El Romanticismo para Tercero de Secundaria
El Romanticismo para Tercero de Secundaria
El Romanticismo para Tercero de Secundaria
BRIGIDA
¡Que humildad y que finura!
¿Dónde hay mayor rendimiento?
DOÑA INES
Brígida, no sé que siento
BRÍGIDA
Seguid, seguid la lectura. (...)
DOÑA INES
(Lee)
“Inés, alma de mi alma,
perpetuo imán de mi vida,
perla sin concha escondida
entre las algas del mar;
garza que nunca del nido
tender osasteis el vuelo
al diáfano azul del cielo
para aprender a cruzar;
si es que a través de esos muros
el mundo apenada miras,
y por el mundo suspiras,
de libertad con afán,
acuérdate que al pie mismo
de esos muros que te guardan,
para salvarte te aguardan
los brazos de tu don Juan”
(Representa doña Inés)
¿Qué es lo que me pasa, ¡cielo!,
que me estoy viendo morir?
BRÍGIDA
(Aparte)
Ya tragó todo el anzuelo.
(A Inés)
Vamos, que está a concluir.
DOÑA INÉS
(Lee)
“Acuérdate de quien llora
al pie de tu celosía,
y allí le sorprende el día
y le halla la noche allí;
acuérdate de quien vive
sólo por ti, ¡vida mía!,
y que a tus pies volaría
si le llamaras a ti”.
BRÍGIDA
¿Lo veis? Vendría
DOÑA INES
¿Vendría?
BRÍGIDA
A postrarse a vuestros pies.
DOÑA INES
¿Puede?
BRÍGIDA
¡Oh si!
DOÑA INES
¡Virgen María!
BRÍGIDA
Pero acabad, doña Inés
DOÑA INES
(Lee)
“Adiós, ¡oh, luz de mis ojos!,
adiós, Inés de mi alma;
medita, por Dios, en calma
las palabras que aquí van,
y si odias esa clausura
que ser tu sepulcro debe,
manda, que a todo se atreve
por tu hermosura, don Juan”.
(Representa doña Inés)
¿Qué sentimientos dormidos
son los que revela en mí;
que impulsos jamás sentidos,
que luz que hasta hoy nunca vi.?
¿Qué es lo que engendra en mi alma
tan nuevo y profundo afán?
¿Quién roba la dulce calma
de mi corazón?
BRÍGIDA
Don Juan.
ACTIVIDAD DOMICILIARIA
1. Don Juan crea una serie de metáforas muy expresivas en su carta a doña Inés.
¿Qué nos hacen pensar estas palabras de Brígida: “Ya tragó todo el
anzuelo”?
¿Qué le otorga esa armonía y esa musicalidad tan dulce a los versos de Zorrilla?
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¿Tienen los versos un ritmo lento y solemne o son ágiles y rápidos? ¿A que crees que
se debe?
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4. Copia los versos que más te hayan gustado. Luego, comenta con un amigo.
¿Alguna vez has sentido algo parecido a lo que sucede a doña Inés?
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¿Recuerdas a algún amigo o personaje de televisión que sea un don Juan? ¿Por qué
lo llamarías así?
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La poesía, la creación literaria y la inspiración son los temas de las rimas I a VIII.
El amor es el tema de las rimas IX a XXIX. En ellas, el gozo del enamorado se enmarca en
una naturaleza también alegre.
El desengaño amoroso aparece reflejado en las rimas XXX a LI.
El dolor y la angustia, así como la fugacidad de la vida y la muerte, son temas que
aparecen en las rimas LII a LXXVI.
Las “Leyendas”
Las leyendas son un conjunto de relatos en prosa sobre tradiciones populares. En
algunos casos se trata de recreaciones que el poeta hizo basándose en leyendas recogidas
en sus viajes por España. Por lo general, están ambientadas en épocas remotas y lugares
exóticos. El autor nos habla de un mundo misterioso y sobrenatural, donde una bruma
difusa confunde lo real y lo irreal.
XXI XLIX
¿Qué es poesía? Dices mientras clavas Alguna vez la encuentro por el mundo
en mi pupila tu pupila azul, y pasa junto a mí;
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? y pasa sonriéndose, y yo digo:
Poesía... eres tú ¿Cómo puede reír?
XXXVIII
Los suspiros son aire y van al aire. Luego asoma a mi labio otra sonrisa
Las lágrimas son agua y van al mar máscara del dolor,
Dime, mujer: cuando el amor se olvida y entonces pienso: -¡Acaso ella se
ríe
¿sabes tú adonde va? como me río yo!
LECTURA
Era noble había nacido entre el estruendo de las armas, y el insólito clamor de una
trompa de guerra no le hubiera hecho levantar la cabeza un instante, ni apartar sus ojos del
oscuro pergamino en que leía la ultima cantiga de un trovador.
