Caricias Como Puñetazos
Caricias Como Puñetazos
Caricias Como Puñetazos
• SERGI BELBEL 5
El Autor
• MI EPÍLOGO
Agua para el sediento 33
• LAS CRITICAS
O la Recepción del puñetazo 35
1
2
NUEVAS DRAMATURGIAS ESPAÑOLAS
La Generación Bradomín en los 80
Como la mayoría de ellos han recibido un premio o un accésit del Premio Marqués
de Bradomín, para autores dramáticos menores de treinta años, creado por Jesús
Cracio y el Instituto de la Juventud, se les denomina a menudo como la Generación
Bradomín.
Según nos indica Wilfried Floeck en su trabajo sobre “El Teatro Actual en España y
Portugal en el contexto de la Modernidad”, “la experiencia cultural común de los
autores nombrados está marcada por la pérdida de confianza en: las utopías
políticas, las soluciones totalitarias de los problemas sociales, el reconocimiento
logocentrista de la realidad, la constitución de sentido coherente, así como en la
capacidad del idioma para lograr una reproducción objetiva de la realidad. Se
caracteriza además por una percepción que se inspira en una estructura elíptica y
fragmentaria, así como en la sucesión acelerada de imágenes y sonidos del cine, la
televisión, el videoclip y el cómic”.
3
A finales de los 80 esta decepción se apodera del ambiente y dibuja un mundo de
seres humanos desorientados, abandonados y solos, que incidirá de manera poderosa
Los textos teatrales no se entienden como “escritura literaria”, sino como textos en
los que la teatralidad está ya inscrita de antemano. Los autores de la “generación
Bradomín” proceden casi exclusivamente del medio teatral, tienen experiencia
como actores y o directores, y esto, evidentemente, impregna su producción textual.
Por otro lado, la reivindicación social de este teatro no tiene como objetivo los
cambios colectivos, la generación de los 80 comprendió que no son posibles los
cambios sociales y estructurales, sino se consigue cambiar a los individuos: “En
lugar de buscar la transformación del mundo, buscamos ahora la transformación
del individuo”, dice Luis Araújo (“Conversación con el teatro alternativo” 1993: 26)
4
SERGI BELBEL
El Autor
Además de escribir y dirigir sus obras ha montado obras de autores tan dispares
como Perec, Sanchis Sinistierra, Beckett, Benet i Jornet, Guimerà, Shakespeare,
Goldoni, Molière, Simon, Mamet, Calderón, Koltès o De Filippo. Escribe guiones en
colaboración con otros escritores, con Miguel Górriz Minin mal show. Traduce a
clásicos y contemporáneos: Fedra, de Racine, Máquina-Hamlet y Cuarteto de
Heiner Müller, Passos de Samuel Beckett, Combate de perros y negros y En la
soledad de los campos de algodón de Bernard-Marie Koltés. Ha trabajado como
guionista en distintas series de Televisión y ha colaborado en el guión
cinematográfico de dos de sus obras: Carícies (1997) y Morir (o no) (1999), ambas
dirigidas por Ventura Pons. Ha asumido la dirección escénica de la ópera Il Viaggio
a Reims, de Rossini (Barcelona, Gran Teatre del Liceu, 2003).
En este nuevo trabajo Belbel nos narra la crisis de los cuarenta de un respetado
arquitecto, que, tras un viaje a la Toscana, en el que confiesa: “no encontraré un
5
momento de felicidad como éste en toda mi vida”, cae en una profunda y occidental
depresión.
Por otro lado Sergi Belbel nos explica: “Quería ofrecer al espectador algo diferente.
Ya que con tanta oferta audiovisual le pedimos el esfuerzo de que salga de su casa,
se desplace hasta el teatro y pase un par de horas con nosotros, queremos darle
nuestra voz personal y que participe. Esto no significa que los actores van a
pasearse por el patio de butacas o que les hacemos subir al escenario; es una
participación mental, le ofrecemos un puzzle que él tiene que completar”. En esta
última frase Belbel resume su forma de entender el teatro y la relación con el
espectador. Un teatro en que la comunicación es la vocación, un teatro en que se
respeta al espectador y no se le adoctrina. En resumen un teatro profundamente
democrático, entendido como asamblea, como plaza pública, donde se produce la
comunicación, la reflexión y el debate entre ciudadanos iguales.
