La Infancia 2

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“La infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato

que pretender sustituirlas por las nuestras.”

Rousseau

El futuro de los niños es siempre hoy. Mañana será tarde”

Gabriela Mistral

¿Qué es una psicoterapia infantil?


La finalidad de una psicoterapia infantil es la misma que la de adultos: comprender las
sombras que existen en nuestro mundo interno, sus deseos, ansiedades y temores más
profundos y que son origen del sufrimiento. ¿Pero cómo se acceden a estas sombras en
los niños? ¿Qué técnica se utiliza?

Debido al insuficiente desarrollo de la mente del niño, su expresión verbal es


insuficiente para poder asociar libremente y acceder a su inconsciente. Todo esto hizo
que los psicoterapeutas que empezaron a tratar a niños, buscasen un medio de
comunicación alternativo que sirviera al infante de vehículo para la expresión de dicha
vida inconsciente. El medio que se encontró más adecuado para esta finalidad fue el
juego, a través del cual el niño dramatiza su mundo interno. El niño juega y el terapeuta
observa y/o participa con actos o interpretaciones. Por ejemplo, un niño abrumado por
un intenso sentimiento de celos debido al nacimiento de un hermano pequeño, puede
representar a través de un juego con unos muñecos (uno grande y otro pequeño) que el
grande, golpea y ataca al más pequeño. La expresión de este conflicto y la oportuna
comprensión de este por parte del analista, hacen que esos intensos sentimientos se
vayan modificando.

Actualmente, ya nadie pone en duda que lo que somos de adultos tiene su origen en las
primeras experiencias de la infancia; en estos primeros años, las emociones juegan un
papel esencial, pero, paradójicamente, la capacidad para comprender dichas emociones
es escasa. . El psicoterapeuta tratará de ayudar proporcionando un adecuado “sostén” o
contención de las ansiedades, temores del niño, y una interpretación de lo que el niño
quiere expresar a través de sus juegos . En la medida en que al niño con dificultades
emocionales se le suministra una atmósfera de intimidad y privacidad donde pueda
dramatizar su mundo interno sin punición y censura, la esperanza de cambio aparece.

NIÑOS

Ansiedad

Del mismo modo que hacen los adultos, los niños pueden manifestar un trastorno de
ansiedad a pesar de que sus síntomas difieren de los síntomas de los adultos. Las
consecuencias negativas de la ansiedad infantil pueden afectar más que en la vida
adulta, pudiendo incidir en el desarrollo normal del niño.
En primer lugar debe determinarse el tipo de trastorno del niño afectado mediante una
correcta evaluación. Podemos diferenciar entre un trastorno de ansiedad por separación,
un trastorno de ansiedad generalizado, un trastorno de pánico, un trastorno obsesivo-
compulsivo o un trastorno por estrés postraumático.

Una vez obtenida la información que nos permita conocer con detalle el problema del
niño, identificaremos las variables que lo mantienen, definiremos el diagnóstico y
podremos proceder a planificar la intervención terapéutica.

Trastornos de ansiedad
1 ¿Cuáles son los tipos y características de los trastornos de ansiedad?

Los niños y adolescentes con trastornos de ansiedad suelen experimentar un miedo


intenso, preocupación o inquietud que puede durar largos períodos de tiempo y
afectar significativamente sus vidas. Si no se trata con prontitud, los trastornos de
ansiedad pueden derivar en:

- Repetidas ausencias a clase o una incapacidad para terminar el período de


escolaridad.

- Deterioro en las relaciones con iguales.

- Baja autoestima.

- Abuso de alcohol u otro tipo de drogas.

- Problemas de ajuste en situaciones laborales.

- Trastornos de ansiedad en edad adulta.

Existe una variedad de trastornos de ansiedad que pueden afectar a niños y


adolescentes. A continuación, se describen la mayoría de ellos, así como sus
características:

Trastorno de ansiedad generalizada: Los niños y adolescentes con este trastorno se


preocupan en extremo por sus actividades, ya sea por su rendimiento académico,
deportivo o incluso por ser puntual. Esta clase de personas suelen ser muy
responsables, se sienten tensos y necesitan mucha seguridad. Pueden quejarse de
dolores de estómago u otras afecciones que no parecen tener una causa física.

