2 - Tipos de Evaluación - Arias Toro, C
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Este artículo presenta los resultados de una investigación sobre discursos y prácticas evaluativas,
cuyo fin es cualificar a los profesores de lenguas extranjeras de dos universidades colombianas en
la evaluación de los aprendizajes. Principalmente se encontró: convivencia confusa de las evaluacio-
nes sumativa y formativa; imprecisa definición del constructo lingüístico expresado en habilidades;
énfasis excesivo en el área organizativa de la lengua a expensas del área pragmática; demasiada
importancia a aspectos no lingüísticos; poca discriminación entre lo que se valora y lo que se mide en
decisiones de promoción, y escasa consideración de muchas de las cualidades de las tareas evaluativas.
Además, la falta de estabilidad laboral de los profesores, de directrices claras, de consenso, y de
registros formales y sistemáticos de los resultados de las evaluaciones, contribuye a la dudosa
promoción de los estudiantes.
Palabras clave: evaluación en lenguas extranjeras, evaluación formativa, evaluación sumativa, compe-
tencia comunicativa, tareas evaluativas.
This article presents the results of a piece of research on foreign language teachers’ assessment
discourse and practices carried out in two Colombian universities, with the aim of qualifying such
practices. The main findings include: the confusing coexistence of summative and formative assessment;
the imprecise definition of the linguistic construct in terms of skills; excessive emphasis on the
organizational —not the pragmatic— area of language knowledge; the importance of non-linguistic
aspects in pass/fail decisions; the indiscriminate use of assessment and testing, and the scarce
consideration of several assessment task qualities. Additionally, the lack of teachers’ work stability, of
clear assessment guidelines and agreement, and of formal and systematic recording of assessment
results, contributes to teachers passing students without the required communicative competence.
L’ on présente dans cet article les résultats d’ une recherche concernant les discours et les pratiques
évaluatives, et ce afin de proposer une formation ax professeurs de langues étrangères de deux
universités colombiennes sur l`évaluation des apprentissages. L’on a pu constater principalement : une
cohabitation confuse des évaluations sommatives et formatives, une définition imprécise du construct
linguistique exprimé en habiletés langagières, une importance excessive donnée au champ organisatif
de la langue au dépend du champ pragmatique, trop d’ accent mis sur des aspects non linguistiques et
une faible discrimination de ce qui est valorisé et ce qui est mesuré en termes de décisions de passage
à un niveau supérieur, et aussi une faible considération d’ un bon nombre de qualités des tâches
d’évaluation. Le manque de stabilité d’emploi des enseignants, d’instructions claires, de consensus et
d’enregistrements formels et systématiques des résultats d’évaluation contribue à un passage à un
niveau supérieur quelque peu douteux.
Mots clés: évaluation de langues étrangères, évaluation formative, évaluation sommative, compétence
communicative, tâches d’évaluation.
INTRODUCCIÓN
Esta investigación se centra en los discursos y las prácticas que sustentan el proceso
de evaluación que utilizan los profesores, y en los factores que intervienen en su
conceptualización, realización y en el desempeño de los estudiantes en las pruebas.
La información que arroje esta primera fase del estudio (Arias et al., 2003) servirá
para avanzar en el diálogo colegiado y en la capacidad de propuesta y gestión, al
elaborar con los profesores participantes un sistema de evaluación de los aprendi-
zajes en lenguas extranjeras (LEs)2 para los programas estudiados.
Richards (2005) afirma que los niveles alcanzados por estudiantes de LEs de-
jan mucho que desear en el contexto mundial y se han convertido en preocupa-
ción de muchos gobiernos. En nuestra ciudad y en el país, se reitera la falta de
preparación de los estudiantes para desarrollar los objetivos de los cursos y se
cuestiona el sistema de evaluación empleado, pues éste, la administración y los
profesores parecen estar promoviendo estudiantes sin criterios claros y com-
partidos.
