Historia de La Enfermeria

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Enferm vol.13 no.

47 Granada 2004

ARTÍCULOS ESPECIALES

HISTORIA DE LA ENFERMERÍA

La Enfermedad a lo largo de la historia


UN PUNTO DE MIRA ENTRE LA BIOLOGÍA Y LA
SIMBOLOGÍA

Josefina Goberna Tricas1

1
Matrona. Socióloga. Resumen Abstract
DEA en Filosofía Moral.
Profesora Titular. Escuela
de Enfermería. Las enfermedades tienen sus propios ritmos que se van
Universidad de Barcelona, modificando a lo largo de los siglos; cada sociedad
España.
construye su forma de pensar y sentir las enfermedades.
CORRESPONDENCIA: La interdependencia entre las condiciones biológicas y
Escuela de Enfermería. sociales de la vida civilizada, ha ocasionado que cada
Universidad de momento histórico viva de forma distinta la enfermedad .
Barcelona.
Pavello de Govern 2ª El objetivo de este artículo es reflexionar sobre la forma
planta, despacho 221. de ver y vivir la enfermedad en Occidente, a lo largo de
Feixa Llarga s/n 08917. la historia, centrándonos especialmente en la creencia,
Hospitalet de Llobregat,
Barcelona, España. surgida a partir del siglo XVIII, que el progreso humano
[email protected] erradicaría la enfermedad.
Las raíces de la forma de sentir la enfermedad en el
Manuscrito recibido el
1.04.2004
Occidente de inicios del siglo XXI deben buscarse en los
Manuscrito aceptado: orígenes griegos y judeo-cristianos, que se continúan a lo
20.05.2004 largo de la Edad Media, hasta que con la llegada de la
Modernidad se produce un giro desde la búsqueda de la
Index Enferm (Gran)
2004; 47:49-53 eternidad en el otro mundo, hacia un caminar a la
inmortalidad en la tierra. En los inicios del siglo XXI, el
hombre post-moderno traslada la crisis de pensamiento
vigente al campo de la salud, ello plantean tensiones que
se hacen patentes en la forma de vivir y atender la
enfermedad.

ILLNESS OVER THE HISTORY, A POINT OF VIEW


BETWEEN BIOLOGY AND SYMBOLOGY

Illnesses have an own rhythm that has been modified all


through centuries. Every society builds own way of
thinking and feeling the illnesses. The interdependence
between biological and sociological conditions in
civilized society shows the form of living the illness in
each historical moment.
Objectives: Thinking about the way of seeing and living
the illness in the western world all through the history.
This work is specially centred in the believing emerged
in the 18th century that the human progress can eradicate
the illness.
The roots of the way of filing the illness in the western
world at the beginning of the 20th century are to be found
in the ancient Greece and in the Judaic-Christian culture.
This form of thinking has continued all troughs the
Middle Age, until the arrival of the Modernity. From this
moment a change has been produced: from searching the
eternity in the other world to looking for the immortality
on the earth. In the beginning of the 21th century, the
post-modern man translates the crisis of thinking to the
illness field. It produces tensions, which have evident
impact in the form of living and taking care of the illness.

