Confesion de Fe IBO 2018 Revisado
Confesion de Fe IBO 2018 Revisado
Confesion de Fe IBO 2018 Revisado
1. SOBRE LA BIBLIA.
Creemos que Dios se ha dado a conocer a través de la naturaleza, de las obras de la creación y de su
providencia, manifestando en ellas su bondad, su sabiduría y poder, de tal manera que los hombres
quedan sin excusa ante él. Sin embargo, no son suficientes para dar aquel conocimiento necesario
para la salvación; por lo que Dios en varios tiempos y de diversas maneras se reveló asimismo para
declarar su voluntad a la iglesia, conservar y propagar mejor la verdad y para mayor consuelo y esta-
blecimiento de la iglesia contra la corrupción de la carne, malicia de Satanás y del mundo, y dejó esa
revelación por escrito, por lo cual, las Escrituras son muy necesarias y tanto más cuanto han cesado
ya los modos anteriores por los cuales Dios reveló su voluntad a su pueblo. (Sal 19:1-2; Rom 1:20).
Creemos que Dios es en sí mismo y por sí mismo toda vida, gloria, bondad y bienaventuranza, es
todo suficiente en sí mismo y respecto a sí mismo, no teniendo necesidad de ninguna de las criaturas
que ha hecho, ni derivando ninguna gloria de ellas, sino que solamente manifiesta su propia gloria en
ellas, por ellas, hacia ellas y sobre ellas. 1. Él es la única fuente de todo ser, de quien, por quien y
para quien son todas las cosas, teniendo sobre todas las criaturas el más soberano dominio para hacer
mediante ellas, para ellas y sobre ellas todo lo que le agrade. 2. Todas las cosas están desnudas y
abiertas a sus ojos; su conocimiento es infinito, infalible e independiente de la criatura, de modo que
para El no hay ninguna cosa contingente o incierta. 3. Es santísimo en todos sus consejos, en todas
sus obras y en todos sus mandatos. 4 A él se le debe, por parte de los ángeles y los hombres, toda ado-
ración, todo servicio u obediencia que como criaturas deben al Creador, y cualquier cosa adicional
que a él le placiera demandar de ellos. Jn. 5:26; Hch. 7:2; Sal. 148:13; 119:68; 1 Ti. 6:15; Job 22:2,3;
Hch. 17:24,25. 2. Ap. 4:11; 1 Ti. 6:15; Ro. 11:34-36; Dn. 4:25,34,35. He. 4:13; Ro. 11:33,34; Sal.
147:5; Hch. 15:18; Ez. 11:5. Sal. 145:17; Ro. 7:12. 5. Ap. 5:12-14.
Creemos que en este Ser divino e infinito hay tres subsistencias, el Padre, el Verbo o Hijo y el Espíri-
tu Santo. 1 De una sustancia, un poder y una eternidad, teniendo cada uno toda la esencia divina e
indivisa. 2 El Padre no es de nadie, ni por generación ni por procesión; el Hijo es engendrado eter-
namente del Padre, y el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. 3 Todos ellos son infinitos, sin
principio y, por tanto, son un solo Dios, que no ha de ser dividido en naturaleza y ser, sino distinguido
por varias propiedades relativas peculiares y relaciones personales. Esta doctrina de la Trinidad es el
fundamento de toda nuestra comunión con Dios y nuestra consoladora dependencia de Él. Mt.
3:16,17; 28:19; 2 Co. 13:14. Ex. 3:14; Jn.14:11; 1 Co. 8:6. Pr. 8:22-31; Jn. 1:1-3,14,18; 3:16; 10:36;
15:26; 16:28; He. 1:2; 1 Jn. 4:14; Gá. 4:4-6.
3. SOBRE LA CREACIÓN.
Creemos que le plugo a Dios Padre, Hijo, y Espíritu Santo para la manifestación de la gloria de su
poder, sabiduría y bondad eterna, crear o hacer de la nada, en el principio, el mundo y todas las cosas
que en Él están, ya sean visibles o invisibles, en el espacio de seis días y todas muy buenas en gran
manera. Dios no necesitaba crear el universo para llenar algún vacío en Su existencia, sino que todo
fue creado para Su propia gloria y placer. He. 1:2; Jn. 1:2,3; Gn. 1:2; Job 26:13; 33:4. Ro. 1:20; Jer.
10:12; Sal. 104:24; 33:5,6; Pr. 3:19; Hch. 14:15,16. Gn. 1:1; Jn. 1:2; Col. 1:16. Gn. 2:1-3; Ex.
20:8-11. Gn. 1:31; Ec. 7:29; Ro. 5:12.
4. SOBRE EL HOMBRE.
Creemos que Dios creó al hombre a su imagen (Génesis 1: 27), moralmente recto (Eclesiastés 7: 29),
y con libre voluntad para escoger entre el bien y el mal. Inmediatamente después de su creación, Dios
le dio al hombre una ley justa para que la obedeciera (Génesis 2: 16,17), pero este, tentado por Sata-
nás, más por decisión propia, desobedeció el mandamiento (Génesis 3: 1-6) manchando así la imagen
de Dios. Como resultado de su desobediencia, el hombre está separado de la comunión con Dios
(Rom 3: 23), su voluntad es esclava del pecado (Romanos 8:6-7; Romanos 7:14) y su destino es la
condenación eterna (Romanos 5: 18) ( 2 Tesalonicenses 1: 9) a no ser que Jesucristo lo libere.