EL ESTUDIO
Las preguntas de investigación que guiaron este estudio fueron: ¿cuáles son las
prácticas evaluativas que se dan en los procesos de enseñanza y aprendizaje de
inglés y francés como LEs?, ¿qué discursos sustentan las prácticas evaluativas que
emplean los profesores en sus cursos?, ¿cuáles factores intervienen en el proceso
de evaluación de los aprendizajes en dichos programas? y ¿cómo articular el cono-
cimiento y la experiencia de los docentes con concepciones contemporáneas para
lograr prácticas evaluativas consecuentes con el conocimiento de LEs que exige el
momento actual? El objetivo general consistió en identificar y caracterizar discursos
y prácticas evaluativas de los profesores de inglés y francés en los dos programas
estudiados, con el fin de construir con ellos un sistema de evaluación que respon-
diera a las necesidades y exigencias de los procesos de enseñanza y aprendizaje de
los citados idiomas en estos contextos.
Para el análisis de datos seguimos las etapas propuestas por Burns (1999): a) reco-
pilación de todos los datos, b) codificación y categorización, c) comparación,
MARCO TEÓRICO
3 Frodden et al. (2004) presentan los hallazgos relacionados con las pruebas e instrumentos
de evaluación suministrados por los profesores de los programas.
[…] se enfoca, por un lado, en las interacciones entre las áreas de la habilidad lingüística,
language ability, (conocimiento de la lengua y competencia estratégica), el conocimiento
temático y el componente afectivo y, por otro, en la manera como todos éstos interactúan
con las características de la situación de uso de la lengua o prueba (62).
Estos autores y otros muy reconocidos (Canale y Swain, 1980; Widdowson, 1983;
Instituto Cervantes, 2002) asumen la lengua y la capacidad para utilizarla como un
conjunto de componentes que interactúan.
Dichas tareas, según Bachman y Palmer (1996), pueden ser del dominio de la vida
real, fuera de la situación de evaluación, o del dominio de la instrucción, cuando el
uso de la lengua tiene propósitos de enseñaza, aprendizaje o evaluación como dia-
rios, listas de cotejo, autoevaluación, portafolio, proyectos, talleres, presentacio-
nes, entrevistas, juegos de roles y debates. Estos procedimientos alternativos, a
diferencia de los tradicionales, requieren habilidades cognitivas más complejas y
mayor producción por parte de los estudiantes; se enfocan en procesos y produc-
tos; son más flexibles y dinámicos; se aproximan a situaciones de la vida real; no
interrumpen demasiado los procesos de enseñanza y aprendizaje al ser menos
amenazantes y formales, e incluyen diversas competencias o habilidades (Brown,
1998; Brown y Hudson, 1998). Carroll (1993) llama estos procedimientos soft y
Bustos (1997) se refiere a su carácter continuo que prioriza el proceso de aprendi-
zaje. Los procedimientos tradicionales de evaluación, por su lado, son pruebas de
papel y lápiz como exámenes, quizzes y talleres. Estos procedimientos, que Carroll
(1993) denomina hard, se distinguen por su objetividad, confiabilidad, precisión, la
primacía del producto sobre el proceso y porque los resultados se dan generalmen-
te en términos cuantitativos.
definición precisa del tema, el propósito y el contexto de una prueba o tarea evaluativa
será, entonces, el constructo que se va a evaluar.
Bachman y Palmer (1996) establecen seis cualidades para las pruebas tradiciona-
les. La confiabilidad o fiabilidad, se refiere a la consistencia en la medición, bien sea
entre jueces diferentes o en presentaciones diferentes de la prueba. La validez de
constructo es la justificación de la interpretación del puntaje de un examen o del
desempeño en una actividad evaluativa, o sea, la pertinencia de lo que se evalúa. La
autenticidad se entiende como la relación entre las características de las tareas del
examen y el uso de la lengua en la vida real, y la interactividad, como la intervención
de la habilidad lingüística, el conocimiento temático y los esquemas afectivos del
estudiante en las tareas de la prueba. El impacto se define como la influencia de los
resultados de las pruebas en los ámbitos social, educativo y personal; por ejemplo,
el efecto de arrastre (washback effect) en la enseñanza y el aprendizaje. Por últi-
mo, la viabilidad se concibe como la relación entre los recursos disponibles y los
recursos necesarios para el diseño y el uso de una prueba.
