Mujeres en La Cima Del Mundo Lucy Anne Holmes
Mujeres en La Cima Del Mundo Lucy Anne Holmes
Mujeres en La Cima Del Mundo Lucy Anne Holmes
en la
cima del
mundo
EDICIÓN A CARGO DE
LUCY-ANNE HOLMES
CON ILUSTRACIONES DE
CHRISSIE HYNDE, JENNY ECLAIR, ALPHACHANNELING
Y UN LARGO ETCÉTERA
TRADUCCIÓN DE
LIBRADA PIÑERO
MUJERES EN LA CIMA DEL MUNDO
LO QUE PIENSAN LAS MUJERES MIENTRAS
PRACTICAN SEXO
Lucy-Anne Holmes
ACERCA DE LA AUTORA
ACERCA DE LA OBRA
Lucy-Anne x
A menudo, durante el sexo, me preocupaba
si estaba haciendo algo mal o si estaba
haciéndolo bien, pero casi nunca parecía
haber diferencia entre una cosa y la otra.
— MELODIE
MELODIE
— 19 —
REINO UNIDO
Natalie Krim es una artista que reside en California, Estados Unidos. Sus dibujos
lineales eróticos y confesionales comparten su viaje de autoestima y su lucha por los
derechos de la mujer. Le gusta utilizar colores pastel y la simplicidad del lápiz.
@nataliejhane
ILUSTRACIÓN DE NATALIE KRIM
Cuando tengo un orgasmo veo números y
colores.
— TULIPÁN BLANCO
TULIPÁN BLANCO
— 22 —
JAPÓN
La última vez que tuve relaciones sexuales fue hace medio año, con un
amigo con derecho a roce.
Pillamos bebida en un izakaya y él dijo que fuéramos a su casa. A mí me
pareció bien.
Cuando estábamos en su sofá, nos miramos a los ojos y entonces empezó
a besarme. Yo quería que fuera muy despacio pero también muy rápido,
para llegar a la parte de la penetración.
Me quitó el sujetador y fue muy emocionante. Estoy muy orgullosa de
mis tetas.
—Las has echado de menos, ¿eh? —le dije.
—Ya te digo —contestó él.
No le dejaba tocármelas. Cuando lo intentaba, le decía:
—Eh, eh, todavía no.
Me gusta ser juguetona. Si se lo tiene que trabajar, se esforzará más por
impresionarme. En su cabeza es ropa fuera, segunda base, tercera base y
sexo. Pero yo pienso: «¡No! Voy a jugar contigo». Así es más espontáneo.
A mí me gusta que haya muchos preliminares: besos, abrazos, besos en el
cuello, tocamientos, cosas divertidas… porque llevan a una conexión en la
que las dos personas se convierten en una.
Empecé a hacer cosas que sé que le gustan: jugueteé con sus orejas, se las
chupé y le pellizqué los pezones. Cuando llegó al punto álgido dijo:
—Déjame hacerte algo, por el amor de Dios.
—Vale —contesté—. Puedes hacerme lo que quieras.
Me encantó que jugueteara con mis pechos; tengo los pezones sensibles.
Pensé: «Hostia, qué pasada».
Lo que más rabia me da es cuando los chicos pretenden hacer lo que ven
en el porno. No me gusta nada, así que si se empieza a poner rollo estrella
del porno, digo: «¡Eh, tío, tranquilito!». En el sexo es importante que
aprendas lo que te gusta pero también que enseñes a quien está contigo.
Este chico en concreto me ha enseñado a hacer mamadas. En lugar de
dedicarme a chupar por todas partes y ya, hay un sitio, un corazón invertido
hacia la parte alta de la polla, que le da mucho placer, y me aseguro de
pasar más por esa zona.
Durante mucho tiempo no quise que nadie me comiera. Las mujeres
meamos, cagamos y tenemos la regla, todo por ahí abajo; y además oyes
hablar de candidiasis, pérdidas de orina, olores y sabores raros. Pero
entonces un día conocí a una persona que me dijo: «Quiero hacértelo, por
favor». Fue INCREíBLE. Ahora estoy muy abierta: «Si yo te lo hago a ti, tú
me lo haces a mí. ¡Igualdad de oportunidades!».
Yo le había ido calentando durante mucho rato y él hizo lo propio. Me
gusta cuando el pene está a las puertas y de un empujón podrías tenerlo
dentro pero lo aguantan fuera un poco más.
Me encanta la penetración. Todo tu cuerpo está conectado, es sexy y
erótico, pero también me provoca casi una sensación de vergüenza; es muy
personal, quedas muy expuesta.
Suena cursi pero quiero que las mujeres japonesas sepan que
son sus vidas y sus cuerpos, y que les está permitido crear su
propio destino.
Mi postura favorita es cuando estoy encima del hombre, cara a cara. Mis
pechos le quedan a la altura de la cara, así que puede hacer lo que quiera
con ellos, y nuestras caras no están demasiado lejos y podemos besarnos.
Me da sensación de control.
Cuando tengo un orgasmo veo números y colores. Cuando me masturbo
veo un tres o un seis y colores fríos: azul, violeta, verde, a veces blanco.
Pero cuando lo hago con una pareja son más naranjas, rojos, rosas y veo un
siete o un ocho. Creo que inconscientemente escalo en intensidad.
Cuando practico sexo con ese amigo es una experiencia positiva, pero he
tenido experiencias negativas con otros hombres.
Una vez, en la universidad, salí de fiesta y conocí a un chico. Fuimos a
un hotel del amor. Me dijo que podía descansar porque tenía que levantarme
pronto por la mañana, pero se aprovechó de que estaba dormida. Fue una
violación. Me quedé embarazada. Decidí no tener el bebé porque no
contaba con la estabilidad económica para hacerlo, así que fui a una clínica.
En aquella época me parecía que había sido culpa mía. No dejaba de
pensar que si no hubiera ido a aquella discoteca, si no hubiera ido al hotel
con aquel hombre, si me hubiera despertado y hubiera tomado el control de
la situación, entonces no habría tenido que tomar aquella decisión. Sin
embargo, tras mucho pensar, me di cuenta de que no era justo, de que la
víctima había sido yo, y si dejaba que aquello me atormentara para siempre
entonces habría ganado mi atacante. Fue ahí cuando empecé recuperar el
control sobre mi sexualidad.
Suena cursi pero quiero que las mujeres japonesas sepan que son sus
vidas y sus cuerpos, y que les está permitido crear su propio destino.
— CAL
CAL
— 23 —
REINO UNIDO
Cuando está bien excitada, no es solo la vagina, sino que todo alrededor
de esa zona empieza a ponerse sensible. El punto clave de lo que hago es
besarla durante un buen rato por todas partes menos en el clítoris. Le beso
los labios, los lados, la ingle. Después, cuando por fin le beso el clítoris,
quiero que lo sienta como un momento realmente especial. Supongo que
entonces debería dejar de andarme por las ramas, calentarla, pero le vuelvo
a besar los muslos.
A veces estamos haciéndolo y digo: «Creo que me apetece. ¿Qué te
parece?». Otras veces me piden: «¿Me follas?». Entonces me tumbo sobre
ellas, o se sientan sobre mí, o si me pongo el strap-on las follo desde atrás.
Me presiona el clítoris, así que es muy agradable, pero es intenso, un
entrenamiento en toda regla.
Todo lo que sé sobre sexo lo he aprendido yo sole. Antes leía cosas sobre
sexo en Scarleteen y en Autostraddle, un blog de mujeres queer. No se
centraban en el acto específicamente, sino más bien en el respeto, en la
dulzura, en poner límites, en lo que te parece bien y lo que no, y en lo que te
excita. Creo que eso es lo que te enseña a practicar buen sexo, no conocer
un centenar de posturas.
Bárbara Malagoli es una ilustradora mitad italiana, mitad brasileña que reside en
Londres. Su obra gira en torno a la composición, la forma, las texturas vibrantes y los
colores intensos. @bmalagoli
ILUSTRACIÓN DE BÁRBARA MALAGOLI
Cuando practico sexo, intento disociar el
acto y mi trauma del pasado, y eso dificulta
las cosas.
— AUDREY
AUDREY
— 23 —
ESTADOS UNIDOS
Mis mejores momentos sexuales casi nunca han tenido que ver
con la penetración. Me cuesta relajarme cuando alguien está
dentro de mí empujando. No puedo evitar pensar que es como
si me intentaran meter en la vagina un pavo al horno entero.
— SALMA
SALMA
— 24 —
LÍBANO
Nikki Peck es una artista que vive y trabaja en Vancouver, BC. Con la mirada queer en
primera línea, Peck examina en qué condiciones el acto de dibujar (en concreto a lápiz y
tinta) puede empoderar la sexualidad femenina en la sociedad actual.
@bonercandy69
ILUSTRACIÓN DE NIKKI PECK
Que dos parejas me hicieran gozar en
cuestión de veinticuatro horas fue genial;
me gusta rememorarlo cuando me
masturbo.
— JAYA
JAYA
— 25 —
ECUADOR/AUSTRIA
Candy Payne es una arista visual y diseñadora que se crio en Liverpool y Nueva York.
Con un pasado como cantautora, ha colaborado con gente como David Byrne y Mark
Ronson. Su primera exposición en solitario, «The Age of a Flower», La edad de una flor,
tuvo lugar en la galería RedHouse Originals de Harrogate en 2019.
