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Título: Responsabilidad del deudor frente a terceros damnificados por el incumplimiento contractual. Estado de
la cuestión en Francia y en la Argentina
Autor: Picasso, Sebastián
Publicado en: RCCyC 2020 (octubre), 05/10/2020, 73 - RCyS2020-XI, 3
Cita: TR LALEY AR/DOC/2918/2020
Sumario: I. Introducción.— II. El debate en Francia.— III. La cuestión en la Argentina.
(*)

I. Introducción
Un reciente pronunciamiento de la más alta autoridad jurisdiccional francesa (1) nos ha movido a volver
sobre un tema que ya analizamos en otras oportunidades (2), consistente en la naturaleza y los alcances de la
responsabilidad del deudor contractual cuando el incumplimiento de las obligaciones a su cargo causa daños a
terceros ajenos al convenio.
Los casos abarcados en esa categoría son muy heterogéneos: reclamo de los damnificados indirectos por la
muerte del paciente por mala praxis médica, o por el accidente de tránsito del que resulta la muerte o las
lesiones de un pasajero; incumplimiento de un contrato de compraventa inmobiliaria que impide la posterior
reventa, o locación del inmueble ya comprometida por el acreedor frente a otra persona; incumplimiento de un
contrato de mantenimiento de un ascensor que causa que un tercero sufra daños al viajar en él; demanda de
quien perdió la chance de acceder a un puesto en una empresa debido a un informe médico preocupacional
erróneo (3), etcétera.
La cuestión tiene, evidentemente, una relación muy estrecha con el principio del efecto relativo de los
contratos y las obligaciones, según el cual ellos solo producen efecto entre las partes, y son inoponibles a los
terceros (arts. 730, 731, 1021, 1022 y concs., Código Civil y Comercial —en adelante, "Cód. Civ. y Com."—).
Sin embargo, esto no quiere decir que los terceros pueden desconocer si más el vínculo obligatorio. Como bien
lo señalan Mosset Iturraspe y Piedecasas: "la doctrina más reciente distingue esta eficacia directa de la 'eficacia
refleja' o eficacia frente a terceros, la relevancia externa del contrato como presupuesto de posiciones jurídicas,
y alude, asimismo, a la 'oponibilidad' del contrato, frente a todos, erga omnes, en cuanto a la comunidad o
sociedad civil no puede desconocerlo" (4). En otras palabras, el contrato, o —más genéricamente— las
obligaciones, generan una situación que debe ser respetada por los terceros. Afirman al respecto Alterini, Ameal
y López Cabana: "el crédito es un bien inmaterial (...) que pertenece al titular, y, como tal, es inviolable. Por lo
cual, el tercero en ningún modo está investido de la facultad de lesionar la situación jurídica creditoria resultante
del contrato celebrado entre las partes" (5).
De modo que el hecho de que los derechos creditorios únicamente tienen efectos entre las partes significa
que solo el deudor está obligado a cumplir con el plan de conducta comprometido, y únicamente el acreedor
puede exigirle tal ejecución. Pero el crédito en sí mismo es un bien que los terceros deben respetar (6), y si
llegasen a lesionarlo —p. ej., mediante el daño a la integridad física del deudor, que le impide cumplir una
obligación intuitu personae—, pueden incurrir en responsabilidad (7). Ahora bien, si los terceros deben
necesariamente respetar el derecho de crédito, también se abre la pregunta inversa: ¿qué sucede cuando el
incumplimiento de esa clase de derechos produce perjuicios para los terceros?
En puridad, el ordenamiento jurídico ha conferido desde tiempos inmemoriales ciertas acciones a favor de
los terceros para el caso de que mediante un contrato se lesionen sus derechos (como en el caso de las acciones
pauliana y de simulación). Pero en el derecho contemporáneo se asiste a una suerte de debilitamiento del
principio del efecto relativo de los derechos personales, que permite que los terceros puedan —en ciertos
casos— deducir acciones propiamente contractuales contra un deudor que, sin embargo, no se ha obligado
directamente frente a ellos (8). Así, la ley permite a ciertos terceros deducir una acción directa contra el deudor
(9); en el mismo sentido, la garantía de saneamiento en los contratos onerosos puede hacerse valer contra todos
los antecesores en el derecho, aun cuando no hayan contratado con el acreedor (art. 1033, inc. c], Cód. Civ. y
Com.). A eso se suma el fenómeno de la conexidad contractual, en cuya virtud ciertas vicisitudes acaecidas en
el ámbito de un contrato pueden producir efectos en otro u otros (10). Esto ha llevado a algunos autores a afirmar
—en una formulación que consideramos excesiva— que el principio del efecto relativo de los contratos se
construyó históricamente sobre una lógica aparente (11).
En ese marco, no es de extrañar la polémica que se ha suscitado en el derecho francés —desde hace ya más
de dos décadas— acerca de si, frente a la sola constatación de que la inejecución de un contrato le ha
ocasionado daños, cualquier tercero respecto de ese convenio podría reclamar una reparación al deudor; y en su
caso, cuál sería la naturaleza (contractual o extracontractual) de esa eventual responsabilidad.

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Examinaremos, entonces, en primer lugar, el origen y la evolución de esa controversia en Francia, para pasar
a analizar luego el estado de la cuestión en el derecho argentino.
II. El debate en Francia
La postura tradicional de la jurisprudencia francesa respecto de la responsabilidad del deudor por los daños
causados a terceros ajenos al contrato pasaba por sostener que el mero incumplimiento no es suficiente para
obtener el progreso de la acción. Era necesario, por el contrario, que el tercero demostrase "una culpa delictual
concebida en sí misma independientemente de todo punto de vista contractual" (12); es decir, había que probar
que el incumplimiento constituía al mismo tiempo la violación de una regla de alcance general, que
desencadenaría la responsabilidad de su autor aun si el contrato no hubiera existido (13). Bénabent proporciona
el ejemplo del empresario de obra que construye mal un inmueble y, de ese modo, no solo falta a sus deberes
hacia su cliente sino también a un deber general de no crear un riesgo hacia terceros. En cambio —señala el
mismo autor—, el trabajador que entra en concurrencia con su empleador solo comete una culpa contractual
respecto de este, y no respecto de otros competidores, pues frente a estos últimos rige el principio de libre
competencia (14).
Por aplicación de este criterio, la jurisprudencia gala consideró en múltiples oportunidades que el agente
inmobiliario que falta a su deber de información no solo comete una culpa contractual hacia su cliente, sino
también una culpa extracontractual respecto de la otra parte que interviene en la negociación (15). En cambio, se
rechazó la demanda entablada por el adquirente de un vehículo contra el mecánico que, en virtud de un contrato
celebrado con el enajenante, había procedido a cambiar el motor del automóvil, pero había omitido informar a
su cliente acerca del riesgo de mal funcionamiento del rodado luego de esa reparación. Es que la obligación de
información del mecánico lo ligaba solo a su cliente, y no constituía un deber general cuyo cumplimiento
pudiera serle reclamado por cualquier tercero. En consecuencia, no se configuraba en la especie una "culpa
separable" del incumplimiento contractual en sí mismo (16).
Sin embargo, a partir de la década de 1990 el máximo tribunal galo emprendió un camino distinto, y
ciertamente perturbador. El primer quiebre en el esquema tradicional provino de la Primera Sala Civil de la
Corte de Casación (17), que llegó a declarar que "los terceros respecto de un contrato pueden invocar su
ejecución defectuosa cuando ella les causa un daño, sin tener que aportar otras pruebas" (18).
