24 Horas de Adoración
24 Horas de Adoración
24 Horas de Adoración
XI 24 HORAS
PARA EL SEÑOR
8 – 9 Marzo 2024
Subsidio Pastoral
Se agradece la colaboración de:
Subsidio Pastoral
2. -
1. La Confesióne..................................................................................... 9
1. El perdón recibido – posibilidad de caminar en una vida nueva........................... 9
2. El rito del Sacramento de la Reconciliación....................................................... 12
3. Testimonio de conversión, Kevin Matthews....................................................... 14
4. Testimonio de perdón, Gemma Capra Calabresi................................................. 15
2. Vigilia................................................................................................ 17
1. Premisas generales...............................................................................................17
2. Desarrollo de la vigilia.........................................................................................19
3. Esposizione sul Salmo 35, S. Agostin Vedere la luce di Dio...............................24
4. Lectio Divina sobre Rm 6, 1-14...........................................................................26
5. Catequesis del Papa Francisco sobre el Perdón....................................................28
Presentación
«Caminemos en una vida nueva» (Rm 6,4) es el lema elegido por el Papa Francisco para la
celebración de 24 Horas para el Señor de este año. En estas palabras del Apóstol se siente reso-
nar lo que el Santo Padre afirmó en su Carta Apostólica Misericordia et misera: «La misericordia
renueva y redime, porque es el encuentro de dos corazones: el de Dios, que sale al encuentro, y el
del hombre. Mientras este se va encendiendo, aquel lo va sanando: el corazón de piedra es tran-
sformado en corazón de carne, capaz de amar a pesar de su pecado. Es aquí donde se descubre que
es realmente una “nueva creatura” (cfr. Ga 6,15): soy amado, luego existo; he sido perdonado, en-
tonces renazco a una vida nueva; he sido “misericordiado”, entonces me convierto en instrumento
de misericordia» (n. 16).
El perdón es el signo del amor, su culmen, porque cada uno de nosotros sabe que tiene necesi-
dad de ser perdonado y de convertirse a su vez en instrumento de perdón para los demás. Cuando
se ama se actúa para que la persona amada pueda de nuevo retomar una vida de comunión, de
realización plena y perfecta. Las 24 Horas para el Señor dan testimonio precisamente de esto.
El presente subsidio pretende ofrecer algunas sugerencias para facilitar a las parroquias y a las
comunidades cristianas prepararse para vivir esta iniciativa. Se trata, obviamente, de propuestas
que pueden ser adaptadas según las exigencias y las costumbres locales.
En la noche del viernes 8 de marzo y durante toda la jornada del sábado 9 de marzo, sería si-
gnificativo prever una apertura extraordinaria de la iglesia, ofreciendo la posibilidad de acudir a
las Confesiones, de preferencia en un contexto de Adoración Eucarística. Como siempre, el evento
podría iniciar el viernes por la noche con una Liturgia de la Palabra para preparar a los fieles a la
Confesión, y concluir con la celebración de la Santa Misa festiva del sábado por la tarde.
La finalidad del evento es volver a poner al centro de la vida de la pastoral de la Iglesia, es decir,
de nuestras comunidades, de nuestras parroquias, de todas las realidades eclesiales, el sacramento
de la reconciliación. Este es el centro del mensaje evangélico: la Misericordia de Dios, que nos
da la certeza que de frente al Señor ninguno encontrará un juez, sino que encontrará más bien un
padre que lo acoge, lo consuela y le indica también el camino para renovarse. De este modo, como
afirmó el Papa Francisco, «la misericordia suscita alegría porque el corazón se abre a la esperanza
de una vida nueva» (Misericordia et misera, n. 3).
Rino Fisichella
«En tiempos de crisis, hay dos cosas de las cuales se tiene más necesidad: la esperanza y el perdón»
(Timothy Radcliffe)
«Hay dos cosas que no se pueden separar: el perdón dado y el perdón recibido»
(Papa Francisco)
9
1. La Confesión
el corazón. El amor de Dios es tan fuerte que hace surgir el bien aún del mal: «Aunque sus pecados
sean como escarlata, se volverán blancos como la nieve. Si fueran rojos como la púrpura, se volverán
como lana» (Is 1, 18).
El perdón tiene un poder regenerativo, en cierto modo es un nuevo inicio. Recibirlo como don
de Dios nos da un sentimiento indescriptible, sin comparación con algún otro, el sentimiento de ser
amados en modo único y singular. Sí, somos amados hasta lo profundo de nosotros mismos, propio
donde no merecemos ser amados: en nuestros pecados, en nuestras infidelidades y maldades. ¿Quién
merece ser amado ahí? ¿Qué tiene de atrayente esto? Solo Dios es capaz de amarnos así, perdonando.
Y todo lo que podemos hacer es dejar que su don penetre nuestros corazones.
10
La Confesión
1.
En el conmovedor encuentro de la pecadora pública con Jesús en la casa de un fariseo (Lc 7,36-
50), la mujer se pone a los pies de Jesús, los enjuga con sus lágrimas y los unge con perfume. Se
confía completamente a Jesús con amor y veneración. Jesús la acoge tal como es, sin condenarla.
