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Textos Teoría Política

1) Los textos tratan sobre teorías políticas de Maquiavelo, Hobbes y Locke. 2) Maquiavelo argumenta que los príncipes deben ser tanto hombres como bestias, usando la fuerza cuando sea necesario para mantener el orden. 3) Hobbes describe el estado de naturaleza como una "guerra de todos contra todos" y sostiene que los individuos deben ceder su poder a un soberano absoluto para escapar de este estado violento. 4) Locke considera que en el estado de naturaleza los hombres son libres e iguales y sólo c

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Textos Teoría Política

1) Los textos tratan sobre teorías políticas de Maquiavelo, Hobbes y Locke. 2) Maquiavelo argumenta que los príncipes deben ser tanto hombres como bestias, usando la fuerza cuando sea necesario para mantener el orden. 3) Hobbes describe el estado de naturaleza como una "guerra de todos contra todos" y sostiene que los individuos deben ceder su poder a un soberano absoluto para escapar de este estado violento. 4) Locke considera que en el estado de naturaleza los hombres son libres e iguales y sólo c

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TEXTOS TEORÍA POLÍTICA

NICOLÁS MAQUIAVELO (1469-1527)

De la crueldad del príncipe

“El Príncipe no debe preocuparse de la fama de cruel si con ello mantiene a sus súbditos unidos y
leales; porque, con poquísimos castigos ejemplares, será más compasivo que aquéllos que, por
excesiva clemencia, dejan prosperar los desórdenes de los que resultan asesinatos y rapiñas; porque
estos suelen perjudicar a toda una comunidad, mientras que las ejecuciones ordenadas por el
príncipe perjudican tan solo a los menos […]”

Maquiavelo. El príncipe. Cap. XVII (1513)

El príncipe, medio hombre, medio bestia

Todos sabemos cuán loable es un príncipe mantener la palabra dada y vivir con integridad y no con
astucia; sin embargo, se ve por experiencia en nuestros días como aquellos que han tenido muy
poco en cuenta la palabra dada y han sabido burlar con astucia con astucia y engenio de los
hombres, han hecho grandes cosas, superando al final a aquellos que se han basado en la lealtad.

Debéis, pues, saber que hay dos modos de combatir: uno con las leyes, el otro con la fuerza; el
primero es propio de los hombres, el segundo de las bestias; pero, puesto que el primero muchas
veces no basta, conviene recurrir al segundo. Por lo tanto, es necesario que un príncipe sepa actuar
según convenga, como bestia y como hombre.

Maquiavelo. El príncipe. Cap. XVIII (1513)

THOMAS HOBBES (1588-1679)

LA GUERRA DE TODOS CONTRA TODOS

De lo cual resulta claramente manifiesto que cuando los hombres viven sin un poder común que
mantenga el respeto mutuo entre ellos, caen en ese estado que lleva el nombre de guerra, y esta
guerra es de todos contra todos. Porque la guerra no consiste sólo en la batalla o el acto de luchar;
sino en un período de tiempo en el que la voluntad de enfrentarse violentamente es
suficientemente declarada […].

Por esto, todas las consecuencias derivadas de un tiempo de guerra en el que cada uno es enemigo
de cada uno se encuentran también en el tiempo en el que los hombres sin más seguridad que el
suministrado por su propia fuerza o su propio ingenio. En un tal estado, no hay lugar para una
actividad productiva, porque el fruto no está asegurado; y en consecuencia no hay agricultura, ni
navegación, ni utilización de productos que puedan ser importados por mar; nada de construcción
de viviendas, ni de aparatos capaces de mover y elevar cosas que exigirían mucha fuerza; no hay
conocimiento sobre la faz de la tierra, ni registro del tiempo; no hay artes, ni letras; no hay
sociedad; y lo peor de todo: el miedo continuo y el riesgo de una muerte violenta; la vida del hombre
es entonces solitaria, mísera, lamentable, casi animal, y breve.”

T. Hobbes. Leviatán, 1ª Parte, Cap. XIII


EL CONTRATO SOCIAL

“El único modo de erigir un poder común capaz de defender a las gentes del ataque de las fuerzas
extranjeras, y de los daños que pudieran causarse ellos mismos, dándoles seguridad que les permita
alimentarse con el fruto de su trabajo y con los productos de la tierra y llevar así una vida satisfecha,
está en conferir todo su poder y fuerzas individuales a un solo hombre o una asamblea de hombres
que […] puedan reducir las voluntades de los súbditos o una sola voluntad.

