Evaluacion Forense Tept
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Evaluacion Forense Tept
EVALUACIÓN FORENSE
DEL TRASTORNO POR
ESTRÉS POST TRAUMÁTICO
COMPLEJO
ELENA HERNÁNDEZ GUERRA
Psicóloga. Gabinete psicológico EH Psicología, Barcelona.
Curso válido como mérito formativo que puntuará para la obtención de las
Acreditaciones Nacionales del Consejo General de la Psicología
ISSN 1989-3906
FOCA D
Formación Continuada Distancia
a 1 1
Contenido
DOCUMENTO BASE................................................................................ 3
INTRODUCCIÓN.................................................................................... 3
FICHA 1............................................................................................... 42
FICHA 2............................................................................................... 43
FICHA 3............................................................................................... 45
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Documento base.
Evaluación forense del trastorno por estrés post
traumático complejo
INTRODUCCIÓN
Iniciaremos esta aproximación al Trastorno por Estrés Postraumático Complejo (TEPTC) referiendo un cuento de
Bucay que conecta con el proceso profundo e insidioso de transformación personal, propio del trastorno, en el que
el miedo y la indefensión han acabado por modeladar la identidad misma de la persona.
En el Elefante Encadenado (Bucay, 2012), se evidencia cómo un animal poderoso, fuerte y potente, puede comportarse
como un indefenso y enclenque animalito, incapaz de desclavar una estaca, que apenas está hundida en el suelo,
a la cual permanece atado por una cadena que le rodea una de sus patas. La pregunta del porqué el voluminoso
elefante cree que no puede liberarse de la cadena es la misma que nos planteamos cuando observamos a personas
que no saben vivir en libertad, sometidas por diversas estacas. Éstas fueron clavadas durante su infancia, presentes
durante su maduración y crecimiento y, aún siendo entonces suficientes y ahora minúsculas, continúan provocando
el mismo efecto. Este poderoso animal creció siendo un animal esclavo, que intentó escapar, seguramente, un millar
de veces cuando todavía no podía y ahora, ni lo intenta siquiera. Seguramente, incluso lo oyó de los otros animales
que lo rodeaban. Y entonces, la frustración, la impotencia y el desazón, se convirtieron en norma, el estado pasó a
ser rasgo. El pasado se convirtió en presente y futuro. El elefante ya no se escapa, se mantiene encadenado porque
dentro de su mente, mantiene un recuerdo y una certeza imperturbables: no puedo y nunca podré.
Nos proponemos abordar el estudio del TEPTC de manera exhaustiva y profunda, a fin de facilitar herramientas
que permitan comprenderlo y evaluarlo, en base al complejo proceso de adaptación del que es producto, que ha
permitido que víctimas de maltratos, abusos y/o negligencia graves, sufridos en el sí de relaciones de dependencia
de las que han sentido que no podían escapar, hayan logrado sobrevivir. Como consecuencia de la severidad del
daño, dichos procesos han precisado una extrema inversión de recursos físicos, emocionales y psicológicos por
parte de las víctimas que ha interferido en el normal desarrollo de funciones superiores complejas para las cuales
no ha quedado espacio de aprendizaje o entrenamiento. Principalmente, habrán quedado mermadas las orientadas
a atender a los requerimientos y señales de verdadero peligro de la vida ordinaria, procesar nueva información,
realizar aprendizajes, sincronizar con el entorno y conectar con el propio yo.
Cuando hablamos de un daño tan profundo y trasversal, el severo nivel de afectación emocional, psicológica y
relacional habrá comportado, en muchos de los casos, que la persona se haya visto en la situación de tener que
transitar por diversos servicios asistenciales los cuales, o por falta de conocimiento del trastorno o de coordinación
entre ellos, habrán diagnosticado a las víctimas, superponiendo etiquetas diversas: trastorno de la personalidad límite
(TLP), trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), trastorno negativista desafiante (TND), trastorno por
ansiedad (TA), trastorno por depresión (TD), trastorno de la conducta alimentaria (TCA), entre otras. Éstas no habrán
permitido una comprensión del proceso global de acomodación que explica el daño y, además, habrán contribuido
a agravar la vivencia de indefensión en las víctimas, reincidiendo en el proceso de revictimización, al considerar la
diversa sintomatología como rasgos de personalidad y no una consecuencia de un maltrato, un abuso y una traición
«reales» de tipo externo.
Justamente, por este riesgo de revictimización institucional en personas con dificultades en casi todos los ámbitos de
funcionamiento, es prioritario que entornos profesionales tan diversos como el psicológico, social, policial, médico,
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educativo y judicial, principalmente, atendamos a las víctimas de forma integral ampliando espacios de coordinación
y estableciendo sinergias que nos permitan compartir información para comprender cada caso y dar respuesta de
manera eficaz a patrones sintomatológicos tan identitarios, trasversales, incapacitantes, rígidos e, incluso, de auto
sabotaje que, de no contar con una mirada interdisciplinar, corren el riesgo de relegar a la persona a la impotencia y
la indefensión, manteniéndola, muchas veces, en circuitos de exclusión.
Analizaremos y detallaremos el concepto del trastorno de estrés postraumático complejo (TEPTC), incluido en la
publicación de la CIE 11 de 2022, (Organización Mundial de la Salud, Clasificación Internacional de Enfermedades)
dentro de la categoría de Trastornos de Estrés Postraumático, teniendo en cuenta que, ante una situación traumática,
no siempre se desarrollan secuelas físicas y/o psicológicas pero que, tanto el TEPTC como el TEPT (trastorno de
estrés postraumático) para que puedan ser diagnosticados, ambos deben poderse explicar como consecuencia de
la exposición a un origen traumático, diferenciándose ambos en la tipología de causa del daño y, por ello, en la
profundidad, gravedad y trasversalidad de la sintomatología. Tal como explica Herman (2015, citado en Maldonado,
2020) estamos hablando, en el caso del TEPTC, de una forma de traumatización continuada y recurrente donde
el actual concepto de TEPT se queda limitado al no recoger la diversidad de manifestaciones sintomáticas de un
trauma repetido y prolongado, del cual la víctima siente que no puede escapar, que ha sido perpetrado por figuras de
confianza, ocasionando una deformación de la personalidad.
Fue la misma Judith Herman quien acuñó por primera vez el término de trastorno de estrés postraumático complejo
describiéndolo como:
“El síndrome que se deriva de un trauma prolongado y repetido necesita un nombre propio. Yo propongo, desorden
de estrés postraumático complejo. Las respuestas al trauma se pueden comprender mejor si se analizan más como un
conjunto de condiciones que como un único desorden“ (Herman, 2004, p. 144, citado en Nieto y López, 2016, p. 89 ).
Se entiende por trauma la interacción entre un evento real externo y la forma en la que el individuo reacciona frente a
éste (Tutté, 2004, citado en Robles, 2012).
Una experiencia o un acontecimiento negativo que constituye una amenaza para la integridad física y psicológica de
la persona. Frente a la intensidad del acontecimiento, los mecanismos de afrontamiento y defensa quedan desvalidos,
reduciéndose la capacidad de respuesta del individuo (Echeburúa, 2004; Pérez-Sales, 2004, citado en Jarne, 2015).
“Gran parte de lo que es traumático para los seres humanos supone cierto grado de traición” (Freyd, 1996, p. 19).
Los estudios sobre el concepto de trauma son relativamente recientes, habiéndose incluido en la literatura científica,
principalmente, a partir del siglo XIX con el psicoanálisis y alcanzando una de sus etapas más prolíficas con el estudio
de los efectos sufridos por excombatientes de las grandes guerras y la guerra del Vietnam, durante y con posterioridad
a su exposición a las contiendas. No profundizaremos en el recorrido histórico del concepto, pero sí hemos querido
referir algunas de sus acepciones recogidas de la bibliografía que nos ayudan a entender que, cuando hablamos de
trauma, nos estamos refiriendo a algo terrible que pasa en el entorno de la persona, desbordando sus capacidades
de afrontamiento, desconectándola del propio cuerpo y provocando experiencia/s de completa indefensión y
desesperanza.
En el caso del TEPTC, el proceso de traumatización se ha iniciado, principalmente, en edades tempranas del
desarrollo, a partir de procesos de victimización sostenidos en el tiempo y ejercidos por figuras de apego principales,
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con las que la victima ha mantenido una relación de confianza. El desarrollo de la personalidad en estos contextos
traumáticos habrá provocado un daño estructural en la víctima, condicionando sus patrones de funcionamiento,
los cuales permaneceran en la sumisión, la acomodación y el colapso, impidiendo el desarrollo de mecanismos de
afrontamiento funcionales que le permitan escapar del terror.
El trauma, por tanto, no reside en el suceso en sí, sino en el sistema nervioso y, aunque el factor estresante es necesario
para provocar trauma, el desarrollo de los síntomas está vinculado al nivel de desconexión que el cuerpo ha sufrido
en el momento del/los suceso/s traumático/s así como al nivel de energía de supervivencia (lucha o huída) que no fue
utilizado cuando se enfrentó el terror a través de la parálisis, que es la respuesta preprogramada biológicamente cuando
la huida o la lucha no son, o no se perciben posibles, frente al terror ineludible. Debido a que, en dicha respuesta,
los mecanismos fisiológicos de lucha y huída se han activado igualmente, pero no se han puesto en funcionamiento,
pueden quedar completamente operativos. Si esto ocurre, es decir, si el cerebro no ha encontrado la oportunidad
de “encontrar una salida, una solución” a la situación de terror, la energía que ha activado quedará pendiente de
utilizarse, dejando al cerebro desconectado de sí mismo y del entorno, buscando una solución a la vivencia de terror
no resuelta y provocando la sintomatología propia del TEPTC (Van Der Kolk, 2015).
El origen traumático en el TEPTC no se identifica tanto como la exposición a un mero acontecimiento que ha
provocado terror e indefensión, sino que ha conformado el entorno de confianza de la víctima, de ahí que la
sintomatología, además de afectación reactiva a la vivencia del peligro, haya comportado estrategias de acomodación
y adaptación que, si bien han permitido la supervivencia de la víctima, han provocado un deterioro significativo de
las princiales áreas de funcionamiento.
Posibles causas que provocan traumatización de tipo complejo vendrán derivadas principalmente, de experiencias
de abuso sexual infantil sostenido en el tiempo, violencia doméstica prolongada, tortura, esclavitud, campañas de
genocidio, procesos migratorios, etc.
La diferencia entre el TEPT y el TEPTC se encuentra, por tanto, por la repetición del trauma relacional en el
TEPTC, su inicio en edades tempranas, principalmente, la prolongación en el tiempo y la imposibilidad de
escapar de él. No se trata sólo de haber estado expuesto/a a un «acontecimiento traumático» sino de vivir o haber
vivido en un «contexto traumático». Así, el daño sufrido no ha sido puntual sino estructural porque el medio, el
entorno de confianza y de crianza ha sido el propio abuso. Se ha crecido o se ha permanecido en la traumatización
misma, que se ha llegado a normalizar, sin poder tomar conciencia del abuso que se sufre, lo cual permitiría ponerle
fin y validar la historia de dolor que se mantiene presente a nivel corporal y emocional.
Para poder explicar cómo se ha desarrollado la diversa sintomatología propia del TEPTC en cada caso, será preciso
atender a aquellos factores de riesgo que permitan explicar por qué las víctimas son más vulnerables de sufrir
experiencias traumáticas y de no desarrollar adecuadas estrategias de autoprotección (Santos y Sanz, 2020).
Existen tres aspectos del evento susceptibles de agravar la sintomatología desarrollada por las víctimas y comprometer
la propia percepción de competencia personal (Santos y Sanz, 2020, p.500):
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A mayor intensidad, duración y frecuencia del/los evento/s traumático/s, más grave será la afectación. Así, las
experiencias traumáticas crónicas provocadas por eventos que se repiten en el tiempo o por procesos de
multitraumatización generan más gravedad y cronicidad que las experiencias discretas.