La libera de su condición de esclavitud y del juicio sin piedad de los otros. Le dice: «Tus pecados te
son perdonados» y ella puede ir en paz y reconstruir su propia vida con el amor del perdón recibido.
Vemos lo mismo en el encuentro con Zaqueo (Lc 1,1-10).
Detengámonos un poco más en el encuentro de la mujer adúltera con Jesús (Jn 8,1-11). Es una
escena dramática, pero al mismo tiempo de incomparable belleza, de ternura que conmueve, que nos
toca y no nos deja indiferentes.
Los escribas y fariseos llevan a Jesús una mujer adúltera no para salvarla, sino para lapidarla según
la ley. Ella está sola, sin defensa, expuesta y humillada delante de todos con su pecado, rodeada de sus
acusadores. No solo ha perdido públicamente su propio honor, sino que está por perder la vida. Podemos
suponer que su corazón palpita de ansia y deseo: ¿dónde puedo encontrar alguien que me acoja con mis
profundas heridas? ¿Dónde puedo encontrar alguien que me diga una palabra de verdadera liberación?
Jesús, por su parte, se inclina en la tierra delante de la mujer y sus acusadores, como quien se in-
clina ante la fragilidad humana, simbolizada por el polvo de la tierra donde escribe Jesús, y la asume
sobre sí. Finalmente, pronuncia la palabra del perdón: «¿Mujer, nadie te condena? Tampoco yo te
condeno; vete y no peques más» (Jn 8, 10-119). ¡Bastan unas cuantas palabras para cambiar la vida!
De hecho, Jesús restituyó a la adúltera la belleza perdida de su vida: la ha salvado como mujer, en
su dignidad de persona, en su humanidad, en su feminidad, en la verdad de su amor esponsal, en la
verdad de su relación con Dios y con los demás. ¡Una vida nueva!
El perdón fraterno que desarma, cura y reconcilia los corazones y las relaciones
El don del perdón que recibimos se debe dar también a quien nos ofende. Si es recibido, permite
también caminar en una vida nueva. Recuerdo tan solo el efecto de las palabras de perdón del hijo del
famoso juez italiano Vittorio Bachelet, en el funeral de su padre, que desconcertaron y sorprendieron
a los “brigadistas rojos” que lo habían asesinado. Así escribió uno de ellos en una carta: «Me di cuenta
que una vez que el espiral del perdón, el espiral del amor gratuito, se desencadena, nadie lo puede
detener. Se convierte en un contagio, una luz que se enciende de mirada en mirada, de gesto en gesto,
es una reacción en cadena: este es el milagro del cual son testigo hoy. Tengo esta nueva conciencia,
que, si logro transformar mi vida, esta se convertirá en un signo para los demás, y cuando ellos hagan
lo mismo, este signo se difundirá y alcanzará a otros a su vez…»
Sintetizando con las palabras del Papa Francisco: «El perdón es el oxígeno que purifica el aire
contaminado por el odio, el perdón es el antídoto que cura los venenos del rencor, es la vía para neu-
tralizar la rabia y sanar tantas enfermedades del corazón que contaminan la sociedad». «El perdón es
una fuerza que resucita a una vida nueva e infunde el ánimo para mirar el futuro con esperanza», tanto
para quien lo recibe como para quien lo ofrece.
La riqueza y la belleza del perdón son recibidas en el sacramento por excelencia del perdón, el
sacramento de la reconciliación. Al centro de la celebración de este sacramento no está la confesión
de nuestros pecados. Es más bien la celebración del amor misericordioso de Dios para cada persona y
el don del perdón. Por esto, no es una tortura, sino una fiesta del perdón para aquellos que se recono-
cen humildes pecadores. Cada uno podría preguntarse: ¿amo de verdad este sacramento como don de
Dios y de su amor misericordioso?
11
1. La Confesión
Prepararse a la confesión
Meditación del Papa Francisco sobre el Examen de conciencia, en la Capilla de la Casa Santa Marta,
4 de septiembre de 2018 (L’Osservatore Romano, ed. Quotidiana, 5/09/2018).
Hay dos espíritus: dos modalidades de pensar, de sentir, de actuar: aquella que me lleva al Espíritu de
Dios y aquella que me lleva al espíritu del mundo. Y esto sucede en nuestra vida: todos nosotros tene-
mos estos dos “espíritus”, por decir así. Está el Espíritu de Dios, que nos lleva a las obras buenas, a la
caridad, a la fraternidad, a adorar a Dios, a conocer a Jesús, a hacer tantas obras buenas de caridad, a
orar. Pero también está el espíritu del mundo, que nos lleva a la vanidad, al orgullo, a la autosuficien-
cia, a la murmuración: totalmente otro camino.
Nuestro corazón, decía un santo, es como un «campo de batalla, un campo de guerra donde estos dos
espíritus luchan. Este es el “combate espiritual”». En la vida cristiana se debe combatir para dejar
espacio al Espíritu de Dios y ahuyentar al espíritu del mundo.
Sugiero una bella oración que podemos hacer todos los días, antes de ir a la cama: mirar un poco la jornada
y preguntarse: ¿cuál espíritu he seguido hoy? ¿El Espíritu de Dios o el espíritu del mundo? Esto se llama
hacer examen de conciencia: sentir en el corazón que sucedió en esta guerra interior, y como me defendí
del espíritu del mundo que me lleva a la vanidad, a las cosas bajas, a los vicios, a la soberbia, a todo esto.