[…] Esto va más lejos que el consentimiento o concordia: es una verdadera unidad de todos en una y
la misma persona, unidad, que se alcanza mediante un acuerdo de cada hombre con cada hombre,
como si cada uno dijera al otro: Autorizo el derecho de gobernarme a mí mismo, dando esa
autoridad a este hombre o a esta asamblea de hombres, con la condición de que tú también le
concedas tu propio derecho de igual manera, y le des esa autoridad en todas sus acciones. Una vez
hecho esto, la multitud así unida en una persona es lo que llamamos Estado o República, en latín
civitas. De este modo se genera ese gran Leviatán […]. Y es en él en quien radica la esencia del
Estado a quien podríamos definir así: una persona de cuyos actos, por mutuo acuerdo entre la
multitud, cada componente de ésta se hace responsable, a fin de dicha persona pueda utilizar los
medios y la fuerza particular de cada uno como mejor le parezca para lograr la paz y la seguridad de
todos.”

T. Hobbes. Leviatán, 1ª Parte, Cap. XVII

LA AUTORIDAD DEL PRINCIPE ES ABSOLUTA

“Finalmente, del hecho de cada individuo particular haya sometido su voluntad a la voluntad de
aquel que posee el poder soberano en el Estado, de suerte que el primero no pueda emplear contra
él sus propias fuerzas, se sigue manifiestamente que el soberano tiene que quedar impune en todo
lo que haga. Porque como naturalmente nadie puede castigar a nadie si no tiene las fuerzas
suficientes, así tampoco nadie puede tampoco castigar legítimamente al soberano, pues no tiene
fuerzas legales para hacerlo.”

T. Hobbes. De Cive. Capítulo VI (1642)

JOHN LOCKE

EL ORIGEN DE LA SOCIEDAD POLÍTICA

“Para comprender qué es el derecho al poder político y cuál es su verdadero origen hemos
de considerar cuál es el estado en que los hombres se encuentran por naturaleza, que no es
otro que un estado de perfecta libertad para ordenar sus acciones y disponer de sus
pertenencias y personas según consideren conveniente, dentro de los límites impuestos por
la ley natural, sin necesidad de pedir licencia ni depender de la voluntad de otra persona.
Es también un estado de igualdad, dentro del cual todo poder y toda jurisdicción son
recíprocos, sin que nadie tenga más que otro, puesto que no hay nada más evidente que el
que criaturas de la misma especie y rango, nacidos en total promiscuidad, para disfrutar de
las mismas ventajas naturales y emplear las mismas facultades, deberían ser también
iguales entre sí, sin subordinación ni sujeción alguna, a menos que el Señor y Dueño de
todos ellos, mediante una declaración explícita de su voluntad, hubiera situado a alguno por
encima de los demás, confiriéndole, mediante un nombramiento evidente y claro, un
derecho indudable al dominio y a la soberanía. [...]
Ahora bien, pese a que se trata de un estado de libertad, ello no quiere decir que sea un
estado de absoluta licencia; pues, aunque el hombre que se halla en tal estado disfruta de
una libertad incontrolable para disponer de su persona o posesiones, con todo, carece de
libertad para destruirse a sí mismo o cualquiera de las criaturas que le pertenecen, a menos
que así lo imponga algún fin más noble que el de su mera conservación. El estado de
naturaleza tiene una ley natural que lo gobierna y que obliga a todo el mundo. Y la razón,
que es esa ley, enseña a todos los humanos que se molesten en consultarla que al ser todos
iguales e independientes, nadie puede perjudicar a otro en su vida, salud, libertad o
posesiones. Pues, dado que todos los hombres son obra de un Hacedor omnipotente e
infinitamente sabio, no son más que servidores de un único Señor y Soberano, puestos en el
mundo por orden Suya y para su servicio, parte de su propiedad, y creados para durar
mientras le plazca a Él y sólo a Él. Y al estar dotados con facultades iguales, al participar
todos de una naturaleza común, no cabe suponer ningún tipo de subordinación entre
nosotros que nos pueda autorizar a destruirnos mutuamente, como si estuviésemos creados
para que nos utilizásemos los unos a los otros, cual es el caso de las criaturas de rango
inferior. De la misma manera que cada uno está obligado a preservarse y no abandonar su
puesto cuando le venga en gana, por la misma razón, cuando no está en juego su propia
conservación, tiene el deber de preservar al respecto de la humanidad, tanto como pueda y,
a menos que se trate de hacer justicia a alguien que sea culpable, nadie puede arrebatar ni
perjudicar la vida de otro, ni privarle de nada que favorezca la conservación de la vida, la
libertad, o la salud de los miembros o los bienes de otro.