@candiepayne_artist
ILUSTRACIÓN DE CANDIE PAYNE
Por lo general, los penes me dan miedo.
Los penes de los hombres que me gustan
me dan igual, pero aparte de esos no
quiero ni ver, ni tocar ni coger ninguno.
— VI
VI
— 25 —
LA INDIA
A mis parejas les dejo muy claro que en estos momentos estoy
embarcada en un viaje en el que quiero sentirme bien en el
sexo, y que no me centro tanto en ellos.
A mis parejas les dejo muy claro que en este momento estoy embarcada
en un viaje en el que quiero sentirme bien en el sexo, y que no me centro
tanto en ellos. Con mis tres últimas parejas tuve un sexo estupendo. Sabía
que quería tener orgasmos, así que les guiaba, les explicaba lo que me
gustaba, y si me dolía aunque solo fuera un poco les decía: «No podemos
hacer esta postura», o «Esto no va a funcionar, vamos a probar otra cosa».
Por lo general, los penes me asustan. Los penes de los hombres que me
gustan me dan igual, pero aparte de esos no quiero ni ver, ni tocar ni coger
ninguno. Estoy más cómoda practicando sexo que haciendo mamadas.
Cuando era joven busqué en internet cómo hacer mamadas y leí que el
único modo es disfrutándolo tú misma, así que si veo que no lo estoy
disfrutando entonces me permito decir: «No puedo hacerlo».
A menudo, mientras practico sexo, me disocio de mi cuerpo, incluso
cuando estoy con alguien en quien confío mucho. Mi primera pareja
siempre me preguntaba: «¿Dónde tienes la cabeza? No sé si estás aquí y
ahora conmigo».
Hace poco expliqué por fin a una pareja sexual que me pasa eso. Se
mostró muy comprensivo y después fue mejor y dejé de disociar. Siempre
me había sentido mal al explicar a mis parejas que llevaba una mochila muy
grande: creía que era algo de lo que me tenía que ocupar yo sola. Pero ahora
me doy cuenta de que si lo explico podemos tener mejor sexo.
Me gusta establecer normas para mí misma. Una de mis normas es que si
me acuesto con alguien quiero cogerle de la mano en público durante la
hora siguiente. Las últimas personas con las que me he acostado han estado
de acuerdo y nos hemos cogido de la mano. Ha sido muy agradable.
Anshika «Ash» Khullar es une ilustradore transgénero no binarie indie que reside en
Southampton, Inglaterra. Su arte se centra en relatos feministas interseccionales, con el
objetivo de exponer lo común como bello. @aorists
ILUSTRACIÓN DE ANSHIKA ‘ASH’ KHULLAR
Me gusta más el sexo con mujeres que con
hombres: conectan más emocionalmente.
— MARIA LIBRA
MARIA LIBRA
— 26 —
FILIPINAS
Me gusta más el sexo con mujeres que con hombres: conectan más
emocionalmente y saben dónde tocar para conseguir el placer que deseas.
Soy de Filipinas, donde hablar de sexo es un gran tabú. Ahora que vivo
fuera, en Tailandia, me siento más segura hablando de ello.
Nunca tuve una charla sobre sexo con mis padres. Si salían escenas de
besos en televisión, cambiaban de canal. Estudié en un colegio católico muy
estricto en el que no se enseñaba educación sexual de verdad. Así son las
cosas en mi país. Allí suena mal incluso la palabra «condón».
Aprendí sobre el sexo viendo porno. Tenía quince años y quería saber
cómo pasaba. Hice una simple búsqueda de «porno gratis» o «ver porno en
línea» y fui dando un vistazo a lo que tenía buena pinta. «Ah, ¡así que esto
es lo que pasa!» Para mí fue incómodo porque pensaba que ver porno era
algo muy malo, un pecado.
Empecé a tocarme mientras leía fan fiction por internet. Me llevaba la
mano ahí abajo y me preguntaba por qué le gustaba a la gente. No sabía
nada del placer del clítoris. Eso lo descubrí cuando estuve con mi novia.
Ella me ayudó a explorar mejor mi cuerpo.
Ahora vivimos juntas. Nos pasamos la mayor parte del tiempo desnudas.
Normalmente soy yo quien lleva la iniciativa en el sexo, pero no soy una
persona directa, así que le doy muestras mostrándome tierna con ella y
tocándola, puede que jugando con sus tetas. Antes de que me baje la regla
suelo estar más cachonda. Además, si veo una imagen sexy o un
espectáculo en el que hay escenas sexis, siento como si tuviera que hacer
sexo también. Hay días en que solo necesito afecto y amor.
Empiezo tocándola o besándola en sus zonas sensuales, las tetas o el
cuello, y sé que le gusta porque gime. Solo pienso en su placer y presto
atención a cómo reacciona.
Después le doy placer en el clítoris con los dedos. Primero jugueteo
alrededor y, si obtengo una respuesta positiva, lo toco directamente, trazo
formas, hago círculos, le doy golpecitos. O lo chupo. La dejo que gima a
gusto. Me centro en el momento. Nos miramos la una a la otra y eso nos
hace ver que estamos a salvo.
Cuando tocas demasiado el clítoris, hay un momento en que puede
hacerse demasiado placentero: ahí es cuando empiezo a follarla metiendo y
sacando los dedos. Uso entre uno y tres dedos; no uso más porque me da
miedo hacerle daño. O, si se hace cansado, le busco el punto G y le
presiono mucho la zona.
Cuando gime más fuerte sé que está a punto de correrse. Entonces dice:
«¡No pares!». Si me parece que se ha corrido, compruebo que esté bien; o,
si tengo ganas de jugar, continúo hasta que se vuelve a correr, de modo que
tiene más de un orgasmo. Cuando eso pasa, me invade una sensación de
éxito: «He sido capaz de conseguirlo».
Después me da placer ella a mí. Cuando me toca a mí recibir, soy más
demostrativa. «Quiero que me toques aquí y allá.» Lo que más placer me da
es el sexo oral, así que se lo pido mucho. Cuando me está comiendo pienso:
«Esto es lo que quiero».
Me gusta un poco duro. Cuando estoy practicando sexo de repente suelto
que lo quiero más fuerte o más firme. Me folla fuerte con los dedos y suele
dolerme, pero no me puedo parar. Cuando obtengo placer sexual noto que
necesito más y más. Después me doy cuenta de que me he hecho daño, pero
es culpa mía.
Antes, cuando estaba con chicos, no experimentaba el orgasmo al más
alto nivel. Ahora, en cambio, cuando tengo orgasmos, no sé cómo
expresarlo con palabras, es como si no me contuviera; es lo que quiero
realmente, algo que me satisface. Tengo la sensación de que cuando estaba
con chicos el sexo era mediocre, pero ahora es muchísimo mejor.
Kate Philipson es una ilustradora gráfica autónoma de Londres. Sus ilustraciones tienen
un estilo femenino marcado de trazos enérgicos y colores que explotan. Se inspira en la
cultura popular, la fotografía de moda y las novelas gráficas. @leopardslunch
ILUSTRACIÓN DE KATE PHILIPSON
Nunca se me ha ocurrido preguntarme si
he disfrutado. Puede que lo haga la
próxima vez.
— ROSE
ROSE
— 26 —
ESTADOS UNIDOS
Disfruto con la penetración, pero solo me gusta muy poco tiempo, entre
cinco y diez minutos. Después empiezo a pensar: «¡Venga, va! ¡Que tengo
cosas que hacer!». Hay muchos hombres que alardean de lo mucho que
pueden aguantar. Yo soy lo contrario: con treinta segundos bastaría. Me
pongo a pensar: «¿Qué es lo más sexy que podría hacer ahora mismo para
que este acabe cuanto antes con esta mierda?». Y le respiro al oído,
contraigo los músculos de Kegel, suelto algún gemido suave, o susurro:
«Mmm, nene, qué bien…». A veces pienso: «¿Y si me doy la vuelta?».
Debe de gustarles mucho porque es como suele acabar. Se me corren en la
espalda, en el culo, en las tetas… Con tal de que se acabe, me da igual,
aunque no me gusta que se me corran en la cara.
Nunca jamás, en toda mi vida, he tenido un orgasmo estando con un
hombre. Me da la sensación de que he estado cerca pero después me he
puesto tensa. No pierdo la esperanza; leo mucho sobre mujeres que no
tienen orgasmos con el sexo.
Cuando se acaba, estoy contenta de haberlo hecho bien y de que haya
salido bien. Me hace sentir especial saber que he sido sexy y que él me
deseaba.
Nunca se me ha ocurrido preguntarme si he disfrutado. Puede que lo haga
la próxima vez.
Alice Skinner es una ilustradora y artista visual que reside en Londres. Crea imágenes
irónicas y digeribles como crónica social de la vida del siglo XXI. @thisisaliceskinner
ILUSTRACIÓN DE ALICE SKINNER
Trabajar como acompañante me ha abierto
un nuevo mundo de cosas que me gustan.
— GRACE
GRACE
— 26 —
AUSTRALIA
— EMILY
EMILY
— 27 —
AUSTRALIA
Elsa Rose Frere es ilustradora y reside en Bath. Trabaja principalmente en una mezcla
de pintura gouache, lápiz de color y edición digital, y aborda todos sus temas con el
dibujo a mano alzada texturizado. @elsarosefrere
ILUSTRACIÓN DE ELSA ROSE FRERE
A lo mejor estamos en la cumbre de la
excitación y casi aprieto los dientes de
rabia y le digo cuánto la quiero… A veces
casi le hago daño, no lo puedo evitar.