Los que quisieran encontrarlo, no lo debían buscar en el anchuroso patio de su
castillo, donde los palafreneros domaban los potros, los pajes enseñaban a los halcones y los
soldado se entrenan los día de reposo en afilar el hierro de su lanza contra una piedra.
-¿Dónde esta Manrique? ¿Dónde esta vuestro señor? –preguntaba a veces su madre.
- No sabemos –respondían sus servidores-. En cualquier parte, menos donde este todo el
mundo.
En efecto, Manrique amaba la soledad, y la amaba de tal modo que algunas veces lo hubiera
deseado no tener sombra porque su sombra no lo siguiese a todas partes. Amaba la soledad
porque en su seno, dando rienda suelta a la imaginación, forjaba un mundo fantástico,
habitado por extrañas creaciones, hijas de sus delirios y ensueños de poeta. Algunas veces
llegaba su delirio hasta el punto de quedarse una noche entera mirando la luna, que flotaba
en el cielo entre un vapor de plata, o a las estrellas, que temblaban a lo lejos como los
cambiantes de las piedras preciosas.
Era una noche de verano templada, llena de perfumes y de rumores apacibles, y
con un aluna blanca y serena en mitad de un cielo azul, luminoso. La medianoche tocaba a
su punto. La luna estaba en lo más alto del cielo cuando, al entrar en una oscura alameda,
Manrique exhalo un grito leve, ahogado, mezcla extraña de sorpresa, de temor y de júbilo.
En el fondo de la sombría alameda había visto agitarse una cosa blanca que floto un
momento y desapareció en la oscuridad. Las orla del traje de una mujer, de una mujer que
había cruzado el sendero y se ocultaba entre el follaje en el mismo instante en que el loco
soñador penetraba en los jardines.
- ¡Una mujer desconocida!... ¡En este sitio!... ¡A estas horas! Esa, es la mujer que yo busco –
exclamó Manrique.
Llegó al punto en que había visto perderse a la mujer misteriosa. Había desaparecido. ¿Por
dónde? Allá lejos creyó divisar por entre los cruzados troncos de los árboles.
-¡Es ella, es ella, que lleva alas en los pies y huye como una sombra! –dijo; y se precipito en
su busca.
-¡Ah!... por aquí va –exclamó-. Oigo sus pisadas sobre las hojas secas, y el crujido de su
traje que arrastra por el suelo y roza los arbustos –y corría y corría como un loco, de aquí
para allá, y no la veía.
-Pero siguen sonando sus pisadas –murmuro otra vez-; creo que ha hablado...
Vago algunas horas de un lado a otro, fuera de si, ya parándose para escuchar, ya
deslizándose con las mayores precauciones sobre la hierba, ya en una carrera desesperada.
Dos meses había transcurrido, dos meses durante los cuales había buscado en vano a
aquella mujer desconocida, cuyo absurdo amor iba creciendo en su alma.
La noche estaba serena y hermosa; la luna brillaba en toda su plenitud en lo más alto del
cielo, y el invierno suspiraba con un rumor dulcísimo entre las hojas de los árboles.
Manrique encaminó sus pasos hacia la oscura alameda que conduce al Duero, y aún
no había penetrado en ella cuando de sus labios se escapó un grito de júbilo. Había visto
flotar un instante el extremo del traje blanco de la mujer de sus sueños.
Corre en su busca; llega al sitio en que la ha visto desaparecer, pero al llegar se detiene, fija
espantados ojos en el suelo, permanece un rato inmóvil; un ligero temblor nervioso agita sus
miembros, un temblor que va creciendo y ofrece los síntomas de una perfecta convulsión, y
prorrumpe al fin en una carcajada, una carcajada estridente, horrible. Era un rayo de luna,
un rayo de luna que penetraba a intervalos por entre la verde bóveda de los árboles cuando
el viento movía las ramas.
Habían pasado algunos años. Manrique, sentado en un sitial junto a la alta
chimenea de su castillo, apenas prestaba atención ni a las caricias de su madre ni a los
consuelos de sus servidores.
-No quiero nada –exclamo el joven- es decir, si quiero: quiero que me dejéis solo ...
Mujeres, glorias, felicidad, mentiras todo, fantasmas vanos que formamos en nuestra
imaginación y vestimos a nuestro antojo, y los amamos y corremos tras ellos. ¿Para que?...
Para encontrar un rayo de luna.
Manrique estaba loco; por lo menos, todo el mundo lo creía así. A mí, por el
contrario, se me figura que lo que había hecho era recuperar el juicio.
GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER
El Rayo de Luna
ACTIVIDAD
1. Contesta las siguientes preguntas:
a) ¿Quién era Manrique?
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PRACTICA