Para dar un ejemplo particularmente significativo de esta nueva corriente jurisprudencial, puede citarse un
precedente del 15 de diciembre de 1998 (19). El locatario de un inmueble había celebrado un contrato de obra, en
el cual se había insertado una cláusula por la que el empresario tomaba a su cargo la reparación de todo daño
que sobreviniera en el bien durante los trabajos, cualquiera fuese su causa. Habiéndose producido un incendio
en el inmueble (cuya causa no pudo ser demostrada), la aseguradora de su propietario (no del locatario
contratante), que había indemnizado a su cliente en los términos del contrato de seguro celebrado con él,
demandó al empresario de obra con fundamento en que este había asumido —precisamente— el riesgo de
incendio. Es claro que, de conformidad con la doctrina tradicional de la Corte de Casación, la estipulación en
cuestión no podría haber sido invocada por la compañía de seguros, pues se trataba de una obligación puramente
contractual, y no de un deber de alcance general. Al admitir la pretensión, conformándose con la simple
violación contractual, la corte no solo hizo responder al demandado por un daño cuya causa era desconocida (lo
que habría impedido cualquier reclamo por la vía extracontractual en caso de que el contrato no hubiera
existido) sino que, por añadidura, hizo valer contra él —y a favor del tercero— el incumplimiento de una
obligación de resultado (se trataba prácticamente de una obligación de garantía, en tanto se asumía el caso
fortuito), cuando, de conformidad con las reglas que rigen la responsabilidad aquiliana, habría sido necesario
probar la culpa del demandado en los términos del art. 1382 del Cód. Civil francés (20) (similar al art. 1749
—segundo supuesto— del Cód. Civ. y Com.).
El nuevo criterio así construido fue también adoptado por la segunda y la tercera, salas civiles de la Corte de
Casación (21). Finalmente, la Asamblea Plenaria —máxima formación de la corte— decidió la cuestión en el
mismo sentido, al declarar: "el tercero respecto de un contrato puede invocar, sobre el fundamento de la
responsabilidad delictual, un incumplimiento contractual cuando ese incumplimiento le haya causado un daño"
(22). Con estas palabras, el tribunal confirmaba la sentencia que había declarado la responsabilidad del locador
de un inmueble frente al tercero administrador del fondo de comercio en él instalado por el locatario, con
fundamento en el incumplimiento de su obligación de mantener el bien en buen estado. Como se echa de ver, se
trataba una vez más de una obligación típicamente contractual, que solo vinculaba al locador con el locatario, y
que en ningún caso podría haber sido hecha valer por el tercero si, por vía de hipótesis, el contrato no hubiera
existido.
Esta verdadera revolución jurisprudencial recibió la entusiasta aprobación de un sector de la doctrina

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francesa. En ese sentido, dice Viney: "desde que un incumplimiento contractual es la causa directa de un daño
sufrido por un tercero, los elementos de la responsabilidad se encuentran reunidos, pues el incumplimiento
contractual es en sí un hecho ilícito. Admitir la responsabilidad, no tiene, por ende, en ese caso, nada de
chocante en derecho ni en equidad" (23). Añade esta autora que la distinción entre obligaciones estrictamente
contractuales y deberes de alcance general incorporados a un contrato —que fundaba la solución tradicional—
no tiene nada de evidente, y que el solo hecho de que el tercero esté en condiciones de demostrar que ha sufrido
un daño ligado directamente al incumplimiento contractual es suficiente para establecer que el respeto de la
obligación incumplida presentaba un interés para él.
Sin embargo, lo que a los ojos de la citada jurista parece mucho más discutible es someter esa
responsabilidad al régimen delictual. Merced a ese criterio, el tercero puede prevalerse del incumplimiento, pero
sorteando al mismo tiempo las previsiones de las partes que regulaban las consecuencias de esa inejecución. De
ese modo, no se aplicarán al tercero determinados plazos de prescripción cortos que favorecían al deudor, ni las
cláusulas atributivas de competencia, las cláusulas penales pactadas entre las partes, o las que excluyen o
limitan la responsabilidad (de hecho, en el caso fallado por la Asamblea Plenaria, el contrato contenía una
cláusula de ese tipo, que el deudor se vio impedido de hacer valer contra el tercero). Tampoco se aplicará
respecto del tercero el art. 1150 (actualmente 1231-3) del Code Civil, que limita la reparación a los daños
previsibles. Finalmente, el criterio adoptado por la Corte de Casación podría llevar a sustituir la responsabilidad
por culpa fundada en el incumplimiento de una obligación de medios por un régimen objetivo, en la medida en
que en la infracción contractual hayan intervenido cosas. Por todo eso, entiende Viney que la acción del tercero
debería fundarse también en el régimen contractual (24). De hecho, esa solución fue propuesta —bajo la
influencia de la recién mencionada jurista— por el anteproyecto francés de reformas al derecho de las
obligaciones denominado "Proyecto Catala" (25).
Empero, la doctrina francesa mayoritaria criticó en duros términos la solución adoptada por la Corte de
Casación. Así, dice Faure Abbad que la violación de un contrato no puede, en sí misma, causar daños a terceros,
al menos cuando estos no tienen ningún interés en su cumplimiento. Si los terceros resultan ser víctimas, eso
solo puede ser así porque el deudor ha violado, adicionalmente, un deber general de prudencia y diligencia erga
omnes. Solo adoptando esta postura se resguardaría el principio del efecto relativo de los contratos, pues
mientras que la acción por responsabilidad delictual tiende a hacer condenar al deudor como autor de una culpa
extracontractual dañosa, la atinente a la responsabilidad contractual persigue la ejecución por equivalente de la
prestación insatisfecha (26).
En el mismo sentido afirma Denis Mazeaud que, cuando el tercero invoca en sustento de su demanda el
incumplimiento de una obligación que se limita al círculo estrecho de las partes contratantes, admitir que esa
inejecución constituye necesariamente también una culpa delictual conduce de hecho a neutralizar la distinción
entre las nociones de partes y terceros. Pues, en tal caso, el tercero es sometido al mismo régimen que el
acreedor, y reclama y obtiene la ejecución por equivalente del contrato del cual no era parte. Concluye el autor
citado que, en esos casos, el efecto atractivo del contrato que importa la identidad de las culpas contractual y
delictual se impone indebidamente sobre el principio del efecto relativo de las convenciones (27).
A su turno, estima le Tourneau que la jurisprudencia de la Asamblea Plenaria autoriza a los terceros a
prevalerse de la relación contractual y las obligaciones que ella genera sin haber debido sufrir las restricciones a
las que la convención o la ley eventualmente sujetaron la acción del acreedor. De ese modo, se violarían dos
principios: el de la relatividad de las convenciones, y el de la igualdad de los acreedores. Y remata: "Se aprecia
mal de qué forma el solo hecho de faltar a un compromiso suscrito hacia una persona determinada constituye
una culpa respecto del resto del mundo que podrá, por añadidura, dar lugar a una acción liberada de las reglas
que determinan la extensión de ese compromiso y de la repartición de los riesgos de inejecución que él preveía
(...) En otro orden de cosas, para que haya culpa civil debería, además, haber un comportamiento a analizar, lo
que supone probar más que la falta de pago" (28).
Por nuestra parte, consideramos que el problema no estriba en hacer cargar al deudor con una supuesta
"ejecución por equivalente" de la prestación debida, dado que, en los casos que estamos analizando, la Corte de
Casación no condenó a los deudores a cumplir sus obligaciones contractuales —ni en especie, ni por
equivalente dinerario— respecto de los terceros demandantes, sino que les impuso una obligación de reparar por
daños distintos del valor de la prestación, aunque fundada en el simple incumplimiento de esta (29).