— ALESSANDRA
ALESSANDRA
— 28 —
ITALIA
Sabrina Gevaerd es una ilustradora brasileña que reside en Londres. Le gusta explorar
la intersección que hay entre la vida y la magia, con elementos que van desde los
rasgos femeninos hasta los animales. @sabrinagevaerd
ILUSTRACIÓN DE SABRINA GEVAERD
Es verdaderamente nuevo para mí. Incluso
llevando tres años de relación, aún estoy
acostumbrándome a esa idea de «hacer el
amor» en lugar de «practicar sexo».
— LISA
LISA
— 29 —
AUSTRIA
Tuve un novio que nunca me hacía sexo oral. Decía que lo había probado
una vez y que no le gustaba. ¿Os imagináis que una mujer dijera eso sobre
hacer mamadas?
Durante el sexo pienso mucho. Lo que más me preocupa sigue siendo si
lo estoy haciendo bien y si estoy complaciendo a mi pareja. También pienso
si estoy disfrutando, aunque con menos frecuencia. No tengo tendencia a
perderme en el momento; dudo que alguien lo haga realmente. A veces
tanto pensar no me deja correrme.
Soy una perfeccionista. Necesito hacerlo perfecto. Si nos acostáramos y
él no se corriera, sería una catástrofe para mí. «¿Qué he hecho mal? ¿No me
he afeitado lo bastante? ¿Debería perder dos kilos más para estar más
atractiva?»
Ese tipo de pensamientos no deberían estar en la cabeza de una mujer.
Dudo que los hombres piensen así. La cantidad de veces que las mujeres no
se corren, dudo que los hombres se preocupen y piensen: «¿Debería
depilarme el pecho la próxima vez o hacer más ejercicio?». Siempre son las
mujeres las que piensan: «Ay, Dios, la culpa es mía».
— OLGA
OLGA
— 29 —
RUSIA
Después del cunnilingus le hago subir para que nos besemos y practicar
sexo con penetración. Me gusta ponerme encima porque puedo controlar
mejor mi orgasmo. Adoptar esa posición de poder me hace sentir muy sexy.
Lo veo todo desde fuera. Le veo a él y me veo a mí, con mi pelo largo, una
mujer capaz de tener placer.
Me muevo y me inclino sobre él, le toco el pecho o me echo hacia atrás y
le agarro los huevos. A veces me viene un pensamiento extraño; me cuesta
expresarlo con palabras… «¿Esto es todo? ¿Hay más?» En una relación,
cuando se llega al punto en que el sexo es bueno, ¿qué se hace para hacerlo
más excitante? Empiezo a pensar en maneras de ponerle un poco de
pimienta al asunto… interpretar papeles, o hacerlo en lugares diferentes,
como cuevas, campos, playas.
Me gusta quedarme echada sobre él, con la cabeza sobre su pecho,
mucho rato después, con él todavía dentro. Para mí, esa es casi la mejor
parte, como la mañana después de Navidad: has abierto todos los regalos, el
jaleo, el alboroto y la cena ruidosa se han acabado, y tú estás allí
disfrutando del momento. Ya no va a haber más sorpresas, ya no esperas
nada más, solo paz y tranquilidad.
Bárbara Malagoli es una ilustradora mitad italiana, mitad brasileña que reside en
Londres. Su obra gira en torno a la composición, la forma, las texturas vibrantes y los
colores intensos. @bmalagoli
ILUSTRACIÓN DE BÁRBARA MALAGOLI
Me pregunto si es racista tener
preferencias sexuales por determinadas
razas. Yo creo que sí lo es: la atracción
surge de alguna parte, no existe en una
burbuja.
— ELISIA
ELISIA
— 31 —
SINGAPUR
Tina Maria Elena Bak es una artista franco-danesa que vive en Dinamarca. Trabaja la
acuarela y está especializada en arte sensual y erótico desde la perspectiva de la mujer.
ILUSTRACIÓN DE TINA MARIA ELENA BAK
Tenía problemas con mi imagen corporal;
no me sentía lo bastante mujer ni lo
bastante humana. Había decidido que no
podía explicar a nadie que me habían
practicado la ablación y que el matrimonio
no era para mí. No recuerdo estar
enfadada; era más bien una aceptación
apática del destino que también notaba en
otras facetas: «Mi vida y yo, en muchos
sentidos, estamos malditas».
— WAMBUI
WAMBUI
— 32 —
KENIA
— NOÉMIE
NOÉMIE
— 33 —
FRANCIA
— HOPE
HOPE
— 33 —
CANADÁ
Solo he tenido una pareja que fuera amable conmigo, que se preocupara
por mí y que me escuchara cuando le decía «Ya basta», pero aun así el sexo
me dolía. Fue entonces cuando me di cuenta de que quizás tuviera algún
problema médico. Una de cada diez mujeres sufre endometriosis y una de
cada cinco tiene el útero en retroversión pero, por muy amable y servicial
que fuera mi ginecólogo, se limitó a decir: «Busca una postura sexual que
no te duela». Y todavía no la he encontrado.
No salgo con nadie. Hace unos años mi madre me preguntó por qué no lo
hacía. Le respondí: «Porque me rechazan por fea». A lo que ella me
contestó: «Pues sal con un chico feo».
Con los años me he dado cuenta de que cuando paso una época triste
hago una excepción con alguien. Me pasó hace un par de meses. No quería
pensar en lo que estaba pasando; quería pensar en otra cosa. Contacté con él
por internet. No tenía ningún interés en conocerle. En el mensaje puse que
era solo sexo.
Pero se convirtió en una agresión sexual, la cuarta que he sufrido, y la
peor. Fue muy brusco conmigo y no bajó el ritmo cuando le dije: «Ve con
cuidado, por favor, más despacio, que me duele».
El modo en que me hablaba me dolió aún más que la agresión física.
Todo era una orden. Haz esto. Haz lo otro. Yo no había consentido que me
hablara en un tono tan humillante. Decía cosas como: «Escúpeme en la
polla», cosa que tampoco haría nunca.
Mucha gente cree que las personas discapacitadas o no pueden tener sexo
o no son sexuales. Vi una TED Talk de Danielle Sheypuk, una terapeuta que
va en silla de ruedas, en la que decía: «Tenemos unos círculos sociales
fabulosos, unas carreras estupendas y unas familias que nos quieren. Pero
cuando se trata de nuestra autoestima, de nuestra autoestima a la hora de
salir con alguien, hay que buscarla en la alcantarilla».
En mi caso, ese aspecto de mí todavía me cuesta mucho.
Rachel Gadsden es una artista británica que expone en todo el mundo y que trabaja
entre los sectores artísticos convencionales y los de la discapacidad. Su obra explora
las nociones de fragilidad, supervivencia y esperanza. Gadsden sufre una enfermedad
pulmonar crónica hereditaria, así como discapacidad visual, y lleva incorporada una
bomba que le inyecta cada minuto los medicamentos que necesita para poder respirar.
@rachelgadsden
ILUSTRACIÓN DE RACHEL GADSDEN
Soy una soltera poli(amorosa). Me acuesto
con varias personas y cuento con el amor y
el apoyo de una novia y un novio. Es pura
magia.
— LINDA
LINDA
— 33 —
REPÚBLICA CHECA
Sofie Birkin es una artista queer británica que en la actualidad reside en Denver,
Estados Unidos. Crea personajes atrevidos y diversos en ilustraciones contemporáneas
alegres que pretenden empoderar. Es la ilustradora de dos libros publicados: Sex Ed y
The Art of Drag. @sofiebirkinillustration
ILUSTRACIÓN DE SOFIE BIRKIN
Creo que no he disfrutado del sexo en
mucho tiempo… Supongo que está de capa
caída por muchos factores, pero sobre todo
porque me cuesta aparcar a la «mamá»
para ser la «amante».
— HOLLY
HOLLY
— 35 —
INGLATERRA
Jasmine Chin es una galardonada ilustradora que reside en Londres. Sus ilustraciones
son alegres y poco convencionales, y están inspiradas en la cultura popular.
@this_is_jasmine_chin
ILUSTRACIÓN DE JASMINE CHIN
Tengo sueños en los que me masturbo. En
algunos me corro pero en otros no puedo:
me masturbo y me masturbo pero no puedo
llegar al orgasmo y es muy frustrante.
Normalmente estoy escondida, mi madre
está por allí cerca y tengo muchas ganas
de correrme.
— MÓNICA
MÓNICA
— 36 —
ESPAÑA
Bárbara Malagoli es una ilustradora mitad italiana, mitad brasileña que reside en
Londres. Su obra gira en torno a la composición, la forma, las texturas vibrantes y los
colores intensos. @bmalagoli
ILUSTRACIÓN DE BÁRBARA MALAGOLI
No creo que haya nadie que no disfrute
cuando le hacen sexo oral. ¡Sí, sí, sí, por
favor!
— SOPHIE
SOPHIE
— 36 —
IRÁN
Jemima Williams es una artista galesa que vive en Londres. Trabaja con pintura, tejido y
soportes digitales. También es escritora y sombrerera. @jemimatheillustrator
ILUSTRACIÓN DE JEMIMA WILLIAMS
A los chicos que no saben dar placer a una
mujer se les ha de explicar. Cuando estaba
con chicos que no me tocaban bien, les
cogía la mano y les mostraba cómo
hacerlo. Les decía: «Tienes que tocarme
así».