Creemos que la salvación del hombre es por la sola gracia de Dios, sin las obras, únicamente por me-
dio de la fe en Jesucristo (Efesios 2: 8, 9) (2 Timoteo 1: 9). Creemos que aquellos a quienes Dios ha
predestinado (Romanos 8: 29), son llamados eficazmente por su Palabra y Espíritu del estado de es-
clavitud de pecado y muerte en que están por naturaleza, a la comunión con su hijo Jesucristo, por
medio del cual son perdonados de todos sus pecados, declarados legalmente justos, y adoptados
como hijos de Dios y coherederos con Cristo (Romanos 8: 30) (Colosenses 1: 13,14) (1Corintios 1:
30) (Efesios 1: 5) (Romanos 8: 17).
Creemos también, que todo creyente genuino está seguro en las manos de Dios, sin posibilidad algu-
na de perder su salvación (Juan 10: 27-29) (Efesios 1: 13,14). El mismo poder de Dios que los salva,
es el mismo poder de Dios que los guarda (1 Pedro 1: 5). Y Creemos también que todo creyente ge-
nuino no práctica el pecado, y persevera en la fe hasta el final de sus días aquí en la tierra (1 Juan 3:
9) (1 Juan 5: 18) (Filipenses 1: 6).
Creemos que la Iglesia universal está compuesta por todos aquellos hombres y mujeres en todo el
mundo que profesan la fe en Jesucristo como Señor y Salvador. Todos estos han sido comprados de
toda tribu, lengua y nación por la sangre de Cristo, y por tanto, le pertenecen. La iglesia es llamada el
cuerpo de Cristo, el pueblo de Dios, la familia de Dios, los escogidos, la esposa de Cristo, la compa-
ñía de los redimidos, la nueva Israel, etc. La iglesia es católica (la palabra católica significa universal)
porque sus miembros se extienden alrededor de todo el mundo. (Efesios 2: 19) (Colosenses 1: 18)
(Apocalipsis 7: 9,10) (1 Corintios 1: 2) (Hechos 20: 28).
Creemos que Jesucristo es la autoridad suprema de la Iglesia (1 Corintios 11:3; Efesios 1:22). Pero ha
su vez, a constituido líderes en cada iglesia para instruir y dirigir a su pueblo en su voluntad. Estos
líderes son los ancianos (pastores), los cuales tienen la encomienda de Dios de la guianza espiritual
de la congregación, y los diáconos, quienes tienen a su cargo la parte administrativa y organizativa de
la iglesia.
Creemos que el ministerio pastoral se compone exclusivamente de hombres, no de mujeres, según
Dios así lo dispuso. Sin embargo, reconocemos la importancia del liderazgo femenino dentro de la
iglesia, (Tito 2: 3-5) en áreas tales como; la enseñanza y formación espiritual de otras mujeres, el dis-
cipulado de niños y jóvenes, así como en otras funciones. (1Timoteo 2: 12-14) (1 Pedro 5: 1-5) (He-
chos 20: 28) (1 Timoteo 3: 1-13) (Tito 1: 5-9).
Creemos que Jesucristo nos dio el bautismo como una de sus ordenanzas para ser observadas perpe-
tuamente. El bautismo es una ordenanza simbólica la cual consiste en la inmersión de un creyente en
agua en el nombre de la Trinidad. El bautismo no es indispensable para salvación, pero todos los que
profesan ser salvos por Cristo deben bautizarse para hacer publica su profesión y para obedecer a Él
en este mandato. El bautismo es sólo para aquellos que se han arrepentido de sus pecados y le han
confiado sus vidas a Jesucristo como Señor y Salvador. (Marcos 1: 9)(Mateo 28: 19)
Creemos que la Cena del Señor Jesús, la cual fue instituida por él la misma noche que fue entregado,
para que se observara en sus iglesias hasta el fin del mundo, y para el recuerdo perpetuo de su sacrifi-
cio expiatorio. En esta ordenanza, Cristo no es ofrecido a su Padre, ni se hace en absoluto ningún
CONFESIÓN DE FE DE LA IGLESIA BAUTISTA OZAMA
verdadero sacrificio para la remisión del pecado ni de los vivos ni de los muertos; sino que solamente
es un memorial de aquel único ofrecimiento de sí mismo por los pecados de su pueblo. El Señor Je-
sús, en esta ordenanza, ha designado a sus ministros para que oren y bendigan los elementos del pan
y del vino, y para que los aparten así́ del uso común para el uso sagrado; que tomen y partan el pan, y
tomen la copa y (participando también ellos mismos) den ambos a los participantes. Antes de partici-
par en la cena se exhorta a cada creyente a examinarse a sí mismo y pedir perdón por sus pecados
para evitar el juicio de Dios sobre sus vidas. (Lucas 22:19-20; 1 Corintios 11:26) (1 Corintios
11:27-29).
Creemos que la luz de la naturaleza nos enseña que hay un Dios que tiene señorío y soberanía sobre
todo, que es bueno y hace bien a todos, y que por lo mismo debe ser temido, amado, alabado, invoca-
do, creído de todo corazón, y servido con toda alma y con toda fuerzas, pero el modo aceptable de
adorar al verdadero Dios ha sido instituido por Él mismo, y está tan determinado por su voluntad re-
velada que no se debe adorar a Dios conforme a las imaginaciones e invenciones de los hombres o de
las sugestiones de Satanás, bajo alguna representación visible o de otro modo que no sea el prescrito
en la Biblia. Jer. 10:7; Mr. 12:33. Gn. 4:1-5; Ex. 20:4-6; Mt. 15:3,8,9; 2 R. 16:10-18; Lv. 10:1-3; Dt.
