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EL HOMBRE DESDE
LA REVELACIÓN
MG EVANDER CORTEZ PEÑA
EL HOMBRE DESDE LA REVELACIÓN SÍNTESIS DE MATERIA Y ESPÍRITU 1. El hombre creado a imagen y semejanza de Dios
2. Las operaciones más características del hombre
3. Anima forma corporis: entre el monismo y el
dualismo
4. El origen del hombre y la creación inmediata del
alma inmortal
5. La persona y la naturaleza humana
1. El hombre creado a imagen y semejanza de Dios Los dos relatos de la creación del hombre → En el primer relato, de Gén 1,26-28, el hombre (hombre y mujer) es imagen de Dios: mandato de multiplicarse y dominar la tierra. Imagen y semejanza, equivalentes
→En Gén 2,4b-25, de manera mucho más narrativa
y plástica aparece el hombre plasmado del barro, al que Dios le infunde su aliento: dimensión corporal del hombre. La mujer es creada a partir del hombre: mutua relación y proporción entre ambos. En los dos relatos se indica una especial intervención de Dios en la creación del hombre, que de este modo supera a otros seres de la naturaleza: en el sacerdotal hay como una pausa y luego se introduce un “hagamos”, mientras que en el yahvista todo esto se describe más gráficamente. 1. El hombre creado a imagen y semejanza de Dios →La terminología del hombre creado a imagen y semejanza de Dios aparece en Gén 1,27 e indica una especial familiaridad y cercanía a Dios, así como una especial intervención de Dios en la aparición del hombre tal como se refleja en la narración de Gén 2. "A imagen de Dios“ Sólo el hombre es "capaz de conocer y amar a su Creador" (GS 12,3); es la "única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma" (GS 24,3); sólo él está llamado a participar, por el conocimiento y el amor, en la vida de Dios. Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas; y es llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar. Dios creó todo para el hombre (cf. Gs 12,1; 24,3; 39,1), pero el hombre fue creado para servir y amar a Dios y para ofrecerle toda la creación. "Realmente, el el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado" (GS 22,1): “Hombre y mujer los creó” Igualdad y diferencia queridas por Dios El hombre y la mujer son creados, es decir, son queridos por Dios: por una parte, en una perfecta igualdad en tanto que personas humanas, y por otra, en su ser respectivo de hombre y de mujer. El hombre y la mujer son, con la misma dignidad, "imagen de Dios". En su "ser- hombre" y su "ser-mujer" reflejan la sabiduría y la bondad del Creador. “El uno para el otro”, “una unidad de dos” Creados a la vez, el hombre y la mujer son queridos por Dios el uno para el otro. La Palabra de Dios nos lo hace entender mediante diversos acentos del texto sagrado. El hombre descubre en la mujer como un otro "yo", de la misma humanidad. El hombre y la mujer están hechos "el uno para el otro": no que Dios los haya hecho "a medias" e "incompletos"; los ha creado para una comunión de personas, en la que cada uno puede ser "ayuda" para el otro porque son a la vez iguales en cuanto personas ("hueso de mis huesos...") y complementarios en cuanto masculino y femenino. En el matrimonio, Dios los une de manera que, formando "una sola carne" (Gn 2,24), puedan transmitir la vida humana: "Sed fecundos y multiplicaos y llenad la tierra" (Gn 1,28). Al trasmitir a sus descendientes la vida humana, el hombre y la mujer, como esposos y padres, cooperan de una manera única en la obra del Creador (cf. GS 50,1). En el plan de Dios, el hombre y la mujer están llamados a "someter" la tierra (Gn 1,28) como "administradores" de Dios. Esta soberanía no debe ser un dominio arbitrario y destructor. el hombre y la mujer son llamados a participar en la Providencia divina respecto a las otras cosas creadas. 2. Las operaciones principales del hombre → Las operaciones del hombre que le permiten realizar de manera concreta su ser imagen de Dios se resumen en el conocimiento, por el que el hombre capta una realidad exterior, y la voluntad, por la que el hombre puede volverse hacia algo exterior a sí. → En ambos casos nos encontramos con operaciones intencionales, es decir que se definen por el orden a un contenido exterior al sujeto. → La clave del conocimiento es la adecuación a una realidad exterior, adecuación que se puede dar a diversos niveles y que en el nivel intelectual supone el conocer algo de manera universal, siempre a partir de lo sensible y de un modo