El Principito 31 40

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ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY EL PRINCIPITO

explorador que presente pruebas. Si se trata, por despertado es lo mismo para nosotros –dijo el
ejemplo, del descubrimiento de una gran montaña, se geógrafo–. Lo que cuenta para nosotros es la montaña.
le exige que traiga grandes piedras. Ella no cambia.
El geógrafo se emocionó súbitamente. –Pero, ¿qué significa “efímera”? –repitió el principito
–Pero tú, ¡tú vienes de lejos! ¡Eres explorador! ¡Vas que, en toda su vida, no había renunciado a una
a describirme tu planeta! pregunta, una vez que la había formulado.
Y el geógrafo, habiendo abierto su registro, afinó la –Significa “que está amenazado por una próxima
punta de su lápiz. Los relatos de los exploradores se desaparición”.
anotan con lápiz al principio. Para anotarlos con tinta –¿Mi flor está amenazada por una próxima
se espera a que el explorador haya suministrado pruebas. desaparición?
–¿Decías? –interrogó el geógrafo. –Seguro.
–¡Oh! Mi planeta –dijo el principito– no es muy Mi flor es efímera, se dijo el principito, ¡y sólo tiene
interesante, es muy pequeño. Tengo tres volcanes. Dos cuatro espinas para defenderse contra el mundo! ¡Y la
volcanes en actividad y un volcán apagado. Pero no se he dejado totalmente sola en mi casa!
sabe nunca. Esa fue su primera sensación de nostalgia. Pero tomó
–No se sabe nunca –dijo el geógrafo. coraje:
–Tengo también una flor. –¿Qué me aconsejas que vaya a visitar? –preguntó.
–No anotamos las flores –dijo el geógrafo. –El planeta Tierra –le respondió el geógrafo–. Tiene
–¿Por qué? ¡Es lo más lindo! buena reputación...
–Porque las flores son efímeras. Y el principito partió, pensando en su flor.
–¿Qué significa “efímera”?
–Las geografías –dijo el geógrafo– son los libros
más valiosos de todos los libros. Nunca pasan de moda.
Es muy raro que una montaña cambie de lugar. Es
muy raro que un océano pierda su agua. Escribimos
cosas eternas.
–Pero los volcanes apagados pueden despertarse
–interrumpió el principito–. ¿Qué significa “efímera”?
–Que los volcanes están apagados o se hayan

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y de Siberia. Luego, también se escabullían entre los


bastidores. Entonces era el turno de los faroleros de
Rusia y de, las Indias. Luego los de Africa y Europa.
Luego los de América del Sur. Luego los de América
del Norte. Y nunca se equivocaban en el orden de
entrada en escena. Es grandioso.
Solamente el farolero del único farol del Polo Norte
XVI y su colega del único farol del Polo Sur llevaban una
vida ociosa e indiferente: trabajaban dos veces por año.

E L SEPTIMO PLANETA fue, pues, la Tierra.


La Tierra no es un planeta cualquiera. Se
cuentan allí ciento once reyes (sin olvidar, sin
duda, los reyes negros), siete mil geógrafos, novecientos
mil hombres de negocios, siete millones y medio de
ebrios, trescientos once millones de vanidosos, es decir,
alrededor de dos mil millones de personas mayores.
Para dar una idea de las dimensiones de la Tierra les
diré que antes de la invención de la electricidad se debía
mantener, en el conjunto de seis continentes, un
verdadero ejército de cuatrocientos sesenta y dos mil
quinientos once faroleros.
Vistos desde lejos hacían un efecto espléndido. Los
movimientos de este ejército estaban organizados como
los de un ballet de ópera. Primero era el turno de los
faroleros de Nueva Zelanda y de Australia. Una vez
alumbradas sus lamparillas, se iban a dormir. Entonces
entraban en el turno de la danza los faroleros de China