¿Cómo me defendí de las tentaciones concretas?
Esto se hace como oración, antes de ir a la cama,
hoy: qué sentimientos tuve. Identificar cuál es el
espíritu que me ha impulsado a ese sentimien-
to, qué me ha inspirado ese sentimiento: ¿es el
espíritu del mundo o el Espíritu de Dios? Muchas
veces, si somos honestos, encontraremos que
«hoy fui envidioso, codicioso, hice esto». Este es
el espíritu del mundo.
Es verdad: todos nosotros tenemos dentro esta
lucha, pero si nosotros no entendemos cómo
funcionan estos dos espíritus, cómo actúan, no
lograremos salir adelante con el Espíritu de Dios
que nos lleva a conocer el pensamiento de Cri-
sto, el sentido de Cristo. Tenemos este gran don,
que es el Espíritu de Dios, pero somos frágiles,
somos pecadores y tenemos también la tentación
del espíritu del mundo. En este combate espiritual, en esta guerra del espíritu, es necesario ser vence-
dores como Jesús, pero es necesario saber cuál camino se recorre. Precisamente por esto es tan útil el
examen de conciencia, por la noche volver a ver el día y decir: «sí, hoy fui tentado aquí, vencí aquí,
el Espíritu Santo me dio esta inspiración». En fin, se trata de conocer lo que sucede en el corazón.
12
La Confesión
1.
Junto con el sacerdote haces el signo de la cruz diciendo:
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
El sacerdote te ayuda a disponerte a la confianza en Dios, con estas palabras u otras similares:
El Señor esté en tu corazón, para que puedas arrepentirte y confesar humildemente tus pecados.
El sacerdote, según la ocasión, lee o dice de memoria algún texto de la Sagrada Escritura, en donde
se habla de la misericordia de Dios y es dirigida al hombre la invitación a convertirse.
Mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo
nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.
¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su
sangre, seremos por él salvos de la cólera! (Rm 5, 8-9)
O bien,
Lávame a fondo de mi culpa, y de mi pecado purifícame.
Pues mi delito yo lo reconozco, mi pecado sin cesar está ante mí. (Sal 50, 4-5)
O bien,
Dios mío, me arrepiento de todo corazón de todo lo malo que he hecho y de todo lo bueno que he
dejado de hacer, porque pecando te he ofendido a ti, que eres el sumo bien y digno de ser amado
sobre todas las cosas. Propongo firmemente, con tu gracia, cumplir la penitencia, no volver a
pecar y evitar las ocasiones de pecado. Perdóname, Señor, por los méritos de la pasión de nue-
stro Salvador Jesucristo. Amén.
El sacerdote, extendiendo las manos (o al menos la mano derecha) sobre tu cabeza, dice:
Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la resurrección de
su Hijo, y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda,
por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz.
Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
Respondes: Amén.
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1. La Confesión
Testimonio de conversión
Kevin Matthews
Kevin Matthews era un notable personaje radiofónico en Chicago. Su voz inconfundible entretuvo a
diez millones de radioescuchas semanales, sobre todo en los años 80 y 90. En el 2008 se le diagnosti-
có una rara forma de esclerosis múltiple. Al mismo tiempo su fama estaba desapareciendo (así como
la radio estaba dejando de ser un medio de comunicación difundido) y pronto se quedó sin trabajo.
Un golpe triple: perder el trabajo, una enfermedad incurable y dejar de tener un estatus de celebridad.
Cargaba todo esto sobre sus hombros cuando tuvo un mo-
mento que le cambió la vida.
Un día, mientras salía de su auto para comprar flores en un
negocio fuera de un cementerio cercano a Chicago, vio una
gran estatua de María, la madre de Jesús, que estaba junto a
un contenedor de basura. La estatua estaba rota, partida por
mitad sobre la cintura y también las manos de María esta-
ban rotas. Además, esa estatua abandonada estaba llena de
suciedad y polvo, debido a su cercanía al contenedor. En ese
momento, Kevin pensó: «María está hecha pedazos. También
yo estoy hecho pedazos».
Kevin tomó la estatua y la llevo a casa. Así nació la historia
de “Broken Mary”, María rota. Hizo reparar la estatua, pero
conservó las manos rotas y otras “cicatrices” como recordato-
rio de la propia fragilidad y de la fragilidad de todos nosotros.
Kevin atribuye a María el mérito de haberlo traído nuevamente a la fe católica y de haberle cambiado
la vida. La gracia de Dios y la bendición de María lo salvaron de la desesperación que estaba viviendo.
Ahora cuenta su historia en iglesias llenas y lleva su estatua a las iglesias, a las cárceles, a los hospi-
tales y a otros lugares, hablando del amor de María a los hijos de Dios y animando a las personas a
rezar el rosario. Su mensaje es simple: hay esperanza para quien este roto, en pedazos. En 2019, más
de 1500 personas participaron en una procesión con velas con una imagen de la “Broken Mary” en
Chicago, orando por la paz.
El testimonio de Kevin consiste en contar la propia historia de conversión: una conversión de católico
de nombre a promotor entusiasta de la devoción a María y, a través de ella, de la consagración a su
Hijo. Él mismo dijo: «Creo ser un fanático de Jesús ahora».