Trastorno de ansiedad por separación: Los niños con este trastorno suelen tener
dificultad en dejar a sus padres para ir a la escuela o campamento de verano,
quedarse en casa de un amigo o estar solo. A menudo, se “aferran” a sus padres y
tienen problemas para quedarse dormidos. El trastorno de ansiedad por
separación puede ir acompañado de depresión, tristeza o miedo a que algún
miembro de la familia se vaya o muera. Aproximadamente uno de cada 25 niños
experimenta trastorno de ansiedad por separación.
Fobias: Los niños y adolescentes con fobias tienen excesivos miedos no reales de
ciertas situaciones u objetos. Muchas fobias tienen nombres específicos, y el
trastorno puede centrarse en animales, tormentas, agua, lugares altos o situaciones
específicas como encontrarse encerrado en un lugar reducido. Los niños y
adolescentes sienten verdadero pavor a ser criticados o juzgados duramente por
los demás. Intentarán evitar los objetos y situaciones temidas, por lo que el
trastorno puede limitar gravemente sus vidas.

Trastorno de pánico: Los “ataques de pánico” repetitivos en niños y adolescentes


sin una causa aparente son signos de un desorden de pánico. Los ataques de pánico
son períodos de intenso miedo acompañados por fuertes latidos del corazón,
sudoración, mareo, nauseas o sentimiento de muerte inminente. La experiencia es
tan terrible que viven con el miedo de que puedan sufrir otro ataque. Los niños y
adolescentes con el trastorno suelen hacer cualquier cosa para evitar la situación
que provoque otro ataque. Es posible incluso que no quieran ir a la escuela o
separarse de sus padres.

Trastorno obsesivo-compulsivo: Los niños y adolescentes con trastorno obsesivo-


compulsivo, se ven atrapados en un patrón de pensamientos y comportamientos
repetitivos. Aunque puedan reconocer que éstos parecen sin sentido y
traumatizantes, son muy difíciles de parar. El comportamiento compulsivo puede
incluir lavarse repetidamente las manos, contar o poner en orden objetos una y
otra vez. 2 de cada 100 adolescentes experimentan trastornos obsesivos.

Trastorno de estrés post-traumático: Los niños y adolescentes pueden desarrollar


un estrés post-traumático después de haber experimentado un acontecimiento
sumamente estresante, como experiencias de abusos físicos o sexuales, ser testigo
de un hecho violento, la vivencia de un desastre como un bombardeo o un huracán.
Los jóvenes con dicho trastorno suelen experimentar el acontecimiento una y otra
vez en forma de fuertes recuerdos, instantáneas, u otra clase de pensamientos
perturbadores. Como resultado, pueden intentar evitar todo lo que se encuentra
asociado con el trauma. También sobreactuar al sobresaltarse o tener dificultades
del sueño.

2 ¿Son comunes los trastornos de ansiedad?

Los trastornos de ansiedad se encuentran entre los más comunes de los problemas
mentales, emocionales y de comportamiento que se presentan en la niñez y la
adolescencia. Aproximadamente, 13 de cada 100 niños y adolescentes de entre 9 y
17 años experimentan algún tipo de trastorno de ansiedad; Las niñas se ven más
afectadas por el problema que los niños y cerca de la mitad de los niños y
adolescentes con estos trastornos padecen un segundo trastorno de ansiedad u otro
trastorno mental o de comportamiento, como la depresión. Además, los trastornos
de ansiedad pueden coexistir con trastornos de salud físicos que necesitan
tratamiento.

3¿Quién tiene más riesgo de padecerlos?

Recientes investigaciones han confirmado que el carácter del joven puede jugar un
papel importante en los trastornos de ansiedad entre algunos niños y adolescentes.
Por ejemplo, algunos niños suelen ser muy tímidos y adoptar una actitud retraída
en situaciones fuera del ámbito familiar, lo que ya es un posible signo de riesgo en
desarrollar estos trastornos. La investigación en esta área es muy compleja debido
a que los miedos en la niñez a menudo suelen desaparecer al crecer. También
hacen hincapié en que debería realizarse una observación más cuidadosa cuando
los niños tienen entre 6 y 8 años. Durante este período, el miedo de los niños a la
oscuridad y a las criaturas imaginarias disminuye y se acrecienta la ansiedad hacia
el rendimiento escolar y las relaciones sociales. Un exceso de ansiedad en los niños
de esta edad, puede ser una señal de alarma en cuanto al posterior desarrollo de
trastornos de ansiedad.