Los precedentes: de la physis griega a la enfermedad en la Europa


medieval

La forma de ver y vivir la enfermedad en el


Occidente actual, presenta múltiples y
variadas influencias. Dos son las actitudes
mentales que con más fuerza han
configurado la forma mayoritaria de ver y
sentir la enfermedad: el naturalismo
indoeuropeo y el personalismo semítico.1Los
pueblos indoeuropeos se orientaban hacia
una visión del mundo naturalista y tendían a
concebir a los seres como una realización de
la divinidad; fruto histórico del naturalismo
indoeuropeo, será la fisiología griega, en ella
se deja atrás la vieja mentalidad mágica y
pre-técnica que existía en pueblos anteriores
y se impone un pensamiento racional y
fisiológico en que la enfermedad es vista
como desarmonía del buen orden del cuerpo.
El máximo representante del pensamiento y
el arte médico de esta época fue
Hipócrates2(500 a C).
La medicina en la sociedad griega no era
más que una servidora de la naturaleza, por
ello tres fueron los fundamentos básicos del
tratamiento de la enfermedad propuestos por
Hipócrates: a) Favorecer o al menos no
perjudicar, b) Abstenerse de lo imposible,
por tanto no actuar cuando la enfermedad
era mortal por necesidad, y c) Ir contra el
principio de la causa.
La enfermedad sucede, según el
pensamiento griego, porque una fuerza
nociva, puede más que la Physis individual.
Esta fuerza perturbadora puede actuar con
necesidad fatal, siendo por tanto ineludible e
invencible o puede actuar por azar o
determinación contingente. Sólo en este
segundo caso puede ser eficaz la
intervención de la medicina.
Tras la llegada del Imperio romano, la visión
de la enfermedad sigue la visión griega
expuesta hasta aquí. La figura más
representativa de este período es
Galeno3 (131-203 d. C.), quien reelaboró la
herencia intelectual y técnica propia del
corpus hipocrático y la mejoró mediante una
influyente teoría de la correcta indicación
terapéutica. Entre la muerte de Galeno y la
invasión del Imperio romano por los pueblos
germánicos debemos tener en cuenta dos
aspectos fundamentales en nuestro recorrido
a través del pensamiento sobre la
enfermedad; la propagación del monoteísmo
judeo-cristiano por toda la cuenca
mediterránea y la perduración posgalénica
del pensamiento médico griego.
Para los griegos como hemos visto la
enfermedad era la manifestación de un
desequilibrio de la naturaleza. A diferencia
de ello, para el pensamiento semita del
antiguo testamento, la enfermedad era
considerada como la sanción de un pecado,
inflingida por el capricho o la venganza de
Dios. En el Nuevo Testamento, Jesús elevó a
un nivel superior estas dos visiones del
infortunio vital del hombre y a partir de él se
dio un nuevo sentido a la enfermedad.
Creado a imagen de Dios, el hombre se sintió
instituido hijo suyo. Por ello se dio un sentido
providencial a los más humildes
acontecimientos del transcurso de la vida. Es
en esta época cuando cobra cuerpo la idea
cristiana de enfermedad, no como castigo de
la divinidad, ni tampoco como azar o
necesidad de la dinámica del cosmos, sino
como prueba.
En la relación inicial entre el cristianismo y el
pensamiento helénico en las cuestiones
relacionadas con la salud y la enfermedad,
aparece por primera vez la idea ética-
operativa de la asistencia al enfermo por
amor y caridad a imitación de Cristo. La
creación de hospitales es consecuencia de
esta forma de pensamiento. Es a partir del
siglo VI cuando aparece el sacerdote médico,
entre ellos San Benito de Nursia, quien
aconseja a los monjes: "Aprended a conocer
las virtudes de las plantas... Leed a
Hipócrates, a Galeno, a Celio Aureliano".1

La visión de la enfermedad durante la edad


media se relacionó con aquello que acerca de
la realidad y el destino del hombre enseñaba
el cristianismo; la imperfección de la
naturaleza del hombre que puede enfermar
en cualquier momento y la consecuencia del
pecado original y por tanto el carácter de
prueba moral que tiene la enfermedad. A lo
largo del milenio que abarca desde la
invasión del Imperio Romano de occidente
por los pueblos germánicos y la conquista de
Constantinopla por los turcos, el ideario
social relacionado con la enfermedad, fue
transcurriendo a lo largo de una historia
interna en cuya dinámica pueden destacarse
los siguientes aspectos1:
1. La recepción de la medicina griega, en
parte gracias a la aportación árabe a través
de la escuela de traductores de Toledo
2. La asimilación cristiana de estas teorías
que exigía la creación de una serie de
conceptos tales como potencia ordenada por
Dios, causa segunda de los entes y procesos,
con lo cual el pensamiento filosófico-natural
de Galeno puede ser aceptado una vez
cristianizado
3. Construcción del sistema medieval o
escolástico del Galenismo, entre cuyos
autores destaca Arnau de Vilanova.
4. El nacimiento de una nueva forma de
pensamiento dirigido hacia las realidades
individuales, iniciado en el pensamiento
voluntarista de Scoto y el nominalista de
Ockam.
5. De forma muy larvada, la instauración de
una conciencia pre-moderna del progreso y
la convicción de que la ciencia heredada no
es idónea para el conocimiento que frente al
mundo y desde dentro de sí misma tiene la
inteligencia humana.
La enfermedad en los siglos XV a XVIII: los dos rostros de Jano

