Expositivo Relato
Expositivo Relato
Expositivo Relato
Cuenta la leyenda que Crespín era un hombre bueno y trabajador. Su vida era tranquila,
pero tenía una esposa llamada Durmisa que le gustaba mucho las fiestas, la música y sobre todo
el baile. Cada vez que se enteraba de alguna fiesta, asistía, y bailaba hasta el amanecer.
Un año de abundante cosecha, Crespín tuvo que trabajar de sol a sol para poder
terminar la siega y la trilla. Los días parecían eternos para él, pero debía terminar de trabajar lo
más pronto posible. Una tarde llegó a su rancho muy cansado y enfermo debido al esfuerzo que
demandaba su tarea laboral, y Durmisa no le prestó atención ya que se encontraba bailando una
danza.
Crespín seguía convaleciente y le pidió a su esposa que vaya al pueblo en busca de
medicinas para que se pueda sentir mejor y así terminar de trabajar al día siguiente en la
cosecha. Durmisa siguió bailando, pero por un momento se detuvo y se fue hacia el pueblo por
los medicamentos, pero en el camino vio que en un lugar estaban de fiesta donde los vecinos
del pueblo celebraban el fin de la temporada de la cosecha, entre bailes y bebidas. La esposa de
Crespín no pudo contenerse y se quedó a bailar entre la multitud en el momento que escuchó
que sonaba una zamba.
Entre bailes y más bailes, Durmisa se olvidó de su esposo enfermo. Luego de varias
horas, unos vecinos que conocían a Crespín se acercaron a ella para avisarle que tenía que volver
al rancho a ver a su esposo ya que se encontraba moribundo, pero ella les respondió que la vida
es corta para bailar y larga para llorar, y siguió bailando sin preocupación alguna.
Cuando terminó la gran fiesta, ya al amanecer, Durmisa regresó a su hogar y no encontró
a Crespín, lo buscó desesperada gritando ¡Crespín…Crespín!, y su esposo no respondía, no
estaba allí. No se conformó en buscarlo en su hogar así que partió hacia los trigales, invadida
por el remordimiento, y ya con poco aliento seguía llamándolo a su esposo, en un momento ya
se sentía sin voz, y le suplicó a Dios que le diera alas para facilitar su búsqueda, sin saber que
Crespín ya había muerto y unos vecinos solidarios lo habían velado y enterrado. Es por ello que
la leyenda chaqueña cuenta que a Durmisa le crecieron alas y se convirtió en un solitario pájaro
que sigue buscando a su pareja, y en su canto exclama: ¡Cres...pín...Cres...pín!