17:3; 4:2; 12:29-32; Jos. 1:7; 23:6-8; Mt. 15:13; Col. 2:20-23; 2 Ti. 3:15-17.
Creemos que el diezmo y las ofrendas son actos de obediencia. Dios siendo dueño absoluto de todo,
no tiene necesidad de nada de nosotros, sin embargo, Él prueba nuestros corazones cuando nos des-
prendemos de lo que creemos nos pertenece, para bendición nuestra y de su obra. Honramos a Dios
mediante los actos de misericordia, nuestros diezmos, y ofrendas. El diezmo representa el 10% de
todo lo que nosotros recibimos, y es un mandato del Señor (Sal 76:11; Proverbios 3:9; Malaquías
3:10; Mateo 23:23). Es lo mínimo que debemos de dar a Dios, pues todo lo que poseemos es de Él.
Las ofrendas son todas las cosas que compartimos, ya sea dinero, o bienes después de haber diezma-
do. Es todo lo que damos por encima de los diezmos. Dar ofrendas, al igual que los diezmos, trae
bendiciones a nuestras vidas. (Isaías 32:8; Lucas 6:38; 2 Cor 9:6).
Creemos que:
A. El matrimonio debe ser única y exclusivamente entre un hombre y una mujer. No es lícito que un
hombre esté casado con otro hombre, o que una mujer este casada con otra mujer. Tampoco es acep-
table el hecho de que un hombre tenga más de una esposa, ni que una mujer tenga más de un marido.
Gn. 2:24 con Mt. 19:5,6; 1 Ti. 3:2; Tit. 1:6.
B. El matrimonio fue instituido para la ayuda mutua de esposo y esposa, para aumentar la raza huma-
na por generación legítima y la iglesia con una simiente santa, y para evitar la impureza. Gn. 2:18; Pr.
2:17; Mal. 2:14. 2. Gn. 1:28; Sal. 127:3-5; 128:3,4. 3. 1 Co. 7:2,9.
C. El matrimonio es lícito para toda pareja compuesta por un hombre y una mujer que sean capaces
de dar consentimiento con juicio, pero es el deber de los cristianos casarse en el Señor. Así que el que
profesa de manera verdadera no deberá casarse con incrédulos.. 1 Co. 7:39; 2 Co. 6:14; He. 13:4; 1
Ti. 4:3. 1 Co. 7:39; 2 Co. 6:14.
D. El matrimonio entre familia no debe realizarse, ni pueden tales casamientos incestuosos declararse
legales por ninguna ley de hombre, ni por el consentimiento de las partes, de tal manera que esas per-
sonas pidieran vivir juntas como marido y mujer. Lv. 18:6-18; Am. 2:7; Mr. 6:18; 1 Co. 5:1.
Creemos que los cuerpos de los hombres vuelven al polvo después de la muerte y se deterioran, pero
sus almas (que ni mueren ni duermen), vuelven inmediatamente a Dios que las dio. Las almas de los
justos son recibidas en el Paraíso donde están con Cristo, y contemplan la faz de Dios en luz y gloria,
esperando la glorificación final de sus cuerpos, mas, las almas de los malvados son arrojadas al in-
fierno, donde permanecen atormentadas y envueltas en densas tinieblas, reservadas para el juicio del
gran día. (Gn. 2:17; 3:19; Lucas 23: 43; 1 Co. 15:21-23).
CONFESIÓN DE FE DE LA IGLESIA BAUTISTA OZAMA
Creemos que Dios ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia por Jesucristo, a
quien todo poder y juicio ha sido dado por el Padre. En aquel día, los ángeles que se rebelaron contra
Él serán juzgados, así como todas las personas que han vivido sobre la tierra. Todos comparecerán
delante del tribunal de Cristo para dar cuenta de sus pensamientos, palabras y acciones, y para recibir
conforme a lo que hayan hecho mientras estaban en el cuerpo, sea bueno o malo. (Eclesiastés 12: 14)
(Mateo 25: 46) (Juan 5: 25-29).
1. Creemos que Dios, desde toda la eternidad, por el sabio y santísimo consejo de su propia volun-
tad, ha determinado en sí mismo, libre e inalterablemente, todas las cosas, todo lo que sucede; sin
embargo, Dios no es autor del pecado ni tiene comunión con nadie en el mismo ; ni hace violencia a
la voluntad de la criatura, ni quita la libertad o contingencia de las causas secundarias, sino que más
bien las establece; en lo cual se manifiesta su sabiduría en disponer todas las cosas, y su poder y fide-
lidad en llevar a cabo sus decretos.
Pr. 19:21; Is. 14:24-27; 46:10,11; Sal. 115:3; 135:6; Ro. 9:19; Dn. 4:34,35; Ro. 8:28; 11:36; Ef. 1:11;
Gn. 18:25; Stg. 1:13; 1 Jn. 1:5; Gn. 50:20; 2 S. 24:1; Is. 10:5-7; Mt. 17:12; Jn. 19:11; Hch. 2:23;
4:27,28; Nm. 23:19; Ef. 1:3-5.