— ZAYE
ZAYE
— 36 —
MALASIA
Una vez, uno de mis amigos me llamó ninfómana porque me gusta mucho
el sexo.
—Tienes que hacértelo mirar porque siempre tienes tantas ganas… —me
dijo.
—Que las mujeres seamos sexualmente activas no es malo, y no tenemos
por qué avergonzarnos de ello —respondí.
En tanto que malaya musulmana, aprendí que no debía haber sexo antes
del matrimonio porque llevaría la vergüenza a mi familia. Ellos creen que el
sexo es algo precioso y que solo debería darse con la única persona a la que
amas. Pero, conforme iba haciéndome mayor, les decía a mis amigas que
quería descubrir lo que me gustaba; si no exploraba, ¿cómo iba a saberlo?
Mi novio y yo llevamos ocho años juntos. La gente nos pregunta por qué
no estamos casados ni vivimos juntos, a lo que respondemos: «¿Por qué
habríamos de hacerlo si así nos llevamos tan bien?». Nunca nos hemos
aburrido. ¡Supongo que los dos tenemos la libido alta!
Me encanta mirarle. Cuando me pregunta por qué le miro, respondo:
«Porque tengo mucha suerte. Me encanta mirar cada centímetro de ti». Le
quiero de veras.
Cuando tengo ganas de sexo, se me escapa una risita. O lo suelto sin
avisar.
—¡Pero si es mediodía! —me dice él.
—¿Y qué? —respondo yo.
Nos enviamos muchos mensajes sexuales: «Tú estás en tu cama y yo en
la mía, así que uno de los dos está en la cama equivocada», o le hago una
foto a mi ropa interior y escribo: «Me la he quitado. ¿Cuándo vienes?».
Que un hombre no sepa besar y acariciar bien a una mujer, despacio y
con suavidad, como si la adorara, debe de ser horrible. Besar y acariciar son
la clave. Mi novio da unos besos muy dulces. Me encanta cuando me besa y
me va acariciando lentamente hasta bajar a mis pechos. Disfruto de todas
sus caricias.
Cuando ya me ha puesto cachonda y húmeda, me toca el clítoris o me
come. ¡Cuando me come tengo todos los orgasmos del mundo! A veces me
dice: «Yo aún no he acabado», y eso me pone mucho pero le aparto y le
digo: «Ahora me toca a mí». Entonces le voy besando y voy bajando hacia
su pene, disfrutando de sus puntos débiles: los lóbulos de las orejas, los
pezones y la barriga. Cuando le acaricio la cara interna de los muslos, gime:
«Dios…» y entonces me lo como hasta que ya no puede aguantar. Me
encanta. A veces tengo que decirle: «Ya vale. ¡Estoy deseando tenerte
dentro!».
Ha habido veces, y nos reímos de ello, en que voy tan liada en el trabajo
que cuando le hago una mamada me pongo a pensar en eso. Yo se lo
cuento: prefiero ser sincera y decirle que tiene que distraerme.
— MARY
MARY
— 36 —
KENIA
KaCeyKal! es un artista que reside en Detroit, Estados Unidos. En sus obras plasma lo
que considera que es la belleza de la forma humana a través de ilustraciones y pinturas
que crean unas composiciones que además buscan inspirar a la mujer negra.
@kaceykal
ILUSTRACIÓN DE KaCeyKal!
Debo de funcionar mal.
Debo de estar mal hecha.
— MAI
MAI
— 36 —
GALES
En el mejor de los casos una vez por semana, pero por lo general una vez
cada dos o tres semanas, nos tocamos el uno al otro y solemos llegar al
orgasmo. La mayoría de veces no me va mal que me toque el clítoris, y los
pechos y los pezones me dan placer. Pero, aunque haya sido agradable,
después siempre pienso: «Pero no es sexo de verdad. Seguramente él quiera
sexo de verdad. Seguramente piensa que está fatal que no sea sexo de
verdad». Siempre miro hacia donde debería estar o hacia donde tengo la
esperanza de poder llegar a estar, en lugar de centrarme en lo que he
progresado.
Si llegamos al punto de practicar sexo con penetración del pene en la
vagina es porque nos hemos enrollado y yo lo he querido, pero la fantasía y
la realidad no tienen nada que ver. Cada vez hay un pequeño atisbo de
esperanza de que será diferente, pero después llega esa decepción
demoledora. Estoy en mitad del sexo y me siento literalmente como una
mierda. La mayor parte del tiempo pienso: «Ojalá se acabe pronto, ojalá se
corra pronto; que no dure mucho».
Quiero encontrar la manera de criar a mi hija para que tenga una visión
positiva de la sexualidad, en el sentido de que el sexo es importante pero no
tanto como para que no pueda divertirse con él y experimentar. Quiero que
entienda que es una cosa seria pero que eso no le suponga un peso, porque
creo que ahí es donde me he equivocado yo.
Pero voy a seguir intentándolo una y otra vez hasta que las cosas mejoren
al menos un poco. Estoy en un viaje personal: leo libros e intento seguir
explorando esa faceta de mi vida. Solo espero no estar atascada en el barro
y con las ruedas patinando.
Naomi Vona es una artista italiana que reside en Londres. Combina la fotografía con los
collages y la ilustración, y utiliza bolígrafos, papel, cinta washi y pegatinas para dar
nueva vida a cada imagen. @mariko_koda
ILUSTRACIÓN DE NAOMI VONA
Me dan mucha rabia los hombres que se
aprovechan de las mujeres o que utilizan su
tendencia «dominante» para ser egoístas y
brutos, y a veces me pregunto si esa rabia
no será hacia mí misma, hacia el tipo de
hombre que quizás sería yo.
— JESSICA
JESSICA
— 36 —
CANADÁ
— CELESTE
CELESTE
— 38 —
COLOMBIA
Sabina Gevaerd es una ilustradora brasileña que reside en Londres. Le gusta explorar
la intersección que hay entre la vida y la magia, con elementos que abarcan desde los
rasgos femeninos hasta los animales. @sabrinagevaerd
ILUSTRACIÓN DE SABRINA GEVAERD
Llevamos casados Dios sabe cuántos años.
Cuando nos entra el deseo, no tardamos
mucho: ¡tenemos que hacer limpieza!
— LING LING
LING LING
— 38 —
CHINA
Jasmine Chin es una galardonada ilustradora que reside en Londres. Sus ilustraciones
son alegres y poco convencionales, y están inspiradas en la cultura popular.
@this_is_jasmine_chin
ILUSTRACIÓN DE JASMINE CHIN
No querría que nadie, por el hecho de
tener una relación conmigo, tuviera menos
amor del que desee.
— JENNIFER
JENNIFER
— 39 —
ESTADOS UNIDOS/REINO UNIDO
Para las mujeres trans, hablar del pene cuesta bastante… Por
lo general, si quiero tener una erección me he de medicar.
Para las mujeres trans, hablar del pene cuesta bastante, a menos que
hablen entre ellas. La gente cree que se trata exactamente del mismo órgano
que para un chico cisgénero, pero no es así. Por lo general, si quiero tener
una erección me he de medicar. Con el tiempo, el pene de una mujer tiende
a hacerse pequeño y empieza a oler o a saber más como la vagina de una
persona ciscégenero.
Siempre he tenido dificultades para utilizar el pene. Tenía una extraña
desconexión, la sensación de que no funcionaba bien, pero también de que
en realidad no quería que funcionase. A muchos chicos les encanta hacer
mamadas a las mujeres trans, pero yo no quería eso; no me daba la
sensación de que se viera la energía femenina que había en mí. Hacían
resaltar la parte de mí que yo consideraba el trocito masculino, y eso no me
gustaba.
Sin embargo, con el tiempo me desnudé en varias fiestas y vi a mujeres
con pene, entablé amistad con ellas y hablamos sobre su identidad de
género. Ellas no lo veían como una parte masculina: una amiga llamaba al
suyo «doña polla», otra «señora verga» y otra decía que tenía el clítoris
grande.
En la actualidad existe mucho odio hacia las personas trans. Yo soy muy
consciente de cómo me ve la gente, y me da mucho miedo y mucha
vergüenza. Creo que es mi respuesta a las reacciones asqueadas y agresivas
de la gente ante algo que les parece raro.
Sin embargo, tengo una comunidad extraordinaria que me rodea. Creo
que debo de ser una de las mujeres trans más afortunadas del país.
— PRISCILLA
PRISCILLA
— 40 —
TANZANIA
Cuando me vino la regla por primera vez, trajeron a mis abuelas para que
nos explicaran a mí y a algunas de mis primas en qué consistía la
menstruación. También nos dijeron que tendríamos que modificarnos los
genitales para prepararnos para el sexo.
No todas las tribus hacen las mismas cosas. En las tribus de mi padre y
de mi madre no se corta nada, pero se espera que te estires la piel de la base
de la vagina y la frotes con un polvo negro de hierbas. Eso te alarga los
labios y se supone que da placer sexual al hombre. Antiguamente, y en
algunos casos incluso hoy en día, en las negociaciones del matrimonio, la
familia del esposo puede preguntar: «¿Está la chica del todo preparada para
nuestro hijo?», y los hay que incluso piden hacer la comprobación.
Al ser yo la pequeña diva, la pequeña feminista, dije: «¡Un momento!