Por el contrario, pensamos que la incorrección de la postura adoptada por la Asamblea Plenaria de la Corte
de Casación gala surge de confundir antijuridicidad y factor de atribución, lo cual se ve favorecido por la
concepción francesa que engloba a ambos elementos dentro del término faute. No cabe duda de que el
incumplimiento obligacional es en sí mismo un hecho ilícito, pero el problema finca en que, además de la
ilicitud objetiva, es necesaria, la existencia de un factor de atribución para que exista responsabilidad. Y en ese
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sentido, mientras que el incumplimiento es un fundamento suficiente para que exista responsabilidad del
obligado respecto del acreedor —pues es precisamente frente a él que se encontraba compelido a cumplir—, no
puede afirmarse lo mismo en lo atinente al tercero, pues a él el solvens nada le adeudaba. Del mismo modo que
—principio del efecto relativo mediante— el tercero no puede reclamar el cumplimiento de la obligación,
tampoco puede fundar su reclamo resarcitorio en el simple incumplimiento, pues este solo hace nacer la
obligación del deudor de reparar los daños que sufra el accipiens. Frente al tercero, el incumplimiento es un
simple hecho; ilícito, si se quiere, pero insuficiente para atribuir responsabilidad al obligado, en la medida en
que no concurra un factor de atribución de responsabilidad extracontractual.
En este estadio del análisis, es necesario recordar que —al menos en el terreno de los contratos onerosos—
el deudor se ha obligado teniendo en cuenta, precisamente, la obligación asumida por su contraparte. Carece
totalmente de sentido, en consecuencia, permitir prevalerse de aquella obligación a los terceros, que no se
obligaron a nada, y respecto de quienes el deudor contractual carece de todo interés en vincularse.
Más ampliamente, es evidente que el criterio adoptado por la Corte de Casación francesa puede afectar
significativamente la economía de los contratos. Es que, si el deudor de una obligación contractual sabe que el
simple incumplimiento de lo prometido puede hacerlo responsable no solo frente a su acreedor sino también
respecto de cualquier tercero que se vea perjudicado por él —lo cual constituye un significativo aumento del
riesgo que asume—, se resguardará frente a esta contingencia elevando el precio a percibir por su propia
prestación (30). Bien se ha dicho, en ese sentido, que el criterio del máximo tribunal galo corre el riesgo de hacer
de todo contrato una bomba de tiempo (31). Es francamente llamativo que esta sencilla ecuación haya sido
completamente ignorada por la Corte de Casación, que ha preferido privilegiar el mantenimiento a ultranza de
una premisa teórica sin atender a las consecuencias ciertamente preocupantes que tal criterio puede traer en su
aplicación práctica.
El problema que representan las derivaciones de la doctrina que venimos analizando es particularmente
perceptible en un fallo de la Tercera Sala Civil del máximo tribunal galo, del 20 de febrero de 2007. Los hechos
eran los siguientes: los vendedores de un inmueble por boleto de compraventa no se presentaron a escriturar en
la fecha fijada. Una sociedad, tercero respecto de ese contrato, alegando que ella tenía pensado instalar su sede
social en el inmueble en cuestión, y que, como consecuencia del incumplimiento, había debido trasladarla
provisoriamente a otra dirección, demandó a los vendedores por daños y perjuicios. Tras una decisión favorable
en las instancias anteriores, la cuestión llegó a la Corte de Casación, merced a un recurso interpuesto por el
demandado. Aplicando su ya consolidada jurisprudencia, la corte rechazó el recurso, y reiteró al pie de la letra
los fundamentos vertidos por la Asamblea Plenaria (32).
Comentando la sentencia recién citada señala Fages que, en ese caso, la sociedad actora era profundamente
extraña a la promesa de venta, pues ni siquiera alegaba haber concluido con los adquirentes un contrato de
locación bajo la condición suspensiva de la realización de la venta, o que los compradores fueran sus fundadores
actuando por cuenta propia. Se trataba, pues, de un verdadero penitus extraneus. Frente a esto, dice el autor
citado, la confirmación del criterio de la Asamblea Plenaria es muy poco tranquilizador. Y añade: "Ahora bien,
si razonamos a partir de los hechos del caso e imaginamos que la sociedad instaló finalmente su sede social en
una comuna situada a 25 kilómetros de distancia, ¿admitiremos de la misma manera la acción de
responsabilidad interpuesta por los empleados de la sociedad, forzados a recorrer un trayecto más largo hasta su
lugar de trabajo? ¿O la acción de la comuna en la cual estaba situado el inmueble y que se ve privada de la tasa
profesional que habría podido pagar la sociedad si ella hubiera instalado allí su sede social?". A lo que se suma
que, para colmo, los jueces habían declarado en el caso que ninguna de las partes había actuado de buena fe, por
lo que eran igualmente culpables de la frustración de la operación. Sin embargo, concluye Fages, frente al
tercero, una de ellas parece ser más culpable que la otra, y debe asumir sola el peso del perjuicio sufrido por este
último (33).
Ahora bien, la Corte de Casación francesa no ha sido totalmente inflexible en la aplicación del principio
sentado por la Asamblea Plenaria (asimilación del incumplimiento contractual al hecho ilícito aquiliano). En
particular, el alto tribunal exigió —pese a todo— la prueba de una culpa extracontractual distinta del mero
incumplimiento en diversos casos en que terceros pretendían prevalerse de la inejecución de una obligación de
información para reclamar una reparación al deudor (34).
En particular, dos fallos emanados de la Tercera Sala Civil de aquel tribunal (35) sembraron dudas —en su
momento— acerca de la posibilidad de un cambio jurisprudencial que, o bien retomase lisa y llanamente la
solución clásica (necesidad para el tercero de probar en todos los casos un hecho generador de responsabilidad
extracontractual en cabeza del deudor) (36) o bien, al menos, restringiera el campo de aplicación del principio de
asimilación sentado por la Asamblea Plenaria a las demandas indemnizatorias deducidas por "terceros
interesados" en la correcta ejecución del contrato (37).
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En apoyo de esta última solución, se invocaba la compatibilidad de ese criterio con el más reciente proyecto
francés de reforma al derecho de la responsabilidad civil (38), que el Ministerio de Justicia galo presentó el 13 de
marzo de 2017, y cuyo art. 1234 dispone: "Cuando el incumplimiento del contrato causa un daño a un tercero,
este solo puede demandar la reparación de sus consecuencias al deudor sobre el fundamento de la
responsabilidad extracontractual, estando a su cargo producir la prueba de alguno de los hechos generadores
contemplados en la sección II del cap. II [que se ocupa de regular los hechos generadores de la responsabilidad
extracontractual]. Sin embargo, el tercero que tenga un interés legítimo en la buena ejecución de un contrato
puede igualmente invocar, con fundamento en la responsabilidad contractual, una infracción contractual desde
el momento en que esta le ha causado un daño. Las condiciones y los límites de la responsabilidad que se
aplican en las relaciones entre los contratantes le son oponibles. Toda cláusula que limite la responsabilidad
contractual de un contratante frente a terceros es reputada no escrita" (39). Nótese que, a diferencia de lo
establecido por la Corte de Casación francesa, el proyecto recién citado enmarca la acción del tercero con un
"interés legítimo en la ejecución del contrato" —noción esta, más que vaga, y que dará seguramente lugar a
interpretaciones divergentes— en el terreno de la responsabilidad contractual, y no en el campo aquiliano.
Sin embargo, las esperanzas que había abrigado la doctrina de que la Corte de Casación volviese sobre sus
pasos se vieron definitivamente frustradas a partir del reciente fallo de la Asamblea Plenaria del 13/01/2020,
que hemos mencionado al principio de este trabajo.