Entre los siglos XV y XVI comienza en


Europa, un nuevo modo de ver y entender la
vida al cual podemos llamar "pre-moderno".
Casi todos los motivos que inician esta nueva
visión del mundo ya estaban presentes antes
de 1453, fecha de la caída de
Constantinopla: Recepción y revisión de la
cultura helénico-romana, la afirmación
enérgica de la dignidad natural del hombre,
poniendo el acento en la inteligencia racional
y en la libertad, valoración positiva del
mundo sensible y auge social de la
burguesía. Pero fue a partir de fines del siglo
XV, cuando estos motivos históricos fueron
calando en la sociedad.
En el nuevo proyecto filosófico-moral se
relaciona moralidad con racionalidad, poco a
poco va apareciendo una concepción racional
del comportamiento saludable, el cual
empieza a ser la base de una política
sanitaria que va asumiendo el nuevo estado
nacional. La salud y la enfermedad del
cuerpo y el espíritu no atañen sólo al
hombre, sino que el estado tiene una
responsabilidad hacia ella que se orienta
hacia una campaña universal a favor de la
salud.1

Es la sífilis la enfermedad más característica


de esta época, la primera afirmación del
posible origen americano de la misma
procede de un médico sevillano, Rodrigo de
la Isla, quien entre 1504 y 1506 publica el
Tratado llamado "Fruto de todos los santos,
contra la enfermedad serpentina, venida de
la isla Española". En él asegura que a lo
largo del viaje de regreso de la Española,
uno de los hermanos Pinzón, piloto de
Cristóbal Colón, había sufrido una extraña
enfermedad. En 1497, Nicolás Neoniceno
publica en Venecia el libro titulado "Libelus
de epidemia quam vulgo morbum gallicum
vocant" (Libro sobre la epidemia llamada
comúnmente mal francés). Es el autor
francés Rouen Jacques de Béthencourt, autor
de "Nueva cuaresma de penitencia y
purgatorio de expiación para uso de los
enfermos afectados del mal francés, o mal
venéreo", aparecida en 1527, el primero que
denomina a la enfermedad mal venéreo,
como sustitución de las expresiones
utilizadas hasta el momento.4
Es a partir del siglo XVI cuando aparece
claramente en la conciencia de los hombres
la idea de que la enfermedad puede
contagiarse. Desde luego todo está sometido
a Dios, pero no actúa de modo directo, Dios
necesita de los miasmas a los que hoy
llamaríamos microbios. Fracastoro, médico-
poeta nacido en Verona en 1483 y muerto en
1553, publica en 1546: "De contagione et
contagiosis morbis", que es un verdadero
estudio consagrado a las causas, la
naturaleza y las consecuencias del contagio
microbiano.4
La idea de la contaminación y la transmisión
de las enfermedades no es enteramente
nueva. Hipócrates ya había hablado de ello,
así como los médicos árabes Ibn Khatima y
Ibn-al Khatib. Este último que vivió en Fez y
luego en Granada entre 1313 y 1374 ya
realizó un razonamiento relacionado con el
contagio: "Los hay que preguntan cómo
nosotros podemos admitir la teoría de la
contaminación, cuando la ley religiosa la
niega. A esto respondo que la existencia del
contagio la establece la experiencia, la
investigación, el testimonio de los sentidos y
relatos dignos de fe."1 Pero a pesar de estos
testimonios anteriores no es hasta inicios del
siglo XVI, cuando estas ideas empiezan a
calar en la conciencia colectiva.
A lo largo del siglo XVI, las ideas
relacionadas con la causa y la vivencia de las
enfermedades sigue un movimiento
pendular. El otro rostro de Jano podemos
encontrarlo haciendo una incursión en la
visión de la enfermedad mental. Debido a
que la fe católica atraviesa una fuerte crisis,
la superstición alcanza un terreno favorable.
Durante esta época se cree fuertemente en
la figura de Satán, por tanto la patología
psíquica dominante en el siglo XVI es el
satanismo. Satán hace perder la razón a
aquellos de quien se apodera. Los siglos XVI
y XVII ven el mal y la enfermedad
encarnados en los secuaces del diablo, en los
brujos y brujas5,6 (que naturalmente se
queman en la hoguera), en el hereje y en el
pagano.
Así mismo, el paulatino tránsito de la vida
feudal a la vida burguesa conlleva novedades
en cuanto a la presencia de la enfermedad.
La nueva forma de vida de la alta burguesía
más sedentaria que la vida medieval
favorece la aparición de la gota como
enfermedad propia de estos siglos, así
mismo las acumulaciones poblacionales
urbanas favorecen e intensifican la presencia
del paludismo, las fiebres tifoideas o la sífilis.
Los cambios en la tecnología bélica hacen
que se pase de la guerra medieval a la
guerra moderna y que las heridas producidas
por armas de fuego empiecen a cobrar
importancia. En estos años cobran auge las
enfermedades propias de la miseria
suburbana tales como el raquitismo.
Irrupción de la modernidad ¿Fin de la enfermedad?