perfectible. → La voluntad permite al hombre decidir y volverse hacia una realidad exterior y como el conocimiento tiene una serie de niveles, desde los más sensibles a los más superiores, sin olvidar nunca el campo de emociones y pasiones, integradas, en la operación buena, para la consecución del fin. → Estos dos aspectos no son meras cuestiones filosóficas, pues sin un conocimiento universal resultaría absurdo hablar de la Revelación, y sin una voluntad libre sería ilusorio hablar de mérito o de respuesta a Dios. 3. El alma como forma del cuerpo La persona humana, creada a imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato bíblico lo expresa con un lenguaje simbólico. A menudo, el término alma designa en la Sagrada Escritura la vida humana (cf. Mt 16,25-26; Jn 15,13) o toda la persona humana (cf. Hch 2,41). En definitiva "alma" significa el principio espiritual en el hombre. El cuerpo del hombre participa de la dignidad de la "imagen de Dios": es cuerpo humano precisamente porque está animado por el alma espiritual, y es toda la persona humana la que está destinada a ser, en el Cuerpo de Cristo, el Templo del Espíritu (cf. 1 Co 6,19-20; 15,44-45): Uno en cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, reúne en sí los elementos del mundo material, de tal modo que, por medio de él, éstos alcanzan su cima y elevan la voz para la libre alabanza del Creador. Por consiguiente, no es lícito al hombre despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, tiene que considerar su cuerpo bueno y digno de honra, ya que ha sido creado por Dios y que ha de resucitar en el último día (GS 14,1). La unidad del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma como la "forma" del cuerpo (cf. Cc. de Vienne, año 1312, DS 902); es decir, gracias al alma espiritual, la materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en el hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que su unión constituye una única naturaleza. La Iglesia enseña que cada alma espiritual es directamente creada por Dios (cf. Pío XII, Enc. Humani generis, 1950: DS 3896; Pablo VI, SPF 8) -no es "producida" por los padres -, y que es inmortal (cf. Cc. de Letrán V, año 1513: DS 1440): no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final. A veces se acostumbra a distinguir entre alma y espíritu. Así S. Pablo ruega para que nuestro "ser entero, el espíritu, el alma y el cuerpo" sea conservado sin mancha hasta la venida del Señor (1 Ts 5,23). La Iglesia enseña que esta distinción no introduce una dualidad en el alma (Cc. de Constantinopla IV, año 870: DS 657). "Espíritu" significa que el hombre está ordenado desde su creación a su fin sobrenatural (Cc. Vaticano I: DS 3005; cf. GS 22,5), y que su alma es capaz de ser elevada gratuitamente a la comunión con Dios (cf. Pío XII, Humani generis, año 1950: DS 3891). La tradición espiritual de la Iglesia también presenta el corazón en su sentido bíblico de "lo más profundo del ser" (Jr 31,33), donde la persona se decide o no por Dios (cf. Dt 6,5; 29,3;Is 29,13; Ez 36,26; Mt 6,21; Lc 8,15; Rm 5,5). 4. El origen del hombre y la evolución → La enseñanza de la fe no supone obstáculo para aceptar que en el origen del aspecto material del hombre podría haber algún animal previo, pero en cualquier caso es precisa una intervención divina para que comience a existir el alma racional, pues al ser espiritual no puede ser generada por la materia. → Este aspecto puede ser confirmado por la razón. → Se debe afirmar que la creación del alma humana es correlativa a la fecundación, de manera que desde que existe el nuevo individuo es una persona humana. 10. El hombre: síntesis de materia y espíritu 5. Persona y personalidad → La definición metafísica de persona como sustancia individual de naturaleza racional, nos indica que la persona no se puede reducir ni a lo meramente material, ni a lo social, ni convertirse en posesión de otro. → Esta dignidad no elimina el aspecto de naturaleza, entendida como principio de orden interno, con aspectos tanto materiales como espirituales; tal dignidad procede que ha recibido el ser por sí misma, es decir, procedente de un acto creador de Dios respecto al alma humana, y esto le permite actuar por sí misma, con todas las relaciones que puede establecer (en ese campo se situaría la noción de personalidad). → Sin embargo nunca se puede reducir la fundamentación de la persona a ese conjunto de relaciones o personalidad.