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XVII

C UANDO SE QUIERE ser ingenioso ocurre


que se miente un poco. No he sido muy
honesto cuando hablé de los faroleros. Corro el
riesgo de dar una falsa idea de nuestro planeta a quienes
no lo conocen. Los hombres ocupan muy poco lugar
en la Tierra. Si los dos mil millones de habitantes que
pueblan la Tierra se tuviesen de pie y un poco apretados,
como en un mitin, podrían alojarse fácilmente en una
plaza pública de veinte millas de largo por veinte millas
de ancho. Podría amontonarse a la humanidad sobre la
más mínima islita del Pacífico.
Las personas mayores, sin duda, no les creerán. Se
imaginan que ocupan mucho lugar. Se sienten
importantes como los baobabs. Aconséjenles, pues, que
hagan el cálculo. Les agradará porque adoran las cifras.
Pero no pierdan el tiempo en esta penitencia. Es inútil.
Tengan confianza en mí.
Una vez en tierra, el principito quedó bien
sorprendido al no ver a nadie. Temía ya haberse

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equivocado de planeta, cuando un anillo de color de El principito sonrió:


luna se revolvió en la arena. –No eres muy poderoso..., ni siquiera tienes patas...,
–Buenas noches –dijo al azar el principito. ni siquiera puedes viajar...
–Buenas noches –dijo la serpiente. –Puedo llevarte más lejos que un navío –dijo la
–¿En qué planeta he caído? –preguntó el principito. serpiente.
–En la Tierra, en Africa –respondió la serpiente. Se enroscó alrededor del tobillo del principito como
¡Ah!...¿No hay, pues, nadie en la Tierra? un brazalete de oro:
Aquí es el desierto. En los desiertos no hay nadie. –A quien toco, lo vuelvo a la tierra de donde salió –
La Tierra es grande –dijo la serpiente. dijo aún–. Pero tú eres puro y vienes de una estrella...
El principito se sentó sobre una piedra y levantó El principito no respondió nada.
los ojos hacia el cielo: –Me das lástima, tú, tan débil, sobre esta Tierra de
–Me pregunto –dijo– si las estrellas están encendidas granito. Puedo ayudarte si algún día extrañas demasiado
a fin de que cada uno pueda encontrar la suya algún a tu planeta. Puedo...
día. Mira mi planeta. Está justo sobre nosotros. Pero, –¡Oh! Te he comprendido muy bien –dijo el
¡qué lejos está! principito–pero, ¿por qué hablas siempre con enigmas?
–¡Qué hermoso es! –dijo la serpiente–. Qué vienes –Yo los resuelvo todos –dijo la serpiente.
a hacer aquí? Y quedaron en silencio.
Estoy disgustado con una flor –dijo el principito.
–¡Ah! –dijo la serpiente.
Y quedaron en silencio.
–¿Dónde están los hombres? –prosiguió al fin el
principito–. Se está un poco solo en el desierto...
–Con los hombres también se está solo –dijo la
serpiente.
El principito la miró largo tiempo:
–Eres un animal raro –le dijo al fin– Delgado como
un dedo...
–Pero soy más poderoso que el dedo de un rey dijo
la serpiente.

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XVIII XIX

E
L PRINCIPITO ATRAVESO el desierto y no
encontró más que una flor. Una flor de tres
pétalos, una flor de nada...
–Buenos días –dijo el principito.
E L PRINCIPITO SUBIO a una alta montaña.
Las únicas montañas que había conocido eran
los tres volcanes que le llegaban a la rodilla.
Usaba el volcán apagado como taburete. “Desde una
–Buenos días –dijo la flor. montaña alta como ésta, se dijo, veré de un golpe todo
¿Dónde están los hombres? preguntó cortésmente el planeta y todos los hombres...”. Pero sólo vio agujas
el principito. de rocas bien afiladas.
Un día la flor había visto pasar una caravana. –Buenos días –dijo al azar.
–¿Los hombres? Creo que existen seis o siete. Los –Buenos días... Buenos días... Buenos días...–res-
he visto hace años. Pero no se sabe nunca donde pondió el eco.
encontrarlos. El viento los lleva. No tienen raíces. Les –¿Quién eres? –dijo el principito.
molesta mucho no tenerlas. –¿Quién eres... quién eres... quién eres...
–Adiós –dijo el principito. – respondió el eco.
–Adiós –dijo la flor. –Sean amigos mios, estoy solo –dijo el principito.
–Estoy solo... estoy solo... estoy solo... –respondió
el eco.
“¡Qué planeta raro! –pensó entonces–. Es todo
seco, todo puntiagudo y todo salado. Y los hombres
no tienen imaginación. Repiten lo que se les dice... En
mi casa tenía una flor: era siempre la primera en hablar...”