Su historia se puede encontrar en su libro Broken Mary: A Journey of Hope (2017).
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La Confesión
1.
Testimonio de perdón
Gemma Capra Calabresi
El 17 de mayo de 1972, un comando de Lucha Continua asesinó al comisario Luigi Calabresi, esposo
de Gemma Capra. Ella tenía 25 años, dos niños pequeños y un tercero por nacer.
«Aquella mañana del 17 de mayo, después de que el padre Sandro, párroco de San Pedro en Sala, me
dijera que mi marido estaba muerto, me desvanecí en el sillón, cargaba con un sentimiento de deva-
stación total. Miré la casa, los objetos, y todo, de golpe, me pareció sin sentido. En ese sillón caí con
un dolor lacerante, también físico, en los huesos. No
sé cuántas horas permanecí ahí. Luego, al improvi-
so sentí dentro de mí una incomprensible paz, una
fuerza interior increíble. Como si Dios me hubiese
tomado entre los brazos. Advertí algunos como flash
de que no estaba sola, que saldría adelante. Después
le dije al padre Sandro: «Recitemos un Ave María
por la familia del asesino que seguramente tendrá un
dolor más grande que el mío».
Una fuerza que no podía nacer de mí. Fue el don de
la fe, para mí, que hasta ese día era católica más por
tradición familiar. Iba a Misa, hacía voluntariado,
pero en aquella hora me sentí amada más de cuanto
pudiese imaginar. Fue una iluminación muy fuerte
que me ha acompañado en toda mi vida, sobre todo
en los momentos más dolorosos. Cuando estaba desanimada y me parecía tocar fondo volvía, y vuel-
vo hasta la fecha, a esa sensación. Inevitablemente volvía a mi mente ese momento y me decía: «Tú
sabes Gemma que Dios está, estuvo cerca de ti». Aprendí en carne propia que la fe no quita el dolor y
el sufrimiento, pero los llena de significado, les da un sentido, ofrece una perspectiva.
El obituario elegido en la muerte de mi marido fue una de las últimas palabras de Jesús en la Cruz:
«Padre, perdónales porque no saben lo que hacen». Si se pone atención, Jesús le pide al Padre que
perdone a sus verdugos. Él, como hombre, se da cuenta que no puede perdonar inmediatamente. Con
esas palabras Dios me ha indicado el camino a recorrer. Después del asesinato de Luigi me sentí ali-
gerada porque Dios había perdonado inmediatamente en mi lugar y yo pude realizar mi proceso con
calma. El arzobispo de Milán, el cardenal Colombo, en los funerales dijo que el obituario era una flor
colocada sobre la sangre de Luigi que no se secaría y daría fruto.
El perdón es una decisión de vida. Fue un camino largo, difícil, con tantos pasos hacia atrás. He tenido
años oscuros, de llanto, de abatimiento, de enojo. Me decía que, como cristiana, debía perdonar, pero
era muy difícil porque razonaba. No se debe razonar sobre el perdón, porque he descubierto que el
perdón lo das solo con el corazón y no con la cabeza, con el raciocinio, con la inteligencia. Lo dice la
palabra: per-dón. Por eso es un don y lo das con amor.
Es propiamente una elección interior y se puede, es difícil, pero se puede continuar amando la vida,
incluso después de un dolor lacerante, se puede también creer en los demás después de la traición y la ca-
lumnia, y se puede cambiar el juicio sobre las personas que veías como si fueran todo el mal del mundo».
Nota: Este texto es una recopilación de muchas entrevistas en donde Gemma Capra Calabresi dio su testimo-
nio. Su historia completa se encuentra en su libro: La crepa e la luce (2023).
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3. Lectio Divina | I Proposta
Lectio«¿Cómo
Divinapuede durar la caridad, si Dios no nos da la perseverancia?
¿Cómo nos dará la perseverancia el Señor, si no se la pedimos? ¿Y cómo se la pediremos sin
la oración? Sin la oración no hay comunicación con Dios para conservar las virtudes»
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PARTE II | Vigilia 1.
Introducción celebrativa
La Vigilia que se realiza durante la iniciativa 24 Horas para el Señor tiene un rol fundamental,
porque caracteriza todo el evento; por lo tanto, es deseable que sea celebrada con el Santísimo Sacra-
mento expuesto, mientras uno o más sacerdotes permanecen disponibles para celebrar el Sacramento
de la Reconciliación.
La presente Vigilia se inspira en las palabras de la Carta de San Pablo a los Romanos: «Caminemos en
una vida nueva» (cfr. 6,4), subrayando que el perdón recibido y donado permite al hombre convertirse
y cambiar la vida. Un auténtico renacer, ¡una vida nueva!
El evento 24 Horas para el Señor está estrechamente relacionado con el tiempo litúrgico de la Cua-
resma, y en particular con el IV Domingo de Cuaresma llamado antiguamente “Laetare”. La alegría
celebrada durante este día surge de la conversión personal, de la reconciliación con Dios y de la gracia
recibida en el Sacramento del Perdón. Las lecturas dominicales (2Cr 36,14-16.19-23; Sal 136; Ef
2,4-10; Jn 3,14-21) presentan, entre otras cosas, cómo la gracia de Dios actúa en la historia, a pe-
sar de los pecados cometidos por el
hombre. Notamos que Dios, rico en
misericordia, interviene siempre y
gratuitamente para salvar al hombre,
aun si éste es el único responsable de
su propia derrota contra el mal.