¿Por qué gira todo en torno al hombre?». En mi cultura no se espera que
cuestiones a los mayores, solo que escuches y obedezcas. Mis otras primas
hicieron lo que les pedían pero yo me negué y alguien se lo dijo a mi padre.
Él estaba al caso de aquella práctica, cómo no, porque mi madre la había
seguido, pero dijo: «Me parece que no es más que una patraña; mi hija no lo
hará».
Mi padre me crio para que tuviera confianza en mí misma, para que fuera
valiente y alcanzara las estrellas. Él marcó la diferencia. Era un hombre
abierto y honesto. Un día me dijo: «Si vas a practicar sexo, asegúrate de
usar protección, lo ideal es que ames a la persona, y entérate de si tiene el
VIH, de si se ha hecho la prueba». En el sur de África, las tasas de positivos
en VIH pueden llegar a ser de una de cada cuatro personas. He perdido a
muchos familiares por esa enfermedad.
Para que me resulte placentero, el sexo ha de significar algo para mí.
Creo que los hombres y las mujeres se excitan de forma diferente. Para los
hombres, al final se convierte en algo emocional, pero por lo general es
físico; para mí siempre ha sido emocional.
Mi marido y yo tenemos vidas ajetreadas que giran básicamente
alrededor de nuestros hijos, así que siempre estamos cansados. Bromeamos
al respecto: «Hoy no, colega, estoy fuera de servicio». No practicamos sexo
a menudo pero cuando lo hacemos es muy sentido y apasionado porque
nuestro amor es más profundo.
Antes yo tenía mucho apetito sexual, pero disminuyó después de dar a
luz por primera vez. Creo que cuando tengo hijos, sobre todo durante el
primer año, no me siento nada sexual; me pasa especialmente durante el
tiempo en que doy el pecho. Siento que me debato entre pertenecer al bebé
y pertenecer a mi marido.
Cuando practicamos sexo, suele ser de madrugada, entre las 4 y las 8,
antes de que se despierten los niños. Me gusta tocarle la cara y las orejas;
me parece íntimo, consigo estar cerca y expresar lo que siento por él.
Intento estar presente en ese momento, observar sus reacciones; si se
espabila y me corresponde, sé que estoy haciéndolo bien.
Ojima Abalaka es ilustradora y reside en Abuja, Nigeria. Sus obras exploran el reposo,
las personas y la identidad en el contexto de la vida diaria. @ojima.abalaka
ILUSTRACIÓN DE OJIMA ABALAKA
En Zimbabue, por tradición cultural, a
cierta edad se lleva aparte a las jóvenes y
se les dice que se alarguen los labios
vaginales y se pongan hierbas en la vagina
para que esté más firme para el hombre; de
ahí que tengamos las tasas más elevadas
de cáncer de cuello uterino.
— RUDO
RUDO
— 41 —
ZIMBABUE
Destiny Darcel es una artista que reside en Atlanta, Estados Unidos. En la actualidad
compagina su trabajo como ingeniera de software con el diseño y la ilustración, donde
se centra en homenajear a la mujer negra. @destinydarcel
ILUSTRACIÓN DE DESTINY DARCEL
De muy niña, quizás con siete años,
recuerdo montar en bicicleta y notarme
excitada, y pensar: «¡Esto puedo
hacérmelo yo!».
— BOUDICEA
BOUDICEA
— 42 —
REINO UNIDO
Tengo una fantasía en la que aparecen muchos más hombres y ahí sí que
hay mezcla de blancos y negros. En esa fantasía soy una importante
ejecutiva y me llevan a casa en mi limusina. Mi personal es todo masculino
y sus únicas instrucciones son que yo me corra. Cuando llego a casa, están
todos en fila en las escaleras, desesperados por ayudar y ser quien me
satisfaga. A veces elijo a uno; otras vienen todos hacia mí.
Me penetran vaginal y analmente. Una rutina habitual sería jugar con los
agujeros: primero en la vagina, después en el ano, después en ambos. Digo:
«Soy una puta guarra», o «Fóllame fuerte». Los clichés clásicos.
Mi vibrador es diminuto y un poco patético. Un día quiero darme el
capricho de uno bien bonito. Con gusto me gastaría 150 o 200 libras,
porque sé que le sacaría mucho partido. Me lo planteo como una cuestión
de cuidado de mí misma, de autoestima: a los treinta y tantos me di cuenta
de que, holísticamente, uno ha de amarse.
El orgasmo me recorre el cuerpo con un hormigueo y una vibración. Lo
noto por todas partes, pero a veces es muy fuerte en la zona del corazón. Es
una sensación agradable, reconfortante y vivificante.
El cuerpo de la mujer es maravilloso. Por muchas cuestiones sociales y
religiosas que rodeen al sexo, es nuestro mayor poder.
— KATE
KATE
— 43 —
NUEVA ZELANDA
Alice Skinner es una ilustradora y artista visual que reside en Londres. Crea imágenes
irónicas y digeribles como crónica social de la vida del siglo XXI. @thisisaliceskinner
ILUSTRACIÓN DE ALICE SKINNER
Me enamoré y me casé. Practicamos
mucho sexo que, en mi opinión, era una
auténtica mierda. A él le servía, pero a mí
no. Llegué a pensar que mi cuerpo no
funcionaba bien.
— JASMINE
JASMINE
— 43 —
PALESTINA
Hace cuatro años que tengo un amante a media jornada. Tengo algún
bloqueo acerca de cuánto merezco el amor y, en lo que a los niños atañe,
acerca de cuánto espacio tengo para un hombre. Además, quiero a mi padre,
y si él viera algún indicio de que practico sexo fuera del matrimonio
seguramente le daría un ataque al corazón. A veces pienso que no podré
tener una relación oficial con nadie mientras viva mi padre. Es una idea
macabra: ¿estoy esperando a que se muera?
Con mi amante tenemos un repertorio físico reducido pero siempre
parece sorprendente y extenso. A ambos nos encanta la penetración: cuanto
más simple, mejor. El misionero está bien cuando el corazón nos late al
unísono. A veces le digo: «Para, no hagas nada y respírame al oído». Nos
abrazamos mucho tanto antes de la penetración como durante y después de
ella, y también nos hacemos caricias tiernas e increíblemente delicadas.
Cuando me penetra, siento que no estoy sola. Hay muchas cosas que
caen: no soy la niña de mi padre, no soy la madre de mis hijos. Todas las
máscaras han caído y simplemente estoy allí, en mi sensacional desnudez,
con él. Es tan, tan íntimo… Estoy satisfecha. Me encanta quererle.
Quizás esto suene un poco loco o demasiado filosófico, pero también
siento un punto de adoración o de devoción, como si yo fuera la Madre
Tierra y él fuera el Padre Cielo. Es el paraíso.
Tengo una hija y estoy orgullosa de lo positivos que somos en casa en
cuanto al sexo y el cuerpo. Su despertar sexual ha tenido lugar en un
entorno que realmente lo incentivaba. Por triste que resulte, fue el divorcio
lo que lo hizo posible.
Soy fuerte y llevo dentro una luchadora. He roto una cadena y es
magnífico.
— MAGGIE
MAGGIE
— 44 —
AUSTRALIA
Mi marido pasa fuera la mitad del tiempo: está en casa dos semanas y
después trabaja otras dos. Me da la impresión de que lo que hace que
nuestra vida sexual sea genial es el hecho de que sea poco frecuente.
Los dos sabemos que cuando él está en casa y los niños están en el
colegio, pasará.
—¡Adiós, niños!
—¡Adiós, cielitos, os queremos!
En cuanto se cierra la puerta de la calle, ya nos estamos besando en el
recibidor. Bastante a menudo nos duchamos juntos, nos enjabonamos y nos
secamos mutuamente, y después pasamos a la cama. Normalmente me
recorre el cuerpo a besos. Me encanta que me bese por el cuello, el pecho y
después los pechos y los pezones.
Siempre empezamos con él encima, con bastante suavidad, con calma.
Hace poco me recordó que la primera vez que nos enrollamos le dije: «No
vuelvas a sacarte el pene y a metérmelo de golpe; duele mucho». Me dijo
que lo había hecho siempre, que lo había visto en el porno y que creía que a
las chicas nos gustaba.
Lo hacíamos por toda la habitación y me encantaba por detrás. Ahora no
se me ocurre nada peor. Desde que llegaron los niños, por ahí abajo está
todo cambiado. El sexo ha de ser más suave, con más cuidado; de lo
contrario me duele, y ninguno de los dos quiere que eso pase.
Cuando los niños eran pequeños, yo podría haber pasado sin sexo
perfectamente; mi cuerpo no tenía respuesta sexual alguna y no creí que
volviera a tenerla nunca más. El nacimiento de mi primer hijo fue muy
traumático, y fue de mal en peor. Sufrió daño cerebral y acabamos
demandando al hospital por negligencia humana. También me desgarré de
la vagina al ano y al coserme me cerraron demasiado la abertura vaginal.
No pude operarme a través del sistema sanitario público para arreglarlo. El
médico dijo: «Mejor esperar a tener otro hijo y ya te desgarrará él».
No fue hasta que mi hijo menor tuvo unos dos años cuando mi cuerpo
empezó a excitarse físicamente de nuevo. «¡Menos mal que has vuelto!»
Me da mucha rabia que digan que puedes practicar sexo seis semanas
después de dar a luz, porque pone mucha presión sobre la mujer. Recuerdo
que mi marido me dijo: «Ya han pasado seis semanas. ¿Estás lista?». Y yo
contesté: «¡Ni de coña!».