Es a partir de finales del siglo XVIII y sobre


todo durante el siglo XIX, llegando hasta la
primera guerra mundial, en el primer tercio
del siglo XX, cuando se produce una
definitiva ruptura con los restos antiguos del
saber y se inicia una nueva y revolucionaria
etapa. La creciente estimación de la vida
terrena, rasgo característico de los siglos
modernos, da lugar a una importante
mutación en la consideración de la vida, la
muerte y la enfermedad. Frente al
pensamiento medieval, surge ahora el ansia
de vivir sobre la tierra y la conciencia de que
el arte de dirigir la vida puede llevar hacia
este fin.
Los siglos XVIII y XIX pueden ser
considerados como los del triunfo del
discurso racional. La defensa de la salud se
adapta perfectamente al proyecto racional
moderno. Se va introduciendo una visión
optimista en el progreso humano ilimitado
que puede llevar a vencer la enfermedad, se
cree en una política sanitaria universal a
favor de la salud. Los estados nacionales y
burgueses intervienen cada vez más en la
vida pública y a través de ella en la vida
privada, la ciencia y la técnica se sienten
más capaces de dominar el mundo natural.
Los años que siguen inmediatamente a la
revolución francesa vieron nacer dos grandes
mitos; el de una profesión médica
nacionalizada, organizada a la manera del
clero, e investida, en el nivel de la salud y
del cuerpo, de poderes parecidos a los que
éste ejerce sobre las almas; y el mito de una
desaparición social de la enfermedad en una
sociedad sin trastornos y sin pasiones.7 Más
o menos explícito, un nuevo pensamiento
surgirá en la conciencia histórica de muchos
hombres del siglo XIX, la sustitución de la
idea del progreso indefinido, por la doctrina
de un estado final de la historia, en el cual la
humanidad llegaría a la plena posesión de su
naturaleza propia. La sociedad de fines de
siglo XIX y principios de siglo XX aspira a la
curación de las enfermedades, la prevención
del enfermar y cierto saber científico acerca
de lo que es el hombre. "La medicina es una
ciencia social, y la política no es otra cosa
que la medicina en gran escala".7