Además, aquellos eventos traumáticos causados por el ser humano y, especialmente, si son intencionados y causados
por figuras de confianza, en edades tempranas de las víctimas, tienen mayor probabilidad de generar trastorno que
los acontecimientos que provienen de fenómenos de la naturaleza.
Contexto situacional:
La situación vital en que se encuentre la persona podrá constituir un factor de predisposición a asumir conductas
de sumisión frente a situaciones o contextos traumáticos, debido a las necesidades que todo ser humano tiene de
recibir protección y cobijo desde que nace. Esto ocurre especialmente cuando existen experiencias traumáticas
previas, situación familiar conflictiva, separación de los progenitores, ausencia de apoyo percibido, problemas
económicos o de salud importantes y/o amenaza percibida para la vida (Santos y Sanz, 2020).
Variables biológicas:
Pueden suponer factores de vulnerabilidad frente al evento traumático, principalmente cuando exista algún tipo
de discapacidad, psicopatología previa de la víctima o familiar y, en especial, en trastornos de personalidad y de
conducta (Santos y Sanz, 2020).
Variables psicológicas:
Deficientes recursos psicológicos, baja autoestima, edades tempranas, baja calidad o dificultades en las relaciones
afectivas, percepción de pérdida de control frente a situaciones que resultan altamente aversivas y generan terror,
sentimientos de culpa o vergüenza y/o una elevada intensidad de la respuesta emocional son factores que se han
asociado a una mayor vulnerabilidad frente al evento traumático (Santos y Sanz, 2020).
GRÁFICO 1. VARIABLES PSICOLÓGICAS (ADAPTACIÓN PROPIA DEL TEXTO DE SANTOS Y SANZ, 2020)
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Tal como se indica en el siguiente gráfico, será importante analizar los diversos factores de riesgo, situándolos
cronológicamente en los diferentes momentos propios del proceso de traumatización: Durante la situación previa a la
vivencia traumática, durante la exposición al evento, en el período inmediato posterior y durante el tiempo transcurrido
hasta la evaluación.
1.3. Apego
Como hemos visto, son los procesos de traumatización derivados de violencia interpersonal generada en relaciones de
confianza los que provocan más daño porque la víctima ha tenido que desarrollar estrategias de supervivencia que han
precisado desconectar del dolor y todo ello ha provocado que la confianza en el vínculo y los afectos se vea alterada y
con ello la conciencia del yo. Las emociones, entonces, se convierten en estímulos que provocan la desconexión en lugar
de la integración del yo.
“Nos referimos al apego como el vínculo afectivo que se genera entre los infantes y sus cuidadores a lo largo de las
interacciones (…) constituyendo un estado psicofisiológico y emocional interno que afecta al neurodesarrollo y que se
activa en situaciones de dolor, fatiga, miedo o baja accesibilidad o responsividad de la figura de apego“ (Bowlby 1969;
Davies 2011, citado en Van der Kolk, 2015).
La teoría del apego, iniciada Bowlby (1986), explica la influencia que tienen las tempranas relaciones con las figuras de
amor en el desarrollo de la personalidad y, en algunos casos, en el origen de la psicopatologia.
El comportamiento de apego es aquel que tiene como objetivo conseguir o mantener la proximidad de otra persona que
se considera más fuerte o capaz. Dicho comportamiento se inicia con las primeras interacciones del bebé con las figuras
de protección y cuidado, las cuales determinarán su capacidad posterior para establecer vínculos afectivos (Bowlby,
2008).
Para un desarrollo armonioso de la personalidad y de las capacidades de sincronia con el entorno es importante que el
bebé pueda confiar en sus figuras de apego y que éstas sean capaces de contenerlo y protegerlo, a la vez que animarlo
a explorar el entorno con confianza. La interacción que se establezca entre cuidadores y bebé explicará la calidad del
vínculo y el tipo de apego que éste desarrolle, que tendrá que ver con lo que Bowlby (1980) identificó como modelos
operantes internos, los cuales hacen referencia a las expectativas del niño/a acerca de sí mismo/a y de los demás y le
permiten anticipar, interpretar y responder a la conducta de sus figuras de apego, porque integran experiencias presentes
y pasadas en esquemas cognitivos y emocionales.
En la misma línea, Fonagy et al. (1995) señalan que, a partir de experiencias repetidas con sus figuras de apego, los niños/
as desarrollan expectativas en cuanto a la naturaleza de las interacciones. Así, las relaciones tempranas de apego poseen
amplia influencia en la capacidad para regular el estrés, la atención y en la función mentalizadora (Fonagy y Target, 2004).
La manera cómo las figuras de apego atienden las necesidades del bebé contribuye a determinar su desarrollo cerebral,
psicológico y relacional y estructura sus creencias acerca del yo, del entorno y de cómo se relaciona con él, por ello, el
patrón de apego a través del cual éste se relacione actuará como un factor importante de protección o vulnerabilidad
frente al trauma que deberá ser tenido en cuenta en la evaluación de la sintomatología y de los patrones relacionales en
casos de TEPTC.
Así, tal como se extrae de la investigación realizada por Sroufe y Collins (2005, citado en Val der Kolk, 2015) con
una muestra de 180 personas observadas desde el octavo mes de su gestación y durante los siguientes 28 años, para
que sea posible un correcto desarrollo cerebral, es necesario haber crecido en un entorno con figuras de apego que
hayan permanecido presentes física y emocionalmente en la crianza, aportado sentido a su conducta, entendiéndola y
conectándola con sus emociones.
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Cuando las experiencias de apego han aportado seguridad, permitirán desarrollar un sentido de confianza básica en
el mundo, sentimientos de autovaloración y adecuadas capacidades para reconocer y prevenir el peligro y predecir
y distinguir entre situaciones potencialmente seguras e inseguras.
Según Aisnworth (1978, citado en Quezada y Santelice, 2010), si la relación es adecuada, el niño/a establece un
vínculo seguro con la madre y otros cuidadores, separándose después poco a poco y desarrollando finalmente la
capacidad de relacionarse con otras personas como sujeto independiente y seguro.
En cambio, patrones inseguros de apego evitativo o ambivalente tienden a estar relacionados con el desarrollo de
neurosis o trastornos de personalidad organizados y patrones de apego desorganizados se vinculan con el desarrollo
de TEPTC y de enfermedad mental grave (Aisnworth, 1978, citado en Quezada y Santelice, 2010.
Estilos de apego
Realizamos un breve repaso de los principales estilos de apego, a fin de identificar su relevancia en el posible
desarrollo del TEPTC (Van der Kolk, 2015).
a. Organizado
• Seguro:
Se expresa en personas cuyas relaciones con las figuras de apego se han mantenido reguladas emocionalmente
y éstas se han mostrado accesibles, próximas y fiables, mostrando sensibilidad hacia las necesidades del bebé y
promoviendo una experiencia de seguridad que le ha permitido explorar el entorno y desarrollarse emocional y
cognitivamente de manera funcionalmente adecuada.
• Inseguro:
> Ambivalente:
Se puede desarrollar en relaciones en las que tanto puede haber exceso como defecto de proximidad por parte de
las figuras de apego, baja fiabilidad en las respuestas, dificultades en la sincronía emocional, poca capacidad de
afecto positivo y relaciones establecidas desde la ansiedad y/o cansancio, por lo que el niño/a aprende a captar la
atención de la figura de apego mediante comportamientos activos y demandantes, también puede necesitar poner
límites excesivos y/o emplear recursos excesivos para reducir la ansiedad.
> Evitativo:
Se puede desarrollar en relaciones en las que ha existido poca capacidad de afecto por parte de las figuras cuidadoras,
poca proximidad física y emocional o, en ocasiones excesiva, pero con escasa sintonía respecto a las necesidades
del niño/a, tampoco ha existido adecuada regulación y asimilación de experiencias negativas, que ha motivado que
el niño/a haya aprendido a regularse mediante supresión emocional.
b. Desorganizado
Debido a que, con el fin de lograr la supervivencia, estamos programados desde que nacemos para conectarnos y
sincronizarnos con las figuras que se encargan de nuestro cuidado, no disponemos, biológicamente, de la opción
de no vincularnos emocionalmente a nuestras figuras de protección y amor, aunque éstas nos causen terror o sean
negligentes con nosotros/as. Esta profunda contradicción desorganiza el cerebro, que incorpora la creencia de que
no hay nadie a quien acudir ni refugio seguro posible.
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Patrones de crianza que promoverán el establecimiento y consolidación de estilos de apego desorganizados provendrán
de figuras temibles o temerosas, ausentes, negligentes, disociadas y/o con patología severa, frente a las cuales, el niño/a
estará expuesto/a a la paradoja de vincularse amorosamente con cuidadores que son, a la vez, el origen de sus miedos.
Este es el peor escenario para la estructuración de la personalidad y de las competencias relacionales y, por tanto, el
que provoca sintomatología de mayor gravedad porque el niño/a no sabe cómo interactuar con las figuras de amor y
esto provoca que no pueda acercarse pero tampoco huir, porque ello comprometería la propia supervivencia.
En este “miedo sin solución”, tal como lo acuñó Mary Main, el niño/a hará todo lo posible por estructurar y organizar el
apego, lo cual le expondrá irremediablemente a la desorganización porque, a mayor estrés, mayor activación del sistema
de apego que promoverá mayor búsqueda de refugio seguro, y ésta, mayor exposición al miedo, y, consecuentemente,
mayor desorganización y predisposición a la enfermedad mental grave y al TEPTC (Hesse y Main, 1995, citado en Van
der Kolk, 2015).
La desorganización cerebral y del apego forman parte del funcionamiento del TEPTC y se evidencian en narrativas
desorganizadas, actitud de inseguridad, desconfianza y recelo, dificultades para recuperar recuerdos de la infancia,
frecuentes fabulaciones, comportamientos disociados, discurso desconectado de emociones coherentes, impulsividad,
dificultades de autoregulación emocional, comportamientos temerosos o temibles y funcionamientos con mucho
control hasta que se activa el sistema de apego que reactiva la confusión (Liotti 2011, citado en Silberg, 2019).
Según explica Selvini (2022), cuando la crianza ha provocado miedo y sentimientos de soledad e impotencia en el
niño/a, la desorganización que se establece en el cerebro se expresará a través de diversos tipos de personalidad
postraumática, en función de cuáles hayan sido las características principales del ejercicio de la crianza.
Cuando hablamos de personalidad postraumática, hablamos de TEPTC ya que es el único trastorno, derivado de
etiología traumática, compatible con definir patrones de personalidad (Pereira y Linares, 2022).
Se ha crecido, principalmente, con patrones de crianza ejercidos con fatiga, en los que, de modo imprevisible y
arbitrario, se ha sido criticado/a abiertamente, exaltado/a a la vez que agredido/a verbal y físicamente, lo cual ha
provocado miedo y, al haber obtenido eventualmente éxito con conductas tiránicas frente a las figuras de apego, se
oscilará impulsivamente de la exaltación al ataque del otro/a, conectando con la fuerza como elemento importante
para sobrevivir al terror.
Cuando la crianza se ha ejercido con alternancia imprevisible de acogida y abandono y exaltación y descalificación
y se ha sido poco atendido, a no ser en las propias manifestaciones corporales, probablemente, el miedo básico en
el que se habrán desarrollado los patrones de apego será el de invisibilidad, habiéndose desarrollado la tendencia a
manipular en exceso a fin de atraer la atención del entorno próximo. Habrá también presencia de desorganización y
desregulación emocional.