Los estudios sugieren que los niños y adolescentes tienen más posibilidad de
desarrollar el trastorno si sus padres lo padecen. Sin embargo, no prueban si los
trastornos son ocasionados por la biología, el entorno o ambos. Son necesarios más
datos para clarificar si los trastornos de ansiedad pueden ser hereditarios.

Ayuda disponible para los jóvenes con estos trastornos.

Los niños y adolescentes con estos trastornos pueden beneficiarse de una variedad
de tratamientos y servicios. Tras un adecuado diagnóstico, pueden ser los
siguientes:

- Tratamiento cognitivo-conductual, mediante el cual los jóvenes aprenden a tratar


sus miedos modificando las formas en que piensan y se comportan.

- Técnicas de relajación

- Biofeedback (control del estrés y tensión muscular)

- Terapia familiar.

- Formación familiar

- Medicación (solo en determinadas situaciones)

Mientras que las terapias cognitivo-conductuales son efectivas en el tratamiento de


algunos trastornos de ansiedad, la medicación trabaja bien en otros. Algunas
personas con trastornos de ansiedad se benefician de una combinación de ambos.
Se requiere más investigación para determinar qué tratamiento funciona mejor
para los diversos tipos de trastornos de ansiedad

¿Qué pueden hacer los padres?

Si los padres u otros cuidadores observan síntomas repetitivos de trastornos de


ansiedad en sus niños o adolescentes, deberían:

Hablar de ello con su médico de cabecera para que determine si los síntomas son
ocasionados por un trastorno de ansiedad o por algún otro trastorno y también
puede derivar a un profesional de la salud mental. Buscar un profesional de la
salud mental especializado en trabajar con niños y adolescentes, que utilice la
terapia cognitivo-conductual o terapia del comportamiento, entre otras. Obtener
información adecuada de bibliotecas, librerías u otras fuentes Asesorarse sobre
tratamientos y servicios Hablar con otras familias en sus respectivas comunidades.
Localizar organizaciones o asociaciones de familias con el mismo problema

Las personas que no están satisfechas de la atención recibida en esta área deberían
dirigir sus quejas a la institución o persona que se las ha facilitado, pida
información o busque a través de otras fuentes.

Depresión
1-¿Qué es la depresión infantil y qué tipos de depresión existen?

2-¿Cómo se diagnostica la depresión?

3-¿Qué hacer con un hijo deprimido?

Como los adultos, los niños también pueden llegar a padecer depresión. Es
importante tener en cuenta que, a pesar de referirse a los mismos tipos de
trastornos que en el adulto, el diagnóstico en niños debe tomar en consideración los
aspectos de la vida cotidiana y grado de desarrollo socio-emocional infantil. Los
tipos de depresión incluyen: depresión mayor, distimia, trastorno adaptativo con
carácter depresivo, trastorno de alteración estacional y trastorno bipolar o
depresión maníaca.

Depresión mayor es una enfermedad grave caracterizada por un estado de tristeza


persistente, sentimientos de infravaloración o culpabilidad e incapacidad de sentir
placer o felicidad. La depresión mayor interfiere en el funcionamiento del día a día
en funciones tan típicas como comer y dormir. Un niño con depresión mayor se
siente deprimido casi todo el día.

Distímia puede diagnosticarse si la tristeza no es tan grave pero tiene una


continuidad de un año o más. Los niños con distimia se sienten a menudo “más que
abatidos”. Pueden tener baja autoestima, estar desesperanzados e incluso tener
problemas con la alimentación y el sueño. Al contrario que la depresión mayor, la
distimia no interfiere gravemente con el funcionamiento del día a día. Casi del 1%
al 3% de los niños padecen distimia.