En la entrevista que le realizó José Ramón Sande, con motivo del estreno de La
Toscana en Madrid, Belbel cuenta que ya tiene preparado su próximo trabajo, una
adaptación de un texto narrativo del siglo XX sobre el que quiere guardar silencio.
“He entrado en una dinámica y sólo escribo cuando he estrenado mi obra anterior”.
Podemos vislumbrar, a través de sus palabras, una necesidad de romper la dinámica
de la forma de funcionar esta sociedad y en la nosotros mismos participamos.
Dinámica resultante de la prisa y la necesidad de abarcar y conseguir lo máximo
posible, y encaminada al éxito o la supervivencia dentro de la profesión. Belbel ha
cambiado, y confiesa: “La escritura es en cierto modo terapéutica para mí; y ahora
necesito retiro para escribir, ahuyentarme de todo y de todos”. (Madrid Teatro. 8 de
Mayo de 2008).
6
Belbel no ha cambiado en esencia desde sus inicios hasta ahora, pero si han
evolucionado sus necesidades y sus hábitos de creación. El resultado, os lo
recomiendo, comprobadlo en el teatro.
7
8
CARICIAS COMO PUÑETAZOS
O la falta de Caricias.
9
sucesivamente hasta el final, en el que personaje que dejamos atrás en la primera, el
Hombre Joven, aparece en el epílogo con la Mujer de la décima escena. De esta
manera se cierra el círculo, la ronda o una vuelta de la noria.
Las escenas son fragmentos de espacio y tiempo donde se hallan atrapados los
personajes a los cuales vemos y observamos como en una jaula, una jaula de esa
Noria o la idea de El Zoo de E. Albee. Una sociedad organizada en jaulas, que son
cárceles interiores, según las clases sociales y donde la comunicación no es posible y
la incomunicación y la soledad se convierten en bombas de relojería. En el Zoo de
hoy las jaulas son individuales y los personajes siguen solos. La visita al Zoo, está en
el aire de la pieza. Un Zoo con aire de Peew Schow. El espectador realmente es
introducido en una cabina oscura, previo pago, donde poder ver sin ser visto algo
que supone agradable. Pero este Peew Schow es engañoso, desde su título, Caricias.
En lugar de ellas asistimos a un steeptease sórdido, obsceno, brutal y descarnado del
que cada escena es una parte del espectáculo. Un steeptease donde se desnudan las
heridas y las vísceras.
10
al otro, condición indispensable para que la ansiada y desconocida
comunicación se produzca.
• La palabra como arma contra el otro, una palabra que escupe, abofetea,
golpea, araña, empuja, o apuñala. Palabra de una presencia brutalmente
física y táctil, usada como otra extremidad con capacidad para atacar o
defender.
Por otro lado el autor usa la palabra como material de creación artística y
significación como paleta de colores con los que plasma un cuadro fragmentado, de
alguna manera cubista, producto de un mundo que se a ensanchado en demasía y se
percibe como inabarcable y que solo vemos de forma fraccionaria. Sergi Belbel
fusiona en una suerte de hiper-expresionismo lo romántico, lo absurdo y lo político
en un teatro de catarsis, que se convierte en un teatro de reflexión.
11
experiencia y conocimientos vividos de cada uno y va rellenando los huecos
produciendo sentido y significación. No puede confiar en que el escritor le ofrezca
soluciones claras. El receptor convierte en coautor, partícipe inmediato de la
constitución del acto creación artística: “Creo que el espectador ha de ser un co-
creador, ha de participar en constitución de la obra”, tal y como lo expresa Juan
Mayorga (Gabriele 2000: 10). La idea es que en el espectador se produzca el
cambio producto de esta reflexión, que no es sino un proceso de conocimiento y
búsqueda de la verdad.
El fondo del cuadro es la noche como territorio incierto donde el tiempo y el espacio
se desdibujan. Es el marco elegido por el autor y este mismo nos explica el porque a
través de la Mujer Mayor de la segunda escena, cuando ella lee un texto a su hija
para intentar comunicarse. “La noche que alimenta los deseos, nos empuja al exceso,
los instantes se eternizan, el secreto inconfesable se revela brutalmente, las
máscaras se descubren y hasta el mínimo gesto puede romper con todo; se desatan
las pasiones y los miedos salen a flote… La noche es como un motor de silencios
elocuentes, donde lo oscuro es radiante y la nada no existe…” en la única referencia
literaria, literatura en el interior de un teatro nada literario. Un juego del interior de
lo que existe en el interior, de matrioskas, que Sergi Belbel utiliza a lo largo de la
obra y que nos desvela que el despliegue de la imágenes se produce en dos
direcciones, una se despliega por la superficie (coordenadas horizontales y
verticales) y otra hacia el interior (desde fuera hacia lo profundo atravesando las
diferentes capas) de la obra y de nosotros mismos.