2. Aunque Dios sabe todo lo que pudiera o puede pasar en todas las condiciones que se puedan supo-
ner, 1 nada ha determinado porque lo previera como futuro o como aquello que había de suceder en
dichas condiciones. 2
1 S. 23:11,12; Mt. 11:21,23; Hch. 15:18; Is. 40:13,14; Ro. 9:11-18; 11:34; 1 Co. 2:16.
3. Creemos que por el decreto de Dios, para la manifestación de su gloria, algunos hombres y ángeles
son predestinados, o pre-ordenados, a vida eterna por medio de Jesucristo, para alabanza de la gloria
de su gracia; 1 a otros se les deja actuar en su pecado para su justa condenación, para alabanza de la
gloria de su justicia.2
1. 1 Ti. 5:21; Mt. 25:34; Ef. 1:5,6. 2. n. 12:37-40; Ro. 9:6-24; 1 P. 2:8-10; Jud. 4.
4. Estos ángeles y hombres así predestinados y pre ordenados están designados particular e inaltera-
blemente, y su número es tan cierto y definido que no se puede aumentar ni disminuir.1
1. Mt. 22:1-14; Jn. 13:18; Ro. 11:5,6; 1 Co. 7:20-22; 2 Ti. 2:19
5. A los humanos que están predestinados para vida, Dios (antes de la fundación del mundo, según su
propósito eterno e inmutable y el consejo secreto y la aprobación de su voluntad) los ha escogido en
Cristo para gloria eterna, simplemente por su libre gracia y amor, sin que ninguna otra cosa en la cria-
tura, como condición o causa, le moviera a ello.
1 P. 1:2; 2 Ts. 2:13; Ef. 1:4; 2:10; 1 Ts. 5:9,10; Tit. 2:14; Ro. 8:30; Ef. 1:5; 2 Ts. 2:13; 1 P. 1:5. 5. Jn.
6:64,65; 8:47; 10:26; 17:9; Ro. 8:28; 1 Jn. 2:19
7. La doctrina del profundo misterio de la predestinación debe tratarse con especial prudencia y cui-
dado, 1 para que los hombres, al ocuparse de la voluntad de Dios revelada en su Palabra y, al obede-
cerla, puedan, por la certidumbre de su llamamiento eficaz, estar seguros de su elección eterna; 2 de
este modo, esta doctrina proporcionará motivo de alabanza, reverencia y admiración a Dios, 3 y de
humildad, 4 diligencia 5 y abundante consuelo 6 a todos los que sinceramente obedecen al evangelio.
1. Dt. 29:29; Ro. 9:20; 11:33. 2. 1 Ts. 1:4,5; 2 P. 1:10. 3. Ef. 1:6; Ro. 11:33. 4. Ro. 11:5,6,20; Col.
3:12. 5. 2 P. 1:10. 6. Lc. 10:2
1. Dios, el buen Creador de todo, 1 en su infinito poder y sabiduría, 2 sostiene, dirige, dispone y go-
bierna 3 a todas las criaturas y cosas, desde la mayor hasta la más pequeña, 4 por su sabia y santísi-
ma providencia, 5 con el fin para el cual fueron creadas, 6 según su presciencia infalible, y el libre e
inmutable consejo de su propia voluntad; 7 para alabanza de la gloria de su sabiduría, poder, justicia,
infinita bondad y misericordia. 8
Gn. 1:31; 2:18; Sal. 119:68; Sal. 145:11; Pr. 3:19; Sal. 66:7; He. 1:3; Is. 46:10,11; Dn. 4:34,35; Sal.
135:6;Hch. 17:25-28; Job 38-41; Mt. 10:29-31. 5. Pr. 15:3; Sal. 104:24; 145:17. 6. Col. 1:16,17; Hch.
17:24-28. 7. Sal. 33:10,11; Ef. 1:11. 8. Is. 63:14; Ef. 3:10; Ro. 9:17; Gn. 45:7; Sal. 145:7
2. Aunque en relación con la presciencia y el decreto de Dios, la causa primera, todas las cosas suce-
den inmutable e infaliblemente, de modo que nada ocurre a nadie por azar o sin su providencia; 1 sin
embargo, por la misma providencia, las ordena de manera que ocurran según la naturaleza de las
causas secundarias, ya sea necesaria, libre o contingentemente. 2
Hch. 2:23; Pr. 16:33; Gn. 8:22; Jer. 31:35; Ex. 21:13; Dt. 19:5; Is. 10:6,7; Lc. 13;3,5; Hch. 27:31; Mt.
5:20,21; Fil. 1:19; Pr. 20:18; Lc. 14:25ss.; Pr. 21:31; 1 R. 22:28,34; Rt. 2:3.
Dios, en su providencia ordinaria, hace uso de medios; 1 sin embargo, tiene la libertad de obrar sin
ellos, 2 por encima de ellos 3 y contra ellos, 4 según le plazca.
Hch. 27:22,31,44; Is. 55:10,11; Os. 2:21,22; Os. 1:7; Lc. 1:34,35; Ro. 4:19-21. 4. Ex. 3:2,3; 2 R. 6:6;
Dn. 3:27.
Ro. 11:32-34; 2 S. 24:1; 1 Cr. 21:1; 1 R. 22:22,23; 2 S. 16:10; Hch. 2:23; 4:27,28; Hch. 14:16; 2 R.
19:28; Gn. 50:20; Is. 10:6,7,12; Stg. :13,14,17; 1 Jn. 2:16; Sal. 50:21.