Desarrollada en contextos familiares en los que ha existido frialdad y alternancia imprevisible de la presencia y
ausencia de frágiles figuras parentales, con prevalencia de la ausencia y hostilidad. El niño/a, probablemente, habrá
sobrevivido al miedo, intentando ser totalmente independiente respecto de cualquier vínculo afectivo, lo cual será
compatible con haber provocado rasgos esquizoides o autistas en la personalidad.
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Cuando las figuras parentales se han mostrado frágiles, ignorando las necesidades e hiper responsabilizando y
sometiendo al niño/a, con el fin de obtener su soporte y ayuda, la personalidad se definirá a partir de atender
las demandas de los demás, la predisposición a la complacencia y protección y la desconexión de las propias
necesidades, con profundas creencias de desprotección, miedo y soledad.
1.4 Autoconcepto
Como hemos visto en apartados anteriores, los bebés y niños/as pequeños acuden y se aferran a las figuras de apego
cuando se sienten en peligro y, tal como hayan aprendido en estas primeras experiencias, en momentos de estrés o
miedo, buscarán el consuelo y soporte de los demás, durante toda la vida.
Cuando las personas encargadas de nuestra protección y cuidado son las que nos dañan, humillan o abusan, el
doble vínculo relacional que se establece y cronifica dañará profundamente nuestro sentido básico de identidad,
seguridad y confianza, interfiriendo gravemente en nuestra capacidad de aprender estrategias de autoprotección
exitosas, lo cual impedirá que podamos desarrollar la creencia de ser incapaces de autoprotegernos frente al estrés,
el miedo y el abandono y explicará que asumamos que el daño se ha producido debido a nuestras carencias y
deficiencias.
Esta dificultad para la autoprotección se evidencia en comportamientos de inacción que observamos recurrentemente
en víctimas de procesos de traumatización que pueden ser explicados a partir de la Teoría de la Indefensión
Aprendida (Maier y Seligman, 1976) que explica por qué las conductas de indefensión se desarrollan, sólo, cuando
el cerebro no tiene esperanza de escapar del terror.
Seligman basó su teoría en el experimento que realizó en la Universidad de Colorado junto a Maier, en él,
administraban reiteradas “descargas eléctricas ineludibles” a un grupo de perros encerrados en jaulas y, tras varios
ciclos de descargas administradas alatoriamente, les abrían las puertas de las jaulas, mientras les aplicaban nuevas
descargas. Este grupo de perros que habían recibido descargas sin posibilidad de escapar de ellas, permanecieron
gimiendo sin intentar salir de la jaula, cuando, finalmente, se les abrió la puerta que les permitía ponerse en libertad
y escapar así del dolor y el terror (Maier y Seligman, 1976).
Paralelamente, utilizaron otro grupo control de perros, al que no administraron descargas y comprobaron que,
cuando abrían las puertas de sus jaulas, sí escapaban inmediatamente.
La conclusión a la que llegaron fue que la mera oportunidad de escapar del terror no hace que los animales o las
personas traumatizados tomen necesariamente el camino hacia la libertad, si no que, cuando quedan expuestos a
un dolor terrible del que perciben que no pueden escapar quedan atrapados o inmovilizados, incapaces de actuar
para evitar lo inevitable y, simplemente, se rinden, permaneciendo, en un estado crónico de agitación y colapso
extremos, bloqueados en el miedo que ya conocen e incapaces de retornar a un estado de homeostasis cerebral.
Según Winterflood y Climie (2020), la respuesta de inmovilización propia de la indefensión aprendida se explica en
base a tres componentes necesarios:
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emoción más frecuente. Si bien, tras aprender que no pueden controlar las consecuencias de sus acciones, esta
emoción se transforma en depresión y disminución de esta expresividad emocional.
c) Cognitivo: explica las dificultades para conectar las acciones con un resultado.
Esta forma de vulnerabilidad cognitiva adquirida, explica la atribución que realizan las víctimas de TEPTC de los
sucesos traumáticos a causas internas e identitarias, lo cual ha instalado el miedo y vergüenza como patrones de
funcionamiento principales, junto con sentimientos de auto desprecio y de rendición a la indefensión.
Este patrón de desvalorización e indefensión queda también ampliamente recogido en la Teoría del Vínculo
Traumático, desarrollada por Dutton y Painter (1981), en la que, a partir de estudios realizados con mujeres
víctimas de relaciones abusivas, constataron que el vínculo relacional entre víctima y perpetrador se desarrollaba a
partir de dos características de la relación:
a) Desequilibrio de poder:
En la relación, una de las partes se siente subyugada, en inferioridad de condiciones y la otra es la que ostenta el
poder.
En la medida en que se mantiene y aumenta esta relación desigual, se genera un empobrecimiento de la autoestima
de la víctima, una autovaloración negativa y una sensación de necesidad respecto a la figura dominadora, lo que
puede generar un fuerte vínculo afectivo en la víctima hacia la/s persona/s dominante/s.
La alternancia entre el buen y el mal trato se produce porque el/los maltratador/es maltrata/n periódicamente con
amenazas, insultos, abusos verbales y/o físicos y psíquicos y, posteriormente, se comporta/n de manera amable e,
incluso, con muestras de afecto, lo cual provoca que las víctimas oscilen en ciclos alternados de excitación aversiva/
negativa con otros de alivio/liberación respecto al abusador/a.
Por su parte, la Teoría del Aprendizaje (Espinosa, 2015) ha demostrado que la alternancia entre emociones positivas
y negativas refuerza la relación y dificulta la separación porque la oscilación entre refuerzo y castigo, estímulo
dañino y agradable es altamente efectiva para generar patrones de comportamiento resistentes que provocan una
fuerte relación emocional y son difíciles de extinguir o finalizar.
Como refiere Robles (2012), en relaciones de este tipo, se constata que el perpetrador se convierte en la persona de
mayor poder para la víctima, la cual desarrolla un apego patológico de extremada dependencia emocional en el que
considera a la persona que ejerce el abuso, fuente de consuelo y humillación simultáneamente.
Las personas crónicamente traumatizadas son a menudo juzgadas de pasivas e inseguras, si no se tiene en cuenta
que cada acción independiente que ha podido ejercer la víctima ha resultado muy amenazante, debido a que ha
sido considerada de insubordinación o traición por parte del perpetrador, el cual forma parte del mundo interno de
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la víctima (Sahin et al., 2010), debido al proceso de identificación con el marco mental del agresor que ésta ha sufrido
(Ferenczi, 1940, citado en Robles, 2012) en su proceso de adaptación a la situación traumática.
Para poder sobrevivir en la relación, la víctima anticipa los deseos y expectativas del agresor y los hace propios,
anulándose a sí misma, desconectándose de sus propios sentimientos, como una manera de adaptarse y lograr controlar
la amenaza. Así, la víctima renuncia a sus sentimientos y necesidades, para asimilarse a una imagen que se adecua a
la mente de su agresor, como una manera de protegerse (Frankel, 2002).
La traumatización relacional, por tanto, provoca que se mantengan ciertos mecanismos psicológicos y comportamentales
adaptativos para la víctima que explican, a su vez, la incapacidad para interrumpir la violencia y la continuidad de la
relación abusiva. Todo ello explica por qué no ha podido:
• Enfrentarse al agresor.
• Detener el abuso o escapar de él.
• Buscar ayuda de terceras personas.
• Plantearse y lograr abandonar al agresor.
• Denunciar.
Dicha traumatización también explica alteraciones cognitivas en las víctimas que las mantienen en la creencia de que
el maltrato o el abuso son resultado de la propia culpa y que rechacen, a veces agresivamente, la ayuda que le ofrezcan
familiares o red social.
Tal y como ya hemos referido en el capítulo precedente, el trastorno de estrés postraumático (TEPT) alude a una
serie de alteraciones que ocurren como consecuencia de la exposición de la persona a un estresor importante. Dicho
trastorno empezó a ser estudiado en el siglo XIX, con el psicoanálisis pero no fue reconocido por los manuales de
clasificación diagnóstica hasta 1980, con su inclusión en el capítulo de Trastorno de ansiedad del DSM-III (Maldonado,
2020).
Debido a las carencias que se fueron constatando en el TEPT para explicar buena parte de la sintomatología que
expresaban víctimas de procesos de traumatización sostenida en el tiempo e infligidos por figuras principales de apego,
en 1991, la psiquiatra Leonore Terr propuso distinguir 2 tipos de trauma en la infancia: el trauma tipo 1 consistiría en un
trauma repentino y único y el trauma tipo 2 se caracterizaría por traumas múltiples y crónicos como el abuso sexual o
físico repetidos. El trauma tipo 2 llevaría a síntomas más graves y estables de negación y entumecimiento, disociación
y rabia, así como una considerable tristeza (Terr, 1991).
Ya referido igualmente, es en 1992 cuando la psiquiatra Judith Herman introduce los conceptos de trauma complejo y
trastorno de estrés postraumático complejo con el objetivo de ampliar las posibilidades diagnósticas que ofrecia el TEPT.
Considera que, el concepto tradicional de TEPT, incluido por primera vez en el DSM-III, está demasiado vinculado a la
sintomatología de los ex-combatientes de la guerra de Vietnam y que existen casos de trauma prolongado mucho más
próximos y cotidianos, como los padecidos por niñas y niños maltratados o abusados sexualmente, de forma crónica,
por figuras de apego y propone la denominación de síndrome por estrés postraumático complejo para estos casos.
Herman (1992) define el trastorno de estrés postraumático complejo (TEPTC) como una categoría diagnóstica con
elementos compartidos con el TEPT, el trastorno límite de la personalidad, el trastorno de identidad disociativo y
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los trastornos de somatización, pero, a la vez, diferenciada de ellos y sostiene que, estos diagnósticos han sido
históricamente aplicados víctimas de trauma complejo, provocando que el origen de sus padecimientos haya
permanecido oculto.
En esta primera propuesta, propone criterios diagnósticos para el TEPTC, considerándolo consecuencia de la
exposición a un “control totalitario” que puede durar desde meses a años, y que, generalmente, incluye abuso
físico y/o sexual. Algunos ejemplos son los supervivientes de sectas religiosas o de campos de concentración, pero
también supervivientes de maltratos domésticos o abuso en la infancia. De estas vivencias se deriva la sintomatología
consistente en “alteraciones” en las siguientes áreas (Herman, 1992, citado en Maldonado, 2020):
1. Regulación de los afectos: manifestada por disforia permanente, impulsos suicidas, autolesiones, ira
explosiva o inhibición que pueden alternar, sexualidad compulsiva o excesivamente inhibida.
4. Percepciones del perpetrador: incluyen preocupación por el perpetrador o por vengarse de él, valoración
exagerada del poder del perpetrador, aunque es necesario considerar, según Herman, que la estimación de la
víctima sobre el poder del perpetrador puede ser más realista que la del clínico/a, idealización o gratitud paradójica,
sensación de una relación especial o sobrenatural, aceptación del sistema de valores y racionalizaciones del
perpetrador.
5. Disfunciones en las relaciones con los otros: se pueden expresar mediante aislamiento, distanciamiento,
alteraciones en las relaciones íntimas, búsqueda constante de un rescatador que puede alternarse con el aislamiento
y distanciamiento, desconfianza constante y/o fracasos constantes en la autoprotección.
En su revisión, Herman (1992) consideró que era necesario incluir el TEPTC en los manuales diagnósticos,
considerando las limitaciones del TEPT, englobadas en dos áreas principales de alteración, sintomáticas y categóricas,
de la persona superviviente a un daño repetido y prolongado.
a) Sintomáticas: incluyó diversidad de sintomatología que afectaba a múltiples dominios y que no quedaba
explicada por el TEPT: somatización, disociación y cambios afectivos.