Mi formación para dar clases de yoga también contribuyó a curarme.
Aprendí técnicas de respiración. Cuando volvimos a practicar sexo después
de que naciera mi hijo, la respiración lenta y profunda y el sexo prolongado
me ayudaron a pasar del dolor al placer. Disminuir el ritmo y salir de mi
cabeza para meterme en mi cuerpo con la ayuda de la respiración me ayudó
mucho. Pero también tuve que plantearme mis pensamientos y sentimientos
acerca del sexo. A veces me molestaba mucho con mi pareja porque tuviera
ganas de sexo y descubrí que era porque estaba celosa: para él no había
cambiado nada, mientras que mi cuerpo había pasado un calvario para tener
a nuestros hijos.
— JENNY
JENNY
— 45 —
ESCOCIA
Bárbara Malagoli es una ilustradora mitad italiana, mitad brasileña que reside en
Londres. Su obra gira en torno a la composición, la forma, las texturas vibrantes y los
colores intensos. @bmalagoli
ILUSTRACIÓN DE BÁRBARA MALAGOLI
Tenemos un ritual en el que llamo a los
ángeles y a nuestros guías. A menudo hago
una pregunta para cada uno de nosotros, y
después tomamos las cartas de los ángeles
y recibimos mensajes de respuesta.
— MATYLDA
MATYLDA
— 46 —
POLONIA
No hablamos mucho. Puede que nos riamos si por accidente nos damos
un codazo. Aunque si tenemos fantasías con otro hombre, con otra mujer o
con un trío, compartimos esos deseos, a veces durante la penetración.
Ayer yo notaba una energía sexual fuerte y mi marido me preguntó si me
podía poner la mano en el yoni. Lo hizo. No hubo mucha acción; fue a
cámara lenta, muy intenso, pero suficiente para ponerme muy caliente. Para
mí, menos es más. Me sentía muy cerca de él; notar su deseo me excitaba
más aún. Me tocó por todo el cuerpo. Me encanta cuando me toca los
pechos y la cara. Tuve que reprimirme para no llegar al orgasmo enseguida
porque estaba excitadísima.
Quería sentirle dentro. Me gusta ponerme encima porque así puedo
controlar lo que pasa en mi cuerpo y, al controlar las sensaciones, las hago
durar más. No me gusta correrme demasiado pronto. Me encanta que mi
marido sea capaz de tener orgasmos sin eyacular, porque así sé que me
puedo correr tantas veces como quiera y él seguirá teniendo el nivel de
energía alto.
En mi trabajo ayudo a mujeres y a parejas. Muy a menudo se da el caso
de que las mujeres no dan prioridad a su sexualidad. Antes tienen que
hacerlo todo: servir a los hijos, al marido, a la suegra, a los padres… y, al
estar tan metidas en ese ciclo de servidumbre, les cuesta practicar sexo si no
han lavado los platos. Lo que intento mostrarles es que si se nutren y
dedican tiempo a la energía más fuerte que tenemos en esta vida, en
realidad estarán generando más tiempo y energía en su vida.
Sarah B. Whalen es una ilustradora, pintora y bordadora que vive en los alrededores de
Nueva York, Estados Unidos, y que está especializada en retratos sobre sexo e
intimidad humana. @sarahbwhalen
ILUSTRACIÓN DE SARAH B. WHALEN
Con la penetración siento alivio en el
corazón. Siento como si hubiera devorado
a mi pareja. «De aquí no te escapas.»
— REHANA
REHANA
— 48 —
REINO UNIDO
Me encanta besar y que me toquen los pezones al mismo tiempo. Soy una
fanática de la sobrecarga sensorial; me gustaría tener todos los orificios
llenos y que me besaran los pezones al mismo tiempo. Creo que el número
ideal de amantes sería tres a la vez, para que haya suficientes penes y manos
para activártelo todo. ¡Esa es mi fantasía!
En el porno he visto que las mujeres se tocan ellas mismas, pero si me
tomo la molestia de practicar sexo con alguien, pienso: «Venga, va, ¡esto es
trabajo tuyo!». Le cojo la mano y se la dirijo hacia la zona. Cuando estás en
medio de la excitación te conviertes en una tirana.
Me encanta el cunnilingus. Me parece una de las cosas más sensacionales
del mundo. Me gusta que me lo hagan despacio, con pausas y con dulzura.
Me gusta que me toquen y que me agarren, que me abran un poco y que me
acaricien. Que me besen las rodillas un poco, que me besen los muslos. Un
cunnilingus divagador, por favor.
Digo mucho: «Oh, Dios». Resulta muy interesante que digamos «Oh,
Dios» durante el sexo. Intentamos hablar con el mayor conjunto de
existencia, con el más amplio, porque estamos en ese estado de viveza
amplificada.
La gente no tiene suficiente tiempo para el sexo o para la sensualidad.
Sin embargo, en el sexo viven todas las partes de la psique.
Sabrina Gevaerd es una ilustradora brasileña que reside en Londres. Le gusta explorar
la intersección que hay entre la vida y la magia, con elementos que van desde los
rasgos femeninos hasta los animales. @sabrinagevaerd
ILUSTRACIÓN DE SABRINA GEVAERD
Para él, es sencillo en el sentido de que si
echa un polvo cree que estamos bien, cerca
el uno del otro, y si no tiene la sensación de
que no lo estamos. Para mí la proximidad
no es solo el sexo, pero ya he dejado de
intentar mostrarme cercana a él de
cualquier otra manera; estoy harta.
— EMMA
EMMA
— 48 —
SUIZA
Para mí, la atracción ha desaparecido. El sexo es algo que hago por él; ya
no lo hago por mí.
Tenemos una gran amistad y nos reímos mucho. Es nuestro sentido del
humor lo que mantiene la relación, incluso en situaciones que no son
divertidas. Ahora bien, aparte de eso, no estoy segura de qué más tenemos.
Sé que él es maravilloso, pero es que ya no le admiro, y además tenemos
problemas económicos, lo cual no ayuda.
Durante la semana tenemos algo de tiempo sin nuestro hijo y ahí es
donde suele haber sexo. Normalmente es él quien toma la iniciativa, sin
demasiadas sutilezas. Se me acerca con la intención de besarme de una
determinada manera o me dice: «Dame un beso». Uf, me saca de quicio.
Me digo: «Vamos a hacerlo y así me dejará en paz de una vez», lo cual es
horrible.
Para prepararme, me visualizo practicando sexo, preguntándome si
quiero un polvo rápido en la ducha o si me apetece algo más largo. Un
polvo rápido en la ducha empieza con una mamada o desnudos besándonos
y acariciándonos. Lo complicado es excitarse con el agua cayéndonos por
encima.
Me gustan las mamadas, tienen algo picante y muy sexual. Cuando las
hago me siento empoderada porque soy yo quien está al mando. Se pone
dura y pienso «Hala». Me fascina. Ya no dejo que me haga el cunnilingus:
me parece más íntimo que la penetración. No quiero entregarme ni pasar
más tiempo del necesario.
Cuando he acabado y estoy a punto para el coito, me pongo de pie y dejo
que me penetre. Me coge de una pierna, de manera que tengo una en el
suelo y la otra en el aire. Físicamente ya no tenemos veinte años y él no es
un hombre fuerte, así que al final me doy la vuelta y dejo que me la meta
por detrás. Eso suele pasar cuando se le sale o cuando veo que corremos el
riesgo de rompernos la crisma. «¿Cómo te moriste?» «Pues mira, estábamos
practicando sexo ¡y me soltó!»
A veces me centro en las sensaciones y digo: «Mmm, qué bien, sigue
haciendo eso», pero a veces pienso en otras cosas, como lo que tengo
pendiente de hacer en el jardín. Me he dado cuenta de que durante la
penetración puedo empezar a hablar sobre cosas totalmente diferentes,
porque es cuando tengo toda su atención: no hay teléfono, así que está allí
conmigo. Tengo toda una lista de cosas de nuestra vida y de la casa que
quiero decirle, y lo hago mientras me penetra.
Acabamos cuando él eyacula. Yo no llego al orgasmo pero disfruto. Por
lo general no tengo orgasmos al practicar sexo en pareja, aunque sí que
llego cuando me estimulo el clítoris yo misma. Nunca he encontrado la
manera de integrar ese tocarme yo misma y el sexo con otra persona.
— ANGELA
ANGELA
— 48 —
REINO UNIDO
Con el sexo anal el gran problema que hay es que la persona a la que
penetran está a merced de la persona que la folla y si esta no sabe lo que se
hace, o incluso sabiéndolo, no sabe cómo te sientes o en qué estado están tu
culo, tu esfínter, tu dieta. Creo que analmente estás mucho más expuesta
que vaginalmente.
Para disfrutar verdaderamente del sexo anal te has de entregar y has de
confiar. No puedes fingirlo porque el esfínter interno reacciona al sistema
nervioso. Si estás nerviosa estará contraído o suelto, hará lo que le dé la
gana.
«Te quiero dentro y quiero que te quedes dentro, eso es lo que quiero.»
Yo soy quien se mueve, quien cambia el ritmo, la profundidad y la
intensidad. Soy capaz de regular mi sistema, estar increíblemente relajada,
respirar profundamente y abrirme. Recuerdo una vez en que pasó todo a la
vez: estaba tumbada boca arriba y él estaba dentro de mi ano; tenía mi
Magic Wand en los labios, el monte de Venus y el clítoris. Me encantaba
que ni su condenada polla ni su cuerpo estuvieran por en medio apartando a
empujones el vibrador.