Segundo ensayo sobre el gobierno civil, cap. II § 4-6 (Dos ensayos sobre el gobierno
civil, Espasa Calpe, Madrid 1992, p. 205-207)

EL ESTADO DE NATURALEZA

“Siendo los hombres libres e iguales e independientes por naturaleza, [...] nadie puede salir
de este estado y verse sometido al poder político de otro, a menos que medie su propio
consentimiento. La única manera por la que uno renuncia a su libertad natural y se sitúa
bajo los límites de la sociedad civil es alcanzando un acuerdo con otros hombres para
reunirse y vivir en comunidad, para vivir unos con otros en paz, tranquilidad y la debida
comodidad, en el disfrute seguro de sus propiedades respectivas y con la mayor
salvaguardia frente a aquellos que no forman parte de esa comunidad. Esto lo pueden
realizar un número de hombres cualesquiera, porque en nada perjudica a la libertad de los
demás, a los que se deja en el estado de naturaleza en que se encontraban. Cuando un
grupo de hombres ha llegado a un consenso para formar una comunidad o gobierno, se
incorporan en el acto al cuerpo político que conforman ellos mismos, en el que la mayoría
adquiere el derecho de actuar y decidir por los demás.
En efecto, cuando unos cuantos hombres han constituido una comunidad, mediante un
acuerdo de cada uno de los individuos, han hecho de esa comunidad un solo cuerpo con
poder para actuar como tal cuerpo unido, lo que se lleva a cabo únicamente a través de la
voluntad y determinación de la mayoría. [...] En consecuencia, vemos que en las asambleas
con poder para fijar el número, el acto de la mayoría pasa por ser el acto de la totalidad y,
por supuesto, sus resoluciones son definitivas, pues se entiende, por ley natural y racional,
que cuenta con el poder de dicha totalidad.
Y así, cada hombre que consiente reunirse con otros y formar un cuerpo político bajo un
gobierno se pone a sí mismo bajo obligación, ante todos los miembros de esa sociedad, de
someterse a la determinación y resoluciones de la mayoría. De otro modo, el pacto
originario, por el que tanto él como los demás se incorporan a una sociedad, no tendría
ningún significado.”

Segundo ensayo sobre el gobierno civil, VIII, n. 95-97 (en Dos ensayos sobre el gobierno
civil, Espasa Calpe, Madrid 1991, p. 273-274).

LOS FINES DE LA SOCIEDAD

Si en el estado de naturaleza el hombre es tan libre como hemos dicho; si es dueño absoluto
de su propia persona y posesiones, igual que el más principal, y no es súbdito de nadie ¿por
qué razón renuncia a su libertad? ¿Por qué entrega su imperio y se somete al dominio y
control de otro poder? La respuesta obvia es que, aunque en el estado de naturaleza tiene
ese derecho, aun así, su capacidad de disfrutarlo es muy incierta y se ve constantemente
expuesta a la invasión de los otros. Pues, al ser todos tan reyes como él, todos por igual, y
dado que la mayoría de ellos no son estrictos observadores de la equidad y la justicia, el
disfrute de la propiedad de que dispone resulta ser bastante inseguro. Esto es lo que le hace
desear abandonar esta condición, que, por muy libre que sea, está llena de temores y
peligros continuos. Y no le falta razón cuando procura y anhela unirse en sociedad con otros
que ya lo están o que tienen el propósito de estarlo, para la mutua preservación de sus
vidas, libertades y haciendas, a todo lo cual me vengo refiriendo con el término general de
propiedad.
Por lo tanto, el fin supremo y principal de los hombres al unirse en repúblicas y someterse a
un gobierno es la preservación de sus propiedades, algo que en el estado de naturaleza es
muy difícil de conseguir.
Primero, porque falta una ley establecida, firme y conocida, recibida y aceptada por un
consenso común, que sea el modelo de lo justo y lo injusto, y la medida común que decida
en todas las controversias que puedan surgir entre ellos. Pues, aunque la ley natural sea
clara e inteligible para todas las criaturas racionales, con todo, al ser los hombres parciales
en favor de sus propios intereses, además de ignorantes por falta de estudio de la misma,
no son capaces de reconocerla como una norma obligatoria cuando ha de aplicarse a la
resolución de sus casos particulares.
En segundo lugar, en el estado de naturaleza no existe un juez conocido e imparcial, con
autoridad para dictaminar en los conflictos de acuerdo a la ley establecida. Pues, dado que,
en ese estado, cada uno es juez y ejecutor de la ley natural y los hombres son parciales en
su provecho, la pasión y la venganza pueden llevarlos demasiado lejos, al abordar sus casos
con un excesivo ardor; y, por la misma razón, pueden llegar a tratar despreocupada y
negligentemente los asuntos de los demás.
En tercer lugar, en el estado de naturaleza, lo normal es que no exista un poder ejecutor que
respalde y apoye como es debido las sentencias justas. Por lo general, quienes cometen una
injusticia, no dejarán de emplear la fuerza para llevar a cabo su propósito. Esta resistencia
hace que el castigo sea, con frecuencia, peligroso, y no es raro que resulte fatal para
aquellos que intentan que se cumpla.
De modo que los seres humanos, pese a todas las ventajas del estado de naturaleza, se
encuentran en una pésima condición mientras se hallan en él, con lo cual, se ven
rápidamente llevados a ingresar en sociedad.