> Somatización: el trauma prolongado amplifica la sintomatología TEPT, incluyendo síntomas como insomnio,
reacciones asustadizas y agitaciones, molestias gastrointestinales, náuseas, asfixia y dolores musculares en la zona
del tronco (espalda, abdominal y pélvico).
> Disociación: a través de mecanismos de defensa como la supresión voluntaria de pensamientos, minimización
o negación, tanto la percepción como la consciencia se ven significativamente afectadas. Esto conlleva una alteración
en la concepción del paso del tiempo, el almacenamiento y recuperación de los recuerdos y la capacidad de
concentración.
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> Cambios afectivos: frecuentemente, existe presencia de depresión crónica, agravada por el resto de sintomatología
del TEPT, incremento del estado vegetativo, apatía, indefensión y rumiaciones de culpabilidad. Además, la ira
internalizada que ha reprimido contra las figuras agresoras, por miedo a represalias, puede derivar en dificultades
de reconstrucción de las relaciones, autodesprecio e ideación suicida crónica.
> Cambios patológicos en la personalidad: durante el tiempo que dura la victimización, la persona agresora se
convierte en la persona más importante y la cognición es modificada en función de las acciones y creencias de
ésta. De esta manera, se logra un control sobre la víctima mediante la imposición sistemática y repetitiva del trauma
psicológico, ejercida, al mismo tiempo, de manera arbitraria e impredecible para la víctima. El objetivo es instalar
terror e indefensión en la víctima, para destruir el sentido propio en relación con otros, las competencias necesarias
para desarrollar respuestas de preservación de la propia autonomía y seguridad y crear un apego patológico hacia
el agresor/a.
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> Cambios patológicos en la identidad: las experiencias coercitivas producen alteraciones en la identidad de
la víctima, ya que las estructuras que la conforman son desarmadas. A diferencia de víctimas de un único evento
traumático, estas personas pueden sentir que han perdido irremediablemente un recuerdo de la identidad anterior
a la victimización prolongada.
En 2005, Van der Kolk et al., atendiendo también a las dificultades diagnósticas del TEPT en casos de traumatización
temprana, propone incluir en los manuales el Trastorno Traumático del Desarrollo, como nueva entidad diagnóstica.
Si bien su inclusión en el DSM no se llegó a producir, éste anticipaba también buena parte del perfil diagnóstico
que, posteriormente, ha conformado la sintomatología propia del TEPTC, incluido en la CIE11.
Posteriormente, en 2013, Van der Kolk et al. propuso el Trastorno por Estrés Extremo no Identificado, como
entidad que amplificara las posibilidades diagnósticas del TEPT en adultos, que tampoco fue incluido en el DSM
(Maldonado, 2020).
1. Regulación Afecto
2. Modulación Ira
3. Autodestructividad
Afectos e impulsos
4. Preocupación suicida
5. Dificultad modulación sexualidad
6. Conductas de riesgo
1. Amnesia
Atención y consciencia 2. Episodios disociativos transitorios
3. Despersonalización
1. Ineficacia
2. Culpa y responsabilidad
3. Vergüenza
Autopercepción
4. Incomprensión
5. Minimización personal
1. Sistema digestivo
2. Dolor crónico
3. Síntomas cardiopulmonares
Somatizaciones
4. Síntomas conversión
5. Sistema reproductor
1. Desesperanza
Sistemas de significados 2. Infelicidad
3. Pérdida sistema previo creencias
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Recientemente, Moller et al. (2021), en base a experiencias clínicas basadas en la evaluación psicométrica realizada a
pacientes con diagnóstico de TEPT, han descubierto que personas con características de la variante compleja obtienen
puntuaciones más altas de Afectividad negativa y Psicoticismo. Esto sugiere que estas personas expresan con mayor
frecuencia e intensidad un gran abanico de emociones negativas (p. ej., ansiedad, depresión, culpabilidad/vergüenza),
dificultades en relaciones personales (p. ej., dependencia), comportamientos y pensamientos inusuales, tanto en el
procesamiento (p. ej., percepción, disociación) como en el contenido (p ej., creencias) y mayor nivel de represión
emocional, especialmente a la hora de sentir placer.
Por su parte, el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, DSM, ha incluido desde su tercera versión el
TEPT, definiendo diversas variaciones criteriales que se detallan prácticamente en la Ficha 1.
Como ya ha sido referido, TEPT y TEPTC comparten parte de la sintomatología y la necesidad de una etiología traumática
que ha provocado terror para ser diagnosticados, pero, es a raíz de la necesidad de explicar el funcionamiento de
procesos de traumatización complejos, más allá de lo que permitía el TEPT, que surge el diagnóstico de TEPTC,
incluido en la CIE-11.
El TEPT, incluido en el DSM 5, dentro de los trastornos por estrés, y en la CIE 11, dentro de la categoría de Trastornos de
estrés postraumático, recoge sintomatología que ha sido causada directamente por el evento traumático, desarrollada
como una reacción a éste y que incluye (APA, 2014):
• Reexperimentación.
• Evitación.
• Hiperactivación.
• Afectación que causa malestar clínicamente significativo o deterioro en los social, laboral u otras áreas importantes
de funcionamiento.
El TEPTC incluye, necesariamente, tanto la sintomatología reactiva que explica el TEPT, como la que se ha desarrollado
de manera insidiosa, a partir de diversos procesos de adaptación al miedo que han desorganizando el funcionamiento
global de la víctima.
En casos de TEPTC, por tanto, encontramos tanto sintomatología reactiva, propia del TEPT, derivada directamente del
origen traumático (Espinosa, 2015):
• Reexperimentación.
• Evitación.
• Hiperactivación.
• Afectación que causa malestar clínicamente significativo o deterioro en los social, laboral u otras áreas importantes
de funcionamiento.
Como sintomatología de acomodación y/o adaptación, cuya conexión con el origen traumático puede ser más difícil
de establecer (Espinosa, 2015):
• Desregulación afectiva.
• Autoconcepto negativo.
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Es importante tener en cuenta que, si bien la sintomatología reactiva se explica como patrones de respuesta de miedo
directamente derivados de la exposición al estresor traumático externo, en casos de traumatización compleja, puede
ocurrir que, la situación de vulnerabilidad en la que ha permanecido la persona superviviente haya motivado que la
reactividad responda, tanto al daño infligido por otros, como al daño autoinfligido, a través del cual la víctima, siguiendo
patrones relacionales internos aprendidos en la relación traumática original, se ha convertido en su propio agresor interno.
Por tanto, tanto en casos de traumatización infantil como adulta, será importante que la tarea pericial sea proactiva en la
detección de posibles tiranos internos que expliquen sintomatología reactiva vinculada con creencias y/o voces internas
que continuan maltratando porque han incorporado el rol que ejercieron o continúan ejerciendo las figuras maltratantes.
Sin detenernos en la sintomatología TEPT, recogida en los manuales diagnósticos y bibliografía especializada, detallamos
posibles concreciones de cada uno de los ámbitos de afectación del TEPTC, a fin de facilitar la tarea evaluativa del
trastorno (López Soler, C, 2008, citado en Espinosa, 2015):
a) Desregulación afectiva:
b) Autoconcepto negativo:
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Tal y como ya hemos referido, TEPT y TEPTC comparten la necesidad de una etiología traumática para ser
diagnosticados pero difieren en que, en casos de TEPTC ha existido, más que la exposición a un suceso que ha
causado terror e indefensión, una exposición continuada a un contexto traumático, muchas veces, desde edades
tempranas, que ha comprometido el desarrollo cerebral y de la personalidad.
El mayor crecimiento y conexión neuronal se da durante la infancia de manera que, en los primeros meses de vida,
la producción de neuronas se duplica y, en los primeros años de vida y durante la adolescencia, la poda neuronal
cerebral se encarga de eliminar aquellas conexiones neuronales que no se han establecido como relevantes para la
supervivencia.
Además, existen períodos sensibles en el desarrollo cerebral durante los cuales éste está programado para desarrollar
determinados aprendizajes:
Fuera de estos períodos, si el cerebro no ha sido adecuadamente estimulado o no ha podido adquirir dichos
aprendizajes, o bien ya no los adquirirá, o bien las competencias que éstos posibilitan quedaran significativamente
dañadas o mermadas.
Durante el proceso evolutivo iniciado desde el nacimiento, el cerebro realizará dos tipos de integración funcional:
Tal como explica McLean (1952) en su teoría de los tres cerebros, mediante la integración funcional vertical, el
cerebro ordena y jerarquiza el funcionamiento de (Silva y Ramos, 2020):
• Cerebro reptiliano: incluye el tronco del encéfalo, el cerebelo y el sistema reticular, se desarrolla durante
la gestación y organiza las funciones básicas para garantizar la vida, reaccionando instintivamente frente a las
amenazas.
• Sistema límbico: regula las emociones, inicia su desarrollo tras el nacimiento y se organiza principalmente
en los 6 primeros años de vida. Establece lo que es agradable o peligroso y lo que es importante o no para la
supervivencia.
• Cerebro racional o neocórtex: se ocupa del mundo exterior, de comprender cómo funcionan las cosas y las
personas, de cumplir objetivos, gestionar el tiempo, planificar y secuenciar acciones, controla el pensamiento
abstracto y las neuronas espejo, encargadas de sincronizar al bebé con el entorno relacional próximo.
Durante el desarrollo evolutivo del bebé, el cerebro coordina e integra el funcionamiento de ambos hemisferios
cerebrales, logrando que el hemisferio izquierdo, encargado del lenguaje y el procesamiento de la información
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verbal, ponga palabras y organice la información sensorial y emocional, almacenada en el hemisferio derecho
(Silberg, 2019).
Teniendo en cuenta la relevancia de los procesos que el cerebro realizará desde el nacimiento y durante la niñez
hasta la adolescencia, resultará de vital importancia que pueda contar con un contexto de seguridad y amor que
contribuya a facilitar su desarrollo y su adaptación al entorno porque, la exposición prolongada al trauma en un
cerebro infantil en desarrollo lo mantendrá en una permanente reexperimentación del peligro y de lucha por la
supervivencia que interferirán, tanto en su capacidad de integración cerebral vertical: sistema límbico y cerebro
reptiliano habrán tomado el mando del funcionamiento cerebral y relegado las funciones de la corteza cerebral,
como en su capacidad de integración horizontal: dificultando que ambos hemisferios funcionen coordinadamente y
que las capacidades narrativas y secuenciales de la información no tengan acceso a las huellas sensoriales y afectivas
no deformadas con las que se ha almacenado la información traumática. El cerebro de un niño/a traumatizado/a
carece de integración, dado que la comunicación horizontal y la vertical es menos fluida (Silberg, 2019).
Tal como explica Van der Kolk (2015) el cerebro, como estructura encargada de garantizar nuestra supervivencia,
evalúa todo lo que sucede tanto en nuestro interior como en el exterior, centrándose en la exploración, el juego y
la interacción cuando percibe seguridad y amor o en el manejo de sentimientos de miedo y abandono a través de
la lucha, la huída o la paralización, cuando se siente en peligro.
En un cerebro que funciona de manera regulada y adaptativa, el recuerdo de un suceso desagradable se borra con
el tiempo o se transforma en algo más benigno, pero, en un cerebro traumatizado, el suceso se mantiene presente,
incluso cuando el peligro ha pasado, por lo que la energía cerebral continuará dedicada a luchar, huir o paralizarse
frente al terror que ya no existe, sin poder atender al presente.
Este funcionamiento se explica por la afectación que sufren diversas estructuras en el cerebro traumatizado: en un
primer momento, el tálamo mezcla la información sensorial que llega del exterior, distinguiendo la información
relevante de la irrelevante, lo que lo convierte en un componente central de la atención, la concentración y los
nuevos aprendizajes. Esta función de integración sensorial del tálamo se ve afectada en un cerebro traumatizado,
lo que provoca que lo que vemos, los olores, los sonidos y el tacto se codifiquen como fragmentos aislados y
disociados (Van der Kolk, 2015).