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XX

P ERO SUCEDIO QUE el principito, habiendo


caminado largo tiempo a través de arenas, de
rocas y de nieves, descubrió al fin una ruta. Y
todas las rutas van hacia la morada de los hombres.
–Buenos días –dijo.
Era un jardín florido de rosas.
–Buenos días –dijeron las rosas.
El principito las miró. Todas se parecían a su flor.
–¿Quienes son ustedes? –les preguntó, estupefacto.
–Somos rosas –dijeron las rosas.
–¡Ah! dijo el principito.
Y se sintió muy desdichado. Su flor le había contado
que era la única de su especie en el universo. Y he aquí
que había cinco mil, todas semejantes, en un solo jardín.
“Se sentiría bien vejada si viera esto, se dijo; tosería
enormemente y aparentaría morir para escapar al
ridículo. Y yo tendría que aparentar cuidarla, pues, si
no, para humillarme a mí también, se dejaría
verdaderamente morir....”

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Luego, se dijo aún: “Me creía rico con una flor única
y no poseo más que una rosa ordinaria. La rosa y mis
tres volcanes que me llegan a la rodilla, uno de los cuales
quizá está apagado para siempre. Esto no hace de mí
un gran principe... Y, tendido sobre la hierba, lloró.
XXI

E NTONCES APARECIO el zorro.


–Buenos días –dijo el zorro.
–Buenos días –respondió cortésmente el
principito, que se dio vuelta, pero no vio nada.
–Estoy acá –dijo la voz– bajo el manzano...
–¿Quién eres? –dijo el principito–. Eres muy lindo...
–Soy un zorro –dijo el zorro.
–Ven a jugar conmigo –le propuso el principito–.
¡Estoy tan triste!...
–No puedo jugar contigo –dijo el zorro–. No estoy
domesticado.
–¡Ah! Perdón –dijo el principito.
Pero, después de reflexionar, agregó:
–¿Qué significa “domesticar”?
–No eres de aquí –dijo el zorro– ¿Qué buscas?
–Busco a los hombres –dijo el principito–.¿Qué
significa “domesticar”?
–Los hombres –dijo el zorro– tienen fusiles y cazan.
¡Es muy molesto! Tambien crían gallinas. Es su único
interés. ¿Buscas gallinas?

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–No –dijo el principito–. Busco amigos. ¿Qué


significa “domesticar”?
–Es una cosa demasiado olvidada –dijo el zorro–.
Significa “crear lazos”.
–¿Crear lazos?
–Sí –dijo el zorro–. Para mí no eres todavía más
que un muchachito semejante a cien mil muchachitos.
Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy
para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros.
Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno
de otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti
único en el mundo...
–Empiezo a comprender –dijo el principito. Hay
una flor... Creo que me ha domesticado...
–Es posible –dijo el zorro–. ¡En la Tierra se ve toda
clase de cosas...!
–¡Oh! No es en la Tierra –dijo el principito.
El zorro pareció muy intrigado:
–¿En otro planeta?
–Sí.
–¿Hay cazadores en ese planeta?
–No.
–¡Es interesante eso! ¿Y gallinas?
–No.
–No hay nada perfecto –suspiró el zorro.
Pero el zorro volvió a su idea:
–Mi vida es monótona. Cazo gallinas, los hombres
me cazan. Todas las gallinas se parecen y todos los
hombres se parecen. Me aburro, pues, un poco. Pero,