En la obra ese tiempo nocturno esta entre antes de la cena y después de la cena de
cualquier noche, en cualquier año y cualquier lugar, aquí o a mil kilómetros,
referencia que aparece en la escena de la estación en boca de la Chica. Curiosamente
es aproximadamente la distancia de un extremo a otro de nuestro país y una forma
simbólica de abarcarlo y meterlo en su totalidad en el interior de la obra. En caricias
está representada toda una sociedad.
La obra está atravesada por una ironía trágica y grotesca, que no es más que una
mueca congelada por el acero incisivo y cruel de su descarnada brutalidad, en su
intención de enfrentarnos con nuestro propio espejo. Se repiten escenas cómico-
grotesco-macabras que conforman un acentuado contraste con la oscura y violenta
realidad de las obras y ayudan al espectador a soportarla. Las distintas formas de
comicidad tienen dos funciones: una como medio de distanciamiento de lo cotidiano,
que nos descentra y nos hace observar el centro de donde estábamos situados de una
manera nueva; y otra como descarga violenta con la intención de darnos una paliza
emocional que produzca la catarsis por medio de la compasión y el terror. Es
evidente que Aristóteles y Brecht y sus enseñanzas se entreven en la obra de Belbel.
12
máxima, lo referencial es mínimo, son objetos sin personalidad, de fabricación
industrial y uso mayoritario, que no desvelan diferencias entre seres humanos que no
son diferentes.
Otra cuestión son los objetos, también escasos, que utilizan los personajes. Un libro,
el anillo, la basura o comida-basura, tabaco y encendedor de oro, útiles de cocina, un
cuchillo, hojas de lechuga, gusanos y sal, espejo, dinero, algodón y agua oxigenada.
Todos ellos de gran carga simbólica y utilidad dramática y estructural. El anillo
como recuerdo del compromiso traicionado o el algodón suave y el agua oxigenada,
que no escuece, como Caricias simbólicas que desinfectan y curan, son ejemplos de
la carga significativa de los objetos presentes en la pieza.
La banda sonora de la obra es una especie de concierto de ruidos compuesto por los
sonidos articulados y no articulados que emiten los seres humanos, quejidos,
respiración, etc., los golpes de toda clase, ruidos de las actividades humanas como
rebuscar en la basura o cocinar, por la música dulzona y cursi de asilo de monjas,
como describe la Mujer Vieja del asilo y la evocación en nuestro interior de la
música ausente; y sobre todo por el sonido del silencio y el ruido interior de los
personajes. Este concierto de ruidos tiene también dos planos: el externo que
percibimos por el oído y el interno que produce la vibración interior por evocación
de lo ausente o invisible e inaudible a través de los sentidos.
Las curvas de inflexión de la obra, de la sociedad que retrata y los personajes que la
habitan tienen una misma idea estructural: Semeja la actividad de un volcán. En
esencia, la obra es un aparato geológico, que comunica temporal o permanentemente
el interior y la superficie. Es una estructura por la cual emergen el magma y los
gases del interior de los personajes. El ascenso ocurre generalmente en episodios de
actividad violenta denominados erupciones En la profundidad de las entrañas, el
magma se va acumulando y la presión aumenta sin parar, hasta que se hace tan
insoportable que este busca una salida. Las grietas en las rocas de la corteza
proporcionan una salida para la intensa presión, y tiene lugar la erupción. Vapor de
agua, humo, gases, cenizas, rocas y lava son lanzados a la atmósfera. Al final llega
una calma inesperada y dulce que muchas veces nos hace olvidar la posibilidad de
otra erupción. Pero no olvidemos que solo un volcán muerto o libre de presión no
entra en erupción. De la misma manera estos funcionan estos personajes agrietados,
desconchados y rotos que nos presenta Belbel y que conforman un puzzle completo
de piezas incomunicadas. Separadas y escindidas externa e internamente.
Los ríos de lava que surgen a través de la boca o los actos de los personajes parten
de volcanes individuales pero forman parte de un río subterráneo común del que
todos los seres humanos somos afluentes. Nuestro núcleo es el mismo y vibramos
por las mismas cosas, sufrimos los mismos dolores, extrañamos las mismas
ausencias y necesitamos las mismas Caricias.
