BARROSO
BARROSO
BARROSO
A finales del siglo 19 la fiebre del petróleo asaltó a los Estados Unidos
y la búsqueda del nuevo tesoro llevó a varios petroleros, entre ellos la
Standard Oil Company, la implacable empresa de John Rockefeller,
hasta el suelo venezolano. Pero fue la Venezuelan Oil Concessions Ltd.
(VOC), filial de la Shell, quien tuvo el privilegio de bañarse con el oro
negro cabimero.
Desde principios del siglo XX en el estado Táchira ya se venía
trabajando rudimentariamente en suelos que abrieron paso a la
creación de pequeñas compañías. En 1914 se dio un salto a la
producción a gran escala con la explotación del Zumaque 1,
yacimiento ubicado en el municipio Baralt del estado Zulia, donde
está ubicado Cabimas. Así comenzó la ruta que siguió con el estudio
geológico de toda la costa oriental del Lago de Maracaibo, el cuerpo
de agua más extenso de Suramérica con 13.280 kilómetros
cuadrados.
Cerca de las orillas del lago, los geólogos extranjeros se instalaron en
Cabimas descubriendo una serie de yacimientos, entre ellos el
denominado Barrosos II (o Barroso), tomando ese nombre del hato
donde se encontraban. Contra el calor, los mosquitos con malaria y el
desconocimiento en la operatividad, la VOC trabajó esos campos que
muy pocos frutos les había brindado.
El Barroso trabajó por un tiempo y en julio de 1922 paralizó la
operación al reventarse un cable del taladro. Cerca de cinco meses
pasaron antes de la reparación.
Finalmente el 14 de diciembre de 1922 arribó el auxilio desde Europa.
En todo ese tiempo, el pilote del taladro se mantuvo como un tapón,
presionando el pozo. La profundidad era de 500 metros, es decir, no
muy profundo considerando que hay cimientos con más de 1
kilómetro de profundidad.
Se reanudó el trabajo al reparar la máquina, pero no duró mucho. De
pronto la tierra empezó a crujir. Testigos del hecho lo describieron
como un estruendo tremendo, como cuando viene mucha agua junta.
La presión que se mantuvo durante meses voló el tapón del taladro
soltando un chorro espectacular de petróleo con más de 40 metros de
altura, un monstruo negro con gas que de allí salió para manifestarse
diciéndole al mundo que en el suelo venezolano abundaba la riqueza
mineral.
Durante nueve días El Barroso lanzó su líquido al aire. Los cálculos
indican que fueron 900.000 barriles cubriendo un área de 300
hectáreas. Limpiar la zona le llevó a los trabajadores más de seis
meses.
Este fue un mensaje claro de la tierra que le dijo al mundo entero que
en el suelo venezolano abundaba este recurso mineral. Por supuesto
la vida cambió en Cabimas, diversas empresas llegaron rasgando los
suelos apoyados por las concesiones otorgadas por el presidente Juan
Vicente Gómez, militar que se instaló en el poder en 1908.
Venezuela en la década de los 50 se convirtió en el principal país
exportador de petróleo en el mundo, título que ostentó por varios
años. Los ingresos permitieron construir grandes avenidas en Caracas,
el puente sobre el Lago de Maracaibo, la represa el Guri.
El país se levantaba pero Cabimas seguía allí debajo, solo sacando
petróleo. A pesar de ser el punto de partida de la riqueza y el principal
puerto, el desarrollo llegó por gotas y ya nadie recordaba El Barroso.
El pueblo creció, sí, un tanto, pero se estancó.