La iniciativa fue colocada precisa-
mente en los días precedentes al IV
Domingo de Cuaresma, para dar la
posibilidad a todos los fieles de li-
berar su vida de los pecados, pre-
parándose, en este modo, a la Pascua
ya cercana.
Durante el desarrollo de la iniciativa
24 Horas para el Señor, conviene
subrayar los contenidos indicados en
las páginas precedentes. Sin embargo, su realización y la elección de los temas y citas bíblicas, se deja
a consideración de los pastores y organizadores del evento, que, en las diferentes partes del mundo,
conocen las necesidades concretas de los fieles confiados a su cuidado pastoral.
Se tenga en cuenta que la reconciliación con Dios y con los hombres restituye al hombre la paz. Las
guerras y la paz no son un simple fruto de los pactos políticos, sino sobre todo de la disposición de
los corazones humanos. En este sentido, cada hombre y más aún cada cristiano, es responsable de la
guerra y de la paz en la sociedad y entre las naciones. Es misión de todos nosotros cultivar un corazón
misericordioso y propagar la cultura del perdón y de la paz. Durante la iniciativa 24 Horas para el
Señor no puede faltar la oración por la paz y por la reconciliación entre las naciones en guerra y entre
los grupos sociales que permanecen en conflicto.
De la práctica en los años precedentes se puede ver que la iniciativa se desarrolla, generalmente, en
tres modos:
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2. Vigilia
1. En las pequeñas comunidades, por ejemplo, en los hospitales, en las cárceles o en las parroquias/
rectorías con relativamente pocos fieles.
En este caso toda la iniciativa se realiza de ordinario el viernes por la noche. Se podría iniciar el
evento con la Liturgia penitencial, después exponer el Santísimo Sacramento y, con la Adoración
Eucarística en silencio o animada por un grupo de oración (según las posibilidades y necesidades
de la comunidad), invitar a los presentes a la reconciliación sacramental con Dios.
2. En las parroquias más numerosas (sobre todo en las áreas urbanas), en las prefecturas (vicarías/
decanatos) o bien, donde se decida organizar el evento en más parroquias/comunidades.
Sería oportuno iniciar el viernes en la noche con la Santa Misa o con la Liturgia de la Palabra. Po-
steriormente se expone el Santísimo Sacramento e inicia la Adoración Eucarística animada por
diversos grupos parroquiales o por diversas parroquias.
Los responsables establecen tanto el programa de toda la Adoración como su duración, asegurando
los turnos para las confesiones de los fieles.
3. En las iglesias catedrales, en las basílicas, en los santuarios, o en las parroquias y en los lugares
de culto más significativos para la Iglesia local y elegidos cuidadosamente por el Ordinario o por
las personas responsables.
El evento convendrá ser organizado más solemne, subrayando la universalidad de la Iglesia que
lo celebra contemporáneamente en todo el mundo. La iglesia podría permanecer abierta también
en la noche con la Adoración Eucarística por turnos, animados por los diversos grupos de oración
de diferentes comunidades. Es deseable que el Ordinario y los Obispos estén presentes al menos
al inicio y al final del evento, dando también su disponibilidad para celebrar el Sacramento de la
Reconciliación. Se asegure la constante presencia de uno o más sacerdotes para escuchar las con-
fesiones.
Siempre que sea posible, un grupo de fieles, formado y preparado para la ocasión, podría invitar a
las personas que pasan cerca de la iglesia a entrar y a tomar parte del evento (sobre todo en las igle-
sias principales de la ciudad, en los centros históricos y turísticos, en los lugares de gran flujo de
personas, etc.). Una simple invitación, una palabra de bienvenida, una explicación sobre el evento,
constituyen frecuentemente una ocasión para abrir un diálogo mucho más serio, convirtiéndose
en un verdadero y propio momento de evangelización. No rara vez lo fieles laicos, sobre todo de
entre los que sistemáticamente reciben formación en sus comunidades y grupos de oración, pueden
desarrollar un óptimo servicio en la preparación a la confesión, dialogando con las personas que
desde hacía tiempo no frecuentaban la iglesia y se podrían encontrar incomodos al presentarse
directa e inmediatamente con el sacerdote.
Para adaptar la propuesta de Vigilia a las exigencias particulares de una comunidad específica
(parroquia, capilla de hospital, monasterio, rectoría, santuario, etc.) se podrían elegir algunos can-
tos. Para profundizar los temas presentes en los textos bíblicos propuestos, se sugiere preparar
una meditación o elegir algunos testimonios, según las necesidades y posibilidades de la misma
comunidad.
18
Vigilia
2.
INICIO DE LA VIGILIA
LITURGIA PENITENCIAL
Mientras el presbítero y los ministros se dirigen al presbiterio, la asamblea canta el himno u otro
canto adecuado.
SALUDO Y MONICIÓN
Todos responden:
Amén.