En el caso, una empresa azucarera (la Sucrerie de Bois Ruge) había debido suspender su producción durante
un mes debido a que la compañía que le proveía de energía (la Compagnie Thermique de Bois Rouge) había
sufrido un incendio y dejado de funcionar durante ese período. Sin embargo, otra empresa productora de azúcar
(la Société de la Réunion) había aportado una parte de la producción que debería haber efectuado la primera
durante ese mes, en virtud de un contrato de asistencia mutua concluido entre las dos sociedades. A raíz de esta
circunstancia, la Société de la Réunion obtuvo una sentencia judicial que condenaba a su aseguradora a
reembolsarle el daño patrimonial consistente en las pérdidas que había sufrido a raíz del aporte adicional que
había debido efectuar en el marco del precitado contrato de asistencia. La aseguradora, a su vez, demandó a la
Sucrerie de Bois Rouge y la Compagnie Thermique para repetir el reembolso que había debido pagar a su
asegurada. Ambas demandas fueron rechazadas por una corte de apelaciones, lo que motivó un recurso de la
aseguradora ante la Corte de Casación. Esta última confirmó el rechazo de la acción contra la Sucrerie de Bois
Rouge, pero consideró, en cambio, que, al rechazar la demanda contra la empresa proveedora de energía, la
cámara de apelaciones había desconocido el principio según el cual el mero incumplimiento contractual (en este
caso, la omisión de proveer la energía) permite a los terceros reclamar una reparación al deudor.
La Corte de Casación echó mano esta vez de una motivación "enriquecida", que pretende dar cuenta de los
fundamentos que sustentan su postura. Dijo, así, que el principio del efecto relativo de los contratos —en los
términos del antiguo art. 1165 del Cód. Civil francés— no implica que estos pueden perjudicar a los terceros.
Añadió que el principio según el cual "el tercero respecto de un contrato puede invocar, sobre el fundamento de
la responsabilidad delictual, un incumplimiento contractual cuando ese incumplimiento le haya causado un
daño" está destinado a satisfacer la indemnización del tercero que, pese a haber sido dañado por la inejecución
del contrato, no puede "caracterizar el desconocimiento de una obligación general de prudencia y diligencia, ni
del deber general de no dañar a otro". Y precisó que, en opinión de la corte, "el incumplimiento de un
contratante a una obligación contractual constituye un hecho ilícito frente a un tercero respecto del contrato
cuando le causa un daño (...) En consecuencia, el tercero respecto de un contrato que establece un vínculo de
causalidad entre una infracción contractual, y el daño que él sufre no está precisado de probar una culpa
delictual o cuasi delictual distinta de esa infracción" (40).
En una dura crítica a ese pronunciamiento, señala Borghetti que es asombroso que la corte únicamente
señale que, según el art. 1165 del Cód. Civil francés (en su texto original), los contratos no pueden perjudicar a
terceros, pero omita mencionar que la misma norma añade que las convenciones tampoco pueden beneficiarlos,
salvo en el caso de una estipulación a favor de terceros. Ahora bien, el hecho de permitir a un tercero prevalerse
del simple incumplimiento de un contrato para obtener daños y perjuicios conduce a hacerlo beneficiarse del
contrato, lo cual —precisamente— vulnera el mencionado principio del efecto relativo. Por otra parte —sigue
diciendo el autor citado—, el fallo se contenta con la simple "ilicitud" del incumplimiento —que, de acuerdo
con lo que la propia corte manifiesta, no vendría a equivaler a una culpa extracontractual— para habilitar una
indemnización, a favor de los terceros damnificados, sobre la base de la responsabilidad aquiliana; con lo cual el
tribunal creó, de hecho, un nuevo hecho generador de responsabilidad extracontractual, el simple "hecho
ilícito". Finalmente, considera Borghetti que el único fundamento que la corte proporciona para explicar su
postura consiste en que es preciso favorecer la indemnización de los terceros perjudicados por el
incumplimiento contractual, o, en otras palabras, que "hay que resarcir"; lo cual trasunta una concepción

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simplista y poco realista acerca del delicado equilibrio de intereses que el derecho de la responsabilidad civil
está llamado a resolver (41).
Nosotros compartimos la opinión de Borghetti. Según ya lo señalamos, el principio del efecto relativo de los
contratos significa que solo el acreedor puede demandar el cumplimiento de la obligación al deudor, y que este
únicamente debe cumplir a favor del acreedor, y no de un tercero. En consecuencia, el incumplimiento
solamente es fundamento suficiente de responsabilidad respecto del acreedor, mas no respecto de los terceros.
Que estos no pueden desconocer el contrato no significa que estén obligados a cumplirlo, sino que deben
respetar la situación de hecho creada por él, o —para decirlo en otras palabras— que no pueden lesionar el
derecho de crédito del solvens impidiendo el cumplimiento, o convirtiéndose en cómplices de él. Del mismo
modo, tampoco pueden exigir el cumplimiento del deudor, ni ponerse en la situación del acreedor para obtener
lo que este tiene derecho a reclamar en caso de incumplimiento.
Por otra parte, el sinceramiento de la Corte de Casación en el sentido de que, para habilitar la
responsabilidad del deudor hacia terceros, basta con la constatación de que el incumplimiento contractual es un
"hecho ilícito", ratifica lo que ya habíamos sostenido en anteriores oportunidades, en el sentido de que esa
doctrina confunde antijuridicidad y factor de atribución. El problema en estos casos no es la ilicitud sino el
fundamento de la responsabilidad, del cual el máximo tribunal galo prescinde lisa y llanamente, sentando un
precedente sumamente peligroso.
III. La cuestión en la Argentina
Afortunadamente, en nuestro país sigue rigiendo el principio que había sostenido tradicionalmente la
jurisprudencia francesa, antes de comenzar con los desvaríos que ahora acaba de confirmar la Asamblea
Plenaria: los terceros que sufren un daño como consecuencia del incumplimiento de la obligación solo pueden
perseguir la responsabilidad del deudor sobre la base de las normas que rigen la responsabilidad aquiliana (42).
Esto implica, muy particularmente, que el mero incumplimiento —ya se trate de una obligación de medios o
de resultado— es per se insuficiente para comprometer la responsabilidad del solvens frente al tercero, y que
este deberá acreditar la concurrencia, en el caso, de algún factor de atribución de responsabilidad
extracontractual (43). Bien dice De Lorenzo que en ese caso el contrato se despoja de su coloración jurídica para
ser considerado, de cara al tercero, como un hecho generador de responsabilidad aquiliana, y que en
consecuencia el tercero siempre debe acreditar un ilícito exterior al contrato, que no puede identificarse sic e
simpliciter con el incumplimiento (44).
Estas consideraciones siguen estando plenamente vigentes a partir de los textos del Código Civil y
Comercial.
En efecto, ante todo es preciso señalar que ese código no produjo una unificación total de la responsabilidad
civil obligacional y extracontractual, sino que, en todo caso, invirtió la regla que dimanaba del código de Vélez:
ahora esos dos subsistemas son regidos, en principio, por las mismas reglas, salvo que la ley disponga
específicamente algo distinto. Este principio dimana de manera diáfana del art. 1716, pero es complementado
por una serie de normas (como los arts. 1723, 1728, 1732, 1747, 1749, y 1768 —primera parte—) que
consagran reglas especiales para la responsabilidad derivada del incumplimiento de obligaciones (o de los
contratos, en el caso del art. 1728) (45).
Precisamente, una de las diferencias que subsisten entre ambas clases de responsabilidad está constituida por
el factor de atribución. Mientras que en la esfera extracontractual aquel viene ligado a las circunstancias en que
el daño fue producido (por el hecho del hombre —con o sin intención de dañar—, con cosas, por el riesgo o
vicio de la cosa, por el hecho de un dependiente, etc.), en materia de obligaciones —en cambio— el
incumplimiento es fundamento suficiente para endilgar al deudor la responsabilidad derivada de él. En otras
palabras, el deudor obligacional responde, precisamente, porque debía y no ha cumplido, sin que sea necesaria
ninguna otra consideración adicional (46). Como bien lo enseña Bueres: "siendo el incumplimiento a secas,
objetivo, por sí solo, el sustento de la responsabilidad, no hay ninguna necesidad de acudir a un factor de
atribución (o criterio de imputación) para cargar el incumplimiento a la cuenta del deudor, pues dicho factor de
atribución, como dice Carlo Castronovo, resulta absolutamente superfluo dada la presencia y el elevado valor
del vínculo jurídico, que existe en la responsabilidad contractual (obligación preexistente) y que no tiene lugar
en la responsabilidad aquiliana" (47).