13
Caricias en dos sentidos, como el título parece sugerirnos lleno de ironía. Las
caricias como lenguaje expresivo de la ternura que cose nuestros jirones, nos
reconforta y nos rodea con su tacto caliente devolviéndonos la seguridad perdida, la
paz por un momento. Caricias que convierten la noche, como nos dice Belbel,
también a través de la Mujer Mayor de la segunda escena: “por fin después de tanta
rutina supone parar el tiempo y penetrar en la calma.” “Un teatro que bosteza,
somnolencia aletargada…”. Eso es la noche, la noche deseada y ausente. La noche
que de existir quizás no haría falta el teatro. Da la sensación que un rumor que surge
del interior de este texto, o de mi interior, me susurra la idea de que el teatro, o por
lo menos el teatro comprometido, está presente y seguirá presente mientras existan
ausencias.
En otro sentido las Caricias no son precisamente las anteriores. El autor nos propina
una suerte de puñetazos-caricias con la intención de despertarnos, de rompernos el
escaparate en el que se ha convertido nuestra visión, mediatizada por imágenes que
no nos deja ver la realidad. Las Caricias de Belbel son una secuencia que comienza
por descentrar al espectador, como ya dije, y luego siguen como en un rosario, una
tras otra, haciendo añicos todas nuestras imágenes interpuestas y devolviéndonos la
visión, una visión pura y limpia preparada para ir en busca de la verdad. Es un
camino de reconocimiento.
Caricias es, por tanto, una mirada, una vuelta por la esfera de lo privado. Sergi
Belbel pone una lupa sobre las relaciones interpersonales, la búsqueda de identidad
y crisis psicológicas y emocionales de los personajes que habitan los diferentes
espacios jaula que el autor nos hace visitar. La soledad, el aislamiento, la frustración,
las guerras de sexos, de generaciones o lo temas sexuales tabú, se encuentran junto
con problemas sociales como la violencia, las drogas, la vejez, la enfermedad.
Ambos campos van irremisiblemente unidos, ya que los problemas privados
aparecen como expresión de deficiencias y carencias sociales. La soledad
existencial, la incapacidad de comunicación, la ignorancia y la marginalidad social
se interrelacionan con frecuencia. La violencia domina el día a día de la gran ciudad.
La violencia es el tema central de la obra, pero una violencia que ya no proviene
tanto de la represión política o social, sino más bien de explosiones privadas e
interpersonales. Una violencia ejercida por personajes rotos que buscan con ansiedad
diferentes formas de escape. Personajes que explosionan o implosionan. La
violencia y la agresividad latente los lleva desde las palabras a las manos. Desde los
insultos y reproches a los escupitajos, los puñetazos y patadas. Y de estos a la idea
del asesinato y el suicidio como salida del pozo de mierda donde están metidos.
Sergi Belbel, con esta pieza, nos asesta un certero puñetazo sin contemplaciones. En
la comodidad de nuestra butaca nos preparamos a pasar un buen rato como
14
espectadores, a eso vamos hoy al teatro, ¿no?, pero nada más lejos de su intención
que entretenernos simplemente.
Este puñetazo inicial pretende romper las defensas del espectador y desestabilizarlo.
Busca y provoca un estado emocional, intenso y doloroso, como aliado de su
discurso. Su deseo es que el espectador recorra a través de la obra con él mirando
desde las tripas. Acaba de comenzar el viaje, quedan muchas paradas y el objetivo es
ver más allá de lo superficial, de los prejuicios y de lo razonable. “No se ve bien sino
con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos.” Saint-Exupéry
15
16
UNA VISITA A LAS JAULAS DE LA NORIA
O la Ronda
Escena I
“¿Te das cuenta?”
Asombrado él quiere saber que tienen que decirse, que se le escapa. Ella no tiene
respuesta e intenta zafarse, “Pues no sé, ahora no caigo”. Un conato de
enfrentamiento se produce, la violencia está latente, pero no estalla y se resuelve
aparentemente con el silencio, si no me escuchas me callo, parece la opción del
Hombre Joven. Un silencio insoportable para ella, un silencio que enciende la
pólvora. La Mujer joven revienta y las palabras surgen de su boca como una
vomitona de puñetazos sin control, en un intento desesperado por alejarse y aniquilar
la cuestión. Echa balones fuera, culpándole a él, a su madre, que es como él, a
pensamientos suyos que desconoce y le oculta, y rellena el vacío y el silencio de los
que huye con un discurso frenético y agresivo que parece no tendrá fin. No está
dispuesta a admitir la realidad de la situación, una realidad conocida y repetida ante
la que no piensa rendirse.