19
2. Vigilia
LITURGIA DE LA PALABRA
Así dice el Señor, que abrió camino en el mar y senda en las aguas impetuosas; que sacó a batalla
carros y caballos, tropa con sus valientes; caían para no levantarse, se apagaron como mecha que
se extingue. «No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo;
ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto, ríos en el yermo. Me glorificarán
las bestias del campo, chacales y avestruces, porque ofreceré agua en el desierto, ríos en el yermo,
para apagar la sed de mi pueblo, de mi escogido, el pueblo que yo formé, para que proclamara mi
alabanza».
L: Palabra de Dios.
R: Te alabamos, Señor.
20
Vigilia
2.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el
templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio,
le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos
manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con
el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado,
que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
Y quedó sólo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le pregun-
tó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».
Ella contestó: «Ninguno, Señor».
Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».
Sigue la homilía.
Todos se ponen de pie.
2. Vigilia
C: Confiados en la misericordia de nuestro Señor, que no nos condena, sino que nos exhorta siem-
pre a la vida de gracia, confesemos nuestros pecados.
C: Tú, que has sido enviado para sanar a los contritos de corazón: Señor, ten piedad.
R: Señor, ten piedad.
C: Tú, que has venido a llamar a los pecadores: Cristo, ten piedad.
R: Cristo ten piedad.
C: Tú que estás sentado a la derecha del Padre para interceder por nosotros: Señor, ten piedad.
R: Señor, ten piedad.
C: Inspirados por la Palabra del Señor, que nos invita a pedir perdón a Dios por nuestros pecados,
dirijámosle juntos nuestra oración:
SIGNO DE LA PAZ
C: Queridos hermanos y hermanas, reconciliados por la gracia de Dios recibida por medio de Je-
sucristo, démonos fraternalmente la paz.
22
Vigilia
2.
EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO
Se procede con la exposición del Santísimo Sacramento “more solito” y con la Adoración Eucarís-
tica animada, que durará hasta el término de la iniciativa 24 horas para el Señor.
Sigue el momento para las confesiones y la absolución individual.
Al término de la Vigilia se da la bendición solemne con el Santísimo Sacramento. En algunos
lugares, sobre todo donde la iniciativa 24 horas para el Señor se ha realizado de forma solemne,
concluyéndose el sábado por la tarde, se puede celebrar la Santa Misa del IV Domingo de Cuare-
sma o las Primeras Vísperas.
DESARROLLO DE LA VIGILIA
El presente texto es una propuesta que debe ser sucesivamente concretizada y adaptada, según las
tradiciones locales.
Considerando la duración de la vigilia, el número de participantes, las posibilidades organizativas
y otros factores, la animación de la Adoración Eucarística puede realizarse a turnos, con un cambio
temático después de cada hora.
Durante la celebración de la vigilia no falten los momentos de oración en silencio ante el Santís-
imo Sacramento.
Oíd la palabra del Señor, príncipes de Sodoma, escucha la enseñanza de nuestro Dios, pueblo de
Gomorra. «Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Dejad de hacer el mal,
aprended a hacer el bien. Buscad la justicia, socorred al oprimido, proteged el derecho del huérf-
ano, defended a la viuda.
Venid entonces, y discutiremos - dice el Señor-. Aunque vuestros pecados sean como escarlata,
quedarán blancos como nieve; aunque sean rojos como la púrpura, quedarán como lana. Si sabéis
obedecer, comeréis de los frutos de la tierra; si rehusáis y os rebeláis, os devorará la espada -ha
hablado la boca del Señor-».
Palabra de Dios.
Momento de silencio.
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2. Vigilia
TESTIMONIO/MEDITACIÓN
24
Vigilia
2.
ORACIÓN A LA VIRGEN
¡Virgen Inmaculada!
Venimos a ti con el corazón dividido entre esperanza y angustia.
¡Tenemos necesidad de ti, Madre nuestra!
Pero ante todo queremos agradecerte,
porque en silencio, como es tu estilo, tú velas sobre esta ciudad,
que hoy te cubre de flores para expresarte su amor.
En silencio, día y noche, velas sobre nosotros:
sobre las familias, con las alegrías y preocupaciones – tú lo sabes bien –;
sobre los lugares de estudio y de trabajo; sobre las instituciones y las oficinas públicas;
sobre los hospitales y las casas de asistencia; sobre las cárceles; sobre quien vive en la calle;
sobre las parroquias y todas las comunidades de nuestra Iglesia.
Gracias por tu presencia discreta y constante,
que nos conforta y nos da esperanza.
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2. Vigilia
Según la duración de la vigilia, se puede repetir este esquema, cambiando los textos bíblicos y los
cantos, y alternando los testimonios, las meditaciones y las oraciones.
Considerando el tiempo litúrgico de Cuaresma, sería aconsejable insertar también el Via Crucis. Se
puede proponer la oración del Santo Rosario y/o de la Coronilla de la Divina Misericordia.
Algunos textos bíblicos propuestos para otros turnos de la vigilia son: Salmo 51 (salmo de arre-
pentimiento), Lc 6, 27-38 (amor a los enemigos – no juzguéis); Col 1, 9-14 (de las tinieblas a la
luz de Cristo).
Como alternativa, tanto para una profundización individual como para la celebración comunitaria,
se propone la Lectio divina, de la cual a continuación se propone un texto, y la reflexión del Papa
Francisco sobre el Perdón, que se encuentra seguidamente.