Trastorno bipolar es otro tipo de perturbación del carácter y se distingue por la


aparición de episodios de depresión de baja energía (tristeza y desesperanza)
alternados con otros con alta energía, manía (irritabilidad y temperamento
explosivo). El trastorno bipolar puede afectar desde el 1% al 2% de los niños. Más
de dos millones de adultos sufren este trastorno y, por lo general, se desarrolla
después de los diez años y en los primeros años de adultez. Los investigadores
creen que los niños antes y a partir de los diez años pueden experimentar un cierto
número de problemas como trastornos de déficit de atención, de comportamiento
de oposición, ansiedad e irritabilidad además de cambios de carácter desde la
depresión hasta la manía.
Diagnóstico de la Depresión

Los niños con depresión lo describen como sentirse desesperanzados por todo o
que nada merece un esfuerzo. Creen honestamente que “no valen nada”, que su
mundo es un lugar difícil y que no podrán hacer nada para cambiarlo.

Para realizar un diagnóstico más preciso, debe realizarse una evaluación detallada
con un profesional de la salud mental. Aunque de modo orientativo puede
realizarse la siguiente evaluación:

Se puede hablar de trastorno relacionado con la depresión si el niño ha


experimentado cinco o más de los siguientes síntomas durante más de dos
semanas:

 Un sentimiento de abatimiento o de tristeza sin razón aparente.


 Una falta de energía que impida realizar aún las tareas más sencillas.
 Incapacidad para disfrutar de las cosas que antes solían hacerle feliz.
 Una falta de deseo de estar con amigos o miembros de la familia.
 Sentimientos de irritabilidad, enfado o ansiedad.
 Incapacidad para concentrarse.
 Una marcada pérdida o aumento de peso (o incapacidad para ganar el peso
deseado), así como poco o demasiado interés en la comida.
 Un marcado cambio en los hábitos de sueño, como problemas para
conciliarlo o levantarse.
 Sentimientos de culpabilidad o de baja autoestima.
 Experimentar dolor o sufrimiento aunque no sean consecuencia de nada
físico.
 No importar en absoluto lo que le pueda suceder en un futuro.
 Frecuentes pensamientos sobre la muerte o el suicidio.

Un niño con distimia debe experimentar dos o más de los siguientes síntomas casi
constantemente y durante un año como mínimo:

 Sentimientos de desesperanza.
 Baja autoestima.
 Dormir demasiado o ser incapaz de conciliar el sueño.
 Fatiga extrema.
 Dificultad de concentración.
 Falta de apetito o al contrario necesidad de comer en exceso.

Los niños y adolescentes deprimidos tienen tendencia a consumir más alcohol y


drogas debido a que dichas sustancias pueden hacer olvidar momentáneamente su
depresión. Sin embargo, al contrario de arreglar nada, solo sirven para empeorar
la depresión y hacer que se sientan mucho peor.

¿Qué hacer con un hijo deprimido?

Si piensa que su hijo tiene síntomas de depresión, hable con él o ella y con un
psicólogo infantil o médico de cabecera. Muchos padres desatienden las
preocupaciones de sus hijos pensando que desaparecerán de la misma forma que
han surgido o evitan actuar debido al temor a ser responsables de su depresión,
pero es importante asegurarse de que su hijo reciba la atención que necesita para
que llegue a sentirse mejor. Usted no es responsable de la depresión de su hijo –
incluso en el caso de que hubiese hecho algo (como un divorcio) que la
desencadenase. No es culpa de nadie.

Dígale a su hijo que usted siempre estará cuando le necesite. Repítaselo una y otra
vez—es posible que necesite oírlo porque se sienta falto de amor y atención.
Recuerde, los chicos deprimidos ven el mundo a través de una “lente oscura”
debido a que sus experiencias están coloreadas por su depresión. Podrían actuar
como si no quisieran ayuda o quizá ni ellos mismos saben qué es lo que están
experimentando. Es igualmente importante que su hijo sepa que usted entiende
por lo que él o ella están pasando y que su propósito es el de buscar una opinión
experta para encontrar un camino que le permita hacer su vida más fácil.

Depresión

El hecho de sentirse triste, apenado o abatido es uno de los sentimientos más frecuentes
que producen malestar psicológico en los humanos y al que los niños no son ajenos. Sin
embargo, este estado de ánimo debe diferenciarse de la depresión como trastorno.

A través de numerosas investigaciones se han llegado a aceptar los siguientes síntomas


como característicos de la depresión: estado de ánimo triste o irritable, anhedonia o
aburrimiento, cambios de apetito o peso, cambios en el patrón del sueño, lentitud o
agitación psicomotora, fatiga o pérdida de energía, sentimientos de inutilidad o culpa,
concentración disminuida o indecisión y pensamientos sobre la muerte.