17
la incapacidad de contener toda la rabia y la agresividad que genera en su interior la
frustración.
Los personajes tras un nuevo silencio tenso vuelven a la aparente calma de los actos
cotidianos. Las necesidades primarias, como cenar, sustituyen momentáneamente el
hambre del alma por el hambre del cuerpo.
El primer puñetazo de ella nos sorprende, es una erupción repentina, tiene algo que
decirle. Tras cada puñetazo, golpe o patada de ella, él intenta farfullar algo, los
golpes y el dolor se lo dificultan, y ella le va diciendo todo lo que tiene que decirle:
“No hay aceite”, “…vas y le pides a la vecina que te lo llene…”, etc... Al final ella
se ha salido con la suya, “¿Quieres decirme algo?” le pregunta, a lo que él asiente
“Mmm… ss…sí.” Y ella sentencia: “¿Ves como todavía tienes algo que decirme?”.
Escena II
“Presta atención”
18
silencio y calma, y la realidad atroz de la noche, que arranca las máscaras diurnas, y
saca de su escondite diurno las angustias, los miedos y los deseos. Estos son los
protagonistas en el territorio de las sombras, y las furias se encargan de remover las
vísceras en la cocina del infierno.
19
Sus intentos de alejamiento son vanos. La sospecha del asesinato posible e
inminente sobrevuela la escena tensándola al máximo. “Este es un lugar ideal. Es un
parque tan tranquilo. Tan solitario, mamá. Tan solitario”, La idea ha aparecido
repentina y silenciosamente, como una revelación. ¿La llevará a cabo? La duda
siembra de tensión la escena. El terror se instala ante la posibilidad del crimen como
salida del callejón.
Escena III
“Intentémoslo”
En el salón de un asilo un sofá y dos mujeres: una Mujer Vieja y la Mujer Mayor,
que ya está en el asilo. Dos generaciones y dos mundos con dos bandas sonoras: El
Tango y el Rock and Roll.
Las mujeres se presentan y se nos presentan a través de su música. Una música que
las devuelve a su pasado, un pasado añorado y terrible que es lo único que poseen.
Son dos mujeres unidas en el presente en un lugar de nadie, donde recalan muchos
al final del viaje, el asilo, lugar donde se recoge a los desamparados. Un espacio
donde se espera a la muerte, donde la vida ha sido exiliada y el recuerdo de lo vivido
asoma continuamente como modo de subsistencia.
20
mundo de mujeres reprimidas que se sometían. Pero ella no se sometió. Solo hubo
un hombre en su vida, al que plantó por meter las manos en su sexo. Le repugnaba el
contacto con los hombres. Le gustaba el tango pero odiaba a los hombres y prefirió
quedarse sola.
El Tango es fusión urbana, una forma de baile donde el deseo sexual, sublimado en
sensualidad, y la tristeza o melancolía, derivada de un estado permanente de
insatisfacción, son los componentes centrales.
Tras los monólogos rodeados de silencios surge un diálogo extraño, la Mujer mayor
repara y parece reconocer a la Mujer Vieja, “no sabía que estabas aquí”, la Mujer
Mayor la tranquiliza diciéndole que no tenga miedo, que se acostumbrará al sitio.
Pero la conversación es absurda, llena de huecos y con una acción sorprendente y sin
explicación aparente: un largo beso en la boca. En ese momento, de entrega y
sensualidad, comienza a sonar una música de fondo, “dulce y cursilona”, nos dice el
autor en la acotación, que las incita a recuperar el baile. El baile era la forma de
comunicase, de decir sí o no. Esta vez es sí o necesitan decir si.
El caso es que su baile les da energías renovadas, las incita a la lucha, y se atreven a
protestar y a pedir su música. La unión les da fuerzas y la comunicación se establece
por un momento, diseñan los métodos de presión para conseguir que las monjas del
asilo les pongan su música, para así poder sentir ese lugar como suyo. La idea de
construir algo para ellas y su futuro choca con la realidad próxima: la muerte. Han
pensado en hacer huelga de hambre y caen en la cuenta de que igual las dejan morir,
además la Mujer Vieja es consciente que la muerte está cerca.