5. El Dios sabio, justo y misericordioso en gran manera, a menudo deja por algún tiempo a sus pro-
pios hijos en diversas tentaciones y en las corrupciones de sus propios corazones, a fin de discipli-
narlos por sus pecados anteriores o para revelarles la fuerza oculta de la corrupción y del engaño de
sus corazones, para que sean humillados; y para llevarlos a una dependencia de Él más íntima y cons-
tante para su apoyo en Él; y para hacerlos más vigilantes contra todas las ocasiones futuras de peca-
do, y para otros fines santos y justos. 1 Por consiguiente, todo lo que ocurre a cualquiera de sus esco-
gidos es por su designio, para su gloria y para el bien de ellos. 2
2 Cr. 32:25,26,31; 2 S. 24:1; Lc. 22:34,35; Mr.14:66-72; Jn. 21:15-17; Ro. 8:28.
1. Creemos que la distancia entre Dios y la criatura es tan grande que aun cuando las criaturas racio-
nales le deben obediencia como su Creador, estas nunca podrían haber logrado la recompensa de la
vida a no ser por alguna condescendencia voluntaria por parte de Dios, que a Él le ha placido expre-
sar en forma de pacto. 1
1. Job 35:7,8; Sal. 113:5,6; Is. 40:13-16; Lc. 17:5-10; Hch. 17:24,25.
2. Además, habiéndose el hombre acarreado la maldición de la ley por su Caída, agradó al Señor ha-
cer un pacto de gracia 1, en el que gratuitamente ofrece a los pecadores vida y salvación por Jesucris-
to, requiriéndoles la fe en Él para que puedan ser salvos 2, y prometiendo dar su Espíritu Santo a to-
dos aquellos que son ordenados para vida eterna, a fin de darles disposición y capacidad para creer 3.
1. Gn. 3:15; Sal. 110:4 (con He. 7:18-22; 10:12-18); Ef. 2:12 (con Ro. 4:13-17 y Gá. 3:18-22); He.
9:15. 2. Jn. 3:16; Ro. 10:6,9; Gá. 3:11. 3. Ez. 36:26,27; Jn. 6:44,45.
3. Este pacto se revela en el evangelio; en primer lugar, a Adán, en la promesa de salvación a través
de la simiente de la mujer, y luego, mediante pasos adicionales, hasta completarse su plena revelación
en el Nuevo Testamento; 1 y tiene su fundamento en aquella transacción federal y eterna que hubo
entre el Padre y el Hijo acerca de la redención de los escogidos; 2 y es únicamente a través de la gra-
cia de este pacto como todos los descendientes del Adán caído que son salvados obtienen vida y ben-
dita Inmortalidad, siendo el hombre ahora totalmente incapaz de ser aceptado por Dios bajo aquellas
condiciones en las que estuvo Adán en su estado de inocencia.3
Gn. 3:15; Ro. 16:25-27; Ef. 3:5; Tit. 1:2; He. 1:1,2; Sal. 110:4; Ef. 1:3-11; 2 Ti. 1:9; Jn. 8:56; Ro. 4:1-
25; Gá. 3:18-22; He. 11:6,13,39,40.
1. Creemos que Dios dio a Adán una ley de obediencia universal escrita en su corazón, y un precepto
en particular de no comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal; por lo cual le obli-
gó a él y a toda su posteridad a una obediencia personal completa, exacta y perpetua; prometió la
vida por el cumplimiento de su ley, y amenazó con la muerte su infracción; y le dotó también del po-
2. La misma ley que primeramente fue escrita en el corazón del hombre, continuó siendo una regla
perfecta de justicia después de la Caída; y fue dada por Dios en el monte Sinaí, en diez mandamien-
tos, y escrita en dos tablas; los cuatro primeros mandamientos contienen nuestros deberes para con
Dios, y los otros seis, nuestros deberes para con los hombres. Para el Cuarto Mandamiento, Gn. 2:3;
Ex. 16; Gn. 7:4; 8:10,12; para el Quinto Mandamiento, Gn. 37:10; para el Sexto Mandamiento, Gn.
4:3-15; para el Sép-timo Mandamiento, Gn. 12:17; para el Octavo Mandamiento, Gn. 31:30; 44:8;
para el Noveno Mandamiento, Gn. 27:12; para el Décimo Mandamiento, Gn. 6:2; 13:10,11. 2. Ro.
2:12a, 14,15. 3. Ex. 32:15,16; 34:4,28; Dt. 10:4.
3. Además de esta ley, comúnmente llamada ley moral, agradó a Dios dar al pueblo de Israel leyes
ceremoniales que contenían varias ordenanzas típicas; en parte de adoración, prefigurando a Cristo,
sus virtudes, acciones, sufrimientos y beneficios; 1 y en parte proponiendo diversas instrucciones so-
bre los deberes morales. 2 Todas aquellas leyes ceremoniales, habiendo sido prescritas solamente has-
ta el tiempo de su reforma, cuando fueron cumplidas y quitadas por Jesucristo, el verdadero Mesías y
único legislador, quien fue investido con poder por parte del Padre para ese fin3. 1. He. 10:1; Col.
2:16,17. 1 Co. 5:7; 2 Co. 6:17; Jud. 23. Col. 2:14,16,17; Ef. 2:14-16.