Utilizo su polla, eso es lo que hago. Utilizo su polla para darme placer. Si
él obtiene algún placer con ello, me alegro, pero esto es para mí. Tomar es
realmente sano. Me parece que la mayoría de mujeres casi nunca lo
experimentan y eso me jode.
Jasmine Chin es una galardonada ilustradora que reside en Londres. Sus ilustraciones
son alegres y poco convencionales y están inspiradas en la cultura popular.
@this_is_jasmine_chin
ILUSTRACIÓN DE JASMINE CHIN
Mi conejito es muy bueno. Cuando tiene las
pilas cargadas va muy rápido, brrrrrrrrr, y
el orgasmo me llega como una explosión
enorme.
— MARÍA
MARÍA
— 50 —
ESPAÑA
No disfruté del sexo hasta que cumplí los treinta y cinco y conocí a mi
marido. Teníamos una relación sexual increíble, pero hace ocho años tuve
un cáncer.
Cuando te dicen que tienes cáncer, tu vida cambia por completo. Tenía un
hijo de seis años, así que le dije al cirujano: «Corte todo lo que haga falta
para que pueda vivir, porque necesito ver a mi hijo hacerse un hombre». Me
hicieron una mastectomía completa, quimioterapia y radioterapia. El cuerpo
y el espíritu se te van agotando cada vez más. Intenté recuperar la energía,
sonreír y hacer arrumacos, pero no era capaz de practicar mucho sexo.
Llevo años medicándome desde entonces, cosa que ha hecho caer mi libido
por el suelo.
En estos momentos nuestra relación sexual es casi nula; lo hacemos
puede que una vez cada seis meses o cada año.
Me sabe muy mal por mi marido. Es un hombre de cincuenta y dos años
que está perfectamente sano y por supuesto quiere estar conmigo
sexualmente. Intenta ponerme a tono diciéndome lo bonita que soy, lo
bonito que es mi cuerpo. Cuando hace eso me agobio mucho porque él
quiere que reaccione a sus palabras y sentimientos, pero no lo hago; al
contrario, me invento mil excusas. Eso me deprime mucho, me hace sentir
como si le estuviera fallando.
Con todo, esta mañana ha pasado.
Por la noche había soñado con tener relaciones sexuales con él. Al
principio no sabía que era él. Estaba en una casa con un hombre; no le veía
la cara pero era muy gruñón. Estábamos discutiendo en la cocina y él decía:
«¿No te das cuenta de que no sé cómo acercarme a ti y de que te quiero?».
Entonces empezaba a besarme y veía que era él. Entonces lo hacíamos con
mucha ternura.
En la vida real me estaba despertando, aún medio dentro del sueño, y
estaba abrazando a mi marido. Le he mirado con insolencia y él me ha
mirado como preguntándose: «¿Será éste mi día de suerte?» .
Ha sido muy delicado. Antes no lo era tanto; antes era más fogoso. Me
gusta besarle y cómo me toca por todo el cuerpo. Tanto da qué parte toque,
siempre hace que se me erice el vello.
Me encanta cómo me acaricia los pechos. A algunas personas puede que
les provoque rechazo ver los pechos de una mujer tras una mastectomía,
pero a él no le pasa. Me hace sentir que no importa cómo sea mi cuerpo,
que él experimentará lo mismo con o sin mis pechos, y yo soy capaz de
alcanzar lo mismo con o sin ellos.
Me encanta que me toque el clítoris. En cambio, no me gusta que me
meta los dedos en la vagina. Lo único que soporto y disfruto en la vagina es
su pene. No sé si es por lo que me ocurrió de niña.
Nikki Peck es una artista que vive y trabaja en Vancouver, BC. Con la mirada queer en
primera línea, Peck examina en qué condiciones el acto de dibujar (en concreto a lápiz y
tinta) puede empoderar la sexualidad femenina en la sociedad actual.
@bonercandy69
ILUSTRACIÓN DE NIKKI PECK
Creo que hago unas fotos artísticas
sensuales geniales, y entonces él
contraataca con su polla en medio de la
pantalla, en plan BUM.
— TEREZA
TEREZA
— 50 —
BRASIL
Destiny Darcel es una artista que reside en Atlanta, Estados Unidos. En la actualidad
compagina su trabajo como ingeniera de software con el diseño y la ilustración, donde
se centra en el homenaje a la mujer negra. @destinydarcel
ILUSTRACIÓN DE DESTINY DARCEL
La historia a la que recurro a menudo es
una fantasía cuyo personaje principal es la
exnovia de un mago. También es un
súcubo, un demonio femenino que se
alimenta de sexo. Él es el amo de un harén
llamado La Casa del Placer. Conocen a
una doncella elfa lesbiana y hay sexo a
raudales.
— LILY
LILY
— 50 —
SUECIA
Cuando voy por el tercer orgasmo más o menos noto un cosquilleo bajo
el clítoris. Cuando pasa eso, expulso, como haría cuando hago pis. Es un
líquido inodoro y da la sensación de que proviene de unas glándulas que se
llenan. Es muy diferente de un orgasmo normal; va directo a mi cerebro.
Después de un orgasmo normal, me puedo levantar y marcharme, pero
después de este tengo que recomponerme. Me quedo respirando en silencio
unos minutos, con la mente libre de pensamientos.
Soy consciente de que con mi último novio, cuando se acabó la intimidad
entre nosotros, intenté intercambiarla por sexo. No quería sexo pero
necesitaba una manera de comunicarme íntimamente con él. Ahora cargo
con ese trauma.
Su matrimonio se había roto. Cuando sus hijos eran pequeños, su mujer
había dejado de querer tener relaciones sexuales. Obviamente, él se sentía
rechazado y quería sentirse visto, escuchado y amado. Sin embargo, no lo
expresó así, sino que dijo que mientras hubiera sexo, por él ya estaba bien.
Pero resultó que no lo estaba en absoluto.
Recuerdo que la última vez que lo hicimos casi le obligué. Le había
comprado un anillo de plástico para el pene que vibraba y parpadeaba. Era
un juguete de placer y se corrió en tres segundos. Me llevé una decepción
enorme: normalmente se preocupaba por mí y hacía cosas, pero a aquellas
alturas ya solo quería quitárseme de encima.
Creo que si aquello se lo hubiera hecho un hombre a una mujer habría
sido una violación. Creo que le violé. Fue horrible. Eso pasó hace seis años,
pero todavía pienso bastante en ello.
Ahora soy misexual, pero me gustaría ser otrosexual. Es una pena con la
que cargo.
Kate Philipson es una ilustradora gráfica autónoma de Londres. Sus ilustraciones tienen
un estilo femenino marcado de trazos enérgicos y colores que explotan. Se inspira en la
cultura popular, la fotografía de moda y las novelas gráficas. @leopardslunch
ILUSTRACIÓN DE KATE PHILIPSON
Antes el orgasmo era importantísimo para
mí, pero ya no. Estaría encantada de
proporcionarme placer yo misma unas
cuantas veces al mes.
— DEARBHLA
DEARBHLA
— 53 —
IRLANDA
Cris Ruiz es una artista que reside en Barcelona. Está especializada en pósteres
murales del movimiento psicodélico de finales de la década de 1960 que celebran la
liberación sexual. @goldendaze_illustration
ILUSTRACIÓN DE CRIS RUIZ
La mayoría de la gente se sorprende de que
esté dispuesta a hablar tan abiertamente de
sexo y de violencia doméstica. Aún nos
domina mucho el «qué dirán».
— ANITA
ANITA
— 55 —
INDIA
Estoy divorciada.
La relación sexual que tenía con mi marido no era genial. Era muy
rápido, mete-saca. Vivimos en la tierra del maldito Kamasutra, con sus 108
posturas, ¡y no probamos ni una de ellas!
El sexo oral no era un problema siempre y cuando fuera yo quien se lo
hiciera a él. Dudo que los hombres indios sepan hacer sexo oral. Te acaban
magullando o haciendo daño y no hay manera de que acierten el sitio. Es
una pérdida de tiempo, sobre todo porque se supone que si te lo hacen estás
en deuda con ellos.
Una vez tuve una relación de cuatro años y le pregunté a mi novio por
qué no me hacía sexo oral, a lo que respondió: «No es limpio. Es tu tracto
urinario». «¡¿Y qué me dices de tu puto tracto urinario?!», respondí yo.
Soy un poco rebelde. Mi padre murió cuando yo era muy pequeña y
entonces me enviaron a un internado. Cuando tenía nueve años abusaron de
mí sexualmente. El tipo no pudo penetrarme porque creo que era inexperto
pero aun así fue una experiencia muy traumática para una niña. En la India,
la mayoría de gente esconde este tipo de sucesos bajo la alfombra. He
hablado con muchos amigos, tanto chicas como chicos, que sufrieron
abusos parecidos y los adultos no quisieron escucharles. Cuando era
adolescente siempre estaba enfadada, quizás por esas cosas que me
moldearon.
A los quince años me casaron con un hombre veinte años mayor que yo.
La primera vez que practicamos sexo de verdad, con penetración, a mí me
daba miedo cuánto me iba a doler. Las chicas éramos muy inocentes, no
teníamos ni idea de que se suponía que habíamos de experimentar placer.