Entre el 40% y el 70% de los niños deprimidos presentan otro trastorno simultáneo. Los
trastornos adicionales más frecuentes son los trastornos de ansiedad, los trastornos por
déficit de atención y comportamiento perturbador así como los trastornos por consumo
de sustancias. En niños, al contrario que en los adultos, la mayoría de trastornos de
ansiedad preceden al episodio depresivo.

El tratamiento de la depresión infantil debe adaptarse a casa sujeto, teniendo en cuenta


su estado madurativo y su funcionamiento cognitivo.

La terapia cognitivo-conductual se basa en la premisa de que el paciente tiene una


imagen distorsionada de sí mismo y de lo que le rodea, hecho que contribuye a
mantener y aumentar su estado depresivo. Por ello se trabaja en la aplicación de las
técnicas dirigidas a modificar tanto los pensamientos como las conductas.

Hiperactividad

El trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) representa un problema


social dado su alta incidencia en la población infantil, así como las consecuencias
psicológicas que genera.
Este trastorno no sólo repercute en el propio afectado sino que va más allá. Padres y
profesores suelen sentirse desbordados ante los niños con estas características.

El TDAH se manifiesta en los primeros años de la infancia y se caracteriza por la


presencia de tres síntomas: la falta de atención, la impulsividad y la hiperactividad.

Los problemas asociados a este trastorno son frecuentes y variados: trastornos de


conducta, alteraciones del aprendizaje, malestar emocional con un predominio de
síntomas ansioso-depresivos, y alteración del entorno familiar.

Así pues, el TDAH va más allá de un conjunto de síntomas puesto que supone un
problema general en la vida del niño y repercute negativamente, tanto a nivel académico
como relacional.

Problemas del comportamiento

Un comportamiento adecuado del niño suele estar determinado por el punto de vista
social y cultural. Por ello, entender qué tipo de comportamientos se esperan en cada
edad ayudará a definir cuándo una conducta es correcta y hasta qué punto necesita de la
intervención de un profesional.

El origen de los desajustes en el comportamiento suele deberse a que el niño ha crecido


en un entorno psicosocial incorrecto o deficiente que le ha inculcado una serie de pautas
educativas incoherentes y modelos inadecuados.

Los problemas de comportamiento más habituales en niños son: las rabietas, una actitud
negativista o desobediente, así como los niños que mienten con asiduidad, roban o
tienen un comportamiento agresivo hacia ellos mismos o contra los demás.

La detección prematura de los trastornos leves del comportamiento y la aceptación por


parte de los padres son determinantes para un buen encauzamiento del niño.

La ausencia de intervención significaría el mantenimiento y seguramente el incremento


de las conductas disruptivas.

Transtornos del sueño

Las necesidades individuales del sueño en el niño, al igual que en los adultos, difieren
ampliamente de unos sujetos a otros.

Las alteraciones o trastornos del sueño suelen poner de manifiesto que el niño está
preocupado por alguna situación de su vida.

Entre los trastornos del sueño más comunes encontramos el insomnio y las pesadillas.

El insomnio es la dificultad persistente para obtener un sueño reparador, ya sea debido a


un retraso en el inicio del sueño, por las interrupciones durante la noche o bien por un
despertar temprano durante por lo menos un mes.
Las pesadillas, en cambio, son episodios de ensoñación que producen miedo en el niño
y provocan su despertar. Dichos sueños no suelen corresponderse con situaciones reales
aunque en algún caso el niño pueda revivir una situación traumática. Una vez despierto,
el niño responde positivamente al entorno.

Existen multitud de hábitos o razones por las que se pueden iniciar o mantener los
trastornos del sueño.

Hay que evaluar si existe una rutina diaria en cuanto al descanso del niño, el tipo de
alimentos que consume antes de ir a dormir, si se dan factores orgánicos que puedan
causar problemas en el sueño o si últimamente ha habido nuevos acontecimientos que
puedan generar una preocupación en el niño.

El seguimiento de unos hábitos suele ser crucial para que el niño goce de un buen
descanso.