4. Dios también les dio a los israelitas diversas leyes civiles, que acabaron cuando acabó aquel pue-
blo como Estado, no siendo ahora obligatorias para nadie en virtud de aquella institución; 1 siendo
solamente sus principios de equidad utilizables en la actualidad2. Lc. 21:20-24; Hch. 6:13,14; He.
9:18,19 con 8:7,13; 9:10; 10:1. 1 Co. 5:1; 9:8-10
5. La ley moral obliga para siempre a todos, tanto a los justificados como a los demás, a que se la
obedezca; 1 y esto no sólo en consideración de su contenido, sino también con respecto a la autoridad
de Dios, el Creador, quien la dio2. Tampoco Cristo, en el evangelio, en ninguna manera cancela esta
obligación sino que la refuerza considerablemente3. Mt. 19:16-22; Ro. 2:14-15; 3:19-20; 6:14; 7:6;
8:3; 1 Ti. 1:8-11; Ro. 13:8-10; 1 Co. 7:19 con Gá. 5:6; 6:15; Ef. 4:25—6:4; Stg. 2:11-12. Stg.
2:10-11. 3. Mt. 5:17-19; Ro. 3:31; 1 Co. 9:21; Stg. 2:8.
6. Aunque los verdaderos creyentes no están bajo la ley como pacto de obras para ser por ella justifi-
cados o condenados, 1 sin embargo esta es de gran utilidad tanto para ellos como para otros, en que
como regla de vida les informa de la voluntad de Dios y de sus deberes, les dirige y obliga a andar en
conformidad con ella, 2 les revela también la pecaminosa contaminación de sus naturalezas, corazo-
nes y vidas; de manera que, al examinarse a la luz de ella, puedan llegar a una convicción más pro-
funda de su pecado, a sentir humillación por él y odio contra él; junto con una visión más clara de la
necesidad que tienen de Cristo, y de la perfección de su obediencia. 3
También la ley moral es útil para los regenerados a fin de restringir su corrupción, en cuanto que
prohíbe el pecado; y sus amenazas sirve para mostrar lo que sus pecados todavía merecen, y qué
aflicciones pueden esperar por ellos en esta vida, aun cuando estén libres de la maldición y el puro
rigor de la ley. 4 Asimismo sus promesas manifiestan a los regenerados que Dios aprueba la obedien-
cia y cuáles son las bendiciones que pueden esperar por el cumplimiento de la misma, 5 aunque no
como si se les deba por la ley como pacto de obras; 6 de manera que si alguien hace lo bueno y se
abstiene de hacer lo malo porque la ley le manda lo uno y le prohíbe lo otro, no por ello demuestra
que se encuentre bajo la ley y no bajo la gracia.7. Hch. 13:39; Ro. 6:14; 8:1; 10:4; Gá. 2:16; 4:4,5.
Ro. 7:12,22,25; Sal. 119:4-6; 1 Co. 7:19. Ro. 3:20; 7:7,9,14,24; 8:3; Stg. 1:23-25. . Stg. 2:11; Sal.
Los usos de la ley ya mencionados tampoco son contrarios a la gracia del evangelio, sino que con-
cuerdan armoniosamente con él; pues el Espíritu de Cristo subyuga y capacita la voluntad del hombre
para que haga libre y alegremente lo que requiere la voluntad de Dios, revelada en la ley. Gá. 3:21;
Jer. 31:33; Ez. 36:27; Ro. 8:4; Tit. 2:14.
1. Creemos que habiendo sido quebrantado el pacto de obras por el pecado y habiéndose vuelto inútil
para dar vida, agradó a Dios dar la promesa de Cristo, la simiente de la mujer, como el medio para
llamar a los escogidos, y engendrar en ellos la fe y el arrepentimiento.
En esta promesa, el evangelio, en su sustancia fue revelado, y por lo tanto, es eficaz para llevar a los
pecadores a la conversión y salvación1. Gn. 3:15 con Ef.2:12; Gá. 4:4; He. 11:13; Lc. 2:25,38; 23:51;
Ro. 4:13-16; Gá. 3:15-22. Esta promesa de Cristo, y la salvación por medio de él, es revelada sola-
mente por la Palabra de Dios. 1
Ni las obras de la creación ni la providencia, con la luz de la naturaleza, revelan a Cristo, o la gracia
que es por medio de él, no en forma general ni velada; 2 igual como tampoco los hombres que no ten-
gan una revelación de él por la promesa del evangelio pueden obtener una fe salvadora o arrepenti-
miento. 3. Hch. 4:12; Ro. 10:13-15. Sal. 19; Ro. 1:18-23. Ro. 2:12a; Mt. 28:18-20; Lc. 24:46,47 con
Hch. 17:29,30; Ro. 3:9-20.
3. La revelación del evangelio a los pecadores, hecha en diversos tiempos y distintos lugares, con el
agregado de promesas y preceptos para la obediencia que éste requiere de las naciones y personas a
quienes es concedida, es sólo por la voluntad soberana y el beneplácito de Dios; 1 no apropiándosela
en virtud de promesa alguna, no obteniéndose por un buen uso de las capacidades naturales de los
hombres, ni en virtud de la luz común recibida aparte de él, lo cual nadie hizo jamás ni puede hacer. 2
Por lo tanto, en todas las épocas, la predicación del evangelio ha sido concedida a personas y nacio-
nes, en su extensión o restricción, con gran variedad, según el consejo de la voluntad de Dios.