Shohamy (2001) y Bustos (1997) proponen otros niveles de rigor que deben cum-
plir las pruebas diferentes a las tradicionales: la justicia que asegura la legalidad, la
ética y el respeto por el bienestar de los evaluados, la validez sistémica que guarda
relación con la propuesta pedagógica, y la relevancia para que las pruebas reflejen
el desempeño del estudiante en situaciones cotidianas y prácticas (no sólo en situa-
ciones de papel y lápiz).
das ellas con su imperativo de calidad marcado por las cualidades. Ya sea
que las prácticas evaluativas se inscriban en lo formativo o sumativo, en lo
tradicional o alternativo, o en combinaciones de éstas, la definición de las
áreas del conocimiento lingüístico a evaluarse y la consideración de los as-
pectos que intervienen en los desempeños de los estudiantes son temas inelu-
dibles, siempre que se busque la “reunión sistemática de evidencias para de-
terminar si se producen los cambios esperados en cada alumno o no” (Tejada,
1999).
HALLAZGOS
[…] evalúan todas las competencias que uno debe aprender del idioma […] escucha,
gramática, pronunciación (Est. Prof. 7).
´Evaluar todo, las competencias, la preparación, los intereses, los gustos […]´, son
ejemplos de los propósitos que los profesores participantes manifiestan para la
evaluación formativa, sumativa o ambas. Por un lado, si nos referimos a los progra-
mas, observamos que ninguno emplea el término evaluación formativa en los docu-
mentos disponibles para profesores y estudiantes, y sólo uno menciona la evalua-
ción cualitativa de manera explícita. Sin embargo, ambos promueven la continuidad
Los profesores, por su parte, también dan cabida en gran medida a la eva-
luación formativa; de los 17 profesores entrevistados, 14 se refieren a la
evaluación continua; 11, a la retroalimentación; y 13, a la autoevaluación. Si
examinamos la retroalimentación, los datos expresan la imaginería de los pro-
fesores acerca de ella: ´apoyo psicológico´, ´análisis de experiencias´, ´per-
cepciones´, ´análisis del error en el papel del aprendizaje´, ´toma de decisio-
nes´, ´recomendaciones´, ´confrontaciones´, ´es el momento de análisis de
experiencias´, ´sirve para crear conciencia, para fortalecer el compromiso´,
´la oportunidad de analizar el papel del error en el proceso de aprendizaje´.
Igualmente, los discursos muestran que existe un acuerdo tácito con relación
al papel de la retroalimentación, al devenir en el medio real y concreto que
vehiculiza la evaluación formativa, cumpliendo con las funciones de ´reco-
mendar´, ´sugerir´, ´orientar´ y ´exhortar´ en aspectos afectivos y lingüísticos.
Entre las modalidades de retroalimentación más usadas por los profesores
están la entrevista, la asesoría, la entrevista individual, la puesta en común, la
conferencia y las observaciones.
Los profesores, sin mencionar el término evaluación sumativa, dicen que hay mo-
mentos de corte en los cuales evalúan, ´cada cuatro unidades´ y ´el examen parcial
y el final´ (Profs. 1, 8, 20), con el fin de revisar las logros hasta ese punto. La
evaluación sumativa, por definición, se distingue por la función que cumple en un
momento preciso, no tanto por los términos que se emplean para reportar los resul-
tados. Los términos cuantitativos (3,0 / 5,0, 7 / 10, etc.) como los cualitativos
(excelente, regular, deficiente o aprobó, reprobó) y la combinación de éstos, ex-
presan la decisión de promover o no al estudiante a algún nivel superior. El corte
puede hacerse en puntos intermedios o al final; nuevamente, algunos profesores
dicen dar una nota o concepto a constructos lingüísticos ´gramática y vocabulario´
y a constructos no lingüísticos, como ´asistencia´, ´interés´ y al trabajo que sobre el
aprendizaje realizan los estudiantes, de lo cual éstos también dan testimonio.