La conversación se vuelve otra vez absurda, ¿con quién habla la Mujer Mayor? La
Mujer Vieja no entiende, no se acuerda de ella, se han desconectado. La soledad y el
vacío se instalan de nuevo en la escena, estamos otra vez al principio de otra manera
y de la misma a un tiempo. Las lágrimas son lo diferente o no.
La vida es una conexión entre dos desconexiones, un instante, una ilusión, un dolor
y alguna Caricia
21
Escena IV
“Perdóname”.
La Mujer Vieja ha salido del asilo para ir a buscarle, lleva cinco horas dando vueltas
por calles desconocidas para ella y tiene poco tiempo, ha de volver al asilo. Hace
tiempo que sabe que está en la calle, pero no se ha decidido a verle hasta hoy y no
parece segura del motivo que le ha llevado hasta ahí. Se le acerca y es recibida con
un insulto.
El intenta echarla, solo quiere comer y que le dejen en paz. El insulto, la agresión se
han vuelto sus armas de defensa. Defensa de su territorio y su comida, es un hombre
remedo triste de animal callejero. Por un momento parece que la reconoce, pero solo
es una ilusión. El viejo vive en su mundo de delirios, donde sus miedos, dolores y
rebeldías se trastocan en visiones. Su única conexión con la realidad es el hambre y
la sed, la necesidad de protegerse del frío y el miedo, los instintos primarios. Saca
del container una bolsa y de la bolsa una lata de sardinas, se come media sardina y
luego le tira el resto a la cara de la Mujer vieja.
Ella sigue intentando hablar con él. No tiene tiempo. El está loco y eso le hace
fuerte, pero ella está enferma y es mayor que él. El recuerdo de la infancia perdida y
feliz se apodera de ella. La complicidad perdida hace más terrible la imposibilidad
de hoy. Su única conexión es una traición. La traición que lo destruyo todo y
construyó un muro entre ellos. Un muro de dolor, odio, culpa, rabia…
22
Cuando se despide de él una frase lapidaría y una carcajada siniestra salen de la boca
del Hombre Viejo: “Puta vestida de vieja. Se está muriendo”. Un momento de
lucidez, una definición y un vaticinio.
Escena V
“¿Quieres que te lo cuente?”
23
muerto en un accidente de moto y el lo ha visto. Su madre lo compara con él, ha
idealizado su recuerdo y le ve como un ángel. El Niño lleva tres meses sufriendo la
tortura, tres meses de dolor, de furia, tres meses desde que descubrió que Dios no
existe. Todos le han mentido.
El silencio elocuente, el dolor que corroe, presiona y mueve las entrañas del niño se
percibe, se acerca. “Todavía se ve la mancha roja y negra del cerebro
espachurrado”. Un imagen, un recuerdo, reaviva el fuego y la furia.
Le roba lo único que conserva de su pasado, que lo une a él y a la vida real. Que
Ironía nuevamente. La cascada de preguntas está servida nuevamente.
Escena VI
“Todo llegará”
Están desnudos y el Niño está metido en la bañera y admira al padre. Desea que su
padre se bañe con él, como hacían antes. Observa los genitales del Hombre y se
compara, está creciendo y quisiera ser como su padre. Pero duda de la posibilidad, la
del no será tan grande.
Mira con atención al Hombre pero le sorprende que el Hombre le mire tanto a él y
no quiera meterse en la bañera, algo está pasando y el no lo entiende. Una pregunta,
un hueco, no hay respuesta. Busca acercarse y compartir con él. El Niño le invita a
bañarse y la respuesta a la invitación es “No”. Cada uno tiene la cabeza en una cosa
y se producen equívocos en la conversación.
24
Al final la conversación se deriva hacia el tema de las mujeres y el sexo, la madre y
las otras. Intenta una conversación de adultos, que le trate como igual y se sincere.
No lo consigue, el es sincero, se está abriendo, quiere que le conozca y conocerle. La
respuesta del padre es un portazo: “Anda, va, cállate ya”. Le trata como a un niño,
así le quiere ver. El Niño le devuelve el portazo: “Anda, va, cállate ya”. Pero el
padre no le escucha y sigue en su mundo.
El padre lleva el timón, le intriga con una sorpresa, y el Niño le sigue en su juego, él
si se abre a su mundo, le conoce y adivina el acertijo que le propone. Ha comprado
“Un coche nuevo”, un secreto compartido, una sorpresa, su madre no lo sabe y el es
feliz.