Por ese motivo, el Código Civil y Comercial dispone que es responsable directo quien incumple una
obligación (art. 1749), ya sea por sí o por terceros (art. 732). Ese incumplimiento requerirá o no de la existencia
de culpa en función de cuál sea la naturaleza de la obligación: si es de resultado, aquel se produce por la sola
falta de consecución de ese fin (arts. 1723 y 1768, Cód. Civ. y Com.), mientras que, si es de medios, el
defectuoso cumplimiento de la obligación se identifica con la culpa del deudor (arts. 774, inc. a], 1768 y
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concs.).
Entonces, en el campo obligacional el deudor responde por incumplimiento, cuya configuración depende del
alcance del deber de conducta asumido por el obligado (solo conducta diligente, o un resultado concreto), y no
de la forma en que, de hecho, se incumple. No sucede lo mismo en la esfera aquiliana, donde "lo debido" es, en
todos los casos, no dañar, y son las circunstancias que rodean al hecho dañoso (intervención o no de cosas,
características de estas, existencia o no de una relación de dependencia, etc.) las que determinan el factor de
atribución aplicable.
Por consiguiente, si el acreedor demanda por daños al deudor, le bastará con demostrar la existencia de un
incumplimiento dañoso, sin necesidad de ninguna otra prueba adicional. En cambio, los terceros no pueden
fundar su demanda resarcitoria en el simple incumplimiento, porque, al no ser acreedores, su acción debe
necesariamente enmarcarse en la esfera extracontractual; lo que requiere, a su vez, probar un factor de
atribución propio de ese ámbito (la culpa, el dolo, el riesgo, la dependencia civil, etcétera).
Es que, en este punto, entra a jugar el principio del efecto relativo. De acuerdo con el art. 1021 del Cód. Civ.
y Com., "[e]l contrato solo tiene efectos entre las partes contratantes; no lo tiene con respecto a terceros, excepto
en los casos previstos por la ley". Y el art. 1022 añade: "El contrato no hace surgir obligaciones a cargo de
terceros, ni los terceros tienen derecho a invocarlo para hacer recaer sobre las partes obligaciones que estas no
han convenido, excepto disposición legal".
Es cierto que, como lo señalamos en la introducción, la ley se aparta de ese principio en algunos casos
puntuales (garantía de saneamiento, acciones directas, contratos conexos), pero se trata de supuestos
excepcionales que entran dentro de la previsión final del art. 1021 ("excepto en los casos previstos por la ley").
En tanto excepciones, son, entonces, de interpretación restrictiva.
Luego, si los terceros no pueden prevalerse del contrato, y si únicamente el acreedor puede pedir al deudor
el cumplimiento de su obligación (arts. 730 y 731, Cód. Civ. y Com.), de esto se sigue que, si el incumplimiento
causa daño a terceros, estos no pueden inmiscuirse en el régimen contractual, ni invocar incumplimiento alguno.
Frente a ellos, como ya lo señalamos, el incumplimiento es un simple hecho, y no un fundamento suficiente de
responsabilidad. En la medida en que esa inejecución dañe a un tercero, puede existir antijuridicidad (que en
materia aquiliana se contenta, precisamente, con un hecho o una omisión dañosos, siempre que no exista una
causa de justificación, art. 1717, Cód. Civ. y Com.), pero aun, así es preciso, en los términos del art. 1721 del
Cód. Civ. y Com., que exista además un factor de atribución de responsabilidad.
Por consiguiente, los terceros damnificados por la inejecución de un contrato del que no son parte deben
probar que, a su respecto, ese hecho se enmarca en algún factor de atribución extracontractual, ya se trate este
de la culpa, el dolo, el riesgo, la dependencia civil, la equidad, o la responsabilidad parental. Lo que no pueden
hacer es invocar simplemente el incumplimiento, porque este solo es hábil para fundar la responsabilidad del
deudor frente al acreedor, mas no respecto de cualquier otra persona.
Por lo demás, es pertinente poner de resalto que el Código Civil y Comercial ha puesto especial cuidado en
que el deudor contractual únicamente responda por los riesgos que fueron previstos por las partes al momento
del contrato, o que, al menos, podrían haber sido previstos —en ese momento— por un contratante diligente y
de buena fe (art. 1728, Cód. Civ. y Com.). Es evidente que esta regla caería en saco roto si se permitiera a los
terceros hacer valer una pretensión resarcitoria frente al deudor, fundada en el mero incumplimiento de la
prestación a su cargo; pues en tal caso el obligado nunca estaría seguro, al momento de contratar, de cuáles son
verdaderamente los riesgos que asume, y podría llegar a responder —con causa en la mera inejecución de sus
obligaciones— por daños que no resultaban previsibles al momento del contrato (48). No debe olvidarse que,
para el ámbito de la responsabilidad extracontractual (en el cual se enmarca la acción del tercero que no fue
parte en el contrato), el principio que rige la extensión del resarcimiento es el de la causalidad adecuada, que
resulta más amplio que el de la previsibilidad contractual, desde el momento en que toma en cuenta un
parámetro de apreciación abstracto (la persona media en conocimiento de todas las circunstancias del caso) y no
evalúa esa previsibilidad al momento de la celebración del contrato, sino al tiempo de la producción del daño
(arts. 1726 y 1727, Cód. Civ. y Com.) (49).
En el mismo orden de ideas, si el tercero pudiera sustentar su reclamo resarcitorio en la simple invocación
de un incumplimiento, esto le permitiría, por un lado, hacer valer a su favor incluso la inejecución de una
obligación de resultado (aun cuando eso solo no fuese suficiente a los fines de configurar un factor de atribución
extracontractual), pero al mismo tiempo lo relevaría de las desventajas de reclamar sobre la base del régimen
obligacional, en tanto, al ser la acción del tercero de índole extracontractual, este no estaría ligado por cláusulas
tales como la de dispensa o limitación de la responsabilidad (arts. 1720 y 1743, Cód. Civ. y Com.), la de
prórroga de competencia, la cláusula compromisoria, etc. De este modo, merced a esa suerte de Frankenstein

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jurídico constituido por un fundamento de la responsabilidad netamente obligacional (el incumplimiento), pero
hecho valer en el marco de una demanda fundada en la responsabilidad aquiliana, el tercero —que nada
sacrificó a cambio de obtener la obligación del deudor de la que ahora intenta prevalerse— se hallaría incluso en
mejor situación que la del propio acreedor de la prestación incumplida.
Todo esto contribuye a reafirmar la coherencia de la solución tradicional, que —como acabamos de
explicarlo— mantiene plena eficacia en el marco del Código Civil y Comercial.
En definitiva, es claro que, a tenor del Código Civil y Comercial, el tercero que sufre daños como
consecuencia del incumplimiento de un contrato del que no es parte únicamente puede enmarcar su acción en la
esfera extracontractual, y por eso mismo, está precisado de demostrar que el hecho de incumplir ese contrato
constituye, a su respecto, un factor de atribución extracontractual, distinto de la mera inejecución (que no puede
invocar en tanto tal, dado que no es acreedor).