En el otro programa, la evaluación está definida por componentes (clase taller, ase-
sorías, centro de recursos, laboratorio de lectura, proyecto) y la administración ha
definido los porcentajes para cada uno, algunos con base en la asistencia (ej., ase-
sorías, centro de recursos) y otros, en los resultados (ej., clase taller, proyecto,
laboratorio de lectura). El desempeño se expresa en conceptos y la aprobación del
curso depende del mayor número de los logros alcanzados (80%) con criterios de
excelente, bueno y aceptable.
De igual forma, evaluar ´la gramática´, ´la comprensión de lectura´, ´la fluidez´, ´el
interés´… representa el constructo evaluado por los profesores. Cuando a éstos
se les solicitó explicitar los aspectos lingüísticos que evaluaban, las respuestas más
precisas se referían a los contenidos y objetivos de los cursos, gramática, vocabu-
lario y conocimiento temático, pronunciación, coherencia y cohesión (todos com-
ponentes del área de conocimiento organizativo, según Bachman y Palmer, 1996),
a ´argumentar un punto de vista´ (componente funcional, Bachman y Palmer, 1996)
y al ´componente cultural´ (lo pragmático y sociolingüístico, Bachman y Palmer,
1996). No emplearon términos lingüísticos precisos, solamente ´las cuatro habilida-
des´, ´comprensión de lectura y habilidad oral´, entre otros.
En lo que evalúan o se evalúa, los profesores, sus estudiantes y las pruebas suminis-
tradas presentan gran variedad de aspectos afectivos, socioculturales y
sociopsicológicos o competencias generales (Bachman y Palmer, 1996; Purpura,
1998; Instituto Cervantes, 2002). Profesores y estudiantes se refieren a estos as-
pectos con términos émicos como: ´asistencia´, ´creatividad´, ´iniciativa´,
´recursividad´, ´cumplimiento´, ´esfuerzo´, ´motivación´, ´participación y estrate-
gias de estudio´. Los lineamientos de los programas también fomentan abiertamente
algunos de estos aspectos no lingüísticos: ´investigación´, ´autoestudio´, ´trabajo
grupal´, ´trabajo responsable´, ´asistencia´, ´estrategias para desarrollar (las) habi-
lidades´.
Los profesores y los estudiantes mencionan con mucha frecuencia los proyectos y sus
respectivas presentaciones (exposiciones). El proyecto se compone de múltiples episo-
dios: “[…] proyecto […] eligen el tema de la carrera que estudian, […] los estudiantes
investigan, […] traen informes […] cronograma de investigación” (Prof. 21).
Con muy baja presencia aparecen trabajos, cartas, composiciones, diálogos (gra-
bados o no), juegos de roles, dictados, debates y transcripciones fonéticas.
Lo anterior quiere decir que al momento de promediar las notas o conceptos de los
estudiantes, también se incluyen este tipo de aspectos. Las actitudes y valores, y la
competencia estratégica, no han sido definidos con antelación ni en los criterios de
promoción, ni como constructo en las pruebas, y aparecen como ´nota de concep-
to´ o ´nota de participación´ que el profesor define al final como apreciación. El
concepto ´actitudes y valores´ escasamente se encuentra en las pruebas provistas
por los profesores y sólo un profesor entregó fichas de autoevaluación que emplea
como instrumentos. Entre los criterios que definen la promoción de un estudiante,
muchos de los aspectos no lingüísticos intervienen en la promoción de manera arbi-
traria y subjetiva. Sin embargo, aunque la imagen que tiene el profesor frente a las
actitudes, valores y estrategias no es del todo clara, sí se vislumbra en su discurso
un reconocimiento explícito de que todo lo que afecte la acción educativa es sus-
ceptible y debe ser motivo de evaluación. Este fenómeno, que a simple vista parece
contradictorio con lo promovido en la filosofía de los programas, se da cuando los
profesores no establecen ni explicitan que los aspectos no lingüísticos también ha-
cen parte de su constructo evaluativo y, por consiguiente, deberían recibir el mismo
tratamiento que se le da al constructo lingüístico.