Ledoux (2012) habla de dos vías neuronales de conducción de la información a partir del tálamo que, una vez
integrada, dirige las sensaciones en dos direcciones: hacia la amígdala (camino de bajada), que se encuentra en el
sistema límbico y hacia los lóbulos frontales (camino de subida), situados en la corteza cerebral.
Camino de bajada es la vía neuronal que se dirige hacia la amígdala, situada en el sistema límbico, cuya función
principal es identificar, de manera rápida y automática, si la información entrante es relevante para la supervivencia.
Si percibe amenaza, recurre al sistema de hormonas del estrés (cortisol y adrenalina) y al sistema nervioso autónomo
SNA y envía un mensaje instantáneo al hipotálamo y al tronco cerebral para orquestar una respuesta a nivel de todo
el cuerpo, con aumento del ritmo cardíaco, presión sanguínea y ritmo respiratorio, que nos prepara para luchar o
escapar. Cuando la amígdala percibe que la amenaza ha cesado, el cuerpo vuelve a su estado normal pero, cuando
la recuperación de la amígdala se bloquea, el cuerpo permanece en respuestas de defensa, a través de la agitación
y la excitación permanentes (Ledoux, 2012).
Camino de subida es la vía neuronal desde el tálamo, a través del hipocampo y del cíngulo anterior hacia los
lóbulos frontales, que permite el conocimiento consciente de lo que está sucediendo. Éste es un proceso más
depurado y lento que el anterior (Ledoux, 2012).
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Si la interpretación de la amenaza, por parte de la amígdala, es demasiado intensa o el sistema de filtrado de las
áreas superiores del cerebro es demasiado débil, como suele suceder en el TEPTC, la comunicación entre los lóbulos
frontales y el sistema límbico se vuelve confusa y el camino de bajada asume el control.
En palabras de Judith Herman: “las personas que han estado sometidas a un trauma prolongado y repetido desarrollan
una forma de desorden de estrés postraumático progresiva e insidiosa que invade y erosiona la personalidad… no
resulta sorprendente que la repetición del trauma amplifique todos los síntomas de hiperactivación del síndrome de
estrés postraumático” (Herman, 2004, p. 144 citado en Nieto y López, 2016, p. 89).
La exposición al trauma provoca cambios reales en el cerebro que explican por qué la posibilidad de ponerse a salvo
no determina que el cerebro traumatizado encuentre la forma de liberarse del estado de terror, por lo que, muchas
personas traumatizadas, simplemente se rinden y permanecen en el miedo que ya conocen.
Ya hemos visto que el cerebro sensibilizado a través de experiencias traumáticas reiteradas hiperreacciona ante
cualquier estímulo que vincule con estímulos asociados al trauma y esto provoca una regulación deficitaria con
procesos cerebrales activadores elevados y con escasa participación de inhibidores químicos, lo cual dificulta la
inhibición de respuestas condicionadas a experiencias traumáticas.
Tal como explica Sielberg (2019), cuando el proceso de traumatización ocurre desde las primeras etapas de vida, la
afectación en la estructura y la composición química cerebral serán de mayor embergadura y la desconexión y la
desregulación generalizada serán el resultado.
Así, los cerebros de los niños traumatizados, se adaptan al entorno traumático, caótico e impredecible en el que
se desarrollan, podando y descartando caminos y funciones que se utilizan menos y fortaleciendo los nuevos,
consecuencia de todo ello, el cerebro traumatizado infantil sufrirá (Silberg, 2019):
• Subdesarrollo del Cuerpo Calloso: estructura encargada de la conexión entre el hemisferio derecho e
izquierdo, su falta de desarrollo provocará desconexiones, flashbacks y fenómenos disociativos y deficiencias
en la capacidad de integrar información visual (H D) con la codificación verbal (HI). Todo ello puede producir
disparidad entre la información verbal y la sensorial o que la persona responda de forma contradictoria, ya
que, si la información no puede integrarse en el cuerpo calloso y procesarse verbalmente, el resultado será
la reexperimentación recurrente de las imágenes y los sonidos traumáticos que se dan en los flashbacks, sin
discurso coherente relacionado.
• Déficits del hipocampo: ocasionados por un exceso de cortisol que afectan a su capacidad para desactivar
a una amígdala estimulada en exceso. El hipocampo y la corteza prefrontal no se comunican con la amígdala
y se generan barreras en la integración que afectan a la memoria, tanto por hipermnesia como por amnesia de
eventos traumáticos
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Anomalías en el hemisferio derecho de la corteza se relacionan con el desarrollo de fenómenos disociativos. Esta
zona puede sufrir trastornos si carece de estimulación adecuada por parte de un cuidador y producir incapacidad
para regular emociones.
Dificultades en el desarrollo de la corteza prefrontal ventral y medial afectan a la capacidad de asimilar nueva
información y aprender, de percepción del yo, de hablar de forma objetiva de las propias experiencias y de
contextualizarlas adecuadamente.
Las experiencias repetidas de maltrato en la infancia actúan como estresores habituales y generan disfunciones
duraderas en los principales sistemas neurorreguladores, como el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (Mingote,
2011, citado en Espinosa, 2015).
También se ha podido establecer que el TEPT está asociado con afectaciones anormales en el eje HPA (Hipotálamo-
Pituitaria-Adrenal) encargado de regular las respuestas a estímulos exteriores e interiores para mantener una
homeóstasis - equilibrio - corporal. Una de estas hormonas claves en ese eje y el TEPT es el cortisol. Estudios
realizados en policías y veteranos diagnosticados mostraron que éstos segregaban menos cantidad de cortisol
y que ello explicaba limitaciones en su capacidad de respuesta (Rauch et al., 2020; van Zuiden et al., 2019).
Estos hallazgos coinciden con los encontrados en el meta-análisis de Pan et al. (2018) que concluyeron que las
personas diagnosticadas con TEPT tenían menores niveles de cortisol en saliva. De ello se derivan desregulaciones
fisiopatológicas significativas que se relacionan con la presencia de déficits en el funcionamiento cognitivo y
dificultades en la autorregulación afectiva y conductual.
Se concluye de dichos estudios que, el entorno social condiciona la química del cerebro y, por tanto, las respuestas
que emitirán los sujetos. Así, en personas sometidas a entornos traumáticos se producen alteraciones en el
funcionamiento cerebral en diversas estructuras encargadas de la supervivencia y principalmente en la amígdala.
En este sentido, Yehuda (1998, citado en Van der Kolk, 2015), mostró que bajos niveles de cortisol, encargado de
poner fin a la respuesta de estrés, enviando señales de seguridad al cerebro, detectados en cerebros traumatizados,
explican que las hormonas del estrés del cuerpo no vuelvan al estado de regulación y equilibrio básicos, una vez
que la amenaza ha finalizado.
Diversos estudios ponen de manifiesto que, el entorno relacional modifica la composición química del cerebro
y, con ello, su funcionamiento. En uno de ellos, Stephen Suomi (2003, citado en Bennett et al., 2002) mostró que
los monos macho dominantes presentan niveles altos de serotonina, que disminuyen si se les impide mantener
contacto visual con el resto del grupo, volviéndose más hiperreactivos y que, si a los monos de rango inferior se les
suministra serotonina, pasan a ocupar posiciones de liderazgo, reduciendo sus respuestas de miedo, su agresividad
y presentando menor tendencia a quedarse paralizados, en respuesta a amenazas potenciales.
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Presentamos, a modo de listado resumen, un cuadro con la diversa sintomatología que podemos encontrar en casos
de traumatización infantil, a fin de que pueda resultar útil en la labor diagnóstica (Cook et al., 2005, citado en
Espinosa, 2015).
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La teoría polivagal, desarrollada por Stephen Porges en 1994, ha contribuido a la comprensión de por qué
necesitamos vincularnos a través de relaciones seguras con nuestras figuras de apego, desde el momento del
nacimiento, para desarrollar una funcional y adecuada percepción interna que permita la relación y sincronía
funcional con nuestro entorno durante la vida.
Porges en 1994 explica, cómo las diferentes ramas del nervio vago que componen el complejo sistema polivagal
conectan cerebro, pulmones, corazón, estómago e intestinos y permiten que vísceras y cerebro interactúen de
manera que, cualquier percepción de amenaza a la propia seguridad, por parte del cerebro, desencadena cambios
en las áreas enervadas que desencadenan reacciones fisiológicas desde sus tres estructuras principales, las cuales
integran el Sistema Nervioso Autónomo (SNA) (Van der Kolk, 2015):
• Sistema Vagal Dorsal (SVD): localizado por debajo del diafragma, conecta estómago, riñones e intestinos
y es el más precoz en desarrollarse, lo hace cuando todavía permanecemos en el útero materno. Se encarga
de reducir drásticamente el metabolismo de todo el cuerpo y adoptar estrategias de inmovilización frente
al peligro, similares a las que utilizan los reptiles. Cuando el SVD toma el control, el ritmo cardíaco, la
respiración, la actividad intestinal se alteran, la conciencia se apaga y desconectamos respecto a nosotros
mismos y al entorno.
• Sistema Simpático (SS): localizado desde los ganglios simpáticos hasta el músculo liso de los vasos
sanguíneos, las vísceras, los pulmones, el cuero cabelludo y las pupilas, corazón y glándulas (sudoríparas,
salivales y digestivas). Se desarrolla con posterioridad al nacimiento y se encarga de activar nuestro metabolismo
a través de respuestas de lucha y huida frente al peligro, compartidas con el resto de mamíferos.
• Sistema Vagal Ventral (SVV): el último sistema en desarrollarse, se encuentra mielinizado y permite la
interacción social sincronizada con el entorno, a través del trabajo conjunto de cuerpo y cerebro que permite
el procesamiento de la información y el desarrollo de estrategias de afrontamiento reguladas desde la conexión
y la participación social. Activa la sensación de calma cuando ha pasado un peligro y regula el tono cardiaco,
las vísceras y las expresiones faciales cuando nos encontramos en calma.
Estos tres sistemas funcionan de manera jerárquica, de modo que, en situaciones de interacción social, en primer
lugar se activa la respuesta más evolucionada del SVV, que genera estados de calma, facilita la comunicación
o compromiso social, las expresiones faciales, las vocalizaciones y la escucha. Si esta respuesta es insuficiente
y la amenaza continua, se activa la reacción simpática que promueve conductas de lucha o huida, aumenta la
actividad metabólica y cardíaca y, en caso de que esta opción no permita escapar del peligro, se recurre a la
respuesta más primitiva del vago dorsal que provoca el colapso y la inmovilización (Dana, 2022).
Cuando el cerebro se siente seguro en un entorno regulador con personas en quien confia que atenderán sus
necesidades funciona desde el sistema vagal ventral y cerebro y cuerpo se mantienen sincronizados y conectados
con el entorno pero, cuando se siente en peligro, el SNA activa los sistema desregulados vagal dorsal o simpático
que secuestran cuerpo y cerebro y mantienen niveles de funcionamiento por debajo de la conciencia, con el
único fin de preservar la supervivencia. Cuando esto ocurre, el SNA está cerrado a la conexión y el cambio, el
entorno y uno/a mismo/a dejan de existir porque la actividad cerebral y fisiológica permanecen buscando una
salida al terror.
En casos de TEPTC, la lucha por la supervivencia continuada en la que ha permanecido el cerebro habrá provocado
que el sistema Vagal Dorsal de protección se haya establecido como via de respuesta preestablecida y que
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las capacidades para recobrar la homeostasis una vez haya remitido el peligro hayan resultado profundamente
dañadas, por lo que se habrán instaurado patrones de respuesta de sumisión, colapso, desconexión respecto al
propio yo y al entorno, junto con desregulación emocional que, tal como refieren Hofmann et al. (2010) ya no
responde a peligros presentes, sino a memorias disfuncionales (implícitas) y estímulos internos (flashbaks).