4. Aunque el evangelio es el único medio externo para revelar a Cristo y la gracia salvadora, y es,
como tal, completamente suficiente para este fin, 1 para que los hombres que están muertos en sus
delitos puedan nacer de nuevo, ser vivificados o regenerados, es además necesaria, en toda alma, una
obra eficaz e insuperable del Espíritu Santo, con el fin de producir en ellos una nueva vida espiritual;
sin ésta, ningún otro medio puede efectuar su conversión a Dios2. Ro. 1:16,17. 2. Jn. 6:44; 1 Co.
1:22-24; 2:14; 2 Co. 4:4,6.
1. Creemos que la libertad que Cristo ha comprado para los creyentes bajo el evangelio consiste en su
libertad de la culpa del pecado, de la ira condenatoria de Dios y de la severidad y maldición de la ley,
1 y en ser librados de este presente siglo malo de la esclavitud a Satanás y del dominio del pecado, 2
del mal de las aflicciones, del temor y aguijón de la muerte, de la victoria sobre el sepulcro y de la
condenación eterna, 3 y también consiste en su libre acceso a Dios, y en rendirle obediencia a él, no
por un temor servil, sino por un amor filial y una mente dispuesta. 4 Todo esto era sustancialmente
aplicable también a los creyentes bajo la ley; 5 pero bajo el Nuevo Testamento la libertad de los cris-
CONFESIÓN DE FE DE LA IGLESIA BAUTISTA OZAMA
tianos se ensancha mucho más porque están libres del yugo de la ley ceremonial a que estaba sujeta
la iglesia judía, y tienen ahora mayor confianza para acercarse al Trono de gracia, y tienen una co-
municación más plena con el Espíritu libre de Dios que ordinariamente tenían los creyentes bajo la
ley. Jn. 3:36; Ro. 8:33; Gá. 3:13. Gá. 1:4; Ef. 2:1-3; Col. 1:13; Hch. 26:18; Ro. 6:14-18; 8:3. Ro.
8:28; 1 Co. 15:54-57; 1 Ts. 1:10; He. 2:14,15. Ef. 2:18; 3:12; Ro. 8:15; 1 Jn. 4:18. Jn. 8:32; Sal. 19:7-
9; 119:14,24,45,47,48, 72,97; Ro. 4:5-11; Gá. 3:9; He. 11:27,33,34. Jn. 1:17; He. 1:1,2a; 7:19,22; 8:6;
9:23; 11:40; Gá. 2:11ss.; 4:1-3; Col. 2:16,17; He. 10:19-21; Jn. 7:38,39.
2. Sólo Dios es el Señor de la conciencia, y la ha hecho libre de las doctrinas y los mandamientos de
los hombres que sean en alguna manera contrarios a su Palabra o que no estén contenidos en ésta. Así
que, creer tales doctrinas u obedecer tales mandamientos por causa de la conciencia es traicionar la
verdadera libertad de conciencia, y exigir una fe implícita y una obediencia ciega y absoluta es des-
truir la libertad de conciencia y también la razón. Stg. 4:12; Ro. 14:4; Gá. 5:1. Hch. 4:19; 5:29; 1 Co.
7:23; Mt. 15:9. Col. 2:20,22,23; Gá. 1:10; 2:3-5; 5:1. Ro. 10:17; 14:23; Hch. 17:11; Jn. 4:22; 1 Co.
3:5; 2 Co. 1:24.
3. Los que bajo el pretexto de la libertad cristiana practican cualquier pecado o abrigan cualquier
concupiscencia, al pervertir así el propósito principal de la gracia del evangelio para su propia des-
trucción, 1 en consecuencia, destruyen completamente el propósito de la libertad cristiana, que consis-
te en que, siendo librados de las manos de todos nuestros enemigos, sirvamos al Señor sin temor, en
santidad y justicia delante de él, todos los días de nuestra vida. 2
1. Creemos que un juramento lícito es una parte de la adoración religiosa en la cual la persona que
jura con verdad, justicia y juicio, solemnemente pone a Dios como testigo de lo que jura, y para que
le juzgue conforme a la verdad o la falsedad de lo que jura.
Dt. 10:20; Ex. 20:7; Lv. 19:12; 2 Cr. 6:22,23; 2 Co. 1:23.
2. Los hombres sólo deben jurar por el nombre de Dios, y al hacerlo, han de usarlo con todo temor
santo y reverencia. Por lo tanto, jurar vana o temerariamente por este nombre glorioso y temible, o
simplemente jurar por cualquier otra cosa, es pecaminoso y debe reprobarse.
Sin embargo, en asuntos de peso y de importancia, para confirmación de la verdad y para poner fin
totalmente a una contienda, la Palabra de Dios justifica el juramento, por eso, cuando una autoridad
legítima exija un juramento lícito en tales casos, el juramento debe hacerse. Dt. 6:13; 28:58; Ex. 20:7;
Jer. 5:7. He. 6:13-16; Gn. 24:3; 47:30,31; 50:25; 1 R. 17:1; Neh. 13:25; 5:12; Esd. 10:5; Nm. 5:19,21;