Enuresis

El término “enuresis” hace referencia a la emisión repetida de orina, involuntaria o


intencionada, en lugares inapropiados como la cama o la ropa, en niños mayores de 5
años, una edad en la que se supone que el niño ya debería haber adquirido el control
urinario y sin que exista una patología orgánica que motive la incontinencia.

Existen una serie de factores que pueden impulsar al niño a sufrir este trastorno:

 En primer lugar debe descartarse la presencia en el niño de algún problema


físico que pueda afectar en la emisión de la orina (como podría ser por ej. tener
la vejiga pequeña).
 La demora del aprendizaje de la retención de la orina.
 La existencia de un sueño muy profundo que imposibilite que el niño perciba
que su vejiga está llena.
 Situaciones emocionales delicadas para el niño que le puedan estar pasando.

Una vez especificado el origen del problema, se puede empezar a trabajar.

Dislexia

Los niños que padecen dislexia suelen ser niños inteligentes que inicialmente tratan de
seguir las instrucciones de los adultos y de tener un buen comportamiento; sin embargo
no consiguen obtener buenos resultados académicos.

Los signos que ponen de manifiesto que un niño puede padecer dislexia son los
siguientes:

 Tienen dificultades para recordar lo que se acaba de decir dado que pierden
fácilmente la concentración.
 Se fatigan o se aburren mientras intentan estudiar.
 Les cuesta expresarse por escrito o de forma verbal.
 Tienen problemas con la coordinación motora de su cuerpo.
 Les es complicado entender conceptos espacio-temporales como diferenciar
entre la derecha o la izquierda o diferenciar el “mañana” del “ayer”.

El trastorno suele ir a más si no se detecta ni se trata a tiempo, lo que conlleva repetidos


fracasos en sus resultados académicos y la consecuente frustración y baja autoestima del
niño.

ADOLESCENTES

Adicciones

El consumo de sustancias psicoactivas como el tabaco, el alcohol o las drogas ilegales


son uno de los principales problemas a los que se enfrenta la juventud de las sociedades
occidentales. Los motivos por los que los adolescentes se inician en dicho consumo son
múltiples pero, entre otros, se pueden destacar:

 La curiosidad por saber qué se siente.


 La presión que ejerce su grupo de iguales y la necesidad de sentirse aceptado
y formar parte del grupo.
 La información distorsionada sobre el efecto negativo de las drogas.
 La creencia de que los efectos momentáneos de las drogas son “positivos”.

Además, también hay ciertas conductas o factores considerados de riesgo como son
tener una mala relación con la familia, la falta de disciplina, la disconformidad con los
valores sociales establecidos, el bajo rendimiento escolar, la presencia de
psicopatología, una baja autoestima, la presión por parte del grupo de amigos o el mero
hecho de querer ir en busca de nuevas sensaciones y emociones.

Las consecuencias de cualquier adicción son nefastas e inciden en todas las áreas del
individuo. A nivel físico, pueden aparecer dificultades orgánicas como cirrosis,
trastornos cardiovasculares o problemas psicológicos como la depresión. Las relaciones
familiares o de pareja se ven afectadas, la confianza disminuye, frecuentemente hay
disputas y se produce un distanciamiento. Evidentemente, una adicción también
repercute en el trabajo o en los estudios: el sujeto se despreocupa de sus obligaciones y
disminuye la productividad y la calidad sobre sus obligaciones. Para mantener la
adicción tiene que hacer un gran desembolso económico, motivo por el cual en muchos
casos el sujeto con adicción se ve obligado a cometer pequeños hurtos o a recurrir a
actividades ilegales como vender droga. Con todo el riesgo que conlleva la ilegalidad,
en el mejor de los casos, sólo tendría que pagar una multa o peor aún, sería encarcelado.

Por todas estas razones, resulta de suma importancia detectar el problema rápidamente
para poder intervenir y detener el círculo vicioso en el que el adicto se ve inmerso.

Bullying

Cada vez se oye hablar más del “moobbing” o acoso moral en el trabajo y del
“bullying” que es el abuso de poder que ejerce una persona o grupo de personas de
manera sistemática, de forma continuada en el tiempo y generando consecuencias
negativas al que las sufre.