Como ya hemos revisado en apartados anteriores, la propia supervivencia depende de la relación de confianza y
amor que establecemos con las figuras responsables de nuestra crianza, por tanto, cuando el miedo y los cuidados
proceden de la misma persona, de la que dependemos para sobrevivir, mantenerse en el desconocimiento del
maltrato y el abuso cometido por un cuidador/a resultará una estrategia necesaria para garantizar la supervivencia.
En palabras de Freyd (1996, citado en Silberg, 2019) una niña o un niño que desconfíe de sus padres se arriesga
a ofenderlos aún más y, en consecuencia, se expone a mayores abusos y a recibir menos amor y atención. En
situaciones como estas, puede ser más ventajoso abrazar la ceguera hacia la traición que ejerce alguien en quien la
víctima no puede no confiar porque, si la persona traicionada siguiera la pauta de respuesta usual y no confiara en
la traidora, sólo conseguiría empeorar la situación.
Permanecer en la desconexión frente al daño provocado por traición requiere un ejercicio de adaptación y una
inversión de energía que necesariamente comprometerá las capacidades cognitivas, de confianza en las propias
percepciones, de autoestima, memoria, relación, conexión interna y regulación de afectos. Como afirma Freyd
(1996, citado en Silberg, 2019), todo ello provocará inevitables dudas crónicas sobre lo ocurrido y persistente
incapacidad para confiar en las propias percepciones de la realidad, que son quizá los efectos más permanentes
y dañinos del abuso sexual infantil. No resulta difícil comprender que estos niñas y niños incorporen el sistema
de creencias del agresor de modo defensivo ya que no han tenido otra posibilidad de estructurar su mapa de
conocimiento y experiencias cognitivas y afectivas (López-Soler, 2008).
Como consecuencia de ello, en este tipo de traumatización van a ser recurrentes las dificultades para reconocer y
percibir el daño de manera consciente y para recordarlo, así como una elevada adaptabilidad para sobrevivir en
contextos traumáticos.
Teniendo en cuenta la incidencia que la traición provocará en la memoria, será de especial relevancia explorar
la posible afectación que el trauma haya podido provocar en este ámbito porque ello afectará directamente a la
exploración pericial y a la posibilidad de acreditar secuela.
Adaptando las propuestas de Freyd y Ansukahani (Freyd, 2003) repasamos los diferentes tipos de memoria a largo
plazo, su funcionamiento y su relevancia en la capacidad de incorporar material traumático:
• Memoria Explícita o declarativa: puede ser recuperada de manera voluntaria y contiene recuerdos que se
pueden verbalizar o explicar. Se refiere al conocimiento de acontecimientos específicos, situados en el tiempo.
> Memoria semántica: referida al conocimiento general o específico que tenemos del mundo, incluye
conocimientos sobre el entorno y acontecimientos genéricos. No incluye momentos ni lugares precisos, sino
hechos habituales, como ir conduciendo al trabajo.
> Memoria episódica: incluye información sobre tiempos y lugares, crea recuerdos narrativos conscientes de
qué, cómo, cuándo y dónde ocurrió un evento.
> Memoria autobiográfica (MA): forma parte de la historia vital y se refiere a recuerdos episódicos relacionados
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con el yo, depende de la representación lingüística y, como los niños muy pequeños no tienen a su alcance la
codificación lingüística, provoca amnesia infantil (Beltrán et al., 2012).
Importantes procesos como la autodefinición, las relaciones con los demás y la autorregulación no podrían lograrse
a partir del sólo recuerdo de series cronológicas de sucesos, sino que es necesario organizar y aplicar lógicas
interpretativas a las experiencias, en función de las metas esperadas en un contexto social.
Esta es la razón por la que el sistema de memoria autobiográfica constituye la base fundamental para la construcción
de la identidad, que en formato de narrativa de vida, permite recordar y reconstruir experiencias, reflexionar sobre
ellas, ajustarles significados socialmente consensuados, crear argumentos que justifiquen las acciones pasadas,
presentes y futuras, comunicarlas e interpretar y entender las vivencias de otros; porque al fin y al cabo, los recuerdos
autobiográficos representan un yo en interacción dentro de un contexto social. (Beltrán et al., 2012).
• Memoria implícita: memoria cuya recuperación se produce de forma no voluntaria y puede manifestarse sin
que la persona tenga conciencia de ello.
> Memoria procedimental: puede estar completamente disociada de la memoria explícita, requiere
conocimientos generales y permite desempeñar acciones de forma inconsciente, como montar en bicicleta. El
modelo de apego establecido también precisa este tipo de memoria.
> Memoria emocional: hace referencia a la afectación emocional que un evento vivido provocó y que se
mantiene como una huella indeleble en la memoria.
Según Van der Kolk (2015), el trauma se recuerda básicamente, no como una historia o un relato, con un inicio,
un desarrollo y un final (memoria explícita), sino como huellas sensoriales y afectivas aisladas, no deformadas
(memoria implícita emocional): imágenes, sonidos y sensaciones físicas que van acompañadas de emociones
intensas, generalmente de terror e impotencia.
Siguiendo la propuesta de Freyd (2003), en el caso de trauma por traición, propio del TEPTC, en el que, principalmente,
el hecho traumático ocurre en la clandestinidad y no se expresa en palabras, éste no se va a poder codificar en la
memoria en este formato, por ello, el hecho de que los acontecimientos traumáticos no se hayan registrado en forma
narrativa y episódica explica que sea difícil recordarlos conscientemente, siendo más probable que se almacenen
en códigos implícitos y sensoriales.
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Tanto si el proceso de traumatización se ha originado por exposición al miedo y/o negligencia de manera sostenida
en el tiempo, como en el caso de abusos sexuales en la infancia (ASI), como por exposición a diversos contextos
traumáticos, por ejemplo casos en que la misma persona haya sufrido ASI, exposición a contienda bélica, proceso
migratorio traumático, pobreza, y/o violencia de género, por ejemplo, el riesgo de gravedad y trasversalidad de la
sintomatología será elevado.
Todo ello nos anticipa que, la tarea de detectar y evaluar el daño no será tarea fácil, principalmente porque, en muchas
ocasiones, o no hay recuerdo explícito del daño o no existe percepción de éste. Atender esta premisa obligará al
profesional que confronte la compleja tarea de identificar y dimensionar la sintomatologia, a orientar la evaluación a
partir de estrategias que permitan detectar afectación de la que la persona no es consciente.
En la tarea pericial, es relevante vincular secuela con causa pero, en casos de TEPTC, esta tarea adquiere especial
dificultad, porque los procesos de acomodación al entorno traumático que la persona se ha visto en la necesidad de
establecer, o bien la mantienen ajena al daño recibido, o bien la han condicionado a justificar la sintomatología que
padece en base a la propia falta de valía y la propia culpa.
No menos dificultades reportarán al encargo pericial aquellos casos en los que el TEPTC haya venido derivado de
procesos de traumatización sufridos desde diversos contextos relacionales, por cuanto las sucesivas exposiciones al
terror habrán configurado un entramado de afectación en el cual será difícil, cuando no imposible, vincular causa
concreta y consecuencia.
En casos en que el origen traumático sea único e identificable, acreditar secuela resultará más sencillo, por cuanto,
de no detectarse más fuentes de traumatización, tanto la sintomatología reactiva al daño, como de acomodación a él
quedarán explicadas por la causa identificada.
Pero, cuando la persona se ha visto expuesta a diversos entornos traumáticos que se han superpuesto o sucedido en el
tiempo, la tarea de identificar la sintomatología derivada de uno u otro proceso de traumatización resultará, en muchos
casos, especialmente compleja.
Pongamos el caso de un encargo pericial en que se encargue la acreditación de secuelas derivadas de una relación
de pareja en la que la víctima ha sufrido violencia de género. Si, además, la víctima sufrió abusos en la infancia y un
proceso migratorio que la relegó a vivir en contextos de riesgo de exclusión laboral, social y económica, la tarea de
delimitar secuelas será realmente exigente.
Hay que decir que, lamentablemente, en muchos casos no será fácil ni posible discriminar y acreditar el daño por lo
que, planificar adecuadamente el establecimiento de hipótesis, la estrategia de evaluación, la entrevista, la recogida de
información, la búsqueda de informantes cualificados y la aplicación de pruebas psicométricas pertinentes resultarán
cruciales y determinantes.
Para poder determinar las secuelas derivadas directamente de un proceso concreto de traumatización complejo
deberemos identificar necesariamente y discriminar:
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> La causa es un agente causal necesario y suficiente por sí mismo para producir el daño.
> La concausa es factor necesario, pero no suficiente para producir el daño. (Jiménez, 2015)
Como ya se ha apuntado, en casos de TEPTC, la tarea pericial de vincular la secuela traumática con el daño que ha
sido necesario y suficiente para provocarla requerirá que durante el proceso evaluativo, se logre discriminar si la
diversa sintomatología que se evidencie cumple requisitos de causa o de concausa.
Incluiremos en el concepto de concausa, principalmente, aquellos factores que han causado daño en el pasado o que
lo siguen causando, siempre que éste no sea el objeto de la causa que se está enjuiciando, y que permiten explicar
los factores de vulnerabilidad y riesgo que explican la afectación que se evidencia en diversos ámbitos funcionales
de la víctima, no directamente relacionados con el origen traumático y por qué ésta no ha podido autoprotegerse del
daño actual, ni escapar de él.
En casos en los que la víctima haya sido expuesta a una única fuente de traumatización identificada, podremos
vincular tanto la sintomatología de reacción al daño como la que se ha ido conformando en base a procesos de
acomodación a él, como causa.
En caso de multitraumatización, en los que el daño ha sido provocado por diversos procesos independientes de
exposición al daño, la secuela se habrá conformado a través de las diversas exposiciones traumáticas que se han
ido superponiendo, habiendo contribuido, cada una de ellas, a agravar y amplificar el daño, conformando un todo
del que será difícil diferenciar causas relativas únicamente al proceso encausado, de factores de desprotección,
vulnerabilidad o riesgo.
Cuando esto ocurra, el objetivo pericial será, en primer lugar, identificar la sintomatología que se pueda acreditar que
está causando, directamente, respuestas de evitación, intrusión y/o hiperactivación, referidas al terror vivido en el sí
de la relación traumática, objeto de la pericia.
Posteriormente, se procederá a identificar aquella sintomatología postraumática que pueda ser explicada en base a
los procesos de acomodación y adaptación que la víctima, en cualquier período de su historia vital, se ha visto en
la necesidad de incorporar para asegurar su supervivencia. Dichos procesos se explicarán como daño sufrido, que,
aunque no conforman causa directa de la secuela que se está peritando, contribuyen a explicar qué parte del daño
actual se ha podido producir, debido a factores de desprotección y adaptación al terror, por parte de la víctima.
En el gráfico 2, resumimos la información que permitirá vincular causa con sintomatología, diferenciando los
elementos de la concausa y factores de vulnerabilidad e indefensión.
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Teniendo en cuenta, tanto la complejidad como la amplificación y generalización del daño que, tal como ha
sido revisado ampliamente, caracteriza este tipo de traumatización compleja, podemos anticipar que la tarea de
diagnóstico y evaluación del trastorno va a requerir la aplicación, por parte de los/as profesionales, de una estrategia
que “salve” las dificultades que los diferentes patrones de adaptación van a suponer para la acreditación de secuela.