Podemos y queremos caminar en una vida nueva. Todo el que vive la resurrección de Jesús
como aquello que cambia la vida, entiende que es posible vivir en un modo nuevo. Este es el
desafío para todos nosotros: no vivir más bajo el peso de las costumbres, sino iniciar un nuevo
camino, ese que se recorre cuando nos unimos al amor del Señor. El nuevo camino pasa por la
manifestación más grande de este amor: el Padre resucitó a Jesús, lo liberó de los lazos de la muer-
te, y por medio de Él nos ha liberado de las viejas costumbres, es decir, del pecado que nos hacía
esclavos de nosotros mismos, de nuestro “ego”. Pero no hay más espacio para el pecado cuando
nos viene al encuentro la gracia de Dios, la misericordia del Padre, y nos inunda como un rio que
hace fértil nuestro corazón. Y si el pecado intenta insistirnos, tenemos al Espíritu que nos defien-
de conduciéndonos al Evangelio de Jesús y renovando nuestra vida. El Espíritu no permitirá que
permanezcamos esclavos del pecado si este regresa a tocar nuestra puerta, porque Jesús, muerto
y resucitado, ha borrado para siempre en nosotros la fuerza del mal y de las tinieblas. Dice Pablo:
«Estamos bajo la gracia» (versículo 14).
Tomemos Romanos 6, 1-14, leamos el texto con atención y releámoslo. Al momento observa-
mos que inmediatamente se habla del hecho de que nuestra vida está unida a la de Jesús, el Cristo
(versículos 1-5). Luego se identifican los efectos y se muestran las consecuencias que surgen de
nuestra unión con Él (versículos 6-11 y 12-14, respectivamente). Dicho de otro modo, el hecho
más relevante que podemos vivir en este mundo es conocer a Jesús y tejer una amistad personal
con Él, pues es por Él que llegamos a conocer a Dios, el Padre. Jesús se asemeja en todo al Padre,
en el modo de ser, en las propuestas que nos da, en los comportamientos y en las actitudes. Quien
conoce al Hijo, conoce también al Padre. Por otra parte, quien aprende a conocer cómo actúan el
Padre y el Hijo, puede iniciar una vida similar a la de Jesús.
Los versículos del 1 al 5 muestran cómo el punto de partida es el bautismo, recibido o dese-
ado – tal vez algunos de vosotros no están aún bautizados, pero quieren serlo. Pablo se refiere al
sacramento de la vida nueva, a la inmersión en el agua hecha en el nombre del Padre, del Hijo y
del Espíritu Santo, por el cual nos hacemos cristianos. Aquel que recibe el bautismo, pasa a través
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de una muerte y una resurrección: cuando se sumerge en el agua de la fuente bautismal o se inclina
la cabeza para recibir la triple infusión, es como una muerte, y cuando se sale o se levanta la cabe-
za, es como una resurrección. Así, como si se tratase de un segundo nacimiento, aquel que recibe
el bautismo reproduce en su vida la muerte y la resurrección de Jesús. De hecho, el bautismo es
renacer a la plenitud de vida que Dios nos da, para hacernos en todo semejantes a Jesús, el Cristo,
muerto y resucitado. Cuando entramos en el mundo, nacemos del padre y de la madre, pero con
el bautismo renacemos de Dios, por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo, y así pasamos a ser
parte de la comunidad cristiana, de la Iglesia santa de Dios.
Los efectos del bautismo en nosotros son inmediatos. Los encontramos explicados en los ver-
sículos del 6 al 11. Aquí la imagen propuesta por el apóstol Pablo es la del hombre viejo. Éramos
personas sometidas a nuestro “ego”, éramos viejos de cuerpo y de espíritu, y entonces el pecado
actuaba en nosotros. No sabíamos cómo hacer para liberarnos de todo lo que nos ataba y nos hacía
viejos, aunque no tuviésemos tantos años de edad. Pero ahora ha venido a nosotros el Señor y la
cruz de Jesús ha hecho que cambiemos de camino. El hombre viejo que éramos se ha disuelto gra-
cias al Señor Jesús, el cual, muriendo sobre la cruz, nos ha hecho morir a nuestro “ego”.
El secreto fue identificarnos con la muerte de Jesús, ser partícipes de su muerte que nos ha he-
cho morir a un camino marcado por el pecado: la indiferencia, la pereza, la arrogancia, el deseo sin
control, la violencia, el odio, ignorar a los demás, especialmente a los pobres. Pero muriendo con
Jesús hemos obtenido la vida. Hubo un rescate por parte de Jesús. Estábamos en el pozo de una
vida privada de sentido, solo atentos a motivaciones particulares que nunca nos sacudían verdade-
ramente el corazón. Éramos vasos de arcilla, agrietados en la base, y el agua se escurría lentamente
y se derramaba, y entonces quedábamos sin energías espirituales, sin fuerza para hacer el bien.
Pero Jesús resucitado nos ha hecho morir a la muerte y nos ha hecho gustar la vida en Él, por Él y
con Él. La muerte no tiene poder sobre Él y, por lo tanto, nosotros hemos resucitado, sin deudas
con la muerte, sino solo con Él, que nos ha liberado de la muerte y del pecado. Nuestra realidad es
solo esta: vivimos «para Dios en Cristo Jesús» (v. 11).