Existen muchas formas de maltrato a nivel psicológico y físico. Lo más común son las
vejaciones, el generar rumores, el hacer objeto de burlas, las amenazas, esconder las
pertenencias del sujeto, los chantajes, la exclusión del grupo, ignorar, insultar o incluso
agredir físicamente, etc. Aunque parezca mentira, resulta difícil identificar este tipo de
abusos en los adultos siendo extraña la denuncia de la situación por parte del agredido
debido a su miedo.

El perfil de la víctima suele corresponder a alumnos ejemplares, los más ingenuos e


inseguros, aquellos que carecen de habilidades sociales o los discriminados por su
apariencia. Si el acoso se mantiene en el tiempo, las consecuencias en el desarrollo
emocional, social y de aprendizaje pueden ser devastadoras. El joven puede perder la
confianza en sí mismo, cada vez se sentirá más inseguro, se aislará más y
consecuentemente su autoestima caerá en picado pudiendo desencadenarse una
depresión. Lo más probable es que tenga problemas para concentrarse y su rendimiento
y la calidad de su trabajo disminuyan.

Es muy importante reconocer las señales del “bullying” a tiempo y trabajar cuanto antes
sobre los efectos que haya originado ya que si no se actúa, la situación puede
desembocar en trastornos mentales graves en la edad adulta.

La autoestima en la adolescencia

La adolescencia es el periodo clave en el desarrollo de la autoestima. Es a partir de este


momento cuando el individuo empieza a ser independiente y a moldear su identidad.

Para que esto suceda adecuadamente, el adolescente necesitará de una buena autoestima
y del apoyo de sus familiares y amigos.

En esta edad, la autoestima se genera a partir de la valoración propia sobre los


acontecimientos vividos hasta la fecha y sobre las consideraciones de las personas más
allegadas.

El adolescente con una buena autoestima está seguro de sí mismo, actúa de manera
independiente y sin miedo, asume responsabilidades, afronta nuevos retos, posee más
habilidades sociales y es más productivo y competente.

El joven con una baja autoestima es excesivamente crítico consigo mismo, le cuesta
aceptar las críticas y las concibe como un ataque, es pesimista y muy perfeccionista, le
cuesta tomar decisiones ya que teme equivocarse y desagradar a los de su alrededor y
habitualmente se deja llevar por las decisiones de los demás. Esta persona se siente
insatisfecha con ella misma y este sentimiento evidentemente va a influir de manera
negativa sobre su rendimiento y habilidad social. Si esta actitud persiste, es necesaria la
ayuda de los padres y la actuación de un psicólogo que le ayude a modificar los
conceptos tan dañinos que tiene sobre sí mismo. De este modo podremos lograr una
mayor confianza y autonomía personales.
Problemas de orientación sexual

La orientación sexual se establece previamente a la adolescencia; la persona suele tener


conciencia de la atracción por personas del mismo género antes que se verbalice esta
conducta y que la ponga en práctica.

Existen multitud de aspectos a tener en cuenta sobre las causas de la homosexualidad.

Factores biológicos como los elementos genéticos y hormonales, factores sociales tales
como el aprendizaje o el apoyo social así como factores psicológicos del individuo
influyen sobre la orientación sexual.

La persona homosexual pasa por diferentes etapas:

 Durante la infancia el niño ya se concibe diferente, empiezan a aparecer las


primeras fantasías homosexuales, tiende a ocultarse y a reflexionar sobre sí
mismo. Habitualmente la infancia suele ser bastante solitaria.
 La adolescencia es la fase más importante ya que es la etapa de la
identificación. El individuo comienza a considerarse homosexual y a aceptarse
como tal. A partir deeste momento empezará a asumir su identidad y a buscar
el apoyo emocional en sus relaciones sociales. Aún así, continuará simulando
su heterosexualidad ante la sociedad por miedo al rechazo.
 Habitualmente revela su homosexualidad a las personas más relevantes de su
entorno cuando alcanza la edad adulta empezando así una etapa de
consolidación de su orientación sexual.

Además de las dificultades propias de la adolescencia, los jóvenes gay se enfrentan a


problemas especiales. Pueden ser objeto de presiones sociales, personales y familiares.
Si el joven aún no ha desarrollado una identidad sólida, puede empezar a defenderse con
estrategias de afrontamiento muy punitivas. Puede asimismo aislarse de su entorno
familiar y social, exagerar rasgos heterosexuales, negar su homosexualidad y adoptar
conductas autodestructivas, entre otros. Todo ello puede causar una profunda crisis en el
individuo. Es en este momento cuando la intervención psicológica puede ser de gran
ayuda para reorientar al paciente y conseguir que asuma su orientación sexual.