Ilusión, desilusión, aspectos conflictivos


A lo largo de la primera mitad del siglo XX,
una fuerte euforia social ha ido
configurándose en el terreno de la lucha
contra la enfermedad, si la expectativa
media de vida era de unos treinta y cinco a
cuarenta años en 1842, esta empieza a
crecer hasta llegar a una esperanza superior
a los setenta años en la década de los 60: El
desarrollo de la higiene pública y el aumento
del nivel de vida hacen que crezca
paulatinamente la longevidad media del
hombre. ¿Es posible que puedan llegarse a
cumplir las predicciones de Descartes o
Condorcet, en cuanto a la longevidad y al
perfecto estado de salud para toda la
humanidad?.
Finalizada la segunda guerra mundial, el
estado se empieza a configurar como estado
del bienestar y adquiere como una de sus
principales funciones velar por la salud y el
bienestar de todos los ciudadanos. En 1948
la Organización Mundial de la Salud (OMS),
definió la salud como: Un estado de
completo bienestar físico, mental y social, y
no sólo la ausencia de enfermedad. La
posesión del mejor estado de salud, que es
capaz de conseguir, constituye uno de los
derechos fundamentales de todo ser
humano, cualquiera que sea su raza,
religión, ideología política y condición
económico-social. La salud de todos los
pueblos es una condición fundamental de la
paz mundial y de la seguridad; depende de
la cooperación más estrecha posible entre los
estados y los individuos.8 Esta definición
puede hacernos comprender este clima de
optimismo; se asume la salud como un
"estado de perfecto bienestar" y no tan sólo
como la ausencia de la enfermedad, lo cual
supone poder vencer definitivamente a la
misma.
En las década de los años 60 y 70, del siglo
XX, parece que la humanidad, al menos en el
Occidente desarrollado, está a punto de
llegar a la total erradicación de la
enfermedad. Las enfermedades infecciosas
pueden ser combatidas eficazmente gracias
al poderoso arsenal de antibióticos; en
cuanto a las neoplasias o enfermedades
malignas, aunque sigue el desconocimiento
de sus causas desencadenantes, parece que
las investigaciones siguen un buen camino y
no parece descabellado pensar que en un
futuro no muy lejano sea posible la
prevención y curación de las mismas. En un
tercer orden de cosas las enfermedades
constitucionales y hereditarias también
parece que se están dominando, en estos
momentos existe la posibilidad del
diagnóstico precoz de ciertas enfermedades
congénitas, tales como la fenilcetonuria o la
galactosemia; también los estudios en
materia de genética pueden permitir en un
futuro, no tan sólo impedir que estas
enfermedades se desarrollen, sino que
incluso puede aspirarse a un eugenismo
positivo, modificando aquellos genes
defectuosos o impidiendo su presencia.
Finalmente, queda el apartado más difícil: el
de las enfermedades degenerativas y
traumáticas; aunque el ritmo de vida actual
haga más difícil prever su desaparición, en
modo alguno puede excluirse que una
correcta reorganización de la sociedad, con
amplia actuación de los poderes públicos,
pueda ocasionar un cambio en este aspecto.
Nada impide pues, al parecer, que sea
posible la liberación total de la enfermedad.
La vieja utopía parecía estar a punto de
alcanzarse, sólo era cuestión de que los
científicos se afanaran en ultimar las
menudencias que quedaban pendientes.
La salud, este "estado de perfecto bienestar"
se manifiesta como un derecho del
ciudadano que el estado social y democrático
debe proporcionar. La promoción de una
política sanitaria encaminada a la salud del
conjunto de la población se convierte en una
obligación moral que todo estado debe
imponer, y que por tanto acarrea un cierto
puritanismo laico cuyo objetivo es la
consecución de una población sana. En una
era post-cristiana, en la que la vida lo es
todo para el ser humano, cualquier opción
que pueda prolongarla y preservar la salud
puede alcanzar valores muy elevados. La
idea de salvación pierde interés y credibilidad