DISCUSIÓN
Vemos que la evaluación formativa, más que tener como condición sine qua
non la retroalimentación y la autoevaluación a partir de una continuidad, re-
quiere de una planificación organizada, de una unificación de propósitos y de
una sincronía entre las prácticas. Los profesores no hablan de evaluación
formativa como tal, sino de algunos de sus elementos, los cuales parecen em-
plear de manera aislada y bastante al azar. Solamente uno de los profesores
dice emplear los tres componentes y habla de ´seguimiento´ (Prof. 5). Aun
cuando lo más cercano es lo que denominan evaluación cualitativa, no se ob-
serva que los profesores dimensionen lo que implica lo formativo en su conjun-
to, sus requerimientos, su intención y su alcance.
Los profesores se refieren a la evaluación que lleva nota numérica como cuan-
titativa, y como cualitativa a la evaluación continua que se expresa con
descriptores y brinda retroalimentación. Estas prácticas de la evaluación
formativa no se constituyen en evaluación formativa como tal, porque los pro-
fesores no las emplean todas, no manifiestan realizarlas de manera sistemática y
planificada, ni aprovechan todo el potencial que ofrecen; tampoco hay claridad
y unidad de criterios entre los profesores de un mismo programa. No se puede
negar que, en términos de la evaluación formativa, los profesores perciben su
sentido de totalidad, pero no de unidad. Los diferentes componentes de este
tipo de evaluación se tienen en cuenta de manera aislada, pero no se percibe
intención de agruparlos con fines realmente pertinentes a la evaluación totalizante,
integral y holística.
Sucede que estos conceptos están tan arraigados en la educación, sin la debida
claridad, que tratándose de números o de descriptores, profesores y estudian-
tes, inconscientemente, han desarrollado un sistema de equivalencias que ter-
mina por borrar la diferencia entre cantidad y calidad. Lo anterior se da, a
pesar de la preferencia de muchos por lo cualitativo. La confusión en el tema de
la evaluación la exacerban las directrices de estos dos programas, contradicto-
rias y opacas, al fomentar la evaluación cualitativa y continua, dar porcentajes e
incluir constructos lingüísticos muy amplios y constructos no lingüísticos de todo
tipo. Aunque en la evaluación formativa los comportamientos tienen un papel
importante, la confusión se vuelve más fuerte cuando no hay criterios para fa-
vorecerlos, cuando no se tiene claridad sobre su papel en la evaluación o cuan-
do se reduce su conceptualización. En estos casos, la creatividad, la responsa-
bilidad y la participación devienen ´ases bajo la manga´ para inclinar la balanza
final en momentos decisorios.
La similitud entre las tareas evaluativas y las de enseñanza que se encuentra en las
entrevistas de los profesores puede tener su lado positivo y su lado negativo. Lo
positivo es que las tareas evaluativas alternativas intimidan menos al estudiante
que las tradicionales, porque se realizan en la cotidianidad sin interrumpir el flujo
de las clases y pueden ser más auténticas y naturales (Bustos, 1997). Lo negativo
tiene que ver con que, si no se anticipan el propósito y el constructo que se
tendrán en cuenta, esas tareas evaluativas pierden validez. Igualmente, su viabili-
dad y fiabilidad se ven afectadas; la primera, por el tiempo y atención que requie-
ren del profesor, y la segunda, porque hay un solo evaluador y los criterios pue-
den variar con mucha facilidad de una tarea a otra, de un día para otro o de un
grupo a otro. Si, como lo expresan profesores y estudiantes, se está evaluando
continuamente, unos y otros pueden confundirse y no diferenciar las situaciones
de evaluación de las de enseñanza y aprendizaje, lo que parece reflejarse más
bien en una situación de evaluación informal, imprecisa y laxa, todo lo cual afecta
la transparencia y el impacto de la tarea. Esta confusión se da en el campo de las
tareas auténticas usadas para el aprendizaje y en las tareas auténticas usadas con
fines evaluativos. El profesor con regularidad interpreta como tarea auténtica lo
que proviene de un texto auténtico. Una receta de cocina, por ejemplo, es toma-
da como auténtica y se evalúa por el despliegue en la preparación y la pronuncia-
ción del estudiante, no por lo que sepa hacer con la lengua a partir de la tarea. El
seguir instrucciones y utilizar conectores secuenciales son tareas de la vida real; si
este fuera el constructo de la prueba, sería una tarea auténtica e incrementaría su
validez de constructo.