Si bien nuestra jurisprudencia sigue en general estos lineamientos, es preciso poner de resalto que no
siempre los tribunales nacionales distinguen con claridad los fundamentos de la responsabilidad del deudor
respecto del tercero, y aplican en varios casos —inadvertidamente— las normas que rigen la responsabilidad
obligacional. Así lo ilustra un fallo que, al imputar responsabilidad al locador de un inmueble por los daños
sufridos por el hijo de los locatarios debido a un principio de intoxicación por emanaciones de gases
provenientes del calefón, fundó su decisión en los arts. 1514, 1515, 1516, 1517 y concs. del Cód. Civil derogado
(50). Del mismo modo, se declaró responsable a la empresa contractualmente encargada del mantenimiento de
los ascensores de un edificio por los daños sufridos por una persona ante la caída de un ascensor, en los
términos de los arts. 512 y 902 del Cód. Civil derogado, sin hacer referencia alguna al art. 1109 del mismo
código (51). En otro fallo, se acudió a la obligación de seguridad para sustentar la condena a reparar contra un
club por los daños sufridos por el hijo de un jugador amateur fallecido (52), y en otro más, frente al asesinato de
una persona en un centro comercial a manos de delincuentes, la acción entablada iure proprio por la cónyuge y
los hijos de la víctima fue analizada en el marco de una "obligación de seguridad genérica" (53). Es claro que, en
todos estos casos, procedía la condena del deudor, mas no en su carácter de tal, sino en tanto responsable
extracontractual (por culpa o riesgo, según los casos).
Es preciso, entonces, que los operadores jurídicos sean especialmente cuidadosos en esta materia, y exijan al
tercero, en todos los casos, la prueba de un factor de atribución extracontractual. No advertir esta crucial
diferencia podría conducir, eventualmente, a repetir los desvaríos que actualmente aquejan a la jurisprudencia
francesa, que sin duda conviene evitar.
(*) Doctor en Derecho (UBA). Magíster en Derecho Privado (Universidad de París XII). Profesor regular
titular de la materia "Obligaciones Civiles y Comerciales" en la Facultad de Derecho de la Universidad de
Buenos Aires. Profesor de posgrado en diversas universidades de la Argentina y el extranjero. Juez de la
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil. Miembro del equipo de trabajo que colaboró con la Comisión de
Reforma en la elaboración de los arts. 1708 a 1780 del Cód. Civ. y Com. Miembro de la comisión redactora del
proyecto de reforma integral de la Ley de Defensa del Consumidor.
(1) Corte de Casación, Asamblea Plenaria, 13/01/2020, Dalloz 2020.416, con nota de Jean-Sébastien
Borghetti.
(2) Vid PICASSO, Sebastián, "La singularidad de la responsabilidad contractual", Ed. Abeledo-Perrot,
Buenos Aires, 2009, ps. 185 y ss.; PICASSO, Sebastián — SÁENZ, Luis R. J., "Tratado de Derecho de Daños",
Ed. La Ley, Buenos Aires, 2019, t. I, ps. 240 y ss.
(3) CNCiv., sala G, 21/12/1981, "Almonacid, Miguel H. c. Débora SRL Centro Médico y/u otra", LA LEY
1982-D, 477, con nota de Jorge Mosset Iturraspe. El fallo es citado por DE LORENZO, Miguel F., "Contrato
que daña a terceros, terceros que dañan al contrato (líneas de una evolución histórica y jurisprudencial)", RCyS,
2007-240.
(4) MOSSET ITURRASPE, Jorge — PIEDECASAS, Miguel A., "Responsabilidad contractual", Ed.
Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2007, p. 104, sic.
(5) ALTERINI, Atilio A. — AMEAL, Oscar — LÓPEZ CABANA, Roberto M., "Curso de obligaciones",
Ed. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1987, p. 822. Vid, asimismo, LORENZETTI, Ricardo L., "Daños causados
al contrato o por el contrato", RCyS, 2004-89; MOSSET ITURRASPE, Jorge, "Contratos", Ed. Ediar, Buenos
Aires, 1988, p. 293.
(6) Al respecto afirma De Lorenzo: "Las obligaciones nacidas del contrato son relativas (...) en el sentido
que solo el deudor está obligado a su cumplimiento sin que pueda incidir sobre la esfera jurídica de sujetos
extraños a ella. Por el contrario, tanto la existencia del contenido contractual como sus efectos, son oponibles a

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todos" (DE LORENZO, Miguel F., "La protección extracontractual del contrato", LA LEY 1998-F, 927). A su
turno, apunta Dupré-Dallemagne que, en virtud del principio del efecto relativo, solo están obligadas las partes
que concurrieron a la formación del vínculo contractual, quienes no pueden ni comprometer a los terceros ni
hacer nacer un crédito a su favor (DUPRÉ-DALLEMAGNE, Anne-Sophie, "La force contraignante du rapport
d'obligation", Presses Universitaires d'Aix-Marseille, Aix-en Provence, 2004, p. 88).
(7) ALTERINI — AMEAL — LÓPEZ CABANA, "Derecho de obligaciones", ob. cit., p. 823;
ERDOZAIN, Martín, "Acerca de la llamada lesión al crédito", JA 1968-III, 728; APARICIO, Juan M.,
"Responsabilidad del tercero por la lesión del derecho de crédito", Ed. Plus Ultra, Buenos Aires, 1974, passim.
Sobre el punto es insoslayable el muy fino análisis casuístico realizado por De Lorenzo ("Contrato que daña a
terceros...", ob. y loc. cit.).
(8) Señala Alterini que el principio del efecto relativo del contrato no debe ser entendido en sentido
absoluto, pues los contratos tienen ciertas virtualidades con relación a terceros: a) dado que aumentan o
disminuyen, según los casos, la solvencia del contratante, los contratos pueden afectar la garantía que el
patrimonio del deudor supone para sus acreedores y dar lugar, en su caso, a las acciones de simulación o fraude;
b) las obligaciones que nacen de los contratos autorizan, en ciertas hipótesis, el ejercicio por los acreedores de la
acción subrogatoria o de la acción directa; c) los contratos pueden contener estipulaciones a nombre de un
tercero, a cargo de un tercero, o en beneficio de un tercero; d) los contratos son oponibles a los terceros en
ciertas circunstancias (fecha cierta, inscripción de ciertos contratos, etc.), y e) en la cadena de contratos, su
conexidad determina cierta proyección recíproca de los contratos vinculados (ALTERINI, Atilio A., "Contratos
civiles - comerciales - de consumo", Ed. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1999, ps. 425-426).
(9) Vid DE LORENZO, Miguel F., "Interpretación funcional, relatividad de los efectos contractuales y un
replanteo del ámbito de la acción directa", La Ley Actualidad, 03/09/1996, p. 1. Actualmente, el Cód. Civ. y
Com. regula un régimen general para las acciones directas (arts. 736 a 738) y permite —entre otros casos— que
ellas sean deducidas entre el subcontratado y la parte que no ha celebrado el subcontrato (arts. 1069 a 1072).
(10) Vid TOBÍAS, José W. — DE LORENZO, Miguel F., "Complejo de negocios unidos por un nexo (el
ligamen negocial)", LA LEY 1996-D, 1387; LORENZETTI, Ricardo L., "Redes contractuales, contratos
conexos y responsabilidad", Revista de Derecho Privado y Comunitario, 17 (Responsabilidad contractual), Ed.
Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1998, ps. 207 y ss.; HERNÁNDEZ, Carlos A. — PICASSO, Sebastián, "Régimen
jurídico de los contratos conexos. Informe para la reforma del Código Civil en materia de contratos", RCyS,
mayo de 2010, p. 80. El Cód. Civ. y Com. dispone, puntualmente, que los contratos conexos se interpretan los
unos por medio de los otros, que —según las circunstancias— un contratante puede oponer la exceptio non
adimpleti contractus con causa en el incumplimiento de obligaciones ajenas a su contrato, y que puede haber
propagación de la ineficacia si la extinción de uno de los contratos conexos produce la frustración de la
finalidad económica común (arts. 1074 y 1075). En cambio, la posibilidad de exigir el cumplimiento forzado, o
la reparación de daños y perjuicios, a terceros ajenos al contrato incumplido no está contemplada por la ley,
razón por la cual creemos que ella se encuentra vedada; el principio general es el de la relatividad de los efectos
de los contratos, y las normas que se apartan de él son, por lo tanto, de interpretación restrictiva.