frente a una finitud que no puede ser
trascendida. A menudo, el resultado es una
lucha frenética por la salud y por posponer la
muerte a cualquier precio.9 Sin embargo,
este estado ideal y final de bienestar, no
acaba de alcanzarse. En 1981 se
diagnostican los primeros casos de una
enfermedad hasta entonces desconocida: "El
síndrome de Inmunodeficiencia humana".
Las enfermedades infecciosas,
aparentemente superadas y desaparecidas
vuelven a hacer su aparición. Así mismo, en
el seno de esta ilusión surge violencia por
doquier; un auge universal en el consumo de
drogas o un aumento espectacular de las
lesiones o muertes en accidentes laborales y
de circulación.
Se ha llegado a pensar que el fracaso es uno
de los principios constitutivos de la existencia
humana (Jaspers), y que la angustia
(Heidegger) o la náusea (Sartre) son el
nervio ontológico y vivencial de esta
existencia. Ante ello, la definición de salud
planteada por la OMS, se replantea. En
1985, Hernán de San Martín, da una
definición de salud menos utópica y nos dice:
La salud es un fenómeno psico-biológico y
social dinámico, relativo y muy variable en la
especie humana. Corresponde a un estado
ecológico-fisiológico y social de equilibrio y
adaptación de todas las posibilidades del
organismo humano frente a la complejidad
del ambiente social. En este concepto de
salud hay tres aspectos a considerar: un
componente subjetivo (bienestar), otro
objetivo (capacidad para la función), y un
tercero de tipo psico-social (adaptación social
del individuo).10
En esta nueva definición, el hombre no
mantiene ya esta posición de dominio de la
naturaleza, sino que reconoce que la salud
no es un concepto absoluto, sino relativo y
que depende de un estado de equilibrio con
la naturaleza material y social. El hombre
moderno parece que vuelve a aquella visión
de la Physis griega, pero existen importantes
diferencias. El intelecto práctico emancipado,
que la ciencia ha hecho posible opone a la
naturaleza no sólo el pensamiento, sino
también su acción, de una manera que ya no
es compatible con un funcionamiento
inconsciente del conjunto.11 El poder que la
tecnología médico-sanitaria ha alcanzado a lo
largo de la segunda mitad del siglo XX, ha
acarreado verdaderas tensiones internas o
puntos de conflictividad en la lucha del
hombre post-moderno contra la enfermedad,
entre estas tensiones podemos destacar:
La tecnificación y medicalización. En la lucha
contra la enfermedad y apoyándose en la
técnica se ha avanzado extraordinariamente
en los métodos diagnósticos. Las
enfermedades pueden permanecer
asintomáticas durante largo tiempo, para
intentar detectarlas se ha avanzado hacia la
prevención de la enfermedad; el estado y las
instituciones sanitarias intentan educar a la
población para hacerla sensible a aquellos
trastornos que aún no le producen ningún
síntoma; es necesario que el sujeto que se
cree en buena salud sepa reconocerse
enfermo si al someterse a una prueba de
cribaje, ésta le descubre alguna alteración.
De ello se deduce que el mundo de los
enfermos aumentará. Por el camino del
diagnóstico prenatal o preconcepcional podrá
incluso llegar a decidirse si vale la pena o no
dejar nacer a un individuo que con
probabilidad desarrollará determinada
enfermedad a los diez, veinte o cuarenta
años de vida. Esta medicina preventiva,
científicamente justificada, altamente eficaz
en la práctica, descubre enfermos que
ignoraban serlo. La historia cultural de la
enfermedad entra en el dominio del "mal
latente", que la sociedad pretende descubrir,
en individuos que no se quejan de nada y
que no piden nada4. La detección de la
enfermedad cae bajo el control de la técnica
diagnóstica que nos plantea la segunda de
las tensiones internas en la lucha contra la
enfermedad.
La despersonalización ante la
tecnificación. La tecnificación esquematiza y
automatiza el trato con la enfermedad, la
reduce a rótulos superficiales y a cifras