Dicha estrategia deberá orientarse a localizar daño donde la persona no lo percibe y a especificar, sobre todo
en casos de multitraumatización grave, la secuela que quede explicada por la acción directa del proceso que ha
motivado la intervención pericial, discriminándola del daño provocado por otros agentes, que explicarán factores
de vulnerabilidad y riesgo, frente a la situación traumática encausada.
Así, atendiendo a la exigencia del proceso de acreditación de secuela, la estrategia de intervención deberá incluir:
1. Exploración exhaustiva, profunda y ordenada del recorrido vital, teniendo en cuenta que:
a) Principalmente en las primeras etapas de vida, pero, de una u otra manera, también en las posteriores, habrá
exposición al miedo y sintomatología traumática que la víctima no va a referir por los diversos motivos expuestos.
b) Habrá desorganización cerebral que favorecerá la pérdida de información relevante que se deberá compensar
con una estructuración adecuada de la intervención.
2. Establecimiento de un contexto de confianza y seguridad que valide a la víctima, que no cuestione ni emita
juicios de valor ya que estas prácticas conectan directamente con el daño recibido y serán susceptibles de activar
mecanismos de protección frente a ellas que interferirán en la recogida de información relevante.
3. Exploración de información relacional en las diferentes etapas vitales, aunque directamente no parezcan
vinculadas al proceso traumático, o sí, tanto interna como externa, porque a través de ella, podremos identificar
patrones de funcionamiento propios del TEPTC.
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4. Buscar proactivamente información sobre el daño más allá de la que refiera la víctima o el entorno porque:
6. Ampliar las fuentes de recogida de información, a fin de incrementar la validez de la información recogida y de
obtener información más completa y amplia sobre la afectación. Esta práctica permitirá:
• Pertinencia.
• Objetividad.
• Relevancia.
• Acreditación profesional.
• Accesibilidad temporal a la observación, en los períodos relevantes que contribuirán a discriminar causa de
concausa.
7. Orientar el ejercicio diagnóstico desde una perspectiva integral que explique el proceso de adaptación global al
miedo y evite el ejercicio multidiagnóstico que limita la capacidad explicativa del ejercicio pericial.
• Análisis documental.
• Establecimiento de primeras hipótesis.
• Entrevista de evaluación del trauma complejo (EETC).
• Entrevistas con informantes pertinentes.
• Aplicación de pruebas psicométricas.
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No ampliaremos información sobre cada uno de los apartados, ya que coinciden con el estándar de la exploración
forense pero sí compartiremos nuestra propuesta de entrevista de evaluación del trauma complejo, en la que se han
tenido en cuenta los diferentes objetivos referidos para la planificación estratégica de la evaluación del TEPTC.
Hemos dividido la EETC en cuatro ámbitos diferenciados, a fin de garantizar la exploración en profundidad de las
diferentes etapas vitales de la víctima, diferenciando la exploración del evento traumático, de la exploración de la
historia traumática.
Se detallan a continuación los diversos ámbitos de exploración, con propuestas de preguntas que esperamos puedan
ser útiles a los/as profesionales en su práctica profesional.
1. Infancia y adolescencia:
• Adquisiciones/aprendizajes evolutivos.
• Salud física y psíquica percibida.
• Exploración de miedos:
> Miedos infantiles / evolutivos.
> Miedos por experiencias.
> Miedos persistentes.
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• Amistades vs enemistades:
> Expresión positiva del vínculo.
> Expresiones agresivas - violentas.
• Entorno escolar:
> Rendimientos. Materias preferidas/denostadas.
> Compañeros. Filias / fobias.
> Vinculaciones con profesores/tutores.
> Crisis significativas.
> Evolución de concentración / atención / memoria.
> Auto - valoración.
• Entorno social.
• Cotidianeidad, juegos y compañeros/as de juegos.
Una vez presentada la estructura, aportamos ejemplos de preguntas que pueden contribuir a facilitar nuestra
Entrevista de Exploración del Trauma Complejo (EETC) en este primer apartado de infancia y adolescencia.
Preguntas sugeridas:
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2. Actualidad. Las preguntas anteriores también pueden servir de orientación para la exploración de esta
segunda fase de la EETC
• Ocio / intereses:
> Hobbies.
> Actividad deportiva.
> Vida cultural (cine, teatro, espectáculos diversos).
> Lectura.
> Cambios de dedicación/interés a aficiones.
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3. Evento/s traumático/s:
Priorizar que los equipos técnicos correspondientes hayan efectuado la exploración del/los eventos traumático/s
previamente, a fin de no interferir en la prueba.
• Valorar:
> Narrativa del suceso/s. Memoria episódica / semántica.
> Coherencia en la afectación emocional durante el discurso.
> Aspectos relacionales.
> Percepción de mundos internos / vulnerabilidad / percepción de impotencia.
> Gravedad percibida / percepción de daño.
> Primeras reacciones / evolución de la sintomatología / afectación actual (personal, familiar, social, laboral).
> Apoyo percibido.
> Red familiar y/o social.
4. Historia traumática:
Una vez recogida toda la información previa, en este ámbito ampliaremos aquella información que consideremos
necesaria para dimensionar y clarificar la secuela identificada, organizando la información relativa a:
• Conexión entre historia traumática (que aportará información sobre concausa y factores de vulnerabilidad y
de riesgo a sufrir revictimización) y suceso/s traumáticos encausado/s (que aportará información sobre causa
vinculada al daño).
> Traumatización sostenida en el tiempo y/o politraumatización.
> Relación causa y concausa.
> Delimitación de la sintomatología atribuible al suceso/s encausado/s y a la historia traumática.
> Daño vs secuela.
> Factores de riesgo y factores de vulnerabilidad.
> Mecanismos de afrontamiento.
> Evolución de la sintomatología.
> Funcionamiento pre y post mórbido.
• Conciencia de daño.
• Comorbilidad.
• Memoria y capacidades cognitivas.
• Afectación emocional durante el discurso.
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Cada profesional y cada caso determinarán qué pruebas psicométricas resultarán más pertinentes, proponemos
un posible formato de exploración psicométrica que complementa la información recogida en entrevista para la
acreditación de sintomatología, compatible con TEPTC, vinculándola con el perfil de personalidad.
La elección de las pruebas psicométricas se establecerá en base a los objetivos principales de:
• Identificar y/o ampliar información sobre la afectación que, debido a los procesos de acomodación y de la falta
de percepción del daño, hayan escapado a la exploración realizada.
• Apoyar, con información objetiva, medible y cuantificable, las hipótesis y la información recogida, tanto en
entrevistas como en la revisión documental.
• Contribuir a la evolución y/o redefinición de hipótesis.
Es un cuestionario aplicable a partir de los 7 años de edad, que se encuentra disponible gratuitamente en internet y
es una medida breve y sencilla, de rápida aplicación que permitirá identificar si la persona entrevistada cumple los
criterios de TEPT y TEPTC, establecidos por la CIE-11, de la Organización Mundial de la Salud.
TEPT TEPTC
Se incluye en la Ficha 2 la prueba ITQ para niños, niñas y adolescentes y en la Ficha 3 la prueba ITQ para adultos
(International trauma questionnaire. (s.f.)).
También permite detectar áreas de vulnerabilidad que predisponen al evaluado/a a presentar problemas más severos.
Algunas de estas áreas son los problemas de regulación emocional, la rigidez, el aislamiento, la búsqueda de
sensaciones o las dificultades de aferramiento.
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Escalas de evaluación:
Consideraciones para el
Escalas clínicas Relaciones interpersonales
tratamiento
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Permite evaluar de manera integral la sintomatología postraumática y el trastorno de estrés postraumático (TEPT)
Indicador de deterioro en
Sintomatología
Sintomatología Alteraciones en las el funcionamiento (social,
frecuentemente asociada
postraumática creencias familiar. Sexual, físico, de
con el trauma
pareja)
• Estrés postraumático total • Problemas somáticos • Creencias negativas • Malestar clínicamente
• Evitación • Alteraciones de sueño sobre uno mismo significativo o deterioro
• Intrusión • Ansiedad • Creencias negativas en áreas importantes de
• Alteración de la activación • Desregulación emocional sobre el mundo y el funcionamiento (social, familiar,
y la reactividad • Dependencia emocional futuro laboral, sexual, física, de
• Alteración cognitiva y del • Rumiación • Creencias negativas pareja),
estado de ánimo • Depresión sobre los demás
• Disociación • Desconexión social • Creencias negativas
• Centralidad del • Malestar sexual de culpa
acontecimiento • Alteraciones de la conducta • Autosabotaje
alimentaria
• Abuso de sustancias
• Conductas de riesgo
• Autolesiones
• Ideación y conducta suicida
• Ira
Referimos también a continuación diversas escalas que pueden resultar útiles para complementar esta evaluación:
Una vez realizadas las entrevistas psicológicas y aplicadas las pruebas psicométricas, puede ocurrir que estas
fuentes indiquen la existencia de sintomatología que no ha sido detectectada previamente sobre experiencias
o afectación (debido a las dificultades propias del TEPTC, ya apuntadas en apartados anteriores) o al contrario,
que ha remitido el malestar e impacto traumático que inicialmente se constató en el primer análisis documental.
Cuando esto ocurra, podremos entrevistar de nuevo a la persona con el objetivo más concreto y específico
de aclarar el alcance de las hipótesis planteadas. También aplicar nuevas escalas que permitan profundizar y
concretar la nueva información detectada.
Tal y como nos indican la Guía de Buenas Prácticas para la Evaluación Psicológica Forense y la Práctica Pericial
(COPC, 2014) de acuerdo con el método empírico-analítico, debemos contrastar de forma diferencial las
hipótesis explicativas del caso (Committee on the Revision of the Speciality Guidelines for Forensic Psychology,
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2011), que en nuestro caso de evaluación forense del TEPTC, implica una interpretación de los resultados obtenidos,
es decir, se trata de valorar la relación y la implicación que hay entre estos resultados y los hechos. Por tanto, es
importante que cada una de las valoraciones que se realicen para dar respuesta a la demanda, esté sustentada a nivel
técnico (COPC, 2002).
En este apartado resulta especialmente importante recordar el capítulo 4 Consideraciones psicológicas-forenses del
trauma sostendio en el tiempo y de los procesos de multitraumatización, especialmente el apartado de causa y
concausa, para poder discernir de los resultados obtenidos, los criterios de suficiencia y necesidad.
Tal y como refieren Pérez, Muñoz y Ausín (2003) el proceso de evaluación debe ser explícito para que pueda ser
reproducido y valorado y las conclusiones deberán responder a las hipótesis planteadas. No podemos olvidar que
el modelo de evaluación forense debe considerar –siempre- diversas hipótesis explicativas, para huir de prejuicios y
sesgos inadecuados.
Una vez recogida toda la prueba y validadas las hipótesis, el trabajo pericial llega a una de sus fases más exigentes:
ordenar y organizar toda la información de manera integral, a fin de acreditar secuela, explicar factores de riesgo
y vulnerabilidad y determinar procesos de reacción y acomodación al daño, todo ello, ofreciendo una imagen que
permita entender a la víctima en su unicidad y complejidad.
Siguiendo las indicaciones de la mencionada Guía de Buenas Prácticas para la Evaluación Psicológica Forense y
la Práctica Pericial (COPC, 2014) en el apartado de redacción del informe pericial, éste consta de unos apartados
mínimos obligatorios y una sistematización en su formato. Además, según la Ley de Enjuiciamiento Criminal (LECr,
Real decreto de 14 de septiembre de 1882, en su última actualización del 07/07/2022) mantiene en su artículo 478,
el contenido general que debe tener un informe pericial es:
1º Descripción de la persona o cosa que sea objeto del mismo en el estado o del modo en que se halle. El Secretario
extenderá esta descripción, dictándola los peritos y suscribiéndola todos los concurrentes.