Uno de los motivos por los que le dejé era que me pegaba. Durante el
sexo no me hacía daño deliberadamente, pero si veía que estaba incómoda
se excitaba. Le gustaba a lo bruto.
La primera vez que experimenté placer durante el sexo fue la primera vez
que me puse encima de él. Fue una sensación increíble. No sabía que
alguien pudiera sentirse de aquella manera. Noté una especie de hormigueo
por todas partes, una descarga eléctrica que te hace sentir todos los dedos de
las manos y de los pies. La dicha absoluta. ¡Quería aquello siempre! Mi
marido me dejaba ponerme encima muchas veces, pero a menudo quería
autoafirmarse, así que se ponía encima él.
La sociedad india está muy dominada por el hombre; las mujeres estamos
oprimidas. No se contempla que tengamos deseos y desde luego no se
contempla que queramos tener orgasmos.
He explorado mi placer. Sé lo que me gusta, pero has de encontrar el
compañero adecuado. Me gusta besar, pero depende de si él sabe lo que se
hace. ¡No me gustan las babas! ¡Ni que los dientes se choquen! Las zonas
que más me gusta que me toquen son la nuca, los lados del cuello, las orejas
y los pezones. Me gusta que me toquen los pezones, incluso que me los
chupen, y el clítoris.
Anshika «Ash» Khullar es une ilustradore transgénero no binarie indie que reside en
Southampton, Inglaterra. Su arte se centra en relatos feministas interseccionales, con el
objetivo de exponer lo común como bello. @aorists
ILUSTRACIÓN DE ANSHIKA ‘ASH’ KHULLAR
Básicamente, el mal sexo ya no merece la
pena. Demasiado engorro; ¿para qué coño
molestarse?
— ODILE
ODILE
— 56 —
HOLANDA
«Vamos al Templo.»
Cuando me dice eso es algo muy prosaico, pero por dentro pienso:
«¡Bien!».
Tenemos una cabaña-templo en el jardín, un lugar sagrado en el que están
muy presentes las deidades con las que trabajamos. Las de él son deidades
yidam budistas, mientras que yo trabajo principalmente con la diosa
Rhiannon y el Dios Astado. Nos quitamos los zapatos, encendemos velas e
incienso y después nos desnudamos. Podemos ir allí específicamente para
llevar a cabo unas prácticas determinadas o podemos encontrarnos como
amantes.
Si nos encontramos como amantes, hacemos una visualización.
«Nuestras deidades están aquí, los seres elementales están aquí, los
ancestros están aquí, los grandes guías están aquí», y entonces empezamos
a hacer el amor. Es una forma de oración.
Las religiones patriarcales han hecho del sexo algo pecaminoso, muy
restrictivo o en gran medida prohibido, mientras que el camino pagano, y en
especial el camino de la Diosa, se centra mucho más en lo sagrado de la
sexualidad y el cuerpo.
A veces hago una ceremonia tántrica con la que aumento la energía
sexual de mi cuerpo. Para ello muevo sensualmente la cavidad pélvica,
después respiro en el yoni, el clítoris, las partes internas del yoni, la entrada
del cuello del útero, el espacio del útero. Visualizo el espacio del templo de
mi cuerpo, lo preparo para la llegada del dios en forma del lingam, la varita
mágica.
O podemos hacer juntos un círculo de respiración, una práctica tántrica
muy básica pero muy bella para hacer circular la energía. Respiramos
energía en el yoni, después subimos hacia el útero/vientre, y después al
corazón, de mi corazón pasamos al suyo, bajamos hasta el lingam y
pasamos del lingam al yoni.
Tiene la polla bonita. Y me encanta tenerla en todas partes. Me encanta
abrirme a un hombre. Me encanta que me penetre la presencia amorosa que
es la polla del amado. Qué bonita es. No sé por qué no se habla de ella más
en estos términos excitantes.
Puesto que me está cambiando el cuerpo, a veces estoy ahí
energéticamente pero físicamente no estoy tan húmeda como solía estarlo
antes. En esas ocasiones, usamos lo que denominamos «jugo del placer», un
buen lubricante, para que sea suave y fácil. No es problema; es una unción.
Nuestras relaciones sexuales pueden ser muy energéticas, pero suelen ser
muy sutiles, sin demasiado movimiento. Dejamos que la energía sexual se
mueva por nuestros cuerpos, nos rendimos a ella en lugar de hacer nada.
Eso no significa que estemos allí tumbados como dos muertos: yo hago
muchos sonidos y a veces mi cuerpo tiembla.
Sabrina Gevaerd es una ilustradora brasileña que reside en Londres. Le gusta explorar
la intersección que hay entre la vida y la magia, con elementos que van desde los
rasgos femeninos hasta los animales. @sabrinagevaerd
ILUSTRACIÓN DE SABRINA GEVAERD
La primera vez que viví con un hombre le
hice una ensalada de huevo duro. Pelé los
huevos y me los metí en la vagina antes de
servírsela. Nunca le conté que lo había
hecho, y disfruté de veras viendo cómo se
la comía.
— ANJA
ANJA
— 58 —
ALEMANIA
Miranda Lorikeet es una ilustradora que reside en Sídney y dibuja mujeres desnudas,
paisajes y naturalezas muertas exclusivamente con Microsoft Paint.
@mirandalorikeet
ILUSTRACIÓN DE MIRANDA LORIKEET
Para mí era muy importante que un chico
me diera amor y me dedicara su atención,
y el sexo era una manera de conseguirlo.
Ahora que soy más consciente de eso, me
pregunto: «¿Qué es este vacío que
siento?».
— JOY
JOY
— 58 —
PORTUGAL
Antes el sexo era muy importante para mi marido y para mí. Dice que era
virgen hasta que me conoció, ¡así de bien se me daba! Pero hace tres años
me operaron y desde entonces es complicado.
Una de las operaciones fue en la vagina: cortaron la pared que separa la
vagina del recto porque el tejido estaba dañado y los excrementos se
filtraban a la vagina. El año siguiente a la operación tuve muchos dolores.
Ni siquiera ahora es como antes, así que creo que inconscientemente
bloqueo los sentimientos hacia el sexo.
Por su parte, él tuvo cáncer de próstata y le trataron con radioterapia.
Empecé a tener miedo por la radiación. Hablé con el médico, que me dijo
que no había ningún problema, pero no me quedé convencida. Ahora no
tiene esperma. Sale una cosa, pero ni huele ni sabe igual.
Mi marido siempre tiene ganas de sexo conmigo. Lo hacemos dos o tres
veces por semana, pero por mí lo haría cada quince días. Le amo y no
imagino mi vida sin él, pero ahora cuando se me acerca y me toca porque
busca sexo, pienso: «Ay, Diosss…». Pruebo a decir: «No me encuentro
bien» o finjo que estoy demasiado cansada. A veces piensa que ya no me
gusta, pero no es verdad; es solo que mi cuerpo no quiere hacerlo.
Por lo general lo entiende, pero a veces el hombre piensa con el pene. El
pene es muy importante. Cuando tuvo el cáncer, le dijo al médico: «No
quiero vivir si no puedo tener relaciones sexuales». Y eso que tiene sesenta
y nueve años. Me da la impresión de que en Portugal los hombres creen que
lo son porque tienen pene.
A veces me apetece hacerlo, o no me importa hacerlo. Vamos rápido
hacia la penetración. Para mí no es problema porque siempre estoy húmeda.
Tengo siete hernias, así que no puedo estar boca arriba con él encima.
Siempre hacemos el perrito, aunque a él no le gusta tanto porque quiere
mirarme. Pero yo no puedo hacerlo porque me duele mucho.
Durante el sexo me toco el clítoris. Antes era capaz de tener uno, dos o
tres orgasmos de clítoris cada vez; era muy fácil. Ahora cuesta más. No sé
si tendría que tomar hormonas.
— CORAL
CORAL
— 64 —
CANADÁ
Bárbara Malagoli es una ilustradora mitad italiana, mitad brasileña que reside en
Londres. Su obra gira en torno a la composición, la forma, las texturas vibrantes y los
colores intensos. @bmalagoli
ILUSTRACIÓN DE BÁRBARA MALAGOLI
Creo que las mujeres somos más fuertes
que la mayoría de los hombres. Los
hombres no tienen amigos como las
mujeres tenemos amigas, así que cuando
conocen a alguien quieren que esa persona
sea su todo.
— VIVIAN
VIVIAN
— 70 —
ESTADOS UNIDOS
— LUCY
LUCY
— 74 —
NUEVA ZELANDA
Alice Skinner es una ilustradora y artista visual que reside en Londres. Crea imágenes
irónicas y digeribles como crónica social de la vida del siglo XXI. @thisisaliceskinner
ILUSTRACIÓN DE ALICE SKINNER
© 2021 Lucy-Anne Holmes
Se han cambiado los nombres y detalles identificativos para preservar la privacidad de las
personas.
ISBN: 9788418014710
Todos los derechos reservados. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita
de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total
o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el
tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamos
públicos.
Asociación Deméter por la igualdad es una ONG que tiene como objetivo
ofrecer atención e intervención integral a niñas y niños desfavorecidos que han
vivido experiencias de violencia de género, ayudar en la erradicación de la
violencia de género y detener la transmisión intergeneracional de la violencia y la
normalización de las conductas aprendidas.
www.asociaciondemeter.org
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59