Parkinson

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Parkinson
La “parálisis agitante” o más comúnmente llamada enfermedad de Parkinson (EP), fue descrita
por primera vez, por el doctor inglés James Parkinson en el año 1817. Es una enfermedad
neurodegenerativa, de progreso lento e invalidante tanto física, cognitiva y socialmente. Se
estima afecta al 1% de la población mayor de 50 años, siendo la media de edad de comienzo
entre los 60 y 65 años.

El “Síndrome Parkinsoniano” es el grupo de alteraciones en que se desarrollan los síntomas y


signos característicos de la EP, pero en forma secundaria a otra enfermedad neurológica, como
por ejemplo en parkinson de origen vascular o en la enfermedad de Alzehimer. Así, mientras
que la Enfermedad de Parkinson es un trastorno degenerativo primario que se produce en la
segunda mitad de la vida y sigue un curso progresivo, el síndrome parkinsoniano tiene una
historia natural que depende de su causa.

En la actualidad no se conoce ni su etiología, ni un tratamiento para curar la EP; aunque se


barajan posibles factores del origen de esta enfermedad y un tratamiento para paliar las
disfunciones que se presentan en las diferentes etapas de este síndrome.

En la fisiopatología de la EP podemos encontrar un déficit de las neuronas productoras de


dopamina, un neurotransmisor esencial para el control de la coordinación del movimiento y la
postura. Para que la EP se manifieste clínicamente en el paciente se precisa de la pérdida del
80% de estas neuronas.

La discapacidad está presente en todos los estadios de la enfermedad, afectándose la calidad de


vida del paciente. Aún en etapas tempranas de la evolución puede producirse discapacidad
importante, generando dependencia para higiene, vestido, alimentación y otras actividades de la
vida diaria. Habitualmente, la severidad de la discapacidad aumenta con la duración de la
enfermedad. La enfermedad de Parkinson tiene impacto principalmente en la movilidad de los
pacientes. Éstos generalmente tienen trastornos de la marcha, dificultad en la integración de los
movimientos y episodios de parálisis. Todos estos factores provocan un aumento en la
incidencia de caídas, con el riesgo concomitante de fracturas: en un estudio se observó que un
27% de los pacientes con enfermedad de Parkinson habían tenido una fractura de cadera dentro
de los 10 años del diagnóstico.

Para saber en qué estadío de la enfermedad se encuentra el paciente de forma rápida y objetiva,
atendemos esta clasificación:

I. Inicio proceso: triada parkinsoniana: hipertonía, aquinesia y temblor. (3 años de evolución)


II. Trastornos posturales. Cifosis marcada, actitud en flexión. (6 años de evolución)
III. Trastornos de equilibrio y afectación reflejos posturales y enderezamiento. (7 años de
evolución.
IV. Incapacidad A.V.D. “Fenómeno on-off”. Están muy activos y luego cambian a un estado
pasivo en silla o en cama. (9 años de evolución)
V. Confinamiento silla o en cama. (14 años de evolución)
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Se ha sugerido que la fisioterapia puede mejorar la discapacidad de los


pacientes con enfermedad de Parkinson, actuando como coadyuvante de la
terapia farmacológica (Hildick-Smith 1987). El objetivo de la fisioterapia en
esta enfermedad es mejorar al máximo posible la capacidad funcional y
disminuir las complicaciones secundarias, a través de una rehabilitación del
movimiento en el contexto de un programa de educación y apoyo para el
paciente. La fisioterapia para la enfermedad de Parkinson comprende
diversas técnicas de tratamiento, fundamentalmente ejercicios activos y
reeducación de la movilidad.

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