1 R. 8:31; Ex. 22:11; Is. 45:23; 65:16; Mt. 26:62-64; Ro. 1:9; 2 Co. 1:23; Hch. 18:18.
3. Todo aquel que haga un juramento justificado por la Palabra de Dios debe considerar seriamente la
gravedad de un acto tan solemne, y no afirmar en el mismo nada sino lo que sepa que es verdad, por-
que por juramentos imprudentes, falsos y vanos se provoca al Señor y por razón de ello la tierra
gime. 1
5. Un voto (que no ha de hacerse a ninguna criatura, sino sólo a Dios 1) ha de hacerse y cumplirse con
todo cuidado piadoso y con fidelidad; 2 pero los votos monásticos papistas de celibato perpetuo, pre-
tendida pobreza y obediencia a las reglas eclesiásticas, distan tanto de ser grados de perfección supe-
rior que son realmente trampas supersticiosas y pecaminosas en las que ningún cristiano debe enre-
darse. 3
Nm. 30:2,3; Sal. 76:11; Jer. 44:25,26. Nm. 30:2; Sal. 61:8; 66:13,14; Ec. 5:4-6; Is. 19:21; 1 Co. 6:18
con 7:2,9; 1 Ti. 4:3; Ef. 4:28; 1 Co. 7:23; Mt. 19:11,12.
1. Creemos que Dios, el supremo Señor y Rey del mundo entero, ha instituido autoridades civiles
para sujetarse a él y gobernar al pueblo 1 para la gloria de Dios y el bien público; 2 y con este fin, les
ha provisto con el poder de la espada, para la defensa y el ánimo de los que hacen lo bueno, y para el
castigo de los hacen el mal. 3
Sal. 82:1; Lc. 12:48; Ro. 13:1-6; 1 P. 2:13,14; Gn. 6:11-13 con 9:5,6; Sal. 58:1,2; 72:14; 82:1-4; Pr.
21:15; 24:11,12; 29:14,26; 31:5; Ez. 7:23; 45:9; Dn. 4:27; Mt. 22:21; Ro. 13:3,4; 1 Ti. 2:2; 1P. 2:14;
Gn. 9:6; Pr. 16:14; 19:12; 20:2; 21:15; 28:17; Hch. 25:11; Ro. 13:4; 1 P. 2:14.
2. Es lícito para los cristianos aceptar cargos dentro de la autoridad civil cuando sean llamados a ocu-
parlos; 1 en el desempeño de dichos cargos deben mantener especialmente la justicia y la paz, según
las buenas leyes de cada reino y estado; y así, ahora con este propósito, bajo el Nuevo Testamento,
pueden hacer lícitamente la guerra en ocasiones justas y necesarias. 2
Ex. 22:8,9,28,29; Daniel; Nehemías; Pr. 14:35; 16:10,12; 20:26,28; 25:2; 28:15,16; 29:4,14; 31:4,5;
Ro. 13:2,4,6; Lc. 3:14; Ro. 13:4.
3. Habiendo sido instituidas por Dios las autoridades civiles con los fines ya mencionados, se les
debe rendir sujeción 1 en el Señor en todas las cosas lícitas 2 que manden, no solo por causa de la ira
sino también de la conciencia; y debemos ofrecer súplicas y oraciones a favor de los reyes y de todos
los que están en autoridad, para que bajo su gobierno vivamos una vida tranquila y sosegada en toda
piedad y honestidad. 3
Pr. 16:14,15; 19:12; 20:2; 24:21,22; 25:15; 28:2; Ro. 13:1-7; Tit. 3:1; 1 P. 2:13,14. Dn. 1:8; 3:4-6,16-
18; 6:5-10,22; Mt. 22:21; Hch. 4:19,20; 5:29. 3. Jer. 29:7; 1 Ti. 2:1-4
1. Creemos que Todos los santos que están unidos a Jesucristo, 1 su cabeza, por su Espíritu y por la fe
2 (aunque no por ello vengan a ser una persona con él 3, participan en sus virtudes, padecimientos,
muerte, resurrección y gloria; 4 y, estando unidos unos a otros en amor, participan mutuamente de sus
dones y virtudes, 5 y están obligados al cumplimiento de tales deberes, públicos y privados, de mane-
ra ordenada, que conduzcan a su bien mutuo, tanto en el hombre interior como en el exterior. 6
2. Los santos, por su profesión, están obligados a mantener entre sí un compañerismo y comunión
santos en la adoración a Dios y en el cumplimiento de los otros servicios espirituales que tiendan a su
edificación mutua, 1 así como a ayudarse unos a otros en las cosas externas según sus posibilidades y
necesidades. 2 Según la norma del evangelio, aunque esta comunión deba ejercerse especialmente en
las relaciones en que se encuentren, ya sea en las familias o en las iglesias, 3 debe extenderse, según
Dios dé la oportunidad, a toda la familia de la fe, es decir, a todos los que en todas partes invocan el
nombre del Señor Jesús. 4 Sin embargo, su comunión mutua como santos no quita ni infringe el de-
recho o la propiedad que cada hombre tiene sobre sus bienes y posesiones. 5
He. 10:24,25; 3:12,13; Hch. 11:29,30; 2 Co. 8,9; Gá. 2; Ro. 15; 1 Ti. 5:8,16; Ef. 6:4; 1 Co. 12:27;
Hch. 11:29,30; 2 Co. 8,9; Gá. 2; 6:10; Ro. 15; Hch. 5:4; Ef. 4:28; Ex. 20:15.
Como el lector puede observar, nuestra Confesión de Fe está claramente basada y justificada en La
Biblia, ella la palabra de Dios, infalible e inerrante y nuestra norma de fe y conducta. Reconocemos
la utilidad de dos recursos bíblicos como son la Confesión de Fe de Londres de 1689 y Fe y Mensaje
Bautista del año 2000.