Fraude o Simulac

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Título: ¿Fraude o simulación?


Autor: Ghirardi, Juan Carlos
Publicado en: LLC2011 (febrero), 18
Cita: TR LALEY AR/DOC/176/2011
Es motivo hoy de análisis un fallo de la Cámara 4º C.C. de Córdoba que prima facie parece bastante
sencillo. No solamente lo parece, lo es, motivo por el cual la fundamentación de la sentencia resulta bastante
escueta. Es precisamente en este extremo, más allá de que comparta la solución a que se arriba es que podrían
caber algunas críticas, ya que quizás el perdidoso pudo, con dudosas perspectivas de éxito, cierto es, intentar
una casación por falta de razón suficiente.
Pero adentrémonos en el problema. Varias personas interponen acción de simulación en contra de un
hermano de ellos, peticionando se revoque la venta de un campo que la madre hizo a favor de este último, por
considerarla una operación fraudulenta. En ambas instancias resultan vencedores, por acogerse la mencionada
acción de simulación.
Ahora bien, cabría hacer una primera aclaración, no es lo mismo fraude que simulación. Dicho de otra
manera, no podría ejercitarse una acción de simulación en contra de un negocio jurídico porque se lo estime
fraudulento, en tal caso lo que procede es la acción pauliana del art. 961 del C.C.
Hay simulación cuando se encubre el carácter jurídico de un acto bajo la apariencia de otro (art. 955 del
C.C.). Puede ser absoluta, cundo se celebra un acto jurídico que nada tiene de real, o relativa, cuando se reviste
a un negocio de una apariencia ficticia, que oculta su verdadero carácter (art. 956 C.C.).
En cambio, incurre en fraude un deudor que realiza un acto por el cual se insolventa maliciosamente, en
perjuicio de sus acreedores (art. 961 del C.C.). De esto surge una conclusión interesante: El acto fraudulento se
revoca, porque ha sido un negocio jurídico real, si bien contrario a las leyes. En cambio no sucede lo mismo con
el acto simulado, que simplemente se declara tal. No hay aquí nada que revocar, porque existió tan solo una
apariencia, un ropaje que se quita para dejar al descubierto la verdad real, que puede consistir en un negocio de
distinta naturaleza a la que se quiso mostrarse, o tal vez nada en absoluto.
La Cámara no se detiene en esto, y pasa a tratar directamente la acción de simulación. Estaba bien hacerlo
así, por aplicación del principio iura novit curia, por el cual el Juez es quien hace el correcto encuadramiento
jurídico del caso, a partir de los hechos expuestos por los litigantes y aunque estos últimos hubieran errado en la
calificación correcta de la acción o la defensa de que se valen. Pero, si éste era -indudablemente lo ha sido- el
caso, se pudo haber dejado aclarado el extremo.
Estamos pues ante una acción de simulación, se trata de una simulación relativa, ya que ha habido una
efectiva transmisión del dominio de un inmueble, pero no en virtud de una compraventa como el demandado
pretende, sino a título de donación.
Las implicancias son grandes, aunque la sentencia que comento omita señalarlas y eso es de lamentar,
porque las mismas apuntalan la legitimación de los accionantes, que no piden una nulidad por la nulidad misma,
sino porque el acto que se cuestiona les causa un efectivo perjuicio. Concretamente, y en su momento, de haber
existido una donación el beneficiario tendría que colacionar lo donado, si se tratara de una compraventa nada
tendría que compensar a sus hermanos cuando se abra la sucesión de la madre.
La valoración de la prueba realizada por la Cámara es correcta y revela conocimientos sólidos y actuales en
la materia. Máxime cuando se invoca la teoría de las cargas probatorias dinámicas (argumento ya vertido en el
fallo de primera instancia), en virtud del cual si ambas partes suministran versiones diferentes del mismo hecho,
incumbe a cada una de ellas acreditar la veracidad de sus respectivos dichos.
Hay una testigo que manifiesta conocer del pago de la suma que el demandado aduce haber abonado por
dichos de la madre vendedora, pero que después agrega tener noticia de dicho pago por haber visto cuando se
realizaba, aunque no sabe precisar la suma que se entregó. Esta declaración es bien desechada por la Cámara,
que marca claramente las contradicciones que contiene. También pudo, aunque posiblemente hubiese sido
superabundante, invocarse el art. 1193 que veda la prueba testimonial para demostrar la existencia de negocios
jurídicos de cierta importancia, como sería el pago de la cantidad que nos ocupa.
Ahora bien, en el presente caso el demandado aduce haber abonado $ 5.000.= con anterioridad al acto de la
escritura y $ 4.000.= en el acto de suscribir la misma. Acompaña, para demostrar el primer pago, un recibo con
firmas certificadas por notario, pero de esta certificación no se deja constancia en el libro de intervenciones del
escribano motivo por el cual, y ajustándose a derecho, la Cámara no le concede valor.
Queda como remanente la suma entregada al escriturar, de $ 4.000.=, que si es considerada efectivamente
pagada por el Tribunal, en virtud del hecho de haber sido abonada ante escribano público que da fe de ello. Lo
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cual nos lleva al punto verdaderamente interesante:


Hubo un precio pero, ¿se trata de un precio vil? Si esto es así cabe presumir la existencia de una simulación,
de lo contrario estaríamos ante una compraventa real, que no dejaría de ser tal por la circunstancia de que pueda
haber configurado un muy buen negocio para un comprador que pagó barato lo que adquirió.
La Cámara acude para resolver sobre esta cuestión a una tasación de otro campo de similares características,
hecha en un juicio de división de condominio entre las mismas partes, conforme la cual el inmueble enajenado
valdría $ 9.600.= Siendo que lo único que se acreditó fue un pago de $ 4.000.= y siendo este precio inferior a la
mitad del valor del inmueble, concluye con que el mismo ha sido vil.
Consecuentemente declara simulado el acto, teniendo además en cuenta otras circunstancias, como la
escribanía elegida, la escasa capacidad económica del comprador y la evidente intención de la madre de
favorecerlo, por los motivos que en la sentencia se explicitan.
Ahora bien, todos estos últimos argumentos no son en definitiva dirimentes y sólo sirven para apuntalar la
convicción que surge de la existencia de un precio vil. La madre puede haber querido favorecer a uno de sus
hijos vendiéndole barato, pero ello (a menos que el precio sea vil, como se ha dicho), no habría sido suficiente
para considerar simulada a la compraventa.
Por ello, y para concluir, sería bueno dedicar unas líneas a esta cuestión. Una venta se hace a precio vil, y
puede ser dejada sin efecto, cuando se paga menos de la mitad de lo que la cosa vale, tal lo que en definitiva
declara la Cámara Y esto es precisamente lo que ya sostuvieron los juristas romanos cuando crearon el instituto
de la laesio ultradimidium, la lesión que ahora incorpora el art. 954 del C.C.
Se aplica el criterio rector de este instituto, sin nombrarlo, en su forma más pura es decir la puramente
objetiva, tal como aparece consagrado en el rescripto de los emperadores Diocleciano y Maximiano que aparece
en C. 4.44.2, y que textualmente reza:
"Si tú o tu padre hubiereis vendido por menor precio una cosa de precio mayor, es humano, o que,
restituyendo tú el precio a los compradores recobres el fundo vendido, mediando la autoridad del Juez o que, si
el comprador lo prefiere, recibas lo que le falta al justo precio. Pero se considera que el precio es menor, si no se
hubiere pagado ni la mitad del verdadero precio".
Aquí aparece por primera vez consagrado el principio, puramente objetivo como ya se ha dicho, que permite
dejar sin efecto un acto basándonos exclusivamente en el monto del precio, cuando éste sea inferior a la mitad
del verdadero valor de la cosa (dimidia pars). Sin embargo el argumento no aparece introducido en la sentencia
y es una omisión de lamentar, porque su mención habría impedido definitivamente cualquier pretensión de
casarla aduciendo que se realizó una afirmación dogmática sin fundamento. Porque en realidad hay un
fundamento que es absolutamente valedero.
Al margen de todo ello, coincido plenamente con el decisorio, aunque me hago una pregunta que
obviamente los Jueces de Cámara no pudieron dilucidar, porque de pronunciarse sobre el tema habrían fallado
extra petita, dado que aparentemente el problema no integró los términos de la litis:
Al declararse simulado el acto, la enajenación se cae y el negocio queda como una mera donación que puede
ser dejada sin efecto ya que afecta la legítima de los actores, coherederos del adquirente. Pero, en este caso,
¿qué pasa con los $ 4.000.= que se probó fueron abonados?
A mi criterio, habría lugar para la repetición, lo que nos colocaría -tal vez- frente a un nuevo juicio. Con las
partes invertidas.

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