Con relación al constructo —la piedra angular a evaluar en todo tipo de tareas, en
las entrevistas—, se observó que los profesores desplegaron una amplísima gama
de términos para referirse a los aspectos no lingüísticos, en tanto que el vocabulario
para el constructo lingüístico se vio limitado a las cuatro habilidades y unos pocos
componentes de la lengua, especialmente del área organizativa. Se da tanto una
reducción como una generalización en lo atinente al constructo. La reducción se da
porque se privilegia el área organizativa del conocimiento lingüístico (vocabulario,
sintaxis, pronunciación, cohesión, organización textual); del área pragmática se evalúa
la función ideacional, o sea, la que permite el intercambio de información en relacio-
nes de transacción más que de trato interpersonal (Brown y Yule, 1983; Yule, 1996;
Podemos afirmar, entonces, que las prácticas evaluativas de los profesores no son
un corpus coherente, cohesionado, consciente y consensuado. Al analizar estas
limitaciones y carencias entre profesores con un buen grado de preparación y con
gran creatividad en el diseño de tareas evaluativas, arriesgamos varias explicacio-
nes. Falta que los profesores potencien al máximo tales tareas, acompañándolas de
la especificación de componentes de la lengua susceptibles de evaluarse de manera
puntual. Los datos escasamente presentan esto —lo cual daría cuenta de una eva-
luación democrática, justa y transparente, así como confiable y válida—. La elabo-
ración de instrumentos de evaluación requiere de tiempo y recursos, de lo cual
carecen estos profesores de cátedra. Otra razón podría ser el desconocimiento de
las características y cualidades requeridas en el diseño de instrumentos evaluativos.
Si bien es cierto que, en general, los programas de Licenciatura del país incluyen
contenidos sobre la evaluación de los aprendizajes y que la mitad de los profesores
entrevistados han realizado estudios relacionados con la evaluación, puede que és-
tos no hayan sido suficientes, hayan sido demasiado teóricos, se hayan centrado en
el diseño de las pruebas tradicionales de papel y lápiz, o no se haya conectado lo
teórico con el diseño práctico.
CONCLUSIONES
Ante todo fue reiterativa la imprecisa definición del constructo lingüístico, la con-
centración en el área organizativa y el olvido del área pragmática del conocimiento
lingüístico. La falta de definición de las características de las tareas lingüísticas y de
sus propósitos de instrucción o de evaluación sumativa o formativa, de medición o
valoración, ocasionó la inclusión de aspectos no lingüísticos que terminaron impo-
niéndose a la hora de tomar decisiones de promoción. Al mismo tiempo, la falta de
res como evaluadores influenciados por la imagen que queremos proyectar de no-
sotros mismos ante la comunidad, y hasta qué punto por aquélla que no queremos
proyectar? ¿Hasta dónde podrán la preparación y la claridad en el tema de la eva-
luación contribuir a disipar esos temores para realizar nuestro papel como evaluadores
de manera justa y democrática? ¿Qué nivel de honestidad y de madurez necesita-
mos alcanzar para realmente nutrirnos con los resultados de nuestra labor y regular
los ambientes de aprendizaje y autorregularnos como maestros?
Por encima de todo, y para finalizar, el aprendizaje de la lengua extranjera por los
estudiantes se constatará cuando se pueda verificar, valorar y certificar con el con-
senso y el rigor que éste merece.
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