Intenta de nuevo que su padre comparta su mundo, su gusto por el agua, y lo que
consigue es que vuelva a tratarle como a un crío y le regañe. Se enfada pero sigue
insistiendo, el padre no le entiende, no sabe que le pasa. Ente la insistencia y el
fastidió del niño accede a bañarse con él.
Compartiendo de nuevo el agua, la bañera y los coches. El Niño vuelve al tema del
sexo, esto le excita, el juego vuelve a empezar y la conversación se repite. El niño
disfruta con naturalidad y al padre le incomoda esa naturalidad, esa cercanía, está
pero no está. De pronto el placer entra en erupción y la competición termina en
victoria. Se le ha puesto tiesa, ahora la suya es más grande.
Escena VII
“Todavía estás a tiempo”
25
Forman parte de un triángulo amorosa, nada nuevo, con el esquema típico: La mujer
no sabe nada, la chica cree que la ama a ella y el juega a dos bandas sin ninguna
intención de romper su matrimonio. Es cuidadoso y normalmente sabe esconder su
traición. Un descuido, una tontería, un olvido y entonces todo sale a la luz. El
conflicto está servido y revienta.
Ella con calma inusitada le responde: “Había soñado esto hace un par de días”. Ya
no le escucha, quiere que ella se vaya, se le hace tarde, pero ahora le toca a ella. No
se irá sin devolverle toda su mierda multiplicada. Su monólogo no necesita tantas
palabras. El solo sabe hablar de su coño. Ella conoce su vida al completo y los
dardos son más fríos, más afilados y más certeros. Le recuerda que él y solo él es el
culpable de todas sus desgracias y las de su familia. Desde la histeria de su mujer al
desequilibrio de su hijo pequeño y su principio de impotencia. Y no tiene piedad al
poner la puntilla: “Y sobre todo: la muerte de tu hijo mayor”.
26
Escena VIII
“Estás solo”.
El es un hombre que ha conquistado ese territorio, que disfruta. Ella es una mujer
que se ha alejado de ese mismo territorio, que no le interesa lo más mínimo. La
Chica lanza sus puyazos desde el inicio de la conversación, las provocaciones sutiles
y malintencionadas son constantes, aprovecha cualquier nimio detalle: sus
pantalones juveniles, el que le pida que le pase un cuchillo o la sal, etc.
27
extraño de apariencias donde la madre ausente es un objeto arrojadizo que se lanzan
como una bola de pinchos uno a otro.
Ella la recuerda, trae a este espacio su ausencia, y la interpone entre los dos. El
intenta destruir el recuerdo como puede, no la quiere aquí, todo lo ensucia. Le
gustaría hacerla desaparecer pero no puede. Cada vez está más presente en su hija.
Su hija que ya no mira, ahora “mira, habla y critica”, le critica.
Escena IX
“Quiero verlo todo”.
28
La relación es de servidumbre, de sometimiento elegido, el sexo es la unión y el
motor. El sexo desatado, crudo y directo, sin preámbulos, sin caricias. Tiene
cincuenta años y quiere que se la chupen, no le importa nada más que su placer.
Escena X
“Escúchame”.
La mujer y el Chico han acabado de cenar, son madre e hijo. El hijo ha venido como
muchas otras veces, cena, le pide que le haga un café y su madre comienza un eterno
monólogo. En el resume sus quejas, se desahoga de su vida miserable: el piso sin
ascensor, los precios que no paran de subir, su falta de agilidad, el teléfono que
suena y al que se abalanza con ansiedad con la esperanza de tener una alegría para el
resto de sus días.
El Hijo está pero no la escucha. Todo parece formar parte de una puesta en escena
repetida, con un guión repetido que él También sigue a la perfección. Y siguiéndolo
se levanta de la silla y anuncia: “Voy a mear”.
Parece una señal. Ella vuelve a su frenético monólogo. La llamada no era lo que
esperaba, se trataba de una proposición horrible de una vieja, amiga de su hermana,
que quería convencerla de hacer un viaje con “gente como nosotros”, le dijo. El
29
relato sigue. Se hizo la despistada y le contó lo bien que estaba y lo feliz que era.
Colgó el teléfono, no quiere escuchar. Fue a mirarse en el espejo, largo rato, y
decidió que no se volvería a mirar en otros diez años.