Problemas de conducta

Las familias están cada vez más sensibilizadas acerca de los problemas de conducta de
los adolescentes ya que éstos se han ido incrementando en la sociedad de forma
progresiva provocando una gran preocupación. El comportamiento normal o adecuado
suele estar determinado por el punto de vista social, cultural y el desarrollo que se
adopte. Conocer aquello que se puede esperar del adolescente en este periodo ayudará a
determinar cuándo
un comportamiento no es normal y hasta qué punto necesita la orientación de un
profesional.

En general los problemas de conducta vienen determinados por la presencia de un


patrón de conducta persistente, repetitivo e inadecuado para su edad. Se caracteriza por
el incumplimiento de las normas sociales básicas de convivencia y por la oposición a los
requerimientos de las figuras autoritarias. Los adolescentes presentan síntomas tales
como, la oposición activa a las reglas de los adultos, la tendencia a molestar
deliberadamente a otras
personas, sentimientos de enfado, resentimiento, irritación y enojo, baja tolerancia a la
frustración, la cual suele desencadenar en rabietas, la falta de colaboración, etc. Todo
ello puede llegar a provocar comportamientos perturbadores como son la agresión física
o verbal, la desobediencia, el absentismo escolar, el consumo de drogas y los robos.

El origen de estos graves desajustes suele ser multi causal; es decir, que los factores
individuales, familiares como las pautas educativas desajustadas, sociales como un
desarrollo psicosocial deficiente así como los factores evolutivos, juegan un papel muy
importante en el desarrollo y en el mantenimiento del problema.

Los problemas de conducta deben ser corregidos y a la vez se debe promover el


desarrollo de habilidades y competencias intelectuales, emocionales, sociales y
personales que vaya favoreciendo la adaptación al entorno. La identificación precoz de
los trastornos leves del comportamiento y la aceptación de estos hechos por parte de los
padres son cruciales a fin de resolverlos a tiempo y evitar posibles desajustes sociales y
personales más graves. La falta de intervención es siempre un error puesto que sólo
conduce al mantenimiento y probablemente al incremento de las conductas
problemáticas.

Transtornos de alimentación

Entre un 25% y un 35% de niños presentan problemas persistentes para comer


adecuadamente. Entre los desajustes alimenticios más comunes, encontramos los
problemas de conducta a la hora de las comidas, la negación a tomar un sinfín de
alimentos, los retrasos para masticar o tragar o prolongar en exceso el tiempo de la
comida. Los problemas negativos de esta actitud pueden ir desde la desnutrición, las
dificultades en el desarrollo hasta los problemas de conducta. Los problemas más graves
derivados de la actitud anteriormente citada son los trastornos de alimentación como la
anorexia o la bulimia nerviosa. Los desórdenes en la conducta alimentaria se
caracterizan por un patrón alimentario alterado y, de manera paralela, la práctica de
comportamientos encaminados a subsanar los efectos de la ingesta. En los últimos años
se ha producido una oleada de jóvenes adolescentes, principalmente mujeres con un
trastorno de este tipo. Entre los más graves y comunes podemos destacar la anorexia y
la bulimia nerviosas.

Las mujeres con anorexia tienen un miedo exagerado a aumentar de peso y su vida gira
en torno al deseo de adelgazar. Evidentemente, se trata de personas con una visión de su
imagen corporal totalmente distorsionada a las que les embarga un sentimiento general
de rechazo e ineficacia personal.

La bulimia se caracteriza por la presencia de atracones que no pueden controlarse,


seguidos de conductas compensatorias encaminadas a evitar el aumento de peso. Como
en la anorexia, su apreciación sobre la imagen corporal también se ve alterada.

En este tipo de trastornos es muy importante la colaboración y el apoyo de la familia. Si


detectan conductas anormales o pérdidas importantes de peso en poco tiempo deberían
acudir a un médico y a un psicólogo ya que el tratamiento de este tipo de trastornos
requiere de una intervención multidisciplinar.

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