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si me domesticas, mi vida se llenará de sol. Conocerá –Hubiese sido mejor venir a la misma hora –dijo el
un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. zorro–. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde,
Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra. El comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance
tuyo me llamará fuera de la madriguera, como una la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré
música. Y además, ¡mira! ¿Ves, allá, los campos de trigo? agitado e inquieto; ¡descubriré el precio de la felicidad!
Yo no como pan. Para mí el trigo es inútil. Los campos Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a qué hora
de trigo no me recuerdan nada. preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.
¡Es bien triste! Pero tú tienes cabellos color de oro. –¿Qué es un rito? dijo el principito.
Cuando me hayas domesticado, ¡será maravilloso! El –Es también algo demasiado olvidado –dijo el
trigo dorado será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido zorro–. Es lo que hace que un día sea diferente de los
del viento en el trigo... otros días; una hora, de las otras horas. Entre mis
El zorro calló y miró largo tiempo al principito: cazadores, por ejemplo, hay un rito, el jueves bailan
–¡Por favor... domestícame! –dijo. con las muchachas del pueblo. El jueves es, pues, un día
–Bien lo quisiera –respondió el principito–, pero maravilloso. Voy a pasearme hasta la viña. Si los
no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos cazadores bailaran no importa cuándo, todos los días
y conocer muchas cosas. se parecerían y yo no tendría vacaciones.
–Sólo se conocen las cosas que se domestican dijo Así el principito domesticó al zorro.
el zorro. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer Y cuando se acercó la hora de la partida:
nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Pero –¡Ah!... –dijo el zorro–. Voy a llorar.
como no existen mercaderes de amigos, los hom- –Tuya es la culpa –dijo el principito–.
bres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, No deseaba hacerte mal pero quisiste que te
¡domestícame! domesticara...
–¿Qué hay que hacer? –dijo el principito. –Sí –dijo el zorro.
–Hay que ser muy paciente –respondió el zorro–. –¡Pero vas a llorar! –dijo el principito.
Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en la –Sí –dijo el zorro.
hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. La palabra –Entonces, no ganas nada.
es fuente de malentendidos. Pero, cada día, podrás –Gano –dijo el zorro–, por el color de trigo.
sentarte un poco más cerca... Luego agregó:
Al día siguiente volvió el principito. –Ve y mira nuevamente a las rosas. Comprenderás

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que la tuya es única en el mundo. Volverás para decirme –Adiós –dijo.


adiós y te regalaré un secreto. –Adiós –dijo el zorro–. He aquí mi secreto. Es muy
El principito se fue a ver nuevamente a las rosas: simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial
– Ustedes no son en absoluto parecidas a mi rosa: es invisible a los ojos.
no son nada aún –les dijo. Nadie las ha domesticado y –Lo esencial es invisible a los ojos –repitió el
no han domesticado a nadie. Son como era mi zorro. principito, a fin de acordarse.
No era más que un zorro semejante a cien mil otros. –El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu
Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo. rosa sea tan importante.
Y las rosas se sintieron bien molestas. –El tiempo que perdí por mi rosa... –dijo el
– Son bellas, pero están vacías –les dijo todavia. No principito, a fin de acordarse.
se puede morir por ustedes. Sin duda que un transeúnte Los hombres han olvidado esta verdad –dijo el
común creerá que mi rosa se les parece. Pero ella sola zorro– . Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable
es más importante que todas ustedes, puesto que es para siempre de lo que has domesticado. Eres
ella la rosa a quien he regado. Puesto que es ella la rosa responsable de tu rosa...
a quien puse bajo un globo. Puesto que es ella la rosa a –Soy responsable de mi rosa... –repitió el principito,
quien abrigué con el biombo. Puesto que es ella la rosa a fin de acordarse.
cuyas orugas maté (salvo las dos o tres que se hicieron
mariposas). Puesto que es ella la rosa a quien escuché
quejarse, o alabarse, o aun, algunas veces, callarse. Puesto
que ella es mi rosa.
Y volvió donde el zorro:

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