estadísticas, la persona del enfermo no es
importante. En esta progresiva
despersonalización se llega a perder incluso
el contacto sensitivo, visual, y la
comunicación médico-enfermo; incluso la
palpación directa del cuerpo es sustituida por
pruebas complejas que realizan sofisticadas
máquinas. El contacto entre paciente y
sistema sanitario se despersonaliza y
burocratiza.
La enfermedad mental, en cuyo campo
encontramos otro de los retos o tensiones
actuales. La sociedad moderna, urbana,
técnica, organizada y escolarizada se ha
convertido en intolerante, incapaz de aceptar
e integrar a aquellos que no han sabido
acomodarse al modelo estricto que la
sociedad impone. Los tiempos modernos y
post-modernos son intolerantes respecto a
los trastornos psíquicos, nuestra sociedad
tiene el peligroso privilegio de crear, incluso
en razón de su naturaleza, trastornos
psíquicos que la sociedad arcaica de tipo
rural jamás provocó.4
Finalmente todo este mundo de enfermos
latentes, de inadaptados mentales y la
tecnificación necesaria para su correcto
diagnóstico y tratamiento representan para
la sociedad actual un importante costo
económico que, en una sociedad que ha
reconocido que el crecimiento económico
indefinido no es posible, supone un
importante problema de políticas económicas
y sanitarias. Las partidas destinadas a la
sanidad constituyen un porcentaje
importante del producto nacional bruto de
los países occidentales, ante ello se plantea
el reto de la priorización, en cuanto a la
atención de las demandas en materia de
salud. Se hacen evidentes conflictos y
problemas éticos en cuanto a posibilidad de
financiación pública de ciertas patologías.
Conclusiones
En Grecia el hombre intentaba vencer la
enfermedad cuando era circunstancial y no
se manifestaba mortal de necesidad, con la
llegada del cristianismo se incluye un
principio de humanidad y compasión en el
trato a los enfermos. La llegada de la
modernidad y el dominio de la razón hacen
creer al hombre que gracias al avance de los
conocimientos y de la tecnología la
enfermedad será vencida y el hombre vivirá
casi eternamente en un estado de perfecto
bienestar, llegando a asumirse la máxima
proclamada por la Organización Mundial de la
Salud: "Salud para todos en el año 2000".
En los últimos años aparece un desencanto
frente a la idea de progreso. En las nuevas
definiciones de salud, ésta es considerada
como un estado de equilibrio. Puede parecer
que volvemos a aquella Physis griega, pero
el hombre actual no se halla en las mismas
condiciones que antaño frente a la
naturaleza y la enfermedad, ahora es
depositario de una tecnología que le confiere
un gran poder. Aparecen las primeras voces
reclamando responsabilidad, moderación y
prudencia; la tecnología y el avance médico
conseguido, no han erradicado la
enfermedad, pero se ha producido un
desarrollo autónomo de la tecnología y la
ciencia médica que ha ocasionado que el
propio hombre se vea incluido entre los
objetos de su propia técnica. Esta
culminación del poder humano, puede muy
bien llegar a significar el sometimiento del
hombre a su propia obra.11

La política actual ha asumido la prestación de


la asistencia sanitaria como uno de los
pilares básicos del bienestar de sus
ciudadanos. Los actuales sistemas de
asistencia sanitaria nos plantean dilemas
relacionados con la equidad y la justicia
distributiva. Ante ello, se ha planteado el
nacimiento de una nueva disciplina, la
bioética, con el fin de intentar reflexionar y
avanzar en la resolución de los problemas
cada vez más complejos de una sociedad
donde la diversidad de opiniones, religiones,
vivencias y situaciones, obliga a un debate
continuado e ininterrumpido en una
búsqueda de eso que demasiado
ambiguamente venimos denominando "bien
común"12, y que también podríamos
denominar como salud, entendiéndose ésta
como un estado de equilibrio con el
tecnificado medio físico y social.
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