la atomización en el
transcurso de los períodos legislativos, así como de un progresivo
enfrentamiento contra el Poder Ejecutivo. Asimismo, los presidentes
peruanos han mostrado una evidente debilidad parlamentaria en el
período de estudio, inclusive en el caso de Castillo, a pesar de su intento de
subvertir la democracia en 2022.
Estos factores, vistos desde el largo plazo (1980-2022), muestran no
obstante una inquietante continuidad y estabilidad, lo que explicaría, al

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menos parcialmente, el porqué de la fagocitación de los gobiernos y


organizaciones partidarias peruanas, así como la errática trayectoria
democrática del país. Es decir, el caso peruano es una verdadera invitación
a los efectos que un sistema de partidos sin partidos puede ocasionar para
el conjunto del sistema político y la democracia. Así, el personalismo, la
persistencia de los vehículos electorales sobre los partidos políticos
debidamente estructurados, la polarización y competitividad de los últimos
balotajes o la ausencia creciente de coaliciones transversales y
programáticas son claras señas de disfuncionalidad de los poderes
Ejecutivo y Legislativo que se derivan de este sistema de partidos.
Sin embargo, surgen interesantes preguntas que invitan a profundizar el
análisis del caso peruano. Por ejemplo, el porqué de la ausencia de
movimientos sociales que hayan dado el paso a una articulación partidaria
que compita con los vacíos de representación existentes. O si la resiliencia
de la democracia peruana ha sido casual ante golpes de Estado, pero, a
172 tenor de la decreciente calidad democrática y respeto a los derechos
humanos, se está ante un paulatino, progresivo y preocupante vaciamiento
del poder político y del Estado de derecho, como algunas recientes
investigaciones sugieren (Barrenechea & Vergara, 2023). En todo caso, el
caso peruano muestra que, más allá de su excepcionalidad y expectativas
que genera, los partidos políticos siguen siendo necesarios para el correcto
funcionamiento de la democracia liberal.

VII. Referencias

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