2º Relación detallada de todas las operaciones practicadas por los peritos y de su resultado, extendida y autorizada
en la misma forma que la anterior.
3º Las conclusiones que en vista de tales datos formulen los peritos conforme a los principios y reglas de su ciencia
o arte.»
Esta misma guia expresa que la estructura de nuestro informe debe incluir:
3. Metodología.
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En el caso de nuestra evaluación forense del TEPTC puede ser necesario entrevistar a personas que puedan aportar
información relevante, pertinente y objetiva tanto de la sintomatología como de cambios personales.
5. Resultados.
6. Valoración. Discusión.
7. Propuestas. Recomendaciones.
8. Conclusiones.
En esta estructura de informe, el apartado de propuestas y recomendaciones, si bien puede no estar contemplado
en la demanda inicial, puede ser necesario añadir alguna recomendación en relación a una posible actuación
profesional o la necesidad de iniciar un tratamiento terapéutico, siempre a partir de las valoracions de los resultados
obtenidos en la evaluación y justificadas desde el punto de vista técnico y deontológico.
Siguiendo las recomendaciones de Hernando (2022) la discusión, en nuestra evaluación de TEPTC deberá tener un
papel fundamental. Este mismo autor índice en la diferenciación entre lo que presentan y expresan los resultados de
nuestra evaluación, que responde a la pregunta ¿qué hemos obtenido? Y aquello que es objeto de la discusión, que
en realidad responde a la cuestión ¿qué significan estos datos? Y que en la evaluación del TEPTC serán la clave del
informe. Como ya estamos deduciendo, en la discusión lo que hacemos es interpretar los resultados obtenidos y los
comparamos e interpretamos de acuedo con las hipótesis forenses que hemos considerado.
Finalmente en las conclusiones redactaremos los hallazgos de nuestra evaluación, respondiendo a la pregunta ¿qué
hemos obtenido en la evaluación forense practicada? y que en el entorno evaluativo forense, deberá responder a la
demanda inicial u objetivo de la evaluación pericial.
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Ficha 1
Evolución de los criterios diagnósticos del TEPT en DSM
D. 4. Anhedonia y embotamiento
Hiperactivación afectivo.
+
Sentimientos de culpa
y evitación. Produce un malestar clínico
profundo + alteraciones
funcionamiento social, laboral La alteración causa malestar clínicamente
o de otras áreas importantes significativo o deterioro en los social, laboral u
del individuo. otras áreas importantes de funcionamiento.
Se especifica que los síntomas no son
debidos al consumo de alguna sustancia.
Especificadores: Especificadores:
> Forma aguda Vs. Forma > Con síntomas disociativos:
Crónica. Despersonalización y desrealización.
> Inicio demorado. > Con expresión retardada.
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Ficha 2
Cuestionario internacional sobre estrés traumático-
Versión para niños y adolescentes (ITQ-CA) Edad 7-17
años
Después de rellenar el formulario de eventos, ¿qué evento es el que más te molesta en este momento?
A continuación, se presentan una serie de problemas que las personas pueden sufrir tras un evento perturbador o
estresante. Pensando en ese evento, rodea con 0, 1, 2, 3 ó 4 en función de cuánto te han molestado las siguientes
cosas durante el último mes.
6. Estar nervioso/a. 0 1 2 3 4
Tu felicidad en general.
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A continuación, se presenta una serie de problemas que las personas pueden sufrir tras eventos traumáticos o estresantes.
Se refieren a cómo te sientes, qué piensas de ti mismo/a y de otros.
Rodea con 0, 1, 2, 3 ó 4 según cuánto te han molestado las siguientes cosas durante el pasado mes.
9. Sentirme fracasado/a. 0 1 2 3 4
Tu felicidad en general.
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Ficha 3
Cuestionario Internacional sobre Estrés Postraumático
(ITQ) – Versión adultos
CARMEN FERNÁNDEZ-FILLOL, JULIA C. DAUGHERTY, NATALIA HIDALGO-RUZZANTE Y MIGUEL
PÉREZ-GARCÍA.
DESCRIPCIÓN:
El instrumento adjunto es una medida breve, redactada de forma sencilla, que se centra sólo en las características
principales del TEPT y el TEPT complejo, empleando reglas de diagnóstico claras. El cuestionario ITQ fue desarrollado
para ser coherente con los principios organizativos de la CIE-11, según lo propuesto por la Organización Mundial de la
Salud, que consisten en maximizar la utilidad clínica y garantizar la aplicabilidad internacional a través de un enfoque
centrado en los síntomas centrales de un trastorno determinado. La prueba ITQ está disponible gratuitamente en el
dominio público para todos los interesados. La evaluación de la medida se centra particularmente en la definición
del deterioro funcional tanto para el TEPT como para el TEPT complejo, y en que el contenido de los ítems podría ser
predictivo de los resultados de tratamientos diferenciales.
TEPT: Un diagnóstico de TEPT requiere cumplir uno de dos síntomas de cada uno de los tres grupos de síntomas: (1) re-
experimentación en el aquí y el ahora, (2) evitación, y (3) sensación actual de amenaza; además de presentar al menos
un indicador de deterioro funcional asociado con estos síntomas. Para considerar que se cumple un ítem de síntoma
o indicador de deterioro funcional, se debe puntuar igual o mayor de 2 (es decir, marcar moderadamente, bastante o
extremadamente).
TEPTC: Un diagnóstico de TEPTC requiere cumplir uno de dos síntomas de cada uno de los tres grupos de síntomas
de TEPT (re-experimentación en el aquí y ahora, evitación, y sensación actual de amenaza) y uno de dos síntomas de
cada uno de los tres grupos de Alteraciones en la Autoorganización (AAO): (1) desregulación afectiva, (2) autoconcepto
negativo y (3) alteraciones en las relaciones. El deterioro funcional debe ser identificado cuando se presente al menos un
indicador de deterioro funcional en relación con los síntomas de PTSD y un indicador de deterioro funcional en relación
con los síntomas de AAO. Para considerar que se cumple un ítem de síntoma o indicador de deterioro funcional, se debe
puntuar igual o mayor de 2 (es decir, marcar moderadamente, bastante o extremadamente).
Una persona puede ser diagnosticada con un TEPT o con un TEPTC (complejo), pero no con ambos. Si una persona
cumple con los criterios para el TEPTC (complejo) esa persona no podrá tener a la vez un diagnóstico de TEPT.
Las instrucciones sobre el sistema de puntuación están disponibles al final de este documento.
Cloitre, M., Shevlin M., Brewin, C.R., Bisson, J.I., Roberts, N.P., Maercker, A., Karatzias, T., Hyland, P. (in press). The
International Trauma Questionnaire: Development of a self-report measure of ICD-11 PTSD and Complex PTSD. Acta
Psychiatrica Scandinavica. DOI: 10.1111/acps.12956
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BIBLIOGRAFÍA:
Brewin, C. R., Cloitre, M., Hyland, P., Shevlin, M., Maercker, A., Bryant, R. A.,… Reed, G.
M. (2017). A review of current evidence regarding the ICD-11 proposals for diagnosing PTSD and complex PTSD.
Clinical Psychology Review, 58, 1-15. doi: 10.1016/j.cpr.2017.09.001.
Karatzias T., Shevlin M., Fyvie C., Hyland P., Efthymiadou E., Wilson D.,…Cloitre M. (2017). Evidence of distinct
profiles of posttraumatic stress disorder (PTSD) and complex posttraumatic stress disorder (CPTSD) based on the new
ICD-11 trauma questionnaire (ICD-TQ). Journal of Affective Disorders, 207, 181-187. http://dx.doi.org/10.1016/j.
jad.2016.09.032
Hyland, P., Shevlin M., Brewin C.R., Cloitre M., Downes A.J., Jumbe, S.,... Roberts, N.P. (2017). Validation of post-
traumatic stress disorder (PTSD) and complex PTSD using the International Trauma Questionnaire. Acta Psychiatrica
Scandinavica. 136, 313-322. doi: 10.1111/acps.12771
Shevlin, M., Hyland, P., Roberts, N. P., Bisson, J. I., Brewin C.R. y Cloitre M. (2018). A psychometric assessment
of Disturbances in Self-Organization symptom indicators for ICD-11 Complex PTSD using the International Trauma
Questionnaire, European Journal of Psychotraumatology, 9:1, DOI: 10.1080/20008198.2017.1419749
Instrucciones: Por favor, indique la experiencia traumática que más le perturba y responda a las siguientes preguntas
relacionadas con dicha experiencia.
——————————————————————————————————————————
b. Entre 6 y 12 meses
c. Entre 1 y 5 años
d. Entre 5 y 10 años
e. Entre 10 y 20 años
A continuación, se presenta una serie de problemas que las personas a veces informan en respuesta a eventos traumáticos
o estresantes de la vida. Por favor, lea atentamente cada pregunta, después marque con un círculo uno de los números
de la derecha para indicar cuánto le ha molestado ese problema durante el pasado mes.
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Modera- Extremada-
Nada Poco Bastante
damente mente
En el último mes, si ha tenido alguno de los problemas anteriormente mencionados, indique cómo le han afectado:
Modera- Extremada-
Nada Poco Bastante
damente mente
A continuación, se presentan problemas que a veces experimentan las personas que han sufrido eventos estresantes o
traumáticos. Las preguntas se refieren a la forma en que usted normalmente se siente, a la manera habitual en que piensa
acerca de sí mismo y el modo en que normalmente se relaciona con los demás. Conteste cada una de las siguientes
preguntas pensando en cómo de cierto es cada ítem para usted.
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Modera- Extremada-
¿Cómo de cierto es para usted? Nada Poco Bastante
damente mente
En el mes pasado, si ha tenido alguno de los problemas emocionales, con uno mismo o con los demás anteriormente
mencionados, indique cómo le han afectado:
Modera- Extremada-
Nada Poco Bastante
damente mente
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TEPT
Si P1 o P2 > 2, se cumplen los criterios de Reexperimentación en al aquí y el ahora (Re_dx). Si P3 o P4 > 2, se cumplen
los criterios de Evitación (Ev_dx).
Si P5 o P6 > 2, se cumplen los criterios de sensación actual de Amenaza (Am_dx).
Y ADEMÁS:
Al menos uno de P7, P8 o P9 > 2, cumple el criterio para el deterioro funcional de TEPT (TEPT-DF)
Si se cumplen los criterios para ‘Re_dx’ Y ‘Ev_dx’ Y ‘Am_dx’ Y ‘TEPT-DF’, se cumplen los criterios para el diagnóstico
de TEPT.
TEPTC
Si C1 o C2 > 2, se cumplen los criterios de Desregulación afectiva (Da_dx). Si C3 o C4 > 2, se cumplen los criterios de
Autoconcepto negativo (An_dx).
Si C5 o C6 > 2, se cumplen los criterios para Alteraciones en las relaciones (Ar_dx). Y ADEMÁS:
Al menos uno de C7, C8 o C9 > 2 cumple los criterios para el deterioro funcional de la auto organización (DFAO)
Si se cumplen los criterios para ‘Da_dx’ Y ‘An_dx’ Y ‘Ar_dx’ Y ‘DFAO’, se cumplen los criterios para la alteración de la
auto organización (AAO)
Se obtiene un diagnóstico de TEPT cuando se cumplen los criterios de TEPT y NO se cumplen los de Alteraciones en la
autoorganización (AAO).
Se obtiene un diagnóstico de TEPTC cuando se cumplen los criterios de TEPT Y también se cumplen los de AAO.
No se puede obtener un diagnóstico si los resultados no cumplen los criterios de TEPT, o solo cumplen los criterios de
AAO.
Las puntuaciones pueden ser calculadas para cada grupo de síntomas de TEPT y AAO y sumadas para obtener las
puntuaciones de TEPT y AAO.
TEPT
AAO
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