Segundo ensayo sobre el gobierno civil, cap. IX § 123-127 (Dos ensayos sobre el
gobierno civil, Espasa Calpe, Madrid 1992, p. 293-294)

JEAN JACQUES ROUSSEAU (1632-1704)

EL ORIGEN DE LA SOCIEDAD CIVIL

“El primero, a quien, tras haber cercado un terreno, se le ocurrió decir esto es mío y
encontró gentes lo bastante simples para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad
civil, ¡Cuántos crímenes, guerras, asesinatos, cuántas miserias y horrores hubiera ahorrado
al género humano aquel que, arrancando las estacas o rellenando la zanja, hubiera gritado a
sus semejantes: «Guardaos de escuchar a este impostor; estáis perdidos si olvidáis que los
frutos son de todos y que la tierra no es de nadie!».”

J.-J. Rousseau, Discurso sobre el origen y fundamentos de la desigualdad entre los


hombres, Segunda parte (Alhambra, Barcelona 1985, p. 119).

LA DESIGUALDAD ENTRE LOS HOMBRES

“Concibo en la especie humana dos clases de desigualdad: una, que llamo natural o física,
porque se halla establecida por la naturaleza, y que consiste en la diferencia de edad, de
salud, de fuerzas corporales, y de las cualidades del ánimo o las del alma; otra, que puede
llamarse desigualdad moral, o política, porque depende de una suerte de convención, y que
es establecida, o al menos autorizada, por el consentimiento de los hombres. Consiste ésta
en los diferentes privilegios de que unos disfrutan en perjuicio de otros, como el de ser más
ricos, más distinguidos, más poderosos que otros, o incluso el de hacerse obedecer.”

J.-J. Rousseau, Discurso sobre el origen y fundamentos de la desigualdad entre los


hombres, Exordio (Alhambra, Barcelona 1985, p. 65).

LA VOLUNTAD GENERAL

«Encontrar una forma de asociación que defienda y proteja de toda fuerza común a la
persona y a los bienes de cada asociado, y por virtud de la cual cada uno, uniéndose a todos,
no obedezca sino a sí mismo y queda tan libre como antes». Tal es el problema
fundamental, al cual da solución el Contrato social.”

Contrato social, libro I, cap. 1 (Espasa Calpe, Madrid 1993, 7ª ed., p. 47-49).

BAKUNIN

ESTATISMO Y ANARQUISMO

“Nosotros, revolucionarios-anarquistas, defensores de la educación del pueblo entero, de la


emancipación y del desenvolvimiento más vasto de la vida social, y por consiguiente
enemigos del Estado y de toda estatización, en oposición a todos los metafísicos, positivistas
y a todos los adoradores sabios o profanos de la diosa Ciencia, afirmamos que la vida
natural y social precede siempre al pensamiento que no es más que una de sus funciones,
pero nunca su resultado; que se desarrolla de su propia profundidad inagotable por una
serie de hechos diferentes y no de reflejos abstractos y que estos últimos, producidos
siempre por ella, pero no lo contrario, indican sólo, como los postes kilométricos, su
dirección y las diferentes fases de un desenvolvimiento propio e independiente.”
“De acuerdo con esa convicción nosotros no sólo no tenemos la intención o el menor deseo
de imponer a nuestro pueblo o a cualquier otro pueblo tal o cual ideal de organización
social, leído en los libros o inventado por nosotros mismos, sino que, convencidos de que las
masas del pueblo llevan en sí mismas, en sus instintos más o menos desarrollados por la
historia, en sus necesidades cotidianas y en sus aspiraciones conscientes o inconscientes,
todos los elementos de su organización normal del porvenir, buscamos ese ideal en el seno
mismo del pueblo; y como todo poder estatista, todo gobierno debe por su esencia misma y
por su situación al margen del pueblo y sobre él, aspirar inevitablemente a subordinarlo a
una organización y a fines que le son extraños, nos declaramos enemigos de todo poder
gubernamental y estatista, enemigos de toda organización estatista en general y
consideramos que el pueblo no podrá ser feliz y libre más que cuando, organizándose de
abajo a arriba por medio de asociaciones independientes y absolutamente libres y al
margen de toda tutela oficial, pero no al margen de las influencias diferentes e igualmente
libres de hombres y de partidos, cree él mismo su propia vida.”
Bakunin. Estatismo y anarquismo

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