(11) MOSSET ITURRASPE — PIEDECASAS, "Responsabilidad contractual", ob. cit., p. 106.
(12) Corte de Casación, Primera Sala Civil, 07/11/1962, Juris-Classeur Périodique 1963-II-12987, con nota
de Paul Esmein; idem, 09/10/1962, Bulletin Civil I, nro. 405; idem, 23/05/1976, Bulletin Civil I, nro. 201; idem,
11/04/1995, Revue Trimestrielle de Droit Civil, 1995-895, con nota de Patrice Jourdain; idem, 16/12/1997,
Juris-Classeur Périodique, 1998-II-144, con nota de Geneviève Viney; Corte de Casación, Segunda Sala Civil,
07/02/1962, Bulletin Civil II, nro. 89; Corte de Casación, Tercera Sala civil, 15/10/1970, Bulletin Civil III, nro.
515; idem, 27/09/1984, Bulletin Civil III, nro. 159; Corte de Casación, Sala Comercial, 17/06/1997, Bulletin
Civil IV, nro. 197; idem, 08/10/2002, Juris-Classeur Périodique 2003-I-152, nos. 3 a 7, con nota de Geneviève
Viney; idem, 05/04/2005, Revue des Contrats, 2005-587, con nota de Denis Mazeaud.
(13) Vid VINEY, Geneviève, "La responsabilité du débiteur à l'égard du tiers auquel il a causé un dommage
en manquant à son obligation contractuelle", Dalloz, 2006-2826; BAKOUCHE, David, "Responsabilité
délictuelle du débiteur contractuel: l'Assemblée plenière tranche la question de l'assimilation ou de l'autonomie
des fautes contractuelle et délictuelle", Lexbase N4030ALT; ROUVIÈRE, Frédéric, "Le contenu du contrat:
essai sur la notion d'inexécution", Presses Universitaires d'Aix-Marseille, Aix-en-Provence, 2005, p. 245.
(14) BÉNABENT, Alain, «Droit des obligations», Librairie Générale de Droit et Jurisprudence, París, 2019,
p. 427.
(15) Corte de Casación francesa, Primera Sala Civil, 16/12/1992, Bulletin Civil I, nro. 316; idem,
26/03/1996, Bulletin Civil I, nro. 154; idem, 25/11/1997, Bulletin Civil I, nro. 321; idem, Sala Comercial,

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04/06/1991, Bulletin Civil IV, nro. 197.


(16) Corte de Casación, Primera Sala Civil, 16/12/1997, Juris-Classeur Périodique 1998-I-144, con nota de
Geneviève Viney.
(17) Corte de Casación, Primera Sala Civil, 22/04/1992, Responsabilité Civile et Assurances, 1992, nro.
269; idem, 13/10/1992, Bulletin Civil I, nro. 250; idem, 16/12/1992, Bulletin Civil I, nro. 315; idem,
20/01/1993, Juris-Classeur Périodique 1993-IV-734; idem, 30/10/1995, Bulletin Civil I, nro. 383; idem,
25/11/1997, Bulletin Civil I, nro. 231.
(18) Corte de Casación, Primera Sala Civil, 18/07/2000, Dalloz, 2000, IR, p. 217; idem, 13/02/2001, Revue
Trimestrielle de Droit Civil, 2001-367, con nota de Patrice Jourdain; idem, 18/05/2004, Revue Trimestrielle de
Droit Civil, 2004-516, con nota de Patrice Jourdain. La traducción es nuestra.
(19) Corte de Casación, Primera Sala Civil, Revue Trimestrielle de Droit Civil, 1999-623, con nota de
Jacques Mestre.
(20) FAURE ABBAD, Marianne, "Le fait générateur de la responsabilité contractuelle", Librairie Générale
de Droit et Jurisprudence, Poitiers, 2003, p. 185. Actualmente, y luego de la reforma del derecho de las
obligaciones operada en 2016, el artículo citado en el texto lleva el nro. 1240.
(21) Corte de Casación, Segunda Sala Civil, 17/05/1995, Revue Trimestrielle de Droit Civil, 1995-895, con
nota de Patrice Jourdain; idem, 04/10/1995, Dalloz, 1995, IR, p. 223; idem, 19/06/1996, Dalloz, 1995, IR, p.
137; ídem, 21/05/1997, Dalloz, 1998, jur., p. 150, con nota de Bertrand Fages; idem, 25/03/1998, Dalloz, 1998,
IR, p. 106; idem, 06/01/1999, Responsabilité Civile et Assurances, 1999, comm. nro. 72; Corte de Casación,
Tercera Sala Civil, 05/02/1992, Revue Trimestrielle de Droit Civil, 1992-567, con nota de Patrice Jourdain;
idem, 24/02/1993, Revue Trimestrielle de Droit Civil, 1993-352, con nota de Patrice Jourdain.
(22) Corte de Casación, Asamblea Plenaria, 06/10/2006, Dalloz, 2006, nro. 41, p. 2825.
(23) VINEY, "La responsabilité du débiteur...", ob. cit., p. 2828; la traducción es nuestra.
(24) VINEY, "La responsabilité du débiteur...", ob. cit., ps. 2830-31.
(25) El art. 1342 del citado anteproyecto dispone, en efecto: "Cuando el incumplimiento de una obligación
contractual es la causa directa de un daño sufrido por un tercero, este puede demandar su reparación al deudor
sobre el fundamento de los arts. 1363 a 1366 [que regulan la responsabilidad contractual]. Está, entonces,
sometido a todos los límites y condiciones que se imponen al acreedor para obtener reparación de su propio
daño. Puede también obtener reparación sobre el fundamento de la responsabilidad extracontractual, pero queda
a su cargo aportar la prueba de uno de los hechos generadores contemplados en los arts. 1352 a 1362". La
traducción es nuestra.
(26) FAURE ABBAD, "Le fait générateur...", ob. cit., p. 187.
(27) MAZEAUD, Denis, "Responsabilité délictuelle du débiteur contractuel", Revue des Contrats, julio de
2005, p. 689.
(28) LE TOURNEAU, Phillipe, "Droit de la responsabilité et des contrats", Dalloz, París, 2008, p. 346; la
traducción nos pertenece.
(29) La referencia a que la corte habría sometido a los terceros al "cumplimiento por equivalente" de la
obligación, que aparece en varias de las opiniones que acabamos de reseñar, se funda en la confusión en que
incurre la doctrina francesa entre la prestación —o su equivalente dinerario— y los mayores daños derivados de
su incumplimiento. Al respecto, vid PICASSO — SÁENZ, "Tratado...", ob. cit., t. II, ps. 272 y ss. Advertimos
acerca de este problema en PICASSO, Sebastián, "L'exécution forcée des obligations contractuelles. Brève
étude comparative des droits français et argentin", Revue des Contrats, 2015, 700.
(30) Al respecto, afirman Mestre y Fages que la postura excesivamente amplia de la Corte de Casación, que
no ha puesto ninguna limitación en términos causales, importa un duro golpe para los compromisos suscritos y
podría conducir a reparaciones por lo menos inesperadas y considerables (MESTRE, Jacques — FAGES,
Bertrand, "Le manquement contractuel et les tiers", Revue Trimestrielle de Droit Civil, 2007-116).
(31) BÉNABENT, «Droit des obligations», ob. cit., p. 428.
(32) Corte de Casación, Tercera Sala Civil, 20/02/2007, Revue Trimestrielle de Droit Civil, 2007-562, con
nota de Bertrand Fages.