Mientras salían por su boca los fuegos artificiales, necesarios para producir el ruido
que apaga el sonido interior, se acerca a sustraer dinero de la cartera de su hijo. La
que este había dejado en la cazadora, colgada en la silla, a la mano de su madre.
Saca un billete y se lo mete en el escote. Esta vez quizás ha tardado más de la cuenta
o su hijo ha salido antes de tiempo, el caso es que el la ve. La visión de su madre
hurtándole el dinero a escondidas le golpea. Ella se siente descubierta e inicia un
ataque de defensa.
Todo se ha estropeado y el tiene la culpa, hay cosas que no se deben ver. Ella entra
en un bucle y le tira todas las piedras que tiene a mano, el ruido se hace
ensordecedor. Le compara con toda su familia y le enumera las cualidades que no
posee. Una pedrada tras otra, contra su casa, contra su ausencia de novias, a diestro y
siniestro. Se me antoja una especie de lapidación que el va encajando hasta que no
puede más.
El incrusta en medio de todo esto la pregunta: “Cuanto quieres”. Pero ella sigue,
está sorda y ciega y no sabe como salir del atolladero. “¡Huy la pastilla!”, dice de
repente. Ha encontrado una tabla de salvación y se dispone a irse. El hijo toma la
iniciativa y el mando de la situación, la frena y la obliga a escucharle.
Le da nueve, los dos saben donde está el otro billete, pero eso se acabó, no existe ya.
Todo parece terminar y su conversación se vuelve cotidiana, la despedida repetida,
¿o no? Quizás algo ha cambiado, quizás haya un punto de inflexión. Ella le pide lo
que necesita y el se lo da. El se pregunta quién le entiende y ella le contesta: “Yo,
hijo, yo”.
Un silencio que escucha se abre paso. Espera. Y se oye una despedida sin Caricias y
la certeza de que mañana todo volverá a empezar de nuevo.
30
Chico: “Adiós.”
Mujer: “Te llamaré mañana.”
Chico: “Si estoy follando, no lo cogeré”.
Epílogo
“Si pudiera hacerme un favor…”
Suena el timbre de la puerta y la Mujer se acerca desconfiada, mira quién es. Sonríe
y abre.
“¿Se ha caído por las escaleras, verdad que sí?”. Mala suerte, no ocurre nada, ella
le curará. No quiere escuchar palabras y no le pone en el trance de explicarse con
palabras. No es necesario para el que escucha de verdad, cuando miramos a los ojos
y escuchamos nuestro interior y el de los demás.
La Mujer lentamente le limpia las heridas en silencio y el se deja curar. Las Caricias
surgen solas, con naturalidad y ternura. Las miradas se encuentran y no hay miedo.
El calor despierta los sentidos y la vida y la luz se abren paso.
Esta vez no hay silencio, las miradas y las caricias hablan. Quizás esto solo sea
posible cuando no esperas nada, cuando no pides nada, cuando no exiges nada.
Quizás solo sea posible cuando sales de la cárcel. Pero ¿Cuál es la cárcel? La de
todos y la de cada uno. Quizás la cárcel seamos nosotros cuando ciegos y sordos
solo escuchamos nuestros ruidos. Cuando nos incomunicamos dentro de nuestro
ombligo.
31
32
MI EPÍLOGO
Agua para el sediento
Quizás el truco de dar y recibir no sea tan difícil. Si estamos atentos y somos
capaces de ver las heridas de los demás, olvidar las nuestras y generosamente
dedicarnos a curarlas.
Todos los seres humanos tienen sed y las Caricias son el agua necesaria. Sin agua un
ser humano se puede morir en cuatro días, la pregunta es ¿Cuánto tardamos en
morirnos sin Caricias?
¿Cómo es posible que seamos tan torpes los humanos que se nos olvide algo así?
¿Qué no sepamos darlas o recibirlas? ¿Qué no seamos conscientes de que significan
la vida? Con lo sencillo que es o parece.
33
34
LAS CRÍTICAS
O la Recepción
Personalmente no añadiré nada. Creo que es el lector o espectador quién debe tomar
sus decisiones. Mi visión de la obra está expresada anteriormente. Creo que el
espectador debe ver y leer todo y a todos y después hacer su propia reflexión e idea
de las cosas. Las conclusiones son patrimonio de cada uno y sus circunstancias y lo
que debe ser plural y apasionado es el debate posterior. Este si es posible alrededor
de la mesa de un café y con un buen vino para acompañarlo.
35
36