De este modo, si vivimos orientados a Dios unidos a Cristo Jesús, es imposible que el pecado
tenga espacio en nuestros corazones, en nuestra mente, en nuestras acciones. Esta es la consecuen-
cia final que surge de nuestro texto (vv. 12-14). Es verdad que ocasionalmente el pecado puede
hacernos tropezar, pero nos damos cuenta inmediatamente y encontramos los medios espirituales
para salir de la dificultad: la oración más intensa, el sacramento de la penitencia, la lectura orante
de la Palabra. El apóstol proclama claramente que «el pecado no dominará sobre vosotros», y
añade: «No estáis bajo la ley, sino bajo la gracia» (v. 14). Son palabras de gran relevancia: la gra-
cia de Jesús es más fuerte que la Ley de Moisés. La muerte y su escudero, el pecado, no pueden
vencer a aquel que lleva en sí la fuerza del Evangelio. Este confía en el Señor y en el don de su
misericordia, y no duda que será preservado del mal y del pecado, con todos los deseos que lo
acompañan. Solo es necesario, como comunidad de fe y de amor, ofrecernos nosotros mismos a
Dios, que resucita a los muertos y nos hace caminar en una vida nueva.
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Hoy el Evangelio nos habla de perdón (cfr. Mt 18,21-35). Pedro pregunta a Jesús: «Señor, ¿cuántas
veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?» (v. 21).
Siete, en la Biblia, es un número que indica plenitud, y por tanto Pedro es muy generoso en los
presupuestos de su pregunta. Pero Jesús va más allá y le responde: «No te digo hasta siete veces,
sino hasta setenta veces siete» (v. 22). Es decir, le dice que cuando se perdona no se calcula, que
está bien perdonar ¡todo y siempre! Precisamente como hace Dios con nosotros, y como está lla-
mado a hacer quien administra el perdón de Dios: perdonar siempre. Yo esto lo digo mucho a los
sacerdotes, a los confesores: perdonad siempre como perdona Dios.
Jesús ilustra después esta realidad a través de una parábola, que también tiene que ver con los
números. Un rey, después de que le suplicara, perdona a un siervo la deuda de 10.000 talentos: es
un valor exagerado, inmenso, que oscila entre las 200 y las 500 toneladas de plata: exagerado. Era
una deuda imposible de saldar, incluso trabajando una vida entera: y sin embargo ese señor, que hace
referencia a nuestro Padre, lo perdona por pura “compasión” (v. 27). Este es el corazón de Dios:
perdona siempre porque Dios es compasivo. No olvidemos cómo es Dios: es cercano, compasivo y
tierno; así es la forma de ser de Dios. Después, este siervo, al cual se le había perdonado la deuda,
no tiene ninguna misericordia con un compañero que le debe 100 denarios. También esta es una cifra
consistente, equivalente a cerca de tres meses de sueldo - ¡como diciendo que perdonarnos entre
nosotros cuesta! -, pero para nada comparable con la cifra precedente, que el señor había perdonado.
El mensaje de Jesús es claro: Dios perdona de forma incalculable, excediendo cualquier me-
dida. Él es así, actúa por amor y por gratuidad. Dios no se compra, Dios es gratuito, es todo gra-
tuidad. Nosotros no podemos repagarlo, pero, cuando perdonamos al hermano o a la hermana, lo
imitamos. Perdonar no es por tanto una buena acción que se puede hacer o no hacer: perdonar es
una condición fundamental para quien es cristiano. Cada uno de nosotros, de hecho, es un “perdo-
nado” o una “perdonada”: no olvidemos esto, nosotros somos perdonados, Dios ha dado la vida
por nosotros y de ninguna forma podremos compensar su misericordia, que Él no retira nunca del
corazón. Pero, correspondiendo a su gratuidad, es decir perdonándonos unos a otros, podemos
testimoniarlo, sembrando vida nueva en torno a nosotros. Fuera del perdón, de hecho, no hay
esperanza; fuera del perdón no hay paz. El perdón es el oxígeno que purifica el aire contaminado
por el odio, el perdón es el antídoto que cura los venenos del rencor, es el camino para calmar la
rabia y sanar tantas enfermedades del corazón que contaminan la sociedad.
Preguntémonos, entonces: ¿yo creo que he recibido de Dios el don de un perdón inmenso?
¿Advierto la alegría de saber que Él siempre está preparado para perdonarme cuando caigo, tam-
bién cuando los otros no lo hacen, también cuando ni siquiera yo logro perdonarme a mí mismo?
Él perdona: ¿creo que Él perdona? Y ¿sé perdonar a su vez a quien me ha hecho daño? Al respecto,
quisiera proponeros un pequeño ejercicio: intentemos, ahora, cada uno de nosotros, pensar en una
persona que nos ha herido, y pidamos al Señor la fuerza para perdonarla. Y perdonémosla por amor
del Señor: hermanos y hermanas esto nos hará bien, nos devolverá la paz en el corazón.
María, Madre de Misericordia, nos ayude a acoger la gracia de Dios y a perdonarnos los unos a los otros.
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Vigilia
XI 24 HORAS
PARA EL SEÑOR
8-9 marzo 2024
Subsidio Pastoral
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