(33) FAGES, Bertrand, "Les avant-contrats et les tiers", Revue Trimestrielle de Droit Civil, 2007-564; la
traducción es nuestra.
(34) Corte de Casación, Tercera Sala Civil, 22/10/2008, Revue Trimestrielle de Droit Civil, 2009-121, con
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nota de Patrice Jourdain; idem, Primera Sala Civil, 15/12/2011, Dalloz, 2012-659, con nota de Denis Mazeaud;
idem, Sala Comercial, 18/01/2017, Dalloz, 2017-1036, con nota de Denis Mazeaud.
(35) La primera de esas sentencias (Corte de Casación, Tercera Sala Civil, 18/01/2017, Revue Trimestrielle
de Droit Civil, 2017-651 —con nota de Hugo Barbier— y 666 —con nota de Patrice Jourdain—) casó la
sentencia que había condenado a un empresario de obra —contratado por el consorcio de propietarios de un
edificio y por el ocupante de una de sus unidades, para hacer trabajos en esta última— a indemnizar al
propietario y el locatario del inmueble vecino que se había visto dañado a causa de los trabajos. La corte señaló
expresamente en esa oportunidad que "al decidir así, por fundamentos que, derivados del solo incumplimiento
de una obligación contractual de resultado de entregar una obra conforme y exenta de vicios, son impropios para
caracterizar una culpa delictual", la cámara de apelaciones había violado el art. 1382 del Cód. Civil francés, que
estructura la responsabilidad extracontractual por culpa (la traducción es nuestra). La otra decisión (Corte de
Casación, Tercera Sala Civil, 18/05/2017, Revue Trimestrielle de Droit Civil, 2017-651, con nota de Hugo
Barbier) desestimó el recurso de casación interpuesto contra la sentencia que había rechazado la demanda de
daños intentada por una sociedad contra sus antiguos socios, quienes habían omitido informar a los adquirentes
de sus partes sociales la existencia de un contrato en curso que tenía por deudora a la sociedad. Estos fallos
también habían sido interpretados como un intento de limitar el principio de asimilación del incumplimiento
contractual a un ilícito aquiliano únicamente a los casos en que el deber infringido fuese una obligación de
medios (BORGHETTI, Jean-Sébastien, nota en Revue des Contrats, 2017, 4251).
(36) Así lo sugirió BARBIER, nota en Revue Trimestrielle de Droit Civil, 2017-651, ob. cit.
(37) Esta es la interpretación que Jourdain (nota en Revue Trimestrielle de Droit Civil, 2017-666, cit.)
consideraba más probable.
(38) BÉNABENT, Droit des obligations, cit., p. 428.
(39) La traducción es nuestra.
(40) Corte de Casación, Asamblea Plenaria, 13/01/2020, cit. La traducción es nuestra.
(41) BORGHETTI, Jean-Sébastien, "Responsabilité des contractants a 1' égard des tiers: pas de pitié pour
les débiteurs!", Dalloz 2020, 418.
(42) LORENZETTI, Ricardo L., "Daños causados al contrato o por el contrato", RCyS, 2004, 92; CALVO
COSTA, Carlos A., "Daños ocasionados por la prestación médico-asistencial", Ed. Hammurabi, 2007, p. 43;
VÁZQUEZ FERREYRA, Roberto A., "Prueba de la culpa médica", Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 1993, p. 51;
LLAMBÍAS, Jorge J., "Tratado de derecho civil. Obligaciones", Ed. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2012, t. III,
p. 445.
(43) PICASSO, "La singularidad...", ob. cit., p. 187.
(44) DE LORENZO, Miguel F., "Contrato que daña a terceros, terceros que dañan al contrato (líneas de una
evolución histórica y jurisprudencial)", RCyS, 2007,240.
(45) PICASSO, Sebastián, "La unificación de la responsabilidad civil en el Proyecto de Código Civil y
Comercial unificado", Revista de Derecho Privado, 3, año 1, Ed. Infojus, p. 33; idem, "La unificación de la
responsabilidad contractual y extracontractual en el Código Civil y Comercial de la Nación", en Código Civil y
Comercial (suplemento especial), Ed. La Ley, noviembre de 2014, p. 151; PICASSO — SÁENZ, "Tratado...",
ob. cit., t. I, ps. 184 y ss.
(46) OSTI, Giuseppe, "Deviazioni dottrinali in tema di responsabilità per inadempimento delle
obbligazioni", Rivista Trimestrale di Diritto e Procedura Civile, 1954, ps. 606 y ss.; CASTRONOVO, Carlo,
"La nouva responsabilitá civile", Giuffré, Milán, 1997, p. 183; GIARDINA, Francesca, "Responsabilità
contrattuale e responsabilità extracontrattuale", Giuffrè, Milán, 1993, p. 51; JORDANO FRAGA, Francisco,
"La responsabilidad contractual", Ed. Civitas, Madrid, 1987, p. 227; BUERES, Alberto J., "El fundamento de la
responsabilidad contractual", RCyS 2012-IV, tapa.
(47) BUERES, Alberto J., "Obligaciones de medios y obligaciones de resultado", anticipo de Anales de la
Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires, 56, Segunda Época, año LXII, Buenos
Aires, 2018, p. 38.
(48) Bien advierte De Lorenzo: "Una apertura indiscriminada podría descompaginar los cálculos de
previsión que conforman la base del contrato constituyendo una fuente de inseguridad. De allí la necesidad de
prever mecanismos de control que limiten el círculo de terceros legitimados. Por ello, la responsabilidad no
surge tout court por el solo hecho del incumplimiento contractual. Al damnificado no le alcanza con invocar y
probar el incumplimiento pues, de lo contrario se produciría una suerte de atracción automática de la

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responsabilidad contractual al ámbito aquiliano. La víctima siempre deberá acreditar, por separado, los
presupuestos específicos de la responsabilidad extracontractual, es decir, la lesión de un interés resarcible, el
factor de atribución, un detrimento cierto y especialmente, la relación de causalidad adecuada en términos de
previsibilidad" ("Contrato que daña a terceros...", loc. cit.).
(49) Vid PICASSO — SÁENZ, "Tratado...", ob. cit., t. I, ps. 347-348.
(50) CNCiv., sala I, 18/07/2003, "S., B. A. y otro c. Aenlle, Elisabeth y otro", LA LEY 2003-F, 593.
(51) CNCiv., sala J, 14/08/2006, "Rodríguez, Alberto A. c. Consorcio de Propietarios del Edificio Álvarez
Jonte 5140 Capital y otros", LA LEY 23/04/2007, p. 7, con nota de Juan M. Prevot. Se lee en el fallo:
"merituando que la empresa se encontraba vinculada jurídicamente con el consorcio a través de un contrato de
locación, habiéndose obligado a cambio del pago de un precio en dinero como contraprestación, al control
técnico y mantenimiento de los ascensores del edificio, entiendo que no ha cumplido adecuadamente con dicha
obligación, por lo que la misma resulta responsable en los términos de los arts. 512 y 902, máxime teniendo en
cuenta el carácter de profesional técnico de dicha firma, en quien el consorcio había delegado esas específicas
funciones".
(52) Cám. Apel. Civ. Com., Lab., Min. y Flia. con competencia en la II, III, IV y V Circunscripción Judicial
de Neuquén, 03/07/2015 "M., M. X. c. Asociación Deportiva y Cultural Lacar s/ d. y p. derivados de la
responsabilidad contractual de particulares", RCyS 2015-XII, 61 con nota de María Soledad Tagliani.
(53) CNCiv., sala E, 30/05/2019, "V. Y. D. y otros c. A. SA s/ daños y perjuicios", expte. 63863/2010. Por
otra parte, en el fallo se sustenta la existencia de esa supuesta obligación de seguridad en el art. 19 de la CN, con
lo que se la asimila al deber genérico de no dañar (que tiene, obviamente, carácter extracontractual).

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